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Derecho Romano II
Indice
1. Efectos De Las Obligaciones
2. Pacta Adieta
3. Daños y perjuicios en caso de inejecución de las obligaciones.
4. Garantías De Las Obligaciones
5. Bibliografia
2. Pacta Adieta
Inejecución De Las Obligaciones
Debemos ocuparnos ahora de la inejecución de las obligaciones, con especial referencia a la
imposibilidad de cumplir, lo que puede obedecer a distintas razones: caso fortuito o fuerza mayor, culpa
o dolo.
Caso fortuito.
Por caso fortuito o fuerza mayor (casus, vis maior, factum, fatalitas, vis divina, damnum fatale, en la
terminología romana) se señala un hecho imprevisible o inevitable que determina la imposibilidad de
cumplir la obligación.
Se entiende que hay caso fortuito o fuerza mayor cuando ocurre un acontecimiento no previsto por el
deudor; o que habiendo sido previsto, no ha podido ser evitado.
Culpa.
Comprendía la culpa (culpa, negligentia, desidia) toda conducta reprensible que provocara
incumplimiento sin que mediara intención del deudor. Obedecía a impericia o negligencia, siendo
indiferente que ésta consistiera en una acción (culpa in faciendo) o en una omisión (culpa in omitten do).
Incurría en culpa, por tanto, el deudor que dejaba de cumplir la prestación, no por malevolencia o por
una conducta fraudulenta, sino por la inobservancia de una determinada diligencia o cuidado, llegando
así a consecuencias que podía y debía haber previsto y que, por ende, era dable evitar para no causar
daño al acreedor.
Se entiende que hay culpa como causal de incumplimiento de una obligación cuando éste se debe a una
imprudencia o a una negligencia imputable al deudor.
Dolo.
Se entiende por dolo toda conducta antijurídica consciente y querida. Así, el dolo se presentaba como
elemento integrante del delito y, como vimos, se manifestaba también como vicio de la voluntad cuando
entrañaba un fraude, una falacia o una maquinación que tendía a engañar o a mantener en el error a
una persona con quien se concertaba un negocio jurídico. Aplicado el concepto a las relaciones
obligacionales, el dolo era la conducta voluntaria y maliciosa del deudor tendiente a impedir el
cumplimiento de la obligación o a hacer totalmente imposible la prestación que constituía su objeto, con
la intención de provocar un perjuicio al acreedor.
Se entiende que hay dolo como causal de incumplimiento de una obligación cuando el deudor ha
cometido un hecho o una omisión deliberada efectuada para perjudicar al acreedor.
Mora.
Se entiende por mora el no cumplimiento culpable de la obligación a su debido tiempo por el deudor o la
no aceptación de la prestación por el acreedor. Se distingue, pues, el retardo o mora del deudor (mora
debitoris) del retardo o mora del acreedor (mora creditoris).
El mero retardo culpable —ya del deudor en el cumplimiento de la obligación, ya del acreedor en recibir
el pago— podía, en ciertos casos, tener importantes consecuencias. Ese retardo se denomina
genéricamente mora.
Mora del deudor. Para que exista mora del deudor deben darse las siguientes condiciones.
a) Un retardo del cumplimiento de la obligación, para lo cual ésta debe ser válida y exigible, que
no lo es si media un plazo o se le puede oponer una excéptio.
b) Ese retardo debe ser doloso o culpable por parte del deudor.
c) En ciertos casos es necesaria una conminación expresa por parte del acreedor al deudor
(interpeflatio).
Mora del acreedor. El acreedor se encuentra en mora cuando no acepta la prestación que le ofrece
cumplir el deudor en tiempo y forma. Consiste ésta, pues, en un retardo en la
recepción.
Conforme a ello la condena no solamente puede abarcar el daño directo producido por la inejecución
(clamnum emergens), sino también la utilidad que se esperaba obtener y que por el incumplimiento no
se obtuvo (lucrutn cessans).
Justiniano determinó que los daños y perjuicios no podrían superar el doble del monto del valor
determinado de la prestación.
Podía ocurrir a veces que las partes hubiesen convenido con anticipación —para evitar la incertidumbre
de la fijación por el juez— el monto de los perjuicios a pagar en caso de incumplimiento. A esto se lo
denominaba stipulatio poenae (cláusula penal).
La forma para establecerla era una stipulatio. En la primera época se la hacia formulando una sola
pregunta: “Si no me das al esclavo Sticho, ¿prometes darme 100?”. Luego se la perfeccionó
determinándola del siguiente modo: “Prometes darme al esclavo Sticho?; si no me dieras a Sticho,
¿prometes darme 100?”.
En el derecho justinianeo se nota una tendencia clara a la generalización del principio de que la
indemnización debe abarcar siempre todas las consecuencias perjudiciales vinculadas causalmente con
el incumplimiento. En el lenguaje de los comentaristas, ellas pueden consistir en el damnum emergens
(daño emergente) y en lucrum cessans (lucro cesante). El primero es la real disminución patrimonial que
determina la inejecución; el segundo se refiere a la privación del beneficio o ganancia que el acreedor
habría obtenido si la prestación se hubiera cumplido en tiempo y forma.
El deudor respondía sólo por los daños que eran consecuencia necesaria de la ejecución, fuesen
directos o indirectos, siempre que él hubiese previsto o hubiese podido prever tales consecuencias al
momento del nacimiento de la obligación.
Stipulatio Poenae
En estos casos, la obligación se perpetúa, aunque con un objeto necesariamente modificado, ya que la
prestación inicial resulta reemplazada por una suma de dinero que representa el interés patrimonial que
tenía el acreedor en la obligación. Esta puede ser establecida previamente por las mismas partes
mediante la llamada cláusula penal (stipulatio poenae), que consiste en la predeterminación del
resarcimiento por medio de una suma de dinero a pagarse en caso de incumplimiento. Como de ella nos
ocuparemos en particular en el capítulo siguiente, nos remitimos a lo que allí diremos. En defecto de
cláusula penal, la determinación pecuniaria del interés del acreedor a la prestación se hacía
judicialmente.
La acción Pauliana, si bien podía ser ejercida contra el deudor, resultaba más eficaz contra los terceros
que hubieran realizado negocios con aquél. Podían darse distintas situaciones:
a) Que los actos fueran a título gratuito reuniéndose los requisitos señalados para ello—, y en
tal caso la revocación de los mismos progresaba sin dificultades.
b) Que se tratara de actos a título oneroso, en cuyo caso había que probar que el tercero era
cómplice del deudor en el fraude; es decir, que conociendo el estado de insolvencia de
éste, lo mismo hubiera realizado el negocio.
En cambio, si el tercero había realizado el acto a título oneroso y de buena fe, es decir,
ignorando la situación del deudor, la revocación no lo alcanzaba.
La acción Pauliana —o revocatoria— era una actio arbitraria por la cual el juez no condenaba a menos
que el tercero se negase a restablecer el estado de cosas existente antes de la celebración del acto
objeto de revocación.
a) Sponsio
Como su nombre lo indica se trata del contrato verbal, que sólo podía celebrarse entre ciudadanos
romanos.
Al fiador (sponsor) se le pregunta luego de celebrado el negocio principal: ¿prometes darme lo mismo?.
La obligación contraída por el sponsor no se transmite a los herederos.
b) Fidepromissio
Se realizaba por medio de una stipulattio accesoria —para que pudiera ser celebrada por no ciudadanos
—, rigiéndose por las mismas reglas que la sponsio.
Varias leyes reglamentaron en la República ambas clases de fianza. Así, la lex Apuleia disponía que,
habiendo varios fiadores, si uno de ellos pasaba más que su parte, podía haberse reembolsar de los
otros el excedente por medio de una acción.
Igualmente la lex Furia —que rigió sólo en Italia— limitaba la responsabilidad de esta fianza a dos años,
luego de los cuales se extinguía; también se establecía que cada uno pagaba con su parte viril, y si uno
de ellos era insolvente, no se cargaba sobre los demás sino que se perjudicaba el acreedor.
Por la lex Cicerela se prescribía que el acreedor debía hacer saber públicamente la clase de crédito, el
monto y la cantidad de fiadores. De lo contrario, parece ser que éstos quedaban liberados.
Fideiussio
Por medio del verbo empleado en la pregunta y respuesta (se sigue la mecánica de la stipulatio) se da a
entender que el fiador queda obligado por su fe y lealtad.
A diferencia de los dos anteriores, esta institución, aparecida en el siglo I a.C., se puede emplear para
garantizar todo tipo de obligaciones y no solamente las que surgen de la sponsio o de la stípulatio.
No estando sometidos a las leyes Apuleia, Furia y Cicereía, los cofia-dores —salvo regla contraria—
responden solidariamente.
La fideiussio es una fianza más típica, ya que es un respaldo accesorio de la obligación principal; en la
sponsio y en la fidepromissio se obligan por lo mismo que el deudor principal.
Por último, se transmite a los herederos.
Importancia
a) Por ser accesorias se pueden constituir por menos o igual monto que la deuda principal,
pero no por más.
b) A partir de una constitución de Adriano, el fiador tendrá, respecto de sus cofiadores, el
beneficium divisionis: si es demandado, puede exigir que se divida la deuda en tantas
partes como deudores solventes haya.
c) En la época de Justiniano quedó sólo la ficleiussio. Se permitió el beneficium excussionÁs
(beneficio de excusión), por medio del cual el fiador podía pedir que primeramente se
ejecutare al deudor principal.
d) El fiador que paga la deuda tiene —en forma indudable desde Justiniano— derecho para
dirigirse contra el deudor principal.
El Senadoconsulto Veleyano.
El Senadoconsulto Veleyano, del año 46 de nuestra era, que estableció la nulidad de las obligaciones
provinientes de toda intercesión o fianza otorgada por la mujer. El senadoconsulto tuvo por finalidad
proteger a las mujeres que inducidas por su debilidad podían comprometer su patrimonio en negocios
por los cuales garantizaran de cualquier forma una deuda ajena.
Si la mujer, contrariando la prohibición legal, hubiera intercedido a favor de un tercero, podía oponer a la
demanda del acreedor la exceptio senatusconsulti Velleiani para enervar la acción, en cuyo caso
quedaba liberada, sin que subsistiera siquiera una naturalis obligatio. Tratándose de intercesión
privativa, el pretor restituyó al acreedor que hubiera perdido su derecho, la acción contra el deudor
liberado. Sólo en casos excepcionales, como si hubiera error excusable del acreedor, dolo de la mujer o
intercesión en interés propio, dejaban de aplicarse las normas del senadoconsulto y la intercesión de la
mujer era plenamente válida.
En el derecho justinianeo se declararon nulas de pleno derecho las intercesiones realizadas por la mujer
a favor del marido y las que no estuvieran redactadas en instrumento público firmado por tres testigos,
siendo aplicables las disposiciones del senadoconsulto Veleyano, en caso de que se cumpliera con
estos recaudos.
5. Bibliografia
Luis R. Arguello Derecho Romano.
Di Pietro – Lapieza Elli Manual De Derecho Romano.
Juan José Alba Crespo Derecho Romano I y II