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MESA 5.

LA VIVIENDA Y LA COMUNIDAD

Habitar el espacio público


Carmen Espegel Alonso

¿Qué os lleva a vivir esta fiebre por viajar y abandonar la Patria?


¿No estáis a gusto en vuestros hogares?
¿No encontráis en nuestras calles y jardines la alegría que llame y complete la vuestra?
¿No ofrece el horizonte profesional perspectivas halagüeñas?
José María de Llanos, «A doscientos cincuenta estudiantes», Arriba, 13.05.1956

Habitar el espacio público.

El tema de la residencia, es decir, el de la vivienda del ser humano y de su


relación con los demás elementos del espacio habitable, debiera convertirse,
como lo hizo durante las primeras décadas del siglo XX, en el núcleo central de la
investigación que se despliegue en el ámbito disciplinar de la arquitectura. El
mundo en el que vivimos, sujeto a tan aceleradas mutaciones, debiera afrontar la reflexión
sobre las formas residenciales.

La identificación entre ciudad moderna y propuestas habitacionales es lógica porque éstas


constituyen la trama de fondo sobre la que se asienta la idea de ciudad elaborada por
la cultura arquitectónica de la primera mitad del siglo XX. El rechazo de la arquitectura
moderna basado en el rechazo de los modelos urbanos que ella hubiera podido generar
es una visión simplista de una supuesta negación, por parte del modelo moderno, de las
formas históricas de construcción de la ciudad.

Las miserias de la ciudad contemporánea no provienen sólo del modelo moderno. Los
intereses especulativos y económicos que sobrevuelan sobre la construcción
residencial han consumido la herencia moderna. Lo que expresa la cultura moderna
es la disolución evidente del orden estable en el que se basaba la ciudad tradicional.
Indeterminación, heterogeneidad y fragmentación se presentan como rasgos definitorios de
la realidad urbana en gestación.

La política neoliberal en el campo de las agrupaciones de viviendas, nos


remite de manera sistemática a la negación del concepto de urbanidad
desde la desaparición del espacio público y social. La tendencia actual se
resume en la vocación de intensidad de ocupación de suelo de las agrupaciones y en
esta línea perfectamente trazada se remite el espacio público al ámbito del comercio. La
gran mentira con que se nos obsequia es la identificación de la plaza con

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el centro comercial, confundiendo deliberadamente relaciones personales y


consumo.

Se entiende que la vivienda colectiva puede ser capaz de convertirse en la


gran generadora de ciudad contemporánea. La ciudad, que es fundamentalmente
espacio público, debe reclamar en los nuevos modelos de agrupaciones residenciales ese
espacio público que se le niega sistemáticamente. Se debiera perseguir en la configuración
de la nueva ciudad contemporánea una relación más equilibrada entre edificación y espacio
libre. Los lugares destinados a lo social en nuestras ciudades, no son sino
despojos y restos de la ocupación residencial.

Vivienda, barrio y ciudad debieran ser tres objetos de estudio conjunto pues se
entiende que la unión de células habitacionales colectivas construye agrupación y que un
adecuado proyecto de conjuntos hace ciudad. Siempre es mejor para algunos el
proponer ciudades sin vocación de “polis”, pero es la obligación de los demás la
reivindicación sistemática de la urbanidad en las ciudades; pues si las ordenanzas
delimitan las conductas, de la misma manera las estructuras urbanas inciden en distintos
grados de relación entre los ciudadanos.

El fin reside en la búsqueda de la mejora de la vivienda colectiva y por tanto de la comunidad. El


espacio privado parece ser el objeto de estudio pero es, sin embargo, el espacio colectivo
el que ha sido minado a lo largo de los últimos años, ha sido reducido no sólo en superficie, sino
también en concepto. Se pasa directamente de la calle (territorio de lo público) a la vivienda
(territorio de lo privado), sin umbrales, sin espacios intermedios de relación. Pero también
deberíamos cuestionarnos las tipologías en uso que salvaguardan un esquema familiar en
total decadencia. La reducción de costos de la vivienda, estandarizando, industrializando y
prefabricando sus elementos y componentes, bien podría permitir mejorar la dimensión o la
tecnología de la casa, o invertir en aquellos nuevos espacios de relación de la comunidad.

Dos objetivos:

1. Revindicar la investigación que recupere antiguas maneras de agrupación material


y social que sigan sirviendo como semilla de nuevas maneras de entender la vida social.
Al revisar desde la crítica la Normativa, el higienismo, la construcción o la gestión de la
ciudad heredada, se permitirá una construcción de la ciudad más acorde con las nuevas
exigencias sociales. Aspirar a una ciudad capaz de reunir situaciones diferenciadas,
formada por segmentos poblaciones diversos y heterogéneos será nuestro cometido. Al
rescatar y ordenar las ideas con las aportaciones que configuran la cultura
urbana arquitectónica del siglo XX, y al concederles la categoría de componente
histórico disponible y activo, no hacemos otra cosa que permitir seguir pensando
la ciudad.

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Se intenta provocar una reflexión sobre las distintas agrupaciones urbanas que las políticas de
vivienda nos han aportado desde el siglo veinte. Su interés fundamental reside en la conciencia
del concepto de urbanidad, incluso en el ámbito rural. Se trataría de recoger lo que de excelente
ha planteado el pasado para reinterpretarlo en la vivienda y en la ciudad histórica del siglo XXI
y, en cambio, dinamitar aquellas herencias añejas de pura melancolía romántica.

2. Proponer la reflexión que concite a inyectar de nuevas energías y esfuerzos la


transformación de una sistemática obsoleta. Que la reflexión se extienda a los modos de
vida y su introspección a través de los cambios sociales y los sistemas de control y de gestión.
Nuevas naturalezas urbanas, sostenibilidad, reinvención de viviendas más relacionadas con
nuestro medio.

La vivienda colectiva es también un asunto concerniente a la arquitectura; ésta afirmación


que parece obvia es cada vez menos corriente. Aún más la vivienda debiera ser
el corazón mismo de la arquitectura. El momento más hermoso de la arquitectura
se producirá en el acto de reencuentro y reconciliación entre la arquitectura popular y la
intelectual. La primera ha desaparecido entre el populismo, la segunda ha sido abandonada
de manera infame por los arquitectos. Realmente ambas siempre han sido caras del mismo
poliedro aunque debieran ser la misma cosa.

Cuando hablamos de arquitectura popular, no nos referimos a ese despojo que el


comercio ha convertido en objeto de consumo vulgar y repetitivo. Hacemos referencia al
hecho riguroso de contribuir a través de la vida al ensanchamiento de los márgenes de
nuestro espectro cultural, a costa de mecanismos que en contadas ocasiones son inventivos
y que actúan de forma sustancial como procesos sintéticos.

La buena arquitectura de vivienda niega el espacio espurio que resulta del


cruce entre enriquecimiento y demoscopia. Su sentido final no es el conocimiento
de las costumbres para fosilizarlas, sino para convertirlas, transformándolas, en el báculo
de apoyo frente a los procesos de cambio impuestos por el sentido común y los tiempos. La
paradoja de la buena arquitectura de vivienda es la enorme desconfianza e
incomprensión que en ella depositan quienes la encargan y la utilizan.

En la arquitectura de vivienda como en la formación de profesionales de todo tipo, lo


cuantitativo se impone a lo cualitativo. Preferimos no esperar a construir buenas viviendas,
nos conformamos simplemente con viviendas. La respuesta institucional de anteponer
viviendas a buenas viviendas se programa casi siempre desde una cierta
perspectiva de tibieza intelectual, bajo los vapores de una mal entendida
política social. Con poco más, es posible multiplicar los buenos resultados. Pero la
administración siempre ha preferido procesos limpios y ligeros, o lo que es lo mismo, ha
derivado en políticas de gestión lo que de antiguo eran políticas de acción.

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Por último, al dirigir la mirada hacia la profesión, se descubre un auténtico


lugar de desinterés y mediocridad. Desde hace ya largo tiempo nuestra pereza
intelectual ha degenerado el oficio. Se debe depositar la confianza de la
regeneración del proyecto de vivienda en las razones limpias de los jóvenes
dispuestos a no someterse al mercado ni a viejos escrúpulos. Día tras día, su
pasión nos libera de la tediosa experiencia del instruido.

Creemos fervientemente que lo continuo, lo experimental, lo novedoso, lo netamente actual,


es la única vía posible, como siempre lo fue, para la construcción positiva, que en
palabras de Valery es la construcción de uno mismo y de la vida.

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