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El razonamiento anterior es válido cuando las cargas se mueven en el vacío y, por tanto, sin
encontrar ningún obstáculo a su movimiento. Sin embargo, al desplazarse las cargas (electrones)
por el interior de un material, por ejemplo en un metal, chocan reiteradamente con los iones de la
estructura del metal, de forma que la velocidad definitiva con la que se mueven las cargas es
constante.10 A esta velocidad () se le llama velocidad de arrastre o de deriva.
El fenómeno de los choques se puede interpretar como una fuerza de rozamiento o resistiva que se
opone a hasta el punto de anularla, y entonces la velocidad neta de las cargas es constante. En
cierta manera el fenómeno es similar al de las gotas de lluvia que en lugar de caer con una
aceleración constante ( ), alcanzan una velocidad límite constante en su caída debido a la
presencia de aire.10