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¨Aquí estamos y estaremos siempre, en el fragor de la

lucha, o en la quietud de la muerte¨1

Nota: Duelo a garrotazos. Pintura de Francisco de Goya y Lucientes. De la serie Pinturas


Negras 1820-1823

1
Fragmento de un discurso del abogado y defensor de derechos humanos Jesús María Valle
Jaramillo, pronunciado en acto de conmemoración de los diez años del asesinato de Héctor Abad
Gómez. Paraninfo Universidad de Antioquia, 25 de agosto de 1997. Seis meses después, Valle sería
asesinado, el 27 de febrero de 1998.
Los años de plomo: guerra sucia
como práctica reorganizadora en
Medellín, 1985-2002

Max Yuri Gil Ramírez


Tesis de investigación presentada como requisito para optar al título de:
Doctor en ciencias humanas y sociales

Director:
Ph. D. Óscar Almario García

Universidad Nacional de Colombia

Medellín, abril de 2021

2
Declaración de obra original
Yo declaro lo siguiente:

He leído el Acuerdo 035 de 2003 del Consejo Académico de la Universidad


Nacional. «Reglamento sobre propiedad intelectual» y la Normatividad Nacional
relacionada al respeto de los derechos de autor. Esta disertación representa mi
trabajo original, excepto donde he reconocido las ideas, las palabras, o materiales
de otros autores.

Cuando se han presentado ideas o palabras de otros autores en esta disertación,


he realizado su respectivo reconocimiento aplicando correctamente los esquemas
de citas y referencias bibliográficas en el estilo requerido.

He obtenido el permiso del autor o editor para incluir cualquier material con derechos
de autor (por ejemplo, tablas, figuras, instrumentos de encuesta o grandes
porciones de texto).

Por último, he sometido esta disertación a la herramienta de integridad académica,


definida por la universidad.

________________________________
Max Yuri Gil Ramírez

Fecha 28/04/2021

3
Resumen

Los años de plomo: guerra sucia como práctica reorganizadora en Medellín,


1985-2002

Esta tesis investiga un conjunto de hechos de guerra sucia o represión ilegal,


ocurridos entre los años 1985 y el 2002 en la ciudad de Medellín, en el marco del
conflicto armado interno. Los hechos se agruparon en cuatro categorías: violencias
en contra de integrantes de partidos y movimientos de izquierda (1985–1990);
ataque a integrantes de la Universidad de Antioquia (1987–1988); violencias hacia
integrantes de organismos de derechos humanos (1997–2002) y, finalmente,
violencias contra personas sindicalizadas entre 1985 y el 2002. Para el análisis se
trabaja con base en conceptos como violencia estatal, guerra sucia y represión
exterminadora. Los hechos de violencia se analizan buscando patrones de
sistematicidad, las motivaciones, los perfiles de las víctimas, las formas de
victimización, los responsables y la impunidad en el aparato de justicia. Finalmente,
se abordan algunos de los impactos colectivos en dimensiones como el desempeño
electoral, la actividad misional, el ejercicio de la actividad docente e investigativa, y
en lo que se denomina como impactos a la democracia, desde la perspectiva de
identificar estos hechos de violencia como expresión de prácticas reorganizadoras,
que buscaron producir un determinado impacto en la sociedad.

4
Summary

The "years of lead": dirty war as a reorganizing practice in Medellín,


1985-2002

This research analyses a series of acts of dirty war or illegal repression that occurred
in Medellín between 1985 and 2002, during the internal armed conflict. The events
were grouped into four categories: violence against members of leftist parties and
movements (1985-1990); attacks against members of the University of Antioquia
(1987-1988); violence against members of human rights organizations (1997-2002)
and, finally, violence against trade unionists (1985-2002). The analysis is based on
concepts such as state violence, dirty war, and exterminatory repression. The events
of violence are analyzed in search of patterns of systematization, motivations, victim
profiles, forms of victimization, perpetrators, and impunity in the Colombian justice
system. Finally, some of the collective impacts on dimensions such as electoral
performance, missionary activity, the exercise of teaching and research activities,
and what are called impacts on democracy, are addressed from the perspective of
identifying these acts of violence as an expression of reorganizing practices that
sought to produce a certain impact on society.

Palabras clave: guerra sucia, represión exterminadora, patrones de violencia,


prácticas reorganizadoras e impactos colectivos.

Keywords: dirty war, exterminating repression, patterns of violence, reorganizing


practices and collective impacts.

5
Contenido
LISTA DE GRÁFICOS ................................................................................................................................ 8
LISTA DE TABLAS .................................................................................................................................... 9
PRESENTACIÓN............................................................................................................................... 10
INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................... 15
SOBRE LA METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN .........................................................................................24
CAPÍTULO 1 ...................................................................................................................................... 31
VIOLENCIA POLÍTICA, GUERRA SUCIA Y PRÁCTICAS REORGANIZADORAS ....................... 31
1.1 SOBRE LA VIOLENCIA POLÍTICA ..............................................................................................................31
1. 2 ¿MONOPOLIO DE LA FUERZA O DE LA VIOLENCIA? ..............................................................................36
1.3 VIOLENCIA ESTATAL Y VIOLENCIA ANTI ESTATAL ..................................................................................40
1.4 TERRORISMO DE ESTADO Y GUERRA SUCIA ..........................................................................................44
1.5 AMÉRICA LATINA Y LA GUERRA SUCIA ...................................................................................................49
1.6 IMPACTOS COLECTIVOS DE LA VIOLENCIA POLÍTICA Y LA GUERRA SUCIA ............................................55
CAPÍTULO 2 ...................................................................................................................................... 59
MEDELLÍN, ¿CÓMO SE DA LA INSERCIÓN DE LA GUERRA SUCIA DE LA CIUDAD EN UN
CONTEXTO NACIONAL DE INTENSIFICACIÓN, EXTENSIÓN Y DEGRADACIÓN DEL
CONFLICTO ARMADO INTERNO? ................................................................................................. 59
2.1 COLOMBIA 1985-2002, ENTRE LA DEMOCRATIZACIÓN Y EL CONFLICTO ARMADO INTERNO ..............59
2.1.1 Cambio demográfico: de un país rural a uno urbano. Auge de los movimientos
sociales cívicos y urbanos y respuesta represiva desde el Estado. .....................................59
2.1.2 Del Frente Nacional a la inestable implementación de la Constitución Política de
1991. .........................................................................................................................................................66
2.1.3 Las guerrillas revolucionarias: de la marginalidad al crecimiento militar. Unas que
se expanden y consolidan y otras que asumen procesos de negociación y
desmovilización. ...................................................................................................................................71
2.1.4. El paramilitarismo aparece con fuerza a comienzos de los 80 en la escena del
conflicto armado: la alianza entre algunas expresiones de las élites, narcotraficantes y
sectores institucionales. ....................................................................................................................82
2.2. MEDELLÍN: DEL QUIEBRE DEL MODELO DE CONTROL PATERNALISTA A LA EXPLOSIÓN DE VIOLENCIA
Y LA ARTICULACIÓN CON EL CONFLICTO POLÍTICO ARMADO ....................................................................... 95
2.2.1 Segunda mitad del siglo XX: se quiebra el modelo de control social. ........................95
2.2.2 Crecen los homicidios y se intensifican las violencias en la ciudad. ..........................99
2.2.3 Algunos elementos estadísticos sobre el comportamiento de la violencia política
en Medellín y algunas ciudades colombianas (1985-2002). ....................................................105
CAPÍTULO 3 .....................................................................................................................................112
LA LUCHA POR LA APERTURA DEMOCRÁTICA, ACCIONES CONTRA LÍDERES E
INTEGRANTES DE PARTIDOS POLÍTICOS DE IZQUIERDA 1985-1989 ....................................112
LOS HECHOS ................................................................................................................................................115
1985. .......................................................................................................................................................115

6
1986. .......................................................................................................................................................116
1987. .......................................................................................................................................................118
1988. .......................................................................................................................................................122
1989. .......................................................................................................................................................125
ALGUNOS DATOS ADICIONALES ..................................................................................................................126
A MANERA DE BALANCE ..............................................................................................................................129
CAPÍTULO 4.........................................................................................................................................133
VIOLENCIA CONTRA INTEGRANTES DE LA UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA, 1987-1988 ..............................133
1987 .............................................................................................................................................................136
A MODO DE BALANCE ........................................................................................................................................149
CAPÍTULO 5.........................................................................................................................................152
VIOLENCIA POLÍTICA CONTRA INTEGRANTES DE ORGANIZACIONES NO GUBERNAMENTALES,
INTELECTUALES Y DEFENSORES DE DERECHOS HUMANOS 1997-2002....................................................152
LOS HECHOS.....................................................................................................................................................155
1997. ........................................................................................................................................................155
1998. ........................................................................................................................................................157
1999. ........................................................................................................................................................161
2000. ........................................................................................................................................................167
A MODO DE BALANCE ........................................................................................................................................170
CAPÍTULO 6.........................................................................................................................................174
VIOLENCIA CONTRA PERSONAS INTEGRANTES DE SINDICATOS EN MEDELLÍN, 1985-2000 ......................174
LOS HECHOS.....................................................................................................................................................179
ALGUNOS CASOS DEL PERIODO ............................................................................................................................184
A MODO DE BALANCE ........................................................................................................................................189
CAPÍTULO 7.........................................................................................................................................191
IMPACTOS COLECTIVOS DE LA GUERRA SUCIA COMO PRÁCTICA REORGANIZADORA Y ALGUNOS
ELEMENTOS QUE INCIDIERON EN SU DESARROLLO ...............................................................................191
7.1 ELEMENTOS DE CONTEXTO ............................................................................................................................193
7.1.1 Construcción de una imagen del enemigo. ....................................................................................193
7.1.2 La combinación de las formas de lucha..........................................................................................199
7.1.3 Estigmatización. .............................................................................................................................202
7.1.4 Indiferencia estatal y social e impunidad. ......................................................................................204
7.2 ALGUNOS IMPACTOS COLECTIVOS ...................................................................................................................209
7.2.1 En el desempeño electoral..............................................................................................................209
7.2.2 Con respecto a la actividad central de partidos, movimientos, organizaciones e instituciones. ...217
CONCLUSIONES.................................................................................................................................................223
BIBLIOGRAFÍA .....................................................................................................................................240

7
Lista de gráficos
Pág.
Gráfico 1-1: Evolución de cifras de civiles y combatientes muertos en el conflicto
armado en Colombia, 1959-2012……………………………………………...69
Gráfico 2-2: Presuntos responsables según violencia contra la vida e integridad física
por ataques/afectaciones a la población civil y combatientes en estado de
indefensión……………………………………………………………………….92
Gráfico 3-2: Evolución demográfica de Medellín desde 1905…………………………….96
Gráfico 4-2: Homicidios y tasa de homicidios 1980-2015………………………………… 97
Gráfico 5-2: Tasa de Homicidio comparativa de Colombia y Medellín, 1980-2012….…98
Gráfico 6- 2: Victimización en cuatro ciudades por año (1985-2002). ………………….107
Gráfico 7-6: Víctimas por municipio del Valle de Aburrá (1985-2002)………………… 176
Gráfico 8-6: Víctimas por sexo (1985-2002). ……………………………………………...176
Gráfico 9-6: Distribución por modalidades de violencia (1985-2002)…………………...177
Gráfico 10-6: Comportamiento por año de las modalidades de violencia (1985-2002)..179

8
Lista de tablas
Pág.
Tabla 1-2: Comparativo cuatro ciudades 1985-2002……………………………..…….106
Tabla 2-6: Comportamiento por año de las modalidades de violencia (1985-2002)…178
Tabla 3-7: Variables para análisis del desempeño electoral…… ………………….....206
Tabla 4-7: Tipo de elección y tendencia del partido o movimiento político de cada
candidato registrado……………………………………………………………207
Tabla 5-7: Agentes políticos identificados con tendencia de izquierda y ámbitos de
participación electoral……………………………………………………….…208
Tabla 6-7: Cantidad de curules por tendencia política en elecciones de Alcaldía y
Concejo. ………………………………………………………………………...211

9
Presentación
Tengo grabada en mi memoria la foto del cadáver ensangrentado del profesor de la
Universidad de Antioquia Héctor Abád Gómez, médico salubrista, asesinado junto al
también profesor de la misma Universidad, Leonardo Betancur Taborda, la tarde del 25 de
agosto de 1987. En ella, se observa el cuerpo de Abád Gómez cubierto con una sábana
que muestra enormes manchas de sangre, y junto al cuerpo llora desconsolada su esposa,
Cecilia Faciolince, sostenida por su hija y su yerno, mientras en primer plano se puede ver
sentado a su hijo, Héctor Abad Faciolince con su mirada perdida.

Fuente: Portada del periódico El Mundo, (26 de agosto de 1987).

Esta foto creo que refleja lo que busca esta investigación, en primer lugar, contribuir a
explicar qué pasó en la ciudad en esos años de plomo2 que van desde mediados de los
ochenta hasta comienzos del nuevo siglo, en que centenares de personas fueron víctimas

2
Se denominan como años de plomo a periodos de tiempo que se presentan en una sociedad y que
se caracterizan por una inusitada situación de violencia.

10
de acciones de violencia selectiva, a causa de su pertenencia a partidos y movimientos
políticos de izquierda y por su participación en organizaciones sindicales y sociales; actos
en los cuales existen indicios y evidencias sobre la responsabilidad directa o por delegación
de agentes estatales. Esto es lo que genéricamente se denomina guerra sucia. En segundo
lugar, pero no menos importante, se busca que el conocimiento de lo que pasó, contribuya
a preservar la memoria histórica del horror de lo vivido, como un elemento esencial para la
no repetición, para que la memoria nos ayude a construir un nunca más que sirva como
una barrera contra la barbarie.

Los caminos que llevan a la elección del tema de esta tesis doctoral no tienen un origen
exclusivamente académico. Este es un proceso que consiste en un ejercicio permanente
de pensar durante varios años de la vida en un problema de investigación; en la mejor
manera de abordarlo conceptual y metodológicamente, además de estar valorando y
depurando ideas en torno a él, hasta llegar a la resignación de entender que una tesis no
puede abarcar todas las dimensiones que uno pensaba incorporar. Este proceso, además,
de manera explícita o implícita, junto con el interés académico por contribuir a la producción
de conocimiento, requiere pasión vivencial por lo que se investiga, sentir que una parte
importante de la vida se encuentra allí plasmada.

En mi caso, la elección de este tema de tesis doctoral, tiene una triple motivación. Primero,
académicamente, se inscribe en un tiempo donde los estudios sobre las dinámicas del
conflicto armado colombiano han presentado un resurgimiento. Es cierto que durante los
gobiernos de Álvaro Uribe Vélez (2002–2010) se intentó instaurar una narrativa hegemónica
sobre la no existencia del mismo, es decir, la narrativa de una amenaza terrorista contra la
sociedad. Pero, desde diferentes organizaciones sociales, académicas e incluso
institucionales, se ha sostenido una práctica de investigación sobre este asunto, en especial
estudios territoriales y poblacionales, a partir de casos emblemáticos o representativos y
con un fuerte acento conceptual y metodológico. Estos se denominan los estudios sobre la
memoria histórica del conflicto armado.

Una segunda justificación es de carácter ético político. Estoy completamente de acuerdo


con quienes plantean la importancia de recuperar las historias y voces de las víctimas de la
confrontación armada vivida durante las últimas décadas en Colombia. Ello constituye un
poderoso acto de reparación simbólica, de justicia para aquellos que se han visto

11
mancillados, marginados y silenciados. Aunque no existe un único sujeto colectivo
agrupado bajo la identidad de las víctimas, este actor colectivo está compuesto por una red
de sujetos colectivos e individuales, con diferentes posturas políticas y éticas, sobre cómo
lidiar con el complejo proceso de conflicto armado que se ha vivido y qué hacer con los
responsables de las violencias. Es necesario mantener en la sociedad colombiana un
ejercicio permanente, amplio y profundo de escucha de sus relatos, tanto como una forma
de reconocer su dolor y contribuir a la reconstrucción de su dignidad violentada, así como
una forma con la cual la sociedad busca aprender del dolor de su experiencia para no
repetir. Existe la tentación de creer que el olvido puede ser una posibilidad para superar un
pasado de violencia, pero en otras experiencias históricas, como la de la transición
española luego de la guerra civil (1936–1939) y de la dictadura franquista (1939–1975), se
acordó el olvido como estrategia central para superar la confrontación y la violencia del
pasado reciente español; ahora, en los últimos 30 años, se ha presentado un resurgir de
las voces que reivindican la necesidad de recuperar las voces de las víctimas y abordar los
efectos de los hechos pasados.

Y, en tercer lugar, porque personalmente viví estos acontecimientos de manera muy directa.
En el año 1985, cuando inició el periodo abordado en esta tesis, yo era estudiante de primer
semestre en la Universidad Nacional. Viví los oscuros sucesos de 1987 como estudiante
de la Universidad de Antioquia y, para los años en que finaliza el lapso de delimitación
temporal de la investigación, 2002, trabajaba en el área de derechos humanos de la
Corporación Región, una ONG de la ciudad. De alguna manera, es también saldar una
deuda de comprensión con una historia en la cual participé con unas personas, muchas de
las cuales conocí personalmente, sentí su victimización y esto también es una forma de
hacer justicia con su memoria y su vida.

Es difícil enumerar a todas las personas que han contribuido a la realización de este
ejercicio de investigación. Desde el punto de vista intelectual, esta tesis le debe mucho a
los trabajos del sociólogo argentino Daniel Feierstein, en especial sus desarrollos de la
categoría de prácticas genocidas reorganizadoras, construida en torno a la experiencia
concentracionaria del régimen militar en Argentina (1976–1983), y a los trabajos del
antropólogo y politólogo colombiano Francisco Gutiérrez Sanín, a quien debo el uso de la
categoría de represión exterminadora. Intelectual y éticamente, está dedicada a dos
personas a quienes admiré por su labor como intelectuales comprometidos con la

12
democracia; ambos lamentablemente fallecidos en los últimos años: la socióloga y
profesora María Teresa Uribe de Hincapié y el sociólogo y Comisionado de la Verdad
Alfredo Molano Bravo.

Agradezco la labor, primero de asesor, y luego de director de esta tesis, de Óscar Almario
García, profesor emérito de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la
Universidad Nacional de Colombia. Gracias por la paciencia, por la interlocución constante
y por su ayuda a pasar de la experiencia a la reflexión, orientando lecturas y señalando
nuevas vertientes.

Comencé el doctorado con destinación exclusiva gracias a una Beca Colciencias,


Convocatoria 647 de 2015, la cual me permitió estar dedicado de tiempo completo a los
estudios doctorales durante 3 años. Renuncié a la beca de manera voluntaria en diciembre
de 2018 para vincularme a la Comisión de la Verdad.

Igualmente, agradezco a las 15 personas que accedieron a concederme entrevistas a


profundidad, quienes en su inmensa mayoría son protagonistas en primera línea de lo que
aquí se estudia. Gracias a sus testimonios pude comprender no solo las dimensiones de
muchos de los hechos que se presentan, sino los impactos que estos produjeron en sus
vidas, familias y organizaciones. Agradezco su generosidad y compromiso.

En este trabajo muchas de las personas con quienes he trabajado y compartido


innumerables conversaciones en torno a un café, podrán ver retratadas algunas de nuestras
conversaciones y debates. Especialmente, con quienes he trabajado durante años en
organizaciones como Conciudadanía, Viva la Ciudadanía, El Instituto Popular de
Capacitación (IPC) y principalmente la que ha sido mi casa: la Corporación Región. Así
mismo, con colegas y amigos de la Personería de Medellín, de la Universidad Autónoma
Latinoamericana, de mi Alma Mater, la Universidad de Antioquia, y en el último tiempo, con
miembros de la Comisión de la Verdad. A todos ellos y ellas, muchas gracias por ser
receptores de mis angustias y por ayudar a encontrar caminos. Varias personas me
ayudaron por momentos con necesidades de búsqueda de información puntual. Algunas
leyeron capítulos o el texto completo de esta tesis, agradezco inmensamente su apoyo en
esta labor que por momentos parecía difícil de lograr y que, además, me permitió una
interlocución calificada, muy valiosa para concluir la tarea.

13
Finalmente, esta tesis no hubiera podido realizarse sin el inconmensurable apoyo, material
y afectivo de mi pequeño clan, mi esposa Ruth y mi hijo Jerónimo. Ellos soportaron largos
tiempos de ausencia durante estos seis años, muchas vacaciones y fines de semana
atravesados por ¨la tesis¨, y a ellos está dedicada, con un amor infinito.

14
Introducción

Si comprender es imposible, conocer es necesario, porque lo sucedido


puede volver a suceder, las conciencias pueden ser seducidas y
obnubiladas de nuevo: las nuestras también.

Primo Levi (2005)

Sin una fuerte transformación de nuestros procesos de construcción


identitaria, sin una reformulación de los límites de nuestra responsabilidad
ante el otro, sin entender que somos parte inescindible de las prácticas
sociales que se desarrollan en las sociedades en las que habitamos y, por
lo tanto, responsables morales por sus efectos, no será viable la posibilidad
de desterrar el genocidio como una posibilidad de ¨reorganización social¨.

Daniel Feierstein (2007)

Así, las víctimas se debaten entre la dificultad de hablar, la necesidad de


contar y el miedo a no ser escuchadas o creídas. Sus sociedades les
temen porque ellas portan palabras de verdad, de una verdad que duele,
que lacera, que avergüenza, tanto por el horror de lo sucedido como por la
culpa de haberlo permitido. Todo está dado para que el silencio se imponga
y el olvido triunfe. Pero tarde o temprano esas sociedades se encuentran
de frente con lo que pretendieron dejar en el olvido: deben afrontar sus
vergüenzas y sus miserias, mirar cara a cara a las víctimas y escuchar con
humildad lo que tienen que decir (…).
Cuando esto ocurre, empieza a desatarse el nudo de la conjura y a
deshacerse el pacto social sobre el silencio.

María Teresa Uribe de Hincapié (2003)

No es posible seguir mirándonos con un solo ojo, debemos desnudarnos


para saber quiénes somos, para poder vivir juntos con todas nuestras

15
flaquezas y nuestros errores. Hay que ir más allá, el horizonte alumbra y
llama. El tiempo de la sangre está siendo sepultado.

Alfredo Molano (2016)

Varios de los hechos más recordados del conflicto armado vivido en Colombia durante los
últimos sesenta años tienen como lugar de ocurrencia sitios urbanos. Por ejemplo, la toma
por parte del M-19 de la embajada de República Dominicana en la capital del país, en
febrero de 1980; la toma del Palacio de Justicia en plena Plaza de Bolívar, centro simbólico
del poder nacional en Bogotá, por parte del mismo grupo armado en noviembre de 1985;
los secuestros del ELN en la Iglesia de La María en Cali, el 30 de mayo de 1999; la
Operación Orión en Medellín en octubre de 2002; y el atentado al Club el Nogal en Bogotá
el 7 de febrero de 2003. A pesar de estas evidencias sobre la presencia constante del
conflicto armado en las ciudades, este no ha sido un tema de mucha visibilidad en los
estudios en la materia. Las ciudades se han visto como escenarios de otros fenómenos de
violencia colectiva, más ligados a la delincuencia y a la criminalidad organizada, y en las
últimas décadas a temas de narcotráfico.

De esta situación da cuenta, en una publicación de finales de 2020, 3 el investigador de


temas de violencia urbana adscrito al IEPRI de la Universidad Nacional, Carlos Mario Perea,
quien señala:

[…] una gran paradoja: en contravía del sentido común –que asocia el homicidio a
la guerra en los campos–, la ciudad produce la mayor cantidad de muertes violentas.
No es un acontecimiento propio de tiempos recientes, es un rasgo del conflicto
nacional a lo largo de los últimos cuarenta años: entre 1980 y 2018, el 58% de los
homicidios fueron producidos en las calles de las ciudades. Sin embargo, de la
ciudad no se habla cuando se aborda el conflicto violento: en un país altamente
urbanizado, que hace de sus calles el contexto donde se producen las mayores
cifras de homicidios y crímenes contra el patrimonio, la ciudad no hace parte de las
preocupaciones de la paz. (13).

3
Aguilera Peña, M. y Perea Restrepo, C. (Eds). (2020). Violencias que persisten. El escenario tras
los acuerdos de paz. Editorial Universidad del Rosario, Universidad Nacional de Colombia: Instituto
de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales-IEPRI.

16
Y sobre la incorporación del tema en el Acuerdo de Paz firmado por el gobierno colombiano
y la guerrilla de las FARC en 2016, Perea señala en una entrevista para prensa:

[…] pretendo evidenciar que las violencias urbanas son poco vistas, poco tenidas
en cuenta para los debates y para la misma construcción de paz. La Habana fue y
es un proceso amplio y en muchas cosas bastante completo, pero a veces
olvidamos que ese acuerdo tan prolijo menciona apenas cinco veces a la ciudad y
cuando lo hace es sólo para compararlo con el campo. Nada más. Dentro de los
objetivos nacionales que tenemos para que la paz sea estable también debemos
hacer memoria y recordar que más de la mitad de los homicidios desde la década
de los 80 han sido perpetrados en ciudades y al ignorar eso, al menos desde lo visto
en el Acuerdo de Paz, no hay de otra que admitir que existe un franco sesgo rural.
(Pardo, 12 de diciembre de 2020).4

La excepción a este vacío es el periodo que justamente algunos denominan como el de la


urbanización del conflicto armado, que suele abarcar hechos entre 1996 y 2005.La
comprensión de este periodo busca definir lo ocurrido en las ciudades cuando era más
evidente la presencia de estructuras armadas vinculadas a las organizaciones guerrilleras,
sobre todo de las FARC y en menor medida del ELN, enfrentadas a estructuras urbanas de
los bloques paramilitares, muchas veces en alianza con unidades de la fuerza pública.

En este contexto, Medellín claramente es una de las principales ciudades del país donde
dicho fenómeno resultó más visible, dada la magnitud y visibilidad de los enfrentamientos
entre milicias de las FARC, del ELN y de algunas estructuras independientes, como los
Comandos Armados del Pueblo (CAP), el Bloque Popular Revolucionario y las milicias 6 y
7 de noviembre, que protagonizaron duras confrontaciones armadas barrio a barrio, con
unidades de los bloques paramilitares Metro, Cacique Nutibara y Héroes de Granada en
diferentes sectores de la ciudad. Sin duda, la Operación Orión, operativo militar desarrollado
por la fuerza pública durante los días 16 al 18 de octubre de 2002, donde participaron más

4
Pardo, C. (12 de diciembre de 2020). La ciudad no tiene rostro frente a la paz: Carlos Mario Perea.
El Espectador. Página de El Espectador. https://www.elespectador.com/colombia2020/pais/la-
ciudad-no-tiene-rostro-frente-a-la-paz-carlos-mario-perea/

17
de 1000 efectivos de diferentes unidades militares, de policía y de inteligencia, con el apoyo
incluso de helicópteros artillados, es la síntesis de esta situación.

Sin embargo, la mirada un poco más en detalle sobre la dinámica de las ciudades y su
articulación con procesos del conflicto armado nacional, permite dar cuenta de que esto no
se circunscribe al periodo 1996–2005. Más bien, casi desde el principio, en las ciudades,
se dieron diferentes actividades tanto por parte de los grupos insurgentes, como de la fuerza
pública y desde comienzos de los 80 por parte de los grupos paramilitares.

Desde mediados de la década de los 60 del siglo pasado, en varias ciudades colombianas,
se produjeron movimientos de protesta en demanda de reivindicaciones como servicios
públicos, educación, salud, vivienda, transporte público. Estos hechos eran protagonizados
por diferentes sectores sociales que daban cuenta de la creciente urbanización y
complejidad de la sociedad colombiana. Esto ocurrió de manera concurrente con el proceso
de nacimiento de agrupaciones insurgentes en diferentes lugares del país. Para
organizaciones como las FARC, el ELN y el PCC ML y EPL, la decisión del inicio de la lucha
armada se centraba en el establecimiento en zonas rurales, como lo enseñaban los
procesos insurgentes similares en otras regiones del mundo, principalmente China y Cuba,
dado el control que las instituciones estatales, sobre todo de la fuerza pública, tenían en las
ciudades, en comparación con su ausencia casi total en el campo. No obstante, las
ciudades eran zonas estratégicas para la obtención de recursos económicos y logísticos
para el apoyo a los nacientes frentes militares rurales, pero también para el reclutamiento
de algunos combatientes y mandos medios en fábricas, barrios y establecimientos
educativos de secundaria y universidades.

Con el caso del M-19, la organización propició un cambio cualitativo en este


comportamiento, por su carácter urbano predominante, junto con su concepción de hacer
de las acciones militares en las ciudades herramientas de propaganda y difusión de sus
ideas. Así lo demostró desde el momento mismo de su nacimiento, con la campaña de
expectativa en medios impresos y grafitis, y con el robo de la espada de Simón Bolívar,
símbolo de la lucha por la independencia.5 Esto se convirtió en un llamado de atención para
otras organizaciones insurgentes y contribuyó a un viraje en su concepción de la ciudad

5
Villamizar, Darío. (1995). Aquel 19 será: una historia del M-19, de sus hombres y sus gestas, un
relato entre la guerra, la negociación y la paz. Editorial Planeta.

18
que se consolidó en la década siguiente. La evidencia de las mejores condiciones para el
nacimiento e impulso de la lucha armada en las zonas rurales comenzó a contrastar con la
preocupación por su poca incidencia en las crecientes luchas urbanas.

Pero la presencia del M-19, y en menor medida de otras organizaciones insurgentes,


también hizo de las ciudades un espacio de enorme relevancia para el desarrollo de
actividades de inteligencia por parte de los organismos de seguridad del Estado. Estos
estaban interesados en detectar la infiltración guerrillera en procesos y organizaciones
urbanas, así como en desarticular las células guerrilleras que actuaran en las ciudades.
Esto se intensificó desde finales de la década del 70, luego del llamado de alerta que
significaron la extendida protesta urbana del Paro Cívico Nacional de 1977 y un símbolo de
la capacidad militar del M-19, la denominada Operación Ballena Azul, el robo de las armas
de la guarnición militar Cantón Norte en Bogotá, en la noche de año nuevo de 1979. 6 Esta
acción desató una fuerte cacería de enlaces del M-19 en Bogotá, se denunciaron decenas
de casos de tortura y, al final, en pocos días, se incautó la mayoría de las armas.

A partir de la segunda mitad de los 80, algunas de las principales ciudades del país, como
Bogotá, Medellín y Cali, vivieron un incremento de todas las violencias. Aunque la magnitud
de la violencia desatada por el Cartel de Medellín, en su confrontación con el Estado
colombiano y otros competidores del mundo criminal, cumplieron una doble función con
respecto a las expresiones del conflicto armado en las ciudades. Así, de un lado, las
invisibilizó, pero al tiempo significó una especie de comodín omni-explicativo de todas las
violencias que se expresaban en las ciudades colombianas.

Una de las modalidades de violencia política que ha sido más significativa en las ciudades
colombianas es la que se ha denominado guerra sucia. De esta se ocupa esta tesis, es
decir, de identificar este tipo de conductas cometidas en la ciudad de Medellín en el periodo
1985–2002, de su sistematicidad e intencionalidad y de los impactos colectivos a diferentes
niveles que estas acciones generaron. La selección de este periodo es por una doble
motivación. Por un lado, cuantitativamente es un periodo de un alto nivel de violencia
homicida y, cualitativamente, porque corresponde con dos ciclos de intensificación de la
guerra sucia en la ciudad: 1985–1990 y 1997–2002.

6
Morris, Hollman. (2001). Operación Ballena Azul: Las Armas Del Cantón Norte. Intermedio Editores.

19
Para ello, se trabajó con base en tres grandes categorías: guerra sucia, prácticas
reorganizadoras e impactos colectivos.

Con respecto a la categoría de guerra sucia, esta denominación generalmente se refiere a


conductas violentas, ilegales, mayoritariamente letales, como el homicidio selectivo, las
masacres, la desaparición forzada y la tortura. Acciones cometidas por agentes estatales o
por otros actores -escuadrones de la muerte, paramilitares, grupos de delincuencia común,
vinculados al narcotráfico- en alianza con agentes estatales, contra personas civiles o
contra integrantes de grupos insurgentes, pero que no son cometidas en medio de acciones
de combate. Esta denominación se hizo relativamente popular en medio de los golpes de
Estado del Cono Sur, especialmente los de Chile (1973), Argentina (1976), y Uruguay
(1976) para designar el accionar represivo cometido en estos regímenes de facto.

Para definir estas prácticas, Francisco Gutiérrez (2014) Sanín utiliza los conceptos de
represión y represión exterminadora así:

Por ¨represión¨, entiendo convencionalmente ¨el uso o la amenaza de uso de la


fuerza por las autoridades del Estado o quienes las apoyan, contra opositores o
potenciales opositores, para imponer, debilitar o prevenir su capacidad de oposición¨
(Stohl y López, 1984, p. 7). Los ¨potenciales opositores¨ incluyen críticamente a
sectores de la población que el Gobierno o sus aliados pueden escoger como
blanco. Sigo a Goldstein (1978, p. 16), al observar que el concepto de ¨autoridades¨
incluye a ¨fuerzas de seguridad y paramilitares¨. (pp. 13-14).

(…) Por ¨represión exterminadora¨ entiendo aquella que involucra explícita y


significativamente la destrucción física de miles de civiles en situaciones que no son
de combate, y eventualmente su expropiación. Es importante notar que dicha
calificación implica que se trata de un conjunto de prácticas y de desenlaces
sistemáticos –que a su vez de manera ostensible constituyen ¨crímenes de Estado¨–
, pero que en principio es agnóstica con respecto de la intencionalidad.
Intuitivamente, una represión se torna exterminadora cuando:

20
A) Su repertorio incluye de manera sistemática la destrucción física de seres
humanos. Esta puede estar acompañada –como de hecho ha estado en el caso
colombiano por la expropiación masiva del patrimonio de las víctimas.
B) La frecuencia de los ataques contra la población civil es ¨muy alta¨. De acuerdo
con algún criterio ordinal. Es posible que haya blancos específicos dentro de la
población civil que son golpeados de una manera todavía más intensa que el
promedio.(pp. 17-18).7

Es una represión exterminadora porque su propósito es el exterminio del grupo identificado


como objetivo para el ataque. No solo se busca atemorizarlos, encarcelarlos o que huyan
fuera de la región o del país, sino que su modalidad de violencia principal es el asesinato.
Hay una discusión sobre si este proceso debe denominarse genocidio, dado que se trata
de un ataque sistemático, sostenido en el tiempo, con un alto número de víctimas, por
motivos políticos. Sin embargo, la discusión sobre si se puede hablar de genocidios por
motivos políticos ha estado en el seno de Naciones Unidas desde la década de los años
50.

El artículo 6 del Estatuto de Roma (1998), define el genocidio de la siguiente manera:8

A los efectos del presente Estatuto, se entenderá por “genocidio” cualquiera de los
actos mencionados a continuación, perpetrados con la intención de destruir total o
parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso9 como tal:
a) Matanza de miembros del grupo;
b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo;
c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de
acarrear su destrucción física, total o parcial;
d) Medidas destinadas a impedir nacimientos en el seno del grupo;
e) Traslado por la fuerza de niños del grupo a otro grupo.

7
Gutiérrez Sanín, F. (2014). El orangután con sacoleva: cien años de democracia y represión en
Colombia (1910-2010). IEPRI.
8
Corte Penal Internacional. (1998). Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional. Página de
las Naciones Unidas. https://www.un.org/spanish/law/icc/statute/spanish/rome_statute(s).pdf.
9
Negritas fuera del texto.

21
Como se puede observar, en el Estatuto de Roma que regula la competencia de la Corte
Penal Internacional, cuando define los 4 crímenes sobre los cuales tendrá competencia:
graves violaciones de derechos humanos, graves infracciones al derecho internacional
humanitario, agresión y genocidio; no se tipifica el genocidio por motivos políticos o contra
un grupo político, también denominado en la literatura especializada, politicidio. Esto ha
generado que se utilice como sustituta la expresión exterminio político, para ser aplicado
en esos casos en los cuales la identidad política del grupo atacado es la que motiva la
agresión. Sin embargo, este es un campo abierto de disputa en el cual se mantiene la
tensión por iniciativa, sobre todo, de organizaciones de víctimas de crímenes de Estado,
porque se considere la identidad política como una de las constitutivas del crimen de
genocidio.

En el caso colombiano esto ha sido objeto de un profundo debate en el marco del ataque
contra las personas integrantes del partido político Unión Patriótica. 10 Al respecto, es muy
esclarecedor de los debates acerca de la declaratoria de un genocidio por motivos políticos
contra este partido de oposición y la responsabilidad por acción y omisión que compromete
al Estado colombiano. Por ello, se realizó la audiencia en la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, efectuada entre el 9 y el 11 de febrero de 2021, donde se presentaron
argumentos a favor de declarar que en Colombia se cometió un genocidio contra la Unión
Patriótica, presentada por los abogados de las víctimas, y su rechazo, por parte de los
abogados del Estado.

No obstante, debe mencionarse que en el Código Penal colombiano (Ley 599 de 2000) se
estableció el delito de Genocidio en los siguientes términos:

Artículo 101. Genocidio. El que con el propósito de destruir total o parcialmente un


grupo nacional, étnico, racial, religioso o político, por razón de su pertenencia al
mismo, ocasionare la muerte de sus miembros, incurrirá en prisión de cuatrocientos
ochenta meses (480) a seiscientos meses (600); en multa de dos mil seiscientos
sesenta y seis mil punto sesenta y seis (2.666,66) a quince mil (15.000) salarios

10
Corte Interamericana de Derechos Humanos Audiencia Pública. (21 de febrero de 2021). Caso
Integrantes y Militantes de la Unión Patriótica Vs. Colombia. Parte 3. Página de YouTube.
https://www.youtube.com/watch?v=u24afwMpvJo&ab_channel=CorteInteramericanadeDerechosHu
manos

22
mínimos mensuales legales vigentes y en interdicción de derechos y funciones
públicas de doscientos cuarenta (240) a trescientos sesenta (360) meses.11

Esta represión exterminadora también se puede entender como el resultado de la


realización de acciones de violencia selectiva. Abbey Steele, siguiendo la línea de los
trabajos de Stathis Kalyvas sobre la violencia en la guerra civil, 12 y aplicándola para el caso
colombiano, identifica que los grupos armados estatales y no estatales, pueden hacer uso
de la violencia contra civiles y/o opositores mediante tres tipos de acciones: violencia
colectiva, violencia indiscriminada y violencia selectiva. Esta última es la que suele
predominar en procesos de guerra sucia. Steele (2020) la identifica así:

La identificación de objetivos militares selectivos es la más peligrosa para la


población civil. Los civiles son puestos en el punto de mira por un grupo armado
debido a su participación en algún hecho particular o, probablemente, como ocurre
a menudo, por las acusaciones al respecto. Aquellos que han colaborado con un
grupo armado rival o que se han involucrado con alguna actividad que un grupo
armado desaprueba, como liderar una organización social o participar en política,
son destinatarios frecuentes de la violencia selectiva. En otras palabras, la
identificación de objetivos militares selectivos se caracteriza por su alta
especificidad. (p. 27).13

Con respecto a las otras dos categorías, en esta tesis se considera que las acciones de
violencia selectiva cometidas como un ejercicio de guerra sucia, primero, tuvieron unos
impactos no solo en las familias de las víctimas, sino en sus organizaciones y de una
manera que siempre es muy difícil de establecer, en la sociedad en general. Por eso, el
tema de los impactos colectivos en las organizaciones y en la sociedad es un tema
relevante, pues permite comprender, de manera más profunda, qué es lo que se busca con
la violencia ejercida, por qué se hace de una manera determinada y por qué contra unos
sujetos en específico.

11
Consultado en línea el 6 de febrero de 2021: http://www.suin-
juriscol.gov.co/viewDocument.asp?ruta=Leyes/1663230. La negrita es nuestra.
12
Kalyvas, Stathis. (2016). La lógica de la violencia en la guerra civil. Akal.
13
Steele, Abbey. (2020). Democracia y desplazamiento durante la guerra civil colombiana. Editorial
Universidad del Rosario.

23
Y esto de los impactos, en especial en el esfuerzo de identificar los impactos colectivos,
permite relacionar la guerra sucia como expresión de un conjunto de prácticas que buscan
unos cambios en la sociedad, que esperan que generen unas determinadas
configuraciones sociales. En palabras de Feierstein (2007), es entender un conjunto de
acciones de violencia como la expresión de unas prácticas, que en ciertos contextos puede
adquirir una dimensión genocida, y que espera producir un efecto reorganizador en la
sociedad.14

Sobre la metodología de la investigación

La forma bajo la cual se desarrolló metodológicamente esta tesis parte de la sociología


histórica, la cual propone una mirada diacrónica de un proceso político durante un lapso de
tiempo. La sociología histórica busca entender los procesos sociales como procesos
dinámicos, contradictorios, dialécticos, que dan una perspectiva amplia de la historia y de
los fenómenos sociales que en ella acontecen. Busca entender cómo los conceptos, las
prácticas y las conflictividades tienen una relación. Ello, por supuesto, no quiere decir que
haya una determinación a priori de los hechos, pero sí plantea que el presente abre un
abanico de posibilidades que son acotadas.

Asimismo, y tal como se evidencia en las distintas fuentes teóricas e históricas de las que
se nutre esta tesis, se parte de una mirada interdisciplinaria a los procesos de violencia
política y guerra sucia acontecidos en la ciudad de Medellín. Esto se logra a partir del
acercamiento a la historia, la sociología política y la ciencia política. Esto va en consonancia
con el giro en la mirada propuesta para la producción de conocimiento científico de las
ciencias sociales, en la década de los setenta (Uribe de Hincapié, 2009). Además, recuerda
la necesidad de lecturas relacionales sobre procesos sociales complejos, tal como sucede
con los conflictos armados o los periodos de violencia política.

Se consideró que la mejor forma de abordar esto era mediante un enfoque de investigación
de estudio de casos múltiples, en la medida en que, en tanto método, privilegia la temática
a estudiar. Al respecto, para este trabajo, consiste en los impactos ocasionados por la
violencia política y la guerra sucia. Así pues, se entiende que:

14
Feierstein, Daniel. (2007). El genocidio como práctica social. Entre el nazismo y la experiencia
argentina. Fondo de Cultura Económica.

24
el estudio de caso no es la elección de un método sino más bien la elección de un
objeto a ser estudiado. Nosotros elegimos estudiar un caso. En tanto enfoque de
investigación, un estudio de caso es definido por el interés en casos individuales
antes que por los métodos de investigación utilizados. (Stake, 1994, en Neiman y
Quaranta, 2006, p. 219).

Con el fin de abordar lo definido para ser investigado, y teniendo en cuenta la complejidad
de los procesos violentos vividos en Medellín, así como la intensidad de esta violencia en
el periodo 1985-2002, esta tesis se fundamenta en un estudio de casos múltiples, a través
de los cuales se desarrolla un dialogo permanente entre los hechos y las categorías
explicativas definidas. Lo que se pretendió con los casos que constituyen esta tesis era
aportar a la recuperación de la memoria acerca de unos hechos sucedidos en el pasado;
construir una explicación relacional de los mismos, además de aportar al esclarecimiento
del impacto de la violencia política y la guerra sucia en Medellín, trascendiendo el nivel
meramente descriptivo.

Para esto se procedió de la siguiente manera: primero, se parte de la identificación de un


conjunto de hechos ocurridos en la ciudad que, en principio, de manera hipotética, se
considera que son parte de la dinámica de guerra sucia; luego, se revisa la información
existente en diversas fuentes de presa, académicas y, en algunos casos, judiciales; más
tarde, se establece si se podía considerar que existía un patrón de sistematicidad, con base
en características como los repertorios de violencia utilizados, la frecuencia, el objetivo y la
técnica, siguiendo lo propuesto por Francisco Gutiérrez Sanín y Elizabeth Wood (2019),
para el análisis de patrones de violencia política en contextos de conflictos armados. 15

Para estos autores, el patrón de violencia de una organización armada consta:

del repertorio de violencia que ejecuta regularmente la organización y para cada


elemento del repertorio, su objetivo, frecuencia y técnica. Esta definición se basa en
el concepto de patrón como un ¨estilo, modelo o forma característica¨ y una

15
Gutiérrez Sanín, F. & Wood, E.J. (2019) Cómo debemos entender el concepto de ¨patrón de
violencia política¨: repertorio, objetivo, frecuencia y técnica. Revista de Estudios Sociojurídicos.
22(1), pp. 13-65, http://dx.doi.org/10.12804/revistas.urosario.edu.coco/sociojuridicos/a.8211.

25
¨combinación de calidades, actos, tendencias, etc., que conforman un arreglo
consistente o característico¨ […]. (Gutiérrez y Wood, 2019, p. 25).

El repertorio se entiende como el subconjunto de todas las formas posibles de violencia que
son utilizadas con regularidad por los armados contra los civiles; el objetivo hace referencia
a los grupos sociales regularmente atacados (implica una intencionalidad contra ellos); la
frecuencia da cuenta de la dimensión cuantitativa de la acción (medición del número de
eventos y/o víctimas); y, finalmente, la técnica es el cómo, la forma concreta como se realizó
la acción, como se concretó el repertorio (Gutiérrez y Wood, (2019, p. 25-29).

La elección de los casos se hizo tomando como base el periodo 1985–2002, el cual se
caracteriza por un incremento, en la ciudad, de prácticas y hechos violentos, tanto
relacionados con el conflicto armado como con dinámicas de violencia más criminal.
Asimismo, la elección partió de los siguientes criterios:

- Que fueran casos en los cuales las víctimas de los ataques armados fueran civiles
integrantes de expresiones sociales, políticas u organizativas. Y que su victimización
se presume asociada a su labor política, social, académica y gremial.
- Que, aunque algunos fueran integrantes de organizaciones insurgentes, su
victimización no se produjo en el marco de acciones de combate; por lo tanto,
ostentaban la condición de personas no combatientes.
- Que existieran indicios sobre la participación de agentes estatales, de manera
directa o indirecta.
- Que resultaran repetitivos o sistemáticos, para así poder establecer patrones de
victimización.

De ahí que los casos elegidos fueron: partidos políticos de izquierda especialmente Unión
Patriótica, Frente Popular y A Luchar (1985–1990); integrantes de la comunidad
universitaria de la Universidad de Antioquia (1987 y 1988); defensores de DDHH (1998–
2002), y sindicalistas durante todo el periodo de análisis (1985–2002). Estos casos se
relacionan por la persecución a formas de pensamiento crítico y acción política que, en el
marco de lo que sucedía en América Latina, para las décadas de los ochenta y noventa,
significaron blanco fácil de señalamientos, amenazas y hostigamientos. Por ello, se hace

26
importante reconocer sus particularidades, analizar las razones que llevaron a los
señalamientos, y comprender los impactos colectivos de estas formas de violencia política.

Para la caracterización de los casos y el hallazgo de información pertinente para la tesis,


se utilizaron tres técnicas propias de los estudios de caso: revisión de fuentes
documentales, revisión de prensa y entrevistas.

La revisión de fuentes documentales se priorizó como una de las técnicas, dada la enorme
producción que puede encontrarse sobre violencia en Medellín. La ciudad ha sido uno de
los territorios más estudiados del país, lo que hace que:

Desde la década de 1980 se [haya] acumulado un gran número de investigaciones


sobre Medellín, debido a la violencia ejercida tanto por grupos de delincuencia
común y del narcotráfico, como por actores del conflicto armado, fuerza pública,
paramilitares, milicias guerrilleras y, en no pocas ocasiones, mezclas inestables y
explosivas entre varios de ellos. Pero, a pesar de la proliferación de producciones
desde varios enfoques conceptuales y múltiples estrategias metodológicas, aún hay
vetas de análisis que se pueden explorar para explicar lo que ha sucedido y sucede
en la ciudad […]. (Piedrahita y Gil, 2017, p. 149). 16

Algunos de los temas que aún deben estudiarseson justamente la violencia política y la
guerra sucia, sobre todo en aquellos casos donde el impacto ha sido frente al pensamiento
crítico. De acuerdo con Piedrahita y Gil (2017):

[…] no hay investigaciones concretas que referencien las afectaciones que han
sufrido académicos de universidades en la ciudad, particularmente de la Universidad
de Antioquia y la Universidad Nacional. Esto es importante porque estas
instituciones cargan con un acervo de historias y de hechos violentos que han
sucedido dentro de ellas, que bien valdría la pena rastrearlos para reconocer una
parte importante de lo acontecido en la ciudad (165).

16
Piedrahita Arcila, I. y Gil-Ramírez, M. (2017). Lecturas polifónicas sobre las violencias urbanas:
Estado del arte sobre investigaciones hechas en Medellín entre el 2010 y el 2015. Sociedad y
economía. (32), pp. 147-170.

27
Esto mismo puede homologarse a sectores de los partidos políticos de izquierda y, aun
cuando hay varios trabajos sobre defensores de derechos humanos y sindicalistas, 17 se
hace necesario ahondar en los impactos colectivos sufridos por estos sectores, para
esclarecer lo sucedido y analizar las transformaciones de la sociedad.

En 2017, se publicó la investigación Medellín: memorias de una guerra urbana.18 Esta


investigación, liderada por el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) y la
Corporación Región, con el concurso del Ministerio del Interior, la Alcaldía de Medellín, la
Universidad de Antioquia y la Universidad EAFIT, constituye un valioso esfuerzo para la
comprensión de las dinámicas de violencia que se han experimentado en la ciudad en las
últimas décadas. Además, permite analizar las constantes articulaciones, rupturas, cambios
y continuidades de los diferentes procesos de violencia y cómo se ha producido el resultado
de que Medellín sea una de las ciudades más violentas del país hasta tiempos muy
recientes.

Si bien es cierto que en esta investigación del CNMH se abordan las expresiones del
conflicto político armado en la ciudad, su visibilidad y preponderancia se concentran en el
periodo 1997–2002, el de la denominada ¨urbanización del conflicto armado¨, quedando
menos visible la presencia de la violencia política en momentos distintos. Adicionalmente,
no se presenta una mirada a la guerra sucia que ha tenido a Medellín como escenario en
diferentes periodos de las últimas décadas.

En la revisión de fuentes documentales también tuvo un lugar importante la consulta de


sentencias sobre estos casos, dictadas fundamentalmente por los tribunales de Justicia y
Paz y de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Estas fueron importantes
porque develaron parte de los secretos del Estado respecto a estos casos (Muzzopappa y
Villalta, 2011). Pero también aportaron información de carácter institucional y jurídica
fundamental para determinar los impactos a estos sectores colectivos victimizados.
También, se revisó la base de datos electorales de la Universidad de los Andes para

17
Sobresalen los trabajos de investigación de organizaciones sociales y no gubernamentales, como
la Escuela Nacional Sindical (ENS), la Corporación Región y el Instituto Popular de Capacitación
(IPC).
18
Centro Nacional de Memoria Histórica et al. (2017). Medellín, memorias de una guerra urbana.
Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), Corporación Región, Ministerio del Interior, Alcaldía
de Medellín, Universidad EAFIT, Universidad de Antioquia.

28
identificar impactos en los partidos políticos, la del proyecto Colombia Nunca Más,
actualmente administrada por el Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado
(MOVICE), así como la del portal Vidas Silenciadas, 19 para identificar víctimas que hacían
parte de diferentes procesos sociales y políticos. Para una mirada cualitativa a la violencia
política en algunas ciudades del país, se revisó la base de datos del Observatorio de
Memoria y Conflicto (OMC) del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH).

Por su parte, la revisión de prensa se hizo para el periodo 1985–2002 en el periódico El


Colombiano, consultando las secciones de derechos humanos y judicial, dado que se
identificaron como las que más información reportaban sobre los casos de estudio. Este
periódico, durante mucho tiempo, ha sido el principal medio de información escrito de la
región; e incluso, desde mediados de los años 90, creó un equipo de periodistas en el área
de paz y derechos humanos, que logró reconocimiento en el país por la calidad de su labor
de información e investigación.

Finalmente, se realizaron 15 entrevistas en profundidad con militantes de partidos políticos,


profesores de la Universidad de Antioquia, integrantes de organizaciones no
gubernamentales, y líderes sindicales. Asimismo, se realizaron dos entrevistas con
investigadoras de temas de violencia antisindical. De común acuerdo con las personas
entrevistadas, se decidió mantener el anonimato cuando se hace citación de sus
testimonios, suministrados de manera voluntaria para esta tesis.

La tesis está organizada de la siguiente forma. Hay un capítulo inicial en el que se abordan
las principales categorías conceptuales que se utilizan en ella. A continuación, se presentan
elementos del contexto internacional, latinoamericano, nacional y de la ciudad que
contribuyen a comprender el proceso de guerra sucia, en un contexto en el que, al tiempo
que se identifican elementos comunes, se pueden apreciar rasgos específicos del
comportamiento de esta modalidad de violencia política, en la ciudad, durante el periodo
estudiado.

Luego se presentan los 4 casos investigados, presentados de manera cronológica,


empezando por los hechos de ataque contra integrantes de partidos y movimientos de

19
Ver página de Vidas Silenciadas: http://www.vidassilenciadas.org

29
izquierda (1985–1990); luego, el caso del ataque a integrantes de la Universidad de
Antioquia (1987–1988); a continuación, el ataque a integrantes de organismos de derechos
humanos (1997–2002) y, finalmente, el caso de ataque a personas sindicalizadas entre
1985 y el 2002. En cada uno de estos capítulos, junto con los hechos, se introducen
elementos de conexión con las categorías transversales de la investigación.

Luego se presenta un capítulo sobre los impactos colectivos y algunos elementos del
contexto de victimización, muchos de ellos presentes en las entrevistas, que contribuyen a
la comprensión de los impactos colectivos.

En el apartado final, de conclusiones, se presentan los principales hallazgos de la


investigación. Se busca responder a la pregunta sobre cómo el fenómeno masivo,
persistente y de alto nivel de letalidad vivido en la ciudad de Medellín entre 1985 y el año
2002, que se expresó en una acción selectiva, exterminadora, sobre unos determinados
grupos sociales, se concretó en unos impactos, en tanto era una práctica que buscaba
reorganizar algunas dimensiones colectivas de la sociedad. La respuesta, construida, a lo
largo de la tesis, es que más allá de una valoración simple sobre si este propósito se logró
o fracasó, se trata es de demostrar la complejidad de la situación y valorar algunas de las
principales consecuencias que en el orden político colectivo tuvo esta dinámica específica
de violencia política.

30
Capítulo 1
Violencia política, guerra sucia y prácticas
reorganizadoras
Para entender buena parte de la historia reciente de Medellín y de los casos que conforman
esta tesis, se hace necesario conceptualizar en torno a nociones centrales como las de
violencia política y guerra sucia. Lo anterior, en la medida en que son dos conceptos
teóricos que explican buena parte de lo sucedido en la ciudad en materia de violencia; a su
vez, permiten abordar los impactos colectivos que estas dinámicas causaron en sujetos,
colectividades y en la sociedad en general.

Este capítulo parte de la premisa de que tanto la violencia política como la guerra sucia no
pueden teorizarse sin tener en cuenta los procesos históricos y políticos que han rodeado
su conceptualización. De ahí que la primera parte del capítulo se dedique a reconocer los
principales aportes de los autores que se han acercado a estos conceptos, a través de una
revisión crítica de sus planteamientos. La segunda parte retoma experiencias de la historia
reciente del continente latinoamericano en las que se han abordado estos dos conceptos
para explicar fenómenos violentos. Finalmente, en la tercera parte del texto se hace alusión
a los impactos colectivos y a la forma metodológica que se adopta en esta tesis para
comprender los casos que la sustentan.

1.1 Sobre la violencia política

Existe una fuerte relación entre violencia y política que puede ser abordada de diferentes
maneras. Una de ellas parte de asumir el uso de la violencia como un mecanismo que se
utiliza para conseguir objetivos políticos. Otra, desarrolla una reflexión sobre la posibilidad
de que la acción del Estado en la sociedad, para mantener el orden, pueda considerarse
violencia. O, si a cambio, debe ser entendida como la expresión del uso de la fuerza
legítima. Igualmente, se puede discutir en cuáles casos la acción de fuerza del Estado
puede ser considerada justificada o no, e incluso, cómo diferenciar la violencia política de
otras formas de violencia colectiva, como las violencias sociales, religiosas, étnicas,

31
delictivas, entre otras. La pregunta central que se debe resolver en este último sentido es
¿de qué hablamos cuándo hablamos de violencia política?

Tradicionalmente, en la filosofía política, y teniendo como punto de partida a Hobbes -


complementado posteriormente en los desarrollos sobre la dominación que hace Weber-,
se ha considerado que uno de los atributos centrales de un Estado moderno es el monopolio
en el uso de la violencia legítima en la sociedad. (Bobbio y Mateucci, 1981, p. 1628).

Aunque no es un complemento siempre presente, se considera que para que la violencia


del Estado sea legítima requiere tanto del apego a la legalidad como del consenso de una
parte significativa de la sociedad. Este se basa en la justeza de unos valores sociales
compartidos y en la necesidad de instituciones que garanticen la convivencia. En este
sentido, el uso de la violencia se considera un mecanismo excepcional adecuado para
mantener el orden colectivo en situaciones críticas.20

Para algunos de los teóricos liberales, la violencia que ejerce el Estado no puede
denominarse de esta forma, dado que sólo es el uso legal y legítimo de la fuerza, es decir,
es uno de los fundamentos del contrato social y, por tanto, no es equiparable a la violencia
que ejercen otros actores o grupos. Sobre las violencias ejercidas para impugnar el orden,
que es lo que en sentido estricto denominan violencia política, se plantea que estas son
expresión de desafíos o provocaciones de grupos revolucionarios, que, con el fin de generar
violencia estatal, construyen justificaciones y desarrollan prácticas tendientes a ocasionar
una respuesta estatal. En esta dirección, por ejemplo, Malcom Deas (2015) plantea que:

La violencia política se ejerce para acabar con la voluntad estatal de mantener el


mando en un territorio; para provocar represión y así acabar con oposiciones
moderadas y echar a la gente en brazos de los terroristas; para intimidar y controlar
a la población local; para vincular por vía de complicidad en actos violentos a los
miembros del movimiento en cuestión. (p. 14).

20
No siempre se da esta asociación entre legalidad y legitimidad porque los Estados tienen distintas
formas de validar el uso de la fuerza. Ello puede verse a través de la historia de distintos países en
los que el uso de la violencia ha sido defendido como necesario sin que, obligatoriamente, haya
legalidad y consenso simultáneos. El caso colombiano, y buena parte de las acciones del Estado en
el marco del conflicto armado, pueden dar buena cuenta de esto.

32
Sin embargo, la evidencia empírica demuestra que, en numerosas ocasiones, los Estados
recurren a la violencia como mecanismo de represión aplicado a aquellos que impugnan,
incluso por vía pacífica,21 un determinado orden social. En este sentido, se plantea que el
objetivo más obvio y directo del empleo de la violencia es destruir a los adversarios políticos
o ponerlos en la imposibilidad física de actuar con eficiencia (Bobbio y Mateucci,
1983:1631). Así mismo, en esta visión liberal de la violencia política se desconocen
acciones de grupos en contra de sectores políticos de la sociedad civil organizada, al tiempo
que se despolitiza la violencia insurgente, dado que todo su accionar se cubre bajo
conceptos como narcotráfico y terrorismo.

Otra modalidad de la violencia política es aquella que se presenta en el caso de una


confrontación armada, en especial cuando se trata de conflictos armados internos en los
que se enfrentan proyectos colectivos de sociedad, sean estos políticos, étnicos o
religiosos. El uso de la violencia, en estos casos, busca doblegar al adversario e imponerle
un conjunto de condiciones, para redefinir el orden colectivo con base en la correlación de
fuerzas obtenida. De acuerdo con Bobbio y Mateucci (1983):

[...] la violencia tiende directa o indirectamente, a través de la manifestación de la


resolución del grupo que la usa, a minar la cohesión y la combatividad del grupo
adversario, a desmoralizar a sus miembros y, en definitiva, a imponerles una
alteración (o una consolidación) en favor precisamente de la precedente situación
de poder. (p. 1632).

Dada la diversidad de formas de violencia política, una parte de los estudios se centra en
las relaciones conflictivas y potencialmente violentas, ya sea entre el Estado y los
ciudadanos cuando se trata de fenómenos de represión estatal. O bien, entre el Estado y
un grupo insurgente o grupos nacionales22 y comunidades étnicas, cuando se presentan
luchas por el control del Estado en conflictos armados civiles (Herreros Vázquez, 2005: 2).

21
Por ejemplo, movimientos sociales o políticos que cuestionan el orden, pero que tienen en su
repertorio de acciones desde la desobediencia hasta la ocasional confrontación violenta callejera,
pero en todo caso, son expresiones totalmente diferentes a las que se generan ligadas a un conflicto
armado interno, donde los grupos políticos hacen de la acción armada el centro del cuestionamiento
al orden.
22
Se hace referencia fundamentalmente a movimientos separatistas nacionalistas.

33
De acuerdo con Herreros Vásquez (2005), en los casos en los que se considera al Estado
como represor se tiene en cuenta lo siguiente:

Un Estado, sea cual sea el tipo de régimen al que nos refiramos, emplea la represión
para impedir la organización de grupos opositores violentos. En este sentido, el
Estado persigue impedir que sus enemigos superen sus problemas de acción
colectiva. La modalidad, la intensidad de la represión, estará determinada por
distintos factores, que van desde el tipo de régimen de que se trate hasta la magnitud
o las formas de oposición a las que se enfrenta. (p. 2-3).

Esta lectura sobre las acciones del Estado represivas, no debe alejarse de una mirada
sociohistórica, en la medida en que la intensidad de dichas acciones dependerá del
contexto en el que se inscriban y de las posiciones ideológicas de los gobiernos de turno.
De ahí que sea fundamental reconocer esos distintos factores a los que hace alusión
Herreros Vásquez, para determinar la correlación entre Estado, violencia y represión.

Charles Tilly (2006: 3) se ocupa en una de sus investigaciones de diferentes modalidades


de violencia colectiva y las ubica como expresiones que reúnen al menos estas tres
características:

- Inflige daños físicos inmediatos a personas y/u objetos (¨daños¨ incluye la retención
por la fuerza de personas u objetos pasando por encima de cualquier restricción o
resistencia).
- Implica por lo menos a dos autores de los daños.
- Es consecuencia, al menos en parte, de la coordinación entre las personas que
realizan los actos que provocan los daños.

Al relacionar las violencias colectivas con la violencia política dice Tilly (2006, p. 9):

La contienda política consiste en acciones reivindicativas discontinuas, públicas y


colectivas en las que una de las partes es un gobierno. Un gobierno es una
organización sustancial, duradera y limitada que ejerce el control de los principales
medios concentrados de coerción dentro de un territorio. Es cierto que, a veces, la
violencia colectiva se produce más bien fuera del radio de acción de los gobiernos.

34
No obstante, cuando pasa de una escala muy reducida, la violencia colectiva casi
siempre implica al gobierno como controlador, reivindicador, objeto de las
reivindicaciones o tercera parte en las reivindicaciones. Cuando hay un gobierno
implicado, la violencia colectiva se convierte en un caso especial de contienda
política.

Por su parte Xavier Crettiez (2009), al abordar las formas de la violencia, hace la siguiente
tipología:

Se puede distinguir, de manera bastante tradicional, tres formas de violencia, según


sus autores. La primera, en el núcleo mismo de las construcciones políticas
modernas, es la violencia del Estado, que por lo general se oculta en la democracia,
pero siempre está presente cuando se ve amenazado el orden. La segunda se dirige
a la inversa, contra el Estado. Expresa las quejas de grupos sociales constituidos,
que le oponen al Estado con mayor o menor fuerza su punto de vista político o
simplemente social. Por último, están las violencias interindividuales, que sólo le
conciernen al Estado en la medida en que éste tiene la obligación de mantener el
orden público, pero no apuntan sobre él. (p. 69).

Y a propósito de la legitimidad de la violencia estatal, Crettiez (2009) plantea que:

El sentido común considera que la violencia es un obstáculo natural al orden social,


como una expresión ruidosa de una protesta contra las instituciones y el derecho.
Sin embargo, el actor ontológicamente más violento sigue siendo el Estado, que
está fundado por la violencia, y mantiene su autoridad con una violencia pocas veces
expresada pero simplemente subyacente. Si bien el Estado pretende tener el
monopolio, ésta tiene como particularidad el hecho de ser reconocida como legítima
y permanecer sometida a un conjunto de coacciones jurídicas y prácticas que limitan
su expresión desordenada. El ejemplo del mantenimiento del orden interno ilustra
perfectamente esta filosofía de la violencia contenida. (p. 70).

En efecto, y guardando las proporciones, hay una relación importante entre Herreros
Vásquez, Tilly y Crettiez, en cuanto al reconocimiento del Estado como aquel que detenta
buena parte de la violencia política. Esto porque la necesidad de mantener el orden implica

35
revisar qué se entiende por este y, en el marco de ello, definir hacia quiénes debe dirigirse
la violencia y las características de la contienda política. Dicha definición pasa entonces por
los proyectos ideológicos y políticos que se gestan en la sociedad y que se reflejan
profundamente en los gobiernos dirigentes del Estado, y, por ende, el papel de este actor
es fundamental.

1. 2 ¿Monopolio de la fuerza o de la violencia?

Al buscar definiciones de lo que se ha entendido por violencia política en la literatura


especializada, en la mayoría de los casos esta se asocia con los conflictos armados
internacionales y con la acción ilegal de un Estado por controlar, sofocar o eliminar de
manera violenta expresiones que desafían su poder de control y/o dominio sobre la
sociedad, y que, en general, se catalogan como acciones represivas. Además, también se
relaciona con contextos de conflicto político armado al interior de un Estado-nación, cuando
se producen acciones de confrontación violenta entre grupos armados, uno de los cuales
es el Estado, en el marco de disputas entre modelos de sociedad (Waldmann y Reinares,
1999).

Lo primero que debe considerarse en estas definiciones es el rol del Estado y el fundamento
de su acción en la sociedad. Como lo plantearon desde el comienzo los teóricos liberales
en su modelo de contrato social, el Estado surge de la necesidad de un poder por encima
de los intereses particulares, que permita superar el estado de naturaleza, del todos contra
todos. De esta manera, avanzar en la construcción de un orden social donde los choques
generados por la búsqueda de satisfacer intereses, tanto individuales como colectivos, no
deriven en un estado de violencia permanente, en el que se imponga la solución de los
conflictos apelando a la ley del más fuerte. En este modelo, el Estado es la concreción de
una instancia que, en tanto está por encima de los intereses particulares y encarna el bien
común, debe estar dotado de las atribuciones para lograr su cometido.

En las teorías liberales se plantea, en consecuencia, que el Estado debe detentar tres
monopolios básicos para su funcionamiento: el monopolio del uso de la fuerza, de tal
manera que los asociados renuncien al uso particular de la fuerza para dirimir sus conflictos;
el monopolio de la justicia, lo cual implica que sólo el Estado podrá determinar la
responsabilidad y castigo para quienes infrinjan las leyes, eliminando el uso de la justicia

36
por mano propia; y el monopolio de los impuestos, que redundan en que sólo el Estado
tendrá el control de los mismos eliminando los cobros tributarios por parte de particulares.
A cambio de esto, el Estado debe asumir tres premisas: de un lado, claramente debe ser la
representación y garantía del bien común; en segundo término, debe actuar siempre
conforme a la ley establecida, eliminando las prácticas arbitrarias –Estado de derecho–; y
tercero, debe garantizar a todos sus asociados sus derechos fundamentales, en especial
aquellos relacionados con la protección de la vida, la integridad, la libertad y la igualdad.

Sobre la fundamentalidad de la concentración de la violencia en la estructura estatal,


Crettiez (2009) plantea que:

Para los pensadores del contrato social, liberales o conservadores, la violencia


repudiada es, en primer lugar, aquello que da lugar al vivir-juntos. El temor del
desorden o las virtudes del comercio deben suplantar a la naturaleza hostil en la que
se mueve el hombre. De modo que la violencia está en el origen del pacto social
entre los hombres, que buscan estabilizar y pacificar sus relaciones, volviendo
imposible toda expresión belicosa. (p. 25).23

De manera general, se podrían identificar dos vías para llegar a esta situación de orden en
la sociedad con hegemonía del Estado: de un lado, la vía propuesta por Hobbes en El
Leviatán, en el que se plantea que el poder del Estado debe ser de tal magnitud que nadie
se atreva a desafiarle. Recurriendo a la figura del monstruo bíblico del Leviatán, Hobbes
asemeja el poder del Estado a dicho monstruo. Lo hace con la particularidad de que el
cuerpo del monstruo está conformado por la agregación de miles de cuerpos de los
ciudadanos que conforman la sociedad. Es decir, el poder del Estado es el fruto de la
agregación y sumatoria de las voluntades libres de los asociados, pero manteniendo en
todo momento claro que la desobediencia del pacto colectivo traerá aparejadas graves
consecuencias para quien así proceda. Dice Hobbes (2005, p.141):

Hecho esto, la multitud así unida en una personase denomina ESTADO, en latín,
CIVITAS. Ésta es la generación de aquel gran LEVIATÁN, o más bien (hablando
con más reverencia), de aquel dios mortal, al cual debemos, bajo el Dios inmortal,

23
Negrillas originales del texto.

37
nuestra paz y nuestra defensa. Porque en virtud de esta autoridad que se le confiere
por cada hombre particular en el Estado, posee y utiliza tanto poder y fortaleza, que
por el terror que inspira es capaz de conformar las voluntades de todos ellos para la
paz, en su propio país, y para la mutua ayuda contra sus enemigos, en el extranjero.
Y en ello consiste la esencia del Estado, que podemos definir así: una persona de
cuyos actos se constituye en autora una gran multitud mediante pactos recíprocos
de sus miembros con el fin de que esa persona pueda emplear la fuerza y medios
de todos como lo juzgue conveniente para asegurar la paz y defensa común. El
titular de esta persona se denomina SOBERANO, y se dice que tiene poder
soberano; cada uno de los que lo rodean es SÚBDITO suyo. (p. 141). 24

La otra vía en la tradición liberal es la del consenso, representada por Juan Jacobo
Rousseau, quien considera que el fundamento de la hegemonía del Estado debe ser la libre
voluntad de los asociados, quienes, de manera voluntaria y racionalmente, deciden dotarse
de una estructura que les permita vivir en sociedad. Lo anterior, mediante la suscripción de
un contrato social, asignando al Estado la misión de mantener el orden siempre y cuando
actúe en consonancia con lo establecido en la ley –Estado de derecho– ; y privilegiando la
educación y el consenso como fundamentos del orden social. En sus palabras:

Encontrar una forma de asociación capaz de defender y proteger, con toda la fuerza
común, la persona y los bienes de cada uno de los asociados, pero de modo tal que
cada uno de éstos, en unión con todos, sólo obedezca a sí mismo, y quede tan libre
como antes. Este es el problema fundamental, cuya solución se encuentra en el
Contrato Social. (Rousseau, 2013, pp. 408-411).

En algunos desarrollos teóricos posteriores, inscritos en una lectura histórica de la


formación del Estado, este se ve como un componente fundamental en el lento y largo
camino que lleva de la barbarie a la civilización. Este proceso es descrito por Norbert Elias
(1989) como algo que:

[…] no es ¨racional¨ (si por ¨racional¨ entendemos algo que surge, al modo de las
máquinas, de la reflexión intencional de los hombres aislados) ni ¨irracional¨ (si por

24
Hobbes, Thomas. (2005). Leviatán. O la materia, forma y poder de una República, eclesiástica y
civil. Fondo de Cultura Económica.

38
¨irracional¨ entendemos algo que ha surgido de modo incomprensible). A veces se
le ha identificado con el orden de la ¨naturaleza¨. […] sólo una vez que se ha
observado el grado de necesidad con el que una determinada estructura social, una
forma concreta de entramado social, a causa de sus tensiones internas, acaba por
transformarse y convertirse en otra forma de entramado, puede llegar a
comprenderse cómo se produjeron aquellas transformaciones de las costumbres
humanas, aquellos cambios en la modelación de los aparatos psíquicos que se
observan siempre en la historia de la humanidad, desde los tiempos más primitivos
hasta los actuales. Y solamente entonces puede comprenderse también que, en la
base del cambio de las costumbres psíquicas en el sentido de una civilización, hay
una dirección y un orden determinados, aunque no hayan sido planificados por seres
humanos aislados y establecidos por medio de medidas ¨racionales¨, esto es
intencionales. ( pp. 450-451).

Ante esta construcción de las teorías liberales, desde comienzos del siglo XIX se antepone
una vertiente distinta de pensamiento de la mano de las elaboraciones de Karl Marx y
Federico Engels, quienes asumen una crítica radical del orden liberal, y de las sociedades
burguesas y capitalistas. Para esta concepción, el fundamento del Estado no es la garantía
del bien común, sino el triunfo de unas clases, las burguesías comercial e industrial. Estas,
bajo la figura del Estado, logran construir un orden social que les garantiza la propiedad, la
reproducción y la estabilidad del modo de producción capitalista y el mantenimiento del
orden, lo cual se logra mediante una combinación de coerción y consenso. En este sentido,
lo que el Estado posee, no es el monopolio del uso de la fuerza, sino de la violencia en la
sociedad al servicio de unas determinadas clases, y para esto cuenta tanto con los
mecanismos jurídicos, como con los instrumentos para conseguirlo: fuerza armada y
establecimientos carcelarios.25

Esta última manera de comprender al Estado reconoce en este el uso de la violencia en


función de intereses e ideologías específicas, distanciándose de la filosofía política clásica
y de su mirada del deber ser del Estado.

25
Desde el punto de vista económico, la obra clave de la crítica marxista al sistema capitalista y el
rol del Estado es El Capital. En lo filosófico, sobre la cuestión judía; y como síntesis política, el
Manifiesto del Partido Comunista.

39
En los últimos años se han desarrollado trabajos en torno a los Estados alternos a la
dimensión de la estructura institucional, que conectan la mirada tradicional del marxismo
sobre el mismo, como aparato de dominación. Lo anterior en la perspectiva de entenderlo
como un campo de relación con diferentes fuerzas en disputa, e incluso como lo plantea
Boaventura de Sousa Santos (2006) al analizar las experiencias de la izquierda en América
Latina y otras partes del mundo, como la expresión de un ¨novísimo¨ movimiento social. 26

La mirada del Estado, más allá de su concepción como un ente mítico y estático, posibilita
el análisis de fenómenos violentos como los vividos en una ciudad como Medellín, desde
una perspectiva sociohistórica. En esta el Estado ha sido protagonista de dichos
fenómenos, superando entonces la idea de que sólo es aquella institución que vela por
mantener el orden social. Por el contrario, tiene injerencia en los conflictos, los cuales,
muchas veces, se resuelven por vía del uso de la violencia.

1.3 Violencia estatal y violencia anti estatal

En su gestión del mantenimiento del orden en la sociedad, la acción del Estado asume
múltiples expresiones que pueden ser consideradas violentas. Tal es el caso del conjunto
de mecanismos de control y disciplinamiento ubicados en espacios básicos de
socialización, como la familia y la escuela. A estos se suman las instituciones para atender
a aquellos que se consideran ¨anormales¨, ¨desviados¨ o ¨delincuentes¨, quienes muchas
veces terminan en hospitales mentales y cárceles.27 Estas instituciones, diseñadas como
espacios de secuestro o de control social para modelar conductas, hacen parte de los
ejercicios institucionales del Estado para garantizar el orden. Sin embargo, lo que hay que
cuestionar es que su carácter legítimo, en tanto saber experto, no exonera que haya
arbitrariedad, abusos y estigmatizaciones en el ejercicio del poder.

Aunque pueda ser problemático asumir como violencia institucional la existencia de estos
mecanismos e instituciones de control social, ello muestra con mayor claridad que la
violencia no es solo la amenaza o el uso físico, abierto y ostensible de la capacidad de

26
Santos, Boaventura de Sousa. (2006). Reinventar la democracia, reinventar el Estado. CLACSO.
27
Trabajos como los de Michel Foucault sobre instituciones disciplinarias y formas de
gubernamentalidad llevadas a cabo desde estas, ilustran lo anterior. Foucault, Michel. (2009). Vigilar
y castigar. Nacimiento de la prisión. Siglo XXI Editores.

40
daño, sino también, la existencia de otros procesos más sutiles, invisibles, simbólicos, pero
que cumplen una función similar de control en la sociedad. En esta misma dirección se
tienen algunas de las elaboraciones del sociólogo noruego Johan Galtung (1969), quien
habla de tres tipos de violencia: física–directa, que es aquella que se expresa de manera
abierta y que es visible por su capacidad de daño, junto a otras más invisibles; la estructural,
que es la que genera el sistema capitalista de manera permanente, por su lógica
explotadora; y la simbólica, que está en la base de todos los fenómenos de discriminación
y exclusión.

Ahora bien, la violencia estatal –muchas veces estructural, simbólica y normalizada– no


siempre puede entenderse como violencia política, en el sentido de ser la expresión de un
conflicto político. Si bien es cierto que el control de la población, el disciplinamiento y el
castigo para conductas que se consideran antisociales son parte del mantenimiento del
orden en la sociedad, existen situaciones en la cuales lo que está en disputa es, tanto el
control mismo de la estructura estatal, como el mantenimiento del orden colectivo. Y es ahí
cuando se está ante un contexto de violencia política.

Creo que podría entonces plantearse que se habla de conflicto político violento cuando se
presenta alguna de las siguientes tres situaciones: a) un conflicto armado internacional en
el cual participan tropas de, al menos, dos estados formalmente establecidos; b) un régimen
político de excepción, que desarrolla labores de represión contra grupos de opositores
políticos, religiosos, étnicos, o de manera indiscriminada contra la población civil; y c)
cuando al interior de un Estado se presentan acciones de violencia entre representantes
del gobierno e integrantes de grupos armados de opositores, quienes, a su vez, desarrollan
acciones militares para tratar de derribar al gobierno formalmente reconocido.

Eduardo González Calleja (2013) señala al respecto que:

La Universidad de Uppsala y el International Peace Research Instituto de Oslo


(PRIO) (…) define un conflicto armado como una incompatibilidad disputada
mediante el uso de fuerza armada entre dos partes, al menos una de las cuales es
el gobierno de un Estado. El PRIO caracteriza un conflicto cuando ocurren al menos
25 muertes en batalla por año calendario, y el conflicto se transforma en guerra civil
cuando al menos se contabilizan 1.000 muertes en batalla en un año. (p. 44).

41
Y más adelante complementa esta definición señalando que el concepto de guerra o
conflicto de baja intensidad se explica así:

El término ¨conflicto de baja intensidad¨ fue acuñado por los militares


estadounidenses durante la etapa final de la guerra fría para hablar de las grandes
dificultades que tenían las superpotencias para emplear su poderío militar
convencional en el Tercer Mundo por culpa del balance disuasorio nuclear, y la
consiguiente búsqueda durante los años setenta de nuevas formas de empleo de
ese poder militar. De ahí nació a inicios de la década de los ochenta la ¨Doctrina
Reagan¨ y su corolario técnico: las ¨guerras de baja intensidad¨ (low intensity wars),
que son, en su mayor parte, guerras locales, pero con importantes repercusiones
trasnacionales, de forma que no hay una distinción neta entre conflicto interno y
externo, y entre agresión (ataques desde el extranjero) y represión (ataques desde
el interior del país). Las guerras de baja intensidad serían: ¨Todas aquellas formas
de conflicto menos intensas que la guerra convencional -o sea, que el conflicto de
media intensidad-, e incluyen insurgencias, revolución, operaciones de guerrilla,
terrorismo, golpes por sorpresa unilaterales, y otras formas aisladas de
intervencionismo militar. Igualmente se consideran modos de lucha en las guerras
de baja intensidad a la diplomacia coercitiva, las operaciones psicológicas, la
inteligencia, el terrorismo y el contraterrorismo, la asistencia militar y policial, la
insurgencia y la contrainsurgencia, los despliegues militares y paramilitares y la
guerra convencional limitada¨. (p. 72).

En el escenario surgido después de la Segunda Guerra Mundial era relativamente fácil


establecer cuándo se estaba ante un conflicto político armado, pues la clave de compresión
de las conflictividades políticas era la Guerra Fría. Lo anterior, dado que muchos conflictos
se enmarcaban en la contradicción central entre capitalismo y comunismo y sus diversas
expresiones, a lo largo de la inmensa mayoría del planeta, tanto en los países centrales
como en los ya establecidos desde el siglo XIX en América Latina y los que estaban en
procesos de descolonización a partir de 1945. Esta fue la constante para entender
fenómenos de violencia política tan disímiles como las guerras de descolonización en
Corea, Laos, Camboya y Vietnam, la guerra civil en Angola y en Afganistán, la represión a
los intentos de reforma en países de Europa Oriental como Checoslovaquia en 1968, las

42
guerras civiles de Centroamérica o las dictaduras del Cono Sur desde mediados de los
sesenta hasta mediados de los ochenta del siglo XX.

Luego del fin de la Guerra Fría, marcado por la caída del muro de Berlín en 1989 y la
implosión de la Unión Soviética en 1991, las nuevas conflictividades violentas, como las
tres guerras en los Balcanes a finales del siglo pasado, el genocidio ruandés en 1994, el
surgimiento de organizaciones como Al Quaeda y el Estado Islámico, y las guerras en
países como Irak, Afganistán, Libia y Siria, se han tratado de interpretar con otras claves
analíticas. Incluso, en los últimos 25 años, se han fortalecido las miradas que despolitizan
el sentido de la confrontación armada y privilegian la explicación basada en guerras de
codicia y en la confrontación, para obtener el control de fuentes de recursos económicos
considerables, como la explotación de recursos naturales: oro, diamantes, petróleo o el
control de la producción de drogas de uso ilícito, como la heroína y la cocaína. En esta
dirección se inscriben los trabajos tanto de Mary Kaldor (1999) sobre las nuevas guerras,
como los de Paul Collier (2003) desde el Banco Mundial.

Este desconocimiento o minimización del componente político de muchas conflictividades


violentas ha traído aparejados dos fenómenos correlacionados: la criminalización del delito
político, dando pie a la desaparición de los opositores para convertirse en criminales y
terroristas, pasando de enemigos justos a enemigos absolutos (conceptos de Carl Schmitt
(1932)). Esto ocurre junto con el segundo fenómeno, la legitimación de la violencia ejercida
desde el Estado, entendida como justa y legal en toda circunstancia y solo condenada en
algunos casos, debido a que sus crímenes se entienden como acciones aisladas, no como
una práctica sistemática e intencional. En palabras de Eduardo González Calleja (2002):

De modo que, por lo general, la violencia sería aplicada por quienes tratan de minar
el orden social existente, mientras que la fuerza sería el uso privativo por parte del
Estado de los instrumentos de coerción destinados a mantener ese mismo orden.
Sin embargo, no conviene perder de vista que la violencia política dirigida contra el
Estado es, en sí misma un modo de cuestionar la legitimidad de origen o de ejercicio
del propio régimen político. (pp. 38-39).

En efecto, en el abanico amplio de formas de violencia no debe asumirse como un a priori


la legitimidad del Estado para ejecutarla. Esto es, debe identificarse su responsabilidad y

43
su ligazón con violencias perpetradas por otros actores sociales, para así comprender la
lógica de las acciones y los impactos individuales y colectivos. Dicha lectura permite
establecer los ejes de pervivencia histórica de la violencia y los conflictos (Uribe de
Hincapié, 2001) y tener una mirada de amplio espectro sobre la violencia política y la guerra
sucia. De esta manera se pasa de tener una somera descripción de casos para encontrar
hipótesis explicativas analíticas sobre el uso de la violencia política. A su vez, se enriquece
la mirada cuando se superponen niveles de violencia que van más allá del uso de la fuerza.

1.4 Terrorismo de Estado y guerra sucia

En cuanto a las violencias que se ejercen desde el Estado, hay dos términos que se han
usado de manera similar: terrorismo de Estado y guerra sucia. Estos han sido acuñados en
distintos momentos históricos de acuerdo con el tipo de conflicto que viven ciertos países.
Por ejemplo, el terrorismo de Estado es una categoría vinculada a las denuncias de
regímenes de excepción, mientras que guerra sucia es el nombre más conocido del
fenómeno, ambas para describir procesos de violencia en los que no se respetan los
principios del Derecho Internacional Humanitario (DIH), en particular el de distinción y su
prohibición de cualquier ataque contra la población civil. Todas estas categorías son
relevantes porque en el marco de un conflicto armado como el colombiano y, en particular
cuando la pregunta se dirige a desentrañar sus efectos en Medellín, interesa mirar cómo
operan los conceptos de guerra sucia y represión ilegal.

El uso sistemático, generalizado y prolongado de prácticas violentas como la tortura, la


desaparición forzada y el asesinato selectivo o indiscriminado, ejercidas por agentes
estatales en contra de opositores políticos, pertenecientes o no a grupos armados, dio pie
al nacimiento del concepto de terrorismo de Estado. Este se caracteriza por cuatro
aspectos: 1) son conductas que se realizan en el marco de regímenes autoritarios –
dictaduras– o en medio de contextos de conflicto armado interno; 2) son ejecutadas por
agentes estatales o por particulares paraestatales que actúan con la complicidad o activa
delegación de agentes estatales –violencia por delegación o en franquicia la llama
Vincenzo28 Ruggiero (2009)–;29 3) tienen como blanco a civiles, no a integrantes de

29
Los sociólogos de la escuela de Chicago estudian comunidades delimitadas, pero, entretanto,
descubren la violencia política; encuentran un tipo de violencia institucional que connota

44
organizaciones armadas; o 4) en el caso de aquellos que militan en organizaciones
insurgentes, su victimización no se produce en combate.

Ahora bien, el uso de la categoría de terrorismo sigue siendo un asunto problemático, dado
que no se ha podido establecer un consenso sobre lo nodal de su definición, más allá de
describir algunas de sus características; todo lo cual se ve dificultado por el uso abusivo,
indiscriminado y parcializado del término (Pinedo, 2007).

Plantear el tema del terrorismo de Estado entraña una dificultad de entrada, y es la


problemática definición de terrorismo, no sólo por la infinidad de interpretaciones
que se pueden acuñar para terrorismo, sino también porque no hay un consenso en
cuanto a su definición, es decir, no hay una sola definición que sirva para todo
momento y para cualquier ubicación geográfica; por el contrario, cada país con sus
gobernantes a la cabeza, le da una definición al terrorismo según su situación
política, es decir a su conveniencia, ubicando las definiciones de terrorismo según
el discurso político necesario a legitimar. (Cárdenas, 2009, p. 43).

Adicionalmente, es necesario considerar el tema de la responsabilidad institucional en los


actos que comprometen la participación de agentes estatales en actos de terrorismo de
Estado, ya que, como sugiere Callejas (2002):

[…] no parece razonable restringir el concepto de terrorismo de Estado a los actos


violentos perpetrados bajo la autoridad del gobierno o por los otros agentes más o
menos vinculados a él. La cuestión esencial –y reconocemos que es un argumento
muy polémico– radica en saber si el terrorismo que busca el control de la población
por medio de la represión abordada por entes estatales ocurre con la aprobación
implícita o explícita de las autoridades (Gurr señala que los regímenes débiles
tienden a usar la violencia más que los regímenes fuertes y democráticos), y si la
entidad de la amenaza subversiva (medida en el nivel real o potencial de apoyos
internos y externos, en el uso extensivo de tácticas de guerra revolucionaria, etc.)
resulta proporcional el rigor de los métodos empleados (p.448-449).

principalmente la política oficial, una forma de violencia que los políticos “dan en franquicia” a grupos
criminales profesionales que actúan como su brazo armado. Vincenzo Ruggiero. (2009). La violencia
política. Un análisis criminológico. Anthropos, Universidad Abierta Metropolitana, Azcapotzalco.

45
Ahora bien, no es posible comprender las dinámicas de terrorismo de Estado y guerra sucia
sin tener en cuenta tanto la Guerra Fría como las estrategias contrainsurgentes empleadas
por los Estados Unidos (EEUU) en su espacio de hegemonía. En el mundo bipolar posterior
a la Segunda Guerra Mundial, la estrategia de desestabilización implementada por las
potencias consistió en los intentos mutuos de alterar las relaciones de poder, promoviendo
el desarrollo de grupos insurgentes, evitando la confrontación directa. De acuerdo con
Santiago Orozco (2010):

la expresión más importante de la política exterior norteamericana fue la Política de


Contención ideada por el diplomático George Kennan, dirigida básicamente a
prestar apoyo militar a los Estados que necesitaran aumentar su capacidad de
resistencia ante posibles invasiones o ataques de guerrillas comunistas, y apoyo
económico a países que pudieran verse inclinados a simpatizar con las doctrinas
comunistas de ‘lucha de clases’ y ‘revolución del proletariado’. La ayuda económica
se concretó a través del Plan Marshall (1947) y la ayuda militar a través de la
Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN.) (p. 122).

En particular, en el caso del continente americano, esta injerencia se incrementó a partir de


la victoria de la Revolución Cubana el 1.º de enero de 1959. Sin embargo, hay que tener
presente que el intervencionismo norteamericano en el continente no es sólo después de
la Revolución Cubana. Ya se habían presentado hechos anteriores, como la participación
en la guerra de independencia de Cuba contra España en 1898, el apoyo a la separación
de Panamá de Colombia en 1903, la ocupación de Nicaragua entre 1912 y 1933, la
ocupación de República Dominicana entre 1916 y 1924, y la invasión a Guatemala para
derrocar el presidente Jacobo Arbenz en 1954. Sin embargo, es evidente que la Revolución
Cubana alentó el desarrollo de estrategias de prevención y contención ante lo que se
consideraba la ¨amenaza comunista¨ en el continente americano, por parte de los
organismos estatales de Estados Unidos.

En desarrollo de las estrategias de contención y prevención, Estados Unidos impulsó


iniciativas como el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) de 1947, por
medio del cual se establecía que:

46
en caso de ¨[...] un ataque armado por cualquier Estado contra un País Americano,
será considerado como un ataque contra todos los Países Americanos, y en
consecuencia, cada una de las Partes Contratantes se compromete a ayudar a
hacer frente al ataque en ejercicio del derecho inmanente de legítima defensa
individual o colectiva que reconoce el Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas.
(OEA, 1947).30

Estados Unidos desarrolló, igualmente, conceptos como las doctrinas de la seguridad


hemisférica y la de la seguridad nacional, la lucha contra el enemigo interno y la estrategia
de guerra de baja intensidad, o guerra no convencional. Estos son fundamentales para
comprender los contextos en los que se ejercen la violencia política y la guerra sucia.

La doctrina de la seguridad hemisférica comprendía la definición de un conjunto de acciones


de política exterior impulsadas por los Estados Unidos, con el fin de que las fuerzas
armadas de los países latinoamericanos reorientaran su misión de combate para centrarse
en las amenazas al orden interno. Además, neutralizar corrientes ideológicas impulsadas
por organizaciones o movimientos que, en el interior de cada país, buscaran fortalecer o
impulsar procesos que en su concepto estaban en favor del comunismo.

Con respecto al rol de la defensa hemisférica, se espera que las fuerzas armadas
de América Latina sean capaces de mantener la seguridad al interior de sus propios
territorios, incluyendo la prevención de disturbios revolucionarios, operaciones
clandestinas enemigas, defensa contra ataques y sublevaciones, protección de las
fuentes de materiales estratégicos, protección de las vías de comunicación,
seguridad local de las bases militares y suplementos militares. (USDS, 1950, citado
en Romano, 2012, p. 224).

Esta interpretación de la política en clave de amigo/enemigo y la construcción de un


enemigo absoluto, se vio reforzada por la noción de que la subversión constaba de una
estructura dual. De un lado, las organizaciones insurgentes, que mediante la lucha
guerrillera buscaban derrocar los gobiernos establecidos. Pero, dada la asimetría de las

30
Organización de Estados Americanos. (2 de septiembre de 1947). Artículo 3.1. Tratado
Interamericano de Asistencia Recíproca. Río de Janeiro–Brasil. Página de la Organización de
Estados Americanos (OEA), http://www.oas.org/juridico/spanish/tratados/b-29.html.

47
capacidades militares, debían desarrollar fundamentalmente operaciones guerrilleras en
que se rehuían los combates sostenidos. Adicional, se utilizaba personal que no
necesariamente eran combatientes profesionales de tiempo completo, sino personas que
combinaban la actividad cotidiana con la participación coyuntural en acciones de combate.
Es por esto que los gobiernos se enfrentan a una guerra de baja intensidad, que requiere
acciones militares sostenidas y contra un enemigo invisible y móvil.

Junto a esta acción guerrillera, la doctrina de la lucha contrainsurgente plantea que existe
una vasta red de organizaciones sociales, campesinas, sindicales, estudiantiles y de
promoción de los derechos humanos, entre otras, todas ellas establecidas de manera
complementaria con las guerrillas. Estas confluyen en el mismo fin de derribar de manera
violenta a los gobiernos; o, a través de la denuncia sobre presuntas violaciones de derechos
humanos cometidas por agentes estatales, socavar la legitimidad de los regímenes
políticos.

Esto se acompaña de la creación de imaginarios de enemigos que no sólo funcionan en el


marco de políticas estatales, sino que también emergen como parte de las discusiones de
la sociedad. En palabras de Jaime Mesa (2018, p. 14):

Los gobernantes mantienen la facultad absoluta de declarar la guerra, pero la


construcción imaginaria del enemigo como alguien opuesto y peligroso se ve
influenciada por otros actores que, como la prensa, hacen posible imaginar la
“nación” (y en ella, con ella o para ella, a su enemigo).

Es necesario señalar que la práctica de la construcción de discursos del enemigo no es


exclusiva del bloque hegemónico en el poder, sus medios de comunicación y las fuerzas
armadas. También, desde el campo insurgente, hay una construcción discursiva sobre
quién es el enemigo y por qué se ha tenido que hacer un uso de la violencia revolucionaria
como último recurso. Lo anterior, bajo unas determinadas formas de llamar sus actos de
violencia y de presentarlos como actos justificados y legítimos, por ejemplo, llamar
retenciones a los secuestros, entre otros.

48
1.5 América Latina y la guerra sucia

Los dos procesos políticos emblemáticos en América Latina, por la aplicación de estas
estrategias, se presentaron con el impulso de las dictaduras militares en el Cono Sur: Brasil
(1964–1985), Uruguay (1973–1985), Chile (1973–1990) y Argentina (1976–1983).31 En
estas dictaduras se ocurrió una confrontación contra organizaciones insurgentes, en Brasil
resultó, principalmente, en contra del grupo Acción de Liberación Nacional; en Uruguay en
contra del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros; en Chile contra el Frente
Patriótico Manuel Rodríguez; y en Argentina contra los grupos Montoneros y Ejército
Guerrillero del Pueblo. Sin embargo, en aplicación de las doctrinas de lucha contra la
subversión, se cometieron miles de detenciones arbitrarias y posteriores desapariciones
forzadas, en contra de integrantes de las organizaciones guerrilleras. Pero, principalmente,
en contra de líderes y militantes sociales y políticos, pertenecientes a partidos políticos de
izquierda y organizaciones sociales.

Según datos de organismos de derechos humanos, y teniendo presente que puede haber
un enorme subregistro, en Argentina se produjeron cerca de 30.000 detenidos
desaparecidos, en Chile se calculan en 3.000, en Uruguay 192 y en Brasil 140. 32 Si bien es
cierto que el registro de estos hechos se conoció indirectamente con base en los testimonios
de los supervivientes, se reconstruyó de manera más integral en los ejercicios de
comisiones de la verdad que se instalaron en algunos de estos países en los periodos de
transición post dictadura.

Dos características sobresalen como elementos comunes de los crímenes cometidos en


las dictaduras del Cono Sur: primero, la responsabilidad era, en su mayoría, de integrantes
de la fuerza pública, actuando de manera directa o indirectamente, como escuadrones de
la muerte, y, segundo, la mayoría de sus víctimas eran personas con algún nivel de
liderazgo o integrantes de los grupos guerrilleros., Y, dicho sea de paso, aunque eran

31
Aunque hubo otros gobiernos militares en la región en países como Paraguay, Bolivia, Ecuador,
Venezuela, Perú e incluso Colombia entre 1953 y 1957, tenían algunas diferencias con la oleada de
dictaduras en el sur del continente, en las décadas de los 60, 70 y 80, inscritas en el contexto de la
Guerra Fría y la lucha contra el comunismo.
32
Feierstein, Daniel (Comp.). (2009). Terrorismo de Estado y genocidio en América Latina. Editorial
Prometeo Libros.

49
militantes de grupos insurgentes, estaban protegidos por el DIH y no podían ser ni
torturados, ni desaparecidos, ni ejecutados sumariamente.

Uno de los casos emblemáticos de esta acción criminal se denominó la ¨Operación Cóndor¨,
desarrollada en las décadas del setenta y ochenta. Por medio de esta, se establecieron
comunicaciones y acciones conjuntas entre la fuerza pública de Argentina, Chile y Uruguay,
principalmente, con el propósito de realizar operaciones trasnacionales de persecución y
desaparición de opositores políticos.

El otro proceso político sobresaliente en el continente americano, de aplicación de la


doctrina de la seguridad hemisférica, es el de las guerras civiles centroamericanas,
especialmente las de El Salvador y Guatemala. En esta región se desarrollaron varias
organizaciones insurgentes, en principio, siguiendo el modelo cubano de la creación de una
guerrilla en una zona aislada. Esta, lentamente, va expandiendo su radio de acción e
influencia, como lo hace un foco en la oscuridad; de allí la denominación de ¨foquismo¨ a la
teoría de la Revolución Cubana.

Lentamente, las guerrillas centroamericanas construyeron su propia vía de desarrollo de la


guerra, consolidada en lo que se conoció como la teoría de las tres herramientas: partido,
ejército y frente –entroncada con la teoría maoísta de la guerra y la revolución–. Una
característica de esta opción era el reconocimiento de la existencia de varias
organizaciones insurgentes, lo cual se resolvió mediante la creación de frentes que
agrupaban las diversas guerrillas:33 el salvadoreño Frente Farabundo Martí surgió en 1980
en El Salvador y aglutinaba a las Fuerzas Populares de Liberación “Farabundo Martí” (FLP),
al Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), a la Resistencia Nacional (RN), al Partido
Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC) y al Partido Comunista
Salvadoreño (PCS). Asimismo, la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG)
se fundó el 7 de febrero de 1982, y era la sumatoria de la coordinación de los cuatro grupos
guerrilleros más importantes de Guatemala: el Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP), la

33
Aunque en Nicaragua también se creó el Frente Sandinista de Liberación Nacional, este nombre
se adoptó más por la influencia de replicar la experiencia política del Frente de Liberación Nacional
de Argelia.

50
Organización del Pueblo en Armas (ORPA), las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR) y el
Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT).34

Este proceso insurgente en Centroamérica adquirió un impulso decidido cuando las tropas
del revolucionario Frente Sandinista de Liberación Nacional derribaron la dictadura de
Anastasio Somoza Debayle, el 19 de julio de 1979. Este triunfo reavivó los temores en el
gobierno de los Estados Unidos sobre la posible instauración de regímenes pro soviéticos
en un área próxima y de carácter estratégico para sus intereses. Así, se desató un
incremento del apoyo militar norteamericano -favorecido por el presidente Ronald Reagan-
a los gobiernos de la región, en especial a los gobiernos civiles y, en ocasiones, también
militares de El Salvador y Guatemala. Así como la instauración de una gran base militar de
apoyo en Honduras y el respaldo a la ¨contra¨ nicaragüense, organización paramilitar
encargada de realizar acciones hostiles contra el recién establecido gobierno sandinista.

El modelo de guerra sucia impulsado en Centroamérica se diferenció al menos en tres


elementos, con respecto al desarrollado en las dictaduras del Cono Sur:

En primer lugar, se presentaron unos mayores niveles de victimización. Según el Informe


de Memoria Histórica: De la Locura a la Esperanza: la Guerra de los Doce Años en El
Salvador,35 cerca de 75.000 personas, el 80% civiles, resultaron asesinadas y miles más
constituyen víctimas de diferentes modalidades de violaciones de derechos humanos,
mayoritariamente cometidas por integrantes de las fuerzas armadas, de manera directa o
indirecta, a través de los escuadrones de la muerte. Esta forma de violencia masiva tuvo
también casos de ejecuciones de personalidades muy significativas, como la de Monseñor
Óscar Arnulfo Romero, asesinado por un sicario vinculado a las fuerzas armadas
salvadoreñas, el 24 de marzo de 1980. También, el caso de los seis sacerdotes jesuitas y
dos empleadas domésticas, asesinados el 16 de noviembre de 1989 en la Universidad

34
Como se verá más adelante, de alguna manera, este modelo trató de replicarse en Colombia con
la creación en 1985 de la Coordinadora Nacional Guerrillera, conformada por el Movimiento 19 de
abril M-19, el Ejército Popular de Liberación (EPL), el Ejército de Liberación Nacional (ELN), el
Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y el Movimiento Quintín Lame. Luego, en 1987,
con la entrada de las FARC, asumieron el nombre de Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar
(CGSB).
35
Este informe es resultado del Acuerdo de Paz establecido entre el gobierno salvadoreño y la
guerrilla del Frente Farabundo Martí. Página de Derechos Humanos.
http://www.derechoshumanos.net/lesahumanidad/informes/elsalvador/informe-de-la-locura-a-la-
esperanza.htm

51
Centroamericana José Simeón Cañas, por integrantes del Batallón Atlacatl de las fuerzas
armadas.

En Guatemala se presentó, igualmente, un exterminio masivo de pobladores de varias de


las comunidades indígenas mayas, como lo documentaron los informes de memoria
histórica Guatemala, Recuperación de la Memoria Histórica -REMHI de la Oficina de
Derechos Humanos del Arzobispado,36 y el informe Guatemala, Memoria del Silencio
(1999),37 fruto del trabajo de la Comisión de la Verdad creada en el Acuerdo de Paz suscrito
entre el Estado y la guerrilla de la URNG en 1996. Según estos informes, un número
cercano a las 200.000 personas resultaron asesinadas entre 1965 y 1996, la mayoría civiles
integrantes de comunidades indígenas, muchas de ellas a manos de fuerzas armadas y de
las Patrullas de Autodefensa Civil (PAC), grupos paramilitares impulsados por el Estado
guatemalteco. Hubo también asesinatos selectivos muy significativos, como el del
Monseñor Juan Gerardi, ocurrido después de la firma del Acuerdo de Paz, el 26 de abril de
1998. Monseñor Gerardi había sido coordinador del Proyecto REMHI y su asesinato ocurrió
tan solo dos días después de la presentación del Informe.

En segundo término, la responsabilidad principal por las acciones de guerra sucia es


diferente en los dos contextos. En el caso de las dictaduras del Cono Sur recaen,
principalmente, sobre escuadrones de la muerte conformados por integrantes de la fuerza
pública en su inmensa mayoría y, solo de manera minoritaria, por particulares.

Es bastante conocida la imagen de los automóviles Ford Falcon en los cuales se movían
los victimarios por las calles de las ciudades argentinas, únicos visibles durante las horas
del toque de queda nocturno. Esos mismos vehículos estaban aparcados durante el día en
los establecimientos policiales, del ejército y la marina. Estos lugares, al tiempo, eran
utilizados como centros de detención clandestina y tortura –dos de los más conocidos: la
Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) y la guarnición militar de Campo de Mayo–, y
en no pocas ocasiones, eran también, los sitios de donde despegaban los helicópteros que
conducían a los detenidos desaparecidos, muertos en la tortura o a punto de morir, para

36
Página del Proyecto Interdiocesano de la Recuperación de la Memoria Histórica.
http://www.remhi.org.gt/portal/
37
República de Colombia. Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH).
http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/descargas/guatemala-memoria-silencio/guatemala-
memoria-del-silencio.pdf

52
ser arrojados al mar. En los casos chileno, uruguayo y brasileño, la participación directa de
los integrantes de la fuerza pública en los actos de violación de derechos humanos era
evidente. La existencia de regímenes de excepción generaba una permisividad para que
los miembros de la fuerza pública asumieran de manera directa las tareas represivas contra
población civil, acusada de hacer parte de organizaciones insurgentes.

En el caso centroamericano hay una mezcla entre agentes estatales y particulares. En El


Salvador, se presentaron acciones combinadas entre fuerza pública y escuadrones de la
muerte, o comandos operativos clandestinos para acciones de alto impacto, como el
asesinato de Monseñor Romero. En Guatemala, la responsabilidad en la inmensa mayoría
de las masacres cometidas en contra de los pueblos indígenas recae, de manera directa
en el ejército, en especial en cabeza de los denominados Kaibiles, comandos de elite del
ejército guatemalteco. Así quedó establecido, por ejemplo, en la masacre de Las dos erres,
ocurrida el 6 de diciembre de 1982 en una aldea del departamento de La Libertad (Petén),
que dejó un saldo aproximado de 251 víctimas, entre ellas, 67 niños y niñas menores de 12
años.38

Junto con esta responsabilidad directa del Ejército de Guatemala, hay una gran cantidad
de violaciones de derechos humanos cometidas por integrantes de las Patrullas de
Autodefensa Civil (PAC). Estas organizaciones paramilitares eran constituidas mediante el
Acuerdo Gubernativo 222-83 de 1983, aunque su actuación se documenta desde 1981.
Dichas patrullas, conformadas por civiles, eran las encargadas de la vigilancia, información
y control de las comunidades campesinas e indígenas, de manera coordinada y
complementaria con la labor de las fuerzas armadas. Hay numerosas denuncias sobre
acciones como detenciones arbitrarias, torturas, ejecuciones extrajudiciales,
desapariciones forzadas y violencia sexual, entre otras cometidas por estos grupos en el
marco de la lucha contrainsurgente en Guatemala.39

38
Centro por la Justicia y el Derecho Internacional. Masacre de Las Dos Erres
https://www.cejil.org/es/masacre-dos-erres
39
Para ampliar información consultar el informe Guatemala Memorias del silencio (1999). Capítulo
2. Las violaciones de derechos humanos y los hechos de violencia, volumen 1. Estrategias y
mecanismos de las partes. Página de la Asociación Americana del Avance de la Ciencia.
https://web.archive.org/web/20130116073412/http://shr.aaas.org:80/guatemala/ceh/mds/spanish/ca
p2/vol1/laspat.html

53
El asunto de la participación de civiles en la lucha contrainsurgente es un tema fundamental
en el análisis y comprensión del debate sobre la responsabilidad estatal. Pareciera haberse
dado un proceso de descentralización y tercerización de la lucha contrainsurgente de
manera progresiva, que se expresa en el paso de la acción directa de integrantes de las
fuerzas armadas hacia la constitución de formaciones civiles de paramilitares como las
Patrullas de Autodefensa Civil en Guatemala, las Rondas Campesinas en Perú y los grupos
paramilitares de Colombia.40 Incluso, se han presentado casos de delegación de la violencia
(Ruggiero, 2009) hacia grupos de crimen organizado y narcotráfico, aprovechando la
coincidencia coyuntural de intereses, o porque la utilización de los servicios mercenarios
invisibiliza y diluye la responsabilidad del Estado.

Finalmente, el tercer elemento diferenciador se relaciona con el perfil de las víctimas. En


las dictaduras del Cono Sur se puede identificar, con claridad, que en su mayoría quienes
sufrieron la acción represiva del Estado ocurrió por su condición de líderes sociales y
políticos. De tal modo que existe un nivel de identificación bastante alto sobre quiénes
representaron las víctimas y las organizaciones a las cuales pertenecían: sindicatos,
organizaciones agrarias, estudiantiles, gremiales, partidos políticos, etc. Su victimización se
consideró necesaria por parte de los grupos estatales y paraestatales, con el fin presunto
de eliminar las bases sociales de la insurgencia.

En el caso centroamericano, hay una mezcla entre los asesinatos selectivos contra
opositores políticos y líderes sociales, junto con acciones masivas de terror contra la
población civil. En este último caso, se desarrolló una consideración y es que, si como lo
había planteado el líder de la revolución china, Mao Tse Tung, que la guerrilla debe moverse
entre la población civil como pez en el agua, para dar cuenta de su apoyo y legitimidad, lo
que debe hacer la acción contrainsurgente es desecar el agua para que el pez muera por
asfixia. En esta medida, se requiere al menos en la fase inicial de choque, en las zonas en
disputa, que se aplique una estrategia de terror para disuadir a la población de seguir
apoyando a los insurgentes; aunque luego, en el momento de la consolidación, la violencia
generalizada pase a un segundo plano y sea más útil el uso de la violencia selectiva y
ejemplarizante.

40
Este será un asunto nodal tanto en el contexto colombiano como en el caso de Medellín, como se
verá más adelante.

54
Esto explica que en las guerras civiles centroamericanas haya miles de víctimas anónimas
que no es posible identificar, muchas de ellas habitantes de zonas campesinas, asesinadas
colectiva o individualmente y enterradas en las zonas rurales. También explica que muchas
de las familias de estas víctimas, en consecuencia, hayan huido hacia otras zonas
campesinas o hacia zonas urbanas para preservar su vida.

1.6 Impactos colectivos de la violencia política y la guerra


sucia

Las definiciones y contextos esbozados anteriormente proponen una ruta analítica para
estudiar casos en los que se haya ejercido violencia política o acciones de guerra sucia. Sin
embargo, un elemento fundamental consiste en comprender los impactos colectivos, en la
medida en que estos hechos tienen efectos en las sociedades y en el rumbo político que
estas toman. Las acciones de violencia –más allá de las derivaciones que puedan tomar,
ya que este tipo de conductas no se pueden controlar totalmente–, buscan un fin, no se
realizan de manera espontánea ni irracionalmente.

Tal como lo señalan Arjona, Chacón y García (2018):

Las guerras pueden impactar de muchas maneras la vida social, económica y


política de las poblaciones que la sufren. Para entender mejor los legados de la
guerra y los retos particulares que enfrentan las comunidades que han sido
afectadas por ésta, es fundamental investigar cuáles son los efectos diferenciados
de distintos tipos de violencia. Nuestro estudio sugiere que la violencia contra
políticos no aumenta la participación política, como han encontrado numerosos
estudios previos. Además, encontramos que la calidad de los gobiernos municipales
tiende a verse afectada por este tipo de violencia. Estos resultados sugieren que
debemos tomar con más cautela la literatura que ha encontrado un efecto positivo
de la violencia sobre la vida social y política. Si bien estos estudios han identificado
un efecto sumamente importante de la violencia –una violencia en su mayoría
caracterizada por los autores como aleatoria– no podemos generalizar este efecto
a todos los tipos de violencia. Es posible que la violencia selectiva –o al menos cierto
tipo de violencia selectiva– tenga el efecto contrario. Nuestro trabajo también
muestra que es sumamente importante investigar los legados de la guerra no sólo

55
sobre el comportamiento individual, sino también sobre la política en un sentido más
amplio. Debemos investigar cómo afecta la guerra el proceso democrático, la calidad
de los gobiernos y los resultados de sus políticas públicas. 41

El llamado de estos investigadores hace énfasis en que la violencia siempre tiene un sentido
y, por ende, se debe entender como el resultado de acciones deliberadas. El uso de la
violencia política y de la guerra sucia siempre entraña intereses e intencionalidades por
parte de los actores armados, teniendo entonces en la mira tácticas y estrategias que
apuntan a fines específicos. Por ende, siempre tienen impactos diferentes en determinados
colectivos sociales o, incluso, en la sociedad en general, bien sea a través del daño o la
transformación de las mismas.

Un ejemplo de la relación entre intencionalidad y violencia lo propone Daniel Feierstein


(2007 y 2016) en sus estudios sobre los genocidios en el mundo y sobre las prácticas
genocidas, en el marco del proceso de ¨reorganización¨ nacional, como se autodenominó
la Junta Militar argentina en 1976. Feirstein plantea que el genocidio en Argentina (que él
considera un politicidio, es decir, el intento de exterminar a un sector de la población por
razones ideológicas o políticas), se desarrolló como la ejecución de una práctica social.
Esta se define como una tecnología de poder, cuyo objetivo radica en la destrucción de las
relaciones sociales de autonomía y cooperación, además de la identidad de una sociedad,
por medio de la aniquilación de una fracción relevante (sea por su número o por los efectos
de sus prácticas) de dicha sociedad y del uso del terror. Lo anterior, producto del
aniquilamiento para el establecimiento de nuevas relaciones sociales y modelos identitarios
(2007, p. 83).42

En el caso colombiano, el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH, 2014, p. 7) ha


relacionado en sus informes los daños que han ocasionado las violencias en el marco del

41
Arjona, A., Chacón, M. y García L. (2018). El impacto de los asesinatos de políticos en la
democracia y en los gobiernos locales en Colombia. . Foco Económico.
http://focoeconomico.org/2018/08/08/el-impacto-de-los-asesinatos-de-politicos-en-la-democracia-y-
en-los-gobiernos-locales-en-colombia .
42
Obviamente, en el caso de Medellín no estamos hablando de un genocidio, pero sí de un conjunto
de prácticas de represión ilegal, que tuvieron como objetivo a un determinado perfil de habitante de
la ciudad, por sus características políticas, sociales. Estas, sin duda, generaron un impacto colectivo
y provocaron procesos de reconfiguración y reorganización de la sociedad.

56
conflicto armado, a partir de desarrollos metodológicos que permiten mostrar los impactos
de la violencia. Para esta institución,

La identificación de los daños es una tarea que no solo contribuye a que las víctimas
procesen y comprendan su experiencia, sino que además ayuda a que la sociedad
y el Estado entiendan y dimensionen lo que significa y cuesta reparar en el sentido
amplio y complejo del término.

Esta perspectiva, enfocada en las víctimas y en la garantía de reparación de derechos,


propone la siguiente definición de daño:

[…] el daño puede definirse como el resultado de acciones criminales que vulneran
los derechos de una persona o de una colectividad. Estas acciones causan
sufrimiento a las víctimas y afectan todas las dimensiones que soportan su vida
íntima, familiar, social, política, cultural y productiva. (CNMH, 2017, p. 11).

Así pues, para el CNMH hay una categorización amplia de daños entre los que se incluyen
los morales, los psíquicos y emocionales, los físicos o sobre el cuerpo, los socioculturales,
los materiales, ambientales y su dimensión simbólica, así como los políticos y al proyecto
de vida. Esto involucra distintas dimensiones de sujetos y colectivos, haciendo que la
valoración del daño sea diferenciada. En esta tesis interesa la dimensión colectiva,
entendida de la siguiente manera:

Los daños colectivos son aquellos ocasionados a comunidades, grupos


poblacionales y sectores sociales que se han configurado como sujetos colectivos,
es decir que comparten una identidad colectiva. El daño entonces concierne a la
forma en que la violación de los Derechos Humanos y del Derecho Internacional
Humanitario, impactaron su identidad y proyecto colectivo, y cómo perjudicaron la
calidad de vida y el goce efectivo de los derechos civiles y políticos de la comunidad
o grupo social (CNMH, 2014, p. 23).

Si bien estas definiciones se ajustan, en buena medida, a lo que se describe en los cuatro
casos que integran esta tesis, se prefiere hablar de impactos, en la medida en que esta
categoría recoge los daños, al mismo tiempo que busca dar cuenta de las transformaciones

57
de los colectivos cuando son victimizados. Es decir, la categoría de impactos recupera el
carácter de agencia de estos colectivos y postula las formas de resistencia y sobrevivencia
(CNMH, 2017) que han tenido a lo largo del tiempo. Esto es importante porque provee da
otro matiz diferencial a los colectivos victimizados, ampliando además las posibilidades
analíticas de los fenómenos violentos.

El carácter colectivo de los impactos, además, visibiliza las afectaciones de la violencia a


las formas de movilización, al pensamiento crítico, a la libertad en las ideas y a diferentes
maneras de organización de sectores subalternos de la sociedad. También, refleja las
estrategias de los colectivos para enfrentar a dichas violencias, pero, sobre todo, evidencia
los efectos sobre los procesos sociales y políticos de los sujetos afectados. Los impactos
entonces hacen que emerjan, en el análisis de la violencia política y la guerra sucia, las
prácticas que buscan reorganizar la sociedad en términos de control social, el sometimiento
de la protesta, o la estigmatización de la diferencia y del conflicto como formas inherentes
del relacionamiento humano. Esto implica que, en último término, un análisis de los
impactos de la violencia política y la guerra sucia trae a colación la pregunta por el orden
deseado en manos de quienes detentan la violencia, pero también por quienes resisten a
ella.

En el siguiente capítulo se hace el análisis de cómo estas dinámicas de violencia política y


guerra sucia se desarrollaron en Medellín. Se busca dar cuenta de las articulaciones entre
lo específico de la ciudad y lo que existía en el contexto nacional, que contribuye a su
explicación.

58
Capítulo 2

Medellín, ¿cómo se da la inserción de la


guerra sucia de la ciudad en un contexto
nacional de intensificación, extensión y
degradación del conflicto armado interno?
La dinámica de guerra sucia desatada en Medellín en el periodo 1985-2002 no se puede
entender de manera aislada de la situación de violencia política general de Colombia.
Medellín tiene características que no se presentaron en ninguna otra gran ciudad del país,
con relación a los fenómenos de violencia política y guerra sucia, en especial, por la
hibridación entre expresiones de la violencia del narcotráfico y de criminalidad, con
dinámicas más orgánicas del conflicto armado. Así, se desarrolló un complejo proceso de
continuidades y articulaciones entre lo que pasó en la ciudad en dicho periodo y lo que
ocurrió a nivel nacional. Este capítulo presenta en dos apartados los principales elementos
de contexto en el país y en la ciudad.

2.1 Colombia 1985-2002, entre la democratización y el


conflicto armado interno

2.1.1 Cambio demográfico: de un país rural a uno urbano.


Auge de los movimientos sociales cívicos y urbanos y respuesta
represiva desde el Estado.

Durante el siglo XX Colombia vivió un acelerado proceso de urbanización, que se tradujo


en un cambio abrupto de su patrón de poblamiento. A comienzos de los 50 el país era un
70% rural y 30% urbano y, tan solo en 30 años, su ocupación se transformó: un 30% rural
y un 70% urbano. Este cambio demográfico es el resultado de un doble proceso: en primer
lugar, los fenómenos de violencia que asolaron el campo colombiano en sucesivas oleadas,
primero con el periodo de La Violencia (1948–1953), luego con el periodo de bandolerismo

59
post-violencia (1954–1963) y, posteriormente, con el surgimiento de las guerrillas
revolucionarias a partir de 1965. En segundo lugar, debido a un cierto periodo de auge
industrializador que se concentró en las ciudades, generando un efecto de atracción sobre
la población campesina.

Este fenómeno masivo de urbanización produjo un proceso de poblamiento sin mayor


planificación y puso en evidencia las limitaciones de las autoridades locales de las ciudades,
para responder a la creciente demanda de servicios públicos urbanos de todo tipo. Se
generó, de esta manera, un desfase entre las demandas de mejoramiento de la calidad de
vida de millones de nuevos habitantes urbanos y la inexperiencia, incapacidad y falta de
voluntad de las élites políticas para atender esta demanda. Como plantea Luis Alberto
Restrepo (1990, p. 392):

Al acelerado crecimiento global de la población colombiana se suma el flujo


migratorio del campo a la ciudad, que se intensifica desde mediados de siglo y
conduce a una gran concentración urbana. A comienzos de los cincuentas,
Colombia tiene un 30% de población urbana frente a un 70% de población rural. En
treinta años se invierten los porcentajes. A este alud de población rural sobre las
ciudades contribuye, sobre todo, la violencia de la década del cincuenta. Entre 1951
y 1964, la mayor parte había emigrado hacia municipios con una población de 5.000
a 50.000 habitantes, en los que justamente se localiza la mayor parte de los paros
de los años sesentas. Incluso durante los dos últimos gobiernos, el mayor número
de paros cívicos tiene lugar en municipios similares. La rápida multiplicación y
crecimiento de los centros urbanos crea una gigantesca demanda de equipamiento
y servicios que desborda la limitada capacidad del Estado.43

Estos pobladores insatisfechos encuentran en la modalidad de los paros cívicos locales y


regionales una vía para expresar sus demandas de bienestar, inclusión y reconocimiento.
Esta será la forma principal de acción colectiva desde mediados de la década de los 80
hasta bien avanzada la de los 90. Un punto indiscutible de este proceso de movilización
social lo constituyó el Paro Cívico Nacional del 14 de septiembre de 1977. Ese día la

43
Para ampliar la información consultar a Luis Alberto Restrepo sobre movimientos sociales en: Leal
Buitrago, F. y Zamosc, L. (Eds.) (1990). Al filo del Caos. Crisis política en la Colombia de los años
80. Tercer Mundo Editores.

60
movilización dejó un saldo de 19 muertos en Bogotá por choques entre los manifestantes y
la fuerza pública, así como cientos de heridos, miles de detenidos y despedidos a lo largo
y ancho del país (Delgado, 1978, pp. 25-30).44 Lamentablemente, el estallido de protesta y
movilización social de esta jornada, así como su expresión en buena parte del territorio
nacional, sirvieron como justificación para que el Gobierno siguiente, el de Julio César
Turbay Ayala, basara su propuesta de manejo del orden público en la represión
generalizada con un marco normativo de excepción y con el auge de la guerra sucia.

En palabras de Miguel Cárdenas (2003, p. 236):

Ante estos hechos, la elite política-económica del país reacciona y da los primeros
pasos hacia una política de ¨Terrorismo de Estado¨. Serán ahora la represión y la
persecución a la dirigencia social y sindical la fórmula a aplicar; esto traerá
consecuencias nefastas para la dirigencia política de esos actores sociales
emergentes, que se considerarán de ahora en adelante como ¨enemigos internos¨,
y, por lo tanto, ¨blanco a golpear¨.

El gobierno de Turbay Ayala es considerado casi que de manera unánime como el que
marca el inicio de una época de represión generalizada en el país. Tres son las
características principales de su forma de gobierno que sustentan esta valoración. En
primer lugar, su comprensión de la conflictividad social como el resultado de una
conspiración comunista impulsada por la Unión Soviética y su bastión en América Latina:
Cuba. Esto genera una alta dosis de criminalización y estigmatización de la protesta social
y de sus motivaciones.

El Estado resultó en general incapaz de derrotar militarmente a la guerrilla o de


reducir su capacidad de reproducción eliminando algunos factores sociales o
políticos que favorecían su surgimiento. Un punto crucial en la lucha antiguerrillera
tuvo lugar durante el gobierno de Julio Cesar Turbay, cuando el Ejército logró el
respaldo del ejecutivo para una lucha guerrillera que no estuviera obstaculizada por
consideraciones legales tradicionales. En efecto, además de expedirse un Estatuto

44
Citado en Cárdenas, M. (2003). Treinta años de sindicalismo en Colombia: vicisitudes de una
trasformación. En la encrucijada. Colombia en el siglo XX. Leal Buitrago, F. (Ed.). (2003). Grupo
Editorial Norma, p. 236).

61
de Seguridad que daba a los militares funciones judiciales (Decreto 1923 de
septiembre 8 de 1978), lo que resultaba una indicación de una crisis cada vez mayor
del sistema judicial, congestionado, formalista e ineficiente, se toleró la utilización
masiva de la tortura por parte de los investigadores militares, se autorizó la retención
de ciudadanos por pura sospecha de las autoridades militares –sin que,
aparentemente, se hubieran cumplido los requisitos exigidos por la Constitución
para hacer tales retenciones- y se realizaron detenciones masivas de presuntos
guerrilleros o simpatizantes […]. (Orlando Melo, 1990, pp. 482-485).45

En segundo término, la entrega progresiva de grandes competencias a los militares, tanto


en la responsabilidad de la conducción de los temas de orden público, como en materia de
atribuciones, todo gracias a la expedición del Estatuto de Seguridad.

La progresiva autonomía de los militares en el manejo del orden público alcanzó su


máxima expresión con el gobierno del presidente Turbay. Fue la confirmación de la
crisis política que emergía. El estado de sitio no fue suficiente para conjurar ¨la crisis
de autoridad por exceso de libertades¨ que percibían los militares. Ellos suponían
que el exceso de libertades políticas era aprovechado por el comunismo
internacional, materializado en las guerrillas y en las expresiones sociales de crítica
al sistema. Esta maniquea visión provenía de la ideología de la seguridad nacional,
la influencia de los sectores oficiales de Estados Unidos y la confrontación con las
guerrillas. El protagonismo del grupo guerrillero M-19, la sistemática violación de los
derechos humanos por parte de los organismos armados del Estado –amparados
en el llamado Estatuto de Seguridad-, el nombramiento de una inoperante Comisión
de Paz y la amnistía limitada y condicional que promulgó, llevaron en sus
postrimerías al gobierno a un callejón sin salida para conjurar la crisis. (Leal
Buitrago, 1990, pp. 44-45).46

Y tercero, se trata de un periodo con un crecimiento inusitado de la represión generalizada,


no sólo contra aquellas personas que se consideran integrantes de los grupos subversivos

45
Orlando Melo, J. (1990). Los paramilitares y su impacto sobre la política. Al filo del caos. Crisis
política en la Colombia de los años 80. Leal Buitrago, F. y Zamosc, L. (Eds.). (1990). IEPRI-Tercer
Mundo Editores.
46
Leal Buitrago, F. (Comp.). (1995). En busca de la estabilidad perdida. Actores políticos y sociales
en los años noventa. IEPRI-Colciencias-Tercer Mundo Editores,331 pp.

62
y sus estructuras de apoyo, sino también contra las bases de los movimientos sociales,
sindicales, intelectuales críticos y de izquierda. Existen también, personajes reconocidos
que resultaron detenidos, como el poeta Luis Vidales en 1979, la escultora Felisa Bursztyn
en 1981, y el escritor y futuro Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, quien se
refugió a finales de marzo de 1981 en la embajada de México, para luego marcharse al
exilio en dicho país, tras ser acusado de tener nexos con la guerrilla del M-19. Entre agosto
de 1978 y julio de 1979, las autoridades colombianas detuvieron a más de 60.000 personas,
según el informe del Ministro de Defensa de entonces (Orlando Melo, 1990, pp. 482-485).

A partir del gobierno de Turbay el país vive una tendencia generalizada a la represión de
los conflictos sociales, que se articulará de manera muy intensa y compleja con la evolución
del conflicto armado y con los procesos de negociación y desmovilización de grupos
insurgentes, emprendidos por los gobiernos de Belisario Betancur (1982–1986), Virgilio
Barco (1986–1990), César Gaviria (1990–1994), Ernesto Samper (1994–1998) y Andrés
Pastrana (1998–2002). Sin embargo, se ha mantenido la constante lectura, desde algunos
sectores de la institucionalidad, así como desde ciertos medios masivos de comunicación
y sectores de las élites políticas y económicas, de la conflictividad social como el resultado
de una conspiración comunista contra la estabilidad del país.

Muestra de esto son las declaraciones pronunciadas el 11 de octubre de 1985, durante un


almuerzo de ¨Amigos 80¨, por el entonces presidente de la Asociación Nacional de
Industriales (ANDI) Fabio Echeverry Correa,47 quien se refería, en los siguientes términos,
a la supuesta amenaza comunista y expresaba sus preocupaciones sobre el país y la
pérdida de valores:

[…] que están aquí, que representan el marxismo-leninismo, que tienen


instrucciones del exterior, que Colombia es país prioritario, país blanco clave dentro
del ámbito mundial, que vienen ayudas de orden ideológico, económico y bélico-
militar, que quieren el poder, que están luchando para obtenerlo, que estarán
presentes en Colombia en procura de ese poder, sencillamente que quieren manejar
el país, que quieren cambiarlo sustancialmente, modificar sus parámetros, sus
credos y filosofías.

47
Echeverry fue posteriormente asesor de Álvaro Uribe Vélez.

63
Que naturalmente quieren reemplazar la clase dirigente mayor y la otra clase
dirigente que ustedes representan, como la clase más joven que viene por detrás y
hará el próximo relevo, luego yo creo que es majadero y tonto que vayamos nosotros
ahora, a estas alturas de la vida, a empezar a pensar si aquello sí es cierto o si la
solución de los problemas y las dificultades que nos rigen y vivimos hoy van a
cambiar porque eligen un nuevo presidente o porque alguien hace diez discursos o
porque unos directores de medios de comunicación elaboran 20 editoriales o porque
se presentan unos debates importantes en el parlamento.

Yo creo que no, yo creo que hay que ser más realistas, hay que tener los pies en la
tierra, hay que hacer un análisis más serio de qué es lo que está sucediendo y,
además, creerles a quienes nos están diciendo, qué es lo que están haciendo y por
qué lo están haciendo. (Kalmanovitz, 1990, p. 219).48

A esto contribuyó, sin duda también, la estrategia de los movimientos insurgentes de


penetrar todo tipo de organizaciones sociales para tratar de convertirlas en un espacio de
promulgación de sus ideas, articularlas al accionar insurgente y contribuir a generar un
ambiente de explosividad social. Todo esto en el marco de sus estrategias de pasar de la
guerra en el campo a una mayor presencia en la ciudad.

Tal como lo habían hecho en la década de los 70, con organizaciones campesinas, en la
nueva estrategia de presencia urbana las organizaciones sociales, estudiantiles, barriales
y juveniles, entre otras, se convierten en espacios de presencia insurgente. Y, en no pocas
ocasiones, se vieron inmersas en las disputas incluso violentas entre diferentes expresiones
de las guerrillas colombianas. A esta labor de divulgación política y de promoción de las
propuestas insurgentes se sumaba el intentar convertir las organizaciones sociales y,
algunas expresiones de partidos políticos de izquierda, en estructuras de apoyo y
colaboración con los frentes rurales insurgentes y de reclutamiento de combatientes para
los frentes rurales y para algunas expresiones militares urbanas. El surgimiento del
Movimiento 19 de abril M-19, en 1973, que desde el principio se propuso realizar la guerra
en las ciudades –emulando a organizaciones como Los Tupamaros uruguayos y Los

48
Kalmanovitz, S.(1990). Gremios industriales y crisis. Al filo del caos. Crisis política en la Colombia
de los años 80. Leal Buitrago, F. y Zamosc, L. (Eds.). (1990). IEPRI-Tercer Mundo Editores.

64
Montoneros argentinos-, lleva a las otras organizaciones guerrilleras a tratar de copiar su
accionar.

Esta situación, que no justifica las acciones de guerra sucia cometidas contra personas no
combatientes -en algunos casos haciendo parte de organizaciones sociales cercanas o
influenciadas por la insurgencia-, sí es un elemento que se debe tener en cuenta para
comprender la complejidad del panorama político colombiano de la época y las modalidades
de victimización implementadas en el marco de la guerra sucia.

Al final del periodo 1985–2002 puede afirmarse que, como resultado de la guerra sucia y
del escalamiento del conflicto armado -y luego del auge de diferentes procesos de
movilización social-, prácticamente las acciones de exigibilidad de movimientos, como el
obrero y el campesino, presentaban sus más bajos niveles de organización y expresión. No
obstante, irrumpieron otros de carácter más territorial y poblacional, como los de pueblos
afrocolombianos e indígenas, mujeres, jóvenes o los que se movilizan alrededor de la paz
y el medio ambiente, pasando por el hito de la movilización juvenil en torno a la convocatoria
de una Asamblea Nacional Constituyente en 1990.

Nuevos actores sociales hacen presencia pública con desigual grado de éxito. Es
conocido el impacto que han tenido las minorías étnicas, especialmente indígenas,
en la afirmación de su diferencia y en la consecución de espacios territoriales para
consolidar su identidad. Su presencia, primero en la Asamblea Constituyente, y
luego en el Parlamento, ha sido garantía de esos logros. Las acciones de las
mujeres, ya no como meros actores sociales, sino en pos de reivindicaciones de
género, aunque han sido menos espectaculares, tal vez han alcanzado más logros
duraderos, lo que hace pensar en una verdadera revolución invisible. Hay además
notorios relevos generacionales en las organizaciones, y aun la categoría de joven
adquiere relevancia como nuevo actor social y político. Las tensiones entre lo local,
la región y la nación se consolidan en la agenda de la movilización ciudadana
otorgando una base social a las políticas de descentralización. Hay, por último,
novedosos brotes de organización y movilización por la paz y la vigencia de los

65
derechos humanos, por problemas ambientales, de ejercicio de la sexualidad y aun
de objeción al servicio militar. (Archila, M., 2001, pp. 35-36).49

Igualmente, no puede desconocerse el enorme impacto de la violencia sobre las dinámicas


de movilización social. Miles de integrantes de estas expresiones sufrieron el impacto de
diversas modalidades de victimización como los asesinatos, las masacres, las amenazas,
el desplazamiento y el exilio, entre otras, a manos de todo tipo de actores armados, legales
o ilegales. Y, adicionalmente, se vieron sometidos a una constante tensión en medio del
fuego cruzado y de las presiones para tomar partido en un contexto de creciente
intensificación y degradación de la guerra. Señala Mauricio Archila (2001, p. 37):

Por último, pero no menos importante, la fragmentación y degradación de las


violencias afecta particularmente a los movimientos sociales, pues siega la vida de
muchos dirigentes y activistas, entorpece, si no anula, la cotidianidad de las
organizaciones y cercena notablemente su autonomía, no sólo con relación al
Estado, sino con los diversos actores armados.

2.1.2 Del Frente Nacional a la inestable implementación de la


Constitución Política de 1991.

El Frente Nacional significó el acuerdo establecido entre los dirigentes de los partidos
Liberal y Conservador, para poner fin a las dinámicas de violencia bipartidista que
adquirieron su más virulenta expresión durante el periodo 1948-1953, conocido como La
Violencia. El acuerdo parte de reconocer que en la base de los fenómenos de violencia
bipartidista se encuentra la competencia por el control del aparato del Estado y la
incapacidad de construir mecanismos de cohabitación política, desconociendo elementos
económicos y políticos estructurales que alimentaron las dinámicas de violencia. En
consecuencia, con el fin de dar vía libre al Frente Nacional el acuerdo estableció dos
medidas para conjurar el enfrentamiento bipartidista: distribución paritaria de todos los

49
Archila Neira, Mauricio. (2001) Vida, pasión y... de los movimientos sociales en Colombia.
Movimientos sociales, Estado y democracia en Colombia. Archila, M. y Pardo, M. (Eds.). (2001)
Universidad Nacional de Colombia Centro de Estudios Sociales Instituto Colombiano de Antropología
e Historia.

66
cargos públicos, 50% para el Partido Liberal y 50% para el Conservador; y rotación en la
presidencia durante 16 años, empezando con un gobierno liberal para el periodo 1958-1962
y terminando con uno conservador para los años 1970–1974.

Hay muchas discusiones en torno a los efectos sobre el sistema político colombiano del
Frente Nacional. Quienes defienden su implementación consideran que, en lo fundamental,
logró el objetivo para el cual había sido creado, esto es, terminar el ciclo de violencia
bipartidista. Sus críticos, por el contrario, señalan que provocó un cierre del sistema político,
dando cabida solo a las dos colectividades tradicionales. Esto, en un contexto de un país
encaminado por un acelerado proceso de modernización, urbanización y cambio cultural,
significó en la práctica el cierre y la exclusión de amplios sectores de la población del
sistema político.50

Ya en el periodo post Frente Nacional, las necesarias reformas al régimen político se


abordaron a partir de diferentes perspectivas, desde la negativa a dar un mayor espacio
para nuevas fuerzas políticas, en el gobierno de Turbay Ayala, pasando por el intento de
apertura democrática liderado por el presidente Betancur, con su proceso de paz con
algunas de las principales organizaciones guerrilleras. Así, hasta la propuesta de gobierno
de partido y tecnocrático, implementada por el presidente liberal Virgilio Barco, que rompía
con el esquema de cogobierno implantado por el Frente Nacional y seguido por los
gobiernos posteriores.

En un intento de nuevo pacto colectivo para refundar el orden democrático, el recién


posesionado gobierno de César Gaviria –heredero del asesinado candidato reformista Luis
Carlos Galán–, apoyado por una considerable oleada de movilización ciudadana,
especialmente juvenil en demanda de transformaciones democráticas, convocó la elección

50
Para ver diferentes perspectivas en torno a este debate se puede consultar: Leal Buitrago,
Francisco y Dávila Ladrón de Guevara, Andrés. (1990). Clientelismo: el sistema político y su
expresión regional. Tercer Mundo Editores., en especial, el primer capítulo de fundamentación
teórica. También, Pecaut, Daniel. (2006). Crónica de cuatro décadas de política colombiana. Editorial
Norma.; Hartlyn, Jhonatan. (1993). La política del régimen de coalición. Tercer Mundo–Universidad
de los Andes.; Gutiérrez Sanín, Francisco. (2006) ¿Lo que el viento se llevó? los partidos políticos y
la democracia en Colombia, 1958-2002. Editorial Norma.; Bejarano, Ana María. (2011). Democracias
precarias: trayectorias políticas divergentes en Colombia y Venezuela. Universidad de los Andes.;
Karl, Robert. (2018). La paz olvidada. Editorial Lerner.; Roll Vélez, David. (2001). Un siglo de
ambigüedad: para entender cien años de crisis y reformas políticas en Colombia. IEPRI.; López de
la Roche, Fabio. (1993). Tradiciones de cultura política en el siglo XX. Cárdenas, Miguel Eduardo.
(Coord.). (1993). Modernidad y sociedad política en Colombia. FESCOL.

67
de una Asamblea Nacional Constituyente (ANC). Esta sesionó en el primer semestre de
1991 y que culminó su labor con la promulgación de una nueva carta política el 4 de julio
de 1991.

En materia política, la ANC incorporó varios elementos novedosos desde su mismo proceso
de elección. De ella hicieron parte integrantes de la antigua guerrilla del M-19, quienes
habían dejado las armas en el primer semestre de 1990 y habían participado de las
elecciones de diciembre del mismo año como Alianza Democrática M-19. Así, obtuvieron la
segunda votación más alta a nivel nacional, superada solo por el Partido Liberal y seguida
del conservador Movimiento de Salvación Nacional, liderado por Álvaro Gómez Hurtado.
Esta realidad política produjo un efecto simbólico muy importante, referido a que la ANC
tuvo una presidencia colegiada de tres integrantes: Horacio Serpa del Partido Liberal,
Antonio Navarro Wolff del M-19 y Álvaro Gómez del Movimiento de Salvación Nacional.
Igualmente, de la ANC hicieron parte representantes de otras guerrillas desmovilizadas: del
Ejército Popular de Liberación (EPL) (2 miembros plenos), del Movimiento Armado
Indigenista Quintín Lame y del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), cada uno
con un representante con voz, pero sin voto. Adicionalmente, hubo representación de
movimientos religiosos, étnicos, ambientalistas, de mujeres; dando cuenta de la diversidad
de la sociedad política colombiana de finales del siglo XX.

La nueva carta constitucional declara a Colombia como un Estado social de derecho;


reconoce la diversidad étnica y la pluralidad de su sociedad y avanza un poco en la
consagración del carácter laico del Estado. Así mismo, incorpora en el rango constitucional
todo un capítulo consagrado a los derechos humanos, no sólo civiles y políticos, sino
también económicos, sociales y culturales.

En materia de modelo democrático, la ANC estableció un sistema mixto que combinaba


tanto elementos de la democracia representativa, como de la democracia participativa. Y
modernizó la estructura institucional del Estado, manteniendo las tres ramas del poder
público: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. A estas se suma el Ministerio Público, conformado
por la Procuraduría General de la Nación, la Defensoría del Pueblo y las Personerías
Municipales, y una rama electoral. Se modernizó la rama judicial, creando cuatro altas
cortes, siendo la más llamativa la Corte Constitucional, y se estableció un mecanismo
expedito de exigibilidad de derechos fundamental, como es la acción de tutela.

68
La ANC se reconoce como un esfuerzo por la democratización del país, como un intento
por adecuar la estructura constitucional a las nuevas realidades nacionales y por refundar
el consenso nacional, por medio de la suscripción de un nuevo pacto político. Sin embargo,
desde su mismo proceso de deliberaciones se señalaron dos asuntos que quedaron faltado
en la transformación: primero, una reforma agraria que permitiera la modernización y
democratización del sistema productivo nacional y, segundo, una reforma de las fuerzas
armadas conducente a su democratización y a limitar su creciente poder gracias a su
protagonismo en el conflicto armado colombiano; además de la adopción de su doctrina
basada en la lucha anticomunista y contra el denominado enemigo interno.

Durante todo el Frente Nacional y los gobiernos siguientes, el fundamento político


del actuar de las FF.AA. ha sido el anticomunismo. El conflicto Este-Oeste, en su
versión teoría conspirativa de la historia, es el soporte de las apreciaciones
estratégicas. Difícilmente este conflicto no hubiera podido estar en primer plano
dadas las características de los conflictos colombianos, sobre todo, por la presencia
de guerrillas revolucionarias desde los años sesenta. Lo cuestionable estriba en el
insuficiente análisis puesto en las condiciones internas del conflicto, comparado con
el que hace en la conspiración internacional comunista.

La consecuencia más grave de esto es pensar los conflictos colombianos en una


perspectiva puramente ideológica, lo cual determina a su vez una ética maximalista
y una dificultad grande para comprender tanto la naturaleza como la posición de los
actores en los múltiples tipos de conflicto violento que se presentan en el país.

Una primera confusión surge de colocar el conflicto interno en los solos términos
internacionales. Si el conflicto es apenas expresión de una lucha externa, entonces
se impone la lógica de los mismos: la nación, como un todo indivisible, se defiende
de un atacante extranjero. Cualquier nacional, ya no solamente en armas sino
ideológicamente visto como cercano al enemigo, es un aliado de éste, y por tanto
un traidor. (Barrero, 1990, p. 181).51

51
Barrero, A. (1990). Militares, política y sociedad. Al filo del caos. Crisis política en la Colombia de
los años 80. Leal Buitrago, F. y Zamosc, L. (Eds.). (1990). IEPRI-Tercer Mundo Editores.

69
Adicionalmente, los resultados insatisfactorios de las negociaciones para que las otras
fuerzas armadas guerrilleras, FARC y ELN, hicieran parte del proceso de desmovilización
y transformación en organizaciones políticas legales, resultó un elemento que desde el
principio generó dudas sobre el potencial pacificador de la nueva carta constitucional.

Los años inmediatamente posteriores a la promulgación de la Constitución Política de 1991


tuvieron un carácter ambiguo, dado que su nivel de implementación contó con algunos
avances, pero en otros campos significó evidentemente una decepción. A esto contribuyó
en alto grado que el gobierno de César Gaviria promovió un conjunto de reformas
económicas de corte neoliberal, en la línea del denominado Consenso de Washington. Lo
anterior, en la práctica se tradujo en un modelo de apertura económica que afectó sectores
vulnerables de la economía nacional, como la agricultura campesina, la industria y algunas
porciones del comercio. Esto redundó en menores condiciones para la implementación del
proyecto de Estado social y democrático de derecho y provocó un impacto negativo sobre
sectores medios y bajos de la sociedad colombiana.

El segundo proceso que afectó la implementación en los primeros años de la Constitución


de 1991 lo constituyen el incremento, la agudización y la degradación del conflicto armado
colombiano. Según la lectura de los dirigentes políticos colombianos, la guerrilla había
perdido su oportunidad histórica de avanzar hacia su desmovilización y, así, participar en
el proceso constituyente. En consecuencia, el esfuerzo central del Estado colombiano debía
encaminarse a su derrota militar y sometimiento. Por eso, aunque hay esfuerzos de
negociación –durante 1991 y 1992 con las guerrillas de las FARC, el ELN y un sector del
EPL no desmovilizado, y en los gobiernos de Samper con el ELN y de Pastrana con las
FARC–;52 el periodo post constituyente presenta un ascenso en el escalamiento, ampliación
y degradación de la guerra, que sólo mostrará una tendencia decreciente en la segunda
mitad de los 2000. Esto se evidencia en la siguiente gráfica del Informe ¡Basta ya! Colombia,
elaborado por el Grupo de Memoria Histórica (GMH) y publicado en 2013.

52
Estos procesos serán objeto de análisis más adelante.

70
Gráfico 1-1: Evolución de cifras de civiles y combatientes muertos en el conflicto
armado en Colombia, 1959-2012.

Fuente: Grupo de Memoria Histórica (GMH), (2013, p. 32).

2.1.3 Las guerrillas revolucionarias: de la marginalidad al


crecimiento militar. Unas que se expanden y consolidan y
otras que asumen procesos de negociación y
desmovilización.

El surgimiento de la mayoría de las guerrillas revolucionarias en Colombia se remonta a la


segunda mitad de la década de los años 60. Si bien es cierto que hay algunas continuidades
con ciclos de violencia anteriores, por ejemplo, los núcleos guerrilleros comunistas de
ideología Marxista Leninista pro Soviética que conforman las FARC, surgidos desde la
época de La Violencia, sólo hasta 1965 se van a constituir propiamente como FARC, luego
del ataque gubernamental a las llamadas repúblicas independientes de Marquetalia, El
Pato, Guayabero y Riochiquito en 1963–1964. En estos territorios los grupos guerrilleros de
ideología campesina se habían refugiado y habían establecido zonas autárquicas con
milicias locales de autodefensa.

Igualmente, en los años 60 se conforman, los grupos del Ejército de Liberación Nacional
ELN (1965), una organización que combina la influencia de la Revolución Cubana con
elementos de la Teología de la liberación; y del Ejército Popular de Liberación EPL (1967)

71
de orientación Marxista Leninista Maoísta pro China. Estos, para su proceso de
establecimiento territorial, recurren a líderes y territorios donde habían operado guerrillas
liberales: el ELN en Santander y el EPL en el sur de Córdoba. No obstante, la diferencia
cualitativa fundamental con respecto a la anterior experiencia guerrillera, es que las nuevas
guerrillas revolucionarias no son organizaciones de autodefensa societal, ni buscan la
inserción política o sólo algunas reformas, sino la toma revolucionaria del poder político
para una transformación estructural de la sociedad colombiana, con perspectiva socialista
o comunista, en el marco de la confrontación ideológica mundial entre la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), China y Estados Unidos.

Esta pretensión estratégica de toma del poder por la vía revolucionaria requiere
comprenderse en este contexto internacional. El escenario de la Guerra Fría incide en el
desarrollo de expresiones revolucionarias promovidas en el continente por la Unión
Soviética. Lo anterior, se ve potenciado por el triunfo de la Revolución Cubana y su posterior
deriva hacia el campo socialista. Esto explica, además, por qué en prácticamente todos los
países latinoamericanos se desarrollan organizaciones guerrilleras entre 1960 y 1980:

Argentina Montoneros, Ejército Revolucionario del Pueblo, Fuerzas


Armadas Revolucionarias, Fuerzas Armadas Peronistas.
Bolivia Guerrilla de Ñancahuazú, Ejército Guerrillero Túpac Katari.

Brasil Acción Libertadora Nacional, Comando de Liberación


Nacional, Movimiento Revolucionario 8 de Octubre, Partido
Comunista Brasileño, Partido Comunista Revolucionario,
Partido Obrero Comunista, Vanguardia Armada
Revolucionaria Palmares y Vanguardia Popular
Revolucionaria.

Costa Rica La Familia


Chile Ejército de Liberación Nacional, Frente Patriótico Manuel
Rodríguez, Movimiento de Izquierda Revolucionaria,

72
Movimiento Juvenil Lautaro, Vanguardia Organizada del
Pueblo.

Ecuador Alfaro Vive ¡Carajo!


El Salvador Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional
Guatemala Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca

Honduras Unificación Democrática.


México Liga Comunista 23 de Septiembre, Ejército Popular
Revolucionario, Ejército Revolucionario del Pueblo
Insurgente.
Nicaragua Frente Sandinista de Liberación Nacional
Paraguay Ejército del Pueblo Paraguayo
Perú Movimiento de Izquierda Revolucionaria, Ejército de
Liberación Nacional, Frente de Izquierda Revolucionaria,
Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, Partido Comunista
Sendero Luminoso.
Puerto Rico Fuerzas Armadas de Liberación Nacional.
República Movimiento Revolucionario 14 de Junio.
Dominicana
Uruguay Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros
Venezuela Fuerzas Armadas de Liberación Nacional

Posteriormente, en Colombia, sumándose a las guerrillas surgidas a mediados de los 60,


nace el ya mencionado Movimiento M-19, con características muy diferentes de las
anteriores, más urbano. Adicionalmente, no se trató de una organización de carácter
marxista como las FARC, sino con un ideario más cercano a las demandas de sectores

73
nacionales de la burguesía y de las clases medias e intelectuales. Esto generó un efecto
de simpatía entre amplias franjas de sectores urbanos, que percibían a las guerrillas
tradicionales como ortodoxas y alejadas de sus realidades.

Con excepción del M-19 que adelantó operativos espectaculares, como el robo de 5.000
armas del Cantón Norte en Bogotá la noche del 31 de diciembre de 1978, o la toma de la
Embajada de la República Dominicana en febrero de 1980, puede decirse que, en general,
las organizaciones guerrilleras FARC, ELN y EPL desde su surgimiento hasta finales de la
década del 70 mantuvieron una actuación y presencia centrada en zonas rurales aisladas.
Incluso, el ELN estuvo al borde de su desaparición en el año de 1973, luego de una
contundente operación militar en su contra, conocida como el cerco de Anorí en Antioquia,
entre los meses de agosto a octubre de ese año, donde perdió toda una columna de 80
combatientes y buena parte de su dirección político-militar.

En la década de los 80 las guerrillas de las FARC, el ELN y el EPL dan un vuelco en su
planteamiento estratégico. Así, inician una nueva lectura de la realidad colombiana, al darse
cuenta que mantenerse en las zonas rurales más apartadas del país les podía garantizar la
sobrevivencia, pero les mantendría en una situación de marginalidad, con respecto a las
nuevas dinámicas urbanas de la sociedad colombiana. Esto se materializó, por parte de las
FARC, en las conclusiones de la VII Conferencia realizada del 4 al 14 de mayo de 1982. En
esta asumieron que su nombre sería Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia –
Ejército del Pueblo FARC-EP e hicieron las siguientes consideraciones:

La Conferencia aprueba el informe central que diseña la estrategia militar de las


FARC, un cambio en el modo de operar, una nueva concepción operacional y una
moderna táctica de guerra irregular, hacia la integración de un Ejército
Revolucionario que a partir de esta Conferencia se denomina Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo (FARC-Ep).
[…]
La decisión de crear el Ejército Revolucionario se liga al planteamiento estratégico
que define el despliegue de la fuerza, el centro del despliegue estratégico, allí donde
en Colombia se están dando las contradicciones fundamentales, colaterales y
accesorias de la sociedad y que en este momento se ubican en las grandes ciudades
del país. En estas condiciones el trabajo urbano adquiere categoría estratégica. Hay

74
que pasar a la organización de una estructura organizacional de tipo militar en las
ciudades que posibilite en conjunto con otras organizaciones revolucionarias la
conducción de las acciones insurreccionales que necesariamente han de darse
como consecuencia de la gran colisión de clases en su lucha por el poder.53

Por su parte, también se produce la realización en abril de 1980 del 11° Congreso del
Partido Comunista de Colombia Marxista Leninista PCC-ML, que es quien conduce
políticamente el accionar del EPL. En el caso del ELN, solo hasta 1983 logró recomponer
su estructura, al asumir el mando el sacerdote Manuel Pérez, en un proceso que se conoce
como Asamblea Nacional de Reunificación. Este proceso incorporó los distintos sectores
guevaristas y camilistas, alrededor de la nueva Dirección Nacional de la agrupación.

En estos eventos, las guerrillas colombianas, de alguna manera, se reenfocaron hacia una
mayor politización de la confrontación armada, decidieron avanzar en crecimiento y en una
mayor presencia en las ciudades. Tanto las FARC como el EPL comenzaron a demandar
reivindicaciones menos estructurales y a hablar, junto con el M-19, de apertura democrática.
Para lo cual jugó un papel fundamental el máximo dirigente del PCC-ML Óscar William
Calvo, defensor de esta propuesta como camino alterno a la toma del poder. Esto dio lugar
a las bases para el proceso de negociaciones con el gobierno de Belisario Betancur en
1982.

Luego del ejercicio represivo adelantado durante el gobierno de Turbay Ayala llegó al poder
el conservador Belisario Betancur, con su reconocimiento de que en Colombia existían
condiciones objetivas para explicar la violencia insurgente y con su consideración de las
guerrillas no como un enemigo absoluto sino como un enemigo justo. 54 Esto generó un
movimiento entre la mayoría de las organizaciones insurgentes sobre la posibilidad de
terminar la confrontación armada por medio de una negociación política, con excepción del
ELN y otras de menor magnitud.

53
Para ampliar la información consultar la página de la organización: https://www.farc-ep.co/septima-
conferencia/concluciones-generales-de-la-septima-conferencia-nacional-de-las-farc-ep.html.
54
Este movimiento es constante en Colombia en el marco de los procesos alternados de guerra y
negociación. Para la guerra se construye un discurso que considera a la insurgencia como un
enemigo absoluto al que hay que derrotar sin contemplación, y para la negociación se pasa a la
denominación de enemigo justo, entendido como un adversario con el cual se puede negociar. Lo
mismo pasa en el bando insurgente. Esto basado en la distinción clásica planteada al respecto por
Carl Schmitt (1998) en El concepto de lo político. Alianza Editorial.

75
De esta manera, se instalaron conversaciones de paz con las Farc, el EPL y el M-19 en
1984. Se definió una agenda de negociaciones y se estableció una tregua bilateral de
acciones violentas, sin concentración de efectivos ni mecanismos claros de monitoreo y
verificación.

Hay dos hechos paralelos a la negociación que deben ser tenidos en cuenta para entender
ese momento. El primero es que no parecía haber mayor voluntad ni credibilidad de las
partes para avanzar en la negociación de manera real. De un lado, el Gobierno encaraba
una alta insatisfacción de sectores económicos, políticos y militares con la negociación, lo
cual incluso produjo la renuncia del Comisionado de Paz Otto Morales Benítez el 31 de
mayo de 1983. Este, en su carta de renuncia enviada al primer mandatario afirmaba que lo
hacía dado que había enemigos agazapados de la paz por dentro y por fuera del Gobierno,
además, que estas eran unas fuerzas reaccionarias que habían luchado desde siempre
contra la paz. E incluso, sindicaba a sectores militaristas de impedir el diálogo con la
guerrilla y llegó a afirmar que existía un complot contra el proceso de apertura democrática
emprendido por Betancur.

Sé que aún le falta a su gobierno una tarea muy exigente. La más apremiante, es
rechazar el escepticismo y a veces, el pesimismo beligerante, que se apodera de
todos. Y combatir contra los enemigos de la paz y de la rehabilitación, que están
agazapados por fuera y por dentro del Gobierno. Esas fuerzas reaccionarias en
otras épocas lucharon, como hoy, con sutilezas contra la paz, y lograron torpedearla.
Por ello nunca hemos salido de ese ambiente de zozobra colectiva. (Villarraga,
2008, pp. 125-126).55

De manera paralela, las organizaciones guerrilleras avanzaban en planes de articulación


militar y política, fruto de lo cual surgió, en el segundo semestre de 1985, la Coordinadora
Nacional Guerrillera (CNG) conformada por el M-19, el EPL, el ELN y dos organizaciones
más pequeñas, el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y el Movimiento
Armado Indigenista Quintín Lame (MAQL). Es bastante llamativo que, en ese momento, las

55
Villarraga Sarmiento, Á. (Comp. y Ed.). (2008). Biblioteca de Paz. Serie El proceso de paz en
Colombia 1982-2002. Tomo 1. Tregua y cese al fuego bilateral. FARC, EPL, M-19 y ADO. Fundación
Cultura Democrática.

76
FARC era la guerrilla más comprometida con el proceso de negociación y se resistió a hacer
parte, en los dos primeros años, de la CNG.

Esta iniciativa de un frente militar común buscaba resolver los problemas y contradicciones
entre las organizaciones insurgentes que les habían impedido lograr mayores niveles de
unidad –incluso en algunos momentos, se generaron roces y confrontaciones armadas
entre las guerrillas–. Adicional, replicaba las experiencias relativamente exitosas de
articulación de los frentes centroamericanos: el Sandinista de Liberación Nacional (FSLN),
que llegó al poder en Nicaragua por la vía militar en julio de 1979, el Farabundo Martí de
Liberación Nacional (FMLN) en El Salvador y la Unidad Revolucionaria Nacional
Guatemalteca (URNG).

El segundo hecho clave es la creación de plataformas políticas impulsadas o cercanas a


las organizaciones insurgentes para la actuación política amplia. Las FARC acordaron con
el gobierno del presidente Betancur, en 1985, la creación de un partido político para avanzar
en su proceso de transformación de organización armada a organización política legal. Así,
nació la Unión Patriótica UP, que desde el comienzo asumió como centro de su actividad
la participación electoral.

Igualmente, el PCC-ML lanzó un conjunto de estructuras políticas de masas, como la Unión


Democrática Revolucionaria (UDR), la Juventud Revolucionaria de Colombia (JR de C) y el
Frente Popular (FP), en 1984, que buscan, más que la representación electoral, organizar
y movilizar a grandes sectores de la población principalmente urbana, en torno a la
propuesta de reformas y apertura democrática.

Otra plataforma política similar era “A Luchar”, que nació en 1984 impulsada por sectores
del sindicalismo independiente y clasista, junto a otras formas de organización política,
especialmente del movimiento campesino, cívico y estudiantil. Esta se construyó como un
híbrido entre partido, movimiento y frente político, en el cual se presentaba una coincidencia
e interacción con algunas de las propuestas políticas y estructuras del ELN. Aunque, por su
carácter más horizontal organizativamente, su estructura menos jerárquica y su
construcción más deliberativa, el nivel de incidencia del ELN era menor comparado con los
otros dos procesos políticos descritos. Un elemento diferencial adicional de “A Luchar”, es

77
que lo electoral no estaba en el centro de su proyecto político, se veían más como un
proceso político y social constituyente desde lo local.

Lamentablemente, el proceso de paz con Belisario Betancur terminó con los hechos del
Palacio de Justicia ocurridos los días 6 y 7 de noviembre de 1985. En estos, el M-19
pretendió tomarse la sede de la justicia, para hacerle un juicio al presidente por supuesta
traición a la patria. Todo lo cual derivó en el incendio de la edificación, la brutal retoma por
parte de las Fuerzas Armadas colombianas, la muerte de un alto número de magistrados
de la Corte Suprema de Justicia, la muerte y/o desaparición de un número incierto de civiles
y de casi todos los integrantes del comando guerrillero. Todo esto con un alto impacto
negativo entre la población sobre la viabilidad del proceso de paz.

Una semana más tarde cayó asesinado en Bogotá el vocero nacional y jefe político del
PCC-ML Óscar William Calvo. A pesar de que el proceso de conversaciones con las FARC
se sostuvo formalmente hasta 1987, el incremento de las acciones violentas, en medio de
una tregua demasiado frágil y el asesinato del candidato presidencial de la Unión Patriótica
Jaime Pardo Leal en agosto de 1987, terminaron con el proceso. Finalmente, las FARC se
unieron a las demás guerrillas de la CNG para refundar una nueva alianza militar, esta vez
bajo el nombre de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar (CGSB).

Para 1989 se retomaron los diálogos de paz entre el gobierno Barco y el M-19, y de manera
paralela se establecieron conversaciones con el EPL, el PRT y el Quintín Lame. Estas
conversaciones estuvieron marcadas, en lo internacional, por el estancamiento y el inicio
de negociaciones en Guatemala y El Salvador para poner fin a décadas de conflicto armado.
También, por el derrumbe del bloque Soviético, lo cual generó un impacto sobre las
expectativas de los grupos insurgentes acerca de las posibilidades reales de concreción del
modelo de sociedad que propugnaban. A ello se suma que estas guerrillas asumieron que
la vía militar estaba agotada en Colombia y que podía ser más fructífero avanzar desde la
legalidad para consolidar sus proyectos políticos.

Estas conversaciones culminaron con la desmovilización del M-19 en marzo de 1990; del
PRT en enero, del EPL en marzo y del Quintín Lame en mayo de 1991. En su mayoría, los
acuerdos de desmovilización combinaban elementos de favorabilidad para el ejercicio de la
acción política legal, como diferentes formas de participación en la Asamblea Nacional

78
Constituyente, que sesionó durante todo el primer semestre de 1991, y medidas de
inversión local de recursos en territorios de actuación de los otrora grupos armados. A eso
se sumaron diferentes mecanismos judiciales de amnistía e indulto generales.

Es de destacarse que el M-19 siguió adelante con su proceso de reintegración, a pesar de


dos graves incidentes. El primero, el día de la firma del Acuerdo de Paz, cuando una patrulla
de la policía atacó el vehículo en el que se movilizaba su máximo comandante, Carlos
Pizarro Leongómez, resultando ligeramente herido. Posteriormente, en plena campaña
presidencial y cuando ya habían sido asesinados el candidato del Partido Liberal y firme
aspirante a la presidencia de la república, Luis Carlos Galán Sarmiento en agosto de 1989,
y el candidato de la UP, Bernardo Jaramillo Ossa el 22 de marzo de 1990; fue asesinado el
26 de abril de 1990 el candidato presidencial del M-19, Carlos Pizarro. Estos asesinatos
marcaron un punto muy alto de violencia política en el país y, de cierta manera, fueron el
cierre de un ciclo de intensificación de la guerra y de la guerra sucia que luego tendría un
nuevo momento de auge en el periodo 1997–2002.

Más adelante, a mediados de 1991, se intentó un proceso de negociaciones entre el


gobierno de César Gaviria y las guerrillas que no habían hecho parte de los diálogos
anteriores: las FARC, el ELN y una fracción del EPL que no se desmovilizó, liderada por
Francisco Caraballo. Estas conversaciones, conocidas como Negociaciones de Tlaxcala
por ser la ciudad mexicana donde se establecieron, no alcanzaron prácticamente ni siquiera
a definir agenda de diálogos y culminaron en mayo de 1992. Esto sucedió al conocerse la
muerte en cautiverio del ex ministro conservador Argelino Durán Quintero, a causa de un
ataque cardíaco cuando se encontraba secuestrado en poder del EPL.

Para las guerrillas estas negociaciones no tenían ninguna posibilidad de terminar en un


acuerdo de paz, pues consideraban que haber insistido en realizar una ANC sin su
presencia era un mensaje de una nueva exclusión política y de negativa a realizar las
reformas que por años habían demandado. Pero también influyó que, tanto las FARC como
el ELN, estaban en pleno proceso de expansión territorial, organizativo y militar. Para dar
el salto cualitativo que las guerrillas habían planificado, encontraron dos vetas de
consecución de recursos que terminarían permitiendo la concreción de estos planes: las
FARC encontraron en el secuestro y el ¨cobro de impuestos¨ a la producción de coca una
valiosa fuente de financiación. Algo similar sucedió con el ELN y su política de cobro de

79
extorsión a las compañías petroleras. La decisión de expansión y la política de consecución
de recursos no sólo llevaron la confrontación a casi todo el territorio nacional, sino que
redundaron en la degradación de la guerra por la creciente afectación a la población civil.

Así será como en los años siguientes –hasta mediados de la primera década del nuevo
siglo– principalmente las FARC van a tener el mayor grado de desarrollo militar de toda su
existencia. En ese sentido, lograron asestar duros golpes a las fuerzas militares y, por
momentos, en algunas zonas del país, pasaron de la tradicional confrontación de guerrillas,
basada en operaciones militares de golpear y huir, a concentrar grandes unidades militares
de más de 1.000 combatientes. Estos se enfrentaban de manera sostenida y defendían el
territorio, durante largos periodos de tiempo, en una avanzada hacia la guerra de
movimientos.

En este periodo, las FARC encadenaron una serie de victorias militares sobre la fuerza
pública y alcanzaron a retener en su poder a más de 1.000 integrantes de las fuerzas
armadas, capturados en su mayoría en combate. En este periodo, además, intensificaron
su accionar y presencia en zonas urbanas, desatando una campaña de secuestros de
líderes políticos regionales, a los que buscaban canjear por sus combatientes detenidos en
cárceles. Sin duda, resulta el lapso en el que tuvieron un mayor número de integrantes en
sus filas, logrando una actuación prácticamente nacional.

Es en este contexto que llegó a la presidencia de la República, en 1998, el conservador


Andrés Pastrana Arango, hijo del último presidente del Frente Nacional Misael Pastrana
Borrero. El elemento que decidió la presidencia en favor de Pastrana en 1998, luego de
perder la primera vuelta de las elecciones con el candidato liberal Horacio Serpa Uribe, fue
su propuesta de diálogos de paz con las FARC.

El modelo de negociación establecido entre el nuevo Gobierno y las FARC daba cuenta de
la situación militar: primero, una fuerza pública superada en terreno en muchos lugares por
la guerrilla; segundo, un sistema político en crisis luego del escándalo de la financiación por
parte de narcotraficantes del Cartel de Cali de la campaña electoral del anterior presidente,
Ernesto Samper; y, tercero, una guerrilla claramente en expansión y con planes para la
toma del poder político por la vía armada. Por esto, las negociaciones conocidas como los
Diálogos del Caguán se establecieron en una zona del suroriente del país de 42.000 kms.

80
Esta se desmilitarizó por completo y allí las FARC impusieron que no habría cese al fuego
mientras no hubiera avances significativos en la conversación.

Estas negociaciones duraron casi cuatro años y a pesar de contar con una agenda definida,
no se logró concretar acuerdo en ninguno de los puntos. La mayor parte del tiempo de las
negociaciones estuvo dedicada a atender temas relacionados con el impacto del desarrollo
de la guerra en el resto del país y, en especial, un tema que será desarrollado en el siguiente
acápite de este capítulo: la ofensiva paramilitar de las Autodefensas Unidas de Colombia –
(AUC).

Por su parte, el ELN y el EPL no habían logrado el establecimiento de un proceso de


negociaciones similar al que se estaba desarrollando con las FARC. Cuando el gobierno
Pastrana buscó establecer una zona similar a la que se había acordado con las FARC para
adelantar negociaciones con el ELN en el sur de Bolívar, se encontró con la férrea oposición
de las AUC. Estas, además de boicotear militarmente esta posibilidad, lograron promover
una importante movilización social en la zona que sería la sede de las negociaciones, lo
cual terminó haciendo fracasar la iniciativa. En cuanto al sector del EPL no desmovilizado,
éste se concentró en la zona del Catatumbo, reviviendo el frente militar histórico de la
misma, el Libardo Mora Toro, y se dedicó a consolidar su dominio territorial y militar
apelando a una estrategia silenciosa de control.

Mientras se adelantaban las negociaciones de paz del Caguán, ambas partes, Gobierno y
FARC fortalecían sus capacidades militares haciendo evidente que la mesa de
conversaciones era una estrategia secundaria, mientras lo militar era lo prioritario. Es en
este periodo durante el cual las fuerzas armadas, con la financiación y asesoría militar de
los Estados Unidos, a través del Plan Colombia, hicieron su transformación operativa para
neutralizar a las FARC mediante el fortalecimiento del poder aéreo. En pleno proceso de
diálogos comenzó a cambiar el equilibrio de fuerzas en contra de la guerrilla de las FARC.
Esta empezó a ver golpeada su capacidad militar, basada en la concentración de grandes
unidades militares, las cuales ahora sufrían grandes bajas a manos del poderío militar
aéreo.

Finalmente, el 20 de febrero de 2002, se produjo un nuevo incidente originado por la


guerrilla de las Farc al desviar un pequeño avión comercial a la zona desmilitarizada para

81
secuestrar al congresista del Huila, Jorge Eduardo Gechem, del Partido Liberal. De este
acto se aprovechó el presidente Pastrana para declarar rotas las conversaciones, decidir el
fin de la zona desmilitarizada e iniciar así una nueva fase de guerra generalizada. Lo
anterior, en un contexto internacional profundamente marcado por los atentados del 11 de
septiembre de 2001 en Estados Unidos, además de la lucha contra el terrorismo mundial.
Adicional a esto, Pastrana contaba con una situación interna caracterizada por el cambio
en la correlación de fuerzas a favor de las fuerzas militares y por la existencia de un
poderoso ejército paramilitar, con actuación en todo el país y con la determinación de ser
un actor decisivo en la confrontación armada nacional.

2.1.4. El paramilitarismo aparece con fuerza a comienzos de


los 80 en la escena del conflicto armado: la alianza entre
algunas expresiones de las élites, narcotraficantes y
sectores institucionales.

Desde 1965 la normatividad en Colombia permitía la promoción de grupos de civiles para


apoyar labores de la fuerza pública en la lucha contra organizaciones ilegales. Mediante la
expedición del Decreto 3398 de 1965, convertido en legislación permanente por la Ley 48
de 1968, se facultaba al Ministerio de Defensa Nacional: "Por conducto de los comandos
autorizados, para amparar, cuando lo estime conveniente, como de propiedad particular,
armas que estén consideradas como de uso privativo de las Fuerzas Armadas”. Además,
en su artículo 25, dicho decreto autorizaba al Gobierno nacional para utilizar a la población
civil "en actividades y trabajos con los cuales contribuyan al restablecimiento de la
normalidad".56

Sin embargo, el creciente protagonismo de los grupos paramilitares en el conflicto armado


colombiano comenzó a hacerse más visible a partir de principios de los años 80. Lo anterior,
en especial por las experiencias de los grupos paramilitares en la zona del Magdalena
Medio, en Puerto Boyacá, y del denominado escuadrón Muerte a Secuestradores (M.A.S),
que surgió en Medellín en noviembre de 1981.

56
Para ampliar información consultar: Giraldo Moreno, J. (s.f.). Desde los márgenes. El
Paramilitarismo: una criminal política de Estado que devora el país. Página oficial de Javier Giraldo
Moreno, S.J. https://www.javiergiraldo.org/spip.php?article76.

82
En el caso de Puerto Boyacá, la organización paramilitar se articuló alrededor de una
coalición de confluencia de intereses entre sectores de élites, ligados a actividades como
la ganadería, la agroindustria, la minería y el comercio. Además, junto con élites políticas
locales e integrantes de la fuerza pública, en reacción a la expansión política del Partido
Comunista y militar de las FARC en la región, como bien lo analiza Carlos Medina Gallego
en un texto pionero sobre el tema.57

Con respecto al caso del MAS, si bien se origina en un hecho concreto –el secuestro de
Martha Nieves Ochoa el 12 de noviembre de 1981, integrante de una reconocida familia de
narcotraficantes de Medellín–, debe ser relacionado con el momento político que vivía
Colombia, ya que se convirtió en una prueba piloto de lo que posteriormente sería el masivo
fenómeno paramilitar de los años 80 en Colombia.

Frente al surgimiento del MAS, se ha quedado en el imaginario la idea de un grupo que


surgió y actuó solo para presionar que el M-19 pusiera en libertad a la señora Ochoa. Si
bien es cierto que nació con esa motivación y con un peso esencial del narcotráfico, desde
su origen estuvo influenciado por oficiales de las fuerzas armadas colombianas, que vieron
en la creación de grupos paramilitares una estrategia adecuada de lucha contrainsurgente
en desarrollo de las teorías de la seguridad hemisférica, de la seguridad nacional y de la
lucha contra el enemigo interno, impulsadas por el gobierno de los Estados Unidos en
América Latina en el marco de la Guerra Fría.

El 1 de diciembre de 1981, los hermanos de Martha Nieves Ochoa convocaron a un


encuentro de urgencia que se realizó en el Hotel Intercontinental de Medellín al que
asistieron 223 personas, la mayoría jefes de la mafia, entre ellos, Pablo Escobar,
Carlos Ledher y Gonzalo Rodríguez Gacha.

El objetivo de esta reunión era crear un proyecto que contrarrestara las acciones de
los grupos guerrilleros, y en el que los asistentes dieron cada uno 2 millones de
pesos y 10 de sus mejores hombres. De esta manera nació el MAS, un ejército

57
Medina, C. (1990). Autodefensas, paramilitares y narcotráfico en Colombia. Origen, desarrollo y
consolidación. El caso de "Puerto Boyacá". Documentos Periodísticos.

83
privado de 2.230 hombres y un fondo de 446 millones de pesos para “recompensas,
ejecuciones y equipo”.

Algunas versiones de la época, recogidas en medios de comunicación, aseguran


que en este encuentro participaron miembros del ejército, directivos de empresas
petroleras y de otras multinacionales, pero sólo hasta la publicación de un informe
de la Procuraduría, se demostrarían los alcances reales de los tentáculos de la
mafia, principalmente dentro de las Fuerzas Armadas. 58

El propósito de la asamblea, según el comunicado oficial que luego emitieron, era tratar el
tema de los secuestros que se estaban realizando en el país. Estos vulneraban sus
intereses personales y económicos, pues ese era dinero que preferían “invertir en escuelas
y hospitales”, en tanto ellos eran los “agentes del progreso y el trabajo en el país”.

De acuerdo con la versión de la familia Ochoa sobre el rescate de Marta Nieves en febrero
de 1982, la creación de un movimiento mafioso contra los secuestradores obedecía a una
forma de autodefensa de la mafia paisa y de protección de sus patrimonios. Esta se sentía
amenazada por el control territorial y económico que las guerrillas de izquierda estaban
ejerciendo. Sin embargo, María Teresa Ronderos (2014, p. 41) afirma que:

contrario a lo que comúnmente se conoce, esa tenebrosa organización no fue


presidida por los capos de Medellín, sino por Santiago Ocampo, entonces jefe del
Cartel de Cali. El vicepresidente fue Manuel Garcés González, socio de Ocampo en
una aerolínea que traficó drogas y que irónicamente se llamaba Aerolíneas Medellín,
y el tesorero fue Jorge Luis Ochoa, hermano de la secuestrada. El MAS, bajo
Ocampo, se volvió un puente entre los carteles y los militares colombianos en
operaciones de Ocampo, donde miles de volantes fueron arrojados el 4 de diciembre
de 1981, en medio de un partido de fútbol.

58
Para ampliar la información consultar: Verdad Abierta. (23 de septiembre de 2011). Muerte a
secuestradores MAS. Los orígenes del paramilitarismo. https://verdadabierta.com/muerte-a-
secuestradores-mas-los-origenes-del-paramilitarismo/. Ronderos, M. T. (2014) también se ocupa de
esta agrupación narco paramilitar en su libro Guerras recicladas. Una historia periodística del
paramilitarismo en Colombia. Penguin Random House Grupo Editorial S.A.S.

84
En esa reunión en el Intercontinental, los carteles se dividieron el comercio. Y, según
Ronderos, (2014, p. 41):

definieron que Escobar se encargaría más de la seguridad de los embarques, y los


demás grandes narcos se dividieron geográficamente el mercado estadounidense:
al Cartel de Cali, entonces dirigido por Santiago Ocampo Zuluaga, más organizado
y poderoso, le dejaron el grueso del territorio, mientras que el de Medellín se quedó
con el del sur de la Florida.

Continúa diciendo que los patrocinadores del MAS compraron, a comienzos de los 80,
fincas en el Magdalena Medio, Rodríguez Gacha compró El Sortilegio en Puerto Boyacá,
Las Nutrias, Albania y La Fe. En 1978, Pablo Escobar había comprado la Hacienda Nápoles
en Puerto Triunfo, porque la zona

era lo suficientemente aislada para montar allí sus laboratorios de procesamiento de


cocaína sin ser visto por las autoridades y, a la vez, desde este punto central de la
geografía podía sacar la carga clandestina por distintas rutas. Además, no había
Policía en la mayoría de los pueblos de la región y el poco Ejército que había estaba
dedicado a la persecución antisubversiva. (Ronderos, 2014, pp. 37-38).

Los vínculos del MAS con el Ejército se establecieron oficialmente en un informe del
Procurador General de la Nación Carlos Jiménez Gómez, que se publicó el 20 de febrero
de 1983. En el informe oficial indicaba el Procurador sobre la remisión de los procesos
penales a la jurisdicción ordinaria por el tipo de “concierto para delinquir”, vinculando a 163
personas, de las cuales 59 eran miembros activos de las Fuerzas Armadas. Además,
excluía a todos aquellos de quienes no se conocían, de acuerdo con las investigaciones
realizadas, nombres y apellidos completos. Los otros crímenes que se derivaran de los
procesos serían remitidos a los juzgados competentes.

El Procurador escribió en la carta enviada a Belisario Betancur:

Si hoy descorro el velo de este enigma es precisamente en cumplimiento del


compromiso que implica en sí mismo el anuncio de una investigación y el haberla,
además, llevado a su término. Numerosos y graves acontecimientos me han hecho

85
reflexionar largamente sobre la conveniencia de que la opinión pública conozca la
verdad de lo que a este respecto viene sucediendo, pero pesando en todas las
balanzas el fardo de mi responsabilidad, he llegado a la conclusión a conciencia de
que no puedo callar sin abdicar de mis funciones constitucionales y legales.
(Villarraga, 2004, p. 72).59

Para el Procurador, según afirma en el informe, el MAS era un:

[…] mecanismo criminal de contraofensiva social, económica y política (al que


venían…) paulatinamente cediendo y apelando, en forma cada vez más recurrente
y masiva, distintos sectores de nuestra población, en la ciudad y en el campo, para
combatir las más diversas manifestaciones del conflicto social. Finqueros y
ganaderos, comerciantes, líderes de la nueva política lugareña, o regional o simples
activistas de esos que siempre brotan y proliferan en torno a todo desastre, para
azuzarlo, aprovecharlo o acrecentarlo, han venido encontrando fácilmente agentes
para reprimirlo todo a su gusto: desde los remotos malos antecedentes personales
o las actividades ilícitas, encarnadas en la delincuencia común o en la política,
organizadas o esporádicas, reales o presuntas, hasta la malquerencia, el rumor o la
simple sospecha” […] “vistas las cosas fría y objetivamente, es indudable que las
personas que en tal forma han procedido, vienen corriendo, para ampliarlos, por sí
y ante sí, los linderos de su autonomía, a espaldas de sus mandos y atentando
contra unas instituciones en cuyo nombre, en cuyo pundonor, cuya moral de servicio
en nada podrán considerarse lastimadas por las conclusiones de esta
investigación.60

Dos semanas más tarde se revelaría un primer listado de 63 integrantes del MAS, de los
cuales 59 eran miembros activos de las Fuerzas Armadas. Además, varios estaban
ubicados en batallones militares y comandos de Policía de Antioquia, especialmente de
Puerto Berrío.61

59
Para ampliar información consultar: Villarraga Sarmiento, Á. (Comp. y Ed.). (2008). Biblioteca de
Paz. Serie el proceso de paz en Colombia 1982-2002. Tomo 1. Tregua y cese al fuego bilateral.
FARC, EPL, M-19 y ADO. Fundación Cultura Democrática.
60
El Colombiano, (Febrero 8 de 1983). p. 12B
61
El Colombiano, (Febrero 20 de 1983). Portada y p. 2 A.

86
A principios de 1983, en la Revista de las Fuerzas Armadas, Fernando Landazábal Reyes,
Ministro de Defensa, declaraba respecto de las investigaciones adelantadas por la
Procuraduría:

Podrían estarse originando los argumentos para un nuevo conflicto interno de la


nación, pues indudablemente, aquella parte honesta de la sociedad, que se
considera dignamente representada y defendida por las Fuerzas Armadas, tendría
que ponerse en pie al lado de sus instituciones, y éstas, ante las perspectivas del
desdoro de su dignidad, podrían disponer su ánimo para una contienda de
proporciones incalculables e imprevisibles que llevaría a nuestro país a una nueva
fase de la violencia, en la que todo se perdería para la paz y nada se ganaría para
la patria, para la que en tales condiciones se abrirán las puertas del conflicto civil
generalizado.62

Además, el ministro pedía una "guerra generalizada" para detener la mayor erosión del
prestigio de las Fuerzas Armadas. Decía que el único mérito de la amnistía suscrita entre
el Gobierno y las FARC, en 1984, era “haber expuesto toda la farsa” y hacía un llamamiento
para que se tratara a los guerrilleros como delincuentes comunes: "han demostrado ser
miembros de organizaciones criminales cuyos objetivos son la trata con extorsión y
secuestros de personas".63

Aunque formalmente el MAS anunció su disolución luego de la liberación de Martha Nieves


Ochoa, este grupo siguió actuando en diferentes lugares del país, en especial en el
Magdalena Medio con la denominación de Masetos. Luego se expandieron a la región del
Nordeste antioqueño, asumiendo el nombre de Muerte a Revolucionarios del Nordeste
(MRN). Se repetía el mismo modus operandi: asesinatos selectivos o colectivos contra
presuntos colaboradores de la guerrilla; todo ello con una alta dosis de cooperación de la
fuerza pública.

Su experiencia y capacidad militar van a ser decisivas en la oleada paramilitar que se desató
en Colombia a mediados de la década de los 80, y que contribuyó al fracaso del proceso

62
Giraldo, J. (2004). El Paramilitarismo: una criminal política de Estado que devora el país. Desde
los márgenes. Página oficial de Javier Giraldo Moreno, S.J.
https://www.javiergiraldo.org/spip.php?article76.
63
HAG 145. Informe Colombiano. (1983). Landazabal Reyes llama a la guerra. 2(1), p. 3.

87
de negociación, intentado entre el Gobierno de Betancur y las guerrillas de las FARC, el
M19 y el EPL a partir de 1984.

Una segunda oleada paramilitarse presentó en la segunda mitad de los años ochenta. En
un hecho que ratifica la hipótesis de Mauricio Romero64 sobre la coincidencia entre ciclos
de auge paramilitar en Colombia y negociaciones de paz con las FARC. Este periodo se
caracteriza por un visible incremento del accionar paramilitar en todo el país.

Según la investigación desarrollada por Romero, al observar los ciclos de violencia


paramilitar, se encuentra una coincidencia entre el auge de acciones armadas y los
procesos de negociación adelantados con las FARC por los Gobiernos de Belisario
Betancur (1982-1986) –aunque la oleada violenta se prolongó hasta 1990–, y por el de
Andrés Pastrana Arango (1998–2002).

Para este autor, los paramilitares, definidos como ¨empresarios de la coerción¨, son la
expresión de una reacción de las élites regionales que se resisten a procesos de
modernización, en la perspectiva planteada por Eduard Gibson.65 En el caso colombiano
son reacciones armadas al temor de sectores de las élites regionales a que en la mesa de
negociaciones se alteren las relaciones politicas y económicas de las regiones, como
consecuencia de la legalización de un contradictor territorial como las FARC.66

Esto explicaría la conformación de alianzas paramilitares regionales, en las cuales


confluyeron sectores de las fuerzas armadas e institucionales, sectores vinculados a la gran
propiedad terrateniente y ganadera, junto con algunas empresas agroindustriales y
mineras, así como organizaciones criminales. Estas se articularon alrededor de un enemigo
común: la guerrilla y todo tipo de movimiento social y político que buscara una
transformación democrática del territorio. Además, junto con líderes sociales, políticos,
abogados y defensores de derechos humanos, todos ellos considerados integrantes de la

64
Romero, Mauricio. Paramilitares y autodefensas. 1982-2003. Bogotá, IEPRI y Planeta editores,
2003. 181 páginas.
65
Gibson, Edward L. Autoritarismo subnacional: estrategias territoriales de control político en
regímenes democráticos. En: Universidad del Rosario, Revista Desafíos, Bogotá (Colombia), (14):
204-237, semestre I de 2006.
66
Romero, M. Paramilitares y autodefensas1982-2003. (2003). IEPRI y Planeta editores p. 293

88
¨subversión¨, de acuerdo a la doctrina de la lucha contra el enemigo interno y la amenaza
comunista.

Esto explica el perfil de las acciones paramilitares del periodo, las cuales se concentraron
principalmente en lo que estas fuerzas identificaban como “el entorno de las FARC”, como
los líderes y bases de la Unión Patriótica. Por eso es un periodo de asesinatos selectivos
muy numerosos y extendidos por todo el territorio nacional, de concejales, alcaldes,
diputados, y congresistas de la Unión Patriótica, incluso de dos candidatos presidenciales
de esta colectividad: Jaime Pardo Leal (agosto de 1987) y Bernardo Jaramillo Ossa (marzo
de 1990). Tambien fueron objeto de ataque integrantes y líderes de otros partidos políticos
de izquierda como el Frente Popular y A Luchar; así como intelectuales y abogados
defensores de derechos humanos, sindicalistas e integrantes de movimientos sociales.

Junto a esta acción violenta selectiva, en el país comenzaron a presentarse un conjunto de


masacres contra la población civil de zonas en las cuales la UP obtuvo importantes
resultados electorales. Una muestra emblemática de este comportamiento es la masacre
de Segovia, Antioquia, ocurrida el 11 de noviembre de 1988. Allí, un grupo de paramilitares,
con la complicidad tanto del Ejército como de la Policía, incursionó y asesinó a 47 personas
y dejó heridas a otras 45, muchas de ellas reconocidas por su liderazgo y militancia en la
Unión Patriótica.67

El motivo de la masacre, como quedó establecido en la investigación judicial posterior, fue


una acción de retaliación ordenada por el jefe liberal de la zona, César Pérez García, como
castigo por la pérdida de la hegemonia liberal y por el ascenso electoral de la Unión
Patriótica en el municipio. Esto condujo a que en el Concejo hubiese mayoría de este partido
y, en consecuencia,que el presidente nombrara al alcalde de esa filiación política. En la
financiación de la masacre se nombró, sin establecer responsabilidad definitiva, a
empresarios, comerciantes y narcotraficantes de la zona.

En cuanto a los responsables materiales, establecido ya el determinador, eran los


integrantes ya mencionados de Muerte a Revolucionarios del Nordeste MRN, liderados por
Alonso de Jesús Vaquero, alias Vladimir, quienes contaron con información de inteligencia

67
Centro Nacional de Memoria Histórica. (2010). Silenciar la Democracia, las masacres de Segovia
y Remedios 1982-1997. Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH).

89
y apoyo operativo del batallón Bomboná, acantonado en la zona, con sede en Puerto Berrío.
La noche de la masacre el grupo paramilitar se desplazó desde la sede del Ejército, y
mientras ejecutaban el crimen, no hubo reacción ni de la Policía ni del Ejército, por lo que
actuaron y huyeron sin ningún obstáculo. En las primeras declaraciones a los medios de
comunicación, las fuerzas militares y de policía señalaron como responsables a las FARC.68

Posteriormente, se presentó una oleada de crimenes selectivos en contra de la Unión


Patriótica en otros municipios de la zona, como Remedios, pero varió la modalidad luego
del escándalo que generó la masacre. Muchas otras masacres como esas se perpetraron
en el país, en las que se comenzó a evidenciar algo que ya se había señalado desde el
surgimiento del Movimiento Muerte a Secuestradores (MAS): un creciente peso y
protagonismo del narcotráfico en la lucha contrainsurgente.69

Este fenómeno era tan abrumador que incluso el relato hegemónico entre algunos analistas
y sectores de opinión hasta hoy, es que la guerra sucia de ese periodo, en especial la que
sufrió la Unión Patriótica. Era una retaliación de los narcotraficantes, quienes así buscaban
golpear a las FARC por la confrontacion territorial en el Magdalena Medio y en otros
territorios. En estos se habían presentado enfrentamientos entre esta agrupación
insurgente y los ejércitos del narcotráfico; argumento que desconoce tanto otras
motivaciones relacionadas con el conflicto político, como el papel de la institucionalidad en
la guerra sucia.70

Este ha sido un punto de discusión en el mundo académico y en el jurídico. Hay varias


investigaciones sobre lo ocurrido con la Unión Patriótica 71 que han servido no sólo para

68
Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal. (15 de mayo de 2013). Acta 148. Única
Instancia 33118 I/. César Pérez García.
Página del Centro Nacional de Memoria Histórica.
http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/descargas/sentencias/SentenciaExcongresistaCesarP
erez15mayo2013_33118.pdf.
69
Según el Observatorio de Memoria y Conflicto del CNMH, en Colombia entre 1958 y 2018, se
cometieron 4.210 masacres que dejaron 24.447 víctimas, en su inmensa mayoría civiles. El período
de mayor agudización es 1988-2008.
http://centrodememoriahistorica.gov.co/observatorio/infografias/. Consultado el 29 de julio de 2019.
70
A propósito, es ilustrativo de esto el debate que ha generado en el país una columna del periodista
Alberto Donadío (10 de enero de 2021), sobre la presunta responsabilidad de Virgilio Barco Vargas
en el exterminio de la Unión Patriótica. Virgilio Barco y el exterminio de la UP. Página de Los
Danieles. https://losdanieles.com/columnista-invitado/virgilio-barco-y-el-exterminio-de-la-up/
71
Por ejemplo, la investigación de Dudley, Steven. (2008). Armas y urnas. Historia de un genocidio
político. Editorial Planeta.; para una mirada más regional sobre lo ocurrido en Urabá: Suarez, Andrés.

90
profundizar el debate académico, sino que han sido un insumo para los juicios nacionales
e internacionales que se han presentado respecto a este caso. Por parte de los sobrevientes
de la UP, y el mundo intelectual cercano a esta experiencia política, se ha cuestionado que
se haya desplazado la responsabilidad de su victimización a un actor del mundo criminal,
el narcoparamilitarismo. Adicional a esto, que se atribuya el centro de la motivación a una
violencia retaliatoria contra la UP motivada en venganzas y ajustes de cuentas con las
FARC que, al no poder golpearlas directamente, se golpeaba su partido político cercano.

Se considera, entonces, que esto invisibiliza la responsabilidad de sectores del Estado en


los planes de exterminio, las alianzas con grupos narcoparamilitares, las motivaciones de
la lucha por el poder político local y las aspiraciones de eliminar a un competidor que
entraba a disputar los poderes tradicionales de alcaldías y gobernaciones. Andrei Gómez-
Suárez (2018, p. 3), señala sobre este debate:

La macronarrativa dominante entre los académicos colombianos es que la


destrucción de la UP fue la consecuencia de la estrategia política conducida por las
FARC y el PC durante los años 1980; a saber: ¨la combinación de todas las formas
de lucha ¨ (…) En pocas palabras, la afirmación es que la combinación de armas y
polítrica de las FARC puso a la UP en una posición que legitimó los ataques
violentos de sus miembros por parte de organiazciones paramilitares. (p. 21).72

Posteriormente, entre 1997-2002, se produjo una nueva oleada de auge paramilitar en el


marco de los Diálogos del Caguán. Esta vez con cambios cualitativos: primero, las FARC
estaban en plena ofensiva a nivel nacional y consideraban que podían lograr la toma del
poder por la vía armada o, en su defecto, establecer un proto estado en el suroriente del
país. Segundo, luego de casi 20 años del fenómeno paramilitar la estrategia se había
pefeccionado.Junto con los asesinatos selectivos, se empezó a implementar una vasta
acción de violencia contra la población civil de una buena parte del país, motivada por la
pretención de aislar y asfixiar a las unidades guerrilleras. Esto resultó una clara aplicación
de la noción táctica consistente en que si la guerrilla se movía como pez en el agua, su

(2007). Identidades políticas y exterminio recíproco. Masacres y guerras en Urabá (1991- 2001). La
carreta editores.; y el informe del CNMH (2018). Todo pasó frente a nuestros ojos. Genocidio de la
Unión Patriótica 1984-2002.
72
Gómez-Suárez, A. (2018). Genocidio, geopolítica y redes trasnacionales. Una contextualización
de la destrucción de la Unión Patriótica en Colombia. Ediciones Universidad de Los Andes.

91
debilitamiento pasaba por desecar el agua. Era una estrategia contrainsurgente combinada:
mientras las fuerzas armadas se encargaban de la lucha contra la guerrilla en terreno,
buscando el combate, las fuerzas paramilitares se encargaban de infundir terror
generalizado a la población, que había convivido por décadas con las unidades guerrilleras.

Finalmente, se presentó un fortalecimiento de la articulación entre las dinámicas regionales


del paramilitarismo con un plan estratégico nacional. Este se concretó en el nacimiento, en
1997, de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), a partir del modelo de las
Autodefensas Campesinas de Córdoba y Uraba (ACCU). Estas últimas se conocieronen
su momento originario, en 1987, comos Los Tangueros, por tener su base de operaciones
en la finca Las Tangas, propiedad de los hermanos Castaño Gil, encargados de liderarlos.
Los Castaño provenían del municipio de Amalfi, en el Nordeste de Antioquia, y luego se
trasladaron y establecieron su zona de operaciones en el norte del Urabá antioqueño y el
sur de Córdoba, desde mediados de los años 80 hasta su desmovilización parcial en 1994.
Se reactivaron tan sólo un año después, cobiijadas por la normatividad que establecía la
legalidad de crear cooperativas de seguridad conocidas como Convivir.73

Otro de los bloques paramilitares originales que aportó su experiencia y trayectoria a las
AUC resultó de las Autodefensas del Magdalena Medio (1993), herederas del proceso
anterior de los grupos paramilitares de Puerto Boyacá. Estas habían reconfigurado su
accionar bajo el liderazgo de Ramón Isaza, establecido en el corregimiento de Las
Mercedes del municipio de Sonsón, Antioquia.

En estas coaliciones regionales es evidente el peso de sectores de las élites políticas y


económicas regionales, integrantes de la fuerza publica, junto con grupos ilegales,
principalmente, dedicados al narcotráfico, en especial de la nueva generación después de
Pablo Escobar. Como los hermanos Castaño, que habían trabajado primero con el capo en
el Cartel de Medellín, y luego junto a cuerpos de las fuerzas armadas y agencias de
seguridad nacionales y extranjeras, al conformar Los Pepes, Perseguidos por Pablo
Escobar, grupo que actuó en el pais y sobre todo en el área metropolitana de Medellín,
realizando acciones ilegales contra Escobar y sus lugartenientes. Esto explica por qué suele
afirmarse que, en parte, el paramilitarismo de los 90 asumió la forma de las sociedades

73
Decreto Ley 356 de 1994.

92
regionales que lo prohijaron, aunque no es una simple sumatoria de conflictos regionales
violentos, sino que es una síntesis entre dinámicas nacionales y regionales.

La espiral de violencia desatada por las AUC, junto con el proceso paulatino de captura y
reconfiguración del Estado74 por parte de sectores aliados del paramilitarismo en una buena
parte del país, ha sido uno de los obstáculos centrales a la consolidación del proceso de
paz adelantado con las FARC. Puede considerarse que es la máxima expresión de la
coalición entre sectores de las élites regionales y nacionales en torno a un modelo de
sociedad que, basado en la lucha conntrainsurgente, logra la remodelación de sectores
institucionales e incluso desarrollar una acción legislativa en funcion de sus intereses. Como
lo demostró, posteriormente, la investigación de la Corte Suprema de Justicia entre 2006 y
2010 que se conoce como el escándalo de la parapolítica. En el Congreso de la República
tenían asiento un número cercano al 40% de congresistas,logradondo sus curules gracias
al respaldo de los grupos paramilitares y sus aliados regionales. Un fenómeno similar de
ocupación de entidades públicas se presentó en las regiones, incluyendo cargos de
eleccion popular, gobernaciones, asambleas departamentales, alcaldías y concejos
municipales.75

Luego de la ruptura del proceso de paz del Caguán, en febrero de 2002, pero especialmente
tras el triunfo del candidato de derecha Álvaro Uribe Vélez, las AUC iniciaron un proceso
de acercamiento con el Gobierno nacional. Este se concretó posteriormente entre 2003 y
2006, con la desmovilización de 31.651 combatientes, en 35 actos de dejación de armas
en los que entregaron un total de 18.002 armas.76

Según el Observatorio de Memoria y Conflicto (OMC) del Centro Nacional de Memoria


Histórica (CNMH), que recopila información de hechos ocurridos entre el 1 de enero de
1958 y el 15 de septiembre de 2018, los grupos paramilitares son responsables del
reclutamiento y/o utilización de 1.581 niños, niñas y adolescentes. Además, de 2.113

74
Luis Jorge Garay Salamanca. (2008). La captura y reconfiguración cooptada del Estado en
Colombia. Corporación Transparencia por Colombia.
75
Romero Bermúdez, M. (Ed.) (2007). Parapolítica: la ruta de la expansión paramilitar y los acuerdos
políticos. Intermedio.
76
Organización de Estados Americanos. (14 de febrero de 2007). Octavo Informe Trimestral del
Secretario General al Consejo Permanente Sobre la Misión de Apoyo al Proceso de Paz en Colombia
(MAPP/OEA).https://www.mapp-oea.org/wp-content/uploads/2018/02/VIII-Informe-Trimestral-
MAPPOEA.pdf.

93
masacres (homicidios con cuatro o más víctimas con unidad de hecho o conexidad a pesar
de su dispersión en el tiempo y el espacio). También, de 2.309 ataques a bienes de civiles,
de 13 atentados terroristas, como también de 77.800 asesinatos selectivos (el homicidio
intencional de tres (3) o menos personas en estado de indefensión y en iguales
circunstancias de modo, tiempo y lugar, perpetrados por los actores del conflicto armado o
con su participación). Adicional a esto, son responsables de 5.286 hechos de violencia
sexual, de 3.752 secuestros y de 26.284 desapariciones forzadas. Del total de 216.439
muertes documentadas por el OMC, los paramilitares son responsables de 94.579. 77

Gráfico 2-2: Presuntos responsables según violencia contra la vida e integridad física
por ataques/afectaciones a la población civil y combatientes en estado de indefensión.

Fuente: Observatorio de Memoria y Conflicto (OMC) del Centro Nacional de Memoria


Historica (CNMH) hasta el año 2016.

En la actualización de la información que realizó el Observatorio de Memoria y Conflicto


(OMC) del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), sobre la cifra de homicidios, el
investigador Andrés Suárez, director del OMC en su momento, señalaba que de las cerca
de 260.000 víctimas de homicidio se podía afirmar que hay 94.754, cuya responsabilidad
sería de grupos paramilitares y 5.000 de sus disidencias. Por su parte, 35.600 víctimas se

77
Ver: Observatorio de Memoria y Conflicto del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH).
Página Oficial. http://centrodememoriahistorica.gov.co/observatorio/infografias/.

94
le atribuyen a las guerrillas –cerca de 16.000 a las Farc–, y 9.800 víctimas fatales a agentes
del Estado.78

En este apartado se pudo observar la evolución, en Colombia, de un conflicto armado que


hude sus raíces en una mezcla entre un contexto internacional de luchas políticas como el
de la Guerra Fría. Pero, en el país, al hibridarse con elementos propios de conflictos
económicos, políticos y sociales nacionales y locales, que han estado presentes al menos
durante el siglo XX y produjeron un conflicto armado que se desata desde mediados de la
década de los años 60. A partir de los 80 esta situación se intensificó y expandió a buena
parte del país, al tiempo que los actores armados estatales, paraestatales y contraestales
se hundieron en una pendiente de degradación que dejó millones de vícitmas, en su
inmensa mayoría, pertenecientes a la población civil. A continuación, se presenta un
ejercicio similar acerca de la forma como Medellín se insertó en este conflicto armado
nacional, a partir de sus propias particularidades.

2.2. Medellín: del quiebre del modelo de control


paternalista a la explosión de violencia y la articulación
con el conflicto político armado

Al analizar la forma como el conflicto armado se desarrolló en un territorio existen dos


tendencias. Primero, verlo como la concreción mecánica de un proceso nacional que se
¨traslada¨ a un territorio y se desarrolla allí independiente del contexto local y, segundo,
pensar que el conflicto armado es una suma de dinámicas regionales sin mayor conexión
con lo nacional, más allá de unas denominaciones formales. En este apartado se aborda el
contexto de Medellín y su inserción en el conflicto armado nacional, buscando aportar al
interrogante de porqué la guerra sucia estudiada en esta investigación tuvo la dimensión y
letalidad que se puede encontrar más adelante.

2.2.1 Segunda mitad del siglo XX: se quiebra el modelo de


control social.

78
Noticias Caracol. (2 de agosto de 2018) ‘Paras’ mataron más de 100.000 personas y guerrillas
35.000: CNMH. Página de Noticias Caracol.
https://caracol.com.co/programa/2018/08/02/6am_hoy_por_hoy/1533213673_640453.html

95
Desde mediados del siglo XIX Medellín se distinguió por el desarrollo de un modelo
económico basado en el comercio a pequeña y mediana escala. Se trata de un incipiente
desarrollo industrial y de la creación de una élite económica y política medianamente
conectada con el comercio internacional. Algo extraño en un país con bajos niveles de
comunicación e intercambio extranjero, por la forma como se produjo el poblamiento y
desarrollo de las regiones, así como por el abrupto paisaje montañoso y selvático de sus
territorios.

A partir de comienzos del siglo XX, se desarrollaron en la ciudad diferentes iniciativas


industriales, haciendo de Medellín la capital industrial de Colombia. De este modo,
empresas de tejidos, alimentos, bebidas, cerveza, tabaco y bienes de consumo,
encontraron en esta ciudad un ambiente favorable para su desarrollo, aprovechando la
existencia de unas élites económicas emprendedoras, relativamente modernas en este
ámbito y conectadas con el mundo.

Además, el mercado de trabajo se vio abastecido por migrantes de las poblaciones


cercanas, quienes se ubicaron en la ciudad y consiguieron empleo en las nacientes
industrias y comercios en plena expansión. Correlativamente, las empresas establecieron
sistemas de protección laboral, basados en el paternalismo y la caridad cristiana, que fueron
en general efectivos para mantener el orden social y desactivar protestas sociales y
laborales.

Un componente adicional esencial de este modelo de control estuvo representado en la


doble condición de varios de los integrantes de las élites, quienes al tiempo fueron líderes
económicos y políticos, pues ocuparon lugares de toma de decisiones en instancias como
el Concejo y la misma Alcaldía. Dos de las iniciativas fruto de este modelo mixto de control
paternalista y liderazgo de las élites eran la Sociedad de Mejoras Públicas (SMP), creada
en 1899, y las Empresas Públicas de Medellín (EPM), cuyo origen data de 1955. 79

79
Una versión desde el empresariado moderno antioqueño es la que presenta Nicanor Restrepo
Santamaría (2011) en su libro: Empresariado antioqueño y sociedad, 1940-2004: influencia de las
elites patronales de Antioquia en las políticas socioeconómicas colombianas. Editorial Universidad
de Antioquia, Una crítica a este modelo y sus consecuencias en: Franco, V. (2006). Poder regional
y proyecto hegemónico: el caso de la ciudad metropolitana de Medellín y su entorno regional 1970-
2000. Instituto Popular de Capacitación (IPC).

96
El caso de Medellín es un poco distinto del vivido por otras ciudades colombianas. En
muchas de ellas, su crecimiento en la segunda mitad del siglo pasado coincide tanto con la
crisis económica que vivió la región, a consecuencia de la quiebra del modelo de sustitución
de importaciones, como con la creciente migración campo-ciudad, producto de la violencia
del periodo 1948-1953, del conflicto político armado reconfigurado desde mediados de la
década de los sesenta y del auge del narcotráfico, a partir de finales de esta misma década.

Sobre este carácter de Medellín, Carlos Patiño (2015, p. 43) señala que:

En el caso que nos convoca hoy, la ciudad de Medellín, encontramos una historia
de una ciudad exitosa en su proceso de modernización, y en ello fue de las más
prominentes en Colombia. Desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX,
Medellín se destacó por ser la capital industrial del país y forjó una clase empresarial
caracterizada por un espíritu de lo práctico como en ningún otro lugar en Colombia,
que triunfó en la construcción y comunicación de su éxito económico. Sin embargo,
este énfasis en el desarrollo económico no estuvo acompañado por una fuerte
modernidad que le permitiera un crecimiento acompasado entre lo sagrado y lo
profano.80

Este modelo ¨exitoso¨ comenzó a resquebrajarse en la segunda mitad del siglo pasado y la
crisis alcanzó su mayor nivel de expresión a partir de la década de los 80, cuando se hizo
evidente el quiebre del modelo de ciudad, no solo en lo económico sino también en lo social,
en lo político y en lo cultural. Se pueden mencionar dos grandes evidencias de esto: la crisis
de la industria antioqueña y el auge del narcotráfico, sumado a miles de pobladores que
arribaban o se ubicaban en las zonas periféricas de la ciudad, generando procesos de
autoconstrucción y autoregulación de la vida social al margen, y no pocas veces en contra,
de la regulación institucional.

Según el Dane, la población de la ciudad creció de la siguiente manera: en 1951 tenía


358.189 habitantes; en 1964, 772.887; en 1973, 1.077.252; en 1985, 1.468.089; en 1993,

80
Patiño Villa, C. A. (2015). Medellín: Territorio, Conflicto y Estado. Análisis geoestratégico urbano.
. Universidad Nacional de Colombia sede Bogotá – Instituto de Estudios Urbanos.

97
1.630.009; en 2005, 2.223.078 y, en 2016, 2.464.322. En 60 años la ciudad sumó 2.106.133
habitantes. Sin duda es un reto descomunal para cualquier asentamiento humano.

Gráfico 3-2: Evolución demográfica de Medellín desde 1905.

Fuente: Datos de 1905 a 1938 Historia de Antioquia - Datos de 1951 a 2016 censos del
DANE (2016).81

La segunda mitad del siglo XX y, especialmente, a partir de mediados de los años 70, se
caracterizó en Medellín por la crisis del modelo de control social. Lo anterior, probablemente
como consecuencia de cuatro factores convergentes: la crisis económica que golpeó
duramente las industrias y comercios de la ciudad; la masiva migración y crecimientos
poblacionales; el retiro de las élites de la esfera pública 82 –motivados, entre otras cosas,
por la necesidad de transformar sus esquemas de gobierno corporativo para sobrevivir al
asedio del auge del narcotráfico–; y la irrupción en la escena política y electoral de una
generación de políticos profesionales, muchos de ellos provenientes de pueblos de
Antioquia y con orígenes humildes, que se apropiaron de los cargos de gobierno y elección
popular. Los dos personajes que ejemplifican esta tendencia de ¨plebeyización¨ de la
política, son Bernardo Guerra Serna en el Partido Liberal y J. Emilio Valderrama en el
Conservador.

81
Wikipedia. (2018). Medellín. Página de Wikipedia. https://es.wikipedia.org/wiki/Medell%C3%ADn
82
Restrepo Santamaría, Nicanor. (2011). Empresariado antioqueño y sociedad, 1940-200: influencia
de las elites patronales de Antioquia en las políticas socioeconómicas colombianas. Editorial
Universidad de Antioquia.

98
2.2.2 Crecen los homicidios y se intensifican las violencias
en la ciudad.

Medellín ha sido una ciudad que ha llamado la atención en los últimos cuarenta y tres años
por el alto número de homicidios presentados: 90.628 entre 1980 y 2015, según el Sistema
de Información para la Seguridad y Convivencia (SISC). El comportamiento de los
homicidios se caracteriza por una curva ascendente que empieza a mediados de los años
setenta, vive su mayor periodo de intensidad a comienzos de los noventa y logra una
reducción significativa en la segunda década del siglo XXI, retornando a tasas inexistentes
desde hace casi cinco décadas. Aunque está claro que los homicidios no son la única forma
de medir lo que pasa en contextos de violencia, dado que un control hegemónico de un
grupo armado también puede generar bajos niveles de violencia homicida, la magnitud de
esta forma de violencia en la ciudad no puede ser considerada un dato accesorio o poco
significativo; máxime pensando que la situación original de la que se parte en 1975, con
una tasa de 16,77 %, es significativamente preocupante.

Gráfico 4-2: Homicidios y tasa de homicidios 1980-2015.

Fuente: Elaboración propia con base en información suministrada por el Sistema de


Información para la Seguridad y la Convivencia (SISC) del Municipio de Medellín.

99
Con respecto al comportamiento de los homicidios en el periodo de análisis de la tesis,
1985-2002, se presentaron 73.944 homicidios, es decir el 81.6% de los 90.628 casos de
todo el periodo registrado entre 1975-2015. Esto señala que la mayor parte de los
homicidios se concentraron en los 17 años seleccionados para el estudio.83

Es difícil encontrar otra ciudad similar en el mundo occidental con un número tan alto de
homicidios, cuya situación haya perdurado en el tiempo. Sólo por razones comparativas,
esta es la relación de homicidios entre Colombia y Medellín:

Gráfico 5: Tasa de Homicidio comparativa de Colombia y Medellín, 1980-2012.

Fuente: (Perea, 2016, p. 40).

En un estudio comparativo sobre las tasas de violencia homicida en un numeroso grupo de


ciudades colombianas,84 Carlos Mario Perea las divide entre megalópolis, ciudades
grandes, intermedias y pequeñas. Así, identifica cómo Medellín está en el segundo lugar
en cuanto a tasas de homicidio entre 1980 y el 2010, con una tasa de 206 homicidios por
cien mil habitantes, luego de Apartadó en el Urabá antioqueño con 162, y lejos de ciudades
como Cali, puesto 14 con 81, Barranquilla puesto 32 con 40, y Bogotá, puesto 38 con 33
homicidios por cien mil habitantes (p. 273).

83
SISC. (Marzo 18 de 2018). Solicitud de información, comunicación personal.
84
Perea, Carlos Mario. (2016) Vislumbrar la paz. Violencia, poder y tejido social en ciudades
latinoamericanas. IEPRI Universidad Nacional de Colombia. Penguin Random House Grupo
Editorial, en especial el capítulo 5, “Resituar la ciudad, conflicto violento, conflicto armado y paz”.

100
En las explicaciones sobre esta explosión de violencia homicida, la mayoría de los trabajos
coinciden en señalar que el desarrollo de organizaciones ilegales vinculadas a negocios
ilícitos, en especial al narcotráfico, y sus disputas y reconfiguraciones, han generado una
buena parte de estos homicidios en la ciudad.85 Sin embargo, Medellín también ha sido una
de las principales urbes del país en donde el conflicto político armado ha jugado un papel
central en la generación de dinámicas de violencia, en especial en el periodo 1997-2003.
Esto ha motivado varios trabajos de investigación sobre dicha coincidencia entre el conflicto
armado interno y su expresión en la ciudad.86 El más reciente es el informe del Centro
Nacional de Memoria Histórica (CNMH) “Medellín: memorias de una guerra urbana” (2017).
En este, para dar cuenta de los umbrales brumosos entre violencia política y otras
modalidades de violencia presentes en la ciudad, se construyó la categoría de “violencias
asociadas al conflicto armado”.87

No obstante, poco se ha trabajado sobre la guerra sucia, a pesar de que en la ciudad se


han presentado acciones recurrentes de violencia contra integrantes de partidos políticos
alternativos, movimientos sociales, intelectuales, organizaciones sindicales y de defensa de
los derechos humanos desde comienzos de la década de los 80. Para ejemplificar esta
situación, uno de los casos objeto de esta tesis es el del asesinato de 17 personas
integrantes de la Universidad de Antioquia entre junio y diciembre de 1987, y el caso del
Comité Permanente de Derechos Humanos de Antioquia, al cual le asesinaron cuatro
presidentes y uno más resultó desaparecido entre 1987 y el año 2000.88

En general, las explicaciones sobre la violencia en la ciudad se han centrado en el impacto


de las estructuras del narcotráfico y el crimen organizado. A esto se han sumado miradas
sobre la interrelación entre el conflicto armado nacional y las violencias urbanas propias de
la ciudad, entre finales de los años 90 y comienzos de la primera década del siglo XXI. Se

85
Martin, Gerard. (2012). Medellín tragedia y resurrección: mafia, ciudad y Estado: 1975-2012.
Editorial Planeta.
86
Nieto, Jaime y Robledo, Javier. (2006). Conflicto violencia y actores sociales en Medellín. Zona
centroriental comunas 8 y 9. Editorial Universidad Autónoma Latinoamericana- EPM.
87
Centro Nacional de Memoria Histórica. (2017). Medellín: memorias de una guerra urbana. CNMH-
Corporación Región - Ministerio del Interior - Alcaldía de Medellín - Universidad EAFIT - Universidad
de Antioquia. Página del CNMH. http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/informes-
2017/medellin-memorias-de-una-guerra-urbana
88
Ruiz Botero, Luz Dary et al. (2019). Confiando en la humanidad: iniciativas colectivas de
construcción de paz en Medellín 1980-2015. Editorial Colegio Mayor. El caso del Comité Permanente
se aborda en el capítulo 3, “Seres valientes, que dicen verdades que cuestan vidas: el comité
permanente por la defensa de los derechos humanos en Antioquia”.

101
han abordado mucho menos, en la ciudad, las dinámicas de guerra sucia desde comienzos
de la década del 80 hasta comienzos de la primera década del siglo XXI, así como sus
impactos colectivos y su incidencia en la reconfiguración del orden político y social.89

Con respecto al caso de Medellín, el alto número de asesinatos -situación en intensidad y


duración que no ha vivido ninguna otra ciudad colombiana -y probablemente ninguna otra
ciudad del mundo-, se ha explicado desde factores estructurales como el económico, el
político y el cultural. Pero también desde dos coyunturas principales: de un lado, el
desarrollo en la ciudad, desde finales de la década de los 70, de una poderosa estructura
criminal vinculada al narcotráfico trasnacional, que empezó con el Cartel de Medellín
liderado por Pablo Escobar.90 Luego de la muerte del capo, en 1993, se reemplazó por la
denominada Oficina de Envigado, vigente hasta nuestros días con múltiples
reconfiguraciones, aunque su capacidad letal ha disminuido considerablemente. Esta ha
tenido, a su vez, que aceptar compartir mercados legales e ilegales con la estructura
criminal de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) o Clan del Golfo. Esta última
nació en 2008, en buena parte, conformada por ex combatientes paramilitares reincidentes
y ha controlado una parte considerable de los grupos armados de la ciudad. La violencia
homicida se explicaría entonces, principalmente, por las disputas entre grupos criminales y
los constantes reacomodos de poder.

La segunda explicación coyuntural de una parte de las violencias de las últimas décadas
en Medellín gira en torno a la denominada “urbanización del conflicto armado” en el lapso
entre 1997-2003. En este periodo la ciudad fue el escenario de duras confrontaciones entre
la fuerza pública, grupos paramilitares urbanos y milicias vinculadas a las agrupaciones
guerrilleras FARC y ELN.

Cuando se aborda el caso de la ciudad de Medellín incrementa la dificultad para establecer


de manera nítida de qué hablamos cuando hablamos de violencia política. Existe un
conjunto de acciones que son claramente identificables como tales, en especial, en el

89
Piedrahita-Arcila, I. y Gil-Ramírez, M. Y. (2017). Lecturas polifónicas sobre las violencias urbanas:
Estado del arte sobre investigaciones hechas en Medellín entre el 2010 y el 2015. Revista Sociedad
y Economía, (32), 147-170.
90
Hay dos investigaciones que abordan de manera rigurosa y minuciosa la figura de Pablo Escobar
y su impacto sobre las dinámicas del narcotráfico: La parábola de Pablo, auge y caída de un gran
capo del narcotráfico, de Alonso Salazar Jaramillo (2001) y, Más Que plata o plomo, de Gustavo
Duncan, 2014.

102
periodo en el cual se produce una mayor imbricación entre el conflicto político armado
nacional y las dinámicas y actores de violencia de la ciudad. Entre 1997 y 2003, Medellín
se convirtió en el ejemplo de lo que se denominó la “urbanización de la guerra en Colombia”.
Esto significó, entre otras cosas, acciones de violencia en barrios de la ciudad,
protagonizadas por las fuerzas armadas estatales, muchas veces en alianza con los grupos
paramilitares Bloque Metro, Bloque Cacique Nutibara y Bloque Héroes de Granada,
enfrentados a expresiones milicianas tanto del Ejército de Liberación Nacional ELN como
de las FARC. Y, en menor medida, con organizaciones milicianas autónomas, como los
Comandos Armados del Pueblo (CAP), que actuaban en sectores de las comunas 13, 7 y
el corregimiento de San Cristóbal.91

Según el Registro Único de Víctimas (RUV) de la Unidad de Atención y Reparación Integral


a Víctimas (UARIV), Medellín reporta desde 1985 hasta octubre de 2019 un total de 372.396
víctimas.92Y según el Observatorio de Memoria y Conflicto (OMC) del Centro Nacional de
Memoria Histórica (CNMH), la ciudad registra 18.993 homicidios selectivos, 208 masacres,
2.778 desapariciones forzadas, 476 secuestros, y 14 atentados terroristas en el periodo
1958-2018.93Por señalar algunas de las principales conductas violentas que se les atribuye
a agentes estatales e ilegales en el marco del conflicto armado. No existe ninguna otra
ciudad en Colombia que presente unas cifras similares.

Sin embargo, existe un problema para identificar cuáles de estas acciones armadas son
expresiones directas de la violencia política, y cómo separarlas de otras modalidades de
violencia social o delincuencial. Esto por la confluencia de dos características:

Primero, muchas de ellas son realizadas por grupos armados que no hacen parte
directamente de los bandos del conflicto político armado. En especial, aquellas

91
Villa Martínez, M. I. et al. (2017). Medellín memorias de una guerra urbana. Centro Nacional de
Memoria Histórica. Hay una sentencia histórica del Tribunal Superior de Medellín contra Fredy
Alonso Pulgarín, alias pulga, por varios crímenes cometidos por los CAP. La sentencia es del 9 de
septiembre de 2016. Página de la Rama Judicial.
https://www.ramajudicial.gov.co/documents/6342975/6634902/09.09.2016-sentencia-cap-
comandos-armados-del-pueblo-fredi-alonso-pulgarin-gaviria.pdf/b4a1d23c-2b38-4f21-ab79-
0dfc37bfec91.
92
Unidad de Víctimas. (s.f.) Registro Único de Víctimas. Página Oficial de la Unidad de Víctimas.
https://www.unidadvictimas.gov.co/es/registro-unico-de-victimas-ruv/37394
93
Observatorio de Memoria y Conflicto del Centro Nacional de Memoria Histórica. (s.f.). Bases de
Datos. Página oficial del CNMH. http://centrodememoriahistorica.gov.co/observatorio/bases-de-
datos/geograficas/

103
protagonizadas por grupos paramilitares ligados al narcotráfico, grupos de delincuencia
común, los cuales venden sus servicios a actores de la guerra, y grupos delincuenciales de
carácter microterritorial. Estos hacen uso de la violencia como mecanismo principal de
control poblacional y de regulación social, mediante la prestación de servicios rudimentarios
pero eficaces de seguridad comunitaria,94 resolución de conflictos intersubjetivos y
tramitación de demandas sociales, en el eje de relacionamiento estado-comunidad. En
coyunturas electorales locales estos últimos grupos, incluso, realizan labores de
constreñimiento electoral, en favor de determinadas agrupaciones políticas. Además,
cobran por la realización de proselitismo en los territorios bajo su control, pero también
inducen a la población en favor de determinas candidaturas que sienten más afines a sus
objetivos, no sólo económicos sino también a sus valores y expectativas.95

Y, en segundo término, la existencia por décadas en la ciudad de una compleja estructura


criminal vinculada al narcotráfico, rastreable desde el ascenso del Cartel de Medellín a
comienzos de los años 80 y sus sucesivas transformaciones, pasando por los Pepes, la
Oficina de Envigado y la posterior presencia, desde comienzos de 2011, de las
Autodefensas Gaitanistas (Urabeños). Esta densa e intrincada trama criminal ha generado
unas altas dosis de violencia, en algunos casos contra-estatal, como en el periodo de guerra
–con momentos de tregua– entre Pablo Escobar y el Gobierno colombiano (1984–1993).
Pero, también el narcotráfico y la delincuencia común han asumido labores de violencia
política en concesión.96 Por su relación con el narcotráfico y la delincuencia común han
generado un estado de turbulencia que dificulta establecer, de manera nítida, los contornos
de las acciones de violencia que han realizado y que tienen una connotación política.

Este último punto de la responsabilidad, que incluye tanto acciones desarrolladas por
sectores institucionales como por agentes particulares aliados, identificados como

94
Bedoya, Jairo (2010). La protección violenta en Colombia. El caso de Medellín desde los años 90.
Medellín: IPC, 225 pp.
95
Hay un estudio del profesor e investigador Santiago Tobón sobre el accionar de los grupos
armados de Medellín, su acción de captura de rentas y su intermediación en asuntos de la vida
cotidiana. https://www.eafit.edu.co/escuelas/economiayfinanzas/cief/Documents/gobierno-criminal-
medellin.pdf
96
Vincenzo Ruggiero define la violencia política en concesión, la cual puede ser institucional cuando
se realizan operaciones de coacción que son contratadas con grupos criminales, y que son
funcionales a quien las contrata institucionalmente, pero también pueden ser anti institucionales,
cuando son contratadas por grupos no estatales, con el objeto de desestabilizar al gobierno
(Ruggiero, 2009, 97).

104
escuadrones parapoliciales y grupos paramilitares, es fundamental, dada la característica
predominante en Colombia de esta modalidad de violencia institucional por delegación o
concesión, como mecanismo para diluir la responsabilidad estatal en estas acciones
ilegales. 97

En conclusión, la ciudad vive desde la década de los 80 del siglo XX un vertiginoso


incremento de los homicidios, que la lleva a niveles que ninguna otra ciudad del país ha
vivido. Esto se explica, como se ha presentado, por un proceso de expansión de aparatos
criminales vinculados al narcotráfico y sus luchas internas y con el Estado, sumado a otras
violencias que han sido menos visibles, como las ligadas al conflicto armado existente en
el país. Y, especialmente, a un proceso de guerra sucia que dejó decenas de víctimas y
que, en cierta medida, provocó una opacidad de las otras violencias, como consecuencia
tanto del protagonismo del narcotráfico, como de las alianzas entre sectores legales e
ilegales para el desarrollo de acciones de violencia política.

2.2.3 Algunos elementos estadísticos sobre el


comportamiento de la violencia política en Medellín y
algunas ciudades colombianas (1985-2002).

Como ya se ha dicho, existe una dificultad para identificar cuáles acciones armadas en la
ciudad son y han sido expresiones directas de la violencia política y cómo separarlas de
otras modalidades de violencia social o delincuencial. En este sentido, se considera que
puede ser útil hacer una aproximación a partir de la clasificación del Observatorio de
Memoria y Conflicto del CNMH, sobre tipos de población vulnerable del universo total de

97
La banda La Terraza de Medellín “operaba como centro de coordinación de una parte importante
de la delincuencia en la ciudad” (CNMH, 2017, p. 147). Esta fue “subcontratada” por paramilitares
como Carlos Castaño y Doble Cero, entre otros. En una carta enviada presuntamente por La Terraza
y dirigida al presidente Andrés Pastrana, con fecha del 29 de noviembre de 2000, esta banda
reconoce haber cometido en Bogotá y Medellín los crímenes del defensor de derechos humanos
Jesús María Valle (el 27 de febrero de 1998), del docente universitario Hernán Henao (04 de mayo
de 1999), de los investigadores Elsa Alvarado y Mario Calderón y de su padre Carlos Alvarado (19
de mayo de 1997), del abogado Eduardo Umaña (18 de abril de 1998) y del humorista Jaime Garzón
(13 de agosto de 1999). Crímenes que dicen haber sido ordenados por Carlos Castaño y el general
Jorge Enrique Mora Rangel. Página de la revista Semana.
https://www.semana.com/nacion/articulo/nosotros-matamos-jaime-garzon/44785-3 consultada el 05
de octubre de 2019.

105
víctimas. De estas se seleccionaron, para la tesis, las más estrechamente relacionadas con
el proceso político democrático en general.

Esto, porque en esta tesis el interés está puesto sobre la violencia política que ha
caracterizado el conflicto armado colombiano y que ha tenido como blanco mayoritario a
personas civiles permanentemente estigmatizadas, amenazadas, perseguidas,
desplazadas, exiliadas y/o asesinadas en razón de sus liderazgos sociales o políticos; de
su pertenencia a organizaciones como partidos y movimientos políticos de oposición o
alternativos, a organizaciones sociales, comunitarias, no gubernamentales; y de su rol como
sindicalistas, defensores de derechos humanos o como intelectuales.

Las bases de datos del Observatorio de Memoria y Conflicto (OMC) del Centro Nacional de
Memoria Histórica (CNMH)98 permiten una aproximación cuantitativa a dicha violencia
política a partir de la clasificación que hacen de alrededor de 67 tipos de población
vulnerable, de acuerdo con los roles sociales y políticos que ejercían las víctimas en el país.
En coherencia con los propósitos de esta investigación doctoral, estos tipos fueron
agrupados en siete conjuntos: 1) funcionarios públicos por elección; 99 2) funcionarios
públicos por designación;100 3) candidatos a cargos de elección popular;101 4) líderes
sociales y dirigentes y militantes políticos;102 5) defensores de Derechos Humanos; 6)
maestros o educadores; y 7) líderes sindicales y sindicalistas.103

Lo primero que es fundamental señalar es que entre 1985 y 2002 se cuentan en el país un
total de 10.312 víctimas de repertorios como asesinatos selectivos, desaparición forzada y
asesinato en masacre según las bases de datos del OMC; víctimas que eran o habían sido

98
Observatorio de Memoria y Conflicto del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH). (2018).
Base de datos de asesinatos selectivos, masacres y desapariciones forzadas. Discriminada por
hechos victimizantes por año, población vulnerable y ciudades.
99
Incluye: alcalde, concejal, congresista, diputado, edil, gobernador, presidente, vicepresidente,
exalcalde, exconcejal, excongresista, exdiputado, exgobernador, expresidente, exvicepresidente.
100
Incluye: ministro, corregidor/inspector, excorregidor/exinspector, personero, exministro,
expersonero.
101
Incluye: candidato a la alcaldía, candidato a la asamblea, candidato a la gobernación, candidato
a la presidencia, candidato a la vicepresidencia, candidato al concejo, candidato al congreso,
candidato no identificado, candidato otro, excandidato.
102
Incluye: militante político, exmilitante político, dirigente de oposición política, dirigente de partido
político, exdirigente de oposición, exdirigente de partido, representante o líder de víctimas, líder
campesino, líder cívico, líder comunitario, líder estudiantil, líder indígena, miembro de ONG, miembro
de organización social y/o gremial.
103
Incluye: líder sindical, sindicalista, exsindicalista.

106
funcionarios públicos electos, funcionarios públicos designados, candidatos a cargos de
elección popular, líderes sociales, dirigentes y/o militantes políticos, defensores de
Derechos Humanos, maestros o líderes sindicales y/o sindicalistas. De este total, 8.314, es
decir, el 80,62 por ciento resultaron víctimas de asesinato selectivo, el repertorio
predominante. La desaparición forzada representa la segunda modalidad más empleada,
con 1.389 víctimas, equivalentes al 13,47 por ciento del total; y los asesinatos en el
desarrollo de masacres la tercera, con 609 víctimas fatales correspondientes al 5,91 por
ciento del total. Durante estos años el promedio de víctimas en el país fue de 573, siendo
1985 el año de menos víctimas, con 319, y 1996 el de más víctimas, con 837.

De los siete grupos de población vulnerable priorizados, el de líderes sociales y dirigentes


y militantes políticos resultó el más afectado, con 5.722 víctimas equivalentes al 55,49 por
ciento de las 10.312 víctimas totales: concentrando el 54,75 por ciento de los asesinatos
selectivos (4.552 víctimas), el 60,48 por ciento de las desapariciones forzadas (840
víctimas) y el 54,19 por ciento de los asesinatos en el desarrollo de masacres (330
víctimas). El segundo grupo más victimizado fue el de líderes sindicales y sindicalistas
(1.475 víctimas, es decir, 14,30 por ciento del total); seguido por funcionarios públicos
electos (1.299 víctimas, es decir, 12,60 por ciento del total); maestros o educadores (1.001
víctimas, es decir, 9,71 por ciento del total); funcionarios públicos por designación (459
víctimas, es decir 4,45 por ciento del total); candidatos a cargos de elección popular (255
víctimas, es decir, 2,47 por ciento del total); y defensores de derechos humanos (101
víctimas, es decir, 0,978 por ciento del total).

En muchos casos estas víctimas, además de ejercer roles de liderazgo social, comunitario,
estudiantil y/o sindical, entre otros, militaban abiertamente en partidos políticos alternativos
o de izquierda. Con respecto justamente a la militancia política de las víctimas, es preciso
indicar que se desconoce en el 47,76 por ciento de los 10.312 casos registrados por el OMC
entre 1985 y 2002. Sin embargo, de las 5.387 víctimas de las que sí se cuenta con esta
información, 3.566 eran de la Unión Patriótica, es decir, el 66,20 por ciento; seguidas de
568 del Partido Liberal (10,54 por ciento); 528 de Esperanza, Paz y Libertad (9,80%); 268
del Partido Conservador (4,97 por ciento); 178 de Otro, ¿Cuál? (3,30 por ciento); 151 del
Partido Comunista (2,80 por ciento); 55 del Frente Popular (1,02 por ciento); 50 de AD-M19
(0,93 por ciento); y 23 víctimas de A Luchar (0,47 por ciento).

107
Lo anterior permite evidenciar que el espectro político objetivo de estas violencias fue
principalmente de izquierda, mientras que las afectaciones a partidos tradicionales como el
Liberal o Conservador obedecen, mayoritariamente, a los cargos que sus integrantes
desempeñaban en gobiernos locales.

En referencia a los presuntos responsables o perpetradores de estos hechos, es preciso


señalar que existe una tendencia en las bases de datos que se ocupan del conflicto armado
en Colombia de ausencia de información en muchos casos o de identificación de grupos
genéricos en la mayoría de estos. Para los casos de interés, entre la atribución a
Desconocido, Grupo armado no identificado, Grupo armado no dirimido y Otro, ¿Cuál?,
suman el 33,37 por ciento del total. El 66,63 por ciento restante de la responsabilidad se
reparte entre grupos paramilitares, con el 42,85 por ciento (4.419 víctimas); guerrillas con
el 15,20 por ciento (1.567 víctimas); agentes del Estado con el 6,33 por ciento (653 víctimas)
y agentes del Estado en alianza con grupos paramilitares con el 2,21 por ciento (228
víctimas).104

Frente a las ciudades en las que se desplegó esta violencia política, se indagó por Medellín
-urbe objetivo de esta investigación-, Bogotá, Cali y Barrancabermeja, buscando realizar
una mirada comparativa que, aunque muy superficial, permite identificar las características
de Medellín en relación con ellas.

Estas 4 ciudades agrupan el 9,12 por ciento de los 10.312 casos totales, con 940 víctimas.
De estas, el 36,17 por ciento ocurrieron en Medellín (340 víctimas), el 31,28 por ciento en
Barrancabermeja (294 víctimas), el 22,66 por ciento en Bogotá (213 víctimas) y el 9,89 por
ciento en Cali (93 víctimas). El promedio de víctimas en estas ciudades, entre 1985 y 2002,
fue de 52,2, siendo los años más críticos 1988 con 110 víctimas, 1992 con 77 y el 2000 con
73.

Tabla 1-2: Comparativo cuatro ciudades 1985-2002.

CIUDADES Asesinato Masacre Desaparición TOTAL %


selectivo forzada

104
Completan la lista Crimen organizado con el 0,029 por ciento (3 víctimas) y Agente extranjero con
el 0,0096 por ciento (1 víctima).

108
Medellín 277 19 44 340 36,17
Barrancabermeja 254 17 23 294 31,28
Bogotá 150 4 59 213 22,66
Cali 54 5 34 93 9,89
TOTAL 735 45 160 940 100
Fuente: elaboración propia con base en el OMC del CNMH.

Gráfico 6: Victimización en cuatro ciudades por año (1985-2002).

Victimización en cuatro ciudades por año (1985-2002)


70

60

50

40

30

20

10

0
1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002

MEDELLÍN BARRANCABERMEJA BOGOTÁ CALI

Fuente: elaboración propia con base en el OMC del CNMH.

En estas cuatro ciudades se mantiene la tendencia nacional con respecto a los grupos más
afectados. Ocupan el primer lugar los líderes sociales y dirigentes y militantes políticos con
539 de las 940 víctimas totales, es decir, el 57,34 por ciento. Le siguen los líderes sindicales
y sindicalistas con 216 víctimas (22,98 por ciento); los maestros o educadores con 83
víctimas (8,83 por ciento); los funcionarios públicos electos con 53 víctimas (5,64 por
ciento); los defensores de Derechos Humanos con 27 víctimas (2,87 por ciento); los

109
candidatos a cargos de elección popular con 13 víctimas (1,38 por ciento); y los funcionarios
públicos por designación con 9 víctimas (0,96 por ciento).

Con respecto a la militancia política de las víctimas en estas ciudades, se desconoce en el


54,04 por ciento de los casos. Del 45,96 por ciento del que sí se tiene esta información, es
decir, de 432 víctimas, 327 eran de la Unión Patriótica (el 75,69 por ciento).

Otra tendencia que se mantiene para Medellín, Bogotá, Cali y Barrancabermeja, es la


ausencia de atribución a responsables, desconociéndose en el 46,38 por ciento de los
casos. Por su parte, se identifica a los Grupos paramilitares como los presuntos
responsables en 321 casos, equivalentes al 34,15 por ciento de las 940 víctimas totales; a
los Agentes del Estado en 103 casos (10,96 por ciento); a las Guerrillas en 49 casos (5,21
por ciento) y a los Agentes del Estado en alianza con grupos paramilitares en 31 casos
(3,30 por ciento).

Finalmente, en cuanto a Medellín, es pertinente indicar que entre 1985 y 2002 hubo un
promedio de 18,8 víctimas por año, siendo los años más críticos el 2000 con 35 víctimas;
1988 con 33; y 1993, 1997 y 2002 con 26 víctimas cada uno. De las 340 víctimas de
violencia política que registra el OMC para la ciudad, 170 eran líderes sociales y dirigentes
y militantes políticos, es decir, el 50% de los casos. Le siguen en su orden los líderes
sindicales y sindicalistas (78 víctimas, 22,94 por ciento del total); maestros o educadores
(47 víctimas, 13,82 por ciento del total); funcionarios públicos electos (26 víctimas, 7,65 por
ciento del total); candidatos a cargos de elección popular (9 víctimas, 2,65 por ciento del
total); defensores de Derechos Humanos (7 víctimas, 2,06 por ciento del total); y
funcionarios públicos por designación (3 víctimas, 0,88 por ciento del total).

Del 70,29 por ciento de las víctimas en Medellín se desconoce su militancia política, es
decir, en 239 de los 340 casos, lo que la convierte en la ciudad de las cuatro estudiadas
con mayor ausencia de información al respecto. Por su parte, de las 101 víctimas restantes,
75 eran de la Unión Patriótica, equivalentes a un 74,26 por ciento del total.105

105
El mayor número de víctimas de la UP –de las cuatro ciudades observadas– se encuentra en
Bogotá, con 121 de los 146 casos en los que se conoce la militancia política de las mismas
(equivalentes a un 82,88 por ciento del total). La segunda ciudad es Barrancabermeja con 106 de
los 148 casos en los que se dispone de esta información (equivalentes a un 71,62 por ciento).

110
Los presuntos responsables de los crímenes ocurridos en esta ciudad se desconocen en el
53,53 por ciento de los casos, mientras que a los Grupos paramilitares se les atribuye el
32,94 por ciento de éstos (112 víctimas); a Agentes del Estado el 7,35 por ciento (25
víctimas); a las Guerrillas el 4,12 por ciento (14 víctimas); y a Agentes del Estado en alianza
con grupos paramilitares el 2,06 por ciento (7 víctimas).

111
Capítulo 3
La lucha por la apertura democrática,
acciones contra líderes e integrantes de
partidos políticos de izquierda 1985-1989

¡Apertura democrática ya!106

106
Esta fue una de las consignas que más se impulsó por partidos y movimientos políticos de
izquierda en la década de los 80.

112
113
114
Luego de la relativa tranquilidad de las décadas de los sesenta y setenta, la segunda mitad
de la década de los 80 será recordada en nuestro país por ser la época de la primera gran
oleada de guerra sucia. Se trata del periodo en el que, al igual que sucedía en buena parte
del continente americano –desde las guerras de Centroamérica hasta las dictaduras
militares del Cono Sur–, nuestro país será sacudido por una escalada de violencia política
sin antecedentes desde la violencia política de mediados del siglo XX. Las principales
colectividades políticas que sufrieron el rigor del ataque fueron A Luchar (1984), la Unión
Patriótica (1985), y el Frente Popular (1986). Una de las ciudades donde se concentraron
buena parte de las acciones de violencia contra los integrantes de estas organizaciones fue
Medellín y el Valle de Aburrá. A continuación, se relacionan un conjunto de hechos
sucedidos entre 1985 y 1989 contra integrantes de estas colectividades políticas, a partir
de la identificación de los casos que aparecen registrados en la prensa local. Se deben
hacer dos aclaraciones: primero, el nivel de información sobre los casos es muy disímil, hay
algunos bastante bien descritos en diferentes fuentes mientras que de otros apenas se
cuenta con la información de prensa. Y segundo, hay casos como el de Pedro Luis Valencia,
que era al tiempo senador de la Unión Patriótica y profesor de la Universidad de Antioquia,
asesinado en el segundo semestre de 1987 cuando se produjo la oleada de ataques contra
integrantes de dicha Universidad. Su caso se dejó en este apartado de violencia contra
líderes políticos, pues se considera que su principal rol en ese momento era el de senador
de la UP.

Los hechos

1985.

El 25 de mayo de 1985 ocurrió el asesinato de Leonel Roldán Posada en Itagüí; era


integrante de A Luchar, además de dirigente sindical del Comité de Unidad del Sindicalismo
Independiente y obrero de Coltejer Rosellón.107

El 4 de julio de 1985 se presentó un atentado contra el vehículo en que se desplazaba el


diputado de la UP y vicepresidente de la Asamblea de Antioquia, Gabriel Jaime

107
El Colombiano. (25 de mayo de1985). p. 2A.

115
Santamaría.108 Ese mismo mes, el 31 de julio de 1985, se atentó contra la sede del Partido
Comunista en Medellín, hecho que dejó una persona lesionada. En llamada a medios de
comunicación un hombre reivindicó el atentado en nombre de los Comandos Pedro León
Arboleda PLA, cercanos al EPL.109

Aunque no es un hecho ocurrido en la ciudad, por el impacto que produjo, se debe reseñar
el asesinato en Bogotá del vocero político del PCC M-L Óscar William Calvo, en hechos
ocurridos en la noche del 20 de noviembre de 1985. El crimen ocurrió cuando Calvo se
encontraba en una farmacia en compañía de dos integrantes de la Juventud Revolucionaria
de Colombia (JR de C), Ángela Trujillo y Alejandro Arcila.110

1986.

El año 1986 comenzó con una cadena de atentados. Primero, el 14 de febrero se retiró a la
fuerza la puerta de la sede del Nuevo Liberalismo en Medellín y, una semana después, la
noche del 21 de febrero, se perpetraron atentados contra dos sedes políticas, la de
Antioqueños con Galán (Nuevo Liberalismo) y la del Directorio Liberal Popular, liderado por
Federico Estrada Vélez.111

En actos ocurridos el 1.º de mayo de 1986, un número cercano a las 300 personas fueron
detenidas. Estos eranasistentes a un acto político cultural convocado por el Frente Popular
en la tumba de Óscar William Calvo en el cementerio Campos de Paz.,. Se presentaron
numerosos disparos y en confusos incidentes una persona ajena a los hechos, Jairo Ramiro
Escobar Jaramillo, citador de un juzgado civil, resultó muerto. Según las noticias, los
detenidos se condujeron a unas a instalaciones del F2 de la Policía y otras a la 4ª Brigada
del Ejército, donde se reseñaron e interrogados, y algunos sólo recuperaron la libertad
varios días después. Varias de estas personas denunciaron actos de tortura y violencia
sexual.

108
El Colombiano (4 de abril de 1985) p. 16 B.
109
El Colombiano. (31 de julio de1985). p.14B.
110
El Colombiano. (21 de noviembre de1985). p. 18 B.
111
El Colombiano. (22 de febrero de1986). p. 2 A.

116
Entre los detenidos se encontraba Luis Felipe Vélez, presidente de la Asociación de
Institutores de Antioquia ADIDA y líder del Frente Popular.112 Según algunas entrevistas
realizadas a integrantes del Frente Popular de esa época, 113 se cree que la lista de personas
reseñadas en ese evento fue utilizada después por grupos ilegales, inteligencia militar
encubierta y/o escuadrones de la muerte para adelantar varias acciones de guerra sucia.
Una de las más significativas, el asesinato en agosto de 1987 de Luis Felipe Vélez, pero
también los casos de Beatriz Monsalve, Rodrigo Guzmán, Heriberto Espinosa, Pedro Pablo
Benítez, Nicolás Orlando Gómez, y Alberto Cuadros, entre otros.

El 8 de mayo de 1985 fue encontrado el cadáver de Jesús María ¨Chucho¨ Peña Marín, de
24 años, oriundo de Medellín, reconocido poeta y líder político del movimiento cultural,
además de activista vinculado a movimientos políticos urbanos. Su cadáver, con huellas de
tortura y heridas con arma blanca, se encontró en Bucaramanga.114

El 25 de septiembre de 1986 encontraron, en el basurero del municipio de Caldas, sur del


Valle de Aburrá, a dos integrantes de la Unión Patriótica del municipio de Fredonia, suroeste
de Antioquia. Isidro Bustamante y Luis Ángel Benítez, quienes habían sido secuestrados
tres días antes en sus casas por individuos que se hicieron pasar por integrantes del F2 de
la Policía.115 Pocos días después, el 27 de septiembre, fue asesinado un concejal del mismo
municipio de Fredonia, Darío Henao Torres, en la avenida oriental en Medellín. También se
conocieron las amenazas de muerte proferidas contra el poeta y dirigente del Partido
Comunista Colombiano, Juvenal Herrera Torres.116

Para terminar el año 1986, el último hecho de violencia se presentó el 11 de diciembre,


contra Julio César Uribe Rúa, presidente del sindicato de Cementos Nare y concejal de la
Unión Patriótica en Puerto Nare. Fue asesinado en un bus de pasajeros en Puerto Boyacá,
el cual había salido de Medellín. El dirigente sindical alternaba su labor en la cementera con
la estadía por protección en la ciudad de Medellín.117

112
El Colombiano (3 de mayo de 1986) p. 15 B.
113
E 8 Entrevista integrante Frente Popular 10 de noviembre de 2018 y E9 Entrevista integrante
Frente Popular 20 de noviembre de 2018.
114
El Colombiano (09 de mayo de 1986) p. 6 D.
115
El Colombiano (25 de septiembre de1986). p. 15 C.
116
El Colombiano (28 de septiembre de 1986) p. 5 D.
117
El Colombiano (11 de noviembre de 1986) p. 6 B.

117
1987.

El 2 de agosto se produjo un atentado en pleno centro de la ciudad contra el diputado de la


Unión Patriótica Sofronio Hernández, vicepresidente de la Asamblea de Antioquia. En los
hechos murió un transeúnte y resultaron heridos un escolta y otra persona que pasaba por
el lugar. El fin de semana antes del atentado, se había realizado en la ciudad el Pleno
Nacional de la UP.118

El 14 de agosto de 1987, en medio de la arremetida violenta contra personas integrantes


de la Universidad de Antioquia, se cometió el asesinato del senador por la UP y profesor
de esa institución, Pedro Luis Valencia Giraldo.119 Valencia Giraldo fue acribillado por un
grupo de sicarios, quienes irrumpieron en su casa, derribaron la puerta del garaje con un
campero y lo balearon ante su familia. Es de resaltar que los hechos ocurrieron un día
después de participar en la denominada Marcha de los Claveles, convocada para protestar
por los hechos de violencia contra miembros de la Universidad de Antioquia. En esta,
Valencia Giraldo marchó junto a los profesores Héctor Abad Gómez, Leonardo Betancur y
Carlos Gaviria.

En una semblanza del portal Vidas Silenciadas120 se señala que en el operativo que acabó
con su vida, según los testigos, participaron cinco sujetos vestidos con prendas militares.
Esto no deja de ser llamativo dado que el asesinato se cometió en inmediaciones de la 4ª
Brigada, y su viuda reconocería luego a quien identificó como jefe del operativo, el
reconocido jefe paramilitar, Carlos Castaño.121 Las amenazas posteriores obligaron a su
esposa y a sus dos hijos a exiliarse por cerca de 12 años.

Según el relato que hace su hija, Natalia Valencia Zuluaga:

Mi papá era senador y lo acompañaba un escolta del DAS, pero nunca llegó. En
algún momento desde la casa de la vecina recuerdo que nuestra residencia se

118
El Colombiano (03 de agosto de 1987). p. 6 A.
119
El Colombiano (15 de agosto de 1985) Portada.
120
wwww.vidassilenciadas.org
121
Portal Vidas silenciadas, víctimas: https://vidassilenciadas.org/victimas/4357/. Consultado el 12
de diciembre del 2019.

118
llenaba de curiosos y una ambulancia, que después de un largo tiempo, llegó y se
llevó a mi papá. Después de 30 años me pregunto qué necesidad había de
dispararle tantas veces a una persona, porque mi padre tenía alrededor de 40
disparos en su cuerpo. Carlos Castaño, entonces jefe paramilitar, dijo en el libro Mi
confesión que había sido directamente el encargado de asesinarlo. Yo solo recuerdo
detalles muy precisos, como el uniforme y las botas militares de quienes entraron
esa vez.122

El 22 de agosto el grupo Muerte a Revolucionarios del Nordeste MRN lanzó nuevas


amenazas de muerte contra el diputado de la UP Sofronio Hernández y reivindicó el
asesinato de Pedro Luis Valencia.123 Este grupo paramilitar se identifica como uno de los
nombres utilizados por grupos ilegales responsables de la guerra sucia en la segunda mitad
de los 80 en Antioquia; su origen se vincula al Movimiento Muerte a Secuestradores (MAS),
creado por una alianza de narcotraficantes y otros sectores de Antioquia a comienzos de
los 80,124 que en su estructura rural se denominaron Masetos y MRN. Este grupo reivindicó
las masacres del nordeste antioqueño, en especial la de Segovia ocurrida el 11 de
noviembre de 1988,125 entre otros crímenes.

El 25 de agosto de ese año ocurrió el asesinato de Luis Felipe Vélez cuando ingresaba a la
sede de la Asociación de Institutores de Antioquia (ADIDA), de la cual era su presidente.
Vélez era también un reconocido líder político del Frente Popular y fue una de las personas
que había sido detenida en los hechos del cementerio Campos de Paz del 1.º de mayo de
1986. Específicamente, fue señalado por el Brigadier General Rafael Padilla Vergara,
comandante de la Cuarta Brigada, de hacer parte de las filas del Ejército Popular de
Liberación EPL. No obstante, ante la falta de pruebas, se puso en libertad al igual que el
resto de personas detenidas ese día. Aquel 25 de agosto de 1987 un grupo de hombres
que se movilizaban en un vehículo blanco acribillaron a Vélez con varios disparos de arma

122
Castro, C. (14 de agosto de 2017). ¨A mi papá le dieron cerca de 40 disparos¨ hija de Pedro Luis
Valencia. Página de El Espectador. https://www.elespectador.com/noticias/judicial/mi-papa-le-
dieron-cerca-de-40-disparos-hija-de-pedro-luis-valencia-articulo-708005.
123
El Colombiano. (23 de agosto de 1987), p. 6D.
124
Ronderos, María Teresa. (2014). Guerras recicladas: una historia periodística del paramilitarismo
en Colombia. Editorial Aguilar, en especial el capítulo 3, “Los amalfitanos, el origen”.
125
Centro Nacional de Memoria Histórica.(2014). Silenciar la Democracia, las masacres de Segovia
y Remedios. 1982-1997. (CNMH).

119
automática. En llamadas a medios de comunicación, una organización autodenominada
‘Amor por Medellín’ se atribuyó el atentado. 126

El 26 de septiembre de 1987 asesinaron a tiros a Nicolás Orlando Gómez, de 25 años,


integrante del Frente Popular, en el barrio la Milagrosa al oriente de la ciudad. Nicolás era
directivo de la Junta de Acción Comunal de su barrio y como hecho llamativo, resultó siendo
una de las personas detenidas y reseñadas en los ya citados hechos del 1° de mayo de
1986 en Campos de Paz.127

El 11 de octubre, en La Mesa Cundinamarca, asesinaron al presidente nacional de la Unión


Patriótica y ex candidato presidencial Jaime Pardo Leal. El hecho ocurrió cuando regresaba
de su finca, en dirección a Bogotá. Aunque su crimen se atribuyó al Cartel de Medellín, en
especial a Gonzalo Rodríguez Gacha, nunca han avanzado las investigaciones en torno a
otras pistas, como la responsabilidad de sectores institucionales en respuesta a sus
denuncias de los nexos del paramilitarismo con políticos, empresarios y militares.128

El 28 de octubre fue asesinado Jairo Eusebio Merino Montoya, economista, líder del Centro
Educativo Nacional de Asesorías Socioeconómicas y Laborales CENASEL y dirigente del
Frente Popular.129

El 6 de noviembre de 1987 asesinaron al abogado laboralista y secretario ejecutivo de la


UP en Antioquia, Alberto León Muñoz Lopera, a manos de un comando de hombres
armados que lo interceptaron cuando se dirigía en un vehículo, junto a dos de sus
guardaespaldas, quienes resultaron ilesos. En la nota de El Colombiano se identifica que
en solo 1987 iban 12 atentados en Antioquia contra integrantes de la UP: Julio César Uribe
Rúa, concejal de Puerto Nare; Luis Miguel Diaz, concejal de Yondó; Jesús Antonio Molina,
líder sindical de Cementos Nare; Alonso Herrera de Segovia; Alfonso Lozano de Puerto
Nare, Luciano Serrano, sindicalista desaparecido; Pedro Luis Valencia, senador de la UP;

126
Portal Vidas Silenciadas, perfil de Luis Felipe Vélez Herrera.
https://vidassilenciadas.org/victimas/4374/.
127
El Colombiano. (26 de septiembre de 1987), p.3A.
128 Verdad Abierta. (26 de septiembre de 2011) Jaime Pardo Leal: la voz silenciada. Página de
verdad abierta. https://verdadabierta.com/jaime-pardo-leal-la-voz-silenciada/.
129
El Colombiano. (30 de octubre de 1987), p.10D.

120
Gustavo Vallejo Agudelo de El Bagre; Alberto Angulo, de Apartadó; Pablo Córdoba de
Puerto Nare; Tiberio Jaramillo y Alberto León Muñoz, en Medellín.130

En uno de los episodios más escabrosos de esta oleada de violencia contra organizaciones
políticas de izquierda en la ciudad, se produjo el atentado del 24 de noviembre contra la
sede de la Juventud Comunista (JUCO) en el centro de Medellín. La sede, que había sido
objeto de varias amenazas en los últimos meses, contaba con vigilancia policial. Sin
embargo, en el momento del ataque, los agentes se habían retirado unos minutos. Según
el relato de los sobrevivientes, un grupo de tres hombres llegó a las 5 de la tarde en un
vehículo e irrumpió en la sede de la JUCO; luego de fingir que se trataba de un atraco
llevaron a las personas a la cocina, donde los ametrallaron con armas con silenciador. En
el acto murieron cinco personas, tres resultaron heridas y dos salieron ilesas. Las personas
asesinadas eran: Orfelina Sánchez García, María Concepción Bolívar Bedoya, Iriam Suaza,
Marina Ramírez y Pedro Sandoval. Los heridos eran: Alexander Naranjo León, Mónica
Agudelo y Marlen Arango Rodríguez, quien también murió pocas horas más tarde.
Posteriormente, en llamadas a medios de comunicación de la ciudad, un grupo desconocido
denominado Movimiento Obrero Estudiantil Nacional Socialista (MOENS), reivindicó el
crimen.131 Valga la anotación, fue la única vez que dicho grupo apareció en la historia de la
ciudad, aunque en los registros de prensa se asocia con una de las múltiples identidades
tomadas por el grupo de los hermanos Castaño para cometer sus acciones.132

Para cerrar el año 1987 todavía faltaban dos graves acciones más: el 6 de diciembre ocurrió
el asesinato, en La Ceja, del secretario departamental del sindicato de madereros y
candidato al concejo de este municipio por la UP, Argemiro Colorado Marulanda. 133 Y el 17
de diciembre el diputado de la UP Gabriel Jaime Santamaría fue víctima de un grave
atentado con granadas, siendo el segundo intento de homicidio del que logró escaparse.134

130
El Colombiano. (07 de noviembre de 1987). p. 8D.
131
El Colombiano. (25 de noviembre de 1987). p.18 B.
132
Valdés, B. (7 de marzo de 2018). 30 años de las masacres de Honduras y La Negra. Página de
El Espectador. https://www.elespectador.com/colombia2020/justicia/verdad/30-anos-de-las-
masacres-de-honduras-y-la-negra-articulo-856398
133
El Colombiano. (06 de noviembre de 1987). p. 10D.
134
El Colombiano. (18 de noviembre de1987). Portada y p. 9D.

121
1988.

El 5 de enero de 1988 se produjo un atentado contra Hernán Montoya Sánchez, un activista


de la Unión Patriótica, en el vecino municipio de Envigado. Montoya es hermano de Jaime
Montoya Sánchez, senador de la UP. En los hechos, dos individuos en motocicleta lo
atacaron con armas de fuego, pero el agredido salió ileso. Denunció que este era el
segundo atentado que se realizaba contra su vida.135

El 3 de febrero asesinaron a Norman Sergio Vallejo Ramírez, empleado de la Asamblea


Departamental y militante de la Unión Patriótica. Individuos desconocidos le propinaron
varios disparos cuando transitaba por la vía pública.136

El 22 de febrero ocurrió el asesinato del personero auxiliar de Medellín, Carlos Gónima


López, dirigente de la Unión Patriótica y presidente del Comité Permanente de Derechos
Humanos. Este cargo lo había asumido luego del asesinato, en diciembre de 1988, del
profesor Luis Fernando Vélez Vélez, quien a su vez había tomado la presidencia luego del
asesinato, en agosto de 1987, del médico y docente universitario Héctor Abad Gómez. A
Gónima lo asesinó un grupo de personas armadas, quienes lo abordaron mientras se
desplazaba en su vehículo, en horas de la mañana, por el suroccidente de la ciudad, lo
bajaron de su carro y lo mataron en compañía de su chofer.137

El 26 de febrero fue asesinado el señor Ómar Palacio Hernández, funcionario del F2 y


escolta del diputado a la Asamblea de Antioquia por la UP, Gabriel Jaime Santamaría. 138 El
5 de abril en la Nueva Villa de Aburrá, suroccidente de Medellín, se produjo un atentado
contra el abogado laboralista y asesor jurídico de Sintagro, Asdrubal Jiménez. Esta
organización sindical de trabajadores del banano en Urabá resultó siendo parte del campo
político del Frente Popular.139

135
El Colombiano. (06 de enero de 1988). p. 11 B.
136
El Colombiano. (04 de febrero de1988) p. 6D.
137
El Colombiano. (23 de febrero de1988) Portada y p. 7B.
138
El Colombiano. (27 de febrero de 1988). p. 6D.
139
El Colombiano. (05 de abril de1988). Portada.

122
El 22 de abril de 1988 asesinaron al dirigente popular Hernando Gutiérrez, secretario
general del Partido Comunista Colombiano y de la UP en Antioquia. Los hechos ocurrieron
cuando tres hombres armados ingresaron por la fuerza a su residencia, ubicada en el barrio
Alfonso López, al noroccidente de la ciudad. En los hechos se presentó un intercambio de
disparos entre Gutiérrez y los asesinos, en el cual quedó gravemente herido, y
posteriormente murió, uno de los agresores. Sus acompañantes lo retiraron del sitio de los
hechos y lo dejaron abandonado en cercanías al barrio Moravia, de allí se llevó a Policlínica
donde murió; se identificó como Reinaldo Guarín Serna, de 34 años, al parecer oriundo de
Puerto Boyacá, Magdalena Medio.140

El 17 de mayo de 1988 ocurrió el asesinato, en un hotel del centro de Medellín, de Jesús


Martínez Álvarez, alcalde electo de Remedios e integrante de la UP. Martínez se había
refugiado en la ciudad para preservar su vida ante las constantes amenazas que estaba
recibiendo.141 Al día siguiente de su asesinato, César Gaviria, Ministro de Gobierno, señaló
que había indicios de que el responsable era el grupo paramilitar Muerte a Revolucionarios
del Nordeste (MRN), que además había amenazado a líderes políticos de los municipios de
Yondó, Remedios, Segovia, Apartadó y Mutatá.142

El 24 de mayo hirieron en un atentado con arma de fuego al secretario del Partido


Comunista Colombiano en Antioquia, Mario Giraldo. Los hechos ocurrieron en el centro de
la ciudad, y los agresores eran dos hombres que se movilizaban en motocicleta. Giraldo
había recibido numerosas amenazas y había sufrido ya otro ataque el año anterior, cuando
en hechos ocurridos al interior de su residencia asesinaron a uno de sus hijos e hirieron a
su esposa. Giraldo había asumido la secretaría del PCC en Antioquia luego del asesinato
de Hernando Gutiérrez, en abril de 1988.143

El 24 de junio murieron dos trabajadores de Empresas Públicas de Medellín (EPM) y otro


más resultó herido en medio de un ataque armado contra un grupo de personas que se
encontraban al interior de la sede del Sindicato de la empresa. Se trata de Guillermo de
Jesús Osorio Gallo, conductor del vehículo del Sindicato, y de Óscar Restrepo, vigilante de
la sede y exdirectivo, ambos asesinados; Ramón Restrepo Hernández, fiscal de la

140
El Colombiano. (23 de abril de -1988). Portada y p. 7B.
141
El Colombiano (17 de mayo de 1988) Portada y p. 16 B.
142
El Colombiano. (18 de mayo de 1988). p. 2A.
143
El Colombiano. (25 de mayo de 1988). p. 20B.

123
organización sindical,144 resultó herido. El Sindicato estaba asociado al ámbito de influencia
de la UP.

El 13 de agosto de 1988 se encontraron los cadáveres de la trabajadora social de la


Universidad de Antioquia Beatriz Monsalve y de la estudiante universitaria, Luz Mila
Collantes, en un descampado en las afueras de Bogotá, luego de dos días de haberse
producido su desaparición forzada. Ambas eran militantes del Frente Popular. En el caso
de Monsalve, ésta había sido segundo renglón de la lista al Concejo de Medellín que
lideraba Gonzalo Álvarez Henao, en convergencia UP-FP. Además, había tenido que irse
de Medellín por la intensificación de las amenazas que estaba recibiendo, presuntamente,
por parte de integrantes del DAS145, las cuales denunció. Al momento de su asesinato tenía
6 meses de embarazo.

El 16 de agosto ocurrió el asesinato, cerca al centro administrativo municipal La Alpujarra,


del abogado Gabriel Vallejo Ospina, expresidente del Colegio de Abogados de Antioquia
(COLEGAS) y quien había sido representante a la Cámara y senador por el Partido Social
Conservador.146

El 18 de agosto es acribillado en Medellín Jorge Édgar Carvajal Jiménez, concejal y


presidente de la junta de la UP en el municipio de Mutatá. Los hechos ocurrieron en el barrio
El Poblado, cuando se encontraba en compañía de Juan de Dios López Rueda.147

El 2 de noviembre resultó asesinado en Itagüí Mario Cuartas González, quien había sido
alcalde de Yondó y luego concejal de Itagüí por la UP. Un grupo de hombres armados le
propinaron varios disparos. En el comunicado de rechazo a este crimen, por parte de la
coordinación departamental de la UP, se señala que al momento habían sido asesinados
en el departamento más de 100 integrantes de esta colectividad política.148

El 27 de noviembre se perpetró un atentado contra Nelson Campo Núñez, vicepresidente


segundo de la Asamblea de Antioquia y concejal de Apartadó por la UP. En los hechos, un

144
El Colombiano. (25 de junio de 1988). Portada.
145
El Colombiano. (14 de agosto de1988). p. 3A.
146
El Colombiano. (17 de agosto de1988). p. 3A.
147
El Colombiano. (19 de Agosto de 1988). p.13 C.
148
El Colombiano. (15 de noviembre de 1988). p. 2 A.

124
individuo ingresó a la casa de Campo, ubicada en el norocidente de Medellín, y le realizó
varios disparos que le provocan heridas leves.149

El 30 de noviembre asesinaron a Manuel Álvaro Fernández Pinzón, ex alcalde del municipio


de Segovia e integrante de la UP. Los hechos ocurrieron al occidente de la ciudad. Según
la nota de presa, era el tercer ex alcalde de la UP asesinado en el Valle de Aburrá, luego
de los casos de Elkin de Jesús Martínez ocurrido en mayo, y de Mario Cuartas González
en noviembre.150

El 19 de diciembre se produjo un intercambio de disparos entre un grupo de personas que


se movilizaban en un vehículo de servicio público y los escoltas que acompañaban a César
Pérez García, expresidente de la Cámara de Representantes y dirigente liberal. Una célula
del ELN, ¨Mártires de Segovia¨ se reivindicó los hechos del atentado, en retaliación por la
masacre ocurrida en dicho municipio, el 11 de noviembre, la cual dejó 47 personas
asesinadas, además de señalar a García como autor intelectual. También, en el lugar del
ataque se desactivó un artefacto explosivo de 4 kilos de dinamita.151

1989.

El 8 de abril de 1989 secuestraron en Medellín a Guillermo Valencia Loayza, concejal de


Turbo por el partido UP. Fue sacado a la fuerza por un grupo de hombres armados con
fusiles, quienes lo obligaron a acompañarlos en un vehículo particular con rumbo
desconocido.152 Su cadáver se encontró al día siguiente con ocho impactos de bala, al sur
de la ciudad. Valencia se había desplazado a Medellín debido a las constantes amenazas
contra su vida que recibió en la región de Urabá por su actividad política en la UP.153

El 29 de junio asesinaron a Alejandro Cárdenas Villa, miembro de la UP, quien se


desempeñaba como gerente de la Corporación de Vivienda y Desarrollo Social (CORVIDE).
Un comando de hombres armados lo atacaron cuando salía de una reunión en la sede de

149
El Colombiano. (28 de noviembre de1988). p. 10B.
150
El Colombiano. (01 de diciembre de1988). p.12C.
151
El Colombiano. (20 de diciembre de1988). p. 18B.
152
El Colombiano. (09 de abril de 1989). p. 3A.
153
El Colombiano. (10 de abril de 1989). p. 2A.

125
Empresas Varias de Medellín. Había sido alcalde de Mutatá, pero, según la información de
prensa, no había recibido amenazas, razón por lo cual no tenía escoltas.154

El 14 de julio de 1989, en confusos hechos y en medio de un presunto atentado contra el


dirigente político de la Unión Patriótica, Gonzalo Álvarez Henao, cayeron abatidos a manos
de la fuerza pública diez sicarios, entre los cuales, según la información de prensa, se
encontraban dos policías activos y un exagente. Los hechos ocurrieron cuando un grupo
de hombres armados irrumpió en la vivienda de Álvarez, pero este no se encontraba allí.
Álvarez era concejal y se desempeña como vicepresidente segundo de la Corporación. Se
trató del cuarto atentado en contra de su vida.155

El 27 de octubre de 1989 ocurrió el asesinato, en su despacho de la Asamblea


Departamental, del diputado de la UP y vicepresidente de la Asamblea, Gabriel Jaime
Santamaría.156 En una semblanza de su labor, el portal Verdad Abierta (2018) señala que
Santamaría había sido militante de la Juventud Comunista JUCO y del Partido Comunista
Colombiano PCC, antes de dedicarse de lleno a la actividad política en la UP. Había sufrido
dos atentados antes, en 1985 y 1987. En declaraciones ante Justicia y Paz, el jefe
paramilitar de Medellín, Diego Murillo Bejarano, alias Berna, reconoció que el crimen lo
cometió un grupo liderado por los hermanos Castaño, quienes consiguieron un sicario
suicida, Marco Antonio Meneses. Este resultó asesinado en medio de la reacción de los
escoltas de Santamaría. Este mismo portal reseña, igualmente, que ya desde finales de la
década de los 60, Santamaría había sido identificado como una persona que debía ser
seguida por parte del grupo de orden público del Departamento Administrativo de Seguridad
(DAS), debido a su activismo político.157

Algunos datos adicionales

En su tesis de Maestría en Historia de la Universidad Nacional de Colombia, denominada


Luchas, resistencia y genocidio del movimiento ¡A Luchar!, Diego Mauricio Fajardo Cely

154
El Colombiano. (29 de junio de 1989). Portada y p. 8C.
155
El Colombiano. (14 de julio de 1989). Portada y p. 8D.
156
El Colombiano. (28 de noviembre de1989). Portada.
157
Retrepo, Juan Diego. (2018). El fin de un hombre bajo observación. Verdad Abierta. Página de
Verdad Abierta. https://verdadabierta.com/fin-hombre-observacion/.

126
(2017), construye una base de datos, donde recoge el compendio de crímenes cometidos
contra esta colectividad:

a partir de documentación propia de AL, informes de represión de múltiples


sindicatos en los que militantes del movimiento estuvieron presentes, análisis de
prensa y publicaciones seriadas, trabajos sobre represión en Colombia realizados
por centros y organizaciones defensoras de derechos humanos, algunas
investigaciones previas sobre AL, y por supuesto de las memorias de los militantes
y sobrevivientes que conjuraron esa empresa del terror. Allí se han documentado
hasta la finalización de esta investigación 575 crímenes durante el periodo de
existencia de AL (1984-1992), pero todo parece indicar que aún faltan otros tantos.
Debe aclararse que allí solo se condensa un crimen contra cada militante o caso
registrado, pero la lógica de la represión contra esta colectividad hizo que en la gran
mayoría un solo militante enfrentara en un mismo hecho varios crímenes, así por
ejemplo era común que la detención arbitraria fuese acompañada por la tortura o
que el asesinato lo fuera por la desaparición forzada. (p. 155).

Al buscar la información sobre crímenes contra integrantes de A Luchar en Medellín, sea


cometidos en la ciudad, en los municipios del Valle de Aburrá o en otros lugares del país –
pero de activistas o líderes políticos que realizaban su trabajo en Medellín–, se encontraron
los siguientes casos:

El 3 de abril de 1985, en Itagüí, asesinaron a Marta Cecilia Yepes, dirigente sindical. El 22


de abril, de nuevo en Itagüí, asesinaron a tres integrantes más de esa agrupación política:
Guillermo Lugo, Jorge Iván Mejía Ríos y Luis Enrique Correa Balbín. El 24 de abril, en este
mismo municipio, aniquilaron al dirigente sindical José Leonel Roldán Posada (Fajardo,
2017, p. 288).

El 5 de mayo de 1987 ocurrió el asesinato, en Medellín, de Juan Diego Arango Morales,


sindicalista de Sintrasofasa (Fajardo, 2017, p. 291). El 14 de octubre de ese mismo año
sucedió la amenaza a Esteban Cancelado Gómez, educador en derechos humanos e
integrante de la Dirección Nacional de A Luchar (Fajardo, 2017, p. 293.

127
El 12 de enero de 1988 asesinaron en la ciudad al militante y activista político José
Sepúlveda (Fajardo, 2017, p. 295). El 10 de marzo corrió la misma suerte Rubén Darío
Castaño, militante del Frente Estudiantil Revolucionario Sin Permiso (FER-SP),
organización asociada a AL (Fajardo, 2017, p. 298). El 8 de septiembre de 1989 se produjo
el allanamiento por parte de unidades del Ejército Nacional del Instituto Popular de
Capacitación (IPC), organización de derechos humanos, donde cuatro investigadores
resultaron detenidos y acusados de pertenecer al ELN: Luz Aurelia Puyo, Pablo Emilio
Angarita Cañas, Rodrigo Osorno y Jesús William Balbín Álvarez. Luego de casi dos meses
de privación de su libertad, los liberaron al no hallar méritos para su detención (Fajardo,
2017, p. 307).

El 6 de mayo de 1989 asesinaron a un estudiante de periodismo, de quien solo se conoce


su nombre: Diego León (Fajardo, 2017, p. 311). El 19 de agosto de ese mismo año, de
nuevo en Itagüí, ocurrió el asesinato de Gustavo de Jesús Mejía, líder sindical de la
Asociación de Institutores de Antioquia (ADIDA) (Fajardo, 2017, p. 313).

Aunque el periodo de mayor intensidad de la violencia contra la UP sucedió entre 1985-


1989, esta no cesó definitivamente. En los años posteriores se continuaron presentando
acciones de violencia. Fue el caso del asesinato de José Alberto Restrepo Pérez, ocurrido
el 21 de julio de 1996 en su residencia y ante su familia. Restrepo Pérez había sido dirigente
nacional de la Juventud Comunista JUCO y alcalde de Segovia entre 1988 y 1990.

También, el 8 de septiembre del 2000, asesinaron a Eliodoro Durango, dirigente regional


del Partido Comunista Colombiano e integrante de la Junta Nacional de la Unión Patriótica.
Encabezaba la lista de la UP a la Asamblea Departamental de Antioquia, para las
elecciones del 29 de octubre de ese año.158 Es de resaltar que este caso ocurrió en medio
de otro de los periodos de agudización de violencia política en la ciudad: 1998-2000, que
constituye otro de los casos colectivos abordados en esta investigación, pero más centrado
en el ataque a organizaciones de derechos humanos e integrantes de la Universidad de
Antioquia.

158
Vidas Silenciadas. (s.f.). Asesinado en Medellín el dirigente comunista Eliodoro Durango. PCC y
UP responsabilizan al gobierno. Página de Vidas Silenciadas.
https://vidassilenciadas.org/asesinado-en-medellin-el-dirigente-comunista-heliodoro-durango-pcc-y-
up-responsabilizan-al-gobierno/

128
A manera de balance

Según las informaciones construidas con base en la información consultada, entre el 1 de


enero de 1985 y el 31 de diciembre de 1985, se produjeron los asesinatos de 42 personas,
11 atentados, 3 amenazas y dos detenciones colectivas significativas. La primera, es el
caso de 300 asistentes al cementerio Campos de Paz, el 1.º de mayo de 1986 y, la segunda,
el de cuatro funcionarios de la ONG Instituto Popular de Capacitación (IPC), a finales de
1989.

En su gran mayoría, las víctimas pertenecían a las agrupaciones políticas Unión Patriótica
y Frente Popular, en menor medida a A Luchar y, en pocas ocasiones, a otros partidos
como el Liberal, Conservador y Galanista. En las entrevistas con las tres personas
integrantes de AL, un dirigente nacional y dos locales, se indagó por qué creían que se
había presentado esta menor victimización de AL en Medellín en comparación con lo vivido
por el Frente Popular y la Unión Patriótica. Ellos señalaron que el ataque contra A Luchar
se concentró en otras regiones del país, especialmente en el nororiente colombiano.
También, que, por el hecho de ser un movimiento político sin mayores aspiraciones
electorales, a diferencia de los partidos FP y UP, pudo haber atraído menos la atención de
los agresores, dado que, en la hipótesis de los entrevistados, la competencia electoral fue
en buena medida la causa de la victimización.

Sobre el porqué de la alta concentración de violencia homicida contra militantes de AL en


Itagüí, se señala que esta se originó, en gran medida, por el enfrentamiento entre grupos
insurgentes y las organizaciones del narcotráfico de este municipio. En particular, se
identifica al grupo de la familia Galeano y, a su jefe de seguridad, Diego Murillo Bejarano,
más tarde conocido como Don Berna, en las Autodefensas Unidas de Colombia, como los
determinadores de una gran cantidad de asesinatos en el sur del Valle de Aburrá.159

Muchas de las víctimas de la Unión Patriótica habían sido alcaldes y concejales en zonas
del nordeste antioqueño y Urabá, y se habían refugiado en la ciudad, buscando evitar la
concreción de las amenazas de muerte. Sin embargo, en una acción que puede evidenciar

159
Entrevistas EAL 1 Integrante de A Luchar, realizada el 20 de agosto de 2018 y EAL 2, integrante
de A Luchar, realizada el 25 de agosto de 2019, y EAL 3 Entrevista integrante de A Luchar Realizada
el 1 de septiembre de 2018.

129
la coordinación de la acción criminal, sus asesinos les alcanzaban en la ciudad. Además,
en la mayoría de los crímenes participaban grupos de hombres armados, dotados de armas
de gran capacidad, que se movilizaban en distintos vehículos, con la capacidad de actuar
en toda la ciudad; incluso, como en el caso del senador Pedro Luis Valencia, en
inmediaciones de la principal base militar de Medellín.

Además, la mayoría de los crímenes se produjeron durante el día, y a pesar de todos estos
elementos, la individualización y judicialización de los responsables ha sido casi nula, lo
cual evidencia la gran impunidad que ha caracterizado estas acciones de guerra sucia. Sólo
en dos casos, en la reacción de la policía, se abatieron agresores, quienes resultaron ser,
por un lado, una persona identificada como oriunda del Magdalena Medio, zona de control
paramilitar y, por el otro, dos agentes de la policía activos y uno retirado. En el caso del
senador Pedro Luis Valencia, la familia identifica a Carlos Castaño como parte del grupo de
asesinos. Castaño mismo asume la responsabilidad de los asesinatos de Valencia, Vélez,
Abad y Betancur, según declaraciones de Diego Fernando Murillo en Justicia y Paz. 160

Dos elementos llaman la atención de las declaraciones de Alias Berna sobre este periodo,
referidas a la responsabilidad de Carlos Castaño y a las relaciones con la fuerza pública:
primero, señaló que: “para finales de los ochenta quien tenía el control de la guerra urbana
en Medellín era Carlos, que lideraba un grupo de cinco o seis hombres y eran ayudados
por militares, para ejecutar acciones contra la guerrilla”. Y segundo, con respecto al
homicidio de Pedro Luis Valencia, senador por la UP, cometido el 11 de agosto de 1987 en
el occidente de Medellín: “Recuerdo que Carlos fue personalmente a ese operativo con
miembros de la IV Brigada¨(El Espectador, 5 de febrero de 2012).

En noviembre de 2015, capturaron a John Alirio Rodríguez Parra, ex funcionario del


Departamento Administrativo de Seguridad DAS e integrante del grupo de escoltas de la
alcaldesa de Apartadó y militante de la Unión Patriótica Diana Cardona, asesinada en
febrero de 1990. La captura evidencia que Rodríguez Parra participó en los hechos que

160
Para ampliar información consultar: El Espectador. (5 de febrero de 2012). Carlos Castaño
asesinó a Héctor Abad Gómez. Página de El Espectador.
https://www.elespectador.com/noticias/judicial/carlos-castano-asesino-hector-abad-gomez-articulo-
326744.

130
terminaron con el asesinato de la alcaldesa.161 Existe un informe de la Fiscalía General de
la Nación, sobre victimización de miembros de la UP, donde destaca que existió
participación de agentes del Estado, incluyendo en algunos casos a miembros del DAS en
homicidios a dirigentes regionales:

[…] la participación de grupos de autodefensa en estas


victimizaciones contó con la cooperación de algunos agentes del
Estado, como miembros del Ejército y el DAS. Algunos casos en
los que hubo esta cooperación fueron el asesinato del senador de
Antioquia Pedro Luis Valencia, el 25 de agosto de 1987, a manos
de autodefensas al mando de Carlos Castaño Gil; o los crímenes
del Diputado de la Asamblea de Antioquia Gabriel Jaime
Santamaría, el 29 de octubre de 1989, y de la alcaldesa de
Apartadó, Diana Cardona Saldarriaga, el 26 de febrero de 1990,
perpetrados con ayuda de agentes del DAS” […] personalidades
públicas como Santamaría y Cardona contaban con esquemas de
seguridad provistos por el DAS y sus escoltas conocían sus
itinerarios, agendas y hábitos. En varios casos se ha establecido la
complicidad de miembros de los esquemas en los asesinatos.
(Fiscalía General de la Nación, p. 46-47).162

En los estudios sobre los picos de violencia en el conflicto armado se señala la primera
oleada en la segunda mitad de los años 80, la cual coincide con el auge de la guerra sucia,
adquiriendo niveles nunca antes visto desde mediados del siglo XX. en este capítulo se han
presentado un conjunto numeroso de acciones en contra de integrantes de partidos y
movimientos políticos que desde la izquierda, y en medio de numerosas contradicciones e
incertidumbres exploraban las condiciones para el ejercicio proselitista en la legalidad.

161
El Colombiano. (8 de noviembre de 2015). Exfuncionario del DAS fue capturado por el homicidio
de la alcaldesa de Apartadó. Página de El Colombiano.
https://www.elcolombiano.com/antioquia/exfuncionario-del-das-es-detenido-por-homicidio-de-
alcaldesa-de-apartado-YK3084634.
162
Fiscalía General de la Nación. (Mayo de 2018) Victimización de miembros de la Unión Patriótica
(UP) por parte de agentes del Estado. Informe No. 3 de la Fiscalía General de la Nación a la
Jurisdicción Especial para la Paz.

131
Como se verá en el capítulo de impactos, estos actos de exterminio colectivo con base en
la identidad política pusieron en entredicho la posibilidad de que la sociedad colombiana
avanzara hacia una apertura democrática.

Al escanear este QR se dirigirá a una línea de tiempo que permite hacer una lectura gráfica
de los hechos.

Línea de tiempo 1.

132
Capítulo 4
Violencia contra integrantes de la Universidad
de Antioquia, 1987-1988

“A la vida por fin daremos todo, a la muerte jamás daremos nada”.


Jesús María Peña Marín (Chucho Peña S.F.)

“Podrán cortar todas las flores, pero nunca podrán detener la primavera”.
Pablo Neruda

133
134
135
Los hechos de violencia sufridos por personas pertenecientes a la comunidad de la
Universidad de Antioquia, en los años 1987–1988, constituyen uno de los casos más
intensos de violencia política ejercidos contra una institución educativa en Colombia. Lo
anterior, prácticamente sin comparación en el resto del país; aunque en los últimos años se
han conocido estudios que documentan lo que ocurrió con otras universidades, como la de
Nariño, el Cauca, la Pedagógica, la Francisco José de Caldas y la Nacional –estas tres
últimas de Bogotá–, la de Córdoba, la del Magdalena, la del Atlántico, la Popular del Cesar,
la Industrial de Santander, entre otras. La definición del patrón común de sistematicidad de
estos hechos involucra tanto la pertenencia a la Universidad, como la militancia en
determinados partidos políticos, especialmente la Unión Patriótica y el Frente Popular. Así
como la denuncia por violaciones de derechos humanos cometidas por agentes estatales;
en una combinación de factores que no siempre son fáciles de discernir.

Se relacionan a continuación los principales hechos asociados a esta escalada de violencia


contra integrantes de la principal universidad de la región y una de las más importantes del
país.

1987

La primera víctima identificada es Édison Castaño Ortega, joven estudiante de segundo


semestre de odontología de la Universidad de Antioquia y de octavo de geología de la
Universidad Nacional. Según información de su familia, salió de su casa el día 13 de junio
de 1987 y luego lo encontraron como NN en el anfiteatro municipal. Su cadáver presentaba
varios impactos de bala.163

A continuación, fue asesinado el profesor de la Facultad de Odontología Darío Garrido Ruiz,


en hechos ocurridos el 4 de julio en el municipio de Urrao, en una finca de su propiedad.
Este crimen llama la atención por el sitio donde se produjo y, aunque el profesor no tenía
ninguna actividad pública conocida, se incluye por su pertenencia a la Universidad de
Antioquia, porque la mayoría de las personas asesinadas pertenecían a las áreas de la
salud: Medicina, Odontología y Salud Pública.

163
Vidas Silenciadas.(s.f.). Página del portal Vidas Silenciadas.
https://vidassilenciadas.org/victimas/4295/.

136
Luego, el 14 de julio, se presentó el asesinato del estudiante de la Facultad de Medicina
Veterinaria y Zootecnia, José Abad Sánchez Cuervo, de 24 años, cuyo cadáver se encontró
con signos de tortura, en la vía a Las Palmas. Según la información de prensa, Sánchez
era monitor de un curso de fisiología y, el día de los hechos, salió con rumbo a una práctica
en el municipio de Rionegro. Horas más tarde las autoridades lo encontraron y lo condujeron
como NN al anfiteatro de la ciudad, donde posteriormente sus familiares lo hallaron.164

En un hecho llamativo, el 22 de julio, mientras se realizaba una asamblea de estudiantes


de la Facultad a la que pertenecía José Abad, hallaron en el lugar a dos integrantes
encubiertos del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS). Estos sujetos tenían un
arma de fuego, tres salvoconductos para porte de armas y un carnet de identificación a
nombre de Diego Esteban Ballesteros, que lo acreditaba como agente secreto Nº 4.120-06
del organismo de seguridad estatal. La otra persona era Luz Ángela Urrego. La pareja
reconoció su vinculación con la entidad, pero el director del DAS en Medellín negó que
ambos fueran sus agentes. Manifestó que la mujer nada tenía que ver con el organismo y
que el hombre sí había pertenecido a la entidad, pero que había renunciado dos meses
atrás.165 Luego de siete horas de retención los pusieron en libertad, gracias a la mediación
de los profesores Héctor Abad Gómez y Carlos Gaviria, del Comité Permanente de
Derechos Humanos de Antioquia.166

El 27 de julio asesinaron al estudiante de la Facultad de Derecho, John Jairo Villa Peláez


de 28 años, por sujetos armados en el barrio Castilla, al noroccidente de la ciudad. Las
autoridades reportaron el hallazgo de su cuerpo con varios impactos de arma de fuego,
abandonado cerca al cauce de una quebrada.167

El 31 de julio corrió igual suerte Yowaldin Cardeño Cardona de 18 años. Era estudiante del
Liceo Antioqueño, plantel de educación secundaria adscrito a la Universidad de Antioquia.

164
El Colombiano. (24 de julio de1987). p. 6D.
165
Vidas Silenciadas. (s.f.). Página web de Vidas Silenciadas.
https://vidassilenciadas.org/victimas/4323.
166
El Colombiano. (24 de julio de 1987). p. 6D.
167
El Colombiano. (29 de julio de 1987). p. 18B.

137
Cardeño fue sacado de su casa por la fuerza y así como había pasado con otras víctimas
anteriores, su cadáver apareció como NN con varios impactos de bala.168

El 2 de agosto ocurrió el asesinato de José Ignacio Londoño Uribe de 29 años, estudiante


de la Facultad de Comunicación Social y Periodismo. Londoño era reconocido en la
Universidad por su labor de organización de eventos públicos y vivía en el barrio 20 de julio,
al centro occidente de la ciudad. Las versiones de los hechos señalan que lo abordaron tres
hombres armados cerca de su residencia y lo condujeron a un lugar apartado, donde fue
sometido a tortura y luego asesinado. Según el reporte de Medicina Legal, Londoño Uribe
presentaba heridas de arma blanca, amputación de la mano derecha y de un dedo de la
mano izquierda, así como varios impactos de bala en su cabeza.169 Según informes de
prensa, en ese momento se conoció, en varios sectores de la ciudad, la distribución de
panfletos amenazantes, firmados por un grupo de justicia privada conocido como Amor por
Medellín, que reivindicaba estar “limpiando la ciudad de simpatizantes de grupos
guerrilleros”.170

El 2 de agosto fue asesinado el profesor del Departamento de Antropología, Carlos López


Bedoya de 40 años. Los hechos ocurrieron al frente de la Universidad de Antioquia y solo
dos horas después de haber terminado el sepelio del estudiante Londoño Uribe. El profesor
López Bedoya estaba en la heladería El Nogal conversando con otras personas de la
Universidad cuando llegó un joven en motocicleta, quien se bajó, le propinó varios disparos
en la cabeza y huyó.171

El 5 de agosto fue atacado Gustavo Franco Marín, estudiante de Ingeniería Metalúrgica de


la Facultad de Ingeniería, líder estudiantil del Frente Popular y líder cívico en el oriente
antioqueño. Según las informaciones de prensa, unos hombres que se presentaron como
miembros de un organismo de seguridad estatal lo sacaron de su casa, ubicada en el
municipio de Marinilla, y lo montaron a la fuerza en un Renault 18 color blanco. Franco

168
El Espectador, Informe especial. Antioquia bajo el yugo paramilitar, 1987. Parte 1, el plan macabro
del paramilitarismo. https://www.elespectador.com/sites/default/files/static_specials/87/1987/plan-
macabro.html
169
Vidas Silenciadas. (s.f.).Página web del portal Vidas
Silenciadas.https://vidassilenciadas.org/victimas/4340.
170
Osorio, M. y Cardona, J. (12 de Agosto de 2017). Seis meses de terror en Antioquia. Página de
El Espectador. https://www.elespectador.com/colombia2020/justicia/verdad/seis-meses-de-terror-
en-antioquia-articulo-855664.
171
El Colombiano. (04 de agosto de 1987). Portada y p. 3A.

138
Marín venía siendo amenazado tiempo atrás por su participación en movimientos y paros
cívicos. En el vehículo llevaban a otro joven que logró escapar en un momento de
distracción de los captores, en represalia le dispararon a Franco Marín en la cabeza y luego
lo lanzaron sobre la calzada. El mismo estudiante relató los hechos y lo trasladaron a la
Policlínica de Medellín.172

En respuesta a la oleada de asesinatos contra integrantes de la Universidad de Antioquia,


ocho en dos meses, se convocó a una marcha de protesta conocida como la Marcha de los
Claveles Rojos. Esta se realizó el jueves 13 de agosto de 1987, a las cuatro de la tarde.

Unas 3.000 personas desfilaron por concurridas calles de la ciudad hasta la


Gobernación de Antioquia, portando pancartas con mensajes de protesta. Como era
de esperarse, a la movilización se sumaron profesores, estudiantes, organizaciones
no gubernamentales de derechos humanos, asociaciones privadas y espontáneos
ciudadanos. Al frente de la movilización estuvo el presidente del Comité de
Derechos Humanos y precandidato a la alcaldía de Medellín, Héctor Abad Gómez.173

Solo unas pocas horas después –como también se presentó en el apartado de violencia
contra integrantes de partidos políticos–, el 14 de agosto, asesinaron al profesor de la
Universidad de Antioquia y senador por la Unión Patriótica, Pedro Luis Valencia.

Habían transcurrido 12 días de la multitudinaria marcha, cuando asesinaron, de manera


simultánea, a los profesores Héctor Abad Gómez (de 66 años) y Leonardo Betancur
Taborda ( de 41 años), en la sede de la Asociación de Institutores de Antioquia (ADIDA),
cuando se dirigían al velorio de Luis Felipe Vélez, presidente de esa agremiación sindical,
quien había sido previamente asesinado en horas de la mañana. Según las informaciones
de prensa, Abad Gómez y Betancur, llegaron al caer la tarde a la organización sindical, pero
les informaron que el cuerpo de Luis Felipe ya había sido conducido al coliseo, donde iban
a seguir los actos de homenaje. En ese momento, dos sujetos en una motocicleta les
dispararon. Héctor Abad Gómez quedó muerto de inmediato en las afueras de la sede

172
Portal Vidas Silenciadas. https://vidassilenciadas.org/victimas/4347.
173
El Espectador. (s.f.). Informe especial. Antioquia bajo el yugo paramilitar, 1987. Parte 1, el plan
macabro del paramilitarismo. Página de El Espectador.
https://www.elespectador.com/sites/default/files/static_specials/87/1987/plan-macabro.html.

139
sindical, mientras que Leonardo Betancur alcanzó a correr, pero en la persecución lo
ultimaron por el sicario al interior de (ADIDA).174

Héctor Abad Gómez era un reconocido médico salubrista, con estudios en salud pública en
Estados Unidos. Se había dedicado a trabajar, desde el enfoque de la salud pública, los
problemas de una ciudad como Medellín que, en las décadas de los 60 y 70, había crecido
de manera vertiginosa, como consecuencia de la llegada de miles de pobladores que se
ubicaron en la periferia. Vivían en asentamientos sin los mínimos servicios públicos,
especialmente la necesaria provisión de agua potable. Abad Gómez insistía en denunciar
que esta situación era la principal causa de morbimortalidad entre estas poblaciones.175

Abad Gómez, además, había incursionado en la política electoral desde las filas del Partido
Liberal y, al momento de su asesinato, era precandidato a la Alcaldía de Medellín, así como
también presidente del Comité Permanente de Derechos Humamos, al cual se había
vinculado desde 1980, tras promover su conformación en el departamento. A nivel nacional,
esta iniciativa era lideraba por el excanciller del Partido Conservador, Alfredo Vásquez
Carrizosa. En sus últimos años de vida había desarrollado, desde el Comité, una labor de
denuncia sobre las crecientes violaciones de derechos humanos en el país. En especial,
expresaba su preocupación por la responsabilidad de agentes estatales en esta conducta,
que se había incrementado desde mediados de la década anterior, con el auge de los
consejos verbales de guerra y la promulgación del estatuto de seguridad en el Gobierno de
Turbay Ayala.

El Proyecto ‘Guerra Sorda’ es un esfuerzo de investigación y documentación, basado en la


exploración de archivos institucionales asociados a violaciones de derechos humanos, y
liderado por el portal Verdad Abierta, en alianza con el Instituto de Estudios Políticos de la
Universidad de Antioquia, la National Endowment for Democracy (NED) y la Fundación para
la Libertad de Prensa (FIP). En este Proyecto, basado en una prolija investigación, se da
cuenta de la existencia de informes de seguimiento al médico Héctor Abad Gómez, desde
mediados de la década del 70, desarrollados por el Departamento Administrativo de

174
El Colombiano. (26 de agosto de 1987). Portada y p. 11A, 5B, 18B.
175
Abad Gómez, Héctor. (2012). Un programa de salud para Colombia. Fundamentos éticos de la
salud pública. Universidad de Antioquia.

140
Seguridad (DAS). En estos se le señalaba por ser un activista profesoral y por asociarse a
¨organizaciones de extrema izquierda¨.176

En un informe del DAS, referenciado por el Proyecto Guerra Sorda, con fecha del 18 de
octubre de 1974,

la agencia de inteligencia estatal reportó en aquel documento, bajo el rótulo de


“Situación Política”, y en el inciso dedicado al “comunismo”, que “con participación
de organizaciones de extrema izquierda, Comité de Solidaridad, presidido por el
Doctor Héctor Abad Gómez, de Sacerdotes de avanzada, dirigidos por el Presbítero
Óscar Vélez y de los familiares, se celebró el 19 (sic) de los corrientes a las 16:00
horas, en el Templo de San Benito de la ciudad de Medellín, un acto religioso para
conmemorar el primer Aniversario de la muerte de los hermanos Manuel y Antonio
Vásquez Castaño, Jefes del autodenominado Ejército de Liberación Nacional”.
(Verdad Abierta, 13 de noviembre de 2018).

Su crimen es el único de todos los ocurridos en ese periodo declarado como de lesa
humanidad (en octubre de 2014); lo cual significa que, dada su gravedad, la investigación
se mantiene abierta sin prescripción, aunque a 33 años no hay mayores avances sobre los
autores intelectuales, pese a que se ha logrado identificar que los autores materiales fueron
liderados por Carlos Castaño, según versión entregada por alias Don Berna en Justicia y
Paz.177 Un detalle conocido luego de su asesinato es que en el bolsillo de su camisa Abad
Gómez tenía una lista de amenazados de muerte, en la que él se encontraba en primer
lugar, junto a un grupo de profesores, abogados, periodistas, defensores de derechos
humanos, artistas y funcionarios públicos. En julio de 2019 un informe de El Espectador
señala que, según información de la Fiscalía General de la Nación entregada de manera
reservada a la Jurisdicción Especial de Paz JEP, la lista fue confeccionada por organismos

176
Verdad Abierta. (13 de noviembre de 2018). El rastro del médico Héctor Abad Gómez en los
archivos del DAS. Página de Verdad Abierta. https://guerrasorda.verdadabierta.com/el-rastro-del-
medico-hector-abad-gomez-en-los-archivos-del-das/.
177
El Espectador. (15 de febrero de 2012). Carlos Castaño asesinó a Héctor Abad Gómez. Página
de El Espectador. https://www.elespectador.com/noticias/judicial/carlos-castano-asesino-hector-
abad-gomez-articulo-326744

141
de inteligencia de las Fuerzas Armadas, sindicándoles de ser auxiliadores de las guerrillas
y agentes de la subversión.178

Por su parte, Leonardo Betancur Taborda era también médico y salubrista como Abad
Gómez, a quien consideraba su maestro y con quien trabajaba temas de salud pública
desde su cátedra en la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia. Betancur era,
además, un activista político que había participado en diferentes propuestas electorales,
gracias a lo cual había sido elegido concejal de Medellín por el movimiento FIRMES a
finales de la década de los 70.

Asimismo, por sus denuncias sobre violaciones de derechos humanos, había estado
detenido a finales de los 70, acusado de favorecer a grupos insurgentes. Estos cargos
nunca se probaron, por lo que debió ser puesto en libertad luego de cuatro meses de
reclusión. Al igual que Héctor Abad Gómez, había sido líder gremial del sector salud en la
Asociación Médica de Antioquia (AMDA), presidente de la Asociación de Profesores de la
Universidad de Antioquia y participaba activamente del Comité Permanente de Derechos
Humanos de Antioquia.

Siguiendo la racha de violencia contra la Universidad y, en especial, contra integrantes de


la Facultad de Medicina, el 18 de octubre ocurrió el asesinato de Rodrigo Guzmán Martínez,
estudiante de último semestre de Medicina y vicepresidente de la Asociación Nacional de
Internos y Residentes (ANIR). Rodrigo era, además, líder político del Frente Popular y
también había sido detenido en los hechos del 1° de mayo de 1986, en el cementerio
Campos de Paz.

A Guzmán lo asesinaron en la sede de una compañía de vigilancia comunitaria, ubicada en


las inmediaciones de la Facultad de Medicina, en la que prestaba labores de atención
médica a familias de bajos recursos. Hasta la sede llegó un comando de hombres armados,
quienes ingresaron violentamente y lo asesinaron de varios disparos.179

178
El Espectador. (3 de julio de 2019). La lista de "sentenciados por las FF.MM." hallada en el bolsillo
de Héctor Abad Gómez. https://www.elespectador.com/noticias/judicial/la-lista-de-sentenciados-por-
las-ffmm-hallada-en-el-bolsillo-de-hector-abad-gomez-articulo-868962
179
El Colombiano.(18 de octubre de 1987). Portada y p. 6D.

142
La siguiente víctima ocurrió con Orlando Castañeda Sánchez, asesinado el 24 de octubre.
Era estudiante de octavo semestre de la Facultad de Medicina, reconocido líder deportivo
en la Facultad, monitor de deportes y organizador de torneos de fútbol. Según el relato
entregado por sus familiares a la prensa, el 20 de octubre, un grupo de cuatro sujetos
armados arribaron a su casa, a las 6 de la mañana, tres de ellos uniformados y uno de civil.
Estos retuvieron a Orlando con el pretexto de que había sido denunciado por el robo de un
material médico y unos medicamentos, llevándoselo en un vehículo particular para
interrogarlo en la estación de policía de Manrique. El 24 de octubre encontraron su cadáver,
con huellas de tortura e impactos de bala, junto a otros dos cuerpos no identificados, en el
sector de la Loma del Chocho, en el municipio de Envigado.180

El 24 de noviembre, en el ataque a la sede de la Juventud Comunista, asesinaron a Marina


Ramírez de 21 años, estudiante de Química Farmacéutica. Marina era integrante de la
dirección ejecutiva de la JUCO y una de las cinco víctimas fatales de esa incursión.181

El 11 de diciembre sucedió el asesinato de Francisco Eladio Gaviria de 33 años, estudiante


de Comunicación Social y reconocido activista sindical del sector metalúrgico, militante del
Partido Comunista y de la Unión Patriótica. El 10 de diciembre Francisco se encontraba en
la sede de la Cooperativa de Trabajadores de la Empresa Siderúrgica de Medellín
(SIMESA), lugar donde realizaba sus prácticas universitarias como comunicador social.
Hasta el lugar llegaron un grupo de ocho hombres, en dos vehículos particulares,
uniformados como policías. Luego de identificarlo, procedieron a retenerlo y posteriormente
abandonaron el lugar, afirmando que sería conducido a las instalaciones de la Cuarta
Brigada.

El mismo día de su retención los compañeros y familiares de Gaviria se dirigieron allí a


preguntar por él. Un soldado les informó que dos vehículos, con las características de los
que participaron en la detención, sí habían ingresado a las instalaciones de la Cuarta
Brigada. Además, que efectivamente iba una persona que se parecía a la descripción que
hicieron de Francisco. Sin embargo, al día siguiente, el comandante de la Brigada,
Francisco Rodríguez, desmintió esta información, además, amenazó a la familia de Gaviria

180
El Colombiano. (25 de octubre de 1987). p. 2A.
181
Este caso de la masacre de la JUCO ya fue descrito en el apartado de violencia contra integrantes
de partidos políticos de izquierda.

143
con demandas penales por presunto intento de soborno a un soldado, para que dijera que
estaba en las instalaciones.182

El cadáver de Francisco Gaviria lo encontraron el 11 de diciembre, en la Loma del


Esmeraldal, en Envigado. Su cuerpo se encontraba desnudo, envuelto en un costal y atado
con alambre de púas. Presentaba graves señales de tortura, sus costillas estaban
fracturadas, labios y ojos quemados, laceraciones y golpes en todo el cuerpo y tenía un
impacto de bala en la cabeza.183 En llamadas a medios de comunicación, el Movimiento
Obrero Estudiantil Nacional Socialista (MOENS) se atribuyó el crimen. Este grupo también
reivindicó la masacre de la casa de la JUCO en octubre de 1987.184

En una investigación periodística llevada a cabo por El Espectador en 2017, a 30 años de


la escalada de violencia presentada en Medellín, cuyo objetivo era, entre otras, personas
de la Universidad de Antioquia, se señala que la familia Gaviria logró obtener las listas de
ingreso de civiles a la Cuarta Brigada del día 10 de diciembre de 1987. Aunque no hay
certezas de lo que ocurrió, llaman la atención sobre dos hechos. Uno:

Hacia las 10:20 de la mañana, con salida cuatro minutos después, la minuta de
guardia indica que entró un tal Francisco Gaviria, paradójicamente el mismo nombre
del estudiante que a esa misma hora estaba secuestrado. Lo inusual es que en la
casilla de su destino sólo quedó la palabra “SI”. Esa misma persona volvió a
registrarse a las 16:10 de la tarde. Desde 2002, su cédula aparece cancelada por
muerte. Otro Francisco Gaviria, pero con distinta cédula, también fue a la ayudantía
en la tarde, entre las 16:45 y las 17:00.

Y dos, que, revisando la minuta de ingresos, el segundo destino más concurrido, después
de la ayudantía de la jefatura, resultó ser el servicio de inteligencia B-2, donde accedieron
17 personas. La mayoría con reseña de entrada, pero no de salida. En seis casos, con
cédulas retiradas por muerte. El nombre más significativo es el de Ángela María Torres

182
El Colombiano. (9 de diciembre de 2017). Dudas y pistas 30 años después. Los visitantes de la
Cuarta Brigada. Página de El Colombiano. https://www.elespectador.com/noticias/judicial/los-
visitantes-de-la-cuarta-brigada-articulo-727498
183
Vidas Silenciadas. (s.f.). Perfil de Francisco Eladio Gaviria Jaramillo. Página del portal Vidas
Silenciadas. https://vidassilenciadas.org/victimas/4565
184
El Colombiano. (12 de diciembre de 1987). Portada.

144
George, que ingresó a las 3:10 de la tarde del 11 de diciembre. En agosto de 2001, a esta
mujer la secuestraron y, meses después, el jefe paramilitar alias Don Berna declaró que
dicha mujer resultó desaparecida por las autodefensas, porque hizo vueltas para la banda
La Terraza y conocía secretos del crimen de Jaime Garzón.185 Según revelaciones
posteriores, la señora Torres George participó en el comando de asesinos de la banda La
Terraza, que casi 10 años después ejecutó los asesinatos de varios abogados defensores
de derechos humanos, líderes políticos y del ya mencionado humorista.

Para finalizar el violento año 1987, el 17 de diciembre asesinaron a Luis Fernando Vélez
Vélez, abogado, teólogo, profesor, investigador y vicerrector de la Universidad de Antioquia.
Este, tras la muerte de Héctor Abad Gómez, había asumido la presidencia del Comité
Permanente para la Defensa de los Humanos de Antioquia, cargo en el que estuvo escasos
6 días. Al igual que Pedro Luis Valencia, Héctor Abad Gómez y Leonardo Betancur, había
sido presidente de la Asociación de Profesores del Alma Mater.

Luis Fernando había recibido amenazas de muerte, intensificados en los días previos a su
asesinato. Según el relato que hizo una de sus hermanas, al contar que se reunió con él en
un establecimiento público, sólo lo encontró serio y preocupado, sino que, además, le pidió
que no se quedaran allí para no ponerla en riesgo, que se fueran a la casa donde podrían
estar más seguros.186

El 17 de diciembre el cadáver de Vélez Vélez se encontró en el sector de Pajarito,


noroccidente de la ciudad; estaba dentro del vehículo de su propiedad y presentaba
impactos de bala en su cabeza. El carro estaba orillado en el arcén y con el vidrio de la
ventanilla del conductor abajo, lo que hace presumir que los asesinos lo detuvieron. Por
algún motivo, Luis Fernando se detuvo y lo bajó para hablar con ellos. María Eugenia Vélez
Vélez, su hermana, estuvo en el levantamiento del cadáver. Según ella:

185
El Espectador. (9 de diciembre de 2017). Dudas y pistas 30 años después. Los visitantes de la
Cuarta Brigada. Página de El Espectador. https://www.elespectador.com/noticias/judicial/los-
visitantes-de-la-cuarta-brigada-articulo-727498
186
Hacemos Memoria. (16 de diciembre de 2019). Impunidad en el caso del asesinato de Luis
Fernando Vélez. Página de Hacemos Memoria. http://hacemosmemoria.org/2019/12/16/impunidad-
en-el-caso-del-asesinato-de-luis-fernando-velez/

145
Lo hicieron parquear –dice María Eugenia–, porque su carro quedó muy bien
parqueado a un costado de la carretera y la ventanilla del conductor estaba abierta.
Allí lo mataron a quema ropa. Eso me confirmó que una autoridad, o alguien vestido
de autoridad, lo mató. (Verdad Abierta, 11 de julio de 2016). 187

En sus declaraciones en Justicia y Paz, alias Don Berna señaló como autor de este crimen
a Carlos Castaño, quien, según este testimonio, habría contado con el apoyo del B2 e
inteligencia militar del Ejército Nacional.

Al ser indagado por la Sala sobre este asunto, el postulado Diego Fernando Murillo
confirmó que “efectivamente la señora le envió un correo electrónico a una abogada
que me visita acá. Yo le respondí puntualmente que lamentaba la muerte de su
hermano. Le dije que escuché una vez al comandante Carlos Castaño decir que él
personalmente participó en la muerte de este señor. Y ya las otras conclusiones que
le entregué a la señora era que en esa época Carlos estaba en la ciudad y él andaba,
o se identificaba, con un carné del B2, por ende, tenía algún vínculo con autoridades
militares, y él era muy cercano al general Rito Alejo del Río. (Verdad Abierta.11 de
julio de 2016).

Este periodo fue claramente de una inusitada intensidad violenta, que derivó en el cierre de
la Universidad de Antioquia durante 6 meses, hasta mayo de 1988. Se buscaba que esta
medida contribuyera a acabar la agresión. No obstante, todavía en 1988 se presentarían
algunas acciones más de violencia, que generaron una nueva oleada de temor, sobre todo,
que se repitieran los sucesos de 1987.

Aun con la Universidad cerrada, mientras los docentes participaban en actividades de


reflexión sobre las transformaciones necesarias para encarar los impactos de la violencia
en el alma mater, asesinaron al odontólogo y docente de la Facultad de Odontología, Jorge
Alberto Morales Cardona de 40 años. Los hechos ocurrieron el 11 de abril de 1988 en un
establecimiento comercial, ubicado al frente de la Facultad, donde Morales laboraba. Este
se encontraba en compañía de un grupo de docentes, cuando una persona los atacó con

187
Verdad Abierta. (11 de julio de 2016). Familiares de Luis Fernando Vélez aún reclaman verdad y
justicia. Página de Verdad Abierta. https://verdadabierta.com/familiares-de-luis-fernando-velez-aun-
claman-verdad-y-justicia/ .

146
arma de fuego y abandonó el lugar en un vehículo tipo campero, acompañado de una
motocicleta. Gabriel Emilio Espinal Botero y Yezid Ebelto Téllez Abreo, también
odontólogos y docentes de esta dependencia académica, resultaron heridos.

El profesor Morales, además de su labor docente en la Universidad de Antioquia, se había


desempeñado como concejal por dos periodos, representando a un movimiento ciudadano
en el municipio de San Carlos. Además, se había distinguido como un reconocido líder
social del movimiento cívico del oriente de Antioquia, organización que promovió la
movilización de los pobladores de esta región para exigir que las obras de infraestructura,
desarrolladas desde finales de los 70, generaran un mayor nivel de bienestar para sus
habitantes. A partir de 1983 comenzó un proceso de exterminio sistemático contra sus
dirigentes.188 El crimen de Morales resultó reivindicado por el grupo Medellín Urbano
Extrema Derecha, según las fuentes de prensa.

El 29 de junio tropas de la Cuarta Brigada retuvieron por varias horas al profesor Álvaro
Velásquez Ospina, jefe de trasplantes del Hospital Universitario San Vicente de Paúl y
docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia. La justificación de los
mandos militares para esta detención resulto ser, presuntamente, que su nombre había
aparecido en documentos incautados a integrantes de grupos subversivos.

El 15 de julio secuestraron a Gustavo Fernández Fernández, médico neumólogo y docente


de la Facultad de Medicina de la UdeA. Los hechos resultaron reivindicados por un presunto
grupo armado denominado Movimiento de Renovación y Transformación Universitaria que,
en mensajes a medios de comunicación, justificó el plagio con el fin de enviar un mensaje
al Gobierno nacional, sobre la situación de la Universidad de Antioquia.189 El 28 de julio lo
liberaron en inmediaciones de la Terminal de Transportes, en buen estado de salud, aunque
un poco fatigado por el secuestro. Finalmente, no se supo nada del presunto mensaje que
iba a ser enviado.190

El 27 de septiembre de 1988, en medio de confusos hechos ocurridos en la Facultad de


Ciencias Exactas, un profesor resultó herido con arma de fuego y dos más fueron golpeados

188
Olaya Rodríguez, C. H. (2017). El exterminio del Movimiento Cívico del Oriente de Antioquia.
Revista Ágora. Universidad de San Buenaventura, 17(1), pp.128-144.
189
El Colombiano. (22 de julio de 1988). p. 2A.
190
El Colombiano. (29 de julio de 1988). p. 7D.

147
por parte de dos sujetos encapuchados.191 En las indagaciones posteriores se afirmó que
los hechos ocurrieron, presuntamente, porque el profesor Manuel Páez había arrojado a la
basura unos panfletos, motivando el ataque de los encapuchados. Estos llegaron al
laboratorio donde se encontraba Páez junto a otros dos docentes, quienes reaccionaron
enfrentando a los agresores. Por este motivo, resultó un profesor con una herida de bala
en un pie y los otros dos golpeados en la cabeza, con las armas de fuego de los
atacantes.192

El 8 de octubre asesinaron a Héctor Alberto Giraldo Castaño, de 23 años, quien en principio


lo presentaron como estudiante de sociología. Pero, luego, las directivas de la Universidad
aclararon que, al momento de los hechos, se encontraba desvinculado de la institución.
Giraldo Castaño había sido miembro fundador de la Coordinadora Cívica del Oriente de
Antioquia.193 El día de su asesinato se encontraba en la heladería Villamil –al frente de la
ciudad universitaria– en compañía de Luis Javier Carvajal Correa, egresado de
Comunicación Social. Allí los atacaron por sicarios que se movilizaban en una motocicleta
de alto cilindraje. Su acompañante resultó herido. En su caso, pudo confluir su labor en la
Universidad, junto con su militancia en el movimiento cívico.

El 24 de octubre, luego de intensos disturbios en el campus universitario, apareció muerto


con heridas de arma de fuego Mario Alonso Tobón Alzate, de 21 años de edad, estudiante
de biología.194 Según versiones de algunos estudiantes, la muerte de Tobón Alzate ocurrió
en inmediaciones de la Universidad, cuando un grupo de policías disparó
indiscriminadamente contra estudiantes que abandonaban una asamblea estudiantil. 195

El 1.º de noviembre sucedieron los asesinatos de los profesores Emiro Trujillo Uribe,
vicepresidente de la Asociación de Profesores, y de Leonardo Lindarte Carvajal, ambos
docentes de la Facultad Nacional de Salud Pública. Resultaron víctimas de disparos por
parte de tres agentes del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS): Norberto
Cabrera, Narciso Mayorga y Samuel Ruiz; en extrañas circunstancias. Según las primeras

191
El Colombiano. (28 de septiembre de1988). p. 3A.
192
El Colombiano. (29 de septiembre de1988). p.10C.
193
De la cual se habló anteriormente.
194
El Colombiano. (26 de octubre de 1988). p. 3A.
195
Vidas Silenciadas. (s.f.). Página web oficial de Vidas Silenciadas.
https://vidassilenciadas.org/victimas/6073

148
versiones entregadas por los detectives del DAS, estos se encontraban empujando un carro
de la institución cuando chocaron el vehículo en el que se movilizaban los dos profesores.
Estos se dieron a la fuga, por lo cual resultaron perseguidos por los detectives y abatidos
luego de un cruce de disparos. No obstante, esta versión la negaron los colegas de los dos
profesores.196

Más tarde, las autoridades informaron que los hechos ocurrieron cuando los agentes
secretos perseguían a un grupo de sicarios, y que se habían confundido con el vehículo en
que se transportaban los dos profesores. Luego, se adujo que los muertos pertenecían a
un grupo subversivo, que no atendieron la orden de pare. El DAS, en un comunicado oficial,
dijo que se había presentado un enfrentamiento con integrantes de un grupo armado ilegal.

Posteriormente, en uno de los pocos casos en que hay fallo judicial, el Tribunal
Administrativo de Antioquia condenó a la Nación, en junio de 1994, a una indemnización de
111 millones de pesos para los familiares de Emiro Trujillo Uribe. Los agentes Norberto
Cabrera Mesa, Narciso Mayorga Rozo y Samuel Ruíz Alarcón, resultaron condenados a 84
meses de prisión.197

Antes, en un fallo de enero de 1991, la Procuraduría Regional había ordenado la destitución


de los tres agentes, por el incumplimiento del protocolo para detener a civiles. En dicha
ocasión, una mentira más se añadió al expediente, dado que los agentes manifestaron que
los exámenes de toxicología habían demostrado que los docentes estaban embriagados. 198

A modo de balance

Entre el 15 de junio de 1987 y el 1.º de noviembre de 1988, 27 integrantes de la Universidad


de Antioquia resultaron víctimas de acciones de violencia política. De ellos, 20 se
encontraron asesinados, –9 profesores y 10 estudiantes activos, 1 del Liceo Antioqueño
(adscrito al Alma Mater) y 1 desvinculado, pero a punto de grado–. Además, 5 profesores
resultaron heridos en dos ataques, un docente se encontró detenido por el Ejército por

196
El Colombiano. (02 de noviembre de 1988). Portada y p. 18B.
197
El Tiempo. (4 de junio de 1994). Condena a la Nación. Página de El Tiempo.
https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-143993.
198
El Tiempo. (15 de enero de 1991). Procuradora delegada pidió destituir a 3 agentes del DAS.
Página de El Tiempo. https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-10130.

149
presuntos vínculos con grupos armados –aunque lo liberaron a las pocas horas y uno más
recibió secuestro por un extraño grupo armado. Las dependencias más afectadas
resultaron ser la Facultad de Odontología con 5 víctimas, Medicina con 4 y Salud Pública
con 3, para un total de 12, cerca del 50% de las víctimas.

No puede considerarse que la única razón que motivó los ataques haya sido la pertenencia
de las víctimas a la Universidad, dado que estudiantes y profesores tenían otras
adscripciones, como militar en partidos políticos de izquierda, movimientos sociales y de
defensa de los derechos humanos. Pero, tampoco se puede estimar que todo ocurrió por
motivos externos a la Universidad. Esta institución estaba inmersa en un contexto de
conflicto armado y violencia política en el país y en la región. Así, las dinámicas propias de
esta realidad se imbricaban y alimentaban de los sucesos del entorno.

Con respecto a los presuntos responsables, la mayoría son desconocidos. En algunos


casos se señala a grupos de sicarios liderados por Carlos Castaño, a quien alias Don Berna
identifica como el autor, en alianza con sectores de la fuerza pública, especialmente de
inteligencia del Ejército (B2). Sólo en un caso se logró identificar la responsabilidad de
agentes del DAS, luego de develar un conjunto de mentiras para justificar el crimen.
También, en el caso de Francisco Eladio Gaviria, parece que se podría establecer una
conexión con la Cuarta Brigada, pero esto no se ha podido consolidar.

Así, la inmensa mayoría de los crímenes permanecen en la impunidad. Si bien el asesinato


de Héctor Abad Gómez ha sido el único de todos, declarado crimen de lesa humanidad,
eso no significa que haya un mayor avance en las investigaciones. Sobre su caso, en
declaraciones dadas a la justicia de Estados Unidos, alias Don Berna, jefe paramilitar de
Medellín extraditado, señala que Carlos Castaño ordenó la muerte tanto de Héctor Abad
Gómez, como de Luis Felipe Vélez y de Pedro Luis Valencia. Sin embargo, el caso no está
cerrado ni han sido identificados los determinadores políticos de estos asesinatos. Aunque
se señalan vínculos en el caso de oficiales del Ejército y del Departamento Administrativo
de Seguridad DAS.199 Sobre las expectativas de justicia, Héctor Abad Faciolince, hijo de
Héctor Abad Gómez, planteaba que:

199
Verdad Abierta. (7 de octubre de 2014). ¿Ejército estuvo detrás del crimen de Héctor Abad Gómez
y sus colegas? Página del portal Verdad Abierta. http://www.verdadabierta.com/justicia-y-
paz/juicios/600-autodefensas-campesinas-de-cordoba-y-uraba-casa-castano/5461-quienes-
estuvieron-detras-del-crimen-de-hector-abad-gomez-y-sus-colegas

150
A mí no me importa si a los paramilitares les dan 25 años de cárcel o los sueltan a
todos. La verdad es lo importante, la verdad es la verdadera justicia. Yo lo que quiero
es que se sepa la verdad. Que en mi caso y en los de miles de víctimas más de la
violencia se sepa quién disparó, quién mandó disparar, quiénes fueron, si existen,
los miembros de la clase dirigente antioqueña que celebraron la muerte de mi padre.
Yo quiero que se sepa bien cómo lo hicieron, por qué lo hicieron. Y esa verdad es
la que va a revelar su maldad, su brutalidad, su mezquindad, su horror.200

Al igual que lo planteado en el apartado de violencia política contra integrantes de partidos


y movimientos políticos de izquierda, las formas de actuación en estos casos dan cuenta
de una intencionalidad clara de violencia, en la mayoría de ellos letal, y de que sus
responsables actuaron de manera colectiva, organizada, con recursos para contar con
vehículos, personal y armamento de alta capacidad de fuego para causar el mayor daño
posible.

Al escanear este QR se dirigirá a una línea de tiempo que permite hacer una lectura gráfica
de los hechos.

Línea de tiempo 2.

200
Semana. (17 de noviembre de 2006). “Ahora estoy tranquilo”. Página de la revista Semana.
https://www.semana.com/cultura/articulo/ahora-estoy-tranquilo/82005-3

151
Capítulo 5

Violencia política contra integrantes de


organizaciones no gubernamentales,
intelectuales y defensores de derechos
humanos 1997-2002

¨Qué nos íbamos a imaginar que esta guerra nos iba a caer de este modo¨.

“Vivos se los llevaron, vivos los queremos”.201

201
Consigna inmortalizada por las madres y los padres de personas desaparecidas en América
Latina durante los años de la llamada "Guerra sucia" en sus países.

152
153
154
La segunda mitad de los 90 y comienzos del 2000 se han descrito como los años en que
se produjo la ¨urbanización¨ del conflicto armado en Colombia. Aunque ya se ha
argumentado que el conflicto armado hizo presencia en las ciudades colombianas desde
su mismo comienzo, este periodo agrupa un fenómeno que sería mejor describirlo como el
de “la territorialización urbana del conflicto armado”. En este, los grupos insurgentes
pasaron a la construcción de milicias urbanas para ejercer control en barrios de las
ciudades. En estos, ante la ofensiva legal de la fuerza pública, a la que se articuló la
actuación ilegal de grupos paramilitares urbanos, se produjeron cruentas batallas por el
control del territorio. En este aspecto, Medellín fue una ciudad emblemática.

Los hechos

1997.
El 9 de mayo de 1997 asesinaron a Oswaldo Olivo Agudelo, líder de la organización no
gubernamental ANDAS –(Asociación Nacional de Ayuda Solidaria)–, una ONG creada a
comienzos de la década de los 90 por iniciativa del Partido Comunista. Esta agrupaba a
víctimas del conflicto armado, con especial énfasis en aquellas personas víctimas de
desplazamiento forzado, en su mayoría, de la Unión Patriótica. En el caso de Medellín,
significó una entidad clave en el acompañamiento a las miles de personas que llegaron a
la ciudad, desde mediados de la década de los 90, producto de la intensificación del
conflicto armado en todo en el país y en Antioquia especialmente.

El 25 de junio se produjo el estallido de una bomba contra la sede en Medellín de la


Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, (Asfaddes). Esta organización
nació en Colombia en 1983, con el fin de agrupar a las familias de las víctimas de
desaparición forzada, a manos de integrantes de la fuerza pública o de grupos
paramilitares, que actuaban en articulación con las fuerzas estatales. El capítulo de
Antioquia surgió en 1989.

Según la información de prensa, a las 10 de la noche del 25 de junio se activó un petardo


de cinco kilos de dinamita, contra la casa donde funcionaban tanto Asfaddes como el
Sindicato de Leonisa –una empresa de confección de prendas íntimas de mujer–, y los
sindicatos de trabajadores textileros y de educadores de la Nación. En los hechos resultaron

155
lesionadas cinco personas: Jariman Rodríguez, de 38 años; María Henao Gutiérrez, de 65
años; Disímaco Montoya Marín, de 40 años; Diego Alonso Gómez Diaz, de 39 años; y
Graciela Ocampo, de 36 años.202

Una persona que era parte de Asfaddes en ese momento señaló que el ataque se produjo
luego de varios meses de recibir reiteradas amenazas por vía telefónica. En estas, hombres
no identificados amenazaban con asesinarles y, como efectivamente ocurrió, con dinamitar
la sede de la organización.203

El 27 de noviembre de 1997 asesinaron a Claudino de Jesús Muñetón Restrepo, miembro


del Comité Veedor de la Corporación Educativa y Cultural Simón Bolívar, del barrio
Kennedy, al noroccidente de Medellín. Claudino se había desempeñado como líder
comunal, durante años, en El Retén y Aracataca (Magdalena), y desde hacía algunos años
se había instalado en la zona noroccidental de la ciudad.

La entrada de los grupos paramilitares a Medellín, desde mediados de la década de los 90,
se desarrolló con base tanto en grupos de delincuencia común barrial (combos) como en
las estructuras post desmovilización miliciana de 1994. Esto sucedía en buena parte de la
zona nororiental de la ciudad y articulado con las ya en auge Convivir. Así, se generó un
alto número de acciones de violencia contra personas líderes de organizaciones sociales,
sobre todo de Juntas de Acción Comunal, utilizadas por los paramilitares como punta de
lanza para el despliegue del plan de control territorial de la ciudad. 204 Aunque el tema del
ataque a las organizaciones barriales y comunitarias no es asunto de esta investigación, el
caso de Claudino se reseña por hacer parte de una organización comunitaria dedicada al
desarrollo territorial, la educación y los derechos humanos. Igual pasó con un reconocido
líder comunitario de la zona nororiental, Silvio Salazar, director operativo de la Corporación
Centro Convivir, hoy Corporación Convivamos. Silvio resultó asesinado por sujetos no
identificados, vinculados al paramilitarismo, el 11 de enero de 1996.

202
El Tiempo. (26 de junio de 1997). Siete heridos por bombas en Medellín. Página del periódico El
Tiempo. https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-602411.
203
E EONG3 22-07-2018 (código propio).
204
Centro Nacional de Memoria Histórica. (2017). Medellín: memorias de una guerra urbana. CNMH-
Corporación Región - Ministerio del Interior - Alcaldía de Medellín - Universidad EAFIT - Universidad
de Antioquia.

156
1998.
El 28 de febrero de 1998 sucedió el asesinato del abogado y defensor de derechos
humanos, Jesús María Valle Jaramillo. Nacido en 1943 en Ituango (Antioquia), Jesús María
se había convertido en un reconocido defensor de derechos humanos. Así, asumió en 1988
la presidencia del Comité Permanente de Derechos Humanos de Antioquia, luego del
asesinato de Carlos Gónima el 22 de febrero de 1988. De esta manera, se convirtió en el
cuarto presidente de esta organización asesinado, luego de los casos ya descritos de
Héctor Abad Gómez, Luis Fernando Vélez y de Carlos Gónima. Lamentablemente, no fue
el último, en un caso que describiremos más adelante, su sucesor en la presidencia del
Comité, Ángel José Quintero Mesa, resultó desaparecido el 6 de octubre del año 2000.

En los meses previos a su muerte, Jesús María había incrementado sus denuncias sobre
la creciente situación de violaciones a los derechos humanos y sobre la connivencia entre
integrantes de la fuerza pública con los grupos paramilitares. Lo anterior, en especial, a raíz
de los hechos que venían ocurriendo en su natal Ituango, especialmente, por las masacres
de La Granja (11 de junio de 1996) y El Aro (22 de octubre de 1997).205

Sobre esta situación, en un famoso discurso pronunciado con ocasión del décimo
aniversario del asesinato de Héctor Abad Gómez, Valle Jaramillo decía:

Entonces aparecieron unos hombres armados en las regiones que cometían una
serie de tropelías y asesinatos y hábilmente desaparecían de la zona; y se
suscitaron las primeras masacres en zonas geográficas en donde no había
enfrentamientos entre partidos y fuerzas de izquierda.

[…] Aparecían fuerzas oscuras que reemplazaban al Alcalde…los comandantes.


Eran paramilitares, convivir, autodefensas. Y se fue tornando ambiguo ese concepto
de autoridad pública: unos eran amigos o enemigos de las convivir, amigos o
enemigos de los paramilitares, amigos o enemigos de la guerrilla.

205
Corte Interamericana de Derechos Humanos. (1 de julio de 2006). Sentencia CIDH: Caso de las
masacres de Ituango vs Colombia. Página de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
https://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_148_esp.pdf

157
Y ese tejido social del campesino, se fue desintegrando y se comenzó a consolidar
la zozobra al lado del temor, mientras se perdían los proyectos culturales, artísticos
y artesanales. (El Espectador, 27 de febrero de 2018). 206

Y sobre lo que esto significaba para Antioquia, Jesús María señalaba que:

Entonces, en este recinto puedo decir, a manera de inventario, que yo escuchaba


decir que el meridiano de la cultura y la política pasaban por Antioquia. Hoy puedo
decir que el meridiano de la violencia pasa por Antioquia.

Estamos exportando, a través de una concepción equivocada del orden público,


violencia para departamentos pacíficos como los de la Costa y el Chocó. Estamos
exportando violencia, a través de las Convivir, para todo el país. (El Espectador, 27
de febrero de 2018).

Según la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), sobre el


caso Jesús María Valle Jaramillo, emitida el 27 de noviembre de 2008,207 en lugar de recibir
protección ante estos hechos graves, puestos en público por el defensor de derechos
humanos, las autoridades civiles y militares lo denunciaron por calumnia:

Asimismo, los representantes insistieron en que las “permanentes denuncias de las


acciones conjuntas entre paramilitares y militares, [pusieron a Valle Jaramillo] en
alto riesgo. Pese a ello, no recibió ningún tipo de protección para su vida y por el
contrario fue sujeto pasivo de denuncias penales por parte de la Comandancia de la
IV Brigada del Ejército Nacional, lo que [según los representantes] constituyó una
motivación más para atentar contra su vida”. De acuerdo con los argumentos de los
representantes, “[l]a imputación penal formulada por los propios agentes del Estado
en contra de Jesús María Valle, con la que se buscó desprestigiar, intimidar e
impedir la denuncia que venía realizando en defensa de las poblaciones de Ituango,

206
El Espectador. (27 de febrero de 2018). Especial: 20 Años del Asesinato de Jesús María Valle.
Palabras de Jesús María Valle en el décimo aniversario del asesinato de Héctor Abad Gómez.
Página del periódico El Espectador. https://www.elespectador.com/noticias/judicial/palabras-de-
jesus-maria-valle-en-el-decimo-aniversario-del-asesinato-de-hector-abad-gomez-articulo-741454.
207
Corte Interamericana de Derechos Humanos. (27 de noviembre de 2008). CIDH Caso Valle
Jaramillo vs Colombia. Página de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_192_esp.pdf.

158
unida a las manifestaciones públicas de descalificación del entonces gobernador de
Antioquia[,] fueron hechos que pusieron en riesgo la vida del defensor. Esas
acciones persecutorias y descalificadoras tenían la capacidad de alentar a los
grupos paramilitares y a quienes estaban directamente implicados en los hechos
denunciados, para que obraran en contra del humanista”. (Corte Interamericana de
Derechos Humanos, 27 de noviembre de 2008, p. 23).

El asesinato de Jesús María se produjo a las dos y media de la tarde del 26 de febrero de
1998 en su oficina, situada en el centro de la ciudad, cerca al Parque de Berrío. Hasta allí
llegaron dos hombres y una mujer, manifestando a su hermana –en ocasiones hacía las
veces de secretaria–, que tenían una cita con él. Los tres atacantes esgrimieron sus armas
de fuego y obligaron a Jesús María, y a las demás personas presentes en la oficina, a
tenderse en el piso, los amarraron con cinta de empacar, le dispararon dos veces en la
cabeza y huyeron del lugar.208

Es necesario insistir en que este modus operandi se repitió en varios asesinatos de víctimas
con perfiles similares, en la ciudad y en el país, como el del profesor de la Universidad de
Antioquia Hernán Henao Delgado, ocurrido también en Medellín. También, el del abogado
y defensor de derechos humanos Eduardo Umaña Mendoza; el de los investigadores de la
ONG Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP), Mario Calderón y Elsa
Alvarado; y el del reconocido humorista Jaime Garzón. Todos estos últimos cometidos en
Bogotá. Según las investigaciones posteriores, este grupo de asesinos pertenecía a la
estructura de la banda de narcotráfico La Terraza,209 que se encontraba bajo las órdenes
de alias Berna.210 Este último, manifestó en sus declaraciones ante Justicia y Paz que los
crímenes se habían cometido por órdenes de Carlos Castaño, quien, a su vez, al menos en
el caso de Jaime Garzón, lo habría ordenado por indicación de José Miguel Narváez,
subdirector de inteligencia del Departamento Administrativo de seguridad (DAS).211

208
El Colombiano, (28 de febrero de 1998). Portada y pp. 2A,12A.
209
Del nororiente de Medellín.
210
Para más información ver: Teleantioquia. (2002). Entrevista a alias “Compadre”. En: Prensa Cajar.
(8 de junio de 2016). En 2002 alias "Compadre" dijo cuál era la junta militar tras crimen de Jaime
Garzón. Página de YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=hIkedK_eeGc.
211
Semana. (14 de agosto de 2018). Condenan a José Miguel Narváez a 30 años de cárcel por el
crimen de Jaime Garzón. Página de la revista Semana.
https://www.semana.com/nacion/articulo/condenan-a-jose-miguel-narvaez-a-30-anos-de-carcel-
por-crimen-de-jaime-garzon/579477

159
Gracias a la insistencia del fallo de la CIDH sobre el caso Valle Jaramillo y, especialmente,
su llamado a que no haya más impunidad, se logró la condena por parte del Tribunal
Superior de Medellín de los hermanos Jaime Alberto y Francisco Antonio Angulo Osorio.
Estos eran comerciantes y hacendados de Ituango, señalados de propiciar la llegada de
grupos paramilitares al municipio y de ser los autores intelectuales del asesinato de Valle
Jaramillo. Llama la atención que, en la Sentencia, se asegura al menos en tres ocasiones
que:

las Fuerzas Militares, de Policía, de Seguridad, la Gobernación de Antioquia, grupos


de ganaderos, comerciantes, industriales y muy buena cantidad de personas que
fueron víctimas de las acciones de la guerrilla, se aliaron con los grupos de
autodefensa o paramilitares en orden de combatir a esos grupos insurgentes. 212

Sobre los autores materiales, todo parece indicar que fueron ejecutados en los meses
siguientes tras producirse una ruptura entre La Terraza y las AUC.

Otro caso es el del profesor Rafael Caldas Zárate, asesinado el 30 de abril de 1998 en
hechos confusos sucedidos al interior de la Universidad de Antioquia. Según las versiones
de prensa, el profesor Zárate fue asesinado por dos sujetos que lo asaltaron en su oficina
con el fin de robarle el computador, pero al oponer resistencia recibió varios impactos de
arma de fuego y, a pesar de ser conducido de urgencia al cercano Hospital Universitario
San Vicente de Paúl, falleció como consecuencia de las heridas recibidas. 213

El 1 de septiembre un grupo de personas del barrio La Cruz, en el nororiente de Medellín,


y las organizaciones que confluían en el Colectivo de Derechos Humanos Semillas de
Libertad Codehsel, expidieron un comunicado protestando por la que consideraban la
captura arbitraria de Fabriciano Cataño Serna, sindicado de participar en la activación de
un carro bomba en las instalaciones de la IV Brigada en agosto de 1997, así como de una

212
Verdad Abierta. (7 de febrero de 2018). Gobernación de Antioquia se alió con paramilitares:
Tribunal Superior de Medellín. Página del portal Verdad Abierta.
https://verdadabierta.com/gobernacion-de-antioquia-se-alio-con-paramilitares-tribunal-superior-de-
medellin/
213
El Colombiano. (05 de mayo de 1998). p. 3A.

160
toma armada en el municipio de San Carlos, Antioquia. Los firmantes aseguraban que
Fabriciano era líder comunitario y hacía parte del comité de trabajo del
214
barrio. Posteriormente, el 7 de septiembre del año 2000, Fabriciano viajó a Apartadó con
el fin de realizar la venta de su finca, ubicada allí. Sin embargo, resultó desaparecido en el
trayecto y nunca más se tuvo información acerca de él.215

El 29 de octubre, integrantes de la Asociación de Institutores de Antioquia (ADIDA),


denunciaron una situación irregular, en la que se vio comprometida una patrulla de la Policía
Nacional. Según las informaciones, en horas de la noche se presentaron en la sede sindical
varios agentes de la Policía, quienes pretendieron ingresar, argumentando que habían
recibido información sobre la existencia de un artefacto explosivo en las instalaciones. Sin
embargo, al preguntarles por la orden de ingreso y por el material para la detección de los
artefactos explosivos, los agentes desistieron de ingresar y, como era de esperarse, no
había ningún artefacto en el lugar.216

1999.
El año 1999 se convirtió en uno de los peores del periodo. El 29 de enero, un grupo de
nueve sujetos armados incursionó en la sede del Instituto Popular de Capacitación (IPC) y
secuestraron a cuatro integrantes del equipo de trabajo: Jairo Bedoya, director ejecutivo;
Jorge Salazar, director del Programa de Derechos Humanos; Claudia Tamayo, directora
del Programa de Gestión Municipal; y Olga Rodas, directora administrativa.

Los perpetradores arribaron a la sede de la institución y, con el argumento de que se


dirigirían al centro de documentación, ingresaron a las instalaciones, esgrimieron sus armas
de fuego y recorrieron la edificación en búsqueda de varios funcionarios, tomando como
rehenes a los cuatro ya mencionados. Luego de verificar que las otras personas que
buscaban no estaban en el lugar, abandonaron la sede con los cuatro rehenes utilizando
varios vehículos para la fuga.217

214
El Colombiano. (01 de septiembre de 1998). p. 10A.
215
Comunicación personal con Juan Mauricio Acevedo, subdirector de la Corporación Reiniciar,
Bogotá. (23 de abril de 2020).
216
El Colombiano. (29 de octubre de 1998). p. 3A.
217
El Colombiano. (29 de enero de 1999) p. 2A.

161
El 30 de enero las Autodefensas Unidas de Colombia AUC emitieron un comunicado en el
cual Carlos Castaño, su máximo líder, asumía el secuestro de estas cuatro personas, bajo
el argumento de que eran parte de grupos guerrilleros. Además, que los iban a mantener
en su poder para utilizarlos en un posible canje con la insurgencia, a cambio de personas
secuestradas por dichas organizaciones armadas.218 El secuestro, así como la declaración
de Castaño, provocó una gran reacción nacional y local en demanda de que los liberaran
sin ninguna contraprestación, pues se trataba de civiles que hacían parte de una
organización con un alto reconocimiento, por su labor en pro de la defensa de los derechos
humanos. Estos hechos desencadenaron una gran solidaridad de embajadas y grupos de
trabajo de derechos humanos en el exterior.219

Ese mismo 30 de enero en horas de la noche se produjo, casi de manera simultánea, el


asesinato de dos de los principales dirigentes del Comité de Solidaridad con los Presos
Políticos (CSPP) en Antioquia: Everardo de Jesús Puerta y Julio Ernesto González, en
hechos ocurridos en el corregimiento de Doradal, municipio de Puerto Triunfo. Lo anterior
ocurrió cuando estas dos personas se desplazaban en un bus intermunicipal hacia Bogotá,
para una reunión de la organización de derechos humanos a la que pertenecían. 220

Según la versión de las autoridades, los hechos ocurrieron como consecuencia de un robo
al vehículo en el que se desplazaban los dos activistas, versión rechazada por las
organizaciones de derechos humanos agrupadas en Codehsel. Sus miembros
consideraron que los asesinatos ocurrieron de manera premeditada, por parte de dos
hombres y una mujer que detuvieron el bus, bajaron a los pasajeros, apartaron a Jesús y a
Julio, y los asesinaron al borde de la carretera, en una zona de pleno control de grupos
paramilitares. Es decir, que los asesinos atacaron de manera directa a Puerta y a González
y que los testigos no señalaron la presencia de ningún intento de atraco previo.221

Volviendo al secuestro de los integrantes del IPC, el 8 de febrero las Autodefensas


Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU) liberaron a dos de las personas retenidas: las
mujeres Olga Rodas y Claudia Tamayo. La liberación se produjo en zona rural de Montería,

218
El Colombiano. (02 de febrero de 1999). Portada y p. 11A.
219
El Colombiano. (31 de enero de 1999). p. 13A.
220
El Colombiano. (02 de febrero de 1999). p. 12A.
221
Vidas Silenciadas. (s.f.). Página del portal Vidas Silenciadas.
https://vidassilenciadas.org/victimas/18770

162
donde fueron entregadas por el grupo paramilitar a Thierry Grobert, delegado de la Cruz
Roja Internacional en la ciudad de Medellín.222

El episodio terminó de manera incruenta el 18 de febrero, cuando los entregaron al Defensor


del Pueblo, José Fernando Castro Caycedo. Pero, dos rehenes quedaban en poder de las
ACCU: Jairo Bedoya y Jorge Salazar. Según las declaraciones emitidas en los días de
cautiverio, por parte de Carlos Castaño, éste no tenía duda del carácter subversivo de los
retenidos, señalándolos de ser guerrilleros vestidos de civil. Sin embargo, argumentó que
los liberaba como un gesto de buena voluntad. Por su parte, voceros de la ONG señalaron
que la liberación era un triunfo de la diplomacia ciudadana y de la inocencia de los liberados
y de la institución.223

Sobre la responsabilidad de la ejecución del secuestro, las investigaciones posteriores


arrojaron que, al igual que otros crímenes cometidos por las AUC en la ciudad, estas
acciones las ejecutó la banda La Terraza, bajo órdenes de alias Berna, quien a su vez
seguía las indicaciones del jefe paramilitar Carlos Castaño (IPC, 2017, p. 122).224 En este
operativo, en particular, se insinuó la responsabilidad de un mando del futuro Bloque
Cacique Nutibara, alias Antonio López o Job. Este, luego de ser integrante de las milicias
del ELN, en la zona centroriental de la ciudad, se pasó a los grupos paramilitares. 225

Posteriormente Bedoya y Salazar abandonaron el país rumbo a España, como parte de un


programa de protección a defensores en riesgo ofrecido por Amnistía Internacional España.
Este no sería el último ataque que enfrentó el IPC.

El 9 de abril de 1999 se produjo la detonación de cargas explosivas contra cuatro agencias


de la Cooperativa de Ahorro y Crédito Confiar. Las oficinas afectadas fueron la principal de
la Avenida Primero de Mayo en el centro de la ciudad y las de las agencias de Castilla,
Belén y Bello.226 En comunicados enviados a medios de prensa, Carlos Castaño reivindicó
los atentados, bajo el argumento de que la Cooperativa era una organización utilizada por

222
El Colombiano.(09 de febrero de 1999). Portada y p. 11A.
223
El Colombiano.(19 de febrero de 1999). p. 3A.; El Colombiano. (20 de febrero de 1999). Portada
y p. 6B.
224
Instituto Popular de Capacitación (IPC). (2017). Resistiendo a la violencia política.
225
Semana. (27 de julio de 2008). Asesinado jefe desmovilizado de las AUC. Página de la revista
Semana. https://www.semana.com/on-line/articulo/asesinado-jefe-desmovilizado-auc/94221-3.
226
El Colombiano. (10 de abril de 1999). p. 9A.

163
el ELN para el lavado de dineros provenientes de actividades ilegales en el oriente de
Antioquia.

El 4 de mayo de 1999, en horas de la tarde, asesinaron al profesor de la Universidad de


Antioquia Hernán Henao Delgado, director del Instituto de Estudios Regionales (INER).
Procedieron con un modus operandi similar al utilizado en los asesinatos de Mario Calderón
y Elsa Alvarado, de Eduardo Umaña, Jesús María Valle y, luego en el de Jaime Garzón. Se
trató de un comando de dos hombres y una mujer (presumiblemente los mismos,
integrantes de la banda La Terraza) que se presentó en las instalaciones del INER en la
ciudad universitaria. Luego de solicitar una conversación con el profesor Henao, ingresaron
a su oficina donde le propinaron varios disparos en la cabeza.

Hernán Henao tenía 54 años al momento de su muerte, era antropólogo de la Universidad


Nacional y se vinculó por primera vez a la Universidad de Antioquia en 1970. Luego, viajó
a Estados Unidos para cursar una maestría en Antropología, en la Universidad de Berkeley.
A su regreso, recibió el nombramiento como decano encargado de la recién creada
Facultad de Ciencias Sociales, jefe del Departamento de Antropología y delegado ante el
Comité Regional para la Promoción de la Familia. Además, ocupó el cargo de asesor de la
Consejería Presidencial para Medellín, creada en la primera mitad de la década de los 90,
para hacer frente a la terrible oleada de violencia que vivía la ciudad. En 1993 asumió el
cargo de director del Instituto de Estudios Regionales (INER).227

Sobre el crimen, en un primer momento, los grupos paramilitares negaron estar detrás de
su ejecución, como lo expresaron mediante un comunicado enviado en mayo de 1999 a
diferentes medios de comunicación. El periódico El Mundo lo publicó completo y en este los
supuestos autores afirmaban: “Repudiamos de manera sincera y vehemente el asesinato
de quien fuera uno de nuestros más queridos catedráticos. […] Repudiamos de igual
manera las versiones que han hecho circular al interior del claustro responsabilizando a
nuestra organización del abominable acto”.228

227
Universidad de Antioquia. (3 de mayo de 2019). El crimen de Hernán Henao, 20 años de
impunidad. Página de la Universidad de Antioquia. https://acortar.link/vpTzH.
228
Ortíz Franco, Juan David. (1 de septiembre de 2016). Así fueron los días en que los paramilitares
quisieron tomarse la Universidad de Antioquia. Página web del portal Pacifista.
https://pacifista.tv/notas/asi-fueron-los-dias-en-que-los-paramilitares-quisieron-tomarse-la-
universidad-de-antioquia/

164
Sin embargo, posteriormente, en el libro Mi confesión, el jefe paramilitar Carlos Castaño
asumió la orden del crimen, motivado, según su versión, porque el profesor Henao hacía
un doble juego en favor de las guerrillas, publicando un libro que denunciaba el
desplazamiento forzado y con distribución en Europa.

Según investigadores y fiscales adscritos al Despacho 15 de la Fiscalía de Justicia


Transicional:

En el libro (sic) Mi Confesión, Carlos Castaño acusa al doctor Henao de hacerle un


doble juego a la guerrilla con la publicación, en 1998, de Desarraigo y futuro: vida
cotidiana de familias desplazadas de Urabá. Creemos que esa investigación les
generó mucha incomodidad a terratenientes y al sector paramilitar de Urabá,
desencadenando la ira de Castaño y de su gente.229

Pero, según algunas investigaciones de prensa, la trama detrás del crimen de Hernán
Henao es más compleja e involucra a algunos integrantes de la comunidad universitaria. Lo
primero a considerar es que la Universidad de Antioquia es una de las pocas universidades
públicas del país donde se presentó el surgimiento de un grupo paramilitar propio, conocido
como Autodefensas U de A. Este se caracterizaba por emitir comunicados de amenazas e
intimidación. Allí se hacía evidente que contaban con personas del interior de la
Universidad, que les suministraban información para hacer los señalamientos e
intimidaciones.

En declaraciones ante Justica y Paz, Juan Rodrigo García, doctor en Filosofía, profesor del
Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia y hermano de Carlos Mauricio García
alias doble cero. Este militar de carrera y jefe del Bloque Metro que actuaba en la ciudad,
afirmó que en la Universidad se contaba con personas que le colaboraban a Carlos
Castaño. Señaló, incluso, a algunos profesores de hacer parte de la estructura

229
Universidad de Antioquia. (3 de mayo de 2019). El crimen de Hernán Henao, 20 años de
impunidad. Página de la Universidad de Antioquia. https://acortar.link/vpTzH

165
paramilitar.230 Para un investigador de esta temática, el señalamiento se hizo sobre tres
posibles profesores candidatos a ser asesinados dentro de la Universidad de Antioquia,
como una acción ejemplarizante para los demás: Hernán Henao, director del INER, William
Restrepo Riaza, director del Instituto de Estudios Políticos (IEP), y María Teresa Uribe,
reconocida profesora e investigadora de la Universidad.231

Siguiendo la oleada de violencia contra integrantes de organizaciones de derechos


humanos e intelectuales, el 7 de agosto sucedió el asesinato, a las afueras del campus
universitario de la UdeA, de Gustavo Marulanda, reconocido líder estudiantil de dicha
institución y promotor de organizaciones de derechos humanos. Al momento de su
asesinato Gustavo era estudiante de Filosofía y había denunciado varias amenazas de
muerte recibidas en las semanas antes de su asesinato. Además, había sido detenido por
la SIJIN de la Policía Nacional, cuando era líder estudiantil de secundaria en el Liceo Marco
Fidel Suárez. Pocos meses antes de su muerte se encontraba trabajando temas de
derechos humanos con Jesús María Valle Jaramillo.

Su crimen, igualmente, lo reivindicaron las ya mencionadas Autodefensas U de A.


Posteriormente, en declaraciones ante Justicia y Paz, el comandante paramilitar Éver
Veloza García, alias HH, confesó la autoría del crimen. A diferencia de lo sucedido con
Henao, los paramilitares de la U de A justificaron el asesinato por los supuestos vínculos
del estudiante con organizaciones guerrilleras. Dijeron que Gustavo Marulanda actuaba
como comandante del ELN en la Universidad; además, que había sido él quien había
ordenado, el día anterior, el asesinato del administrador de una cafetería de la institución
porque, presuntamente, se había negado a pagar una vacuna impuesta por la guerrilla. Los
paramilitares aseguraron que el crimen había sido una retaliación por esa muerte. 232

Para cerrar este año, el 29 de agosto, en horas de la madrugada, se produjo un nuevo


ataque contra el Instituto Popular de Capacitación (IPC). Esta vez, detonaron una bomba

230
El Espectador. (7 de abril de 2010). Las confesiones de los García. Página del periódico El
Espectador. https://www.elespectador.com/impreso/judicial/articuloimpreso198762-confesiones-de-
los-garcia
231
Entrevista con investigador Universidad de Antioquia. E INVUDEA1 20-08-2018 (código propio).
232
Ortíz Franco, Juan David. (1 de septiembre de 2016). Así fueron los días en que los paramilitares
quisieron tomarse la Universidad de Antioquia. Página web del portal Pacifista.
https://pacifista.tv/notas/asi-fueron-los-dias-en-que-los-paramilitares-quisieron-tomarse-la-
universidad-de-antioquia/

166
contra sus instalaciones, que casi destruye el primer piso de la edificación, afectando el
área administrativa y el Centro de Documentación.

2000.
El 1.º de marzo del año 2000 paramilitares desaparecieron a Jairo Bedoya Hoyos, ingeniero
metalúrgico y asesor de la Organización Indígena de Antioquia (OIA) desde 1995. Durante
los dos años previos a su desaparición dirigió “Para que Embera Viva”, una campaña de
divulgación de la cultura Embera en Antioquia. Antes de entrar a la organización, Bedoya
Hoyos ocupó el cargo de diputado del Chocó por la Unión Patriótica, además de ser concejal
de Apartadó, representante a la Cámara y gerente de la Empresa Solidaria de Salud de
Apartadó.233

En un relato periodístico de Alonso Salazar Jaramillo (2017), publicado en el libro No Hubo


Fiesta,234 el autor cuenta que, en alguna ocasión, le preguntó al jefe paramilitar Carlos
Castaño sobre la suerte de Bedoya. Este sólo le contestó que era inútil que siguieran
buscando su cadáver.

El 6 de octubre se produjo la desaparición de dos activistas de la Asociación de Familiares


de Detenidos Desaparecidos (ASFADDES): Ángel José Quintero Mesa de 44 años y
Claudia Patricia Monsalve Pulgarín de 32, en hechos ocurridos a las diez y quince minutos
de la noche, en el cruce de la carrera Bolívar con la calle Amador, en el centro de Medellín.
Algunos testigos responsabilizaron del acto a un grupo de hombres armados que se
movilizaban en al menos un vehículo y una motocicleta.235

Ángel José era integrante de una familia de Urabá que había sufrido la desaparición forzada
y el asesinato de varios de sus integrantes a manos de paramilitares y de la fuerza pública
en Urabá y el occidente de Antioquia. Las amenazas en su contra lo obligaron a desplazarse
a la ciudad de Medellín, donde asumió el activismo en Asfaddes. Incluso, en meses

233
El Tiempo. (13 de marzo de 2000). Indigenistas piden respuesta de Castaño. Página de el
periódico El Tiempo. https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1283707
234
Salazar Jaramillo, A. (2017). No hubo fiesta: crónicas de la revolución y la contrarrevolución.
Aguilar - Penguin Random House.
235
Vidas Silenciadas. (s.f.). Página del portal Vidas Silenciadas.
https://vidassilenciadas.org/victimas/21935/.

167
recientes recibió el nombramiento como presidente del Comité Permanente de Derechos
Humanos de Antioquia, cuyo anterior y último presidente había sido el asesinado abogado
Valle Jaramillo. Claudia, por su parte, era hermana de Édgar Monsalve, un joven de Itagüí
desaparecido el 6 de mayo de 1996, en zona rural de San Antonio de Prado, a manos de
la fuerza pública.236

Las investigaciones posteriores permitieron develar una trama ilegal que estuvo detrás de
la desaparición forzada de Ángel José y Claudia. En esta jugó un papel fundamental el
Gaula de la Policía, liderado en ese momento por el Capitán Mauricio Santoyo. Este luego
alcanzaría el rango de General de la República y jefe de seguridad de la Presidencia en el
primer Gobierno de Álvaro Uribe. Santoyo resultó extraditado en 2012 a Estados Unidos
por cargos de narcotráfico y colaboración con la Oficina de Envigado. En abril de 2019 lo
deportaron a Colombia y se encuentra vinculado a varias investigaciones, entre ellas el
caso de la desaparición forzada de Ángel José Quintero y de Claudia Patricia Monsalve.

Se conoció, además, que el Gaula de Medellín tenía interceptadas ilegalmente más de 2000
líneas telefónicas asignadas a organizaciones sociales y defensores de derechos humanos,
para suministrar información de inteligencia a los grupos paramilitares liderados por Carlos
Castaño. En ese contexto se presentó la desaparición de Ángel José y Claudia, las cuales
se produjeron a manos de un comando conjunto, entre integrantes del Gaula y
paramilitares. Ellos los habrían agredido por las denuncias sobre las desapariciones
forzadas sufridas por la familia de Ángel, y como una intimidación contra Asfaddes. Sus
cadáveres nunca aparecieron.

El 8 de octubre amenazaron de muerte, vía llamadas telefónicas, a varios integrantes del


equipo de investigaciones de derechos humanos del IPC: Ignacio Arango, Fredy Vélez,
Wilfer Bonilla, Juan Carlos Muñoz y Nelson Restrepo. Sobre las motivaciones de esta
amenaza el IPC identificó la publicación de un libro de investigaciones sobre Antioquia.

236
Cuando lo desaparecieron Édgar estaba en compañía de Jorge Iván Alarcón Sánchez, estudiante
de ingeniería mecánica de la Universidad de Antioquia. Los policías acusaron a los jóvenes de ser
integrantes de una estructura del ELN, con actuación en la zona. Así, los entregaron a paramilitares
del grupo conocido como ¨La Escopeta¨, quienes los asesinaron y desaparecieron sus cuerpos.
Consultar la Página web de Vidas Silenciadas. https://vidassilenciadas.org/victimas/13557.

168
El equipo de derechos humanos amenazado había realizado el informe “Antioquia
fin de milenio. ¿Terminará la crisis del derecho humanitario?” que se publicó a
comienzos del año 2000, el cual incluía un completo seguimiento a diversas
variables: homicidios, masacres, desaparición forzada, desplazamiento forzado, etc.
Estos informes además de ser leídos por los representantes del Estado y por los
organismos de derechos humanos, también eran leídos por los grupos paramilitares
como lo pudo comprobar un periodista que entrevistó ese mismo año a un jefe del
Bloque Metro en Cristales, quien señaló que entre los libros que tenía en su
campamento estaba el informe de derechos humanos y derecho internacional
humanitario publicado por el IPC. (IPC, 2017, p. 137).237

Ese mismo día, en horas de la tarde, se produjo una nueva agresión contra la organización:

[…] estando el IPC reunido en su sede con otras organizaciones amigas


pertenecientes a la Red de Hermanamiento: Pueblos Hermanos, Lazos Visibles,
analizando las amenazas, hubo una tentativa de allanamiento ilegal por parte de
hombres armados, inicialmente sin ningún distintivo que los identificara. Ante la
negativa de abrir la sede, procedieron a presentarse como miembros del Cuerpo
Técnico de Investigación, CTI, de la Unidad de Reacción Inmediata, URI, de la
Fiscalía, y después de ser identificados por la policía, argumentaron que estaban
allí porque habían recibido información mediante una llamada, en la que les
señalaron que en la sede del IPC estaba ocurriendo un secuestro por parte de cinco
encapuchados. (IPC, 2017, pp. 138-139).

Al día siguiente, el 9 de octubre, el grupo de investigadores amenazados se desplazó a


Bogotá y, en pocas semanas, cuatro de ellos abandonaron el país.

Este hecho marcó una pausa en las constantes agresiones contra el IPC. Aunque, por fuera
del periodo de análisis de esta tesis, todavía se presentaría un caso más. En septiembre
de 2012 personas desconocidas incursionaron, durante un fin de semana, en la sede de la
institución, robando información sensible perteneciente a la labor de investigación y
seguimiento en varios temas que desarrollaba el IPC. Entre ellos, y de manera central, los

237
Instituto Popular de Capacitación (IPC). (2017). Resistiendo a la violencia política. Pregón.

169
de derechos humanos. Con base en las denuncias realizadas por el IPC, en los días
siguientes ocurrieron cuatro visitas irregulares de funcionarios que se presentaron como
miembros de la SIJIN, aunque varios de ellos lo hicieron sin identificación ni orden de
trabajo. Adicionalmente, el 7 de septiembre de ese mismo año se produjo un ataque
cibernético al portal institucional que borró información sensible sobre denuncias de
derechos humanos, entre ellas el historial de Santoyo construido por el IPC. Luego, el 22
del mismo mes, mientras se encontraban reunidos en la sede institucional los socios de la
entidad, en asamblea extraordinaria, recibieron una llamada de la Policía informando de la
captura ,en el exterior de la edificación, de una persona que portaba un artefacto explosivo.
(IPC, 2017, pp. 150-152).

A modo de balance

En el periodo 1997-2000 ocurrieron 8 asesinatos, 4 desapariciones forzadas, 4 secuestros,


5 personas resultaron amenazadas y 5 personas más quedaron heridas en los 6 ataques
dinamiteros cometidos. Además, se produjo el falso allanamiento a la sede del IPC, y 6
personas se tuvieron que asilar en el exterior. El mayor número de ataques se produjo
contra defensores de derechos humanos (7) y organizaciones como Asfaddes, el IPC y la
UdeA recibieron varios de ellos. Algunos de los asesinatos tuvieron un impacto muy
profundo en las organizaciones, sectores sociales y políticos allegados y, de alguna
manera, en parte de la sociedad. Cuando se ataca a personas con altos niveles de
liderazgo, como Jesús María Valle, Hernán Henao y Gustavo Marulanda, entre otros; el
impacto colectivo trasciende los ámbitos familiares y más próximos

Con el paso de los años, algunos de quienes en su momento se encontraban en


organizaciones de derechos humanos, al preguntarles sobre el porqué de los ataques en
este periodo, respondieron que, por un lado, se buscaba eliminar o castigar los trabajos de
investigación sobre violaciones de derechos humanos en el territorio, en los que se atribuía
responsabilidad a élites políticas y económicas en alianza con grupos paramilitares. Por
otro lado, se trató de un requisito para la nueva fase de ¨paramilitarización¨ de la ciudad. 238

238
Entrevistas a defensores de derechos humanos 3 y 4, agosto de 2018 (código propio).

170
Con respecto a los responsables se atribuye, en su gran mayoría, a lo que se denominó
como La Casa Castaño, la estructura paramilitar surgida en Urabá desde finales de los años
80 que se reactivó a mediados de los 90 como Autodefensas Campesinas de Córdoba y
Urabá ACCU, y al frente de la cual se encontraba Carlos Castaño, quien como se recordará
también tuvo gran protagonismo en los crímenes de la segunda mitad de los 80.

En este periodo surge un gran protagonismo de la denominada banda La Terraza,


estructura híbrida entre el narcotráfico de la Oficina de Envigado y el paramilitarismo de las
ACCU. La Terraza era la responsable material, al menos que se sepa, de los asesinatos de
Valle Jaramillo, Henao Delgado y Marulanda, así como del secuestro de los funcionarios
del IPC. Con respecto a los autores intelectuales, la cadena señala a alias Berna, siguiendo
órdenes de Castaño. Sólo en el caso de Jaime Garzón se ha logrado identificar la
responsabilidad intelectual de José Miguel Narváez, ex subdirector del DAS en el año 2005
y a quien varios jefes militares señalan como asesor de los paramilitares desde mediados
de los años 90.

En una publicación con fecha de 1997, denominada "Guerra Política como concepto de
guerra integral", incluida en el Tomo 2 de la revista Inteligencia Militar, se puede identificar
una profunda y peligrosa convicción contra insurgente. Allí Narváez planteaba que el Estado
no había ganado la guerra contra la "subversión", porque se había enfocado en los actores
armados y no en su brazo político.

El trabajo de la subversión desarmada ha logrado en el proceso colombiano de


conflicto interno más resultados en contra del Estado como un todo, que el trabajo
del ente subversivo cargado de fusiles y ametralladoras. Es aquí donde se encuentra
el verdadero centro del conflicto" [...] Sin declaratoria de guerra, sin ubicación
perfecta de los delincuentes infiltrados y enmascarados entre el común de la gente,
aparece en nuestro medio como un cáncer sin diagnosticar plenamente, la amenaza
de la subversión política. (Semana, 13 de agosto de 2019). 239

239
Semana. (13 de agosto de 2019). Narváez, lo que había en la mente del asesino de Jaime Garzón.
Página de la revista Semana. https://www.semana.com/nacion/articulo/perfil-de-jose-miguel-
narvaez-el-asesino-de-jaime-garzon/579623

171
Sin embargo, también quedan inquietudes sobre el tipo de relaciones y apoyos sociales e
institucionales que hicieron posible el accionar abierto e impune de la familia Castaño y sus
grupos armados. Máxime porque se trata de unos personajes que no estuvieron
precisamente escondidos, sino que ocupaban una vivienda en el barrio El Poblado, pleno
centro del suroriente de la ciudad, donde vive buena parte de la élite comercial, política e
industrial de Medellín.

Allí, en la casa conocida como Montecasino, los Castaño establecieron su cuartel político,
su base militar, su centro de tortura y de detención, al tiempo que lo utilizaban como lugar
social para el relacionamiento con personas cercanas. Según relatos de algunos vecinos,
los Castaño y sus sicarios entraban y salían de la propiedad en varios helicópteros. Ante
esto, es legítimo hacerse preguntas: ¿las autoridades no se dieron cuenta de esto?; si se
dieron cuenta y lo consintieron, ¿por qué lo hicieron? y si los vecinos se percataron, ¿por
qué en su mayoría guardaron silencio? 240

Finalmente, con respecto a la situación de impunidad por estos crímenes, la situación es


que hay algunos procesos judiciales que han logrado identificar responsables más allá de
los sicarios. Es el caso de los ganaderos de Ituango, condenados por el asesinato de Jesús
María Valle, aunque está pendiente por investigar los enlaces institucionales que se han
denunciado y retomados tanto en la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos (CIDH) como en la del Tribunal Superior de Medellín.

Otro tanto se puede afirmar de la evidente vinculación del general Mauricio Santoyo en el
caso de las interceptaciones ilegales a defensores de derechos humanos y su conexión con
la desaparición de Ángel José Quintero y Claudia Monsalve de Asfaddes. Hay que esperar
el desarrollo de las investigaciones en la actual Jurisdicción Especial de Paz, para
determinar el nivel de justicia que se obtendrá.

240
Ortíz Franco, Juan David. (10 de septiembre de 2015). Pacifista. Montecasino, la mansión de los
hermanos Castaño, será para las víctimas. Página web del portal Pacifista.
https://pacifista.tv/notas/montacasino-hermanos-castano-mansion-victimas/

172
Al escanear este QR se dirigirá a una línea de tiempo que permite hacer una lectura gráfica
de los hechos.

Línea de tiempo 3.

173
Capítulo 6
Violencia contra personas integrantes de
sindicatos en Medellín, 1985-2000

¨Era más fácil armar una guerrilla que crear un sindicato legal en Colombia¨.241

241
El Espectador. (6 de mayo de 2008). En Colombia es más fácil hacer guerrilla que sindicato.
Entrevista con Julio Roberto Gómez, presidente de la Confederación General de Trabajadores de
Colombia (CGTD). Página web del periódico El Espectador.
https://www.elespectador.com/noticias/nacional/articulo-colombia-mas-facil-hacer-guerrilla-sindicato

174
175
176
En Colombia, según el Sistema de Información de Derechos Humanos de Personas
Sindicalizadas, (SINDERH), base de datos de la Escuela Nacional Sindical (ENS), entre
1985 y el 2002 se registraron 6.949 violaciones a los derechos a la vida, la libertad y la
integridad cometidas contra sindicalistas, de las cuales 2.450 representan asesinatos y 184
desapariciones forzadas. Esto ha convertido a Colombia en uno de los países en donde es
más peligrosa la actividad sindical. Si bien existen casos en los que se han presentado
dudas sobre las motivaciones de los mismos, en la inmensa mayoría de ellos estas
agresiones se originaron por su labor como integrantes de una organización sindical. Este
ha sido un tema de debate profundo en el país en las últimas décadas, similar al de los
últimos cuatro años sobre el asesinato reiterado de líderes sociales. En este debate, por un
lado, las voces institucionales plantean que se trata solo de la expresión de una situación
de violencia generalizada. Por otra parte, se considera que se está ante una situación
sistemática, recurrente e intencional, en este caso basada en la labor sindical.

Este debate sobre la interpretación de la violencia antisindical alcanzó su mayor expresión


en el periodo en que se estaba negociando la suscripción del Tratado de Libre Comercio
con Estados Unidos, en el año 2003 durante el Gobierno de Álvaro Uribe Vélez.242 Lo
anterior, dado que una de las cláusulas establecidas en la negociación era la reducción y
contención de la violencia antisindical en Colombia, históricamente con cifras superiores al
50% de los casos contra sindicalistas en el mundo.243

242
El Gobierno Uribe promovió una narrativa alternativa, para contrarrestar las informaciones
producidas históricamente por las ONG de derechos humanos, especialmente por la Escuela
Nacional Sindical. Fruto de dicho esfuerzo se escribió el libro El gran fraude ¿Violencia antisindical
en Colombia? Historia de la conspiración contra el TLC, elaborado por Libardo Botero Campuzano
y publicado por la Fundación Centro de Pensamiento Primero Colombia, en el 2011. Por su parte,
Daniel Mejía y María José Uribe publicaron en 2009, con el Centro de Estudios sobre Desarrollo
Económico (CEDE) de la Universidad de los Andes, el artículo denominado “Is Violence Against
Union Members in Colombia Systematic and Targeted?”, (Documentos CEDE 006147). Así mismo
terció en la discusión el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), mediante el
impulso al proyecto “Reconocer el pasado, construir el futuro. Informe sobre violencia contra
sindicalistas y trabajadores sindicalizados 1984–2011”, elaborado por una coalición de
organizaciones no gubernamentales y académicas: Centro de Estudios de Derecho, Justicia y
Sociedad (DeJusticia), Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep), Centro de Recursos
para el Análisis de Conflictos (Cerac), Corporación Nuevo Arco Iris (CNAI), Fundación Ideas para la
Paz (FIP), Universidad Externado de Colombia, Universidad Nacional de Colombia, Escuela
Nacional Sindical (ENS) y Comisión Colombiana de Juristas (CCJ), publicado en noviembre de 2011.
243
Según Lori Wallach, (1 de mayo de 2013), directora del Observatorio de Comercio global de la
ONG estadounidense Public Citizen. Para más información consultar: Colombia el país más
peligroso. para ser sindicalista. Página web de la BBC.
https://www.bbc.com/mundo/noticias/2013/05/130430_colombia_sindicalismo_peligros_aw#:~:text=
Lori%20Wallach%2C%20la%20directora%20del,semanas%20en%20el%20Hufftington%20Post.

177
En el caso de Antioquia, uno de los departamentos con una mayor afectación a las personas
sindicalizadas, en el mismo periodo 1985-2002 se registraron al menos 2.921 violaciones a
los derechos a la vida, la libertad y la integridad, cometidas contra sindicalistas, de las
cuales 1.318 fueron asesinatos y 69 desapariciones forzadas. Con respecto a las cifras
nacionales, esto significa que Antioquia, un solo departamento, tuvo el 42% de las
agresiones del país, el 54% de los asesinatos y el 37.5% de las desapariciones forzadas.
Aunque en Antioquia hay regiones, como Urabá, que aportan de manera considerable a
este comportamiento, la segunda subregión más violenta es Medellín y el Valle de Aburrá,
que tuvo 448 casos del total del departamento (el 15.5%). Este comportamiento de una
violencia homicida descomunal, permite evidenciar la magnitud de la violencia contra
personas sindicalizadas. Así, Antioquia es el departamento del país con mayor violencia
antisindical, donde se presenta la mitad de los homicidios, en un país considerado el más
peligroso del mundo para el ejercicio de los derechos sindicales.

Algunos sindicatos han sufrido una violencia especialmente letal. En su tesis doctoral
denominada Impacto del conflicto armado en la escuela colombiana, caso departamento de
Antioquia, 1985 a 2005, Flor Alba Romero (2011) estudia el caso de la violencia contra el
sindicato de educadores de Antioquia (ADIDA).244 ADIDA es la organización sindical que,
históricamente, después de Sintrainagro, tiene más afiliados que han sido asesinados,
amenazados y perseguidos. En su mayoría los responsables de estos hechos han sido
paramilitares, en ocasiones con la complicidad, colaboración o participación de fuerzas de
seguridad del Estado (pp. 88-89). Según los datos recopilados por Romero, en ese periodo
asesinaron en el departamento a casi 400 educadores (p. 83).

Otro sindicato, igualmente victimizado en el departamento, es el de Trabajadores Oficiales


de Antioquia, Sintraofan. Este llegó a tener presencia en 45 municipios y tuvo que enfrentar,
durante el periodo 1994-2006, el asesinato de 35 de sus miembros –en su mayoría
directivos municipales–, ejecuciones de dos familiares de sindicalistas porque no
encontraron a quienes iban a matar, así como desapariciones forzadas, amenazas
colectivas, renuncias forzadas colectivas, desplazamientos forzados, entre otras
atrocidades. Actualmente, el caso de Sintraofan ha sido elevado a conocimiento de la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en proceso de acompañamiento

244
Asociación de Institutores de Antioquia.

178
por parte de la organización Grupo Interdisciplinario por los Derechos Humanos (GIDH),
admitido bajo el número 12.742 con informe de admisibilidad.245

Los hechos

Inicialmente, para el análisis se consultó la base de datos SINDERH, una de las fuentes de
información más sólidas y reconocidas en el país y en el exterior en materia de seguimiento
a las violaciones de derechos humanos contra población sindicalizada. Según esta
consulta, en el Valle de Aburra, en el periodo 1985-2002 se presentaron 448 actos de
violencia contra este grupo de personas.

A diferencia de los tres casos anteriores trabajados en esta tesis –el de integrantes de
partidos y movimientos políticos de izquierda, el de integrantes de la Universidad de
Antioquia entre 1987-1988, y el de integrantes de organizaciones de derechos humanos
entre 1997 y el 2000–, en este caso, dado el volumen de información disponible, se procedió
de manera distinta. Se presentan, primero, algunos datos generales sobre la muestra y sólo
se amplía la información de algunos casos individuales significativos.

De conjunto, la base de datos SINDERH arrojó la siguiente información:

Se identifican un total de 448 víctimas en Medellín y el Valle de Aburrá entre 1985 y el 2002.
De ellas 367 en Medellín y, acerca del resto, 81 en los otros 9 municipios vecinos, así: Bello
20, Envigado 15, Itagüí 12, Barbosa 10, Copacabana y Girardota cada uno con 8, Caldas
4, La Estrella 3, y Sabaneta 1.

245
Comisión de la Verdad. (25 de octubre de 2019). El Grupo Interdisciplinario por los Derechos
Humanos acompañó a Sintraofan en la elaboración y presentación de un informe a la Comisión de
la Verdad y a la JEP. Página de la Comisión de la Verdad.
https://comisiondelaverdad.co/actualidad/noticias/sintraofan-entrego-un-informe-a-la-comision-de-
la-verdad-y-a-la-jep

179
Gráfico 7-6: Víctimas por municipio del Valle de Aburrá (1985-2002).

Víctimas por municipio del Valle de Aburrá


367

20 15 12 10 8 8 4 3 1

Fuente: Elaboración propia a partir de la información de la base de datos SINDERH de la


Escuela Nacional Sindical (ENS).

Del conjunto de víctimas 369 son hombres y 79 mujeres.

Gráfico 8-6: Víctimas por sexo (1985-2002). 176

Víctimas por sexo

Mujeres; 79; 18%

Hombres; 369; 82%

Fuente: Elaboración propia a partir de la información de la base de datos SINDERH de la


Escuela Nacional Sindical (ENS).

180
En total se cometieron 219 homicidios, 131 amenazas, 30 detenciones arbitrarias, 20
atentados, 7 desapariciones forzadas, 9 secuestros, 38 desplazamientos forzados, 6 casos
de tortura, 2 allanamientos ilegales y 1 asesinato de un familiar.

Gráfico 9-6: Distribución por modalidades de violencia (1985-2002).

Distribución por modalidades de violencia


219

131

38 30 20 9 7 6 2 1

Fuente: Elaboración propia a partir de la información de la base de datos SINDERH de la


Escuela Nacional Sindical (ENS).

El siguiente es el comportamiento por año de los homicidios, de las amenazas y de las


demás modalidades de violencia:

Tabla 2-6: Comportamiento por año de las modalidades de violencia (1985-2002).246


Modalidad / HO AM Dt A T AT Ds F Dp F Sec AI HF Total
año
1985 5 5
1986 2 2
1987 10 2 1 1 14
1988 16 3 2 2 2 1 26
1989 13 1 1 15
1990 7 7
1991 16 1 1 18

246
HO: Homicidios, AM: Amenazas, Dt A Detención arbitraria, T: Tortura, At: Atentado, Ds F:
Desaparición Forzada, Dp F: Desplazamiento forzado, Sec: Secuestro, Al: Allanamientos ilegales,
HF: Homicidio de un familiar

181
1992 13 2 2 1 1 19
1993 13 1 14
1994 10 1 1 12
1995 4 1 1 6
1996 17 3 20
1997 19 6 8 5 1 39
1998 10 15 32 57
1999 16 68 14 2 2 102
2000 14 20 3 2 5 1 44
2001 18 10 1 4 2 1 1 1 38
2002 16 3 1 1 3 24
Totales 219 131 30 6 20 7 38 9 2 1 463
Fuente: Elaboración propia a partir de la información de la base de datos SINDERH de la Escuela
Nacional Sindical (ENS).

Gráfico 10: Comportamiento por año de las modalidades de violencia (1985-2002).

Comportamiento de modalidades por año

Homicidios Amenazas
80 Detenciones arbitrarias Tortura
Atentados Desapariciones forzadas
Desplazamientos forzados Secuestros
70 Allanamientos ilegales Homicidio Familiar

60

50

40

30

20

10

0
1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002

182
Fuente: Elaboración propia a partir de la información de la base de datos SINDERH de la
Escuela Nacional Sindical (ENS).

Finalmente, en cuanto a los presuntos responsables, estos se desconocen en la mayoría


de los casos: 80%, mientras que a los grupos paramilitares se les atribuye el 8% de los
casos, seguidos por la fuerza pública con 5%.

Tres elementos se destacan del comportamiento de las modalidades de violencia contra la


población sindicalizada entre 1985 y 2002: primero, el nivel considerablemente alto y casi
constante de los homicidios, con excepción del año 1995, en el que hay un descenso
significativo. Segundo, el incremento de la modalidad de desplazamiento forzado entre
1997 y 1999. Y tercero, el crecimiento de las amenazas entre 1997 y el 2000. Estos últimos
dos comportamientos se dieron en el marco de la intensificación en la ciudad de las
confrontaciones armadas, la cual está asociada a la incursión de las estructuras
paramilitares Bloque Metro, Cacique Nutibara y Héroes de Granada. Estas tenían el
propósito de reorganizar el mundo criminal en Medellín, la lucha contra las bandas que no
se sometieron y la erradicación de las milicias insurgentes de los barrios de la ciudad.

Con respecto al comportamiento por sindicatos, con gran distancia el más afectado es
ADIDA, 236 de las acciones de violencia fueron contra personas integrantes de esta
organización, equivalentes al 53% de todos los casos. Esto puede explicarse por el rol de
liderazgo social y comunitario encarnado por la mayoría de los maestros y maestras
sindicalizados por su cercanía con las comunidades donde desempeñan su labor. Así como
por su denuncia sobre las violaciones de derechos humanos cometidas por los grupos
armados legales e ilegales, por su oposición al reclutamiento forzado de niños, niñas y
adolescentes –una de las fuentes principales de abastecimiento de mano de obra por parte
de las estructuras armadas–, y por la estigmatización permanente sobre los sindicalistas y
maestros, señalados como fuente de adoctrinamiento y de ser una de las organizaciones
más vinculadas a la subversión.247

247
Correa Montoya, G. y González Rúa, J. D. (Dirs.) (2011). Tirándole Libros a las balas. Memoria
de la violencia antisindical contra educadores de Adida. 1978-2008. Ediciones Adida - Escuela
Nacional Sindical.

183
Algunos casos del periodo

Se seleccionaron algunos casos entre los cientos ocurridos durante el periodo, con el fin de
dar cuenta de los hechos de violencia de manera más detallada, con base en la
disponibilidad de información en prensa y en algunos informes sobre esta temática,
realizados por organizaciones sindicales y de víctimas. Uno de los hechos más citados por
los informes especiales de derechos humanos, donde se identifican conductas violentas en
contra de los sindicalistas, es el ya mencionado en un capítulo anterior: el de Luis Felipe
Vélez Herrera ocurrido el 25 de agosto de 1987. También se identifica un pico de casos en
el segundo semestre de 1994, cuando se presentaron varios hechos contra integrantes de
la Federación Unitaria de Trabajadores de Antioquia (Futrán), reivindicados por el grupo
paramilitar Colombia Sin Guerrillas Colsingue.

El 7 de junio de 1985 asesinaron, en Itagüí, a Francisco Javier Correa Muñoz (de 30 años),
dirigente sindical de la Fábrica Textil de Rosellón-Coltejer. Los hechos ocurrieron cuando
dos sujetos movilizados en moto le dispararon, mientras Correa se transportaba en una
motocicleta hacia su residencia, después de terminar el turno de trabajo.248 En la
información de prensa se señala que días antes habían asesinado, en circunstancias
similares, al dirigente sindical e integrante del movimiento político A Luchar, Enrique Correa
Balbín, quien fue secuestrado en su casa en Itagüí y apareció muerto en el municipio de
Heliconia, suroeste antioqueño.249

El 20 de septiembre de 1986 fue asesinado José Libardo Herrera Cano, de 37 años,


presidente del Sindicato de Trabajadores de la cementera Argos, en hechos ocurridos en
el Municipio de Itagüí, cuando sujetos movilizados en motocicletas le propinaron cinco
impactos de bala. Había recibido varias amenazas de muerte.250

El 4 de julio de 1987 asesinaron, en Medellín, a Narciso Mosquera Gutiérrez, de 28 años,


líder del Sindicato de Trabajadores del Agro, Sintagro, y residente en Apartadó. Mosquera
se encontraba en Medellín, adelantando un proceso de negociación laboral de la finca

248
El Colombiano. (11 de junio de 1985). En Itagüí investigan homicidio de dirigente sindical. p. 10B.
249
Vidas Silenciadas. (s.f.). Página del portal Vidas Silenciadas.
https://vidassilenciadas.org/victimas/2637
250
El Colombiano. (22 de septiembre de 1986). Asesinado dirigente sindical. p. 7B.

184
donde trabajaba. Los hechos ocurrieron cuando salía del Hotel Citará, en el centro de la
ciudad. Allí, sujetos armados lo abordaron sujetos y le dispararon en repetidas ocasiones,
causándole la muerte, dejando heridas a otras tres personas que le acompañaban.251

El 30 de agosto de 1988 asesinaron a León de Jesús Cardona Isaza, presidente del


Sindicato de la Madera, la Construcción y el Cemento, (Sutimac), miembro de la Unión
Patriótica y ex concejal de Puerto Nare. Murió en un ataque sicarial cuando se desplazaba
en un taxi en compañía de Sergio Ospina, integrante del mismo sindicato. Ambos arribaron
al aeropuerto Olaya Herrera de Medellín provenientes de Puerto Nare y resultaron atacados
por sicarios que portaban armas automáticas, quienes los esperaban en dos vehículos.
Como consecuencia del ataque, murieron Cardona y el conductor del taxi; Ospina quedó
herido. Ambos dirigentes habían recibido amenazas contra sus vidas de parte del grupo
paramilitar MAS.252

El 2 de mayo de 1989 atacaron con arma de fuego en el barrio Castilla, noroccidente de


Medellín, al dirigente sindical e integrante de la junta directiva de Sintrasofasa, Jaime
Alberto Ángel Muñoz. Este, además, era integrante del Comité de Solidaridad con los
Presos Políticos, organización denunciante de su caso, señalando asimismo que había una
escalada de violencia contra la organización sindical, ya que en los últimos meses habían
asesinado también a los dirigentes obreros Juan Diego Arango (el 5 de mayo de 1988) y
Javier Darío Pérez (el 14 de diciembre de 1988).253

El 16 de diciembre de 1989 sujetos armados atacaron a Heriberto Espinosa Rojas, quien


se desempeñaba como secretario de la Federación Sindical Unitaria de Trabajadores de
Antioquia (Futran) –filial de la CUT–. Era, además, asesor sindical de Sintrainagro Urabá y
miembro del partido político Frente Popular. Resultó atacado en Medellín por varios sujetos
movilizados en motocicletas y, pese a que alcanzó a ser conducido con vida a la Policlínica
Municipal, falleció varias horas después a consecuencia de las heridas sufridas.254

251
El Colombiano. (06 de julio de 1987). Asesinado dirigente sindical de Urabá. p. 11C.
252
Vidas Silenciadas. (s.f.). Página del portal Vidas silenciadas.
https://vidassilenciadas.org/victimas/5845
253
El Colombiano. Denuncias por atentados contra dirigentes sindicales. (14 de mayo de 1989). p.
8D.
254
El Colombiano. (16 de diciembre de 1989). Atentado contra dirigente sindical. p. 3A.

185
El 23 de julio de 1994 fue asesinado el dirigente sindical Luis Efrén Cardona Correa de 38
años de edad. Cardona se desempeñaba como vicepresidente del Sindicato de
trabajadores de Satexco, filial de Coltejer en el Municipio de Itagüí.255 Resultó asesinado en
Medellín por un sicario que se movilizaba en una motocicleta, cuando entraba a la empresa
donde laboraba.

El 28 de julio de 1994 un grupo de hombres armados asesinaron a Guillermo Marín


Echavarría, miembro de la junta directiva y secretario de educación de la Federación
Unitaria de Trabajadores de Antioquia (Futran). El hecho se presentó en Medellín cuando
la víctima salía de las instalaciones del Sindicato de Trabajadores del Instituto del Seguro
Social, seccional Antioquia.256 Los sicarios –que lo esperaban a las afueras de la sede
sindical donde Guillermo había dado una conferencia a un grupo de sindicalistas–, le
propinaron tres disparos en la cabeza y dejaron a su lado un maletín que contenía un papel
con la sigla Colsingue: Colombia Sin guerrilla.257

En un comunicado de prensa emitido el 30 de julio del mismo año, el grupo paramilitar


Colsingue reivindicó los asesinatos de Efrén Correa, Guillermo Marín y Jairo de León
Agudelo, este último asesinado en Salgar, suroeste de Antioquia, el 26 de julio de 1994.
Agudelo era presidente de la sección del Sindicato de Trabajadores Agrícolas del municipio,
y resultó apuñalado por dos hombres de civil, que los testigos identificaron como integrantes
del F2, inteligencia de la Policía Nacional.258

El grupo paramilitar reivindicó estos crímenes con la justificación de que los hacían para
“responder a los ataques de la insurgencia utilizando sus mismas estrategias de guerra: [...]
nos vemos obligados a defendernos y a combatir a estos asesinos en todos sus terrenos y
con los mismos métodos”, agregando que se proponían erradicar de una vez por todas el
flagelo de la guerrilla en Colombia con acciones rurales y urbanas. Además, que así como

255
Vidas Silenciadas. (s.f.). Página web del portal Vidas Silenciadas.
https://vidassilenciadas.org/victimas/12936
256
Vidas Silenciadas. (s.f.). Página web del portal Vidas Silenciadas.
https://vidassilenciadas.org/victimas/12949
257
Agencia de Información Laboral de la Escuela Nacional Sindical ENS. (26 de julio de 2013).
Después de muchas trabas, el Gobierno por fin lo registra como víctima que debe ser reparada.
http://ail.ens.org.co/cronicas/despues-muchas-trabas-gobierno-fin-lo-registra-victima-reparada/
258
Vidas Silenciadas. (s.f.). Página web del portal Vidas Silenciadas
https://vidassilenciadas.org/victimas/12946

186
ellos no respetaban a sus enemigos fuera de combate, tampoco nosotros respetaremos sus
cuadros políticos y sindicales.259

Según información de prensa este crimen, y los siguientes, ocurrieron luego de que se
recibió una llamada de amenaza en la sede de la Unión Patriótica de Medellín. En esta les
advertían de la llegada a la ciudad de un grupo de sicarios provenientes del Magdalena
Medio, municipio de Puerto Nare, con el fin de ejecutar varios asesinatos contra dirigentes
sindicales, como Guillermo Marín, Belisario Restrepo, Pedro Pablo Gómez, Amparo
Echavarría, Hernando Melán, entre otros.260 Guillermo era integrante de lo que se
denominaba el sindicalismo clasista, es decir, aquel formado por organizaciones sindicales
con una mayor influencia marxista y, además, era integrante del Frente Popular.

Uno de los hechos más graves ocurrió el 26 de septiembre de 1994, cuando un grupo de
cuatro hombres armados ingresó violentamente a la sede de la Federación Unitaria de
Trabajadores de Antioquia, Futran, ubicada en el centro de Medellín. Los atacantes
ingresaron armados a la sede sindical, mientras se producía una reunión de una comisión
de derechos humanos. Los hombres se identificaron como integrantes de la Fiscalía y
preguntaron por el dirigente Belisario Restrepo, en ese momento presidente de la
organización. Al constatar que no se encontraba en la sede, dispararon contra las personas
que estaban en la reunión, asesinando a Hugo Zapata e hiriendo a Carlos Posada. Zapata
era miembro de la junta directiva del sindicato de la empresa minera Frontino Gold Mines. 261

El 15 de abril de 1997, sujetos armados interceptaron al dirigente de la Unión Patriótica y


del Sindicato de Trabajadores de la Industria Agropecuaria, Sintrainagro, Ramón Alberto
Osorio Beltrán, cuando se encontraba en la estación del metro del barrio El Poblado en
compañía de su hijo de cinco años. Tras llevárselos con rumbo desconocido, al hijo de
Ramón lo dejaron en libertad, dos días después, en zona rural del municipio de El Carmen
de Viborál. Osorio recibió detención meses antes en Urabá, pero obtuvo la libertad por falta

259
El Tiempo. (1 de julio de 1994). Aparece Colsingue, Grupo Paramilitar en Antioquia. Página web
del periódico El Tiempo. https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-185173
260
Agencia de Información Laboral de la Escuela Nacional Sindical (ENS). (26 de julio de 2013).
Después de muchas trabas, el Gobierno por fin lo registra como víctima que debe ser reparada.
Página oficial de la Agencia de Información Laboral. http://ail.ens.org.co/cronicas/despues-muchas-
trabas-gobierno-fin-lo-registra-victima-reparada/.
261
El Tiempo. (27 de septiembre de 1994). Asesinado dirigente sindical en Medellín. Página web del
periódico El Tiempo. https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-227960

187
de pruebas. Asimismo, se denunció su desplazamiento de Urabá, por señalamientos del
General Rito Alejo del Río.262

En un caso inusual -ya que prima la impunidad en la inmensa mayoría de éstos- el


paramilitar Raúl Hasbún alias ‘Pedro Bonito’ se acogió a sentencia anticipada por el
asesinato del dirigente sindical. En la diligencia judicial, alias ‘Pedro Bonito’ reconoció su
responsabilidad al dar la orden de asesinar a Osorio Beltrán, por considerarlo auxiliador de
la guerrilla en la zona de Urabá, de donde fue desplazado junto con su familia, bajo
amenazas de integrantes de grupos paramilitares. El ex jefe paramilitar dijo, además, que
instruyó a sus subalternos para dejar al menor cerca de una estación de policía, antes de
que perpetraran el crimen.263

Ya para el final del periodo de estudio, como consecuencia de la oleada de ataques contra
integrantes del sindicato de maestros del departamento ADIDA, se produjeron varios casos
más. Solo en el año 2002 fueron asesinados Jairo Alonso Giraldo Suárez (el 2 de febrero);
Édison de Jesús Castaño y Wilfredo Quintero Amariles (el 25 de febrero); Carlos Emilio
Vélez Correa (el 9 de marzo); Froilán Peláez Zapata (el 6 de junio); Isaías Gómez Jaramillo
(el 4 de junio); y Luis Fernando Vargas Peña (el 10 de diciembre). (Correa Montoya, G. y
González Rúa, J. D., 2011, p.291). 264

Se destaca el asesinato del educador Froilán Hilario Peláez Zapata, ocurrido a manos de
hombres armados en la comuna 13 de Medellín, cuando ingresaba a la Institución Educativa
Santa Rosa de Lima, donde laboraba. Froilán era miembro del Comité Ejecutivo de la
Subdirectiva CUT, seccional Antioquia, delegado sindical de la Asociación de Institutores
de Antioquia, (ADIDA), y militante del Movimiento Obrero Independiente Revolucionario
(MOIR).265

262
El Colombiano. (17 de abril de 1997). Denuncian desaparición de sindicalista. p. 3; Portal Vidas
Silenciadas. (s.f.). Portal web de Vidas Silenciadas. https://vidassilenciadas.org/victimas/15990.; El
Colombiano. (22 de abril de 1997) Temen por la vida de dirigente sindical. p.10A.
263
Verdad Abierta. (10 de junio de 2011). Sentencia anticipada a Raúl Hasbún por asesinato de
sindicalista en Urabá. Página web del portal Verdad Abierta. https://verdadabierta.com/sentencia-
anticipada-a-raul-hasbun-por-asesinato-de-sindicalista-en-uraba/
264
Correa Montoya, G. y González Rúa, J. D. (Dirs). (2011). Tirándole Libros a las balas. Memoria
de la violencia antisindical contra educadores de Adida. 1978-2008. Ediciones Adida - Escuela
Nacional Sindical.
265
Vidas Silenciadas. (s.f.). Página web del portal Vidas Silenciadas.
https://vidassilenciadas.org/victimas/25681.

188
Aunque, a partir de 2002, bajaron considerablemente los homicidios y actos de violencia
abierta contra sindicalistas en la ciudad, se continuaron presentando hechos de mucho
impacto en años posteriores. Por ejemplo, el asesinato de Factor Antonio Durango, líder
sindical y presidente de la Asociación Sindical de Colocadores de Apuestas y Loteros de
Antioquia, Ascaplan, en un atentado ocurrido el 17 de agosto de 2005 en el barrio Pedregal
de Medellín en horas de la noche. Se señala a grupos paramilitares enfrentados por el
control del negocio de apuestas en el departamento, situación denunciada por el líder
sindical.266

A modo de balance

Este caso de violencia antisindical es cuantitativamente diferente de los anteriores, dado el


enorme número de personas victimizadas. Por esta razón, la presentación de la información
se hizo de manera distinta, involucrando la dimensión cuantitativa del fenómeno con casos
concretos, para complementar y profundizar.

Al igual que en los casos presentados en los capítulos anteriores, se identifican unos
factores recurrentes que dan cuenta de la sistematicidad de la conducta –con patrones
similares a los otros tres casos–. Por ejemplo, en cuanto a la evidencia de estructuras
armadas con alto poder operativo, que involucró acciones planificadas, desarrolladas
milimétricamente por comandos de varios hombres que se movilizaban en diferentes
vehículos, dotados de armas largas. E, incluso, en algunos de los casos presentados,
cumplían amenazas contra personas desplazadas a la ciudad con el fin de escapar de sus
territorios de origen, como el Magdalena Medio y Urabá. Pero los asesinaron en Medellín.
Esto último da cuenta de que se trataba de estructuras criminales complejas.

En el caso de los ataques contra sindicalistas, se destaca que el principal sindicato


victimizado sea el que agrupa a los educadores y educadoras. Esto es significativo, ya que,
si bien es cierto que la labor sindical suele implicar un cierto nivel de visibilidad y liderazgo

266
Vidas Silenciadas. (s.f.). Página web del portal Vidas Silenciadas
https://vidassilenciadas.org/victimas/31594; El Tiempo. (12 de junio de 2006). Atentado de ayer sería
por pugna en negocio del chance. Página del periódico El Tiempo.
https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-2098700

189
social, en el caso del sector educativo esto es mucho más fuerte. Y en esa medida, el
asesinato, la desaparición forzada o el desplazamiento forzado de un maestro o maestra
es mucho más impactante, que el de otros liderazgos sindicales menos protagonistas de la
vida social local.

Finalmente, tanto en este, como en los otros casos trabajados, la impunidad es la constante.
Solo se conoce de la condena de Raúl Hasbún, jefe paramilitar de las Autodefensas de
Urabá, por la desaparición forzada y posterior asesinato de Ramón Alberto Osorio Beltrán
ocurrido en abril de 1997.

Al escanear este QR se dirigirá a una línea de tiempo que permite hacer una lectura gráfica
de los hechos.

Línea de tiempo 4.

190
Capítulo 7

Impactos colectivos de la guerra sucia como


práctica reorganizadora y algunos elementos
que incidieron en su desarrollo

En este capítulo se presentan algunos de los elementos principales hallados, con base en
las fuentes consultadas: las entrevistas con personas integrantes de los partidos,
movimientos, sectores, organizaciones y sindicatos. Todas estas, de alguna manera,
tuvieron relación directa o indirecta con las acciones de ataque sistemático. Asimismo, la
información de prensa y la base de datos electoral de la Universidad de los Andes.

Antes de proceder a identificar los impactos de la violencia política y la guerra sucia en


Medellín, hay unos elementos de contexto que es necesario tener en cuenta, pues
caracterizan el ambiente político y mediático donde se produjeron estos hechos entre 1985
y el 2002. Además, es necesario señalar que, al igual que en otras experiencias de violencia
política, el análisis debe procurar dar cuenta tanto de los hechos como de las
construcciones discursivas y las representaciones sociales que los enmarcan. La violencia
no sólo se concreta en actos directos, también está rodeada, entre otras cosas, de unos
discursos de justificación y legitimación sobre la justeza de dicho proceder, de una
determinada construcción de las víctimas como sujetos que era legítimo eliminar, de un
agravio que el victimario está resarciendo y de la defensa de un interés superior: la patria,
la familia, los valores tradicionales, la supervivencia de la civilización, etc.267

Y, esto último, no sólo opera en el ámbito de la institucionalidad estatal o de los grupos


paramilitares, también los grupos insurgentes, a su manera, proceden de esta forma;

267
María Teresa Uribe (2006) decía que las guerras se libran y se narran, no solo en la acción bélica,
sino que también hay una dura batalla desde las palabras para legitimar la acción violenta, y en esto
juega un papel fundamental la reivindicación de que se está respondiendo a un ataque, de que se
está haciendo uso del derecho a la defensa ante una agresión injustificada. Uribe, María Teresa y
López, Liliana. Las palabras de la guerra. Un estudio sobre las memorias de las guerras civiles en
Colombia. Editorial La Carreta Editores, Universidad de Antioquia, Instituto de Estudios Políticos,
Corporación Región.

191
construyen discursos para explicar, legitimar y justificar el levantamiento armado,
argumentando que se trató de la razón última ante una situación que era insostenible.
Además, que los llevó a apelar al derecho a la rebelión, para conseguir el objetivo supremo
de la revolución, la construcción del ¨hombre nuevo¨ 268, el necesario ejercicio de la ¨crítica
de las armas¨269, entre otros. Y también, se utiliza un mecanismo retórico para la
construcción del enemigo, acerca de la cuestión ¿por qué se justifica atacarle? También se
amplía el concepto de blanco legítimo, el cual termina comprendiendo tanto los integrantes
de la fuerza pública y cuerpos asociados, como a los financiadores, colaboradores y
población civil hostil. Además, se construyen eufemismos para nombrar las modalidades
de violencia que son utilizadas, por ejemplo, llamar ¨retención arbitraria o económica¨ al
secuestro, o hablar de daños colaterales para las bajas entre la población civil, entre otros.

No obstante, sí existe un elemento diferenciador: la oportunidad diferencial de los actores


de la confrontación armada y sus valedores, de que los discursos justificatorios que
construyen tengan eco en la sociedad. Son evidentes las condiciones con las que cuentan
y han contado las instituciones del Estado, los sectores políticos hegemónicos, e incluso
los grupos paramilitares de la segunda mitad de los noventa, 270 para emitir sus mensajes.
Lo anterior, en comparación con las que tienen y han tenido las organizaciones insurgentes
y sus organizaciones aliadas.

En uno de los considerandos de este apartado, se presentan algunos ejemplos extraídos


de la prensa local para sustentar cómo desde algunos discursos públicos se contribuyó a
la estigmatización y a crear un ambiente de opinión favorable a la eliminación de algunas
personas por sospechosas. Estos discursos se identifican en tanto son expresión de
algunas de las justificaciones de la guerra sucia, y constituyen un elemento central para el
esclarecimiento de los impactos colectivos de la misma. Esto contribuye a comprender el
efecto diferencial que produce una acción de violencia sobre un grupo social, que en la

268
En alusión a los planteamientos del líder de la revolución cubana, Ernesto el Ché Guevara y la
forma como la revolución propicia la construcción de un nuevo tipo de ser humanos, que él denomina
el hombre nuevo. Esto lo desarrolla entre otros textos en el socialismo y el hombre en Cuba,
publicado en 1965 en el semanario uruguayo Marcha.
269
En este caso, es una referencia a un pasaje de Karl Marx en la introducción de la crítica de la
filosofía del derecho de Hegel.
270
Por ejemplo, las entrevistas del jefe paramilitar Carlos Castaño con periodistas de canales de
televisión nacionales en horario triple A, como las que se emitieron con Darío Arismendi el 4 de
marzo de 2000 y con Claudia Gurisatti en abril de 2001, o la amplia difusión del libro Mi Confesión,
resultado de una entrevista del periodista Mauricio Aranguren a Carlos Castaño (2001).

192
sociedad se representa como víctima, en comparación con la que se comete contra un
grupo poblacional, los habitantes de un territorio, o los integrantes de una organización. A
estos se les ha construido una imagen que los asimila con ¨el enemigo¨, que los presume
sospechosos o directamente culpables de la agresión a la que han sido sometidos.

7.1 Elementos de contexto

7.1.1 Construcción de una imagen del enemigo.


En estos procesos de violencia masiva y continuada, como los que se analizan en la ciudad,
se puede identificar una relación con el contexto de lo que se ha denominado la doctrina de
la seguridad nacional. Además de la consecuente construcción de una interpretación
basada en la existencia –a nivel mundial– de una lucha antagónica contra el enemigo
interno. Dicho enemigo se personifica en las figuras etéreas del “comunismo”, “los
comunistas”, o ¨la izquierda¨, y se simboliza como aquellos que buscan la “desestabilización
del país” y la toma del poder político por la vía revolucionaria (armada), poniendo en duda
la supervivencia de los valores tradicionales de occidente y las instituciones democráticas.

Esto, además, se basa en la construcción de una interpretación según la cual el enemigo


tiene una estructura dual, que involucra tanto un componente militar como uno político civil,
complementario. Jefes paramilitares, como Carlos Castaño, dejaron muy evidente en sus
declaraciones que, para ellos, las personas que asociaban con el componente político civil
del enemigo eran ¨más peligrosos incluso que los mismos guerrilleros¨. 271

En una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos CIDH, 272, proferida el


20 de noviembre de 2018, este alto tribunal declaró a Colombia responsable por la
desaparición forzada del sindicalista y militante de la Unión Patriótica, Víctor Manuel Isaza
Uribe, en hechos ocurridos en el municipio de Puerto Nare, Antioquia, el 19 de noviembre
de 1987. Según la reconstrucción de los hechos, contra Isaza Uribe se había emitido una
orden de captura como presunto responsable del delito de homicidio agravado, motivo por
el cual fue capturado por unidades de la Policía en Puerto Nare. Estando retenido en el

271
Aranguren Molina, Mauricio. (2001). Mi confesión. Carlos Castaño revela sus secretos. Oveja
Negra.
272
Corte Interamericana de Derechos Humanos. Caso Isaza Uribe y otros vs. Colombia. Sentencia
de 20 de noviembre de 2018. (Fondo, Reparaciones y Costas).

193
comando de la policía del pueblo, inexplicablemente en horas de la noche los policías se
ausentaron de la edificación, y, a continuación, un grupo armado paramilitar se presentó en
el comando y se llevó al señor Isaza Uribe, sin que hasta el presente se conozca acerca de
su paradero.

En las consideraciones de la CIDH se tuvo en cuenta como parte del contexto explicativo
de este delito, la noción de ¨enemigo interno¨ contenida dentro de la doctrina de seguridad
nacional. La construcción de dicho contexto se basa, entre otros elementos, en el informe
presentado en 1994, por dos Relatores Especiales de Naciones Unidas que, tras su visita
a Colombia, indicaron:

Las fuerzas armadas continúan aplicando, al parecer, una estrategia antisubversiva


basada en el concepto de la ‘seguridad nacional’, en virtud del cual toda persona de
la que se sabe o se sospecha que está vinculada a los guerrilleros es considerada
como un enemigo interno. [… E]n las zonas calificadas de ‘zonas rojas’, donde
actúan los insurgentes y tienen lugar enfrentamientos armados, las fuerzas de
seguridad consideran que prácticamente todos los civiles son colaboradores de la
subversión. […] La categoría de ‘enemigo interno’, aplicada a toda persona de la
que se considera que apoya a la guerrilla de una u otra forma (incluso si los
insurgentes utilizan la fuerza para obtener, por ejemplo, alimentos o dinero de los
civiles), se ha hecho extensiva, al parecer, a todos los que expresan insatisfacción
ante la situación política, económica y social, sobre todo en las zonas rurales. En
consecuencia, los dirigentes y miembros de sindicatos, partidos políticos de la
oposición política, organizaciones de derechos humanos, trabajadores sociales,
etc., han sido, junto con los campesinos, las víctimas principales de las violaciones
de los derechos humanos en zonas de conflicto armado. 273

La asociación de ciertos grupos de civiles como colaboradores de la subversión no sólo


opera en el ámbito de las fuerzas armadas –como lo indica el informe de los Relatores

273
Para mas información consultar el Informe Conjunto del Relator Especial encargado de la cuestión
de la tortura E/CN.4/1995/111 (1995), Sr. Nigel S. Rodley, y del Relator Especial encargado de la
cuestión de las ejecuciones extrajudiciales, sumarias o arbitrarias, Sr. Bacre Waly Ndiaye (16 de
enero de 1995). Página de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas en Colombia.
http://www.hchr.org.co/documentoseinformes/documentos/html/informes/onu/rest/E-CN-4-1995-
111.html

194
Especiales de la ONU–, y de los paramilitares, sino en otros sectores sociales. Al menos
así pudo constatarse en numerosas columnas de opinión, editoriales y pronunciamientos
de personalidades civiles y representantes de diferentes instituciones hallados en la revisión
del periódico El Colombiano. En estos era palpable la preocupación y alarma, ante lo que
ellos denominan ¨la amenaza comunista, su infiltración y su enorme daño a las buenas
costumbres y el orden social¨ (Kalmanovitz, 1990, p. 219). 274

Un ejemplo de esto son las reiteradas columnas de opinión publicadas por personajes como
Álvaro Valencia Tovar, excomandante del Ejército colombiano y veterano de la guerra de
Corea. Este, además, estuvo en operaciones militares contrainsurgentes, durante la década
del 60, como el bombardeo a las denominadas ¨repúblicas independientes¨ de Marquetalia,
El Pato y Guayabero, y en combates contra el ELN –en uno de los cuales cayó Camilo
Torres Restrepo–. En su habitual columna semanal en El Colombiano, el 12 de enero de
1988, Valencia Tovar desestimaba las denuncias sobre la intensificación de la guerra sucia
en el país, señalando que con ellas:

Lo que se pretende es paralizar el Estado. Que sus organismos de seguridad no


actúen en defensa del orden social, ni protejan las instituciones políticas que la
nación se ha dado por su propia voluntad.

[…] El término [guerra sucia] se abre camino con este peculiar sentido de
unilateralidad que hace lícitos los más execrables delitos cuando se cometen a
nombre de la revolución y descalifica al gobierno y a sus Fuerzas Armadas. Así llega
a organismos internacionales encargados de actuar como cajas de resonancia hasta
hacer de la imagen un hecho y de la falsificación una realidad auténtica.275

Las columnas de opinión del reconocido intelectual antioqueño, Jaime Jaramillo Panesso,
constituyen un ejemplo más. El 7 de mayo de 1989 -en pleno baño de sangre contra la
Unión Patriótica- Panesso señalaba en El Colombiano que la razón principal del ataque a
la UP era que este partido mantenía la combinación de todas las formas de lucha, y que,
por eso, era objeto de violencia por parte del narcotráfico:

274
Ver nota 27. Kalmanovitz, S. (1990). Gremios industriales y crisis. Al filo del caos. Crisis política
en la Colombia de los años 80. Leal Buitrago, F. y Zamosc, L. (Eds). IEPRI-Tercer Mundo Editores.
275
El Colombiano. (12 de enero de 1998). La Guerra Sucia. Álvaro Valencia Tovar. p. 5A.

195
Hasta hace poco declararon que aún confiaban en la táctica de ¨utilizar todas las
formas de lucha¨, lo cual los condenaba, irremediablemente, a estar colocados en
pie de igualdad a las guerrillas que le son afines. Es decir, que si la UP tienen en su
seno al Partido Comunista, a A Luchar y al Frente Popular como parcialidades
estrictamente políticas y legales, todo el país sabe (y lo sabe la extrema derecha
paramilitar), que existe una cierta simpatía, por decir lo menos, con organismos
como son, respectivamente, las Farc, el ELN y el EPL. (Jaramillo Panesso, 7 de
mayo de 1995, p. 5A). 276

Con respecto a las autoridades oficiales, es necesario señalar que hacían eco permanente
de la doctrina de lucha contra el comunismo, no sólo en los currículums de formación de
sus agentes, sino en la justificación de operativos, para judicializar prácticas y conductas
legales desarrolladas por organizaciones igualmente legales.

Fernando Landazábal Reyes, general y ministro de defensa durante la mitad del gobierno
de Belisario Betancur, ilustra bien la situación en una de sus declaraciones doctrinales.
Según el general:

No menos importante que la localización de la subversión es la localización de la


dirección política de la misma. […] Nada más nocivo para el curso de las
operaciones contrarrevolucionarias que dedicar todo el esfuerzo al combate y
represión de las organizaciones armadas del enemigo, dejando en plena capacidad
de ejercicio libre de su acción la dirección política del movimiento. 277

Con motivo de algunos operativos policiales en 1989, el comandante de policía de


Antioquia, Waldemar Franklin Quintero, señaló al sindicato de maestros de Antioquia
ADIDA e incluso a la Diócesis de Girardota de estar difundiendo cartillas ideológicas
contrarias a los valores y la fe cristianas,278 proceder por el que fue denunciado.

276
Panesso, Jaime Jaramillo. (07 de mayo de 1989). UP Un nuevo discurso? El Colombiano. p. 5A.
277
Landazabal Reyes, Fernando. (1980). La subversión y el conflicto social. en: Cepeda, Iván y
Rojas, Jorge. (2014). A las puertas del Ubérrimo. El origen del paramilitarismo y la parapolítica en
Córdoba. Ediciones B Colombia.
278
El Colombiano. (01 de abril de 1989). Adida protesta por intromisión de la policía en asuntos
educativos. p. 12C.

196
Así como estos, son muchos los ejemplos existentes de la constante asimilación entre
organizaciones sociales, partidos políticos de izquierda, movimientos sociales,
organizaciones no gubernamentales, sindicatos y protesta social, con la subversión y, por
consiguiente, su calificación como parte de los enemigos que hay que combatir y
exterminar, dado que esto es permitido en el marco de la lucha contrainsurgente.

Incluso, los sectores institucionales que han hecho denuncias sobre la responsabilidad
estatal en las violaciones de derechos humanos y sobre las alianzas crecientes con los
grupos paramilitares, han sido señalados como poco afines a la causa suprema de la
eliminación de la subversión en todas sus formas. Un caso emblemático es el del procurador
Carlos Jiménez Gómez, quien denunció en 1983 que más de un centenar de integrantes
de la fuerza pública eran miembros activos del grupo paramilitar Muerte A Secuestradores
MAS. Con ello desató una dura reacción del alto mando castrense, que osciló entre
desmentirlo, atacarlo e incluso acuñar la expresión ¨síndrome de procuraduría¨, para
argumentar que los integrantes de la fuerza pública temían cumplir con su deber por la
persecución del Ministerio Público.

En 1985, a propósito de nuevas denuncias del mismo funcionario sobre alianzas entre
integrantes de la fuerza pública y grupos paramilitares en actividades de guerra sucia, un
editorial de El Colombiano advertía sobre la inconveniencia de dichas denuncias, sobre su
posible utilización electoral, y sentenciaba que, en esos temas, era mejor no jugar con
fuego.279

Posteriormente, en la década de los 90, se introdujo una nueva expresión para denunciar
la presunta estrategia insurgente de desprestigio y paralización de la acción de la fuerza
pública. Esta estrategia se sumó a las ya construidas en las décadas de los 70 y 80. Se
comenzó a hablar entonces de ¨guerra jurídica¨, para sustentar que las organizaciones de
derechos humanos hacían denuncias falsas sobre presuntas violaciones de derechos
humanos, para proteger a la subversión y deslegitimar a la fuerza pública. Es así como,
incluso en el presente, se mantiene una definición en este sentido en la página web de la
Fuerza Aérea colombiana. Allí se define la ¨guerra jurídica¨ como:

279
El Colombiano. (14 de mayo de 1986). No juguemos con candela. p. 5A.

197
Denuncia que se le hace a los miembros de la fuerza pública con hechos de
apariencia de delitos, valiéndose de testimonios de personas afines a grupos
generadores de violencia. Proceso de generar un marco jurídico. Propicio a sus
afines, infiltrar el poder judicial y disciplinario con el fin de proteger la subversión y
atacar la fuerza pública.280

Es decir, la denuncia es parte de una estrategia militar que se califica como “guerra” y es
hecha por organizaciones al servicio de la subversión que además tienen la capacidad de
infiltrar la institucionalidad para atacar a la fuerza pública.

Esto ha tenido tanto peso en la formación doctrinal de las fuerzas armadas, que incluso es
palpable en las declaraciones de algunos de los más altos mandos comprometidos con el
reciente proceso de paz con las Farc. Es el caso del general Jorge Enrique Mora Rangel,
uno de los cinco negociadores plenipotenciarios del Estado colombiano en la mesa de
negociaciones de La Habana. Al preguntársele cómo entendía las disputas por la memoria
en la sociedad colombiana, manifestó:

En este momento este tema se convierte en un propósito y en un objetivo primordial


para el futuro de lo que ha sido la historia de estos sesenta años de conflicto en
Colombia. Hay un esfuerzo muy grande por parte de los miembros de la guerrilla,
pero también esa estructura que está alrededor de la parte ideológica política,
organizaciones no gubernamentales de izquierda, de intelectuales de izquierda, de
políticos de izquierda, todos con un propósito muy claro y definido, de justificar la
lucha guerrillera, justificar la lucha de la izquierda, por supuestamente cambiar un
sistema corrupto. La lucha de los militares con los guerrilleros pasa ahora a una
confrontación ideológica y política. (Nova, M., 2020, p. 159). 281

Según esto, para el general Mora Rangel, todavía tiene plena validez la teoría del enemigo
interno, es decir, la asimilación de la izquierda con la guerrilla y la idea de la estructura dual
de la insurgencia, con una parte legal y otra ilegal.

280
Fuerza Aérea Colombiana. (s.f.). Glosario de atención al ciudadano. Página web oficial de la
Fuerza Aérea. https://www.fac.mil.co/guerra-jur%C3%ADdica
281
Nova, Martín. (2020). Memorias Militares. Conversaciones con los comandantes del Ejército 1989-
2019. Editorial Planeta.

198
7.1.2 La combinación de las formas de lucha.
Al denunciar, primero, que el despliegue de la doctrina de la seguridad nacional resultó,
entre otras cosas, en la peligrosa asimilación de toda expresión de protesta y movilización
social, como parte de un plan comunista para desestabilizar el país y, segundo, el
señalamiento de sus líderes y militantes como miembros de las organizaciones insurgentes,
no implica desconocer o negar que sí hubo presencia insurgente en una amplia variedad
de organizaciones sociales y políticas en Colombia; además, que se buscó con ello
instrumentalizarlas para reforzar, política y/o militarmente, estrategias subversivas.

Las organizaciones insurgentes colombianas surgieron en medio de un contexto de luchas


sociales históricas, especialmente campesinas por los derechos a la tierra. Pero, también
en un ambiente de auge de movilizaciones urbanas. Además de este origen, están
estrechamente ligadas a las diferentes corrientes de pensamiento y acción revolucionaria
del siglo XX, como la influencia de la Revolución Rusa, evidente principalmente en las
FARC; de la Revolución China, presente en el PCC ML y el EPL; de la Revolución Cubana,
plasmada en el ELN; y de las guerrillas urbanas como los Tupamaros, muy palpable en el
M-19. Luego, el triunfo de la revolución sandinista en 1979, incidiría en la estrategia de
conformación de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar.

Toda organización con pretensiones políticas, independientemente de su ideología, tiene


entre sus propósitos aumentar su incidencia en la sociedad. En este sentido, estas
organizaciones insurgentes buscaron un mayor nivel de presencia en espacios de acción
política legal, con el fin de ampliar su influencia social y política. Para aumentar el número
de integrantes de sus filas desarrollaron planes y acciones intencionales. Así, para muchos
de los dirigentes guerrilleros, de acuerdo a la teoría leninista, las organizaciones sociales
eran ¨correas de transmisión¨, a través de las cuales la organización revolucionaria –el
partido, la vanguardia–, hacer llegar a las masas los análisis y orientaciones para la acción.

En este apartado, lo que interesa es analizar los efectos que se pudieron dar en el desarrollo
de la guerra sucia, la búsqueda de dicha incidencia en la sociedad por parte de los grupos
insurgentes.

199
En primer lugar, se puede señalar que, desde la creación y dado el contexto en el que
surgieron, estas organizaciones tuvieron incidencia en procesos de movilización
campesina, de colonos y en algunas estructuras organizativas sindicales, estudiantiles y
urbanas. Aunque, en este último caso, dicha incidencia al principio se mantuvo más en
función de reclutar dirigentes y combatientes para los frentes rurales. Una mención especial
merece lo ocurrido desde el principio con la creación de las Farc y su cercanía histórica con
el Partido Comunista Colombiano (PCC) y la Juventud Comunista (JUCO). Como es
conocido, el PCC mantuvo, durante décadas, una postura ambigua frente a la lucha
armada, negándose a retirarle el aval a esta vía por considerarla un camino posible para la
toma del poder.

Estas estrategias de incidencia en expresiones del movimiento social se incrementaron


desde finales de los años 70, y en la década del 80, cuando se presentó lo que podría
denominarse como el giro urbano de las organizaciones insurgentes. La revaloración de la
ciudad por parte de estas agrupaciones provocó el trazado de planes político militares para
incrementar su influencia en sectores estratégicos, como el obrero, el estudiantil, juvenil,
cultural, barrial, comunal, entre otros.

Entre estos planes se cuenta la VII Conferencia Nacional de las FARC, realizada en 1982,
en la que definieron, de manera general, pasar de considerarse una guerrilla de
autodefensa a un ejército revolucionario, es decir, pasar a luchar una guerra de guerrillas a
una guerra de movimientos. A partir de entonces se denominaron FARC-EP y definieron
una reorganización táctica denominada Nueva Forma de Operar NFP, que incluía, entre
otras cosas, ir construyendo unidades militares más grandes y estables, pasar donde fuera
posible de la guerra de guerrillas a la guerra de posiciones, y la construcción de frentes y
milicias urbanas, en aquellas ciudades donde existieran las condiciones organizativas y
logísticas. Procesos similares emprendieron el PCC ML y el ELN. Por su parte, el M-19 vivió
un proceso a la inversa: la década de los 80 significó ruralización para esta organización
que nació urbana y contó con una incidencia importante en sectores medios de la población,
entre colectivos intelectuales, artísticos y culturales, aunque dejó una estructura operativa
básica en algunas ciudades.

Una de las expresiones más significativas del cambio mencionado es la creación de tres
plataformas políticas de actuación de las tres organizaciones armadas principales: priemro,

200
el surgimiento en 1985 de la Unión Patriótica en medio del proceso de negociación con las
FARC; segundo, el impulso por parte del PCC ML del Frente Popular, y, tercero, el
nacimiento de A Luchar, plataforma en la que confluyeron sectores pro ELN aunque en una
relación menos subordinada. En medio de la guerra sucia estas tres colectividades políticas
de izquierda sufrieron los mayores ataques, aunque otros integrantes de partidos y
movimientos de izquierda, sin relación con organizaciones armadas, también padecieron –
claro está, en mucha menor medida– el embate de la guerra sucia, como el Partido
Socialista de los Trabajadores (PST), el Movimiento Obrero Independiente Revolucionario
(MOIR), entre otros.

Como se ha expresado previamente en esta tesis, las dos oleadas de guerra sucia en
Medellín coinciden, una, con la lucha por la apertura democrática en la segunda mitad de
los 80, y la otra, con la intensificación y urbanización del conflicto armado en el país. En
estos contextos se produjo el ataque dirigido y selectivo contra las víctimas por su
pertenencia a procesos sociales, políticos, organizativos, sindicales, institucionales, por la
denuncia de responsabilidad estatal y alianza con grupos paramilitares, y por la defensa de
los derechos humanos. Pero también, en otros casos, la violencia se desplegó contra
personas que militaba en organizaciones ilegales, al tiempo que desarrollaban acciones
legales. Esto último, sin embargo, no los convertía en blancos legítimos, pues como ya se
ha expresado, sí existían indicios de su pertenencia a organizaciones ilegales esto no
justificaba ni legalizaba su victimización.

No obstante, debe también considerarse la responsabilidad que le cabe a las


organizaciones insurgentes al mantener una conducta ambigua entre legalidad e ilegalidad,
que puso en riesgo a procesos organizativos completos. Máxime porque esto no se hizo de
manera abierta, sino que se apeló a la infiltración encubierta, aprovechando que existía un
cierto ambiente de permisividad con estas acciones. Esto ha sido revelado por testimonios
e investigaciones, que rebelan, por ejemplo, cómo el EPL usó la promoción de sindicatos
en zonas agroindustriales como el Urabá, para generar las condiciones para el accionar de
sus frentes guerrilleros, o como el M19 estimuló la construcción de organizaciones artísticas
en Bogotá en la década del 70 o utilizó los campamentos urbanos de paz en medio del
proceso de diálogos con Belisario Betancur en 1984, para impulsar el adiestramiento militar

201
de jóvenes de barrios populares y así mismo, tratar de organizar milicias urbanas, entre
otros. Ejemplos similares hay para las organizaciones Farc y ELN.282

Las décadas de los 70 y 80 se caracterizaron, en algunos sectores urbanos, por la


existencia de una enorme simpatía por ¨la revolución¨. Esto se extendió, en muchos casos,
a la simpatía con el accionar guerrillero. Incluso, las disputas y tensiones entre
organizaciones por orientaciones políticas e ideológicas, entre las líneas prorusa, prochina,
foquista, etc., en algunas ocasiones se trasladaron al interior de los movimientos sociales.
Estas provocaron conflictos entre sus integrantes, capitalizados por sus enemigos, que
llegaron a usar esto para provocar delaciones e infiltraciones de organismos de seguridad.

Como todo esto se ha mantenido, en general, en la clandestinidad y el secreto, es un tema


del que hay más especulaciones que certezas. Paradójicamente, este secretismo ha
contribuido a sostener un manto de sospecha sobre el campo social de la izquierda, y a
construir una imagen estigmatizada de sus integrantes y su accionar. El actual proceso de
implementación del Acuerdo Final de Paz con las Farc, ha permitido que, desde la Comisión
de la Verdad, se promueva el esclarecimiento y reconocimiento de este tipo de prácticas,
no sólo por parte de la antigua guerrilla, sino de otras organizaciones ya también
desmovilizadas, como el EPL, la Corriente de Renovación Socialista –disidencia del ELN–;
y el M 19. Sin embargo, queda un largo camino para conocer la verdad de lo ocurrido.

7.1.3 Estigmatización.
Un tercer elemento que hace parte del contexto explicativo en el cual se produjo este
proceso de represión ilegal, contra determinados sectores de la sociedad, es lo que en
varias entrevistas se identificó como la estigmatización. Ser de izquierda, comunista,
defensor de derechos humanos, sindicalista y/o profesor o estudiante de la Universidad de
Antioquia, se convirtieron en rótulos que generaban un rechazo inmediato en parte de la
sociedad y, por ende, en un factor de justificación de la violencia contra ellos.

282
Hay varios estudios sobre esto, dos muy significativos son los de Villamizar, Darío. (2017). Las
guerrillas en Colombia. Una historia desde los orígenes hasta los confines. Debate.; Villarraga, Álvaro
y Plazas, Nelson. (1994). Para reconstruir los sueños: una historia del EPL. Fondo Editorial para la
Paz. Villamizar, Darío. (1995). Aquel 19 será: una historia del M-19, de sus hombres y sus gestas,
un relato entre la guerra, la negociación y la paz. Editorial Planeta.; Valencia, León. (2009). Mis años
de guerra. Editorial Norma.

202
El estigma crea un sentido de defensa de un ¨nosotros¨, nuestra comunidad, que se enfrenta
a una amenaza externa representada por un ¨ellos¨ que nos quieren destruir, que significan
una amenaza para nuestra existencia, nuestros valores, nuestras instituciones, y ante lo
cual, se justifica la reacción para removerlos de la sociedad. La estigmatización puede ser
contra un actor social, un movimiento o partido político, una institución, o un territorio. Todos
ellos son convertidos en un sujeto colectivo, que conspira contra la sociedad de las
personas de bien, sujeto que debe ser –en ocasiones recurriendo a figuras retóricas de la
salud– extirpado como el cáncer que corroe nuestras entrañas, eliminado de raíz, así esto
implique amputar partes sanas del organismo, es decir, de la sociedad.

Como señala Gonzalo Sánchez, a propósito de este proceso de etiquetación sobre la


población civil como mecanismo para justificar su victimización, hablando del caso de la
masacre de El Salado:

El estigma ha sido uno de los rasgos más característicos y costosos para la


población civil en las guerras contemporáneas. La eficacia perversa del estigma es
doble: primero, el victimario atenúa su responsabilidad transfiriéndola a la víctima,
y, segundo, estimula un clima social de sospecha que se materializa en expresiones
populares de condena anticipada (…). (Sánchez, 2009, p. 19).283

El uso del estigma es una práctica reiterada en procesos de violencia colectiva, en los
cuales se busca justificar la necesidad de eliminar a un grupo social determinado. Es lo que
se ha identificado en los relatos sobre lo sucedido con los armenios, sometidos a genocidio
por el Gobierno turco a comienzos del siglo XX; 284 con los judíos en la Segunda Guerra
Mundial, estigmatizados por el Tercer Reich y perseguidos en toda Europa; con los
comunistas a nivel mundial: estigmatizados y perseguidos en Estados Unidos durante el
Macartismo en la década de los 50, en Suramérica durante las dictaduras de los 60, 70 y

283
Sánchez, Gonzalo. (2009). “Introducción”. La masacre de El Salado, esa guerra no era nuestra.
CNRR.
284
Todavía en el presente en Turquía se prohíbe hablar del genocidio armenio. En diciembre de
2019, el gobierno turco emitió una enérgica protesta por el reconocimiento del genocidio armenio por
parte del Senado de los Estados Unidos. Ver: France 24. (13 de diciembre de 2019).Turquía condena
el reconocimiento del genocidio armenio por parte del Senado de EE.UU. Página de la Agencia de
Noticias France 24. https://www.france24.com/es/20191213-turqu%C3%ADa-condena-el-
reconocimiento-del-genocidio-armenio-por-parte-del-senado-de-ee-uu

203
80 y en Centroamérica a lo largo de las guerras civiles de los 80 y 90. Esto, con su
equivalencia, es lo que se constató en la persecución y eliminación de capitalistas o
imperialistas en los países de la órbita soviética, en el mismo periodo de la Guerra Fría,
incluyendo los casos de Angola y Cuba. Y es lo que se viviría de manera similar en las
guerras de Rwanda y la antigua Yugoslavia.285

Esta labor de etiquetación no es solo de carácter político, muchas sociedades construyen


imágenes de aquellos que deben ser eliminados por razones xenófobas, por sus conductas
sexuales, por su ¨inmoralidad¨, por pobres, por perezosos. La estigmatización asume
múltiples expresiones, se adapta a los contextos, muta de acuerdo a las necesidades, pero,
en últimas, siempre cumple el mismo fin: justificar la eliminación de un grupo de personas
por una determinada característica identitaria.286

7.1.4 Indiferencia estatal y social e impunidad.


Un cuarto elemento que se postula en las entrevistas como parte fundamental del marco
explicativo de la represión ilegal, es la enorme indiferencia estatal, la impunidad y la
indolencia ciudadana, en medio de las cuales se desarrollaron los hechos. Igualmente, los
familiares de las víctimas, y de quienes eran sus compañeros de actividad, recriminan la
indiferencia absoluta, cuando no abierta complicidad, por parte de las autoridades estatales
frente a su situación. Se banalizaban los hechos, se les revictimizaba, se les amenazaba
con sugerencias culpabilizantes sobre ¨quién sabe en qué andarían metidos¨, se dilataban
los procedimientos de búsqueda y reacción ante las denuncias, y ¨casualmente¨, fallaban
los esquemas de protección, entre otros mecanismos.

Una dimensión específica de la inacción estatal es la impunidad generalizada que hay en


cuanto a los determinadores intelectuales de estos ataques, e incluso de los materiales. Se
ha buscado excusar esta situación en la tradicional impunidad procesal existente en

285
Sobre los contextos históricos de algunos de los principales casos de genocidio y sus
características en el siglo XX, consultar Mann, Michael. (2009). El lado oscuro de la Democracia. Un
estudio sobre la limpieza étnica. Universidad de Valencia.
286
Sobre la definición de una parte de la sociedad que debe ser eliminada consultar Mbembe, Achille.
(2011). Necropolítica. Melusina. Sobre los mecanismos colectivos de estigmatización y los
sentimientos que se explotan, consultar Emcke, Caroline. (2017). Contra el odio: un alegato en
defensa de la pluralidad de pensamiento, la tolerancia y la libertad. Taurus.

204
Colombia, que ronda el 90%, pero, en los casos trabajados en esta tesis, se identifica una
impunidad deliberada y una decisión política institucional de impedir el funcionamiento de
la justicia para procesar los crímenes, que ha operado, incluso, cuando excepcionalmente
algunos funcionarios trataron de avanzar en su labor y terminaron siendo intimidados,
amenazados y hasta asesinados por poderosas estructuras armadas que estaban detrás
de los hechos violentos.

Al indagar por el estado de las investigaciones de los crímenes entre algunas de las
personas entrevistadas, el sentimiento de rabia y frustración es casi generalizado. No hay
avances, si mucho se han capturado a ejecutores de bajo rango, pero los determinadores
se mantienen en la impunidad y, además, hay mucha inconformidad por la actitud de las
autoridades al recibir las denuncias, por la lentitud de las investigaciones y, en algunos
casos, por la evidencia del desvío de las mismas para que no progresaran.

En una investigación sobre los mecanismos de impunidad intencional que han


caracterizado una buena parte de las investigaciones sobre acciones de represión ilegal y
responsabilidad en la alianza entre sectores institucionales y grupos paramilitares, se
identificaron los siguientes elementos, agrupados en tres grandes campos: parálisis
institucional, instrumentalización procesal y criminalidad funcional.287

En cada uno de estos campos se establecieron mecanismos concretos de impunidad. En


el primero, a través de acciones como la centralización efectiva de las investigaciones para
que no avanzaran, la creación de equipos ¨amistosos¨ entre institucionalidad y criminalidad,
la parcialidad judicial e inhibición de la denuncia, y sanciones arbitrarias. En el segundo
campo se incluyen un amplio conjunto de prácticas como la movilidad de expedientes para
que las investigaciones no prosperen, el traslado de fiscales, la selectividad testimonial, la
omisión estratégica, la utilización de falsos testigos, el uso del derecho penal del enemigo,
el favorecimiento punitivo a la causa paramilitar y las alteraciones a la cadena de custodia,
entre otras. Y finalmente, en el tercer campo, se enumeran acciones como la realización de
acuerdos clandestinos, el uso de las amenazas como factor disuasivo y la violencia
homicida contra aquellos funcionarios que se negaron a aceptar los acuerdos de impunidad.

287
Instituto Popular de Capacitación I.P.C. y Corporación Jurídica Libertad. (2010) Memoria de la
Impunidad en Antioquia. Lo que la justicia no quiso ver frente al paramilitarismo. IPC-CJL

205
Un caso que ejemplifica esta situación es el que se conoce como el parqueadero Padilla.
El 30 de abril de 1998 funcionarios del Cuerpo Técnico de Investigaciones de la Fiscalía,
dirigido en ese momento por Gregorio Oviedo, adscritos a la Regional Antioquia comandada
por Iván Velázquez, obtuvieron indicios, con base en informes de inteligencia, para el
desarrollo de un operativo contra el paramilitarismo en el occidente de Antioquia. Estos
indicios condujeron, finalmente, a allanar un parqueadero en el centro de Medellín, donde
encontraron, de manera fortuita, información que revelaba:

la estructura íntegra de las ACCU, sus finanzas y quiénes las aportaban, cuadros
de nómina discriminados por escuadras, los alias de sus integrantes, incluido el del
respectivo jefe, la identificación del grupo, la semana a la que correspondía el pago
y su valor, las retenciones de sueldo por préstamos o para fondos comunes, etc.
Velásquez, Iván. (19 de septiembre de 2020).288

En el procedimiento, además, se capturó a Jacinto Alberto Soto Toro, alias Lucas, contador
de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá ACCU. A pesar de la riqueza
potencial de la información encontrada, la evolución de la investigación demostró la solidez
y magnitud de la alianza entre criminalidad e institucionalidad. Por un lado, luego de varias
dilaciones, el proceso se trasladó a Bogotá, donde jamás avanzó y se engavetó al más alto
nivel, y por el otro, alias Lucas se fugó a las pocas semanas de la cárcel de Bellavista.289
Adicionalmente, tres de los principales investigadores del CTI, líderes en la investigación y
los operativos contra el paramilitarismo en expansión en Medellín, resultaron asesinados a
menos de un año de haberse llevado a cabo el allanamiento al parqueadero.

Sergio Humberto Parra, jefe de la Unidad de Investigaciones del CTI, resultó asesinado el
10 de junio de 1998, por un grupo de hombres que se movilizaban en dos automóviles,
previamente había sido amenazado por sus indagaciones. Meses más tarde, el 7 de enero
de 1999, Jorge Fernández corrió la misma suerte tras ser atacado cuando se encontraba
en compañía de su hijo menor. Fernández se había desempeñado como director de la Sala
de Información y Análisis del CTI y había sido declarado insubsistente. Finalmente, el 15

288
Velásquez, I. (19 de septiembre de 2020). El parqueadero Padilla. Universo Centro. Página web.
https://www.universocentro.com/NUMERO45/ElparaqueaderoPadilla.aspx..
289
Verdad Abierta. (5 de julio de 2012). ¿Quién protege a alias ‘Lucas’? Página del portal Verdad
Abierta. https://verdadabierta.com/iquien-protege-a-alias-lucas/.

206
de febrero de 1999, Diego Arcila Gómez resultó acribillado en una calle céntrica de Medellín.
Arcila no sólo había participado en investigaciones sobre paramilitarismo, sino que estaba
en procesos que involucraban a directivos del CTI, en alianzas con paramilitares y mafiosos
de la Oficina de Narcotráfico de Envigado. (IPC, 2011, pp. 260-261).290

Aunque se puede evidenciar la sistematicidad del accionar de violencia selectiva, máxime


cuando se pone la lente para observar lo que pasó en la ciudad de Medellín, durante el
periodo 1985-2000, ha sido difícil que esto se reconozca, salvo cuando se ha podido
comprobar la conexidad con planes de exterminio ya identificados, como los que se
adelantaron contra la UP: Baile Rojo, Golpe de Gracia y Renacer. 291 En algunos casos se
han producido algunos avances, como la captura, en agosto de 2020, de uno de los
sindicados como determinador del homicidio del abogado y defensor de derechos humanos
Jesús María Valle Jaramillo. En otros casos, como en el de Héctor Abad Gómez, la Fiscalía
lo ha declarado como crimen de lesa humanidad, es decir, que no prescribe la investigación,
aunque esto no es garantía de que la misma avance.

A esta denegación de atención por parte de la institucionalidad, se suma la percepción de


las personas entrevistadas de una generalizada indolencia ciudadana. Es más, varios
recuerdan con tristeza y amargura que muchas personas de sus entornos cercanos
comenzaron a evitarles, no les saludaban en público, no se arriesgaban a caminar, tomar
un café, o a viajar por las calles en su compañía, todo por temor de caer en medio de un
ataque armado. Esto, en un contexto de indiferencia general de la ciudadanía por su suerte,
por más que todo haya ocurrido en la segunda ciudad del país, a la vista de toda la sociedad.
Nunca hubo mayor reacción ciudadana.

290
Instituto Popular de Capacitación. (2011). Memoria de la impunidad en Antioquia: lo que la justicia
no quiso ver frente al paramilitarismo. Equipo interdisciplinario ad hoc sobre impunidad y memoria.
Instituto Popular de Capacitación (IPC) y Corporación Jurídica Libertad.
291
Sepúlveda, Juan Pablo. (31 de Julio de 2018). “Todo pasó ante nuestros ojos”: claves del informe
sobre el exterminio de la UP. Pacifista. Página web del portal Pacifista. https://pacifista.tv/notas/todo-
paso-ante-nuestros-ojos-claves-del-informe-sobre-el-exterminio-de-la-up/.Se han logrado identificar
varios planes de exterminio a nivel nacional contra integrantes de la Unión Patriótica, como el Plan
“Baile Rojo” en 1986, el “Plan Esmeralda” de 1988 en Meta y Caquetá, el Plan “Golpe de Gracia” en
1994 y el “Plan Retorno”, concentrado en la región de Urabá e implementado entre 1995 a 1996. En
todos ellos se presentó la acción combinada de grupos paramilitares, Fuerza Pública y otros agentes
del Estado. La Jurisdicción Especial de Paz, (JEP), creó como uno de sus casos emblemáticos el
06, referido a la victimización de miembros de la UP. Para mayor información consultar:
https://www.jep.gov.co/Especiales/casos/06.html

207
Esta situación puede obedecer a varios motivos, desde la explicación de que ello ocurrió
en medio de una saturación tal de acciones de violencia que la sociedad estaba en shock,
incapaz de reaccionar, anulada por el miedo y paralizada por el terror; hasta aquella que
postula que quienes no se sintieron interpelados por lo que pasaba consideraban, en el
fondo, que dicha violencia selectiva estaba justificada, algo así como el precio que había
que pagar para evitar que el comunismo se tomara la sociedad. A esta última justificación
contribuyó conocer que algunas de las víctimas efectivamente pertenecían a
organizaciones insurgentes, y que, a pesar de la ilegalidad de la victimización, tenía una
base fáctica que la explicaba.

Este comportamiento mayoritario en la sociedad colombiana, aparece en la presentación


del informe nacional de memoria histórica, Basta Ya, Colombia: memorias de guerra y
dignidad (2013, p. 14):

[…] aunque el conflicto armado en el país ha cobrado millares de víctimas,


representa para muchos conciudadanos un asunto ajeno a su entorno y a sus
intereses. La violencia de la desaparición forzada, la violencia sobre el líder sindical
perseguido, la violencia del desplazamiento forzado, la del campesino amenazado
y despojado de su tierra, la de la violencia sexual y tantas otras suelen quedar
marginadas de la esfera pública, se viven en medio de profundas y dolorosas
soledades.292

292
Grupo de Memoria Histórica (GMH). (2013). ¡Basta ya! Colombia: Memorias de guerra y dignidad.
Imprenta Nacional.

208
7.2 Algunos impactos colectivos

7.2.1 En el desempeño electoral.


Debido a que algunas de las colectividades más afectadas por estas acciones de guerra
sucia eran los partidos políticos de izquierda Unión Patriótica y Frente Popular, se indagó
por el comportamiento electoral en la ciudad durante el periodo 1985-2002, para observar
la existencia de algún nivel de correlación entre la violencia política y el desempeño
electoral. No se incluyó a A Luchar porque este movimiento político no estuvo de acuerdo
con participar en elecciones.

La información sistematizada que se presenta a continuación procede de las bases de datos


electorales del Centro de Estudios sobre Desarrollo Económico (CEDE) de la Universidad
de los Andes:

Lo primero que es pertinente indicar es el establecimiento de seis momentos a partir de la


realización de elecciones de diferentes instancias en Medellín, así: Alcaldía (1988-2003),
Concejo (1980-2003), Gobernación (1991-2003), Asamblea Departamental (1980-2002),
Cámara de Representantes (1982-2002) y Senado de la República (1982-2002). Los
periodos de estudio obedecen a la disponibilidad de las bases de datos.

Lo segundo que es necesario señalar es acerca del análisis de la información, para lo que
se consideraron las siguientes variables:

Tabla 3-7: Variables para análisis del desempeño electoral.


Variable Descripción
Año Año en el cual se llevaron a cabo las elecciones
Partido o Movimiento Partido o Movimiento participante
político293

293
Algunos candidatos de los seis grupos de análisis están registrados como candidatos por “Otros
partidos o movimientos” en las bases de datos del CEDE. En estos casos, la categoría izquierda-no
izquierda no fue aplicada y se referencia como no identificado.

209
Categoría Izquierda-No Tendencia política del partido o movimiento
izquierda294
Nombre del Nombre completo del aspirante
295
candidato
Votos Número de votos registrados en Medellín
Curules296 Curules obtenidas
Fuente: elaboración propia.

Y lo tercero es que finalmente se analizaron un número total de 45 eventos electorales. Los


siguientes son los candidatos de partidos y movimientos políticos identificados de izquierda.

La Tabla 4 distingue entre el tipo de elección y la tendencia del partido o movimiento político
de cada candidato registrado en la base de datos. En todos los grupos de análisis los
candidatos de partidos identificados de no izquierda representan al menos el 67% del
número total de candidatos inscritos. Los candidatos de izquierda solo alcanzan a
representar máximo el 17%. La competencia electoral a cargos uninominales, es decir,
Alcaldía y Gobernación, cuentan con el menor número de candidatos de izquierda en los
periodos de estudio establecidos, 5 y 4, respectivamente.

Tabla 4-7: Tipo de elección y tendencia del partido o movimiento político de cada
candidato registrado.
Concejo Medellín 1980-2003 Alcaldía 1988-2003 Asamblea departamental 1980-2002 Gobernación 1991-2003 Cámara 1982-2002 Senado 1982-2002
Número Porcentaje Número Porcentaje Número Porcentaje Número Porcentaje Número Porcentaje Número Porcentaje
N° de
candidatos por
tipo de Pard o
Mov político.
No izquierda 563 73,11688312 27 67,5 403 75,18656716 18 75 253 70,86834734 855 81,11954459
Izquierda 131 17,01298701 5 12,5 41 7,649253731 4 16,66666667 25 7,00280112 102 9,677419355
No identificado 76 9,87012987 8 20 92 17,1641791 2 8,333333333 79 22,12885154 97 9,203036053
Total 770 100 40 536 100 24 100 357 1054 100

Fuente: elaboración propia a partir de las bases de datos electorales del Centro de
Estudios sobre Desarrollo Económico (CEDE) de la Universidad de los Andes.

294
Esta categoría procede de la búsqueda en la web de la tendencia política de cada uno de los
partidos o movimientos registrados. En los seis grupos de análisis hubo partidos y movimientos
políticos en los que no fue posible su aplicación, por lo cual, se referencian como no identificados.
295
Para elección a cargos uninominales.
296
Las elecciones al Concejo de Medellín solo registran curules obtenidas a partir del año 1990. Por
otro lado, las elecciones a Asamblea, Gobernación, Senado y Cámara no registran las curules
obtenidas en ningún momento electoral.

210
La Tabla 5 recoge el número total de agentes políticos identificados con tendencia de
izquierda y/o revisionistas, y señala sus ámbitos de participación electoral. En total se
identificaron 29 partidos o movimientos políticos con dicha tendencia: 13 partidos políticos
y 16 movimientos.297

El ámbito de competencia electoral con mayor registro de participación de agentes de


izquierda entre 1980 y 2003 es el Concejo, con 23 partidos o movimientos, seguido por
Senado con 21 y Cámara con 15. Los actores que participan de, al menos, cinco escenarios
electorales son: Movimiento Convergencia Ciudadana, Unión Patriótica UP, Alianza
Democrática M19, Alianza Nacional Popular ANAPO y Movimiento Político Comunal y
Comuni Col.

Tabla 5-7: Agentes políticos identificados con tendencia de izquierda y ámbitos de


participación electoral.
Partido o Movimiento político Elecciones Elecciones Elecciones Elecciones Eleccione Eleccione
de izquierda. Alcaldía Concejo Gobernación Asamblea s Cámara s Senado
ALIANZA DEMOCRÁTICA M-
x x x x
19
ALIANZA NAL POPULAR
x x x x
ANAPO
FRENTE DEMOCRÁTICO x x x x
MOVIMIENTO 19 DE ABRIL x x
MOVIMIENTO ALIANZA SOC
x x x x x
INDÍGENA ASI
MOVIMIENTO AUTOR IND DE
x x x x
COL AICO
MOVIMIENTO AUTORIDADES
INDÍGENAS DE COLOMBIA x
AICO
MOVIMIENTO CÍVICO
x
INDEPENDIENTE
MOVIMIENTO
CONVERGENCIA x x x x x x
CIUDADANA

297
El nombre de los partidos o movimientos políticos se mantuvo tal como se registró por las bases
de datos del CEDE. Algunos agentes, al parecer, están registrados dos veces; no fue posible
identificar si se trata de movimientos que en momentos electorales posteriores se consolidan como
partido y mantienen su nombre.

211
MOVIMIENTO DE IZQUIERDA
x x
DEMOCRÁTICO
MOVIMIENTO DE IZQUIERDA
x
NUEVO LIBERAL 82
MOVIMIENTO FIRMES x
MOVIMIENTO FRENTE
x x x x
SOCIAL Y POLÍTICO
MOVIMIENTO OBRINDEP
x x x x
REVOL MOIR
MOVIMIENTO POLÍTICO
x x x x x
COMUNAL Y COMUNI COL
MOVIMIENTO POLÍTICO
COMUNAL Y COMUNITARIO x
DE COLOMBIA
PARTIDO DEL SOC
x x x x
DEMOCRÁTICO PSD
PARTIDO DEL TRABAJO DE
x
COLOMBIA
PARTIDO POLO
DEMOCRÁTICO x
INDEPENDIENTE
PARTIDO
SOCIALDEMÓCRATA x x x
COLOMBIANO
PARTIDO UNIDAD
x
DEMOCRÁTICA x x x
UNIÓN NACIONAL DE
x
OPOSICIÓN UNO x x
UNIÓN PATRIÓTICA UP x x x x x
PARTIDO SOCIAL DE LOS
TRABAJADORES x x x x
MOVIMIENTO ALTERNATIVA
DEMOCRÁTICA x x x
IZQUIERDA NUEVA x
MOVIMIENTO AUTONOMÍA
CIUDADANA x
MOVIMIENTO POLÍTICO POR
LA SEGURIDAD SOC x
PARTIDO COMUNISTA x

Fuente: elaboración propia a partir de las bases de datos electorales del Centro de
Estudios sobre Desarrollo Económico (CEDE) de la Universidad de los Andes.

212
A continuación, se presentan los resultados electorales en Medellín (1980-2003): número
total de votos a candidatos de izquierda para cargos de elección popular nominales y
uninominales.

La Tabla 6 registra la cantidad de votos en Medellín por candidatos de izquierda, no


izquierda y no identificados por cada escenario de competencia electoral. El número de
votos subyace al total acumulado en los momentos electorales de los periodos de estudio
considerados.

Tabla 6: Cantidad de votos por tendencia política para cada escenario de


competencia electoral.
Concejo Medellín 1980-2003 Alcaldía 1988-2003 Asamblea departamental 1980-2002 Gobernación 1991-2003 Cámara 1982-2002 Senado 1982-2002
Número Porcentaje Número Porcentaje Número Porcentaje Número Porcentaje Número Porcentaje Número Porcentaje
# de votos
No izquierda 1746871 80,71342631 1270831 63,3832819 1945005 81,37629768 1076347 73,62532278 1387103 80,65738739 1377658 81,37406276
Izquierda 135450 6,258409232 271823 13,5572974 161718 6,76605567 17176 1,174889273 85870 4,993176322 112737 6,659031278
No identificado 112487 5,197413653 32281 1,61002976 80874 3,383655414 115812 7,921883818 87933 5,113135828 93877 5,545028512
Blanco y nulo 169480 7,830750806 430059 21,4493909 202540 8,47399124 252590 17,27790413 158841 9,236300456 108722 6,421877455
Total 2164288 100 2004994 100 2390137 100 1461925 100 1719747 100 1692994 100
Fuente: elaboración propia a partir de las bases de datos electorales del Centro de
Estudios sobre Desarrollo Económico (CEDE) de la Universidad de los Andes.

En los seis ámbitos de competencia electoral los votos destinados a candidatos de no


izquierda superan al menos el 60% del acumulado de votos. Las elecciones a Senado con
1.377.658 (81,3%) son el escenario con mayor acumulado de votos a partidos y
movimientos de no izquierda, equivalentes al 81,3%. Los votos destinados a izquierda no
superan en ninguno de los grupos de estudio el 13,5% en total. Las elecciones a Alcaldía
concentran el mayor número de votos a partidos o movimientos políticos de izquierda, con
271.823 (13,5%), seguidas por las contiendas al Concejo con 135.450 votos, equivalentes
al 6,2%.

A pesar de que Concejo y Senado registran una mayor participación de candidatos de


izquierda, los resultados electorales no resultan favorables para estos agentes. En ese
sentido, un mayor número de candidatos no supone mayor favorabilidad en la obtención de
votos y, en consecuencia, curules.

213
En lo que respecta a la distribución de curules, solo se pudo identificar el número de curules
asignadas en Alcaldía y Concejo –a partir de las elecciones de 1990– acorde a la
disponibilidad de datos. La Tabla 7 presenta la cantidad de curules asignadas a partidos de
izquierda, no izquierda y no identificados en los periodos de estudio establecidos.

Tabla 7-7: Cantidad de curules por tendencia política en elecciones de Alcaldía y


Concejo.
Concejo Medellín Alcaldía 1988-
1980-2003 2003
Número Porcentaje Número Porcentaje
No izquierda 109 86,5 6 100
Izquierda 7 5,5 0 0
# curules No identificado 10 7,9 0 0
Total 126 100
Fuente: elaboración propia a partir de las bases de datos electorales del Centro de
Estudios sobre Desarrollo Económico (CEDE) de la Universidad de los Andes.

Los agentes de no izquierda, acorde al número de votos registrado, concentran las curules
en ambos escenarios de competencia: Concejo con 109 curules equivalentes al 86,5% y
Alcaldía con 6 elecciones equivalentes al 100%. En la votación a Concejo la izquierda solo
adquirió 7 curules entre 1980 y 2003, que representan tan solo el 5,5%. En Alcaldía no se
registra ninguna victoria de un candidato con dicha tendencia entre 1988 y 2003.

Ahora, se observa el número de candidatos de izquierda ubicados por momento electoral


entre 1980-2003.

A partir del análisis de la base de datos se puede establecer que, desde mediados de la
década de los años 80 se presenta un aumento en la participación de colectividades
políticas identificadas como de izquierda, aunque eso no ha significado que logren un
aumento correlativo con el resultado electoral favorable. Es preciso reiterar que, si bien es

214
posible evidenciar un crecimiento en el número de los partidos y movimientos de izquierda
entre 1980 y 2003, este no resulta representativo como fuerza de oposición ante los partidos
tradicionales y sus facciones.

Por ejemplo, se pudo establecer que en las elecciones a Concejo de Medellín se acumula
el mayor número de colectividades de izquierda, en comparación con las demás elecciones,
en los años 1994 a 2003. El número de movimientos o partidos que se presentan a
elecciones en 1994 es de 2, en 1997 de 26, en 2000 de 23 y en 2003 de 67. El aumento
progresivo en la participación de organizaciones de esta orientación ideológica coincide con
la intensificación del conflicto armado en el país, que se empieza a presentar a mediados
de la década del 90. Esto, en muchos territorios, se expresó en acciones de violencia contra
mandatarios y candidatos, victimizando a integrantes de otras colectividades políticas, en
especial del Partido Liberal.

En ese momento confluyeron en su ataque a las expresiones políticas y los eventos


electorales, el auge de la nueva oleada paramilitar protagonizada por las Autodefensas
Unidas de Colombia (AUC) y la decisión de las organizaciones guerrilleras FARC y ELN de
impedir las elecciones y presionar para obtener la renuncia de las autoridades locales. Lo
ocurrido en el Oriente antioqueño, en las elecciones locales de octubre de 1997, constituye
un caso ejemplar de esta situación.

Aunque no se puede establecer una relación directa de causalidad entre la guerra sucia
que experimentaron las colectividades políticas de izquierda y su pobre resultado electoral,
sí es significativo que, como ocurrió en otros lugares del país, esta violencia significó el
asesinato de algunos de los principales líderes políticos y su impacto sobre la organización
política y la actividad electoral. Además, muchas de estas organizaciones buscaron
mimetizarse en coaliciones con otros partidos, con el consecuente desdibujamiento de su
presencia política y la dilución de sus propuestas de representación en escenarios
electorales democráticos.

En cuanto lo que se podría denominar impactos profundos en la democracia, como


resultado de la acción de violencia selectiva, exterminadora, intensa y sostenida, contra
integrantes de partidos y movimientos políticos de izquierda en la ciudad, en las entrevistas
realizadas se señala la presencia de un deterioro de las posibilidades para un ejercicio de

215
libertades políticas fundamentales, un descenso marcado de la militancia política, el cierre
de sedes ante el temor de sufrir ataques, un debilitamiento de las condiciones para una
práctica de oposición y control político por parte de colectividades legales y formalmente
reconocidas por la ley colombiana. En conclusión, una grave afectación a los derechos
políticos para un sector de la sociedad.

Probablemente la expresión más grave de estos impactos sobre colectividades políticas


sea el caso del partido Unión Patriótica, pues en fallo del Consejo de Estado en 2002, se
definió la pérdida de su personería jurídica, considerando que “al no contarse con el apoyo
popular requerido, el partido o movimiento político no reunía los méritos suficientes para
gozar de los favores del Estado, siendo llamado a perder su personería jurídica”. 298 Este
fallo solo sería corregido en julio del 2013, cuando de nuevo el Consejo de Estado les
restituyó la personería, reconociendo que su bajo desempeño electoral se asociaba al
proceso de violencia que este partido había sufrido. Además, significó la muerte de miles
de sus militantes y esta violencia había provocado un impacto negativo sobre su existencia
como colectividad política.

Otros de los impactos políticos de la guerra sucia contra las colectividades políticas de
izquierda Unión Patriótica, Frente Popular y A Luchar, se relacionan con el menoscabo de
los derechos políticos de sus militantes y bases políticas a gobernar, a participar, a elegir y
ser elegidos y a realizar labores de oposición y control político. A esto se suma la percepción
de algunas de las personas entrevistadas, acerca de que esta violencia experimentada
provocó tanto el debilitamiento de su acción electoral, como de sus estructuras
organizativas. Además, generó que se pudiera desarrollar en la legalidad, algo que
desestimaban algunos sectores críticos, acerca de las posibilidades de la acción electoral
en el marco de la legalidad.

Finalmente, también se señala que estas agresiones, su magnitud y permanencia en el


tiempo, generaron una naturalización de estas prácticas violentas, una legitimación pública
que para algunos en la sociedad estaba justificada y de paso, produjeron un fortalecimiento

298
Consejo de Estado. Sala de consulta y servicio civil. Consejero ponente: William Zambrano
Cetina. Bogotá D.C., primero (1°) de abril de dos mil catorce (2014). Radicación número: 11001-03-
06-000-2014-00044-00. Número interno: 2202. Referencia: umbral electoral. Reglas para su
aplicación. Cancelación de personería de la Unión Patriótica. Página web oficial de la Función
Pública. https://www.funcionpublica.gov.co/eva/gestornormativo/norma.php?i=64522.

216
de un rasgo muy preocupante de la cultura política colombiana, el autoritarismo. Además
de la concepción que en política no es posible competir con propuestas políticas diversas,
que la contienda política es una relación antagónica, que se resuelve con la eliminación de
una de las partes y que los vencedores tienen derecho al exterminio de sus opositores.

7.2.2 Con respecto a la actividad central de partidos,


movimientos, organizaciones e instituciones.

Otra dimensión de los impactos colectivos es la afectación a la labor que tres de los sectores
victimizados identifican: el de integrantes de la Universidad de Antioquia, el de defensores
de derechos humanos y los sindicalistas. Estos impactos se construyeron con base en las
entrevistas a personas que vivieron los hechos de manera directa y que comparten sus
opiniones con respecto a lo que les pasó como consecuencia de la violencia experimentada.

Integrantes de la Universidad de Antioquia

No podemos simplemente hacernos eco del terror … la forma de manejar el terror


es esa, usted no tiene que matar a todo el mundo, usted mata a uno y aterroriza al
resto, y así logra controlar para sus intereses a la gente que de alguna manera le
está estorbando o que no le gusta.

¿Silenciarnos? Trataron, pero… bueno, puede que un poquito, pero yo creo que a
todo el mundo le pasó, no solamente a la academia sino a todo el país, yo creo que
todos cambiamos en esa guerra, entonces yo creo que a todos si no nos silenciaron
nos pusieron a hablar de otra manera.299

Con respecto a las afectaciones a la labor docente e investigativa, debe recordarse que
además de los asesinatos, en los años 1987 y 1988, muchos profesores de la Universidad
de Antioquia salieron exilados, entre ellos Carlos Gaviria y Saúl Franco. Uno de los impactos

299
Instituto de Estudios Regionales. (25 de abril de 2019). Testimonios de Maria Teresa Uribe 48´35¨
y Clara Aramburo 49´25¨. Hernán Henao la memoria del amor. Página web de YouTube del INER.
https://www.youtube.com/watch?v=8hxwY8UEAlc&ab_channel=InstitutodeEstudiosRegionales-
UdeA

217
que se señalan es el abandono de temas de investigación relacionados con el conflicto
armado, el desplazamiento forzado, las violaciones de derechos humanos, el narcotráfico
y la desigualdad social y la pobreza, por el miedo generado debido a que esto produjera
acciones de violencia en contra. Temor que se materializó y se reforzó cuando, 12 años
después del primer ciclo de violencia, se atacó nuevamente a un docente investigador de
la UdeA: Hernán Henao. Este asesinato obligó al exilio temporal a la profesora María Teresa
Uribe, y que llevó a otro colega amenazado, William Restrepo Riaza, a esconderse durante
varias semanas para preservar su vida.

Estos hechos produjeron varios efectos, entre los que se encuentra el miedo a hablar en
las clases, debido al riesgo tan alto de que cualquier opinión sobre determinados temas se
tomara como fundamento para señalamientos de pertenencia o afinidad con la subversión,
con el consecuente riesgo para la vida y la integridad. La desconfianza imperante entre
estudiantes y colegas de docencia provocó un retraimiento de algunas personas y la
autocensura en espacios públicos e incluso en escenarios cotidianos de conversación.

Por su parte, según algunos de los líderes estudiantiles entrevistados, durante esos años
se volvió recurrente el retiro de la Universidad e incluso el exilio de varios de sus
compañeros, quienes lo hacían de manera silenciosa y sin mayor apoyo institucional.

También se identifica que la estigmatización produjo un debilitamiento, tanto de la


legitimidad del movimiento estudiantil, como de su capacidad de convocatoria, ante el
ambiente de desconfianza y miedo por el riesgo a pertenecer a una alguna de sus
organizaciones. La violencia sufrida provocó, entonces, el debilitamiento del liderazgo de
diversas organizaciones estudiantiles al ser señaladas como nidos de ¨guerrilleros de civil¨.

De manera paradójica, al tiempo, se presentó una radicalización entre algunos de sus


integrantes, producto de la percepción de que las vías legales estaban agotadas, que la
actuación legal solo ponía en riesgo las vidas de las personas. Además, que, en ese
contexto, lo más pertinente era optar por la militancia en organizaciones insurgentes, tanto
en las estructuras rurales como en las urbanas, que estaban creciendo en la ciudad desde
comienzos de los años 80 y experimentaron una fuerte expansión en la década de los 90,
con una presencia sólida en las universidades públicas.

218
Defensa de los derechos humanos

Desde el punto de vista político, las organizaciones de derechos humanos se proponen una
labor en pro de la democracia, por eso su trabajo se extiende más allá de la mera defensa
de los derechos humanos. Esto explica por qué el Instituto Popular de Capacitación (IPC),
como anteriormente se mostró, sufrió reiterados ataques. Esta misma organización asegura
que el principal impacto de la violencia política tiene que ver con que:

El proyecto político del IPC, sus proyecciones, las alianzas que había construido y
estaba construyendo en aras de generar transformaciones políticas democráticas
fueron gravemente afectadas por la violencia política estatal y paraestatal. (IPC,
2017, p. 138).300

En relación con la labor de defensa de los derechos humanos, en las entrevistas se


identifica una reiteración sobre el cambio en el accionar de algunas organizaciones como
consecuencia de la violencia que recibieron. Por un lado, el abandono de las acciones de
denuncia y litigio por violaciones de derechos humanos, y por el otro, la decisión de
emprender acciones menos comprometedoras, que permitieran ¨bajar de perfil¨, por
ejemplo, la dedicación de una mayor parte de la actividad institucional a actividades de
pedagogía y divulgación de derechos humanos.

Una derivación de este cambio significó la ampliación del ámbito de responsabilidad en


acciones de violación de derechos humanos por agentes no estatales. Tradicionalmente,
desde el punto de vista jurídico, son los Estados en tanto detentadores de la soberanía
estatal, quienes deben garantizar la plena vigencia de los derechos humanos. En
consecuencia, para que se tipifique una conducta como violatoria de derechos humanos
debe involucrar, de manera activa, la participación de agentes estatales. En algunos casos,
se ha extendido esta responsabilidad cuando particulares actúen con la aquiescencia o
colaboración de agentes estatales, como ocurre con los grupos paramilitares en nuestro
país. Una muestra de esto son varias sentencias que condenan al Estado colombiano, por
violaciones de derechos humanos cometidas por estos grupos armados.

300
IPC. (2017). Resistiendo la violencia política. El caso del Instituto Popular de Capacitación IPC.
IPC.

219
Sin embargo, la extensión de esta responsabilidad a grupos insurgentes ha sido fuente de
un arduo y, por momentos, agrio debate al interior de las ONG, debido a que se considera
que estas agrupaciones sólo pueden ser responsables de infracciones al Derecho
Internacional Humanitario. Algunas de las personas entrevistadas consideran que la
violencia contra organizaciones defensoras de derechos humanos precipitó que muchas de
ellas asumieran una concepción que equiparó las acciones estatales con las de la
insurgencia, hablando desde la perspectiva jurídica.

Otro impacto que se expresa en algunas de las entrevistas –no en la mayoría– es la


consideración de que, como consecuencia de las persecuciones, se bajó la denuncia en
torno a la responsabilidad estatal en las violaciones de derechos humanos. Además, sobre
la complicidad entre sectores estatales y los grupos paramilitares, emitiéndose
declaraciones de neutralidad frente a todos los actores.301 Estos acudían a la fórmula de
que ¨ todos eran lo mismo¨. Y que incluso algunas organizaciones optaron por hacer más
denuncia sobre las acciones de violencia de la guerrilla, buscando equilibrar su imagen en
la opinión pública.

Una consecuencia adicional que se logra identificar es que se produjo una fractura en la
confianza entre las organizaciones que trabajaban en temas de derechos humanos en la
ciudad, por las posturas políticas de cada una y por la generalización de la sospecha sobre
si habría nexos ocultos, relaciones entre organizaciones legales y grupos insurgentes, que
estuvieran en la base de las agresiones. Expresiones como ¨es que hay gente que tiene
rabo de paja¨, ¨no se puede meter la mano al fuego por nadie porque uno no sabe¨,
afectaron la confianza y las posibilidades de reacción colectiva.

La actividad sindical
Finalmente, con respecto a la actividad sindical, se identifican los siguientes grandes
impactos colectivos. En primer lugar, la violencia produjo un debilitamiento general de la
organización sindical en la ciudad, el descenso del número de sus afiliados en los
principales sindicatos afectados –como la Asociación de Institutores de Antioquia (ADIDA),
el Sindicato de Trabajadores de Hospitales y Clínicas de Antioquia (ANTHOC), el Sindicato

301
Se refieren, por ejemplo, a la declaratoria de un grupo de ONG de la ciudad de ¨neutralidad activa¨
en octubre de 1997. Uribe, M. Correa, V. (2017). Experiencias de paz en Antioquia (1995-2015). 9º
Congreso Latinoamericano de Ciencia Política, organizado por la Asociación Latinoamericana de
Ciencia Política (ALACIP).

220
de Trabajadores Oficiales de Antioquia (Sintraofan)–, la desaparición de varios sindicatos y
su desdibujamiento en la región como un actor clave del mundo laboral y político, siendo
notoria una baja ostensible en su capacidad de actuación e incidencia.

Se observa una afectación general a derechos humanos fundamentales como la libertad de


asociación, expresión y movilización, y el derecho a la huelga, los cuales no sólo se vieron
amenazados, sino que fueron considerados, no derechos que podían ser exigidos, sino
demandas guerrilleras que debían ser suprimidas.

Los asesinatos, desapariciones forzadas, amenazas e intimidaciones significaron la


desaparición de varios de los más connotados dirigentes sindicales, educados durante
décadas en la lucha sindical. Además, provocaron un vacío en el relevo generacional, dado
que en muchos casos su lugar fue ocupado por personas con menos experiencia, afectando
la capacidad de negociación sindical y la orientación de la organización.

La violencia sufrida por las personas integrantes de organizaciones sindicales ha afectado,


de manera sensible, la arquitectura del mundo laboral, y ha impactado los procesos de
negociación colectiva, de tramitación democrática de los conflictos laborales y ha favorecido
la imposición de un orden autoritario en las negociaciones sindicales. La desaparición o
debilitamiento del sindicalismo es una pérdida estratégica y constituye una afectación a las
posibilidades de generar un ambiente democrático en el mercado laboral.

Otro impacto que se identifica es la construcción de un lenguaje más conciliador en las


posturas reivindicativas de los sindicatos, en los conflictos obrero patronales, como una
opción por posturas menos radicales, para sobrevivir en medio de un panorama de mucho
riesgo.

Para concluir el capítulo, también se identifica que muchos de los impactos colectivos son
comunes a los cuatro casos presentados en la investigación. Se podría afirmar, incluso,
que asuntos como la estigmatización, algunas modalidades de violencia, modus operandi
y afectaciones confluyeron en la generación de un impacto muy significativo: la moderación

221
de las posturas de izquierda –no necesariamente radicales o anticapitalistas–,302 en
sindicatos, partidos, instituciones y organizaciones de derechos humanos. Este es un punto
en el que se debe profundizar, sobre el miedo y la represión ilegal como moderadores del
discurso y de las prácticas sociales y políticas, lo cual conecta con el sentido de lo que
Feierstein (2007) denomina prácticas reorganizadoras.

Estos impactos que se han presentado en este capítulo dan cuenta de graves afectaciones
a la labor de las colectividades políticas, organizaciones e instituciones que sufrieron la
guerra sucia en la ciudad en el periodo 1985-2002. Con base en los hallazgos de la
investigación, no es posible afirmar de manera categórica que los propósitos de esta
represión exterminadora lograron, en tanto prácticas que buscaban una determinada
reorganización de la sociedad, su cometido. Afortunadamente, se presentaron muchas
formas de resistencia que permitieron la supervivencia no solo física de las personas que
hacían parte de estos procesos políticos y sociales, sino de sus proyectos y propuestas.
Pero tampoco se puede afirmar que esto no tuvo ningún impacto, que la sociedad es igual,
aunque hayan ocurrido estos graves hechos, y así ha quedado demostrado en los
testimonios de las personas entrevistadas.

302
En una entrevista para la revista Semana, el profesor del IEPRI UNAL, Francisco Gutiérrez Sanín,
en el marco de la coyuntura presidencial de 2018, afirmaba que en Colombia estábamos ante un
proceso de polarización asimétrica, señalando que: ¨Lo de la polarización es en parte cierto y en
parte no. Calificaría la actual como una coyuntura de polarización asimétrica, basada en una
radicalización muy fuerte del uribismo y de lo que yo llamo el conservatismo selvático: sectores
conservadores con posturas fundamentalistas y de derecha, representados en personajes como el
exprocurador Alejandro Ordóñez o Marta Lucía Ramírez (…). Cuando uno habla de polarización
quiere decir que las fuerzas políticas se desplazan hacia dos polos, por lo general ubicados en la
izquierda y en la derecha. Pero en Colombia, más que polarización, hay una radicalización de la
extrema derecha. Santos, la Unidad Nacional y buena parte del espectro político se mantienen en el
centro, siguiendo una tradición histórica en Colombia, y no se han radicalizado. Por otra parte, la
izquierda tiene una posición muy confusa que no le permite tomar un camino hacia la radicalización.
Además de que está muy dividida, tiene un caudal electoral que hoy día la hace menos viable que
la derecha. Y es claro que sus protagonistas no están radicalizados: ni Clara López, ni Jorge
Robledo, ni Gustavo Petro, incluso ni siquiera las FARC, están dispuestas a adoptar una agenda
radical o volcada hacia la extrema izquierda. Ver: Semana. (22 de abril de 2017). Entrevista. “Más
que polarización hay una radicalización de la extrema derecha”. Página web de la revista Semana.
https://www.semana.com/nacion/articulo/politologo-francisco-gutierrez-sobre-la-oposicion-politica-
en-colombia/522859/

222
Conclusiones

Colombia ha vivido al menos desde mediados de la década de los 60 del siglo pasado, un
prolongado conflicto armado que ha dejado millones de víctimas. Esta confrontación
violenta tuvo su periodo de mayor agudización entre mediados de la década de los 90 y
finales de la primera década del siglo XXI. Las explicaciones sobre los por qué de esta
violencia son diversas, algunas de carácter más estructural se basan en razones como la
iniquidad social, las ambiguas características de oscilación entre apertura y cierre del
sistema político, o la cultura autoritaria que ha justificado el uso de la violencia como un
mecanismo legítimo de actuación para conseguir o defender los intereses colectivos. Otras
son de carácter más coyuntural, circunstancial, que explican la prolongación y
profundización de la confrontación en la existencia de unos poderosos circuitos vinculados
al narcotráfico internacional, y que en las últimas cuatro décadas ha hecho de los grupos
armados colombianos los principales productores y comercializadores de la cocaína en el
mundo. 303

Más allá de las razones, lo que es innegable es que el conflicto armado colombiano se ha
prolongado y se ha convertido en uno de los más largos en la historia de los conflictos de
naciones del campo occidental. Además, que su extensión en el tiempo se ha convertido
en un hecho inusual y que es casi un caso excepcional en el mundo contemporáneo, en lo
que se refiere a conflictos armados que hunden sus raíces en los tiempos de la guerra fría.
Mientras en otras naciones, que vivieron situaciones similares, los conflictos terminaron sea
por la derrota de uno de los bandos o por procesos de negociación, el colombiano, a pesar
de los sucesivos procesos de negociación y/o desmovilización, efectuados tanto con
organizaciones insurgentes como con grupos paramilitares, no logra cerrarse de manera
definitiva. Tanto que en el momento en que se está presentando esta investigación, es
evidente la reconfiguración de un nuevo ciclo de violencia,304 luego del desarme de la mayor
y más potente organización insurgente, las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas
FARC. Afortunadamente, en el país hay un campo social y político que mantiene su
actividad en favor de la implementación y cumplimiento del Acuerdo de paz. A esto

303
En la publicación de las monografías del informe Contribución al entendimiento del conflicto
armado en Colombia (2015), elaborado por la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, hay
varios ejemplos de esta postura del protagonismo del narcotráfico, tales como la de Gustavo Duncan
(2015, pp. 249-295). “Exclusión, insurrección y crimen”. Ediciones desde abajo.
304
Gutiérrez Sanín, Francisco. (2020). ¿Un nuevo ciclo de la guerra en Colombia? Editorial Debate.

223
contribuye, de manera decisiva, el amplio apoyo internacional a este propósito. Como en
otros procesos de paz, la pugna política sigue abierta en el proceso de transición.

Además de su extensión, es evidente también que este conflicto armado ha dejado millones
de víctimas, en su inmensa mayoría, de la población civil, que ha sufrido la victimización
por parte de todos los grupos armados participantes de la confrontación. Claro, no todos
han hecho lo mismo y de la misma manera, pero es una constatación que los grupos han
desconocido de manera flagrante y masiva, los principios del derecho internacional
humanitario, en especial, la prohibición de atacar a la población civil. Esto ha sido una
realidad evidenciada, en especial, durante los peores años de la confrontación, y que ha
comenzado a ser abordado por la Jurisdicción Especial para la Paz, una de las entidades
creadas en el marco del Acuerdo de Paz establecido entre las Farc y el Estado colombiano
en el 2016. Dicha entidad tiene la función de garantizar el derecho a la justicia para las
víctimas del conflicto armado interno colombiano. Esta Jurisdicción ha producido, en los
primeros meses del año 2021, acciones jurídicas acerca de la responsabilidad de las
guerrillas de las Farc en los masivos casos de toma de rehenes, que en el derecho interno
colombiano se denomina secuestro,305 así como con respecto a la responsabilidad de la
fuerza pública en los numerosos casos de ejecuciones extrajudiciales.306

Estas características del conflicto armado interno colombiano tienen un elemento adicional
que interesa para los planteamientos de esta tesis, y es que todo esto ha ocurrido en medio
de una cierta normalidad institucional. Desde los inicios del conflicto armado, hasta el
presente, no se ha tenido en el país un régimen militar, y se han mantenido procesos
democráticos fundamentales, como la realización periódica de elecciones, y prácticas
democráticas claves, como los equilibrios y contrapesos de poder. Incluso, en medio de la
curva ascendente de la confrontación armada, se produjo el proceso de la asamblea
nacional constituyente que derivó en la adopción de una carta constitucional en 1991,
bastante avanzada en asuntos democráticos centrales, como los derechos humanos. Esta

305
Justicia Especial de Paz. (28 de enero de 2021). La JEP imputa al antiguo Secretariado de las
Farc-Ep crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra por secuestros. Página web de la JEP.
https://www.jep.gov.co/Sala-de-Prensa/Paginas/La-JEP-imputa-al-antiguo-Secretariado-de-las-
FARC-Ep-cr%C3%ADmenes-de-lesa-humanidad-.aspx
306
Justicia Especial de Paz. (18 de febrero de 2021). La JEP hace pública la estrategia de
priorización dentro del Caso 03, conocido como el de falsos positivos. Página web de la JEP.
https://www.jep.gov.co/Sala-de-Prensa/Paginas/La-JEP-hace-p%C3%BAblica-la-estrategia-de-
priorizaci%C3%B3n-dentro-del-Caso-03,-conocido-como-el-de-falsos-positivos.aspx.

224
situación contradictoria es lo que algunos autores han denominado la paradoja colombiana,
la coexistencia de un régimen democrático formal con un conflicto armado interno que ha
dejado millones de víctimas307.

Una de las facetas de la violencia producida en medio del conflicto armado interno
colombiano es la evidencia de que se ha producido un ataque sistemático, intencional, en
contra de personas pertenecientes a lo que genéricamente se puede denominar el campo
político de la oposición. Miles de personas han sufrido victimizaciones en razón de su
actividad en partidos y movimientos políticos de oposición, en actividades académicas
acerca de problemáticas sociales, en agremiaciones sindicales y en organizaciones no
gubernamentales, en especial, de defensa de los derechos humanos. Esta situación ha
originado incluso que se pueda hablar de una represión exterminadora (Gutiérrez Sanín,
2014, pp. 17-18),308 llamando la atención sobre la configuración de un grupo poblacional
diverso que ha sido objeto de ataque por sus actividades relacionadas con la oposición
política en la inmensa mayoría del territorio nacional.

Estas acciones de represión y exterminio, como ha quedado probado en investigaciones y


sentencias judiciales, proferidas tanto por tribunales nacionales como por cortes
internacionales, como la Corte Interamericana de Derechos Humanos, han comprometido
por responsabilidad directa a agentes estatales o a grupos de particulares, que han actuado
de manera concertada con integrantes de diferentes cuerpos de las fuerzas de seguridad
colombiana.

La característica de ser víctimas que hacen parte de expresiones organizadas de oposición,


y que la responsabilidad de su victimización recaiga tanto en actores institucionales como
en grupos paramilitares, así como la sistematicidad de los patrones de ataque, es lo que
permite hablar de represión exterminadora. Así, se expone la pretensión de destruir y

307
Por ejemplo, esta es la hipótesis de la cual parte Francisco Gutiérrez Sanín en su obra, El
orangután con sacoleva (2014). Lo que quiere mostrarse con dicha paradoja es que han coexistido,
al tiempo, una democracia formal con altos índices de violencia, como el hecho de ser la nación en
la que más opositores son asesinados. Desde otra perspectiva, la paradoja está en la construcción
de redes y entramados legales e ilegales que, en conjunción con fenómenos como el narcotráfico,
profundizaron la persistencia del conflicto armado.
308
Gutiérrez Sanín, Francisco (2014). El orangután con sacoleva: cien años de democracia y
represión en Colombia (1910-2010). IEPRI.

225
debilitar tanto a las personas físicamente, como de afectar a las expresiones organizativas
a las que pertenecen.

Sin embargo, atendiendo a las complejidades del conflicto armado colombiano, en el marco
de este también se han producido victimizaciones tales como asesinatos, secuestros,
atentados, desplazamientos y amenazas contra agentes estatales, funcionarios públicos,
líderes de partidos políticos tradicionales o integrantes de agremiaciones de sectores
productivos o ligadas a las elites políticas y económicas del país. Organizaciones
insurgentes como las Farc, el ELN, el EPL, el M-19 entre otras, en numerosas ocasiones
atacaron a personas de estos sectores y organizaciones, infringiendo el derecho
internacional humanitario.

En la segunda mitad de los años 90 y en la primera mitad de la década del 2000,


especialmente luego de la ruptura del proceso de paz entre las FARC y el Gobierno
nacional, esta organización guerrillera intensificó sus acciones militares contra integrantes
de partidos políticos tradicionales y contra autoridades locales. Decenas de ellos fueron
víctimas de secuestro, en desarrollo de la estrategia de las FARC de buscar un canje
humanitario entre los políticos y los integrantes de las FARC privados de la libertad en
cárceles colombianas. Así, secuestraron a 12 diputados del Valle del Cauca, tomados como
rehenes en un operativo militar efectuado en la sede de la Asamblea del Valle el 11 de abril
de 2002. Igual suerte corrió el gobernador de Antioquia, Guillermo Gaviria secuestrado junto
con su asesor de paz, el ex ministro Gilberto Echeverri, en Caicedo Antioquia, el 21 de abril
del 2002. Tanto 11 de los 12 diputados del Valle, como el Gobernador Gaviria, su asesor y
8 militares, murieron a manos de las FARC, los primeros en medio de un presunto error,
cuando los captores confundieron un destacamento insurgente con un operativo de rescate
por parte de las Fuerzas Armadas colombianas, el 28 de junio de 2007, y los segundos,
también a manos de las personas que los tenían secuestrados, en medio de un fallido
operativo militar de rescate el 5 de mayo de 2003.

Estos asesinatos pusieron en evidencia que había una orden del secretariado general de
las FARC de no permitir, por ningún motivo, la liberación de los secuestrados por parte del
Estado colombiano, así ello significara su asesinato. Igualmente, secuestraron a la
candidata presidencial del Partido Verde Oxígeno, Ingrid Betancur, en hechos ocurridos el
22 de febrero de 2002, en la zona de San Vicente del Caguán, tan solo dos días después

226
de finalizado el proceso de paz entre las FARC y el Gobierno nacional. Betancur estuvo en
poder de sus secuestradores hasta el 2 de junio de 2008, cuando fue liberada junto con
otros rehenes, entre ellos tres contratistas norteamericanos, en medio de la Operación
Jaque, desarrollada por las Fuerzas Armadas colombianas.309

Así mismo, es una práctica constante del Ejército de Liberación Nacional presionar a
mandatarios locales, para decidir sobre la asignación de recursos de inversión a
determinadas zonas, donde esta organización insurgente hace presencia, además de exigir
recursos económicos y de inversión, así como realizar veeduría armada al desarrollo de las
políticas públicas, especialmente de carácter local. En numerosas ocasiones, las
autoridades que no acatan las presiones armadas son declaradas objetivo militar y deben
abandonar la zona, ante la inminencia de acciones de secuestro o atentados contra su vida.

Sin embargo, estas acciones violentas, en sentido estricto, no se consideran como acciones
de represión, pues para que esta se configure se requiere un perfil político de oposición de
las víctimas, y la responsabilidad directa o indirecta de agentes estatales.

Si bien es cierto, el conflicto armado colombiano se ha desarrollado de manera central en


el área rural, este ha tenido también una expresión urbana. Esta es muy visible en dos
momentos, la década de los 80, cuando se produce en el país una dura contradicción entre
sectores políticos y sociales que demandan la realización de reformas políticas para
modernizar el sistema político y sectores que se oponen, de manera violenta, a la
modernización, generando la primera oleada de guerra sucia contemporánea. Luego, en la
segunda mitad de los 90, cuando se produce la mayor urbanización del conflicto armado, y
algunas ciudades del país viven la confrontación armada entre estructuras insurgentes,
fuerzas de seguridad estatales y grupos paramilitares, que desata una segunda oleada de
guerra sucia.

En esta tesis se abordaron estos procesos de guerra sucia ocurridos en Medellín, entre
1985 y el 2002, y se explica por qué la ciudad se convirtió en un epicentro de esta

309
Para una aproximación a las reflexiones de Ingrid Betancur sobre el secuestro, sus condiciones
e impactos, es reveladora la entrevista realizada por el padre Francisco de Roux, presidente de la
Comisión de Esclarecimiento de la Verdad, el 14 de septiembre de 2019.
https://www.youtube.com/watch?v=Zf-
A_kuVUHU&feature=emb_logo&ab_channel=Comisi%C3%B3ndelaVerdad

227
confrontación violenta, que dejó miles de víctimas, varios centenares de ellas, producto de
la acción represiva exterminadora. Estas conductas no son exclusivas de Medellín en el
universo de las ciudades colombianas, dado que se presentaron acciones similares en otras
ciudades como Bogotá, Cali, Barranquilla, Apartadó, Barrancabermeja, Tumaco,
Buenaventura, Montería, entre otras. Pero, como se presentó en el segundo capítulo,
Medellín es, con distancia, la ciudad del país donde estos actos tuvieron una mayor
frecuencia e intensidad. Las razones de por qué esto se desarrolló de esta manera en la
ciudad, combinan tanto factores estructurales de una nación que, a partir de la década de
los 80, entró en una espiral ascendente de expansión, agudización y degradación de las
acciones de violencia relacionadas con el conflicto armado, potenciadas por el auge y
articulación con las crecientes estructuras del narcotráfico. Esto se combinó con otros de
carácter local, como el quiebre, en la segunda mitad del siglo XX, del modelo de desarrollo
de la ciudad, el vertiginoso y caótico proceso de urbanización acelerada, el impacto de las
crisis económicas en el empleo, afectando a los sectores más empobrecidos, el temprano
auge del narcotráfico. También, junto con elementos más coyunturales, como la presencia
de una variedad muy grande de organizaciones contrainsurgentes, aliadas con sectores
institucionales, articuladas para afectar tanto a la proliferación de expresiones insurgentes
como a la beligerancia de los movimientos sociales de protesta.

Con base en la información de hechos obtenida, tanto de las informaciones de prensa como
de diversas bases de datos, se puede establecer que en Medellín se presentaron
numerosos casos de victimización durante los 17 años de estudio. En estos se pueden
identificar patrones sistemáticos de conducta, que confluyen en similitudes en cuanto a los
perfiles de las víctimas, de los presuntos victimarios, así como de las técnicas de ejecución
de las acciones. Además, con una característica recurrente, y es que la inmensa mayoría
de estas acciones se mantienen en la casi total impunidad.

Como se puede evidenciar, en los cuatro casos trabajados, ataques contra integrantes de
partidos y movimientos políticos de izquierda entre 1985 y 1990, ataques contra integrantes
de la Universidad de Antioquia en los años 1987 y 1988, ataques contra personas que
hacían parte de organizaciones no gubernamentales, sobre todo de derechos humanos
entre 1997 y el 2002, y contra personas que hacían parte de organizaciones sindicales
durante todo el periodo 1985-2002, hubo un alto número de acciones de violencia contra
estas personas. Esto permite sostener que se trató de una acción sistemática, en la cual

228
confluyen tanto recurrencias en el perfil de las víctimas, como en el accionar de los
victimarios y en la generalizada impunidad.

Esto ocurrió en una ciudad en la cual se presentaban múltiples expresiones de violencia,


con una alta participación en su desarrollo de grupos de narcotraficantes y de delincuencia
común, unas veces aliadas y otras en contradicción tanto entre sí como con las fuerzas de
seguridad del Estado. Podría afirmarse que en un extremo existen acciones que,
claramente, se pueden ubicar en el campo de la violencia política, entre ellas las acciones
de represión de que nos ocupamos en esta tesis, mientras en el otro extremo estarían las
acciones más definidas por su carácter delincuencial. Pero esta no es una separación
absoluta, ya que existe una zona de intersección: una zona gris en la cual se hibridan estas
dinámicas, los actores, las prácticas, y una zona de turbulencia en la cual no es factible
diferenciar con absoluta claridad qué es de cada campo. Esta situación explica por qué en
el informe de memoria histórica liderado por el Centro Nacional de Memoria Histórica y la
Corporación Región, Medellín, memorias de una guerra urbana (2017, p.19), se acuñó el
concepto de violencias asociadas al conflicto armado para describir esta hibridación.

Pero es difícil pensar que las acciones de violencia agrupadas en esta investigación como
producto de una represión exterminadora, fueran el producto de la causalidad, ocurridas en
el marco de una oleada de violencia irracional, caótica, sin sentido. Por el contrario, en la
tesis se considera que la turbulencia de la violencia presentada en el país y en la ciudad,
junto con la recurrencia, por parte de sectores institucionales, a la delegación de la represión
en estructuras paramilitares y del narcotráfico, junto con la impunidad, sirvieron a un doble
propósito: primero, lograron garantizar la eficacia al atacar a los grupos poblacionales
definidos como objetivos a eliminar, y, segundo, contribuyeron al encubrimiento sobre la
responsabilidad intelectual de quiénes fueron los determinadores y cuáles eran sus
propósitos.

Según lo presentado en los capítulos 3, 4, 5 y 6 de la tesis, las acciones de violencia letal


produjeron 289 asesinatos, 16 heridos en atentados, y 11 desapariciones forzadas, lo cual
da cuenta de la enorme letalidad de las acciones. Este es uno de los factores que permite
catalogar la acción represiva como exterminadora, dado que las acciones eran planeadas
con la decidida intencionalidad de asesinar a los blancos de ataque. No se priorizaron otras
modalidades de victimización, como las amenazas e intimidaciones, pues se optó

229
centralmente por una violencia selectiva, altamente letal; el objetivo inmediato era el
exterminio, con las pretensiones ya enunciadas.

Justamente, este es otro factor de recurrencia. No es posible establecer con claridad la


responsabilidad de los ejecutores ni de los determinadores en la mayoría de los casos. Solo
se presume que existieron acciones desarrolladas de manera directa, por agentes estatales
como en algunas de las que se cometieron contra integrantes del Partido Unión Patriótica.
En otras, como en las de los asesinatos contra integrantes de la Universidad de Antioquia,
se evidencian patrones de actuación conjunta entre fuerzas estatales e ilegales, sea en la
conformación de comandos mixtos de ataque, o en la entrega de listas de objetivos a ser
asesinados por parte de los grupos ilegales. En otras, se puede identificar la delegación en
estructuras del narcotráfico, como en los asesinatos de defensores de derechos humanos
y de ONG, como ocurrió en la segunda mitad de los años 90. Sin embargo, en la inmensa
mayoría de los casos, lo predominante es la absoluta falta de información sobre los
responsables, lo cual ratifica la existencia de una intención de encubrimiento de las
responsabilidades. Esta es una de las evidencias de que, tras la represión exterminadora,
se encontraban alianzas entre sectores legales e ilegales y que estas alianzas no son solo
un asunto operativo, sino que se relacionan con la confluencia de intereses entre estos
sectores.310

A lo anterior, se suma la recurrencia en el patrón de las técnicas de ataque que se


implementaron. En la mayoría de los ataques, son protagonistas comandos de numerosos
hombres armados, muchas veces usando prendas y armas de uso privativo de las Fuerzas
Armadas, que demuestran adiestramiento militar, que actúan movilizándose en varios
vehículos, que están provistos de armas de largo alcance, y que en casi la totalidad de los
casos logran huir sin presencia de la reacción de las autoridades, aunque perpetren los
crímenes en zonas céntricas de la ciudad. Incluso, como en el caso del asesinato del
senador de la UP, Pedro Luis Valencia, cometido el 14 de agosto de 1987, este ocurrió a
primeras horas del día en su residencia ubicada en inmediaciones de la Cuarta Brigada del
Ejército, sin que se presentara ninguna reacción de las tropas ubicadas a pocos metros de
la residencia.

310
Esto se desarrolla más adelante con base en las ideas de Franco, V. (2009) en Orden
contrainsurgente y dominación. Siglo del Hombre Editores.

230
En el caso de algunos de los asesinatos cometidos contra alcaldes de la UP, estos se
habían ubicado en la ciudad, para huir de las amenazas de paramilitares, proferidas en
municipios de zonas como el Urabá antioqueño y el Bajo Cauca. Buscaron establecerse en
Medellín, como una forma de escape, pero fueron ubicados por los comandos de asesinos
en la ciudad, lo cual evidencia una actividad de inteligencia que requiere capacidad
organizativa y operativa.

En el caso del ataque masivo contra integrantes del Sindicato de Educadores de Antioquia
ADIDA, es muy importante considerar el alto número de agresiones sufridas, que lo pone
en los primeros lugares de victimización a nivel nacional. Esto es muy llamativo, dadas las
cifras históricas de victimización contra este grupo poblacional, que han hecho de Colombia
el país más peligroso para la actividad sindical. La pregunta del porqué de esta situación
de agresión debe contextualizarse en el marco de las luchas por el orden entre las fuerzas
insurgentes y las contrainsurgentes, legales e ilegales. En este caso, incluso más que en
los otros, quedan en evidencia las razones políticas de la represión exterminadora, su
pretensión de imponer un orden local, con unas configuraciones determinadas, a la imagen
de lo que los victimarios precisan. En este no haya impugnación ni cuestionamiento, y en
desarrollo de esta pretensión, los maestros y maestras, máxime si están sindicalizados,
constituyen una población objetivo que es necesario eliminar, amedrentar, silenciar.

En las entrevistas con personas que estuvieron cerca de los procesos políticos y sociales
a los cuales pertenecían las víctimas, se presenta una recurrencia en la identificación de
tres factores contextuales y explicativos de lo sucedido. En primer lugar, se considera de
manera mayoritaria que las victimizaciones se relacionaron con un contexto de conflicto
armado, en el cual jugó un papel fundamental la adopción por parte de las Fuerzas Armadas
de una concepción, según la cual, las acciones de movilización y protesta social se
realizaban como parte de un plan insurgente, para desestabilizar el país y contribuir a la
acción insurgente en pro de la toma del poder. En esta medida, se impuso la visión
hegemónica, en sectores institucionales, acerca de que el enemigo subversivo estaba
conformado, de una manera dual, por organizaciones armadas y organizaciones políticas y
sociales que actúan de manera concertada y coordinada para cumplir las orientaciones
insurgentes. E, incluso, que como lo expresaron de manera pública altos mandos de las
Fuerzas Armadas, eran más peligrosos ¨los ideólogos¨ que los mismos combatientes.
Adicionalmente, se llama la atención por algunas de las personas entrevistadas, en cuanto

231
a los procesos de formación en la fuerza pública, legales y éticos, dada la enorme facilidad
con que sectores institucionales admitieron alianzas con grupos ilegales, y desarrollar
acciones claramente por fuera de la ley, con la justificación de que todos los medios son
válidos en la lucha contra insurgente.

En segundo lugar, se considera en las entrevistas que un componente fundamental de la


guerra sucia corrió por cuenta de la estigmatización, como bajas legítimas de los grupos de
población objeto del ataque. En este sentido, el estigma como comunista, guerrillero y, de
manera asociada, abogado de presos políticos, defensor de derechos humanos, profesor o
estudiante de universidad pública, sindicalista o trabajador de una ONG, se convirtieron en
rótulos para justificar el ataque como parte del enemigo que había que destruir. Estos
rótulos como poblaciones, territorios o instituciones que estaban ¨infiltradas por el enemigo¨,
se propalaron no solo en las declaraciones de representantes de sectores políticos,
económicos y militares, sino también en editoriales, columnas de opinión y en el enfoque
noticioso de los medios masivos de comunicación. La estigmatización legitima la
eliminación, y contribuye a la construcción de la necesidad de la eliminación de algunas
personas en la sociedad, con base en una interpretación de estar en una situación
antagónica, en la cual está en juego la supervivencia, y en la que no es posible convivir con
estas personas.

Aunque no se nombra en las entrevistas, un proceso similar se puede encontrar en las


manifestaciones sobre quién es el enemigo que hacen las organizaciones insurgentes y
sobre la legitimidad de atacarles. Si bien es cierto, no es una situación simétrica, dadas las
diferencias de los lugares de enunciación, el alcance y cobertura entre los discursos
insurgentes y los contrainsurgentes, es importante señalar que se producen con la misma
lógica.

Hay un reclamo generalizado en las entrevistas sobre la impunidad y lo que esta evidencia.
Muchas veces se justifica como un asunto procedimental, por la incapacidad del aparato de
justicia para procesar la enorme cantidad de actos criminales que se producen en el país.
No obstante, en estos casos no es solamente un asunto procesal, hay elementos que
permiten evidenciar estrategias intencionales de denegación de justicia, se desviaron las
investigaciones, hubo inacción del aparato investigativo, se trasladaron expedientes, se
omitió la práctica de pruebas, y cuando se avanzaba en la identificación de determinadores,

232
incluso se recurrió a la intimidación y al asesinato de funcionarios investigadores, para
impedir el avance de los procesos como ocurrió con el caso del parqueadero Padilla, a
finales de 1997.

Lo otro que se reclama en las entrevistas es que todo esto ocurrió en la segunda ciudad
más poblada del país, en la cual es insostenible decir que ocurrió por falta o ausencia de
Estado. Se trata de un tema muy doloroso en las entrevistas, sin que hubiera una reacción
masiva de solidaridad con las víctimas del exterminio y de condena a sus perpetradores.
No sólo se reclama por la indiferencia, la falta de empatía con las víctimas, sus familias, sus
organizaciones; sino que se denuncia que, incluso, hubo sectores de la sociedad que
celebraron las acciones de violencia y que celebraron los asesinatos. Como lo dice el
escritor Héctor Abad Faciolince, a propósito de sus demandas de verdad acerca del
asesinato de su padre, el médico salubrista y profesor de la Universidad de Antioquia,
Héctor Abad Gómez en agosto de 1987,

A mí no me importa si a los paramilitares les dan 25 años de cárcel o los sueltan a


todos. La verdad es lo importante, la verdad es la verdadera justicia. Yo lo que quiero
es que se sepa la verdad. Que en mi caso y en los de miles de víctimas más de la
violencia se sepa quién disparó, quién mandó disparar, quiénes fueron, si existen,
los miembros de la clase dirigente antioqueña que celebraron la muerte de mi padre.
Yo quiero que se sepa bien cómo lo hicieron, por qué lo hicieron. Y esa verdad es
la que va a revelar su maldad, su brutalidad, su mezquindad, su horror.311

La pregunta sobre este comportamiento de la sociedad ante la victimización es un


cuestionamiento recurrente. ¿Qué pasa con una sociedad que durante décadas vive una
escalada de violencia que deja millones de víctimas? ¿Acaso la magnitud de la violencia y
su prolongación en el tiempo, así como su expresión en todo el territorio nacional lleva a un
proceso de normalización de la barbarie? La verdad es que es constante el reclamo de las
víctimas por su soledad, por verse confinadas a tramitar su duelo en el silencio y el
aislamiento, por la falta de una reacción más generalizada en la sociedad.

311
Semana. (17 de noviembre de 2006). Ahora estoy tranquilo, entrevista con el escritor Héctor Abad
Faciolince con motivo del lanzamiento de su libro El olvido que seremos. Página web de la revista
Semana. https://www.semana.com/cultura/articulo/ahora-estoy-tranquilo/82005-3/

233
Claro, esto también está atravesado por la condición diferencial que implica ser víctimas de
agentes estatales, de paramilitares o de guerrillas, y el mayor reconocimiento público a
quienes sufrieron el ataque por parte de las organizaciones insurgentes. Pero, aun así, por
ejemplo, las víctimas de secuestro a manos de las guerrillas también reclaman por su
invisibilidad. Es como si en la sociedad, en general, las víctimas en su mayoría ocuparan
un lugar liminal, caracterizado por el silencio y el aislamiento del cual solo salen cuando son
útiles para algún propósito político. En el caso de las víctimas de crímenes, en los que se
presume la participación de agentes estatales o en casos con alianzas entre sectores
legales e ilegales, junto con el estigma como enemigos, la justificación de que ¨si algo les
pasó por algo sería¨, la sospecha y la desconfianza, su condición de aislamiento es más
acentuada y mayor su resentimiento. Al respecto, es sumamente ilustrativo observar lo que
ha pasado con las víctimas de personas ejecutadas por parte de integrantes de las fuerzas
armadas y las demandas de verdad y justicia por parte de sus familiares.

Un elemento que no aparece en las entrevistas pero que se consideró necesario abordar
para contribuir a una comprensión más compleja de lo que pasó es la innegable militancia
en organizaciones insurgentes de algunas de las víctimas. Esto es claro que de ninguna
manera legitima su victimización, ya que los hechos en que murieron no fueron producto de
enfrentamientos armados sino asesinatos premeditados. En este sentido, constituyen
graves infracciones al derecho internacional humanitario que, dada la sistematicidad,
pueden ser catalogadas como crímenes de guerra. Pero más allá de las consideraciones
jurídicas, ética y políticamente se justifica hacer una reflexión sobre las implicaciones que
tuvo, para la degradación del conflicto armado colombiano, la decisión por parte de las
organizaciones insurgentes de combinar acciones legales con ilegales, de infiltrar
organizaciones políticas y sociales y de instrumentalizar algunas de estas expresiones, en
función de sus planes de toma del poder por la vía militar. Este es un asunto que interpela
la responsabilidad de las organizaciones insurgentes, dado que puso en peligro no sólo a
sus cuadros de dirección asignados a la labor legal, al igual que a sus militantes de base,
sino que puso en riesgo a los demás integrantes de los procesos organizativos, que no
hacían parte de la estructura ilegal y contribuyó a la deslegitimación de las organizaciones
y a la justificación de la guerra sucia. Lo anterior, dado que corroboraba en parte la doctrina
del enemigo interno, construida por las fuerzas armadas y las tácticas de guerra aplicadas
por estas mismas y los grupos paramilitares, la caracterización de la subversión como

234
estructura dual, y la extensión del carácter de combatiente, de objetivo lícito, a las personas
que participaban en estas organizaciones legales.

En esta tesis se trabaja en la perspectiva de considerar que la represión exterminadora,


denominada muchas veces de manera coloquial como guerra sucia, tenía unos propósitos.
Además, que se buscaba un determinado resultado colectivo en la sociedad, en contra de
las posturas que afirman que estos actos se cometen por motivos personales, como si
fueran venganzas interpersonales, o el producto de ajustes de cuentas por violencias
cruzadas con actividades criminales o se habla de acciones que no tenían mayor intención.
Por eso, se tuvo como marco de interpretación de los objetivos de esta modalidad de
violencia política, la noción de prácticas reorganizadoras de la sociedad, con base en los
planteamientos del sociólogo argentino Daniel Feierstein, una de las autoridades
académicas en los estudios sobre genocidio. Este investigador trabaja diferentes
experiencias históricas de genocidio para profundizar en los efectos colectivos de estas
experiencias de violencia masiva, sea por razones étnicas, religiosas o políticas.

En el caso de la represión exterminadora que se estudió en esta tesis, son evidentes un


conjunto de impactos colectivos, en el desempeño político de los partidos y movimientos
políticos atacados, en la acción docente e investigativa en la universidad pública y en la
vida cotidiana y la cultura política en estos centros de pensamiento, en la labor de las
organizaciones de derechos humanos, en la actividad sindical. Todo ello marcado por las
afectaciones a su labor, por el debilitamiento de sus estructuras, por la necesidad de
mimetizar su labor para no estar en el centro de la atención de los victimarios. O inhibiendo
la labor de denuncia y litigio contra el Estado por casos de violaciones de derechos
humanos, además de optar por acciones que se consideraban de menor riesgo, como las
pedagógicas y culturales, como lo hicieron algunas de las ONG atacadas.

Estos impactos colectivos, sin embargo, de cara a la consideración de si hicieron parte de


un ejercicio que buscó reorganizar, moldear la sociedad en un determinado sentido, deben
ser contrastados con dos planteamientos.

El primero es que es necesario hacer una valoración de las diferencias entre experiencias
reorganizadoras como producidas en procesos masivos genocidas, como los que se
experimentaron en la Alemania nazi de la mitad del siglo XX, o la experiencia militar

235
concentracionaria de las sociedades del Cono Sur, en las décadas de los 70 y los 80 del
siglo pasado. También, la experiencia de la guerra sucia que se ha vivido en Colombia y,
específicamente en Medellín, en la cual coinciden altos niveles de victimización, con la
existencia de un conflicto político armado en el que participan guerrillas insurgentes, la
presencia protagónica de grupos de civiles que cumplen funciones de represión por
delegación, la permanencia de procesos de resistencia social y política, además de un
cierto orden democrático, precario, pero existente. Estos elementos, pueden ser un
atenuante de los impactos encontrados en otras sociedades, como las mencionadas, en las
cuales los niveles de autoritarismo resultan mucho mayores y hubo experiencias totalitarias.

Lo segundo es que, en medio de la violencia masiva que se experimentó en la ciudad


durante el periodo 1985-2002, una de cuyas facetas significa la represión exterminadora,
contribuye a la dificultad de tratar de establecer, de manera absoluta, los impactos
colectivos de sus expresiones. En general en estos contextos no se puede esperar una
relación de causa efecto que sea indiscutible, pero tampoco se puede considerar que una
ciudad en la cual mueren 290 personas asesinadas pertenecientes a procesos políticos,
sociales e institucionales ligados a un ejercicio de oposición, no tenga ningún efecto, que
sea igual que haya o no ocurrido esta agresión sistemática y sostenida.

Si la pregunta es si la represión exterminadora, entendida como la expresión de una práctica


reorganizadora, logró sus objetivos la respuesta es que solo parcialmente, pues muchos de
los procesos, partidos, movimientos y organizaciones sobrevivieron al ataque. Además,
mantuvieron aun con ajustes, y cambiando algunas de sus estrategias de actuación, sus
propósitos misionales. Resistieron y muchos de ellos mantienen voces críticas respecto a
lo que se vive en el país. Pero tampoco se podría decir que no les pasó nada, que la
pretensión fracasó absolutamente, pues esto sería desconocer, banalizar un proceso de
violencia con la gravedad de las particularidades descritas en la tesis.

Finalmente, junto con la evidencia de la existencia de una acción sistemática de exterminio,


hay dos consideraciones que se deben incluir en la comprensión del proceso estudiado. La
primera es que estas prácticas, en tanto buscan un determinado efecto en la sociedad,
expresan los intereses y pretensiones de sectores mucho más allá de los ejecutores
directos de las acciones de violencia. Los determinadores operativos suelen estar en las
cúpulas de las organizaciones armadas, legales e ilegales, pero suele haber detrás otra

236
capa de poder que toma decisiones, señala los blancos a eliminar, produce los ambientes
institucionales y de opinión en favor del exterminio. Esto es lo que permite considerar la
existencia de un bloque contrainsurgente en la sociedad colombiana, que tiene expresión
en las dinámicas de represión vividas en Medellín. Este involucra sectores civiles que
mediante la incidencia en la acción de las fuerzas armadas institucionales y la promoción
de estrategias contrainsurgentes, como las alianzas con grupos paramilitares, buscan
conseguir sus propósitos de reorganización de la sociedad.

Como lo plantea Andrei Gómez-Suárez (2018, p. 80) en una línea similar, en la que usa el
concepto de bloque perpetrador para analizar el genocidio de la Unión Patriótica, este
bloque perpetrador es un conjunto de actores dinámicos y diversos, unidos por diferentes
motivaciones e intereses, y que agrupa fuerzas de diferentes regiones del territorio
nacional.312

Este bloque no debe ser entendido como una estructura organizativa formal, suele
presentarse más como el resultado de la confluencia de intereses, aunque necesita algún
nivel de organicidad para cumplir sus planes. Algunas veces se ha podido vislumbrar la
forma como funciona, puesta de presente en las declaraciones inusualmente francas de
Carlos Castaño, el líder paramilitar, cuando señalaba que las ordenes sobre muchos de los
asesinatos contra líderes políticos de izquierda y asesinatos de alto impacto, eran
ordenados por lo que él denominó ¨la junta directiva¨. Uno de sus integrantes, según la
condena de la justicia colombiana era José Miguel Narváez, alto funcionario del
Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), cuerpo adscrito al despacho de la
Presidencia de la República.

El otro indicio de la existencia de estos pactos es el proceso que se conoció como el pacto
de Santafé de Ralito,313 mediante el cual un grupo de políticos suscribió un pacto firmado
por cada uno, con los líderes de las Autodefensas, con el fin de acordar estrategias políticas
para el control electoral de un vasto territorio de la costa atlántica. Este proceso junto con

312
Gómez-Suárez Andrei. (2018). Genocidio, política y redes trasnacionales. Una con-textualización
de la destrucción de la Unión Patriótica. Ediciones Universidad de los Andes.
313
Verdad Abierta. (18 de enero de 2010). La historia detrás del ‘Pacto de Ralito. Página web del
portal Verdad Abierta. https://verdadabierta.com/la-historia-detras-del-del-pacto-de-ralito/

237
las investigaciones de organismos independientes314 y de la misma Corte Suprema de
Justicia, permitió el conocimiento de las estrategias de control electoral, mediante la
creación de distritos electorales donde se señalaba por cuál de los candidatos favorables
de los grupos paramilitares debían votar los electores. Este proceso es el que luego se
conoció como el de la ¨parapolítica¨. En su momento permitió comprobar que cuando el jefe
paramilitar Salvatore Mancuso habló del control del 30% del congreso colombiano, estaba
hablando de una situación plenamente real.

Colombia ha vivido, en los últimos 20 años, una explosión de ejercicios de memoria histórica
alrededor de las violencias que se han presentado en el país. Con diferentes enfoques, a
veces documentando casos a profundidad, centrados en momentos y territorios específicos,
en otras intentando dar miradas más panorámicas, utilizando diferentes metodologías y
técnicas de investigación. A veces con una intención más centrada en la denuncia, en otras,
tratando de reconstruir historias que van quedando en el olvido. Y, en otras, con una
apuesta por dar cuenta de la necesidad de comprender fenómenos complejos, que
requieren una mirada profunda que estudie los problemas de los procesos de violencia, el
papel del Estado, de los grupos armados, los sectores sociales y la sociedad en general.
Estos procesos se han desarrollado por iniciativa de organizaciones sociales, la academia
y entidades estatales, que han jugado un papel central en esta producción de memoria,
como el Centro Nacional de Memoria Histórica, creado en el año 2011 en el marco de la
promulgación de la Ley 1448 del mismo año, o ley de víctimas y restitución de tierras. El
CNMH ha producido más de 100 informes, en alianza con sectores sociales, académicos e
institucionales. El ente estatal más reciente encargado de la tarea de reconstruir la verdad
histórica del conflicto armado en el país desde 1958 es la Comisión de Esclarecimiento de
la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, creada en el marco del acuerdo de paz
suscrito entre el Estado colombiano y la guerrilla de las FARC, firmado en noviembre de
2016. La Comisión se rige por el decreto 588 de 2017, que define sus alcances, propósitos
y estructura y que se apresta a presentar su informe en noviembre de 2021.

Junto a esta proliferación de ejercicios de memoria histórica, el país ha visto un proceso


similar al de otras naciones, que han desarrollado procesos de transición a la democracia,

314
Valencia, León y otros. (2007). Parapolítica: la ruta de la expansión paramilitar y los acuerdos
políticos. Corporación Nuevo Arco Iris e Intermedio Editores.

238
sea desde dictaduras en tránsito a la democracia o en procesos de construcción de paz,
luego de conflictos armados internos. Y es lo que Elizabeth Jelin ha denominado las
disputas por la memoria315, es decir, se abre en la sociedad una dura contienda por narra
lo que pasó, por establecer el papel de diferentes actores sociales, políticos y armados en
los sucesos violentos. Este proceso, en sí, no es negativo, pero requiere la construcción de
un ambiente democrático para la tramitación de las disputas, lo cual es extremadamente
complejo dadas las profundas fisuras en la sociedad dejadas por los procesos masivos de
violencia.

Sin embargo, la opción de pasar la página de los procesos de violencia, sin esclarecer lo
más posible lo ocurrido, suele ser una puerta falsa a la reconstrucción de la sociedad.
Encarar el horror de lo sucedido, no con una perspectiva de venganza ni de revancha,
puede conducir a un aprendizaje de lo que no se puede repetir. Una vía que, al reconocer
el horror de lo vivido, permita dignificar a las víctimas sin discriminarlas por sus condiciones
o por el responsable de su victimización. Al tiempo, el reconocimiento de las
responsabilidades individuales y colectivas, mediante un ejercicio a profundidad sobre las
diferentes formas en que se participó de manera directa o indirecta en los procesos de
violencia colectiva vividos por la sociedad durante décadas, puede permitir que la sociedad
pase del grito del basta ya de violencias, a la suscripción de un pacto colectivo en torno a
que nunca más estos hechos se pueden repetir, se pueden justificar. En esta perspectiva
se inscribe esta tesis, y espera contribuir a la construcción, en Medellín y Colombia, de una
sociedad más democrática, en la que el uso de la violencia quede proscrito como
mecanismo legítimo para defender o impugnar el orden.

315
Jelin, Elizabeth. (2002). Los trabajos de la memoria. Siglo XXI Editores.

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