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Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí,

que me ves, que me oyes; te adoro con profunda reverencia, te


pido perdón de mis pecados, y gracia para hacer con fruto este
rato de oración. Madre mía Inmaculada, San José, mi Padre y
Señor, Ángel de mi guarda, interceded por mí.

¿Por qué te confundes y te agitas ante los problemas de la vida?


Déjame al cuidado de tus cosas y todo te ira mejor.

Cuando te abandones en mi todo se resolverá con tranquilidad, según


mis designios.

No, te desesperes no me dirijas una oración agitada como si quisieras


exigirme el cumplimiento de tus deseos.

Cierra los ojos del alma y dime con calma: “JESUS YO CONFIO EN TI”.

Evita las preocupaciones, angustias y pensamientos… sobre lo que


pueda suceder. No estropees mis planes queriendo imponer tus ideas.
Déjame ser DIOS y actuar con libertad. Abandónate confiadamente y
reposa en mi.

Deja en mis manos tu futuro.Dime frecuentemente: “JESUS YO


CONFIO EN TI”.

Lo que más daño te hace es tu razonamiento y querer resolver las


cosas a tu manera cuando me dices: JESUS YO CONFIO EN TI. No
seas como el paciente que le pide al médico que lo cure pero le
sugiere el modo de hacerlo.

Déjate llevar en mis brazos divinos. No tengas miedo, yo te amo. Si


crees que las cosas empeoraran o se complicarán a pesar de tu
oración sigue confiando. Cierra los ojos del alma y confía. Continúa
diciéndome a toda hora: “JESUS YO CONFIO EN TI”.

Necesito las manos libres para poder obrar, no me ates con tus
preocupaciones inútiles. Satanás quiere eso, aislarte, angustiarte,
quitarte la paz. Confía en mi, abandónate en mi. Así que no te
preocupes hecha en mi tus angustias y duerme tranquila, dime
siempre: “JESUS YO CONFIO EN TI”. Y veras grandes milagros. Te lo
prometo por mi amor.

Tu amigo,

Jesús

Te doy gracias, Dios mío, por los buenos propósitos, afectos e


inspiraciones que me has comunicado en esta meditación; te
pido ayuda para ponerlos por obra. Madre mía Inmaculada, San
José, mi Padre y Señor, Ángel de mi guarda, interceded por mí.

Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me
ves, que me oyes; te adoro con profunda reverencia, te pido perdón de
mis pecados, y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre
mía Inmaculada, San José, mi Padre y Señor, Ángel de mi guarda,
interceded por mí.

Hola Jesús,
¿Cómo estás? Hoy quería contarte como me ha ido el día. Me cuesta un poco
ponerme a hacer la oración y buscar estos ratos de tranquilidad Contigo pero
sé que salgo ganando porque te encanta verme y poder estar juntos.

Hoy he tenido un día… (he tenido examen, me he enfadado con…., me ha


molestado…).
Ahora que estamos solos me atrevo a preguntarte: ¿qué hubieras hecho Tú
si hubieras sido yo ?.

Gracias por enseñarme siempre a ser mejor. Ya sabes que a veces me cuesta
dar la cara, decir que voy a misa o decir que quiere visitarte. Perdóname y
dame la ayuda para que haga siempre lo que Tú quieras.

Quiero darte mi corazón porque es lo más que tengo. ¡Ahí está todo! Desde
mis pensamientos hasta mis deseos. Pienso en mi futuro y no sé qué será de
mi pero sí que tengo una cosa clara: quiero estar siempre cerca de Ti. ¿Me
ayudarás?

Hoy te quiero hablar de mis amigas. Me preocupa (dí el nombre) porque ….


Hoy he estado más rato con (dí el nombre) porque la he visto más sola y que
nadie le hacía caso. Jesús quiero pedirte que me des “tus ojos” para darme
cuenta de quién me necesita. Haz que no me invada el “miedo al qué dirán
los demás” porque sé que la caridad está por encima de todo.

Hace poco han leído en misa el Himno de la Caridad que escribió San Pablo.
Dice así:
“Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo
caridad, sería como el bronce que resuena o un golpear de platillos.
Aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo para dejarme
quemar, si no tengo caridad, de nada me aprovecharía.
La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra
con soberbia, no se jacta, no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se
irrita, no toma en cuenta el mal, no se alegra por la injusticia, se
complace en la verdad; todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera,
todo lo soporta.
La caridad nunca acaba”
Jesús a veces me cuesta entender a mis padres, a mis hermanos y me pongo
un poco furiosa porque me ponen nerviosa, no me entienden. Pero leo esto y
pienso que Tú esperas de mi mucho más: esperas que sea paciente con los
pequeños o con los pesados, esperas que no sea egoísta y piense en los
planes que les gustaran a los demás, esperas que sea humilde y que no
piense que todo lo hago bien.

Gracias Jesús por hablarme tan claro! Me voy a proponer (piensa un


propósito para hacer en casa) en casa y con mis amigas (piensa en alguien
que está más solo y quizá necesita que estés por ella).

Gracias por este rato de oración. Ya sabes que siempre me da pereza,


¡mucha pereza! pero sé que salgo ganando siempre…

¡A ver si vuelvo pronto para explicarte más sobre mi vida!

¡Te quiero Jesús!

Te doy gracias, Dios mío, por los buenos propósitos, afectos e


inspiraciones que me has comunicado en esta meditación; te pido
ayuda para ponerlos por obra. Madre mía Inmaculada, San José, mi
Padre y Señor, Ángel de mi guarda, interceded por mí.

Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí,


que me ves, que me oyes; te adoro con profunda reverencia, te
pido perdón de mis pecados, y gracia para hacer con fruto este
rato de oración. Madre mía Inmaculada, San José, mi Padre y
Señor, Ángel de mi guarda, interceded por mí.

Mc 5, 21-43. En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la


otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor y se quedó junto
al mar. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al
verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi niña está en
las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y
viva». Se fue con él y lo seguía mucha gente que lo apretujaba. Había
una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Había
sufrido mucho a manos de los médicos y se había gastado en eso toda
su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó
hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el
manto, pensando: «Con solo tocarle el manto curaré».
Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su
cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él,
se volvió enseguida, en medio de la gente y preguntaba: «¿Quién me
ha tocado el manto?». Los discípulos le contestaban: «Ves cómo te
apretuja la gente y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”». Él seguía
mirando alrededor, para ver a la que había hecho esto. La mujer se
acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que le había ocurrido,
se le echó a los pies y le confesó toda la verdad. Él le dice: «Hija, tu
fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enfermedad».
Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la
sinagoga para decirle: «Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más
al maestro?». Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la
sinagoga: «No temas; basta que tengas fe». No permitió que lo
acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de
Santiago. Llegan a casa del jefe de la sinagoga y encuentra el alboroto
de los que lloraban y se lamentaban a gritos y después de entrar les
dijo: «¿Qué estrépito y qué lloros son estos? La niña no está muerta;
está dormida». Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el
padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba
la niña, la cogió de la mano y le dijo: «Talitha qumi» (que significa:
«Contigo hablo, niña, levántate»). La niña se levantó inmediatamente
y echó a andar; tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de
estupor. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran
de comer a la niña.
Jesús veo cientos de personas que quieren verte. ¡Eres un
espectáculo! Un calor abrasador.

Empujones, gritos, miradas. Tantas miradas clavadas en ti !!!! Les


come la curiosidad.

Quieren acercarse, verte de cerca. Escuchar lo que dice ese nazareno


que de repente no para de hacer y decir cosas extrañas.

Un paso más, y otro. “¿A dónde va ahora?”

“Creo que a casa de Jairo.” dicen unos

“Va a hacer algo otra vez.”… “¡Yo no me lo pierdo!”

La gente se acerca a Ti pero no se atreven a decirte nada. Están


esperando un milagro o algún show.

Prefieren guardar distancia. Son gente que tiene sus corazones


sedientos.

Corazones que buscan y no encuentran.

Corazones que miran y no ven.

Jesús qué mi corazón te vea y te encuentre! Sé que si te veo con más


frecuencia, ya sea en misa, en la visita, en la oración mi vida
cambiará!

Entre tanta gente hay un corazón que sí que ve: hay uno que empuja,
que late con más fuerza a cada paso que da. Es alguien que lo que le
mueve es distinto. Le mueves Tu! Y no le mueve la curiosidad o el
morbo.

Ellal tiene fe ciega en ti y por fin te toca. Y con eso basta…


No necesita más. Y Tú, tampoco.

Es increíble Jesús.

Tantas vueltas, tantos pasos hacia delante y hacia atrás. Y Tú sabes


quien es! Porque lees nuestros corazones.

A mi pasa tantas veces…. Voy a misa, voy a formación, voy a


meditaciones… pero no me fío!

Tengo tantos juicios, miedos y dudas. ¡Tengo tan poca fe! Ahora sé
que con tocarte basta! ¡Con pedirte que vengas a mi casa basta!

¿Sabes que? A partir de ahora te lo pediré en misa: ¡auméntame la fe!


¡La esperanza! ¡Y la caridad!

Pedir y nada más. Por eso lo que yo te pido es esa fe Jesús.

Te pido fe para poder pedirte. La fe de esa mujer que no deja que


nada ni nadie le impida acercarse a ti.

La fe de Jairo, que no duda en que escucharás sus súplicas.

Fe, Jesús, hoy sólo dame fe. Fe para seguirte, Fe para confiar.

Para abrirme paso entre mis miedos y llegar a ti.

Para saber escuchar la sed de mi corazón y saciarla en ti.

Para dejarlo todo y sin dudar, lanzarme a ti, a esos brazos que sólo
me piden que me deje abrazar.

Que me deje hacer. Que me deje amar. Jesús, que no dude que con
sólo tocarte basta.
Que con llamarte una sola vez, basta.

Te doy gracias, Dios mío, por los buenos propósitos, afectos e


inspiraciones que me has comunicado en esta meditación; te
pido ayuda para ponerlos por obra. Madre mía Inmaculada, San
José, mi Padre y Señor, Ángel de mi guarda, interceded por mí.

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