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Han sucedido tantas cosas, y en tan poco tiempo, que no resulta fácil

seleccionar alguna temática sin dejarnos fuera de otras igualmente relevantes,


probablemente nos pasaremos los próximos años debatiendo sobre lo
acontecido, entre otros motivos, por la escasa información que aun hoy
tenemos sobre la apisonadora que ha triturado inmisericordemente nuestro
estilo de vida.
Las imágenes de los camiones militares llevándose cadáveres de las
grandes ciudades con inmensas poblaciones, las de nuestro personal sanitario
protegiéndose con bolsas de basura, las fosas comunes en Nueva York, el
"todo va a salir bien" de los murales infantiles, las colas del hambre, o la
incredulidad de los ancianos que agonizaban en la más absoluta soledad, nos
han despertado de la nebulosa de aparente seguridad en que hemos vivido, al
menos en las últimas décadas.
Luego de muchos meses nos toca empezar a restaurar las grietas
emocionales que a dejando la pandemia o el coronavirus, cambió de pronto la
vida que conocíamos.
El 11 de marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud declaró al
Coronavirus Covid 19 como una pandemia, esa fecha significó, significa, y
quizás significará, el inicio de un rotundo cambio en nuestros estilos de vida,
originada en la ciudad china de Wuhan, se ha cobrado a la fecha millones de
víctimas en más de 180 países, con gobiernos de todos los colores políticos se
enfrentan con escasas armas eficaces a este enemigo desconocido, en una
guerra cuyo saldo final resulta hoy una incógnita difícil de develar.
Nos enfrentamos a una crisis educativa, la pandemia ha arrebatado sus
aulas a casi 77 millones de estudiantes durante los últimos meses.
El coste del cierre de las instituciones educativas ha sido devastador para el
aprendizaje, la salud y el bienestar de los estudiantes, con las repercusiones
para cada estudiante, su familia, su comunidad y su situación económica se
dejarán sentir durante años, muchos estudiantes nunca se pondrán al día.
El cierre de las instituciones educativas ha provocado una reducción de la
actividad física y un empeoramiento de la alimentación, un aumento de los
niveles de ansiedad y autolesión, y la exposición a la violencia doméstica.
‘Regreso a clases’ este año significa cosas muy diferentes dependiendo de
dónde uno viva y cuáles sean las opciones, dado que algunos instituciones
educativas en Venezuela dicen que abrirán en su totalidad, otros abrirán
parcialmente, y los profesores también andan en esa onda recientemente que
comenzarán el año solo en línea, los planes son específicos por la ubicación.
El problema con las instituciones educativas es que no creo que se pueda
controlar por completo la transmisión del virus, incluso si tienen que separarnos
entre sí, y así usemos cubre bocas y no comparten nada, opino que con
establecer y seguir todas estas reglas, creo que las personas que tienen hijos
tienen un mayor riesgo de contraer este virus si sus hijos interactúan con otros
niños, y vuelven a la Universidad y salen de fiesta, y contraen COVID. Quiero
decir, no podremos contener este virus si la gente no hace lo correcto. Y si van
a reunirse para algún trabajo es muy probable que se quiten los cubre bocas y
se contagien entre sí.
Existen ventajas y desventajas de volver o no volver a las actividades
presenciales en instituciones educativas, de apurar el retorno o de enlentecerlo,
de priorizar la mirada desde el punto de vista sanitario o desde el económico,
desde la salud física o mental o desde el diverso sentido que se le dé a la
educación: si es más académica, socioemocional, valórica o espiritual.
Para concluir, las variables involucradas en el retorno a las actividades
educativas no nos debe cerrar la vista y quedarnos solo en ello, la decisión
sobre el retorno la forma y el momento, debe ser una decisión reflexiva como lo
muestra el elevado interés mundial que se ha despertado sobre el tema,
entonces a qué educación queremos retornar, qué le pedimos al sistema
educativo y al de salud, qué le pedimos al estado y cuál es la responsabilidad
de cada individuo y familia.

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