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Majaira.

⚔ El último de los gentiles

Isaac ⚔ Espinosa
Capítulo 1

 
LA HERIDA 
Capítulo 1

Había llegado el día tan esperado para los hermanos Aod y Caleb, un par
de jóvenes de ojos y cabello café. El menor de los dos cumplía la mayoría
de edad y ahora podían saldar una promesa que se hicieron desde niños:
Ir juntos a la clínica del gobierno y ponerse la inyección potenciadora que
les cambiaría la vida para siempre. Ellos la necesitaban para ser tan
fuertes como las otras dos razas que habitaban en su mundo o, por lo
menos, hacerles la competencia en esa cualidad y no quedarse con la
débil naturaleza humana, necesitaban esto porque esos jóvenes tenían
una misión que se habían propuesto cumplir. Desde muy temprana edad,
los dos hermanos se hicieron el juramento de que algún día encontrarían
a sus padres y que no descansarían hasta lograrlo. No sabían dónde
buscar ni a lo que se iban enfrentar, pero estaban seguros de que
necesitarían cambiar sus debilidades humanas. Por esta razón el
inyectarse era el primer paso para conseguir el objetivo de reunirse con
ellos.

Fueron muy emocionados hasta la clínica donde ponían la sustancia. Ya


estando en ella se formaron en la gran fila que avanzaba lentamente. En
esta ocasión el gobierno estaba promocionando la inyección "329W5", la
más potente que jamás se haya aplicado. Eso decían cada temporada de
inyecciones porque cada vez mejoraban la fórmula.
Los humanos que se habían aplicado la inyección con una fórmula menos
desarrollada, se les suministraba el suplemento para magnificar los
resultados anteriores.

Caleb y Aod recorrieron lentamente la fila hasta quedar a una persona de


llegar. Cuando le estaban sacando la aguja al joven que estaba en turno y
Aod se disponía a ocupar su lugar, de la nada, en medio de la sala, se
aparecieron un par de hombres o tal vez tres. Aod no podría asegurar
cuántos eran exactamente por lo rápido que se suscitaron los
acontecimientos, pero sí podía asegurar que eran de raza humana.

Los hombres que irrumpieron en la clínica llevaban con sigo unas grandes
y brillantes espadas, muy hermosas y extrañas a la vez. Aod quedó
impactado al ver aquellas armas y sus ojos no podían apartar la mirada de
ellas. Eran espadas de doble filo y por lo que alcanzó a apreciar, la espada
era de una sola pieza. La empuñadura era la continuación de la hoja
pasando por la guarnición y por cierto, el grosor de la hoja de metal era
muy amplio.

A pesar de lo impactante de las espadas, Aod no concebía cómo habiendo


tanta tecnología aplicada a las armas, alguien pudiera escoger una
obsoleta y arcaica espada para asaltar una clínica del gobierno. Los
caballeros misteriosos vestían con unos trajes espectaculares, muy
sofisticados, hermosas armaduras en tonos mate de colores claro. Aod no
pudo apreciar con detalle debido a que se movían con mucha velocidad,
solo alcanzaba a percibir la estela que dejaban detrás de sus
movimientos.

Al ver aquello, recordó las añejas leyendas sobre misteriosos hombres


espadachines, valientes guerreros de la antigüedad que aparecían y
desaparecían. No podía creer que los estaba viendo con sus propios ojos.
Siempre se hizo a la idea de que no eran más que historias de los viejos
para dormir a los niños, tal y como les decían en el orfanato. Sin
embargo, ahí estaban.

Mientras pensaba en esto sintió una mano que le agarró el brazo con una
fuerza sobrehumana y que lo jalaba; era la enfermera que tenía piel y
cara de insecto, que notablemente estaba desesperada por aplicar aquella
inyección en la mano derecha del joven. El metal de la aguja atravesó la
piel, pero justo en ese momento, la espada de uno de esos hombres
misteriosos, le entró primero, directamente en el pecho, atravesándolo.

La enfermera empujó con fuerza el émbolo de la jeringa, pero el


potencializador ya no podía salir de la aguja. Aod se quedó paralizado. El
tiempo se detuvo, en su mente todo se hizo silencio y en un instante
fugaz toda su vida pasó delante de sus ojos.

Los dos hermanos, Aod y Caleb, siempre habían sido muy buenos en las
artes de combate, siempre las practicaron juntos, pero a pesar de eso, no
eran competencia frente alguien de alguna otra raza, si a caso, esos
entrenamientos servían para escapar o salvar el pellejo, pero no más, por
eso buscaban potencializarse, sabían que era necesario para
reencontrarse con sus padres, de los que fueron arrebatados cuando eran
niños.

Una noche se metieron a su casa una banda de reptilianos y se llevaron


secuestrados a sus papás. Aod y Caleb eran muy pequeños cuando eso
sucedió. Apenas y lo recordaban. Después de eso, fueron llevados a un
orfanato donde crecieron. Un orfanato del gobierno que más parecía un
reclusorio para pequeños. El gobierno de El Semejante pensaba que los
niños eran un peligro para la sociedad y a todos los infantes huérfanos los
llevaban ahí. En ese lugar se encargaban de adoctrinarlos hasta que
llegaran a la juventud y después, simplemente los despedían.

El gobierno global de El Semejante, bajo el cual estaba el mundo, no


impartía justicia, únicamente proveía armas, herramientas e inyecciones
para que los individuos se hicieran justicia por cuenta propia. Era un lugar
en donde sólo el más fuerte sobrevivía.

Por esta razón eran tan exitosas las inyecciones potenciadoras para los
humanos. Las sustancias que contenían, podían modificar los cuerpos de
los humanos, dándoles más fuerza, agudizando los sentidos,
incrementando los músculos y dotándolos de súper velocidad y muchas
otras ventajas que los ayudaban a competir contra las otras dos razas. La
raza angelical (a la que pertenecían los demonios) era la más poderosa de
las tres razas, no se involucraba en ningún puesto del gobierno. Eran altos
y orgullosos. Casi nunca se les veía porque no les gustaba la convivencia.
Los de alto rango llegaban a tener poderes metafísicos y la capacidad de
transitar entre dimensiones. Por su parte, la raza bestial tenía rasgos
humanoides combinados con cuerpos de bestias, entre ellos había
minotauros, centauros, sátiros, troles, hadas, duendes, quimeras y seres
de este tipo. La mayoría de ellos eran más fuertes y poderosos que los
humanos, pero no tanto como los ángeles.

Finalmente, estaba la raza humana y ésta no tenía nada de especial,


subsistían en aquel mundo tan hostil porque era la única raza que podía
tener hijos. Los humanos eran inútiles en el combate porque no volaban,
no tenían gran fuerza, no tenían súper velocidad, no tenían nada. Por eso
Aod quería inyectarse el potenciador, pero ahora, en vez de eso, tenía una
espada atravesándole el pecho. El joven bajó la mirada para comprobar
que en efecto, el metal estaba ahí.

El misterioso guerrero sacó la espada del pecho de Aod y giró para asestar
un sablazo sobre la enfermera, quebrándole así la cabeza y salpicando
todo de jalea verde. Inmediatamente intentó dar una estocada a Caleb
con la finalidad de atravesarlo también, pero no fue efectivo gracias a la
reacción evasiva del muchacho, así que solamente lo hirió.

Aod se desvaneció pero, antes de perder la conciencia, alcanzó a ver cómo


los misteriosos espadachines se enrolaban en una batalla con los
minotauros que custodiaban la clínica. Después de eso, todo era negro.
 

 
Capítulo 2

LA HISTORIA DE TODAS LAS COSAS


Capítulo 2

Cuando Aod volvió en sí, se encontraba en su diminuto departamento


individual, un pequeño espacio de unos metros cuadrados. El lugar tenía
una cama que salía de la pared, también una especie de desayunador
integrado al muro y a donde llegaba la comida del joven porque en esos
cubículos no se les permitía cocinar. Lo que la gente debía hacer era elegir
un servicio de comida que se coordinaba con el inmueble para que los
alimentos de los inquilinos aparecieran detrás de una pequeña puertita del
desayunador y cada quien los pudiera tomar. Ese servicio era cobrado
obligatoriamente del sueldo del muchacho por el sistema. Además de la
cama y el desayunador, estaba el baño, un pequeño cuarto cilíndrico en
donde solo entraba una persona. Ahí estaba la regadera, el lavamanos y
en el suelo, "el water", un desagüe que se sellaba o se abría al presionar
un botón.

Aod estaba tendido en la cama, por un instante pensó que todo había sido
un mal sueño, pero al mirar hacia su pecho y ver la gran herida se esfumó
esa idea. No entendía cómo era posible que siguiera con vida después de
que una espada le atravesara. La marca ahí estaba, cruzando su pecho de
arriba abajo, estaba sanando. Ya no estaba abierta sino que estaba
cicatrizando. No sabía cuánto tiempo había estado inconsciente,
seguramente mucho porque le dolían las articulaciones de tanto que no
las movía. Comprobó en un reloj-calendario digital que, además de que
era de noche, que había estado dormido siete días.
Se incorporó hasta quedar sentado sobre la cama, se sentía mucho más
ligero, como si le hubieran quitado un gran peso de encima. A pesar de lo
grande que era la herida, no le dolía ni le incomodaba. La podía presionar
con sus dedos y no le causaba ninguna molestia.

Pero tenía una extraña sensación. Todo le parecía diferente. Ahora veía
con un gran contraste el mundo a su alrededor. Los colores eran más
vivos, pero también muchos objetos ahora eran mucho más obscuros de
lo que recordaba.

Después de unos minutos de permanecer sentado, repasando lo sucedido,


se dio cuenta que la piel de sus brazos y manos irradiaba una tenue luz
amarilla. Se paró para ir a tomar una ducha y al mirarse en el espejo, que
estaba adentro de la pequeña regadera cilíndrica, comprobó que su rostro
tenía el mismo resplandor y pensó que con el agua se le quitaría. Estaba
sorprendido porque debiendo ser una persona convaleciente por la grave
herida, se sentía con un vigor y energía como nunca antes en su vida.

Abrió la regadera y se metió en ella. Mientras se bañaba comenzó a


escuchar una vocecita. Cerró la regadera para descubrir de dónde venía
ese susurro, pero en cuanto el agua dejaba de correr, la voz se apagaba
de igual manera. Esto sucedió varias veces. Escuchaba la voz, cerraba la
regadera, se iba la voz. Y así, hasta que la voz dejó de oírse de cualquier
manera.

Después de la ducha, al verse de nuevo en el espejo ya no vio su piel


brillar. Se le ocurrió apagar el foco del baño para asegurarse. En la
obscuridad seguía ese leve brillo. La herida seguía sin causarle la menor
molestia.

Aod decidió ir al departamento de su hermano que estaba a lado, pero


nadie abrió. Regresó a su propio apartamento para llamarlo por
"telolograma", pero el holograma de respuesta decía que la conexión no
se podía realizar.

El telolograma era una tecnología que permitía presentar un holograma de


la persona que llamaba frente al destinatario. El satélite escaneaba a
quienes se querían comunicar y en frente les proyectaba a cada uno un
holograma de la otra persona que estaba a distancia. Era una
representación en tiempo y tamaño real de alguien que estaba lejos, todo
vía satélite y que se proyectaba en un pequeño hueco dentro del
departamento.

Esperó despierto hasta que amaneciera para hacer telelogramas a los


lugares que solían frecuentar. Al centro de entrenamiento al que asistían,
a los merenderos a los que iban o al taller de aeronaves en el que
trabajaban, pero el mensaje-holograma de respuesta siempre era el
mismo: "No se puede establecer conexión".

- Algo no anda bien - se decía.

Preguntó a las persona del edificio si alguien había visto a Caleb, pero le
decían que no. Decidió ir personalmente a los lugares en busca de su
hermano o de algunas respuestas, pero sólo surgieron más dudas. Aod
podía notar que todos en la calle, sin importar la raza, se le quedaban
viendo con notable enojo, parecía que se contenían para no atacarlo.

Llegó al taller donde trabajaban él y su hermano. De nuevo algo extraño.


Los scanners para entrar no reconocían la huella digital que presentaba
Aod. Sin entender que pasaba decidió retirarse, mientras lo hacía escuchó
la voz de su jefe que le gritaba desde una ventana con su enojo
característico:
¡Hey tú!, granuja. ¿Quién se creen tú y tu hermano? Mira que faltar todo
este tiempo y sin avisar. Olvídense de su empleo, ya se lo dí a otras
personas.

El jefe de Aod era un hombre con cara de pocos amigos, portaba una
mueca que le hacía tener un ojo entre cerrado. Era un hombre ancho y
pequeño con una voz muy gutural. Sobra mencionar el pésimo genio con
el que vivía y hacía vivir a sus empleados, además de que era un cacique,
abusivo y tramposo que siempre veía la manera de beneficiarse de sus
trabajadores sin pagarles lo que era justo.

-Pero Labán - respondió el joven - No tengo ni idea de lo que ha pasado,


estoy buscando a mi hermano pero no puedo encontrar a nadie que me dé
alguna información.

-Pues no te preocupes que yo informaré de esto al sistema y me


encargaré de que nunca vuelvan a encontrar trabajo - respondió Labán
con ironía y rabia.

-¡Hey! Labán ¡Vamos! Te digo la verdad, no sé qué pasó.

El señor entró al interior del taller y volvió a salir por el hueco de la


ventana con un arma y comenzó a dispararle a su ex empleado.

Aod se echó a correr sin entender el enojo tan exagerado del que fuera su
jefe. Era cierto que Labán era malhumorado, pero salir con un arma a
dispararle ya era demasiado. Algo muy similar pasó en todos los lugares a
los que iba. El sistema no lo reconocía. Tampoco podía comprar nada, ni
acceder a ningún servicio del gobierno y donde quiera que lo intentaba lo
corrían violentamente. La confusión crecía en Aod, pero no era lo único
que aumentaba. La hostilidad de los demás hacia él era cada vez mayor,
llegó a pensar que la molestia de los demás se debía al brillo que irradiaba
su piel. Sin embargo, no lo veía muy probable porque de día era casi
imperceptible. Durante esos días de incertidumbre en los que buscaba en
las calles algún indicio de su hermano, pudo percatarse de algo muy
importante. Todos los hombres o (por lo menos la mayoría) iban
acompañados de algún tipo de demonio, mismos que ejercían una fuerte
influencia sobre ellos, les daban órdenes de lo que debían hacer o decir y
siempre los humanos obedecían, como títeres.

Aod se preguntó si esto había sido así antes, porque no recordaba una
sujeción tan marcada de los humanos a los demonios. De hecho, los
demonios se caracterizaban por ser muy huraños, debido a su gran
orgullo, evitaban relacionarse con las demás razas y en especial con los
humanos. En realidad se les veía poco. Creían que los hombres eran
despreciables. El mundo que Aod recordaba antes del incidente de la
clínica, era un mundo en donde los humanos eran independientes y
convivían con las demás razas, donde él no era odiado por los bestiales ni
desdeñado por muchos humanos, como ahora estaba experimentando y
tampoco existía esa extraña conducta entre humanos y demonios.

Finalmente sucedió lo inevitable. Una tarde en la que Aod caminaba por la


calle entre la mirada feroz de los transeúntes, un rino-troll no pudo
aguantar más, y con una ferocidad inesperada se abalanzó sobre Aod con
su enorme cuerno. El joven pudo reaccionar y logró esquivarlo, pero la
furia de la bestia se agravó y le comenzó a perseguir con la clara intención
de destrozarlo.

El rino-troll tenía pelo como de bisonte en la parte superior de su cuerpo,


incluyendo su rostro, de donde le salía un gran cuerno parecido al de un
rinoceronte, tenía una gran boca llena de dientes afilados semejante a una
piraña, sus manos eran como rocas filosas y andaba sobre sus dos
piernas. Aod corrió y esquivó tanto como pudo los intentos de la bestia
para agarrarlo, hasta que, tomando una mala decisión se metió en un
callejón sin salida. Avanzó hasta la pared del final, se dio media vuelta y
sin más esperanza cubrió con los antebrazos su rostro simplemente para
esperar que el monstruo lo embistiera con su cuerno y lo dejara
incrustado en el muro del callejón.

La bestia era muy fuerte y tan grande que abarcaba lo ancho del callejón.
Aod no tenía ninguna posibilidad, pero nuevamente sucedió algo
inesperado. Antes de que la bestia le propinara la estocada, un gran
guerrero apareció para interponerse.

Era muy alto, y tenía una armadura blanca impresionante, con adornos
dorados, que lo hacían parecer de la realeza. No pisaba el suelo, sino que
estaba suspendido por encima de él. Llevaba con sigo una gran espada de
fuego y de la espalda le nacían unas poderosas alas intimidantes, tenía
grandes aros plateados que giraban a gran velocidad y lo envolvían. El
monstruo se echó a correr para empalar a Aod, pero se estampó contra
uno de esos aros giratorios que envolvían al ángel. La bestia voló
rechazado por los aíres como si hubiera recibido una gran descarga
eléctrica. De hecho, salieron rayos cuando el rino-troll chocó contra los
metales giratorios.

El ángel se quedó firme, mirando severamente al monstruo que se ponía


de pie. La bestia entendió claramente que no podría pasar por encima de
aquel oportuno protector y no hizo más que lanzar un gran rugido de
impotencia que resonó en todos los huecos de aquel desolado callejón,
después, se dio media vuelta y se marchó. 

Enseguida sucedió algo inexplicable para Aod. Dos de esos aros de plata
que envolvían al ángel giraron muy rápido, uno de ellos de arriba a abajo
y otro de abajo hacia arriba, parecido a unos párpados cerrándose y en un
instante, ya era de noche. El ángel ya no estaba y Aod se encontraba solo,
parado en medio del callejón.

Aod llegó a la conclusión de que en vez de encontrar respuestas en la


calle, encontraría su muerte, así que se fue a casa.

El temor con el que batallaba desde que era niño se apoderó de su


corazón, un profundo miedo se coló por sus huesos. Estaba desconcertado
y se sentía perdido, nuevamente abandonado y solo. Su hermano era lo
único que tenía en el mundo, él había sido siempre el soporte que lo
mantenía de pie ante las dificultades de la vida y ahora ya no estaba. No
sabía dónde más buscarlo.

También su mundo le era completamente extraño, nada parecía tener


sentido, todos lo odiaban y le deseaban la muerte. Se sentía amenazado e
indefenso. La pérdida de su hermano, los cambios en su alrededor y el
odio que le tenían los demás, sumieron a Aod en un profundo miedo.
Antes de entrar al gigantesco edificio donde estaba su departamento, ya
de noche, e inmerso en sus temores, escuchó la voz de una mujer
anciana.

-¿Qué tal tu día valiente guerrero?

Le sorprendió ese tono de voz, tenía días que no escuchaba que alguien
fuera amable con él. Igual de inesperado le pareció que lo llamara valiente
cuando se encontraba aterrado. Cuando giró su rostro se desconcertó al
ver a Jokmá, una viejecita que mendigaba por esa calle desde antes de
que Aod llegara al vecindario, todos la tenían por despreciada y loca.
Alrededor de ella giraban muchas leyendas, pero nadie daba importancia
para comprobarlas.

Por su edad ya caminaba encorvada, pero se movía con firmeza, tenía una
sonrisa contagiosa y sincera. Su pelo blanco entrelazado con trenzas, su
rostro lleno de arrugas y unos ojos pequeños pero centelleantes. Vestía
con tantos abrigos viejos que daba la impresión de que pesaban más que
ella misma y caminaba con su bastón en mano.

Aod, junto con todos los humanos que vivían en su vecindario, la


menospreciaba y la trataba con maldad, a pesar de que ella siempre
quería ser amiga de todos ellos. Se la pasaba en las calles llamando a la
gente para contarles misterios que ella decía conocer, pero nadie atendía
a su voz.

Cuando Aod volteó a verla hubo algo que notó y que le perturbó
profundamente. Su rostro irradiaba ese mismo resplandor que notó en sí
mismo al mirarse al espejo.
-¿Por qué pregunta señora? - Respondió Aod ásperamente intentando
disimular su sorpresa. Sabía que algo especial se escondía detrás de la
pregunta de la anciana.

-Pues te veo más limpio y supuse que por fin te diste un buen baño.- Dijo
la anciana con una sonrisa pícara- Dime ¿pudiste escuchar al agua?

Inmediatamente Aod recordó la situación inusual del baño y la voz que


escuchaba mientras se bañaba. Cuando la anciana preguntó sobre
escuchar al agua, no podía estar refiriéndose a otra cosa.

-Señora, no, no pude, en cuanto la escuchaba, apagaba la regadera para


poner más atención y escucharla con claridad, pero en ese mismo instante
la voz desaparecía.

-Je je ¿Cómo? ¿Cerrabas la regadera para escuchar mejor? ¿Cómo


pretendes escuchar el agua si le cierras a la regadera?

Aod se quedó pensando en eso.

-Mire joven - continuó Jokmá - necesita escuchar el agua, ella cuenta la


Historia de Todas las Cosas y mientras haya más agua, mejor. ¿Por qué
no llena la tina, se mete en ella y se relaja para escucharla? Y apresúrese
a entrar a su casa porque nos están observando y hay muchos a los que
no les gusta que hablemos de esto.

Aod miró al rededor y no vio nada sospechoso ni a nadie que les espiara,
pero dio las gracias y se apresuró a entrar al gigantesco edificio tal y
como lo dijo la anciana.

Sin perder tiempo, ya estando en su apartamento, accionó el mecanismo


que sellaba el desagüe del suelo de su regadera y oprimió el botón que
hacía que la puerta de cristal quedara completamente sellada, abrió la
llave del agua y llenó el cilindro de la regadera con el líquido. El agua
estaba tibia, relajante, y una vez que cubrió el cuerpo de Aod hasta el
cuello, el joven se acomodó y prestó atención. Muy pronto comenzó a
escucharse un susurro que crecía y crecía hasta ser fuerte y claro. La voz
lo envolvió y se adentró en una especie de sueño.

La visión era la siguiente:

El Rey de los Reyes regresaba de la gran guerra, ensangrentado y con una


herida que no sanará, pero victorioso. Su nombre era Kurios. Él traía una
espada que se había fundido con su Espíritu durante la batalla y con la
cual había vencido.

Al volver escogió a once herreros para que reprodujeran su espada, sólo


tenían que inspirarse en la original para que el mismo Espíritu viviera
dentro de ellas. Después se unió un herrero más. Una vez que les dio el
encargo, el gran y único Rey se dispuso a marcharse, pero antes de irse,
Aod lo alcanzó y tomándolo por la capa, le preguntó:

-Disculpe, ¿usted me puede decir algo de mi padre y de mi hermano?

El Rey de los Reyes le respondió:

-Cuando entierres la última espada de esta era, estarás con uno y estarás
con el otro.

 Aod volteó a ver la espada, pero los herreros ya tenían muchas más
espadas inspiradas en la del Rey de los Reyes.
Capítulo 3

JOKMA
Capítulo 3

Aod se despertó del sueño porque se estaba ahogando, su cuerpo se había


relajado tanto que comenzó a hundirse dentro del agua.

-¡La espada! - gritó con la primera exhalación de aire, después de toser


agua y abrir el desagüe. - ¡Las espadas que tenían los hombres que
irrumpieron en la clínica eran como las que habían hecho los herreros en
el sueño! - continuó hablando para sí mismo, con la emoción de quien ha
resuelto un gran misterio.

Tenía razón nuestro joven amigo. Una espada como las que había en La
Historia de Todas las Cosas le había atravesado el pecho. Eso trajo algo de
coherencia en su vida. Dejó de pensar que fueran mentira los supuestos
mitos de hombres misteriosos que tienen espadas asombrosas, ahora
pensaba que eran completamente reales y que de alguna manera, su vida
estaba girando en torno a esto. Comprendía que la desaparición de su
hermano y el encuentro con sus padres estaban directamente
relacionados con esa historia y con enterrar en algún lugar una espada.
Mientras pensaba en estas cosas, otro pensamiento igual de importante le
llegó a la mente.

 - ¡Momento! Yo he visto esas espadas, es más, juraría que he cargado


una... ¿Qué es todo esto?

Llevó sus manos a su cabeza y se esforzó por recordar dónde había tenido
antes un encuentro con una de esas espadas.

¡Claro! ¡No puede ser! - gritó mientras abría la puerta de la regadera, sin
esperar a que ésta terminara de vaciarse, provocando, así, una gran
cantidad de agua inundara su cuarto.

En un lugar muy remoto y profundo de su memoria emergió un recuerdo


añejo de su infancia. En la casa donde vivían con sus padres había una de
esas espadas, se visualizó de muy niño cargándola. Se vistió a toda prisa
y, sin pensarlo dos veces, salió corriendo a la mitad de la noche hacia la
antigua casa que estaba a las afueras de la ciudad.

No sabía si conseguiría algo, él ya había estado en ese lugar y conocía que


ahora era un basurero abandonado, sin embargo, su sentido común le
decía que por lo menos ahí era un buen lugar para iniciar la búsqueda de
esa espada. Tal vez encontraría una pista para finalmente dar con ella.
Aquella casa, era de las viejas, del tipo que se usaban para que viviera
una familia. Ya no había más como ellas, ni casas, ni familias.

Mientras corría, a una cuadra de llegar, escuchó una voz mecánica:

-¡Deténgase!

Al voltear se dio cuenta de que eran robopatrullas, o al menos eso


parecían. Era el mismo modelo 2T32 exclusivo de la policía, pero no
tenían las placas ni la pintura característica.

Los robopatrullas eran robots usados por el gobierno para controlar


mítines y capturar rebeldes. Medían cerca de dos metros y medio de
altura. Tenían cuatro extremidades parecidas a las patas de un insecto
metálico que les permitían moverse con gran facilidad sobre terrenos
rocosos e irregulares, inclusive podían trepar por las paredes. Contaban
con dos metralletas muy tecnológicas de gran calibre. Parecían dos
brazos. También tenía un centro de mando semejante a un casco
aerodinámico con exterior de cristal polarizado que ocultaba todos los
sensores de rastreo.

Este gran robot tenía las facultades no sólo para moverse con sus patas
arácnidas, sino de alinearlas y compactarse hasta tomar la forma de una
gran rueda. Estando así, giraba sobre su propio eje para avanzar grandes
distancias a gran velocidad. Usaba un sistema avanzado de nivelación y
equilibrio para nunca caerse. Ideal para persecuciones. Mientras andaba
en esa forma, las metralletas quedaban descubiertas de ambos lados para
poder disparar en cualquier momento.

Había como siete de ellos iluminando al joven con sus potentes luces que
le dejaban deslumbrado. Nuevamente se escuchó la voz robótica:

-Ponga las manos en alto.


Aod estaba consternado sin saber qué hacer, él era un muchacho a quien
no le gustaba meterse en problemas y que siempre buscaba estar bien
con la ley, así que no quería desobedecer a una orden de un robopatrulla.
Además, ningún humano podía escapar de ellos, su armamento y
tecnología eran insuperables para los hombres y aunque dudaba que ellos
fueran en realidad elementos del estado, de cualquier forma pensó que
conseguiría más cooperando que huyendo.

De buena gana levantó sus brazos. Aunque al principio no entendía por


qué le detenían y por qué había tantos, las experiencias desagradables
que recientemente había tenido con todo el mundo le hacían suponer lo
peor. Sus sospechas parecían confirmarse cuando sin aviso, ni motivo, la
mirilla láser de un robot le apuntó al pecho y los cañones accionaron el
mecanismo para disparar. Aod estaba cooperando, no había razón
aparente para que lo encañonaran. Tenía un muy mal presentimiento y sin
más aviso, el robotpatrulla abrió fuego. Sorprendentemente erró el tiro y
no impactó al joven. Era sumamente improbable, casi imposible que una
máquina diseñada para la guerrilla y con tanta precisión como esa, fallara
un disparo, pero así fue.

Aod se escabulló como pudo entre los vehículos estacionados en la calle.


Las demás máquinas abrieron fuego, las balas deshacían lo que el joven
usara para protegerse, fueran autos o muros. Corrió a toda velocidad a
casa de sus padres que estaba a unas cuantas zancadas. Intentaba
avanzar por detrás de objetos que lo protegieran de los cañones, pero era
inútil, las balas destrozaban todo. Los proyectiles junto con múltiples
pedazos de madera, metal y concreto, pasaban rozándolo.

Con un salto sorprendente pudo clavarse por la ventana dentro de la vieja


y abandonada casa, los 2T32 comenzaron a disparar contra la vivienda sin
ninguna piedad y sin discreción. Los muros no aguantarían mucho el
embate de esas balas de gran calibre. Pronto esa construcción sería
reducida a un montón de escombros.

Aod avanzaba a gatas para cubrirse de los disparos, lo hacía entre los
desechos que habían quedado de cuando la casa funcionaba como
basurero. Todo se desmoronaba a su alrededor.

El joven se aventó contra la puerta sellada que daba al sótano. Después


de atravesarla, cayó rodando por las escaleras hasta abajo. Ese lugar
permaneció cerrado durante todo el tiempo que la casa fue usada como
muladar, estaba lleno de telarañas y polvo por el desuso. No había basura
como en los pisos de arriba.

Mientras miraba su alrededor intentando reconocer lo que había en el


salón, un brillo metálico sobresalía de entre tantas tinieblas y capturó su
atención. El reflejo nacía de una columna que sostenía toda la casa en el
centro del sótano.

Los cañones y los derrumbes seguían sonando sobre su cabeza. El polvo


caía por los huecos del techo como menuda nieve iluminadas por los
pálidos rayos de luz que entraban. Las pisadas de los robopatrullas se
acercaban hasta que Aod las oyó justo arriba de él.

Corrió hacia el metal que emitía el brillo, era una espada como la que
llevaba él Rey de los Reyes y como la que usaron los hombres que
irrumpieron en la clínica, definitivamente era la espada que recordaba.
Estaba en un tahalí magnético que colgaba de la columna. El tahalí era
una correa de cuero, con una placa metálica. La espada se  mantenía
pegada a esa placa con magnetismo. Cuando alguna mano tomaba la
espada, se rompía el efecto del magnetismo que mantenía unidos ambos
metales, permitiendo así que el espadachín pudiera desprender el arma y
usarla. 

Aod tomó la espada y se colgó el tahalí de modo que le cruzaba el pecho.


Aunque era una espada grande, sorprendentemente, era muy ligera. El
joven no pudo evitar tomar unos momentos para contemplar su belleza.
La revoloteó por el aire y estaba disfrutándola, cuando repentinamente las
balas comenzaron a perforar el techo al extremo del salón,
interrumpiendo el gran momento en el que se encontraba el joven.

Finalmente, el plafón de aquel sótano se hizo añicos abriendo un boquete


por donde cayó parado un robopatrulla y comenzó a dispararle al joven.
Aod instintivamente se escondió detrás de la espada, que era lo
suficientemente ancha para protegerlo, toda vez que él se pusiera un
tanto sesgado. Las balas nada le hacían al metal.

Enseguida, el techo se rompió más y otras robopatrullas cayeron en el


pequeño sótano, todos abrieron fuego contra Aod, pero su espada resistía
sin problema al embate de las balas.

Las municiones empezaban a despedazar los cimientos del inmueble y las


columnas que lo sostenían, incluyendo la principal de donde tomó Aod la
espada. Él estaba protegiéndose detrás del gran sable cuando pudo ver
reflejado en el metal que a sus espaldas había una mancha obscura,
volteó y era lo que necesitaba, un pequeño túnel para escapar.

La casa comenzó a desplomarse, Aod apenas y alcanzó a entrar al túnel


antes de que la construcción se le viniera encima. Los robopatrullas se
quedaron sepultados bajo esos escombros, pero eso no los detendría por
mucho tiempo.

Mientras avanzaba por el túnel se preguntaba por qué su padre tendría


una salida así. Como fuera, en esos momentos era un escape a la vida. El
pasillo llegaba al sistema de drenaje subterráneo de la ciudad. Ningún
humano en su sano juicio lo recorrería si no fuera absolutamente
necesario, era muy bien sabido que grandes seres bestiales habitaban ahí.

A Aod no le quedaba otra opción más que avanzar hasta encontrar una
alcantarilla que saliera a la calle. Para no variar, su GPS no funcionaba
bien desde el incidente en la clínica, así que tomó una breve pausa para
orientarse y corrió en dirección a su departamento.

Después de recorrer los ductos durante algunos minutos junto a ratas y


cucarachas, según sus cálculos ya estaba cerca de su casa, pero antes de
que pudiera salir a la superficie, se encontró con lo que temía, un
gigantesco monstruo muy obscuro que recorría las alcantarillas y sin duda
presintió al intruso. Aod escuchó en las tuberías el resonar de millares de
patas de insectos acercándose rápidamente a él. Sin pensarlo comenzó a
correr hacia una alcantarilla que subía a la calle. No estaba lejos la salida,
pero cuando volteó, el monstruo venía tras de él.

Era algo similar a un gran gusano con grandes mandíbulas repletas de


dientes. Tenía muchas patas y estaba envuelto en una gran nube de
insectos rastreros. La manera en que se desplazaba hacía recordar a un
enjambre de avispas.

Aod llegó al pequeño cuarto en donde estaban las escaleras que daban al
exterior, subió a toda prisa, pero antes de que pudiera salir a la calle, el
monstruo le pescó la pierna con una de sus patas y lo azotó contra el piso.
El joven se puso de pie enseguida, empuñó la espada y la apuntó contra el
gran gusano, éste hizo una pausa, retrocedió un poco y se quedó al
acecho, como estudiando a su presa. Estuvieron frente a frente durante
algunos segundos que parecieron horas. El zumbido de la nube de
insectos que rodeaba a la bestia aturdía hasta la desesperación.

Repentinamente el gigantesco monstruo giró su cabeza y se retiró del


cuarto sin alguna explicación aparente. Aod alcanzó a ver que en el ducto
principal, grandes destellos de luz centelleaban. No se quedó para
averiguar que eran los robopatrullas quienes estaban provocando las luces
con los disparos de sus metralletas, tampoco las pudo oír por que el ruido
que hacia el monstruo era ensordecedor. Simplemente subió a la calle
para escapar. Los 2T32 que llegaron persiguiendo a Aod, le dispararon al
gusano por la retaguardia porque les estorbaba para lograr su captura y
fue así como el joven logró huir.

Apenas salió a la superficie, se tumbó sobre el asfalto durante un minuto a


fin de recobrar aliento. Después, se paró, se sacudió y tomó su espada.
Estaba a unas cuantas calles de su edificio, su sentido de la orientación no
le había fallado ahí abajo.

Caminó sigiloso hacia su casa cargando su espada en la mano. Al doblar


una esquina se topó de frente con un robopatrulla, la máquina de
inmediato se dispuso a dispararle en el estómago, pero de manera
instintiva Aod le dio un sablazo con su nueva arma. Para su sorpresa,
rebanó en dos al 2T32.

-Bien – pensó - no solamente es hermosa y ligera sino que además


rebana robots ¡Asombroso!

No era nada común que el metal de una espada pudiera destrozar a un


robot tan reforzado cómo acababa de suceder.

La victoria le duró poco, inmediatamente otro robopatrulla apareció al final


de la calle. Aod no lo podía creer, no tenía ni cinco minutos que había
logrado escapar de un monstruo gigante y ahora tenía que volver a correr
por su vida. Nunca supo de dónde obtuvo las fuerzas para seguir
huyendo, pero lo hizo.

Se dirigió a un gran parque que estaba a una calle. Intentó perder al


robopatrulla al internarse en lo espeso de la maleza, pero lejos de
conseguirlo, otro 2T32 se unió a la persecución y ahora eran dos
máquinas tras de él en modalidad rueda.

Una lluvia de balas pasaba zumbando junto a sus oídos, misma que
despedazaba los troncos de los árboles alrededor. Aod llegó a un pequeño
puente peatonal que se elevaba por encima de un riachuelo y saltó para
ocultarse debajo. Aunque sabía que era muy improbable, esperaba que
sus perseguidores pasaran de largo, porque él ya no podía seguir
corriendo, estaba exhausto.

-¿Qué tal tu día joven guerrero?

-Aod ahogó un grito de sorpresa. Otra vez era la anciana.

-¿Qué hace aquí? - le preguntó Aod con un susurro.

-¡Ah! Me gusta venir aquí todos los días antes de que amanezca para
escuchar la voz del agua - respondió ella con la sonrisa que la
caracterizaba - En este lugar oculto, nadie te molesta y se puede poner
atención. ¡Oh mira, qué bella espada llevas contigo! Supongo que pudiste
escuchar la Historia de Todas las Cosas

-Señora, ahorita no hay tiempo para eso, - contestó preocupado -


corremos grave peligro.

Acabando de decir esa frase, las robopatrullas llegaron a la superficie del


pequeño puente, en ese mismo instante Jokmá se quitó uno de sus
muchos abrigos y se lo puso encima al joven.

-No te lo quites- le advirtió la anciana.


Un momento después, cinco robopatrullas bajaron hasta donde se
ocultaba Aod. Dos de lado izquierdo y tres del derecho. Pronto una entró
en el río a fin de rodearlos, sin embargo no hacían nada. Parecían
confundidos, giraban como intentando encontrar a su blanco, aun cuando
lo tenían enfrente. Sus radares detectaban a los dos humanos pero no
podían verlos y eso impedía accionar su sistema de disparos.

Jokmá tomó del brazo a Aod, que estaba muy sorprendido. Caminaron
lentamente frente a los robots pero éstos seguían desconcertados.
Milagrosamente pasaron frente a ellos y no les hicieron nada. Ya afuera
del parque, sin robopatrullas persiguiéndolos, andaban a paso veloz.

-¿Cómo fue posible que no nos dispararan? - preguntó muy confundido el


muchacho.
La anciana no se detuvo a responder. Aod comenzó a sentir calor por el
gran abrigo que llevaba encima e intentó quitárselo pero, Jokmá se lo
impidió.

-No, no. No te lo quites joven guerrero -dijo la anciana - Aun no es


momento.
Aod la miró consternado pero obedeció. Caminaron por las calles mientras
el día aclaraba por el amanecer.

Pasaron muy cerca del edificio de Aod, estaba custodiado por


robopatrullas que guardaban la entrada. Jokmá ya lo suponía y para ella
no fue ninguna sorpresa, por eso desde que salieron del parque, ella
caminaba a su propia casa, sólo que de camino se encontraba el edificio
del joven.

Finalmente, llegaron al hogar de ella e invitó a pasar a Aod para tomar


algo caliente y platicar. El chico no tenía otro lugar a donde ir así que
accedió. Era una casa pequeña pero cálida, como las antiguas, sin muchas
cosas, sólo las necesarias. En una mesita tenía una pequeña fuente
eléctrica como decoración, pero que hacía fluir constantemente un chorrito
de agua. La mujer le acercó un vaso de chocolate caliente y Aod se sumió
en un sillón bastante cómodo.

Jokmá puso su mano sobre una herida en el brazo del joven que le había
hecho el roce de una bala, ella comenzó a decir unas palabras extrañas.
Aod sin entender que hacía preguntó:

-Fue gracias al abrigo que me puso cuando estábamos bajo el puente que
no nos vieron los robopatrullas ¿Verdad?

-No los sé, supongo que sí - respondió la anciana mientras tenía su mano
sobre la herida de Aod - Eso fue lo que me dijo el Rey de los Reyes que
hiciera cuando tú llegaras.

Pero ¿cómo supo que yo llegaría ahí?

-Yo no sabía - dijo la anciana sonriendo - Simplemente fui a escuchar La


Historia de Todas las Cosas a ese riachuelo como lo hago todas las
madrugadas. Esta vez escuché que tenía que cubrirte con uno de mis
abrigos y fue lo que hice, que yo sepa, no tienen nada de especial, así que
no te podría asegurar que fue eso.

La anciana retiró su mano del brazo de Aod y la herida había


desaparecido, él se sorprendió de esa sanidad y quería indagar cómo lo
había hecho, pero la anciana se adelantó.

-Me da mucho gusto ver que ya tienes tu espada, supongo que también
pudiste escuchar La Historia de Todas las Cosas - dijo ella.

-Sí, pero ¿qué es esa historia?

-Eso. La Historia de Todas las Cosas, cuenta la Historia de Todas las


Cosas.
Aod se quedó pensando un poco en esta definición, pero aunque sonara
simplista, le hacía sentido y siguió.

-Pero esa historia ¿es algo real o sucedió alguna vez, o no es más que una
alucinación?

-¡Oh! Joven amigo, sucedió, y tan sucedió que sólo a través de ella te
puedes explicar lo que sucede y lo que existe.

-¿Y cómo es que ahora la puedo oír en el agua y antes no podía?

-Es porque sólo los atravesados podemos oírla.

-¿Atravesados?

-Sí, así se nos llama, o dime ¿qué te pasó en el pecho? A Aod le vino de
inmediato a la mente la tarde en la clínica del gobierno, cuando el
espadachín le encajó la espada.

-Me lo atravesaron - respondió Aod encogiéndose de hombros - Pero


momento, entonces usted... - Sí. Yo también fui atravesada.

-¿Cuántos más hay?

-Desgraciadamente muy pocos, al mundo y su sistema no le agradamos,


han hecho guerra contra nosotros. Ya muchos han atravesado el portal de
la vida. Seguro los robots de allá afuera que te están persiguiendo quieren
que también lo cruces.

-¿El portal de la vida?

-Sí, es cuando el Rey de los Reyes nos recoge de este mundo y nos lleva a
donde está Él, en las tierras lejanas, más allá del mar de cristal. Lo mismo
que le pasa a los niños cuando sus cuerpecitos por alguna razón no
pueden seguir viviendo. Ese mismo fenómeno les pasa a los atravesados
aun siendo adultos. Los niños y los atravesados cruzan el portal de la vida
para llegar a donde está el Rey.

-¿Dónde está Él?

La anciana reía al ver la cara perpleja de Aod.

-Olvídalo, ya lo verás en La Historia de Todas las Cosas y lo entenderás.

-¿Y por qué sólo nosotros podemos oírla?- siguió preguntando él.

La anciana había invitado a Aod a platicar, no podía esperar de él otra


cosa que una avalancha de preguntas sobre su nueva vida. Jokmá, sabía
que el joven no entendería nada a plenitud hasta que él no lo viviera en
persona, ya sea dentro de La Historia de Todas las Cosas o fuera de ella,
en el "mundo real". Aun así decidió intentar explicarle lo más posible.

-¡Ah! Pues porque es la manera en que puedes conocer y comunicarte con


tu Rey, el Rey de todos los Reyes.

-¿Mi Rey? - cuestionó Aod - Digo, El Rey que vi en esa historia


simplemente excede cualquier descripción. Por supuesto que lo
consideraría mi Rey, pero ¿cómo fue que ahora, de buenas a primeras ya
lo es?

-Bueno, eso es porque su Espíritu atravesó tu corazón.

-¿Qué su Espíritu atravesó mí…-Se detuvo en seco y no completo la frase.

Aod recordó lo que vio en La Historia de Todas las Cosas. Que en esas
espadas estaba el espíritu del Rey de los Reyes y que una de ellas le había
atravesado el pecho. Concluyó que técnicamente tenía razón la anciana.

-Bueno, es cierto que se comunicó conmigo y me dijo algo especialmente


a mí. Me dijo que me reuniría con mi familia cuando entierre la última
espada. No entiendo eso.

La mujer achicó sus ojos y lo vio como escudriñando la mirada del joven,
como si detrás de su pupila se encontrara el sentido de las palabras que
acababa de soltar. Después de torcer la boca para hacer una mueca, le
dijo:

-Eso significa que el tiempo es corto y que el final está cerca. Mira joven -
le miró con ternura - hay muchas cosas que aún tienes que escuchar del
agua, son tantas que La Historia de Todas las Cosas nunca termina. No
significa que no tenga un final, sino que tiene tanto detalle, como estrellas
hay en el cielo. En esta vida no podríamos conocerla toda y aunque sí hay
una base que todo atravesado debe saber, a cada uno de nosotros
nuestro Rey nos revela aspectos particulares, detalles específicos de esa
gran historia.

-¿A usted que le ha revelado que a mí no? - preguntó Aod con curiosidad.

La anciana se echó a reír y le dijo:

-Tu sólo has escuchado una vez la historia, yo en cambio llevo muchas
décadas escuchándola casi a diario, créeme que hay muchas cosas que yo
sé de esa historia que tú no. Pero no conviene que te cuente lo que yo he
oido de la Voz en el agua, porque tu oído se podría hacer torpe para
escucharla por ti mismo, y todo atravesado tiene la obligación de saber
escuchar. De hecho hay atravesados que han desarrollado la habilidad de
poder escuchar el agua en la humedad del ambiente.

-Está bien - Aod se resignó a no preguntarle más sobre el tema, pero tuvo
curiosidad sobre una pequeña leyenda de su infancia que se contaba a los
niños sobre Jokmá - Entonces dígame una cosa y ya ¿Es cierta la leyenda
de que a veces vienen cuervos y le traen comida?

La anciana se echó a carcajear y el joven que preguntaba sinceramente,


apenado, compartió la risa.

-Eso sólo paso unas cuantas veces, pero te puedo contar sobre una alforja
que una vez me regaló uno de los más grandes espadachines que ha
caminado, su nombre era Nabí. Esta alforja es poderosa, porque siempre
que metas la mano podrás sacar unos panecillos blancos, redondos que te
mantienen sano y te dan energías.

La anciana fue a la cocina y trajo esa alforja. Metió la mano y como dijo,
sacó un panecillo y se lo dio al chico.

-Gracias Jokmá, pero mejor lo guardo para mañana. 


¡Oh! joven me temo que eso no podrá ser, una vez que sacas el pan de la
alforja, le nacen gusanos al día siguiente.

Después de esa advertencia, el joven se lo comió. Sabía a hojuelas


endulzadas con miel. Al comerlo pudo ver cómo sus fuerzas se renovaban.
-¿Qué es esto? - preguntó el muchacho.

Me pregunté lo mismo cuando lo probé - dijo ella con su característico


buen humor - Nunca supe bien lo que era, por eso lo llamé "Kesto".
Bueno, ahora tenemos que hacerte un par de cortecitos.

-Tomó un pequeño cuchillo y descubrió el brazo de Aod.

-Tengo que quitarte un pequeño arroz aquí adentro - dijo ella mientras
cortaba en la parte interna del bíceps - Se lo ponen a todos los que nacen
en la ciudad, este granito sirve para que sepan dónde estás.

De lo que estaba hablando Jokmá era de un chip que ponía el gobierno


para obtener la ubicación de la persona así como su información personal.

-Listo, ya puedes quitarte el abrigo. - Dijo ella. Aod así lo hizo, después, la
mujer le sujetó con fuerza la cara y le hizo otra herida en la ceja.- Este
corte es para evitar que sepan quién eres - dijo la anciana como para sí,
mientras hacía su labor con mucha precisión.

El estado también tenía implementado un método de reconocimiento


satelital para identificar a cualquier persona. Funcionaba al escanear los
rostros desde el satélite y era un sistema complementario al chip. Esto,
porque en muchos de los poblados y aldeas, no se les ponía el chip por
falta de infraestructura y extrema pobreza.

Jokmá sabía que bastaba una cicatriz en la ceja para anular esa tecnología
y aunque el chico se quejó como cualquiera, ya le había tomado confianza
a la ancianita, y accedió de buena gana.

-Jokmá ¿por qué a ti no te han capturado? ¿Cómo has conseguido


escapar? - preguntó Aod.

-En principio porque yo no tengo ningún geolocalizador que me delate,


pero sobre todo, porque a las mujeres atravesadas no nos persiguen tanto
como a los hombres, además, nosotras sabemos muy bien como hacernos
invisibles.

Aod fue al baño a limpiarse la sangre que produjo el corte en su ceja, al


regresar a la sala, se sumió en el cómodo sillón. Su mente estaba
procesando todas las cosas que acababa de platicar con su amiga.
Absorto, fijó la mirada en la fuente eléctrica de la mesa, en menos de lo
que él pudiera darse cuenta ya estaba envuelto en la Historia de Todas las
Cosas que el agua de la fuente le contaba. Había regresado a ese
momento en donde el Rey de los reyes estaba dando las últimas
instrucciones antes de marcharse y decía algo como:

Mando yo que tomen estas sus espadas y atraviesen a todo hombre y


mujer. Cualquiera que en su corazón no hubiera accedido al gran engaño
será mío y mi espada lo sabrá y le atravesará el corazón. Por tanto mando
yo, que atraviesen a todo hombre o mujer para mí, para que no sean
destruidos juntamente con esta era y para que sean libres. que no falte ni
uno para cuando yo regrese porque entonces sería demasiado tarde, Y yo
os prometo que Todo aquel que empuñe una espada mía, yo lo libraré del
tiempo del castigo que ha de venir sobre el mundo entero.

Aod se despertó del sueño como si éste fuera una burbuja que alguien
hubiera pinchado. En realidad el sonido que le despertó fue una bala que
entró en la casa y que pulverizó la fuente. Inmediatamente vino una lluvia
de balas. Eran los robopatrullas que de alguna forma se habían enterado
que ahí estaba escondido su prófugo. Al igual que sucedió con la casa de
sus padres, en cuestión de segundos, la balacera estaba convirtiendo la
vivienda de Jokmá en morones. El joven buscó a la anciana en medio del
tiroteo. La vio agazapada en un refugio improvisado, el ataque la había
tomado por sorpresa y fue herida gravemente. Aod se le acercó pecho
tierra y la intentó levantar para que salieran de ahí, pero la anciana no
quiso.

-Vete tú, déjame aquí - le insistió.

-¡Por supuesto que no! Y menos cuando esto que está pasando es por mi
culpa.

-Mira querido, sólo quiero decirte que estuve meditando la encomienda


que te dio el Rey de los reyes, sobre enterrar la última espada. Creo que
se refiere a la misión que llamamos "El último de los gentiles”.

-¿Qué? Mire abuela, mejor guarde sus fuerzas, agárrese de mí y en un


momento salimos de aquí.
-Escucha - dijo ella, agarrándole con las ultimas fuerzas que le quedaban,
y le habló con la voz más severa que pudo, a fin de que el atravesado
pusiera atención en lo que le iba a decir. - Esa misión de la que te hablo
está camino hacia el Oriente, en la Tierra de Enmedio, seguramente ya
voy a cruzar el portal de la vida, lo puedo sentir, pero tú, después de salir
de aquí ve hacia allá, ¿está bien? Tienes una instrucción del Rey y lo más
sabio que puedes hacer en tu vida y en este mundo es, al menos, intentar
cumplirla. 

Después de decir esto, la anciana le dio la alforja de los panes y una bolsa
con muchos denarios.

-Esto te ayudará en tu viaje - le dijo.

Aod se colgó el bolso y guardó el dinero en la misma alforja, para


apresurar la situación.

-¡No! – dijo Jokmá - Para que el bolso te dé Kestos no debe tener nada
adentro.

Aod no entendía a la anciana, pero se amarró al pantalón esa bolsa de


cuero con monedas, él estaba más preocupado por resguardarse de la
balacera y buscar cómo salir de ahí. Cuando volteó a ver a la abuela
nuevamente, ella le lanzó una mirada de niña ilusionada y
sorprendentemente, de arriba abajo, resplandeció completamente. Al
instante desapareció, dejando sólo su ropa y sus abrigos en los brazos del
joven.

Después de sobreponerse a la impresión de ver partir a la anciana, Aod se


arrastró para agarrar su espada. Posteriormente se resguardó en el rincón
más cercano, se cubrió con su arma y analizó la situación tratando de
buscar una forma de escapar, pero el panorama no era nada
esperanzador. Estaba rodeado de robots que se acercaban rápidamente.
Parecía que todo estaba perdido, pero cuando las balas comenzaron a
impactar con fuerza sobre la espada, en un abrir y cerrar de ojos, de un
instante a otro, estaba en el bosque, a las afueras de la ciudad.

Aod estaba sorprendido en gran manera, la mente le daba vueltas, no


entendía que había sucedido, ¿cómo era posible que hace un instante
estuviera a punto de morir a balazos por los robots y ahora estaba a
kilómetros de distancia? Lo primero que pensó fue que había sido un
sueño, pero la alforja de Nabí que le colgaba a través del pecho, tiraba
esa teoría. Después pensó que le había sucedido lo mismo que a la
anciana, sin embargo, él tenía su ropa y no se había encontrado con
ningún Rey, al contrario estaba completamente solo a la mitad del
bosque. Después entendería que cuando uno desaparece por causa del
portal de vida, no es que aparezca desnudo en un nuevo lugar, sino que
aparece vestido con una nueva ropa, pero en ese momento no pudo
encontrar ninguna explicación.

No podía regresar a su casa, tampoco podía quedarse ahí, así que se


dispuso a marchar hacia el oriente siguiendo las últimas palabras de la
anciana. Miró el sol para ubicar la dirección correcta y empezó a caminar
hasta la aldea más cercana.
Capítulo 4

LA ESPADA
Capítulo 4

Aod se convirtió en un peregrino que, sin saber hasta dónde tendría que
llegar, avanzaba sin más instrucción que la de ir hacia el Oriente. Llegaba
a un poblado, se hospedaba un par de semanas a lo mucho y retomaba su
camino.

El mundo que ahora recorría era parecido al nuestro. La riqueza estaba


solo en diez grandes ciudades, sin embargo, el resto de la población vivía
rústicamente. La tecnología era muy avanzada, aunque en la mayoría de
los poblados, los hombres eran quienes reconstruían y diseñaban sus
propios aparatos y vehículos con materiales y refacciones de segunda,
debido a la mala distribución de la riqueza en el mundo.

Había un gobierno global, encabezado por un hombre que se hacía llamar:


"El Semejante". La gente dudaba que realmente fuera una persona. Era
muy difícil conocer a otro humano que lo hubiese visto, más parecía un
ícono creado por el gobierno que alguien de verdad.

El Estado no impartía justicia, sólo regulaba la compra y venta de


armamento. Todos los nacidos en alguna ciudad, tenían derechos para
comprar armas de energía como pistolas o láseres; pero para los que no
habían tenido la suerte de nacer en una gran urbe, conseguir un permiso
podía llegar a ser muy complicado.

Por esa razón, la mayoría de la gente en los pueblos se defendía con


espadas, escudos y cosas por el estilo, que eran las armas que no
necesitaban autorización especial. El sistema satelital universal era el
encargado de detectar si alguna arma de energía sin permiso se disparaba
y localizarla de inmediato, después enviaba una robopatrulla que
aniquilara a la persona que la hubiera accionado. Este protocolo dejaba
ver que al gobierno sólo le interesaba eliminar posibles sublevaciones.

A pesar de que en los poblados casi todos llevaban espadas, la de Aod


causaba mucha impresión, no pasaba desapercibida y producía una
notable molestia a los demás, principalmente a los demonios.

En su camino al Oriente, Aod se cruzaba con muy pocos humanos,


prácticamente veía sólo seres de las otras razas. Él, como toda la
humanidad, creció conviviendo con ellas y no le causaban extrañeza, pero
desde el día que fue atravesado, su relación con esos seres empeoró, y al
igual que le sucedió en su ciudad, también en estos pueblos le mostraban
odio. Él creía que no lo atacaban porque le tenían algún tipo de respeto o
de miedo a la espada que llevaba, pero sin duda, ganas no les faltaban.
Tampoco a él le agradaban nada los bestiales y mucho menos los
demonios, si antes no le llamaban la atención, ahora menos, le parecían
horribles, detestables, le causaban repulsión y casi los odiaba de la misma
manera que ellos a él.

En contraste, veía con amor a los humanos, aun cuando ellos también se
comportaban hostiles. Este sentimiento de empatía por los de su raza era
nuevo, inexplicable y cada día crecía más.

Un día pudo notar algo importante, los demonios que siempre


acompañaban a los humanos, eran los que les daban la orden de evadirlo,
de sacarle la vuelta para que no se toparan con él. Cuando era imposible
evitar el encuentro, los incitaban a hacer violentos. Esta era la razón por
la que casi no se encontraba con hombres o mujeres. Pero Aod quería
encontrarse con más de ellos. En su interior crecía el deseo de cumplir con
el mandato del Rey Kurios, atravesarlos. El impulso de hacerlo era cada
día más incontrolable.

Le causaba un poco de conflicto la idea de traspasar con su espada a los


hombres, porque no dejaba de pensar qué pasaría si muriera la persona a
la que le encajara el metal. No quería ir por ahí asesinando gente, pero al
ver su propio pecho, al recordar a Jokmá y, sobre todo, al escuchar la voz
del agua, cobraba valor para intentarlo.

Una tarde se puso una túnica larga y debajo escondió la espada para
pasar desapercibido. Se cubrió la cara con la capucha y se fue al mercado
del pueblo decidido a atravesar a alguien.

Como era de suponerse, muchos caminaban por la calzada principal del


tianguis. Era un desfile de razas. Los hombres, mujeres y bestias
acostumbraban comprar ahí su comida. Los demonios no tenían esa
necesidad, pero iban custodiando a sus humanos.

Aod se fijó en la gente al rededor buscando alguien a quien clavarle la


espada. Después de un tiempo, por fin encontró a uno que venía de frente
hacia él. Caminaba distraído por los puestos de los mercaderes y su
demonio guardián iba unos pasos detrás, también distraído.

El guarda era un demonio como de dos metros y medio, su cara era como
el cráneo de un gran pájaro pero sin ojos en las cuencas. Su atuendo era
una gran tela de piel de gallina que le quedaba huanga. Llevaba dos
grandes cimitarras colgando a cada lado de su cintura. Portaba por encima
de su vestimenta unas protecciones, que sin llegar a ser una armadura
completa, le cubrían hombros, brazos y piernas.

Finalmente, el hombre que Aod decidió atravesar se había puesto a un par


de pasos de distancia, justo en frente. Debía dar la estocada con
determinación, velocidad y en un único movimiento. Sabía que todos se
alteraban en sobremanera cuando tan sólo empuñaba su arma, así que no
podía titubear, fallar y armar un gran alboroto.

Con gran velocidad y decisión descubrió su cintura en donde había


colgado la vaina magnética y tomó su espada. Lanzó la estocada directo al
pecho del hombre, éste, quedó inmóvil y sorprendido, viendo como una
punta de metal viajaba por el aire directo a su corazón, pero a unos pocos
centímetros de enterrarse, un sable chocó contra la espada de Aod y la
desvió de su objetivo.

El guarda evitó a tiempo con su cimitarra que el atravesado cumpliera su


tarea. El demonio estaba furioso por la osadía de Aod. El otro hombre, al
caer en cuenta, se ofendió y también desenvainó su espada para batirse
en un duelo a muerte.

El demonio hizo una señal y el humano, obediente, atacó al atravesado,


quien sólo esquivaba los embates del desconocido mientras le pedía
perdón, diciéndole que su intención no era hacerle daño, que únicamente
quería atravesarle el pecho, lo cual sonaba bastante mal como excusa.

Aod era mucho más rápido que su adversario, pero el extraño no daba
tregua y se empeñaba en cobrárselas matándolo. Después de tantos
intentos, el hombre logró hacerle una cortada en el rostro, así entendió
Aod que aquella persona no iba a desistir hasta liquidarlo, entonces
empuñó con fuerza su espada para combatir en serio.

Aod esquivó un espadazo de su oponente y ese golpe al aire dejó al otro


hombre con la guardia abajo. El atravesado aprovechó que su
contrincante estaba mal parado y sin realmente pensarlo le lanzó su
espada a la cabeza. Sin duda se la rebanaría. Al darse cuenta Aod de lo
que estaba haciendo, se arrepintió, no quería matar a nadie, pero ya era
demasiado tarde, el filo de su espada se estampó justo en la frente del
hombre.

Para sorpresa de Aod, su espada no le hizo ningún daño a su oponente,


era como si el metal se hubiera vuelto de hule espuma. Su contrincante
no se puso a reparar en esto y continuó con su ataque y le hirió el
hombro.

Aod reaccionando, contraatacó y le golpeó en el pecho, de nuevo, la


espada ni siquiera le hizo un rasguño al otro humano. El arma de Aod
podía repeler el metal del sable enemigo, a veces hasta chispas salían,
pero no le hacía ningún daño al hombre, rasgaba su ropa, pero no le
cortaba la piel.

El guardia se reía de la situación de Aod. Cuando le quedaba cerca, el


demonio también intentaba rebanarlo con su sable. Esto le complicaba la
pelea al atravesado, tenía que cuidarse por dos flancos, esquivar los
ataques del humano y los del demonio al mismo tiempo. Aod decidió que
lo mejor sería emprender la huida y como pudo salió corriendo.

¿Qué tipo de espada es esta, que puede rebanar en dos a una tonelada de
aluminio (como lo hizo con el robot) pero que no le causa ni un moretón a
una persona? - se preguntaba - ¿Cómo voy a atravesar a alguien con una
espada así? - seguía pensando.

Comenzó a creer que su espada estaba descompuesta o algo por el estilo.


No encontraba sentido, había comprobado el poder de su filo, pero al
hombre del mercado no le hizo ni cosquillas, inclusive hizo pruebas con
sigo mismo, intentaba cortarse con su espada y obtenía el mismo
resultado, ni un rasguño.

El hecho desilusionó bastante al valiente guerrero, tanto que dejó de


intentar cumplir con el mandato de Rey, el de atravesar a las personas, y
simplemente continuó su camino con la misma dirección. Pensó que al
llegar a su destino, cualquiera que éste fuera, le podrían explicar sobre la
falla en su espada y sobre todo lo demás.

Así pasaron los días y Aod siguió su marcha, recorría kilómetros, pasaba
por pueblos, se hospedaba en ellos por algunos días y luego seguía. Se
alimentaba del "Kesto" que le daba su alforja y el panorama no cambió
durante algún tiempo.

Pero cierto día, un hombre salió de una choza corriendo desenfrenado,


echando espuma por la boca, con una apariencia muy desencajada.
Empuñaba un gran machete y se dirigió directamente contra Aod con la
intención de matarlo.

En la puerta de esa misma choza, inmediatamente después, se asomó un


demonio que se veía preocupado. Comenzó a gritarle al lunático, pero
contra toda lógica, el loco no le hizo caso. Esto era muy inusual, los
hombres eran completamente obedientes y sumisos a sus guardias
demonios.

El hombre se le echó encima a Aod que, con un movimiento instintivo,


intentó defenderse con su espada. Todo el peso de aquel tipo le cayó
encima al atravesando y los dos terminaron en el suelo.

El extraño no se movía y Aod intentaba quitarse de encima el cuerpo


inerte de aquel individuo. Entonces pudo escuchar unos fuertes gritos que
le regresaron a la realidad, era el demonio que ya estaba a unos cuantos
metros, gritaba con fuerzas el nombre de aquel sujeto, pero éste no
respondía.

Aod se quitó de encima el cuerpo y lo puso a un lado, para su gran


sorpresa, la espada estaba atravesando el pecho de aquel loco. El
demonio se enojó cuando vio lo que había pasado, en su rabia,
desenvainó su cimitarra con la intención de hacer pagar a Aod por eso.

El muchacho se paró con prisa y desencajó su arma del pecho de aquel


hombre inconsciente y se puso en guardia para enfrentar al demonio, algo
que definitivamente no quería hacer. Sabía que no tendría oportunidad de
ganarle al de raza angelical. El demonio gritó con toda su furia, pero se
limitó a darse media vuelta y perderse de vista. Aod sintió un gran alivio
por eso.

El hombre que estaba tirado en el piso comenzó a recobrar la conciencia,


intentaba ponerse de pie y Aod se apresuró para ayudarlo.

-¿Quién eres? - preguntó el extraño, notablemente confundido -¿Qué hago


aquí?

-Hola, soy Aod - respondió, con gusto y con una gran sonrisa - No sé qué
haces aquí, pero te atravesé el pecho con mi espada - lo dijo con una gran
emoción.

El tipo volteó aterrado hacia abajo para corroborar lo que acaba de oír, y
en efecto, una gran herida le cruzaba el tórax. Se espantó tanto que
empujó a Aod y se echó a correr.

Aod que había caído al suelo, se paró tan rápido como pudo y comenzó a
perseguirlo. Mientras corría pensaba en lo imprudente de su explicación y
se lamentaba. Nunca pudo darle alcance, cuando lo vio alejarse le gritó
con todas sus fuerzas para asegurarse de que al menos lo escuchara.

-¡Escucha el agua y consíguete una espada!

Se quedó pensando en las últimas instrucciones que le había gritado al


hombre, no parecía tener sentido su petición de que se consiguiera una
espada, porque él no se refería a cualquier espada sino a una que tuviera
el espíritu del Rey. Pero después se tranquilizó pensando que la voz del
agua se encargaría de explicarle todas las cosas.

Aquel suceso puso muy feliz a Aod y recobró las ganas de intentar
atravesar a alguien más, después de ver que su espada sí funcionaba,
pero pronto redescubriría que no era tarea fácil, sino todo lo contrario y
que, además, era muy peligroso. Todos los hombres andaban siempre
armados con sus espadas y cada vez que el joven intentaba atravesar a
alguien terminaba enrolándose en un combate. Obviamente nadie se
dejaba traspasar el pecho y todos veían una grave ofensa en las
intenciones del muchacho. Además de la desconfianza y la actitud hostil
de los humanos, que no ayudaban en nada, el mayor obstáculo en la
misión de Aod era la opresión de los demonios sobre los hombres y su
influencia, eran ellos quienes alertaban a los humanos para que no se
dejaran sorprender.

Por otra parte, la espada de Aod le representaba un gran inconveniente,


mientras que las espadas de los oponentes sí le causaban heridas, la suya
sólo le servía para defenderse, por más que les asestaba golpes y
estocadas con ella, no causaba ni moretones a sus contrincantes, era
filosísima, rebanaba rocas, metal y troncos de árbol, y de un sólo tajo;
pero cuando se trataba de un humano, no les hacía ni cosquillas. Encima
de todo, cuando se metía en los combates contra los hombres por intentar
clavarles la espada, los demonios guardianes también intervenían contra
él si lo veían ganando ( lo cual sucedía en la mayoría de los casos) así que
tenía que enfrentar a dos oponentes al mismo tiempo, uno de los cuales
era demonio, esto hacía sumamente complicado que el atravesado
cumpliera con su propósito.

Aod desarrolló sus habilidades de guerrero después de tantos duelos y


llegó al grado de convertirse en una molestia, incluso para los demonios.
Como es de suponerse, se hizo de muchas cicatrices, pero para desgracia
de su causa, de ningún atravesado. Hasta que un buen día, mientras
pasaba por una aldea, vio como un demonio humillaba a un hombre, le
obligaba a revolcarse en el lodo frente a su familia. Su pequeño hijo
miraba con lágrimas en los ojos y con los dientes apretados. El guarda lo
ridiculizaba también delante de otros seres, unos gnomos, elfos y algunos
mutantes.

Aod lleno de indignación gritó:

-¡Ey demonio, ya déjalo en paz!

Tal osadía sorprendió a todos y a decir verdad, también al propio Aod. Él


no sabía bien qué estaba haciendo porque definitivamente no lo pensó.
Sus palabras fueron impulsadas por el coraje que aquella situación de
abuso le provocaba, ya que él, por haber sido huérfano, conocía bien el
profundo dolor que causaba la injusticia y no pudo mas que entrometerse
en aquel asunto. Cuando el demonio volteó a ver quién era el atrevido, lo
primero en lo que se fijó fue en la gran espada con la que le apuntaba
Aod. El guarda miró al hombre en el lodo y le dijo unas palabras, Aod
podría jurar que viajaron a sus oídos en forma de humo verde luminoso.
El humano se puso en pie, lanzó un aullido, arrebató una sable de la
cintura de uno de los mutantes que ahí estaban y se lanzó contra Aod. Esa
reacción no podía ser más que producto de las palabras del guarda, pues
nadie en su sano juicio defendería a un demonio que le obliga a humillarse
de tal manera. Aod se lanzó al ataque y al estar frente al hombre le dio un
espadazo en el rostro con toda su fuerza. Lo hizo sabiendo que su arma
no le haría daño, pero que bastaría para echarlo a un lado de su
verdadero objetivo: el demonio.El guardia alzó su espada en el momento
justo para detener el ataque de Aod, quien nunca había luchado cuerpo a
cuerpo contra un demonio, sólo se las había tenido que ingeniar para
esquivar sus ataques ocasionales cuando luchaba contra otros humanos.
En ese momento Aod volvió a comprobar, con pesar, que sí eran mucho
más fuertes y veloces que los humanos.

Estaba siendo un combate muy difícil para el muchacho, pues además,


como siempre, tenía que sortear al humano que también quería matarle;
a éste podía sacarlo rápido de combate con su espada que seguía sin
dañarlo, pero no podía alcanzar al demonio, hasta que en un golpe de
suerte, la punta de su arma tocó el brazo del guarda y lo que debió ser
sólo un rasguño, le terminó reventando todo el brazo, como si un
explosivo le hubiera estallado al ángel.

El joven siguió con su ataque y finalmente su espada alcanzó la pierna del


demonio, un leve roce del metal bastó para deshacerla, y ya sin pierna y
sin brazo, el guarda fue una presa fácil. Aod le atravesó el pecho para
acabar con él y al hacerlo, estalló en mil pedazos salpicando por todas
partes.

En cuanto esto pasó, el otro hombre dejó de pelear. Se quedó parado,


jadeando, empuñando con fuerza su espada y mirando fijamente a Aod, y
éste, después de verlo por unos segundos y limpiarse un poco de todo lo
que le había salpicado, se le acercó. El padre de familia seguía inmóvil y
sin decir nada, así que con toda tranquilidad, Aod le atravesó el pecho.

La espada que durante la batalla no le hizo ni cosquillas, ahora entró en el


tórax de aquel sujeto como cuchillo caliente en mantequilla. Después de
sacar el metal, el hombre se desmayó y los duendes y monstruos que
participaban en las burlas y que presenciaron con mucha atención el
combate, se fueron notablemente disgustados al ver la resolución. Para
Aod fue extraño que aunque todos iban armados, nadie ayudó al demonio.
El niño pequeño se espantó mucho y corrió a recoger a su papá, creyó que
estaba muerto, pronto se acercó su esposa también y el espadachín les
explicó:

-No está muerto, simplemente duerme, al parecer esta espada no puede


matar hombres y aunque vieron que le atravesé, pronto estará bien.
Díganle cuando despierte que tiene que oír el agua y buscar una espada
como esta.

Aunque a los familiares les pareció difícil de creer esas palabras, se


esperanzaron al ver que el hombre seguía respirando y con los signos
vitales de manera normal. Aod, dentro de todo, estaba sumamente
emocionado y feliz por haber atravesado a aquel hombre. Se fue a la
posada en la que se estaba quedando y se dio una ducha para limpiarse
toda la asquerosidad que le salpicó.

Escuchó la voz del agua:

En el principio Había dos reinos, el del hijo-rey gobernado por el humano


Gómer y el Reino del siervo-rey, gobernado por el Ángel Apolión. Sobre
estos dos reinos estaba el Rey de los reyes.

La raza angelical, que desciende de Apolión, era poderosa, el Gran Rey les
había dado la fuente de la fuerza. La raza humana, descendente de
Gómer, más bien era débil, pero a ellos se les había concedido la fuente
de la vida.

El rey Apolión envidiaba al rey Gómer y a los humanos, pues aunque no


tenían nada de especial, el Rey de los reyes los amaba demasiado.

Apolión creía que el Rey de los reyes exageraba con su aprecio hacia a los
hombres, y que no valoraba la gran fuerza y el poder que tenían los
ángeles.

La envidia de Apolión lo llevó a idear un plan para apoderarse de los hijos


de Gomer, para engañar a los hombres con el fin de someterlos y
esclavizarlos. Así fue cómo Apolión hizo creer a todo el pueblo de los
hombres, que el Rey Kurios, no les había otorgado la fuente de la fuerza
como lo había hecho con los ángeles, porque no los quería.

Apolión les propuso a todos los humanos una solución, que él mismo les
daría de la Fuente de la fuerza. El pueblo entero exigió a Gómer tomar la
oferta, y el rey de los hombres, aun cuando sabia muy bien que eso era
traicionar al Rey de los reyes, accedió a vaciar un poco del agua de la
fuente de la fuerza en la fuente de la vida. Los hombres pensaron que así
serían provistos de fuerza y poder, pero lo que sucedió fue que la fuente
de la vida se contaminó y todo el reino del hijo-rey bebió del agua
envenenada.

De esta manera el corazón de los hombres quedó esclavizado a los deseos


de los ángeles, ahora estaban obligados a obedecer a los hijos de Apolión.
Desde ese momento, todo hijo de Apolión podía gobernar a placer a
cualquier humano hijo de Gómer.

Algunos ángeles se rebelaron de Apolión, rechazaron el señorío sobre los


hombres y se marcharon al lugar del Rey de los reyes, a las tierras
lejanas, mas allá del Mar de Cristal, fieles a él.
Capítulo 5

SAFER 

Capítulo 5

Tres días después, Aod se dispuso a continuar su viaje hacia el Oriente.


Ahora entendía que para atrrvesar a un humano primero había que matar
a su guarda. Que su espada no podía dañar a los hombres, sólo podía
atravesarlos, pero que de cualquier manera eso no les causaba daño, al
contrario, los libraba. También descubrió que el metal de su espada
causaba un gran daño a los hijos de Apolión.

Saliendo del pueblo comenzó a dejar atrás las casas que estaban a la
orilla, y habiéndose alejado como trescientos metros de la última vivienda,
escuchó una voz jadeante que venía tras de él.

-¡Espadachín, espadachín! Detente por favor.

Era aquel hombre que hacía unos días estaba siendo humillado delante de
su familia y que había sido atravesado por Aod. Tenía el pelo rubio,
cortado al frente por encima de las cejas y debajo de ellas dos ojos claros.
Tenía estatura media y espaldas anchas lo mismo que sus brazos. Poseía
manos muy gastadas por usarlas en su oficio. Su voz y sus modales eran
sencillos pero amables.

-No te vayas todavía. - dijo. - Mi nombre es Safér debes recordarme ¿no


es as?
Claro que te recuerdo, te atravesé el pecho hace unos días.

-El mismo, no te puedes ir. Mi familia me dio tu encargo y no he podido


encontrar la espada, sin embargo he podido escuchar al agua y el Rey de
los reyes me ha hecho un pedido muy importante.

Cuando Aod escuchó que Safér había logrado oír al agua y hablar con el
Rey Kurios, sintió en su corazón una gran alegría.

-Me miró - continuó Safér - y me dijo que copiara la espada que me


atravesó. Así que te he estado buscando para pedirte que me la prestes y
por milagro te he alcanzado, una viejecita con bastón y con muchos
abrigos encima me dijo que justo te había visto recién salir del pueblo en
esta dirección. Yo soy herrero de profesión, y me gustaría mucho copiar tu
espada. No me tardo mucho en replicarla. ¿Qué dices? ¿Me la prestarías
unas horas?

Aod accedió con mucho gusto, además no se podía negar, obviamente era
una instrucción directa de su propio Rey. Los dos hombres fueron juntos a
casa de Safér donde su esposa, una mujer algo robusta, de sonrisa tímida
y semblante preocupado, les esperaba con una deliciosa comida. También
estaba su pequeño hijo y otro joven alto, como de la edad de Aod, que
evidentemente había heredado los fuertes brazos de los herreros y en
general, el genotipo de su padre. Era Martín, el hijo mayor.

Convivieron todos muy a gusto y pronto se hizo tarde. Safér, le rogó a


Aod que se hospedara con ellos esa noche, para que así él pudiera
trabajar en las espadas. Salieron para conocer el taller de herrería que
estaba a unos metros de la casa y cuando todo estaba listo para empezar
a trabajar se dieron cuenta que la espada se había quedado dentro de la
casa, así que Safér le gritó a su esposa:

-  ¡Amor! ¿Me podrías traer la espada de Aod que dejó en la sala?

Después de unos minutos la esposa respondió:

-¡Safér! No podemos moverla, está muy pesada.

Safér y Aod se voltearon a ver con una cara de extrañeza.

-Pídele a Martín que la traiga - le respondió.

-Ya lo intentó, pero tampoco puede - contestó de nuevo la esposa desde


el umbral de la puerta trasera.

-Aod ¿sí es tan pesada? - preguntó Safér sin quitar su cara de asombro.
Para nada, me extraña lo que están diciendo, de hecho yo diría que no
hay otra espada tan ligera como esa.

Los atravesados fueron adentro de la casa, Safér tomó la espada para


comprobar su peso, la levantó con gran facilidad y le pareció sorprendente
su ligereza. En todos sus años de herrero nunca había visto un metal igual
de liviano.
- ¿Qué broma es esta? - le reprochó a su hijo Martín y a su mujer.
A ellos se les caía la boca de asombro al ver como Safér la revoloteaba
por el aíre sin la más mínima dificultad.

Martín se acercó y le pidió a su papá la espada para intentar de nuevo. En


cuanto Safér soltó la espada en las manos de su hijo, los brazos de Martín
se le fueron al piso con todo y arma, intentó recogerla de nuevo y
simplemente no pudo ni moverla.

- Yo quiero intentar - irrumpió el hijo menor.

Para sorpresa de todos, el niño pudo levantarla con la misma facilidad que
su padre. Fue entonces que a Safér y a Aod les llegó el mismo
pensamiento. La esposa y Martín tenían que ser atravesados también, sin
embargo, no hablaron de eso hasta más tarde.
Esa noche trabajaron en la réplica de la espada, mientras gustosamente
compartían lo que sabían de La Historia de Todas las Cosas. Aod platicó de
Jokmá (aunque no reparó en describirla físicamente), de la misión de
enterrar la última espada y de la necesidad de caminar hacia el Oriente,
también hablaron sobre el suceso de la espada en la sala.

- Safér - dijo Aod - Creo que tu hijo y tu esposa no pudieron cargar mi


espada porque necesitan que primero se les atraviese.

- Sí, lo mismo pensé - respondió el padre de familia - De hecho, el Rey de


los reyes ya me lo había dicho, me dijo que lo hiciera cuando tuviera mi
propia espada. ¿Pero por qué mi otro hijo pudo levantarla? ¿No te parece
extraño?

-  Sí, pero supongo que lo pudo hacer porque es un niño - concluyó Aod-
Al parecer los niños y los atravesados tiene algunas cosas en común.

-¿En serio?

-  Sí, ¿has visto como se ilumina un niño cuando muere? Pues le pasa lo
mismo a los atravesados - explicó Aod y le puso como ejemplo a Jokmá.

La charla continuó muy amena en el taller de Safér. Martín llegó después


y les escuchaba con mucho interés. Sin embargo, hubo un par de cosas en
esa conversación que perturbaron a Aod. La primera fue que Safér no
recordaba casi nada de su guarda. Sus recuerdos eran vagos, a Martín
también le sorprendió eso.

-¿Papá? ¿Cómo no te acuerdas de todo lo que nos hacía? - le reprochó su


hijo.

Aod supuso que ese demonio gobernaba a la familia entera y llegó a la


conclusión de que Martín y la esposa de Safér no lo odiaban como el resto
de los humanos porque su guarda ya estaba destruido.

Sáfer recordaba su vida deplorable, pero poco del demonio que les
esclavizaba. Las cosas se aclaraban a medida que Martín le platicaba y
mientras lo hacía caía en cuenta de cuál era su antigua su condición.

La segunda cosa que perturbó a Aod fue cuando Safér le preguntó:

-Y a ti, amigo Aod, ¿De qué o de quién te liberaron?

Aod no tenía respuesta a eso. Tampoco se acordaba.

Al final de la velada, Safér había hecho seis espadas. Era asombroso que
hubiera hecho tantas en tan poco tiempo, parecía que trabajaba con la
fuerza y la destreza de alguien más grande.

El metal se comportaba de manera extraordinaria, era como si supiera


que se iba a transformar en una espada del Rey y rápidamente, sin
oponer algún tipo de resistencia, tomaba la forma que le daba el herrero.

A la mañana siguiente, Aod se dispuso a salir de aquel poblado y


continuar con su camino. Se despidió de Safér y su familia, abrió la puerta
de la casa para marcharse, pero en cuanto puso un pie afuera escuchó un
soundrone (un drone con bocinas y de forma esférica) que recorría
volando las calles convocando a todos para que fueran al centro del
pueblo.

Aod tuvo curiosidad de aquel anuncio y quiso ir, Safér lo acompañó a ver
de qué se trataba.

El gobierno había montado una gran carpa en la pequeña plaza central y,


un escenario unos cuantos metros adelante. Tenía bocinas potentes y a
cada lado dos drone- screen's flotando, donde transmitían los
audiovisuales. Para rematar con la producción también utilizaban
hologramas 3D.

Todo el pueblo había asistido. En el escenario estaba Barsebas, un hombre


alto y barrigón, con ojos felinos y sonrisa chueca, un personaje respetado
y admirado por todos. Era un mago que llevaba años impresionando a
todos con sus trucos. El gobierno lo contrató para que fuera su vocero y
diera la noticia por la cual se había montado todo ese espectáculo.

- Escuchen todos -decía Barsebas-, nuestro grandioso gobernante, El


Semejante, ha extendido su gracia y su favor para con nosotros. ¿Ven
estas carpas detrás de mí? ¡Aquí se instalarán dos clínicas potenciadoras!
- lo decía con la energía y emoción de un gran animador-. Sí, escucharon
bien, ya no tendremos que ir a las ciudades, como antes era necesario,
ahora lo podremos hacer aquí, en nuestro bello pueblo. Además
tendremos acceso a la última tecnología del momento. Olvídense de las
inyecciones, ahora todo lo que queramos lo obtendremos a través de
implantarnos el nuevo chip "331X9" - Barsebas mostró un pequeño chip
del tamaño y forma de un arroz- Podremos programar los cambios que
deseemos. ¿Quieres súper velocidad? ¡Perfecto! ¿Fuerza extrema? No hay
problema ¿Quieren tener alas?, o mejor aún, ¿fuerzas bestiales y alas al
mismo tiempo? Pues con este nuevo dispositivo, todo esto será una
realidad, sólo tenemos que darle la programación y el chip se encarga de
cambiarnos molecularmente a nuestro antojo ¿No es una maravilla? Y
todo gracias a El Semejante que tan desinteresadamente se preocupa por
nosotros.

Cuando Barsebas decía "súper velocidad", por ejemplo, con la tecnología


del telolograma se proyectaba un holograma de alguien del público y
simulaba como se vería potencializado, y lo mismo cuando hablaba de la
súper fuerza y otras potencias. Estas demostraciones las hacía con la
gente que presenciaba el anuncio, para mostrar la diferencia que podía
representar en su vida implantarse ese chip. Las personas estaban muy
sorprendidas y deseosas de que llegara el día para potencializarse.

Durante su peregrinaje por pequeños poblados, a Aod no se le había


presentado la oportunidad de potencializarse, puesto que en los pueblos
no existían las clínicas del gobierno que aplicaran las inyecciones. Al ver
aquel show y aquella oferta que El Semejante hacía a través de Barsabas,
el joven reconoció que desde aquel día que fue atravesado en aquella
clínica, no había vuelto a desear potencializarse, y para ser sincero
consigo mismo, ahora le parecía repugnante la idea.

El espectáculo cambió de atmósfera. Terminó la música alegre y los


muchos colores, ahora sonaba una melodía profunda y solemne, los
drone-ligths atenuaron las luces y Barsebas se puso serio.

- Sin embargo, compañeros hay una noticia muy importante que deben
saber. El Semejante ha descubierto una conspiración secreta de otra
dimensión. Planean destruir nuestro mundo. ¡Sí compañeros!, así como lo
oyen. Un gran ejército quiere abrir un portal hacia nuestra dimensión y
tomarnos por sorpresa, quieren acabar con nosotros, matarnos y
esclavizarnos. ¡Ah! ¿No me creen? miren esto:

Entonces en los drone-screen's mostraban los videos de seguridad de


algunas clínicas del gobierno. En las grabaciones se veían portales
abriéndose en medio de las salas de espera, de los cuales salían hombres
con armaduras y grandes espadas. Una vez que irrumpían en el lugar,
empezaban a atacar a todos los que estuvieran en la clínica con sus
espadas.

Aod supo de inmediato que se trataban de los mismos hombres que le


atravesaron aquel día en la clínica, pudo entonces entender por qué lo
persiguieron en su ciudad. El gobierno ahora lo vinculaba con una
conspiración interdimensional, pero él sabía que definitivamente no era
miembro de algo así.

-¿Lo ven? -continuó el mago- Estos videos son prueba suficiente para
saber que lo que dice nuestro amado gobernador es cierto, pero no se
preocupen compañeros, El Semejante está con nosotros y nunca permitirá
que algo malo nos pase. Él está preparando un gran ejército para hacerles
frente y protegernos de sus perversas intenciones. Pero compañeros,
hagámosle un favor y también a nosotros. Debemos potencializarnos lo
antes posible porque para esta guerra que se ha de desatar, es muy
importante que ustedes estén capacitados con súper poderes. Así que
pasen a apartar su lugar en los cubículos de registro que están ahí -
Barsebas los mostraba con la mano.
Pero una cosa más compañeros, y no es para que se asusten, pero tengo
que advertirles que estos sujetos misteriosos como los que se pueden ver
en los videos andan entre nosotros. ¡Sí! compañeros, tenemos reportes de
que algunos están en este pueblo. Son espías, hombres muy peligrosos.
Por eso, el magnánimo Semejante, con la intención de mantenernos
protegidos, nos ha traído estas dos robopatrullas - Barsebas presentó dos
máquinas iguales a las que persiguieron a Aod cuando fue por su espada -
. Si alguno de ustedes ve a un hombre extraño que no sea de este pueblo,
o alguna espada rara, aléjense y no dude en venir a dar aviso a las
robopatrullas y ellas se encargaran del invasor.

Aod entendió que tenía que marcharse cuanto antes de aquel poblado.
Ahora lo estaban buscando también ahí. Sin duda, cualquiera que le viera
daría aviso a los robo- patrullas.

-¿Qué piensas, Safér? ¿Me entregarías? - Aod le preguntó.

-Amigo, - respondió Safér con una pequeña sonrisa- creo que ahora yo
estoy en más problemas que tú, tengo seis de esas espadas en mi casa y
una es mía. Mira, yo no sé si seamos espías de la conspiración esa que
dicen, sólo sé que mi Rey me dijo que necesitaba hacer esas espadas.
No creo en lo que dicen estos tipos. Cuando hablé con el Rey de los reyes,
todo mi ser sabía que Él era el verdadero. Así que si he de buscar
respuestas las buscaré en el agua-. Safér señaló con su mirada hacia la
fila de pre registro-. Mira cómo los demonios llevan a los humanos para
que se pongan ese chip. El gobierno nunca hizo nada por liberarme del
demonio que estaba sobre mi familia, y ahora los demonios mismos
simpatizan con lo que dice Barsabas. No sé, Aod. Esto no me gusta nada.
¿Cómo voy a deshacerme de esas espadas, cuando es a través de ellas
que los hombres pueden ser verdaderamente libres? Por eso no puedo
creer que el tal "Semejante" esté preocupado por protegernos.

-Pienso exactamente lo mismo -respondió Aod mientras lo tomaba por el


hombro y lo miraba con solemnidad- Entonces Safér, vámonos de aquí
porque las cosas se van a poner difíciles para ti. Toma a tu familia y
vayámonos juntos.

-No es tan sencillo, necesito platicarlo con mi mujer. Por otro lado, si
tengo esas espadas, creo que es mi deber entregarlas, primero voy a ir
con el que me platicaste que atravesaste antes que a mí, creo que lo
conozco.

Después de decir esto se marcharon de ahí.

Aod regresó a casa de Safér por su espada y su alforja que ahí había
dejado, pero al llegar notaron que algo no estaba bien, la cerradura de la
puerta principal estaba abierta. Entraron cautelosos a la vivienda y la
esposa de Safér estaba sentada en la sala con una cara muy angustiada.

-¿Qué tienes mujer? -preguntó Safér.

Tras cerrarse la puerta, un gran troll salió detrás y con unas manos
enormes tomó por la cabeza a Aod y por debajo de los brazos a Safér. Les
examinó de cerca el rostro y después de reconocer la cicatriz en la ceja de
Aod, aventó al otro hombre.

-Te encontré - dijo el troll con una voz gutural- Ahora me darán la
recompensa -terminó vociferando unas risas que más parecían ronquidos.

La bestia se abrió paso entre la sala empujando a Safér y fue directo al


sofá donde Aod había dejado su espada, intentó levantarla con la mano
que tenía libre; pero no pudo, lo intentó poniendo todas sus fuerzas y no
consiguió nada. Al atravesado casi le rompe las costillas por el esfuerzo
que hizo de llevarse aquel metal. Era todo un espectáculo ver a esa bestia
emplear toda su fuerza y no poder mover aquella arma. Finalmente
desistió.

-Luego vengo por ella -vociferó para sus adentros.

El troll se dio media vuelta feliz de, al menos, tener a su prisionero y se


dispuso a marcharse. Todo parecía indicar que no sabía de las espadas
que había en el taller y que sólo buscaba al atravesado y a su espada. Al
cruzar por la puerta, Safér le partió la cabeza a la bestia con la espada de
Aod y cuán grande era, el Troll cayó muerto; nunca imaginó que Safér
también podía blandir aquella espada y ese fue su fin. Suerte que el
menor de los hijos no tuvo que ver aquella escena porque se había ido con
su hermano Martín a  un mandado.
Capítulo 6

LA ARMADURA
 
Capítulo 6

Aod continuó su camino y llegó a un pueblo llamado Dokimí. Ahí comenzó


a hacer guerra contra los guardas, ahora tenía claro que ellos eran el
obstáculo para que pudiera atravesar a las personas. De los hombres sólo
se defendía porque su espada no podía dañarlos. Siempre luchaba contra
los dos, contra el guarda y contra el humano que no entendía.

A pesar de lo complicado que era, Aod pudo atravesar a dos más y les dio
la misma recomendación, escuchar el agua. Estaba persuadido de que ahí
el Rey de los reyes les mostraría donde encontrar una espada con su
Espíritu.

Aod se quedó más tiempo en aquel poblado, a causa de sus deseos de


atravesar a más hombres. Al cabo de algunas semanas, tuvo antojo de las
comidas suculentas que vendían en el comedor de la posada, el aroma
que salía de la cocina le era irresistible. Llevaba mucho tiempo comiendo
Kestos y ya estaba fastidiado, así que tomó una terrible decisión.

El dinero que Jokmá le dio ya se lo había acabado, lo último se lo gastó en


la posada donde se hospedaba porque pagó su estancia por adelantado,
así que pensó que era buena idea vender la alforja de Navy para comprar
un poco de esa comida. Los cocineros aceptaron el trato. Aod no les dijo
del Kesto que aparecía en el interior, simplemente la ofreció como una
buena alforja de cuero.

Mientras esperaba su cena, sintió una pesada mirada tras su hombro. Al


voltear pudo notar que al fondo de aquel comedor estaba un hombre
encapuchado que le miraba entre las sombras. Extrañamente estaba solo,
sin guarda. Es verdad que hay hombres naturales que no siempre están
acompañados de su guarda, pero no era común y cuando llegaba a
suceder, no tardaba mucho tiempo en que llegara.

Aod pensó que podría ser un atravesado. Lo miró y pudo ver que aquel
extraño tenía una gran espada muy parecida a la suya, pero aun así tenía
un mal presentimiento y decidió acercarse para averiguar. A medida que
avanzaba notó que todos en el lugar se comenzaban a salir, esto le causó
más intriga, mientras parecía que todo a su alrededor se iba
obscureciendo.

El hombre misterioso permaneció en su silla inmóvil, mientras Aod se


acercaba y cuando llegó a su mesa, se paró frente al desconocido.
Tremenda sorpresa se llevó cuando el extraño se quitó la capucha y le dio
la cara. El tipo era exactamente igual a Aod, podría ser perfectamente su
gemelo.

-¿Quién eres? - preguntó Aod en un grito de sorpresa.

-Soy Aod - dijo el desconocido con una risa irónica en su mejilla.

-¡Por supuesto que no, eres un impostor! ¿Qué es lo que quieres? -


respondió el verdadero Aod.

-Matarte.

-¿Cómo?

Sí, mira - el extraño procedió a explicar-, entenderás que no puede haber


dos Aod en el mismo mundo, así que uno de los dos debe morir y ese vas
a ser tú, lo quieras o no.

-¿De qué estás hablando? - Aod preguntó con mucha molestia y


preocupación. 

-Te lo explicaré.

El falso Aod desenvainó su espada y se lanzó al ataque. Al principio no


parecía un oponente difícil, pues Aod podía intuir todos sus movimientos
con facilidad. Pero también el impostor adivinaba cada ataque del
atravesado, así que se neutralizaban entre sí. Tenían la misma fuerza, la
misma destreza y velocidad y también parecía que tomaban las mismas
decisiones en batalla.

El verdadero Aod pudo notar que algo andaba mal. Más que una pelea,
parecía una coreografía perfectamente sincronizada, pues los dos hacían
los mismos movimientos, pero la disputa comenzó a cambiar. Aod
empezaba a ser más lento, y conforme avanzaba el duelo, sus golpes eran
más débiles, su oponente en cambio no se cansaba, ni su fuerza ni su
velocidad disminuían.

Pronto la balanza se inclinó en favor del desconocido. Aod estaba


exhausto, después de una hora de batalla y su oponente estaba fresco. Al
fin, la espada de aquel extraño entró en el estómago del atravesado. El
verdadero Aod, volteó a verse el vientre, el dolor era insoportable, supuso
que sería su fin, pero al momento en que el impostor sacó la espada,
sorprendentemente la herida se cerró al instante.

El dolor recorría todo el cuerpo del muchacho, como si un veneno se


esparciera desde el lugar por donde había entrado el metal, como si le
hubieran dado una descarga eléctrica. Se doblaba del dolor y cayó al
suelo.

El falso Aod volvió atacar al verdadero, esta vez le cortó el ante-brazo


cuando el abatido intentó cubrirse la cara. Del mismo modo, la espada
maligna le cortó la piel y el músculo hasta llegar al hueso, pero de nuevo,
la herida se cerró inmediatamente, sin dejar marca alguna. El dolor en el
brazo era tan grande que ni siquiera lo podía mover.

Aod ya estaba desarmado e indefenso. La espada del enemigo volvió a


cortarle, pero ahora en un muslo, después en un hombro y luego le entró
por debajo de una costilla. De igual forma, todas las heridas se cerraron al
instante, pero Aod estaba paralizado por el dolor y a punto de que el
corazón le estallara. Era sacudido por fuertes e insoportables descargas
eléctricas que provenían de los lugares donde le había herido la espada y
el dolor se expandía por todo su cuerpo.

El impostor pisó el rostro del atravesado, tomó con sus dos manos el puño
de su espada y la alzó con sus brazos apuntando hacia el pecho de Aod.
Enseguida la dejó caer con toda su fuerza, tenía la intención de clavarla
en el corazón de Aod y acabar con su vida, pero una voz interrumpió justo
a tiempo:

-¡Detente!

A pesar de tener la cara contra el suelo por el pie del impostor, y del
profundo dolor que sentía, Aod abrió un ojo para mirar de quién era esa
voz que le parecía tan familiar. Por un instante creyó que sería un amigo
que venía en su auxilio, pues realmente lo necesitaba. Sin embargo no fue
así. Un demonio apareció simplemente como sí atravesara una puerta
invisible, Aod lo reconoció inmediatamente, el asombro casi le hizo olvidar
su agonía. Era Arjé, su amigo de toda la vida o eso era lo que creyó todo
ese tiempo, pero en seguida entendió, que en realidad era su guarda, el
que lo había gobernado antes de ser atravesado, y quien lo llevó aquella
mañana a ponerse la inyección para potencializarse.

-Apártate de él, Sárx - le dijo al falso gemelo.

-¡Arjé! – lo reconoció Aod.

-Hola viejo amigo, ¿te sorprende verme? Te presento a Sárx -Arjé lo decía
con una sonrisa irónica mientras señalaba al imitador-. Yo lo hice. Es un
robot de carne y hueso y digamos que me inspiré en ti. ¿Te gustó?

Aod no tenía palabras.

-¡Oh! Aod, si tan sólo te hubieran puesto la inyección antes de que


aparecieran esos despreciados atravesados. Estuviste tan cerca. Ahora
mírate, eres uno de ellos, tantos años que te sostuve y te protegí,
aguardando para ese día. Yo sólo quería darte poder, hacerte libre del
Humillado,- así acostumbraban llamar los demonios a el Rey de reyes:
humillado.- pero ya todo se echó a perder. ¿Sabes?, luché por ti y por tu
cuerpo contra esos espadachines, conseguí llevarte a tu casa esperando
que no te adoctrinaran esos atravesados y que la herida de esa espada
fuera solo superficial. Pero pronto descubrí que no, entró en tu pecho
hasta salir del otro lado. Por suerte tomé agua de la fuente del poder que
había en tu corazón antes de que se evaporara por la espada que te
atravesó, y la usé para crear una réplica casi exacta de ti, a Sárx. Por eso
tiene tu esencia, por eso se parece tanto a ti, hasta piensa cómo tú. Con
él, pronto dejaré de extrañarte, pero basta de charla, él ha cumplido su
objetivo, entregarte a mí, ahora yo tendré el gusto de acabar contigo.

Arjé estiró su brazo, abrió su mano y una gran bola de fuego se formó
sobre su palma, con todo su odio lanzó la llamarada recién creada contra
Aod. Mientras la bola incandescente surcaba el aire a toda velocidad, Aod,
por puro instinto, cerró sus ojos y levantó su brazo para cubrirse la cara.
Algo que resultaba inútil.

Pensó que ahora sí era su fin. Su mente recordó al Rey de los reyes y las
historias que había escuchado en el agua. Pensó en el regreso victorioso
del gran Rey y una extraña calma y esperanza cubrió su corazón.

Absorto en ese pensamiento y esperando el golpe mortal (todo en el


tiempo en que una bala puede viajar), sintió como su antebrazo era
empujado por una gran fuerza, abrió los ojos y para su sorpresa vio que
tenía un escudo, que había detenido la bola de fuego. Era más bien una
especie de pantalla de holograma, compuesto de celdas hexagonales y
pentagonales, grandes en el centro y más pequeñas hacia los extremos,
traslúcidas, para no perder de vista al atacante y cada una de las pieza
del escudo irradiaban un tenue brillo de color azul en los bordes.

Aod se dio cuenta que no sólo tenía un escudo, sino que también estaba
recubierto de una armadura blanca semi mate. Muy sofisticada y
tecnológica, ergonómica y sumamente ligera. Parecía tener un mecanismo
interno (pero en realidad no lo tenía), pues fortalecía y aceleraba cada
movimiento de su cuerpo. Aquella armadura le recubría la parte superior
del torso, los brazos y los ante brazos, las piernas, los pies, las rodillas y
los codos con un material rígido compuesto de varias piezas individuales
unidas entre sí. La parte del abdomen y de la espalda baja estaban
revestidas con una tela especial que era flexible para permitir la
movilidad, pero que se volvía rígida al recibir un fuerte impacto. Esa tela
envolvía el cuerpo de Aod y servía de unión entre la parte superior e
inferior de la armadura.

Arjé gritó de coraje y comenzó a lanzarle llamaradas de fuego que salían


de las palmas de sus manos, pero todas se estampaban en el escudo de
Aod. El escudo parecía expandirse inteligentemente para cubrir cualquier
ataque y después, regresar a su tamaño. Cuando se expandía, se
separaban las celdas que lo formaban y cuando se contraía, se juntaban
los hexágonos y pentágonos.

Con las nuevas fuerzas que le dio la armadura, Aod pudo correr para
agarrar su espada e intentar escapar.

El demonio ahora tenía todo su cuerpo envuelto en fuego, abrió la palma


de su mano y apareció una espada doble que parecía una gran lanza. Con
una hoja de metal por arriba y otra por abajo, unidas por una
empuñadura común en medio. Como su dueño, también estaba envuelta
en llamas. Arjé intentó rebanarlo con ella, pero el atravesado pudo
esquivarlo, la llamarada que desprendió por el movimiento envolvió a Aod,
el breve instante que dura una flama en el aire, pero la armadura cubrió
al joven y no sufrió ningún daño.

Ahora tenía que esquivar a Sárx. El atravesado se abalanzó contra él y le


lanzó un golpe de espada que el robot de carne y hueso esquivó, pero
bastó para que Aod pudiera pasarlo. Sárx le alcanzó con su espada la
espalda y pensó que sería suficiente para detenerlo, pero la armadura
nuevamente protegió al atravesado. Aod comenzó a correr en medio de la
noche.

-Ve por él - le ordenó Arjé a su súbdito.

Sárx empezó la cacería. Aod tomó unos segundos de ventaja, pero cuando
huyes a pie y eres perseguido por un robot que no se cansa, no tienes
mucha esperanza.

El visor del casco de la nueva armadura, era como una pantalla de


realidad aumentada, desplegaba información sobre las cosas que veía el
atravesado, mostraba todo en modo nocturno para que pudiera ver aun
en medio de la obscuridad de aquel bosque, anunciaba los caminos más
transitables, etcétera. Éste visor fue el responsable de que Aod, sin
saberlo, tomara el camino correcto en su persecución, el camino al
oriente.

Después de unos minutos de correr, Sárx comenzaba acortar distancia. La


sorpresa de los recientes acontecimientos, y las fuerzas que al parecer
había recibido de su nueva armadura (que por cierto, en nada le
estorbaba o pesaba para correr), hicieron que Aod olvidara el dolor
interno que le causaban las heridas, pero pronto comenzó a sentir de
nuevo el ardor dentro de él.

Ahora desmayaba y trastabillaba en su carrera, no podría seguir huyendo


más y su perseguidor ya casi le atrapaba. Entonces pudo ver detrás de los
arbustos y los árboles, que a unos cuantos metros estaba una pequeña
casita envuelta en algo que parecía una cúpula de energía color azul.
Viéndose prácticamente alcanzado, decidió entrar, atravesó el campo de
fuerza sin problemas y entró a la choza rompiendo una ventana, Sárx sin
embargo se estrelló en la burbuja externa de la casa y simplemente no
pudo pasar, por más que lo intentó.

Aquella casa en la que entró el atravesado, era de las casas que estaban a
las afueras de un pequeño poblado. Aod no miró más que esa vivienda, y
la miró gracias al resplandor de la burbuja luminosa que la envolvía.

Adentro de la casa estaba una mujer que se sorprendió por la irrupción;


pero al ver la espada del intruso y al darse cuenta que entró por el campo
de fuerza sin dificultades supo que era un atravesado y eso la calmó. Por
su parte, Aod cayó desmayado de cansancio y dolor.
Capítulo 7

ISHIA
Capítulo 7

Cuando Aod despertó estaba recostado en un sillón y se sentía muy


recuperado, la joven que preparaba el desayuno en la cocina, se dio
cuenta de que había despertado.

-Hola, ¿cómo te sientes? -preguntó ella.

Era una joven muy bella, con cabello y ojos obscuros, muy hermosos,
tenía rasgos finos, tez morena clara y una dulce voz. Ella se dedicaba a
comerciar telas finas de color púrpura.

-Bien - dijo Aod-, gracias.

-Me alegro - y la sonrisa que esbozaba mostraba que así era.

-Disculpa que me haya metido así - comenzó a disculparse Aod-. Entrar


aquí era mi única oportunidad para sobrevivir.

-No te preocupes -dijo ella-, al principio me espanté, pero cuando vi que


eras un atravesado, hasta me dio gusto.

-¡Claro! Aod apenas caía en cuenta, ella no era como todas las demás
personas, no era huraña con él, sino que estaba siendo muy amable.

-¿Tú eres una atravesada también? -Sí -respondió con una sonrisa-,
mucho gusto, mi nombre es Ishia.

-¿Cómo supiste que yo soy un atravesado? -preguntó el joven. - Porque


sé reconocer una Majaira cuando la veo - dijo Ishia con mucha seguridad.

-¿En serio? ¿Y que es una Majaira? -preguntó Aod.


-Son las espadas con las que pueden atravesar a otros hombres sin
matarlos ¡Vamos! Son las espadas que tienen el Espíritu de nuestro Rey,
así se llaman: Majairas.

-¡Oh! ya veo -respondió Aod mientras examinaba su espada como si la


estuviera renombrando en su propia mente.- ¿Por eso hay algunos que no
la pueden cargar?

-Si, el Espíritu del Rey es quien determina el peso que adquiere una
Majaira, pero dime, ¿de qué huías? - preguntó Ishia.

-¡Espera! ¿No te hizo daño? ¿No entró? - Fue lo primero que Aod tuvo en
mente cuando recordó de lo que huía.

-No -dijo ella-, haya sido lo que haya sido, lo detuvo el campo de fuerza
que puse afuera de la casa. Pero, ¿de qué huías? -insistió

-¿Campo de fuerza? -preguntó Aod sin considerar lo que preguntaba ella.

-Ok, ¿no conoces mucho verdad? A las atravesadas, generalmente, no se


nos da mucho la esgrima, pero se nos facilita hacer campos de fuerza
para protección. Tú pudiste traspasarlo por ser un atravesado. Digamos
que no te detuvo porque no eres una amenaza, pero a lo que te perseguía
no lo dejó pasar. ¿Qué era?

-Al parecer es un robot hecho de mí, es algo complicado, en realidad ni yo


entiendo completamente.

-Creo haber oído de esos robots -dijo Ishia-. Son hechos de la persona
que eras antes de ser atravesado ¿no es cierto?-Algo así me dijo su
creador.

Después de un silencio incómodo Aod dijo:

-Mira, voy hacia el oriente, no sé bien hasta dónde; pero estoy tratando
de cumplir una especie de misión que le llaman algo así como: "La última
gente”.

-Dirás más bien, "El último de los gentiles" -corrigió Ishia.

-¡Exacto! La verdad no sé ni en qué consista esa misión pero tengo que


cumplirla.

- Se trata de atravesar al último humano con una Majaira antes de que


regrese el Rey de los reyes -le explicó Ishia.

-Ahora entiendo, la historia del agua decía algo así, de atravesar a todos
los humanos antes de que Él regresara - dijo Aod.

- Mira, conozco un lugar donde hay puros atravesados como nosotros que
precisamente, desde hace tiempo, también quieren cumplir con esa
misión. Realmente esa tarea es de todos los atravesados pero ahí, en ese
lugar, es donde está la mayor concentración de personas que buscan de
manera muy seria cumplir esa tarea. Sólo que hasta la fecha no saben
dónde está la aldea donde nunca ha llegado una espada del Rey. En ese
lugar perdido es donde está el último de los gentiles.

-¿Cómo, nadie sabe dónde está ese último gentil que tengo que
atravesar?

-No, solo se sabe qué hay una aldea perdida en la que nunca ha llegado
una Majaira. Según los más entendidos en el tema, es en esa aldea donde
se ha de cumplir esa misión y que, a juzgar por lo que dices, te toca a ti
completar.

-Pero entonces ¿cómo voy a saber a dónde debo ir?

-Pues si hay alguna pista o alguna información de la ubicación de esa


aldea , seguro la tienen en ese lugar del que te hablo, en la bella Ciudad
Blanca.

-¡Perfecto! -dijo Aod emocionado- Si tú sabes el camino a ese lugar donde


están quienes buscan esa aldea, me podrías llevar.

-Te puedo decir cómo llegar -dijo la muchacha agachando la mirada-, yo


tengo que ir a rescatar a mi mamá que vive en la ciudad de Fylakí, no
está lejos, sólo a unas cuantas horas de aquí, pero es en dirección
opuesta a la Ciudad Blanca, a donde vas tú.

-¿Rescatarla de qué? ¿Está en peligro?

-Mi madre fue engañada -comenzó a explicar Ishia-, y se hizo un portal


para potencializar demonios. Ahora un demonio usa su cuerpo para poder
ser mucho más fuerte.

-Creo que tampoco entiendo, ¿tu madre se potencializó?

-No -continúo explicando Ishia-, cuando un Incubus, que es el nombre


que se les da a los demonios que se meten a los cuerpos de los humanos,
toma un cuerpo, aunque sea el de una débil anciana, puede expandirse,
crecer y hacerse más poderoso. A los humanos les inyectan sustancias
para alcanzar más poder, pero algunos demonios usan los cuerpos de los
humanos que lo permiten, para ser más fuertes.

Aod no pudo pasar por alto la preocupación tan grande que Ishia reflejaba
en su rostro cuando le contaba sobre su madre.

-Hagamos esto -dijo el muchacho-, yo te ayudo a rescatar a tu madre y


después tú me llevas a esa Ciudad Blanca que dices, donde quieren
cumplir la misma misión que yo.

Aod no pensó lo que dijo, porque de haber considerado lo difícil que sería
pelear contra un ser como el que describía la chica, nunca se hubiera
ofrecido a tal rescate, pero a Ishia se le iluminó el rostro de alegría al
escuchar la oferta del joven y se lanzó a abrazarlo por la emoción, pero
inmediatamente se alejó de él muy apenada. Y después de otro silencio
bochornoso, él preguntó:

-Algo más, ¿dónde dejaste la armadura que traía puesta?

Esta pregunta provocó que Ishia se ruborizara aún más.

-Esas armaduras aparecen y desaparecen solas - respondió como si de


verdad se hubiera ofendido-, cómo se ve que de verdad eres nuevo en
esto. La armadura te protege cuando estás a punto de recibir un golpe
importante, es como si tuviera vida, como si fuera inteligente e intuyera el
peligro. Aunque también puedes aprender a controlarla, hacerla aparecer
o desaparecer a voluntad, como respirar, tu puedes decidir dejar de
hacerlo o inhalar más profundo, pero aún cuando dejes de poner atención
a tu respiración, tu cuerpo lo sigue haciendo por cuenta propia.

Todo estaba resuelto y esa misma tarde partieron hacia el rescate de la


mamá de Ishia. Se fueron en un pequeño autofloat que ella tenía, era un
coche que flotaba sobre la superficie. En lugar de llantas tenía pequeñas
turbinas, se suspendía sobre el suelo como a un metro de altura, y
aunque esto le permitía ser muy veloz, no lo era tanto como los vehículos
y naves más modernas que había en las grandes ciudades, los cuales
podían volar a mucha más velocidad y a mucha más altura.

Al caer la tarde, llegaron a las afueras de una de las diez grandes


ciudades de aquel mundo. El bullicio era envolvente a pesar de que
estaban en la periferia. Los vehículos voladores llenaban el espacio aéreo,
había luces de neón encendidas por doquier y los anuncios que
promocionaban a El Semejante, inundaban las calles.

Ishía había vivido en aquella ciudad de niña con sus padres. Amistades de
su infancia habían sido quienes le avisaron del estado de su madre y de su
paradero, le informaron que ahora moraba en un panteón que
precisamente se encontraba a las afueras de la ciudad.

Los dos atravesados fueron hasta el cementerio, se adentraron a


escondidas y comenzaron a buscar. Después de unos minutos de explorar,
en lo profundo del camposanto, entre las criptas y los arbustos, pudieron
notar a lo lejos unos fuegos color esmeralda que brillaban en medio de la
densa obscuridad. Decidieron acercarse, parecía una reunión, Ishia y Aod
se agazaparon para no ser descubiertos a una a distancia adecuada para
poder escuchar.

Había al rededor de doce minotauros formando un círculo, tenían grandes


hachas sobre las que apoyaban sus manos. Dentro del circuito, se
formaba otro círculo más pequeño de encapuchados, en su mayoría
hombres- lagarto. Destacaba lo que parecía un humano que medía cuatro
metros y medio de altura, estaba sentado en una especie de trono
formado por varias tumbas, tanto a su izquierda como a su derecha había
unos cuantos seres que tenían cuerpos de humanos, pero que en sus
cabezas tenían cuernos como de alces y venados. En realidad, eran
demonios que estaban trepados sobre hombres, unidos de una manera
misteriosa.

Aod e Ishia estaban analizando la situación, cuando los círculos se


abrieron para darle paso a una anciana desaliñada, que al llegar frente al
gigante intercambió unas extrañas reverencias y señales.

Entonces Ishia soltó un grito:

-¡Mi mammmbpppbm!- intentó decir la muchacha, pero Aod le tapó la


boca.

Ella había lanzado ese grito de sorpresa al reconocer que la mujer que
acababa de llegar, era su mamá.

Estando en medio del círculo formado por los bestiales, por los hombres
con demonios encima y el gigante; ella comenzó a transformarse, se
volvió como de tres metros de altura, su piel se tornó como de anguila
color negro-azulado, le salieron cuatro brazos y un hocico
desproporcionalmente grande, lleno de enormes colmillos, unos cuernos
bastante pronunciados como de carnero y cuatro ojos redondos. Al
parecer no tocaba el suelo sino que flotaba.

Comenzó a hablar con una voz espectral, parecería que eran tres voces
distintas hablando al mismo tiempo.

-Legón va a hablar -se presentó el Incubus-. Necesitan disminuir las


campañas del bien contra el mal -continuó-, como bien saben, el objetivo
de esas campañas es hacerle creer a los humanos que hay buenos y
malos. Durante siglos lo han creído, les dijimos que algunos de nosotros
éramos malos para que no se preguntaran cosas que nunca debían
preguntarse. Les hicimos creer que habíamos buenos y que les
ayudaríamos, esto para que no supieran cosas que no deben saber.
Tenían que tener alguien contra quien pelear, porque esos costales de
polvo son guerreros por naturaleza y para que no se volcaran contra todo
lo que no es humano, les dijimos que también habíamos buenos como
ellos, que lucharíamos a su lado contra los malos de nosotros. Así los
mantenemos hasta el día de hoy.

Legón estaba haciendo referencia a una estrategia de las razas bestiales y


angelicales que consistía en pretender que había demonios y bestias que
procuraban el bien de los humanos. Este engaño buscaba que los hombres
no se rebelaran abiertamente contra las otras razas y no se dieran cuenta
de su verdadera esclavitud. También servía para motivar a hombres y
mujeres a potencializarse, a fin de que pudieran pelear contra los malos
de las otras razas.

-Ahora -continuó Legón-, sobre toda campaña debemos impulsar la idea


de una inminente invasión a nuestro mundo de enemigos provenientes de
otra dimensión. Con esta nueva campaña conseguiremos que más
humanos se potencialicen.

-Nadie va a creer eso - susurró un encapuchado.

Inmediatamente cayó muerto el insolente, el incobus ejerció sobre él un


poder misterioso por la osadía de cuestionar su dicho. Era un poder que
los demonios de muy alto rango tienen sobre los de raza bestial. El
demonio siguió hablando.

-Necesitamos hacerles creer esto para que se apliquen cuanto antes la


inyección o se implanten el nuevo chip. Una vez que se potencialicen
serán de los nuestros, formarán parte de nuestro ejército para pelear en
contra del Humillado, por si decide regresar. Mientras los atravesados no
encuentren la aldea perdida, Él no podrá volver. Y aunque supieran donde
está, tendrían que entrar por la ciudad de los hombres roca y esa es una
tarea imposible para ellos.

-¿De qué está hablando? -le susurró Aod a Ishia. El atravesado estaba
muy interesado porque tenía que ver con el cumplimiento de su misión.

-No estoy muy segura -contestó-. Escuché de unos hombres de piedra que
las Majairas no pueden dañar, pero ¿quién sabe?

-Ya no tarda en llegar Kabed -dijo Legón mientras buscaba algo con sus
ojos-, él es un general de alto rango entre los hombres de piedra, le pedí
que se reuniera con nosotros esta noche, aprovechando que estaba de
paso por la ciudad. Se dirige a Amot, a una reunión muy importante, nada
más ni nada menos, que con el rey de los ángeles, con el gran Apolión,
para que nuestra victoria sea inminente. Les quiero presentar al príncipe
de entre los hombres piedra. Si se puede hacer nada para el efecto de
someter al enemigo hacerlo amigo y compañero y que se fue por el orden
normativo como se me ocurre mejor forma para que termine el
campeonato de espera que no te preocupes por eso me hace falta de
entregar y el de la noche del pasado y que no te preocupes por….

Aod e Ishia no entendían nada, Legón comenzó a hablar palabras sin


sentido, hasta que dijo algo que les dejó petrificados.

-¿O tú qué piensas Aod?

El atravesado despertó de su letargo. De manera misteriosa y sorpresiva


había sido transportado y ahora estaba en medio de todos, frente a
Legón.
Capítulo 8

LEGON
Capítulo 8

Aod inmediatamente blandió su espada y nuevamente todo su cuerpo se


recubrió de su armadura, listo para enfrentar lo que viniera, porque si de
por sí era muy complicado pelear contra un demonio, aún más contra uno
potencializado.

El Incubus mandó a los hombres-lagarto que atacaran, pensando que


sería suficiente. Los humanos eran mucho más débiles e inútiles en
batalla, pero desde que Aod había sido atravesado y a través de las
muchas peleas contra humanos y demonios, él se había vuelto un
guerrero muy competente. Y así, con su Majaira el atravesado acabó con
los encapuchados.

Los hombres que tenían encima demonios con cuernos de venado huyeron
en cuanto se desató la gresca.

Legón pensó que sería divertido ver cómo destrozaban a Aod, pero no
sucedió, el incubus lo había subestimado.

-¡Basta! - gritó Legón.

A la voz, el atravesado fue capturado por unas grandes manos con seis
dedos cada una. Era el gigante que lo había atrapado por la espalda, la
fuerza que tenía era igual de grande que él. Agarró a Aod y lo inmovilizó,
haciendo inútiles los esfuerzos de zafarse del joven. El gigante puso al
inmóvil muchacho delante de Legón.

Uno de los cuatro brazos del demonio se transformó en una gran cuchilla
de filo brillante y plateado. Lanzó la navaja a la cabeza del joven que nada
podía hacer, pero el golpe fue rechazado a centímetros del cuello, chocó
contra un campo de fuerza invisible que Ishia había formado para cubrir a
Aod en el momento justo. Entonces Legón comprendió.
-¡Hay una atravesada por aquí! -gritó el demonio al entender lo que
pasaba-¡Búsquenla! -ordenó a los minotauros.

Mientras esto decía el Incubus, los brazos del gigante comenzaron a


abrirse por una energía invisible, el campo de fuerza que envolvió a Aod
comenzó a expandirse de modo que obligó al gigante a abrir sus brazos y
liberar al atravesado. El campo energético se expandió al grado de
envolver a Aod en una gran bóveda brillante como la que había visto en la
casa donde estaba Ishia. Todos fueron empujados por la cúpula
energética a medida que crecía y el gigante, por más que golpeaba no
podía entrar.

Los minotauros por su parte buscaron a la chica, pero no pudieron


encontrarla. Las atravesadas no solo tienen la capacidad de hacer campos
de fuerza, sino que muchas veces, cuando permanecen dentro de uno, se
hacen invisibles ante los ojos de los que representan una amenaza.

Cuando los campos de fuerza son pequeños, digamos que de tamaño


individual, son transparentes, pero a medida que van creciendo se tornan
azulados, como el que Aod vio sobre la casa de Ishia y como el que ahora
lo cubría.

El muchacho estaba a salvo de los bestiales y del gigante dentro del


campo de fuerza que Ishia le hizo, pero para sorpresa de todos, Legón
pudo traspasarlo sin problemas. Así, Aod se encontró solo contra el
demonio, en lo que parecía una especie de arena abovedada de peleas.

Los cuatro brazos del Incubus se convirtieron en grandes cuchillas y se


lanzó contra Aod. Comenzó el combate. El atravesado hacía lo que podía
para defenderse de la destreza de cuatro veloces y grandes navajas,
utilizando su escudo y su espada. Le costaba mucho trabajo asestar un
golpe a su enemigo, y cuando lograba conseguirlo, no le hacía ni el menor
daño, no era como los demás demonios que con un leve toque de su
espada les dañaba mucho.

Al ver que Aod no estaba consiguiendo nada, Ishia decidió salir de su


escondite, correr hacia el campo de batalla y entrar en el domo de fuerza
donde estaban peleando. Cuando Legón la vio, en un instante se convirtió
en su mamá y estirando su mano gritó:
-¡Hija!

Pero inmediatamente volvió a convertirse en el monstruo obscuro y siguió


con su ataque. Los atravesados se protegían con el escudo de Aod de los
sablazos que el incubus les lanzaba.

-¿No me dijiste que no podían entrar amenazas a los campos de fuerza? -


le preguntó Aod a Ishia- ¿Cómo llamarías a esto?

-Estos campos de fuerza son extraños, como tu armadura o como tu


espada, pareciera que tienen decisión propia y en ocasiones dejan pasar
amenazas. Pero escucha, tu Majaira no le puede hacer daño porque no
está hecha para lastimar a los hombres y técnicamente estás intentando
cortar la piel de mi mamá.

-Entonces, ¿qué hago? –respondió Aod.

Necesitas golpearlo tan fuerte como para que se separe el demonio de mi


mamá y entonces atravesarla a ella o atacar al demonio, cualquiera de las
dos.

Aod así lo intentó y lo consiguió, le dio un golpe tan fuerte a Legón que
logró separarlo de la madre de Ishia por unos micro segundos. De
inmediato el demonio regreso a la señora y la transformó de nuevo en
monstruo, pero ahora se hizo notablemente más grande y si su voz al
principio parecía la de tres personas, ahora parecía que hablaban diez
personas al mismo tiempo.

Después de varios intentos, Aod volvió a conseguir darle un golpe tan


fuerte que pudo separar de nuevo a la mujer del ángel, pero ahora no se
separó de un demonio, sino que fueron tres los que se "metieron"
inmediatamente en ella. El monstruo se hizo todavía más grande. La voz
que ahora salía de ella eran de muchas personas.

-Ishia, esto no está funcionando -le gritó Aod a su compañera-, cada vez
que logro separarlos, Legón se vuelve más grande y fuerte, pareciera que
cada vez son más demonios los que se le meten a tu mamá.
-Tengo una idea -dijo ella-, vamos intentarlo una última vez.

Aunque ahora el Incubus era demasiado grande, fuerte y veloz, Aod, sin
notarlo ni saberlo estaba dotado de una velocidad que le permitía
competir contra un monstruo de esa naturaleza. Así que una vez más lo
consiguió, le dio un golpe lo suficientemente fuerte como para separar a
los siete demonios que ahora habitaban dentro de la mujer y en los micro
segundos que estuvieron separados, Ishia puso un campo de fuerza
alrededor de su madre y cuando los demonios quisieron regresar a ella, se
estamparon como contra un muro.

Sin pensarlo dos veces, Aod atravesó con su espada el portal que envolvía
a la anciana y también le atravesó el pecho a la señora. Los demonios
gimieron de rabia, ya no les pertenecía más la madre de Ishia.

Aod aprovechó la sorpresa y con un mismo movimiento, sacó de la mamá


de Ishia su espada, sorrajó a un demonio y atravesó a otro. Ahora sí
explotaron con un simple toque de la Majaira.

Ishia sostuvo a su madre para que no se cayera porque estaba


notablemente debilitada. Aod continuó peleando contra los otros demonios
que ya no eran ni tan fuertes, ni tan grandes, ni tan veloces.

El gigante, al ver las circunstancias se dio media vuelta y se marchó, pero


Ishia pudo reconocerlo antes de que escapara, era el alcalde de aquella
ciudad.

Los demonios que revoloteaban por el aire a manera de espectros estaban


temerosos, intentando escapar de la espada del joven.

Parecía que la situación estaba controlada, que los atravesados


conseguirían una dura victoria pero llegó otro personaje a la escena. Era
Kabed, el hombre piedra que Legón había dicho que vendría. Era tosco y
grande, con brazos muy poderosos y estaba completamente hecho de
piedra.

Al ver lo que pasaba comenzó a golpear el campo de fuerza que envolvía a


los atravesados y a los demonios. Las piedras que formaban sus puños
parecían reacomodarse para transformarse en grandes mazos. Cada golpe
de él, cimbraba todo el domo energético con rayos que recorrían la
cúpula.

De manera incomprensible para Ishia, Kabed pudo abrir con sus golpes el
campo de fuerza y entrar. Los dos demonios que quedaban peleando con
Aod, huyeron en cuanto la protección se abrió.

El hombre piedra golpeó a Ishia, lanzándola unos cuantos metros por la


fuerza del impacto, quedando inconsciente. Su madre, aunque estaba
débil fue a tratar de levantarla.

Mientras, Aod se deshacía de los minotauros que se lanzaron a atacar en


el momento en que el campo de fuerza fue abierto. Aquellas bestias no
fueron gran problema para él y los despachó con cierta facilidad y rapidez.

El siguiente oponente de Aod inmediatamente fue Kabed, y aunque era


lento para el atravesado, su Majaira no le hacía ni cosquillas. Simplemente
el metal rebotaba sordamente contra la piedra.

El recién llegado comenzó a lanzar golpes al atravesado con los mazos de


roca que tenía por puños y aunque Aod podía detener los embates de
Kabed con su escudo, poco a poco los mismos golpes lo estaban
enterrando en el suelo. Aod no conseguía nada para detenerlo, así que
decidió escapar. Fue hasta donde se encontraban las dos mujeres, puso
sobre su hombro a Ishia que seguía desmayada, agarró del brazo a su
mamá y comenzaron a huir, lo cual no fue tan difícil porque Kabed era
muy pesado para ser veloz. La mamá de Ishia tampoco corría muy rápido,
pero con ayudada de Aod pudieron escapar.

Cuando estaban a pocos metros para salir del panteón y parecía que
habían dejado atrás el peligro, una cuadrilla de cinco motopatrullas les
esperaban. El Gobernador las había mandado.

Las motopatrullas eran vehículos parecidos a motocicletas, pero volaban,


en vez de tener ruedas, tenían una turbina que recorría lo largo del
vehiculo. Generalmente eran piloteadas por elementos del estado los
cuales casi siempre eran de raza bestial. Estas máquinas tenían en cada
lado grandes metralletas como las de los robopatrullas.

En cuanto vieron a los atravesados abrieron fuego contra ellos sin piedad.
Aod protegió con su escudo a las mujeres de la balacera que se avecinó y
avanzaron hasta resguardarse en una pequeña capilla abandonada.

La cuadrilla de motopatrullas comenzó a disparar con el poder de su


arsenal para destruir la guarida, pero antes de que las balas acabaran con
los muros de la pequeña construcción, Aod dejó acostada a Ishia y se
escabulló a hurtadillas. Dio la vuelta sin ser visto, se subió en una árbol y
esperó a tener una motopatrulla al alcance, cuando iba pasando una se
aventó sobre ella y mató con su espada al piloto sobre la nave, era un
bestial con cuerpo humanoide, de piel azul con grandes colmillos, con
orejas puntiagudas y ojos filosos, en suma parecía un hombre-gato. Haya
sido como fuere, cayó al suelo después de ser herido de muerte por la
espada del atravesado.

Aod sabía pilotear esos vehículos. Todo lo que tenía que ver con la policía
y la tecnología militar le gustaba y cuando era más joven tuvo la
oportunidad de pilotear una de esas en una exhibición en su ciudad.

El muchacho comenzó a disparar contra las otras naves justo a tiempo


para que no destruyeran la guarida en donde se encontraban Ishía y su
mamá. Los pilotos enemigos se dieron la vuelta para hacerle frente, y él
también se dio media vuelta para escapar, invitando a los elementos del
estado que le persiguieran y dejaran de atacar a la pequeña capilla, o lo
que quedaba de ella.

Ishía despertó y al ver que su mamá la mimaba, pudo fundirse con ella en
un profundo e intenso abrazo que durará para siempre en sus corazones.

-Mamá -le decía Ishia mientras lloraba de la alegría y le acariciaba los


cabellos.

-Hijita preciosa, ¿qué hacemos aquí? -preguntó la anciana.

El bello momento duró poco, Kabed llegó a interrumpir. El campo de


fuerza que Ishia intentó poner a su al rededor para protegerse junto a su
madre fue inútil, no detuvo al hombre de piedra.

Kabed se dispuso a destruir a golpes Ishia, pero su madre se interpuso,


recibiendo un tremendo impacto que la aventó fuera de la capilla derruida
,a diez metros de distancia. La muchacha, escapando del hombre piedra,
fue en auxilio de su madre, pero tropezó en su carrera. El monstruo fue
tras Ishia que estaba tirada completamente indefensa, alzó su puño que
nuevamente se convirtió en un mazo y en el momento que lanzó el golpe
que acabaría con la atravesada, una ráfaga de balas de gran calibre le
hizo retroceder.

Era Aod, que después de deshacerse de las demás naves regresó por Ishia
y su mamá montado en la motopatrulla.

Las balas no lograban matar al hombre de piedra, pero lo hacían


retroceder y mantenerlo al margen. Ishia corrió donde su madre y vio que
estaba muy herida.

-¡Mamá resiste! - le dijo la joven.

Sacó una pequeña cantimplora de un morral que llevaba, le mojó el rostro


y le dio a beber agua como para reanimarla.

-Hija -le dijo con mirada ilusionada y con una gran sonrisa-, he visto al
Rey de los reyes y me dijo que tengo que ir con Él. Mi alma está muy
dañada por albergar dentro de mí a ese ser, ahora necesito ser
restaurada. Me dijo que te espere con él, y yo tengo paz con sólo
pensarlo.

-Está bien mami, ve con él -dijo Ishia con una sonrisa solemne y sincera.

La joven entendía la situación y aunque le dolía la idea de que no la vería


en algún tiempo, sabía lo dañada que había quedado después de albergar
al incubus y de alguna manera le daba gusto que su madre fuera con su
Rey. Se fundieron en un brazo e Ishia le dio un gran beso de despedida,
después de eso la mamá atravesó el portal de la vida.

Aod pudo ver a la distancia el destello de luz que causó la partida, dejó de
disparar contra Kebal se dio vuelta y fue por su amiga.

-¡Ey Ishia! -le gritó Aod - Dame tu mano.

Ella estiró su brazo y al vuelo Aod la agarró para subirla a la nave y huir
de ese lugar.
Una madrugada fresca fue el escenario de un regreso largo y silencioso.
Habían cambiado la motopatrulla por el viejo autofloat de Ishia, pues el
vehículo de la policía podía ser fácilmente rastreado. Mientras viajaban,
tranquilos y sin peligro, Aod rompió el silencio.

-Ishia, siento lo de tu mamá -dijo con mucha tristeza.

No te preocupes, la rescataste -le contestó ella-, sino hubiera sido por ti,
ahora no estaría con el Rey Kurios y probablemente nunca hubiera llegado
con Él. Ella ya estaba muy mal, faltaba poco para que muriera, pero
lograste atravesarla antes de que eso pasara y ahora yo sé que pronto la
volveré a ver. Aod, realmente te lo agradezco.

¿Cómo pensabas rescatar tú sola a tu madre? - preguntó Aod.

-Había escuchado que podría hacerlo mediante un campo de fuerza,


separarlos así, pero la verdad, no estaba segura -respondió Ishia.

-¿Y qué era ese Kabed? -continuó preguntando el atravesado¿Por qué mi


espada no pudo hacerle nada ni tu campo de fuerza lo detuvo?

-No sé -dijo ella con un dejo de lamento.

-Ishia, no entiendo nada -se sinceró Aod-. Un día estoy normal y al otro
día aparece de la nada, un hombre que me atraviesa con su espada. Yo
debería haber muerto, eso pasa cuando te atraviesan con una espada,
pero no. Después, estoy en casa de una amiga y en un instante estoy a
kilómetros de distancia, en un bosque. Además, ¿cuándo un humano
hubiera podido pelear de tú a tú con algo de otra raza? Somos más
débiles y mira mi brazo ¿lo ves?

-¿Qué tiene? No veo nada - Ishia le siguió el juego.

-¡Exacto! No hay nada, no traigo la armadura que hace unos minutos


tenía. Me voy a volver loco -concluyó Aod.

-Aod -dijo con sabiduría la joven-, aunque llevo más tiempo de


atravesada, hay muchas cosas que no sé y ni entiendo, pero hace mucho
conocí a una buena amiga y ella me dio un gran consejo, me dijo que lo
mejor que podemos hacer cuando tenemos preguntas es escuchar el
agua, ella se llamaba Jokmá. Fue quien me explicó varias cosas, como que
a veces los campos de fuerza deciden qué permiten o no pasar.

-¿Jokmá? ¡Oye, espera! Yo también conocí a la anciana -dijo Aod


emocionado.

- ¿Anciana? No, mi amiga no es anciana, no es una joven pero tampoco


podría llamarla anciana.

Después de que hablaran un poco de Jokmá, Ishia le pidió a Aod


detenerse en un bello prado. Los primeros rayos del alba encendían los
hermosos colores de las flores. Al bajar del autofloat, ella se alejó unos
metros y comenzó a llorar y llorar. Aod se acercó a tratar de consolarla
con un abrazo.

Fue tanto el llanto de la joven que Aod pudo escuchar la voz del agua:

El Rey de los reyes, fue sólo a la batalla, con sólo una espada, peleó
contra todos los hijos de Apolión a fin de vencerlos y liberar a los hijos de
Gómer. El único hombre sin veneno, Kurios, contra todos los hijos de
Apolión. La oportunidad para acabar con el gran Rey estaba al alcance del
demonio mayor.

El Rey de los reyes recibió un golpe por cada hijo de Gomer que existió,
existe o existirá.

El Rey Kurios con su espada atravesó a cada uno de los hijos de Apolión,
en una dura batalla y no los mató, porque de haberlos matado hubieran
muerto también los hombres a causa de la ligadura que tenían en su
corazón.

Al atravesar a cada demonio se rompió una parte de la ligadura, pero para


que cada hombre fuera completamente libre también debía ser atravesado
por la misma espada.
Capítulo 9

KABED
Capítulo 9

Aod e Ishia regresaron de mañana a la casa de ella, habían acordado


recoger sólo unas cuantas cosas de ahí y descansar un poco para después
seguir inmediatamente con el viaje al oriente, a la Ciudad Blanca.

Al llegar a la casa, les sorprendió que una persona los esperaba. En la


puerta estaba un hombre sentado, tenía un gran mazo con el mango muy
largo, como de herrero. Aod lo reconoció de inmediato, era el hijo de
Safér, Martín.

-Hola Martín, ¿qué haces aquí? -Aod lo saludó con gusto -te presentó a
Ishia.

-Mucho gusto -saludó a la atravesada-. Aod, mi padre encontró al hombre


que habías atravesado y le dio su espada, también nos atravesó a mi
mamá y a mí, y entre todos hemos atravesado a unos cuantos más, pero
las cosas en mi aldea se pusieron difíciles. Las campañas del gobierno
están atrayendo a muchos para potencializarse, y la persecución hacia los
atravesados está creciendo, pero no he venido por eso -sacudió sus
manos como para borrar de la mente de Aod esa explicación-, el Rey de
los reyes me dijo que viniera a encontrarte, por eso vine. Me dijo que te
hallaría siguiendo el camino hacia el oriente, me acordé de que vas hacia
allá, y como este es el siguiente pueblo en esa dirección, supuse que aquí
te encontraría. Después me dijeron que te habían visto salir con ella -
señaló a Ishia- en dirección poniente, lo que me hizo suponer que
volverías por el mismo camino. Pregunté por su casa y vine a esperarlos
aquí, confiando que el Rey de los reyes me dijo que me iba a reunir
contigo.

-¿En serio? ¿Y no te dijo para qué?

-No, ¿es una locura verdad? -respondió Martín encogiéndose de hombros.

-Pues no -interrumpió Ishia-, todo puede parecer una locura excepto lo


que Él te diga.
-Tal vez quería que conociera que hay fruto de mi visita ahí -supuso Aod.

-Sí, puede ser -dijo Martín.

-Oye ¿y qué es ese mazo que traes? -Aod le preguntó a Martín por su
herramienta tan voluminosa.

-No me lo vas a creer -respondió Martín emocionado-, mi padre lo hizo


inspirándose en la espada, y también funciona, bueno, al menos con los
guardas, con sólo tocarlos les causa el mismo daño que una espada del
Rey, el único problema es que a los humanos no los atraviesa.

Aod agarró el mazo y a pesar de lo grande, era muy ligero, en esto


también se parecía a las Majairas.

Aun así, aunque no atraviese a las personas, me siento más cómodo


usándolo porque no soy muy hábil con las espadas. 

Los atravesados pasaron adentro de la casa y platicaron un rato, pero


cuando ya no hubo más tema para charlar, Martín se despidió.

-Bueno Aod, ya vine a cumplir con lo que me dijo nuestro Rey, así que ya
me regreso a mi casa, ¿algo que me quieras decir antes de irme? -
preguntó Martín con cierto nerviosismo.

Aod no tenía nada que agregar pero Ishia sí, y solo le recordó sobre las
armaduras de los atravesados. A Martín le emocionó la idea de portar una,
porque nunca había visto algo parecido. Después de eso se fue.

Una vez que la visita se había marchado, Aod e Ishia comenzaron a


empacar algunas cosas para el viaje, cuando sorpresivamente, un fuerte
sonido estalló dentro de la casa. Un mazo de piedra abrió un boquete en
el muro de la vivienda, inmediatamente otro golpe terminó por derribar la
pared, era Kabed.

Ishia se cubrió con un campo de fuerza y Aod se recubrió con su


armadura al tiempo que empuñó su espada. El hombre de piedra fue
directo hacia el atravesado, quien lo recibió con un potente golpe de
espada pero, nuevamente, no le hizo ningún daño.

Kabed aventó a Aod con un golpe hasta la pared. El golpe del hombre
piedra fue tan poderoso que Aod quedo adolorido y aturdido.

El hombre de piedra se abalanzó contra el atravesado y grandes picos


emergieron de sus hombros, con ellos embistió al chico y lo aplastó contra
la pared, Aod quedó incrustado en ella. Kabed tomó un poco de impulso y
repitió el ataque. El muro no resistió el nuevo golpe y se derrumbó sobre
el atravesado que de no haber sido por su armadura, no hubiera
sobrevivido.

Ishia hizo un campo de fuerza sobre el joven para quitarle los escombros
de encima y Kabed le arrojó una roca a ella pero se estampó en la burbuja
que la envolvía y no le causó ningún daño. Kabed sin darle importancia a
la chica, pateó la protección energética que recubría a Aod. La patada le
llegó a la cabeza cuando intentaba ponerse en pie, pero el casco que traía
puesto el atravesado le salvó la vida.

Los campos de fuerza eran inútiles contra ese ser, al igual que las
Majairas. Kabed comenzó a pisotear al atravesado y lo estaba enterrando
en el suelo con cada pisotón, mientras decía con un acento extraño:

-Están locos si creen que voy a dejarlos escapar con información para que
destruyan a mi pueblo. Mi tarea es defenderlos, precisamente, de ustedes.

Los jóvenes no tenían ni idea a qué se refería el intruso ni la razón de sus


palabras, pero continuó pisando el casco de Aod y esta protección
comenzaba a romperse, no aguantaría mucho más. Ishia trató de detener
al hombre roca, pero sólo consiguió que Kabed la atrapara.

-¡Aod! ¿Qué está pasando? -se escuchó un grito dentro de la casa.

Era Martín que había regresado. Cuando Kabed reconoció que él también
era un atravesado, aventó a la joven a un lado y ella pudo librar el golpe
de la caída gracias a un campo protector que desplegó a su alrededor en
el momento justo. Con dos zancadas Kabed se le acercó al del martillo,
volvió sus nudillos en picos y le lanzó un puñetazo directo en el pecho,
Martín fue recubierto con su armadura justo a tiempo, pero el impacto fue
tan fuerte que el atravesado salió volando de la casa y se estampó contra
un árbol del jardín.
Aunque el puñetazo de Kabed fue muy duro, Martín estaba emocionado
por su nueva armadura, no era idéntica a la de Aod, pero evidentemente
era de la misma naturaleza.

Kabed salió de la casa y arremetió de nuevo contra el atravesado, pero


esta vez, Martín contraatacó con su mazo, le conectó un golpe en la
mandíbula con el gran martillo y Kabed cayó noqueado. Nadie esperaba
que pasara eso, ni los atravesados, ni el hombre piedra.

Kabed se paró desorientado, Martín se lanzó a darle un nuevo martillazo


pero ahora en la pierna, lo que le obligó a poner la rodilla en el suelo y
doblar la otra. Con la inercia que llevaba el martillo, Martín le conectó otro
golpe, Kabed lo detuvo con el antebrazo y trozos de piedra salieron
volando. Los impactos del martillo hacían que las rocas que formaban el
cuerpo de Kabed salieran despedidas, el grandulón se desbarataba poco a
poco con cada mazazo.

Finalmente, Martín le dio con toda su fuerza en el pecho y todas las


piedras que recubrían su cuerpo, se cayeron al suelo, dejando un hombre
al descubierto que se desplomó encima del montón de piedras.

Martín quedó asombrado, pero pronto recordó a su amigo y fue junto con
Ishia a ver cómo estaba. Aod se encontraba de pie pero muy adolorido y
después de recuperarse un poco, los tres se dirigieron al jardín para a ver
que había sido del que tanto les había lastimado.

Al salir de la casa, alcanzaron a observar cómo Kabed se iluminaba con un


gran resplandor de luz de arriba abajo y después desapareció, había
atravesado el portal de la vida. Los atravesados aún no lo comprendían
por completo, pero al igual que las Majairas, el martillo de Martín podía
convertir en atravesados a los hombres piedra.

Aod se acercó al montón de rocas que había quedado. En él pudo notar


algo que brillaba, se agachó a ver que era aquello y descubrió una llave
dorada. Aod la examinó y vio que era hermosa, le pareció que sería algo
importante para cumplir su misión y decidió guardarla en la bolsa lateral
de su pantalón.

También, investigando en los alrededores, descubrió detrás de unos


arbustos la nave en la que había venido Kabed. Una belleza a la vista del
joven, era impresionante, y él la amó desde el primer instante que la vió,
era demasiado lujosa, demasiado potente y de última tecnología. A Aod le
fascinaba la idea de pilotearla y volar en ella hasta la Ciudad Blanca.

Después de apreciar aquella máquina, regresó a donde se encontraban


Martín e Ishia y cuando ya hubo pasado todo el ajetreo, Aod le agradeció
a su amigo.

-Gracias por regresar, nos salvaste. Mi espada no pudo hacerle nada al


hombre piedra, pero tu martillo lo consiguió, ¡es asombroso!

-Pero ¿vieron? -dijo Ishia emocionada- Abajo de todas esas piedras había
un humano que atravesó el portal de la vida, eso significa que ahora está
con nuestro Rey. Los hombres rocas son humanos también -lo decía como
quien descubre un gran secreto.

Los atravesados tomaron unos momentos considerando este


descubrimiento y meditando en esto, a Aod le surgió una duda.

-Martín, ¿qué te hizo volver? - preguntó el atravesado.

-Te voy a contar la verdad, mi intención al venir aquí era acompañarte en


tu misión al oriente. Realmente el Rey me dijo que así debía ser, pero no
estaba seguro de preguntarte, más bien esperaba que tú me lo pidieras,
pero como no lo hiciste, supuse que no había escuchado bien el agua. Así
que me regresé, pero mientras iba de camino, la convicción de que debía
acompañarte era inmensa, por eso volví, a ofrecerte mi compañía en tu
viaje. Tal vez mi mazo sea de utilidad en la misión de atravesar al último
de los gentiles.

-Pero por supuesto que lo será - a Aod le agradaba mucho la idea-, y ¿tu
padre, ya lo sabe?

-Sí -contestó Martín-, le dije que si no regresaba era porque me iba


contigo.

Aquella tarde intentaron reparar lo más posible los desperfectos en la casa


de Ishia. Decidieron pasar ahí la noche para salir a la mañana siguiente.
Llegado el día, cuando se disponían a emprender el viaje, Aod no podía
resistir el deseo de viajar en la nave de Kabed.

-Oigan, ¿qué les parece si yo me voy en la nave del hombre piedra?

-Pero sólo puede ir una persona - observó Martín.

-  Pensé que nos iríamos en mi autofloat, los tres -dijo Ishia.

Aod insistió con explicaciones confusas. Ni a Martín, ni a Ishia les parecía


una buena idea, pero ninguno de los dos se sentía con autoridad de
contradecirlo. Ishia estaba en deuda con él, y Martín no podía objetar
porque era un invitado en el viaje, así que Aod se salió con la suya.

Como Martín advirtió, la cabina de esa nave solo era para una persona.
Aod pensó que sería más difícil abrirla pero no tenía seguro así que se
montó en la nave que tanto deseaba y se las arregló para acomodarse en
el asiento del piloto, por que ese lugar estaba diseñado para alguien
mucho más grande qué él, ajustó los cinturones de seguridad y acomodó
el asiento para solucionar el problema. Al prenderla, con la sencillez de un
botón, ni un solo ronroneo dejó escapar aquella máquina. La pantalla del
tablero tenía los datos de Ishia, incluyendo su dirección y el atravesado
concluyó que de seguro esa fue la manera en que Kabed llegó hasta ahí.
La joven y el del martillo, por su parte, se subieron en el vehículo de ella.

Emprendieron el viaje, un viaje que duró cinco días. Se detenían a comer


y a pasar las noches. Era fácil para ellos conseguir comida porque la chica
encerraba a los animales en un campo de fuerza, evitando así que
escaparan y después, simplemente llegaba Aod con su espada para darles
muerte y poder cocinarlos posteriormente.

La nave del hombre roca era fabulosa, pero el atravesado no podía


aprovechar todo su potencial por tener que ir esperando a sus amigos,
pues el auto-float viajaba mucho más lento. El vehículo de la muchacha
viajaba a ras de suelo y Aod mantenía la nave de Kabed a cuatro metros
de altura y a la misma velocidad que auto-float de su amiga. Ésta
situación le desesperaba a él, porque le comían las ansias de meter a
fondo el acelerador y comprobar cuán rápido podía viajar esa máquina.

Antes de comenzar el viaje, habían sincronizado las frecuencias de radio


para poder tener comunicación y finalmente Ishia le dijo a Aod:

-¡Ahí está! Esa ciudad es la ciudad Blanca.

Los atravesados habían llegado a las tierras altas de una cordillera, y a lo


lejos, más allá del bosque, en medio de un inmenso valle que se extendía
enfrente, y sobre un monte, se alcanzaba a mirar una gran luz, parecido a
un enorme diamante que reflejaba el brillo del sol.

-¿Es ahí? -le respondió el atravesado a su compañera por la radio- ¿En


aquel destello de luz que se ve a lo lejos?

-¡Sí!

Aod vio la oportunidad perfecta para probar la potencia de su transporte.

-¡Excelente! -dijo a sus amigos- Déjenme adelantarme, los veo a la


entrada de la ciudad.

Ni siquiera esperó una respuesta de parte de ellos, enseguida aceleró a


todo lo que la nave podía dar. La velocidad que alcanzó era inmensa,
devoraba los kilómetros en segundos y la conducción era sumamente
cómoda, el joven no se había equivocado al juzgar aquella tremenda
nave. Muy pronto sus compañeros lo perdieron de vista.
Capítulo 10

TABITA
Capítulo 10

Aod sobrevolaba a toda potencia en la poderosa nave de Kabed por


encima de un espeso bosque, que pertenecía a las faldas de una montaña.
La emoción recorría todo el cuerpo del atravesado porque disfrutaba
mucho de la velocidad. Pero en el momento en que más estaba
saboreando su viaje, una espada le atravesó desde atrás, la boca del
estómago y le salió por enfrente.

Un intenso y conocido dolor eléctrico le recorrió todo el cuerpo. Cuando


miró hacia su vientre, reconoció la espada de Sárx, quien en algún
momento de la noche se había escondido en un compartimento detrás del
asiento del piloto. La malévola espada tenía la facilidad de traspasar la
tela de la armadura y cómo era lo único que protegía aquella zona en el
cuerpo de Aod, Sárx insertó por ahí su cuchilla.

Aod comprendió entonces que el robot de carne y hueso había sido quien
dejó la cabina abierta e intervino aquella noche el sistema de la nave para
que se pudiera encender tan sencillamente, sin ningún tipo de
reconocimiento.

La herida del jovén se cerró de inmediato cuándo Sárx sacó su espada,


como la última vez. Aod apretó el botón para que el asiento de piloto
saliera expulsado de la cabina y así librarse de aquella situación, pero
Sarx advirtió las intenciones del atravesado y logró atascar con el cinturón
de seguridad el mecanismo que liberaba el asiento, evitando que escapara
su presa. Aod con todo el dolor del mundo, tomó su espada que había
puesto dentro de la cabina y sin soltar el volante, lanzó una estocada
hacia atrás para darle una punzada a su enemigo, pero el robot la
esquivó, sin embargo éste tuvo que soltarse de donde se sostenía y Aod
giró la nave para que el polizonte cayera, puesto que la escotilla de la
cabina se había desprendido en el intento de escapatoria. La maniobra fue
efectiva, el robot salió de la nave pero alcanzó a cortar con su espada una
parte del ala y de una turbina mientras caía.

Aod se había librado de su clon, pero la nave estaba fuera de control y


muy dañado. Fue cuestión de segundos para que la nave y su piloto se
estrellaran contra los arboles del bosque. El muchacho pudo sobrevivir al
duro impacto gracias a su armadura, que por cierto, apareció con el casco
reparado de la última vez que el hombre de piedra lo pisoteó.

Las armaduras de los atravesados tenían esa cualidad, cuando volvían a


revestir a alguien, aparecían reparadas de los imperfectos que sufrieron
en el combate anterior. Una armadura de este tipo, en efecto, podía ser
maltratada hasta el punto de romperse y no proteger más al portador,
pero cuando volvía a aparecer, aparecía restaurada.

El atravesado quedó inconsciente, dentro de la nave, las horas pasaron y


la noche cayó sobre el bosque. El dolor hizo que Aod despertara. Como
pudo se liberó de la cabina y salió de la nave que había quedado hecha
añicos. Tomó su espada, se orientó con las estrellas y comenzó a caminar
hacia la Ciudad Blanca.

La herida que le causó Sárx le ardía por todo el cuerpo. Mientras se habría
paso en lo profundo del bosque, con un dolor igual de profundo se empezó
a molestar con Ishia y con Martín, comenzó a creer que sólo lo estaban
utilizando. Pensaba que si realmente lo estimaban se hubieran detenido a
buscarlo y se preguntó cuál era la razón de ir con todos los atravesados
para cumplir la misión de atravesar al último de los gentiles, esa misión
era para él.

Amargado y pensando en esto, llegó a unas ruinas que parecían haber


sido una construcción amplia, de una época antigua y decidió entrar a
hurgar. En el interior había una gran pila de armamento, espadas también
muy ligeras y escudos, y ya que Aod había decidido enfrentar su misión
solo, pensó que era una buena idea llevar algunas armas extras, entonces
se colgó dos espadas, se afirmó tres dagas, tomó un mazo, y se echó en
la espalda otro escudo.

Después de fijar en su cuerpo todo aquel armamento, se dispuso a


continuar su camino, mas cuando intentó salir de ese derruido edificio, no
recordaba donde estaba la salida y tampoco la podía encontrar con la
mirada. No es que fuera una construcción tan gigantesca como para
perderse adentro, tampoco es que no pudiera salir por alguno de los
muros caídos, era que Aod estaba bajo el efecto de una alucinación, de
algo similar a un sueño.

El atravesado giraba su cabeza desesperadamente intentando descifrar


que sucedía, cuando escuchó una voz demasiado familiar:

-¿Estás perdido?

Era Sárx, ahora llevaba una armadura negra y un casco que le cubría el
rostro pero, su voz y sobretodo su espada eran inconfundibles. Aod había
caído en una trampa ilusoria orquestada por su doble, la herida que su
espada le había causado cuando viajaba en la nave, le inyectó una especie
de veneno o de hechizo, que surtió efecto cuando Aod sintió amargura por
sus amigos.

Al reaccionar y despertar de su encantamiento, el joven se dio cuenta que


en realidad no se había colgado armas sino unas cadenas, y cuando según
él las ajustó, lo que hizo en realidad fue cerrar los grilletes y ahora se
encontraba aprisionado.

Sárx caminó por el gran salón hasta llegar a una palanca, la jaló y se
accionó un mecanismo que estiraba las cadenas que tenían cautivo a Aod.
El atravesado fue arrastrado hasta que su espalda quedó contra una gran
pared, con los brazos completamente estirados, no podía moverse, estaba
a merced de su captor.

El robot se acercó hasta su prisionero y lo comenzó a torturar, le enterró


lentamente la espada debajo de la costilla. La armadura del atravesado no
apreció en ese momento por que las amarras que estaban aprisionándolo
no lo permitían. El dolor recorría todo el cuerpo de Aod y era insoportable,
sentía que sus fuerzas lo abandonaban y que sería su fin.

De manera incomprensible, la espada que el robot estaba hundiendo


dentro de Aod, comenzó a salirse, Sárx sorprendido, empujaba con toda
su fuerza, pero era inútil, su arma abandonaba el cuerpo de Aod, hasta
salir por completo.

La herida se cerró como en todas las demás ocasiones, Sárx al fin


entendió y con un gran grito de frustración, le lanzó un golpe de espada
con toda su furia, el cual, como se lo esperaba, se estampó contra el
campo de fuerza que Ishia, aun estando lejos, logró montar sobre su
amigo.

Una vez más, la joven, aunque a la distancia, protegió a Aod, ella sólo
tenía que pensar en el atravesado, o en cualquier otra persona, para
formar la burbuja energética a su alrededor.

A Sárx no le quedó más remedio que irse de ahí muy frustrado, dejando a
Aod apresado.

Los días comenzaron a transcurrir. El atravesado podía comer y no morir


de hambre o de sed, gracias a que unos cuervos le traían comida. Aunque
la dieta, que consistía principalmente en panecillos y galletas, no era nada
balanceada, le permitía sobrevivir.

Durante ese tiempo pudo recapacitar sobre su error, reconoció que era su
culpa estar en esa situación. Nada de eso hubiera pasado de haber viajado
con sus amigos, en lugar de querer volar en aquella nave.

Una mañana, uno de esos cuervos se paró sobre una enredadera que
estaba arriba de Aod, y la tiró. Toda cayó sobre el atravesado golpeándolo
y tapándolo por completo.

-¿No podría el campo de fuerza o mi armadura impedir que estas ramas


me golpearan la cabeza? -pensó.

La noche de ese mismo día, mientras él dormía, llegaron dos personajes a


aquellas viejas ruinas. Uno era un gran Troll y otro parecía ser un hombre.
A Aod le despertó su llegada, pero no los podía ver bien por las ramas que
lo tapaban, sólo distinguió que el humano portaba una armadura muy
parecida a la de los atravesados.

Ninguno de los que llegaron, se percató de la presencia del encadenado


oculto bajo las enredaderas, y tampoco Aod quiso ser descubierto hasta
enterarse de lo que hablaban.

-¿Traes las piedras? -dijo una voz clara.

-Sí -se escuchó la voz del Troll- ¿Tú traer metal, ya?

-Sí, ahí está ¡Ay! mi amo - se lamentó el humano - Mira que temerle a lo
que pueda hacer esa mujer, mi señor dice que ella no ha escuchado la
canción lo suficiente. ¿Por qué tenía que llegar cuando estábamos a tan
sólo diez noches de la "gran noche del sueño"? ¡Qué fastidio tener que
cargar estas rocas!

-¿Tu traer o no? - Dijo el troll mostrando un gran desinterés en aquellas


palabras que no entendía.

El humano simplemente paró la conversación. Después de esas breves


palabras, se dio lo que Aod supuso fue un intercambio. Mucho movimiento
se podía percibir, el sonido y las vibraciones del suelo eran tales, que sólo
rocas de gran tamaño podían provocarlos.

Luego de un breve silencio, el ruido agudo de muchos metales chocando


entre sí, llenó aquel viejo recinto, parecía como si una gran cantidad de
espadas se guardaran en un gran contenedor.

Finalmente, se despidieron aquellos seres. Aod escuchó el sonido de


algunas turbinas encendiéndose y posteriormente alejándose. También
escuchó marcharse lo que supuso que era un gran carruaje con los
metales.

Pasados algunos días Aod tuvo otra visita. Una mañana, cuando el sol ya
había salido hacía un par de horas, otro cuervo irrumpió en aquel viejo
recinto y como de costumbre traía un poco de comida, pero esta vez, en
lugar de llevar el alimento hasta la boca de Aod, lo dejó caer en el suelo,
después se paró en las enredaderas que cubrían al prisionero.

-¡Hey! Cuervo, no seas sonso -le decía Aod que moría de hambre.

Pero el cuervo nada más lo miraba.

-Cuervo, espérame, no vayas tan de prisa -gritó un vocecita alegre. 

Era una niña como de siete años con pelo castaño y ojos grandes color
café. Llegó corriendo al gran salón de aquel viejo recinto persiguiendo al
pájaro, cuando miró la comida en el suelo le lanzó una suerte de reproche,
como cuando una niña regaña a sus muñecas.

-¿Así que simplemente vienes a tirar aquí la comida que te doy? Oye,
pensé que se la dabas a tus hijitos, mamá te ha dicho que no debes
desperdiciar la comida.
La pequeña aprovechó una oportunidad que tuvo en su casa para seguir al
cuervo. Desde hacía algunos días, de mañana llegaba el ave a su ventana
para pedirle comida y llevársela volando. La niña siempre había tenido
curiosidad de lo que hacía con ella y esa mañana decidió seguir al pájaro y
saberlo.

-Pero me la ha dado a comer - dijo una voz que salió de las enredaderas.

La niña se espantó por la sorpresa, y se fue corriendo a esconderse detrás


de una gran pila de cascajo que había por ahí.

-Amiga, -le dijo Aod cuando la descubrió asomándose detrás de los


escombros- soy un hombre bueno y no te haré daño, pero necesito tu
ayuda.

La pequeña salió lentamente de su escondite.

-¿Dónde estás? -preguntó la niña mirando a la enramada de donde salía


esa voz.

-Estoy atrás de las ramas.

La pequeña se acercó al cúmulo de hojas y con un palo que recogió, las


empezó a remover. Efectivamente, detrás de toda esa madeja, descubrió
al atravesado.

-¿Qué haces ahí? -preguntó ella cuando le vio encadenado.

-Es una muy larga historia, que después te cuento - respondió Aod entre
risas de vergüenza-. Necesito que me saques de aquí. Atrás de mí, en mi
espalda está una espada, por favor agárrala.

La niña cruzó sin ningún problema el campo de fuerza que Ishia había
montado.
¡Es una Majaira! Espera, ¿eres un atravesado? -dijo la niña con alegría al
reconocer el tipo de espada.
-Sí, por favor, ¿podrías cortar estas cadenas con la Majaira?

Así lo hizo la niña, la ligera espada cortaba sin ningún problema el metal
de los grilletes. Finalmente Aod fue liberado de aquella prisión, se sentía
tan bien ser libre de nuevo, que le agradeció mucho a la niña por liberarle
y después de eso le preguntó:
-¿Cómo sabes que esta espada es una Majaira?

-Pues porque he crecido con ellas, de donde vengo todos tiene la suya.

-¿De dónde vienes amiguita?

-Me llamo Tabita y vivo en la ciudad de paz, pero también la conocen


como la Ciudad Blanca -dijo la niña muy resuelta.

-¿En serio? -Aod estaba muy sorprendido y feliz- Yo voy hacia allá,
podemos ir juntos. ¿Te parece?

-Sí -contestó la niña con alegría-, pero ya vámonos, tengo que regresar a
mi casa antes de que mis papás se den cuenta que vine sola al bosque.
Capítulo 11

LA CIUDAD BLANCA
Capítulo 11

Aod y Tabita descendieron del tupido bosque y atravesaron un valle con


hermosas praderas. Finalmente llegaron al pie de un gran monte, en el
centro del valle, en el que se había construido la gran Ciudad Blanca. Ésta
no estaba amurallada, pero a las faldas de ese gran cerro habían grandes
monolitos rodeándolo, piedras enormes, erguidas e incrustadas en la
tierra. Unos cuantos metros más adelante estaban las primeras casas.
Conforme la niña y el atravesado subían la pendiente, las viviendas
aumentaban en número y tamaño.

-Te quiero presentar a Poimén, antes de irme a mi casa -dijo la niña- él te


podrá dar alojamiento y te dirá dónde están tus amigos.

-¿Quién es Poimén?- preguntó Aod.

-Es uno de los veloces. Hay unos pocos, antes habían más. A ellos se les
pregunta cuando no sabemos algo, y a ellos se les pide el consejo para
todo. Y lo que dicen casi siempre funciona. Poimén es uno de esos veloces
y es mi amigo.

-¿Porqué les dicen veloces? - preguntó el atravesado.


 
-Porque cuando pelean se mueven muy rápido.- respondió la niña muy
emocionada.

Subieron hacia la cumbre del monte, cruzando por la ciudad. Era Muy
hermosa, las casas eran blancas y brillantes como perlas. Había poca
gente, pero todos los que caminaban ahí eran libres, no tenían guardias.
Se respiraba tranquilidad pues no vivían en guerra. Algo que no se veía en
el resto del mundo. Pero a Aod le molestaba una melodía que sonaba por
el aire.

-¿Qué es esa cancioncita que se escucha?, - preguntó a su amiga.- pensé


que salía de alguna bocina en alguna casa, pero no se va por más que
avanzamos.
-No escucho nada - respondió ella.

Aod le restó importancia y siguió su camino. Al fin llegaron a la parte mas


alta, donde se encontraba la Gran Casa Sobre la Roca. Un edificio muy
hermoso; el primero en ser construido por los edificadores cuando
llegaron. Ahí se reunía el pueblo a tratar los asuntos importantes y los
veloces eran los que presidían aquellas asambleas.

La niña y el atravesado entraron al recinto. En el salón principal de aquella


casa, emergía del piso una gran roca, era la punta del gran monte sobre
el que se fundó toda la ciudad.

-Esta es la gran roca- explicó la niña con aires infantiles de sabiduría.- La


historia cuenta que hace muchos años aquí era un gran desierto. Pero una
vez, unos atravesados pasaban por aquí y llevaban muchísimo tiempo sin
beber ni escuchar agua. Ya estaban desesperados y el veloz que los
guiaba decidió subir a este monte para mirar el camino por donde debían
continuar, pero solo se veía el desierto. Entonces le gritó al Rey y él le
contestó que golpeara la roca con su espada y ...

-Un gran torrente de agua brotó de la roca.- interrumpió una voz grave,
Era Poimén que había llegado.— Desde entonces a aquel atravesado se le
conoció como el Veloz del Agua y el torrente de esta roca transformó la
tierra árida de esta región hasta convertirla en lo que ahora es.

Definitivamente el hombre que había llegado era un muy buen tipo. Su


rostro denotaba bondad y sabiduría, pero también la severidad de un
guerrero de muchas batallas. Era alto y atlético, de ojos color aceituna.
Estilaba una barba que ya asomaba algunas canas, su voz era grabe y
profunda y portaba una Majaira colgada a su cintura por una tahalí
magnética.

-Y tú debes ser Aod, - dijo Poimén amablemente y con una sonrisa.- que
bueno que estás aquí. Tus amigos y yo te hemos estado buscando, fuimos
hasta el gran bosque, pero al no encontrarte, llegamos a creer que
decidiste no venir. Aún así tu amiga Ishia no dejó ni un instante de
recubrirte con su campo de fuerza, porque siempre tuvo el presentimiento
de que estabas en problemas.
-Y si, así fue.

La niña se marchó con su familia y Poimén llevó a Aod con sus amigos. Se
estaban quedando en una gran casa que en tiempos memorables se había
construido para los veloces de la ciudad. La utilizaban para muchos
asuntos y entre esos asuntos estaba hospedar a los recién llegados.

Lo primero que hizo Aod cuando se reunió con sus amigos fue disculparse
por su comportamiento en la nave y por sus malos deseos hacia ellos,
también le agradeció a Ishia su cuidado en los días que estuvo en lo
profundo del bosque. Él les relató todo lo que le había pasado, de Sarx, de
las cadenas, del intercambio, de Tabita, etc. A Poimén le causó mucha
curiosidad el intercambio de metales por piedras que Aod relató, pero no
pudo obtener todos los detalles que hubiese querido, porque el atravesado
no pudo ver con claridad.

La tarde terminaba entre camaradería y tranquilidad. Aod también le


contó al veloz el motivo por el cual había llegado hasta ahí. De cómo el
Rey de los reyes le había dicho que debía enterrar la última espada en el
último de los gentiles.

-Mira Aod,- dijo Poimén.- últimamente las cosas han estado, lo que yo
diría mal. Los libres de aquí, han dejado de preocuparse por esa misión y
se han enfocado mucho en otros quehaceres.

-¿Todos los que viven aquí son atravesados? - preguntó Aod.

-No, no todos. La gran mayoría sí, prácticamente todos, pero supongo que
debe haber algunos pocos que solamente son libres, sin demonio que les
hostigue. Nada que no sea humano suele venir por aquí, supongo que
tantas Majairas les agobian. Yo no puedo saber quién no es atravesado.
La gente aquí empezó a ofenderse cuando intentabas atravesar a alguien
del cual sospecharas. Así que entrando aquí, en esta ciudad, ya no debes
atravesar a nadie, una ridiculez, si me preguntas. Ahora, una manera de
reconocer a un atravesado era por su espada, pues una Majaira es
demasiada pesada para alguien que no ha sido traspasado, pero ya casi
nadie carga la suya por aquí. Así que es imposible de saber. La guerra ha
bajado tanto, que las personas ya dejan sus armas en sus casas. Antes,
más que una ciudad de atravesados, esta era una ciudad de guerreros,
pero esos tiempos ya quedaron atrás. Ya no hay demonios ni ningún otro
ser que venga a guerrear. Y los espadachines ya no han ido más lejos a
conquistar comarcas para el Rey Kurios. Las aldeas cercanas fueron
libertadas hace tiempo y todos sus habitantes fueron atravesados, pero al
correr los años, a los libres de estas tierras les han nacido hijos y aunque
es una obligación de los padres atravesar a sus hijos al cumplir los doce
años, no hay manera de comprobarlo.

-¿Entonces, puede haber hombres libres, sin que nadie los atraviese? -
preguntó Martín.

-No lo creo, todo hombre que no ha sido atravesado por una Majaira, le
pertenece a Apolión. La explicación que yo encuentro es que los gobiernan
a distancia o tal vez sus guardas son tan pequeños que se esconden bien.
O tal vez ya están más cerca de lo que creemos. En los poblados aledaños
ya han consentido en que algunos demonios, "inofensivos", y les llaman
así porque aparentemente no son guardas de nadie, radiquen entre ellos,
con el pretexto de que son buenos para el comercio porque tienen
productos que solo ellos pueden conseguir. Además, muchos libres se han
marchado con sus mujeres a otros poblados a continuar con sus negocios
y han dejado su llamado a ser espadachines. Estás son algunas razones
por las que la misión de atravesar al último gentil se ha estancado. Ya no
hay a quién le interese embarcarse en una exhaustiva búsqueda de algo
que muy probablemente no encontrarán, la última de las aldeas. A mi no
me importaría ir en su búsqueda y no encontrarla, pues aunque no la
hallemos, me basta con saber que cumplimos con la voluntad de nuestro
Rey, sólo que en mi caso, él mismo es el que me ha dicho que me quede.

-¡Un momento! - dijo Aod- Pero yo sé, bueno, nosotros sabemos donde
está escondida la última aldea.

Poimén peló los ojos sorprendido de lo que estaba escuchando. Había muy
poca información sobre la ubicación de esa aldea, y ahora el veloz tenía
enfrente a un joven que decía saber dónde estaba. Tal vez sí era posible
que llevara acabo lo que estaba diciendo, después de todo.

-Bueno no sé exactamente, pero sabemos que se entra por la ciudad de


los hombres rocas. Por ahí debe estar la entrada.

Aod le contó a Poimén lo que escuchó en el panteón cuando fueron al


rescate de la mamá de Ishia.

-Ya veo. - dijo Poiman. - Hace muchos años hubo expediciones


importantes de los nuestros a esas tierras, pero fueron misiones muy
difíciles, los hombres de roca eran muy fieros y su dura coraza los
defendía de nuestras Majairas. No me parece descabellada la idea de que
para llegar a la última aldea se tenga que sortear tan tremenda prueba,
cruzar por su ciudad

-¿Por que está escondida esa aldea? - preguntó Aod.

-Apolión la mantiene cautiva y escondida, así piensa evitar que regrese el


Rey de los reyes. Y técnicamente podría tener razón, El gran Kurios
prometió que no vendría hasta que en todos los pueblos haya llegado al
menos una de sus espadas. Apolión lo sabe y por eso mantiene en secreto
la ubicación de la última aldea. A la par quiere eliminar a todos los
atravesados, porque no solo los odia, sino que al acabar con ellos no
habrá quien atraviese al último de los gentiles y de esta manera pretende
evitar de una vez por todas que el Rey de los reyes regrese. La Historia de
Todas las Cosas cuenta que es imposible que nuestro Rey rompa su
palabra porque se rompería el mismo universo así que no regresará hasta
que algún atravesado encuentre esa aldea. Apolión se sirve de eso para
llevar acabo su plan, que incluye esclavizar a todos los hombres. Una vez
que haya acabado con todos los espadachines y ya no haya quien llegue a
la última de las aldeas para atravesar al último de los gentiles, tendrá el
camino libre para reinar sobre este mundo y sobre todos los que lo
habiten. Pero si tú tienes información sobre la ubicación de esa aldea
debemos contárselo a los otros veloces, para tomar una decisión lo antes
posible.

Se fueron de nuevo a la casa sobre la roca. Poimén llevaba su Majaira


para todos lados, él acostumbraba practicar todos los días aún así hubiera
paz en su tierra. Usaba su espada hasta para pelar las verduras, y cosas
cotidianas como esas, y aunque era muy criticado por eso, no le
importaba.

Al llegar a la Casa sobre la roca se reunieron con los otros tres veloces:
Merízo, Mezak, Salak, todos portaban su Majaira también.

Merízo era alto, fornido, con pelo obscuro bien arreglado, ojos claros y
bondadosos, una voz suave y varonil, y a pesar de su porte, era muy
simpático y amable.

Mezak en cambio, no era alto, era de huesos anchos y de movimientos


ágiles. Una persona seria pero también amable, con mirada dura y
escrutadora y de carácter firme.

Salak era el mas joven de los cuatro veloces, aunque no tanto como Aod y
sus amigos. Cumplía con la medida de sus compañeros, la amabilidad.
Tenia el pelo castaño desaliñado, él era delgado pero para nada débil,
mediano de estatura y de ojos vivaces.

Después de las presentaciones y de exponer la situación, todos estuvieron


de acuerdo en iniciar la excursión para ir en busca de la aldea escondida.

-Debemos convocar al pueblo,- sugirió Merizo - necesitaremos que ellos


también participen. Necesitamos que las mujeres que se queden nos
recubran con campos de fuerza.

También hubo un acuerdo unánime por eso. Convinieron que viajarían en


dos días. Finalizaron la reunión planeando algunos detalles para el viaje y
después se fueron a descansar.

Saliendo del Salón de la roca. Aod le preguntó a Poimén la razón por la


que les llamaban "los veloces". Su amiguita ya se lo había dicho, pero
quiso confirmarlo.

- Se debe a que podemos movernos a una super velocidad -respondió- y


por lo mismo, actuar con una super fuerza en la batalla. Todo atravesado
puede y debe recibir esa fuerza del Rey de los reyes, pero en esta ciudad
solo habemos cuatro.

-A mi me sucedió algo que no me logro explicar.- siguió indagando Aod-


Estaba en una casa y en un santiamén ya estaba en otro lugar, en el
bosque a kilómetros de distancia. ¿Eso fue por que me moví con super
velocidad sin darme cuenta?

-No - Respondió Poimén- Lo mas probable es que hayas sido transportado


por un portal de lugar. Esos portales los controla el Rey de los reyes. Los
usa para trasladar a sus atravesados y ponerlos en otro lugar en
específico, por una razón, que los mismos atravesados desconocen,
aunque generalmente es muy obvio para los espadachines saber lo que
deben hacer una vez que llegan al otro lugar; pero en resumen, los
atravesados no pueden hacer nada al respecto de esos portales, lo hace y
lo decide el Rey de los reyes.

-Ah, ok - dijo un poco desilusionado Aod- Entonces no me he movido con


super velocidad.

-¡Espera un momento!- le interrumpió Ishia que había estado escuchando


con atención.- Cuando peleaste contra Legón te movías con super
velocidad. Yo lo vi, pensé que ya lo hacías consiente.

-¡Excelente! - exclamó Poimén - ¿lo ves? Ahí tienes, Aod. No podrías


pelear con un ente de esa naturaleza si no hubieras sido investido desde
lo alto con ese poder.

Al día siguiente los veloces convocaron al pueblo a una reunión para hacer
el anuncio y la invitación a la nueva expedición. Pero muy pocos
atendieron el llamado. Casi nadie fue al Salón de la Roca y los que fueron,
no les interesó dejar su comodidad para ir a una nueva aventura en
búsqueda de la última aldea, por más que Aod insistía con saber donde
estaba y por más que Poimén les recordaba que esa era la voluntad del
gran Rey.

-No importa - Dijo el veloz Salak.

-Nosotros iremos contigo Aod - Confirmó el otro veloz, Mezak - ¿verdad


Poimén?

-No será bueno que todos los veloces nos vayamos, - respondió el veloz
de barba - al menos yo me quedo, pero sin duda ustedes vayan y yo
estaré organizando a las mujeres para protegerlos con campos de fuerza.

-Yo me quedo contigo Poimén - añadió Merizo.

Acordaron partir al siguiente día, pues no había razón para demorarse.


Aod, Ishia y Matrtín pasaron la tarde con Poimén y en uno de esos
momentos de pláticas amenas le preguntaron:

-Poimén, ¿Realmente Apolión podría eliminar a todos los atravesados y


lograr que el Rey no regrese?

-No, - respondió el veloz con una voz suave y llena de confianza- Ni en el


momento de máxima debilidad de nuestro Rey, cuando fue a enfrentar él
solo con su espada a Apolión y a todo su ejército, perdió; mucho menos
ahora que ha regresado a su trono. Nuestro Rey ya ganó por todos
nosotros. Apolión ya no puede vencer a los que son del gran Rey. Ya
ningún atravesado muere en esta tierra, simplemente nuestro Señor nos
recoge y nos lleva a su presencia, por medio del portal de la vida, en
donde seremos sanados en un abrir y cerrar de ojos. Saber esto, entender
que ya no morimos y que sea como sea hemos vencido, es lo que nos
hace los más grandes guerreros. Mira Aod, el gran Rey, aunque de lejos,
gobierna esta tierra que por derecho le pertenece, y decide muchas cosas
por nosotros y hace muchas cosas en pro de su propio propósito, por
ejemplo, los portales de lugar, o los  cuervos que te alimentaban en el
bosque, sin duda él los envió porque aunque parezca difícil de creer, nada
se le sale de las manos. Pero joven amigo, eso no resta nuestra
responsabilidad de pelear hasta el final por su reino. Cualquier persona
que haya sido atravesado será impulsado por el Espíritu del Rey a pelear
por expandir su Reino, atravesando los corazones de los humanos con las
Majairas. Solo dejaremos nuestras espadas cuando él las recoja de
nuestras manos, y mientras eso no suceda no podemos dar tregua.

Aod quedó más tranquilo después de escuchar la explicación y le hizo otra


pregunta:
Poimén ¿Qué es esa cancionsita que se escucha todo el tiempo? Desde
que llegué no paro de escucharla en todos lados y la verdad me pone de
mal humor.

-¿Que canción? ¿de qué hablas? - Respondió extrañado Poimén - Me


parece que solo es tu mente.

-¡No! Yo también la escucho Poimén. - Dijo Ishia.

Yo también la escucho desde que llegué - confirmó Martín- y también me


desagrada mucho. Aunque ya se me había olvidado, ya casi no la estaba
escuchando, pero ahora que lo mencionas Aod, - Hizo una pausa y se
quedó quieto parando la oreja - Sí ahí sigue.

Todos guardaron silencio para que Poimén pudiera poner atención. Ahí
estaba, también la escuchó. Poimén quedó sorprendido.

-De hecho, -continuó Aod- no he podido ni siquiera escuchar el agua en


este lugar por que siempre que lo intento y comienzo a oír la Historia de
Todas la Cosas, esa canción se mete y no me deja escuchar nada mas. Es 
horrible de verdad.

Poimén tuvo que aceptar que él mismo había confundido muchas veces la
voz del agua con esa canción. Pensaba estar escuchando la Historia de
Todas las Cosas cuando en realidad estaba escuchando esa horrible lírica.

Llegada la noche se fueron a dormir a sus cuartos en la gran casa de


huéspedes. Poimén se fue muy consternado buscando una explicación a la
extraña melodía.

En medio de la noche Ishia descansaba con profundidad sobre su cama,


cuando súbitamente, una espada que intentó enterrarse en el pecho de la
muchacha, la despertó. Un intruso había irrumpido en su habitación para
asesinarla, pero no contaba con que una armadura la revestiría justo
antes de que el metal pudiera tocar su piel.

La joven no se percató de la armadura que la protegió porque ésta


desapareció enseguida, pero inmediatamente la chica vio que en su cuarto
había alguien y lo más desconcertante fue que ese "alguien" era Merizo. El
veloz se lanzó a enterrarle la espada, pero inmediatamente Ishia se cubrió
con un campo de fuerza en donde se estrelló su enemigo. Ishia le gritó a
Aod, el cual vino de inmediato, pero antes de que llegara, Merizo se
escapó.

Martín llegó unos segundos después porque también escuchó el grito y fue
a ver que sucedía. Ishia les explicó lo sucedido a sus amigos en medio de
sollozos y lágrimas, estaba muy espantada. Después de buscar al intruso
en los alrededores y no encontrarlo, los dos jóvenes acordaron quedarse a
hacer guarda aquella noche.

A la mañana siguiente, el primero en llegar a la casa de huéspedes fue


Poimén. Llegó muy temprano, cuando despuntaba el alba, porque habían
acordado salir a la misión en cuanto iniciara el día y aunque convinieron
en que él no iba, quería despedirlos. Aod, Ishia y Martín le contaron de
inmediato lo sucedido en la noche y el veloz se quedó aún más
consternado de lo que ya estaba. De por sí no pudo dormir por estar
escuchando la nefasta canción y preguntándose por su origen.

No mucho después llegó el segundo veloz y era nada más ni nada menos
que Merizo. Saludó a todos con demasiada naturalidad. Incluso intentó
saludar afectuosamente a Ishia. Ella lo alejó y reclamó lo sucedido. Merizo
estaba completamente consternado, aseguraba que no entendía nada y
parecía ser sincero y esta respuesta terminó de confundir la situación.

Aod le dio el beneficio de la duda a Merizo , pensó que probablemente el


intruso era un robot de carne y hueso como Sárx, o que simplemente
Ishia se había confundido y que en realidad fue otra persona.

Llegaron los otros dos veloces. Poimén les platicó lo que pasó. Merizo
estaba en la mejor disposición de aclarar las cosas. Ahí estaban todos
intentando descifrar qué estaba pasando, pero Ishia no se fiaba por
completo.

Poimén apartó a Mezak y le platicó de la canción que se escuchaba.


También la pudo reconocer.

-¡Mgrrr! - gruñó Mezak y continuó entre susurros- recuerdo escuchársela


cantar a una persona, me pareció muy extraña. No hay duda, es esa
misma canción.

- ¿A quién? debes recordar- precisó Poimén.

-Se la escuché a un mendigo a las afueras de la casa sobre la roca. Me


pareció muy extraño ver a un mendigo en esta ciudad, estaba
encapuchado, y cuando me acerqué a él, se fue rápidamente, esa vez
decidí no seguirlo, pero él era quien estaba entonando esa canción.

-Yo también lo he visto por la casa de la roca.- Dijo Poimén. - vamos,


tenemos que encontrarlo.

Así Mezak y Poimén fueron a buscarlo, dejando a Salak, Aod, Ishia, Martín
y a Merizo para que esperaran en la casa de huéspedes, de cualquier
manera ya era preferible salir al día siguiente porque se les había hecho
tarde, la mañana se les fue platicando del incidente de la noche. A Poiman
no le agradaba mucho la idea de dejar a los jóvenes sin que aún se
resolviera ese problema, pero dándole un voto de confianza a su
compañero y confiando en que Salak sabría controlar cualquier situación,
decidió ir a investigar algo que a su parecer era de suma importancia, de
donde venía esa canción.

Poimén y Mezak Llegaron a los alrededores de la casa sobre la roca y


encontraron al mendigo tal y como lo esperaban. Con la velocidad de los
veloces lo capturaron. Poimén lo agarró con sus brazos y lo mantuvo
inmovilizado.

-¿Que tienen los veloces conmigo, un pobre hombre?- chilló el viejo.

-No finjas más, te ordenamos en el nombre del Rey que detengas esa
canción.- dijo Mezak con determinación.

-¿Cuál canción? - dijo el mendigo como si no supiera a qué se referían sus


captores.

-¡No finjas! - Le gritó Mezak, furioso cómo un león, mientras lo apuntaba


con su espada.

-Veloz, - dijo el viejo con tono hipócrita - ¿de qué te sirve apuntar tu
espada contra un humano como yo? ¿olvidas que nada puede hacerme?

-No me importaría intentarlo- y amagó con hundirle su espada.

-De acuerdo -apresuró el mago- ¿Me ves cantando ahora? no, así que la
canción no proviene de mí.

-¡Agh! - exclamó Mezak, ya muy molesto.

-Mira, soy un viejo hombre que vine en busca de paz, y vine a aquí a la
ciudad de paz. Yo solo canté una de mis canciones favoritas, no es mi
culpa que mi canción se haya pegado a sus acciones, pero no me lo tiene
que decir dos veces.

Al decir esto, se esfumó de entre los brazos de Poimén, dejando una


pequeña nube de humo y al instante apareció a un lado de ellos.

-No se preocupen yo me voy - terminó la frase.

Se dió la media vuelta y se marchó ante la sorpresa y complacencia de los


atravesados, complacencia que resulta de la extrañeza. Fue muy raro que
ese mendigo desapareciera en una pequeña nube de humo para escaparse
del veloz y un instante después apareciera unos metros a lado. Si
realmente era un humano, entonces sin duda era un mago y la canción un
hechizo.

Poimén y Mezak de inmediato pusieron atención a las personas que


estaban al rededor para comprobar si las palabras del pordiosero eran
ciertas. Aterrados se dieron cuenta que en efecto, las cosas que hacían los
que vivían en la ciudad, despedían esa la melodía. Cada paso que daba
alguien sonaba, cada palada, cada que una mujer amasaba pan, cada vez
que un hombre presionaba algún botón, cada acción que hacían,
provocaba que la música sonara y aunque era muy sutil, lo envolvía todo.

Con su velocidad, los atravesados recorrieron las calles y descubrieron


que en específico habían tres cosas que producían la canción. Una era el
duro esfuerzo en el trabajo, otra, su comercio con los demonios, y aunque
ese comercio se daba a las afueras de la ciudad la melodía que producía
viajaba junto con el viento al interior del pueblo. Finalmente, la
acumulación de cosas también era culpable. Donde había muchas cosas
amontonadas, de ahí salía la canción.

Mezak, en un intento desesperado, quiso persuadir a algunos de que


dejaran su trabajo, pero solo conseguía que lo tomaran por loco, aún
cuando él, por ser veloz, era una voz autorizada para aconsejar.

Mientras tanto, en la casa de huéspedes, Merizo y Aod se encontraron a


solas en la cocina haciendo cualquier cosa, como servirse un vaso de agua
o tirar alguna basura en el bote o enjuagarse las manos o algún trasto.
Súbitamente, a Merizo se le demudó el rostro al grado de parecer una
persona loca, y le dijo a Aod con otra voz que no era la que él le conocía:

-No lo van a lograr.

-¿De qué hablas? - respondió Aod sorprendido. - Salvar este lugar. -


respondió Merizo.

Aod en ese momento se apartó de él y le apuntó con la espada, que


siempre llevaba con sigo por precaución. Merizo cambió su rostro a su
anterior expresión y su voz fue la misma de siempre.

-¿Qué te pasa? - respondió el veloz ofendido al tiempo que su armadura lo


revestía.

En el cerebro de Aod se conectó algo, como cuando se tocan dos cables


con electricidad, y reconoció inmediatamente esa armadura y esa voz.
Fueron las mismas que alcanzó a percibir en el intercambio de aquella
noche mientras estaba capturado en medio del bosque.

Los demás atravesados en la sala, que no alcanzaron a escuchar a Merizo,


también se exaltaron por la escena.

Aod no pensaba esperar más y le lanzó un espadazo. Merizo se cubrió con


su antebrazo y sucedió algo inexplicable. La armadura que le cubría se le
rompió, pero la Majaira de Aod no le hizo ni un rasguño a la piel del veloz.

El joven, en medio de los reclamos de Merizo, volvió a atacar lanzando


una estocada al pecho del supuesto impostor, y de igual manera, el peto
de la armadura se rompió, pero al portador, la espada no le hizo ningún
daño mas que empujarlo.

La armadura del veloz se reconstruyó de inmediato. Merizo volvió a


cambiar su rostro a la expresión de lunático y huyó a la super velocidad
de los veloces.  
Capítulo 12

LA NOCHE DEL GRAN SUEÑO


Capítulo 12

La tarde estaba cayendo cuando Poimén y Mezak regresaron a la casa de


huéspedes. Contaron a Aod y compañía sobre su encuentro con el brujo y
su descubrimiento acerca del origen de la canción. En ese momento Salak
reconoció el engaño de la melodía, le bastó con poner un poco de atención
para apersibirse.

Aod también contó a los que llegaron lo que había pasado en la cocina con
Merizo.

Era especialmente doloroso para el veloz de barba que su amigo fuera un


impostor. Entre ellos dos había una gran amistad forjada a lo largo de
muchas batallas. A decir verdad, a Poiman le costaba trabajo creerlo pero
no podía ignorar lo sucedido. En el pasado, la armadura de Merizo nunca
sufrió contra los ataques demoniacos, porque tenía la misma naturaleza,
pero cuando una espada del Rey la probó, se desquebrajó.

-Merizo, o quien quiera que sea - dijo Aod - fue a quien vi mientras estaba
encadenado en el bosque. Escuché que le dieron unas piedras y él dio a
cambió muchísimo metal, no alcancé a ver más, pero dijo que su amo le
temía a una mujer por que ella no había escuchando la canción durante el
tiempo suficiente. Dijo que esa mujer había llegado diez días antes de la
noches del gran sueño.

-Esa mujer de la que hablaba debe ser Ishia - dijo Poimén a pesar del
impacto que le causaron los nuevos acontecimientos- ella es la única que
tiene poco tiempo en la ciudad, precisamente diez días.

-Claro! - dijo Salak- Es obvio, por eso intentó matarla anoche.

-Pero hoy se cumplen la decena de noches- puntualizó Ishia.- Esta noche


podría ser esa que llamó la noche del Gran Sueño.

Todos fueron a la casa sobre la roca para estar en un punto más


estratégico pues desde aquel edificio se podía ver toda la ciudad.
Decidieron tocar las trompetas y dar aviso de un posible peligro a toda la
gente, pero ya era demasiado tarde. Las trompetas no sirvieron de nada,
los pobladores se metieron como hipnotizados a sus casas para dormir.
Salak decidió ir con su velocidad a golpear las puertas de las chozas
cercanas, pero nadie le abría. Incluso se metió en algunas viviendas para
despertarlos él mismo. Seguía siendo inútil y en un muy breve tiempo
toda la ciudad dormía y la canción de aquel mendigo lo llenaba todo.

-¿Qué está pasando Poimén? - preguntó Martín, con angustia.

-Es evidente que todos están dormidos bajo un hechizo y supongo que a
nosotros no nos hizo efecto porque logramos identificar la melodía, pero
¿por qué ese mago querría que todos durmieran al grado de no poder
despertar?

-¿Y por qué tendrían temor de Ishia? - Agregó Aod.

-La gente dormida es completamente vulnerable, muy probablemente el


mago quiere que estén indefensos.- dijo Mezak.

-Y de alguna manera - dijo Poimén- Ishia podría mantenerlos protegidos


con…

-¡Un campo de fuerza!- completaron todos al unísono.

-Pero ¿protegidos de qué? - dijo Salak- ¡Ay no!.

Salak subió con su velocidad al techo de la casa, la cual estaba en la sima


del monte y desde ahí podía ver el valle,  y las montañas que lo rodeaban.
Aunque el veloz no veía nada extraño, tenía un horrible presentimiento,
así que agarró una golondrina que tenía su nido en una esquina del techo
y la mandó a investigar. En menos de diez minutos regresó con un
informe. Salak confirmó su temor.

El reporte del ave decía que pasando el valle, en las faldas de las
montañas de enfrente, grandes hordas de demonios se agrupaban en
cuadrillas, formando un gran ejército dispuesto a atacar la ciudad.

A pesar de la excelente vista del veloz, él no podía ver a los enemigos con
claridad. Ellos no necesitan antorchas para ver en la noche, en sí mismos
son obscuros, así que se perdían en las espesas tinieblas del bosque.

Aquellos demonios eran más grandes que cualquier humano, el más


pequeño era de dos metros y medio. Muchos de ellos iban montados sobre
bestias de cuatro y hasta seis patas, con grandes garras, sin pelo ni orejas
ni ojos y con hocicos llenos de enormes colmillos. Complementaban las
filas enemigas, arañas patonas gigantes de cuatro metros de altura. Los
demonios habían instalado un portal en las faldas de la montaña. Por
medio de ese portal llegaban cuadrillas y cuadrillas demoniacas a formar
el ejército invasor.

No había humanos entre sus filas, los demonios no podían arriesgarse a


que más hombres fueran atravesados en la batalla y pasaran a ser del
Rey de Reyes. Tampoco habían armas de fuego o energía, pues eran
inútiles contra la armadura o el escudo de un atravesado, y mucho más
ante los campos de fuerza de las mujeres. Además, hemos de recordar
que los demonios despreciaban esos inventos de hombres, diseñados para
ser usados por ellos. Pero eso no significa que los demonios no tuvieran
su propia tecnología. El portal por donde llegaban era resultado de ella.

La principal arma de los demonios era una gran cimitarra doble con la
empuñadura en medio, casi del tamaño de una lanza. Por arriba tenía una
hoja metálica común y corriente, pero por el otro extremo, tenía una hoja
del mismo metal que la espada de Sarx, capaz de entrar y salir del cuerpo
de una persona sin matarlo, así como de paralizar a alguien por el dolor
que inyectaba.

Cada soldado de las tropas invasoras estaba revestido de una armadura


especial, negra como ellos. La necesitaban para cubrirse del gran daño
que les causaba el rose con una Majaira. El metal con el que hacían esas
armaduras era un metal forjado con hechizos demoniacos, hechizos que
las fortalecían para resistir a las espadas de los atravesados, y aunque
esas armaduras no podían contrarrestar el poder de las Majairas, sí les
evitaba a los demonios el contacto directo con ellas, resistiendo un par de
golpes antes de ser destruídas, y evitando así que sus miembros
explotaran con el contacto de una espada del Rey.

El atravesado comenzó ver cómo sobre los árboles de aquel bosque


montañoso, un gran demonio se materializaba de entre densas nubes
negras, a lo lejos parecía una tormenta eléctrica, pues dentro de aquel
humo oscuro resplandecían rayos de color púrpura. Era un demonio
humeante de alrededor de siete u ocho metros de altura, llamado
Baalzvuv. El demonio de humo sobrevoló por encima de sus cuadrillas
para arengarlas. Se elevó para que todos pudieran verlo y les dio la orden
de atacar. Salak bajó del techo, y le contó a Poimén y a los otros lo que
estaba sucediendo.

Necesitamos advertir a las pequeñas aldeas de al rededor, están


completamente indefensos. - dijo Poimén. - Tenemos poco tiempo antes
de que las tropas invasoras bajen por los bosques y lleguen a las aldeas
que están en el Valle.

Los ejércitos demoniacos descendían rápido por la montaña. Selak y


Mezak fueron advertir a las pequeñas comunidades de al rededor, para
invitarlos a que corrieran al refugio en la Ciudad de Paz. Salak y Mezak
Empezaron en el noreste y después se dividieron uno a la izquierda y el
otro a la derecha.

Los veloces descubrieron con agrado que los aldeanos de los alrededores
no estaban bajo el hechizo de la canción, porque ésta no se quedaba entre
ellos, sino que la melodía viajaba hacia la ciudad y ahí se asentaba, así
que aquella gente pudo despertarse fácilmente.

No eran muchos los que vivían en las afueras, a lo más unos doscientos
en total, eran familias que se dedicaban al campo, que vivían cerca de sus
huerto y algunos más que eran comerciantes, pero esas vidas humanas
eran muy importantes para los veloces. Los demonios silenciosos que
vivían entre aquellos aldeanos no estaban, porque se habían unido al
ejército invasor, así que no hubo mayor problema para que los veloces
advirtieran y reclutaran a las familias de los poblados aledaños.

Mientras tanto Poimén le urgió a Ishia que pusiera un campo de fuerza al


rededor de la ciudad para que no pudieran invadirlos.

-Ishia, - le dijo. - si temían que pudieras protegernos con un campo de


fuerza, es por que seguramente tú puedes hacerlo.

-Nunca he hecho un campo de fuerza tan grande, -dijo ella. - además


mientras más grande sean los campos de fuerza más débiles son. No sé si
pueda.
-Pues no tenemos otra opción, - insistió el veloz.-debes tratar de hacerlo.

Ishia lo intentó, pero no podía conseguirlo. El campo de fuerza iniciaba de


arriba hacia abajo, envolviendo la ciudad en una gran bóveda, pero en
cuanto tocaba el suelo, cual burbuja de jabón, se reventaba de abajo
hacia arriba.

-Ishia, - le dijo Aod, - trata de hacer una burbuja más pequeña, no


intentes hacerla llegar hasta los monolitos.

Ishia lo intentó de nuevo, pero seguía siendo inútil. El campo energético


no se podía mantener aunque fuera más pequeño.

-¡Momento! - interrumpió Poimén - ¿cuáles monolitos?

-Las grandes piedras que rodean la ciudad.

-¿De qué estás hablando Aod?

-Las ví cuando entré a la ciudad.

-¿Dime, tenían alguna inscripción o algunas marcas?- preguntó Poimén.

-Si - dijo Aod.- tenían unos símbolos extraños.

¡Trolls! - Exclamó Poimén.- esas piedras deben ser las piedras que Merizo
recibió del los trolls, la noche del intercambio, es por causa de esas rocas
que Ishia no puede sostener el campo de fuerza.

-¡Claro! - dijo Martín- Merizo dijo que esas piedras estaban relacionadas
con detener a Ishia.

Poimén decidió que con su velocidad iría a destruir las piedras él mismo,
pero en cuanto dio el primer paso para marcharse, un círculo de humo
negro se dibujó sobre el aire y de él cayó el mago interponiéndose en su
camino.

-Detente Poimén - dijo el mendigo.- Estas equivocado si crees que te lo


voy a permitir. Los felicito, descubrieron el plan, lástima que lo hicieron
demasiado tarde. Están perdidos.

Poimén no se iba a quedar a discutir y con su velocidad trató de esquivar


al mago para ir a destruir esas rocas. Pero antes de que pudiera salir del
salón, el mago apareció al instante delante del veloz, cortándole el paso
una vez más y dándole un golpe en la boca del estómago con el báculo
que llevaba en su mano. Poimén cayó al suelo y Aod corrió para atacar a
el mago pero mucho antes de que tan siquiera lograra acercarse, una
ráfaga de viento pasó a su lado, era Poimén revestido de su armadura,
que se había parado y echado correr cuan veloz era para ir contra el
mendigo.

Empezó una pelea a supervelocidad entre Poimén y el mago. Aunque en


realidad el mendigo no se movía así de rápido, mas bien él aparecía y
desaparecía, haciendo muy difícil darle. Poimén al fin logró cortarle un
brazo con su Majaira, pero al pordiosero le volvió a crecer al instante y el
brazo que cayó al suelo se secó inmediatamente. Eso indicaba que no era
precisamente humano, el mago más bien era un reptiliano. El mendigo,
aparentaba ser hombre, pero si uno se fijaba bien, su piel parecía tener
diminutas escamas y sus pupilas eran muy alargadas.

Era la naturaleza de esos seres la que les permitía aparecer y desaparecer


entre pequeñas cortinas de humo, la que les permitía regenerar
rápidamente algún miembro que perdieran en la batalla y Poimén, aunque
tenía un vago recuerdo de esa información sobre los repitilianos, fue hasta
ese momento que cayó en cuanta que aquel mago en realidad era de esa
especie. A pesar de toda la experiencia y sabiduría que el veloz poseía,
nunca había estado frente a uno.

Los reptilianos tenían apariencia de humanos. Eran los de más alto rango
de entre todos los de la raza bestial. Los demonios les daban cargos,
información y misiones que a nadie más le confiarían. Ellos se constituían
como los servidores por excelencia de la raza demoniaca.

-¿Qué esperan?, - gritó Poimén, en medio de su pelea.- corran a destruir


esas piedras mientras yo lo detengo.

En efecto, Poimén tenía ocupado al mago de manera que los dos amigos
podían ir a cumplir con la tarea, pero en cuanto iban abandonando el
salón, un grito los detuvo.

Aod volteó. Era Ishia que había sido capturada por Merizo, el cual portaba
su armadura renovada. El filo del cuchillo del impostor presionaba el cuello
de la muchacha. Merizo había entrado al salón sin ser advertido porque el
alboroto que provocó el mago distrajo a todos.

La atravesada no podía zafarse, ni hacer un campo de fuerza que se


interpusiera entre ella y su captor porque Merizo le había inmovilizado las
dos manos, sabiendo que las necesitaba libres, aunque sea un poco, para
formar un campo protector.

-Suéltala ahora mismo! - le gritó Aod a Merizo, y después se dirigió a


Martín - tú ve por esas piedras, mientras yo me encargo de éste.

Martín hizo caso y fue.

Merizo se distrajo un pequeño momento siguiendo con la mirada al del


martillo cuando comenzó a correr; Aod aprovechó y le lanzó su Majaira al
rostro descubierto y lo hizo con tanta precisión y con tanta fuerza que por
poco lo noquea, y aunque no le causó ningún daño por que una Majaira no
puede dañar a un hombre, lo hizo titubear lo suficiente para que soltara a
Ishia, quien inmediatamente se cubrió con un campo de fuerza.

A Merizo le recubrió el rostro su casco, un poco tarde, por cierto, pues no


lo cubrió a tiempo para impedir que la Majaira del joven le alcanzara la
mandíbula. Ishia levantó la espada de Aod y se la regresó.

-¡Maestro! - Merizo se dirigió al mago - Dame lo que me prometiste.

-¡Claro!- reprochó Aod,- debí suponer que ese brujo era tu señor.

El mago apareció junto a Merizo y le entregó una jeringa con


potencializador. La etiqueta decía "333x2". Poimén fue tras él reptiliano,
pero desapareció antes de que pudiera llegar junto a él. El mago, en
cambio apareció atrás del veloz y Poimén tuvo que girar rápidamente para
cubrirse del ataque y continuar la pelea.

En el casco de Merizo había un orificio a la altura de la frente y por ese


pequeño orificio el impostor se inyectó la sustancia, después de eso creció
notablemente su estatura y su musculatura, su armadura se reajustó
también al nuevo tamaño, y si ya era rápido, su velocidad aumentó el
triple.

Martín, salió a toda prisa del edificio, afuera se montó a una moto-jet que
estaba estacionada en el estacionamiento.

La prendió y se dirigió a toda velocidad a las afueras de la ciudad en busca


de las piedras para destruirlas con su martillo. Llegando a las faldas del
cerro vio la primera roca, justo como la describieron. Un monolito de tres
metros incrustado en la tierra que tenía una runa grabada sobre la
superficie, pero ahora, la inscripción despedía un leve vapor brillante color
turquesa.

Martín aceleró su vehículo y al vuelo quebró la primera piedra de un


martillazo cuando pasó a su lado.

Siguió a toda velocidad sobre el contorno de la ciudad para ir por la


siguiente piedra. Así destruyó cuatro más. Cuando llegó al quinto
monolito, pudo mirar de frente al ejército invasor que ya había salido del
bosque y que avanzaba a todo tropel por el valle. Solo les faltaba
atravesarlo y llegarían hasta la ciudad.

El demonio de humo, Baalzvuv, al ver que Martín estaba destruyendo las


rocas de los trolles, desde la distancia le lanzó una llamarada de fuego
azul envuelta en humo obscuro que impactó en la armadura del
atravesado y lo tiró de la moto-jet.

Mientras tanto, en la Casa sobre la roca, Aod luchaba contra un Merizo


muy veloz, muy ágil y muy fuerte. La inyección definitivamente lo había
transformado.

El impostor lanzó contra Aod un "grito dirigido", lo que significa que todo
el sonido de su grito lo concentró, potencializó y dirigió contra el
atravesado, similar a una bazuca sónica. Al muchacho se le reventaban los
tímpanos de los oídos. Éste nuevo poder en el impostor fue resultado de
aplicarse la sustancia, pero eso no era todo.

Después de dejar a Aod aturdido y desconcertado con ese "grito dirigido",


Merizo, aunque estaba a distancia, lo alzó con una fuerza invisible y lo
azotó contra una pared. Esta habilidad también la acababa de adquirir.

Por su parte, Poimén se batía contra el mago. El veloz también la tenía


difícil. El reptiliano no sangraba y se regeneraban sus heridas. Poimén le
había rebanado un par de veces los brazos pero a su enemigo se le
volvían a generar de inmediato.

Ishia, intentaba recubrir la ciudad con un campo de fuerza, pero cuando


éste llegaba a una de las piedras, desde ese punto, el campo de fuerza se
reventaba como si la roca fuera una aguja que pincha una burbuja de
jabón.

Martín tardó algunos segundos en recuperar la consciencia después que


fuera derribado por el misil de Baalzvuv. A pesar del dolor que le provocó
el golpe se paró y fue corriendo hasta su moto-jet a fin de terminar con su
tarea, pero el vehículo estaba hecho añicos.

El ejército invasor se acercaba estrepitosamente y a Martín aún le


quedaban cinco piedras por destruir y cada una estaba a una distancia de
tres kilómetros entre ellas. El atravesado no podía rendirse así que con
más coraje que con lógica, agarró con fuerza su martillo y corrió
desesperado con todas sus fuerzas para intentar acabar con su misión.

Sin que Martín pudiera darse cuenta, su esfuerzo fue recompensado. En


su carrera, sus zancadas se volvieron las de un gigante y comenzó a
devorar metros con cada una de ellas. De manera "inexplicable" llegó
demasiado rápido a una piedra y luego a otra, y a otra. El demonio
humeante se elevó para seguir lanzando contra él fuegos, pero el
atravesado los esquivaba.

Martín destrozó otra piedra más con su martillo, pero para cuando aún le
faltaba una, las tropas invasoras ya habían entrado en la ciudad y
alcanzado las primeras casas. Los demonios se metían a las viviendas por
las ventanas y rompiendo las puertas, sacaban de sus casas a las
personas que estaban completamente dormidas por el hechizo del brujo y
las tiraban en la calle, entonces las grandes arañas demoniacas las
envolvían con sus telarañas viscosas y los metían en su vientre por una
segunda boca que ahí tenían.

La verdadera intención de los demonios no era eliminar a los atravesados


que dormían bajo el encantamiento; sino llevárselos esclavizados y
después “reconvertirlos".

Cuando las arañas "comían" lo suficiente, emprendían la retirada junto


con algunos demonios que las tenían a su cargo, pero antes de que
lograran salir del perímetro de la ciudad, Martín destruyó, la última roca.

El joven del martillo no abandonó la causa, al contrario. Al ver que el


ejército invasor había llegado hasta las primeras casas, Martín hizo acopio
de toda la fuerza que le quedaba y corrió hasta cumplir con su misión, a
fin de que Ishia pudiera proteger la ciudad y evitar que entrara lo que
faltaba del ejército demoníaco, lo cual era aún mucho, pues para ese
momento solo una décima parte del total de las tropas enemigas habían
alcanzado su objetivo.

Cuando el atravesado tuvo el último monolito a una distancia


considerable, le aventó su martillo y lo pulverizó.

Ishia, que nunca dejó de intentar formar el campo de fuerza, estaba


preparada para que inmediatamente se desplegara sobre la ciudad la
cúpula protectora, toda vez que no hubiera más rocas que lo impidieran.
Así, cuando Martín cumplió su cometido, el campo de fuerza cubrió la
ciudad y ya no pudieron pasar más demonios, y ni las gigantescas arañas
pudieron salir. La ciudad finalmente estaba cubierta por una gran bóveda
energética de color azul.

Cuando el reptiliano vio que el chico del martillo lo había logrado y que
ahora Ishia había desplegado una protección a la ciudad, se enfocó en
derribar a la chica, que se concentraba en mantener un campo de fuerza
tan grande como nunca antes había hecho.

Aod y Poimén intentaron protegerla, pero cada uno de sus oponentes les
superaban en destreza y fuerza. El muchacho lanzó un espadazo contra
Mérizo, pero éste le atrapó el brazo y se lo torció con su gran fuerza hasta
que el atravesado tiró la espada por el dolor, luego con la otra mano, que
ahora tenía seis dedos, gracias al potencializador, el impostor tomó el
cuello de Aod y lo comenzó a asfixiar. Los dos cayeron al suelo en el
forcejeo y el joven intentaba soltarse del portencializado, pero era inútil,
lo tenía a su merced.

Por otra parte, Poimén se interponía entre la muchacha y el Mago. A las


espaldas del veloz estaba ella. El reptiliano atacó avanzando a toda
velocidad contra Poimén y con la guardia baja. El veloz cayó en la trampa.
De arriba a bajo la Majaira rebanó el humo negro que dejó el mendigo al
desaparecer. El mago había conseguido esquivar al veloz para llegar a la
joven, pues iba a materializarse de nuevo a espaldas de Poimén, y la
mujer le quedaría a su alcance e indefensa, pues como ella estaba
haciendo un campo de fuerza tan gigantesco para la ciudad, no podía
protegerse así misma del mendigo con un campo individual.

Pero cuando el mago desapareció de delante de Poimén para aparecer a


sus espaldas, el veloz vio a Tabita detrás del humo obscuro que el reptil
dejó, la niña que había liberado a Aod estaba ahí, parada frente a él.

La chiquilla lanzó una mirada que inmediatamente entendió Poimén.


Entonces el veloz se giró y lanzó una estocada al aire, todo esto a la
velocidad de los veloces. Milésimas de segundo después apareció el reptil
insertado en la Majaira del veloz.

La niñita volteó su mirada y Poimén rebanó de abajo a arriba al mago


para acabar con él de una vez por todas.

Tabita se había cubierto con un campo de fuerza que la mantuvo oculta,


invisible. Cuando ella vió que el mago iba a matar a Ishia se quitó su
propio campo de fuerza y con él encapsuló al reptil, dejándolo encerrado.
Poimén entendió el plan de la niña y por eso lanzó la estocada al aire. En
el momento en que Poimén se giró para dar la punzada, el mago se
esfumó, pero no pudo más que aparecer de nuevo dentro del campo en el
que la niña lo había capturado. La espada de Poimén sí pudo traspasar la
burbuja transparente y como el reptil no pudo ir a ningún otro lado tuvo
que aparecer donde la Majaira le esperaba. Es verdad que los reptilianos
pueden aparecer al otro lado de un muro, pero no pueden traspasar el
campo de una atravesada.

Aod esta a punto de la asfixia en manos de su enemigo, pensó que la


mirada fiera de Merizo sería lo último que vería. El impostor se acercó a
susurrarle al oído:

-Te lo dije,- su rostro esbozaba una sonrisa malévola.- No van a lograr


salvar este lugar.

Entonces Aod sintió un duro golpe en su pecho y vio cómo las pupilas de
Merizo se redujeron. La Majaira de Poimén había atravesado a Merizo por
la espalda hasta salir del otro lado, deteniéndose en el pecho del
atravesado, pero obviamente sin hacerle daño al joven.

Las manos que apretaban el cuello del muchacho comenzaron a perder


fuerza. Poimén retiró su Majaira del cuerpo de Merizo. El impostor se
tumbó en el suelo con lo último que le quedaba de vida, mientras un
charco de sangre crecía a su alrededor.

Esa fue la primera vez que Aod vio a una Majaira matar a un humano. El
chico quedó sumamente impactado por eso. Esas armas nunca fueron
creadas para tal cosa.

Realmente era una tragedia. Aquellas espadas que poseían el mismo


espíritu del Rey, eran para liberar y dar verdadera vida a los hombres, no
para matarlos. Pero el poetencializador era el responsable de esa tragedia.
La modificación en el cuerpo del hombre fue lo que hizo que la Majaira no
lo reconociera como humano y en cambio, lo matara. Poimén tuvo la
esperanza de atravesar a su veloz amigo, pero en el buen sentido, pensó
que aún podía rescatarlo para su Rey, nunca imaginó que así terminaría.

-¿Tabita qué haces aquí? - preguntó finalmente Poimén.

-Pues ustedes sonaron la trompeta para que viniéramos, solo que me


tarde porque mis papas no se despertaron, yo creo que están muy
cansados porque ni moviéndolos dejan de roncar. Pero yo vine, pensé que
nos iban a explicar por qué suena esa horrible canción por el aire.

-Osea que tú también la escuchas.

-Sí, Aod me sembró la duda cuando me preguntó el otro día y ya la


escuché, está bien fea.

-Vaya, pues al parecer, esa es la razón por la que tú tampoco te quedaste


dormida.

Mientras tanto, en las afueras de la ciudad, luego de que destruyera la


última de las piedras, Martín se dirigió al lugar por donde entró la primera
cuadrilla del ejército invasor. Ahí se encontró con decenas de arañas
gigantes y demonios que querían abrir el campo de fuerza para salir. Los
de adentro querían irse con sus presas y las hordas que quedaron afuera
querían entrar para saquear y destruir por completo la ciudad.

Todos los demonios y las arañas comenzaron a golpear el domo


energético en un mismo punto, las arañas con su patas que parecían
cimitarras, los demonios con sus espadas y las bestias con sus garras.
Debilitaron tanto la capa protectora que comenzaban a traspasarla, al
grado que un demonio logró entrar, después otro y luego otro. Al mismo
tiempo que golpeaban el domo, un demonio se empujaba para poder
entrar y así ingresaban uno a uno.

Martín se lanzó solo contra los demonios que estaban secuestrando a los
que dormían en sus casas, pero poco pudo hacer por su causa, pues era
ampliamente superado en número por el enemigo, pronto fue acorralado
contra una pared y desde arriba le cayó una especie de red babosa, era
una de las arañas gigantes que le había lanzado su telaraña. Lo jaló, lo
envolvió con sus patas y se lo tragó.

Dentro del vientre de ese monstruo, Martín pudo notar que estaba junto a
otros atravesados, todos dormidos y también envueltos cada uno en la red
viscosa; notó que más que ser el estómago de un animal, era una especie
de almacén viviente. Había unas pequeñas ventilas en las paredes
abdominales por donde entraba un suspiro de aire, costaba mucho trabajo
respirarlo porque, encima, el calor era sofocante.

Martín estaba a punto del desmayo, pero algo le dio un fuerte golpe en el
hombro. Era una Majaira que entró en el animal y lo cortó para abrirlo.

Todos los que estaban adentro cayeron al suelo, pero no por eso
despertaron. Solo Martín se movía cual gusano por estar despierto y
completamente envuelto en la telaraña. Otra vez, una Majaira lo liberó de
la red que le envolvía. Era Salak, quien había regresado y entrado sin
problemas al campo de fuerza tal y como Martín lo había hecho en su
momento. Venía acompañado con un puñado de atravesados de las aldeas
circunvecinas, que se lanzaron a defender la ciudad contra los demonios
que intentaban escapar. Sin embargo, los invasores prevalecían contra la
pequeña defensa de atravesados. Cada vez eran más los demonios que
llegaban, pues poco a poco lograban colarse en la ciudad, ya que la pared
protectora se debilitaba.

-No podré resistir mucho más tiempo - gritó Ishia con desesperación - es
un campo demasiado grande para mí sola. Pronto lo romperán,
necesitamos que la gente despierte y que nos ayude.

-¡Poimén! - a Aod le llegó una idea - esas personas están dormidas a


causa de ese hechizo que está en la canción. Y esa melodía no deja
escuchar el agua, ¿No podrá ser que el sonido del agua contrarreste el
hechizo?

-Pero, ¿cómo conseguimos que el agua suene tan fuerte y cómo hacemos
que todos la escuchen?- respondió el veloz.

-Me gustaría que estuviera aquí ese antiguo veloz que una vez golpeó con
su espada la roca, - dijo Tabita lanzando una mirada a la piedra del centro
del salón.- y que volvieran a salir torrentes de agua viva.

-Eso sería increíble, Tabita- comentó Poimén.


Aod no se puso a lamentar y comenzó a golpear con su propia Majaira a la
piedra, esperando que se repitiera el milagro.

-Aod, es inútil- Poimén lo interrumpió, al tiempo que Ishia sufría- ya


muchos lo han intentado desde entonces.-Ni siquiera el veloz del Agua
pudo volverlo a hacer. Y aunque las Majairas pueden romper rocas, contra
ésta, nada pueden hacer.

-Tal vez si tuviéramos una espada más poderosa - lamentó Tabita.

Cuando escuchó eso Poimén, algo hizo sentido en su mente. Con lentitud,
serenidad y misterio se dirigió hacia la piedra mirándola fijamente. Se
arrodilló frente a ella. Recargó su frente en la roca y en voz baja le habló,
entonces de la roca salió un torrente de agua viva con muchísima
potencia, como si una bomba de agua hubiera explotado. Poimén salió
aventado por la presión del agua que se estampó en su pecho. Pero no
solo él sino también todos los que estaban ahí, por suerte Aod alcanzó a
sujetar a Tabita. Ishia también fue derribada por el torrente.

La caída de la atravesada provocó que el campo de fuerza se quitara. Las


hordas enemigas aprovecharon y miles de ellos entraron a la ciudad.
Rápidamente Ishia se puso de pie, se recargó en una columna para evitar
volver a caerse por la corriente de agua y con las fuerzas que le
quedaban, volvió a recubrir la ciudad, pero miles de invasores lograron
entrar en ese breve lapso de tiempo y sin distracciones se dirigieron
presurosos a su objetivo. Desgraciadamente todas las arañas que llevaban
atravesados lograron escapar.

El agua expulsada de la roca comenzó a correr como ríos por las calles, el
sonido que producía esa gran cantidad de agua moviéndose a tal
velocidad era ensordecedor. Parecían millares de voces gritando al
unísono: ¡despierta, tú que duermes y lucha!

Como Aod bien lo predijo, el estruendo de las muchas aguas levantaba a


los atravesados. La instrucción que gritaba la voz en el agua era la de
luchar. Muchos de los atravesados se levantaban para descubrir que un
demonio les echaba las manos encima.

Los que abrían los ojos, al grito de guerra, intentaban tomar de inmediato
sus Majairas, pero ¡oh sorpresa! no estaban. No había espadas en las
casas, en ninguna. Era como si hubieran desaparecido todas.

Mezak llegó con otro puñado de atravesados, provenientes de las demás


aldeas aledañas, para unirse al combate a lado de Salak y los otros
aldeanos, pero la defensa que ofrecían no eran suficiente, muchos
atravesados que habían salido del hechizo intentaban ayudar con armas
improvisadas y con sus propias manos, pero ante demonios, de muy poco
servía. Los atravesados comenzaban a cruzar el portal de la vida.

Algunos ciudadanos, al darse cuenta de la situación, subieron


inmediatamente a la casa de la roca. Ahí, lo primero que mandó Poimén
fue que las mujeres ayudaran a Ishia reforzando también el gran campo
de fuerza. Al resto de las atravesadas les pido que formaran pequeñas
fortalezas hechas con campos energéticos dentro de la ciudad, incluyendo
el recinto donde se encontraban, para que sirvieran de refugios a los
niños, a los ancianos y a los heridos. Cualquier atravesado podría entrar a
esos refugios y los mantendría aislados del peligro, y de los demonios que
recorrían las calles.

Una vez que las demás mujeres se unieron al trabajo de Ishia, ésta se
desmayó por el inmenso esfuerzo que había hecho. Un par de chicas la
recostaron en un sillón que había por ahí.

-¿Cómo que no hay espadas? - preguntó sumamente consternado Poimén.


- ¿Dónde están? Esto es asombroso, esto es una conspiración.
-¡Claro! - dijo Aod - esa sabandija. Seguro Merizo dio las espadas al Troll
a cambio de de las piedras. El choque de las espadas debió provocar el
sonido de metales que escuché.

-Esos troles, tienen una obsesión con el metal de las Majairas, no quieren
entender que es el Espíritu del Rey lo que las hace tan especiales. -
refunfuñó Salak.

-Si tan solo fuéramos como aquellos antiguos veloces, - dijo alguien.- que
aún cuando eran separados de sus Majairas, podían aparecerlas en su
mano en los momentos de necesidad con tan solo desearlo.

-No hay tiempo para llorar - apuró Poimén.- Necesitamos fabricar más
espadas. Con ayuda de nuestro Rey tendremos muchas en poco tiempo.
¡Pronto! Toquen las trompetas para que los hombres vengan por sus
espadas y para que ayuden a forjarlas.

Pusieron manos a la obra. En uno de los edificios contiguos a la casa sobre


la roca, estaba el taller más grande de herrería de toda la ciudad, utilizado
exclusivamente para hacer Majairas, que a decir verdad, por aquellos
tiempos ya se usaba muy poco. Con toda prisa, los hombres lo volvieron a
activar. Los hornos de fuego encendieron y de manera milagrosa
alcanzaron las temperaturas necesarias al instante.

De la misma forma que pasó con Safér en su taller, que tan solo en unas
cuantas horas forjó seis Majairas, así un poder sobre natural ayudó a que
en muy poco tiempo se consiguieran muchas réplicas.

En cuanto se forjaba una Espada, un atravesado la empuñaba y una


armadura le revestía y de inmediato se dirigía a ayudar al pequeño
ejército de Salak y al de Mezak.

-Poimén, ¿qué hiciste para que la roca lanzara el agua?- Aod preguntó.

-No me lo vas creer,- respondió el veloz. - la última vez que escuche el


agua, antes de que esa canción se entrometiera, vi algo demasiado
extraño. Vi al Rey de los reyes venciendo a Apolión con una espada que le
salía de su boca. Sé que suena muy raro, pero cuando Tabita mencionó
una espada más poderosa que fuera capaz de hacer la labor, pensé en
todas las espadas que antes lo habían intentado y el recuerdo del sueño
se me vino a la mente e imaginé que tal vez la espada más poderosa que
no habíamos probado era esa, con la que el Rey Kurios venció a Apolión
en esa revelación, simplemente intenté hablarle a la roca como si la
palabra fuera una poderosa espada. Y mira, dio resultado.

El torrente de agua iba disminuyendo a medida que la gente se iba


despertando hasta cesar por completo cuando el último de los atravesados
se despertó. La melodía del brujo había sido borrada por la voz en el
agua.

Pronto muchas espadas estaban listas. Las armaduras seguían revistiendo


a los atravesados alistándolos para la batalla. Los ciudadanos iban
tomando sus armas y se unían las filas de defensa.

De a poco, los atravesados inclinaban la batalla a su favor, el poder de las


Majairas sobre sus enemigos era determinante, a pesar de las armaduras
que cubrían a los demonios y muy pronto, varios de los atravesados
comenzaban a moverse velozmente.

Pero cuando todo parecía que estaba bien controlado, a unos kilómetros
de distancia, en el sureste de la ciudad, los demonios lograron hacer una
entrada en el campo protector por medio de rocas de troll. Cuando más
mujeres fortalecieron el campo energético que Ishia había montado, los
enemigos ya no pudieron atravesarlo simplemente golpeándolo y
empujándose, entonces buscaron otra solución.

Los demonios trajeron pedazos de las piedras que martín había roto e
hicieron con ellos una pequeña puerta en el gran domo azul. A base de
mucha fuerza pudieron insertarla en el muro energético, y formaron así
una entrada a la ciudad. La abertura que hicieron era pequeña, así que
solo entraban pocos demonios a la vez, pero muy pronto un gran numero
de soldados enemigos se habían adentrado.

La misma golondrina que Salak usó para recibir el informe de la invasión,


fue a dar aviso a Poimén de la "Entrada Troll". Él, a su vez, envío el ave a
Mesak y por medio de ella le pidió que fuera a reforzar esa área de la
ciudad por donde ahora estaban entrando las ordas enemigas. Mezak
atendió la petición de Poimén y tomó un puñado de hombres y fue. Martín
también lo acompañó. Salak en cambio, se quedó con la otra parte de los
soldados para acabar con los demonios que habían entrado antes.
Poimén descendió con algunos hombres después de que recibieran sus
espadas e hizo una tercera defensa a la mitad de la ciudad, en el camino
que subía a la Casa de la Roca, pues una cantidad importante de
invasores habían subido a tratar de tomar las casas del centro. Así, la
guerra se libraba en tres lados de la ciudad, cerca del centro con Poimén,
en donde también estaba Aod; al sur con Salack y al suroeste con Mezak,
donde estaba la entrada de las tropas demoniacas. En esa parte los
enemigos no disminuían, sino todo lo contrario. Cuando Poimén acabó con
los demonios en su zona, él y toda su cuadrilla fue al suroeste para apoyar
a Mazak y lo mismo hizo Salak con sus hombres.

Así toda la guerra se trasladó al suroeste, frente a la "puerta troll". Esto


era bueno por una parte, pues la batalla estaba bajo control, ya que solo
se tenía que defender un flanco; pero por la otra parte, el ejército invasor
no dejaba de renovarse con la entrada de más y más demonios.

Martín sabía que su martillo nuevamente podría romper esas piedras que
servían de entrada a los demonios. Creía, y correctamente, que su
herramienta era especialista en rocas. Sin pensarlo dos veces decidió ir a
ese portal no importando cuantos demonios estuvieran defendiéndolo.
Actuó imprudentemente porque era imposible que él sólo llegara hasta las
rocas, muchos demonios se interponían. Inmediatamente lo capturaron y
los demonios comenzaron a intentar desmembrarlo, pero cuando ya
estaban a punto de arrancarle las piernas, él, Aod, Salak y Masak, de
pronto, aparecieron fuera de la ciudad, a dos kilometros de distancia. Se
encontraron solos en medio del valle.

Habían sido teletransportados a las afueras de la ciudad Blanca, cuando


más arreciaba la batalla, porque aún tenían que cumplir la misión de ir por
el último de los gentiles.
Capítulo 13

POSTAL
Capítulo 13

Los atravesados entendieron por completo lo que significaba aparecer a


las afueras de la ciudad, incluso Poimén lo comprendió cuando les vio
desaparecer sin dejar rastro, y lo aceptó con gusto.

Aod y compañía tenían que comenzar su viaje hacia el oriente para


cumplir la misión. Debían llegar a la ciudad de los hombres rocas,
conocida como la ciudad de la Luna, que se encontraba en la Tierra de
Enmedio, para después llegar a la última de las aldeas.

Los cuatro atravesados fueron transportados cerca de la ciudad Blanca


para que así cada uno tuviera la oportunidad de regresar, pero ninguno
pensó hacerlo, más bien aceptaron la voluntad de su Rey y emprendieron
el viaje.

Así comenzó un camino de varios días. En él no hubo contratiempos, ya


que la maldad estaba concentrada en la conquista de la ciudad blanca y ni
cuenta se dio de que una comitiva iba en busca de la última de las aldeas.

Decidieron viajar a pie y evitar los autoflats o cualquier otra nave porque
buscaban hacerlo desapercibidos, andar tanta distancia en un vehículo,
levantaría sospechas del gobierno, ya que serían detectados fácilmente
por los satélites. Conseguían hospedaje de diversas maneras porque los
viajeros no llevaban dinero; no les avisaron cuándo comenzaba su viaje y
no les dió tiempo de preparar nada, solo contaban con sus pies y sus
espadas como provisión, pero confiaban en el cuidado de su Rey. Se las
ingeniaban para obtener comida, ropa y habitaciones donde pasar las
noches. Algunas veces, gracias a las a amistades y reputación de los
veloces encontraban gente conocida o agradecida, directa o
indirectamente, que les ayudaba a conseguir alimento y hospedaje. Otras
veces los veloces liberaban a ciertos aldeanos de sus guardas y en
agradecimiento les ofrecían sus casas y comida, y algunas otras veces
simplemente encontraban buenos refugios donde dormir.

Una noche, cuando los atravesados ya descansaban de la jornada, en


alguna aldea, en algún refugio, Aod le preguntó a Salak algo que no le
había dejado de rondar la cabeza durante todo el viaje:

-En la casa de la roca escuché que un hombre mencionó algo de que los
veloces pueden hacer aparecer Majairas. ¿De qué estaba hablando?

-En realidad, desde que el Rey de los reyes se marchó hasta estos días, -
empezó a explicar el veloz -los atravesados han peleado una guerra que
no aún no termina. Pero en el principio esa guerra era muy grande, franca
y completa. No se permitía ni portar Majairas, ni hacerlas. En esos
primeros días la mayoría de los atravesados eran veloces y por la
necesidad, dejaban sus espadas escondidas, pero de alguna manera que
no sabría explicar, ellos podían traer sus armas a su mano en los
momentos de guerra, aunque éstas estuvieran en otro lugar. Eso ya no es
común. Ni siquiera entre los veloces de la ciudad blanca, pues desde hace
tiempo no hay la necesidad de separarse de las espadas. Esa práctica es
más bien lejana y propia de la historia que se ha perdido con el tiempo.

Después de unos segundos de silencio, volvió a preguntar el joven.

-Salak, si es que logramos atravesar a ese último gentil, ¿qué sigue


después? El Rey regresa y destruye todo, y, ¿luego?

-La voz del agua anuncia que de inmediato, el gran Rey va a llevarse a
todas sus atravesadas y a todos los hombres que empuñen una de sus
espadas, y así librarlos del tiempo de castigo que traerá sobre el gobierno
del Semejante y sobre todos los que sirven a Apolión, después de eso
regresará junto con nosotros para establecer su reino y entonces
reinaremos con él.

Aod se acostó imaginando aquellos tiempos de antaño y también los


tiempos por venir, hasta quedarse dormido.

Los viajeros continuaron su camino a pie durante unos cuantos días más.
El terreno y clima fueron cambiando. Pasaron del fresco bosque a los
campos soleados hasta llegar al árido calor del desierto, en donde se
encontraba la ciudad de la Luna.

-Ahí está - advirtió Martín.


Los atravesados pudrieron divisarla, ya estaban cerca.

Entraron a una larga, larga calzada que conducía hasta las enormes
puertas del muro que rodeaba la ciudad. Ese camino se iba alzando, y en
ambos lados, el terreno era seco, rocoso y ríspido.

Nuestros amigos caminaban despreocupados hasta estar a tan solo tres


kilómetros de la entrada. Entonces, sin advertencia, alguien le calló
encima a Aod, un humnao que le arrebató la espada que traía en la
espalda y huyó a un lado del camino, adentrándose entre las rocas del
desierto.

Salak y Mezak reaccionaron y fueron tras el extraño, pensaron que sería


fácil darle alcance, pero el hombre misterioso era muy rápido, incluso para
los veloces, además también era muy hábil andando en ese terreno
escarpado.

Al llegar a un pequeño claro, el extraño se detuvo y se giró. Los dos


atravesados sin pensarlo se lanzaron espada en mano contra él. Pero
resultó que el ladrón también era muy hábil usando la espada de Aod, y
después de combatir por algunos minutos, el forajido logró desarmar a los
dos veloces y apoderarse de sus espadas.

Los veloces estaban sorprendidos y el ladrón los miraba con orgullo,


entonces, un martillo surcó el aire para estamparse en la cabeza del
forastero y rebotarle cual si fuera de esponja. Era el martillo de Martín,
quien había llegado junto con Aod. Fue entonces cuando todos empezaron
a reírse. Los atravesados cayeron en cuenta. ¿Cómo era posible que se
moviera tan rápido, que pudiera maniobrar una Majaira y que el martillo
no le hubiera hecho ni cosquillas?

-Eres un atravesado - le aseguró Salak entre risas.

-¡Claro! Se los iba a decir pero no me dieron oportunidad. Me atacaron de


inmediato.

-Bueno y ¿qué esperabas? - siguió el veloz. - si tu carta de presentación


fue robarnos una espada sin ninguna explicación.

-Tenía que sacarlos del camino a como diera lugar y de manera muy
rápida. De hecho no estoy seguro que no los hayan visto ¿Cómo se les
ocurre tratar de entrar con estas espadas por la puerta principal? En esta
ciudad conocen muy bien estas espadas y las detestan. Lo bueno es que
no estaban tan lejos de esta zona a la que los traje. En esta zona estamos
seguros porque aquí se pierde la señal de los radares. Me da mucho gusto
ver a unos atravesados por estos lares. Me llamo Postal.

El sol del desierto no permitió que los atravesados vieran el resplandor de


su piel y advirtieran a simple vista que era uno de los suyos. Él era un
hombre con una gran sonrisa, misma que casi no se veía porque siempre
llevaba un pañuelo con el que se cubría la boca y la nariz a fin de no
respirar tanto polvo. Era de estatura mediana y con la piel característica
del desierto, bronceada y seca. Su pelo parecía estar siendo impulsado
por el viento, aunque éste ni siquiera soplara.

Mientras los atravesados hablaban despreocupados, emergió súbitamente


del suelo sobre el que estaban, una roca que le pegó a Aod directamente
en la barbilla, que de no haber sido por el casco que la recubrió en el
momento preciso, se la hubiera roto. Aod cayó hacia atrás por el impacto
y cuando iba cayendo, otra gran roca emergió velozmente del suelo
rematándolo en la nuca.

Los atravesados se pusieron alerta y sus armaduras les recubrieron.


Martín se agachó para recoger a su amigo pero un rodillazo impactó en su
casco mientras se agachaba. Un gran hombre-roca le había pegado con su
rodilla llena de picos en la frente. Era un guardia que habían enviado a
investigar, porque efectivamente, desde la entrada de la ciudad, vieron a
los atravesados acercarse y salir abruptamente del camino, tal y como lo
advirtió Poimén. El hombre roca, seguramente había llegado tan rápido
gracias a un jet silencioso de su gobierno, y habiéndose estacionando a
una distancia considerable se acercó a los atravesados, camuflado con el
paisaje para no ser visto y sorprenderlos.

El hombre de piedra hizo un movimiento con su mano como sacando


tierra del suelo y gracias a esta maniobra, del piso emergieron unas rocas
en forma de grandes barrotes que aprisionaron a Martín y a Aod en una
celda respectivamente. Los barrotes se cerraron por encima del los
prisioneros.

Los hombres roca tenían el poder de manipular las piedras y la tierra así.
Fue éste sorpresivo enemigo el que provocó que la tierra golpeara a Aod
inesperadamente.
El soldado de roca volvió a hacer otro movimiento con su brazo y con su
mano de abajo hacia arriba, como si levantara algún objeto invisible en el
aire, con ese ademán, unos picos rocosos se elevaron de la superficie
intentando golpear a los veloces. Ellos lograron esquivarlos gracias a su
velocidad característica.

Mezak y Salak se lanzaron al ataque pero sus espadas no le hicieron


ningún daño al hombre roca, en cambio, el soldado los golpeó con sus
poderosos puños y los atravesados pronto quedaron fuera de combate. El
enemigo los encerró también en una celda de piedra a cada uno. Postal
huyó para no ser capturado. El hombre de piedra sabía que jamás lo
alcanzaría y se conformó con los prisioneros que ya tenía.

Fue a su nave y regresó con unas pinzas especiales, que servían para
cargar las Majairas, porque esas espadas eran tan pesadas para las
personas como él, que sin esa herramienta no hubiera podido ni moverlas.
Las Majairas de los atravesados se quedaron tiradas junto a sus dueños,
dentro de las prisiones. Los barrotes de roca sólida abrieron espacio para
que el gendarme metiera las pinzas y recogiera las armas del suelo,
después, las barras volvieron a acomodarse. El captor subió el botín a su
vehículo y se dispuso a llevar a los prisioneros a su ciudad para que ahí
fueran juzgados.

Las celdas comenzaron a avanzar solas, obligando a los atravesados a


levantarse y caminar. Los barrotes que formaban las prisiones avanzaban
arrastrándose por el suelo, uniformemente, se revolvían de arriba abajo
de manera extraña, y tenían unas salientes muy filosas que forzaban a los
encarcelados a caminar.

El soldado, arriba de su nave, comenzó a seguirlos a la misma velocidad a


la que iban las celdas, volando a un metro y medio de altura.

El hombre roca había cometido un error. Por su ignorancia, no le confiscó


el martillo a Martín pues no le dio importancia; el uso de las pinzas le hizo
concentrarse sólo en las espadas, y aunque sí pensó en recoger el
martillo, lo dejó para el último y al final se le olvidó. El hijo de Safér
rompió la prisión con un mazazo. El soldado de piedra, después de
recordar su olvido, se bajó de su aeronave y atacó al prófugo, pensando
que sería una captura de rutina.

Desde los pies del hombre roca se alzaron grandes estalagmitas


puntiagudas que fueron recorriendo a gran velocidad la distancia entre él
y el atravesado. Muy rápido los picos avanzaron los metros, pero en
cuanto llegaron a Martín, éste los destruyó con un golpe de su martillo.

El hombre roca corrió hacia el muchacho, su puño se transformó en una


gran roca y le lanzó un golpe con toda su fuerza. El joven lo recibió en su
escudo y aunque éste absorbió el impacto, el muchacho fue aventado
hacia atrás, pero al chocar contra unas rocas tomó impulso con sus pies y
contraatacó. Martín se lanzó y logró conectar un golpe en la cabeza de su
oponente, y al compás de otro paso, le dio otro martillazo.

El hombre roca se desmoronaba con los golpes del martillo, pero se


repuso y logró conectar un puñetazo al atravesado en el casco y luego
otro, después le dio un cabezazo que hizo que el yelmo del joven se
rompiera, y que el guerrero soltara su martillo. El hombre de piedras tomó
a Martín, lo levantó sobre su cabeza y lo aventó contra una rocas.

El atravesado estaba muy adolorido y aturdido por los golpes, de tal modo
que tuvo que reunir todas sus fuerzas para tratar de levantarse. El ser de
piedras fue tras el muchacho para terminar de molerlo con sus puños,
pero mientras el atravesado se levantaba, vio su martillo enfrente de él.
No se puso a reparar cómo era que había llegado ahí, solo lo tomó y
cuando el hombre roca estaba detrás suyo, Martín le sorprendió con un
martillazo de lleno en la mandíbula. Al monstruo se le desmoronó medio
rostro y enseguida cayó noqueado. El gendarme nunca pensó que Martín
recuperaría su mazo y por eso nunca esperó su ataque. Ahora intentaba
ponerse de pie pero no lo conseguía, el tremendo golpe lo había
desconcertado. Martín se paró a su lado y con todas sus fuerzas le dejó
caer el martillo en el pecho. Todas las piedras que le recubrían el cuerpo
se cayeron al instante, dejando a un hombre de carne y hueso, tirado en
el suelo e inconsciente.

- Es sorprendente tu mazo.

Era Postal que estaba muy emocionado y que había salido detrás de unas
rocas.- Le quitó de un solo golpe su recubierta.

-¿De dónde saliste?- le preguntó Martín mientras se reponía del combate.

-En cuanto vi salir a ese policía, me escondí para que no me capturara,


pensé que les sería más útil si estaba libre. Y así fue, yo te acerqué tu
martillo para que pudieras sorprender a ese hombre roca, con mi
velocidad ni tu, ni el soldado me vieron, pero fui yo.

-Gracias amigo, eso realmente fue muy útil. - agradeció Martín.

Postal se quitó su capa y cubrió al hombre inconsciente, después se lo


echó en el hombro y junto con Martín caminaron hasta las celdas en
donde estaban encerrados sus amigos, puesto que los barrotes nunca se
detuvieron, sino que siguieron avanzando.

Finalmente, liberaron a los atravesados de sus prisiones, y fueron a un


refugio que Postal conocía para pasar ahí la noche.

El refugio era una caverna amplia que estaba en aquel desierto.Ahí Postal
solía escuchar la Historia de todas las Cosas, cuando llevaba un poco de
agua en la cantimplora. Un excelente sitio para descansar, un lugar muy
fresco. El veloz frecuentaba ese refugio cuando salía al desierto a cazar o
a cualquier otra cosa. Era precisamente de ese lugar que regresaba a la
ciudad cuando vio a los atravesados andar por la calzada.

Justo esa mañana había estado ahí y había dejado su Majaira guardada en
un pequeño hueco en la pared, a veces lo hacia. Él usaba su espada
principalmente como una herramienta muy útil. Postal la tomó y se las
enseñó a sus compañeros, para demostrarles que también era
atravesado, lo hizo más por sentido de camaradería que porque hubiera
dudas en sus amigos.

Vistieron con sus prendas al que había sido de roca , con una capa le
hicieron un pantalón holgado y después lo recostaron. Luego encendieron
una fogata y platicaron a la luz del fuego.

-Verán - dijo Postal - yo hace mucho tiempo fui atravesado, y un día


nuestro Rey me dijo que viniera y me quedara aquí. Él me mostró que
debajo de esas piedras hay humanos por los que también recibió y
también dio- Mientras decía esto, no dejaba de mirar al hombre que
seguía dormido.- Los hombres roca sufren de una enfermedad, una
maldición, que la contraen desde bebés. La piel de esos hombres
comienza a escamarse y a ponerse dura, y al poco tiempo crece y se
engruesa hasta hacerse piedra; por esa razón las Majairas no pueden
hacerle nada a esas rocas, porque técnicamente es piel de humano, y las
espadas del Rey no dañan a los humanos, pero a pesar de eso hay una
manera de traspasarlos, yo he podido atravesar a algunos con mi Majaira
cuando vienen las grandes lluvias, las cuales llegan muy de vez en
cuando; de hecho, yo solo he vivido tres. Esas lluvias duran varios días.
Con el agua se ablanda la cubierta de piedra de esos hombres, se hace
como esponja y en la parte del pecho hay una zona donde se ablanda
tanto que uno puede atravesarlos. Después de hacerlo, al cabo de unos
días, empieza a caérseles poco a poco las piedras del cuerpo hasta que su
piel vuelve a ser la de un hombre común. Sin embargo aquellos que han
sido liberados de su condición por haber sido atravesados tienen que irse
de esta tierra. En esta ciudad los hombres piedra son demasiado hostiles
con los hombres atravesados y mucho más cuando les ven con una
Majaira. Son tolerantes y hasta amigables con los hombres que llevan
consigo un guarda, pero no tanto con los libres. Los hombres roca son
gobernados por un gran demonio, llamado Jadiz, por eso no necesitan
tener guardias personales. Ya sus decisiones están tan definidas que no
necesitan la influencia constante de un demonio. Miren, ellos reciben
constantemente un engaño por medio de visiones que tienen al poner su
frente en el suelo. Es una imitación de la Historia de Todas las Cosas, una
alucinación en donde se les presenta un gran Rey que les ordena matar a
todos los hombres que sirvan a otro Rey, como nosotros. Por eso quieren
acabarnos, pero nuestro Rey Kurios me ha dicho que también recibió
heridas por ellos, y que también hay que atravesarlos, solo que es muy
difícil, por eso he quedado sorprendido con el martillo de Martín, que les
puede tirar las piedras con algunos golpes.

El cielo se oscureció con grandes nubarrones. Minutos después se escuchó


un fuerte, profundo y aterrador sonido qué provenía de la ciudad.

- ¿Que es eso?- preguntó Martín.

-Eso es la trompeta de Jadiz, el gran demonio. Sobrevuela por los cielos


cinco veces al día tocando su instrumento para que todos lo oigan. Los
hombres roca, al escucharlo se arrodillan hasta poner sus frentes en el
suelo y permanecen así todo el tiempo que dure el sonido. De esta
manera su piel se solidifica, porque así es como reciben sus alucinaciones.
Los hombres roca también toman esa postura cuando les llueve, es la
forma de contrarrestar el efecto del agua y de cubrir su pecho para no ser
atravesados. Esto lo aprenden desde pequeños y lo tienen demasiado
arraigado. Lo hacen mas como un código de identidad, que por cualquier
otra cosa.

El sonido era tan potente que los atravesados podían escucharlo a pesar
de estar a kilómetros de distancia. Aquella melodía duró unos cuantos
minutos más, y finalmente se detuvo. Produjo una sensación de pesadez
en el corazón de los atravesados.

-Venimos en busca de la última aldea - dijo Aod, rompiendo el silencio que


produjo aquella trompeta.

-Pero ¿por qué vinieron a este lugar? - preguntó Postal.-¡Vamos! quiero


decir, en este territorio ya han llegado las Majairas, de hecho son muy
conocidas. Si no me equivoco, y ustedes me corregirán si lo hago, esa
aldea es aquella a la que nunca ha llegado una espada del Rey ¿no es
cierto? Definitivamente no creo que sea por aquí.

-Escuchamos que la entrada está en la ciudad de la Luna. - prosiguió Aod.

-Nunca había escuchado yo de algo similar en todos los años que he


estado aquí, me temo que te has equivocado.- Lamentó Postal.

-Pero, no es posible, debe haber algún tipo de entrada secreta o un portal,


algo.- insistió Aod.

-No amigo, creo que se han equivocado.

-  Tal vez no - interrumpió una voz.

Era el soldado que estaba dormido. Él tenía grandes cejas, ojos


completamente negros como negro también era su pelo y su tupida barba
que aún parecía ser de piedra, como trozos grandes de carbón. Ya había
despertado y escuchó parte de la conversación. Sentado en el lecho que le
habían preparado, clavó la mirada en el suelo y continuó.

-Hace mucho tiempo el Príncipe conquistador, derrotó a los infieles y tomó


la ciudad.

-Los infieles son los hijos del cantor, Hallel. - le susurró Postal al oído de
Aod como para ponerlo en contexto y explicarle, pero Aod se quedó en las
mismas porque nunca había oído hablar de tales hijos y ni de tal cantor.

-En el muro que está en el patio del palacio principal - continuó el soldado
con su acento característico, - hay una puerta muy extraña. Sin duda es
un portal y tal vez es el que están buscando. Antes, conectaba a distintos
lugares al rededor del mundo, lugares tan variados como impredecibles,
nuestra gente pudo conquistar varios pueblos gracias a ella, pero de unos
años para acá, pareciera que se descompuso, pues ahora, cada vez que se
abre conduce a una selva tupida, una selva que no sabemos dónde esté
en realidad, pero que siempre es la misma. Ahora, para poder abrir esa
puerta y confirmar que en efecto, es la entrada que buscan, se necesita
una llave especial. Sin esa llave nadie ni nada puede abrir o cerrar la
puerta.

-¿Dónde la podemos encontrar? - apresuró Martín.- ¿Qué tipo de llave es?

El hombre de barba semejante al carbón macizo, dudó por unos instantes


antes de contestar, pero finalmente lo hizo.

-Hace mucho tiempo el príncipe conquistador Moha encontró esa llave


antes de destruir por completo el palacio de los infieles. Fue gracias al
portal y a que obtuvo esa llave que solo dejó en pie ese muro. Esa llave
ha estado con nuestro pueblo durante siglos, pero hace algunas décadas
el gobierno del Semejante vino y quiso que mi pueblo se la entregara,
más o menos por el tiempo en el que la puerta se "descompuso". Esa
petición era inaceptable para nosotros. A fin de evitar un conflicto armado,
se firmaron “Los tratados de Oriente” donde se acordó que nuestro
gobierno guardaría esa reliquia y se comprometió a que nunca caería en
otras manos. Ese trato agradó a nuestros príncipes porque el celo que
demandaban los delegados del Semejante para cuidar esa llave era
natural en nuestra gente. Esa llave es un emblema de nuestra victoria
sobre los infieles y refleja nuestra grandeza. Por supuesto que nunca
permitiríamos que otro pueblo nos la arrebatara. Además, no podíamos
permitir que otras personas poseyeran esa llave y que tuvieran acceso
directo al corazón de nuestra ciudad, dejándonos vulnerables ante
cualquier invasión. El trato con el gobierno global incluía otra condición.
Requerían que además la llave permaneciera por siempre oculta. Eso no lo
aceptó nuestro pueblo, no podía esconder aquello que demostraba nuestra
grandeza. En cambio ofreció ocultar para siempre la puerta, y eso le
pareció bien al Semejante. Desde entonces ese portal ha estado oculto
por un hechizo que la mimetiza con el resto del muro. - hizo una profunda
pausa ante la mirada expectante de los demás atravesados. - Sin
embargo, aunque llegaran hasta ahí, sería inútil, pues como se los dije,
nadie ni nada puede abrir la puerta sin esa llave, y aquí esta el gran
detalle, que por alguna razón que desconozco, Kabed, el príncipe de la
defensa nacional, tomó la llave de su nicho, porque él tiene acceso, la
introdujo dentro de las piedras de su pecho, como para guardarla y
protegerla, y se fue con ella, lo cual está prohibido y fuera de todo
protocolo, incluso para un príncipe de nuestro pueblo como lo es él. Esa
noche yo me quedé más tarde de lo que dicta mi horario, haciendo algún
pendiente y pude descubrirlo, aunque él no se percató de mí, porque me
oculte. Lo seguí hasta verlo partir en su nave privada. Yo no lo he dicho a
nadie, pues él es Kabed, el más fiero y fiel de los hombres roca. Supongo
que debe tener sus razones para hacer lo que hizo y yo no quiero ser
quien se interponga en sus planes. Lo preocupante es que no ha
regresado y no se sabe nada de su paradero, dentro del cuartel se ha
comenzado a rumorar que algo malo le ha pasado. Pero solo es un rumor,
que yo supongo imposible, pues no hay nadie más fiero sobre el planeta
que él, tan bueno en batalla y aguerrido que las bestias de las regiones
lejanas le temen y los demonios lo respetan y lo invitan a sus eventos,
algo nada común. De hecho Kabed fue uno de nuestros representantes
ante el gobierno del Semejante en “Los Tratados de Oriente”. Sea como
fuere, de cualquier manera, él no está en la ciudad, y ese cerrojo que
tiene la puerta es inquebrantable. Sin esa llave no se podrá abrir.

-Un momento - dijo Postal como quien ha de hablar algo trascendente. -


¿Cómo te llamas amigo?

-Shuba.

Dime Shuba, ¿Esa puerta de la que estás hablando ¿No es la puerta de


aquella leyenda que se cuenta, o contaba, no sé, entre los hijos del
cantor?

-¿Qué leyenda? -volvió a preguntar Martín - y ¿quiénes son los hijos del
cantor y quiénes son los infieles?

-Los hijos del cantor es el pueblo que aún resiste en la ciudad contigua. -
comenzó a explicar Postal.- Ellos se llaman de esa manera a sí mismos,
pero los hombres rocas les llaman infieles.
 Verán, cuenta una leyenda que hace mucho mucho tiempo, en esta
región, el Rey de Reyes hizo un palacio, y en el palacio, una puerta muy
especial, que es de la que está hablando Shuba. El otro lado de la puerta
conducía al lugar que el Rey deseara. Podía ir a cualquier lado que
quisiera con solo abrirla y atravesarla. De la misma manera, él invitaba a
cualquier persona, en cualquier lado del mundo, a que entrara a su
palacio y a que cenara con él. Esa puerta solo el Rey podía abrirla y solo Él
podía cerrarla. Ahora, cuenta esa misma leyenda que hace mucho tiempo
había un dulce cantor llamado Hallel, quién es el padre de "los hijos del
Cantor", los hallelitas. Hallel llegó al palacio y le cantaba hermosas
canciones con todo su corazón al gran Rey, y éste, enamorado del canto
de ese joven, decidió hacerle un regalo muy especial. Le regaló una llave
que podía abrir y cerrar esa puerta. Y aunque la puerta seguía conectando
con el lugar que el Rey decidiera, el dulce cantor podía entrar y salir a
placer. Esa llave se le conoce como "LA LLAVE DEL DULCE CANTOR”. Llegó
el tiempo en que el Rey Kurios se tuvo que ir a las tierras lejanas y dejó a
Hallel a cargo de todo. Más adelante, pasado muchos años, llegó el
hermano de ese cantante, Moha, el padre de todos los hombres-roca, el
"Príncipe Conquistador", el mismo que menciona Shuba. Él hizo la guerra
al cantor y prevaleció, conquistó y destruyó todo el palacio, excepto un
muro, el muro que contenía la puerta del Rey. La leyenda menciona que
en la guerra se perdió la llave que abría esa puerta, pero ahora me vengo
enterando que esa llave es la que los hombre roca veneran.

Los atravesados escuchaban asombrados la historia y a Aod le empezaba


a rondar un pensamiento en su mente, una suposición que crecía y crecía.

-Así fue - confirmó Shuba. - Pero les repito, esa llave está perdida e
inlocalizada en estos momentos, junto con su guardián, Kabed.

-Ahí estaba, la suposición de Aod era verdad. El joven metió la mano en


su bolsillo para sacar aquel pedazo de oro que con tanta fe había
guardado.

-¿De casualidad será ésta la llave? - dijo Aod.

A Shuba se le revolvió el estómago al ver esa llave en manos de un


hombre libre. Desde niño se le había inculcado la suprema responsabilidad
de cuidar que esa reliquia no llegara a manos de alguien más que no fuera
de su pueblo. Eso era una parte de la canción que siempre tocaba el gran
demonio.

-¿Cómo la obtuvieron?- preguntó Shuba con debilidad.

-El martillo de Martín quebró a Kabed - dijo Aod - así como a ti, después
desapareció en un portal de vida, dejando esta llave tirada en el suelo y
yo, no sé porque, la recogí y me las guardé.

-Shuba no podía creer que Kabed hubiera sido derrotado ni que la llave la
tuvieran aquellos forasteros. Si Shuba hubiera seguido en el estado de
roca, no hubiera dudado ni un segundo en pasar por encima de quien
fuera con tal de recuperar esa llave y de vengar a Kabed, aunque eso
significara perder su propia vida, pero ahora, sin la coraza de piedra que
le revestía estaba confundido, sin la pasión ni la fuerza de pelear por esa
reliquia. Permaneció atónito por unos segundos, habrá dicho un par de
cosas más tratando de indagar qué era aquello del portal de vida, pero sin
realmente poner interés, y después de eso decidió acostarse de nuevo.
Les dió la espalda a los muchachos, recostó sobre la almohada
improvisada su cabeza llena de dudas y de intrigas e intentó conciliar otra
vez el sueño, lo cual le fue imposible.

Aod, al ver que, en efecto, sus sospechas fueron ciertas y que esa llave
era clave para cumplir su misión, decidió ponerle más cuidado. Sacó un
cordón de su pantalón y se la amarró al cuello.

-Después de esa legendaria guerra - continuó Postal cuando la velada ya


estaba avanzada.-los hijos del Cantor fueron dispersados por todos lados
y perseguidos. Pero no hace mucho tiempo que regresaron. Ellos
decidieron volver a esta tierra por que abrazan una promesa del Rey, que
vendrá por ellos a este lugar. Kurios hizo la promesa a todos los hijos del
cantor por amor al cantor. Esa esperanza es la que hizo que este pueblo
regresara a estas tierras. Fue por medio de su gran ingenio y poderío
militar que lograron recuperar parte de su territorio, arrebatándolo a los
hijos del príncipe conquistador. Los soldados que regresaron a reclamar
sus tierras no eran muchos, apenas unos sesenta soñadores, pero venían
en sus sofisticados tanques militares antropomorfos, con una cabina de
vidrio blindado, piernas mecánicas y poderosos cañones a manera de
brazos. Con esas máquinas hicieron frente a un ejército de centenares de
los más grandes hombres piedra, y vencieron, asentándose a un lado de
la Ciudad de la Luna. A lo largo de los años, este par de pueblos han
continuado en guerra, pero no han podido destruirse el uno al otro y
optaron por una tregua, tregua tan frágil que parecía de papel. Las
relaciones diplomáticas están muy tensas y siempre pareciera que en
cualquier momento estalla de nuevo el conflicto militar entre estas gentes.

-¿Los hijos del cantor son atravesados? - preguntó Aod, que de alguna
manera relacionó las promesas del gran Rey hechas a ese pueblo con las
promesas hacia los atravesados.

-No, ellos no son atravesados, - contestó Postal - pero sí son hombres


libres, sin guardas. Ellos cantan las canciones de su padre como parte de
sus tradiciones y esas canciones mantienen alejados a los demonios
guardas, porque éstos no pueden soportarlas. Lo mismo que los hombres
roca, que también las detestan. Los hijos del cantor pueden usar nuestras
Majiras, pero las desprecían, pues no les interesa atravesar a nadie, no les
interesa matar a los demonios silenciosos que habitan con ellos, pero
sobre todo, esas espadas no pueden hacer nada en contra de sus
enemigos: los hombres piedra. Mejor optaron por desarrollar un gran
armamento, incluso más poderoso que el del gobierno del Semejante, que
sí es capaz de dañar a los hombres piedra y protegerlos también. Por esta
razón, aunque los "cantantes" son mucho menos que sus oponentes,
logran sobrevivir, además, las canciones de su padre "el Cantor" las
atesoran tanto, que el gran Rey les sigue bendiciendo por causa de ellas.

Postal hizo una pausa ante la mirada atenta de sus interlocutores.


Después de unos segundos de mirar el fuego de aquella fogata, Postal
continuó:

-Sin embargo, los hombres roca sí tienen un guarda en común, como les
decía, Jadiz, el gran demonio. Los hombres rocas no tienen guardas
particulares sino que tienen un guarda que gobierna a todos, uno gigante
que sobrevuela con una trompeta. Él es el responsable de la maldición de
este pueblo, de esa enfermedad que los hace estar recubiertos de piedras.

-Está comenzando a llover - observó Mezak.

-Creo que es un buen presagio.- A Postal se le dibujó una leve sonrisa en


su rostro.
¿Sabes algo Postal? - le dijo Aod. - Estoy seguro que esa puerta se abre
siempre en un mismo lugar por que ese es el camino hacia la última de las
aldeas, realmente creo que el Rey de todos los Reyes quiere que pasemos
por ahí.

-Creo que sí mi amigo, ahora lo creo. - respondió Postal.

Aod tenía toda la razón. Esa puerta se abre en el mismo lugar porque es
el camino a la última aldea y pareciera que solo espera a que unos
atravesados pasen por ahí. Sus amigos tenían el mismo presentimiento.

-¿Qué haremos con Shuba?- preguntó Martín aterrizando a los


atravesados de aquel ensueño en el que se habían montado
momentáneamente.

-Lo más sabio será despedirlo - dijo Mezak.


Los atravesados se fueron a dormir, excepto Aod que se quedó un rato
más pensando frente a la fogata. Postal se le acercó y le dio una pequeña
bolsa de cuero. Aod, expectativo, la tomó, después, su amigo le pidió que
la abriera, así lo hizo el joven pero no había nada dentro de ella. Entonces
Postal dejó caer de su puño, adentro de la bolsa, un poco de arena.

-¿Y esto? - Preguntó Aod desconcertado.

-Es un poco de arena, - respondió Postal haciendo una mueca extraña y


amigable.

-Y ¿qué se supone que debo hacer con ella?- siguió preguntando Aod con
incredulidad.

-Te va a ayudar - dijo, secante, el veloz.

-Pero, ¿cómo?

-No lo sé, pero te ayudará. La arena de esta cueva es muy especial y


siempre saca de algún apuro a aquel quien la posee.

Aod frunció el ceño porque no entendía cómo un poco de arena le podía


sacar de algún apuro y pensó que Postal comenzaba a decir disparates. El
veloz intuyó lo que el joven creía y comenzó a explicarle.

-  Antes de que llegara el Príncipe Conquistador, hubo un hombre llamado


Tob Bahur que le tuvo mucha envidia a Hallel y consiguió poner a todo el
pueblo en su contra, entonces comenzaron a perseguirlo para matarlo,
para todo esto, el Rey de los reyes ya se había ido. Hallel no quiso
defenderse, él amaba a esas personas que lo perseguían y no quería
hacerles daño. Por otro lado, el cantor confiaba en que el mismo Rey de
los reyes le había dado a gobernar sus posesiones, pues nunca las creyó
propias, y que sería el mismo Rey Kurios quien le defendería y le
respaldaría, y así fue, tiempo después, el mismo Rey de los reyes se
encargó del asunto, pero esa es otra historia. El caso es que cuando el
cantor huía, se escondió justamente en esta cueva en donde nosotros
estamos.

Aod estaba muy atento a la historia. Postal continuó.


-Después de algunos días, varios hombres del pueblo también
comenzaron a ser perseguidos por Tob Bahur y buscaron la ayuda de
Hallel y él los recibió. Los llamó los "Eternos". Todos ellos también se
refugiaron aquí. Una tarde muy calurosa, el cantante exclamó al aire un
deseo fugaz. "Lo que daría por un vaso de agua fresca de la Fuente que
está en mi ciudad". Los Eternos alcanzaron a escuchar esas palabras y
como muestra de lealtad y de agradecimiento, decidieron infiltrarse en la
urbe a hurtadillas y conseguir un vaso de agua de esa fuente para su
líder. Cuando el cantor recibió aquella agua, no pudo beberla. No concebía
tomar para sí aquel líquido que representaba la vida de sus súbditos.
Decidió derramarla sobre esta tierra, ofreciéndosela en libación a su Rey.
Por esta razón, Aod, la tierra de esta cueva está bendecida por el mismo
Kurius y como te decía, te puede sacar de algún apuro. ¿Cómo? No sé,
pero créeme cuando te digo esto: yo mismo lo he comprobado varias
veces.- Aod amarró la pequeña bolsa de cuero con aquella arena y se la
guardó en la bolsa de su pantalón.
Capítulo 14

SHUBA
Capítulo 14

La mañana amaneció fría y nublada. Cuando los atravesados despertaron,


Shuba ya estaba     esperándolos con el desayuno. Él mismo había ido a
recolectar unos frutos que se daban en aquellas regiones y los había
preparado antes de que los demás se despertaran. Todos notaban
diferente al hombre que había sido de piedra, tal vez algo en su mirada o
en su semblante.

Shuba no comía, pero veía con alegría como los demás sí lo hacían.
Cualquiera pensaría que los estaba tratando de envenenar, pero eso era
poco probable porque él mismo dio un par de probadas a los frutos.
Además, ningún atravesado se preocupa por algún peligro en su comida,
pues las oraciones que los atravesados hacen a su Rey por los alimentos
los limpian de cualquier veneno o de cualquier podredumbre que pudieran
tener.

Cuando todos desayunaban, Shuba, con notable impaciencia, les habló:

-Anoche, mientras caía el aguacero, por nuestra costumbre me arrodillé,


pero ahora sucedió algo que nunca me esperé: una voz, que juraría que
salía de las gotas, comenzó a envolverme en una historia, entonces pude
ver al gran Rey. Es impresionante, ahora entiendo que es mentira todo lo
que nos enseñan de él. Él es el único y verdadero Rey, y ya es mi Rey
también, y me pidió que les ayudara a llegar hasta esa puerta.

Nadie pasó por alto que a Shuba le había parecido una tormenta lo que en
realidad había sido una pequeña llovizna nocturna, pero los atravesados
no dieron importancia a ese detalle por el gusto que causó en todos
escuchar de su encuentro con el Rey. Pronto se acercaron a abrazarlo y a
felicitarlo.

Después de esa gran noticia, comenzaron a trabajar en el plan para llegar


a la puerta que los conduciría a la aldea escondida.

-Podrían entrar por la puerta de los infieles,- sugirió Postal.- es la entrada


más vigilada de todas, y entrarían uno a uno, y después de un largo
interrogatorio, pero es el único acceso por donde pueden entrar los
hombres libres a esa ciudad. Tendrían que decir que van a comprar algo
en los mercados.

-Imposible. - Objetó Shuba - El acceso está restringido solamente para los


que tienen permiso vigente y únicamente por la puerta principal, por
ninguna otra, pues mañana comienza la temporada de Jabal y desde hoy
niegan los accesos a cualquiera que no tenga algo que ver con la ciudad y
con esta festividad.

-¡Claro! tienes razón. - recordó con pesar Postal.

-Ademas- Continuo Suhba.- Jamás les dejarían pasar con sus espadas por
ahí.
¿Qué es la temporada de Jabal? - preguntó Aod.

-Es la semana en donde todos los hombres piedra reafirman su identidad


y sus ideales. - respondió Shuba.

-Todos en la ciudad de la luna se reúnen en la gran explanada que rodea


al palacio - continuó explicando Postal.- y al sonar de la trompeta del gran
demonio, se ponen de rodillas y llevan su frente al suelo, dándoles una
apariencia de pequeñas montañas, de hecho, así le llaman a esa postura:
Posición de Montaña. Se quedan así durante siete días, mismo tiempo que
el demonio toca su instrumento. La melodía que sale de la trompeta
endurece la piel de los hombres roca lo suficiente hasta el siguiente año,
cuando vuelve la siguiente temporada. Pero tiene razón Shuba, en esta
época no hay manera de entrar más que por la puerta principal.

Mientras platicaban esto, Shuba aguzó el oído y de manera apurada les


dijo a los atravesados que se metieran más a la cueva.

-¡Rápido! Adentro, viene la guardia de la ciudad, de seguro nos están


buscando.

Ninguno de los atravesados escuchó nada, pero obedecieron la instrucción


y se escondieron en lo profundo de la caverna en la que habían pasado la
noche. Entonces, Shuba extendiendo sus brazos al frente hizo un
movimiento con ellos de arriba a abajo, y al mismo tiempo, la entrada de
la cueva se tapó con cientos de rocas que se extendieron desde el borde
de la boca de la cueva y desde el suelo hacia el centro. Después de tapar
la entrada por completo, Shuba, con otro ademán de sus dedos, abrió un
pequeño orificio para ver hacia afuera.

Dos moto-patrullas del Gobierno lunar, que eran más grandes que las del
gobierno del Semejante, con dos hombres roca cada una, sobrevolaron a
unos cuantos metros de la guarida en la que los atravesados se
escondían. Eran tan silenciosas, que por esa razón los atravesados no
advirtieron cuando llegó Shuba a atacarlos por sorpresa la tarde anterior.

-En efecto- dijo Shuba- son ellos, los están buscando, y no van a
descansar hasta encontrarlos.

-Necesitamos actuar rápido - dijo un atravesado.

Shubá, a pesar de que ya era un hombre de carne y hueso, aún tenía el


poder de manipular las rocas, habilidad que el gran Rey le permitió
conservar. Se quedó pensando unos instantes y finalmente dijo:

-Tengo un plan.

Una vez que las moto patrulla se alejaron lo suficiente, Shuba, con su
poder, abrió un boquete más grande en la pared que cubría la cueva para
que entrara más luz y todos pudieran ver mejor. Después, con otro
ademán de manos, recubrió de rocas a sus compañeros. En un instante,
los atravesados parecían hombres rocas genuinos. Ellos, sorprendidos, se
miraban sus brazos y se movían verificando la comodidad de su disfraz.
Una vez que hubo comprobado lo que quiso, Shuba hizo que todas la
rocas se les cayeran de encima y comenzó a hablar.

-Miren yo puedo mantenerlos recubiertos de piedras y así podrán entrar


sin problemas a la ciudad de la luna por la entrada principal. Pero el
problema van a ser sus espadas, jamás les dejarían pasarlas y nunca
pasarían desapercibidas.

-¿Y si las recubres de rocas también? - Preguntó Aod.

-Aún así se las confiscarían porque nadie puede llevar trabajo en estos
días de Jabal, y llevar una roca tan grande como la que sería una Majaira
recubierta, se consideraría trabajo y se las quitarían; además, levantaría
muchas sospechas que un hombre roca lleve cargando otra roca. Nadie
aquí hace eso, pero se me ha ocurrido algo. Me puedo recubrir de piedras
a mí mismo y recuperar mi antiguo aspecto, entonces, tomo sus espadas
y las llevo ante el gobierno de mi pueblo.

-¿Qué?- respondieron casi todos al unísono notablemente consternados.

-¿Qué parte de "necesitamos una espada para enterrarla en el último


gentil" no entiendes? - reprochó Martín sarcásticamente.- jamás
permitiremos que hagas lo que nos estás diciendo.

-Escuchen - continuó Shuba con una voz suave para tranquilizarlos. -


Cuando ellos reciban las espadas sin duda seguirán el protocolo y las
llevarán a las CÁMARAS SUBTERRÁNEAS DE ENERGÍAS Y COMBUSTIBLES.
Mi pueblo detesta estas espadas, pero bien sabe que son imposibles de
destruir. Por ello el gobierno desarrolló una práctica para volverlas
inoperantes. En las cámaras, con un método a base de calor y de presión,
las recubren amalgamando sobre ellas otros metales. Es prácticamente
imposible quitarles la cubierta que les ponen y su apariencia termina
siendo la de un gran garrote metálico que no puede atravesar a nadie.
Después de hacerles eso, simplemente se deshacen de ellas, y aunque
algunas sectas las usan como armas, ya no son más que un pedazo de
metal, incluso adquieren el peso común del hierro.

-Pues eso tampoco nos interesa. - Martín contestó de nuevo.

-Escuchen,- dijo Shuba - en esta temporada nadie está en esas cámaras


como para hacer ese trabajo, todos están obligados a participar en los
días de Jabal. Únicamente un sector muy pequeño del ejército puede faltar
a ese ritual para montar guardia y estar preparados ante cualquier
eventualidad. Entonces, lo que van a hacer es simplemente guardarlas en
las calderas hasta que pasen estos días. Ahora, por mi rango militar tengo
acceso libre a esas cámaras subterráneas, así que yo, sin ningún
problema puedo agarrar de nuevo las espadas y pasarlas por las rendijas
que dan a un pasillo que está a las espaldas del taller; y ahí es donde
entra Postal.

-¿Yo?

-Si, tú tienes registro y permiso vigente para entrar en la ciudad, ¿es


correcto?

-Si.

-Entonces -continuó Shuba - tú puedes llegar al pasillo de las calderas.


Una vez que estás adentro de la ciudad ve al primer cuadrante del norte,
ahí están los almacenes. Llegando ahí ubica la puerta que está entre los
dos almacenes principales, esa entrada conduce a los sótanos,
prácticamente nunca se usa y ahora estará menos vigilada que nunca.
Cuando entres por esa puerta y bajes las escaleras, solo tienes que andar
hacia tu derecha y recorrer dos kilómetros por un largo, obscuro y
desolado pasillo, En la primera bifurcación entras por la derecha de nuevo,
y después de recorrer varios metros llegarás a la zona de calderas,
inmediatamente sentirás el calor, continúas hasta toparte con una pared y
giras a tu izquierda, entonces estarás en el pasillo exterior de los talleres
donde hacen el trabajo con las Majairas, lo reconocerás fácil porque tiene
largas rendijas en la parte alta de los muros, esas rendijas son la
ventilación de los talleres. Yo te paso por ahí las Majairas y luego tú
sigues por ese pasillo hasta el tercer pabellón donde vuelves a girar a la
izquierda y subes por unas escaleras y entras por la puerta, y ¡listo!
estarás a adentro del palacio. Después solo sigue los muros que tengan
mosaico verde hasta llegar a un pequeño vestíbulo con una puerta de
bronce, ahí podrás esperar a tus amigos con las espadas. Ellos, por su
parte cruzarán por la ciudad hasta llegar a la gran explanada que rodea el
palacio. No serán descubiertos gracias a su disfraz de rocas. Una cosa
mas, Postal, corre pegado a la pared derecha e intenta hacerlo lo más
agachado que puedas para evitar lo más posible que seas visto por las
cámaras.

El veloz estaba poniendo toda la atención que podía para no olvidar


ninguna de las instrucciones y así evitar terminar perdido.

-Ustedes, - dijo Shuba dirigiéndose a los atravesados.- lo que tendrán que


hacer es entrar como cualquier otro hombre roca a la ciudad, dirigirse al
centro de la misma y llegar a la gran explanada exterior del palacio, y
deberán llegar al palacio antes de que el gran demonio comience a tocar
su trompeta, porque si lo hace, ya no podrán avanzar, puesto que todos
los hombres roca deben enroscarse y quedarse así, sin moverse durante
siete días. Cualquiera que se quede parado o siga avanzando es
condenado a muerte. Por eso, ustedes deben apresurarse a cruzar la
ciudad y la explanada hasta llegar a la entrada que esta en el lado Este
del palacio, lado Este, ¿entienden? sin detenerse para nada.
Inmediatamente verán la puerta de bronce, ahí estará Postal esperándoles
con las espadas. Una vez todos adentro, sigan los pasillos con mosaico
dorado y de esta manera llegarán al patio interno del palacio donde está
el muro con la puerta del Rey.

-¿Y cómo sabremos en qué parte del muro está la puerta?

-En eso ya no puedo ayudarlos, porque ni yo mismo sé con exactitud-


Respondió Shuba.- pero por lo menos estarán muy cerca de averiguarlo.

-No lo sé - dijo Salak.- se oye arriesgado.

-¿Y por esas rendijas de los talleres pasa mi martillo?- preguntó Martín.

-Bueno, no por las rendijas, pero se abren desde adentro. - Contestó


Shuba con una sonrisa.

-Aod, tendrás que decidir - dijo Mezak - tú eres el que tiene el llamado del
Rey a enterrar la última espada.

-¿No hay otra manera? - Preguntó Martín.

-No se me ocurre nada más,- dijo Shuba. - ¿A ti Postal?

-Me temo que no. Puedo ver lo arriesgado que es entregar nuestras
espadas al gobierno de los hombres roca, pero no veo otra solución.

-¿Y si simplemente esperamos a que pase esta temporada?

Mientras Martín hacia esa pregunta, Shuba tuvo que volver a cerrar con
prisa la pared de rocas porque las patrullas volvieron a pasar y ahora
mucho más cerca.

-Los están buscando, y mi pueblo es muy tenaz, ya saben que están aquí
y no descansarán hasta encontrarlos y seguro lo conseguirán antes de que
termine la temporada.

-Vamos a intentarlo. - resolvió Aod.

Ya una vez todos dispuestos a seguir el plan y correr el riesgo, Shuba de


nuevo revistió a los atravesados y a él mismo de piedras, tomó las
Majairas y el mazo, y abrió el boquete en las rocas para salir del
escondite. Se alejó lo suficiente para no evidenciar a sus amigos y de
inmediato las motopatrullas lo encontraron, lo recogieron, y lo llevaron a
su aeronave para así llevarlo de regreso a la ciudad de la luna.

Esa era la idea, que Shuba se fuera con ellos, que se llevara a los
soldados de roca y que les dejara libre el camino.
Después de casi media hora de andar en el desierto, los atravesados
regresaron a la gran calzada que llevaba a la entrada de la ciudad. Ahora,
el camino estaba mas transitado por hombres-roca que iban a participar
de la temporada de Jabal y que llegaban de los alrededores. Los
atravesados pasaban completamente desapercibidos entre la gran
peregrinación gracias a sus excelentes disfraces, que por cierto, ni
pesaban, ni eran calurosos, sino al contrario, les hacían estar frescos. Por
su parte, Postal, que no llevaba el atuendo porque no lo necesitaba ya que
tenía permiso vigente, apresuró el paso para adelantarse y cumplir con su
parte del plan.

Los atravesados ahora tenían poco tiempo, pues debían de llegar pronto a
la entrada Este del palacio, antes de que Jadiz hiciera sonar la melodía
que obligaba a todos a adoptar la posición de montaña y quedarse
inmóviles durante siete días. Shuba solo tardaría lo que durara el
interrogatorio y el tiempo necesario para llevar las espadas a guardar en
las cámaras subterráneas.

Aod se preguntaba por que se llamaría "Ciudad de la luna", después sabría


que era debido a la gran admiración que aquel pueblo tenía por la gran
roca luminosa en el cielo.

Finalmente, llegaron a la entrada principal de la ciudad sin ningún


problema y sin levantar alguna sospecha, gracias a las piedras que los
recubrían, pues les daba un verdadero aspecto de hombres piedra.
Además en esos días entraban muchos que venían del exterior, y eso
desviaba la atención de los guardias.

Aod pudo notar que la gran mayoría de los hombres rocas eran más
pequeños si se les comparaba con el Shuba de piedra y mucho más si se
les comparaba con Kabed, el cuál fue el hombre roca más grande que
pudo ver. Los guardas, soldados y gente del gobierno eran notablemente
más grandes que lo común. Su corteza desarrollaba más piedras que los
demás hombres roca y eso les calificaba para ser soldados y obtener
puestos gubernamentales. La razón por la que su corteza exterior
producía más rocas y los hacía tener mayor tamaño, era porque sus
creencias estaban mucho más arraigadas en ellos que en el común de la
gente; y esa devoción, tenía ese efecto en su capa exterior.

Los atravesados se dirigieron a la explanada que rodeaba el gran palacio y


ahí se encontraron con una gran aglomeración de peregrinos. Eran tantos
que no pudieron evitar pensar que habría sido mejor llegar más temprano.
Los atravesados se dieron a la tarea de abrirse paso entre todos los
presentes para llegar al palacio, pero a medida que se acercaban era más
difícil avanzar, pues la densidad de hombres rocas crecía al rededor del
edificio. Los apretones y empujones obligaron a los atravesados a
dispersarse y quedar separados unos de otros, pero avanzaban tanto
como podían.

Shuba llegó al cuartel general con las armas y las presentó al


comandante. Como el protocolo lo exigía tenía que dar su informe y pasar
a un interrogatorio. El mismo comandante sería quien le haría las
preguntas.

-Me alegro que volvieras, cuéntame ¿Cómo obtuviste las espadas?- le


preguntó con serenidad.

-Encontré las espadas tiradas, los infieles que visualizamos desde la torre,
de seguro eran extranjeros de los que portan espadas. Ellos las debieron
dejar ahí y después huir.

-¿Por qué no regresó de inmediato, como lo mandan los cánones? -le


demandó su interrogador.

-Encontré su rastro y comencé a seguirlos. Me alejé mucho de la ciudad


en su búsqueda y podría jurar que ya estaba cerca de atraparlos, incluso
me pareció haberlos visto, pero la tormenta de anoche me obligó a
refugiarme, y para cuando terminó de llover, el rastro se había borrado y
sin duda los infieles ya habrían avanzado tanto que me hubiera sido
imposible alcanzarlos. Entonces, esperé que amaneciera para regresar.

-¿Hasta dónde fue usted?-Cerca de 20 kilómetros al poniente, Señor.

-¿Por qué no regresó en la noche si usted está completamente capacitado


para hacerlo?

-Señor, no quise ser víctima de una emboscada. Aunque pensé que los
infieles habían huido, también existía la posibilidad de que estuvieran a mi
asecho, Supuse que sería arriesgado regresar de noche, cuando había
perdido el rastro de mis enemigos y cuando mi piel de piedra estaba
húmeda. Pensé que sería un blanco fácil, y si alguno de ellos llevaba otra
de esas espadas, Señor, usted sabe lo que me hubiera podido pasar al
tener humedecida  la zona de mi pecho. Por eso decidí regresar cuando mi
corteza se secara con el sol matutino.

-¿Por qué no mandó informes ni solicitó autorización?

-Señor, los infieles se encontraban en la "zona sorda" y usted bien sabe


que la señal de nuestros radares y comunicadores ahí se pierde, Señor.

Luego de una pausa, y de un minucioso escrutinio por parte del


comandante, este finalmente dijo:

-De acuerdo, puedes irte, tú tienes libres estos días para que puedas
participar de los días de Jabal, así que ve.

Shuba se dispuso a salir de aquel cuarto con cierto alivio ya que a su


parecer, salió bien librado y podía seguir con el plan. Antes de salir, su
superior le detuvo.

-Una cosa más- le dijo- ¿Me harías el favor de llevar las espadas a las
cámaras subterráneas?, y después estás libre.

-Claro, Señor.

Esa petición era ideal para facilitarle la misión a Shuba. Las Majairas
estaban sobre una gran mesa metálica, Shuba las agarró con sus brazos y
se las llevó.

En aquellas cámaras subterráneas se refinaban gases y combustibles, los


cuales eran la principal materia de exportación y por tanto la principal
fuente de ganancia para aquel pueblo.

El taller del ejército era contiguo a un gran contenedor de combustible, y


el horno que estaba en aquel taller y con el que fundían los metales, se
alimentaba directamente de la cámara de combustibles, por medio de una
amplia, pero sencilla tubería.

Shuba abrió la puerta del taller y como suponía, no había nadie adentro.
Fue al fondo del gran salón, donde estaban los respiraderos que
conectaban al pasillo para asomarse, pero aún no había llegado Postal.
Entonces, lo que temía, escuchó al gran demonio comenzar a sonar su
trompeta.
Capítulo 15

LA CIUDAD DE LA LUNA
Capítulo 15

En la plaza exterior todos los hombres roca se arrodillaron al oír el sonido


de la trompeta y llevaron su frente al suelo. Los atravesados aún no
estaban en el lugar que deberían, pero no les quedó más remedio que
adoptar la misma posición que los demás porque pronto serían los únicos
de pie, en medio de un inmenso mar de pequeñas montañas.

Cuando todos los hombres rocas se inclinaron con una coordinación casi
perfecta, los atravesados que aún estaban parados, pudieron ver que la
puerta a la que tenían que llegar todavía estaba lejos.

Aod, antes de adoptar la posición que demandaba el momento, pudo


voltear al cielo que se había nublado y observó al gran demonio Jadiz
sobrevolando con su gran cuerno que usaba de trompeta.

Era un demonio humeante, parecía una gran nube oscura con ojos
luminosos, su movimiento era semejante al vuelo sincronizado de una
gran parvada compuesta de pájaros pequeños. Los atravesados se
arrodillaron también, ahora estaban en aprietos, porque tenían prisa para
llegar al palacio y ya no podían moverse sin ser descubiertos.

Al norte de la ciudad, Postal entró por la gran puerta que estaba entre los
almacenes y llegó al pasillo subterráneo, tal y como Shuba le había dicho.
El pasillo no tenía ni una sola luz artificial y estaba completamente oscuro.
La armadura revistió al atravesado para que pudiera ver con el visor de su
casco en medio de las densas tinieblas. El veloz echó a correr con su
velocidad a través del largo pasillo. Al llegar a la primera bifurcación, giró
a su derecha y finalmente pudo ver un poco de luz. Al fondo del pasillo, un
tenue resplandor anaranjado mostraba que la zona de calderas ya estaba
cerca.

Shuba, que ya esperaba en los talleres, pensó que no era muy


conveniente estar mucho tiempo ahí, así que comenzó a guardar todas las
Majairas dentro de una gran maleta para pasarlas por el respiradero y
dejarlas en el pasillo exterior, a fin de que las recogiera Postal. Arrimó un
taburete para subirse en él y alcanzar las rendijas. Ya abiertas las fijó
para que no se cerraran y poder pasar el maletín con las espadas. Se
agachó a recoger el paquete para cumplir con su misión, pero cuando alzó
su mirada ¿cuál fue su sorpresa?, que ahí estaba el Comandante, y venía
acompañado de cuatro grandes soldados.

-¿Qué está haciendo? - le demandó el comandante.

Shuba, se quedó inmóvil sin saber qué decir ni qué hacer.

-Sabía que algo raro había contigo, - continuó el comandante - desde que
mencionaste esa tormenta. Nuestro servicio meteorológico militar, nos
informó tan solo de una pequeña llovizna en una zona muy reducida y tú
dijiste que había sido una tormenta tan grande que incluso temías por tu
integridad. Además, nadie puede cargar esas espadas de ese tipo como lo
hiciste tú, con tal facilidad y sin las pinzas especiales. Por eso te he
seguido hasta aquí para confirmar mis sospechas y no me he equivocado.

Shuba al verse completamente descubierto no pensó en más que aventar


la maleta con las espadas por la rendija, esperando que Postal completara
la tarea.

Los guardias de inmediato se lanzaron a capturar al traidor y lo


maniataron, él no opuso ninguna resistencia. El Coronel tomó las pinzas
especiales para recuperar el botín y se subió en el taburete, pero la
herramienta era demasiado grande para pasar por el hoyo de las
ventanas, entonces agarró algo parecido a un gran azadón que estaba por
ahí, sacó su brazo por la ventanilla y con el artefacto enganchó la maleta
para recuperarla, pero por más empeño que puso, no pudo ni moverla,
entonces, frustrado, convirtió su puño en un gran mazo con el fin de
romper el muro y después tomar las espadas con las pinzas especiales.

Shuba no podía permitir que la misión de sus compañeros y


principalmente la de su Rey se frustrara, así que decidió sacrificarse por la
causa. Dejó que las rocas que lo revestían se le cayeran, gracias a eso
pudo zafarse de los policías, pues ellos se aferraron a los trozos de piedras
sueltas de su disfraz y no a él. Con un ademán de manos hizo que
emergieran del suelo unas rocas, éstas rompieron la tubería que
alimentaba el horno y el combustible del contenedor contiguo comenzó a
entrar violentamente en el taller. Pronto el lugar se llenó de aquel líquido
parecido a petróleo y del gas que de él emanaba, que también era
altamente inflamable. En el mismo instante, Shuba desgarró unos cables
eléctricos que atravesaban un muro y que le quedaban a la mano. Como
era de esperarse, los cables sacaron chispas y el combustible que había
rellenado el salón, estalló, acabando con todo lo que había en el lugar y
con todos los que ahí estaban.

La explosión sucedió justo cuando Postal había entrado en el pasillo


exterior del taller. Pudo ver a unos cuantos metros la gran bocanada de
fuego salir por las ventilas junto con un estruendo ensordecedor,
iluminando todo el pasillo.

El estallido sonó hasta escucharse en la plaza exterior. Algunos de los


hombres roca que estaban arrodillados sobre la explanada, sintieron
cimbrar el suelo. Muchos se inquietaron pero de inmediato siguieron en su
religiosa posición.

El contenedor contiguo al taller también estalló, pero el sistema de


seguridad logró contener las detonaciones, evitando que se continuaran
en las demás cámaras. Aquellos muros estaban diseñados para resistir
una eventualidad de aquel tipo.

La explosión hizo que Postal cayera, pero después de ponerse en pie y


hacer una breve búsqueda con la mirada vio la maleta. Estaba debajo de
las llamas que aún salían de las ventilas. Postal sin preguntarse más,
corrió hasta aquel paquete y verificó que ahí estuvieran las espadas y el
martillo. Se colgó la maleta al hombro y enseguida, cuan veloz podía
andar, continuó su carrera para reunirse con los demás atravesados en
donde habían acordado.

La destrucción de Shuba provocó que se cayeran las rocas que revestían a


sus amigos, dejando a éstos, simplemente, debajo de un montículo de
piedras. Los atravesados estaban confundidos y no sabían qué hacer, así
que decidieron permanecer inmóviles hasta que se les ocurriera algo.

A lo lejos, un soldado que estaba de guarda, pudo ver el movimiento


extraño de las piedras al caerse del cuerpo de los infiltrados,
especialmente del cuerpo de Aod, así que decidió ir a investigar.

Aod vio de reojo cómo se acercaba algo grande a sus espaldas, alguien
que se iba abriendo paso entre las pequeñas montañas formadas por los
hombres piedra. Tuvo esperanza que fuera una circunstancia ajena a él,
pero no fue así. Martín, que estaba a unos pocos metros enfrente de su
amigo, también estaba viendo al gendarme acercarse. Cuando llegó hasta
el atravesado, el guardia descubrió el engaño de Aod. Enfurecido, con un
ademán de su mano retiró las piedras que aún cubrían al intruso e
inmediatamente, con la otra mano le tomó de la ropa y lo alzó. Esa acción
provocó que se rompiera el cordón que sujetaba la llave al cuello del
atravesado, pues la pequeña reliquia de oro se había quedado atorado
entre las rocas. Ni Aod ni el hombre de piedra se percataron de eso, pero
Martín sí, así que se puso de pie y se abalanzó sobre la llave a fin de
recuperarla. Mezak, que estaba cerca, lo pudo ver.

El hombre roca azotó a Aod contra el suelo, pero la armadura le recubrió a


tiempo. Enseguida, el soldado convirtió su brazo en un gran mazo y se lo
dejó caer con toda su furia a Martín, que estaba agachado cerca de él por
haber ido a recoger la llave, como resultado del impacto, el muchacho
rubio quedó incrustado en el suelo, pero con su armadura bien puesta. El
hombre roca de inmediato recogió a los intrusos y teniéndolos asidos por
los cascos, estrelló sus cabezas. Se disponía a repetir la acción, pero
Mesak, que estaba cerca, se levantó, y dando unos saltos sobre algunos
hombres rocas que estaban en posición de montaña, llegó hasta el
soldado con la velocidad y fuerza de los veloces, y lo derribó con una
patada.

Hasta ese momento, los hombres roca de alrededor ya estaban al tanto de


lo que estaba pasando pero no sabían si pararse o seguir guardando su
rigurosa postura. Era sumamente castigado levantarse sin instrucción.

El gran demonio desde las alturas también se percató de lo que estaba


sucediendo y por medio de su gran trompeta cambió el tono de la
melodía, dando así la orden de que se pararan todos aquellos que tuvieran
a la vista a los atravesados y que los aniquilaran.

Postal, finalmente, llegó al palacio, y su armadura desapareció. Entró por


una gran puerta del tamaño de un portón, así eran las puertas en esa
ciudad. El palacio estaba despoblado, pues prácticamente todos estaban
participando de los días de Jabal. El veloz ubicó en el muro la delgada
línea de mosaicos color verde entre las muchas que había y la comenzó a
seguir a lo largo del pasillo.

Esas líneas de mosaicos de colores servían de guía, se debían seguir para


llegar al lugar deseado dentro del palacio, siempre y cuando siguieras el
color correcto.

El veloz corrió pegado a la pared derecha y debajo de las líneas de los


mosaicos que recorrían las paredes con el fin de evitar lo más posible ser
visto por alguna cámara, tal y como se lo había indicado Shuba.

No fue un gran problema para Postal recorrer el palacio sin ser visto, pues
en verdad el recinto estaba desolado debido las festividades, además, el
poco personal de seguridad que quedaba de guarda se había trasladado a
atender los fuegos en las cámaras subterráneas de combustible, pero
cuando Postal estaba ya a unos pocos metros de llegar a la puerta, al dar
vuelta en un pasillo, se estampó con un solitario guardia que estaba
haciendo un recorrido de rutina. El veloz había perdido cuidado y
precaución en su carrera pues se había confiado de no haber visto a nadie
durante todo su trayecto. El guarda no lo dudó ni un minuto y lo tomó con
una mano por las costillas, lo alzó hasta encararlo, y le dijo con su acento
extraño y hostil:

-Bien saben que aunque se les permitió alojarse estos días en el palacio,
aun así tienen una área restringida y no pueden andar por donde quieran,
así que regresa con los tuyos antes de que estos diálogos diplomáticos
entre los "hijos del cantor" y "los hijos del príncipe" terminen de manera
nada diplomática.

El guardia volvió a poner en el suelo a Postal, no sin antes darle un buen


apretón. En otras circunstancias, seguramente la armadura hubiera
aparecido para proteger al atravesado, pero en esta ocasión no era nada
conveniente. El guardia se quedó firme esperando a que el veloz acatara
la instrucción y se marchara. Postal, que no entendía lo que estaba
sucediendo volvió a tomar la maleta y sin saber qué dirección quería el
soldado que él tomara, continuó con su camino, siguiendo los mosaicos
verdes. El guardia, complacido, se dio media vuelta y siguió con su
recorrido rutinario.

El atravesado no entendió qué había sido aquello y fue porque no sabía


que en esos días se estaba llevando acabo un acercamiento diplomático
entre los dos pueblos. Representantes del gobierno del Semejante estaban
en aquella ciudad, pues habían impulsado un congreso para buscar la paz
entre los líderes de los hijos del Hallel y los líderes de los hombres roca.
Era verdad que una reconciliación parecía sumamente imposible, pero el
delegado que venía del gobierno global y que estaba conduciendo esos
diálogos era de tal carisma y astucia, que sorprendentemente estaba
logrando su objetivo.

La verdadera agenda detrás de estos congresos, era incluir a estos dos


pueblos en el sistema de inyecciones potencializadoras y que todos ahí
pudieran inyectarse. El Semejante sabía que los hombres roca, debajo de
todas esas piedras, eran simples humanos como cualquier otro, por tanto,
también debían ser potencializados. El Semejante buscaba contar con
estos dos pueblos para luchar contra la supuesta invasión mundial que se
avecinaba, y de esta manera ponerlos bajo una misma línea de mando, la
de él mismo. Después de este paso, de presidirlos en lo militar, sería
sencillo incluirlos en su gobierno único y global. Porque mientras estos dos
gobiernos estuvieran en guerra, no podrían pertenecer a un mismo
régimen, así que era sumamente imperante reconciliarlos. Como dice la
antigua sabiduría, "un reino divido no puede prevalecer”.

Por esta razón una comitiva del pueblo del Cantor estaba hospedada en el
gran palacio en esos días, motivo por el cual también el gendarme
confundió al atravesado con un hijo de Hallel y lo dejó libre.

Postal finalmente llegó a la puerta en donde se encontraría con sus


amigos. Quiso abrirla para ver si ya estaban esperando del otro lado o si a
lo menos estaban cerca, pero estaba cerrada con una cerradura muy
robusta y tecnológica. El veloz sacó de la maleta su Majaira, y como
cuchillo caliente en mantequilla cortó la chapa. Cuando por fin abrió, miró
el momento justo en que el guardia descubría a Aod, y vio también como
lo azotaba contra su amigo Martín.

Postal abrió la maleta, metió su espada, sacó el martillo de Martín, cerró


la maleta, se la colgó al hombro y sin pensarlo dos veces corrió a ayudar a
sus amigos. Salak lo vio pasar y se paró tras él para ir también al auxilio.

Cuando llegaron hasta donde estaban los otros atravesados, ya tenían una
pila de hombres roca encima.

Postal tundió a unos cuantos hombres piedra con el martillo de Martín y


Salak ayudó a sus amigos a ponerse de pie. Con gran apresto repartieron
las espadas entre los atravesados y de inmediato todos tomaron una
formación defensiva en círculo, desplegaron sus escudos que parecieron
ser más grandes de lo que Aod recordaba, y sin mucha esperanza,
decidieron resistir cuanto pudieran. Martín quedó en medio de sus amigos
y con su gran mazo lanzaba golpes, mismos que pasaban a un lado de sus
compañeros para impactar en sus oponentes. Su martillo era la única
arma que dañaba a los hombres rocas.

Los atravesados se encontraban en grandes aprietos porque una gran


multitud de hombres roca se agolpaban contra ellos. El martillo de Martín
era efectivo, desmoronaba a los enemigos, formando un montículo de
piedras que iba creciendo y sobre el que los atravesados se subían para
tener una pequeña ventaja, pero no era suficiente.

Finalmente los golpes de los hombres piedra lograron hacer que Aod
trastabillara y bajara la guardia. Esto fue aprovechado para golpearlo y
sacarlo de combate. Otro golpe de piedra impactó en la nuca de Martín y
lo tiró. Alcanzar a Salak y a Mezak ya no fue problema para las hordas
enemigas. Postal, de igual forma fue capturado. Así los hombres de piedra
rompieron la formación defensiva de los espadachines.

Los Hombres-Roca comenzaron a pisotear a los intrusos. Las armaduras


de los atravesados comenzaban a romperse. Parecía que todo estaba
perdido, cuando el Rey de todos los reyes intervino. Un gran rayo bajó
desde el cielo para pulverizar a un hombre roca que estaba a punto de
dejar caer sus dos puños sobre Salak. El hombre piedra estalló en mil
pedazos, impactando a sus compatriotas que estaban alrededor,
obligándolos a retroceder. Inmediatamente después, vino un torrencial
aguacero, como quien voltea una cubeta gigante. Todos se detuvieron
consternados.

Los Hombres-Roca tenían claras instrucciones que venían desde su


infancia, de que al caer lluvia se pusieran a salvo de ésta y si no podían
evitarla debían adoptar la posición montaña. Entonces estaban
contrariados, sin saber qué hacer porque también su más básico instinto e
instrucción era acabar con los atravesados y con los hombres libres,
ademas de que eso fue lo que hace unos instantes había tocado la
trompeta de Jadiz.

Pasó que algunos adoptaron la posición asignada para protegerse de la


lluvia, pero la mayoría continuó atacando, sin importarles que el agua
provocara que su cubierta rocosa se ablandara. Postal, al ver la gran
oportunidad y desconcierto, enterró su Majaira en el pecho de uno y luego
de otro. A diferencia de el martillo de Martín, que tiraba de un solo golpe
toda las piedras de la piel, cuando uno hombre roca era atravesado por
una espada del Rey, las piedras que recubrían al humano se caían
progresivamente al cabo de unos días.

La cubierta rígida de lo hijos del príncipe conquistador se vuelve como una


esponja gelatinosa cuando se moja y ya no causa daño, ni sirve de
protección. Esto bien lo sabía Postal y lo aprovechó para enterrar su
Majaira en algunos más. La lluvia provocó que los golpes de los enemigos
perdieran fuerza y que se volvieran suaves, como si fueran de hule
espuma.

El agua revitalizó a los atravesados y se pusieron en pie. Al ver que los


golpes de los hombres-roca ya no representaban mayor problema,
aprovecharon la oportunidad y corrieron por el patio para llegar hasta el
palacio. Mientras lo hacían, enterraban su espada a quien quisiera
cortarles el paso, los cuales eran muchos.

Algo maravilloso sucedió en aquel día: la mayoría de los hombres roca que
fueron atravesados, escucharon la Historia de Todas las Cosas en el agua
que caía de la lluvia.

El gran demonio Jadiz, que veía como los infieles estaban atravesando a
cuantos se les ponían en frente, decidió tocar con toda su fuerza la
trompeta para dar una nueva instrucción y ordenar a los hombres-roca
que adoptaran la posición de montaña, a fin de que protegieran su pecho,
sin importar que los intrusos escaparan.

Al ver eso, inmediatamente Postal, con su velocidad, dio un salto tan alto
que llegó hasta donde estaba volando Jadiz, que ciertamente volaba bajo,
y con un golpe de su Majaira logró que soltara su trompeta. Postal estaba
muy interesado en que los hombres rocas fueran atravesados y no iba a
permitir que se escapara esta gran oportunidad, por eso se enroló en una
batalla con el gran demonio, el cual representaba un oponente mucho más
poderoso. El atravesado cayó sobre la trompeta y la tomó, después huyó
con su velocidad porque Jadiz lo comenzó a perseguir. Postal se movió con
tal velocidad como nunca antes lo había hecho. Sorprendentemente, el
demonio no le podía dar alcance. El veloz simplemente andaba entre los
hombres rocas haciendo cambios bruscos de dirección para evitar ser
capturado por el hijo de Apolión, o por algún improvisado que rompiera la
postura de montaña e intentara agarrarlo.

Postal sabía que no estaba yendo a ningún lado, así que sólo esperaba el
tiempo necesario para que sus amigos alcanzaran la puerta del palacio.

Los veloces llegaron primero y unos segundos después Aod y Martín,


ahora solo esperaban a Postal, y él, al verlos en el umbral de la entrada,
se fue cuál rayo a su encuentro, mientras el demonio lo seguía a sus
espaldas.

- Tomen, llévense consigo este cuerno- dijo Postal al tiempo que le


entregaba la trompeta de Jadiz a Salak.- Yo me debo de quedar aquí. Así
como ustedes tienen la misión de ir a la última aldea, el Rey me dio la
tarea de quedarme aquí, y si ustedes se llevan esto realmente me vana
ayudar mucho con mi misión y les estaré por siempre agradecido. Ahora,
márchense.

Postal mismo fue el que cerró la puerta sin dar más explicaciones y quedó
por fuera. Los atravesados no tuvieron más opción que entender y aceptar
la decisión de su amigo y como pudieron, atrancaron la puerta con unos
muebles que ahí había, puesto que la chapa había sido estropeada.

Postal se dio media vuelta dejando a sus espaldas la puerta, desplegó su


escudo y esperó a recibir el impacto del demonio que venía tras de él y
que no tardó ni un segundo en estampársele con toda su furia.

El atravesado contuvo el embate y contraatacó con su Majaira y aunque el


demonio fuera principalmente de humo, la espada de Postal le causaba
gran daño con tan sólo tocarlo, parecido a una aspiradora succionando
polvo.

El espadachín resistió todo lo que pudo, lo suficiente para darles a sus


amigos el tiempo que necesitaban. Al final, el demonio lanzó contra el
atravesado una lluvia de golpes que el veloz recibió por todas partes,
durante tres minutos. Parecía como si Jadiz tuviera millares de brazos y
que con todos ellos propinara los puñetazos al cuerpo del veloz. Fue
entonces cuando Postal abandonó este mundo y pasó por el portal de la
vida.
Capítulo 16

EL PALACIO DE LA ROCA
Capítulo 16

Dentro del palacio, los atravesados comenzaron a correr por el pasillo,


siguiendo la línea de mosaicos dorados, tal y como Shuba les había dicho,
esperando llegar hasta el patio, en donde estaba el muro con la puerta.

Mientras recorrían los andadores, a la velocidad de Aod y Martín, pues los


veloces decidieron ir a la par con ellos; dos reptilianos les salieron al
encuentro. Éstos estaban camuflados con los muros, porque además de
aparecer y desaparecer, ellos pueden mimetizarse con su entorno. Los
reptilianos esperaron a que pasaran los atravesados para caerles por
sorpresa, pero solamente agarraron a Aod, ya que Salak esquivó el
ataque, quedando libre junto con Martín y Mezak.

Esos reptilianos eran agentes del gobierno del Semejante y venían con la
comitiva que organizaba los diálogos diplomáticos entre los dos pueblos.
Sabían claramente de las intenciones de aquellos atravesados y habían
recibido la instrucción de detenerlos.

-Martín ve, adelántate y abre esa puerta con la llave que tienes.- Gritó
Mezak.

El veloz había visto cuando Martín recogió la llave que Aod había perdido,
por eso le dió esa instrucción.

-Y llévate esto - Salak le entregó el cuerno del demonio.

Martín estaba desconcertado y sin saber qué hacer. Resulta que mientras
corría por aquella plaza, golpeando con su martillo a hombres piedra bajo
el aguacero que caía en sus hombros, pudo escuchar al agua; el Rey de
Reyes le decía una sola palabra: "Quédate". Una fuerte convicción de que
debía permanecer en aquella tierra se anidó en su corazón y aún no había
podido decírselo a sus amigos. Que Mezak lo mandara a atravesar esa
puerta era contrario a la nueva instrucción que había recibido de Kurios,
pero la situación no se prestaba para desacatar la orden del veloz. Martín
estaba absorto en esta indecisión por lo que Mezak le tuvo que gritar.
-¡Corre!

El del martillo así lo hizo y echó a correr como le dijeron.

Los dos veloces, al ver a Aod atrapado, no lo dudaron y fueron a su


auxilio. El reptiliano que estaba libre atacó y comenzó la batalla. El
empleado del semejante era demasiado rápido, o mejor dicho, como
vimos contra Poimén, era su habilidad de aparecer y desaparecer lo que lo
hacía un oponente muy ágil y peligroso, aún para un veloz.

El arma que llevaban los reptilianos era una espada doble, demasiado
triangular. Con ella le propinó un golpe en la cabeza a Salak y provocó
que el casco del atravesado se partiera. Mezak aprovechó que su enemigo
le diera la espalda y le enterró su Majaira, logrando así matarlo.

El otro agente soltó a Aod y apareció encima del veloz cuando éste
retiraba su espada del cuerpo de su víctima. Mezak no alcanzó a sacar su
arma por evadir el sorpresivo ataque, situación que le hizo estar en
desventaja ante su nuevo oponente, entonces Salak fue al rescate, a
combatir contra el reptiliano. En el fugaz duelo, el agente del gobierno le
dio un codazo en el rostro y como ya no tenía el casco en óptimas
condiciones, Salak cayó noqueado.

Aod estaba estupefacto, llevó su mano al cuello y comprobó que no tenía


la llave, entonces entendió la instrucción que Mezak le había dado a
Martín. Aod tomó su espada y echó a correr tras el hijo de Safér, hacia la
puerta en el muro, dejando a los dos veloces a su suerte.

...

Martín, llegó pronto al patio del palacio y se paró en el piso adoquinado


del mismo, quedando solo bajo el denso cielo gris, que ya había dejado de
gotear. Miró de frente al muro donde se suponía estaría la puerta, pero no
podía verla. Recorría con la vista aquel viejo, grueso y derruido muro,
pero no había mas que piedras sobre piedras, entonces algo comenzó a
sacudirse en su bolsillo, era la llave. Martín la sacó, y como potente imán
se jalaba hacia su lugar, hacia el muro. El atravesado comprendió y
simplemente se dejó guiar por ella. Cuando la llave estaba a unos cuantos
pasos de su objetivo, en la pared se dibujó el contorno de la puerta.
Finalmente, la llave llegó hasta el muro y se hundió en la roca, dejando
solo el extremo afuera, después, sola, sin ninguna fuerza aplicada, se
giró. Entonces se abrió un hueco en aquella vieja muralla y se agrandó
hasta topar con el contorno que se había dibujado, ahora era un portal.
Del otro lado, como venía sucediendo cada vez que se abría, estaba una
tupida selva. La llave quedó flotando en el mismo lugar en el que se
enterró cuando aún había muro.

-¡Hey, Detente! ¿Qué haces?

Martín volteó ante la pregunta que escuchó y vio cómo se acercaban dos
hombres.

Aod tenía muy claro que él había sido el elegido para llevar acabo la
misión, él y nadie más. No podía soportar ver que el del martillo se
adelantara. Se llenó de celos pensando que Martín le usurparía su llamado
y fue tras él, dejando a sus dos amigos a merced del reptiliano, no
importándole nada más que alcanzar al hijo de Safér.

Aod corrió con todas sus fuerzas para llegar antes que su temor se
cumpliera y finalmente arribó al patio, pero se detuvo un breve momento
para ubicar a Martín y al portal, en ese instante, un inmenso dolor, que ya
conocía muy bien, le invadió todo el cuerpo.

Nuevamente tenía una espada enterrada en el vientre. Sárx le había


tomado por sorpresa y se la había encajado. El malévolo robot estuvo
muy paciente esperando que Aod llegara y cuando por fin lo hizo, le atacó
furtivamente con su espada. Aod nunca se lo esperó.

Mezak se extrañó de que Aod no los ayudara en un momento tan


necesario, pero no era tiempo para hacerse preguntas. Salak estaba
noqueado por el último golpe que había recibido en el rostro y el reptiliano
le apareció encima al desmayado para enterrarle su arma, Mezak alcanzó
a detenerlo a tiempo, pero el reptiliano lo empujó con su pierna unos
cinco metros y volvió a lanzar su espada contra el cuello de Salak, quien
iba recobrando la consciencia, pero antes de que el reptil pudiera dar su
estocada mortal, del muro del pasillo salió con mucha violencia un gran
polín formado con las mismas piedras de la pared, e invistió al monstruo
hasta aplastarlo contra el otro muro del pasillo.

El reptiliano desapareció de la pinza en la que estaba, formada por el polín


de piedras y la pared, y apareció un metro a lado. Se vio obligado a
ponerse de rodillas para recuperase del intenso dolor y para que su cuerpo
regenerara todas las costillas que se le habían roto.

Mezak fue a ayudar a su amigo para ponerlo de pie, pero la recuperación


de los reptilanos es rápida y en menos de lo que los atravesados pudieran
pensar, su enemigo ya estaba listo para volver al ataque.
Sorpresivamente, una pared formada con rocas del suelo se levantó y se
interpuso entre los atravesados y su enemigo, dividiendo completamente
el pasillo en dos.

Los veloces quedaron del lado correcto para continuar su camino así que
tomaron sus espadas y sin perder tiempo comenzaron a correr a toda
velocidad hacia el patio.

Martín examinó a los hombres que le habían hecho la pregunta. Uno era
un anciano con un báculo y larga barba, y el otro un joven con una
especie de traje militar tecnológico. Tenían una expresión severa en sus
rostros.

-¿Qué haces tú con esa llave? - insistió él joven.

-¿Quién pregunta y para qué?- Contestó Martín al tiempo que empuñaba


su mazo y se ponía en posición de combate.

-¿Esa llave le pertenece a mi pueblo. Por qué la tienes tú? No importa que
seas un hombre libre, no eres de nuestro pueblo.-dijo el anciano con
firmeza.

Aquellos hombres eran delegados del pueblo de los hijos del cantor, que
estaban participando en el concilio para la paz de los dos pueblos y que
por coincidencia paseaban por aquel muro platicando de antiguas glorias.

Cuando aquel anciano dijo que esa llave pertenecía a su pueblo, Martín
entendió que ellos eran, sin duda, hijos del Cantor.

-Yo, eeee... no sé, la obtuve. - contestó resueltamente .

-Bueno pues devuélvanosla - le exigió el joven.

Al decir esto, alzó su puño y, gracias a una gran tecnología, su brazo se


recubrió de algo parecido a una bazuca, entonces apuntó a Martín con
ella.

La armadura revistió al atravesado.

- Baja tu arma, Natanael - le dijo el anciano al joven- De cualquier


manera nuestras armas no pueden hacerle nada a esas armaduras.

El anciano comprendió que era un atravesado cuando le vio ceñido de esa


armadura, de haber llevado una Majaira tal vez lo hubiera sabido antes.
Se dirigió a Martín.

-Caballero, tu Rey, que también es el nuestro, deseó que esa llave fuera
nuestra y ya hace tiempo que esto no es así. Quiero apelar a la lealtad
que tienes hacia tu Rey y a tu deseo de cumplir con su voluntad. Te pido
que nos devuelvas esa llave que por derecho le pertenece a mi pueblo.

Martín se quedó pensativo. Le hacía completo sentido las palabras del


anciano.

-Pero ¿quién eres tú para que te la dé?

-Mi nombre es Gamaliel y soy de los ancianos de mi Pueblo.

-Está bien.- dijo Martín a los hijos del cantor- se la daré, pero deben
prometer que cualquier atravesado podrá usar esta puerta de aquí en a
delante, y pongo a nuestro Rey de testigo.
-De acuerdo, lo prometemos- dijo Gamaliel.

-Y una cosa más. Yo no puedo irme por esa puerta, no ahora, yo tengo
este martillo y aquí puede quebrar muchas rocas, al parecer, como nunca
antes se había visto, así que no puedo simplemente irme de aquí, voy a
regresar a la ciudad y ayudar a mi amigo Postal. Pero vienen tras de mí
otros atravesados, solo les pido que esperen a que pasen y después de
eso, hagan lo que quieran con la puerta y con la llave.

-Por su puesto, lo prometemos, ve con Postal y mándale saludos de


nuestra parte, él es un buen amigo de nuestro pueblo.- Concluyó el
anciano.

Martín aventó con todas sus fuerzas el cuerno que Postal le había
arrebatado al demonio humeante, lo arrojó a la selva que estaba
atravesando el portal.
Después de eso dejó la llave "puesta en la puerta" y se fue; cruzó el patio
para entrar de nuevo en el palacio, pero ahora por otro pasillo que no era
por el que había llegado.

El reptiliano no quería aparecer del otro lado del muro para ir tras los
atravesados. A los de esa especie no les gusta aparecer en un lugar que
no pueden ver, porque no saben lo que les espera, así que el reptiliano
dudo por unos instantes. Temía que al momento de aparecer del otro lado
del muro, le aguardaran las espadas de sus enemigos.

Su indecisión le hizo perder el tiempo suficiente para que los atravesados


huyeran. Finalmente, se decidió y apareció del otro lado del muro y vio
que sus presas habían huido. Echó a correr tras de ellos a fin de
alcanzarlos. Los reptilianos, para ir lo más rápido posible, no corren, sino
que recorren las distancias desapareciendo y apareciendo, y aunque no
pueden aparecer a muchos metros de distancia, como para llegar en un
instante al patio, era muy rápido avanzar de esa manera.

Mezak y Salak corrieron con su velocidad hacia el patio y cuando por fin
llegaron, como sus amigos lo hicieron en su momento, se detuvieron un
segundo para buscar la puerta en lo largo del muro. Aod estaba a unos
cuantos pasos de ellos, pero Sarx lo tenía arrinconado y escondido. En
cuanto el atravesado vio a sus compañeros, intentó gritarles, pero en el
momento en que iba a lanzar el grito, Sárx giró y presionó la espada que
aún estaba dentro de su cuerpo. Esto provocó que se ahogara el grito del
joven, y que sus amigos no lo escucharan.

Los veloces ubicaron la puerta y se lanzaron directo hacia ella, acabando


así con las esperanzas de Aod.

No habían pasado ni treinta segundos desde que Martín había dejado a


Gamaliel, cuando los dos veloces llegaron, recorriendo el patio con gran
velocidad. No se detuvieron a reparar en los dos hijos del cantor que ahí
estaban, simplemente aprovecharon que la puerta estaba abierta y
entraron por el portal para cumplir con su objetivo lo antes posible,
sabiendo que seguramente el reptiliano les pisaba los talones.

Después de que los hijos del cantor vieron a los veloces cruzar por la
puerta, giraron la llave y la retiraron, entonces el portal se cerró. Los
tabiques se volvieron al lugar que hace unos instantes ocupaban en el
muro.

Gamaliel y su compañero concluyeron con toda certeza que aquellos


hombres que entraron en el portal eran a los que debían esperar, antes de
quitar la llave y cerrar de nuevo la puerta, tal y como se lo habían
prometido al caballero del martillo.

Enseguida llegó el reptiliano al muro. Gamaliel guardó la llave sin que se


diera cuanta.

-¿Dónde están? - Gritó desesperado, dirigiéndose a los hijos del cantor.

-¿Quiénes? - respondió con severidad Gamaliel.

-Los atravesados.

-¿Acaso deberíamos nosotros de saberlo?- respondió Gamaliel con


tranquilidad y firmeza.

-No juegues conmigo - gritó la lagartija.

Era tan grande la rabieta del reptiliano que sacaba espuma por la boca. En
ese momento Martín irrumpió de nuevo en el patio, algo o alguien lo
aventó de regreso. Enseguida salieron tres hombres roca del mismo
pasillo por donde había huido el del martillo. El joven rubio se puso de pie
inmediatamente y montó una posición de defensa ante los soldados de
piedra, sujetando con ambas manos su mazo, pero no se dio cuenta de
que el reptiliano ya había llegado al patio. El hijo de Safér estaba
concentrado en las tres amenazas que tenían en frente y no en lo que
sucedía a sus espaldas, en donde estaba Gamaliel y el agente del
semejante. El reptil, sin pensarlo apareció en la retaguardia del
atravesado y lo amago por detrás dejándolo a merced de los guardias.

-¡Suéltenlo! - gritó el anciano.- Escuchen hijos de las rocas, y, sobre todo


tú reptil, si no sueltan a ese hombre ahora mismo, yo y los míos nos
retiraremos de este palacio y no firmaremos ningún acuerdo de paz y
seguirá la hostilidad. Lo digo en serio.

El reptiliano echaba candela por los ojos y espuma por el hocico. Parecía
que no estaba escuchando a Gamaliel y que en cualquier momento se
dejaría llevar por su instinto asesino, cuando otra voz muy profunda y
muy acústica se escuchó.

-No es necesario esto.

Apareció, sabrá Dios de dónde, el mismísimo Semejante. Un hombre alto,


con una presencia imponente y a la vez con un gran carisma, sus ojos
eran tan hermosos y profundos que costaba trabajo mirarlos. Era joven,
contrario a lo que cualquiera pensaría, ya que el puesto que ha
desempeñado llevaba siglos.

A nosotros nos queda pensar algunas posibilidades que expliquen su


juventud y al mismo tiempo sus muchos años en el gobierno. Primero,
podemos suponer que en realidad, este hombre es el descendiente de un
largo linaje que siempre ha ejercido el poder de aquel imperio. La otra
posibilidad es que de alguna manera sobrehumana, haya conservado su
juventud a lo largo de los siglos y la última posibilidad es que realmente la
figura del Semejante sea solo eso, una idea difundida en la consciencia
colectiva y que alguien, que esté por encima de este concepto y moviendo
los hilos de aquel imperio haya designado a aquel joven para encarnar al
personaje.

No importa cual de estas opciones sea la correcta, el caso es que él mismo


había viajado para tratar los asuntos de la reconciliación de aquellos
pueblos. Podemos imaginar entonces la importancia de aquel asunto.
-¡Rana! suelta a ese hombre y déjenlo ir, dejen que se vaya y no lo
molesten.- dijo con dulzura y con tranquilidad, sin quitar una leve sonrisa
de su boca.

Al reptiliano no le quedó otra opción que obedecer, y a los hombres rocas


también. Martín se sorprendió por la aparición de aquel hombre y de su
instrucción. Cuando lo soltaron, vio que el portal estaba cerrado, y supuso
que sus amigos ya habían pasado del otro lado, entonces le lanzó una
mirada de complicidad a Gamaliel, y después de eso, se fue.

-¡Ahí esta Gamaliel, - dijo el Semejante.- Ahora te parece si mañana


continuamos con las pláticas, hoy ha sido un día muy ajetreado.

-Sí -resolvió el anciano.

El guarda de piedra que estaba en el patio se giró un poco, llevó su


antebrazo a su boca con cuidado de pasar desapercibido, y por el
comunicador que tenía ahí, mandó una orden de capturar al atravesado
antes de que saliera del palacio.

Martín huía por el corredor sin sospechar que antes de que pudiera salir lo
emboscarían. Así, al llegar a un vestíbulo, un gran hombre de piedra le
cortó el paso. Martín se puso en guardia y se disponía a usar una vez más
su martillo, pero el hombre roca le habló.

-¡Pronto!, sígueme.

-¿Shuba?- Martín reconoció la voz.

En efecto, era él. Se había adelantado a los guardias para interceptar a


Martín y guiarlo por pasillos secretos y subterráneos que conocía, a fin de
que pudieran salir de aquel palacio sin ser capturados.

Ya a salvo, Shuba se quitó su disfraz de rocas y le contó a Martín todo lo


que había vivido, cómo había ayudado a Mezak y a Salak contra el
reptiliano en el pasillo, y de la gran explosión en los talleres.
Shuba, ¿cómo pudiste sobrevivir a esa gran explosión? - preguntó Martín.

No lo sé, - respondió Shuba con el característico acento del pueblo de las


rocas- simplemente, cuando desperté, tenía puesta una armadura
preciosa, que me protegió del fuego y que me permitió huir entre las
llamas sin ser visto, pero que si me preguntas quién me la puso o dónde
está ahora, no te sabría responder.

Martín forjó un martillo como el suyo, para Shuba, y los días que les
quedaron, antes de los acontecimientos finales, los dedicaron a romper
hombres roca, principalmente a los que habían escuchado el agua durante
la tormenta.

Aod escuchó una voz entre ensueños. La voz le resultaba muy familiar.

-¿Así que aquí estas?- era su antiguo guarda, Arjé.

Aod se despertó con la voz del demonio. El atravesado intentó moverse,


pero con el esfuerzo, una nueva oleada de dolor le recorrió el cuerpo. La
espada del robot seguía ahí, enterrada en él.

No pude venir antes pues tengo asuntos más importantes que tú. No
creíste que me iba quedar llorando por tu partida, ¿verdad? Tengo a otros
más que son mucho más útiles y que siguen mejor mis instrucciones.

Se encontraban en un cuarto pequeño y Aod no sabía cuánto tiempo había


estado inconsciente. Al fin pudo enfocar bien a Arjé y a su sirviente, Sarx.
El cuerpo del demonio estaba envuelto en fuego y el brillo que despedía
era lo único que iluminaba aquel lugar.

-Hasta ahora tal vez no te habrás podido dar cuenta - dijo el demonio. -
pero Sárx no puede matarte, él solo puede torturarte, dejarte sin fuerzas.
Pero está bien, porque yo no lo hice para que te matara sino para que te
entregara a mí. Para que yo tuviera el gusto de acabar contigo y
mandarte al otro mundo.

Aod, estaba muy adolorido y sumamente debilitado, pero lo que más


lamentaba en aquellos momentos era entender la situación en la que se
había metido. Sentía mucha culpa por haber defraudado al gran Rey y
arruinar la misión que le había encomendado, la de ir a la última de las
aldeas.

Estaba sufriendo con estos pensamientos cuando un dolor demasiado


intenso le sobrevino. Arjé le había introducido el brazo en su estómago,
justo por el lugar donde Sárx le había enterrado la espada y comenzó,
para decirlo de alguna manera, a incendiarle las entrañas con el fuego que
salía de su mano. El atravesado nunca había sentido dolor tan intenso.
Arjé lo levantó del suelo y con el brazo que tenía dentro del vientre del
atravesado, lo azotó varias veces contra la pared. Con cada azote parecía
que le salía un poco de fuego a Aod de su boca. El atravesado estaba
perdido, su cuerpo comenzaba a lanzar destellos de luz, indicando que en
cualquier momento traspasaría el portal de la vida. Arjé apagó las llamas
de su cuerpo y todas las flamas las concentró en el brazo que tenía dentro
de su víctima.

En ese momento, una espada de fuego rebanó la obscuridad, abriendo un


portal. Del otro lado Aod creyó ver un paraíso. De la abertura salió uno de
los seres más extraños que jamás Aod hubiera podido ver. Un gran ser
con seis alas y con cara de águila. Él también emanaba fuego de su
cuerpo, pero un fuego más brillante que el del demonio, más luminoso. La
armadura de aquel querubín era majestuosa, parecía de bronce por el
color rojizo. Estaba dentro de tres grandes aros de plata que revoloteaban
y giraban al rededor suyo, como los de aquel guerrero que alguna vez le
salvara la vida al atravesado en un callejón.

Arjé sacó el brazo del cuerpo de Aod y la herida se cerró como


habitualmente sucedía en el atravesado.

El demonio volvió a incendiarse y comenzó a lanzar inmensas llamaradas


de fuego al recién llegado. El querubín los detuvo sin ninguna dificultad
con los aros que giraban a su alrededor. Aquellos aros hacían la función de
un campo de fuerza solo que mediante su movimiento.

El misterioso ser se movió hacia el demonio con la velocidad de la Luz,


dejando tras sí una estela. Los grandes anillos se abrieron y capturaron a
Arjé colocándolo frente a frente con el otro guerrero, dentro de los
círculos.

El demonio intentó dar un golpe con su puño envuelto en fuego, pero el


ángel lo rechazó con su espada incandescente. Esto apenas lo pudo ver
Aod, puesto que tras un nuevo movimiento de los aros, los dos ángeles
desaparecieron. Fue como si los grandes metales cerrarán una ventana y
tras cerrarse no quedara nada.

Sárx no se sorprendió de lo ocurrido, pero si se molestó mucho. Como


bien lo dijo su amo, el robot de carne y hueso no estaba programado para
acabar con el atravesado, sino que su tarea era entregarlo al demonio,
pero con la desaparición de Arjé, al falso Aod no le quedó otra opción que
llevar a su prisionero delante del reptiliano y ofrecérselo como esclavo, o
mejor dicho, como prospecto para el terrorífico programa en contra de los
atravesados llamado: "Proyecto Joás”.

Entregando así a su prisionero conseguía que alguien más se encargara de


transportarlo a la gran ciudad, mientras regresaba su amo del lugar a
donde se lo hubieran llevado.

Cuando los dos Aods llegaron con el Reptiliano, éste estaba terminando
una llamada:

-Son tres atravesados, deben detenerlos a como de lugar. El Semejante


ha dicho que si lo hacen tendrán todo su favor y complacencia...
¿Anotaron bien las coordenadas donde deben buscar?.. Bien.

Estaba por colgar cuando vio llegar a Aod y a su doble.

- ¡Hey!, rectificó, son solo dos atravesados los que tienen que encontrar,
¡Solo dos!.-dijo y después colgó.

La instrucción del demonio era muy clara para Sárx: Entregarle a Aod,
pero si por algún motivo no pudiera hacerlo, como era el caso, tenía un
protocolo que seguir, debía llevar a su gemelo a la gran ciudad de Amot,
en donde radicaba Arjé y someterlo al Proyecto Joás. El programa
obviamente era auspiciado y desarrollado por el gobierno del Semejante.
Pretendía lograr que los atravesados regresaran a ser como eran antes de
que la espada del rey les cruzara el pecho. Participar en ese programa
también era el destino de aquéllos que fueron capturados por las arañas
gigantes en la ciudad blanca.
Capítulo 17

AYIA
Capítulo 17

Había llegado el momento que Ayia tanto había temido, acababa de


cumplir doce años de edad y estaba a punto de ser sacrificada. El
sacerdote de su aldea, llamado Agor, la había amarrado con cuerdas
mágicas cuando recién nació. Cuerdas invisibles, que permitían a los niños
vivir de manera normal toda su infancia, pero que cuando cumplían doce
años, los apretaban y les cortaban toda movilidad. Una vez paralizados, el
sacerdote los recogía y los sacrificaba a Foré, el demonio de la Selva.
Cuando el sacerdote escogía a un bebé lo ataba con esos cordones
mágicos y no había manera de que alguien en el poblado pudiera
romperlos.

Foré oprimía la aldea de Ayia, como es natural en cualquier demonio, pero


éste, además tenía la tarea de mantener con vida a ese pequeño grupo de
personas y de controlar el número de sus integrantes. Si bien no podía
dejar que esas personas se murieran, tampoco podía permitir que creciera
la población, y la manera en que el demonio evitaba que hubiera más
habitantes de lo recomendable era precisamente sacrificando jóvenes
como Ayia.

El el sacerdote Agor hacía creer a los aldeanos, que morir en sacrificio era
todo un honor, la familia debía recibirlo con gusto, pero Ayia se
encontraba aterrada.

Estaba todo listo para la ceremonia. La chica permanecía sin poderse


mover, cual bulto recargado en la pared de la gran choza, donde se
llevaría a cabo el ritual ante los familiares y demás gente. Agor tomó a la
niña y la puso sobre una superficie de piedra para hacer el sacrificio,
después, el brujo trasladaría el cuerpo a la cueva de Foré para dejarlo ahí,
sobre su altar. Todos en la aldea estaban presentes, incluso sus padres,
que aunque no querían ver la muerte de su hija, eran obligados a mirar.

La chica estaba ahí, inherte sobre la fría piedra, su desesperación era muy
grande y en medio de la angustia, llegó un hombre, un Rey que regresaba
victorioso de una batalla, su vestimenta estaba toda teñida en sangre,
tenía también una herida que no sanará, llevaba en su mano derecha una
gran espada. Era una espada espectacular, la niña nunca antes había visto
algo igual.

Ese Rey se abrió paso tranquilamente entre las personas y ante el


sacerdote; aunque pasó frente a sus narices, ninguno hizo ni el más
mínimo aspaviento. Con la espada que ese hombre traía, atravesó el
pecho de Ayia, cortando así también las cuerdas mágicas que la
aprisionaban.

La joven se espantó cuando vio entrar aquel metal en su tórax y por un


instante pensó que ese hombre extraño era un nuevo encargado para
realizar el sacrificio. Cuando el Rey sacó su espada, la chica llevó sus
manos a su pecho. No le dolía nada, al contrario, ahora una extraña paz
gobernaba su corazón. La joven se dió cuenta de que pudo voltear a hacia
su pecho y llevar sus manos a la herida, eso significaba que podía volver a
moverse, entonces, se sentó en la mesa de piedra. Volteó a ver a Kurios y
éste, con tranquilidad y suavidad, le dijo: - ¡Corre!.

En automático, sin pensarlo, Ayia se puso en pie y se echó a correr con


todas sus fuerzas saliendo de la choza en donde estaban y de aquella
aldea. Corrió durante dos días enteros sin que siquiera se cansara.

Al caer la tarde del segundo día, la joven comenzó a sentir el dolor


acumulado en sus piernas y se detuvo para descansar un poco. Se inclinó
y se recargó sobre sus rodillas para tomar aire. Cuando alzó la mirada vio
algo completamente inusual, se agazapó por miedo y quedó mirando. A
unos cuantos metros de ella, en un pequeño claro, en medio de la selva,
se abrió lo que parecía un recorte en el paisaje. Un rectángulo vertical,
cual ventanal. Dentro de ese rectángulo se apreciaba un paisaje árido e
incluso se alcanzaban a ver lo que le parecía un montón de piedras
apiladas y ordenadas. Ayia no sabía interpretar lo que veía, pero cualquier
otro habría reconocido fácilmente que aquello era un edificio. Entonces
dos personas salieron corriendo de ese rectángulo, o al menos eso
parecían, por que estaban recubiertos de una armadura. Tras llegar ellos,
el rectángulo se hizo tan angosto hasta que desapareció.

Ayia se asustó, nunca antes había salido de su aldea ni visto a nadie que
no fuera de su pueblo. Las armaduras de aquellos hombres simplemente
se esfumaron en un instante y la chica pudo ver algo que le devolvió el
aliento, esos hombres traían unas espadas iguales a la que el misterioso
Rey usó para cortar sus amarras y atravesarla. Ayia corrió hacia ellos y
con plena confianza se echó en el cuello de Salak para besarlo y
agradecerles.

-Gracias reyes por salvarme - decía Ayia.

-Oye, nosotros no somos ningunos reyes. Mi compañero se llama Mezak y


yo me llamo Salak.

Los atravesados se darían cuenta después, cuando escucharan a las


demás personas de la aldea de Ayia, que el dialecto que hablaban era
muy extraño, pero misteriosamente, esa jovencita podía hablar el idioma
de los atravesados. Esto, ni la misma Ayia se lo pudo explicar.

La muchacha estaba ávida por contarles todo a aquellos hombres y ellos


por escucharla, pero Salak tuvo que interrumpir el ímpetu de la joven con
una pregunta.

-¿No viste hacia dónde fueron los dos hombres que atravesaron la puerta
antes que nosotros?

-No señor, nadie más entró, yo vi cuándo esa ventana se abrió y cuando
se cerró y solo ustedes dos salieron de ahí.

Los atravesados quedaron sorprendidos por esa noticia. Quisieron


confirmarlo buscando huellas recientes que delataran a sus amigos, pero
en efecto, no había ningún rastro más que el de ellos mismos. No se
explicaban dónde se habían metido sus otros dos compañeros de viaje y
no había manera de regresar o de traerlos de vuelta. Los veloces
entendieron que ahora debían continuar solos con la misión. Les costó
trabajo aceptar que Aod se equivocara en la interpretación de la tarea que
el Rey le había dado, pues ahora era evidente que, a menos que los
veloces fallaran, Aod no la cumpliría. Esta idea, la de fallar, ponía sobre
sus hombros un profundo sentido de responsabilidad, pero ellos decidieron
que harían lo mejor que pudieran y se encomendaron a la buena voluntad
de su Rey. Asumieron que de cualquier manera, la equivocación de Aod al
interpretar su llamado, los había conducido hasta donde ahora estaban,
con una inmensa oportunidad de cumplir aquella tarea milenaria, de
atravesar al último de los gentiles, lo cual era para ellos, sin duda alguna,
todo un honor.

Tocó el tiempo de que hablara Ayia. Comenzó a contarles de dónde venía,


del sacrificio del que iba ser parte, de cómo el Rey la había salvado y de
todo cuanto sus nuevos amigos le preguntaban. Los atravesados supieron
de inmediato que la aldea donde venía Ayia era la aldea escondida, la
última de las aldeas. La joven les contó que la tarea de Foré consistía en
mantener oculta esa comunidad y controlar su población, esto solo
confirmaban las conjeturas de los espadachines. A los veloces no les
quedó ninguna duda cuando la joven les contó que nadie en su aldea
sabía sobre las Majairas.

Unos cuantos meses atrás, la misión de atravesar al último de los gentiles


estaba olvidada, nadie tenía información para poder cumplirla y ahora, los
veloces tenían un guía que los conduciría por en medio de la selva
directamente hasta la última de las aldeas. El final estaba cerca.

El sacerdote se despertó de su sueño, sólo para descubrir que ya no había


sacrificio sobre la mesa de piedra. La preocupación se apoderó del brujo,
"¿qué tipo de magia es ésta y cómo fue posible que sobrepasara la mía?"
se preguntaba. Nadie nunca antes había podido escaparse de las cuerdas
mágicas, "no hay poder en toda la selva para zafarse de esos lazos"
continuaba diciéndose.

Agor tenía la facultad de conocer acontecimientos futuros y algo así jamás


se le hubiera pasado por alto. Esta nueva magia, como él se empeñaba en
decirle, no solo había cortado esos amarres sino que también logró
trastornar el futuro inmutable que él ya conocía y que aseguraba que era
imposible de cambiar, y no es que el sacerdote pudiera conocer el futuro,
solo el Padre de Kurios puede hacerlo, más bien Agor se servía de las
hadas y los duendes de la selva. Se comunicaba con esas criaturas de
manera telepática y aunque no eran demonios sino que pertenecían al
reino bestial, por su tamaño pequeño, entre otras cosas, podían transitar
en otra dimensión. Esto les facilitaba estar enterados de casi todo lo que
pasaba en la selva, ademas de que eran sumamente entrometidos y
chismosos. Esas bestias eran las que le daban a conocer al sacerdote
muchos acontecimientos y Agor hacía pensar a los aldeanos que conocía
el futuro.

El brujo estaba en problemas, no podía simplemente llegar a decirle a


Foré que se había escapado un aldeano. No debía nunca escaparse nadie.
Si alguien de esa comunidad lograba huir, podría informar al mundo y los
atravesados se volcarían en una búsqueda sin tregua. Era menester que
esa aldea nunca conociera que había mundo y que el mundo nunca
conociera que esa aldea existía. El Demonio de la Selva no toleraría una
noticia como esa. Su furia se desataría como nunca antes en contra de
Agor. En más de seis mil años nadie se había escapado. Ya podremos
imaginar el temor del sacerdote ante las consecuencias de su descuido.

Después de pensar rápidamente en todo lo que implicaba que esa joven


escapara, Agor no perdió tiempo y observó un poco y olfateó otro tanto y
de inmediato fue tras el rastro de la fugitiva a fin de regresarla y de
sacrificarla, como originalmente estaba planeado. El sacerdote decidió no
decirle nada al demonio de la selva hasta que no hubiera solucionado el
problema.

Inició la cacería y se echó a correr cuanto antes. Agor también era muy
veloz, pero porque se había convertido en una bestia, en una mezcla de
jaguar con lobo, pero del doble de tamaño, tan grande como un caballo.
Su transmutación era gracias a la magia de Foré, quien le había confiado
esos poderes para que desempeñara sus labores. Como bestia, era muy
fácil para Agor seguir el rastro de su presa, además de que avanzaba tan
rápido como las bestias mágicas pueden avanzar.

Al brujo le sorprendió que la muchacha pudiera recorrer tanta distancia en


tan poco tiempo, pero finalmente pudo encontrarla. Desgraciadamente
para su causa, cuando lo hizo, su fugitiva ya estaba hablando con dos
misteriosos hombres que portaban grandes espadas. Un escalofrío recorrió
la espalda de Agor. "Esto está muy, pero muy mal", pensó. Lo último que
debía permitir era que un atravesado estuviera en esa selva, hablando con
un integrante de la última de las aldeas. El sacerdote se turbaba tan sólo
de pensar que el demonio de la selva se enterara. Agor no tenía otra
opción que deshacerse de esos atravesados a como diera lugar.
Capítulo 18

AGOR vs DAAT
Capítulo 18

Mezak, Salak y Ayia comenzaron en esa misma hora el viaje. Durmieron


solo unas horas en la noche, y los veloces se turnaron para hacer guardia,
a la luz de un pequeño fuego que encendieron. Muy temprano reiniciaron
el camino siguiendo los pasos de su guía Ayia, a través de la tupida selva.
El brujo los seguía de cerca y a escondidas.

En la tarde del día siguiente, cuando los veloces y Ayia pasaban por las
faldas de un cerro, Agor se trepó a la copa de un árbol muy alto y
haciendo acopio de toda su magia lanzó su conjuro a aquel monte por
donde caminaban sus presas.

La tierra que los atravesados pisaban empezó a sacudirse, y la montaña


comenzó a alzarse, tomando forma de hombre, hasta convertirse en un
gran monstruo de tierra y rocas. Sus puños eran tan grandes como las
casas.

El titán trató de aplastar a los atravesados con sus pies. Un solo pisotón
suyo en el suelo provocaba que la tierra retumbara, tanto que los
atravesados salieron expulsados algunos metros en diferentes direcciones
después del primer pisotón.

El gigante fue tras Salak y dejó caer su pie sobre él. El veloz solo pudo
poner su escudo sobre sí para recibir el tremendo impacto. El atravesado
quedó incrustado en el suelo, pero el escudo y su armadura preservaron
su vida. Después, el monstruo dio unos pasos para acercarse a Mezak y le
lanzó un puñetazo, el espadachín lo pudo esquivar gracias a su velocidad,
pero el segundo golpe que le lanzó el cerro viviente obtuvo el
contraataque de la Majaira del veloz, y a pesar de la gran diferencia de
masas, la espada no solo frenó en seco el puño del gigante, sino que
además lo dañó bastante, provocando una explosión de polvo, rocas y
humo en el brazo de aquel cerro.

El monstruo no reparó en su daño, como si no tuviera nervios que le


hicieran sentir dolor, su mano se volvió a formar como la tenía antes y
continuó como si no le hubiera pasado nada. Puso su atención en Ayia e
intentó capturar a la muchacha, pero Salak, que logró desenterrase a
tiempo, se lanzó para empujar a su amiga justo antes de que la mano del
monstruo cayera sobre ella. La muchacha quedó a salvo, pero en su lugar,
el veloz fue atrapado por el gigante y éste, sin más empacho, lanzó al
joven a varios kilómetros de distancia.

Mezak, sorprendido de que su amigo fuera aventado tan lejos y tratando


de ver hacia qué dirección había sido arrojado, se distrajo por un instante,
lo suficiente para que la poderosa mano del gigante lo capturara. Después
el titán extendió su otra mano para intentar agarrar de nuevo a Ayia. El
veloz, aunque estaba aprisionado en el puño de la montaña, pudo liberar
su brazo con el que agarraba su espada, y la lanzó con toda su fuerza
contra la otra mano del monstruo. La espada surcó él aire y
sorprendentemente pulverizó la enorme mano de roca justo a tiempo para
que Ayia escapara. La Majaira quedó clavada en el pasto. El gigante, en
respuesta, comenzó a apretar en su puño a Mezak con toda su fuerza para
aplastarlo, pero el monstruo no pudo dañar al veloz gracias a la armadura
que portaba, entonces, por la frustración, decidió tragarse al humano.

A Agor no le gustó nada que el cerro viviente aventara tan lejos a Salak,
pues ahora andaría por ahí, en la selva, y eso representaba un riesgo muy
grande para el sacerdote. Rápidamente tomó forma de cuervo y voló
hasta la copa de un gran árbol y desde ahí lanzó a la selva un conjuro con
graznidos horribles, para que ésta se encargara del asunto.

Una vez adentro del monstruo, Mezak se encontró en lo que cualquiera


podría confundir con una caverna. La bóveda de aquella cueva bajaba y
bajaba obligando al atravesado a sumirse en el suelo, que al mismo
tiempo se iba abriendo poco a poco, y de donde salía un liquido dorado y
luminoso, lava. El techo no dejaba de empujarlo hacia el magma, que a
cada instante era más. Mezak, en esa situación, era semejante al bolo
alimenticio que es empujado por los músculos del esófago hasta
introducirlo en el estómago, dónde esperan los jugos gástricos, listos para
deshacer lo que llegue. En ese momento, el techo de aquella cueva eran
los músculos y la sustancia incandescente eran los jugos.

Parecía el fin del veloz, pues la bóveda seguía bajando y empujándolo


hacia la lava. Su espada estaba afuera, enterrada en el suelo, y sus pies
comenzaban a tocar el magma, cuando abruptamente, una gran explosión
abrió un boquete sobre el veloz, las rocas que salieron proyectadas
chocaron contra su armadura, sin causarle el menor daño, acto seguido
todo el monstruo se desplomó en tierra. Sin pensarlo, el atravesado saltó
hacia su libertad por el boquete recién hecho, mientras el gigante caía.

Lo que sucedió fue que una gran nave había lanzado un poderoso misil
contra el monstruo y lo derribó. La lava se derramó al momento en que el
titán cayó en tierra y pronto se endureció.

La nave que había lanzado el misil pertenecía a las fuerzas armadas de la


nación oriental Astér. El reptiliano que recibió como esclavo a Aod de
mano de Sárx en la ciudad de la luna, les había encomendado, por
telelograma, la misión de capturar a los dos atravesados.

Aquella nación tenía un gran poderío militar que se caracterizaba por


contar con la flotilla más grande en el mundo de androides diseñados para
la guerra. Era un pueblo hostil, donde todos eran militares. Una nación fiel
al Semejante.

La nave era tripulada por quince androides y un cyborg. Los droides


tenían un localizador especial integrado para detectar atravesados, con el
cuál pudieron ver que Mezak estaba adentro de aquel monstruo y
dispararon al cerro a fin de liberar al veloz para después capturarlo. Los
droides de la nave consiguieron su primer objetivo, que el atravesado
saliera del interior del titán, ahora les faltaba atraparlo.

En el momento en que Mezak cayó a tierra, inmediatamente hizo por


recuperar su espada y unos segundos después, sin que él entendiera lo
que pasaba, se vio envuelto en un combate contra los androides que
salían de la nave. Eran droides muy sofisticados, con bazucas láser, pero
que para desgracia de su causa, aquel armamento, aunque muy potente,
no podía hacer nada contra la armadura del atravesado y mucho menos
contra su escudo.

Mezak despachó con su espada a muchos de esos robots, dejando


funcionando solo a dos o tres. Entonces salió Daát de la nave, un cyborg
muy alto, con cuerpo robótico y sofisticado.

En vez de mano, tenía un cañón. Con ese cañón apuntó a Mezak y disparó
unas hondas sónicas o algo similar, producto de una tecnología
sumamente avanzada y provocó que la armadura del atravesado se
"trasparentara" ó "diluyera" y una vez que el peto de la armadura quedara
debilitado, del mismo cañón, y al mismo tiempo que lanzaba las hondas,
lanzó un disparo láser que, por la "transparencia" de la armadura, hirió el
hombro de Mezak.

A pesar del dolor que sintió, el atravesado no soltó la espada. Un dolor


que fue tan grande como la sorpresa de ver su armadura abatida por el
láser. Mezak utilizó su velocidad para escabullirse y esconderse tras unas
rocas. La armadura volvió a su normalidad una vez que dejó de estar
expuesta a las ondas que había lanzado el extraño de su cañón. Con todo
y que Ayia estaba muy bien escondida, un droide pudo encontrarla gracias
al rastreador de atravesados y la capturó.

Mezak escuchó los chillidos de la chica y Daát le exigió que se entregara si


no quería que la joven sufriera más tortura. El atravesado así hizo.

Daat aprisionó a Mezak y a Ayia con unas esposas que envolvían


completamente las manos y que se conectaban con otro grillete en el
cuello. También les colocaron un casco que les impedía ver y oír. La
Majaira del atravesado la dejaron tirada en el pasto, porque no le dieron
importancia y no era parte de su misión.

Daat creía que ellos eran los dos atravesados a los que habían mandado a
capturar y no imaginaba que hubiera otro perdido en la selva, así que dio
por terminada su tarea.

En cuanto a Salak, en el momento en que cayó del cielo, después de ser


aventado por el cerro viviente, fue capturado por la maleza. Las ramas de
la selva enredaron al atravesado, mientras él se recuperaba del golpe.
Una vez que las lianas lo envolvieran, lo jalaron hacia el fondo de la tierra
como si quisieran tragárselo, usando las raíces para llevárselo a la boca.
Evidentemente, este fenómeno era gracias al conjuro que Agor lanzó a la
selva cuando tenía forma de pájaro.

El sacerdote, estaba preocupado, no entendía lo que pasaba, no sabía


quiénes eran esos robots ni de dónde venían ni para qué. Hace un par de
días todo era cotidiano para el brujo, pero ahora había un gran barullo en
su selva y la tarea milenial de mantener oculta la última de las aldeas
estaba pendiendo de un hilo. No sabía qué hacer. Sabía que tenía
controlado a un atravesado, a Salak, pero Ayia y Mezak estaban en manos
de alguien más y eso no era bueno, no podía dejar que ninguno de los
atravesados se escapara de esa selva y que, teniendo información sobre la
última aldea, la divulgara. Debía recuperarlos a como diera lugar, pero
Daat se interponía en sus planes.

A Agor no le quedó más remedio que consultar a los duendes. Ellos le


informaron que la intención de los soldados era llevarse lejos a los
atravesados. Agor no podía permitirlo y para ganar tiempo, se transformó
en una bestia pequeña. Por medio de sus artes mágicas de mimetismo se
las ingenió para introducirse en la nave y una vez adentro, la estropeó,
jalando cuanto cable veía.

Los androides que no fueron destruídos por la espada de Mezak,


intentaron echar a volar el aeroplano para regresar con el botín, pero les
fue imposible hacerlo, como imposible les fue repararlo. Las averías
requerían de refacciones que no tenían ahí. Daat no tuvo más remedio
que mandar a llamar otra nave para que los recogiera. El plan de Agor
funcionó, logró conseguir tiempo.

El sacerdote, una vez adentro de la nave, se dispuso recuperar a Mezak y


a Ayia, pero una hada vino hasta él a darle una noticia apremiante. Le dijo
que un ejército de atravesados estaba a punto de entrar por la misma
puerta por donde habían entrado los primeros. La pequeña bestia sólo le
dijo eso y después se fue, no regresó más, a pesar de que el sacerdote la
invocó con vehemencia. El brujo llamó a más duendes, pero extrañamente
ninguno atendió su llamado. Esa pequeña hada había sido engañada y a
su vez engañó a Agor. El sacerdote no lo sabía, pero el gran Rey estaba
detrás de ese anuncio.

El curandero quedó con muchas dudas, pero ahora, su mayor


preocupación era saber en dónde estaba la puerta que usaron los
atravesados para llegar a aquella selva. Debía taparla o destruirla lo antes
posible y así evitar la invasión, pero no sabía su ubicación, por eso decidió
ir a preguntarle al atravesado que tenía capturado, a Salak.

Con la nave de Daat descompuesta, Agor tenía un poco de tiempo y lo


aprovechó para ir a donde estaba su prisionero, desenterrarlo y sacarle la
información.

Al atravesado le faltaba aire y ya se había desmayado, estaba al borde de


la asfixia cuando sintió una mano que lo jaló hacia arriba, sacándole de la
improvisada tumba. En cuanto Salak pudo reaccionar, vió a Agor frente a
él. Supuso que era de los malos y sin aviso le dio un desganado sablazo
con su espada, que a pesar de todo, no había soltado, pero la Majaira no
le hizo nada al brujo, porque él era un humano y las Majairas nada puede
hacer a los humanos más que atravesarlos.

-¿Quién eres? - dijo Salak.

-¿Por dónde llegaron aquí y cuántos más vienen? - se limitó a preguntar


Agor con impaciencia y sin atender a la pregunta del veloz.

El brujo podía hablar el idioma del atravesado gracias a sus artes


demoniacas.

-No te diré nada hasta que no me digas quién eres tú y qué es lo que
quieres.

En ese momento todo se obscureció para Salak, muchas figuras


geométricas y fractales fosforescentes, brillantes como el neón,
comenzaron a inundar su campo visual. El atravesado sentía que todo a
su alrededor se movía, como si se estuviera derritiendo o cambiándose de
lugar. Entonces, en la obscuridad que yacía detrás de las figuras
geométricas, pudo ver una gran bestia de ojos rojos. Era oscura, parecía
un gran lobo mezclado con jaguar pero del doble de tamaño. Este animal,
con una gran velocidad le dio un zarpazo al atravesado. A pesar de que la
armadura del veloz quedara intacta, el pecho de Salak sufrió un profundo
rasguño, causándole gran ardor. El daño estaba por dentro del peto.
Después otro zarpazo, ahora por dentro del casco. Éste último rasguño
hirió el ojo del atravesado, nublándole la visón en ese lado. Salak a pesar
del gran dolor decidió contraatacar con su espada, pero cuando intentó
hacerlo, ya habían dos bestias. Confundido tomó la decisión y escogió
atacar a una. La rebanó por la mitad, pero al mismo tiempo, otro zarpazo
le rasgó por todo lo largo de la espalda, y aunque la armadura quedara
nuevamente intacta, el dolor era casi insoportable. Salak, ya muy herido,
se giró para hacerle frente a la tercera bestia. Se puso en guardia para
estudiar su ataque pero un nuevo animal, idéntico a los otros, le dio otro
zarpazo, ahora en el muslo. Esto obligó a Salak a poner la rodilla en tierra
e inmediatamente después, otra bestia le mordió el hombro y otra más le
tomó el otro brazo y así, el atravesado quedó capturado e inmovilizado
por cuatro hocicos de cuatro bestias, que en realidad, eran la misma.

La batalla sucedió entre alucinaciones de fráctales y figuras geométricas


luminosas. Las cuatro bestias que tenían cautivo a Salak eran idénticas a
la que el veloz vio al principio. Una de ellas estaba frente a él y lo
escudriñaba con mirada inquisitiva. El atravesado le observaba inmóvil y
rendido. La oscuridad se disipó y el ambiente se iluminó con la luz
habitual. El animal que Salak tenía en frente tomó forma de humano; era
Agor, y las bestias que lo tenían capturado, en realidad eran ramas y
raíces.

El brujo intentó tomar la espada de Salak, pero no pudo moverla, porque


esas espadas no pueden ser usadas por los que no han sido atravesados.
Entonces, entendiendo la situación, pronunció unas palabras en un
lenguaje desconocido y la tierra succionó la Majaira.

Agor insistía en preguntar, pero el atravesado, aunque no supiera a qué


se refería su enemigo, decidió no dar respuesta ni ninguna palabra.

-¡Aaaagggg! Estoy harto de ti - le reprochó Agor al atravesado - pero éste


será tu fin .

El brujo estiró su brazo y de él se escurrió una víbora de colores


amenazantes. Agor la depositó en el suelo. La culebra se arrastraba hacia
Salak.

-Ésta víbora te matará lentamente,- dijo el brujo.- su veneno producirá


que comiences a hincharte como pez globo hasta que se rompa toda tu
piel, tus músculos se desgarren, se te boten los ojos y finalmente
explotes. Y yo me quedaré aquí, disfrutando de verte sufrir.

El Sacerdote lanzó una risa de burla. La serpiente venenosa se arrastró


hasta su víctima y se trepó en el atravesado hasta enroscársele en el
brazo, después, le mordió en la mano, hundió sus colmillos cuál largos
eran e inyectó toda su ponzoña. Al instante, las ramas que tenían
capturado a Salak lo soltaron, como para dejar que el veneno actuara con
libertad.

Agor se disponía a disfrutar la tortura de su presa, cuando un fuerte ruido


surcó el cielo, el curandero volteó hacia arriba y vio pasar una nave. Era la
nave que venía a recoger a Daat y a los prisioneros. Agor con mucha
preocupación y con mucha premura, otra vez tomó forma de bestia y se
marchó a toda velocidad a fin de alcanzar el aeroplano e impedir que se
fuera con los otros dos atravesados, se fue confiando en que la toxina
haría su obra en Salak.

El atravesado cayó al suelo, libre de sus amarras y debilitado por la


batalla. La serpiente permanecía enroscada en su brazo y prendida de su
mano. Salak se la quitó simplemente sacudiéndose, la víbora se fue. La
armadura desapareció y el atravesado se dio cuenta de que no tenía
ningún rasguño, que también habían sido una ilusión, lo mismo que el
daño en su ojo. El veloz notó que el veneno mortal del que había hablado
Agor no surtía efecto. Decidió que no se iba a quedar esperando a que
explotara, así que se puso en pie, ya más recuperado y echó a correr con
su velocidad para ir a reunirse de nuevo con sus compañeros, no sin antes
perder un poco de tiempo buscando su espada, la cual nunca encontró.

El jet de rescate, a donde ya habían trasladado a Mezak y Ayia estaba


despegando cuando llegó Agor. Gracias a la forma de bestia que portaba,
el brujo pudo treparse en un árbol con suma agilidad y alcanzar de un
salto la nave. Rompió el cristal de la cabina y entró en ella. Destrozó con
sus garras a los androides que piloteaban el aeroplano, después la bestia
entró al interior de la nave en busca de los atravesados; pero la aeronave,
ya sin pilotos, se vino a pique. No se elevó mucho, pero el impacto con el
suelo fue suficiente para estropear de nuevo el aeroplano.

Agor, después de reponerse del golpe, llegó al compartimento donde


estaban aprisionados Mezak y Ayia, pero para sorpresa del brujo, estaban
custodiados por Daat. El cyborg siempre supo que alguien había causado
el desperfecto de la nave y por consiguiente, sabía que alguien estaba
intentando estropear su misión, por eso, no se despegó de sus
prisioneros.

El soldado inmediatamente le disparó a la bestia en cuanto la vio entrar.


El brujo logró esquivar los láser del cañón y se abalanzó sobre el militar
pero Daat lo aventó contra la puerta de la nave, la cual se abrió y Agor
salió expulsado al exterior. El militar fue tras la bestia, para acabar con
ella. El animal lanzó su hechizo de ilusión sobre el cyborg, el mismo que
lanzó sobre Salak, para que también Daat tuviera alucinaciones, pero por
desgracia para Agor, su contrincante no era alguien normal.

Aquel misteriosos soldado, el cyborg, era parecido a un cadáver viviente,


y si aún caminaba sobre ese mundo era gracias a la tecnología. Su cuerpo
estaba prácticamente podrido y corrompido, incluyendo su cerebro. La
maquinaria que formaba parte de él era la que le fabricaba y le
suministraba a su organismo millones y millones de nanobots y éstos
hacían que se mantuviera vivo.

Había principalmente dos tipos de nanobots dentro del soldado, unos


estaban enfocados en producir las células y los tejidos que su propio
organismo deteriorado ya no hacía. Sin esta producción artificial el cuerpo
de aquel humano, si aún se le podía llamar así, simplemente se pudriría.

El otro tipo de nanobots suministraban y administraban muchas


sustancias en el cerebro de Daat, estas sustancias eran determinadas por
la programación de esas pequeñas máquinas, dictando así el
comportamiento del soldado. Estos nanobots estaban programados y
controlados a su vez por guardas demoniacos a mucha distancia. Por esta
razón, aun cuando sí había una parte de mente humana en Daat, la magia
alucinante de Agor no surtió efecto.

El curandero, que aún parecía un gigantesco lobo, esperaba que sus


ilusiones confundieran a su enemigo, pero no sucedió. Daat, en cambio,
disparó su arma contra la bestia y le hirió. Al darse cuenta Agor de que
sus tretas eran inútiles, se escabulló entre la maleza, pero el soldado le
siguió de cerca, pues contaba con un visor de alta tecnología que podía
detectar su objetivo aunque éste se escondiera.

Daat seguía sin problemas a la bestia, pero no se percató de que poco a


poco las lianas y raíces en el suelo estaban enredando sus pies. Fue hasta
que se empezó a sentir incómodo al caminar que lo notó. Comenzó a
disparar hacia abajo, pero los disparos de su arma no lograban sacarlo del
embrollo. Cada vez más ramas se le enredaban en las piernas como si
fueran serpientes vivas, de esas que se enredan en sus presas hasta
asfixiarlas. Finalmente el soldado quedo capturado. Daat no contaba con
que el brujo podía usar la selva a su favor, ni que la fuerza de las raíces y
de las ramas de los árboles fuera superior a la de sus piernas mecánicas.
Las raíces terminaron por cubrirlo completamente, inmovilizándole
también los brazos.
El cyborg estaba sorprendido de encontrarse capturado. Las hojas que
estaban encima de él se comenzaron a sacudir violentamente. De entre
las ramas de los árboles cayó la bestia. Se agazapó delante de su presa,
la estudió con la mirada durante algunos segundos y en un arranque de
ferocidad, sin decir palabra y sin deseos de averiguar más nada, su
instinto sanguinario le llevó a morder el cuerpo del cyborg hasta
desgarrarlo con los colmillos de su hocico. Gran error. Esa fue la perdición
del brujo. Cuando Agor, convertido en nagual, mordió el cuerpo de Daat y
comió de él, miles de billones de los nanobots que estaban en la sangre
del soldado se introdujeron en el cuerpo del brujo. Los nanobots
comenzaron a hacer la misma función que hacían originalmente en el
cuerpo del cyborg, pero ahora en el sacerdote.

Agor regresó a su forma humana y se dirigió a la nave para continuar con


su tarea. Ya había, según él, acabado con Salak y con el soldado, ahora
solo le restaba tomar a un par de personas maniatadas, deshacerse de
Mezak y sacrificar a la niña, tal y como debió haber sido desde un
principio, pero a medida que avanzaba comenzaba a sentirse muy mal.
Bajo su piel, bolas de tejido crecían y se multiplicaban por todo su cuerpo.
Los nanobots que habían entrado en él, reproducían sus células,
provocando la creación de tumores. Esos tumores no paraban de crecer
porque las nano máquinas no paraban de reproducir las células, tal y
como lo hacían en el cuerpo putrefacto del soldado. Pronto el sacerdote
era un monstruo amorfo, muy grotesco. En menos de veinte minutos ya
era tal su condición, que se tenía que arrastrar por la selva, parecido a un
tumor andante. Y para agravar aún mas su pesar, cuando por fin pudo
llegar cerca de la nave, miró a Salak que estaba vivo y que había llegado
primero a liberar a los atravesados.

El veloz encontró la espada de su compañero tirada en el pasto y la nave


en donde estaban sus amigos sin ningún guardia, completamente
abandonada, excepto por sus compañeros que permanecían arrodillados
en un compartimento interno. Con la espada rebanó las esposas de las
manos que aprisionaban a Mezak y a Ayia, y de un solo tajo partió en dos
el casco que llevaban puesto. Salak no tenía que preocuparse de hacerlo
con cuidado, de no cortar a sus amigos, pues bien sabía que esa espada
no los dañarían.

Cuando los atravesados salieron de la nave para retomar su camino hacia


la ultima de las aldeas, pudieron ver a unos cuantos pasos a aquella masa
de células y tejidos en la que se había convertido Agor, y aunque apenas
se movía, seguía creciendo. Salak pudo reconocer entre los muchos
pliegos de piel, los ojos de Agor y supo que aquella bola grotesca de carne
era el brujo. Los atravesados decidieron prenderle fuego con algo de
combustible que encontraron dentro de la nave. Después de eso
retomaron el viaje que les llevaría a la ultima de las aldeas.
Capítulo 19

EL REY 

Capítulo 19

Todo era obscuridad al rededor de Aod. La angustia y el miedo dominaban


el corazón del atravesado. No podía ver pero sentía demonios a su
alrededor que le amenazaban. Él se aferraba a una espada que tenía en
su mano y golpeaba al aire, intentando cortar a alguna de las sombras
que se movían en torno suyo, pero era inútil.

El temor que sentía crecía a cada instante hasta ser insoportable.


Entonces percibió con certeza la presencia de alguien delante de él, y con
toda su furia, y con todo su miedo le enterró su espada en el costado,
hasta atravesar el corazón de aquella persona.

El misterioso hombre volteó para ver quién le había herido, pero la


sorpresa fue para Aod. Porque a quien le había enterrado su espada era
nada más ni nada menos que al Rey de los reyes, a Kurios.

Aod quedó helado, no podía creerlo. Sacó rápidamente la espada y al


hacerlo, la sangre del Gran Rey le roció todo el cuerpo, cubriéndole por
completo. Para aumentar más la confusión, cuando el muchacho miró la
espada que empuñaba, vió que era ni más ni menos que el arma de Sárx.
El Rey Kurios se desplomó.

En medio de tal escena, Aod sintió (porque no fue audible) la risa de


alguien a su espalda. Al voltearse pudo ver que ahí estaba Apolión. No
había nada de luz ni de verdad en él. Su sonrisa se dibujaba sobre un
hocico que mostraba unos grandes colmillos y por donde se asomaba una
lengua bifurca, sus ojos eran grandes y redondos, igual que los orificios
nasales, su cejas como llamas de fuego y tenía una gran melena que le
rodeaba la cara. Aod solo pudo verle el rostro.

Aterrado, el muchacho aventó la espada de Sárx e intentó levantar a su


Señor, pero al hacerlo, un demonio le propinó un potente golpe en el
pecho y lo aventó. El joven intentó ponerse de pie lo antes posible, pero
para cuando lo hizo, ya era demasiado tarde, un gran número de
demonios se habían abalanzado sobre el abatido Rey de los reyes.

Aod entendió que antes de enterrarle la espada, el Rey Kurios estaba


luchando contra los ángeles rebeldes. Se dio cuenta que aquella batalla
era en donde el Gran Rey peleaba contra cada uno de los hijos de Apolión
para liberar a los humanos. Ahora, por su culpa, millares de demonios
estaban encima del caído monarca y todo gracias a la herida que le había
causado.

Un miedo aún mayor que el del principio y una culpa gigante embargaron
al joven, provocando que huyera desesperadamente. Corrió durante toda
la noche y durante todo el siguiente día . Aod no podía con el recuerdo de
la mirada que le lanzó el Rey de Reyes cuando le desenterraba la espada.
Sus ojos le expresaron un amor y compasión como nunca antes había
experimentado, a pesar de que le había traicionado. Esto le atormentaba
aún más. Al fin, en la madrugada del tercer día llegó a una ciudad.

El atravesado salió de la Historia de Todas las Cosas y despertó de la


visión. Se encontraba en una celda oscura. Estaba muy exaltado, el
corazón le golpeaba con fuerza dentro de su pecho. Una mano y una voz
tranquila lo intentaron calmar.

-Ten paz amigo, todo está bien. Pensé que te ayudaría escuchar la
Historia de Todas las Cosas, por eso puse el lebrillo con un poco de agua
junto a ti, pero ahora veo que no.

El atravesado giró su cabeza a un lado sobre su improvisada almohada,


hacia donde le indicaba la mirada del extraño y pudo ver una pequeña
palangana con algo de agua.

Aod estaba tan exaltado por las visiones, que más que haberle causado
sorpresa la interrupción de aquel hombre extraño, le dio tranquilidad,
pues gracias a su presencia entendió que ya había salido de aquel
ensueño.

Al atravesado no le sorprendió despertar en un lugar nuevo, oscuro y


lúgubre, ya que desde la ciudad de la luna había sido transportado en
calidad de preso y no tenía ninguna expectativa. Tampoco había rastro de
su Majaira, como era de suponerse.

El extraño era un hombre que estaba muy mal nutrido, y muy sucio, el
pelo lo tenía desaliñado y poseía una nariz tan alargada como la mayoría
de sus facciones y su altura, largura que seguramente era acentuada por
su delgadez. Tenía unos ojos negros, que a pesar de la oscuridad que
reinaba en aquel lugar, centellaban cual luceros en la noche. Era un
hombre enérgico y a todas luces de espíritu indómito. Vestía un overol de
color olivo oscuro.

-¿Dónde estoy? - Preguntó Aod con muy pocas ganas.

-Estás en la ciudad de Amot, dentro de algún calabozo y supongo que eres


un atravesado.

Aod no respondió, solo volteó la mirada.

-Claro que lo eres, - continuó el extraño.- de lo contrario el agua no te


hubiera contado nada y a juzgar de lo perturbado que te levantas, sí que
te habló. ¿Qué te dijo que hizo que te exaltaras tanto?

Aod no contestó.

-Seguro estarás esperando tu turno para tu reinserción, como todos los


demás ¿no es así?

-No sé de qué hablas - desdeñó Aod.

-Sí, todos los atravesados que están aquí se los llevan a una sala para
ponerles la inyección y reinsertarlos, el Proyecto Joás.

-¿La inyección que potencializa a los hombres? - Respondió Aod


mostrando al fin un poco de interés.

-No, un atravesado ya no puede ser potencializado, es otra, una inyección


que cierra la herida de tu corazón. Cuando somos atravesados, nuestro
corazón se queda con una cortada abierta de por vida, la que hizo la
espada que nos atravesó. Estas inyecciones tienen el propósito de cerrarla
y regresarte a la esclavitud de los hijos de Apolión. No me preguntes
cómo funciona, es tecnología demoníaca. Solo sé que es sumamente
dolorosa. Tiene que recorrer absolutamente todo tu cuerpo hasta llegar al
corazón y si lo hace, si toca el corazón, entonces cierra la herida, vuelves
a ser esclavo y dejas de oír la Historia de Todas las Cosas. Bueno eso
dicen.

-¿Cómo que eso dicen?

-Sí, hasta ahora no les ha funcionado, porque siempre los atravesados


traspasan el portal de la vida antes de que llegue la sustancia al objetivo.
El mejor resultado que les ha dado esa tecnología es hacer espadas contra
los atravesados. Espadas que no pueden hacer que alguien como nosotros
pase por el portal de la vida, y que solo causan heridas que de inmediato
se cierran, pero que inyectan un dolor insoportable. ¡Ah! y a todo esto
mucho gusto, yo me llamo Dolos y ¿tú, eres...

-Yo soy Aod.

Después de esa pequeña plática Aod se quedó sumido en sus


pensamientos y quedó muy sombrío. Luego de un largo rato sin palabra,
rompió el silencio.

-Oye dime una cosa. ¿Cuánto llevas de atravesado? - Muchos años amigo.
- Respondió Dolos.

Aod hizo una pausa y prosiguió.

-Entonces tal vez puedas responderme una pregunta. Lo que cuenta el


agua, la Historia de Todas las Cosas ¿no es cierto verdad? Quiero decir, es
como un sueño que no pasa en realidad ¿no es así?

Aod deseaba quitarse el peso de su culpa, quería creer que todo aquello
que lo condenaba no era más que una ilusión, un sueño, aún cuando eso
significara rechazar el amor más cálido que alguna vez hubiera sentido, el
amor del Rey expresada en la última mirada que le lanzó.

-¡Oh! Joven amigo- respondió Dolos.- eso no puede estar más lejos de la
verdad. Dime, ¿acaso me estás diciendo que el Rey de los reyes no es
verdad? ¿Que lo que has visto de él es solo un sueño? ¿Que su amor es
mentira? ¿Cómo te explicas que una espada te atravesara y no murieras?
¿Cómo te explicas que ya no andas con un demonio como los demás
hombres? No amigo, te voy a decir algo y grábatelo muy bien. No hay
nada más real que esa historia. Nada. Es más, esta realidad está sujeta a
la Historia de Todas las Cosas, de modo que lo que es atado allá es atado
en este mundo y lo que es desatado en esa historia es desatado aquí.

Aod sabía que lo que le decía Dolos era cierto y en el fondo de su corazón,
a pesar de su dolor, anhelaba que así fuera. Aod comenzó a llorar
desconsoladamente.

-¿Qué tienes amigo? - preguntó Dolos.

-Nada, es solo que le he fallado a mi Rey en gran manera, le he fallado en


este lado del mundo y le he fallado dentro de la historia que cuenta el
agua. No puedo más, soy un fracaso para él.

-Oye tranquilo, no debe ser tan grave. - Dolos Intentó consolarlo.

-¡Tu no sabes nada!- Aod le gritó, pero después se tranquilizó sabiendo


que aquel hombre nada tenía de culpa y continuó- Yo tenía una misión
que cumplir, Él mismo me la dio, y la he echado a perder. Me había
pedido atravesar al último de los gentiles y ya no podré, tal vez por mi
culpa ya nunca más regrese y ahora menos con lo que le he hecho. - Aod
se refería a lo que sucedió en la Historia de Todas las Cosas antes de que
despertara.

-¿Qué pasó?- preguntó Dolos.

-¡Nada! no tiene caso, no quiero ni hablar de eso.

Dolos agarró la palangana con agua y la colocó pegada al pómulo de Aod,


debajo de su ojo con el propósito de recolectar las lágrimas. Aod estaba
sorprendido de eso pero antes de que pudiera preguntar por qué hacía tal
cosa, Dolos le dijo:

-Mira mi querido amigo, te voy a decir dos cosas y guárdalas bien, no sé


que hayas hecho, pero escucha: el Rey de los reyes no necesita de nadie.
Él solo pudo, puede y podrá, él venció solo y no necesitó ni de ti ni de mi
ni de nadie mas para salvarnos. Y lo otro que te quiero decir es que si aún
estás aquí, es por que todavía tienes una misión que cumplir, de lo
contrario, ya hubieras atravesado el portal de la vida.

Aod se tranquilizó aferrándose a ese pensamiento. Pero seguía molesto y


desilusionado. Pasó un rato en donde los dos estuvieron en silencio. Aod
pensaba en lo que le había dicho Dolos. Pero después de un largo tiempo
su boca y garganta le ardían de sed. No podía más, su lengua estaba
pegada a su paladar.

-¿Oye, Dolos, no tendrás un poco de agua? Muero de sed.

-Amigo aquí está prohibida el agua. Nos mantienen vivos porque muy de
vez en cuando vienen los guardias con un gotero a darnos unas gotas en
la boca. Saben todo lo que el agua puede contarnos y prefieren que
muramos de sed antes de dejarnos un poco de agua.

-Pero yo ví que tú tienes un poco, ahí.

-¡Ah! sí. La he conservado, el que estuvo aquí antes que yo me la dio.

-¿Eso significa que no podemos beberla?- Preguntó Aod.

-Mira,-respondió Dolos.- el que estuvo aquí antes que yo me contó que es


preferible atravesar el portal de la vida a quedarse sin escuchar la Historia
de Todas las Cosas. Y yo estoy totalmente de acuerdo.

Aod entendía completamente a lo que Dolos se refería, sin embargo,


pensaba que ya no había nada más que oír de la Historia de Todas las
Cosas. Dolos miró el semblante cabizbajo de Aod pensando que se sentía
condenado a morir de sed por su culpa. Y le dijo:

-Al principio, cuando llegue aquí, yo pensaba igual que tú, pero Abba, el
que estaba aquí antes de mí, me mostró que la tortura de la inyección que
nos ponen a los que llegamos, solo es soportable y más aún, digna de
agradecer, si es que puedes regresar a ver al Rey. Cuando regresas
después de sufrir por causa de Él y te mira, y puedes identificarte con Él,
en el dolor, entonces tu alma se hace tan grande como el cielo, y
pareciera que la corona del Kurios crece como sol. Después de verlo, todo
sufrimiento vale la pena. Es raro lo que te voy a decir, pero de algún
modo, es un regalo que no cambiarías.

Después de escuchar eso, Aod se sintió peor de no poder regresar ahí, a


ver de nuevo al Rey por que lo había atravesado con la espada de Sárx.
Pero Aod no le decía nada a Dolos de lo que hizo porque no quería que
supiera que su traición sería la causa por la cual él tampoco vería de
nuevo al Rey de los reyes cuando le buscara en el agua, puesto que lo
había asesinado.

Dolos al ver que no conseguía animarlo y confiando que en su momento,


él tomaría la mejor decisión le dijo:

-Mira amigo, lo más seguro es que hoy vengan por mí, de nuevo, si no
regreso dentro de seis horas, significará que me fui a donde mi Rey, estoy
seguro que mi cuerpo no resistirá más, o que el veneno de la inyección
surtirá efecto. En cualquiera de los dos casos ya no necesitaré el agua y si
tu quieres podrás tomarte el sorbo de aquel trasto. Me parece absurdo
que alguien prefiera beber esa agua sabiendo que pronto le volverá a dar
sed, en vez de preferir que esa agua sacie su alma para que nunca más
tenga sed. Pero ya será tú decisión.

Aod siguió pensativo y aceptó el trato. Sabía que lo que decía Dolos era lo
correcto y aunque Aod no quería hablar, apreciaba el esfuerzo de su
compañero por consolarlo.

Aod, desde el principio, supuso que el responsable de que estuviera en


aquel calabozo era Arjé. Pero no entendía por qué Dolos también estaba
ahí. Aod, aún sabiendo que hablar era difícil por la resequedad en sus
bocas, preguntó a su amigo:

-¿Cómo llegaste aquí?

-Yo soy de esta ciudad y una robo patrulla me capturó.- Dijo Dolos un
poco avergonzado por no tener alguna razón más emocionante -¿y tú?

-Digamos que un reptiliano... - Dijo Aod secante, tratando de evitar


explicar todo lo sucedido.- ¿Por qué estamos aquí, Dolos? - Continuó el
recién llegado.

-Ya te dije, van a intentar regresarnos a nuestro estado antiguo para


seguir gobernándonos.

-Sí, pero ¿quién está detrás de todo esto? - Preguntó Aod al tiempo que
señalaba a su alrededor con un ademán.

-Pues el gobierno del Semejante ¿quién más? - contestó Dolos obviando la


respuesta.

-¿Y cómo que van a venir por ti de nuevo? ¿Cuántas sesiones dura la
tortura?

Varía, a veces una, a veces muchas, yo llevo poco menos de un año aquí,
el que estaba antes que yo duró varios años.Pues antes de que llegara el
nuevo encargado que ha revolucionado el método, las torturas duraban
muchas sesiones, ahora, lo máximo son diez. Pero desde siempre la
duración de esta condena depende de nuestra resistencia. Cuando un
atravesado no resiste el veneno que recorre por sus venas hacia el
corazón, comienza a iluminarse y antes de que traspase el portal de la
vida, los verdugos detienen la tortura, succionando de un golpe el veneno
del cuerpo. Porque es muy fácil sacarlo, lo difícil es introducirlo y llevarlo
hasta el corazón. Pero siempre sucede que en alguna sesión, el
atravesado se ilumina inevitablemente.

-¿Y por qué no simplemente dejan que atraviesen el portal?

-Su objetivo es cerrar la herida de nuestro corazón.- contestó Dolos.-


Hacernos esclavos una vez más, no que nos libremos del dolor y que
disfrutemos al reunirnos con nuestro Rey. Desde siempre su plan
malévolo ha sido separarnos de él y hacernos sus juguetes. Y si mientras
intentan cerrar la herida pueden hacernos sufrir, mejor para ellos. Así fue
que mi amigo, el que estaba antes de mí, estuvo muchos años soportando
esta tortura, porque él resistía mucho, pero se fortalecía más de lo que
sus dolores le dolían al escuchar el agua y al platicar con su Rey. Me
contaba que le pedía por sus seres queridos. Ya entenderás lo valioso de
esa pequeña porción de agua, pues gracias a ella, en medio de esta
soledad y de este dolor, podía viajar a la Historia de Todas las Cosas, y
platicar con el gran Rey y seguirle extendiendo su petición.

En este punto Aod estaba muy atento. Dolos siguió haciendo el esfuerzo
de platicar. Aunque se gastaba la poca saliva que le quedaba, sentía que
era muy importante contar esas cosas.

-Abba era uno de los más grandes espadachines, - continuó Dolos. -


aunque él no lo decía, lo sé por todas las historias que me contaba, de
hecho, nunca lo pudieron capturar, sino que él decidió entregarse para
salvar a unos rehenes. Era tan bueno esgrimiendo la espada y resistía
como nadie. Un día, estando él en estas mazmorras, regresando de la
tortura, el Rey de los reyes le concedió su petición, la que hacía por su
familia, y después de eso, en la siguiente sesión, lo llamó en un santiamén
mientras le inyectaban el tratamiento. El Rey Kurios no dio ninguna
oportunidad a sus verdugos para detener el proceso. El día que Abba
atravesó el portal de la vida fue unos meses después de que llegará el
responsable de las nuevas inyecciones. Ese hombre perfeccionó la tortura
y la eficiencia de la inyección, y ahora la sustancia recorre con mas
facilidad el cuerpo del paciente, causando mucho dolor.

-Oh. - Exclamó Aod, que seguía la historia.

-Mi viejo amigo no vió completada la petición que le hizo a su Rey pero se
marchó con la certeza de que su Señor se la había concedido. Fue
increíble conocerlo, él me enseñó mucho. La convicción con la que vivía y
con la que partió me han inspirado profundamente. Gracias a Abba
aprendí a consolarme hablando con mi Rey.

Mientras Dolos decía estás palabras se abrió una puerta mecánica. Un


halo de luz entró en aquel calabozo cortando la oscuridad. Dos grandes
siluetas, que eran obscuras para Aod porque las veía a contra luz, se
llevaron a Dolos, él se despidió recomendándole pensar bien qué hacer
con esa agua, aunque lo hizo de una manera que no revelara el secreto a
los gendarmes.

-Piensa bien lo que harás.- le dijo con voz seca.

Pasó bastante tiempo, Aod no sabía cuánto, pero seguro ya habían pasado
las seis horas. Sintió una mezcla de sentimientos, pues por un lado era
feliz porque su amigo se había marchado con el Rey, libre del dolor y la
tortura, pero por otro lado le daba tristeza ya no tenerlo, pues aunque
convivieron poco tiempo, Aod apreció mucho su compañía, sus palabras y
sus intenciones.

La lengua de Aod se había vuelto lija. Parecía que tuviera pegamento que
no le permitía despegarla de su paladar. El trago de agua que su amigo le
había heredado le resultaba irresistible. Aod tuvo una lucha despiadada
consigo mismo, pero no pudiendo resistir más, tomó el lebrillo en sus
manos y se dispuso a beber. Era poca agua así que planeó dosificarla.
Llevó el traste hasta sus labios, pero antes de dar el sorbo, algo lo detuvo.
Escuchó el mecanismo de la puerta de su celda accionarse. Aod bajó el
lebrillo y escondió de nuevo el agua. Esperaba ver a Dolos entrar por esa
puerta para que le contara más sobre aquel hombre que llamaba Abba, o
sobre la Historia de Todas las Cosas o sobre cualquier otra cosa, pero no
era él.

Entraron un par de soldados muy grandes, de raza bestial. Tomaron a Aod


y lo llevaron a través de pasillos, bandas mecánicas, elevadores y
cubículos hasta meterlo en una habitación amplia y circular, con una
plancha metálica en medio. En la parte superior del salón y por todo en
derredor habían ventanas, en donde se veían a personas del otro lado. El
cuarto estaba alumbrado por potentes reflectores que en su mayoría
apuntaban precisamente a la mesa que yacía en el centro. Acostaron al
atravesado en la plancha central y le amarraron por las extremidades
estirándoselas bien. Encima de aquella mesa quirúrgica, el techo abrió una
compuerta y de ahí descendieron cuatro brazos robóticos. Cada uno tenía
una larga aguja en el extremo. Los cuatro brazos robóticos insertaron las
agujas en el cuerpo de Aod y comenzaron a inyectar la sustancia
revertidora.

El dolor empezó a invadir y paralizar el cuerpo del atravesado a medida


que entraba la sustancia. La armadura le revistió en ese momento, pero
era inútil, las agujas ya habían entrado en lugares estratégicos,
previamente estudiados, donde la armadura no cubría. El muchacho
terminó por desmayarse.

La fórmula recorría con velocidad inusual por las venas de Aod hacia su
meta. Ya estaba muy cerca y todo parecía indicar que él sería el primer
caso de éxito en el proyecto Joás, pero antes de que la sustancia llegara,
se detuvo. En el pecho del atravesado sobresalía la parte superior de una
pequeña burbuja brillante y azulada. Esa pequeña esfera estaba
envolviendo el corazón del atravesado y el liquido no podía traspasarla.
Sin duda, alguien estaba haciendo un campo de fuerza que protegía el
órgano vital del joven y a juzgar por el tamaño de la burbuja y del color,
pareciera que ese alguien estaba muy lejos.

Aunque el campo de fuerza no envolvía completamente a nuestro amigo,


era justo lo necesario para cubrir su corazón y que el veneno no llegara a
él. Aquel campo de fuerza lo había hecho Ishia, que aún vivía tiempos de
guerra en la ciudad Blanca. La joven, en un momento muy oportuno,
recibió la instrucción mientras oía el agua de revestir el corazón de su
amigo y ella así lo hizo en el momento preciso.

Cuando los encargados de las inyecciones vieron esto, se llenaron de


furia, pero no les quedo otra opción que mandar a su víctima de regreso a
su celda.

Después de despertar muy adolorido y moribundo en su calabozo, Aod


estaba tan decaído como su cuerpo lastimado. No tenía ni fuerzas ni
tampoco tenía deseos de continuar. Recordaba a su hermano y le llenaba
de tristeza. Se condenaba a sí mismo al pensar que nunca más lo volvería
a ver, ni a él ni a sus padres, puesto que había fallado la misión que los
haría volver. Pero la nostalgia de haber perdido de una vez por todas a su
familia no era lo que más le pegaba en el corazón. No soportaba
recordarse enterrándole la espada a su Rey. "Esa herida le dio la victoria a
Apolión" se decía una y otra vez.

El dolor que sentía en todo su cuerpo lo mantenía inmóvil. El más leve


movimiento le hacía sollozar. Sentía que en cualquier momento moriría y
esto le hacía reflexionar. A pesar de su gran vergüenza no quería morir sin
antes disculparse con el Rey Kurios, aunque fuera en su tumba, así que
con todo el dolor de su alma y de su cuerpo se acercó la tacita de agua
que le habían dejado, cerró los ojos y empezó a escuchar.

Aod llegó a una ciudad. Algunos del pueblo estaban mirando al horizonte,
parados sobre el muro, hasta que un hombre con grandes rastas en el
cabello, apareció gritando:

Ahí viene.

Todos los hombres que estaban sobre la muralla y muchos más, al


escuchar el aviso, se juntaron esperando a que apareciera aquel que había
sido anunciando.

El Rey de los reyes regresaba ensangrentado, con una herida que no


sanará, Aod reconoció inmediatamente que era la que le había causado. El
Rey regresaba de una gran batalla, pero regresaba victorioso. A pesar de
su herida, venció a Apolión. El Rey de los reyes traía consigo la espada
con la que había vencido. Esa espada se había fundido con el Espíritu del
rey durante la batalla y ahora la espada y él eran uno.

Al volver escogió a once herreros para que reprodujeran su espada, sólo


tenían que inspirarse en la original para que el mismo Espíritu viviera
dentro de las nuevas espadas. Después se unió un herrero más.

Una vez que les dio el encargo, el gran y único Rey se dio media vuelta y
miró a Aod, éste estaba lleno de emoción y de alegría, pero también de
vergüenza.

-Señor que alegría que no haya muerto.

Kurios lo volvió a mirar con esa potente mirada de amor y le dijo:

-Sí morí.

Aod detuvo su respiración por un instante, tragó saliva, y continuó.

-Perdón Señor, realmente me duele haberle causado esa herida. Me


alegro que esté vivo.- Dijo el muchacho mientras agachaba la cabeza.-
Señor, le he fallado, no podré enterrar la última espada como me pidió.

El Rey le puso la mano en el hombro y le dio una sonrisa. Se dio media


vuelta y comenzó a marcharse, pero antes de que se fuera, Aod le alcanzó
y le tomó por la capa:

-Pero disculpe, ¿usted me puede decir algo de mi padre y de mi hermano?

El Rey de los reyes le respondió:

-Entierra la última espada para reunirte con ellos. - Señor la he perdido,


ya no tengo espada.

-No te preocupes por eso.

EL Rey se dio media vuelta y comenzó a alejarse. Inesperadamente se


volteó abruptamente y le dijo a Aod:
-Sígueme.

Aod, con toda presteza, así lo hizo, comenzó a seguirlo. Pasaron una
puerta en un muro y entraron a un pasillo muy obscuro. El joven se
apresuraba para acortar la distancia entre él y su Rey. Kurios brillaba con
luz propia en ese oscuro pasillo. Caminaron varios minutos hasta que la
persona que Aod seguía se volteó. Sorprendido, el muchacho vio que ya
no era el Rey de los reyes a quien seguía, sin embargo no le dio la
impresión de que fuera algún impostor. El nuevo hombre luminiscente que
tenía enfrente simplemente le dijo:

-Échale sal a la sopa.

-¿Qué?

Esa extrañísima frase hizo despertar a Aod. Miró a su alrededor y


misteriosamente ya no estaba en la celda. Se encontraba en lo que
parecía el pasillo subterráneo de una fábrica, un corredor muy parecido al
pasillo en el que hace unos instantes seguía a una persona luminosa,
dentro de la Historia de Todas las Cosas.

El atravesado estaba muy extrañado, pero después de volver en sí y


meditar un poco sobre lo sucedido, entendió que el ser luminoso que
siguió por el pasillo dentro de la Historia de Todas las Cosas, fue el mismo
que le sacó de la celda y lo había conducido por aquel lugar hasta llevarlo
a donde ahora estaba.

Aod intentó distinguir qué parte de lo que acababa de vivir la vivió dentro
del agua y qué parte la vivió en su mundo, pero no pudo descifrarlo con
exactitud. Pensar en eso le recordó algo que lo maravilló.

Su rey no perdió a causa de la herida que le había causado, ni a causa de


la batalla, sino que estaba vivo y además había vencido. Eso inundó a Aod
de una alegría como nunca antes en su vida había sentido, y ni que decir
del sumo gozo que obtuvo al saber que el Rey de los reyes le había
perdonado, que no le había reprochado nada. Por si esto fuera poco, le
había devuelto la esperanza de cumplir con su misión y de reencontrarse
con sus padres y con su hermano.

Aquel éxtasis le hizo caer de rodillas al suelo y susurrar desde lo más


profundo de su corazón: gracias.

El atravesado se paró y de inmediato notó que el dolor que inundaba su


cuerpo a causa de las inyecciones y del tratamiento había desaparecido.
Definitivamente el tiempo que pasó escuchando la voz del agua lo había
sanado.
Capítulo 20

APOLION
Capítulo 20

Al atravesado tomó unos segundos para decidir lo que ahora debía hacer,
pero no había muchas opciones, estaba en un pasillo y solo podía ir a la
izquierda o a la derecha. Al final de ese corredor estaba una puerta que le
resultaba familiar. Era la puerta del elevador por donde lo habían llevado a
la sala de inyecciones "revertidoras". Entonces entendió que no estaba
muy lejos de la zona de los calabozos y de las celdas donde lo habían
tenido preso. Lo comprobó cuando volteó al otro extremo del pasillo; ahí
estaba la puerta que conducía a las mazmorras. Por su puesto que Aod no
correría hacia la cárcel, así que la decisión fue fácil.

Recorrió el andador hasta llegar al ascensor y presionó el único botón que


había. Las puertas del elevador se abrieron y el atravesado lo abordó. El
pequeño cuarto comenzó a moverse y Aod sintió cómo subía, hasta que se
detuvo abruptamente y las puertas se volvieron a abrir. Había llegado a
una sala de vigilancia. El ya había estado ahí antes, cuando lo llevaron
para aplicarle el tratamiento. Desde aquel salón partían unos cubículos
móviles que se desplazaban a lo largo de una banda mecánica y se
detenían, solamente, en la entrada de los cuartos donde se aplicaban las
inyecciones “revertidoras".

En ese cuarto de vigilancia había una gran ventana que daba a un


gigantesco hangar. La sala de observación estaba en un piso más elevado
y el hangar quedaba debajo. Aod pudo ver ahí a cientos de cuadrillas de
demonios, todos dispuestos para la guerra con armaduras oscuras y
espadas dobles. También se paseaban grandes monstruos parecidos a
arañas gigantes. Cuadrilla a cuadrilla, junto con algunas de esas arañas
patonas, atravesaban por un portal que estaba colocado no muy lejos de
donde se encontraba Aod.

El atravesado puso atención y pudo distinguir lo que había del otro lado
del umbral. Era la ciudad blanca que resplandecía en lo alto del monte en
el que estaba asentada. Entonces Aod comprendió que ese hangar era el
lugar de donde salieron los demonios que atacaron a la ciudad de Paz en
la noche del gran sueño. Era el portal que Baalzvuv había abierto.

-Por ahí puedo salir de este lugar. - Se dijo Aod. -Yasí empezar de nuevo
con la misión que me encomendó el Rey.

Esta idea le pareció apetecible porque en realidad no tenía ni idea en qué


parte del mundo se encontraba él mismo. Tal vez estaba mucho más
cerca de la última de las aldeas de lo que estaría si regresaba a esa
ciudad, pero ¿cómo saberlo? También suponía que en la ciudad Blanca
podría obtener con facilidad otra Majaira ya que lo habían despojado de la
suya. Aod se puso a analizar la situación, a idear un plan para entrar a ese
hangar y cruzar por ese portal sin ser capturado.

De pronto, una alarma muy ruidosa comenzó a sonar con gran fuerza y
una torreta inundó de luz roja intermitente el lugar. Habían descubierto
que Aod estaba prófugo. Rápidamente miró a las pantallas que había en el
centro de mando. En los monitores se veían a los guardias armados con
grandes cañones que corrían por el pasillo en el que hacía unos segundos
se encontraba el atravesado, justo el que conducía a aquel lugar.

Aod atrancó la puerta del elevador para que no se cerrara y así evitar que
subieran los guardas. El muchacho estuvo apunto de aventarse por la
ventana para caer en el hangar y cruzar el portal, pero pronto comprendió
que no duraría ni un segundo en aquel lugar repleto de demonios
armados. Decidió entonces accionar el mecanismo que transportaba el
cubículo por la banda mecánica, no le quedaba otra opción. Se subió en
una de esas celdas movedizas para alejarse del centro de vigilancia y
ganar tiempo mientras pensaba qué hacer, pero el transporte avanzaba
muy lento. Los segundos parecían semanas, la luz roja y la chicharra no
paraban de provocar tensión. Entonces, para su mala suerte, en el otro
extremo de la banda mecánica, hacia donde se dirigía Aod, se abrieron las
compuertas de otro cuarto de vigilancia que se encontraba en ese lado y
aparecieron tres guardas más, llevaban también grandes metralletas y
comenzaron a disparar contra el joven.

La banda mecánica por donde viajaba el pequeño cubículo en donde iba


Aod, estaba entre dos cuartos de vigilancia, en un extremo estaba el
cuarto por donde llegó el atravesado en el elevador y en el otro lado
estaban los soldados que le disparaban y hacia donde avanzaba el
transporte.

Una gran bala fue directo contra el pecho del joven, pero antes de que el
gran misil impactara en el blanco, la armadura recubrió al atravesado,
protegiéndolo de una muerte segura. Sin embargo, por el impacto, salió
impulsado hacia atrás, pero mientras lo hacía, pudo adoptar una posición
de defensa para protegerse con su escudo, que también apareció, como
era costumbre, en los momentos de peligro, porque después de la primera
bala le siguieron miles.

Esa ráfaga de municiones provenía de esos soldados que aguardaban en


el extremo de la banda mecánica. Los guardias esperaban una de dos
cosas, acabar con el muchacho a base de plomo o mantenerlo a raya
hasta que la misma maquinaria lo acercara.

Las balas cada vez se impactaban con más fuerza en el escudo del
atravesado pues a cada instante se acercaba más a los cañones que le
disparaban. Era cuestión de segundos para su inminente captura y fue
entonces cuando Aod vio su oportunidad de escapar.

A unos pocos metros de llegar a donde estaban sus captores, vio pasar a
su izquierda la conexión al cuarto de inyecciones. Sin pensarlo dos veces
se aventó contra la puerta metálica para abrirla y entrar.

En esos salones habían dos entradas, una por la que accedió nuestro
atravesado, que era por donde introducían a todos los presos y la otra
entrada, estaba en el otro extremo, por donde entraban los espectadores
que se daban cita para ver la tortura, y por donde finalmente salió Aod, a
toda prisa, después de cruzar el cuarto.

Entró a un pasillo cilíndrico, prácticamente blanco, muy sobrio, muy


pulcro, muy moderno. Contrastaba enormemente con el área de las
mazmorras de donde venía, que era burda y sucia. Sobre el pasillo donde
ahora se encontraba, estaban las entradas públicas de los cuartos del
proyecto Joás. El atravesado miró para todos lados y vio que al final del
corredor habían otros elevadores. Se apresuró a correr para llegar a ellos.
Mientras lo hacía, a sus espaldas, de las puertas que dejaba tras de sí,
salieron los guardias con sus metralletas y comenzaron a disparar. Aod se
giró para cubrirse con su escudo y caminó hacia atrás hasta llegar al
elevador, que ya estaba abierto.

Adentro del ascensor Aod apretó el único botón que había. Las puertas se
cerraron al tiempo que las balas se impactaban contra ellas. En menos de
veinte segundos esas puertas que eran de grueso aluminio quedaron
destrozadas, pero para entonces el elevador ya iba hacia arriba.

Aod sintió que tardaba mucho en subir, y la razón era la gran multitud de
pisos que recorría, pero las que no tardaron fueron nuevamente las
municiones impactándose contra el piso del ascensor. El joven sabía lo
que a continuación sucedería. El piso se haría añicos y él quedaría
expuesto nuevamente a las balas. Todo indicaba que los que no sabían
qué sucedería eran esos guardias, porque al parecer, no se cansaban de
destrozar lo que fuera con su artillería sin darse cuenta que por más que
quisieran, no podían con el escudo de un atravesado.

Aod se agarró como pudo en el techo, y desplegó su escudo dirigiéndolo al


suelo. Un instante después, pasó lo inevitable. El piso del elevador se
deshizo y las balas nuevamente se estrellaban contra el escudo del
atravesado. Aod pronto descubrió que no era muy necesario sostenerse
para no caer. Las balas que venían de abajo lo mantenían contra el techo
del ascensor, pues lo empujaban hacia arriba.

Finalmente, el elevador llegó al piso al que iba. Ahí estaban dos guardas
que esperaban al fugitivo. Vieron en las cámaras de circuito cerrado que el
atravesado había abordado el elevador, pero con la balacera, la señal se
había perdido y no supieron en qué terminó. Cuando las puertas del
ascensor se abrieron, se sorprendieron de no ver a nadie, los misiles ya
habían cesado y los gendarmes se asomaron hacia el fondo para buscar
alguna explicación. No vieron al que estaba sujetado del techo. Aod
aprovechó el descuido de los guardias y los usó como apoyo. Se impulsó
él mismo hacia adentro y a su vez tiró al vacío a los soldados.

El atravesado entró a lo que parecía un gran vestíbulo, donde solo había,


para salir de ahí, la puerta del ascensor por donde había llegado y otra
puerta en el extremo opuesto. Aod, sin pensarlo fue hacia ella, pero
cuando iba a abrirla, pudo escuchar que del otro lado, una multitud de
pasos acercándose, el muchacho miró un monitor que estaba en una
pequeña recepción y comprobó que pronto llegaría una cuadrilla de
guardias y que entrarían por ahí.

Aod, nervioso, volteó para todos lados buscando cómo poder escapar y
miró una pequeña ventana en la pared. Las pisadas se detuvieron detrás
de la entrada y ésta comenzó a abrirse, el atravesado no lo pensó dos
veces y salió por la ventana, quedando colgado de ella, con su cuerpo
suspendido por fuera del edificio. En esa situación el atravesado esperó un
par de minutos deseando que se fueran los soldados para entrar de
nuevo, pero no se marcharon, sino que al contrario, la mano de un
guardia tomó la suya y lo empezó a jalar hacia adentro con el fin de
meterlo de nuevo al cuarto. Aod con mucho esfuerzo pudo zafarse, pero
cayó.

El atravesado iba en picada, pero después de algunos segundos, la pared


del edificio, que en un principio estaba completamente vertical, comenzó a
tomar una inclinación, una gran curvatura, parecida a una gigantesca
rampa de patineta, porque hasta abajo se volvía horizontal, ya que el
edificio del que había salido el atravesado era mucho más ancho en su
base que en su punta.

Así, Aod, pronto chocó con la pared y de inmediato acomodó el cuerpo


para deslizarse sobre sus pies. Nuevamente la armadura le ayudó a que
no se quemara con la inmensa fricción que producía descender de esa
manera. Nuestro joven amigo tendrá que confesar que a pesar de todo, le
pareció muy divertido deslizarse así.

Era tan grande el edificio del que había salido Aod y tan alto de donde
había caído, que tuvo tiempo de contemplar el paisaje mientras
descendía. Lo que vio fue algo insólito y asombroso.

En frente de él se hallaba lo que parecía un gran lago, perfectamente


circular, rodeado por lúgubres montes. Sobre él flotaban densas nubes
verduscas girando en espiral. Aod imaginaba que bajo ellas había agua,
aunque no podía asegurarlo.

El muchacho regresó su mirada a la rampa sobre la que se deslizaba y


miró que se acercaba a una superficie plana que sobresalía
horizontalmente, parecido a un gran balcón sin barandales o a una
explanada. El atravesado tuvo que flexionar más sus rodillas e hincar su
trasero sobre el suelo para bajar la velocidad, detenerse y no salir de
aquella explanada disparado por los aires. También tuvo que emplear sus
manos para frenar su impulso y hasta sus codos los clavó cual anclas. Al
final lo consiguió, se detuvo en aquella superficie antes de salir despedido.
Sobra decir que gracias a su armadura no dejó la piel en esa maniobra.

El atravesado se paró e hizo que el casco de su armadura desapareciera


con el fin de apreciar mejor el panorama. Volteó hacia arriba y comprobó
que la gran pared por la que se deslizó, era parte de una enorme
fortaleza, de un gran edificio que se parecía a una presa hidráulica.

La construcción estaba en medio de los montes que rodeaban aquel lago.


Como si estuviera diseñado para ser parte de la cordillera. Esos cerros,
junto con el edificio, le daban la impresión a Aod de estar dentro del
cráter de un volcán y los nubarrones que estaban en medio aumentaban
esa sensación.

La explanada en la que se había detenido el atravesado, en realidad era el


techo de un gran salón que sobresalía de la pared, éste salón no estaba
en la parte más baja del edificio, no estaba al ras del suelo, sino que se
encontraba a varios metros de altura, favoreciendo así la vista del
remolino de nubarrones que se extendía gigantesco en frente.

Era espectacular el paisaje, inolvidable y horrible. El mismo cielo lucía un


amarillo verdusco que le daba apariencia de estar podrido, y tal vez por
los gases que emitía el lago, el horizonte se veía rojo. El ambiente tenía
un aspecto muy deprimente.

Las grandes masas de humo que se arremolinaban muy pasivamente,


daban la impresión de que un horrible potaje se estaba preparando dentro
del caldero de una nefasta bruja. Entonces, mientras contemplaba atónito
aquel lugar, un pensamiento asaltó en la mente de Aod.

Ponle sal a la Sopa.

Aod recordó las palabras del ser luminoso que lo sacó de su celda. Se
preguntó así mismo por qué razón venía a su memoria esa frase en ese
momento, y entonces una idea le llegó. Tal vez aquel mensajero de luz se
refería a ese gran lago humeante cuando hablaba de la sopa.

-Pero no tengo sal aquí - se dijo a sí mismo.

Al tiempo que su armadura desaparecía, el atravesado se tentó los


bolsillos de su pantalón como para justificarse ante alguien de que
efectivamente no tenía sal, pero, ¡sorpresa!, sintió un pequeño bulto en su
bolsillo. Era la arena que Postal le había regalado cuando estaban a las
afueras de la ciudad de la luna. No había duda, esa era la sal que debía
"echarle a la sopa”.

Aod sacó el pequeño costal de su bolsillo y lo arrojó con todas sus fuerzas
lo más lejos que pudo, dentro del gran lago. Cuando la arena entró en las
nubes, éstas parecieron recibirla con desagrado. Truenos sonaron y rayos
se encendieron por todos los humos del remolino, desde el lugar por
donde entró el costalito hacia la periferia, y así como los rayos recorrieron
las nubes, un escalofrío recorrió la espalda de Aod.

El atravesado caminó sobre la explanada, que en realidad era el techo de


ese gran salón. Iba revisando si había algún lugar por donde pudiera
entrar. Después de no hallar nada en la superficie, se tumbó en el suelo,
al filo de la orilla y se asomó hacia adentro. No había nadie así que se
metió. Aquel salón daba directo a la intemperie, al exterior, a la horrenda
laguna; no había ningún cristal o muro que se interpusiera. Tampoco
había paredes, estaba vacío, de gente y de cosas. Era muy grande, sin
esquinas, semejante al interior de una alargada piedra de río con una gran
apertura por todo el costado. No había rastro de alguna salida.

Aod quería entrar a la fortaleza y después buscar el camino que le


condujera al gran hangar, donde vio el portal que llegaba a la ciudad
blanca, pero no parecía haber forma de salir de aquel salón. Decidió echar
un vistazo hacia afuera para evaluar la posibilidad de deslizarse
nuevamente sobre la pared inclinada y llegar a algún otro lugar con más
posibilidades. Mientras caminaba hacia la orilla, todo comenzó a tornarse
oscuro y densas tinieblas ocuparon el espacio. El joven escuchó una voz
tras de sí.

-¡Hola Aod!
El joven se dio media vuelta. Donde antes había un salón iluminado por la
luz mortecina del opaco día, ahora había una densa oscuridad, y donde
antes no había nadie, ahora estaba Apolión.

Aod nunca había escuchado voz tan espectral. Al mismo tiempo que el
demonio dijo las palabras, chillidos muy agudos taladraron los oídos del
atravesado. Era el Rey de los demonios, no había duda. Lo tenía fijado en
su memoria desde el momento que lo vio en la Historia de Todas las
Cosas. Sus ojos grandes y redondos, sus cejas de fuego, sus colmillos, sus
enormes orificios nasales, su melena. Sin embargo, ahora pudo apreciar
mejor su cuerpo, a pesar de que la oscuridad reinaba. Era como una gran
serpiente emplumada con poderosos brazos y manos, que flotaba por el
aire.

-¿Cómo está el más grande de los traidores?- Dijo Apolión con ironía.

Aod entendió perfectamente el sarcasmo del ángel caído, sabía que se


refería al momento en que le había enterrado la espada al Rey de los
reyes. La voz espectral del demonio junto con los agudos decibeles que
producía, sofocaban la mente del atravesado.

El muchacho no hizo mas que apretar puños y dientes. Súbitamente una


poderosa e inexplicable fuerza lo tomó y lo oprimió, lo inmovilizó y lo
elevó del suelo, suspendiéndolo en el aire. El mismo dolor que la espada
de Sárx y el de la inyección le causaban, fue el mismo dolor que le vino de
golpe al joven, pero ahora, en una magnitud nunca antes experimentada,
acompañada de angustia, desesperación y miedo.

El atravesado pensó que no podía soportar mayor dolor que el que sintió
en aquella mesa de inyecciones, pero comprobó que estaba equivocado. El
muchacho estaba paralizado, no podía moverse, petrificado.

-Yo te conozco, sé que eres un traidor y que pensabas atravesar al último


de los gentiles para reunirte con tu familia y para que regresara el
Humillado. ¡Ja¡ ¿Aún crees en esa tonta historia.? Me das risa. Tengo
absolutamente todo bajo mi control y en menos de lo que tú crees
conquistaré para siempre a todos los hijos de Gómer. Les daré la
naturaleza de mis hijos y así el Humillado nunca podrá recuperarlos.
Todos serán míos y Él nunca jamás regresará. Además, lo he conseguido,
he logrado reunir todos los elementos y dejarlos en el punto exacto para
formar el gran portal, y aunque me tardé mas de dos mil años ya está
listo y ahora solo resta abrirlo con la llave. Fue tardado sí, pero ya está
lista la puerta al abismo. ¿Pensaste que podrían detenerme? ¿Que
llegarían a tiempo a la última de las aldeas?, ¿Que tus amigos lo
conseguirían?, ¿Que me podrían quitar la llave? pues te equivocaste, mira.

En ese momento apareció la proyección de un telelograma con la imagen


de los dos atravesados capturados por Daat, dentro de su nave. Esa foto
había sido enviada por el cyborg mientras esperaban que llegaran a
recogerlos. Para informar del éxito de la captura, Daát había mandado la
prueba al reptiliano.

Aod no supo qué pensar, porque no pudo reconocer a la jovencita que


estaba capturada junto con Mezak, era evidente, por el cuerpo, que no
podía ser Salak, y es que en realidad era Ayia. Al joven le dio gusto ver
que no todo estaba perdido pues ahora no tenía la envidia que antes lo
había traicionado.

El joven tampoco sabía a que se refería el demonio con lo de la llave, pero


resulta, que como bien lo dijo, Apolión necesitaba la llave del cantor para
abrir el gran portal, la cual, Kabed le entregaría, tal y como se había
acordado secretamente en "Los Tratados de Oriente". Pero cuando el
hombre piedra iba camino a reunirse con el demonio para entregarle la
reliquia, pasó el incidente del cementerio, donde los atravesados
vencieron a Legón y descubrieron que en la ciudad de la Roca estaba el
portal que conducía a la última aldea. Kabed decidió desviarse de su ruta
para acabar primero con Aod e Ishia, y después seguir con su itinerario. El
príncipe de piedra no contaba con que, en esa escala, Martín le haría
atravesar el portal de la vida con su martillo, permitiéndole a Aod obtener
la llave y quitársela a Apoleón. Ahora el demonio creía que Salak y Mezak
eran los poseedores de la herramienta, porque pensaba que al haber sido
ellos quienes atravesaron la puerta en el muro, ellos eran los nuevos
guardianes de la llave, ignorando que el del martillo la había dejado en
manos de Gamaliel.

-Me alegro de que estés aquí, -continuó el ángel.- para que veas la puerta
del gran calabozo que finalmente confeccioné. En cuanto le quite la llave a
tus amigos, abriré ese portal y libertaré al gran ejército encerrado del
abismo, y con él, terminaré de conquistarlo todo, incluso, las tierras
lejanas. Dando inicio a la gloriosa y eterna era de Apoleón, que nunca
verá su fin.

El demonio hizo que Aod, quien aún seguía inmovilizado y suspendido


sobre el aire, se girara en redondo sobre su eje para que pudiera
visualizar el gran lago con humo.

-Pero Aod, quiero ser benévolo contigo.- La voz del Ángel se aclaró y dejó
de ser molesta. - Supe que tú eres un excelente candidato para el
proyecto Joás, que no hubo en ti nada que detuviera el recorrido de la
sustancia por tus venas. Voy a ser misericordioso contigo Aod, estoy a
nada de destruirte. Con tan solo desearlo, el dolor que sientes te
reventará el corazón, a menos que decidas unirte a mí. Si lo haces, en
este instante te regreso a la sala de inyecciones y por mi cuenta corre que
no te dolerá, porque cuando alguien decide hacerse el tratamiento por
cuenta propia, no duele. Una vez que te hayamos regresado, yo te
prometo que reinarás conmigo, en mi nuevo reino, en el que estoy a
punto de conquistar. No te faltará nada, lo tendrás todo, poder y riquezas,
y por si fuera poco, prometo reunirte con tu hermano, no necesitas al
Humillado.

-El Rey de los reyes te venció, - respondió Aod, con un gran esfuerzo
debido a la parálisis de la que era víctima.- yo lo ví en la Historia de Todas
las Cosas, tú ya perdiste.
El atravesado lo dijo con toda la certidumbre y convicción. Lo creía aún
cuando hubiera sucedido dentro de la voz del agua y estuviera viendo a la
serpiente delante de sí. Sabía que lo que había pasado en esa historia era
más real que incluso, el suelo, que justo en ese momento, no pisaba.

Apolión se enojó con todas sus fuerzas, ni siquiera la oferta de reunirlo


con su hermano le funcionó, porque ahora Aod tenía un deseo mayor que
el de reunirse con su familia, y era la honra de su Rey, aun cuando eso
significara perder su vida.

El Príncipe de los demonios comenzó a imprimir su fuerza invisible sobre


el corazón del muchacho que seguía inmóvil y suspendido sobre el suelo.
Aod pensó que ese era el momento en que su Rey lo llamaría. ¿Cuántas
veces no habría pensado lo mismo en los últimos días? pero en esta
ocasión, tampoco fue así.

-¡Señor!- dijo una voz demoniaca que provenía de detrás de Aod -


Disculpe la interrupción, pero la densidad del portal creció
inexplicablemente, no sabemos cómo sucedió.

Después de oír eso, Aod cayó en el suelo y Apolión, junto con su


mensajero, desaparecieron. La opresión que mantenía inmóvil al joven se
esfumó, así como también la materia oscura que gobernaba el salón hacía
unos instantes. El rey de los demonios se marchó a investigar la razón
que provocó la alteración en el lago. Era demasiado importante para los
planes del demonio tener listo ese portal y demasiado tiempo había
tardado en conseguirlo, por esa razón fue de inmediato a ver qué pasaba,
olvidándose de Aod.

Lo que en realidad sucedió fue que el costalito de sal que Aod había
aventado a ese gran lago cambió la densidad del mismo, provocando la
alteración a la que se refería el siervo de Apolión.

El atravesado sabía que tenía que salir de ahí lo antes posible y a como
diera lugar, pero al parecer no habían más opciones que aventarse de
nuevo por la gran "resbaladilla" exterior. Caminó hasta detenerse en el filo
del piso del salón y volteó hacia abajo. La base del edificio y el suelo se
adentraban y perdían dentro de una densa neblina. El joven no veía el
final de aquella fortaleza ni lo que había más abajo. Por esta razón, a Aod
no le convencía del todo la idea de volver a deslizarse por esa pared, no le
gustaba ignorar el lugar a donde llegaría, pero al parecer, no le quedaba
más remedio. Aod, al borde dela cornisa, estiró sus brazos y su armadura
lo revistió, alistándolo para comenzar la aventura del descenso. El joven
volteó hacia el interior del salón para echar un último vistazo, entonces
vio algo inusual, el visor de su casco resaltaba una zona en el fondo del
cuarto. Aod, extrañado, fue a investigar.

Al llegar al lugar que le señalaba la pantalla de su casco, pudo observar


una ranura en la pared. Aod metió sus dedos y jaló la delgada placa
metálica que formaba el muro. Para su fortuna, descubrió una tubería del
sistema de aire del edificio. Desmontó el tubo y se metió en él, no era
muy amplio, pero lo suficiente para que el atravesado se desplazara a
gatas. Aod vio en esos ductos su pase de salida de aquel cuarto y la
manera para desplazarse dentro del edificio hasta llegar al hangar donde
estaba el portal, y sin ser visto.
Capítulo 21

EL ULTIMO DE LOS GENTILES


Capítulo 21

Después de librarse del cyborg y del brujo, al primer lugar a donde se


dirigieron los atravesados, fue al lugar donde Salak y la bestia se
enfrentaron.

Querían desenterrar la espada que se había tragado la tierra. El veloz


reconoció perfectamente el lugar porque las huellas de la batalla ahí
estaban, intactas. Escarbaron donde supuestamente estaría el arma, pero
no encontraron nada por más hoyos que hicieron. No les quedó mas que
resignarse y emprender su viaje hacia la última aldea con sólo una
Majaira.

Mezak y Salak seguían a Ayia, quien conocía a la perfección la selva. La


muchacha avanzaba muy rápido, con mucha agilidad y facilidad. Sin
embargo, cuando Ayia escapaba, actuó en ella una fuerza inusual, de la
cual nunca se percató y que le permitió correr como el rayo. Esa fuerza
extraordinaria fue originada, tal vez por su miedo, o tal vez fue el
resultado de la fuerza propia de los veloces, que a veces, embiste de
manera momentánea a algunos atravesados. Ayia corrió durante dos días
antes de encontrarse con los veloces, pero en realidad, sin aquella
velocidad y sin aquella fuerza, la aldea escondida estaba a cuatro días de
camino.

Llegada la noche, antes de acostarse a descansar, los dos atravesados se


planteaban la complicada situación de ir al poblado con tan sólo una
espada. Pensaron en alguna forma de suplir esa carencia. Por supuesto
que existían esas historias de los antiguos que aparecían su espada aún
cuando no la tenían consigo, pero Salak nunca había hecho tal cosa y no
quería arriesgarse a intentarlo en la última aldea.

Ayia, que escuchaba el dilema de los veloces, les comentó que las armas
que su pueblo usaba para cazar eran de piedra, y que si necesitaban una
en aquellos instantes, podrían probar haciéndola de ese material. Los
veloces conocían bien la Historia de Todas las Cosas y sabían que para
hacer una Majaira nueva, solo tenían que inspirarse en otra mientras la
formaban, pero no conocían ninguna restricción en cuanto a los
materiales, así que decidieron que probarían al día siguiente.

En cuanto amaneció fueron en busca de una gran roca, una lo


suficientemente grande y sólida como para que de ella pudieran formar
una espada. Encontraron una peña con las características que buscaban y
Mezak la rebanó con su arma de un solo tajo, sacando así la pieza de
donde tallarían la nueva Majaira. Habrá que recordar que las las espadas
del Rey tienen un poder especial que les permite cortar con facilidad
cualquier cosa. Posteriormente, al gran trozo de piedra le fueron dando
forma con cada golpe del metal.

-¡Que bella Unti!. - Dijo Ayia al ver la espada casi terminada.

-¿Por qué Unti? - Preguntó Salak amigablemente.

-Así llamamos a esos objetos en mi aldea, "Untis"- respondió la


muchacha.

El arma metálica del veloz dejó de quitarle pedazos a la pieza de roca, aún
cuando siguiera golpeándola, indicando que la nueva Majaira estaba lista.

-Ahora solo resta saber si tiene el Espíritu del gran Rey - dijo Mezak.

Salak tomó la nueva arma y aunque fuera de piedra, tenía la ligereza que
caracteriza a una espada del Rey. El veloz la paseaba por el aire con total
facilidad. Para asegurarse de su calidad, la chocó contra la misma peña de
la que había salido y pasó la prueba, rebanó la roca como antes lo había
hecho la espada de Mezak. Después derribó un árbol con tan solo un golpe
en el tronco. El veloz siguió probando su nueva espada al chocarla contra
la de su amigo, y no sufrió ni un rasguño. Por último intentó cortar su
antebrazo con el filo, no le hizo ningún daño y lo mismo si se golpeaba.

-Ahí lo tienes, una Majaira tan resistente y ligera como cualquier otra -
dijo, contento, el veloz.

-¿Por qué no todas las espadas son de piedra?- pregunto Ayia al ver lo
bien que quedó la nueva Majaira.

-Pues porque las espadas no son de piedra, - le respondió Mezak - son de


metal. Esta es una excepción, pues no hay otra opción, y el Espíritu del
Rey lo sabe.
...

Aod comenzó a recorrer intuitivamente las instalaciones del aire,


esperando acercarse al gran hangar donde estaba el portal que lo llevaría
de vuelta a la Ciudad Blanca. Mientras andaba a rastras, y después de no
recorrer muchos metros, pudo escuchar una voz que salía de unas
rendijas.

Aod se asomó y pudo ver un salón circular en forma de anfiteatro con


personas adentro. Los presentes estaban encapuchados con una túnica
larga, negra y con el triángulo del gobierno del Semejante, con adornos
dorados y con dijes opulentos. Algunos tenían seres extraños sobre sus
cabezas, con cuernos que les daba apariencia de venados o de jabalíes.
Eran el mismo tipo de personas que Aod había visto en el panteón, cuando
fueron él e Ishia a rescatar a la mamá de ella del demonio Legón. Los
encapuchados que Aod estaba viendo en aquel momento eran idénticos a
aquéllos. Las cabezas tan extrañas que esas personas llevaban encima no
eran otra cosa sino demonios guardas, amalgamados a sus esclavos.

El personaje parado en el centro del salón tenía cuatro ojos felinos y


cuatro mandíbulas, con voz fuerte, decía:

-Hemos continuado el legado milenial, nuestra generación también ha


mantenido oculta la última de las aldeas. Sabemos que mientras ésta
permanezca fuera del alcance de los atravesados, impidiéndoles atravesar
al último de los gentiles, el Humillado nunca regresará. Tan majestuoso ha
sido nuestro trabajo que prácticamente ha desaparecido en los
atravesados el deseo de buscarla. El único lugar donde se planteaba con
algo de seriedad la expedición y la búsqueda de ese poblado escondido, es
en la Ciudad Blanca y desde meses está sitiada por nuestras tropas. Si
bien, aún no hemos podido doblegarla, es cuestión de días para
conseguirlo, toda vez que logremos saber de dónde sacan sus provisiones.
Pero, la verdadera razón de esta reunión es anunciarles que ya estamos
en condiciones de llevar a cabo la siguiente fase de nuestro plan, a fin de
cumplir con nuestra tarea: Sellar a todos los humanos y corromperlos. De
esta manera frustraremos el plan de nuestro enemigo y nunca cumplirá su
profecía, nunca regresará a rescatar a los humanos, porque ya no serán
humanos. Entonces seremos dueños de todo, para la gloria del único Rey
Apolión. Gobernaremos los demonios y los humanos bajo una misma
bandera y forjaremos un único y nuevo reino, del que nunca tendrá parte
el Humillado. Hace mucho tiempo, en la era pasada, estuvimos a punto de
conseguirlo. En aquel entonces logramos corromper a casi todos los
humanos, solo se nos escaparon ocho, pero ahora nada puede salir mal.
Al fin hemos perfeccionado la fórmula potencializadora. La nueva fórmula
"333X2" ha conseguido cambiar el ADN humano lo suficiente como para
dejar de considerarlo así: humano. Desde anoche los cargamentos del
potencializador "333X2" comenzaron a salir hacia todas partes del mundo
para preparar las aplicaciones, incluyendo a la Ciudad de la Luna y a Sika,
la ciudad de los hijos del Cantor. Así es, compañeros, he de informarles
con agrado que aunque aún no han firmado los tratados que formalicen la
adhesión al gobierno global, los diálogos van muy bien y es casi un hecho
que nuestro señor Semejante logre que pacten la paz entre ellos y formen
parte de nuestro régimen. Así que adelantándonos a lo que prácticamente
es un hecho comenzamos a enviar la sustancia también a esas regiones.
Los tendré informados de ese asunto.
Regresando al tema de la nueva fórmula potencializadora. Ustedes saben
que llevamos un tiempo haciendo una gran campaña a nivel mundial, con
diferentes estrategias y dirigida a todo tipo de personas, desde los más
pequeños hasta los más ancianos, desde los más pobres hasta los más
ricos, a fin de que todos los humanos anhelen ponerse la inyección, y en
esto confiamos, pero los que no quieran hacerlo, simplemente los
obligaremos.
Ahora les quiero presentar al encargado de lograr la más grande
aportación al desarrollo de la fórmula, este hombre pudo descubrir los
avances que ahora nos permiten ver cumplido el plan de Apolión. Es una
maravilla y un misterio como este joven logró tener el conocimiento para
desarrollar la fórmula, pero lo hizo. ¡Adelante!.

La persona que estaba hablando presentó a un hombre que se abrió paso


entre el público. También él estaba encapuchado, pero no llevaba un
demonio de sombrero. Aod no quería perder más tiempo y se disponía a
continuar con su camino, pero en cuanto el hombre recién llegado
comenzó a hablar, capturó la atención del atravesado inmediatamente,
por que su voz le resultaba demasiado familiar, era idéntica a la de su
hermano.

-Finalmente, hemos desarrollado el potencializador adecuado para


transformar esencialmente a los humanos y convertirlos en hijos de
Apolión para siempre. Todos sabemos que los anteriores potencializadores
no completaban la tarea de transformarlos, aunque sus efectos eran
parcialmente satisfactorios; pero con esta nueva fórmula ya no hay vuelta
atrás. Las personas que se aplican esta inyección mueren si una Majaira
les atraviesa. Después de suministrarles la fórmula ya no hay manera de
que el Humillado los reclute para su Reino. Ustedes saben bien que con el
tiempo, las antiguas inyecciones iban perdiendo su calidad y que cualquier
Majaira podría atravesar sin matar a quienes se aplicaran esas viejas
fórmulas, convirtiéndolos en rebeldes. Con la fórmula que hemos
desarrollado logramos que esas espadas sí los atraviesen, pero para
matarlos. Es esta la consumación de nuestro triunfo. Probamos la
sustancia en algunos agentes encubiertos y comprobamos su efectividad.

Inmediatamente Aod recordó el momento que tanto le impactó, cuando


Postal mató a Merizo en el salón de la roca con su Majaira, a pesar de que
era un humano.

-El único requisito para que las inyecciones sean plenamente efectivas, -
continuó el encapuchado.- es que deben ser aplicadas en la mano derecha
o en la frente. Cuando a los humanos se les introduzca la sustancia
333X2, el Humillado no los reconocerá y las Majairas los matarán, en vez
de sellarlos para él.

-Y díganos - le preguntó el hombre que primero estaba hablando. - ¿Cómo


consiguió que la fórmula finalmente surtiera el efecto que deseábamos?

-Cuando yo llegué, ya había la tecnología para que las sustancias


modificaran el DNA de los humanos, pero mi aportación fue en descubrir
que se tenía que modificar un cromosoma en el par 23. Ese par es el único
que se compone por cromosomas diferentes entre sí. Antes intentábamos
cambiar la información genética con la sustancia en los otros 22 pares, y
lográbamos buenos resultados, pero parciales. Sin embargo ahora, solo
vasta añadir un cromosoma de ángel, es decir, con forma de asterisco, en
el par 23 y listo, tenemos una nueva raza.

-Brillante, y díganos, ¿cómo llegó a ese descubrimiento? 

Aod, pese a que quería irse ya de ahí, insistía en que esa voz era la de su
hermano y no podía marcharse hasta verle el rostro a aquel hombre y
asegurarse, entonces se apoyó sobre la rejilla para conseguir mirar a
aquel cuya voz le resultaba tan familiar, pero la reja no soportó el peso y
el atravesado cayó al salón, a un lado del maestro de ceremonias que
presidía la reunión. Éste personaje era humano pero el demonio que traía
encima se fusionó con su cara y se volvió horrible, como un monstruo, y
con sus cuatro mandíbulas le gritó:

-¿Con qué potestad, en el nombre de quién o qué confianza te da estar


delante de nosotros? miserable humano.

Inmediatamente, sin esperar respuesta, desenvainó una gran cimitarra


que llevaba bajo la túnica y lanzó un sablazo a la cabeza del intruso. Aod
no supo cómo, pero instintivamente contestó con un golpe de su espada.
Sorprendentemente su Majaira estaba en su mano. Las historias antes
oídas de atravesados que podían invocar su arma y traerla aunque
estuviera lejos, se estaban cumpliendo en Aod, juntó con la promesa que
el Rey le había hecho en la Historia de Todas las Cosas:

-Señor la he perdido, ya no tengo espada.

-No te preocupes por eso.

Ahora Aod estaba en pie de lucha y revestido de su armadura. Lanzó una


estocada al humano encapuchado. El golpe le dio de lleno en el pecho,
pero no le atravesó ni lo mató, porque era un humano, así que el golpe
solo le hizo caer. Inmediatamente, el hombre de túnica se paró y salió
corriendo junto con los demás, pues todos abandonaron el recinto a prisa
y en medio de un gran bullicio.

Para que un demonio de esos se fusione de esa manera con un humano,


el requisito es que tal hombre sea puro, y aquellos encapuchados lo eran.
Pertenecían a una orden muy antigua que desde tiempos ancestrales se
vendió a los demonios para apoyar su causa. Saben por completo los
planes secretos de los hijos de Apolión y sus intenciones de esclavizar
definitivamente a las personas. Sirven al Semejante manteniendo el
engaño sobre los humanos y a cambio reciben el control sobre la
economía y sobre las religiones de las diez ciudades durante las seis
épocas de la realeza.

Aod no logró ver si aquel que hablaba del potenciador era o no quién
sospechaba. Entonces comenzó a buscarlo con la vista entre la multitud
que evacuaba el salón, hasta que lo vio. Sí era él, Caleb, su hermano. No
había ninguna duda, sus miradas se cruzaron y se reconocieron
mutuamente. El atravesado no cabía del asombro, pero al parecer, a su
hermano no le causó ninguna sorpresa porque simplemente siguió su
marcha impasible, hasta perderse de vista tras salir del salón.

Una sensación extraña invadió a Aod mientras miraba atónito cómo el


recinto se vaciaba. Estaba muy feliz de reencontrarse con su hermano,
pero también muy sorprendido de que simplemente se fuera, a pesar de
que se vieron. También le parecía sumamente extraño que él fuera el
responsable de crear un potenciador capaz de hacer irredimibles a los
humanos; primero porque esa labor era muy perversa y segundo porque
Caleb nunca había mostrado ningún interés o aptitud para la ciencia, era
un simple mecánico como él.

Mezak, Salak y Ayia continuaron su camino hacia la última de las aldeas.


Ya estaban a un par de kilómetros de su destino. El gran demonio Foré ya
sabía todo al respecto, conocía perfectamente la ubicación de los
atravesados y sus planes. Los duendes y hadas de la selva le mantenían al
tanto.

El guardián de la aldea decidió esperarlos e ideó una emboscada para


hacerles frente. Esta vez sería inútil depender solamente del hechizo que
estaba sobre ese territorio, el hechizo que hacía invisible a la aldea aún
cuando algún extraño cruzaba por en medio de ella mientras la buscaba.
Ese conjuro que el gran demonio había puesto funcionó un par de veces
cuando algunos atravesados llegaron a buscar a esas personas. El
embrujo hacía imposible encontrar la aldea, porque además de que su
ubicación era un secreto, cuando alguien daba con el lugar, al pasar por
ahí, no podía verla por el hechizo. Si algún misionero llegaba hasta la
aldea, simplemente los demonios obligaban a los aldeanos a quedarse
quietos y en silencio y eso bastaba para que la magia fuera efectiva, como
cuando los animales se quedan quietos para camuflarse. Pero ahora, el
demonio de la Selva sabía que eso no resultaría, porque no podía engañar
a los ojos de un nativo. Ayia los delataría inmediatamente.

La idea de huir también era inaudita para el guardián, porque además de


ser muy peligrosa, pues podían ser vistos por alguien más o emboscados
en algún punto, los aldeanos no se trasladarían tan rápido como para
evitar a los veloces. Foré no tenían más remedio que enfrentar a los
atravesados con todo lo que tenía.

Selak, Mesak y Ayia llegaron a la última de las aldeas. En ese arribo se


cumplía un encargo ancestral, un plan eterno.

Con mucha cautela y espada en mano comenzaron a buscar en las chozas


a los aldeanos, pero no había nadie.

La comunidad estaba compuesta de apenas unos treinta habitantes: cinco


hombres, siete mujeres, dos ancianas, un anciano, tres jóvenes mayores
de doce años, dos hombres y una mujer y los demás eran niños y niñas
menores. Pero no había ni uno en la aldea.
Los atravesados revisaban las chozas vacías en busca de alguien hasta
que, después de revisar cada una y no encontrar a nadie, los tres
misioneros llegaron a la enramada más grande, la que estaba en el
centro, que en realidad no era casa de nadie, sino que era el lugar donde
se reunía todo el pueblo. Esa gran choza es donde estaba la mesa de
piedra, en donde el brujo iba sacrificar a Ayia. Los veloces se preguntaban
consternados que era lo que estaría pasando, cuando desde los aires los
demonios cayeron sobre ellos, después de traspasar el techo de juncos.

Esos demonios eran diferentes. Parecían bestias, animales, una


combinación de mamíferos con insectos. No andaban erguidos sino sobre
sus cuatro, o hasta seis patas, y aunque parecían del reino bestial, en
realidad eran los demonios guardas de los aldeanos. Los atravesados, con
la velocidad de los veloces, lograron esquivar alguna herida mortal y Ayia
logró recluirse en una esquina. Rápidamente los veloces protegieron a la
muchacha, porque los monstruos querían llegar hasta ella. Así dio inicio
un fiero combate contra aquellos demonios. Mezak sabía que esos seres
horripilantes eran los guardas de los aldeanos pero no veía a las personas.

-¿Y tu gente Ayia? ¿Dónde está?

Mezak comprendió que estaban peleando sólo contra guardas, pero que
los humanos estaban en otro lado. Y si estaban en otro lado no los
podrían atravesar y de nada serviría haber llegado hasta ahí. De hecho
toda la misión se ponía en riesgo pues esos demonios no eran nada
sencillos de vencer. Se movían muy rápido y a diferencia de los demonios
comunes, éstos no estallaban con la misma facilidad cuando la Majaira
metálica de Mezak los tocaba, pero la espada de piedra si los reventaba,
tenía el efecto devastador en esos demonios con tan solo rozarlos como
las Majairas comunes en los demonios comunes. Con un leve toque de la
piedra, explotaba la parte del monstruo con la que entraba en contacto.

-No sé - respondió Ayia.

-Piensa - insistió Mezak- ¿dónde pudieron esconderlos?

Ayia pensaba en algún lugar donde se los pudieran haber llevado,


mientras se cubría la cara con sus brazos de los ataques de los demonios,
ataques que nunca la tocaron, pues los veloces lo impidieron. Entonces la
chica lo supo.

- Se los han llevado a la cueva.

-¿A dónde?

-Sí, a la cueva del demonio, es donde él vive -dijo gritando Ayia mientras
apuntaba con el dedo.- esa cueva que está en ese monte.

Aod estaba absorto en medio del pequeño auditorio y ya todos se habían


ido. Se encontraba asombrado por haber visto a su hermano. Decidió ir
tras él, pero al momentos de ponerse en marcha, sus amigas las balas
empezaron a golpearle por todo el cuerpo. Una cuadrilla de guardias
bestiales, cubiertos con sus armaduras tecnológicas llegó al lugar.

Fueron avisados por el alarma que se disparó anunciando al intruso, de la


cual, Aod ni cuenta se había dado porque el asombro le había hecho
desconectarse de todo por unos segundos. Los gendarmes, fieles a su
necia costumbre abrieron fuego sobre el atravesado como si eso les
hubiera funcionado anteriormente. Aod con escudo desplegado se
abalanzó contra ellos cubriéndose de la lluvia de plomo en su contra. Con
su espada destajaba a diestra y siniestra a los policías, intentando
deshacerse rápido de ellos y dejarlos atrás, a fin de alcanzar a su
hermano.

Al salir del salón, el atravesado alcanzó a mirar cómo Caleb giraba en un


pasillo y fue tras él. Otro giro a su derecha y otro a la izquierda. Caleb
tenía la firme intención de dejarlo atrás. En ese momento al atravesado le
hubiera gustado tener la velocidad de los veloces, pero a pesar de que no
la tenía, pronto acortó la distancia. Llegó a estar tan cerca de su hermano,
que pudo rozarlo con la punta de los dedos. Caleb volvió a doblar
nuevamente en otro pasillo y cuando Aod también lo hizo, una espada
surcó el aire dirigiéndose directamente a su cabeza, con el claro propósito
de rebanarlo. El atravesado reaccionó sorprendentemente rápido y logró
agacharse a tiempo, pero la velocidad de la carrera y el movimiento
abrupto, provocaron que se cayera al piso.

Desde el suelo contempló cómo su hermano se escapaba, y se lamentó de


no haberlo alcanzado habiendo estado tan cerca de él. Lo vio entrar por
unas puertas, a lo que suponía, por lo poco que pudo observar, que era un
gran salón. No pudo poner más atención al escape de Caleb, porque
pronto tuvo que girarse sobre el piso para esquivar otro ataque.
Finalmente Aod se paró y puso atención a su adversario. Era Sárx, quien
portaba su oscura armadura.

Mezak tomó a Ayia entre sus brazos y sin perder más tiempo, se
escaparon de la pelea que libraban contra aquellos demonios en la gran
cabaña, porque que solo les retrasaba, haciéndoles perder el tiempo. Se
dirigieron hacia la cueva que decía la joven, donde estaban las personas
que tenían que atravesar.

Los veloces habían adivinado la estrategia del gran demonio, que quería
mantener a los aldeanos alejados de las espadas, mientras los
atravesados morían en la batalla con los guardas.

Los misioneros corrían veloces entre la maleza, esquivando con saltos y


movimientos evasivos el ataques de los demonios que les pisaban los
talones, y que intentaban detenerlos a toda costa para que no llegaran a
la cueva dónde se escondían los aldeanos. Los atravesados finalmente
llegaron a la caverna, y se disponían a entrar en ella cuanto antes, pero
un grupo de esos demonios guardas descendieron por las rocas con la
tarea de impedir que los veloces llegaran hasta su objetivo y se
interpusieron entre ellos y la entrada.

Una vez el robot de carne y hueso vio que Aod le prestaba atención, le
dijo:

-Vaya, miren, una oveja se salió del redil y anda perdida. Lástima que el
lobo ya la encontró.

Aod no decía palabra, no le agradaba nada tener ese contratiempo


precisamente en ese momento que iba tras su hermano.

El impostor atacó y empezó la pelea como la primera vez en aquella


posada, donde el atravesado entregó la alforja de Naví. Se repetía la
misma escena, de nuevo, tomaban las mismas decisiones en la batalla, los
mismos movimientos sincronizados y la misma fuerza incansable de Sárx.
El robot de carne y hueso sabía que terminaría ganando, tal y como antes
había sucedido; que pronto se acabarían las fuerzas del verdadero Aod, y
el atravesado temía lo mismo.

Pero al fin sucedió, Aod estaba siendo más veloz que su versión barata. El
atravesado fue lleno de la velocidad de los veloces y podía notarlo. No es
que antes no hubiera tenido esa velocidad, pero la tenía a ratos y de
manera inconsciente, como por ejemplo, cuando peleó con el incubus
Legon, pero ahora era diferente, él podía sentir esa fuerza y era
consciente de ella. Podía mirar con claridad que tenía una gran velocidad y
a la vez una mayor fuerza.

Aod, con poder, rechazó un ataque descendente de Sárx. La defensa del


atravesado fue ascendente, y en el choque de espadas, la de Sárx regresó
hacia arriba, empujada por la fuerza contraria del movimiento del veloz.
Así, el brazo del robot se elevó dejando al descubierto todo su pecho. Aod,
en el mismo movimiento, pues su brazo ya estaba a la altura, lanzó una
potente y rápida estocada, destrozando el peto de la armadura de su
oponente y atravesándole el plexo solar a su rival. El veloz tomó con las
dos manos la empuñadura de su espada y con gran vehemencia la empujó
hacia su derecha, rebanando al robot. Finalmente, con un giro que hizo
para tomar más fuerza e impulso, partió en dos a Sárx de arriba a abajo.

Mezak y Salak enfrentaron a los guardas que les impedían la entrada a la


cueva, pero pronto tuvieron que cubrir los dos flancos, porque llegaron los
demonios que venían persiguiéndolos. La batalla era muy dura para los
atravesados pues los guardas eran muy grandes, hábiles y muy fuertes.
Ayia otra vez se escondió entre los arbustos. Los veloces tenían muy claro
que su objetivo no era pelear con los demonios y que era una pérdida de
tiempo batirse en duelo con aquellos guardas, sin ni siquiera tener la
oportunidad de atravesar a algún humano. Es verdad que matar a todos
esos demonios les aseguraba atravesar con toda facilidad a los aldeanos,
pero no era seguro que los veloces lo pudieran lograr, además, si
efectivamente acababan con todos los guardas, aún les faltaría enfrentar a
Foré, en cambio podían intentar atravesar a los aldeanos, capaz que
corrían con suerte y atinaban a darle a alguno que su demonio ya hubiera
muerto, o también podía ser que a pesar de todo, el Rey de los reyes
hiciera que la Majaira les atravesara de cualquier modo; por eso, cuando
los veloces estaban espalda con espalda protegiéndose mutuamente,
Mezak le dijo a su compañero:

-Tú entra a la cueva.

-Mejor entra, tú - contestó Salak.- mi espada de piedra es mucho más


efectiva contra esos demonios que tu Majaira.

-Por eso - aseveró Mezak. - Si tu espada es capaz de hacer eso con estos
guardas, estoy seguro será mucho más efectiva con esos aldeanos.

-Pero no podrás contra todos. - dijo Salak.

-No importa, no tiene caso que muramos los dos aquí. Corre atrás de mi,
y cuando estemos cerca de la cueva les haré frente a esos monstruos y tú
sigues de largo a toda velocidad hacia dentro.

Así lo hicieron. Selak aprovechó que su amigo entretuvo a los rivales para
pasar entre ellos y entrar a la caverna. Después de eso, los papeles se
invirtieron, ahora Mezak era quien se interponía para evitar que los
demonios entraran.

La caverna no era muy amplia, pero Salak no vio a nadie, así que se
adentró para buscar. En el fondo, había un pequeño hueco en el suelo que
conectaba a una cavidad más amplia y más profunda. El atravesado
descendió con cuidado. En la cámara subterránea, entraba muy poca luz,
pero Salak podía ver en medio de la obscuridad gracias al visor de su
casco que mostraba la frecuencia infrarroja y la espiritual. Así pudo
apreciar cómo su espada estaba envuelta en las llamas tan características
de las Majairas, confirmándole aún más que esa espada de piedra,
efectivamente tenía el Espíritu de Rey. Dicha cualidad en aquellas armas
solo se podía advertir con el visor de la armadura.

Examinó la cueva y en el centro se encontraba una piedra de sacrificios y


más al fondo, las siluetas de unas personas. Estaban inmóviles y sin hacer
ruido, todos arrodillados y volteando hacia la pared. Sin duda eran los
aldeanos que buscaba. ¿Pero dónde estaba el gran demonio?

-¿Así que has llegado hasta aquí?


Era Foré, el gran demonio de la selva que estaba a sus espaldas. Salak no
tuvo tiempo de reaccionar. El demonio le tomó de la cabeza con su mano
y la azotó hasta el piso.

-Nunca nadie había estado tan cerca. Pero no te preocupes, no se lo dirás


a nadie... porque no saldrán vivos de aquí.- dijo con voz espectral.

El demonio sujetó al misionero por la cabeza, poniendo su rostro contra el


piso y comenzó a golpearlo en la espalda con un gigantesco garrote que
tenía rocas incrustadas. Aquel ser era enorme y a través del visor de
Salak, se veía como un ente de flamas coloridas, de ojos completamente
obscuros y afilados. En la cabeza parecía llevar un penacho.

-Salak estaba en verdaderos aprietos, pero haciendo acopio de toda sus


fuerzas, con una maniobra, pudo enterrar su espada en el antebrazo de
Foré reventándole un cacho de su extremidad y consiguiendo que le
soltara, pero en cuanto se pudo parar, un garrotazo le pegó de lleno en el
casco, aventándolo hasta el otro lado de la bóveda. El pedazo de brazo del
demonio que había estallado, se volvió a formar con las flamas de su
cuerpo.

Para fortuna del atravesado, después de ser aventado, cayó a muy poca
distancia de los aldeanos, así que sin pensarlo dos veces atravesó a un
hombre y a una mujer. Los dos cayeron inconscientes. Mezak no se había
equivocado, la espada de piedra demostraba otra gran cualidad, tenía la
capacidad de enterrarse en el pecho de esos aldeanos sin la necesidad de
que muriera primero su guarda.

-El gran demonio, al darse cuenta de su grave error, llegó en un instante


junto a Salak y le dio otro golpazo con la intención de aventarlo de nuevo,
ahora hacia el otro lado, pero Salak, con mucha pericia, pescó a otro de
los hombres, de manera que los dos salieron impulsados. El veloz
aprovechó eso y le enterró la espada mientras surcaban el aire. Foré se
dió prisa y apareció en el otro lado, justo en el lugar a donde aterrizaría el
atravesado, para recibirlo con un golpe cuando cayera, pero Salak se
repuso en el aire y desplegó su escudo para protegerse del impacto, y al
caer respondió con una combinación de golpes de su espada, aunque no
logró conectar ninguno. Entonces engañó al demonio haciéndole creer que
le intentaría dar con su arma, pero en vez de eso, rasgó la roca de la
bóveda, haciendo que grandes piedras cayeran sobre Foré, sepultándolo
momentáneamente.

Salak se giró y lanzó su espada en dirección al grupo de personas e


inmediatamente salió corriendo tras de ella con su velocidad. La espada
atravesó a otra mujer y enseguida Salak ya estaba sacándosela del pecho
y enterrándosela a otra y a otro. El demonio, apareció de nuevo a lado del
veloz, lo agarró del cuello y lo volvió a arrojar al otro extremo de la cueva,
insistiendo en alejarlo de los humanos.

Salak se estampó contra la pared rocosa y el demonio se lanzó hacia él


para darle un golpe con su garrote. Con mucha astucia, el atravesado
lanzó nuevamente su espada cuando el demonio estaba cerca de
golpearlo, y éste, creyendo que el proyectil iba dirigido a él, lo esquivó,
pero pronto comprendió que el objetivo de Salak era que su espada
alcanzara a algún aldeano. Viéndose sorprendido, Foré se volteó para
seguir el trayecto de la espada con la mirada, cosa que le sirvió a Salak
para esquivar el ataque del demonio, que chocó contra la pared de piedra.

La espada recorrió el aire y se enterró en el pecho de otra mujer. Salak


que había aprovechado la distracción del demonio y se había escabullido,
llegó de inmediato hasta la mujer y desenterró su Majaira, sin pensarlo,
con la velocidad de los veloces, la clavó ahora en otro hombre y luego a
otra mujer, y al traspasarla a ella, alcanzó también a otra jovencita que
tenía abrazada, logrando traspasar también su corazón.

Los aldeanos que ahí estaban, no sabían muy bien lo que sucedía porque
no se veía mucho. Ellos simplemente estaban inmóviles y muy tensos en
su lugar, mientras escuchaban los gemidos de los que estaban siendo
atravesaos a un lado y los golpes de una batalla a sus espaldas.

El demonio, con notable enojo apareció donde estaba Salak y le dio un


mazazo en la espalda que lo dobló del dolor, pero por error y por la inercia
del golpe, Foré le pegó a uno de los ancianos y éste murió.

El impacto que el atravesado recibió en su espalda provocó que no pudiera


recuperar su Majaira y que se quedara enterrada en el pecho de un
hombre. Foré tomó a Salak y comenzó a molerlo a golpes con su gran
garrote empedrado. El veloz quedó inconsciente, su armadura comenzaba
a romperse y él a iluminarse.

El último hombre que había sido atravesado recobró el conocimiento y


aunque todo estaba oscuro, gracias a que el Espíritu del Rey ya había
traspasado su corazón, ahora podía ver el nuevo resplandor de su piel y el
de los demás aldeanos atravesados, y este nuevo brillo hacía que pudiera
ver con algo de nitidez en medio de aquellas tinieblas.

Mientras ese aldeano había permanecido inconsciente, el Rey de los reyes


le dio una instrucción: "Atraviésalos con la espada". Al recobrar la
conciencia, vio cómo el demonio estaba ocupado en deshacerse de Salak,
miró a los que estaban a su alrededor y pudo identificar quiénes aún no
habían sido atravesados, porque estaban oscurecidos y su piel no daba el
resplandor de los otros. Finalmente volteó hacia su pecho para ver la
espada enterrada. Se desencajó la piedra y así, sin reflexionar mucho,
movido por un potente y misterioso impulso, se la encajó a otra mujer, a
los jóvenes y a una anciana. Cuando iba a enterrarle la espada al único
hombre que faltaba, el resplandor que produjo la partida del veloz Salak,
iluminó toda la caverna. Esta luz provocó que el último aldeano pudiera
ver lo que sucedía, que uno de sus compañeros le iba a enterrar una
espada, y logró evitar el ataque, pero la sorpresa le hizo lanzar un grito
que resonó con decenas de ecos por toda la caverna, advirtiendo a Foré.

El demonio estaba tan ocupado y tan complacido de acabar con el


atravesado que no se percató que otro hombre de la misma tribu casi
terminaba con la tarea de atravesar a todos. Solo le faltó uno, el que
había gritado.

Foré apareció inmediatamente a lado del hombre que tenía la espada y


con un solo golpe lo hizo atravesar el portal de la vida. El demonio berreó
de coraje e impotencia. Comenzó a golpear a todos los que habían sido
traspasados hasta mandarlos con su Rey.

Ahora, a Foré solo le quedaba un hombre que no había sido atravesado y


los niños, a los que tampoco los traspasó la espada; pero el demonio
sabía perfectamente que esos pequeños, por su poca edad, no detendrían
el regreso del Rey de los reyes, pues todos los niños menores de los doce
años son propiedad de Kurios. Ahora, el demonio debía cuidarlos muy bien
para preservar la tribu. Tendría que protegerlos hasta que pasaran la
barrera de los doce y un poco más hasta que pudieran tener hijos, lo cual
sería, en el caso de los mayores, en un par de años. El único que quedaba
de esa aldea sin atravesar y que podía detener el regreso del gran Rey,
era precisamente el hombre que gritó, el último de los gentiles. En él
descansaban todas las esperanzas del demonio para perpetuar su misión.

Mezak llegó corriendo a la cámara subterránea. Había cumplido con su


parte pues acabó con los guardas en la entrada de la cueva. El
atravesado, en una gran batalla y envestido de una gran fuerza, mató a
todos. Aquellos demonios guardas perdían notablemente fuerza a medida
que sus esclavos eran liberados por la espada del Rey y el veloz había
aprovechado eso para acabar con ellos.

Mezak había visto de reojo varios resplandores salir de la cueva mientras


peleaba; esperaba que ninguno fuera de su compañero, pero al llegar,
solo vio a un aldeano, a los niños y a Foré, entonces entendió que su
amigo sí había sido llamado a la presencia del Rey, pero también observó
que casi había terminado con su misión. Solo faltaba un aldeano por
atravesar.

El veloz decidió terminar con la tarea de su compañero y se lanzó contra


el último de los gentiles para atravesarlo, pero el guardia se interpuso,
dando así inicio a la última gran batalla de esa era, entre el veloz Mezak y
el demonio Foré. El atravesado era muy hábil, su fuerza y su poder habían
crecido en las últimas horas, así que la justa era muy pareja, pero Foré
con su gran garrote, conectó un duro golpe en el casco del veloz,
dejándolo fuera de combate. En ese momento se oyó un:

-¡Hugg!

Los tres voltearon hacia el lugar donde provino el sonido. En la entrada de


la caverna subterránea estaba Ayia, que había seguido al veloz por
curiosa. La muchacha, al verse descubierta, se intentó esconder de nuevo
entre las rocas. El gran demonio iba a teletransportarse para aparecer
junto a la chica, pero antes de que lo hiciera, Mezak, que estaba tirado en
el piso, le reventó una pierna con su espada.

-Corre Ayia -gritó su amigo.

Mezak sabía que si todo fracasaba, tal vez esa chica sería la única
esperanza para que otros atravesados encontraran de nuevo la aldea.

El demonio con más enojo acumulado, golpeó a Mezak con su arma en la


cabeza, de tal manera que el casco del atravesado se incrustó contra el
piso.

-¡Ve por ella y tráemela a toda costa!- le ordenó el demonio al último de


los gentiles. - Mientras yo acabo con esta molestia.

El aldeano salió tras a Ayia para capturarla tal y como se le había


ordenado; mientras tanto, Foré se puso de rodillas ante el cuerpo tendido
de Mezak, quien después de haber reunido las fuerzas que le quedaban,
intentó pararse. El guardián comenzó a golpear al indefenso y abatido
veloz, hasta que éste, finalmente, cruzó por el portal de la vida.
Gigantescas nubes negras se amontonaron en todo el firmamento,
obscureciendo en gran medida la tierra entera. El cielo comenzaba a
presagiar algo muy grande.

Aod entró al salón en el que su hermano se había metido. Era un gran


salón circular y vacío, sin ventanas, con un techo alto y con mucha
iluminación. El suelo tenía círculos luminosos y concéntricos. Parecía
aquello un salón para probar armas de gran impacto o algo por el estilo.
Caleb estaba en el otro extremo, dándole la espalda a su hermano que
recién llegaba. Las puertas del salón circular se cerraron detrás de Aod,
después de que entró. Aquel recinto estaba completamente sellado, el
atravesado solo escuchaba su respiración y nada más.

-No sé cómo lograste escaparte. - finalmente dijo Caleb.

-Hermano, ¿de qué hablas? ¿Qué es todo esto?

-Estaba convencido de que a ti sí lograría salvarte. No como a nuestro


padre, que a pesar de todas las veces que lo intenté, no pude hacer que el
líquido llegara a su corazón.

-¿De qué hablas? ¿Rescatarnos de qué?

-De ser un prófugo del gobierno, un maldecido del mundo. Tú y yo íbamos


a unirnos para rescatar a nuestro padre y para ser grandes entre los
guerreros de nuestra raza. Estuvimos a punto de inyectarnos ese poder
hasta que aparecieron los despreciados con sus espadas. A ti te
atravesaron por completo. A mí, solo me cortaron el pecho, pero el corte
llegó hasta mi corazón. No lo atravesaron, pero quedó una herida abierta,
y por eso no he podido ser potencializado. Esa tarde los guardas me
capturaron y me resguardaron junto con todos los que sobrevivimos al
ataque, nos trasladaron a un centro de readaptación. Mi condición era
complicada, ya no era candidato para aplicarme el potenciador, pero me
ofrecieron una salida, trabajar en los departamentos de investigaciones en
desarrollo de "POTENCIAS" como conejillo de indias. Mi caso fue
estudiado, y aunque aún no hemos encontrado la cura para mí, logramos
grandes avances. Durante estos dos años y medio, yo aprendí la ciencia
detrás de las sustancias y desde entonces me he dedicado a hacer una
fórmula capaz de cerrar esa herida para inyectarme el poder, la
naturaleza de los hijos de Apolión. Y no solo por mí quise mejorar la
sustancia que cerraría la herida, sino para inyectártela a ti y a nuestro
padre y traerlos así de regreso.

-¿Qué dices? ¿Cómo que a nuestro padre?

-Sí, cuando llegué yo, encontré que nuestro padre ya estaba aquí,
encarcelado por ser un despreciable atravesado. Fue muy irónico que nos
encontramos en esa situación, yo encargado de desarrollar la cura que
cerraría la herida de su corazón y él, él se entregó hace mucho tiempo
para que no nos capturaran a nosotros. Era un gran espadachín, un
rebelde muy peligroso para el sistema, pero un día llegaron a nuestra casa
y nos tomaron a ti, a mí y a nuestra madre como rehenes. Mi papá se
entregó para que no nos llevaran a nosotros.

A Aod le vino a la memoria un vago recuerdo de ese día. Pronto entendió


que su papá era el hombre del que Dolos le había platicado, era el que
había estado años siendo torturado, Abba.

-Nuestro padre estaba en contra del gobierno del gran Semejante -


continuó Caleb. - y fue un dolor de cabeza para la organización. En sus
tiempos saboteó el proyecto de investigación Potencializador y eso lo
convirtió en el más buscado por el sistema. Nuestro padre obtuvo
información muy importante que guardó en una caja fuerte con sistema
de autodestrucción. A los agentes del gobierno les quedaba solo una
oportunidad para introducir la contraseña correcta sin activar el sistema
de seguridad, fue entonces que me contactaron. Nuestro padre había
dejado inscrito una pista en la caja, decía:

“El León que no puede ser domesticado”

De inmediato recordé las historias prohibidas que papá nos contaba y no


fue difícil saber que la contraseña era el nombre de ese león. Después, un
amigo muy bien posicionado, me recompensó por la información, me
ofreció un gran puesto en el gobierno, mucho dinero y sobre todo, el
entorno para desarrollar la sustancia, a fin de cambiarme a mí y de
regresar a mis familiares, a mis padres y a ti cuando te encontrara. Como
seguramente oíste, hemos podido desarrollar el potencializador definitivo,
gracias a los documentos que nuestro padre tenía y que yo encontré y ya
casi tenemos la fórmula definitiva que conseguirá el éxito del proyecto
Joás. Nuestra madre, lamento decírtelo, no aguantó el tratamiento y muy
pronto se fue en medio de un destello de luz. Me dolió mucho. Nuestro
papá en cambio, resistió mucho más, pero también se fue, y ahora mira,
aquí estás tú. Siempre tuve la esperanza de encontrarte a ti y a un
antídoto tan potente para revertir nuestra condición, ya casi lo he logrado.
Nuestro padre fue muy valiente y muy duro, durante años aguantó el
terrible dolor de la inyección y yo no quisiera lo mismo para ti, hermano.

-¿Pero qué has hecho? - gritó Aod que no pudo evitar que la rabia llenara
sus ojos de lágrimas- ¿cómo fuiste capaz de hacer eso con nuestros
padres?¿sabes acaso el dolor que se siente?

-Fue muy duro ver sufrir tanto a nuestro padre, no creas que no - Caleb lo
decía con un genuino pesar.- Pero Aod, no quería lastimarlos, solo quería
regresarlos. Hermano, con mi posición podemos tener todo lo que siempre
soñamos de chicos, podemos tener todos los turbo-jets que siempre
quisimos, cualquier aeronave, podemos tener todo el dinero que podamos
gastar, no más carencias y por si esto fuera poco emocionante, se avecina
una gran guerra para preservar este mundo, en esa guerra podremos ser
los héroes que siempre soñamos ser, con un buen potencializador
salvaremos este mundo y seremos las personas más importantes, ya me
lo han prometido. Aod, el Semejante solo quiere que seamos libres,
salvarnos de ese Rey que sólo nos quiere esclavizar para su propio placer.

-Caleb, - dijo su hermano con la rabia que produce la tristeza y la


impotencia. - lo único que soñábamos era estar con nuestros padres.
Además, escúchame muy bien, este sistema, como lo conocemos, está a
punto de desaparecer. El mundo no se tiene que salvar... sino a las
personas.

-Claro, eres un necio, no entiendes, tienes envenenado el corazón.

Mientras decía eso Caleb, su voz comenzó a cambiar, se tornó espectral.


Detrás de él salió un viejo conocido. Era Arjé, que hablaba al mismo
tiempo y las mismas palabras que el hermano de Aod.

-Pero será necesario revertirte y si no lo conseguimos, aunque nos duela,


tendremos que acabar contigo - dijeron los dos, Caleb y Arjé al mismo
tiempo.

-¡Tú!- gritó Aod con toda su rabia- tú eres el responsable de que mi


hermano haya hecho todo eso con nuestros padres.

-Eres un tipo listo - se rió Arjé con toda la ironía y el cinismo posible.

-¡Eres también el guarda de mi hermano!- Después de jadear un par de


segundos y pensar en ello preguntó- ¿Pero cómo es posible?

-No soy cualquier demonio. - dijó el ángel caído.- Para que vayas
enterándote del privilegio que perdiste. Yo soy de un alto rango. Decidí
hacerme cargo de ustedes dos de manera personal porque siempre
mostraron tener grandes cualidades para potencializarse. Eran muy
buenos prospectos para el reino del Semejante, y estuvimos a punto de
lograrlo, de no haber sido por los despreciables espadachines que
irrumpieron en la clínica esa tarde, justo antes de que te aplicaras la
inyección. Desde entonces, lejos de ser una herramienta, has venido a ser
una molestia, igual que tu padre, pero ahora acabaré contigo. He sido un
tonto al hacerle caso a tu hermano, permitiéndole intentar regresarte por
medio de su tecnología, pero eso se acabó, hoy será tu fin, y en esta
ocasión no vendrá ningún Arcángel a salvarte como en la última vez que
te tuve en mis manos. Esta cámara está sellada con nuestra tecnología y
es imposible, incluso para seres superiores como los querubines,
traspasarla. Así que, de aquí, solo puedes salir muerto.

Ayia corrió con todas sus fuerzas por la selva, pero su perseguidor le
estaba alcanzando. La joven corría serpenteando la maleza, pero eso no
era ventaja, ya que el último aldeano era incluso más hábil que ella en
ese terreno.

El cielo tronaba con extraña fuerza y toda la maleza parecía vibrar, incluso
las montañas y el suelo.
Era inevitable la captura de Ayia, hasta que la muchacha vio algo que le
dio esperanza. Justo cuando el aldeano la tenía al alcance de su mano,
Ayia vio un resplandor, a simple vista, parecía un metal enterrado en el
suelo. Era la Majaira de Salak, la espada que la tierra se había tragado por
el hechizo del brujo, y que el Rey de todos los reyes había ordenado que
emergiera justo ahí.

Un profundo sonido de trompeta comenzó a incrementarse por todos los


aires envolviéndolo todo, hasta el último rincón que esconden las
moléculas de la creación.

Ayia se aventó sobre el mango de la Majaira, tomó la espada y se rodó


por el suelo, quedando boca arriba con el arma apuntando hacia el cielo.
El último de los aldeanos se abalanzó sobre la joven con la intención de
atraparla, creyendo que la chica se había tropezado, no se dio cuenta que
Ayia se había tirado a propósito. Cuando el hombre ya iba en el aire, vio
que la muchacha tenía una espada erguida en su mano y que caería sobre
ella, pero ya era demasiado tarde. El mismo hombre se enterró en el
metal con su propio peso al caer sobre la Majaira, y así, la espada
atravesó el pecho del último de los gentiles.

El sonido de la trompeta fue tan ensordecedor, que provocó que todo,


todo se iluminara.

Caleb, que parecía como si estuviera hipnotizado, oprimió un botón en la


pared, y de ésta se abrió un contenedor con muchas armas. Él tomó una
espada con tecnología demoniaca, como las que llevaban las tropas
invasoras en la noche del gran sueño. Una espada doble, que de un lado
tenia un metal común y por el otro una hoja venenosa, como la del arma
del destruido Sárx. A la señal de Arjé, atacó a su hermano, se lanzó
contra Aod. El atravesado, con su nueva velocidad, lo evadía con facilidad,
pero para su desgracia o para su alivio, su Majaira no podía dañar a
Caleb. Arjé tenía la malévola intención de deleitarse viendo cómo su
esclavo lastimaba a su propio hermano, como antes había sucedido con
sus padres, y para conseguir ese propósito, comenzó a intervenir en la
pelea. Hizo aparecer en su mano su espada doble envuelta en fuego y se
la enterró a Aod en la parte posterior del muslo izquierdo mientras estaba
distraído. El dolor tan agudo que le causó la herida, provocó que el ataque
de Caleb, que iba directo a la cabeza, casi tuviera éxito. El atravesado se
movió rápido para esquivar a su hermano pero Arjé apareció a lado suyo y
le enterró su espada doble de fuego hasta traspasarle el vientre. Después
de asegurarse que Aod sintiera el dolor de la herida, el demonio lo pateó
con fuerza para sacarle su arma del estomago. El muchacho salió
impulsado hasta chocar contra la pared, la herida se cerró dejándole
adentro el ardor de los fuegos.

En ese momento, el sonido de una trompeta empezó a crecer dentro del


lugar. El demonio se consternó mucho pues era muy extraño que se
colara algún sonido ahí dentro, ya que ese salón estaba aislado por
completo, y como él mismo había dicho, ni los ángeles podían entrar ahí y
mucho menos el sonido. Arjé, con pánico, reconoció de qué se trataba. No
podía creer que la última trompeta estuviera sonando. Las llamas que
envolvían su cuerpo se apagaron, su expresión se desencajó, sus ojos se
quedaron fijos mirando nada. Se perdió en sus propios pensamientos,
entonces, Aod, envestido de un gran poder, lanzó su espada con fuerza
sobrehumana y al tiempo que soltaba el arma, al tiempo en que sus dedos
se despegaban de la Majaira para que ésta comenzara su vuelo por el
aire, Aod fue llevado por el portal de la vida.

Ese sonido que había envuelto toda realidad, era el que marcaba el inicio
del fin, el momento en el que El Rey de los reyes tomaría a todos los
atravesados que estuvieran sobre la faz de la tierra y los traería delante
de sí, para librarlos del tiempo de tribulación que vendría sobre el mundo
entero a fin de hacer pagar todas las atrocidades cometidas por el
gobierno de Apolión a lo largo de las eras, tal y como Aod lo había
escuchado en la Historia de Todas las Cosas.

Aquel potente y tan profundo sonido era la trompeta que anunciaba el


inicio del regreso del gran Rey. Todos los que hubieran sido traspasados
por Su espíritu los haría pasar por el portal de la vida y los reuniría en un
abrir y cerrar de ojos delante de él mismo, para después regresar a
destruir y conquistar la tierra corrompida y a todos los hijos de Apolión de
una vez por todas. Ese momento había llegado porque Ayia, en la selva,
había atravesado al último de los gentiles.

Al rededor del mundo, todos los atravesados desaparecieron en un solo


instante, incluyendo Ishia, Poimén, Martín, Shuba, y los que luchaban en
la Ciudad Blanca, así como todos los atravesados que estaban sobre la faz
del mundo, pero Aod alcanzó a lanzar su espada justo a tiempo, en el
último momento, antes de que fuera transportado y así cumplir, como
siempre ha sucedido, sucede y sucederá, con la palabra del gran Rey, que
decía que Aod sería quien enterraría la última espada de esa era, y ahora
faltaba solo un momento para que eso sucediera, y para que Aod se
presentara ante su Rey, en donde también se reuniría con sus padres.

El rapto provocó un gran estruendo que se escuchó por donde quiera, un


estallido que retumbó en todo el mundo.

Arjé seguía atónito por el acontecimiento, y perdió de vista que una


Majaira, aún, iba surcando el aire a gran velocidad. La espada que Aod
había lanzado en el último momento, antes de su partida, entró franca en
el pecho del demonio. Arjé explotó, la espada le atravesó, y ésta siguió
con su trayectoria, pues el hijo de Apolión no era el objetivo. Tampoco
Caleb pudo reaccionar a tiempo. No supo y no pudo asimilar lo que estaba
pasando. Sólo vio estallar al demonio frente a él, y de en medio de la
explosión, salir una espada que se incrustó justo en su pecho,
atravesándolo de lado a lado y dejándolo clavado contra la pared.

Caleb había sido traspasado, y ahora él era el único atravesado que


estaba en el mundo, porque todos los demás ya se habían ido...
Capítulo 22

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