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DELITOS CONTRA LA HUMANIDAD ENSAYO

INTRODUCCION

El presente ensayo sobre la importancia de los delitos contra la humanidad; que son actos
inhumanos que forman parte de un ataque generalizado contra una población civil. Asimismo,
partiendo de nuestro ordenamiento social y democrático de derechos; donde se debe evitar el
desbordamiento de la función punitiva estatal por lo que se tiene como objeto la sanción penal
estas conductas violatorias de los derechos humanos.

A continuación se desarrollara sustancialmente tres objetivos planteados en el presente


ensayo para entender a los delitos contra la humanidad; como primer objetivo; entender la
implicancia del Derecho Internacional y los Delitos contra la humanidad; segundo objetivo analizar
los delitos contra la humanidad en el ordenamiento legal peruano, y como último objetivo analizar
la imprescriptibilidad de los crímenes contra la humanidad.

Desde los inicios años de categorización de los derechos humanos se ha notado la influencia
que han tenido en los sistemas penales internos, al prescribirse los deberes de penalización en casos
de graves violaciones de los derechos humanos e incluirse normas penales especiales que
sancionan determinadas prácticas violatorias de estos derecho.

El Código Penal de 1991 regula, los Delitos contra la Humanidad; en sus artículos 319 a 324,
los tipos penales de genocidio, desaparición forzada, tortura, discriminación y manipulación
genética. Estos cinco comportamientos delictivos no son los únicos que debería formar parte de la
respuesta estatal a la violación de derechos humanos, ni todos los contemplados habrían de
permanecer como delitos de lesa humanidad.

La prescripción de la acción penal es la extinción de la potestad punitiva del Estado y


resulta de una autolimitación del ejercicio del ius puniendi, regulado en nuestro país por el
artículo 78 del Código Penal vigente, La imprescriptibilidad de los delitos contra la humanidad es
una excepción al principio de legalidad que aparenta tensión entre la clásica interpretación
positivista del derecho interno con las normas del derecho internacional.

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DELITOS CONTRA LA HUMANIDAD

1. EL DERECHO INTERNACIONAL Y LOS DELITOS

Tradicionalmente se ha concebido el derecho internacional de los derechos humanos como


un sistema de garantías para reducir la violencia del Estado respecto de sus miembros. La dignidad
humana, principio y fundamento de los derechos humanos, se convierte en una barrera
infranqueable donde la violencia penal no puede penetrar.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha reconocido no solo una obligación


negativa de los Estados de respetar los derechos humanos sino, además, una obligación positiva de
los Estados para la prevención, individualización y sanción de los hechos constitutivos de
violaciones de los derechos humanos. Jürgen Wolter es de la misma opinión cuando señala que «en
la medida en que se trate de posiciones extremas de la dignidad humana, el Estado está
obligatoriamente llamado a armarse jurídico-penalmente»

En la Convención sobre los Derechos del Niño de 1989, el Convenio sobre la Eliminación de
Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer de 1981, la Convención Interamericana para
Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer de 1994, el Convenio OIT N° 87 relativo
a la Libertad Sindical y a la Protección del Derecho de Sindicación de 1948, entre otros, se advierte
el proceso hacia una criminalización de su vulneración. Es decir, se persigue ahora no solo la
responsabilidad internacional del Estado por la vulneración de sus obligaciones frente a la
comunidad internacional, sino la individualización de los hechos atentatorios de los mencionados
derechos y la correspondiente sanción, en el ámbito interno o internacional, de los perpetradores.

El Derecho internacional de los derechos humanos goza de la más alta jerarquía normativa
dentro de nuestro ordenamiento; En nuestra consideración, las normas internacionales de
derechos humanos de carácter incriminatorio son, en general, esencialmente en virtud de las
exigencias y alcances del principio de legalidad penal. En efecto, se trata de un principio
fundamental del Estado de derecho que se encuentra reconocido en el artículo 2. 24.d. de la
Constitución Política y en el artículo II del Título Preliminar del Código Penal. Tal como se ha
redactado este principio y teniendo en cuenta la forma en la cual ha sido reconocido por el derecho
penal y la jurisprudencia del TC, impediría una recepción inmediata de normas del derecho penal
internacional que impliquen nuevos ámbitos de incriminación de conductas.

En segundo lugar, las normas incriminatorias de derecho penal internacional, sobre todo
las de carácter consuetudinario, no se condicen con las exigencias de taxatividad, esto es, con el
mandato de determinación claro e inequívoco de la conducta prohibida. Las normas incriminatorias

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de derecho penal internacional han sufrido un proceso de evolución que ha motivado


incertidumbre y confusión. Un ejemplo de ello, señala Alicia Gil Gil en su libro Derecho penal
internacional. Especial consideración del delito de genocidio; lo constituyen los crímenes de lesa
humanidad, los cuales nacieron vinculados, como elemento necesario, a la existencia de un
conflicto armado pero, en su evolución, la desvinculación con tal elemento no quedó clara sino
hasta la aprobación del Estatuto de la Corte Penal Internacional. Es evidente que esta dificultad se
palia con las normas de derecho penal internacional de carácter convencional. Sin embargo, en
algunos casos, las dificultades subsisten dado que se presentan divergencias de regulación entre
las propias normas convencionales, y entre ellas y las consuetudinarias. Eso ocurre precisamente
con el delito de tortura. Las normas penales consuetudinarias surgidas a partir del estatuto del
Tribunal Penal Internacional de Nüremberg y el Estatuto de Roma contemplan la necesidad de que
el crimen de tortura se produzca en el contexto de un ataque generalizado o sistemático, mientras
que la Convención Americana para Prevenir y Sancionar la Tortura (CAPST) no exigen el referido
elemento. En ese sentido, la aplicación actual de normas penales internacionales con fines
incriminatorios, sin que estas estén incorporadas con sus respectivas penas en el derecho interno,
constituirían, también, una vulneración de la garantía de ley previa.

2. LOS DELITOS CONTRA LA HUMANIDAD EN EL ORDENAMIENTO LEGAL PERUANO

En nuestro país, los tipos penales relacionados a delitos contra la humanidad fueron
incorporados aisladamente en el Código Penal de 1991. Así, el delito de Desaparición Forzada lo
encontramos en el capítulo correspondiente a delitos de terrorismo; mientras que el Genocidio, en
el capítulo correspondiente a delitos contra la vida, el cuerpo y la salud. Hasta entonces, no estuvo
previsto el delito de Tortura. Recién, el 21 de febrero de 1998, la Ley Nº 26926 en su Artículo 1°
incorporó en el Código Penal el Título XIV-A que contiene los Delitos contra la Humanidad,
contemplando inicialmente los siguientes: Genocidio, Desaparición Forzada y Tortura

Se requiere darle contenido al concepto delito de lesa humanidad para, a partir de allí,
precisar cuáles de los tipos penales que el Código Penal califica de delitos contra la humanidad lo
son, en realidad, y qué otros deberían ser incluidos como tales.

El concepto de delito de lesa humanidad goza de consenso en el ámbito doctrinario. Con él


se hace alusión a los atentados contra los bienes jurídicos individuales fundamentales cometidos
como parte de un ataque generalizado o sistemático realizado con la participación o tolerancia del
poder político de iure o de facto.1 De acuerdo con esta definición, el delito de lesa humanidad se
erige sobre la base de dos elementos: a) la sistematicidad o generalidad con la que se realizan los
actos; y, b) la tolerancia, participación o aquiescencia del poder público.

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El Código Penal prevé solo cinco delitos de lesa humanidad; el Estatuto de Roma califica en
su artículo 7 como delitos de lesa humanidad a toda una gama de acciones: asesinato, exterminio,
esclavitud, deportación o traslado forzoso de población, encarcelación, tortura, violación,
esclavitud sexual, prostitución forzada, embarazo forzado, esterilización forzada, persecución de
un grupo o colectividad con identidad propia (fundada en motivos políticos, raciales, nacionales,
étnicos, culturales, religiosos, de género), desaparición forzada de personas, apartheid y otros actos
inhumanos de carácter similar que causen intencionalmente grandes sufrimientos o atenten
gravemente contra la integridad física o la salud mental o física. es posible y necesario identificar
algún elemento en común de ciertos delitos que pueda ser utilizado como criterio sistematizador
de la categoría lesa humanidad. Tal es el bien jurídico. Solo una definición de lesa humanidad
orientada en función del bien jurídico permite apreciar que, en tales casos, no se lesiona
únicamente a la víctima individual en sus derechos básicos, sino a la humanidad en su conjunto.

En esta línea de razonamiento, la locución delitos contra la humanidad con la cual se califica
los tipos penales tipificados en los artículos 319 y siguientes del Código Penal ha de ser interpretada,
en principio, de conformidad con la acepción en cuya virtud se atiende a la sistematicidad o
generalidad del ataque y a la tolerancia, participación o aquiescencia del poder público. Pero ello
no significa que los delitos contra la humanidad de nuestro Código Penal no deban trascender la
lesión individual de la víctima y repercutir en la humanidad. Por el contrario, solo la utilización de
ambas acepciones permite confeccionar con mayor precisión el catálogo de delitos de lesa
humanidad y circunscribir en él aquellos ataques ejecutados de manera sistemática o generalizada,
con la tolerancia, participación o aquiescencia del poder público, y que encarnen la insubordinación
contra el estándar mínimo de derechos de la humanidad.

GENOCIDIO

El artículo 319 del Código Penal de 1991 tipifica el delito de genocidio y señala que «será
reprimido con pena privativa de libertad no menor de veinte años el que, con la intención de
destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, social o religioso, realiza cualquiera de
los actos siguientes: 1. Matanza de miembros del grupo; 2. Lesión grave a la integridad física o
mental de los miembros; 3. Sometimiento del grupo a condiciones de existencia que hayan de
acarrear su destrucción física de manera total o parcial; 4. Medidas destinadas a impedir los
nacimientos en el seno del grupo; 5. Transferencia forzada de niños a otros grupos.

El término genocidio fue utilizado y difundido con ocasión del juicio de Nüremberg, siendo
definido entonces por el polaco Lemkin como homicidio encaminado a la supresión de grupos
humanos. A partir de esta definición, la doctrina diferenció entre el genocidio físico y el biológico.

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El genocidio físico se realiza mediante la supresión de la vida o producción de lesiones a miembros


del grupo, y el biológico está orientado a impedir la reproducción del grupo mediante, por ejemplo,
castración, abortos forzosos, esterilización, uso obligado de anticonceptivos. El propio Lemkin
postuló, luego, una concepción más amplia de genocidio, que dio cabida a una modalidad de
genocidio político, perpetrado sobre grupos de esta índole, y al genocidio cultural, dirigido contra
la lengua, creencias y demás elementos que conforman la cultura de un grupo.7 Sin embargo, el
Convenio de 1948 no incluyó el genocidio político, y resulta difícil no aceptar, al menos con vocación
de generalidad, que el cultural no corrió la misma suerte.

El bien jurídico protegido en el delito de genocidio guarda relación con la convivencia


internacional, entendida como convivencia pacífica en los diversos grupos humanos. El titular
inmediato de este bien jurídico no lo será pues la comunidad internacional, sino el propio grupo. El
genocidio tiene capacidad para poner en peligro la paz y estabilidad de la comunidad internacional,
ya que, como delito de lesa humanidad, el ataque a un grupo con pretensiones de eliminarlo es
algo que la comunidad internacional, aun cuando no vea alterada su paz y estabilidad, reprueba.

DESAPARICIÓN FORZADA DE PERSONAS

La Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas (CIDFP) considera


en el segundo párrafo de su artículo 2 la desaparición forzada de personas como la privación de la
libertad a una o más personas, cualquiera que fuere su forma, cometida por agentes del Estado o
por personas o grupos de personas que actúen con la autorización, el apoyo o la aquiescencia del
Estado, seguida de la falta de información o de la negativa a reconocer dicha privación de libertad
o de informar sobre el paradero de la persona, con lo cual se impide el ejercicio de los recursos
legales y de las garantías procesales pertinentes. El artículo 7 del Estatuto de Roma define el delito
de desaparición forzada como la aprehensión, la detención o el secuestro de personas por un
Estado o una organización política, o con su autorización, apoyo o aquiescencia, seguido de la
negativa de informar sobre la privación de libertad o dar información sobre la suerte o el paradero
de esas personas con la intención de dejarlas fuera del amparo de la ley por un período prolongado.
La declaración de las Naciones Unidas sobre la protección de todas las personas contra las
desapariciones forzadas (DNUDF) precisa, en su artículo 1, que todo acto de desaparición forzada
constituye un ultraje a la dignidad humana. Es condenado como una negación de los objetivos de
la Carta de las Naciones Unidas y como una violación grave y manifiesta de los derechos humanos
y de las libertades fundamentales proclamados en la Declaración Universal de Derechos Humanos
y reafirmados y desarrollados en otros instrumentos internacionales. Señala, también, que todo
acto de desaparición forzada sustrae a la víctima de la protección de la ley y le causa graves

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sufrimientos, lo mismo que a su familia. Constituye una violación de las normas del derecho
internacional que garantizan a todo ser humano, entre otras cosas, el derecho al reconocimiento
de su personalidad jurídica, el derecho a la libertad y a la seguridad de su persona y el derecho a no
ser sometido a torturas ni a otras penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. Viola, además,
el derecho a la vida, o lo pone en grave peligro.

La conducta típica, según el artículo 320 del Código Penal, consiste en la privación de la
libertad a una persona, ordenando o ejecutando acciones que tengan por resultado su desaparición
debidamente comprobada. Esta descripción, en principio, no genera mayor confusión, pues se
entiende que la libertad personal se lesiona como consecuencia de las órdenes y acciones que
lleven a la desaparición del sujeto, l bien jurídico protegido en el delito de desaparición forzada está
vinculado con el derecho al debido proceso y al respeto a la personalidad jurídica del sujeto.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos, en sus primeras decisiones sobre


denuncias de desaparición forzada de personas, señaló que la desaparición forzada de personas
constituye una violación múltiple y continuada de numerosos derechos reconocidos en la
Convención y que los Estados Parte están obligados a respetar y garantizar, pues no solo produce
una privación arbitraria de la libertad sino que pone en peligro la integridad personal, la seguridad
y la propia vida del detenido. Además, le coloca en un estado de completa indefensión, acarreando
otros delitos conexos.

El delito de desaparición forzada del artículo 320 del Código Penal es un delito especial, y
su ejecución puede realizarse, únicamente, por un servidor o funcionario público. Esta
característica, sin embargo, ha sido objeto de crítica. Así, la Comisión de la Verdad y Reconciliación
consideró que este delito puede ser cometido no solo por agentes del Estado, sino también por
quienes actúen con su autorización, apoyo o tolerancia, así como por particulares o miembros de
organizaciones subversivas

Tortura

El delito de tortura es, para el derecho internacional humanitario, una modalidad de trato
cruel, inhumano o degradante. Como tal, consiste en causar intencionalmente dolor o sufrimientos
graves, ya sean físicos o mentales, a una persona que se tenga bajo custodia o control, sin que se
reputen como actos de tortura el dolor o sufrimiento derivados únicamente de sanciones lícitas o
que sean consecuencia normal o fortuita de ellas —artículo 7.2.e. del Estatuto de Roma—. Esta
definición de tortura —amplia y genérica, que no se circunscribe a agentes del Estado— permite
interpretar que no solo desde el Estado se puede torturar. En esta línea, la CVR ha entendido que,
con ocasión del conflicto armado que atravesó nuestro país, los actos de tortura provinieron de

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todos las partes involucradas. La diferencia radicaría en los fines perseguidos; mientras que la
tortura practicada desde el Estado tenía como objetivo obtener información, confesiones,
autoincriminaciones o incriminaciones a terceros, la ejercida por los delincuentes terroristas
buscaba castigar, intimidar o acceder a información.

La Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura la define como «todo


acto realizado intencionalmente por el cual se inflijan a una persona penas o sufrimientos físicos o
mentales, con fines de investigación criminal, como medio intimidatorio, como castigo personal,
como medida preventiva, como pena o con cualquier otro fin. Se entenderá también como tortura
la aplicación sobre una persona de métodos tendientes a anular la personalidad de la víctima o a
disminuir su capacidad física o mental, aunque no causen dolor físico o angustia psíquica. Estipula
también, la obligación de los Estados parte de adoptar medidas legislativas, administrativas,
judiciales o de otra índole eficaces para impedir los actos de tortura y, al igual que el Estatuto de
Roma, no reputan como tortura los dolores o sufrimientos mentales o físicos que sean
consecuencia únicamente de sanciones legítimas, o que sean inherentes o incidentales a estas. El
artículo 321 del Código Penal conceptúa el delito de tortura estipulando que «el funcionario o
servidor público o cualquier persona, con el consentimiento o aquiescencia de aquél, que inflija a
otros dolores o sufrimiento graves, sean físicos o mentales, o lo someta a condiciones o métodos
que anulen su personalidad o disminuyan su capacidad física o mental, aunque no causen dolor
físico o aflicción psíquica, con el fin de obtener de la víctima o de un tercero una confesión o
información, o de castigarla por cualquier hecho que haya cometido o se sospeche que ha
cometido, o de intimidarla o de coaccionarla, será reprimida con pena privativa de libertad no
menor de 5 ni mayor de 10 años. Si la tortura causa la muerte del agraviado o le produce lesión
grave y el agente pudo prever este resultado, la pena privativa de libertad será respectivamente no
menor de 8 ni mayor de 20 años, ni menor de 6 ni mayor de 12. Según lo dispuesto por el Código
Penal y, desde el punto de vista de la tipicidad positiva objetiva, el delito de tortura presenta dos
modalidades. La primera está referida a infligir dolores o sufrimientos graves, físicos o mentales, y
la segunda, a someter a otro a condiciones o métodos que anulen su personalidad o disminuyan su
capacidad física o mental, aunque no causen dolor físico o aflicción psíquica.

DISCRIMINACIÓN

El Código Penal en su Artículo 323°, señala “El que, por sí o mediante terceros, realiza actos
de distinción, exclusión, restricción o preferencia que anulan o menoscaban el reconocimiento,
goce o ejercicio de cualquier derecho de una persona o grupo de personas reconocido en la ley, la
Constitución o en los tratados de derechos humanos de los cuales el Perú es parte, basados

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en motivos raciales, religiosos, nacionalidad, edad, sexo, orientación sexual, identidad de género,
idioma, identidad étnica o cultural, opinión, nivel socio económico, condición migratoria,
discapacidad, condición de salud, factor genético, filiación, o cualquier otro motivo, será
reprimido con pena privativa de libertad no menor de dos ni mayor de tres años, o con prestación
de servicios a la comunidad de sesenta a ciento veinte jornadas.” Modificado por el Decreto
Legislativo n° 1323 del 6 de enero del 2017.

Cabe resaltar que esta modificación es realizada por el Poder Ejecutivo, por delegación de
facultades dirigidas a fortalecer la lucha contra el feminicidio, la violencia familiar y la violencia de
género. Asimismo, mediante dicha modificación, se define la conducta de discriminación en base a
3 elementos:

- Conducta: Actos de distinción, exclusión, restricción o preferencia


- Motivo del acto: Motivos raciales, religiosos, nacionalidad, edad, sexo, orientación
sexual, identidad de género, idioma, identidad étnica o cultural, opinión, nivel socio
económico, condición migratoria, discapacidad, condición de salud, factor genético,
filiación, o cualquier otro motivo.
- Objetivo o resultado: Anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio de
cualquier derecho de una persona o grupo de personas reconocido en la ley, la
Constitución o en los tratados de derechos humanos de los cuales el Perú es parte.

A su vez, como se observa, se incorporan motivos de discriminación adicionales a los


previamente contemplados en el tipo penal, como orientación sexual, identidad de género,
condición migratoria, entre otros. Como un punto negativo, se retira la conducta de incitación o
promoción pública de actos de discriminación.

Durante los últimos años, se han advertido una serie de dificultades que condicionan la
efectividad del delito de discriminación, los cuales van más allá del propio diseño del tipo penal. En
el 2009, la Defensoría del Pueblo elaboró el Informe N° 005-2009-DP/ADHPD, en el que analiza la
actuación del Estado frente a la discriminación. Como parte de sus hallazgos, determinó que existen
dos problemas que impiden que prosperen las denuncias penales. En primer lugar, los denunciantes
no tienen claridad sobre comportamientos que configuran el delito. Por ello, en algunos casos,
habrían denunciado por discriminación a funcionarios públicos por haberles impuesto una papeleta
o conducirlos a la comisaría.

Sin embargo, lo que resulta más grave es la actuación de los fiscales, quienes son los
principales responsables de determinar si el comportamiento denunciado se ajusta al tipo penal.
La Defensoría del Pueblo ha observado que, en repetidas ocasiones, la Fiscalía declara

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improcedentes las denuncias por presunta discriminación debido al desconocimiento de la


naturaleza delictiva de los actos discriminatorios. Como ejemplo, la Séptima Fiscalía Provincial
Penal de Santa archivó una denuncia señalando que “puede ser una actitud reprochable, pero de
ninguna manera tiene relevancia o categoría penal”. En otros casos, incluso, se ha observado la
falta de motivación de algunas resoluciones fiscales, lo cual resulta un incumplimiento del
artículo 139° inciso 5) de la Constitución Política del Perú.

Sin embargo, más allá del diseño normativo del tipo penal, existen graves falencias
interpretativas por parte de los funcionarios públicos que forman parte del sistema de justicia, lo
cual no solo genera una alta desconfianza por parte de la ciudadanía en que sus denuncias
prosperen; sino, sobre todo un amplio margen de impunidad para los agresores, que continuarán
cometiendo estos actos sin ninguna sanción de por medio. Corresponde, entonces, fortalecer las
capacidades interpretativas de los funcionarios a cargo del tratamiento de las denuncias penales
por discriminación, para que, en el futuro, se consolide en el Perú una cultura de denuncia y
tolerancia cero frente a toda conducta discriminatoria que ocurra en nuestro país.

MANIPULACIÓN GENÉTICA

La ley n° 27636, incorpora al Código Penal vigente el capítulo referido a los delitos contra la
humanidad, en la modalidad de manipulación genética, con la finalidad de clonar a los seres
humanos, no obstante ello es insuficiente, pues se deben considerar en el derecho penal otras
conductas que constituyen actos de manipulación genética, como la selección de genes,
características físicas o raciales de los seres vivos.

La manipulación genética reconoce que atenta contra la integridad del ser humano que
significa aceptar que se trata de un objetivo que puede ser utilizado como un simple medio.

Es por ello que se debe resaltar el detalle de las investigaciones sobre la manipulación
genética, en el hecho de abordar temas como la biotecnología, la ética, genoma humano, las técnica
de reproducción humana, la clonación humana, entre otros, entre otros, es conveniente estudiar
también otras áreas del derecho, como la Convención Internacional sobre delitos de manipulación
genética.

Desde el punto de vista jurídico, esta imposibilidad biológica y socio ontológica de la


clonación humana reproductiva no significa que el derecho otorgue autorización a los científicos
para practica y su realización, más de lo contrario el derecho establecerá parámetros o limitaciones
coherentes al avance científicos cuyo abuso perjudicaría al sujeto de derecho por excelencia del
ordenamiento jurídico, y existe dos inconvenientes principales:

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a. Reconocer a la vida que no empieza únicamente con la concepción (unión de ovulo y


espermatozoide) si no que existe técnicas de clonación por las que una misma célula
empieza a dividirse sin necesidad de que se fecundada y por ende atribuirle derechos y
deberes a un ser humano generado por un acto ilícito.
b. Establecer la filiación entre clonado y el clon, dado que no son padre e hijo, ni hermano,
ni tampoco el dador de célula es el propietario.

Por ende, es posible concluir que el derecho no puede consagrar de ninguna manera dentro
del ordenamiento jurídico la aceptación a la clonación humana reproductiva, ni ninguna actividad
que vulnere la dignidad, libertad ni otros derechos inherentes a la calidad de un ser humano.

3. LA IMPRESCRIPTIBILIDAD DE LOS CRÍMENES CONTRA LA HUMANIDAD

En general, la prescripción de la acción penal es la extinción de la potestad punitiva del


Estado y resulta de una autolimitación del ejercicio del ius puniendi, regulado en nuestro país por
el artículo 78 del Código Penal vigente. El profesor Juan Bustos Ramírez sostiene que la existencia
de la prescripción se encuentra íntimamente ligada a la necesidad de la pena. Después de un
determinado lapso se estima innecesaria la pena, no solo por razones de tipo preventivo-general o
especial, sino también en virtud del propio concepto de necesidad de la pena.

Una importante expresión del desarrollo del derecho internacional está contenida en la
Convención sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los Crímenes de Lesa
Humanidad. El tratado internacional en mención fue promovido con el convencimiento de que la
represión efectiva de tales crímenes es un elemento importante para prevenir su comisión, así
como consolidar la protección de los derechos humanos y las libertades fundamentales. De esta
manera, se pretendía superar definitivamente los obstáculos del derecho interno que impedían el
procesamiento y castigo de los responsables de los crímenes de guerra y lesa humanidad. De
acuerdo con la Convención, son imprescriptibles, cualquiera que sea la fecha en que se hayan
cometido, los crímenes de guerra y los crímenes de lesa humanidad cometidos en tiempo de guerra
y de paz.

La jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en concordancia con


el derecho internacional, ha asumido la tesis de imprescriptibilidad ante casos de graves violaciones
de los derechos humanos. Así, en el caso Chumbipuma Aguirre, conocido como Barrios Altos.

El Tribunal Constitucional también se ha pronunciado sobre la imprescriptibilidad de delitos


que violenten gravemente los derechos humanos.

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La jurisprudencia nacional no ha sido uniforme en esta materia. Sin embargo, la Sala Penal
Nacional, órgano jurisdiccional especializado en el juzgamiento de violaciones de los derechos
humanos, en decisiones recientes, ha asumido el criterio de la imprescriptibilidad de los delitos
contra la humanidad y ha sentado un importante precedente. Un ejemplo lo constituye el
denominado caso Accomarca —expediente 36-05-F—, donde uno de los inculpados dedujo una
excepción de prescripción, que el 9 de agosto de 2005 fue declarada fundada por el juez penal a
cargo de la investigación, el que afirmó que los hechos imputados al procesado no estaban
considerados por el Código Penal de 1924 —vigente en la época de los hechos— como delito de
lesa humanidad, y, que la Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio, carecía
de eficacia jurídica por cuanto no había sido implementada por el derecho interno, ni tenía prevista
una sanción a pena privativa de libertad. La resolución fue apelada por el representante del
Ministerio Público y por la parte civil.

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CONCLUSIONES

De acuerdo a lo vertido en el presente ensayo se llega a las siguientes conclusiones;

- El derecho penal internacional comprende el conjunto de normas de derecho


internacional público convencional o consuetudinario que demandan al Estado punitiva
para determinadas prácticas violatorias de derechos humanos destinadas a proteger
bienes jurídicos que interesan al orden internacional. Esta definición comprende tanto
las normas que definen los crímenes internacionales como aquellas que prohíben las
graves violaciones de los derechos humanos. Se trata de principios o reglas que
prohíben la amnistía, la prescripción, la cosa juzgada u otros mecanismos como causas
de extinción de la acción penal
- Es factible diferenciar dos acepciones del concepto delito de lesa humanidad. La
primera se construye sobre los elementos sistematicidad o generalidad del ataque y
tolerancia, participación o aquiescencia del poder público, y hace referencia a la forma
como realizan el comportamiento típico el o los autores y, a diferencia de la segunda,
que se sustenta en el bien jurídico y carece de capacidad sistematizadora. En esta línea
de razonamiento, la locución delitos contra la humanidad con la cual se califica los tipos
penales tipificados en los artículos 319° y siguientes del Código Penal ha de ser
interpretada, en principio, de conformidad con la acepción en cuya virtud se atiende a
la sistematicidad o generalidad del ataque y a la tolerancia, participación o aquiescencia
del poder público. Pero ello no significa que los delitos contra la humanidad de nuestro
Código Penal no deban trascender la lesión individual de la víctima y repercutir en la
humanidad
- Finalmente, es importante precisar que si bien el derecho internacional habilita el
principio de imprescriptibilidad, no se trata de una facultad irrestricta que pueda ser
aplicable a un gran número de delitos. Todo lo contrario, se trata de una habilitación
cerrada, limitada a los delitos contra la humanidad, cometidos en tiempo de paz o de
guerra.

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BIBLIOGRAFIA

 Los caminos de la justicia penal y los derechos humanos, Instituto de democracia y


Derecho Humanos de la Pontificia Universidad Católica del Perú, primera Edición 2007;
Francisco Macedo Coordinador.
 El delito de discriminación en el Perú: Avances y retrocesos en sus veinte años de
vigencia como tipo penal, Ana Paula Mendoza Rázuri
 Revista oficial del Poder Judicial 02/2008, Edhin Campos Barranzuela

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