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DÍA 39
Hoy haremos oración y sacrificios por las almas purgantes que cometieron
violación y abuso sexual.
REFLEXIÓN
DEL PADRE DOLINDO RUOTOLO 11
LA CARIDAD DE LAS ALMAS PURGANTES HACIA NOSOTROS
El día del que habla Jesús, es la vida terrena, la noche es la muerte del
cuerpo. Mientras se viva aquí abajo, se puede hacer méritos por la otra
vida, pero, con la muerte ya no se puede; sólo se cosecha lo que se ha
sembrado.
El tiempo de la prueba termina cuando cese la vida terrenal y se acaba el
tiempo útil para adquirir méritos. El hacer méritos es propio de la vida
terrenal, y nace del esfuerzo, del sacrificio hecho con amor.
Por esto, el sufrir en esta tierra es un don de Dios, como es un regalo para
el obrero cansarse en un trabajo fatigoso que después se recompensa con
creces. Es lógico pues, que el alma del Purgatorio, con sus castigos, pague
las deudas contraídas (y quién paga no gana). Paga, y tiene sólo la pena de
rembolsar la deuda contraída, sin adquirir méritos.
Antes que nada, el alma purgante recoge todos los recuerdos porque
conserva la facultad de la memoria. El alma, en efecto, mantiene en ella
misma la huella de su vida terrenal, sin peligro de amnesia, o de olvidos,
porque cada día de su vida terrenal está escrito en la página de la
conciencia con carácter indeleble: cada palabra, cada pensamiento, cada
deseo, cada acción, viven en la memoria.
Las almas del purgatorio rezan por los seres queridos de la tierra.
El arrepentimiento que el alma tiene por sus culpas la empuja a rezar por
sus seres queridos de la tierra.
Ella mantiene con los suyos relaciones de conocimiento. Los que nos han
dejado y que lloramos no nos han abandonado, siendo ahora inmateriales
no están sometidos a lugares o distancias, , nos son cercanos, son
clarividentes, nos reconocen y nos acompañan con un amor siempre más
puro y nos circundan con solícita atención.
Por este vínculo de amor ellas pueden con la luz que Dios les da,
advertirnos y protegernos de futuros peligros y ayudarnos en los actuales.
✝En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.