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Hablar en público
Sentir miedo ante un público es una sensación normal que puede superarse fácilmente
con una técnica adecuada.
¿Se ha visto obligado a pronunciar un discurso ante un auditorio pendiente de cada
gesto y cada palabra que sale de su boca y, llegado el momento, ha pensado que no
podía articular palabra? No es el único; sentir un agudo pinchazo en el estómago
momentos antes de hablar en público es un mal habitual, más extendido de lo que puede
parecer a simple vista, y que no sólo padecen las personas más tímidas e inseguras.
Un “mal” frecuente
Tener que pronunciar una conferencia o exponer un proyecto de empresa ante un grupo
de compañeros son situaciones que afectan de manera especial a las personas que no
tienen seguridad en sí mismas. Pero es una circunstancia frecuentemente temida en la
población general y son cerca de un 25% los adultos que experimentan temor ante la
idea de hablar en público y que necesitan recurrir a nuevas técnicas de comunicación,
sobre todo cuando es la primera vez o cuando se hace ante desconocidos. Incluso las
personas muy acostumbradas a enfrentarse a la opinión pública sienten el llamado
"pánico escénico", como evidencia Teresa Baró, experta de Icompani, asesoría de
imagen y de comunicación personal y de empresa, de Barcelona, quien indica que es un
"mal relativamente común incluso entre profesionales como los actores".
Las situaciones que provocan la necesidad de enfrentarse ante un público son muy
variadas: un político en un mitin, un profesor ante su clase, un abogado durante la
celebración de un juicio. Son muchas las ocasiones en que un individuo necesita
dirigirse a un público y captar su atención, pero no todas las personas resuelven la
situación de igual manera y las reacciones son tan variadas que abarcan un amplio
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Santiago BEJARANO CHAUX
ACTOR-FRMADR
E-mail: santiagobejaranochaux@gmail.com
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abanico: desde quienes sienten la más absoluta tranquilidad hasta los que sufren crisis
de pánico. En esta reacción influyen muchos factores, según expresa Verónica Guillén,
psicóloga del Centro de Psicología Previ, de Alicante, como la vulnerabilidad genética,
causas psicológicas (alta sensibilidad a la ansiedad), la educación recibida o haber
pasado por situaciones similares que no hayan sido satisfactorias.
La más común de las reacciones ante el reto de hablar en público es experimentar una
gran ansiedad, un temor a la posible evaluación de los demás, a actuar de un modo
humillante o embarazoso, según explica Rosario Linares, psicóloga e hipnoterapeuta del
Centro Cervantes de Madrid. La ansiedad que genera enfrentarse a un auditorio va con
frecuencia unida a síntomas fisiológicos, que Verónica Guillén describe como
palpitaciones, temblores, sudoración, molestias gastrointestinales, tensión muscular,
enrojecimiento y sudoración excesiva, "síntomas que se presentan tanto antes como
durante la charla". Pero, salvo en el caso de que se trate de una patología, desaparecen
durante el curso de la ponencia.
Si, por el contrario, no se trata de una patología, sentir miedo a hablar en público no
incapacita a una persona, pero sí puede provocar una comunicación ineficaz que
ocasione graves contrariedades, como suspender un examen oral, aunque estuviera muy
bien preparado, o perder la oportunidad de ascender en el trabajo debido a la
incapacidad para expresar las ideas de un modo brillante. ¿Cómo solucionar este
problema?
Fácil solución
En la mayoría de los casos, la solución es sencilla, "más fácil de lo que cabría imaginar"
-indica Teresa Baró-, sólo se trata de aprender unas técnicas adecuadas de
comunicación que nunca nos han enseñado. "No es difícil y aunque algunas técnicas
requieren un periodo de entrenamiento, otras son simples trucos que dan excelentes
resultados". Coincide con esta opinión Julián González, responsable de la escuela de
oratoria y dramatización El Submarino, de Madrid, quien explica que, siempre que no se
trate de una patología, "y con el trabajo adecuado, se puede vencer el miedo a
enfrentarse al público". Aunque se trate de un mal extendido entre toda la población, es
innegable que existen profesiones que exigen ejercitar la capacidad oratoria en mayor
medida. Por este motivo, cada día son más numerosos los profesionales "de un cierto
nivel de responsabilidad, como directivos, empresarios, comerciales, e incluso
formadores", que recurren al aprendizaje de las técnicas de comunicación que les
permitan desarrollar su actividad de manera más efectiva, explica Julián González.
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En los cursos o
entrenamientos personales
de comunicación se
detectan las debilidades de
cada persona así como sus
aptitudes y se las entrena
"de manera personalizada, atendiendo a cada caso particular", dice Teresa Baró, quien
no duda en calificar como "espectaculares" los resultados que se obtienen. Pero, además
de las técnicas adaptadas a cada necesidad concreta, existe una serie de ejercicios
comunes para todos aquellos que se enfrenten ante un auditorio:
Preparar a fondo el tema sobre el que se va a hablar. La mejor receta contra los
nervios es conocer todos los detalles de la cuestión que se va a tratar, ya que
dominar un tema proporciona confianza y da seguridad al ponente a la hora de
explicarlo ante los demás.
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Conocer al auditorio ante el que se va a enfrentar. Es imprescindible que el
orador sepa de antemano cuáles son los intereses del público y, sobre todo, su
grado de conocimientos sobre el tema de la disertación.
Contacto visual. Antes de hablar, debe atraer la atención del público mirando al
conjunto del auditorio. Después, es necesario mirar a los ojos del público y
observar sus expresiones, comunicarse con él.
Hacer una exposición clara y ordenada. El discurso debe tener, claramente
diferenciados, una introducción, un desarrollo y una conclusión.
Utilizar un lenguaje claro, con palabras fácilmente comprensibles, pero sin caer
en el uso de expresiones excesivamente coloquiales.
Ser conciso. Estructurar bien el tiempo y no alargarse en exceso. Es preferible
ser breve que no saber terminar y aburrir al auditorio.
Estar preparado para improvisar. Acortar el discurso si observa aburrimiento
entre el auditorio o ser capaz de introducir elementos que en principio no
pensaba incluir cuando hay una buena respuesta por parte del público.
Hablar despacio y vocalizando. Hay que cuidar de manera especial no hablar
atropelladamente y "comerse" las palabras, lo que sucede de manera habitual
cuando se está muy nervioso y se desea pasar cuanto antes "el mal rato".
Utilizar un tono que muestre entusiasmo por el tema que se expone. Además, es
imprescindible variar el ritmo para evitar la monotonía.
Desterrar las muletillas. Nunca se deben utilizar expresiones como "¿verdad?"
o "¿no?" como refuerzo al término de una frase.
Utilizar el humor. Sirve para relajar el ambiente y para despertar la curiosidad
del público, pero hay que dosificarlo y poner mucho cuidado en no abusar ni
intentar ser gracioso.
Sonreír a menudo, ya que una persona sonriente atrae la simpatía de los demás.
Mantener una postura relajada y confiada. La expresión corporal es muy
indiscreta y "el mejor chivato" de nuestro estado de ánimo.
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Santiago BEJARANO CHAUX
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