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FUENTE:https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/william-
ospina/la-gran-desercion/
SÌNTESIS:
Se expone un punto de vista sobre el daño que se está ocasionando en el planeta a raíz de un
consumo excesivo, la baja importancia que los gobernantes tienen hacia este tema, se critica
la solución que buscan de cambiar de planeta y se plantea una solución que se enfoca en
reducir consumos.
VOCABULARIO:
- Centuplica: multiplicar por cien o que es cien veces mayor.
- Hegemonía: dominio de una entidad sobre otras de cualquier tipo.
- Bienhechoras: que hace un bien o que presta una ayuda.
- Apacibles: que están libres de brusquedad y violencia y por eso resulta agradable
y tranquilo.
- Opulencia: abundancia, gran riqueza o desarrollo extraordinario.
- Austeridad: sencillez y moderación propias de la persona o cosa austera.
- Desaforado: que obra sin tener en cuenta la ley o la justicia.
PALABRAS CLAVE:
VALORACIÓN:
Observo un punto de vista muy interesante, muy centrado muy real y quiero comenzar
porque menciona a los jóvenes nosotros somos las generaciones que van a sufrir estos
cambios climáticos y también somos las generaciones que cada vez son más incrédulos
antes los gobernantes y es que se puede ver en una sola pregunta ¿Cómo puede
importarles a los gobiernos más el dinero que nuestra casa? Como es posible que quieran
destruir todo a costa de unos billetes que al fin y al cabo al paso que vamos cada vez su
valor será menos, claro no podemos echarles toda la culpa a los políticos pues nosotros
somos partes de los juegos que ellos han propuesto, nos hemos obsesionado con
consumir, con tener cosas no tan necesarias pero que para nosotros suplen un vacío que
se genera, por esa competencia de tener más que el otro y que supuestamente hacen más
fácil la vida.
Estos hábitos hacen parte de la destrucción del único planeta en el que hasta el momento
podemos habitar de una manera tan libre, de esta manera nosotros los jóvenes debemos
tomar conciencia pues no hay nada más maravilloso que vivir de una manera sencilla los
lujos son vanidades innecesaria que provocan daños a nuestro planeta, yo vivo en el
campo y no hay nada más bonito que ver salir el sol, las frutas las tengo a mi mano las
cosecho, los animales viven cerca de mí y su convivencia en la casa es agradable, que
ganancia puede ser más grande, que poder recostarse en el prado y sentir como el sol
ilumina tu rostro y los arboles te regalan oxígeno, este que es tan vital para nosotros,
debemos cambiar, debemos ver que hay más que las plataformas virtuales, que hay una
manera de vivir tranquila y armoniosa con nuestro planeta, es irónico pensar que la gente
compra gafas de realidad virtual para ver paisajes, cuando los paisajes existen y son tan
asequibles.
Cuando logremos cambiar vamos a derrocar a los gobiernos ambiciosos que solo se
preocupan por ellos y ni por ellos porque si destruyen el planeta a donde van a ir, a veces
pienso que tienen la cabeza vacía hay que cambiar, bajarlos del poder tal vez no
recuperaremos el planeta que teníamos hace unos siglos pero si podremos parar con esta
locura, en donde todos simulan pero en realidad nadie está interesado por el planeta no
hay que restarle importancia nuestro planeta es como una casa, necesita cuidados,
necesita pintarse, limpiarse, resanarse, pensemos más consumamos menos, y tal vez así
nuestras vidas aquí podrán seguir siendo funcionales aqui.
NOTA:
LOS CONTROLES DE LECTURA SEGÚN EL ACUERDO PEDAGÓGICO
CORRESPONDEN A UN 30% DE LA ASIGNATURA
SE REALIZARÀN SEMANALMENTE Y SE SUBEN A DRIVE CONTROLES DE
LECTURA TODOS LOS LUNES A LAS 6:00 P.M
Las grandes consecuencias tardan en aparecer y no parecen tener nada que ver con
las causas: el glaciar se revienta como un trueno, los viejos ríos se retuercen como
serpientes, el olor de los incendios de Australia llega hasta Chile, las ciudades se ven
cercadas por el fuego, se centuplica la venta de protectores solares, crece la
magnitud de los huracanes. El petróleo se ha convertido en la principal fuerza del
mundo y son los dueños del negocio los que conducen al electorado. Por eso un
presidente se puede dar el lujo de decir bajo el aire acondicionado: “¿Cómo dicen
que hay calentamiento, si en mi casa está haciendo frío?”.
Hasta hace menos de tres siglos también la especie humana sabía vivir en el mundo
sin obrar consecuencias catastróficas. Después nos multiplicamos, multiplicamos
nuestra fuerza, nuestra velocidad, nuestro ritmo de consumo, nuestro gasto de
energía, y ya no producimos más cultura, más civilización: solo más basura,
velocidad, congestión, más angustia y desastres.
A la publicidad le encanta hablar de la sociedad de consumo; los imperialismos se
especializaron en arrebatar las materias primas de lo que llamaron el Tercer Mundo,
para obrar en sus factorías las prodigiosas transformaciones industriales que llenaron
de aparente confort los hogares de los países hegemónicos, de basura los anillos
suburbanos, de plásticos los mares, de carbono la atmósfera y de turbulencias el
viento. Nunca tantas cosas buenas produjeron tantas cosas malas, nunca tanto
conocimiento produjo tanta destrucción, y a esto hemos reducido el mundo: las
ciudades, vastas factorías y terminales de consumo; la naturaleza, una bodega de
recursos para la industria; el mundo, una terminal de desechos y un campo de
experimentación de fenómenos descontrolados.
Dicen que la humanidad solo se detiene ante las evidencias. Si lo que queríamos
eran pruebas, aquí están. El cambio climático no es ya una advertencia ni un peligro
sino un hecho, la catástrofe está en los titulares, la época que comienza no tiene
horizontes apacibles, pero de todos depende todavía que no sea peor. Ya no hay
lugar en la historia para vehículos movidos por combustibles fósiles pero casi no lo
hay tampoco para vehículos personales o familiares. Tal vez alcancemos a diseñar
un buen transporte público con energías limpias, pero la bicicleta y el viaje a pie se
convertirán en imperativos de la historia. América Latina empieza a ser recorrida a
pie, y lo triste es que es en viajes sin esperanza.
El mundo vuelve a ser ancho y ajeno, pero los Estados contemporáneos están
revelando su fracaso: son inmensamente capaces de cortarles las alas a sus pueblos,
de vigilar a los individuos, de deprimir a las mayorías, pero son incapaces de resistir
a los poderes depredadores y a las grandes mafias que ellos mismos engendran. Son
impotentes para detener el desastre, pero de ellos se encargará la naturaleza. Creo
sinceramente que el capitalismo salvaje es su propio enemigo, que lo único que
milita seriamente contra el modelo imperante son sus propias consecuencias.
En Colombia, en Cuba, en China, en Estados Unidos, los jóvenes tienen cada vez
más razones para no adorar al Estado, para solo confiar en la fuerza creadora de la
comunidad y en la búsqueda de equilibrio que es la clave profunda del orden natural.
El único horizonte que se abre ahora es el de la gran deserción. Una de las primeras
cosas que romperá la nueva lógica del clima serán las cadenas. Un modelo
increíblemente refinado y fascinante va a quedar atrás, porque tras sus diseños y sus
empaques, tras sus seducciones y sus espectáculos estaban la imprudencia, la
inhumanidad y la locura. Ahora ya no podrá unirnos un modelo económico, ni una
doctrina política, ni un Estado totalitario. Basta ver los grandes diques de la China
cediendo bajo la presión de las aguas. Ahora sólo pueden unirnos grandes sueños y
grandes principios. El mundo no puede ser de las multinacionales y ni siquiera de
los seres humanos. La ley de la naturaleza es la única que no está a la venta.