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1/
EL MAESTRO DE ESGRIMA
ORIGINAL DE
MADRID. : ia(i
ESCENA PRIMERA.
LUISA , asomada al balcón , figurando habla con alguno.
ESCENA II.
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4
Federico. Si lo deseo porque te amo con todo mi co-
,
,
lo que deseo.
Luisa. Ah! Jamás lo conseguirás. Pero, por Dios, retí^
rate, pudiera venir...
Federico. Que venga, ya no me importa.
5
/.í/i^'rt. Como que no le uiiporta?
verle, quiero Ha-
Federico. Autes bien lo deseo; quiero
blarle, quiero decirle, su hija de
usted me ama, y
vo se la pido por esposa... , ,.
Luisa. \ si no te la diese, qué sucedería?
/'ecifrico. Ah! moriría de dolor
1
» ,
Luisa. Adiós.
ESCENA 111.
LUISA.
mi padre
Pobre Federico cuánto me ama no aunque
! ! ,
hecho su mas
nada galante para conmigo tendremos ,
perfecto retrato.
ESCENA IV.
traspiés y me
Leopoldo. Cáspita! qué va á que doy un
desbarato el hautismo? .
borradlo!
Luisa. Cielo santo! es mi primo! y viene
estoy borra-
Leopoldo. Borracho? quién ha dicho que
no digo
cho? ah! eres tú, bella primita? entonces
nadasi fuera otro, voto a cien legiones de demomos
;
siento asi
que va estaba fuera de combate. Pero calla,
eh? me entiendes? unos como... vapores co-
unos:.,
da.) Ll maldito
mo... aguarda, dame una silla. [Se la
Figúrate
Champagne se me ha siihido á la cabeza.
fonda de Perona donde nos hemos
que vengo de la ,
pues
reunido unos cuantos amigos á comer, beber y
..
.
brazos.
Luisa. Leopoldo, tú estás loco.
Leopoldo. Loco? ya verás, como te pille... [Corre de-
trás de Luisa.)
ESCENA Y.
7
comprendo es que debes acostarte , porque no estás
para fiestas.
Leopoldo. Justamente estaba diciendo eso á mi prima, y
eila no me queria creer. Pero yo quisiera antes dé
marcharme que arreglásemos con toda formalidad los
contratos matrimoniales porque yo sospecho que tai
;
Giménez de Cisneros.
Leopoldo. Cisneros... ah! ya me acuerdo. Y qué tiene
de estraño que yo me achispe de cuando en cuando,
si es público y notorio que nuestro célebre antepasa-
do reventó.
Santiago y Luisa. Reventó!
Leopoldo. Sí, señor tio; sí, señora primita; nuestro ilus-
tre pariente reventó comiendo truchas.
Santiago. Esto es insufrible!
Luisa. Comiendo truchas
Leopoldo. La historia así nos lo cuenta. Y qué tiene es-
to de particular? me parece que si uno come mu-
cho...
Luisa. Dígame usted, papá, y en el árbol genealógico
consta que...
Santiago. Cómo quieres que conste que en tan nobilí-
sima antiquísima y esclarecidísima familia ha habido
,
un reventado?
Luisa. Un glotón como si dijéramos.
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Zeoj)o/í/o.Un segundo Eleogábaío.
Santiago. Basta, señor sobrino; no sé cómo he tenido
, paciencia para escuchar tanto disparate. Yo te ase-
): guro que si no estuvieras borracho...
Leopoldo. Yo hoTTdichol
Santiago, Si señor; y esto, aunque no lo cuenta la his-
toria lo digo yo
, y es muy suficiente. (Se oye mido
,
armar un escándalo.
Luisa. Primo mió yo ,
te lo pido te lo suplico.
,
9
rmpujon á Leopoldo. Al mismo tiempo se oye mido
como si algvno rodara por la escalera.^
ESCENA Yí.
ESCENA VIL
DON SANTIAGO.
ESCENA VIII.
Rodrigo. Caballero...
Santiago. Señor mió...
Rodrigo. Sentiría en estremo incomodar á usted...
Santiago. Quiere usted callar! no me incomodo por tan
poca cosa; usted es muy dueño...
Rodrigo. Gracias: supongo que habrá usted recibido
una carta en la que le indicaba...
Santiago. Ah es usted don Rodrigo Hurtado?
!
Rodrigo. Servidor.
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Santiago. Puede usted lomar asiento.
Rodrigo. Sí señor, sentémonos, porque estoy suma-
mente fatigado. Se sientan y están un rato sin ha-
(
blar.)
Santiago. Con que deciamos que...
Rodrigo. No señor, todavía no decíamos nada; pero su-
puesto que voy descansando, enteraré á usted del
asunto que me trae á su presencia.
Santiago. Veamos.
Rodrigo. Ante todas cosas diré á usted que soy estre-
meño y tengo treinta y tres años de edad.
,
12
Santiuíjü. De plmna. • ' i i
'
-
(3
Sdntiayu. Si era una idea...
Rodrigo. Pues qué habia de ser Por tia me resolví ! ,
^
der á matar un hombre con todas las reglas del arte?
Santiago. Qué está usted diciendo! [Indignado.] Acaso
el noble juego de la esgrima se hizo para los mata-
chines ? No señor el que desea utilizarse en hacer
;
15
haga usted el ííwor de batirse por mí con mi odioso
rival.
Santiago. Cómo! yo! Don Santiago Giménez de Cisne-
ros, descendiente del gran cardenal... Caballero, ha-
ga usted esa proposición á alguno de mis discípulos,
que no tardarán en venir, y estoy seguro, segurísimo
(que te molerán las costillas á palos.)
Rodrigo. Conque cree usted...
Santiago. Sí, creo que accederá alas proposiciones...
Rodrigo Pues entonces me retiro y á la hora de aca-
.
,
ESCENA IX.
Federico. Caballero...
Santiago. Otro! vamos, hoy es dia de visitas.
Federico. Si tuviera usted la bondad de escucharme un
corto momento.
Santiago. Aguarde usted; voy á traer sillas, y así es-
taremos mas descansados. [Mientras don Santiago
lleva dos sillas y se sientan, Luisa sale ele su cuarto
con cautela.)
Luisa. Dios mió! y está sentado con mi padre! si irá á
pedirle mi mano? [Se esconde detrás de las cortinas
de la puerta.)
Federico. Caballero tengo que tratar de un asunto bas-
,
tante formal.
Luisa. (Y tan formal como es.)
Federico, Asunto de... nos escuchará alguien?
Santiago. No semwwMe.
. .
10
Federico. Pues bien, es asunto de vida o muerte para
mi.
Luisa. (Pobrecillo, cuánto me ama!)
Santiago. Hola!
Federico. Pero oirán?...
Santiago, No señor nadie nos oye.
,
))no.))Es original!
Federico. Le estraña á usted, no es verdad? Pues mas
le estrafiará cuando sepa que no conozco á la tal per-
sona, ni aun su nombre sé, porque !a carta está sin
firma.
Santiago. Y piensa usted?...
Federico. Batirme! Sí señor. Pero batirme á muerlew, .•
'
/>4enco. Gracias, Luisa.
Santiago. Calla! y sabe su nombre!
Luisa. Federico/ que no se efectúe ese desafio; lo
suplico. ,
,. ,:
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Santiago. Chist, sílenciol (Cogiendo á Luisa por im bra-
zo, y la presenta á Federico,) Caballero, usted cono-
ce á esta señorita?
Federico. Ah!... Sí señor.
Santiago. Bien, muy bien! [Coge á Federico.) Señorita,
usted conoce á este caballero?
ZmsÉf. Si, padre mió!
Santiago. Ira de Dios ! luego usted ha tratado de enga-
ñarme?
Federico. Caballero! yo nunca miento, ni he sabido men-
tir jamás. Es cierto que conozco á esa señora, y que
ellaconoce es mas que la amo pero también es
me ;
, ;
ciso fuera...
Leopoldo. Ah! [Deja de tirar estocadas viendo á don
Rodrigo.)
•
'
'
>
á una pared.
Leopoldo. Y le juro á usted que con la misma serenidad
las daria en el cuerpo de un cristiano.
Rodrigo. (Magnífico! este me conviene.)
Leopoldo. Todo es hasta que uno se acostumbra, que
después...
Rodrigo. Sí, ya comprendo, después... Oh! y que us-
ted según "^parece es maestro en el arte\ Cuántos
, ,
ted á vengar...
Leopoldo. Oh, amigo mió! usted es hombre que vale
mucho dinero. Lo menos vale la vida de usted cien
mil reales en monedas de veintiuno y cuartillo.
Rodrigo. (Sopla! cien mil reales pide por batirse!) Cá,
no señor ; me hace usted demasiado favor. Ya ve us-
ted, un hombre como yo, así, bajo, delgado, feo, lo
mas que vale son...
Leopoldo Feo, bajo... esas son prendas por lo regular de
todo hombre dé talento.
Rodrigo. En fin, señor mió seis mil reales doy á usted
,
trarle.
Rodrigo. Nuestro contrario ?
Leopoldo. Si con franqueza.
,
insulta.
.
20
Leopoldo. Y dice usted que no lecouoce? ,1.*. ¡i
ESCENA ÚLTIMA.
21
Rodrigo. [Demüéndose de Leopoldo.) Ya pareció aqiie^
lio. He aquí, señor maestro de esgrima, el raptor de
mi mujer, el bárbaro que almsando de mi debilidad,
ha querido estrangularme.
Federico. Cómo! el señor ha sido el que ha robado
su esposa de usted?
Rodrigo. Justamente, el mismo.
Leopoldo. Aquí mi rival
Federico. [A Leopoldo.) Caballero, hace poco que en la
calle del Carmen ha tirado usted mi sombrero al sue-
lo, y me ha desafiado por medio de ese billete.
ZwÍM.' Mi primo!
Rodriao. Este hombre es una calamidad!
Leopoldo. Sí señor, yo he sido, y cuando guste...
Santiago. Señor sobVino, mi hijo no se bate con nin-
gún camorrista y seductor por contera. [Cogiendo
,
ñuelo es el mió.
Rodrigo. De usted! de él Ven ustedes él mismo con-
! ,
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Leopoldo. Usted qué dice ? Este pañuelo en su casa^
Rodrigo. Sí señor, en mi casa, calle de Atocha, núme-
ro 10.
Leopoldo. Esa es la mia.
Rodrigo. Cuarto segundo, número 3.
Leopoldo. Y dice usted que fué...
Rodrigo. Anoche.
Leopoldo. Ah! entonces ya está comprendido todo. Fi-
gúrense ustedes que anoche cuando salí del café, es-
taba poco mas ó menos que esta mañana.
Santiago. Es decir, beodo.
Leopoldo. Fui á mi casa, y en vez de meterme en el
cuarto segundo número 1 .° de la derecha lo hice en ,
Liiisa. En dónde?
Rodrigo. En dónde? por ahí... en... en... qué se yo en
dónde?
Santiago. No le dio á usted una carta la portera ayer
'.-•.
al salir de su casa?
Rodrigo. Sí señor; es verdad, hombre, pues mire us^
ted que ya no me acordaba. (Saca una carta y se la
dá á don Santiago.) Tome usted; hágame el gusto
de leerla, porque yo temo...
Santiago. (Zeí/eíiíÍQ.) aRodriguito mío: acaba de llegar
mi primo en este momento y teniendo miedo que-
,
:>3
Rodrigo. Con quién!
Santiago. Con... diablo de letra! Ah con Manolita.!
boda.
Santiago. Aceptamos,
Luisa. Pero primero imagino
,
FIN DE LA COMEDIA.