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Objeciones por las que parece que la ley natural no comprende muchos preceptos, sino
solamente uno.
En cambio consta que los preceptos de la ley natural son en el orden práctico lo que son
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EXPLICACIÓN GENERAL DEL TEXTO:
Este fragmento del artículo de la Suma Teológica de Santo Tomás trata del Primer Principio de la Razón Práctica, en el que se
fundamenta el Primer precepto de la misma. Santo Tomás busca un fundamento análogo a los Primeros Principios de la Razón
teórica (o especulativa) en el Primer Principio de la Razón Práctica.
Lo primero que captamos en nuestro conocimiento de la realidad es el ser (ente), definido por Aquino, principalmente
y siguiendo a Aristóteles, como substancia compuesta de esencia y existencia; mientras que la esencia se identifica con la
potencia, la existencia es el acto de la esencia. Tomás aplica la distinción potencia/acto a la composición esencia/existencia
(esentia/esse) en los seres creados o contingentes. Del conocimiento del ser (ente) surgen los Primeros Principios en el orden
ontológico y lógico.
Pero, en el ámbito de la Razón Práctica, lo primero que cae bajo nuestra consideración es el Bien, el cual juega el
mismo papel que el ser en el orden especulativo, ya que la razón práctica está orientada a la acción u operación, porque
cuando un ser obra o actúa, lo hace por una finalidad: a ese fin lo denominamos bien. Por tanto, el Primer Principio de la razón
práctica será el que se fundamenta en la naturaleza del Bien: «Bien –como ya había afirmado Aristóteles– es lo que todos los
seres apetecen». Este Primer Principio es único, universal e indemostrable, ya que se desprende directamente de lo primero
que captamos mediante la razón práctica: el Bien. De aquí se deducirá el primer precepto de la ley: «Se debe obrar y hacer el
bien y evitar el mal». Todos los demás preceptos de la ley natural se fundan en éste. De modo que todas las cosas que deban
hacerse o evitarse adoptarán carácter de preceptos de la ley natural, en cuanto la razón práctica los juzgue naturalmente
como bienes humanos.
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La moral ha de fundarse, como ya sabían Platón, Aristóteles y los propios sofistas, en un adecuado conocimiento de la
naturaleza humana.
3
Alma concupiscible, irascible y racional. Para el pensamiento cristiano, la parte propiamente inmortal sería el alma espiritual
(concepción trinitaria: alma, cuerpo y espíritu), que aquí veremos ligada al alma racional. Seguramente por eso prefiere Tomás
inspirarse en Platón en este punto, en lugar de hacerlo en el Estagirita. Sin embargo, lo cierto es que ciertos pasajes de De
Anima de este último apuntan a una dimensión inmortal del hombre (precisamente, aquella parte del alma racional que está
orientada a la contemplación del Theós, el Motor Inmóvil).
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Facultad individual, al contrario de lo que pensaba Averroes.
los primeros principios en el orden de la demostración. Pero estos primeros principios
son muchos. Luego también son múltiples los preceptos de la ley natural.
Solución. Hay que decir: Como ya dijimos, los principios de la ley natural son en
el orden práctico lo que los primeros principios de la demostración en el orden
especulativo5, pues unos y otros son evidentes por sí mismos.
Ahora bien, esta evidencia puede entenderse en dos sentidos: en absoluto y en relación
a nosotros. De manera absoluta es evidente por sí misma cualquier proposición cuyo
predicado pertenece a la esencia del sujeto; pero tal proposición puede no ser
evidente para alguno, porque ignora la definición de su sujeto.
Así, por ejemplo, la enunciación «el hombre es racional» es evidente por naturaleza,
por- que el que dice hombre dice racional; sin embargo, no es evidente para quien
desconoce lo que es el hombre.6
De aquí que, según expone Boecio7 en su obra De hebdomadibus, hay axiomas o
proposiciones que son evidentes por sí mismas para todos; y tales son aquellas
cuyos términos son de todos conocidos, como «el todo es mayor que la parte» o
«dos cosas iguales a una tercera son iguales entre sí». Y hay proposiciones que son
evidentes por sí mismas sólo para los sabios, que entienden la significación de sus
términos. Por ejemplo, para el que sabe que el ángel no es corpóreo y entiende lo
que esto significa, resulta evidente que el ángel no está circunscrito a un lugar; mas
no así para el indocto, que desconoce el sentido estricto de estos términos.8
Ahora bien, entre las cosas que son conocidas de todos hay un cierto
orden.
Porque lo primero que alcanza nuestra aprehensión es el ente, cuya noción va incluida
en todo lo que el hombre aprehende. Por eso, el primer principio indemostrable es que
«no se puede afirmar y negar a la vez una misma cosa»9, principio que se funda en
5
Tomás busca un fundamento último (y, por ello, indemostrable e irrebasable) para el orden práctico-moral; por ello, deberá
ser análogo al principio de no-contradicción de Aristóteles, principio indemostrable y fundamento último de toda
demostración posible (ha de ser, por ello, evidente de por sí).
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Estamos de nuevo en el problema que ya se planteaba Platón: ¿sabemos realmente qué es el hombre?
7
Ancio Manlio Torcuato Severino Boecio (Roma, h. 480-id., 524): Político, filósofo y poeta latino, autor de De la consolación de
la filosofía. Representante del neoplatonismo, se inclinó por el estoicismo y las ciencias exactas, y se erigió en uno de los
fundadores de la filosofía cristiana de Occidente.
Boecio es conocido como "el último romano, el primer escolástico".
Con el propósito de unificar ambas escuelas filosóficas, se propuso traducir al latín las obras de Aristóteles y de
Platón, pero no concluyó su proyecto: solo se conservan su traducción de las Categorías y del Peri hermeneias de Aristóteles y
de la Isagoge («Introducción a las Categorías de Aristóteles») de Porfirio. Étienne Gilson afirma que Boecio fue, para la
escolástica medieval, por sus traducciones, comentarios y escritos, la principal autoridad en lógica de la Edad Media hasta que
en el siglo XIII fue traducido al latín y comentado directamente el Organon («Tratados de Lógica») completo de Aristóteles.
En su obra principal (Consolación de la Filosofía) establece la distinción, que luego sería central para la Escolástica,
entre id quod est (todo el ente) y quo est o esse (aquello que hace que el ente sea). Será esta distinción la que dará lugar a la
distinción medieval entre esencia y existencia que Tomás pone en juego.
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De aquí dice tomar su idea del desdoblamiento de la evidencia en función del conocimiento del sujeto. No todo es evidente
del mismo modo.
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A saber, el principio de no-contradicción, señalado como el principal por Aristóteles. Está expuesto en el capítulo VI del libro
IV de la Metafísica, como se menciona a continuación.
Según Aristóteles, el principio de no-contradicción es aquel según el cual es imposible que la misma característica (o
predicado) pertenezca y no pertenezca al mismo objeto (o sujeto) de la misma manera y al mismo tiempo. Por ejemplo, es
imposible que una manzana sea roja y no sea roja en el mismo sentido y al mismo tiempo.
El principio de no-contradicción puede entenderse en tres sentidos:
las nociones de ente y no-ente y sobre el cual se asientan todos los demás principios,
según se dice en IV Metaphysica. Mas así como el ente es la noción absolutamente
primera del cono- cimiento, así el bien es lo primero que se alcanza por la
aprehensión de la razón práctica, ordenada a la operación; porque todo agente obra por
un fin, y el fin tiene razón de bien10. De ahí que el primer principio de la razón práctica
es el que se funda sobre la noción de bien, y se formula así: «el bien es lo que todos
apetecen». En consecuencia, el primer precepto de la ley es éste: «El bien ha de
hacerse y buscarse; el mal ha de evitarse». Y sobre éste se fundan todos los demás
preceptos de la ley natural, de suerte que cuanto se ha de hacer o evitar caerá bajo los
preceptos de esta ley en la medida en que la razón práctica lo capte naturalmente como
bien humano.
Por otra parte, como el bien tiene razón de fin, y el mal, de lo contrario, síguese
que todo aquello a lo que el hombre se siente naturalmente inclinado lo aprehende la
razón como bueno y, por ende, como algo que debe ser procurado, mientras que su
contrario lo aprehende como mal y como vitando. De aquí que el orden de los
preceptos de la ley natural sea correlativo al orden de las inclinaciones naturales. Y
así encontramos, ante todo, en el hombre una inclinación que le es común con todas las
sustancias, consistente en que toda sustancia tiende por naturaleza a conservar su propio
ser.11 Y de acuerdo con esta inclinación pertenece a la ley natural todo aquello que
ayuda a la conservación de la vida humana e impide su destrucción.12
En segundo lugar, encontramos en el hombre una inclinación hacia bienes más
determinados, según la naturaleza que tiene en común con los demás animales. Y a
tenor de esta inclinación se consideran de ley natural las cosas que la naturaleza ha
enseñado a todos los animales, tales como la conjunción de los sexos, la educación de
los hijos y otras cosas semejantes.13
En tercer lugar, hay en el hombre una inclinación al bien correspondiente a la
naturaleza racional14, que es la suya propia, como es, por ejemplo, la inclinación
natural a buscar la verdad acerca de Dios15 y a vivir en sociedad16. Y, según esto,
Tradicionalmente, tiende a interpretarse que Aristóteles lo consideraba cierto en los tres sentidos a la vez, esto es,
que le concedía un valor ontológico o real (y no sólo lógico o intelectual), al igual que sucede en lo concerniente a las
categorías. Será con Kant cuando las categorías –conceptos fundamentales– pierdan su valor ontológico y aparezcan dotadas
de una naturaleza meramente epistemológica, es decir, que se tratará simplemente del modo en que nuestra psique
aprehende, constructivamente, lo real.
Sin embargo, ¿cómo pudo Aristóteles presentar una defensa del principio de no contradicción, si se trata justamente
de un primer principio? Su estrategia fue mostrar que, de negarse el principio de no-contradicción, se cae en posiciones
absurdas e insostenibles. De esta manera proveyó una defensa indirecta del principio, que respeta su estatus
de primer principio.
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De ahí que la ética sea concebida como teleológica, es decir, se estructura en función del fin, del télos.
11
Primera naturaleza del hombre en cuanto criatura: ser substancial (synolon, compuesto de materia y forma).
12
Como se ve, estamos en el orden puramente natural; por supuesto, Tomás entiende que el mundo ha sido creado y que,
más allá de la ley natural se encuentra la ley divina (o eterna) de Dios creador.
13
Segunda naturaleza del hombre: animal.
14
Tercera naturaleza del hombre: racional.
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La naturaleza racional aparece como estrechamente ligada a la naturaleza espiritual humana, es decir, al ámbito de la fe y de
la teología en su doble vertiente (natural y sobrenatural).
16
La sociedad aparece como algo irreductiblemente humano, por lo que no es comparable a los rebaños o a las colmenas, por
ejemplo, ya que se estructura en virtud de la naturaleza racional y espiritual del hombre. Por ello, Tomás no plantea una
separación tajante entre Iglesia y Estado, pues la sociedad, en cuanto justa, es decir, que dé al hombre –tomado como el ser
racional que es– lo que se merece, habrá de velar también por sus bienes sobrenaturales (en última instancia, por la
pertenece a la ley natural todo lo que atañe a esta inclinación, como evitar la
ignorancia17, respetar a los conciudadanos y todo lo demás relacionado con esto18.
Respuesta a las objeciones:
1. A la primera hay que decir: Todos estos preceptos de la ley natural constituyen una
ley natural única en cuanto se reducen a un único primer precepto.
2. A la segunda hay que decir: Todas las inclinaciones de cualquiera de las partes de
la naturaleza humana, como la concupiscible y la irascible, en la medida en que se
someten al orden de la razón19, pertenecen a la ley natural y se reducen a un único primer
precepto, como acabamos de decir. Y así, los preceptos de la ley natural, considerados en
sí mismos, son muchos, pero todos ellos coinciden en la misma raíz.
3. A la tercera hay que decir: Aunque es una en sí misma, la razón ha de poner orden
en todos los asuntos que atañen al hombre. Y en este sentido caen bajo la ley de la
razón todas las cosas que son susceptibles de una ordenación racional.20
GUION 1
contemplación celestial de Dios, que constituye el fin último o suprema felicidad humana, desconocida para el mundo pagano
griego).
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Hay, pues, una tendencia natural que es el deseo de conocer la verdad (y tengamos en cuenta que la garantía de toda
verdad –y bondad– será, en Santo Tomás, Dios mismo. También lo será en Descartes, como veremos. De ahí la profundidad
del ateísmo de Nietzsche, en cuanto es consciente de que está intentando derribar el fundamento último de toda la metafísica
y, en el límite, de buena parte de los fundamentos de Occidente.
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Es decir, todo lo que se refiere a la vida en sociedad. Recordemos también que los hombres son iguales en cuanto creados
por Dios.
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Vimos que en Platón y Aristóteles, las partes del alma en el alma debían jerarquizarse funcionalmente según su naturaleza si
se quería obtener la felicidad y la justicia, pues la ética se orienta a la búsqueda de una vida realmente humana en
instituciones justas. En Tomás, huelga señalarlo, se añade también el elemento propiamente espiritual cristiano.
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Es decir, que también en el orden ético-político cabe aspirar a una organización y conducta fundadas en la razón, lo que se
identifica con el adecuado conocimiento del hombre, es decir, del animal racional (creado, eso sí, por lo que la ley natural no
deja de apuntar a la ley eterna, es decir, a Dios). Esto tendrá su máxima relevancia en los tiempos de la Ilustración, como
veremos en Kant.
substancia (creada): tendencia a la autoconservación; 2) animal: procreación y cuidado de
la progenie, y 3) racional: conocimiento de la verdad y vida en sociedad (humana) regida
por unos fines que han de respetar los principios de la justicia;
– Características fundamentales de la ley natural: 1) unicidad, 2) inmutabilidad e 3)
indelebilidad;
– Relaciones entre la ley natural y la ley positiva (subordinación y concreción);
– Relación entre moral y Derecho (o entre ética y política) a partir del concepto de
Justicia: «dar a cada cual lo que se merece»;
GUION 2