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UNIVERSIDAD DE SAN CARLOS DE GUATEMALA

CENTRO UNIVERSITARIO DEL NORTE –CUNOR-


CIENCIAS JURIDICAS Y SOCIALES – ABOGACIA Y NOTARIADO –
DERECHO AGRARIO Y AMBIENTAL
LICDA. ELVIA MARGARITA CUYUCH SONTAY
TERCER AÑO

POLÍTICA AGRARIA

ALUMNO: Antony Josué Cabnal Ac CARNÉ: 201844359

Cobán, Alta Verapaz, 05 de octubre de 2020


POLITICA AGRARIA

Según las proyecciones del Instituto Nacional de Estadística (INE), la población


para el 2014 asciende a 15,806,675 de habitantes, de los cuales el 42%
pertenece a los pueblos indígenas.1 Se estima que, en el 2013, el 51,9% de la
población correspondió al área urbana y el 48,1% al área rural. Esta última,
según las proyecciones, será del 36,3% en el 2032.2 La pobreza en el área rural
asciende a un 74,8% y entre los pueblos indígenas, a un 63,8%.

Existe un gran segmento de población campesina sin tierra. Según algunas


estimaciones, sólo en Alta Verapaz la demanda real de tierra es del 28% del total
de población dedicada a la agricultura.16 Con base en la información del Fondo
de Tierras, del año 1998 al 2013 han ingresado 1740 solicitudes (1,110 colectivas
y 640 individuales) de acceso a la tierra, de las cuales se han adjudicado 265
fincas que corresponde al 15% de la demanda.

Dicha adjudicación por intermediación financiera corresponde a un área de


95,878.56 hectáreas, lo que beneficia a 20,187 familias y representa un monto
del crédito de Q713 millones 107 mil 618. Por otra parte, en el periodo que va de
2004 a 2013, a través del programa de arrendamiento de tierras fueron
beneficiadas 460,370 familias, con un área de 301,734.46 hectáreas y un monto
del crédito de Q868 millones 396 mil. Sin embargo, estos programas han
supuesto el endeudamiento de los beneficiarios, de los que un alto porcentaje ha
tenido incapacidad financiera para pagar. Ante ello, el Fondo de Tierras
(FONTIERRAS) ha implementado mecanismos de reestructuración de la deuda
que contemplan la reactivación productiva, renegociación de créditos y
reestructuración de la cartera.

La economía de Guatemala está fuertemente vinculada a la producción en el


agro. Alrededor del 36% de la población ocupada en el país labora en la
agricultura, mientras que en la industria es el 20,2% y en los servicios, el 43,7%.
Es decir, las actividades agrícolas absorben una buena proporción de la mano
de obra, a la que se paga los salarios más bajos. Este sector es el que más
contribuye al empleo informal (41,1%). El salario mínimo agrícola cubre
únicamente el 51% de la canasta básica vital. En esta realidad, el trabajo
femenino no se valora; generalmente se considera el trabajo de las mujeres
como apoyo al que realizan los hombres. Por ello, la mayoría de veces el salario
de la mujer es 50% menor. Según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida
y Población Joven,21 la categoría de trabajo no remunerado está integrada en
un 52% por mujeres y en un 48% por hombres. Es importante resaltar que, del
41,94% del territorio (4,518,179.52 ha) disponible para la producción
agropecuaria (restando los cuerpos de agua), alrededor de un 32,44% es
utilizado de acuerdo con su capacidad de uso. Un 93% podría destinarse a
granos básicos y pecuario; sin embargo, el 25,7% está destinado a actividades
agroindustriales. Respecto a las áreas protegidas, según las cifras en el 2010
por el SIGAP, se encuentran registradas 313 áreas protegidas, lo cual
corresponde al 31,03% del territorio nacional.

Orientación de la Política Agraria


La Política Agraria se orienta con base en los siguientes criterios:
a. Política Agraria para el desarrollo rural integral
El enfoque de desarrollo rural en el que se inserta la Política Agraria trasciende
lo estrictamente agrícola y agrario como las únicas posibilidades de desarrollo
en las áreas rurales. Sin embargo, se reconoce la importancia de la Política
Agraria en tanto es un elemento esencial del desarrollo rural integral y sus ejes
estratégicos en cuanto vías importantes para el logro de los objetivos que
implican el mejoramiento de las condiciones de vida de la población del área
rural.
b. El Estado, promotor del desarrollo
Por mandato constitucional, al Estado le corresponde promover el desarrollo
económico de la nación, estimulando iniciativas en actividades agrícolas,
pecuarias, industriales, turísticas y de otra naturaleza. Así mismo, debe impulsar
activamente programas de desarrollo rural que tiendan a incrementar y
diversificar la producción nacional con base en el principio de la propiedad
privada y de la protección al patrimonio familiar, en condiciones de igualdad en
dignidad y derechos para mujeres y hombres. En la misma dirección, los
Acuerdos de Paz le asignan al Estado el rol de “... promover, orientar y regular
el desarrollo socioeconómico del país, de manera que, con el esfuerzo conjunto
de la sociedad, se asegure, en forma integrada, la eficiencia económica, el
aumento de los satisfactores sociales y la justicia social.” En este contexto, al
Estado le corresponde un papel vital para dinamizar las relaciones en el agro
guatemalteco, además de generar condiciones para que los agentes económicos
privados contribuyan al desarrollo del país.
c. El mercado como estrategia del desarrollo
El desarrollo socioeconómico no puede depender exclusivamente de las
finanzas públicas y la regulación del Estado. Es decir, se requiere la participación
complementaria de los agentes económicos privados. El mercado debe verse
como instrumento para el desarrollo, el cual puede aportar para lograr el
beneficio social.
d. Coadyuvar a que la economía campesina de infrasubsistencia y subsistencia
alcance niveles excedentarios.
La economía campesina, caracterizada por su poliactividad, puede llegar a tener
un impacto importante en la dinamización de las economías locales, ya que
aportaría significativamente a satisfacer la necesidad de empleo de las
poblaciones rurales, a una mejor distribución de la riqueza que ella produce,
además de contribuir sustancialmente a garantizar la seguridad alimentaria y
nutricional. Tomando en cuenta que la empresarialidad, la competitividad y los
mercados son aspectos importantes para el desarrollo rural, debe considerarse
que la economía campesina puede contribuir a ampliar los mercados internos y
a constituirse en una vía de escape de la pobreza para millones de personas que
actualmente carecen de capacidades de consumo, dada la pobreza y la
exclusión a la que se encuentran sometidas. En esencia, la economía campesina
excedentaria, al hacer un uso más intensivo de mano de obra e¿ insumos
productivos, multiplica sus efectos en la economía a través de fungir como
demandante de bienes y servicios, además de proveer bienes a la economía.
e. Participación social
La Política Agraria plantea la participación de los diferentes actores y sectores
involucrados en el tema agrario, principalmente desde el ámbito comunitario,
como base para el desarrollo. La participación social, además de ser un factor
fundamental del proceso democrático, es determinante en la legitimización,
validación e implementación de la Política Agraria.

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