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Resumen Abstract
Introducción
Escribir sobre el proceso de enseñanza y aprendizaje del Derecho y decir que el mismo
está teñido del añejo modelo tradicional, verbalista, discursivo, que privilegia al docente
como protagonista de ese proceso, frente a un estudiante pasivo, puede resultar
repetitivo, porque ya se sabe; es tema de seminarios, talleres y congresos, así como de
abundante literatura. Hay que pasar a otro estadio; partir de esa premisa y proponer
una ruta alternativa; es decir, mostrar el estado actual de la cuestión y fundamentar
propuestas de mejora. Este artículo trata un elemento fundamental de ese proceso:
la “pareja académica”: el docente (parte del personal académico) y el estudiante. Hay
saber que como el aprendizaje es social, incluso, los estudiantes aprenden más unos de
otros, que escuchando una transmisión unidireccional de conocimientos emitida por
el profesor. Hay que corregir el sistema actual y revertir el monopolio que ejercen los
profesores en el aula.
Revisiones de cientos de investigaciones realizadas en los últimos 30 años
permiten concluir que, a pesar de que se apunten deficiencias al actual sistema de
formación y capacitación profesional, en algunos países más que en otros, los profesores
que han tenido preparación para la enseñanza, son mejor valorados por los alumnos y
tienen más éxito con ellos que quienes no la han tenido (Moreno Olivos, 2006, pp. 6-8).
Algunos de los estudios realizados sobre profesores que fueron admitidos a la profesión
sin haber tenido una formación pedagógica adecuada, revelan serias deficiencias en ellos
(Darling-Hammond, 2012, pp. 171-173): enfrentan mayores problemas para planificar
la enseñanza; tienen más problemas para trabajar en el aula y organizarla; mayores
dificultades en diagnosticar las necesidades de aprendizaje de sus estudiantes y por
tanto, mayores dificultades en favorecer el aprendizaje adaptando la enseñanza, algo
que, por lo demás, no asumen como parte de su trabajo.
Y es que existe un mito: “el de la persona brillante”, según el cual, se presume
que la gente inteligente (IQ) puede convertirse automáticamente en profesores idóneos.
La experiencia ha mostrado evidencia de la falsedad de esta premisa. En este sentido, la
UNESCO publicó en junio de 2012 la UNESCO STRATEGY ON TEACHERS 2012-2015, en
la que indica que mientras los docentes y las correspondientes políticas nacionales que
dan forma a la enseñanza, son elementos fundamentales para una educación de buena
calidad, la Estrategia pone énfasis en dar apoyo a los docentes para su aprendizaje.
http://unesdoc.unesco.org/images/0021/002177/217775E.pdf
Lo importante es la forma en que los docentes aprenden a promover el aprendizaje
en sus estudiantes y se constituyen en personal cualificado para ese fin. Es decir, que para
una enseñanza de calidad, primero se deben “formar” docentes de calidad. La estrategia
pretende ser global, si bien pone su acento en los países en desarrollo y en particular
en África Sub Sahariana. Busca proveer un marco para la nueva iniciativa de la UNESCO
dirigida a promover docentes de calidad, cualificados y capaces de dar lo que llama
“una enseñanza efectiva”, a través de mecanismos que ayuden al desarrollo profesional
de los docentes y a remover obstáculos a su éxito profesional. De ahí que se oriente
más hacia los docentes en entornos con dificultades: clases con muchos estudiantes,
pocos recursos, entrenamiento informal de los docentes, necesidades especiales de los
estudiantes. En esa línea, la UNESCO se interesa en promover instituciones de formación
de docentes, fortalecer las facultades o escuelas de educación en las universidades, el
desarrollo de los directores o decanos y administradores como líderes institucionales y
finalmente generar unos estándares que sirvan de referente internacional. Destaca que
debe procurarse un balance entre el aprendizaje académico y la práctica en la preparación
académica. Que debe haber un alineamiento entre la preparación del docente y el
currículum intencionado de la institución académica. Esta es “una asignatura pendiente”
en muchos países; muchas instituciones educativas de educación superior predican el
aprendizaje activo, la enseñanza centrada en el estudiante, la focalización en procesos y
resultados, el énfasis en las competencias/habilidades, la promoción del conocimiento
integrado, entre otros paradigmas. Pero, ¿qué tan preparados están los docentes para
enfrentar todo eso? Por ello, para la UNESCO, es esencial que los docentes estén al día en
los últimos desarrollos de la ciencia del aprendizaje y la investigación sobre la enseñanza
Fuente: http://goo.gl/vzzhTx
Lo anterior es un ejemplo más de la importancia que debe tener para un docente estar al
día en los últimos avances y estudios sobre la profesión educativa. Y que la labor docente
no inicia ni acaba en el aula.
Durante mucho tiempo, la enseñanza, como función esencial de las que se
asigna a los académicos, ha sido considerada “una profesión solitaria”. Como ha
afirmado Bullough (Bullough, 1997, citado por Moreno Olivos, p. 34): “la clase es el
santuario de los profesores”. Pero ese aislamiento representa una barrera frente a las
posibilidades de formación y mejora. Los papeles que tradicionalmente han asumido
los docentes, enseñando de manera conservadora un currículo caracterizado por
contenidos académicos, hoy resultan inadecuados. A los alumnos les llega información
por múltiples vías, por lo que con razón Blumenfeld et al. (Blumfield et al, citados por
Moreno Olivos, p. 46), señalan que el papel del profesor debería cambiar desde una
autoridad que distribuye conocimientos, hacia un sujeto que crea y orquesta ambientes
de aprendizaje complejos. Por ello hoy se habla de colegialidad y de la colaboración
entre los docentes. Si se reprime la práctica colegial, los efectos dañosos son visibles.
Hay instituciones de educación superior donde los académicos no cuentan ni siquiera
con un espacio propio (sala de profesores), en el que puedan reunirse para intercambiar
o compartir experiencias e información. Esto lo padecen en mayo grado los docentes
contratados por horas, debiendo incluso esperar en pasillos entre clases.
Vale decir con Fullan (Fullan, M, 2006, pp. 13 ss.), que el nuevo trabajo del
profesor requiere por lo menos siete componentes interrelacionados, entre los que
se encuentran que el profesorado debe profundizar notoriamente su conocimiento en
los métodos de enseñanza, trabajar interactiva y conjuntamente con los alumnos, los
otros profesores, los administradores, empresas y organismos de la comunidad. Pero
no como “colegialidad impuesta”, que convierta las reuniones con los académicos en
“sesiones de quejas”, sino como convocatoria planificada para solicitarles sugerencias y
que propongan soluciones reales a los problemas más apremiantes enfrentados por los
alumnos, por ejemplo. Por tanto, que no se trate de un control burocrático-administrativo
del profesorado, sino de fomentar una participación genuina. El escenario donde esa
“comunidad docente” pueda desarrollarse es fundamental: las estructuras físicas y
las condiciones organizativas de la universidad. Por tanto, preparar sus clases, asistir
puntualmente y revisar tareas, ya no es suficiente (Guzmán Acuña, T Hernández L, O y
Guzmán Acuña, J, 2009, pp. 52 ss.). Y es hasta para algo que puede parecer sencillo: el
preparar las clases, requiere de conocimientos y preparación; hay que saber cómo se
hace. No es tener a mano el libro que se va a llevar a la clase, marcadas las páginas que
se van a leer, o guardar en el maletín que se lleva a la universidad la sentencia que se va
a leer para que comenten. La enseñanza-aprendizaje se planifica. Por lo que el espectro
de formación se ha ampliado, potenciando la adquisición de herramientas como por
ejemplo, las “competencias comunicativas”, como las define Chan (Chan, N, 2000, p. 3.),
en el sentido de desarrollar la habilidad de escuchar al otro y darse a entender, como
importantes para generar conocimiento, para investigar, publicar y producir documentos
científicos, tarea que se añade, se integra, a la de ser docente y el “perfil deseable”
que certifica al profesional como uno de calidad, con preferencia con un grado mayor
al de licenciatura, aparece con indicadores de calidad traducidos en cuatro funciones
sustantivas en equilibrio y avanzando, incluso, más allá de la docencia y la investigación:
• Docencia
• Generación y aplicación innovadora del conocimiento (investigación)
• Tutorías
• Gestión Académica
Fuente: http://chronicle.com/article/Faculty-Culture-Is-Fractured/139829/?cid=wb
La idea del Faculty Club es que el club funcione como un lugar de encuentro,
donde pueda verse regularmente a estudiantes, familiares, personal académico y
staff administrativo, compartiendo. Comentan quienes propusieron esta idea que la
influencia del “personal adjunto” o personal académico de tiempo parcial, aquel que
sólo llega a la universidad a impartir el curso que tiene asignado y terminada la clase se
va, ha contribuido a esa falta de cohesión que con esto se quiere contribuir a corregir.
Ese personal académico “contingente” es llamado el personal académico “I don´t know
you”, por Pannapacker (Citado en el estudio sobre el Faculty Club en la Universidad
de Maryland), profesor asociado de inglés de Hope College en Holanda, quien escribe
regularmente sobre el profesorado, en un artículo publicado en la revista sobre Educación
Superior The Chronicle of Higher Education: “¿Why say: Hello, who are you? Because
you may not be here the next semester” (¿Por qué decir: quién es usted? Porque quizás
usted no esté aquí el próximo semestre).
En un estudio realizado en los Estados Unidos sobre “Qué es lo que hace destacar
a una Universidad.2012” (Great Colleges to Work For .The Chronicle of Higher Education,
2.012), según datos provistos por las Universidades y el Departamento de Educación de
los Estados Unidos, estas acciones son las que hicieron sobresalir a las universidades
premiadas:
• Creación de un Consejo Académico para para coordinar el currículum
• Reuniones de coordinación entre el personal académico y los administradores:
“Listening meetings”
• Seminarios sobre liderazgo para el personal académico
• Apoyo al personal académico con sobre carga de investigación
• Beneficios al personal académico de TC: estabilidad laboral, espacios de parqueo,
mejoras en sus oficinas
• Apoyo al personal académico para participar en intercambios internacionales e
investigación
• Programas de retiro y seguros para el personal académico en propiedad
• Préstamos a bajo interés al personal académico
• Capacitación al personal en la Universidad
• Apoyo para recibir capacitación fuera de la Universidad
• Buenas instalaciones físicas
• Aumentos anuales
• Planes de salud
• Cursos gratuitos al personal académico
• Involucramiento del rector
• Facultades del Consejo Académico en las decisiones académicas
• Existencia de una carrera docente
• Libertad de enseñanza para explorar diversos estilos de enseñanza
• Oportunidades como los “study abroad”
• Planes de vacaciones
• Reconocimiento académico
• Interacción del personal académico con los estudiantes de las respectivas
carreras.
• Competencia en la materia
• Competencia pedagógica
• Capacidad de integración de la teoría y práctica
• Cooperación y colaboración
• Garantía de calidad
• Movilidad
• Liderazgo
• Aprendizaje permanente.
Hasta aquí puede exponerse como primera conclusión que para enseñar a
aprender Derecho, el licenciado en Derecho o abogado, según las exigencias de cada
esos serán muy buenos abogados”. Sin un buen diseño de cursos, sin un alineamiento
constructivo, al decir de Biggs (Biggs, J, 2006, pp. 37 ss.), sin un docente preparado, de
poco o nada sirve ese plan de estudios. Pero más allá de eso, en este apartado lo que se
quiere destacar es que en la formulación de un plan de estudios, no bastan los cursos
relativos a las diversas áreas específicas del Derecho, como tampoco es necesario ni
pedagógicamente correcto que se atienda al aspecto numérico por encima de otros que
sí es importante contemplar, como la Misión y Visión de la universidad, los perfiles de
ingreso y egreso del estudiante, entre otros. Sino que hay que hay que integrar cursos
sobre materias afines al Derecho, pero también a cualquier disciplina y que no deben
verse como cursos complementarios, optativos, que en muchos casos siguen siendo
exclusivos del Derecho, como los cursos citados más arriba que por no haber espacio
en la línea de cursos troncales, se colocan como opcionales o recomendados, pero no
obligatorios o se exige al estudiante elegir, como mandatorio, al menos uno de ellos.
Se trata de incluir cursos que hoy se consideran necesarios en un pensum de
Derecho. Por ejemplo, los relativos a la Psicología. Si ella estudia cómo las personas
piensan, siente y se comportan y el Derecho trata con los conflictos de las personas,
le es relevante cómo piensan, siente y exteriorizan eso en su comportamiento; si los
abogados tratan con las emociones de las personas, ¿cómo es posible que en los planes
de estudio de la carrera de Derecho no haya al menos-debería haber más- un curso
de Psicología, diseñado para estudiantes de Derecho? Los cursos de las escuelas o
facultades de Derecho, usualmente no se focalizan en la parte del trabajo que envuelve
en el entendimiento de la psicología humana (Robbennolt, J, Sternlight, J, 2012. Pp.7-
27). Similar pasa con la Neurociencia, el entendimiento de los mecanismos del cerebro
como órgano corporal, para entender los procesos de aprendizaje, la atención, el papel
de los lóbulos prefrontales en el procesamiento de información y toma de decisiones,
pero también para un mejor desempeño en el ejercicio profesional (Souza, D, 2009,
pp. 10-37). Cursos que promuevan en el estudiante la adquisición de las llamadas “soft
skills”, más valorables en el campo laboral que los conocimientos teóricos, que caducan
rápidamente y, generalmente, al ser mal aprendidos, se olvidan, también rápidamente.
Como las herramientas componentes de la inteligencia emocional, hoy signos de
liderazgo: la empatía, la capacidad de comunicarse asertivamente.
La investigación relativa a los procesos de la memoria y los resultados de la
investigación psicológica y de la neurociencia, son de interés en su aplicación a los
casos judiciales y en el examen de los requisitos necesarios para que resulte creíble lo
que cuenta un testigo (Mazzoni, G, 2010, pp. 15-27). ¿Cómo no va a ser importante
entonces que un estudiante de Derecho, futuro abogado, sepa de esto? Desde hace
mucho tiempo que cursos relativos a estas cuestiones deberían ser una constante en los
planes de estudio de la carrera de Derecho. Y qué decir de los atinentes a la negociación
y la resolución alterna de conflictos, si atienden a la esencia del ser abogado. Si el litigio
debe ser la “última ratio”; si hasta el sistema judicial ha importado en los procesos
jurisdiccionales mecanismos como la mediación, la conciliación, el arbitraje, este último
de vieja data en la mayor parte de los sistemas jurídicos. Las escuelas de Derecho
están desenganchadas de la práctica profesional. Tampoco se hace un buen uso de la
tecnología y se desaprovechan sus ventajas. No se trata de usar una presentación y decir
que con eso puede hablarse de Tecnología Educativa. Pero para saber cómo aprovechar
las TIC´s, hay que aprender sobre ellas. El docente debe estar actualizado en lo que
acontece alrededor de la disciplina del Derecho y de la de docencia. En un artículo muy
ilustrativo, Alexander (Mazzoni, G, 2010, pp. 15-27) hace un recorrido histórico de la
enseñanza del Derecho en los Estados Unidos y muestra la ruta desde el Old Normal a
las recomendaciones actuales que, no obstante, no son de acogimiento general.
Pero no sólo se trata de reformar las escuelas de Derecho e integrar nuevas área
de conocimiento. También debe atenderse a las necesidades de los que ya son abogados.
La abogacía es una profesión cognitiva y los legendarios estresores en la educación legal
y el ejercicio de la profesión pueden tener una tremenda influencia en la capacidad
cognitiva (Austin, op. cit. p. 9.). Un número de compañías han desarrollado herramientas
como: gimnasios en la misma empresa, programas de manejo de estrés y entrenamiento
en “mindfullnes” (concientización, atención plena). Se han generado programas como el
Quiet Justice. ¿Abogados que hacen meditación? No es broma. Charles Harpen (Halpern,
Ch, 2010.) lidera un movimiento que promueve la empatía y la concientización en la
práctica del Derecho). De esto y mucho más se están perdiendo los docentes en las
escuelas de Derecho que se limitan a hacer resúmenes para leer en clase, que incluso
toman sus apuntes de clase, de cuando fueron estudiantes, o a ponerse delante del
grupo de estudiantes a hablar o a dictar. De provecho para estudiantes y profesores es
también, todo lo relacionado con los clientes adictivos, clientes “bully”, cómo prevenir y
tratar el trauma vicario en los abogados y tantas y tantas cosas. Para pensar en ello….
Bibliografía
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Darling-Hammond, L. (2012). Educar con calidad y equidad: los dilemas del siglo XXI.
Mail: rosabdelnour@hotmail.com
Licenciada en Derecho y Notario Público, Facultad de Derecho de la Universidad de Costa
Rica; Especialista en Desarrollo de Habilidades Docentes y Máster en Docencia e Innovación
Educativa, Instituto de Tecnología Educativa, UNITEC, Universidad Tecnológica de México;
Especialista en Negociación Estratégica, ENE, Escuela de Negociación, Universidad Pablo
de Olavide, Sevilla, España; Doctora en Derecho Público, Universidad de Navarra, España;
actualmente cursa Maestría en línea, con doble titulación en Resolución de Conflictos y
Mediación, FUNIBER; en Neurociencias y Educación, Argentina; Mediadora certificada
y Árbitro, Centro de Justicia Alternativa, Colegio de Abogados, Evaluadora Externa
para acreditación de despachos judiciales; Par evaluador y consultora del SINAES para
acreditación de carreras de Derecho; Magistrada Suplente Sala Constitucional.