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Cuáles son los análisis que hace la corte IDH respecto del proceso disciplinario consagrado
en la ley 734/2002
El Tribunal ha señalado que el derecho a ser juzgado por un juez o tribunal imparcial es una
garantía fundamental del debido proceso que permite que los tribunales inspiren la confianza
necesaria a las partes en el caso, así como a los ciudadanos en una sociedad democrática166. Esto
implica que se debe garantizar que el juez o tribunal en el ejercicio de su función como juzgador
cuente con la mayor objetividad para enfrentar el juicio y se aproxime a los hechos de la causa
careciendo de todo prejuicio y ofreciendo garantías suficientes de índole objetiva que permitan
desterrar toda duda que el justiciable o la comunidad puedan albergar respecto de la ausencia de
imparcialidad. Así, la imparcialidad del tribunal comporta que sus integrantes no tengan un interés
directo, posición predefinida ni preferencia por alguna de las partes y que no se encuentren
involucrados en la controversia, sino que actúen única y exclusivamente conforme a -y movidos
por- el derecho
el derecho disciplinario forma parte del derecho sancionador [...] en la medida en que está
compuesto por un conjunto de normas que permiten imponer sanciones a los destinatarios que
realicen una conducta definida como falta disciplinaria”, por lo que “se acerca a las previsiones del
derecho penal” y, en razón de su “naturaleza sancionatoria”, las garantías procesales de este “son
aplicables mutatis mutandis al derecho disciplinario”
se concluye que, aun cuando las facultades de la Contraloría no contemplan la atribución directa
para destituir o inhabilitar funcionarios públicos de elección popular, las sanciones pecuniarias que
pueden imponer, cuando estas resultan en la obligación de realizar el pago de una deuda fiscal de
alta cuantía
La destitución e inhabilitación solo puede ser impuesta por un juez competente previa condena en
proceso penal, la Corte advierte en este caso una violación al principio de jurisdiccionalita.
El Estado alegó que la Corte carece de competencia para pronunciarse y ordenar la modificación
de las normas constitucionales y legales que consagran las facultades sancionatorias de la
Procuraduría, así como la derogación del artículo 5 de la Ley 1864, ya que ello constituiría un
control de convencionalidad en abstracto e iría en contradicción con la autonomía de los Estados
democráticos de definir, bajo estándares internacionales, su ordenamiento jurídico. Asimismo, el
Estado afirmó que a lo largo del proceso quedó demostrada la convencionalidad del ordenamiento
jurídico colombiano en lo relacionado con las facultades de la Procuraduría General de la Nación
para sancionar funcionarios de elección popular y destacó la promulgación del nuevo Código
General Disciplinario que amplía las garantías concedidas a los procesados.
Pero es obligatoria para el Estado colombiano en la medida en que éste aceptó expresamente
someterse a la jurisdicción de la Corte Internacional, mediante instrumento depositado el 30 de
octubre de 1937, sin haber opuesto hasta ahora reservas a la aplicación de las fuentes que se
enumeran en su Estatuto.