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Monedas sociales y complementarias

Monedas Sociales y
complementarias

CLASE 7
Alimentos Soberanos: prácticas
y herramientas para una
gestión participativa desde los
territorios y junto al Estado

UNIVERSIDAD
NACIONAL DE
AVELLANED A
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Monedas sociales y complementarias

Motivación
Solemos pensar en el dinero como algo natural en nuestras vidas, como algo que estaba
allá antes de que nazcamos y permanecerá por mucho tiempo una vez que ya no este-
mos. Nos guste o no, nos permita acceder a cosas que disfrutamos o sea una de las causas
de nuestro padecimiento, el dinero se nos presenta como un aspecto inquebrantable del
mundo en el que vivimos. Y de la misma manera que debemos adaptarnos a aceptar y
convivir con cuestiones “naturales” como el tiempo o el clima, las fuerzas de la sociedad
(sus estructuras e instituciones) nos inducen a pensar que el dinero es uno de esos aspec-
tos que debemos tomar como dados, que en lugar de cuestionar, combatir y resignificar
es mejor aceptar, relajarse y gozar.

Sobre el origen y las funciones del


dinero
En los libros de texto convencionales de economía hay dos aspectos que se repiten en lo
referido a los orígenes y las funciones del dinero. En cuanto a los orígenes, se afirma que
el dinero surge para resolver los inconvenientes que supone el trueque (la doble coinci-
dencia de necesidades y valores, por ejemplo). Es decir, el dinero vendría a ser un dis-
positivo que sirve para hacer más eficiente el intercambio. En cuanto a las funciones, se
establece que para que una determinada cosa pueda cumplir la función de dinero debe
cumplir con tres condiciones: ser medio un cambio práctico, ser unidad de cuenta (es
decir, ser esa cosa en la cual el resto de las cosas reflejan su valor) y ser reserva de valor.
En Estados Unidos, por ejemplo, el dólar cumple con estas tres funciones porque: i) es el
instrumento a través del cual se realizan los intercambios de bienes, servicios y trabajo;
ii) es el instrumento en el cual se valúan los bienes, los servicios y el trabajo; iii) es uno
de los instrumentos en los cuales ahorran los estadounidenses.

Pregunta: ¿cumple el peso argentino con estas tres funciones?


¿Es, según este criterio, el peso argentino, dinero?

La visión expresada en los libros de textos, sin embargo, adolece de algunos problemas.
El más importante: no es consistente con la evidencia histórica y los estudios antropo-
lógicos sobre los orígenes y la evolución del dinero. Según estos estudios (por ejemplo,
Graeber, 2011) el dinero es una tecnología social que, lejos de surgir espontáneamente
del trueque, es creado deliberadamente por grupos sociales con una organización políti-
ca preexistente en la búsqueda de un objetivo determinado. En tanto social, el dinero no
es algo que existe por naturaleza ni que emerge espontáneamente. Los registros históri-
cos demuestran que los orígenes del dinero se remontan a épocas donde las economías
de mercado todavía no existían. En particular, las primeras formas de dinero se introdu-
jeron en Mesopotamia 2.000 años antes de que las primeras monedas fueran acuñadas.
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Por lo tanto, si las primeras formas de dinero eran tales que no podían utilizarse para
realizar intercambios, ¿para qué se utilizaban?
Hay evidencia de que las sociedades primitivas usaban el dinero tanto como una forma
de medir el tamaño de la deuda que cada miembro de la comunidad tenía que pagar a
los dioses (y a sus representantes en la Tierra), como una medida para establecer las san-
ciones que había que pagar por los daños y perjuicios a la comunidad o a miembros de
esta (Ingham, 2004). Posteriormente, los imperios del mundo antiguo usaron el dinero
para llevar un registro de los bienes producidos y acumulados. En Mesopotamia, por
ejemplo, los impuestos se fijaban en un “dinero de cuenta” y se pagaban en cebada. Así́,
el dinero fue creado originalmente por las comunidades para facilitar su organización
política y económica.
Ninguna sociedad razonablemente organizada puede prescindir de herramientas que
realicen estas dos funciones, a saber, una forma de medir lo que se produce, intercambia
y debe, y una forma de pagar todas estas transacciones. Sin embargo, la lección im-
portante que debemos aprender de la evolución histórica del dinero es que lo que sea
que usamos para hacer pagos (ya sea de deudas o de bienes y servicios) no necesita ser,
simultáneamente, lo que usamos para medir el valor de estos pagos. Amato y Fantacci
(2011) dicen al respecto que:
Cuando pido un metro de material, quiero un trozo de tela de un metro de largo, no un
metro de tela. Lo mismo puede decirse de la economía, y aún en mayor medida. El di-
nero en términos del cual se denomina la deuda no es necesariamente el dinero en el cual
debe ser pagada. Para cumplir su función indispensable de herramienta para el bienestar
público, el dinero solo requiere que la relación entre las dos funciones anteriormente men-
cionadas (ser unidad de medida y medio cambio/pago) se establezca públicamente y a su
debido tiempo.
El propio John Maynard Keynes lo dejó claro en su Tratado sobre el dinero (Keynes,
1930/1971), en el que afirmaba que:
Quizás podamos dilucidar la distinción entre dinero y dinero de cuenta diciendo que el
dinero de cuenta es la descripción o título y el dinero es lo que responde a la descripción.
Ahora bien, si la misma cosa siempre respondiera a la misma descripción, la distinción no
tendría ningún interés práctico. Pero si la cosa puede cambiar, mientras que la descripción
sigue siendo la misma, entonces la distinción puede ser muy significativa. La diferencia
es similar a la diferencia entre el rey de Inglaterra (quienquiera que sea) y el Rey Jorge.
Un contrato para pagar de aquí a diez años una cantidad de oro igual al peso del rey de
Inglaterra no es lo mismo que un contrato para pagar una cantidad de oro igual al peso
del individuo que ahora es el Rey Jorge. Es el Estado quien debe declarar, cuando llegue el
momento, quien es el rey de Inglaterra. (pp. 3-4, cursiva en el original, traducción propia)
Un dinero que definitiva e institucionalmente combine estas dos funciones -unidad de
cuenta y medio de cambio- se convierte necesariamente en una reserva de valor. Por reserva
de valor nos referimos a la posibilidad de atesorar una cosa con la certeza institucionalmente
garantizada de que conservará su valor en términos de la unidad de cuenta. No llama la
atención que la teoría monetaria hegemónica sostenga que esta es una función esencial que
el dinero debe realizar. Esta transferibilidad intertemporal sin costo alguno implica que el
dinero como reserva de valor sea la forma absoluta de cada activo e instrumento de crédito.

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Supongamos que una autoridad soberana tiene la capacidad de determinar la relación


entre la unidad de cuenta—por ejemplo, el dólar—y el medio de cambio—por ejemplo,
rectángulos de papel. Que los papeles sean usados extensivamente o no como unidad
de cuenta -es decir, como herramienta para denominar los precios de bienes y contra-
tos- dependerá de las decisiones que la autoridad tome. Si la autoridad dispone que la
relación entre el dólar y los rectángulos de papel se mantenga constante a lo largo del
tiempo, entonces la distinción entre dólar y papel es poco relevante y los papeles se
convierten efectivamente en una reserva de valor útil para sus poseedores. En cambio,
si la autoridad dispone que la relación cambie periódicamente, los papeles se volverían
poco útiles como unidad de cuenta, si bien podrían seguir funcionando como medio de
cambio. Claramente no serian reserva de valor.
Así pues, aunque la mayoría de los libros de texto de economía afirman que el dinero
debe cumplir la función de reserva de valor, la propia naturaleza e historia del dinero
sugieren lo contrario. El dinero no fue inventado para ser utilizado como reserva de
valor. El dinero como reserva de valor solo surge en el caso específico en el que a una
sola cosa se le asignan simultáneamente las funciones de unidad de cuenta y medio de
cambio. Esta forma de dinero es, sin embargo, autodestructiva: un dinero que funcione
como reserva de valor probablemente no pueda desempeñar exitosamente su función de
medio de cambio. Esto se debe a que si existe la certeza institucional de que el dinero
preservará su valor a lo largo del tiempo, habrá incentivos para atesorarlo, sacándolo de
circulación. Si se dispone de menos dinero para actuar como medio para el intercambio
de bienes y servicios, se pueden llevar a cabo menos transacciones.
Si el dinero reserva-de-valor es un activo, tiene entonces, por definición, un precio. El
precio del dinero es la tasa de interés. Aparte de suponer un costo para aquellos que
necesitan crédito, la existencia de una tasa de interés implica que el precio del dinero
puede cambiar, lo que obstaculiza el desempeño de la función de unidad de cuenta que
la sociedad necesita del dinero. Si el precio del dinero de cuenta cambia continuamente,
lo mismo ocurrirá con los precios de los bienes que la unidad de cuenta mide. Un metro
es un buen estándar para medir longitudes porque es invariable. Eso no ocurre con el
dinero de cuenta contemporáneo porque a lo que se ha elegido para realizar esa función
se le ha asignado al mismo tiempo un precio variable.

Para la reflexión: ¿si un elemento crucial del dinero es su función de unidad de cuenta,
no es importante pensar quiénes y a través de qué mecanismos definen cuál es esa uni-
dad y cómo se ajusta en el tiempo? ¿Puede, entonces, el dinero ser tomado como algo
“neutral” que no tiene injerencia sobre la “economía real”, o las decisiones en torno al
funcionamiento del dinero y el sistema monetario son de crucial importancia para la
vida cotidiana de las personas?

La naturaleza y el status del dinero fiduciario (o


dinero “común y corriente”)
Si bien a lo largo de la historia la “cosa” utilizada como dinero fue variando (cebada en la
Mesopotamia, distintos tipos de metales en la Antigüedad y la Edad Media, etc.), en las
sociedades contemporáneas utilizamos billetes de papel o, cada vez con más frecuencia,

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distintas formas de dinero electrónico (desde una cuenta bancaria hasta la billetera de
Mercado Pago). Todas estas formas contemporáneas de dinero comparten una carac-
terística que las distingue de las formas monetarias de la Antigüedad: no tienen valor
intrínseco. Mientras que la cebada o los metales (llamados dinero-mercancía) tienen un
valor en sí mismo, lo que usamos como dinero en la actualidad solo tiene valor porque
el Estado así lo establece. Más concretamente, la moneda de curso legal es un medio
de pago reconocido como válido por la ley para cancelar obligaciones financieras. Dado
que el pago de impuestos es una obligación financiera a la que están sujetos todos los
ciudadanos, el Estado tiene el privilegio de emitir la moneda que todos necesitan y, por
tanto, que todos están dispuestos a aceptar.
No obstante, desde hace ya mucho tiempo este privilegio fue compartido con los bancos,
que también están habilitados a crear dinero (bajo supervisión del Banco Central). Esta
capacidad de los bancos reside en la potestad de otorgar crédito de forma discrecional;
contrario a lo que se cree habitualmente, el crédito bancario es creado ex nihilo. Otra
idea errónea pero recurrente sobre el dinero moderno tiene que ver con el “respaldo”.
Desde el abandono del patrón oro en la primera mitad del siglo XX el dinero se volvió
fiduciario, lo que significa que su valor está dado por la fe que los usuarios tengan en que
preservará su valor dado que el Estado continuará otorgándole el status de moneda de
curso legal (de ahí el nombre de dinero “fiduciario”). No hay una cantidad de oro o de
cualquier otro activo en ningún Banco Central que asegure que el valor de la moneda
nacional se mantenga constante en un determinado momento del tiempo. De esta for-
ma, el precio del dinero que las personas intercambian por su trabajo está sujeto a fluc-
tuaciones inciertas que no guardan ninguna relación con el esfuerzo que ellas realizan.
Bajo su status actual, la función del dinero de operar como medio de pago que impulsa
la economía real se ve seriamente amenazada por factores que exceden el dominio de las
comunidades locales y en algunos casos de los Estados-Nación (por ejemplo, en el caso
de las crisis globales o las turbulencias económicas internas). Tal vez sirva como ejemplo
local los momentos en los que debido a la incertidumbre respecto de “lo que va a pasar
con el dólar” deja de haber precios, es decir, si bien los comercios tienen mercadería en
stock eligen no venderla porque no saben a qué precio podrán reponerla.
El hecho de que la capacidad de crear dinero fiduciario sea monopolio de los bancos
implica que, como sucede con los monopolios en general, puede ser aprovechado para la
obtención de beneficios extraordinarios si los bancos inducen una escasez artificial del
mismo para que inflar su valuación. Esta escasez artificial de dinero fiduciario significa
que nunca hay suficiente cantidad de él donde se necesita, y puede haber un exceso en
sectores que perjudican a la sociedad y al medio ambiente.
Otro problema del dinero fiduciario consiste en que intenta cumplir las tres funciones
que supuestamente debería cumplir: funcionar como un medio adecuado de pago, ser
unidad de cuenta (i.e., la medida en la cual todo el resto de los bienes expresan su valor)
y ser reserva de valor. Como mencionamos más arriba, la función del dinero como re-
serva de valor puede entrar en contradicción con su función como medio de pago. Dado
que la posibilidad de acumular dinero implica que parte del stock global de dinero se
está filtrando del sistema, una consecuencia obvia de la función del dinero como reserva
de valor es que la cantidad de transacciones que pueden ser realizadas disminuye. Esta
situación es particularmente evidente en épocas de incertidumbre, donde la gente, las
firmas y los bancos tienden a aumentar sus ahorros por motivos precautorios. En estas
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situaciones la liquidez monetaria se evapora y no deja lugar a transacciones. Como con-


secuencia, tienen lugar severas recesiones que implican pérdidas masivas de bienestar
(falta de trabajo, aumento de la pobreza, etc.).
La escasez del dinero fiduciario también puede ser apreciada claramente cuando con-
sideramos los problemas frecuentes que enfrentan las comunidades pequeñas, espe-
cialmente las más empobrecidas. Los residentes de estas comunidades no cuentan con
cantidades suficientes de dinero. Esto significa que aún si hay diferentes individuos con
habilidades y necesidades distintas, la comunidad entera se mantiene estancada porque
ninguno de ellos tiene el papel emitido por el gobierno que permite que los intercam-
bios ocurran. En una situación donde los integrantes de una comunidad no pueden rea-
lizar su potencial debido a que carecen de los trozos de papel establecidos como dinero,
¿no hay una clara necesidad de que ellos mismos se organicen y emitan su propio papel?
Esto es lo que las monedas complementarias tienen para ofrecer.

Para reflexionar: recordar los años en los que surgieron los Clubes de Trueque. ¿Qué fue-
ron exactamente esos clubes? ¿Por qué se generaron? ¿Quiénes eran sus participantes?
¿Era realmente trueque lo que se hacía allí o había algún tipo de “dinero”? ¿Si había
dinero, quién lo emitía y con qué criterio?

Monedas complementarias: una solución


prometedora
Una moneda complementaria es un acuerdo dentro de una comunidad de aceptar como
medio de cambio una moneda que no tiene status de moneda de curso legal. Su carácter
de “complementarias” radica en que su objetivo no es reemplazar la moneda de curso
legal sino cumplir aquellas funciones que la moneda instituida no puede desempeñar. Al
mismo tiempo, aquellos que utilizan una moneda complementaria para pagar por bie-
nes y servicios que la acepten como medio de pago continúan usando la moneda oficial
para aquellas erogaciones que deban hacerse por fuera del dominio de la comunidad.
Durante los últimos 20 años ha habido un notable resurgimiento a escala mundial de las
“monedas complementarias”. Actualmente, se estima que existen más de 5000 monedas
complementarias alrededor del planeta. Estas monedas fueron creadas por comunidades
o autoridades locales para desempeñar distintas funciones sociales.
De acuerdo con Bernard Lietaer (2011) existen cuatro hechos estilizados respecto de
las monedas complementarias. En principio, permiten intercambios y transacciones que
de otra forma no se realizarían. Como resultado, la actividad económica se expande
generando mayores niveles de empleo y riqueza.
En segundo lugar, las monedas complementarias permiten la creación de trabajos y
riqueza allí donde son más necesarios, sin necesidad de destinar parte al pago de im-
puestos, intereses y/o de atravesar barreras burocráticas que en muchos casos termi-
nan obstaculizando el desarrollo de actividades que de otra forma serían viables. Cabe
destacar que las monedas complementarias no son una forma de beneficencia (o de
transferencias, compulsivas o no, de ricos a pobres). Constituyen, en cambio, una forma
autónoma de fortalecer a las comunidades locales.

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Monedas sociales y complementarias

En tercer lugar, a través de las monedas complementarias las empresas y comercios


locales pueden encontrarse en mejores posiciones para competir contra grandes corpo-
raciones del exterior. Esto es posible por el espíritu localista que conlleva la creación de
una moneda local, que lleva en muchos casos a los consumidores a optar por productos
ofrecidos por empresas pertenecientes a la comunidad. Las firmas locales también se
fortalecen por la estructura de costos inferior que surge de la eliminación del costo de
los créditos. Más aún, si la actividad económica resulta impulsada como consecuencia de
la introducción de una moneda complementaria, los costos unitarios promedio pueden
ser reducidos debido a las ganancias de escala que resultan del mayor nivel de ventas y
de producción.
En cuarto lugar, a la luz de algunas experiencias de monedas complementarias como en
los casos de WIR y de Curitiba, pareciera ser que estos sistemas pueden adquirir rápi-
damente una gran dimensión.

Ejemplos de monedas complementarias

Año de
Nombre creación País Breve descripción

El propósito del estatuto es fortalecer a los participantes facilitando


el acceso a sus productos o servicios en WIR (tiene una relación 1
a 1 con el franco suizo), manteniéndolos en circulación y tratando
de aumentar la cantidad de intercambios entre los participantes. El
sistema WIR funciona como un circuito de pagos sin dinero en efec-
tivo entre los miembros. Los créditos y débitos en las cuentas de los
accionistas se registran en la sede del banco en Basilea. Al igual que
WIR Bank 1934 Suiza los cheques o las tarjetas de crédito, la tarjeta Wir se utiliza como
medio de pago, principalmente en restaurantes y comercios mino-
ristas; los clientes de WIR pueden pagar en moneda de WIR o en
parte en francos o sólo en francos. La red WIR comprende alrededor
de 50.000 pequeñas y medianas empresas de una amplia gama de
productos y servicios en Suiza. Además, hay 10.000 empleados de
empresas asociadas que tienen una cuenta WIR.

Sardex es un “circuito de crédito comercial” o “club de crédito” regional


entre empresas, una red exclusiva para miembros que permite a las
PYMES locales de Cerdeña hacer negocios dándose entre sí crédito en
lugar de pagar en efectivo. Este dinero tiene como objetivo mejorar el
Sardex 2006 Italia comercio local en un contexto de recurrentes crisis globales, locales y
nacionales. El Sardex es una red monetaria que conecta a varios ne-
gocios - en este momento intenta abrirse a los ciudadanos privados
- ayudándoles a intercambiar servicios y productos sin utilizar euros u
otras monedas estatales, y fuera de los límites del trueque. La red da
créditos Sardex a empresas como crédito bancario, pero sin intereses.

El Banco Palmas es un banco comunitario de desarrollo fundado en el


Conjunto Palmeiras, un barrio de 32.000 habitantes localizado en los
suburbios de Fortaleza – Ceará, Brasil, operando bajo los principios de
‘Economía Solidaria’. Su objetivo es otorgar microcréditos para el consu-
Moneda mo y producción local con bajas tasas de interés y condiciones sencillas
de acceso (no se pide prueba de ingresos ni garantía, en general los
Social 1998 Brasil vecinos aseguran la confianza del solicitante). La moneda social está
Palmas respaldada por un fondo administrado por el Banco Palmas. Su valor
(1 Palmas) equivale a una cantidad (1 Real) en el Real. Tiene como fin
hacer que el dinero circule, para de esa manera expandir el poder del
comercio local, incrementando el capital circulante en la comunidad y
generando más trabajo.

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Una tipología del dinero


De lo expuesto hasta aquí deducimos que ni en los orígenes de la civilización ni en la
sociedad contemporánea existe una única forma de dinero posible. Esto implica que
vivimos en un contexto de pluralidad monetaria, es decir, una situación en la que co-
existen diversos tipos de dinero. A ello se suma una importante distinción propuesta
por Polanyi: aquella entre dinero de propósito general (el dinero que sirve para todos o
una gran cantidad de usos) y el dinero de propósito específico (el dinero que solo sirve
para un conjunto determinado de cosas, o en un ámbito específicamente delimitado).
Las monedas complementarias, tal como las definimos más arriba, son una forma de
dinero de propósito específico ya que que solo sirve para algunos tipos de transacciones
(por ejemplo, no es posible pagar impuestos en Italia con Sardex o no es posible usar la
moneda palmas por fuera del ámbito del Banco Palmas).
Para comprender mejor el alcance del dinero de propósito específico (y, por lo tanto,
también de las monedas complementarias) se puede plantear que la validez de este tipo
de dinero está modulada por cinco criterios: temporal (el horizonte temporal para el
uso de un instrumento), territorial (límites espaciales de su uso), económico (la gama de
cosas pagadas o contabilizadas por el instrumento que se usa como dinero), sociales (el
grupo de personas que utilizan el instrumento) y legales (las restricciones regulatorias
sobre el uso del instrumento, que potencialmente cruzan los cuatro criterios anteriores
pero también se extienden más allá de ellos, por ejemplo, estableciendo límites al uso de
monedas o billetes como moneda de curso legal). Normalmente no nos preguntamos en
qué ciudades o provincias argentinas puedo pagar con pesos argentinos, o qué tipo de
alimentos puedo comprar con pesos, o en qué tipo de comercios puedo pagar con pesos.
Esto es, básicamente, porque el peso argentino es un dinero de propósito general. Ahora
bien, muy distinta es la situación del Banco de Horas del Colegio Cossettini de Capilla
del Monte. Si yo soy usuario de ese sistema es muy claro que el instrumento monetario
allí utilizado está delimitado por criterios temporales, territoriales, económicos, sociales
y legales que es preciso conocer para poder participar.
Teniendo en cuenta no solo que pueden existir múltiples formas de dinero, algunas de
propósito general y otras más específicas, podemos clasificar al dinero en diferentes “ti-
pos ideales”. Polanyi propone elaborar esta taxonomía en función de quién es el emisor
del dinero, de lo cual surgen tres grandes tipos: dinero público, dinero comercial y dinero
asociativo.

Tipo ideal  Subtipo Casos

Dinero nacional Peso Argentino


Dinero Público
Monedas sub-nacionales Cuasimonedas Provinciales

Convertible Dinero bancario


Dinero Comercial
Inconvertible WIR, Sardex, Millas Aéreas

Orientado al mercado Bitcoin


Dinero Asociativo
No conmensurables Bancos de Tiempo, Redes de
Trueque

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El tipo “dinero público” se relaciona con la lógica de la autoridad y la soberanía a través


de un circuito fiscal en el que históricamente el Tesoro Público se ubica en la cúspide
de la pirámide. La dominación soberana permite captar recursos, en forma de señoreaje
(emisión de dinero) y, lo que es más importante, de recaudación de impuestos en la
medida en que este dinero público se requiera para el pago de impuestos. Siendo el
producto del poder soberano, el dinero público es polivalente (propósito general), en
un sentido cercano al ideal de Polanyi: un dinero que puede usarse para todas las cosas
conmensurables en una sociedad delimitada por el espacio geográfico. Dentro del di-
nero público podemos hacer una distinción entre lo que es el dinero nacional (normal-
mente, las monedas de curso legal) y las posibles monedas provinciales o municipales
que pudieran existir, según el caso. Lo común en todos estos casos es que quien emite y
legitima la moneda es el Estado.
El tipo “dinero comercial” se relaciona con la lógica de la generación de ganancias por
parte de las organizaciones empresariales. Las ganancias pueden obtenerse por varios
métodos: otorgamiento de crédito, tasa de interés sobre el crédito, comisiones a las tran-
sacciones u orientación de las transacciones en su beneficio. El dinero empresarial puede
ser de propósito general o de propósito específico, dependiendo de los límites definidos
por sus reglas de convertibilidad y, por lo tanto, las esferas de los usuarios y los usos a los
que dan acceso. Por ejemplo, el dinero creado por los bancos cuando otorgan crédito es
una forma de dinero comercial en tanto: i) es emitido por los bancos, no por el Estado
y; ii) es emitido de acuerdo a sus criterios de rentabilidad (le prestan a quien creen que
puede devolver y pagar la tasa de interés). El dinero bancario es de propósito general
porque se puede pagar cualquier tipo de bien o servicio (en tanto quien vende tenga
una cuenta bancaria). En cambio, existen otras formas de dinero comercial, en este caso
no emitido por los bancos, que es de propósito específico porque solo sirve en algunos
espacios, como los ejemplos del WIR Bank y Sardex antes mencionados. También sirve
como ejemplo las millas que entregan las compañías aéreas o los puntos de Starbucks,
que son herramientas de fidelización de clientes que cumplen la función de dinero de
propósito específico (yo puedo comprar un pasaje de avión con las millas acumuladas, o
un café con los puntos acumulados).
Por último, el tipo “dinero asociativo” se refiere a la construcción de esquemas monetarios por
parte de grupos de personas que se asocian voluntariamente con un objetivo común, distintos
de los motivos de búsqueda de ganancias del dinero comercial o la lógica de captación-redis-
tribución de recursos del dinero público. Su lógica de funcionamiento suele ser, por lo tanto,
mucho más horizontal que en los dos tipos anteriores, donde quien emite el dinero decide
las reglas y quienes lo usan son, justamente, usuarios. El dinero asociativo suele ser dinero de
propósito específico, de modo que su validez puede limitarse, en principio, a un conjunto muy
específico de actores y, sobre todo, de bienes y servicios. Dentro del dinero asociativo pueden
darse distintos tipo de lógicas: desde el afán puramente especulativo de criptomonedas como
Bitcoin (no es emitida ni por un Estado ni por empresas, sino por una comunidad de progra-
madores) hasta sistemas con una lógica comunitaria, como los bancos de tiempo o las redes de
trueque. Estos últimos, al tratarse de dineros de propósito específico, no son conmensurables:
solo se pueden usar dentro de la órbita donde fueron creadas (a diferencia del Bitcoin que es
de uso mundial y se puede usar para comprar cualquier bien o servicio).
Es este tipo de dinero asociativo y de propósito específico el que le da entidad a las
monedas sociales.
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Características de la moneda social


Como aproximación a las monedas sociales comenzaremos presentando un caso con-
creto: la moneda Sol del Banco de Horas comunitario Olga Cossettini, de Capilla del
Monte. Este caso lo extrajimos de Orzi (2012), quien realizó el trabajo de campo con-
creto.
La Cooperativa y Banco de Horas Comunitario Olga Cossettini “es un sistema económico
creado con el propósito de llevar adelante una escuela cooperativa y de mejorar los ciclos
de consumo y producción local de recursos”, según la visión de uno de los fundadores del
proyecto Marcelo Caldano.
No ajena a la crisis económica y social que vivió la Argentina a partir del año 1995 y
que tuvo impacto en la educación pública de la zona, la experiencia comienza siendo una
escuela de educación por el arte que intentaba dar respuesta a la preocupación de cuarenta
familias de incrementar la calidad educativa de sus hijos.
En 1999, la experiencia de moneda social surge como la forma de superar un conflicto
que la Cooperativa de Educación por el Arte Olga Cossettini tenía para llevar adelante
su presupuesto y hacer frente a los pagos que habían sido comprometidos. La moneda de
Capilla del Monte no fue extraña al fuerte desarrollo de las redes mayoritarias de trueque
de ese momento, y comparte con ellas algunos principios: la gestión participativa de la
organización; la promoción de la figura del prosumidor; y la creación de una moneda, en
este caso de tipo comunitaria.
Esta experiencia ha tomado una forma legal de cooperativa de trabajo, por lo cual cumple
con las obligaciones de una asociación de estas características. Las decisiones se toman en
asamblea, aunque existen instancias que son delegadas a diferentes áreas de la organiza-
ción.
Podríamos caracterizar a la moneda de Capilla del Monte como una moneda comunitaria
que circula en el mercado cerrado de sus asociados, sin contacto con otras redes de trueque,
con el fin de lograr el desarrollo de la comunidad que conforman. Su principal caracterís-
tica es que es una moneda con respaldo en compromisos de trabajo.
Luego del primer año de labor de la escuela, y frente a las dificultades que presentaba el
presupuesto, se generó una tensión entre los padres desocupados que colaboraban con su
trabajo voluntario en el mantenimiento y administración de la escuela y aquellos que solo
pagaban la cuota. Para resolver esta tensión, Marcelo Caldano decidió valorar las horas
de trabajo voluntario de los padres que colaboraban con la cooperativa pero que no podían
hacer frente a la cuota.
El Banco de Horas Comunitario se origina, entonces, como una forma de darle valor al
trabajo voluntario que realizaban en la escuela los padres desempleados; como una forma
de valorar aquellos bienes que el mercado no valorizaba pero que resultaban imprescindi-
bles para el desarrollo de la escuela y de su incipiente comunidad.
Se acordó tasar en tres pesos la hora de labor para los padres que trabajaban en la con-
fección de material didáctico, mantenimiento, jardinería, mudanza y administración, y
registrar el tiempo de actividad de las distintas familias en una libreta de trabajo comu-
nitario. La cooperativa se comprometió a pagar esas horas de trabajo en especies, fruto de
donaciones de terceros (empresas, instituciones o particulares) o de los propios padres.
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El aporte de mano de obra, servicios o especies se acreditaba en una libreta y se llamaba


“Cossettón”. En un principio era una moneda de cuenta, que funcionaba por medio de
la libreta donde se registraba el valor de las horas trabajadas para la cooperativa y –en
un juego de sumas y saldos– se realizaban los intercambios por otros servicios que eran
ofrecidos por los socios.
En 2001, al aumentar el número de transacciones y de participantes, se decidió crear una
moneda papel –el SOL-, respaldada en “compromisos de trabajo” de los asociados. Estos
compromisos de trabajo se registraban en un “cheque solidario” en el que figuraban las
horas de trabajo comprometidas y sobre las cuales se emitían los SOLES. Por ejemplo, si
una persona se comprometía a la elaboración de una docena de empanadas que se valua-
ban en $12, entonces se emitía un cheque por $12 que quedaba como reserva en el banco
central de la organización (una caja de cartón donde se guardaban los cheques) y se emitía
la cantidad de SOLES correspondientes que eran entregados a esa persona. Cuando se
compraban las empanadas con SOLES o con pesos, se rescataba el certificado que se había
emitido (es decir, se destruía, en tanto la persona que produjo las empanadas ya había
cumplido con su compromiso).
La moneda no tenía vencimiento; lo que vencía y debía ser rescatado en SOLES o en pesos
eran el ‘compromisos de trabajo’. A su vez era utilizada como medio de pago y de cambio;
además de su principal uso, que era valorar los trabajos que el mercado oficial no valoraba
pero que resultaban imprescindibles para el desarrollo de la comunidad.
Hecha esta introducción casuística a las monedas sociales, pasamos a las definiciones
más formales.
La moneda social tiene, como ámbito de circulación, lo que llamamos mercados solida-
rios. Aunque aún hoy existen mercados solidarios sin moneda –como algunos trueques
ancestrales que todavía funcionan–, la mayoría de los mercados solidarios operan con
algún tipo de moneda, entre las cuales está la moneda social.
Al unir la palabra mercado con la palabra solidario estamos diciendo que la solidaridad
será una característica fundamental de estos mercados. Un mercado solidario es “un
mercado en el que sus participantes (compradores, vendedores, productores, usuarios,
reguladores, legisladores, promotores, etc.) actúan con una lógica en la que la búsqueda
de ventajas económicas particulares se realiza en el marco de consideraciones morales,
que limitan el campo de las acciones aceptables, de modo que nadie pueda resultar
afectado en las condiciones de reproducción de su vida (Plasencia y Orzi, 2007)”. Estas
consideraciones morales persiguen el objetivo general de permitir el desarrollo de las ca-
pacidades e iniciativas humanas, asegurando a la vez la reproducción de la vida de todos.

Tres cuestiones fundamentales se derivan de esta definición de un “mercado solidario”,


que la distinguen del mercado tradicional al que estamos habituados:
- El objetivo es la reproducción de la vida de todos, y no que cada uno se salve a sí mismo
(Coraggio, 2002).
- Tanto la cooperación como la competencia participan en la dinámica de un mercado
solidario (Melo Lisboa, 2004).

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Monedas sociales y complementarias

- Los intercambios no están regidos sólo por precios (y menos por precios que se auto-
rregulan). Siendo el mercado una red de intercambio material pero también simbólico,
constituye un espacio de socialización por excelencia, en donde se producen encuentros,
intercambios de información, se facilita el conocimiento mutuo, la construcción de redes
comunitarias, etc. (Melo Lisboa, 2004).

Según Jérôme Blanc (2006) las monedas sociales son un subgrupo dentro de las mone-
das complementarias (a las que definimos anteriormente) que no son emitidas bajo una
lógica política ni lucrativa sino sostenidas en una lógica ciudadana y que presentan tres
objetivos o motivaciones:
1. Proteger el espacio local: las monedas sociales intentan localizar de entrada las
transacciones en el seno del espacio considerado, privilegiando el uso local de los ingre-
sos provenientes de una producción local.
2. Dinamizar los intercambios locales en beneficio de la población, negando por
ello a la acumulación, a la conservación y a la concentración de la riqueza.
3. Transformar la naturaleza de los intercambios, sentando las bases para la cons-
trucción de otra economía.
La transformación indicada en el tercer punto se desarrolla, según Blanc, en tres planos:
- Transformando a las personas de consumidoras o productoras en “prosumidoras”, re-
valorizando las capacidades productivas de las personas que no son valorizadas en el
ámbito del empleo asalariado o de los profesionales independientes.
- Transformando la relación que establecen las personas que intercambian, enmarcando
la transacción en una relación humana que la exceda y le dé sentido, promoviendo por
vía de la confianza el desarrollo de relaciones interpersonales desde la convivencia hasta
la amistad.
- Alejando los intercambios de la estricta lógica mercantil; estableciendo, por ejemplo,
reglas de fijación de precios y de resolución de conflictos.
Basándose en Blanc pero con una mirada desde el Sur, Orzi (2012) plantea que exis-
ten cinco1 características que deben darse para que una moneda social promueva “otra”
economía.
1. Debe promover la adquisición de una mayor conciencia sobre el fenómeno
monetario. Una moneda para otra economía debería ser una moneda que en primera
instancia disminuya tanto como se pueda el grado de fetichización que tiene la moneda
oficial2, una moneda que aparece como dotada de vida propia; como si no fuera creada,
gestionada y controlada por seres humanos. Intentar definir a la moneda social por “su
naturaleza de relación social específica, creadora de su propio espacio social” (Theret,
2008) nos obliga a considerar las características particulares que toma en cada sociedad;
ya no como funciones (es decir, en su rol de medio de cambio, de unidad de cuenta o
reserva de valor), sino como “usos de la moneda” (es decir, dónde se usa, quiénes la uti-
lizan, con qué objetivo, cómo se gestiona, etc.).
2. Debe reconocer y promover el carácter político del desarrollo de otra economía.
La afirmación del carácter político de las acciones que conllevan la producción y el con-
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Monedas sociales y complementarias

sumo en la construcción de otra economía y su carácter autogestivo, se ve afianzada por


la experiencia de creación y gestión de una moneda diferente a la oficial.
3. Debe proyectar crecientes grados de participación en su creación y gestión, pro-
moviendo el desarrollo de procesos autogestivos característicos de las experiencias de la
economía social, solidaria y popular. En este sentido, la participación activa y autogestiva
de los grupos en los procesos de creación y gestión de la moneda social es una condición
necesaria para favorecer los procesos orientados hacia un horizonte de emancipación
social. Para que tal proceso suceda en las experiencias con moneda social, es necesario
que los involucrados decidan colectivamente su creación, conozcan el proceso mediante
el cual esta opera y, por sobre todo, tomen las decisiones de gestión en forma participa-
tiva, generando procesos de creciente autonomía. En esta mirada, la reapropiación del
poder de decisión constituye una característica esencial de los procesos autogestivos. La
autogestión se estructura como un “modo de actuar colectivo según el cual los principios
de la acción social se forman en la experiencia concreta y provienen del significado dado
a las intenciones o a las ideas que fundamentan el grupo” (Cattani, 2004). Siendo su
esencia la partición y resignificación, tanto del poder como de la ganancia.
4. Debe proteger el espacio local y dinamizar los intercambios: en función del de-
sarrollo de las incipientes experiencias de economía social y solidaria de base territorial.

5. Debe transformar la lógica de los intercambios, permitiendo, a partir de sus
características diferenciales, la redefinición y reconstrucción del lazo social, generando
nuevas disposiciones en relación con la producción, el consumo y el trabajo, que priori-
cen la autonomía, la participación y la solidaridad.

Ejercicio propuesto: imaginemos una feria en el Municipio de Marcos Paz, Provincia de


Buenos Aires. En dicha feria podría darse un singular caso de pluralidad monetaria. Ade-
más de usar pesos argentinos, los feriantes y quienes asisten a la feria podrían usar tres
tipos de dinero adicionales: Mercado Pago, Activos Marcos Paz y Moneda PAR . Usando los
cinco criterios propuestos por Orzi para determinar si una moneda complementaria es o
no social, identifique si alguna de las tres opciones mencionadas podría ser catalogada
como “social”. Identifique, también, para cada uno de los casos cómo cuadran dentro
de la tipología de Polanyi (dinero público, comercial y asociativo; de propósito general y
específico).

Notas
1
En realidad Orzi plantea siete puntos, pero a criterio del autor de este material dos de ellos pueden ser subsumidos en los
cinco restantes. No incluimos en el listado los siguientes puntos: que la moneda llegue a ser gestionada por los sectores
populares (porque nos parece que esto está incluido en el punto 3 del listado) y; que el importante potencial pedagógico
que involucra la creación y gestión de una moneda social, pueda ser utilizado para generar redes que les permitan crecer
y replicarse a las experiencias de la economía social y solidaria (ya que si bien esto debiera estar incluido, desde nuestro
punto de vista, en las buenas prácticas de la autogestión).
2
Este concepto viene de Marx, quien afirma que el fetichismo de la mercancía (y, en el caso que nos ocupa, del dinero)
es algo intrínseco a las sociedades productoras de mercancías y servicios, ya que en ellas el proceso de producción se
autonomiza de la voluntad del ser humano. En un sistema capitalista, el intercambio de las mismas es la única manera en
que los diferentes productores aislados se relacionan entre sí. De esta manera, el valor de las mercancías es determinado
de manera independiente de los productores individuales, y cada productor debe producir su mercancía en términos de la
satisfacción de necesidades ajenas. De esto resulta que la mercancía misma (o el mercado) parece determinar la voluntad
del productor y no al revés.

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Monedas sociales y complementarias

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NACIONAL DE
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