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RECHAZO AL PASAPORTE SANITARIO

DICIEMBRE 2021

Sres: políticos, funcionarios públicos, periodistas, directores y docentes de establecimientos


educativos, fuerzas de seguridad, médicos y profesionales de la salud de efectores públicos y
privados, empresarios, comerciantes, público en general:

Desde que se declaró la emergencia sanitaria por SARS COV 2 en marzo de 2020 (1,2,3), hemos
sido testigos de la más ilógica trama para convencer a la población de que somos total y
absolutamente vulnerables y débiles para enfrentar un supuesto nuevo virus que iba a destruir
a la humanidad, desconociendo el maravilloso poder de nuestro sistema inmune en particular
y de nuestro cuerpo en general, para afrontar desde que nacemos todos y cada uno de los
microorganismos que puedan resultar patógenos. Decimos supuesto nuevo virus porque es
menester tomar conocimiento de que estamos conviviendo desde siempre con bacterias,
virus, parásitos y hongos que forman parte de nuestro microbioma, y que lejos de resultar
dañinos, son fundamentales para nuestro desarrollo, crecimiento, alimentación, y cumplen
funciones específicas para nuestro bienestar (4,5,6). El hecho de que con las nuevas
tecnologías estemos constantemente investigando cada vez más profundamente en nuestra
biología, no significa que encontrar algo que parece nuevo realmente lo sea.

Todos los pronósticos realizados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y diversos
especialistas afines a este organismo, resultaron muy alejados de la realidad (7,8). Este nuevo
virus no sólo no afectó a más personas de las esperadas, sino que la mortalidad y letalidad
resultaron ser muy bajas (9,10). Miremos por un instante los datos estadísticos oficiales
(11,12):

Al día de hoy (18/12/2021) la mortalidad (tasa de muertes por una causa sobre el total de
habitantes) por este nuevo coronavirus en el mundo es del 0,07 % para todas las edades y
todas las geografías. En Argentina es del 0,26 % y en nuestra provincia de Santa Fe, del 0,27 %.

La letalidad (tasa de muertes por una causa sobre el total de infectados por el patógeno en
estudio) a nivel mundial es del 1,95 %; en Argentina es del 2,16 %, y en Santa Fe es del 1,82 %.

La tasa de infección en el mundo es del 2,81 %; en Argentina es del 11,68 % y en Santa Fe es


del 13,92 %.

¿Qué significan todos estos números? Que de los 7800 millones de habitantes del planeta no
se contagió el 96,41 %; y que de los infectados, se recuperó el 98,05 %. Y esto se puede
transpolar a cada uno de los países. Es decir, nunca hubo pandemia, tal como se quiso hacer
creer a la población desde el inicio. La OMS cambió arbitrariamente la definición de pandemia,
quitando de la misma lo relacionado a la gravedad de la infección en estudio, asumiendo que
existe pandemia cuando una enfermedad transmisible se propaga a varios países y afecta a
casi toda su población (13,14). Por lo que cualquier enfermedad infecto contagiosa, por el sólo
hecho de ocurrir en varios países al mismo tiempo, que demás está aclarar que esto en las
últimas décadas es moneda corriente, debido a la expansión de viajes intercontinentales,
puede ser declarada como pandemia. Pero los datos numéricos demuestran que si bien este
coronavirus se encontró en casi todo el mundo, la cantidad de afectados por el mismo no fue
superior a los afectados por otras afecciones respiratorias en años anteriores (15,16,17).

Todo estuvo muy bien guionado, donde por primera vez, todos o casi todos los países y los
medios de comunicación masivos de los mismos, han decidido tener un único discurso. Sin
cuestionar, sin preguntar, sin escuchar otras voces. Simplemente la capacidad de
razonamiento y discernimiento se declaró nula.

Donde se implementó en tiempo récord (nunca antes logrado por ningún científico) un test
diagnóstico basado en la técnica de Reacción en Cadena de la Polimerasa (PCR) (18,19), que es
excelente para diagnosticar enfermedades genéticas por ejemplo, pero no para diagnosticar
enfermedades infecto-contagiosas de lugares anatómicos no estériles (20). Esta técnica de
biología molecular tiene muchos puntos débiles, como el hecho de que una prueba PCR
positiva no puede distinguir entre virus entero infectivo o restos virales inertes y no tiene la
suficiente especificidad ya que este nuevo virus tiene una altísima homología con muchos
otros coronavirus causantes de resfríos comunes en humanos. Por otro lado, no se han
estandarizado los CT (ciclos térmicos) o puntos de corte de la reacción, los cuales tampoco se
informan, dato muy necesario para poder realizar comparaciones entre resultados obtenidos
por distintos laboratorios. Se sabe que a mayor número de CT, menor especificidad. No existe
una prueba Gold Standard, necesaria siempre para corroborar un diagnóstico. No hay
suficiente correlación entre síntomas compatibles y resultado de la PCR. Así se han visto
innumerables casos de pacientes con síntomas compatibles con COVID 19 con PCR negativas, y
pacientes sin síntomas con PCR positivas (21,22,23,24,25).

Es menester dejar muy claro para aquellos que desconocen sobre el tema, que cuando todo
esto comenzó, en diciembre de 2019, en Wuhan, China, sólo se estudiaron 3 pacientes con
neumonía atípica (26,27), de los cuales se obtuvo de sus secreciones respiratorias, material
genético que fue identificado como probable parte de un coronavirus. Lo detallado en el
trabajo de Wuhan deja claro que se obtuvo la secuenciación completa del nuevo virus
investigado mediante un programa de computadora, no se secuenció a partir del aislamiento
verdadero del virus. Además los autores advierten que su investigación no cumple con los
postulados de Koch, por lo que aún no se ha podido establecer la relación causal entre este
nuevo coronavirus y el llamado síndrome COVID 19. Por lo tanto al tratarse de una
secuenciación del genoma viral mediante programas de computadora (28), debemos hablar de
un constructo genético artificial. A este nuevo coronavirus lo llamaron SARS COV 2, lo
identificaron como un beta coronavirus, con un 86 % de semejanza con coronavirus
encontrados en murciélagos y alta homología con virus endógenos humanos (29,30,31).
Se instauró la pandemia del miedo y el terrorismo mediático, impulsados desde todos los
televisores y radios de todo el mundo que a diario mostraban, cual fetiche, los números de
infectados y muertos por este nuevo síndrome llamado COVID 19. En números rojos gigantes
para que la población acepte su destino de muerte y catástrofe. Nunca hubo información para
el cuidado ni para la salud, simplemente se estableció la dinámica de generar más y más temor
frente a un virus respiratorio. Aún hoy, 22 meses después, nadie tiene en su haber al maldito
(32,33). Nadie lo pudo cultivar, aislar, purificar y secuenciar in vivo. Aún hoy no se pudo
establecer la causalidad de SARS COV 2 como agente etiológico del síndrome COVID 19. Aún
hoy ningún país tiene en su haber al SARS COV 2. ¿Cómo es esto? Pues estimados, de ningún
paciente con PCR positiva se pudo aislar este nuevo patógeno. Por lo que en definitiva,
estamos creyendo en la pandemia por fe, no por evidencias científicas.

Gracias a los tests PCR se instauraron las medidas antipandemia: barbijos y tapabocas,
distanciamiento social, restricciones de circulación, imposibilidad de trabajar en muchos casos
y el evitar visitar a seres queridos. Se coartaron libertades y derechos fundamentales
inherentes a todo ser humano.

Hubieron muchas cosas turbias en los últimos dos años, que hicieron que muchos nos
tomemos el trabajo de investigar, leer, estudiar, preguntar, dudar. No somos conspiranoicos,
ni antisistema, ni antivacunas, todos adjetivos descalificativos que nos imponen por el solo
hecho de no tener argumentos para debatir con ciencia. Todo lo contrario. Somos ciudadanos
de bien, que tenemos la mala costumbre de asesorarnos antes de tomar decisiones que
pueden resultar peligrosas para nuestra salud.

Dentro de las contradicciones, falacias y medias verdades encontramos lo siguiente:

Primero: la maniobra digna de aplauso de aterrorizar a la población mediante la constante


imposición de ver y oír a cada minuto del día, la cantidad de nuevos infectados y muertos por
COVID, sin informar por ejemplo que la gran mayoría de esos enfermos se recuperó sin
inconvenientes. Sin informar que existen formas naturales de fortalecer nuestro sistema
inmune. Sin informar y negando la existencia de tratamientos útiles para aquellos que se
habían infectado. Generando de esta manera que la población caiga en una especie de
paranoia creyendo, ante el menor síntoma gripal, que le espera la muerte. Fomentando
además la culpa y el remordimiento por haber contagiado a alguien cercano. Además se
recomendó no realizar autopsias a los fallecidos, por lo que no sabemos a ciencia cierta si las
muertes adjudicadas a SARS-CoV-2 son reales.

Segundo: se implementó rápidamente la RT-PCR como método diagnóstico. Tan rápidamente,


que su creador, Drosten et al, lo publicó sólo días después de que se declare la pandemia. Lo
llamativo es además que presentó su trabajo el 21 de enero de 2020 y fue aceptado para su
publicación el 22 de enero de 2020, algo jamás visto en las revistas científicas. Esto significa
que nadie se tomó el trabajo serio de evaluar su investigación, y fue aceptado su método
diagnóstico sin chequear ni comprobar absolutamente nada.

Tercero: desde la OMS se determinaron los signos y síntomas compatibles con el síndrome
COVID 19, los cuales comenzaron siendo los de una gripe o resfrío común para desembocar en
una miríada de síntomas donde prácticamente todo era COVID, desde síntomas respiratorios
hasta neurológicos, circulatorios, gástricos, de piel y mucosas. Muchos profesionales de la
salud fueron cómplices de las medidas y protocolos implementados, y dejaron de atender a
sus pacientes con la excusa de un posible contagio. La medicina como la conocíamos cayó en
una oscuridad nunca antes vista, donde fuimos testigos de abandono de persona, mala praxis y
negligencia médica. Muchas de las muertes ocurridas se debieron a la falta de atención médica
en tiempo y forma.

Cuarto: Se comenzaron a realizar testeos masivos a la población con el fin de identificar


precozmente casos de COVID y así evitar la propagación en los distintos territorios. Si bien a
priori puede resultar una buena medida epidemiológica, al no tratarse de un método
diagnóstico específico tal como está desarrollado, su implementación ha llevado a
sobreestimar los casos de este síndrome. De esta mala decisión han surgido los asintomáticos.
Personas sanas, sin síntomas compatibles con el síndrome COVID 19, pero con test PCR
positivo, a las cuales les han hecho creer que son supercontagiadores, que deben aislarse y
sentirse culpables de que exista la posibilidad de que hayan contagiado a alguien de su
entorno, perdiendo días de trabajo o asistencia escolar.

Quinto: Los protocolos establecidos para evitar contagios en lugares de trabajo o en las
escuelas o cada vez que ingresamos a un comercio, con la falsa idea de que nos protegemos y
protegemos al prójimo, demuestra un profundo desconocimiento de la relación entre los
microbios y los humanos. Por otra parte, se adhiere a la “cultura de la seguridad”, instaurada
en las últimas décadas, hecho que ha llevado al aislamiento de muchas personas por el temor
de contraer una infección, que se supo ya al principio de la declaración de pandemia, que tenía
unas tasas de letalidad y mortalidad muy bajas.

Se instauró el uso de barbijos como si éstos fueran escudos reales para evitar el contagio,
sabiendo que no sólo dan una falsa sensación de seguridad, sino que además producen
infinitos daños a nuestro organismo, sobre todo en niños (34,35,36,37,38).

El uso continuo de alcohol en gel o soluciones hidroalcohólicas ha provocado demasiados


problemas en la piel, y contradictoriamente a lo que se hizo creer a la población, ha producido
una alteración de la barrera protectora de la epidermis, favoreciendo más infecciones
(39,40,41,42).

Sexto: Se proclamó la inmunidad natural como inservible, mintiendo acerca de que la única
manera de tener inmunidad frente a este virus es la vacunación. Se desestimaron nociones
básicas de inmunología y epidemiología. Se mintió diciendo que la inmunidad natural post
infección era menos duradera o robusta que la que otorgan las vacunas (43,44,45). Se mintió
en los datos de eficacia de cada una de las plataformas vacunales, ya que se basaron en el
cálculo de Reducción del Riesgo Relativo y no en la Reducción del Riesgo Absoluto. Esto queda
demostrado desde el momento en que se necesitan 3 y hasta 4 dosis en menos de un año para
evitar la enfermedad grave, al menos es lo que nos dicen continuamente en los medios
masivos de comunicación. En la realidad estamos viendo cada vez más casos de personas con 2
y 3 dosis que terminan hospitalizadas y con necesidad de internación en terapia intensiva.

Séptimo: La proclamación desde que comenzó todo esto, hace dos años, de que lo único que
frenaría la pandemia era una vacuna, generó demasiadas alarmas. Por qué una vacuna masiva
cuando casi el 97 % de la población no se infectó? Cuando casi el 98 % de los infectados se
recuperó sin secuelas? Cuando quedó demostrado que la inmunidad natural es efectiva y
duradera? Por qué una vacuna masiva para todos, para todas las edades, sin tener en cuenta
enfermedades o alteraciones orgánicas previas? Por qué si todas las plataformas vacunales
aún están en fase experimental se quiere someter a la población a inocularse algo que por ley
no se sabe exactamente qué contiene y qué posibles efectos adversos puede producir?

Octavo: La idea que copiamos de países europeos sobre la implementación de un “pase verde”
o “pase sanitario”, alegando que es la única manera de frenar la pandemia, es sencillamente
un atropello a la libertad de elección de cada persona, de cómo decide cuidarse, qué decide
inyectarse o qué medicamento elige para hacer frente a una enfermedad o prevenirla. No se
nos informa que estos pases sanitarios han traído demasiados disturbios y no han cumplido
con el objetivo de disminuir los casos de COVID.

Hay demasiada información que no puede ser ocultada, como el hecho de que en países con
mayor cantidad de su población vacunada los casos de COVID se han disparado, que hay en el
mundo más muertes con diagnóstico de COVID en 2021 que en 2020, que existen reportes de
daños post vacunación anti COVID en lo que va del año que superan en miles a todos los
reportes de daños post vacunas de los últimos 20 años, para todas las vacunas. Que el hecho
de estar vacunado no impide el contagio ni la propagación del virus (46,47). Y lo que más nos
llama la atención es la censura y la negación de lo que planteamos. Nadie, ni políticos ni
médicos que dirigen hospitales y sanatorios privados, ni periodistas de grandes medios de
comunicación, escuchan lo que tenemos para decir ni acceden a debatir todas las cuestiones
aquí planteadas. Simplemente nos silencian, nos censuran, nos discriminan y nos ningunean.
Actitudes cobardes si las hay.

Por todo lo expuesto rechazamos de plano la implementación de un pase sanitario en nuestra


provincia. Sepan que dicha implementación es ilegal e inconstitucional
(48,49,50,51,52,53,54,55,56,57) . Que la Constitución nos avala para desobedecer esta medida
sin criterio ni sustento científico. Que vamos a dar batalla. Que cada uno de Uds: políticos,
funcionarios públicos, periodistas vendidos, profesionales de la salud que han mentido y han
dejado pacientes sin atención médica, comerciantes que han sido funcionales a la estafa más
grande de la historia de la humanidad, todos y cada uno de Uds serán juzgados y penalizados.

Atte. Ciudadanos Autoconvocados.

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