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Primera edición en español publicada en 2019 por Círculo Pancriollista de

Investigaciones.
The Way of Men, Copyright © 2012 por Jack Donovan
Reeditado en formato digital por Jack Donovan y Brutal Company LLC por
acuerdo con traductores.

Todos los derechos reservados.

Traducción:
The Way of Men
por Miguel RV
Revisión y Corrección: Sebastián Vera

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Instagram: @starttheworld

YouTube: www.youtube.com/user/mrjdonovan/
PREFACIO
EL CAMINO DE LOS HOMBRES ES EL CAMINO DE LA BANDA
EL PERÍMETRO
LAS VIRTUDES TÁCTICAS
FUERZA
CORAJE
MAESTRÍA
HONOR
SOBRE SER UN BUEN HOMBRE
VIDA DE MALEANTES: LA HISTORIA DE ROMA
CHEQUEO A LA CIVILIZACIÓN
LA SOCIEDAD MASTURBATORIA BONOBO
¿QUÉ ES LO MEJOR DE LA VIDA?
INICIAR EL MUNDO
CÓMO INICIAR UNA BANDA
SOBRE LAS TRADUCCIONES
“… la cultura de las bandas es la esencia de la masculinidad patriarcal.”
— bell hooks
PREFACIO
Os presento este libro sin ego alguno.
No es publicidad de mi propia hombría, ni una fanfarronada para adular a los
hombres de mi tribu.
Este libro es mi respuesta a la pregunta: “¿Qué es la masculinidad?”.
Si los hombres tienen un camino determinado y hay un camino para la
virilidad, entonces: “¿Cuál es El Camino de los Hombres?”.
Durante décadas, la gente ha estado hablando de una “crisis” de la
masculinidad. Nuestros dirigentes han creado un mundo sin contar con los
hombres, un mundo que no los acepta y al que no le importa lo que éstos
quieran. Nuestro mundo le pide a los hombres que cambien “para mejor”,
pero les ofrece menos de lo que tenían sus padres y abuelos. Las voces que
hablan en nombre del futuro dicen que los hombres deben abandonar su
antiguo camino y encontrar uno nuevo. ¿Pero cuál es ese camino y a dónde
lleva?
Mientras entendía El Camino de los Hombres, empecé a ser más consciente
de su posición actual y hacia donde se dirigen. Me preguntaba si había un
camino que los hombres pudieran seguir a su manera hacia un futuro que les
perteneciera.
Esa es la senda de este libro. Puede que mis respuestas no sean las que
esperáis, pero son las únicas que han satisfecho mi investigación.
Jack Donovan
Marzo, 2012
Milwaukie, Oregón
EL CAMINO DE LOS HOMBRES
ES EL CAMINO DE LA BANDA
Cuando alguien le dice a un hombre que sea un hombre, quiere decir que hay
un camino para ser un hombre. Un hombre no es solo algo que ser—también
es una forma de ser, una senda que seguir y un camino que andar. Algunos
pretenden que la masculinidad lo sea todo. Otros creen que no significa nada
en absoluto. Ser bueno siendo un hombre no puede serlo todo, pero siempre
ha significado algo.
La mayoría de tradiciones han visto la masculinidad y la feminidad como
opuestos complementarios. Tiene sentido decir que la masculinidad es
aquello que es menos femenino y la feminidad es aquello que es menos
masculino, pero decir esto no nos dice mucho sobre El Camino de los
Hombres.
Los niños y las niñas no se emparejan al nacer y se escabullen juntos hacia
una cueva fría y húmeda. Los humanos siempre han sido animales sociales.
Vivimos en grupos cooperativos. Nuestros cuerpos nos clasifican en grupos
de machos o hembras. Interactuamos socialmente como miembros de un
grupo o del otro. Estos grupos no son arbitrarios o culturales—son primarios
y biológicos. Los machos tienen que relacionarse con grupos masculinos y
con grupos femeninos como machos. Los machos no están simplemente
reaccionando ante las hembras. Reaccionamos ante otros machos, como
machos. Quiénes somos tiene mucho que ver con cómo nos vemos en
relación con otros machos, como miembros de un grupo masculino.
Un hombre no es solo un hombre, sino un hombre entre hombres, en un
mundo de hombres. Ser bueno siendo un hombre tiene más que ver con la
habilidad para tener éxito con hombres y en grupos de hombres de lo que
tiene que ver con su relación respecto a cualquier mujer o grupo de mujeres.
Cuando alguien le dice a un hombre que sea un hombre, le dice que sea más
como otros hombres, más como la mayoría de hombres e, idealmente, más
como los hombres a los que otros hombres tienen en alta consideración.
Las mujeres creen que pueden mejorar a los hombres convirtiendo la
masculinidad en lo que las mujeres quieren de los hombres. Los hombres
quieren que las mujeres los anhelen, pero la aprobación femenina no es lo
único que les importa a los hombres. Cuando los hombres compiten entre
ellos por status, están compitiendo por la aprobación de los otros. Las
mujeres que los hombres encuentran más deseables se han sentido,
históricamente, atraídas —o han sido reclamadas— por hombres que eran
temidos o reverenciados por otros hombres. La aprobación femenina ha sido,
normalmente, una consecuencia de la aprobación masculina.
La masculinidad consiste en ser un hombre dentro de un grupo de hombres.
Por encima de todo, la masculinidad consiste en lo que los hombres
quieren de otros hombres.
Si El Camino de los Hombres parece confuso es únicamente porque hay
muchos grupos diferentes de hombres que quieren muchas cosas diferentes
de los hombres. Los hombres asentados en la riqueza y el poder siempre han
querido hombres que creyeran que ser un hombre consistía en servicio y
obediencia, o que la hombría podía probarse ateniéndose a la riqueza y al
poder conseguidos por medio de los canales establecidos. Los hombres
religiosos e ideológicos siempre han querido hombres que creyeran que ser
un hombre era un esfuerzo espiritual o moral, y que la hombría podía
probarse a través de varios medios de autocontrol, autonegación,
autosacrificio o evangelismos. Los hombres que tienen algo que vender
siempre han querido hombres que crean que la masculinidad puede probarse
o mejorarse comprándola.
En una tribu unida, con un fuerte sentimiento de identidad propia, hay cierta
armonía entre los intereses de los grupos masculinos y El Camino de los
Hombres parece lo suficientemente sencillo. En una civilización compleja,
cosmopolita, individualista y desunida, con muchas identidades aguadas, à la
carte, El Camino de los Hombres es incierto. Los caminos pregonados por los
ricos y poderosos están mezclados con los de gurús e ideólogos, y revueltos
con las bagatelas de los comerciantes en tal caos que resulta fácil ver por qué
algunos dicen que la masculinidad puede significar cualquier cosa, todo o
nada en absoluto. Añade a esto las “mejoras” sugeridas por las mujeres y El
Camino de los Hombres se convierte en un mapa indescifrable hacia un
vertedero de ideales.
Para comprender quiénes son los hombres, qué tienen en común y por qué
luchan entre ellos para probar su valía, reduce los grupos masculinos a su
forma nuclear. Las inmensas y complejas civilizaciones conformadas por
millones de personas son relativamente nuevas para los hombres. Durante la
mayor parte de su vida en este planeta, los hombres se han organizado en
pequeñas bandas de supervivencia contra un entorno hostil, compitiendo por
las mujeres y los recursos con otras bandas de hombres. Comprender cómo
reaccionan los hombres frente a otros hombres requiere comprender su
unidad social más básica. Comprender lo que los hombres quieren de otros
hombres requiere comprender lo que han necesitado más a menudo de los
demás, y entender cómo han encajado estas necesidades en la psicología
masculina.
Liberados de pretensiones morales y despojados de costumbres populares, la
masculinidad en bruto, que todo hombre conoce en sus entrañas, tiene que
ver con ser bueno en ser un hombre dentro de una pequeña banda de
hombres, asediada y luchando para sobrevivir.
El Camino de los Hombres es el camino de la banda.
EL PERÍMETRO
Sois parte de un pequeño grupo humano luchando para seguir vivos.
El porqué no importa.
Conquista, guerra, muerte, hambre o enfermedad—cualquiera de Los Jinetes
lo hará.
Podríais ser nuestros ancestros primitivos, podríais ser unos pioneros,
podríais haber quedado abandonados en alguna localización remota, podrías
ser supervivientes de un holocausto nuclear o un apocalipsis zombie. De
nuevo, no importa. Para los humanos sin acceso a tecnología avanzada, el
escenario funciona más o menos de la misma manera.
Tenéis que definir vuestro grupo. Tenéis que definir quién está dentro y quién
está fuera, y necesitáis identificar las amenazas potenciales. Necesitáis crear y
mantener alguna clase de zona segura alrededor del perímetro de vuestro
grupo. Todos tendrán que contribuir a la supervivencia del grupo de alguna
manera, salvo que el grupo acuerde proteger y alimentar a alguien que no
pueda contribuir debido a su edad o enfermedad. Para los que pueden
trabajar, tendréis que decidir quién hace qué, basándoos en lo que se les da
bien, en quiénes trabajan bien juntos y en lo que tiene más sentido práctico.
CAZANDO Y LUCHANDO
Cazar y luchar son dos de las tareas más peligrosas que tendréis que realizar
para continuar vivos.
Para desarrollarse, los humanos necesitan proteína y grasa. Podéis obtener
suficiente proteína y grasa de los vegetales, pero sin una granja consolidada
os veréis duramente obligados a reunir suficientes vegetales para cumplir con
vuestras necesidades nutricionales. Un animal grande puede proporcionar
proteína y grasa para varios días—incluso más si sabéis conservar la carne.
El problema con los animales grandes y ricos en proteínas es que no quieren
morir. La carne es músculo, y el músculo hace fuertes a los animales—a
menudo más fuertes que a los hombres. Las bestias salvajes vienen equipadas
con colmillos, cuernos, pezuñas, garras y dientes afilados. Lucharán por sus
vidas. Derribar a un animal grande y rico en proteínas será peligroso.
Requerirá fuerza, coraje, técnica y trabajo en equipo. Para encontrar comida
también es necesario explorar—aventurarse en lo desconocido— ¿y quién
sabe qué acecha ahí fuera?
Si vais a sobrevivir, vuestro grupo necesita protección frente a los
depredadores—animales, humanos, alienígenas o no-muertos. Si hay algo o
alguien ahí fuera que quiere lo que tenéis y está dispuesto a luchar por ello,
vais a tener que averiguar quiénes de vuestro grupo están dispuestos a pelear.
Querréis a la gente más preparada para luchar vigilando, defendiendo todo lo
que os importa o saliendo fuera a eliminar la amenaza potencial. Si alguien o
algo tiene lo que necesitáis, la mejor manera de conseguirlo podría ser
tomándolo. ¿Quiénes de vuestro grupo estarán dispuestos y serán capaces de
hacerlo?
Tal vez haya hembras en vuestro grupo. Tal vez no. Si tenéis hembras, no
tendrán acceso a medidas de control de natalidad fiables. Machos y hembras
no dejarán de tener sexo y las hembras se quedaran embarazadas. Los
humanos son mamíferos y, como la mayoría de mamíferos, la mayor parte de
la carga reproductiva recaerá en las hembras. No es justo, pero la naturaleza
no es justa. Incluso las mujeres fuertes y agresivas se vuelven más
vulnerables y pierden movilidad durante la gestación. Incluso las mujeres
duras amamantarán a sus crías. Se vinculan a sus retoños y se hacen cargo de
ellos rápidamente. Los bebés están indefensos y los niños son vulnerables
durante años.
Aunque no hubiera otras diferencias físicas o mentales entre hombres y
mujeres, en un entorno hostil, las realidades biológicas de la reproducción
humana aún dictarían que, con el tiempo, los hombres estarían
mayoritariamente encargados de explorar, cazar, luchar, construir y defender.
Los hombres tendrían más tiempo para especializarse y desarrollar las
habilidades necesarias para sobresalir en esas tareas. No tendrían excusa para
no hacerlo.
Los hombres nunca se quedarán embarazados, nunca amamantarán y se
encargarán menos de sus hijos. Incluso puede que no sepan cuáles son suyos.
Las mujeres saben de quién son sus hijos. Los hijos no dependen de los
padres en la misma medida que dependen de sus madres. Los hombres son
más libres para asumir riesgos en pos del bien del grupo, con la creencia de
que su prole vivirá.
Tal y como son las cosas, hay diferencias biológicas entre hombres y mujeres
que poco tienen que ver con el embarazo y el amamantamiento. Por lo
general, los hombres son más grandes y fuertes que las mujeres. Los hombres
son más atrevidos, y probablemente están más mecánicamente inclinados y
son mejores en lo que se refiere a navegación. Los hombres están
programados para los juegos agresivos. Los hombres con la testosterona alta
asumen más riesgos y buscan más emociones. Están más interesados en
competir por status y, cuando ganan, sus cuerpos les proporcionan un
subidón de dopamina y más testosterona.1
Como vuestro grupo está luchando por sobrevivir, cada decisión cuenta. Si le
asignáis el trabajo equivocado a la persona equivocada, esa persona podría
morir, tú podrías morir, otra persona podría morir, o todos podríais morir. A
causa de las diferencias entre sexos, la mejor persona para trabajos que
requieran exploración, caza, lucha, construcción o defensa será,
normalmente, un macho. No es ningún prejuicio cultural arbitrario; es el tipo
de discriminación estratégica vital que mantendrá vivo a vuestro grupo.
Los humanos, al igual que los chimpancés, a menudo cazarán en equipo
porque la caza cooperativa es más efectiva que en solitario. Cuando juntas a
un equipo —cualquier clase de equipo— las habilidades en bruto de vuestros
candidatos no son los únicos factores a tener en cuenta. También tendréis que
considerar la dinámica social del equipo. ¿Qué personas trabajarán mejor
juntas? Como líder, querrás crear sinergias, reducir las distracciones y evitar
conflictos dentro del grupo. Los machos competirán por status dentro de
cualquier grupo, pero también competirán por las hembras. Eliminar una
segunda barrera potencial de celos y antagonismo podría ser razón suficiente
para elegir a un macho antes que a una hembra.
Si hay hembras en vuestro grupo, tendrán mucho trabajo duro y necesario que
realizar. Cada uno tendrá que cargar con su propio peso, pero la caza y la
lucha casi siempre recaerán sobre los hombres. Cuando las vidas estén en
juego, la gente apartará las etiquetas de igualdad y tomará esa misma decisión
una y otra vez, porque tiene más sentido.
En esta división práctica del trabajo es donde comienza el mundo masculino.
EL GRUPO-BANDA
Thomas Hobbes escribió que, cuando los hombres viven sin miedo a un
poder común, viven en un estado de “guerra”. En guerra, los hombres se
enfrentan unos contra otros.
La idea de guerra de Hobbes es interesante a nivel teórico, pero su guerra de
todos contra todos no es el estado natural para los hombres. Es natural para
un hombre perseguir sus propios intereses, pero esos intereses unen a los
hombres rápidamente. Un solitario no tiene a quién pedir ayuda, nadie que
vigile su espalda, nadie que lo proteja cuando duerme. Los hombres tienen
más posibilidades de sobrevivir juntos que por separado. Siempre han cazado
y luchado en pequeños equipos. El estado natural de guerra es un conflicto
continuado entre pequeñas bandas de hombres.
Los chimpancés se organizan en grupos-bandas, lo que significa que cambian
el tamaño de los grupos en función de las circunstancias. Se unen en grandes
grupos y construyen alianzas por motivos estratégicos, para aparearse y para
compartir recursos. Cuando las circunstancias cambian, se dividen en grupos
más pequeños y partidas de caza. Los grupos más pequeños —las bandas—
son los más unidos y estables. Los machos son leales y rara vez cambian de
banda. Las hembras se unen a los machos a veces para cazar, pero son más
proclives a cambiar de banda a lo largo del tiempo.
Los hombres se organizan de la misma manera.
Tomemos, por ejemplo, las unidades militares:
—Ejército: 80.000 - 200.000 miembros
—Cuerpo: 20.000 - 45.000 miembros
—División: 10.000 - 15.000 miembros
—Brigada: 3.000 - 5.000 miembros
—Regimiento: 3.000 - 5.000 miembros
—Batallón: 300 - 1.300 miembros
—Compañía: 80 - 225 miembros
—Pelotón: 26 - 55 miembros
—Sección/Patrulla/Escuadrón: 8 - 13 miembros
—Escuadra: 2 - 4 miembros

Todos los hombres de un determinado ejército son parte del mismo gran
equipo, pero la fuerza del vínculo entre hombres se incrementa conforme
decrece el tamaño de la unidad. En grupos más pequeños, los hombres son
más leales entre sí.
Cuando el escritor Sebastian Junger preguntó a soldados estadounidenses en
Afganistán acerca de sus lealtades, le dijeron que “sin ninguna duda,
arriesgarían sus vidas por cualquiera del pelotón o de la compañía, pero que
ese sentimiento disminuía rápidamente a partir de ahí. Para cuando llegabas
al nivel de la brigada —tres o cuatro mil hombres— todo sentimiento de
metas o identidad comunes era prácticamente teórico”.2 La rivalidad entre
grupos es frecuente. Cada grupo tiene su propia regalía, sus propias
tradiciones, su propio simbolismo e historia común.
Algunos investigadores creen que el cerebro humano solo puede procesar
información suficiente para mantener relaciones significativas con unas 150
personas en un período determinado.3 Es, más o menos, el tamaño de una
compañía militar, pero también el tamaño de la típica tribu humana primitiva,
y aproximadamente el número de “amigos” con los que la mayoría de la
gente contacta regularmente a través de las redes sociales.
Dentro de esa tribu de 150, la gente forma incluso grupos más pequeños. ¿A
cuánta gente le prestarías mucho dinero? ¿Con cuántas personas contarías en
caso de emergencia? ¿Cuántas personas podrían contar contigo?
Si eres como la mayoría, ese número se reduce al tamaño de un pelotón, un
escuadrón o incluso a una escuadra. El tamaño de los equipos para la mayoría
de los deportes grupales varía entre una escuadra y un pelotón. Los equipos
de fútbol americano tienen unos 50 miembros en plantilla, pero solo hay 11
en el campo a la vez. Los equipos de béisbol tienen 25 miembros, con 9
hombres sobre el campo. En los equipos de fútbol juegan entre 7 y 11
miembros. En los equipos de baloncesto juegan 5. Los de waterpolo meten 7
en la piscina.
Los hombres retornan al tamaño de banda arquetípico, incluso para la
narración y el esparcimiento. ¿Cuántos personajes principales hay en tus
libros, películas o series favoritas? Esa cantidad también funciona con la
religión y los mitos. Jesús tenía 12 apóstoles. ¿Cuántos dioses griegos puedes
nombrar? ¿Y nórdicos?
El grupo de 2 a 15 hombres es una zona cómoda. Es un tamaño de equipo
efectivo para maniobras tácticas, pero también es socialmente manejable.
Puedes conocer realmente a esos tipos a la vez. Puedes mantener una buena
relación de trabajo y una historia social significativa con unos 100. Más allá,
la conexión se vuelve extremadamente superficial, la confianza se rompe y
son necesarias más reglas y códigos —siempre conservados bajo la amenaza
de la violencia— para mantener “unidos” a los hombres. En momentos de
tensión —cuando los recursos escasean, cuando el sistema de reglas y
códigos se derrumba, cuando hay un lapso en su cumplimiento, o cuando los
hombres tienen poco que perder y mucho que ganar infringiendo la ley— es
El Camino de los Hombres el que quiebra los grandes grupos y opera en
bandas pequeñas y ágiles.
La banda del tamaño escuadra-pelotón es nuestra unidad más pequeña. Más
allá de nosotros están ellos, y la línea que separa el nosotros del ellos es un
círculo de confianza.
TRAZANDO EL PERÍMETRO
La primera tarea de los hombres en momentos desesperados siempre ha sido
establecer y asegurar “el perímetro”.
Imaginaos de nuevo en vuestro escenario de supervivencia. Las personas no
pueden luchar, cazar y matar día y noche, eternamente. Los humanos tienen
que dormir, tienen que comer y necesitan desconectar. Necesitáis crear un
espacio seguro y establecer un campamento en alguna parte.
También tenéis que localizar algunos recursos deseables, como el acceso al
agua y la comida. Una de las primeras cosas que tendréis que tener en cuenta
es si el punto os hace vulnerables frente a ataques de depredadores o grupos
desconocidos de hombres. Después hacéis un reconocimiento básico —
comprobáis los alrededores buscando evidencias de otra tribu o bestias no
deseadas. Cansados y satisfechos, tus compañeros y tú montáis un
campamento base y vigiláis un perímetro rudimentario.
La supervivencia de vuestro grupo dependerá de vuestra habilidad para
reclamar con éxito la tierra y conservarla.
Cuando reclamáis un territorio y trazáis un perímetro, esa línea pasa a separar
vuestro grupo del resto del mundo. La gente de dentro del perímetro se
convierte en nosotros y todo lo demás fuera del perímetro, conocido o
desconocido, pasa a ser ellos.
Más allá de la luz de vuestra hoguera está la oscuridad. Ellos están justo
después del centelleo de vuestro fuego, ahí fuera en lo oscuro. Ellos pueden
ser animales salvajes, zombies, robots asesinos o dragones. Ellos también
pueden ser otros hombres. Los hombres saben lo que necesitan los hombres,
y lo que quieren. Si vuestros hombres tienen algo que los hombres quieren o
necesitan, tendréis que tener cuidado con otros hombres. Las cosas que tienen
valor para los hombres —herramientas, comida, agua, mujeres, ganado,
refugio o incluso buenas tierras— tendrán que ser protegidas de otros
hombres que podrían estar lo suficientemente desesperados como para
haceros daño para conseguirlas. El perímetro separa a los hombres en los que
confiáis de los que no confiáis, o no conocéis lo suficiente para confiar en
ellos.
A la gente le gusta hacer amigos. Estar constantemente a la defensiva es
estresante. La mayoría de las personas quieren confiar en otras personas. La
mayoría de la gente quiere poder relajarse. Si sois listos, hasta que los
conozcáis, ellos seguirán ahí fuera, al otro lado del perímetro. Incluso si
bajáis la guardia para cooperar, puede o puede que no los absorbáis en el
nosotros. Mientras los hombres mantengan identidades separadas, siempre
existe la posibilidad de que ellos decidan anteponer sus intereses a los
vuestros. En los momentos difíciles, los acuerdos entre grupos se vienen
abajo. La competición genera animosidad, y los hombres se deshumanizan
entre ellos para tomar las duras decisiones necesarias para la supervivencia de
su propio grupo.
Si juntáis machos durante un corto período de tiempo, y les dais algo por lo
que competir, formarán un equipo nosotros vs ellos. Esto fue excelentemente
ilustrado por el “Experimento de la Cueva de los Ladrones” de Muzafer
Sherif. Los psicólogos sociales separaron dos grupos de chicos y los
obligaron a competir. Cada grupo de niños creó un sentido del nosotros
basado en lo que les gustaba de sí mismos o en cómo se imaginaban ellos.
También crearon caricaturas negativas del otro grupo. Los grupos se
volvieron hostiles el uno contra el otro. Sin embargo, cuando los
investigadores les dieron un buen motivo para cooperar, las bandas
enfrentadas fueron capaces de aparcar sus diferencias y unirse en un grupo
más grande.
Siempre ha sido tarea de los hombres el trazar un perímetro para establecer
un espacio seguro, para separarnos a nosotros de ellos y crear un círculo de
confianza.
El descubrimiento de nuevas tierras en las Américas lo hizo nuevamente
posible en la historia humana reciente. Pequeños grupos de hombres se
aventuraron en territorio desconocido porque creían que podían conseguir
más arriesgándose, de lo que podían esperar obtener por medio de los canales
establecidos en el viejo mundo. Desafiaron a lo salvaje, establecieron
campamentos y reinventaron la civilización mientras el resto del mundo
miraba. Ahí fuera, en la oscuridad, había indios, osos, serpientes y otras
bandas de hombres dispuestos a usar la violencia para hacerse con lo que
querían. Tanto los colonos como los nativos eran hombres asediados y tenían
que consolidarse frente a las fuerzas externas. Debían decidir en quién podían
confiar, en quién no y qué necesitaban de los hombres a su alrededor.
La historia del Oeste Americano es solo una historia. ¿Cuántas bandas,
familias, tribus y naciones han sido fundadas por un pequeño grupo de
hombres que se aventuraron solos, reclamaron la tierra, la defendieron, la
aseguraron y echaron raíces? Si los hombres nunca hubieran hecho esto, no
habría gente viviendo en todos los continentes hoy en día.
UN ROL ESPECIAL
Habéis decidido quién está dentro y quién fuera. Habéis decidido en quién
confiáis y en quién no. Vigiláis el perímetro, protegiendo lo que está dentro
de la luz centelleante, defendiendo todo lo que significa algo para vosotros y
los hombres que os apoyan. Todo recae sobre vosotros, los guardianes,
porque sabéis que si falláis en vuestro trabajo no puede haber felicidad
humana, ni vida familiar, ni historias, ni arte, ni música. Vuestro papel en los
sangrientos límites de la frontera entre ellos y nosotros está por encima de
cualquier otro rol que tengáis dentro del espacio protegido. El vuestro es un
rol especial, y vuestro valor para los otros hombres, que comparten dicha
responsabilidad, quedará determinado por lo dispuestos y capaces que seáis
para cumplir dicho papel.
Los otros hombres tendrán que saber que pueden confiar en vosotros, porque
todo cuenta, y vuestras debilidades, miedos o incompetencia podrían matarlos
o poner en riesgo al grupo entero. Los hombres que son buenos en esta tarea
—hombres que son buenos en la tarea de ser hombres— se ganarán el respeto
y la confianza del grupo. Esos hombres serán honrados y tratados mejor que
los hombres que son desleales o de poca confianza. Los hombres que
consiguen victorias en los momentos de mayor peligro adquieren el más alto
status entre el resto. Serán tratados como héroes, y otros hombres —
especialmente los jóvenes— los emularán.
En una sociedad compleja, casi todos nosotros vivimos bien dentro del
perímetro. Creamos nuestros propios círculos y camarillas, y los defendemos
metafóricamente. Incluimos o excluimos gente por toda clase de motivos.
Lejos de cualquier frontera que separe la amenaza de la seguridad, la gente
celebra cualidades que no tienen casi nada que ver con la supervivencia. El
rebaño bala por cantantes, diseñadores, charlatanes y personas cuyo únicos
talentos son ser graciosos o guapos. Los pastores los guían en círculos
siempre hacia más de lo mismo.
Cuando los hombres se evalúan entre sí como hombres, aún buscan las
mismas virtudes que necesitarían para proteger el perímetro. Los hombres
responden y admiran las cualidades que harían a los hombres útiles y
prácticos en una emergencia. Los hombres siempre han tenido un rol
especial, y aún se juzgan entre ellos de acuerdo a las demandas de dicho rol
como guardián en una banda, luchando por la supervivencia contra la
perdición de los invasores. Todo lo que tiene que ver específicamente con ser
un hombre —no solo una persona— tiene que ver con ese rol.
Mientras estáis espalda con espalda, deteniendo el avance del olvido, ¿qué
necesitáis de los hombres de vuestro grupo? Mientras cerráis un estrecho
círculo en torno a un peligroso juego que podría alimentaros durante una
semana, ¿qué clase de hombres queréis a vuestro lado?
LAS VIRTUDES TÁCTICAS
Vir es la palabra latina para “hombre”. La palabra “virtud” proviene del latín
“virtus”. Para los primeros romanos, virtus significaba virilidad, y virilidad
significaba valor marcial.4 Demostrar la virtus significaba mostrar fuerza,
coraje y lealtad a la tribu mientras atacaban o se defendían de los enemigos
de Roma.
Conforme los romanos tenían más éxito y su civilización se volvía más
compleja, dejó de ser necesario que todos sus hombres cazasen o luchasen. El
combate tenía lugar en el borde del perímetro, y el límite de lucha de la
civilización romana se desplazó hacia el exterior. Para los hombres que
estaban en la parte más interna del círculo, la virilidad cada vez se hizo más
metafórica5. Los hombres que realizaban otros trabajos podían satisfacer su
necesidad de ser vistos como hombres, entre hombres, luchando
metafóricamente, demostrando valor social, dominando sus deseos y
comportándose éticamente. El significado de la palabra virtus y la idea
romana de la virilidad se expandieron para incluir valores que no eran
simples virtudes de supervivencia, sino también virtudes cívicas y morales.
Las definiciones de virilidad se expandieron para incluir otras virtudes,
conforme las civilizaciones crecían. Sin embargo, estas otras virtudes son
menos específicas de los hombres, a diferencia de las virtudes de lucha, y
varían más de una cultura a otra. La virtud “civilizada” consiste en ser una
buena persona, un buen ciudadano, un buen miembro de una sociedad en
concreto. Las virtudes principales deberían estar directamente relacionadas
con la virilidad. Las virtudes que los hombres de todo el mundo reconocen
como virtudes principales son las virtudes de la lucha. Las películas épicas y
de acción funcionan bien porque apelan a algo básico en la condición
masculina —un deseo de luchar y ganar, de pelear por algo, de luchar por
sobrevivir, de demostrar tu valía a otros hombres.
Las virtudes específicamente asociadas con ser un hombre esbozan una tosca
filosofía de vida, una forma de ser que es también una estrategia para
prevalecer en tiempos peligrosos y desesperados. El Camino de los Hombres
es una ética táctica.
Si estáis luchando para seguir vivos y estáis rodeados de amenazas
potenciales, ¿qué necesitáis de los hombres que están peleando con vosotros?
¿Qué necesitáis de nosotros para repelerlos a ellos?
Si comer significa afrontar el peligro juntos, ¿a quién queréis llevar con
vosotros?
¿Qué virtudes necesitáis cultivar en vosotros mismos y en los hombres a
vuestro alrededor para tener éxito en las tareas de caza y lucha?
Cuando vuestras vidas y las vidas de las personas que os importan dependan
de ello, necesitaréis que los hombres a vuestro alrededor sean tan fuertes
como sea posible. Vivir sin la ayuda de tecnología avanzada requiere de
espaldas fuertes y esfuerzo. Necesitaréis hombres fuertes para repeler a otros
hombres fuertes.
No querréis que los hombres de vuestra banda sean imprudentes, sino que
sean valerosos cuando haga falta. Un hombre que corre cuando el grupo lo
necesita podría poner vuestras vidas en peligro.
Querréis hombres que sean competentes, que puedan llevar a cabo el trabajo.
¿Quién quiere estar rodeado de imbéciles y metepatas? Los hombres que
cacen y luchen tendrán que demostrar dominio de las habilidades que vuestro
grupo use para cazar y luchar. Un poco de inventiva tampoco haría daño.
También necesitaréis que vuestros hombres se comprometan. Querréis saber
que los hombres a vuestro lado son nosotros y no ellos. Necesitaréis poder
contar con ellos en momentos de crisis. Queréis tipos que os cuiden las
espaldas. No se puede confiar o depender de hombres a los que no les
importa lo que otros hombres piensen de ellos. Si sois listos, querréis que los
otros hombres prueben que están comprometidos con el equipo. Querréis que
demuestren que se preocupan por su reputación dentro de la banda, y querréis
que demuestren que se preocupan por la reputación de la banda entre otras
bandas.
Fuerza, Coraje, Maestría y Honor.
Estas son las virtudes prácticas de los hombres que deben confiar entre sí en
el peor escenario posible. Fuerza, Coraje, Maestría y Honor son virtudes
simples y funcionales. Son las virtudes de hombres que deben responder ante
sus hermanos en primer lugar, ya sean estos hombres buenos o deshonestos.
Estas virtudes tácticas apuntan hacia el triunfo. Son amorales, pero no
inmorales. Su moralidad es primitiva y reside en un círculo cerrado. Las
virtudes tácticas no se preocupan de cuestiones morales abstractas sobre el
bien y el mal universales. Lo que está bien es lo que gana y lo que está mal es
lo que pierde, porque perder es morir y el final de todo lo que importa.
Fuerza, Coraje, Maestría y Honor son las virtudes que protegen el perímetro;
son las virtudes que nos salvan. Estas son las virtudes que los hombres
necesitan para proteger sus intereses, pero también las virtudes que deben
desarrollar para ir en busca de lo que quieren. Son las virtudes del defensor y
del atacante. Fuerza, Coraje, Maestría y Honor no pertenecen a ningún dios,
aunque muchos dioses las reclaman. Sea lo que sea por lo que luchen los
hombres, Fuerza, Coraje, Maestría y Honor son lo que deben exigirse entre
ellos si quieren ganar.
Fuerza, Coraje, Maestría y Honor son las virtudes alfa de todos los hombres
del mundo. Son virtudes masculinas fundamentales, porque sin ellas no se
pueden considerar las virtudes “elevadas”. Necesitáis estar vivos para
filosofar. Podéis añadir a estas virtudes y crear reglas y códigos morales para
dirigirlas, pero si las elimináis de la ecuación no solo estáis dejando atrás las
virtudes específicas de los hombres, sino las virtudes que hacen posible la
civilización.
Los hombres que son fuertes, valerosos, competentes y leales serán
respetados y honrados como miembros valiosos del equipo “nosotros”.
No se puede contar con hombres extraordinariamente débiles o temerosos.
Los hombres que son ineptos en algún aspecto importante deben encontrar
una manera de compensarlo —y lo intentarán si son leales y honorables, si
quieren ayudar con la caza y la lucha— o encontrar otra tarea que acometer
en la tribu. Un hombre de lealtad cuestionable, al que no parece importarle lo
que otros hombres piensen de él o cómo se percibe a su tribu, no tendrá la
confianza de la banda de lucha y caza. Los hombres que no puedan cumplir
con el rol principal de hombres, por uno u otro motivo, serán apartados del
grupo de caza y lucha y enviados a trabajar con las mujeres, los niños, los
enfermos y los ancianos.
Los hombres tienen diferentes vocaciones, aptitudes y temperamentos. La
mayoría de los hombres tienen la habilidad de adaptarse al rol de cazar y
luchar, de vivir en el límite del perímetro, pero algunos no serán capaces de
dar la talla. Serán valorados como menos viriles y considerados menos
hombres. Algunos hombres se sentirán dolidos. No es justo, pero la justicia
es un lujo que raramente pueden permitirse los hombres en momentos
desesperados.
Los hombres que quieran evitar ser rechazados por la banda, trabajarán duro
y competirán entre ellos para ganarse el respeto de esta. Los hombres más
fuertes, más valerosos y más competentes por naturaleza, competirán entre
ellos por un status más alto dentro del grupo. Mientras haya algo que
conseguir logrando una posición más elevada dentro de la banda —ya sea
mayor control, más acceso a los recursos o solo la estima de los compañeros
y la comodidad de estar más alto en la jerarquía que los tipos de la base— los
hombres competirán entre ellos por una posición más elevada. Sin embargo,
como los humanos son cazadores cooperativos, el principio del grupo-banda
se reduce hasta el nivel individual. Al igual que los grupos de hombres
compiten entre sí pero se unirán si creen que pueden conseguir más
cooperando, los individuos competirán dentro de una banda cuando no haya
amenazas externas mayores, pero después aparcarán sus diferencias por el
bien del grupo. Los hombres no están programados para luchar o cooperar;
están programados para luchar y cooperar.
Comprender esta habilidad para percibir y priorizar los diferentes niveles de
conflicto es esencial para comprender El Camino de los Hombres y las cuatro
virtudes tácticas. Los hombres cambiarán constantemente de marcha, de la
competencia intragrupal a la competición entre grupos o contra una amenaza
externa.
Es bueno ser más fuerte que otros hombres dentro vuestra banda, pero
también es importante para vuestra banda ser más fuerte que otra banda. Los
hombres retarán a sus camaradas y pondrán a prueba su coraje, pero, en
muchos aspectos, estos retos intragrupales preparan a los hombres para
afrontar la competencia entre grupos. Al igual que es importante para los
hombres el demostrar a sus compañeros que no se dejarán ridiculizar, la
supervivencia de un grupo puede depender de si éste está dispuesto o no a
enfrentarse a otros grupos para proteger sus propios intereses. A los hombres
les encanta exhibir nuevas habilidades y superar a sus colegas, pero dominar
muchas de las mismas habilidades será crucial en las batallas contra la
naturaleza y otros hombres. Los deportes y juegos que más practican los
hombres requieren de la clase de pensamiento estratégico y/o virtuosismo
físico que haría falta en una situación de supervivencia. La reputación de un
hombre puede evitarle enfrentamientos dentro de su grupo, y la reputación de
un grupo puede hacer que sus enemigos se lo piensen dos veces antes de
crear animosidad.
Los sociólogos y los expertos en bandas callejeras hablan, de forma
pintoresca, con menosprecio arrogante y confuso acerca del exceso de
preocupación por la reputación o el deseo de vengar “afrentas”. Pero la
realidad es que los hombres se han comportado así durante la mayor parte de
la historia de la humanidad, y los motivos estratégicos del por qué deberían
resultar obvios para cualquiera que no confíe en la protección policial. Si
nadie va a venir a salvarte, será mejor que seas duro o lo parezcas, y
probablemente querrás tener a tu lado tipos duros, listos y dispuestos para
guardarte las espaldas.
No tengo ni idea de cómo la gente se las apaña para hacerse un lío con algo
tan sencillo y obvio, pero estoy bastante seguro de que nuestros ancestros los
habrían matado y les habrían quitado sus pertenencias.
***
Los cuatro próximos capítulos desarrollarán lo que yo entiendo por Fuerza,
Coraje, Maestría y Honor. Estas simples palabras tienen muchos significados,
y quieren decir cosas diferentes para personas diferentes. Las virtudes
masculinas representan conceptos tan universales que incluso los débiles, los
cobardes, los ineptos y los indignos luchan por encontrar formas para
también poder sentir que personifican esas virtudes. Con cada una de las
cuatro, mostraré por qué están específicamente relacionadas con los hombres,
cómo encajan las mujeres en el cuadro y como se relacionan las virtudes
entre sí. Algunas de las virtudes también tienen múltiples aspectos que
merece la pena analizar.
Después de que hayamos examinado cada una de las virtudes tácticas y las
hayamos considerado amoralmente, abordaré temas de moralidad y ética de
nuevo, y explicaré cuál creo que es la diferencia entre ser un buen hombre y
ser bueno siendo un hombre y por qué no es lo mismo.
FUERZA
Si desmontáis algo o lo modificáis, hay ciertos aspectos que deben
permanecer intactos o ser reemplazados para que conserven su identidad. Sin
ciertas partes, se convierte en otra cosa.
Sin fuerza, la masculinidad se convierte en otra cosa—un concepto diferente.
La fuerza no es un valor arbitrario asignado a los hombres por las culturas
humanas. El incremento de fuerza es una de las diferencias biológicas
fundamentales entre machos y hembras. A parte del sistema de cañerías
reproductoras básico, tener más fuerza es una de las diferencias físicas
mesurables más prominentes, e históricamente consecuentes y consistentes,
entre machos y hembras.
Hoy en día está de moda poner la palabra “débil” entre comillas para evitar
ofender a las mujeres cuando se las hace referencia como al sexo “débil”. Las
comillas no alterarán la verdad humana básica de que los hombres aún son,
en promedio, significativamente más fuertes físicamente que las mujeres. Las
personas serias deberían poder admitir que algo es generalmente cierto
cuando es un hecho verificable. No hay por qué avergonzarse de ello.
La fuerza no es la única cualidad que importa. A veces no importa en
absoluto. Rara vez es una desventaja. Sin embargo, en nuestro mundo
moderno mecánicamente asistido, la fuerza física es a menudo menos
relevante de lo que solía ser. Relevante o no, es lo que es.
Las mujeres pueden demostrar fuerza, pero es una cualidad que define la
virilidad. Tener mayor fuerza diferencia a los hombres de las mujeres. Los
hombres débiles son considerados menos viriles, pero a nadie le importa
realmente o tiene en cuenta si una mujer es más débil que sus compañeras. En
cierto modo, esto es más cierto —o más cierto entre clases— que nunca. Las
mujeres que vivían en granjas (o en sociedades cazadoras primitivas) tenían
un trabajo con mayor demanda física que cualquier empleo de la mujer media
de hoy en día.
Admiramos la fuerza en las atletas femeninas, pero una mujer bella que no
pueda levantar una bolsa de verduras aún tendrá muchos admiradores y
cantidad de hombres dispuestos a ayudarla a llevarla. Muchas mujeres
famosas que son consideradas bellas, tanto por hombres como por mujeres,
están tan delgadas que parecen famélicas y frágiles. Colectivamente, no nos
importa si una mujer tiene fuerza o no. Una mujer no es considerada menos
mujer si es físicamente débil.
Muchos tal vez consideren menos femenina a una mujer si es demasiado
fuerte. Concretamente, si una mujer presenta un nivel de masa muscular
elevado y una poco frecuente baja cantidad de grasa corporal, tenderá a
parecerse más a un hombre. Precisamente por las diferencias fisiológicas
entre machos y hembras, sólo las culturistas femeninas más dedicadas y
disciplinadas consiguen alguna vez parecer muñecos He-Man con cabezas de
Barbie. La mujer promedio que entrena con pesas incrementará su fuerza y su
salud, pero la mayoría seguirán pareciendo mujeres. La testosterona puede o
no jugar un papel importante en el desarrollo muscular femenino.6 Sin
embargo, en los hombres, la testosterona —el andrógeno más reconocido—
guarda una relación complementaria con el incremento de fuerza y de masa
muscular. Los hombres con más músculo tienden a tener y mantener niveles
altos de testosterona, y a los hombres que tienen los niveles más altos de
testosterona suele resultarles más fácil ponerse grandes y fuertes. Los
hombres que aumentan sus niveles de testosterona —ya sea con el
entrenamiento y la dieta o por medios artificiales— suelen parecer más
masculinos. Dicho de otra manera, los hombres con más músculo se parecen
menos a la mayoría de mujeres, y más a los hombres menos andróginos. Esto
no tiene nada que ver con la cultura. No hay ninguna cultura humana en la
que los hombres débiles sean considerados más viriles, y que las mujeres con
más musculatura sean consideradas más femeninas. La importancia de la
fuerza varía de una sociedad a otra (normalmente en correlación con la
tecnología disponible y el tipo de trabajo requerido para la persona media)
pero la fuerza ha sido una cualidad definitoria masculina siempre en todas
partes.
Si estamos haciendo un intento sincero por comprender y definir la virilidad
o la hombría7, tal y como pertenece o es característica de los hombres, la
fuerza física debe figurar de manera prominente en dicha definición. El
Camino de los Hombres es el Camino de los Fuertes —o al menos de los más
fuertes.
Como otros muchos y yo hemos mencionado, la fuerza no es siempre una
gran ventaja en el mundo moderno. Sin embargo, si volvemos a nuestra
banda primitiva —nuestra banda de hermanos luchando por la supervivencia
— el valor de la fuerza para el grupo se incrementa de forma sustancial.
Donde hay que luchar y trabajar, las ventajas de ser más fuertes son obvias.
Un hombre que puede golpear dos veces con la misma fuerza, sin contar otras
variables, es más provechoso para la banda. Además, aparte de permitir al
hombre tomar una posición de mayor importancia dentro de la banda, la
fuerza le hace más valioso en general. Un hombre que puede cargar el doble
que otro, sin contar otras variables, es más provechoso para la banda.
Un biólogo evolucionista sugería recientemente que los humanos estaban de
pie porque ello les daba a los machos humanos una gran ventaja mecánica
cuando machacaban a otros.8 Tal vez empezaron a caminar erectos por otros
motivos también. En un espacio temporal lo suficientemente largo, tanto A
como B son explicaciones razonables, si es que ambas explicaciones lo son.
Como ventaja natural, el poder de devastación cuenta. Es también una
creencia común el que la lucha es una de las razones por las que los machos
tienen más fuerza que las mujeres en el tronco superior. En las bandas
primitivas, el hombre que es sustancialmente más fuerte que sus compañeros
es un juggernaut capaz de aplastar a cualquiera que se interponga en su
camino. Es capaz de ejercer su voluntad de la forma que le resulte efectiva.
(La voluntad en sí es nuestra segunda virtud masculina).
La fuerza, en sentido estrictamente físico, es la habilidad muscular de
ejercer presión.
Dejando a un lado el trabajo de músculos involuntarios, para los seres
conscientes la fuerza es la habilidad de ejercer esa potencia de acuerdo a la
voluntad de uno. Puede ser tan sencillo como forzar un hueso contra otro y
soltar. Hace falta cierta cantidad de fuerza para doblar un dedo.
La fuerza es una aptitud. Es una habilidad que se puede desarrollar, pero al
igual que la inteligencia, la mayoría de la gente tendrá un rango potencial
natural más allá del cual les resultará imposible progresar. Algunos
individuos tendrán mayor aptitud que otros para desarrollar la fuerza. Los
humanos no tienen las mismas aptitudes. Esta es una de las crueles, pero
fundamentales, verdades de la vida humana.
Requiere cierta cantidad de fuerza alcanzar una pieza de fruta y arrancarla de
la planta. Se requiere fuerza para construir, cultivar, cazar y transportar
alimentos desde la tienda hasta el coche. Preguntadle a una persona mayor si
la pérdida de fuerza ha tenido un impacto positivo o negativo en su vida. Una
persona más débil es más vulnerable. Tener menos fuerza significa que es
menos probable que seas capaz de deshacerte de alguien que quiere quitarte
algo y, a un nivel estrictamente físico, una fuerza reducida es sinónimo de
una habilidad disminuida para arrebatarle lo que quieres a otro. Una persona
demasiado débil no puede sobrevivir. Es la fuerza la que hace posible el resto
de valores.
La fuerza es la habilidad de ejercer la voluntad propia sobre uno mismo,
sobre la naturaleza y sobre la gente.
Al desplazarnos desde las circunstancias desesperadas de la banda de
supervivencia hasta la vida de lujos de una sociedad civilizada, el concepto
de fuerza no cambia tanto conforme se expande y se convierte en una
metáfora. La palabra fuerza puede describir un amplio espectro de
habilidades y poderes sin perder su significado primitivo, su sello. La fuerza
es el equivalente corpóreo del poder. Fuerza es tener 300 tanques para usarlos
contra los 200 tanques de tu enemigo. La fuerza es el arsenal, pero no
garantiza que éste sea empleado. La fuerza, en su sentido más amplio, es una
comodidad deseable. Hacerse más fuerte —incrementar la fuerza— significa
incrementar vuestra habilidad, como individuos, como banda o como nación,
para hacer lo que deseéis con relativa impunidad. ¿Qué es la libertad, sino la
habilidad de hacer lo que uno desea?
La fuerza es la habilidad de mover, y mayores fuerzas mueven más. Sin
embargo, del mismo modo que los músculos pueden realizar contracciones
isométricas, la fuerza también puede ser la habilidad de aguantar la presión
externa. Fuerza también es la habilidad de AFERRARSE (NdelE: “Hold fast”
en inglés. “Mantente firme” es también una traducción al español válida) —
un tatuaje que se veía en los nudillos de los marineros cuyas vidas (y las
vidas de las bandas de hombres de sus barcos) dependían de su habilidad de
aguantar y capear una tormenta. Que la fuerza signifique tanto la habilidad de
mover como la habilidad de ser inamovible no es más contradictorio que la
mecánica de un músculo.
La fuerza física es la metáfora que define la hombría, porque la fuerza es una
característica definitoria de los hombres. Un aptitud mayor para la fuerza
física diferencia a la mayoría de los hombres de la mayoría de las mujeres, y
esta diferencia, aunque menos importante en tiempos de seguridad y
abundancia, ha definido el rol de los hombres a lo largo de la historia de la
humanidad.
A la fuerza se le puede dar toda una variedad de usos, pero cuando no se usa,
es como un motor poderoso acumulando polvo en un garaje o una voz bonita
que nadie escucha nunca. Un coche deportivo que nunca quema goma en la
carretera es solo un bonito montón de metal. Para experimentar el gozo de su
talento natural, un cantante debe cantar. La experiencia de ser un hombre es
la experiencia de tener más fuerza, y la fuerza debe ser ejercida y demostrada
para ser de alguna utilidad. Cuando los hombres no pueden o no ejercen su
fuerza, o no le dan uso alguno, ésta es solo una decoración inútil.
CORAJE
La fuerza es un concepto directo y físico.
El coraje tiene muchos nombres, y ha sido definido de muchas maneras.
Fuerza es la habilidad de mover o resistir contra fuerzas externas. Coraje es
cinética. El coraje inicia el movimiento, la acción o la fortaleza. El coraje
ejercita la fuerza. El “león cobarde” —el tipo que parece duro y se aparta
mientras hombres más débiles pelean, asumen riesgos y llevan a cabo el
trabajo— vale menos que los hombres que pisan la arena.
No digo que todas las muestras de voluntad sean valerosas, pero todos los
actos que requieren coraje son ejercicios de voluntad. No requiere valor el
coger un vaso y llevároslo a la boca. El coraje implica riesgo. Implica la
posibilidad de fallo o la presencia de peligro. El valor se mide contra el
peligro. Cuanto más peligro, más coraje. Entrar en un edificio en llamas gana
a discutir con tu jefe. Discutir con tu jefe es más valeroso que escribir una
nota anónima. Los actos sin consecuencias relevantes requieren de poco
valor.
Aristóteles creía que el coraje estaba relacionado con el miedo, y que aunque
había muchas cosas que temer en la vida, la muerte es la que más asustaba.
En su Ética Nicomáquea, el valiente es el hombre que, “en la honrosa muerte
y en las cosas que a ella le son cercanas no se muestra temeroso, tales son
las cosas de la guerra”. También señala que los hombres que son obligados a
luchar tienen menos valor que aquellos que demuestran coraje en la batalla
por propia voluntad. Aristóteles expresó el coraje como una virtud moral,
como la voluntad de la acción noble. Cuestionó el valor de aquellos que
estaban confiados por el éxito en la batalla, aunque me pregunto cómo puede
conseguirse tal éxito si no es a través de alguna demostración inicial de
coraje. Aunque es verdad que el pecho de hombres fuertes y experimentados
a menudo se hincha cuando la amenaza es menor, y esos mismos hombres
son conocidos por dar media vuelta ante un reto legítimo, cierta cantidad de
coraje es el producto de una trayectoria exitosa. ¿Un hombre que nunca ha
ganado una pelea es más valeroso por enfrentarse a un luchador
experimentado —sin importar la nobleza de la causa— o simplemente es un
idiota? La definición de coraje de Aristóteles no es la de la confianza salvaje
e insensata de un hombre apasionado que pelea en caliente sin miedo ni ira.
Más bien, sugiere que “los valientes luchan por el honor en sí, pero la pasión
les ayuda”. Admite que los hombres que actúan por la fuerza de un
sentimiento poseen “algo semejante al coraje”.9 La definición de coraje de
Aristóteles, aunque admirable, está tan condicionada y ligada a un escurridizo
y altivo ideal de noble acción, que tratar de determinar quién es realmente
valeroso se convierte un poco en un juego.
Andreia, la palabra que Aristóteles usaba para coraje, también era sinónimo
de hombría en la antigua Grecia. Andreia deriva de “andros”, que connota
“macho” o “masculino”. En su libro Roman Manliness, el clasicista Myles
McDonnell argumentaba que la palabra virtus,10 la cuál “sacudía el oído de
los antiguos romanos tanto como ‘hombría’ (NdelE: “Manliness”) lo hace
con los angloparlantes”,11 significaba coraje —en batalla, concretamente—
en el latín pre-clásico. La palabra vir significaba “hombre”, y virtus
significaba coraje.12 McDonnell escribía:
“En contextos militares, virtus puede denotar la clase de valor requerido para
defender la patria, pero más a menudo designaba conductas agresivas en
combate. En situaciones no militares, el virtus valeroso se refiere
normalmente a la capacidad de enfrentarse y resistir el dolor y la muerte.”13
La hombría valerosa se personifica en la historia de Gayo Mucio, un joven
noble romano de la temprana República. Un rey etrusco llamado Porsena
había asediado Roma, guarneciendo a sus soldados alrededor de la ciudad.
Gayo Mucio pidió permiso a los senadores romanos para introducirse en el
campamento etrusco y matar a Porsena. Mató al ayudante de Porsena por
error y fue capturado por los guardaespaldas del rey. Gayo Mucio le dijo al
rey:
“Soy Gayo Mucio, ciudadano de Roma. Vine aquí como enemigo a matar a
mi enemigo, y estoy listo para morir al igual que lo estoy para matar.
Nosotros los romanos actuamos con bravura y, cuando la adversidad golpea,
sufrimos con bravura. No soy el único que siente así; tras de mí aguarda una
fila de aquellos que persiguen el mismo honor.”14
Porsena amenazó con arrojar a Gayo Mucio al fuego. Gayo Mucio respondió
metiendo su propia mano en las llamas. Mientras su mano ardía, dijo:
“Mírame y observa que tan insignificante es el cuerpo para aquellos que
persiguen mayor gloria.”15
Porsena le dijo a Gayo Mucio que, de haber sido miembro de su propia tribu,
le habría recompensado por su valentía. Gayo Mucio fue liberado, pero le
dijo a Porsena que había otros trescientos romanos dispuestos a sacrificarse
como él para salvar la ciudad, y que si el sitio de Roma persistía, antes o
después alguno tendría éxito asesinándolo. Porsena envió un emisario a los
romanos, ofreciéndoles un acuerdo de paz. Gayo Mucio se ganó el
sobrenombre de “Scaevola”, que significa “zurdo”, tras perder su mano
derecha en el fuego.
Tanto para Aristóteles como para los romanos, el coraje —y la hombría— era
la voluntad de arriesgar heroicamente la vida y las extremidades contra un
peligro para las personas de la propia tribu, especialmente en el contexto de
guerra con otra tribu. La forma de valor más noble de Aristóteles era una
disposición a asumir riesgos necesarios para asegurar la supervivencia del
grupo. Una demostración de voluntad de arriesgar la vida propia por la banda
es prueba de lealtad y aumenta el valor del hombre para ésta. Cuando llega la
hora de la verdad, con un hombre que demuestra esta clase de coraje se puede
confiar en que dará todo lo que posee —incluso sacrificarse a sí mismo— por
la supervivencia del grupo. Cuando un grupo no afronta una situación de
supervivencia, dicho grupo puede permitirse ser más metafórico en cuanto al
valor y admitir sacrificios menores. Hasta que la seguridad está consolidada,
ningún grupo puede permitirse divagar acerca de delicadezas como el “coraje
intelectual”.
La palabra coraje resulta fácil de usar en la actualidad. Cualquier famoso que
se pone enfermo y no se pasa el día llorando es alabado por los fanáticos de
la farándula por su “valerosa batalla” contra el cáncer, o el síndrome de fatiga
crónica, o la depresión, o incluso con la “adicción a la comida”. No tiene
nada de malo reconocer las dificultades que afrontan otros, pero también
tenemos que reconocer, como hacían Aristóteles y los romanos, que el coraje,
en su forma más pura y elevada, requiere asumir voluntariamente el riesgo de
resultar herido o muerto por el bien del grupo. Los riesgos menores exigen un
valor muy diluido.
Aristóteles creía que el coraje heroico era la forma más noble de coraje
moral, pero también señalaba que la pasión, el espíritu, era “algo parecido al
coraje”. En la República de Platón, se sugiere que la crueldad salvaje
proviene de la misma parte del hombre que inspira actos de gran valor.16 El
coraje era un forma cooperativa del espíritu socialmente consciente,
entrenado y maduro. El traductor Allan Bloom identificaba la forma más pura
de coraje —un thumos17 o “espíritu”— como “el principio, o base, de la
furia o la ira”18. Sócrates comparaba a los guardianes de su ciudad con
“nobles cachorros”, que serían corteses con la gente que conocían pero que
estaban ansiosos por lucha ferozmente con extraños y extranjeros cuando
fuera necesario.19
Para llegar a la esencia de lo que es realmente la masculinidad, apartemos la
cubierta de moralidad y nobleza por un momento. Aunque creo que algunos
hombres demuestran tendencias heroicas casi a nivel instintivo —como
nobles cachorros— también he de decir que antes de que un hombre pueda
estar dispuesto a asumir riesgos por el grupo, debe estar dispuesto a asumir
riesgos de forma genérica. A algunos hombres y mujeres se los describe
como “riesgo-aversivos”, y se apartan del camino para evitar casi cualquier
tipo de riesgo. Antes de tener la voluntad de asumir riesgos por el grupo —
llamémoslo “elevado coraje”— debemos poseer una especie de “bajo coraje”
con el que resulte cómodo el asumir riesgos. Asumir riesgos es algo que
resulta más natural para unos que para otros, y resulta más natural para los
hombres que para las mujeres.20 Al igual que la fuerza es entrenable,
también lo es el coraje. Pero, al igual que la fuerza, algunos tienen mayor
aptitud para asumir riesgos que otros. Los hombres socializan entre ellos —
diablos, se provocan e incitan alegremente entre ellos— corriendo riesgos.
Cuando no hay objetivo heroico a la vista, los chicos se retan a realizar toda
clase de estupideces. Sin embargo, un macho que se encuentra cómodo
asumiendo riesgos bajos es más probable que se sienta más seguro —y tenga
más éxito— cuando llegue el momento de correr un riesgo heroico.
Cuando respondemos a la cuestión “¿qué es la masculinidad?”, también
resulta importante no perder de vista al individuo dentro del grupo. El coraje
heroico beneficia al grupo pero, como ya hemos discutido, hay beneficios al
ganar status dentro del grupo, y los hombres lucharán por ese status. Esto
requiere una clase de coraje menos noble. Exige amor propio. La fuerza de un
hombre no es una simple herramienta que usar al servicio de otros. Los
hombres también la usan en su propio interés y sería estúpido esperar que
hicieran sacrificios constantes sin algún tipo de ganancia personal, ya sea
material o espiritual. Debemos esperar que los hombres luchen para sí
mismos, que compitan entre ellos y que persigan sus propios intereses. Nada
podría ser más natural que un hombre que quiere triunfo y prosperidad.
No es necesariamente el hombre más fuerte el que dirige, es el hombre que
toma el mando el que lo hace. Este valor intragrupal es necesario para que el
hombre haga valer sus intereses sobre los de otros hombres en el seno del
grupo. En el nivel más primitivo, hacer valer vuestros intereses sobre los de
otros hombres requiere de una potencial amenaza de violencia. Así es como
los hombres se han tomado siempre la medida, y así es como lo hacen en la
actualidad. Este espíritu valiente, básico y amoral es necesario para estar por
delante de otros hombres dentro de una jerarquía. Es la esencia del espíritu
competitivo. Cara a cara, los hombres aún echan un vistazo e intentan
percibir si —y hasta qué punto— otro hombre estaría dispuesto a oprimir sus
intereses.
¿Si planto cara, se irá? ¿Plantará cara él?
Esta “presión” básica es la chispa de coraje. Si no está lo suficientemente
presente en un hombre, dudo que sean posibles formas más elevadas de valor.
Hay muchos nombres para el tipo de coraje necesario para asumir riesgos en
pos del interés propio. La mayoría de la gente lo llamaría pelotas.
Otra palabra sería “gameness” (N.del.T: podríamos emplear los términos
raza, empuje o bravura, pero he preferido conservar el término inglés
original). Sham Sheridan escribió sobre ello en A Fighter´s Heart (N.del.T: El
Corazón de un Luchador). Gameness es un término empleado en las peleas
de perros para describir, “el afán de luchar, la furia berserker y el absoluto
compromiso con el combate, afrontando el dolor, la desfiguración, hasta
morir”.
En las peleas de perros, dos canes luchan hasta que no pueden más por algún
motivo. Se les lleva hacia atrás, hasta las “líneas de arañazos”, de sus
esquinas y se les suelta. Los perros que vuelven a luchar — se le llama
“arañar”— se dice que tienen “game”. Las peleas de perros son una prueba
de gameness. Según Sheridan, no están pensadas para ser a muerte. Los
perros pelean hasta que uno de los dos rehúsa cruzar la línea de arañazos y
continuar la lucha.21 Es como palmear o decir “me rindo”.
Los hombres se evalúan entre sí por su gameness, y esta es la razón por la
que resultaba relevante en el libro de Sheridan sobre la lucha profesional y
amateur. Ese espíritu indomable es un tema clave en todo viaje heroico. En el
deporte, es parte de la historia del regreso. Un tipo afronta su mayor reto y
después, cuando prácticamente todos lo daban por perdedor, regresa —
corriendo con el corazón “en la boca”— y triunfa sobre su oponente. Es el
clímax de todas las historias de Rocky y la treta de Hulk Hogan en la mayoría
de sus peleas de wrestling. En todas las películas de Jungla de Cristal (NdelE:
Duro de Matar, en Hispanoamérica), John McClane consigue arreglar la
situación solo después de haber sido apaleado, regresando desde el mismo
abismo de la derrota. Estos héroes tienen un empuje interior que les hace
insistir una y otra vez, cuando otros se habrían rendido.
Un hombre que obviamente tiene game puede ponerse por delante de uno que
no lo tiene, simplemente porque puede esperar que el que tiene menos game
se rinda. Algunas personas hablan sobre la masculinidad intentando
determinar quién es “alfa” y quién es “beta” en una determinada situación.22
Un buen amigo me lo explicó así: “Si puedes tratar a otro hombre como si
fuera tu hermano pequeño, tú eres el alfa”.23 El alfa será el hombre con más
empuje y estará por delante del beta.
Fingir el gameness puede ser una estrategia efectiva mientras nadie te destape
el farol. Se puede fingir por medio del lenguaje corporal, por la inflexión del
tono de voz y la elección de las palabras. Generar una sensación de que estáis
listos para llegar hasta donde sea necesario para conseguir lo que queréis, es
una forma de marcar autoridad, ya seas un prisionero, un hombre de
negocios, un agente de la autoridad, un padre o alguien intentando disciplinar
a un perro. La mayoría de la gente no pondrá a prueba a alguien que esté
fingiendo el gameness, si el actor es lo suficientemente convincente. Fingirlo
es una manera de afirmar la voluntad propia, y la gente lo hace
constantemente, incluso en las sociedades primitivas. Los intentos fallidos de
aparentarlo —intentar parecer más duros de lo que sois y no lograrlo— es a
lo que las feministas se refieren cuando hablan de “actuar con masculinidad”
o “disfrazarse de duro”. Lo que reconocen con esto es el hecho de que hoy en
día los hombres continúan con el ritual de establecer jerarquías y medirse
entre ellos, incluso aunque la mayoría no se han puesto a prueba y muy pocos
lucharían alguna vez. Puede parecer estúpido porque no casa con la
mortalmente seria realidad táctica de un escenario de supervivencia.
Desafortunadamente, simular el gameness también puede conducir a un
comportamiento ilusorio. Muchas personas adoptan actitudes y posturas
violentas incluso sin tener experiencia o expectativas de violencia física.
Existe una audacia que proviene del hecho de saber que puedes decir lo que
quieras porque tienes detrás a un hombre grande y fuertemente armado. La
gente habla con firmeza sin tener que recurrir a las primitivas matemáticas de
la violencia, porque creen que las autoridades intervendrán y detendrán o
castigarán al atacante. El falso gameness se basa en la disuasión de que hay
hombres y mujeres que están preparados para usar la violencia para hacer
cumplir la ley. Este falso gameness solo es posible cuando casi no hay
peligro de una escalada de violencia. En momentos y lugares menos cómodos
y seguros, la autoafirmación debe ir acompañada de coraje físico y
atrevimiento. Cuando no hay expectativas de ser “salvado” o de que la
mayoría de la gente tema la contestación violenta del estado, es de necios
provocar a un hombre con apariencia peligrosa a menos que estéis preparados
para luchar con él.
El coraje puro del gameness puede, en cierto grado, ir en correlación con la
seguridad de un mayor tamaño y fuerza, pero muchos hombres más pequeños
tienen el mismo o más game que sus contrarios más grandes. Los pesos
mosca son un buen ejemplo de hombres con un game extremo, aunque sean
mucho menos fuertes que hombres mucho más grandes con menos game. Los
deportes de combate con categorías de peso nos dejan ver que hombres de
todos los tamaños pueden mostrar un gameness terrible.
Tanto hombres como mujeres pueden tener game, pero el status de las
hembras humanas rara vez ha dependido del deseo de lucha de la mujer. Las
mujeres recatadas, educadas y pasivas son atractivas para los hombres y,
generalmente, también son bien miradas por otras mujeres. Incluso en la
actualidad, muchos hombres saltarán a la primera oportunidad de hacer daño
a un hombre que haga daño a una hembra desconocida. Es por este motivo
por el que muchas mujeres pueden autoafirmarse o hacer demostraciones de
gameness con relativa impunidad, y algunas se llevan un chasco sobre sus
habilidades para llevar a buen puerto sus amenazas o defenderse cuando sus
bravuconadas acaban en violencia.
Gravitas es otra vieja palabra que aún empleamos para hablar de la hombría,
especialmente con actores y políticos. Decimos que un hombre posee
gravitas cuando nos hace creer que deberíamos tomarlo en serio. Nuestra
palabra “gravedad” proviene del latín gravitas; significa “pesado”. Los
romanos usaban gravitas con el mismo sentido que nosotros —para decir que
hay que tomar en serio a un hombre o a una cosa. En contraste con la
enloquecida imagen del game de un pitbull, equilibra nuestro sentido de lo
que es el coraje viril. Coraje no es solo el deseo de entrar en batalla o escalar
en la jerarquía, sino que también consiste en defender la posición. Los
hombres masculinos dejan claro que tienen que ser tomados en serio, que
tienen peso, que no se dejarán apartar. Quieren que los demás hombres sepan
que resultarán “pesados” a la hora de ser desplazados, y que deben ser
tomados en serio.
Coraje es el espíritu animado de la virilidad, y es crucial para cualquier
definición significativa de la masculinidad. Coraje y fuerza son virtudes
sinérgicas. Una sobreabundancia de alguna resulta menos útil sin la adecuada
cantidad de la otra. En cualquier banda de hombres que luchen por la
supervivencia, el coraje será apreciado y respetado estando en vida y
reverenciado en la muerte. El coraje es un valor táctico crucial. Uno puede
elegir ser valeroso y, hasta en su forma más básica, el coraje es el triunfo
sobre el miedo. Se asocia con el corazón, el espíritu y la pasión, pero también
es un acicate para luchar y vencer.
El coraje es abstracto, y tiene muchos aspectos, así que he sintetizado su
definición en lo que respecta a nuestro intento de comprender El Camino de
los Hombres y el ethos de la banda.
Coraje es la voluntad de correr riesgos en beneficio propio o de otros. En
su forma más básica y amoral, el coraje es un deseo voluntario o pasional
de luchar o conservar el terreno a toda costa (gameness, corazón,
espíritu, thumos). En su forma más desarrollada, civilizada y moral, el
coraje es la voluntad decisiva y considerada de correr riesgos para
asegurar el éxito o la supervivencia de un grupo o de otra persona (valor,
virtus, andreia).
Comparando su propia experiencia como luchador con las peleas de perros,
Sam Sheridan escribía:
“Se retuercen furiosamente como serpientes, enroscándose, escupiendo y
sometiendo, rugiendo como osos. El epítome de la furia. Sus colas se agitan,
para esto están hechos, y cumplen su propósito, están convirtiéndose. Hay
sangre, pero a los perros no les importa, girando y clavándose al suelo,
luchando bocarriba y lanzando mordiscos para ponerse en pie […] obviando
cualquier dolor que sientan en pos del deseo de superar al otro perro.
Conozco ese sentimiento.”
Platón (o Sócrates) también comparaba a los hombres con los perros. Una de
las grandes tragedias de la modernidad es la falta de oportunidades de los
hombres para llegar a ser lo que son, de hacer aquello para lo que nacieron, lo
que sus cuerpos quieren hacer. Podrían ser los nobles cachorros de Platón,
pero están encadenados a una estaca en el suelo —abandonados a la locura de
ladrar a las sombras de la noche, humillados por retos pasados sin resolver y
cuyos resultados siempre serán desconocidos.
MAESTRÍA
Los hombres siempre se han reconocido en los animales. Los han adorado y
han reivindicado linajes totémicos de animales. Han rastreado sus orígenes
hasta dioses que eran como animales, tenían partes animales o podían
transformarse en animales. Heracles era representado vistiendo la piel de un
poderoso león al que había matado. Los berserkers nórdicos llevaban pieles
de lobos y osos para intimidar a sus enemigos e inspirar un coraje feroz en la
batalla. En los ejércitos aztecas, eran los guerreros jaguares de élite los que
iban al frente. Equipos deportivos y unidades militares de todo el mundo
adoptan los nombres de animales formidables para representar su fuerza y su
gameness.
A lo largo de este libro, he comparado a hombres con perros y chimpancés.
Sin embargo, en el deporte, la guerra y la vida, hay otra virtud masculina que
es universal y específicamente humana, porque en su mayor parte requiere
del intelecto humano.
Los animales tienen éxito o fallan en gran medida debido a una combinación
de sus circunstancias y su forma física genéticamente heredada, en una
determinada situación. Un animal que es más fuerte, más ágil o tiene más
game, triunfará sobre un animal inferior. Tenemos que proyectar nuestra
propia humanidad en los animales para convertirlos en maestros de la
estrategia. En todos, excepto animales inteligentes como los grandes primates
y las orcas o los delfines, lo que interpretamos como habilidad es casi
siempre instinto —no el producto de la deliberación, el intento o el ensayo y
error. El deseo y la habilidad de emplear la razón y desarrollar habilidades y
tecnologías que le permitan a uno ganar el dominio sobre sus circunstancias
—sobre uno mismo, sobre la naturaleza, sobre otros hombres, sobre las
mujeres— es una virtud humana, aunque también es el talón de Aquiles del
hombre.
Si le preguntáis a varios hombres sobre lo que significa ser bueno siendo un
hombre, a menudo obtendréis respuestas que empiezan a sonar como un
compendio de destrezas y habilidades mínimas en la descripción de un
trabajo.
Mientras que para los hombres la descripción de un trabajo innegablemente
varía en función de la época, el lugar y la cultura, la virtud primitiva colectiva
que los une a todos es “ser capaz de cargar con tu propio peso”.
Las mujeres se sienten más cómodas aceptando la benevolente ayuda del
grupo porque siempre la han necesitado. Una mujer adulta sana debe aceptar
ayuda del grupo si va a mantener a un niño, dar a luz o cuidar de un bebé. Y
especialmente cuando los hombres han conseguido establecer un nivel de
seguridad y prosperidad más allá de la simple supervivencia, las mujeres han
sido evaluadas por los hombres basándose menos en su utilidad que en
cualidades más nebulosas, como el atractivo y el encanto social. Cuando
tienen los medios, la mayoría de los hombres mantendrán alegremente a una
mujer que parezca despreocupada, bonita y encantadora.
No ha sido así para los hombres. Es mucho más raro que hombres y mujeres
se ofrezcan a mantener a un hombre adulto y sano. También les resulta
extraño mantenerlo sin resentimiento. Llega un momento en la vida de todo
macho adulto en la que no hay excusa para que no cargue con su propio peso,
excepto cuando está enfermo, herido, incapacitado o es viejo. Las sociedades
humanas aceptan estas excepciones, pero la competencia siempre ha sido
crucial para la salud mental de un hombre y su propio sentido de valía. Los
hombres quieren cargar con su propio peso, y deberíamos esperar que lo
hicieran. Como diría Don Corleone, las mujeres y los niños podían permitirse
ser descuidados durante la mayor parte de la historia de la humanidad, pero
no los hombres. Siempre han tenido que demostrarle al grupo que podían
cargar con su propio peso.
Hasta que podáis funcionar como miembros competentes del grupo y cargar
con vuestro propio peso, sois pordioseros y un lastre para el colectivo. Un
niño es un niño, pero un adulto incompetente es un mendigo. Uno de los
problemas del masivo estado del bienestar es que nos convierte a todos en
niños o mendigos, y esto resulta una afrenta y una barrera para la
masculinidad adulta. Se ha convertido en un chascarrillo cómico para
hombres y mujeres el reírse de hombres preocupados por ser competentes. El
chiste del “hombre al que evitar parar y preguntar por una dirección” parece
no pasar nunca moda para las mujeres, que se encuentran más cómodas con
la dependencia, o los modelos socialistas, porque necesitan reducir a los
hombres a estadios infantiles de sumisión y súplica ante los burócratas
estatales para que los grandes gobiernos del estado del bienestar puedan
funcionar. La aversión masculina de la dependencia es un reducto enfrentado
al terapéutico estado maternalista.
Dependencia es impotencia. Los hombres siempre han sido cazadores
cooperativos, y en un escenario de supervivencia se estructurarán en
jerarquías basadas en la fuerza y el gameness. Los hombres tienen cierta
comodidad natural con la interdependencia. Las pretensiones de
independencia absoluta son, generalmente, chorradas. Pocos de nosotros
sobreviviríamos o seríamos capaces de sobrevivir por nuestra cuenta a lo
largo de un período de tiempo prolongado. Pocos querríamos. Un niño es
completamente impotente y dependiente. No tiene control sobre su propio
destino. Controlar el destino propio dentro del contexto del tomar y dar de un
grupo tiene que ver con averiguar qué poner sobre la mesa y cómo convertirte
en algo valioso para el grupo. El mínimo requerido para pasar de la
dependencia a la interdependencia es la competencia y la autosuficiencia —la
habilidad de cargar con el propio peso.
Pasar a ser un miembro interdependiente, en lugar de completamente
dependiente, del grupo significa dominar una serie de habilidades útiles y
comprender algunas ideas prácticas. Enviamos a los niños al colegio para que
dominen un conjunto de destrezas y un bloque de conocimientos que creemos
que necesitarán para cargar con su propio peso en la sociedad y funcionar
como adultos. La mayoría de ejércitos envían a sus hombres a campamentos.
En los campamentos, los hombres aprenden un juego de habilidades básicas y
un bloque de conocimientos necesarios para funcionar dentro del ejército.
Los que se gradúan en el campamento teóricamente deberían poder cargar
con su propio peso en un escenario ofensivo o defensivo.
Comprender El Camino de los Hombres significa comprender cómo los
hombres se evalúan entre sí como hombres, y cómo establecen su status con
hombres dentro del contexto de una historia primitiva común a todos ellos.
La filosofía de la banda masculina y amoral es táctica y utilitaria. Es como
escoger hombres para un equipo deportivo. Antes de preocuparse por si eres
o no buena persona, la gente quiere saber si eres un buen jugador. Especular
sobre la moralidad de los atletas profesionales es una forma popular de
chismorreo social masculino, pero cuando los atletas saltan al campo, lo que
más importa es cómo pueden contribuir al éxito del equipo. Los hombres
quieren saber si tienen la habilidad física, el gameness y la maestría necesaria
para ayudar a que el equipo gane.
El Camino de los Hombres, el ethos de la banda y las virtudes tácticas
amorales tratan básicamente sobre la victoria. Antes de que podáis tener
iglesia, arte y filosofía, necesitáis ser capaces de sobrevivir. Necesitáis
triunfar sobre la naturaleza y otros hombres, o por lo menos ser capaces de
mantener a raya a ambos. Vencer exige fuerza y coraje, y demanda maestría
suficiente sobre las habilidades necesarias para ganar.
Definida como virtud masculina:
La maestría es el deseo y la habilidad de un hombre de cultivar y
demostrar competencia y pericia en técnicas que ayuden al ejercicio de la
voluntad sobre sí mismo, la naturaleza, las mujeres y otros hombres.
Los niveles avanzados de maestría y técnica permiten a los hombres competir
por un status mejor dentro del grupo, aportando más al campamento, caza o
lucha, de lo que sus cuerpos podrían sin ello. La maestría puede ser un
suplemento —un hombre que puede construir, cazar y luchar, pero que pueda
hacer algo más, ya sea contar chistes, montar trampas o fabricar cuchillos, es
de mayor valor para el grupo y es más probable que tenga un status mayor
dentro de éste, que un hombre que sólo sabe construir, cazar y luchar bien. La
maestría también puede ser una virtud compensatoria, en el sentido de que un
hombre más débil o menos valeroso puede ganarse la estima de sus
compañeros aportando algo de gran valor. Podría haber sido un enano que
dominara el fuego, inventara la ballesta o tocara la primera música, y ese
hombre se habría ganado el respeto y la admiración de sus compañeros.
Homero era ciego, pero sus palabras han sido valoradas por los hombres
durante miles de años.
Las mujeres también se ganan su sustento a través del dominio de una u otra
cosa, y la maestría no es exclusiva de los hombres, aunque tiene mucho que
ver con la competencia por status entre ellos. Si la necesidad es la madre de
la invención, es la necesidad de competir por el status y la estima de los
compañeros —encontrar un lugar apreciado en el grupo— lo que lleva a
muchos inventores a inventar. El impulso de ganar el control de algo es parte
del impulso de dominar la naturaleza.
Fuerza, coraje y honor componen una prolija triada, porque están
directamente relacionadas con la violencia. Pero el cuadro de cómo los
hombres se juzgan como hombres está incompleto sin cierto concepto de
maestría. La fuerza, el gameness y la competencia por status están presentes
en los animales, pero es el impulso consciente de dominar nuestro mundo lo
que diferencia a hombres y bestias. Ya seáis un rey benevolente o un gánster
implacable, un hombre con una habilidad, talento o tecnología especial puede
resultar de tanto o, exponencialmente, más valor que el más duro de vuestro
matones. Con frecuencia, es la maestría y no la fuerza bruta la que permite a
la élite gobernar. La virilidad nunca puede separarse de su conexión con la
violencia, porque es a través de la violencia como competimos por status y el
control del poder sobre los demás hombres. Sin embargo, la tecnología y las
habilidades dominadas aportan ventajas decisivas en la lucha, la caza y la
supervivencia para los humanos.
HONOR
La idea de honor hace brillar una antigua luz tan cálida y dorada que todos
quieren estar ante ella. Es el deseo más natural del mundo, porque el honor,
en su sentido más inclusivo, significa estima, respeto y status. Ser honrado es
ser respetado por los compañeros.
Thomas Hobbes escribió en Leviatán que “honorable es cualquier género de
posición, acción o calidad que constituye argumento y signo del poder”.24
Hobbes creía que el honor existía en un mercado libre, donde el valor se le
otorgaba a los hombres basándose en lo que éstos tenían que ofrecer y la
importancia que otros hombres le daban. Para Hobbes, el honor era una
especie de deferencia, un reconocimiento del poder y la influencia sobre otros
hombres.
En nuestra rudimentaria banda de pocos hombres dependientes entre sí en un
entorno hostil, está definición de honor está directamente relacionada con las
otras tres virtudes masculinas. En un entorno hostil, la fuerza, el coraje y la
maestría son absolutamente necesarias para la supervivencia, y toda la banda
comprende esta certeza porque las amenazas externas son regulares e
inminentes. Los hombres que exhiban estos rasgos gozarán de gran valor para
el grupo y contribuirán en mayor medida a la supervivencia y prosperidad del
mismo. La deferencia reconocerá la interdependencia y la lealtad.
En una sociedad relativamente segura, como el poder proviene en última
instancia de la habilidad para usar la violencia, hay tantos intermediarios
involucrados que la persona que ostenta mayor poder e influencia puede ser,
simplemente, la más rica o popular. Por ejemplo, cantantes adolescentes y
presentadores televisivos pueden ostentar gran poder e influencia, pero éste
nada tiene que ver con el respeto de los luchadores que le dieron a la palabra
honor su heroico resplandor.
Según James Bowman, hay dos tipos de honor. El honor reflexivo es el deseo
primitivo de devolver el golpe cuando nos golpean, de demostrar que te
mantendrás firme.
Ampliando la teoría de Bowman, el honor reflexivo es la señal de la serpiente
de cascabel, transmitiendo una reputación de respuesta acuñada por el viejo
lema Nemo me impune lacessit, o “Nadie me ataca impunemente”. Proteger
el honor propio es tan defensivo como ofensivo —incluso si el ataque es
preventivo, como ocurre a menudo. Es más probable que la gente os deje en
paz si temen que podáis hacerles daño, y si los hombres os ceden el paso
porque os temen, ganaréis cierto status entre ellos. Esto resulta igualmente
cierto para el grupo y, en un escenario de supervivencia, generalmente resulta
una ventaja táctica el aparentar ser temible. Es decir, es tácticamente
ventajoso cultivar una reputación de fuerza, disposición a la lucha y maestría
técnica.
Un hombre dijo una vez, “si permito que un hombre me robe las gallinas,
también podría dejarle violar a mis hijas”. Eso es honor reflexivo.
Bowman también reconocía la idea del honor cultural, que definió como la
suma de “tradiciones, historias y hábitos de pensamiento de una sociedad
particular acerca de usos propios e impropios de la violencia”.25
La definición de honor cultural de Bowman tiene tintes morales. Aunque lo
liga a una violencia superior, en su libro señala que hay un conflicto,
especialmente (aunque no de manera única) en la mentalidad occidental,
entre el honor público viril y el honor moral y privado, que tiene tanto que
ver con la filosofía personal de cada uno y el deseo de ser una buena persona
como con la reputación de la persona por responder violentamente a ojos de
otros hombres. Aunque la perspectiva de Bowman sobre el honor cultural
proviene del honor reflexivo, éste está relacionado en última instancia con ser
un buen hombre, no con ser bueno siendo un hombre.
Como está unido a la moralidad y a lo que se valora culturalmente, el código
de honor cultural puede mutar en virtualmente cualquier cosa. Observamos
esto en la forma en que se limpia la sangre de la hoja del honor hoy en día. El
honor se usa para indicar casi cualquier clase de estima general, deferencia o
respeto. Los programas de reconocimiento escolar, como The National Honor
Society, continúan el sentido de honor jerárquico y meritocrático —porque el
estudio es un intento de maestría—, aunque neutral en género y no violento.
La deferencia que Hobbes reconocía en el honor se aplica ahora a conceptos
abstractos que tienen poco o nada que ver con el honor tradicional.
Por ejemplo, el eslogan “Honra la Diversidad” es popular entre los
defensores de los derechos de los gays, que rechazan formas tradicionales y
jerárquicas de definir tanto el honor como la masculinidad. “Honra la
Diversidad” es un reclamo interesante porque esencialmente significa “honra
a todo y a todos”. Si a todo el mundo se le honra igualmente, y todo modo de
vida es honrado por igual, el honor carece de jerarquía y, por tanto, tiene
poco valor según la economía de la oferta y la demanda. “Honra la
diversidad” no quiere decir mucho más que “se amable”.
Si el honor significa realmente algo, debe ser jerárquico. Ser honrado, como
reconocía Hobbes, es ser estimado, y como los humanos tienen diferentes
capacidades y motivaciones, algunos se ganarán mayor estima que otros. Los
americanos tienen una relación tensa con la idea del honor. Siempre les ha
embriagado un poco la idea de que “todos los hombres son creados iguales”
y los políticos se han pasado dos siglos lisonjeando al americano medio para
que creyera que su opinión vale tanto como la de cualquier otro —incluso
cuando no tiene ni idea de lo que está hablando. Los hombres americanos
profesan el credo de la igualdad, pero si metes a un puñado en una habitación
o les das una tarea, aparecen las jerarquías de El Señor de las Moscas de la
misma forma que ha ocurrido siempre entre hombres. La religión de la
igualdad deja paso a la realidad de la meritocracia, y no hay mucha diferencia
entre el lema de Geoffroi de Charny, “el que más hace, más vale”, y el tosco
individualismo del americano que debía levantarse “con su propio empuje”.
Honrar a un hombre es valorar sus logros y reconocer que ha conseguido un
mayor status dentro del grupo.
Si nos detenemos ahí y decimos que el honor es simplemente un status dentro
del grupo, aún tendríamos una definición de honor que resultaría
irreconocible para caballeros, samuráis, antiguos griegos y romanos que —
entre muchos otros— le daban a la idea de honor la cualidad mítica y noble
que lo hace tan atractivo.
La razón es simple.
El honor siempre ha versado sobre la estima de grupos de hombres.
A Hobbes probablemente nunca se le ocurrió incluir esta salvedad porque, a
pesar de las monarquías femeninas ocasionales, vivió toda su vida en un
sistema diseñado para favorecer los intereses masculinos. La idea de un
sistema en el que las mujeres tuvieran el mismo peso ha sido impensable,
excepto para unos pocos, antes de nuestra época. Los hombres siempre han
gobernado y han determinado qué comportamientos eran honrados y cuáles
se consideraban deshonrosos. Y aunque los detalles de estos códigos de
honor han cambiado conforme cambiaban las circunstancias y la moralidad
predominante, la mayoría de hombres aún reconocen la necesidad táctica
fundamental del honor reflexivo. Aún se juzgan entre sí, como hombres,
según las virtudes masculinas básicas de fuerza, coraje y maestría.
Cuando la palabra “honor” está conectada con la palabra “cultura” y es
etiquetada como negativa, los científicos sociales parecen sentirse más
cómodos con una definición de honor similar a la que presento aquí.
Recientemente, un artículo que vinculaba una alta tasa de muertes
accidentales entre hombres y la cultura del honor y el riesgo en los estados
del sur,26 centró la atención de los principales informativos.27 Los
investigadores en cuestión, definían esta cultura del honor según el énfasis
cultural referido a la “implacable, y algunas veces violenta, defensa de la
reputación masculina, lo que presumiblemente es una adaptación social a un
entorno caracterizado por la escasez de recursos, las frecuentes agresiones
entre grupos y la ausencia del imperio de la ley”.28 Lanzaban la hipótesis de
que los hombres pertenecientes a una cultura del honor serían más propensos
a mantener comportamientos arriesgados porque “los comportamientos
arriesgados aportan una prueba social de fuerza e impavidez”. Aunque el
estudio revelaba los prejuicios de sus autores al centrarse en la zona Ulster-
Scot (NdelE: Zonas del sur de Estados Unidos donde los blancos son en su
gran mayoría descendientes de inmigrantes protestantes llegados desde la
provincia de Ulster, en Irlanda, cuyos ancestros habían sido a su vez llevados
allí desde Escocia por la corona británica para poblar tierras con súbditos
leales y así desplazar a la población irlandesa católica nativa) del sur y
evitando cualquier discusión sobre la cultura del honor entre bandas latinas
en prisión, señores de la guerra africanos o terroristas islámicos, los
investigadores parecían estar de acuerdo en que el honor entre hombres
tiende a definirse por una preocupación acerca de mantener una reputación de
fuerza y coraje (dos de tres virtudes masculinas).
Bowman y otros han escrito que “el honor depende de un cuadro de honor”.29
El cuadro de honor es la banda masculina, y la cultura del honor consiste en
el status dentro de una determinada banda de hombres. Lo que esencialmente
dicen los sociólogos en su estudio de los “estados del honor”, es que algunos
hombres se preocupan más que otros por lo que el resto de hombres piensen
de ellos —específicamente sobre su reputación de fuerza, coraje y maestría.
Los cuadros de honor se basan en un sentimiento de identidad compartida. En
un escenario cosmopolita en el que los viajes frecuentes, las conexiones
pasajeras y las alianzas temporales son la norma, el nosotros vs ellos nunca
llega a tomar suficiente forma a nivel interpersonal directo. En cambio, el
cuadro de honor es solemne o metafórico —como en los deportes colectivos,
los partidos políticos y las posiciones ideológicas. Estas alianzas se pueden
abandonar fácilmente y las responsabilidades son mínimas. El honor depende
de las conexiones cara a cara y de la posibilidad de ser avergonzados o
deshonrados ante otros hombres. Esto explica parcialmente porque los
hombres que han crecido juntos en el mismo barrio del gueto o en la misma
zona rural, o que han pasado tiempo acuartelados juntos, es más probable que
se preocupen del honor en mayor medida que hombres ambulantes que viajan
mucho, u hombres que solo pasan tiempo con otros hombres en presencia de
hembras.
En lo que se refiere a comprender el ethos masculino:
El honor es la reputación de fuerza, coraje y maestría de un hombre, dentro
del contexto de un cuadro de honor compuesto primariamente por otros
hombres.
Definido como virtud masculina:
El honor es una preocupación por la propia reputación de fuerza, coraje y
maestría, dentro del contexto de un cuadro de honor compuesto
primariamente por otros hombres.
Hay códigos culturales y códigos morales de honor que factorizan la
estimación masculina de otros hombres dentro de su cuadro de honor, pero lo
importante aquí es reducir la virilidad a los principios básicos sin perderse en
una maraña de códigos de honor culturalmente variables. Lo que resulta
común al honor del mafioso y al del caballero, al honor del padre fundador
americano Alexander Hamilton30 y al de cualquier salvaje desnudo, es la
preocupación por la propia reputación masculina de fuerza, coraje y maestría,
y cómo se relaciona ésta con el sentido de valía y pertenencia de un hombre
dentro del contexto de un cuadro de honor masculino.
COMPRENDIENDO EL DESHONOR
Parte de la razón por la cual el honor es una virtud en lugar de simplemente
una situación es que mostrar preocupación por el respeto de vuestros
compañeros es una muestra de lealtad y un indicador de pertenencia —de ser
nosotros en vez de ellos. Es una muestra de deferencia. Hobbes señalaba que
los hombres se honraban unos a otros buscando su consejo e imitándose.
Preocuparse por lo que piensan de vosotros los hombres a vuestro alrededor
es una muestra de respeto y, a la inversa, no tener en consideración lo que
otros hombres piensen de vosotros es una señal de menosprecio.
En un grupo de supervivencia, resulta tácticamente ventajoso mantener una
reputación de ser fuertes, valerosos y diestros como grupo. Un hombre que
no se preocupa por su reputación hace, por asociación, que su grupo parezca
débil. El deshonor y la desatención del honor son peligrosos para un grupo de
supervivencia o un equipo de combate, porque la apariencia de debilidad
invita al ataque. A nivel personal intragrupal, la apariencia de debilidad o
sumisión invita a otros hombres a imponer sus intereses sobre los vuestros.
Los problemas tácticos que presenta la apariencia de grupo débil explican,
hasta cierto punto, la respuesta visceral que ofrecen muchos hombres ante
exhibiciones llamativas de afeminamiento. La palabra afeminamiento resulta
un poco engañosa aquí, porque en realidad no es sobre las mujeres. El
disgusto por lo que comúnmente se llama afeminamiento está relacionado
con la ansiedad del status masculino y la preocupación práctica por las
vulnerabilidades tácticas, por lo que resulta más preciso discutir el deshonor
en términos de virilidad deficiente y deshonor ostentoso.
La virilidad deficiente es, simplemente, una falta de fuerza, coraje o maestría.
Como la virilidad y el honor son jerárquicos por naturaleza, todos los
hombres tienen, en cierto modo, una carencia de virilidad en comparación
con hombres de mayor status. Siempre hay un hombre con mayor rango, si no
en vuestro grupo, en otro, si no de una forma, de otra, si no es ahora, lo será
al final. Nadie es el más fuerte, el más valeroso y el más listo y diestro —
aunque algunos hombres están más cerca del ideal o de la “forma” perfecta
de masculinidad que otros. El perfecto ideal de virilidad es una aspiración, no
algo factible. La cuestión es ser mejor, más fuerte, más valeroso, más diestro
—para conseguir mayor honor.
Los hombres que poseen menos de estas cualidades o adolecen de una
carencia excesiva de alguna en particular, son los hombres que ningún otro
quiere ser. Son lo más alejado del ideal.
Mientras que no desprecien abiertamente el ideal, o intenten mover la línea
de meta para parecer “más masculinos” creando nuevos estándares
artificiales, los hombres tenderán a integrar y ayudar a los miembros de su
banda o tribu que sean deficientes en lo que se refiere a fuerza, valentía o
competencia. Los hombres con el status más bajo dentro de un grupo siguen
siendo incluidos en éste, salvo que avergüencen al grupo en conjunto —
poniéndolo así en peligro, al menos en teoría— o fallen de forma tan
miserable que se conviertan en una carga excesiva. La mayoría de hombres
con un status elevado no son monstruos, y la mayoría de hombres de bajo
status no quieren ser una carga para otros (porque la dependencia es
esclavitud), por lo que los hombres que no son buenos siendo hombres
normalmente tratan de encontrar alguna manera de resultar útiles o, al menos,
tolerables para un grupo determinado. Pensad en los tipos gordos graciosos,
en los frágiles artistas y en los compañeros de provecho que se aseguran de
que todo esté listo para los hombres de acción. Todos los grupos grandes de
hombres parecen tener miembros que asumen esta clase de roles de bajo
nivel, manteniéndose así en el cuadro de honor.
La carencia de virilidad es indeseable y reduce el status. Los hombres
desprecian una masculinidad deficiente en sí mismos porque, de forma
natural, prefieren ser más fuertes, más valerosos y más diestros. La carencia
de masculinidad rara vez genera odio o ira dentro de un grupo de hombres,
aunque puede suscitar algo de frustración general.
OSTENTACIÓN DEL DESHONOR
La virilidad deficiente es ensayo y error. Fallar es parte de intentarlo y
aunque los hombres se burlan y se incordian entre ellos, ningún hombre que
haya alcanzado la maestría en algo lo ha hecho sin cometer cierta cantidad de
errores por el camino.
Los grupos masculinos son jerárquicos, así que, aunque es deseable una
mayor dominancia, cierta cantidad de sumisión resulta esencial para cualquier
grupo cooperativo de hombres. A menos que algunos hombres cedan el paso
a otros, acabaréis siendo demasiados jefes y muy pocos indios. Honor, como
virtud, significa preocuparse por lo que otros hombres piensen de vosotros,
intentar ganar su estima y autoafirmaros lo mejor que podáis para conseguir
la posición relativamente más alta dentro del grupo.
La ostentación del deshonor no es un fallo de fuerza o coraje. Los hombres
que muestran un deshonor de forma ostentosa, manifiestan su menosprecio
por la estima de sus compañeros masculinos. Lo que a menudo llamamos
afeminamiento es un rechazo teatral de la jerarquía masculina y de las
virtudes viriles. La masculinidad es religiosa y los hombres sin honor son
blasfemos. El deshonor manifiesto es un insulto a los principales valores del
grupo masculino.
El deshonor manifiesto es una falta de preocupación, expresada
abiertamente, por la propia reputación en cuanto a fuerza, coraje y
maestría, dentro del contexto de un cuadro de honor conformado
primariamente por otros hombres.
En 1994, Michael Kimmel escribió un ensayo que afirmaba,
provocativamente, que “la homofobia es un principio organizador central de
nuestra definición cultural de hombría”. Continuó aclarando que esta
homofobia tenía poco o nada que ver con actos homosexuales o con un miedo
real a los homosexuales. Escribió, “la homofobia es el miedo a que otros
hombres nos desenmascaren, nos castren, revelando al mundo que no damos
la talla, que no somos auténticos hombres. No asusta que otros hombres vean
ese miedo”.31
¿Por qué llamarlo homofobia?
La clase de ansiedad por status masculino sobre la que escribía Kimmel tiene
mucho que ver con el modo en que los hombres buscan a tientas trasladar el
honor de la pequeña y unida banda masculina a la compleja sociedad
moderna, llena de mensajes entremezclados y grupos masculinos
superpuestos entre sí. Este miedo es miedo a lo desconocido. En un grupo
masculino establecido y estrechamente vinculado, los hombres conocen su
lugar en la jerarquía. No hay donde esconderse, así que existe menor temor a
resultar ser un fraude y, al igual que en el sistema de escalafón de algunos
tipos de deportes primitivos, los hombres son puestos a prueba
constantemente entre sí y contra fuerzas externas.
He observado esto en los breves contactos que he tenido con el jiu-jitsu
brasileño, en gimnasios en los que todos ruedan con todos. Los hombres
averiguan rápidamente quién es bueno y quién no. No hay escondites ni
engaños, y no importa si parecéis duros en vuestros perfiles de internet o si
ofrecéis un buen espectáculo —porque hay un tipo que os está estrangulando.
Te revelas como lo que eres y solo queda mejorar. La única manera de
aumentar vuestro status dentro del grupo es practicar más duramente y
mejorar.
El deshonor manifiesto es un poco como entrar en una habitación llena de
hombres que están intentando mejorar su jiu-jitsu e insistir en que todos dejen
de hacer lo que están haciendo y presten atención a vuestra nueva y fantástica
rutina de claqué. El hombre manifiestamente infame busca atención por algo
que el grupo masculino no valora o que no resulta apropiado en determinado
momento.
En un nivel primitivo, el deshonor manifiesto presenta problemas tácticos
para el grupo. Rechazando directa y teatralmente los principales valores
masculinos, particularmente la fuerza y el coraje, los hombres
manifiestamente infames promocionan la debilidad y la tendencia a la
sumisión ante los observadores externos. Cualquier estudiante honesto del
lenguaje corporal humano (y, en muchos casos, de primates) tendrá que
reconocer por fuerza que las posturas, gestos y entonaciones de los machos
considerados generalmente como afeminados son, de hecho, posturas, gestos
y entonaciones que transmiten sumisión. Los humanos son complicados y, a
la hora de la verdad, los machos estereotípicamente afeminados no son tan
sumisos como podría indicar su lenguaje corporal. Sin embargo, lo que
promocionan es sumisión.
Esta sumisión está relacionada con la homosexualidad masculina y los
problemas que los hombres tienen con ella —aparte de preocupaciones por
ventajas no deseadas— están relacionados principalmente con la percepción
de un exceso de voluntad a someterse ante otros hombres. Hay hombres
afeminados extremadamente sumisos o manifiestamente infames. Sus
muñecas son débiles, sus gestos amanerados, su comportamiento es dulce y
han dedicado toda su carrera a rechazar abiertamente las virtudes masculinas
y a devaluar los códigos de honor de los hombres. No necesito insultarlos.
Ninguna de estas cualidades son negativas a sus ojos y estoy seguro de que
están orgullosos del trabajo de toda su vida. Es un ejemplo perfecto de un
macho heterosexual que rechaza de forma manifiesta las virtudes de la banda
de fuerza, coraje, maestría y honor.
Un hombre que rechaza de forma manifiesta los códigos de honor del grupo,
obviamente, no será de confianza cuando toque “espabilar” en un estado de
emergencia. Deshonor es deslealtad. Un hombre que no solo se niega
abiertamente a esforzarse para ser todo lo fuerte, valeroso y competente que
pueda, sino que además presume de ello teatralmente es, a todas luces, un
eslabón débil. Hace que sus compañeros parezcan más vulnerables por tolerar
esa vulnerabilidad y más cobardes por tolerar la cobardía. Avergüenza al
grupo, y con la vergüenza viene el peligro, porque las demostraciones
públicas de debilidad y cobardía invitan al ataque.
Este razonamiento táctico requiere de una larga explicación de por qué los
hombres que funcionan eficazmente dentro de cuadros de honor masculinos
montan un buen espectáculo a la hora de rechazar y distanciarse de machos
que son manifiestamente infames. Expulsando a machos afeminados de la
banda, o avergonzándolos y marginándolos dentro de un grupo en particular,
el grupo proyecta fuerza y unidad. De este modo, el grupo demuestra que
“aquí no se tolera a hombres afeminados”.
El rechazo de homosexuales, y los que lo parecen, se justifica generalmente
por referencias a las leyes divinas o naturales. Es un giro que absuelve de
responsabilidad a los hombres por actos de crueldad social contra miembros
de su propia tribu. Cuando los hombres rechazan a los afeminados, están
rechazando la debilidad, expulsándola y limpiándose a sí mismos de su
estigma corrosivo.
En muchas sociedades que han tolerado abiertamente el afeminamiento, los
machos manifiestamente afeminados han sido relegados a un status de
medio-hombres, medio-mujeres, y se les ha asignado un rol especial. Los
berdache nativo-americanos, por ejemplo, no eran considerados ni como
hombres ni como mujeres. Normalmente eran hombres, vestían de forma
diferente para diferenciarse de los hombres, generalmente se encargaban del
trabajo que solían hacer las mujeres dentro del pueblo y, a menudo, eran
considerados como “mediadores entre hombres y mujeres”32. Los hijras
indios son otro ejemplo de machos manifiestamente infames (o
inconformistas de género, si preferís la jerga feminista) que son aceptados en
la sociedad mientras acepten un status de género especial y existan apartados
de los hombres normales.
El honor es un concepto poderoso porque está conectado con la necesidad
primaria de todo hombre de demostrar que resulta valioso para el grupo —
que es más un activo que una obligación. Las mujeres tienen un valor
diferenciado para los hombres y éste no tiene nada que ver con su habilidad
para demostrar fuerza, coraje o maestría. Los hombres que son deficientes o
incapacitados en algún aspecto pueden resultar útiles de otras maneras. La
mayoría de hombres se preocupan porque otros hombres los vean fuertes,
valerosos y competentes, porque estás virtudes tácticas han sido esenciales
para su rol de hombres y su supervivencia durante la mayor parte de la
historia de la humanidad. En una guerra o en una emergencia, estas virtudes
aún resultarán de una importancia primaria y el resto de virtudes serían, en
comparación, accidentales.
En tiempos de menor urgencia, conforme disminuyen las oportunidades para
que los hombres demuestren las virtudes tácticas, el honor amplía su ámbito.
Los hombres aún pelean por demostrar su valía ante otros hombres. Aún
luchan para demostrar que son merecedores de estar ahí, que vale la pena que
pertenezcan al grupo —un miembro valioso del “nosotros”. Cuando se caza y
se pesca menos, los hombres intentar incrementar su valor para otros
hombres demostrando que son buenas personas y buenos ciudadanos —
buenos miembros de la tribu. Intentan mostrar que son buenos hombres.
Ganar y conservar una reputación de buenos hombres se solapa
conceptualmente con el honor, porque es otra manera de añadir valor y
demostrar valía ante otros hombres. El honor, como virtud, es una
demostración de lealtad al grupo y por ello se expande de forma natural para
incluir otras demostraciones de lealtad a los valores del grupo —desde rezar
piadosamente a los dioses de la tribu hasta “ponerse en pie por lo que está
bien” según los códigos éticos del grupo.
En su raíz, el honor aun consiste en demostrar a los hombres que sois buenos
siendo hombres y cumpliendo con el papel principal del hombre en el
perímetro. Demostrar a otros hombres que sois buenos hombres es una
extensión de ello. Ser buen hombre está relacionado con el honor, pero no es
la raíz del mismo. Nos preocupa lo que otros hombres piensen de nosotros, en
primer lugar y sobre todo porque los hombres siempre han dependido unos de
otros para sobrevivir. Es el triunfo sobre la naturaleza y el triunfo sobre otros
hombres —es supervivencia, prosperidad y vida en sí mismo— lo que le da
al honor el dorado resplandor que atrae a los hombres y repele el deshonor.
SOBRE SER UN BUEN HOMBRE
Con razón se dice que el hecho culminante del hombre es su religión. De un
hombre o un pueblo de hombres. No entiendo aquí por religión el credo
profesado por él, los artículos de fe aceptados o defendidos de palabra u otro
modo; ni ese conjunto ni nada de eso en muchos casos. Los que se
distinguieron por su valía o por su vileza no profesaron todos los mismos
credos. No considero religión esas creencias y aceptaciones, por ser muchas
veces cosas accesorias, producto de su argumentación, si llega a tal
profundidad. Lo que realmente cree (cosa que basta, sin que argumente para
sí y menos para los demás), lo que el hombre toma a pecho, lo que sabe de
cierto referente a sus relaciones vitales con este misterioso Universo, su
deber y destino, es siempre lo principal para él, determinando todo lo demás,
produciéndolo. Eso es su religión, o tal vez su mero escepticismo e
irreligión: la manera cómo se siente unido espiritualmente al Mundo
Invisible o al No Mundo; si me decís qué es eso, me diréis cabalmente qué es
el hombre, qué hará.
—Thomas Carlyle, “Sobre los Héroes, el Culto al Héroe y lo Heroico en la
Historia”
Reducir la masculinidad a un puñado de virtudes tácticas puede parecer
tosco, apabullante e incivilizado. ¿Qué pasa con la virtud moral? ¿Qué pasa
con la justicia, la humildad, la caridad, la fe, la rectitud, la honestidad y la
templanza?
¿No son, también, virtudes masculinas?
Los hombres no son monstruos sin corazón, no son máquinas. Los hombres
piensan acerca de algo más que cazar, matar y defenderse. Son capaces tanto
de la compasión como de la crueldad.
Los hombres reflexivos preguntan “por qué”. Ganar nunca es suficiente. Los
hombres quieren creer que tienen razón y que sus enemigos están
equivocados. Para separar el nosotros del ellos, los hombres encuentran faltas
morales en sus enemigos y crean códigos de conducta para distinguirse como
buenos hombres. Uno de los ejemplos más claros es el caballero cristiano —
un asceta comprometido con la piedad y la violencia, luchando con brillante
armadura por la bondad, con Dios de su parte. La mayoría de los hombres
estarían de acuerdo en que es mejor ser un buen hombre que planta cara a los
malos. Preferirían ser héroes en vez de villanos. La mayoría quieren verse a sí
mismos como buenos hombres luchando por algo mayor que la supervivencia
o las ganancias.
Cuando les preguntas sobre lo que hace un auténtico hombre, muchos de
ellos se alzarán sobre sus corceles y empezarán a hablar sobre lo que significa
ser un buen hombre.
“Un auténtico hombre nunca pegaría a una mujer”.
“Un hombre que no pasa tiempo con su familia nunca podrá ser un auténtico
hombre”.
“Un auténtico hombre asume la responsabilidad de sus acciones”.
“Un auténtico hombre paga sus deudas”.
“Los auténticos hombres aman a Jesús”.
Sin embargo, si les preguntáis a esos mismos hombres para que enumeren sus
“películas de hombres” favoritas, muchos de ellos incluirán películas como
El Padrino, Scarface, Uno de los Nuestros y El Club de la Lucha.
Don Corleone, Tommy DeVito y Henry Hill eran todos unos mafiosos
despiadados. Scarface era un asesino y un señor de las drogas. Tyler Durden
era, básicamente, un terrorista doméstico. Hay guiones sobre bandas
populares y cintas sobre atracos, entre ellas: Ocean´s Eleven (y 12, y 13),
Snatch, Ases Calientes, The Italian Job, Heat, Ronin, El Golpe, Sospechosos
Habituales, Reservoir Dogs y Pulp Fiction.33 El asesino a sueldo calculador y
moralmente ambiguo ha encontrado una posición especialmente simpática en
el panteón cinematográfico de la hombría: El Profesional, Matador,
Escondidos en Brujas, The Mechanic, El Americano, Collateral, Camino a la
Perdición, No es País para Viejos. Hitman era una película y un videojuego.
Dos de las franquicias de videojuegos más vendidas en la última década han
sido Assassin´s Creed y Grand Theft Auto. Hijos de la Anarquía, una serie
sobre una banda de moteros, es popular en televisión. ¿Son personajes
afeminados por estar fuera de la ley? ¿Qué pasa con Tony de Los Soprano o
Al Swearengen de Deadwood?
¿Darth Vader era una nenaza?
A pesar de la postura moral, los hombres sienten atracción por estos
personajes precisamente porque son masculinos. Los tipos malos tienden a
funcionar en clubes de chicos brutales, rudos y sin moderación, y parecen
estar particularmente preocupados con el tema de comportarse como
hombres. Los gánsters son hombres conscientes del status, agresivos,
tácticamente orientados, con pelotas y unidos a sus hermanos. Los asesinos a
sueldo solitarios son retratados como operadores capaces pero
cuidadosamente delicados, que son maestros de su peligroso oficio. No son
buenos hombres, pero son buenos haciendo el tipo de cosas que se les han
pedido a los hombres a lo largo de la historia de la humanidad. No son
buenos hombres, pero son buenos siendo hombres.
Antes de las películas, niños y hombres se emocionaban con cuentos de
forajidos, piratas, bandoleros y ladrones. Aunque estas historias eran
idealizadas o relatadas como advertencias, capturaban la imaginación
masculina con relatos de osada y maliciosa virilidad.
En La Vida del Rey Enrique V de Shakespeare, el Rey prometía a sus
enemigos que, a menos que se rindieran, sus hombres violarían a sus hijas
entre gritos, destrozarían la cabeza a los ancianos y empalarían a sus bebés
desnudos en picas. Hoy en día, si un líder militar hiciera una promesa tan
poco delicada, sería despedido y etiquetado públicamente como un psicópata
malvado y disfuncional. No puedo decir que el personaje de Enrique V es
afeminado sin parpadear.
Considerad también el caso de un preso. ¿Realmente creéis que hombres que
se mueven en un mundo violento y totalmente masculino a diario, son menos
hombres que un tipo simpático que trabaja de 9 a 5 en una granja de
cubículos y pasa su tiempo libre haciendo todo lo que le dice su mujer?
¿Qué pasa con los terroristas suicidas? Diría que secuestrar un avión con un
cúter y lanzarlo contra un edificio requiere pelotas de acero. No tiene que
gustarme, pero si tengo que ser honesto conmigo mismo, no puedo decir que
esos tipos son afeminados. Enemigos de mi tribu, sí; afeminados, no.
Recordad que hay cientos de miles de niños y hombres que consideran a los
terroristas suicidas como héroes martirizados y valientes, que asumen riesgos
sustanciales y llevan a cabo el sacrificio definitivo por una causa. Nosotros
los vemos como el mal y nos recreamos llamándolos cobardes porque no son
de nuestro equipo, porque no comparten nuestros valores y porque ponen en
peligro nuestros intereses colectivos.
Queremos que nuestros enemigos externos sean imperfectos y antipáticos.
Muchos han escrito sobre nuestra tendencia a deshumanizar a nuestros
enemigos. Emascularlos es otro aspecto de ello —añade insulto a la herida.
También queremos pavonearnos ante ellos y desmoralizarlos. Es una buena
estrategia. Insultar el honor de un hombre —su identidad masculina— es una
buena forma de ponerlo a prueba. Es una buena forma de calentarle. Es una
buena forma de empezar una pelea.
Queremos que nuestros villanos interiores resulten igualmente antipáticos.
Retratar a los malos hombres como afeminados es una buena manera de
disuadir a los jóvenes de que se porten mal. Hacer que vuestros propios
héroes culturales parezcan más grandes que la gente común, eleva el orgullo
y la moral del grupo. Tiene sentido querer que vuestros jóvenes emulen a
hombres que defienden los valores de vuestro pueblo, y especialmente los
jóvenes tienden a escoger al caballo más fuerte.
Las culturas le han dado vueltas, durante miles de años, a la idea de lo que
significa ser un buen hombre. Waller R. Newell, profesor de ciencias
políticas y filosofía, recopiló una amplia gama de reflexiones sobre este
tópico, para su libro ¿Qué es un Hombre? 3000 Años de Sabiduría sobre el
Arte de la Virtud Masculina. Newell criticaba a aquellos que alcanzaron la
mayoría de edad en los 60, por establecer una tendencia cultural ortodoxa
creyendo que, antes de su época, no había ocurrido “nada justo, bueno o
auténtico”, y por causar “la desaparición de la tradición positiva de virilidad
por medio de una caricaturización y simplificación sin descanso”.34 Mostraba
a lo que se refería como “un pedigrí inquebrantable en la concepción
occidental de lo que significa ser un hombre”, que definió como “el honor
templado por la prudencia, la ambición templada por la compasión por el
sufrimiento y los oprimidos, el amor refrenado por la delicadeza y el honor
en pos de lo amado”.35 Su libro estaba lleno de extractos de Platón,
Aristóteles, Marco Aurelio, Francis Bacon, Geoffrey Chaucer, William
Shakespeare, Benjamin Franklin, Ralph Waldo Emerson, Winston Churchill,
John F. Kennedy y muchos otros.
Hay un movimiento que reclama esta idea de hombría virtuosa—mostrar a
los jóvenes como hombres buenos y viriles. En 2009, el aventurado
capitalista Tom Matlack comenzó un “esfuerzo cuádruple para promover una
discusión sobre la masculinidad”, llamado The Good Men Project (N.d.t: El
Proyecto de los Buenos Hombres). The Good Men Project existe actualmente
como fundación, revista online, documental y libro. El libro está repleto de
historias de hombres que luchan por ser buenos hombres en el siglo XXI, e
intenta averiguar qué significa eso.
El sitio web The Art of Manliness (N.del.T: El Arte de la Hombría) fue
creado en 2008 por Brett McKay y su esposa Kate, y cuenta con unos 90.000
suscriptores.36 Los McKay han publicado dos libros presentando su postura
sobre la cuestión de la hombría: The Art of Manliness —Classic Skills and
Manners for the Modern Man, y The Art of Manliness — Manvotionals:
Timeless Wisdom and Advice on Living the 7 Manly Virtues. El sitio en sí,
venera figuras históricas masculinas y buenas, como el “Rough Rider”
Theodore Roosevelt, y tiene cierto sentimiento nostálgico. Es un poco como
un manual de boyscouts para machos adultos, ofreciendo consejo y artículos
sobre “cómo hacer” para ayudar a los hombres que intentan ser buenos
protectores, proveedores, maridos y padres. El ejercicio de The Art of
Manliness no es solo un ejercicio; se convierte en un “entrenamiento de
héroes”.
Le pregunté a Brett McKay acerca de cuál creía que era la diferencia entre ser
un buen hombre y ser bueno siendo un hombre. Dijo que ser bueno siendo un
hombre significa “ser eficiente con tu habilidad para conseguir y conservar el
ideal de hombría de tu cultura”. Se extendió señalando que, aunque había
similitudes interculturales, “para los bosquimanos del Kalahari, ser bueno
siendo un hombre significa ser persistente y lograr cazar. Ser bueno siendo un
hombre para alguien que vive en los suburbios de Ohio, probablemente
signifique tener un trabajo para mantener una familia, ser capaz de arreglar
cosas de la casa o, si está soltero, ser capaz de interactuar con mujeres”.
McKay me dijo que, para él, ser un buen hombre era más sencillo.
Escribía: “desarrollar virtudes como la honestidad, la resiliencia, el coraje, la
compasión, la disciplina, la justicia, la templanza, etc. Un hombre puede ser
muy virtuoso e íntegro pero ser horrible ´siendo un hombre´. Tal vez no
pueda cazar, o se le den mal las mujeres, o no pueda usar un martillo para
salvar su propia vida. También es posible encontrar a un hombre que es
bueno siendo un hombre pero que no sea buen hombre. Puedes ser el mejor
cazador o mecánico del mundo pero si mientes, engañas y robas, no eres un
buen hombre”.37
McKay parecía decir que ser bueno siendo un hombre es como cumplir con
un puesto de trabajo que venga definido por lo que vuestra cultura necesite (o
quiera) que hagan los hombres, y ser un buen hombre tiene más que ver con
la clase de virtudes morales que Newell defendía. Un hombre puede fallar en
la tarea de ser un hombre pero aún puede ser una buena persona. Uso la
palabra “persona” aquí porque estos valores morales son neutrales en cuanto
al género. Quizás, siguiendo estas líneas de pensamiento, ser un buen hombre
es una cuestión de equilibrar las demandas culturales de la hombría con el
compromiso privado con la integridad moral.
La receta positiva de McKay para la hombría es un buen cambio a la
concepción mayoritaria que entregan las “revistas para hombres”, que están
más interesadas en crear metrosexuales sociópatas y superconsumidores, que
en escribir positivamente acerca de la hombría. Estoy de acuerdo con McKay
en que ser bueno siendo un hombre es más parecido a un puesto de trabajo y
que dicho puesto cambia mucho de una cultura a otra.
Sin embargo, detenernos ahí juega en favor de aquellos que dicen que ser un
hombre puede significar lo que cada uno quiera que signifique. ¿Es la
hombría un concepto tan flexible que una comunidad puede reescribir la
descripción del trabajo de la forma que desee? No si aceptamos cualquier
modelo de naturaleza humana que reconozca diferencias entre la psicología
masculina y la femenina. A lo largo de las últimas décadas, los
esradounidenses han llevado a cabo una transición hacia una economía de
servicios y los educadores han tratado a los niños como a chicas traviesas con
problemas de actitud. Los hombres tienen menos interés en el éxito
académico, están menos conectados con la vida política, menos preocupados
por sus carreras y más interesados en formas de entretenimiento que
representan dramas de bandas ajenas —como los videojuegos y los
espectáculos deportivos.38
Es más, si la “descripción de trabajo” de ser un hombre está escrita de tal
manera que las cualidades que hacen a un buen hombre son básicamente
idénticas a las de una buena mujer, entonces dichas cualidades están más
relacionadas con ser una buena persona que con cualquier otra cosa. Es bueno
ser honesto, justo y demás, pero estas virtudes no tienen mucho que ver,
específicamente, con ser un hombre. La hombría no puede ser simplemente
un sinónimo de “buen comportamiento”.
Fui criado por una familia decente en la Pennsylvania rural. Asistía a la
escuela dominical. Me enseñaron a ser educado y respetuoso con los demás.
Doy propina de más incluso cuando recibo un servicio pésimo en los
restaurantes, le sujeto la puerta a las ancianitas y soy honrado sin tacha.
Cuando trato mal a la gente me siento mal por ello —a menos que realmente
se lo hayan buscado. Al igual que muchos hombres, me rebelé contra los
valores paternos cuando era más joven. Sin embargo, quizás al igual que
Brett McKay o Tom Matlack, cuando después empecé a reflexionar
seriamente sobre la masculinidad y lo que significaba, la siguiente frase
comenzó a aparecer en mi cabeza: “No se me ocurre nada mejor que ser un
buen hombre”.
Aún no se me ocurre. Mis primeros intentos de describir, sobre papel, el valor
de la masculinidad tradicional estaban enlazados con la moralidad con la que
crecí.
Respeto a los hombres que lo dan todo intentando ser buenos hombres —
incluso aunque no esté de acuerdo con ellos respecto a cada pequeño detalle
de lo que eso significa. Muchos hombres eligen carreras en las fuerzas del
orden, los bomberos, la educación o incluso en el ejército, porque realmente
quieren ser buenos hombres. Guerras, leyes y política no son siempre justas,
pero tengo que quitarme el sombrero ante hombres que rescatan civiles y
sacan a niños de edificios en llamas. Solo los histéricos descompuestos se
refieren a todos los soldados y polis como “carne de cañón”, “cerdos” o
“herramientas”.
Sin embargo, a menos que el autosacrificio y la moderación sean cualidades
definitorias masculinas —a menos que la masculinidad sea solamente una
disciplina ascética— se llega a un punto del camino del rendimiento
decreciente en el que ser un buen hombre no compensa. Llega un momento
en el que un hombre que quiere “sentirse útil” acaba “sintiéndose usado”.
Cuando el sistema ya no ofrece a los hombres lo que quieren, ¿cuánto tiempo
puedes esperar que sigan haciendo trucos a cambio de una palmada en la
cabeza? ¿Cuánto tiempo hasta que el perro hambriento y despreciado se
vuelva contra su amo?
Estoy de acuerdo con Newell en que existe una larga y orgullosa tradición de
virilidad moral en Occidente y, por lo que veo, hay una tradición comparable
en Oriente. Los hombres musulmanes rezan cinco veces al día porque
también quieren ser buenos hombres, a su manera.
Sin embargo, el discurso de Newell lleva incorporada una dualidad: el honor
templado por la prudencia, la ambición templada por la compasión por los
que sufren y los oprimidos, el amor moderado por la delicadeza —y así
sucesivamente. Todos los intentos seculares y religiosos civilizados por
mostrar a los hombres cómo ser buenos hombres, parecen incluir esta clase
de marcas y equilibrios. Estos códigos del “buen hombre” les dicen que sean
viriles —pero no demasiado viriles. Defiende la moderación. ¿Moderarse con
qué? Parece como si en una mano tuviéramos la moralidad y en la otra algo
más —una especie de hombría de la que hay que protegerse.
Si permitimos que los moralizadores de la masculinidad la definan por
nosotros, o bien nos entregamos al “auténtico código de la virilidad” y nos
volvemos completamente etnocéntricos respecto a ello —lo que sería la
norma histórica— o acabamos con un infinito número de “masculinidades”,
nos empantanamos en los detalles de sus incontables contradicciones y
declaramos, como ha hecho un famoso sociólogo transgénero, que “la
masculinidad no es un objeto coherente sobre el que se pueda producir una
ciencia generalista”.39 Resulta cierto que, si una palabra o un concepto
pueden significar cualquier cosa, no significan nada. Raewyn “Bob” Connell
escribió que “hacer afirmaciones sobre una base universal de la masculinidad
nos dice más sobre los valores del declarante que sobre cualquier otra cosa”.40
Connell era un pacifista feminista que defendía la desgenerización de la
sociedad, y también un hombre que quería ser mujer. Finalmente se
desgenerizó a sí mismo. Sus afirmaciones sobre la no existencia de una base
universal de la masculinidad también revelaban sus propios valores.
Todos los hombres y las mujeres tienen intereses emocionales y materiales en
lo relativo a cómo se construye o deconstruye la masculinidad. La auténtica
objetividad en este asunto es una pose más o menos exitosa. Todos tenemos
algún interés.
Por si sirve de algo, las evidencias científicas de las diferencias biológicas
entre sexos y las semejanzas interculturales entre hombres han continuado
acumulándose desde que Connell publicara Masculinities en 1995, y no es
difícil encontrar aspectos que se repiten en las “masculinidades hegemónicas”
de las culturas del mundo y a lo largo de la historia. Es mucho más difícil
encontrar “masculinidades” que no tengan nada en común. Las tecnologías y
las costumbres varían, pero las similitudes entre las ideas culturales de la
masculinidad ofrecen más a la hora de explicar lo que significa ser bueno
siendo un hombre que sus efímeras diferencias. Lo que tienen en común tiene
más que ver con la banda —con cazar y luchar, con trazar y defender el límite
entre nosotros y ellos— que con cualquier sistema ético o moral
culturalmente específico.
Resulta indecente pretender que los hombres que no cumplen unos
determinados estándares morales son afeminados. Los hombres pueden decir
que los inmorales no son auténticos hombres, pero su comportamiento —
incluyendo la admiración pública por la virilidad del tipo criminal y canalla
— demuestra que no lo creen así.
Para comprender realmente El Camino de los Hombres, debemos observar
dónde se solapan la masculinidad del gánster con la del abnegado caballero,
dónde se solapan las ideas modernas con las antiguas. Debemos contemplar
el fenómeno de la masculinidad de forma amoral y tan desapasionadamente
como podamos. Debemos hallar lo que el Hombre sabe a ciencia cierta, en lo
que respecta a su relación vital con el Universo misterioso. La “religión” del
Hombre no es un código moral, aunque éste podría seguir su propio código
hasta la muerte. Un hombre lucha por mantener su honor —su reputación
como hombre— porque una parte de él lucha por ganar y mantener una
posición de valor, su status y su sentimiento de pertenencia dentro de la
banda primitiva. Los hombres quieren ser buenos hombres porque estos están
bien considerados, pero ser un buen hombre no es lo mismo que ser bueno
siendo un hombre.
Hay diferencia entre ser buen hombre y ser bueno siendo un hombre.
Ser un buen hombre tiene que ver con ideas sobre moralidad, ética, religión
y comportarse productivamente dentro de cierta estructura de civilización.
Ser buen hombre puede o puede que no tenga nada que ver en absoluto con el
papel natural de los hombres en un escenario de supervivencia. Es posible ser
un buen hombre sin ser especialmente bueno siendo un hombre. Este es un
área en el que los hombres que eran buenos siendo hombres han buscado el
consejo de sacerdotes, filósofos, chamanes, escritores e historiadores. Las
sinergias productivas entre estos tipos de hombres se perdieron, tristemente,
cuando los hombres de palabras e ideas se distanciaron de los hombres de
acción, o viceversa. Los hombres de ideas y los de acción tienen mucho que
aprender los unos de los otros y los hombres realmente grandes son aquellos
capaces tanto de la acción como de la abstracción.
Ser bueno siendo un hombre consiste en estar dispuesto y ser capaz de
cumplir el rol natural de los hombres en un escenario de supervivencia. Ser
bueno siendo un hombre consiste en demostrar a otros hombres que sois la
clase de tipos que querrían tener en su equipo si todo se va a la mierda. Ser
bueno siendo un hombre no es una búsqueda de la perfección moral, trata de
la lucha por sobrevivir. Los buenos hombres admiran o respetan a los malos
cuando éstos demuestran fuerza, coraje, maestría o compromiso con los
hombres de su misma tribu renegada. La preocupación por ser bueno siendo
un hombre es lo que tienen en común los tipos buenos y los malos.
***
Con tiempo suficiente, toda banda creará alguna clase de código moral o
sistema de reglas para dirigir a sus miembros. Los hombres quieren creer que
tienen razón y se distinguen a sí mismos acuñando juntos cierta idea de lo
que significa tenerla.
En la temprana cultura de la mafia, el honor representaba una lealtad “más
importante que los lazos de sangre”. Los mafiosos juraban no obtener dinero
de la prostitución ni acostarse con la mujer de otro.41 Se esperaba de ellos que
fueran hombres de familia y no se les animaba a ser mujeriegos. Si la frase
“Un hombre que no pasa tiempo con su familia nunca puede ser un auténtico
hombre” nos resulta familiar es por que proviene de El Padrino.
Los yakuza se modelaron a sí mismos como a samuráis y aumentaron su
posición social dentro una comunidad más amplia demostrando generosidad
y compasión por los débiles y los desfavorecidos.42
Una banda mejicana, conocida como La Familia Michoacana, predicaba
recientemente los “valores familiares”, distribuyendo su propia versión de la
Biblia y empleando parte de sus beneficios en ayudar a los pobres.43 Se sabe
que los líderes de La Familia han sido influenciados por los escritos “macho-
cristianos del autor contemporáneo americano John Eldredge”.44
En épocas difíciles, los hombres que no son buenos siendo hombres no
durarán lo suficiente para preocuparse por ser buenos hombres. La fuerza
hace posible el resto de valores. Como decía Han en Operación Dragón:
“¿Quién sabe qué delicadas maravillas han desaparecido del mundo por falta
de fuerza para sobrevivir?”.
Los hombres que han tenido éxito en la primera tarea de ser hombres —los
que han hecho posible la supervivencia— pueden y a menudo se preocupan
por ser buenos hombres. A medida que el sangriento límite entre la amenaza
y la seguridad se aleja, los hombres tienen tiempo y pueden permitirse el lujo
de cultivar virtudes más “elevadas” y civilizadas.
Las bandas de hombres con identidades independientes e intereses propios
siempre son una amenaza para los intereses establecidos. Para proteger los
intereses de aquellos que dirigen nuestro mundo civilizado y altamente
regulado, se mezcla a hombres y mujeres para que no formen bandas.
Feministas, pacifistas y miembros de las clases privilegiadas reconocen el
hecho de que los hombres que son buenos siendo hombres, si están
hermanados, siempre serán una amenaza, pero olvidan que algunos de esos
hombres son necesarios para primero crear y mantener un orden. Hay un
llamamiento a acabar con lo que, incluso Naciones Unidas, han considerado
“estereotipos desfasados” de masculinidad que están asociados con la
violencia.45 “Desfasado” es una palabra que veréis frecuentemente en escritos
académicos sobre la masculinidad. Los llamados expertos hablan de la
hombría como si fuera la moda del año pasado, en parte porque se adhieren a
las convenientes pero desacreditadas teorías homogeneizadoras sobre el
género, por estar éste “tan levemente vinculado al sexo como la ropa, las
maneras y la forma de los tocados que la sociedad asigna a cada sexo en un
momento determinado”.46
Tanto hombres como mujeres han intentado remodelar al hombre para
hacerlo encajar en su sueño de un mundo perfecto. No importa qué credo
profesen, ya quieran crear al “Hombre Democrático”, al “Fiero Caballero” o
al “Guerrero Interior”, no parecen poder escapar del tirón gravitatorio de
ciertas ideas básicas sobre la subyacente religión de los hombres.47 Para
atraer a los hombres, hablan de fuerza y coraje. Los moralizadores y
reinventores de la masculinidad juegan con la primitiva preocupación del
hombre por su status dentro del grupo masculino, la preocupación por su
reputación, su disgusto por ser visto débil, temeroso o inepto —apelan a su
sentido del honor. Sus moralistas y reinventadas interpretaciones de la fuerza
y el coraje son, simplemente, versiones domesticadas y pacificadas de las
antiguas virtudes de la banda, encastradas en la vida civilizada en una época
de paz, abundancia y reparto del poder económico y político con las mujeres.
Para proteger y servir a sus propios intereses, los ricos y los privilegiados han
usado a feministas y pacifistas para promover una masculinidad que nada
tiene que ver con ser bueno siendo un hombre, y sí ser un “buen hombre”. Su
versión de un buen hombre está extraída de sus parejas, emocional y
efectivamente impotentes, fáciles de manejar y tácticamente ineptos.
Un hombre que está más preocupado por ser un buen hombre que por
ser bueno siendo un hombre, se convierte en un esclavo muy bien
educado.
Siempre ha existido un tira y afloja entre las virtudes civilizadas y las
virtudes tácticas de la banda. Sin embargo, la clase de masculinidad aceptable
para las sociedades civilizadas está, en muchos casos, relacionada con la
masculinidad del grupo de supervivencia. La masculinidad civilizada requiere
de dramas en la banda masculina para que esté más controlada y sea más
indiferente y metafórica. Las sociedades humanas empiezan en la banda y
después crecen hasta las naciones, con deportes y un clima de competencia
ideológica, artística y política. Finalmente —como vemos hoy en día— el
hombre medio ha acabado en una competición económica y con un puñado
de desahogos masturbatorios para su hombría enjaulada. Cuando una
civilización falla, ahí están las bandas de hombres jóvenes para escarbar entre
sus ruinas, marcar nuevos perímetros y reiniciar el mundo.
VIDA DE MALEANTES:
LA HISTORIA DE ROMA
Sin la virtud de la justicia, ¿qué son los reinos sino unos execrables
latrocinios? Y éstos, ¿qué son sino unos reducidos reinos? Estos son
ciertamente una junta de hombres gobernada por su príncipe, la que está
unida entre sí con pacto de sociedad, distribuyendo el botín y las conquistas
conforme a las leyes y condiciones que mutuamente establecieron.
Esta sociedad, digo, cuando llega a crecer con el concurso de gentes
abandonadas, de modo que tenga ya lugares, funde poblaciones fuertes, y
magníficas, ocupe ciudades y sojuzgue pueblos, toma otro nombre más
ilustre llamándose reino, al cual se le concede ya al descubierto, no la
ambición que ha dejado, sino la libertad, sin miedo de las vigorosas leyes
que se le han añadido.
San Agustín, Ciudad de Dios. 4-4.
SEGÚN CUENTA LA LEYENDA, Roma fue fundada por una banda.
Los romanos creían que Rómulo y Remo eran descendientes lejanos de
Eneas, quién se aventuró por el Mediterráneo con una pequeña banda de
supervivientes tras la ruina de Troya. Estos troyanos exiliados —los pocos
embajadores restantes de una orgullosa pero derrotada tradición— fueron
guiados por los dioses hasta el Latium, donde se entremezclaron con el
pueblo latino de Italia. Los antiguos troyanos florecieron allí y fundaron el
asentamiento de Alba Longa —justo al sureste de la Roma moderna.
Pasaron muchas generaciones y el primogénito de cada rey tomó el trono
hasta que Amulio derrocó a su hermano mayor, Numitor. Amulio asesinó al
hijo de Numitor y obligó a su hija, Rea Silvia, a convertirse en una Virgen
Vestal, asegurándose así de que el exiliado Numitor no tendría herederos que
rivalizaran con él. Sin embargo, Rea dio a luz a dos gemelos y, en lugar de
admitir la indiscreción, afirmó que eran hijos de Marte, el dios de la guerra.
El rey Amulio no se tragó su historia. La encadenó y ordenó que ahogasen a
sus hijos en el río Tíber. Los hombres encargados de la tarea dejaron a los
niños desprotegidos en la ribera pantanosa del caudaloso río, dando por
sentado que la corriente los llevaría a la muerte. Según la leyenda, fue allí
donde fueron rescatados por una loba sedienta y amamantados con sus
peludas ubres. Los nietos de Numitor fueron descubiertos por pastores que se
los llevaron y los criaron como si fuesen suyos.
En parte gracias a una vigorosa vida rural, Rómulo y Remo se convirtieron en
jóvenes fuertes conocidos por dar caza y enfrentarse sin temor a “bestias
salvajes”. También se ganaron la reputación de atacar a ladrones, quitarles su
botín y compartirlo con los otros pastores. Los generosos gemelos también
eran agradables y su feliz banda creció.
Durante un festival, fueron emboscados por ladrones resentidos y Remo fue
conducido ante el Rey Amulio, acusado de furtivismo. Mientras Remo estaba
encerrado, Numitor empezó a sospechar quiénes eran en realidad los
gemelos.
Mientras tanto, Rómulo organizó a su banda de pastores para matar a Amulio
y liberar a su hermano. Entraron en la ciudad por separado y se juntaron en el
último momento para aplastar a la guardia de Amulio. Rómulo consiguió
matar al tirano y, tras conocer su auténtico linaje, restauró en el trono a su
abuelo Numitor.
Los gemelos ya reunidos decidieron entonces fundar juntos una ciudad en la
tierra en que crecieron. Sin embargo, discutieron por qué nombre ponerle y la
riña se caldeó. Los hermanos se retaron y, al final, Rómulo triunfó, matando a
su amado gemelo.
Después, Rómulo y sus amigos se pusieron manos a la obra organizando el
gobierno de la nueva ciudad que llevaba su nombre.
Según el historiador Livio, una de las primeras cosas que hizo Rómulo, tras
montar algunas fortificaciones rudimentarias, fue establecer los ritos
religiosos que celebraría el pueblo de Roma. Además de los ritos honrando a
los dioses locales, Rómulo decidió celebrar los ritos griegos del heroico dios-
hombre Hércules, conocido por su gran fuerza y por sus “actos virtuosos”.48
Después de identificar toda una constelación de dioses y establecer una dura
línea espiritual para su tribu, Rómulo anunció la ciudad de Roma como un
refugio donde todos los hombres, libres o esclavos, podrían empezar una
nueva vida. Una variopinta colección de inmigrantes de las tribus vecinas
viajó a Roma, y Rómulo seleccionó a los mejores hombres para que le
ayudaran a gobernar. Fueron hechos senadores y nombrados “padres”
(patres) de la tribu romana. Sus herederos serían conocidos como patricios.
Junto a los padres de la ciudad, creó el orden por medio de la ley.
Careciendo de mujeres, los hombres de Roma sabían que su ciudad moriría
con ellos. Rómulo envió emisarios a las comunidades cercanas para
conseguir mujeres para sus hombres. Sin embargo, sus ofertas de matrimonio
fueron rechazadas porque los jóvenes de Roma no tenían perspectivas ni
reputación y estaban considerados como una peligrosa banda de parias.
Insultados, Rómulo y sus hombres idearon un ardid e invitaron a las gentes
de las comunidades vecinas a un festival. Durante el festejo, capturaron a las
mujeres solteras. Sus padres estaban furiosos y las otras tribus afectadas
entraron en guerra con Roma, pero ésta prevaleció sobre todos los ejércitos
excepto los sabinos, con quiénes las mismas mujeres ayudaron a alcanzar la
paz para salvar tanto a sus padres como a sus nuevos esposos. Las sabinas
decidieron unirse a los romanos, y fue gracias a este exitoso “rapto” de las
sabinas como Rómulo aseguró el futuro de su nueva tribu.
Rómulo continuó fortaleciendo y defendiendo su tribu por medio de
calculadas acciones militares y fue amado por sus tropas. Estos duros
hombres —la gran banda de Rómulo— aseguraron la ciudad e hicieron
posible su crecimiento. Eran la clase guardiana de Roma y su invencible
espíritu de lucha caracterizaría al pueblo romano durante siglos.
Un día, mientras se preparaba para revistar sus tropas, Rómulo desapareció
con el violento restallido de un trueno. Livio sospechaba que fue hecho
pedazos por sus senadores, que eran conflictivos y solían conspirar, como a
menudo hacen los hombres cercanos al poder. El pueblo romano prefirió
recordar a Rómulo como a un gran hombre de linaje divino que vivió entre el
pueblo como uno de ellos, que fue conocido por sus meritorias obras y su
coraje en batalla y que, finalmente, ocupó el lugar que le correspondía entre
los dioses.
Hay muchos mitos fundacionales de ciudades e incontables mitos que
establecen un linaje totémico de un pueblo en particular. En ausencia de
historia documentada, este es el mito que los romanos decidieron creer sobre
sí mismos. Es el espíritu del relato lo que prevalece y nos cuenta algo sobre
El Camino de los Hombres.
Rómulo y Remo fueron traicionados y abandonados. Fueron abandonados
para morir y salvados por una loba. Livio admite que la loba bien podría ser
una ramera de la zona, pero en realidad no importa —crecieron salvajes.
Rómulo y Remo crecieron “rurales”. Tenían conocimientos prácticos y
comprendían el valor de un duro día de trabajo. Recibieron una educación
sencilla, sin las complicaciones de las políticas palaciegas ni los equívocos de
moral laxa que acompañan al comercio urbano. Eran jóvenes viriles e
íntegros.
La primera parte de la vida de Rómulo y Remo es una historia de Robin
Hood. Vapulearon a otros hombres, capturaron su botín robado y lo
compartieron con sus amigos pobres. Eran machos alfa, líderes naturales.
Eran duros, pero no abusaban. Eran la clase de hombres a los que otros
hombres admiran y quieren cerca. Eran la clase de tipos que los hombres
eligen libremente para que los lideren. Tenían cualidades heroicas, pero eran
imperfectos como todo hombre y cuando los hermanos lucharon por el status,
como suelen hacer los hermanos, uno de ellos tenía que perder.
Los “hombres felices” de Rómulo eran, básicamente, una banda. Eran un
puñado de camorristas rurales que salieron de ninguna parte para atacar al rey
y darle un vuelco al status quo. Cuando Rómulo plantó su territorio y anunció
que sería un refugio, atrajo a hooligans con poco dinero y status. Algunos
eran antiguos esclavos. Algunos podían ser proscritos. Tenían poco que
perder, todo por ganar y ningún interés real en las comunidades de las que
provenían. Roma era Deadwood; era El Salvaje Oeste. Rómulo organizó a
esos rebeldes y estableció una jerarquía. Fundó una cultura, una religión, una
identidad como grupo.
Como cualquier puñado de hombres jóvenes, los matones de Rómulo tenían
intereses reproductivos. Rómulo lo intentó por las buenas, enviando
embajadores fuera para solicitar mujeres para sus hombres, pero se rieron de
ellos. Ningún padre que se preciara iba a enviar a su hija a un campamento
para casarse con alguien sin perspectivas. Así que Rómulo raptó a las
mujeres. Los romanos fueron capaces de conservarlas y formar familias
porque eran luchadores fuertes y efectivos. No se rindieron. Lucharon por un
nuevo futuro y vencieron.
La tribu romana empleó la violencia y la astucia para ampliar sus fronteras, y
hombres de muchas tribus se convirtieron en romanos. La expansión de
Roma servía a los intereses de los descendientes de los padres de la tribu: la
clase patricia. Sin embargo, el poder económico y militar romano también
beneficiaba a muchos otros ciudadanos y no ciudadanos que vivían dentro de
su territorio. Protegidos por el poder de Roma, los hombres podían
especializarse y vivir sus vidas como trabajadores, artesanos, granjeros y
comerciantes. Muchos podían llevar vidas relativamente no violentas. La
definición romana de la hombría se amplió para incluir virtudes éticas que
eran menos específicamente masculinas pero más armoniosas dentro de una
civilización más compleja.
Sin embargo, los romanos que descansaban en el regazo de la protección aún
ansiaban el drama de la violencia. Se convirtieron en espectadores de la
violencia y los deportes sangrientos. Los gladiadores luchaban entre sí hasta
la muerte para entretener a la tribu romana y la gente llenaba estadios
gigantescos como el Circus Maximus para presenciar carreras de cuadrigas
culminadas por cruentos destrozos. Había bandas con los “colores” de las
cuadrigas que se peleaban después de los eventos como los hooligans de
fútbol hoy en día. Figuras políticas, terratenientes y mercaderes empleaban
bandas de jóvenes armados para intimidar a sus oponentes, inquilinos y
rivales comerciales.
Roma fue fundada por una banda y se comportaba como una banda.
Parafraseando a San Agustín, consiguieron un territorio, establecieron una
base, capturaron ciudades y sometieron gente. Después, abiertamente se
atribuyeron el título de Imperio, que se adjudicaron ante el mundo, no
renunciando a la agresión sino mediante la conquista de la impunidad
(temporal). Roma se fue colapsando lentamente desde el interior conforme se
convertía en una máquina económica gigante, insustancial y corrupta. La
máquina romana, como la máquina económica estadounidense, ya no podía
personificar la ética viril de las pequeñas bandas de rebeldes responsables de
su creación. Existieron bandas de jóvenes armados durante su auge y su
caída, y continuó habiéndolas mucho después de que la gloria de Roma
quedará arruinada.
La historia de Roma es la historia de los hombres y la civilización. Muestra a
hombres que no tienen perspectivas uniéndose, estableciendo jerarquías,
afincándose en la tierra y usando la fuerza para imponer a su colectivo sobre
la naturaleza, las mujeres y otros hombres.
CHEQUEO A LA CIVILIZACIÓN
¿Qué se supone que deben hacer los hombres cuando no hay tierras en las
que asentarse ni nadie con quién luchar?
Una de las ideas básicas de la psicología evolutiva es que, como la evolución
humana tuvo lugar a lo largo de un periodo de tiempo muy largo y después
una explosión tecnológica nos lanzó al mundo moderno en un período de
tiempo comparativamente corto (historia documentada), los humanos están
más adaptados física y psicológicamente al mundo como era de lo que lo
están tal y como es hoy en día.
Nuestros cuerpos y mentes están adaptados a funcionar en un mundo más
duro. Las situaciones que nos alegran, deprimen o asustan están relacionadas
de algún modo con nuestra habilidad para funcionar en lo que algunos llaman
el Ambiente de Idoneidad Evolutiva. Las decisiones que tomamos en el
mundo moderno pueden parecer “ilógicas”, pero reflejan el tipo de decisiones
que habríamos tomado para sobrevivir hace miles de años. Pensad en la
cantidad de tiempo, energía y recursos que empleamos en el sexo, incluso
cuando no tenemos intenciones reproductivas. La lógica no tiene nada que
ver con ello.
Nuestros cuerpos y mentes primitivos aún hacen cálculos basados en datos
antiguos. Puede que sea un error o tal vez un rasgo —solo por si acaso todo
se va a la mierda.
La primera tarea de los hombres siempre ha sido conservar el perímetro,
afrontar el peligro, cazar y luchar. Los hombres se unen en bandas y forman
una identidad grupal fuerte. Siguen este patrón una y otra vez, sea lógico o
no.
Haciendo un esbozo sobre su comprensión de los primates, los biólogos
evolucionistas Richard Wrangham y Dale Peterson elaboraron una teoría
sobre el comportamiento de las bandas masculinas al que apodaron, quizás de
forma poco halagüeña, demonismo masculino.
“Los machos demoníacos se unen en bandas pequeñas, autoperpetuables,
que se alaban a sí mismas. Ven o inventan un enemigo ´por ahí´, más allá de
la cumbre, al otro lado de la frontera, al otro lado de la división lingüística,
social, política, étnica o racial. La naturaleza de la división apenas parece
importar. Lo que importa es la oportunidad de participar en el vasto y
acuciante drama de pertenecer a la banda, identificar al enemigo, salir de
patrulla, participar en el ataque”.49
Llamar “demonismo” a este fenómeno es darle un giro inmoral a la estrategia
básica de supervivencia de nuestra especie. Es una estrategia que nos ha
funcionado durante mucho tiempo y a la que recurriremos en una
emergencia.
Pero una vez habéis fundado Roma... ¿qué hacemos?
Algunas veces hay un buen motivo para ir a la guerra, para identificarlos a
ellos y movilizar a nuestros hombres contra los suyos. Otras veces no lo hay.
No se puede garantizar una gran crisis o una guerra para cada generación de
jóvenes, simplemente para darles una oportunidad de explorar su naturaleza
primitiva “demoníaca” o darle sentido a sus vidas. Comenzar una guerra
porque sí, parece frívolo, aunque me pregunto si lo hacemos de forma
inconsciente... por puro aburrimiento. A veces los hombres se meten en
peleas solo por hacer algo —solo para sentir cosas como la amenaza del daño
y la posibilidad de triunfo.
La mayor parte del tiempo los hombres buscan sustitutos de la lucha. En las
sociedades tribales probablemente era lo suficientemente sencillo. Cazar es
similar a luchar, y por eso los hombres siguen haciéndolo aunque no lo
necesiten. Jugar a luchar —hacer sparring— es parte del aprendizaje de la
lucha, y los hombres ritualizan el jugar a luchar por medio del deporte.
En 1906, William James demandaba un “equivalente moral de la guerra”.
Dejando a un lado si la guerra es moral o inmoral, la frase “equivalente moral
de la guerra” capta nuestra necesidad de suprimir y redirigir la masculinidad
primitiva en tiempos de paz. James reconocía que los hombres parecen estar
perpetuamente en busca de un modo de vida de “campaña”. Como pacifista,
sugería que todos los jóvenes fueran reclutados durante un período
determinado en una “guerra contra la naturaleza”, donde podrían afanarse y
sufrir juntos como pescadores, mineros, obreros y demás.
La idea de una guerra contra la naturaleza no gustaría mucho hoy en día, pero
si se la retorciera un poco podría ser la forma más honesta y realista de
reimaginar la masculinidad. James se reiría de los ahora reivindicados miedos
de sus coetáneos, que creían que sin el suficiente nacionalismo belicista los
Estados Unidos degenerarían en una sociedad “de tenderos y profesores, de
co-educación y zoofília, de asociaciones de consumidores y organizaciones
benéficas, de industrialismo ilimitado y feminismo descarado”. Sin embargo,
también advirtió de que “una economía de paz constantemente próspera no
podría ser solo una economía del placer”.50
El plan de William James para la paz podría haber funcionado un tiempo,
aunque dudo que ningún plan para la paz sea viable a largo plazo. El
problema de proscribir la violencia es que hacerlo requiere violencia, y el
problema de proscribir la guerra es que hacerlo requiere de un acuerdo
simultáneo y universal para llevarlo a cabo, si no, las palomas de la paz
acaban siendo patos de feria.
Funcionara o no, los hombres nunca se embarcaron para luchar en una guerra
contra la naturaleza —pero aún nos mantenemos ocupados con
“equivalentes” de la misma. Al igual que la energía, la virilidad de la banda
ni se crea, ni se destruye. Ese “demonismo” es parte de lo que los hombres
son y para lo que han evolucionado. Siempre está ahí; solo toma diferentes
formas.
Si una civilización quiere crecer y prosperar, la tendencia de los hombres de
separarse en bandas pasa a ser una amenaza a la seguridad interna. Las
bandas de hombres siempre suponen una amenaza para los intereses
establecidos. Los “equivalentes” de la virilidad de la banda tienen el potencial
de mantener a los hombres interesados en una sociedad determinada y de
evitar que la hagan pedazos. Los sustitutos viables del “modo de vida de
campaña” masculino evitan que éstos impongan sus propios intereses sobre
los del conjunto, o sobre los de aquellos que están en el poder.
Cuando los hombres están materialmente dedicados a una sociedad —
cuando creen que se puede conseguir más trabajando con el grupo en vez
de en su contra— controlarán y redirigirán sus energías al servicio de
una sociedad prospera.
Cuando los hombres están emocionalmente dedicados a una sociedad —
cuando sienten una fuerte conexión con el grupo, un fuerte sentido del
nosotros— controlarán y redirigirán sus energías al servicio de una
sociedad pacífica, mientras que a los hombres más agresivos (los que son
mejores siendo hombres) se les suministren “equivalentes” deseables de
la agresividad de la banda.
Conforme aumentan la prosperidad y la seguridad, y la necesidad de los
hombres de cazar, pelear y luchar disminuye, el deseo masculino de
participar en actividades de la banda puede controlarse y canalizarse por
medio de la simulación, la derivación y la intelectualización.
Masculinidad Simulada
• La agresividad primitiva de la banda y la adhesión a ésta son simuladas
directamente a través de la participación en el servicio militar, policial y
actividades de “guardia” parecidas.
• La agresividad primitiva de la banda y la adhesión a ésta son
experimentadas a través de la participación en actividades de la banda,
simbólicas y ritualizadas, como los deportes de equipo y el juego
cooperativo.
• La agresividad primitiva, la competitividad y la necesidad de demostrar la
virilidad ante el grupo son canalizadas a través de la participación en deportes
individuales, juegos de supervivencia o competiciones individuales que
requieren demostraciones de fuerza, coraje o maestría.
Masculinidad Derivada
• Los machos observan a otros machos participar en guerras, tareas de
guardia y juegos de supervivencia.
• Los machos observan a otros machos participar en deportes de equipo o
individuales.
• Los machos observan a otros machos demostrar fuerza, coraje, maestría u
honor.
• Los machos estudian las historias de machos que participaron en guerras,
tareas de guardia, juegos de supervivencia, que participaron en deportes
individuales o de equipo, o que han demostrado fuerza, coraje, maestría u
honor.
• Los machos leen historias sobre machos que participaron en guerras, tareas
de guardia, juegos de supervivencia, que participaron en deportes
individuales o de equipo, o que han demostrado fuerza, coraje, maestría u
honor.
• Los machos ven películas o interpretaciones sobre machos que participaron
en guerras, tareas de guardia, juegos de supervivencia, que participaron en
deportes individuales o de equipo, o que han demostrado fuerza, coraje,
maestría u honor.
Masculinidad Intelectualizada
• Agresividad económica y actividad de bandas: hombres o grupos de
hombres compiten para ridiculizar a los otros a través de la competición
económica. Demuestran fuerza y coraje poniéndose a prueba entre ellos, para
ver quién cede antes y quién aguantará más defendiendo sus intereses. Un
ejemplo es un vendedor a comisión vendiendo un automóvil a un comprador
informado. La masculinidad económica se demuestra asumiendo riesgos y
creyendo que sois lo suficientemente competentes para imponeros. Las
compañías se benefician de la masculinidad intelectualizada cuando los
hombres son más productivos porque se les anima a competir entre sí.
• Agresividad política/ideológica y actividad de bandas: los hombres
forman equipos políticos o ideológicos y compiten para ganar debates y
batallas de ingenio y estrategia. Entre los ejemplos se incluyen la estrategia
política, el debate filosófico, científico, académico o religioso, y los tipos que
pasan horas en foros de discusión intentando demostrar que tienen razón
sobre una misma cuestión.
• Masculinidad metafórica: por motivos religiosos, ideológicos o
personales, los hombres interiorizan la virilidad. Las batallas externas se
convierten en metáforas de batallas internas, y se concentran en el
autodominio, el control de los impulsos, en un comportamiento disciplinado
y en la perseverancia. Luchan por ser buenos hombres, hombres racionales,
buenos padres, buenos ciudadanos, hombres fieles, por inventar y crear, por
alcanzar metas.
• Masculinidad ascética: el autodominio y la autodisciplina de la virilidad
metafórica conducen a una orientación concentrada en la autonegación y el
rechazo del deseo natural masculino por el sexo, la comida, las cosas
mundanas, la acción viril o la violencia.
Primero visualicé la masculinidad simulada, derivada e intelectual como una
progresión en una sola dirección. Mi pensamiento era que, conforme las
sociedades se hacían más seguras y prósperas, la masculinidad es simulada,
después sobre todo derivada y después mayoritariamente intelectualizada.
Tiene cierto sentido en el cuadro general, pero no funciona exactamente así.
La mayoría o todos esos sustitutivos de la masculinidad de la banda han
estado presentes en todo tipo de organización social y civilización. Casi
siempre ha habido deportes y hombres que disfrutaban viendo deportes y
otros concursos de fuerza, velocidad o agilidad. Los pueblos primitivos y
civilizados, indistintamente, han contado historias de grandes hazañas y
reflexionado sobre lo que significa ser un buen hombre. Los humanos llevan
comerciando y negociando durante mucho tiempo y casi siempre ha habido
curas, monjes y ascetas.
Es más, la mayoría o todos estos métodos para canalizar la virilidad de la
banda pueden estar presentes y ser importantes para cualquier hombre. Hay, y
siempre ha habido, guerreros píos y atletas. La mayoría de hombres
normalmente esperan ser buenos hombres, ejercer el autocontrol y
comportarse éticamente. Hombres que consideramos de acción se
posicionarán políticamente o debatirán entre ellos. Los hombres que practican
deportes normalmente disfrutan viéndolos. Superar las luchas internas resulta
esencial para superar las luchas externas, para sobrevivir y conseguir
cualquier cosa.
Así que, tanto los individuos como las civilizaciones pueden y canalizan la
virilidad por medio de la simulación, la derivación y la intelectualización,
llegado cierto punto en su desarrollo. Lo que varía es el énfasis y la
oportunidad.
Como las bandas son una amenaza para el orden, a menos que estén
organizadas al servicio de una civilización, normalmente habrá oportunidades
disponibles para que un porción más pequeña de la población masculina
pueda experimentar directamente la masculinidad de la banda —participación
en el esfuerzo de guerra, protección y defensa— mientras que la gran banda
que maneja la civilización, de una forma u otra, “logra la impunidad”.
Algunos hombres lucharán, pero serán los menos. La tecnología moderna
acelera esto. Si tienes la posibilidad de atacar de forma segura e indirecta con
drones a distancia, pocos hombres tendrán que matar alguna vez a alguien
directamente.
La abundancia producida por la tecnología moderna también reduce las
oportunidades de los hombres de participar en “guerras contra la naturaleza”,
como exponía James. Cada vez serán necesarios menos hombres para trabajar
de forma activa con sus manos, tal y como hubieran hecho en una banda de
supervivencia primitiva. La agricultura reemplazará la caza en grupo, y la
agroindustria mecanizada o la agricultura controlada por los Estados
convertirán el oficio del granjero en un “trabajo” de baja cualificación que no
requiera implicación emocional por parte de los hombres. La caza cede el
paso a los mataderos en cadena y la eficacia de este sistema asegura que
incluso sea necesario que participen menos hombres en el proceso de caza.
La caza sobrevive únicamente como deporte para la mayoría de los hombres.
Conseguimos la carne en el supermercado. Hoy en día, para la mayoría de
nosotros, lo que hacemos para conseguir dinero para comprar carne tiene
poco o nada que ver con cazar. No tiene que ser así, pero así es.
Según disminuyen las oportunidades para que los hombres hagan aquello
para lo que han evolucionado, se pone mayor énfasis en la canalización
simulada, derivada e intelectualizada de la masculinidad para mantener el
orden y la unidad cultural. Los hombres aún consiguen sentirse como
hombres, pero la amenaza que suponen para el orden, para los intereses
establecidos y para los intereses de las mujeres queda mitigada.
Los hombres compiten por status y quieren ganarse la aprobación de sus
compañeros, por lo que los canales para la masculinidad que les ofrecen
estarán relacionados con sus aptitudes y temperamento naturales. Los tipos
con esqueletos delgados y metabolismos altos puede que no sean los mejores
levantadores de peso, pero normalmente son buenos corredores. De forma
similar, los hombres intelectual y verbalmente dotados aceptan especialmente
bien los canales intelectualizados de la masculinidad.
La mayoría tiene el talento suficiente para poder participar de una mezcla de
formas simuladas, derivadas e intelectualizadas de virilidad, mientras que
sigan involucrados de otra manera en una determinada civilización.
Una minoría de hombres necesitarán, con extrema frecuencia, oportunidades
y equivalentes vitales de caza y guerra para seguir siendo productivos y evitar
que se autodestruyan. Charles Darwin opinaba que estos hombres
“incansables” eran una “gran puesta a prueba de la civilización”, pero que
podían “convertirse en pioneros útiles”.51 Estos hombres suelen meterse en un
montón de problemas en civilizaciones superiores —llenan nuestras prisiones
y, a menudo, tienen problemas con el consumo de sustancias narcóticas—
aunque probablemente lo harían bastante bien en un escenario de
supervivencia.
Otro pequeño grupo de hombres son felices viviendo casi por completo en su
mente, y se satisfacen fácilmente con búsquedas intelectuales y
demostraciones abstractas de masculinidad. Del mismo modo que los
deportistas presumen de que los auténticos hombres practican deportes
porque son buenos en ello, los pensadores abstractos pretenderán haber
conquistado sus instintos básicos por hacer, simplemente, lo que mejor se les
da de forma natural. Los hombres compiten por status y quieren sentir que
van ganando.
Una vez identifiquéis esto, los debates entre hombres sobre la auténtica
naturaleza de la masculinidad se volverán divertidamente predecibles. Los
ingenieros creen que la hombría consiste en la tecnología, los especialistas de
las artes liberales creen que consiste en la virtud civilizada y los atletas
piensan todo se resume en fuerza, velocidad y perseverancia. Los machos
afeminados creen que están más “evolucionados” que sus embrutecidos
hermanos y, con ello, que son los auténticos hombres superiores. En una
sociedad equilibrada, unificada y patriarcal que proporciona oportunidades
para que la mayoría de los hombres pongan en juego sus talentos, todos ellos
pueden tener razón —al menos parcialmente. Todos pueden demostrar
fuerza, coraje, maestría y honor de diferentes formas ante sus compañeros, y
todos pueden sentirse valorados por un sector concreto. Idealmente, estos
tipos podrían llegar a cultivar una pizca de respeto por los diferentes roles —
aunque como la búsqueda de status es el camino de los hombres, aquellos
con mayores egos normalmente pensarán que su papel es un poco más
importante y un poquito superior.
Desafortunadamente, hemos alcanzado un nivel de civilización, tecnología y
abundancia en el que —para proteger el orden y los intereses establecidos—
las oportunidades de equivalentes vitales inmediatos de caza y guerra son
cada vez más raros. La tecnología armamentística ha hecho la guerra
demasiado mortal y demasiado fácil para los hombres deseosos de usar esa
tecnología para conseguir lo que quieren a cualquier precio. Abogados y
compañías aseguradoras —y más tecnología— han hecho seguros, fáciles y
aburridos los trabajos peligrosos, excitantes y participativos. Solo unos pocos
y selectos guardianes, trabajadores en campos decadentes y externalizados, y
hombres que favorecen a los canales intelectuales de la masculinidad
participan, de forma satisfactoria, en actividades en las que sienten que
arriesgan, luchan y vencen. Los demás solo juegan alrededor, y lo saben. Los
hombres abandonan y se desenganchan de nuestro sofisticado, fácil y seguro
mundo. Por lo que podría ser la primera vez en la historia, el tipo medio
puede permitirse no preocuparse. Nada de lo que haga importa realmente y
—lo que es peor— decae su esperanza de un futuro en el que lo que haga
importe.
La pornografía no es lo mismo que el sexo. Es un sustituto. ¿Perdería la
pornografía su atractivo sin la posibilidad de sexo? ¿Serán suficiente las
simulaciones de supervivencia y guerra sin que haya la más remota
posibilidad de guerra o conflicto? ¿Se quedarán, simplemente, vacíos,
agotados y deprimidos?
Hay una razón para que a la gente le encanten tanto las películas de zombies
y el “porno” de desastres. El apocalipsis —cualquier apocalipsis— brinda
una oportunidad. Como se lee en la contraportada de los cómics de The
Walking Dead, “En un mundo controlado por los muertos, finalmente
estamos obligados a empezar a vivir”.
El compromiso entre la civilización moderna y la hombría promovido por los
intelectuales consistirá, de forma predecible, en un énfasis sobre los canales
intelectualizados de masculinidad. Hay varios problemas con esto.
Para empezar, no todos los hombres son intelectuales, por lo que van a
cagarla jugando a eso. A nadie le gusta perder siempre —preguntadle a
cualquier cerebrito o flojucho del que hayan abusado. Si solo una minoría de
hombres son intelectuales, y la masculinidad intelectualizada es lo único que
tenemos, la mayoría de los hombres se sentirán como si perdieran siempre. Si
queréis crear una sociedad de perdedores apáticos, convenced a la mayoría de
vuestros hombres de que ya han perdido y que, sin importar lo que hagan,
nunca podrán ganar.
¿Qué sentido tiene intentarlo si sabes que el juego está amañado?
¿Por la satisfacción de saber que estáis contribuyendo a un bien mayor?
Es el tipo de estupidez que diría un intelectual.
Otro problema de la completa intelectualización de la masculinidad es que
resulta igualmente accesible a las mujeres. Demostrar vuestra hombría ante
otros hombres no significa gran cosa si las mujeres hacen lo mismo que los
hombres. El “coraje intelectual” no es específico de los hombres o del papel
de estos. Las mujeres también pueden ser “intelectualmente valerosas”. Las
mujeres también pueden apretarse las tuercas entre ellas en los negocios tan
bien como los hombres —puede que incluso mejor. Las mujeres pueden
demostrar autocontrol, pueden ser buenas ciudadanas. Pueden ser
moralmente íntegras y, aunque como conjunto están rezagadas en ciencias,
hay mujeres que pueden competir con los hombres en cualquier campo
académico. La masculinidad intelectualizada solo resulta viable cuando se
intelectualiza de forma diferente a la feminidad y no se fuerza a los hombres
a competir con las mujeres. Si los hombres están intentando, de forma
subconsciente, demostrar su valía como hombres ante otros hombres y de
repente se encuentran compitiendo con mujeres, la ilusión se desvanece.
La introducción de mujeres en un terreno de competición, cortocircuita
su viabilidad como sustituto de la actividad de una banda masculina.
La competición no satisface la misma necesidad primitiva en la mayoría de
los hombres si hay mujeres involucradas —no importa cómo se comporten
éstas o lo racional que pueda parecer el motivo para incluirlas. Por norma
general, si añades mujeres a esta mezcla, o bien los hombres dejan de
centrarse en impresionarse entre ellos para dedicarse a impresionar a las
mujeres, o bien pierden totalmente el interés y hacen lo justo para salir
adelante.
Las demandas feministas de igualdad absoluta e integración de los sexos en
la guerra y sus equivalentes —en combinación con la amenaza inminente de
una destrucción masiva tecnológica y el deseo de las élites globalistas de
proteger sus intereses frente a bandas intratables de hombres— han llevado a
la intelectualización de la masculinidad a una fase terminal: repudiación.
Aceptar la naturaleza de los hombres tal y como son, y ofrecerles
equivalentes a la guerra, ya no es aceptable para las mujeres o los globalistas.
Su meta compartida ha pasado a ser la repudiación completa de la idea de que
los hombres deberían querer hacer las cosas para las que han sido
seleccionados.
Se regaña a los niños incluso por sus fantasías violentas —por las historias
violentas que quieren oír, los libros violentos que quieren leer, los juegos
violentos a los que quieren jugar. El “demonismo” masculino es castigado,
patologizado y estigmatizado de la cuna hasta la universidad. Incluso a los
buenos tipos se los trata como si fueran malos por juntarse, por ser
“xenófobos”, patriotas o demasiado exclusivos. Videojuegos, deportes de
lucha y películas son censurados por ser “demasiado violentos”. El fútbol
americano es considerado “demasiado peligroso” por muchos padres
sobreprotectores. Se supone que todo el mundo debe estar de acuerdo en que
la violencia nunca es la respuesta —a menos que provenga del filo del hacha
del Estado.
Solo los ascetas naturales y los intelectuales estarán realmente satisfechos con
la repudiación de la masculinidad de la banda como sustitutivo de la propia
masculinidad de la banda. Para la mayoría de los hombres, esta repudiación
del rol masculino y de nuestra estrategia básica de supervivencia como
especie se sentirá —acertadamente— como un odio hacia sí mismos y
opresión. El Camino de los Hombres pasa por juntarse y pelear entre sí, o
luchar contra la naturaleza. Enseñar a los hombres a despreciar esto es
enseñarlos a despreciar su historia, a odiar sus propios talentos y a rechazar
su lugar natural en el mundo.
La repudiación de la masculinidad violenta es el asesinato de la identidad
masculina.
Es incapacitarlos y condenarlos a una vida de derrotas, privándolos de sus
mejores opciones de victoria. La repudiación cultural de El Camino de los
Hombres extingue el sueño de la acción viril y hace que sus equivalentes
parezcan vacíos. Elimina la esperanza secreta de los hombres, la fantasía de
que un día serán puestos a prueba, de que un día serán empujados hacia un
mundo desesperado, en el sangriento límite entre la vida y la muerte, donde
todo lo que hagan tendrá importancia.
En un artículo reciente para el Asia Times, Spengler argumentaba que las
culturas que afrontan su desaparición inminente, implosionan o atacan.
Operan bajo un estándar de racionalidad diferente, como un hombre al que le
han diagnosticado una enfermedad terminal. Nuestra idea moderna de
comportamiento racional falla a la hora de comprender esa clase de crisis
espiritual. Escribió:
“Los individuos atrapados en una cultura moribunda viven en un mundo en
penumbra. Abrazan la muerte a través de la infertilidad, la concupiscencia y
la guerra. Un perro aullará dentro de un agujero para morir. Los miembros
de culturas enfermas no hacen cosas tan dramáticas, pero dejan de tener
hijos, embotan sus sentidos con alcohol y drogas, se vuelven pesimistas y,
con demasiada frecuencia, acaban con ellos mismos. O puede que vayan a la
guerra contra la percibida como fuente de su humillación”.52
Los hombres incansables que creen que nunca serán pioneros —que nunca
encenderán el fuego, vigilarán el campamento o lucharán por sus vidas—
pueden resultar ser una prueba para la civilización. Observad lo que hombres
jóvenes negros sin esperanza, sin rumbo y cabreados le han hecho a ciudades
que nunca fueron suyas. Mirad lo bien que han reaccionado los una vez
orgullosos aztecas ante la violación de sus ciudades y el gobierno extranjero.
Los hombres blancos son igualmente capaces de derribar un futuro en el que
no tienen sitio —un futuro construido sobre sueños que no son suyos.
Las necesidades emocionales de los hombres no son satisfechas por un
mundo que repudia El Camino de los Hombres, pero mientras sus
necesidades materiales estén cubiertas puede que decidan no hacerle la guerra
al mundo. Mientras tengan suficientes trastos, suficiente comida, suficientes
distracciones —los hombres deben estar contentos para embotar sus sentidos,
apagarlos y permitirse a sí mismos convertirse en esclavos de acuerdo a los
intereses de las mujeres, los burócratas y los ricos.
LA SOCIEDAD MASTURBATORIA
BONOBO
¿Qué ocurriría si los hombres se echasen a perder, se rindieran y sucumbieran
completamente ante las mujeres? ¿Cómo operaría una sociedad así?
La teoría evolutiva de la inversión parental sugiere que, dado el coste
reproductivo, los miembros del sexo que realizan la menor inversión parental
competirán por acceso sexual hacia el sexo que haga una inversión mayor. En
los humanos y en la mayoría de mamíferos, las hembras están obligadas a
hacer la mayor inversión en la reproducción.
Las hembras humanas llevan a sus hijos durante nueve meses y son altamente
vulnerables y menos móviles durante las últimas fases del embarazo. Dar a
luz es también traumático en sí mismo y las muertes durante los
alumbramientos eran más comunes en el pasado que hoy en día. Tras el parto,
la madre continúa siendo vulnerable durante un breve período. Un niño
humano es extremadamente vulnerable durante varios meses y seguirá siendo
vulnerable durante varios años. Hasta hace poco, la lactancia era otra
inversión requerida para las madres humanas.
Los machos humanos lo tienen más fácil en comparación. Podemos traspasar
nuestros genes en cuestión de minutos y después desaparecer, a menos que
las hembras, los controles sociales o padres con escopetas nos persuadan para
quedarnos.
Los machos humanos evolucionaron para competir por el acceso a las
hembras porque la inversión reproductiva femenina es un premio valioso. Los
machos pueden existir en el mundo completamente masculino de la banda
pero las hembras representan, de forma bastante literal, el futuro. Los
hombres crean un perímetro y establecen la seguridad. Crean una jerarquía
rudimentaria, un orden y la cultura seminal del nosotros contra ellos. Para
perpetuar el nosotros, necesitan mujeres. Así que intentan averiguar cómo
conseguirlas y como tener “acceso a su inversión reproductiva”.
El comandante West, un personaje de la película zombie 28 Días Después,
cuenta una historia que recuerda a la fundación de Roma. Racionaliza el
rapto de las sabinas en unas pocas líneas:
“Hace ocho días, encontré a Jones con su pistola en la boca. Decía que iba a
suicidarse porque no había futuro. ¿Qué podía decirle? Combatíamos a los
infectados o esperábamos a que se murieran de hambre... ¿y después qué?
¿Qué hacen nueve hombres excepto esperar a morirse? Nos marchamos del
cerco, monté la emisión de radio y les prometí mujeres. Porque las mujeres
representan un futuro”.53
El Camino de los Hombres es el camino de la banda, pero una banda solo de
hombres no tiene futuro. Una banda totalmente masculina acaba con la
muerte del último hombre. Los hombres quieren ser recordados, quieren que
su tradición sobreviva y quieren sexo. Al final, estos mecanismos
psicológicos y deseos les permitirán traspasar sus genes. Cuando hay
competencia por los recursos —incluidas las mujeres—, para las bandas de
hombres resulta una buena estrategia el crear una jerarquía patriarcal,
eliminar a las bandas rivales vecinas, tomar sus mujeres y protegerlas de las
bandas rivales. Esto es exactamente lo que hacen muchas tribus primitivas.
Es la estrategia primitiva de la banda.
¿Qué ocurre cuando la competencia por los recursos se reduce radicalmente?
¿Qué pasa cuando las mujeres imponen sus maneras?
Dos de nuestros parientes primates más cercanos, los chimpancés y los
bonobos, ilustran algunas de las diferencias entre las formas masculinas y las
femeninas.
Wrangham y Peterson argumentaban que, a pesar de las teorías culturales
deterministas y un montón de vanas ilusiones sobre pacíficos matriarcados
prehistóricos, las evidencias evolutivas, arqueológicas, históricas,
antropológicas, fisiológicas y genéticas sugieren, de forma abrumadora, que
los humanos siempre han sido una especie patriarcal, de vínculos masculinos
y establecida en bandas, que participaba regularmente en violencia en
coalición. Fue una conclusión valiente porque ambos autores parecían estar,
de todo corazón, en contra de la violencia. Al igual que el autodescrito
feminismo evolutivo, ofrecieron sugerencias de cómo podríamos poner fin a
la violencia masculina, ahora que los hombres tenían los medios para
provocar mucha más devastación que la que podían desatar sus ancestros
primitivos con armas poderosas y herramientas sencillas. Aparte de la crianza
selectiva para reducir las violentas tendencias alfa en los machos —un
programa que parece estar en marcha, aunque de forma accidental— y el
establecimiento de un único gobierno mundial, Wrangham y Peterson
sugirieron que observáramos a los gentiles simios bonobos como guía.
Los chimpancés y los bonobos son parientes cercanos de los humanos.
Ambos tienen mucho en común con la gente pero, en lo relativo a estructuras
sociales, los chimpancés son más aptos para vivir en pequeños grupos
liderados por una banda masculina jerarquizada, mientras que los bonobos
tienden a vivir en grupos más amplios y estables con un gran número de
hembras, donde éstas forman alianzas que controlan la violencia masculina.
Los chimpancés se organizan en beneficio de los intereses reproductivos
masculinos y los bonobos en beneficio de los femeninos. Los chimpancés
siguen El Camino de los Hombres. Los bonobos siguen El Camino de las
Mujeres.
EL CAMINO DEL CHIMPANCÉ
Los chimpancés pueden mezclarse en grandes grupos si son capaces de
formar alianzas y si hay abundancia de comida. Los chimpancés y los
humanos prefieren comida de alta calidad y los chimpancés machos cazan
activamente en busca de carne, especialmente los monos colobos rojos. Los
chimpancés compiten por los recursos cuando son escasos, por lo que se
separan en pequeñas bandas. Es una estructura social de “bandas-grupos” por
su flexibilidad en cuanto al tamaño del grupo. Bajo estrés, revierten hacia
bandas patriarcales dirigidas por parientes masculinos y con alianzas por
vínculos masculinos. Las hembras se mueven (y son trasladadas) de banda en
banda. Los machos compiten por tener acceso sexual a las hembras pero, a
veces, también las cortejan y las apartan del estrés de la competencia
masculina. Las hembras que no tienen hijos se unen a veces a los machos en
las actividades de caza y saqueo. En la jerarquía social de los chimpancés, las
hembras están subordinadas a los machos y se espera de ellas que demuestren
sumisión. Cuando un macho joven alcanza la madurez, normalmente monta
un buen espectáculo para demostrarlo y comienza a presionar a las hembras
cercanas hasta que éstas lo reconocen como un macho adulto. Cuando lo
logra, deja de exagerar. Sin embargo, los chimpancés machos golpean
esporádicamente a las hembras para mantener su status y demostrarles quién
es quién. Los machos que alcanzan la madurez pasan un montón de tiempo
juntos, pero también lo hacen compitiendo entre ellos por status. Sus pruebas
son a menudo violentas y, solo en raras ocasiones, se ve que dos machos
hayan formado alianzas para asesinar al macho alfa. Los humanos podrían
reconocer esto como parricidio o tiranicidio. Para los chimpancés, la
competencia dentro del grupo es menos importante que la competencia con
otros grupos. Los chimpancés y los humanos son los únicos miembros de los
grandes simios cuyos machos forman coaliciones para salir a saquear o a
eliminar miembros de bandas vecinas. Los chimpancés alfa, de vez en
cuando, reúnen a otros machos, salen del límite de su territorio e intentan
coger desprevenidos a miembros de otras bandas y matarlos. Es similar a la
“forma de guerra subversiva” común entre los humanos primitivos, que
también participaban en ataques de guerrilla.54 Con el tiempo, los machos se
librarán de los machos de la banda vecina, absorberán a las hembras restantes
en su propio grupo y se emparejarán con ellas. Como los chimpancés cazan,
se defienden y agreden como una banda coordinada, tienen que estar
dispuestos a aparcar la competencia intestina y a mantener vínculos estrechos
entre ellos. El primatólogo Frans de Waal escribía:
“... la psique del chimpancé macho, modelada por millones de años de
guerras intergrupales en su hábitat natural, es tanto de competencia como de
compromiso. Sea cuál sea el nivel de competencia interna, confían entre ellos
contra lo externo. Ningún macho sabe cuando necesitará a su mayor
enemigo. Esta mezcla de camaradería y rivalidad entre machos es, por
supuesto, lo que hace que la sociedad de los chimpancés resulte mucho más
reconocible para nosotros que las estructuras sociales de los otros grandes
simios”.55
EL CAMINO DEL BONOBO
Los bonobos comen mucha de la comida que les gusta a los chimpancés, y
comen carne si la encuentran. Sin embargo, no comparten su territorio con
los gorilas, por lo que pueden comer el tipo de hierba que comen éstos.
Wrangham y Peterson creen que esta es una de las diferencias clave entre
chimpancés y bonobos. Los bonobos tienen una fuente de su alimento
principal que les resulta fácil de encontrar. No tienen que competir por los
recursos, ni siquiera cuando mucha de la comida está fuera de temporada, por
lo que pueden relajarse, en mayor o menor medida, durante todo el año en
paz y prosperidad. Los machos compiten por status, pero parecen menos
preocupados por ello porque para los bonobos macho el status no significa
gran cosa. Los bonobos no compiten para emparejarse. Los machos solo
esperan su turno y las hembras son felices uniéndose a cualquiera que llame a
su puerta. Para los bonobos, el sexo es algo social y mantienen tanto
relaciones heterosexuales como homosexuales. Los bonobos macho no saben
cuáles son sus crías porque cualquiera podría serlo. Las madres hacen toda la
inversión parental. Los bonobos macho saben quiénes son sus madres y están
vinculados a ellas de por vida —a menudo las siguen durante la madurez y
éstas intervienen en los conflictos tomando parte por sus hijos. En los grupos
bonobo los machos no pasan apenas tiempo juntos, pero las hembras
establecen fuertes amistades entre ellas. Cuando los machos crean problemas,
el grupo de hembras se une para detenerlos rápidamente. Las hembras
bonobo están al mando. Cuando un grupo de bonobos entra en contacto con
otro, las hembras son las que firman la paz y, normalmente, empezarán con el
chaca-chaca entre ellas —es lo que los nativos llaman acción entre chicas a
lo bonobo. Después, las hembras empiezan a emparejarse con los machos del
grupo contrario. Los machos simplemente se sientan y miran, se encogen de
hombros y finalmente participan.
CONFLICTO DE INTERESES
Los bonobos y los chimpancés están adaptados a entornos diferentes y sus
estructuras sociales se acomodan a lo que dichos entornos ofrecen. La
sociedad bonobo favorece los intereses femeninos. Las coaliciones femeninas
controlan la política y los vínculos femeninos son más importantes que los
masculinos. Los machos están vinculados a sus madres y no saben quiénes
son sus padres. Las hembras permanecen juntas toda su vida. En la sociedad
chimpancé, las hembras están en cierto modo aisladas y permanecen con sus
crías cuando éstas son pequeñas, mientras los machos disfrutan tanto de la
rivalidad como de la camaradería y están con sus padres, sus hermanos y sus
amigos masculinos durante toda su vida. La sociedad chimpancé favorece los
intereses masculinos.
Wrangham y Peterson creen que los bonobos ofrecen una “triple senda hacia
la paz” porque han conseguido reducir la violencia entre sexos, entre machos
y entre comunidades.56 En respuesta a la destrucción masiva inherente a la
guerra moderna, muchos hombres han buscado formas de abandonar el
“sistema bélico”57 que acompaña al patriarcado, y han vuelto la vista hacia las
mujeres en busca de guía para establecer alianzas y encontrar una forma de
vida más pacífica.
Aquellos que creen que la guerra humana es antinatural de algún modo,
hallarán poco respaldo objetivo para su teoría en la historia o la ciencia. Las
sociedades humanas son complejas y hay aspectos en los patrones, tanto de
bonobos como de chimpancés, que nos son suficientemente familiares. Pero
la agresividad masculina, la violencia grupal masculina y la dominancia
política masculina han sido todas identificadas como “universales humanos”
—esto quiere decir que se han encontrado evidencias de estos
comportamientos, en alguna forma, en casi todas las sociedades humanas que
hayan sido estudiadas alguna vez.58
Los científicos solo empezaron a estudiar a los bonobos, como especie
distinta y diferenciada, en los 50, porque evolucionaron en hábitats pequeños
y protegidos. Los chimpancés tienen hábitats mucho más amplios y se han
adaptado a entornos más diversos. Humanos y chimpancés tienen claramente
más en común, en términos de organización social. Es probable que, aunque
los humanos son más inteligentes y tienen acuerdos sociales mucho más
complejos que los chimpancés, los vínculos masculinos y la violencia
masculina en coalición hayan sido rasgos constantes de las sociedades
humanas y pre-humanas.
La siguiente tabla muestra las diferencias, en varios aspectos, entre las
sociedades bonobo y chimpancé —muestra dos caminos, dos extremos.
Algunos investigadores han sugerido que los bonobos no son tan pacíficos
como creían Wrangham y Peterson, pero parece claro que son más pacíficos
y matriarcales que los chimpancés y que su estilo de vida es similar al que he
descrito.
Como metáfora para lo que les ocurre a los hombres que viven en paz y
abundancia aseguradas como nosotros, el camino bonobo resulta
inquietantemente familiar.
¿Hoy en día, no son la mayoría de los hombres niños de mamá echados a
perder, sin figuras paternas, sin caza, lucha o hermanamiento, cuyo único
vestigio masculino es el sexo promiscuo?
Se sabe que la guerra contra los hombres nos está diezmando. El
reclutamiento obligatorio para la Guerra de Vietnam terminó el año antes de
nacer yo. Desde entonces, los Estados Unidos han creado, de forma efectiva,
una clase de soldados profesionales por contrato que libran las batallas del
gobierno en tierras lejanas. El hombre medio sabe más de baloncesto
universitario que sobre ciertos conflictos de ultramar.
Al igual que los bonobos, no tenemos que preocuparnos por el hambre.
Apenas tenemos motivos para levantarnos del sofá. Hasta la última y dilatada
recesión era fácil encontrar trabajo y casi todos los hombres que querían
trabajar podían encontrar uno. Los programas de asistencia social y bienestar
funcionaban como una red de seguridad para muchos otros y pocos de entre
los americanos vivos crecieron sin televisión en casa. La auténtica hambre, la
pobreza y la desesperación, tal y como la conocen en África, resultan raras
incluso entre aquellos oficialmente considerados pobres. Las enfermedades
que acabaron con poblaciones enteras en el pasado son tratables y la gente se
recupera completamente de heridas que hubieran sido fatales hace cien años.
Si hay algo que ilustre bien la surrealista abundancia en la que vivimos hoy
en día es el hecho de que tenemos problemas como la epidemia de obesidad.
La gente puede sentarse en su casa y comer hasta estar tan gordos que no
puedan moverse.
Los americanos son obesos, en parte, porque simplemente no hacen lo
suficiente. Es difícil encontrar un trabajo del tipo rompe-espaldas que
realizaban nuestros ancestros. Lo sé porque soy la clase de persona que cree
que un trabajo temporal cavando zanjas suena divertido. Lo he buscado, de
verdad. Nuestros cuerpos tienen una tremenda capacidad de trabajo cuando
están acondicionados para ello. El cuerpo humano está hecho para trabajar
duro. Cuando no hay trabajo que hacer, nuestra salud física se deteriora. Los
médicos tienen que decirle a la gente que camine como si fuera una especie
de avance deportivo innovador. En una ocasión observé, conmocionado,
como un entrenador personal, de forma autoritaria, dirigía a un par de
cuarentones para dar un paseo por su vecindario. Era un paseador de perros
humanos de setenta y cinco dólares la hora.
El resto de nosotros vamos al gimnasio a “ejercitarnos”, que es solo un
sustituto del trabajo físico. Las personas que contestan correos para ganarse
la vida van a un edificio especial donde engañan a sus cuerpos para hacerlos
creer que en realidad están haciendo el tipo de cosas para las que los
humanos evolucionaron. Actividades como el entrenamiento con sacos de
arena, levantar piedras y correr descalzo se están volviendo populares. Es
solo cuestión de tiempo hasta que alguien de con la manera de comercializar
alguna locura deportiva en la que la gente corra por ahí arrojando lanzas
contra mamuts de goma.
La meta de la civilización parece ser eliminar el trabajo y el riesgo, pero el
mundo ha cambiado más que nosotros. Nuestros cuerpos ansían trabajo y
sexo, nuestras mentes anhelan riesgo y conflicto.
Siempre me ha chocado que, incluso en nuestras visiones más populares del
futuro, hemos sido incapaces de eliminar el conflicto. Cojamos a Star Trek,
por ejemplo. En la superficie, Star Trek es un sueño modernista, feminista e
igualitario. Hombres y mujeres de todos los pueblos y razas trabajan codo
con codo en una única meritocracia que persigue la paz en todo el universo.
Pero nuestra fantasía no es la paz, es el conflicto. Sin ningún conflicto entre
ellos y nosotros, no hay trama. En Star Trek siempre están luchando con
alguien. A muchos les atraen los tópicos pacifistas como los que se escuchan
en “Imagine” de John Lennon, pero, en realidad, a la gente no se le da bien o
no está muy interesada en imaginar un futuro sin conflictos. Si alguien
escribiera un guión de ciencia ficción sin conflicto, ¿alguien lo vería?
Sin embargo, se nos da bastante bien imaginar maneras ingeniosas de
masturbar nuestra naturaleza primitiva con placeres virtuales “seguros”,
derivados y abstractos.
Nuestra sociedad casi no tiene tolerancia con la violencia física no autorizada.
Se expulsa a los niños del colegio por pelearse, y algo tan históricamente
común como una pelea de borrachos sin armas puede llevarte directo al
juzgado o a la cárcel.
Mientras coaliciones de hembras, políticos complacientes y hombres
temerosos se organizan para asegurar nuestro mundo a prueba de niños, para
prohibir las armas y regular los deportes violentos, los hombres se retiran a
reductos de masculinidad virtual y derivada, como los videojuegos y el fútbol
de fantasía porque es todo lo que nos han dejado.
La gente también busca otras formas no-violentas de riesgo simulado y
aventuras “seguras”. Desde paracaidismo y “puenting” hasta senderismo
guiado y carreras de aventura, los hombres y las mujeres conciben más y más
formas de simular la experiencia humana primitiva. Hombres y mujeres
tienen impulsos similares en diferente grado y de lo que me he dado cuenta,
participando en 5K, Crossfit y la “Warrior Dash”, es de que una vez deja de
ser novedad, la asistencia femenina a menudo se incrementa. Aunque algunas
mujeres participan de forma competitiva, muchas más disfrutan estas
experiencias de forma social y emocional, parando a lo largo del recorrido
para celebrarlo y animar a sus hermanas que están luchando. Tengo la
sensación de que muchos maridos y novios reconocen la naturaleza
masturbatoria y de “buena sensación” de estas actividades y se encogen de
hombros, preguntándose por qué correrían por el barro, a treinta grados, sin
un buen motivo. Desde una perspectiva evolutiva, tiene sentido que las
mujeres suelan preferir y se sientan más satisfechas con simulaciones de
riesgo “seguras” y “divertidas”, mientras que los hombres prefieren la
competición real, el riesgo real y la potencial ganancia de auténtico status. El
ejercicio permitido, asegurado entre algodones, desinfectado y
cuidadosamente orquestado, rara vez se puede comparar con la fantasía de la
acción viril y el riesgo justificado.
En los videojuegos, al menos, los hombres experimentan la muerte virtual.
Conforme ha disminuido la competencia física por los recursos, el sexo se ha
vuelto más social, como para los bonobos. Hombres y mujeres se enganchan
para satisfacer su impulso primitivo de reproducción. Para disgusto de los
reinventores de la masculinidad, las mujeres aún responden sexualmente ante
rasgos y comportamientos “alfa” en los hombres que los harían buenos
cazadores y luchadores. Exhibir fuerza, coraje y maestría muestra señales de
superioridad genética y status masculino elevado para las mujeres —incluso
en las que no tienen planes de reproducirse. Los hombres buscan mujeres que
parezcan saludables y fértiles, y éstas engañan al cerebro de mono del
hombre con pintalabios, liposucciones e implantes mamarios. Hoy en día, el
sexo está desconectado del emparejamiento y, para muchos, se ha convertido
en “masturbarse con el cuerpo de otro”.
En muchos casos, lo que ese cuerpo ofrece es una desilusión en comparación
con el sexo sin riesgo al que los hombres tienen virtualmente acceso
inmediato e indirecto a través de la pornografía de alta calidad. En 2003, la
feminista Naomi Wolf59 y el escritor David Amsden60 escribieron que la
experiencia sexual simulada estaba apartando a muchos hombres del sexo
con mujeres reales, que creían que tenían competir con la pornografía por la
atención de los hombres.
2003... ¿no era cuando la gente aún pagaba por el porno y un gigabyte sonaba
como un fichero grande? Hoy, los jóvenes pueden descargar pornografía de
alta calidad en un momento y verlo en la misma gran pantalla brillante de la
televisión que compraron para ver la Super Bowl. En 2011, el New York
Magazine continuó con una historia titulada “He´s Just Not That Into
Anyone” (NdelT: puede traducirse en este contexto como “No Está
Enamorado de Nadie”), en la que el autor relataba haber fingido un orgasmo
durante el sexo real, pero no haber tenido ningún problema para alcanzar el
clímax viendo porno. Algunos de los hombres a los que entrevistó para la
historia le contaban que estaban experimentando disfunción eréctil durante el
sexo real y otros que tenían que reproducir escenas del porno para correrse
follando con sus esposas. El cantante John Mayer confesó en la revista
Playboy que había habido días en los que, probablemente, había visto más de
trescientas vaginas antes de levantarse de la cama.61
Nuestro mundo no ofrece a los hombres más vías hacía la satisfacción viril o
la experiencia vital.
Lo que el mundo moderno ofrece al hombre medio son mil y una maneras de
sacudir, de forma segura, nuestros cerebros de mono para olvidar.
¿Sorprende que algunos hombres se pregunten a sí mismos, en los momentos
de lucidez entre la masturbación y las variadas formas de sexo y violencia
indirectos, lo que Betty Friedan decía que se preguntaban educadamente las
amas de casa de los cincuenta?62:
“¿Esto es todo?”
Hemos nacido en una sociedad masturbatoria bonobo, con la paz de la
abundancia y una economía del placer.
El futuro que las élites nos tienen preparado se advierte como más de lo
mismo. Más placer distante, menos riesgo, estar libre de la necesidad y más
masturbación. Los reinventores de la masculinidad nos ofrecen batallas
metafóricas que librar pero, en el mundo real, las batallas que importan de
verdad se “librarán” entre la élite de burócratas, expertos y dirigentes ricos
que creen saber qué es lo mejor, mientras el resto de nosotros aceptamos la
responsabilidad de trabajos aburridos, carentes de riesgo, para hacer una tarea
estúpida y no dejar de mirar el reloj, esperando irnos a casa y complacernos
furiosamente con cualquier tipo de experiencia primitiva indirecta o virtual
que haga que nos corramos.
Los periodistas cosmopolitas de escuelas de élite, como Betty Friedan,
llenaron la cabeza de las mujeres con fantasías de emocionantes carreras en la
gran ciudad que solo unas pocas podrían alcanzar alguna vez. Por cada mujer
que vive esa fantasía hoy, hay un puñado de mujeres cobrando productos en
la caja de alguna tienda, o introduciendo datos de forma repetitiva en alguna
oficina gris. En Oriente, las mujeres contestan nuestras llamadas o desarrollan
su trabajo en monótonas líneas de montaje en fábricas. A esto se le llama
“progreso”. Muchas de estas mujeres probablemente preferirían pasar más
tiempo participando activamente en la vida de sus hijos, pero ya no tienen la
opción de quedarse en casa.
El coste de la civilización es un trueque progresivo de la existencia vital. Es
un intercambio de lo real por lo artificial, por un engaño convincente llevado
a cabo a cambio de la promesa de seguridad y de tener el estómago lleno.
Siempre ha sido así.
La pregunta es: “¿cuánto trueque es demasiado?”.
En el futuro que los globalistas y las feministas han imaginado para ellos,
solo unas pocas personas harán algo que merezca la pena. Unas pocas
personas serán científicos, encargados de descubrir los misterios del universo.
Unas cuantas personas serán ingenieros que sueñen, diseñen y solucionen
problemas. Unas cuantas personas conformarán una clase dirigente
privilegiada de financieros y burócratas, y tomarán todas las decisiones que
importan por el resto. Capitanearán compañías, departamentos y construirán
sus grandes Leviatanes a base de papeleo legal y falsas sonrisas. También
habrá, como hay ahora, una clase sofisticada y creativa encargada de diseñar
nuestros entretenimientos sedentarios. Habrá gladiadores y carreras de carros.
Habrá series, teatro y cotilleo a nivel global.
Pero no todos podemos ser jefes, así que la mayoría de nosotros seremos
indios. Los productos necesitan hordas de consumidores, vendedores,
representantes de atención al cliente, oficinistas, reponedores, vigilantes de
seguridad y limpiadores nocturnos. Cualquiera que esté en el lado izquierdo
de la curva de campana, cualquiera que tome las decisiones equivocadas en el
momento equivocado, cualquiera que no pase por el aro o no entre al juego,
cualquiera que no haya sido “correctamente socializado” y cualquiera que
rechace la opción errónea por el motivo correcto, acabará haciendo el trabajo
del zángano. Como señalaba Matthew B. Crawford en su libro Shop Class As
Soulcraft (NdelT: los Shop Class eran talleres de “oficios” escolares, y el
título del libro hace referencia a lo enriquecedores que eran a nivel
espiritual), incluso los trabajos “cualificados” de guante blanco están “sujetos
a volverse rutinarios y a la degradación, siguiendo la misma lógica que
golpeó a la manufacturación hace cien años: los elementos cognitivos del
trabajo son requisados a los profesionales, clasificados con un sistema o
proceso y, después, devueltos a una nueva clase de trabajadores —oficinistas
— que reemplazan a los profesionales”.63 Ser capaz de leer y escribir a nivel
universitario no significa que el trabajo que vayáis a desempeñar requiera
mucho más razonamiento o resolución de problemas relevantes de lo que
tendríais que hacer como encargados de un McDonalds. Solo os salvará de
mancharos la frente de grasa.
Hace solo un par de cientos de años, muchos de estos hombres ahora
destinados a tareas de oficinista habrían aprendido un oficio de sus padres y
lo habrían dominado, ya fuera ser granjero o cualquier otro trabajo
participativo del que pudieran estar orgullosos. Hubieran sido miembros
valiosos de una comunidad más pequeña de personas a las que les importaba
si vivían o morían. Algunos habrían pasado sus vidas con bandas de hombres
en barcos, pero la mayoría se hubieran visto obligados a sustentar y proteger
a sus familias —sus pequeños clanes. Era un compromiso viable entre la vida
de la banda y la vida familiar. Hace unas pocas generaciones, estos hombres
habrían tenido responsabilidades de peso y sus actos hubieran tenido el
potencial de hacer más daño que herir sentimientos o molestar a alguien.
Hubieran tenido razones de peso para intentar ser buenos siendo hombres y
también buenos hombres. No hace tanto, estos hombres hubieran tenido
dignidad y honor.
En el futuro que globalistas y feministas han imaginado, para la mayoría de
nosotros solo habrá más trabajo de oficinista y masturbación. Solo habrá más
disculpas, más sumisión, más pedir permiso para ser hombre. Solo habrá más
exámenes, más certificados, requisitos obligatorios, procesos selectivos,
comprobación de antecedentes, test de personalidad y diagnósticos
politizados. Solo habrá más medicación. Habrá más presentaciones de
secretaria con una taza de vuestra propia orina caliente. Habrá estiramientos
matutinos obligatorios, presentaciones de vídeos de seguridad y firmar
papeles el resto de vuestras vidas. Habrá más cascos, gafas, arneses y
chalecos naranjas con tiras reflectantes. Solo puede haber más asesoramiento
y entrenamiento de la sensibilidad. Habrá más aros administrativos por los
que pasar para poner en marcha vuestro propio negocio y mantenerlo a flote.
Habrá más pólizas de seguro obligatorias. Con seguridad, habrá más
impuestos. Habrá, probablemente, más leyes bizantinas y políticas
empresariales contra el acoso sexual, y más vías para que las mujeres y los
grupos protegidos os acusen por mala conducta. La vida estará más micro-
controlada, habrá más regulaciones mezquinas, multas más elevadas y penas
más duras. Habrás más posibilidades de que infrinjáis la ley y más formas
para que la sociedad mantenga su cómoda ilusión escondiéndoos bajo la
alfombra. En 2009, en los Estados Unidos, había casi cinco veces más
hombres cumpliendo condena o en libertad condicional que en servicio activo
en todas las fuerzas armadas.64
Si sois buenos chicos y seguís las normas, si aprendéis a hablar de forma
pasiva e inofensiva, si podéis convencer a otro pobre sonámbulo de que estáis
poseídos por un casi insano deseo de ofrecer atención al cliente o incrementar
la eficacia operativa mejorando los procesos internos y la comunicación
organizativa, si podéis decir gilipolleces como esta sin reíros, si vuestros
expedientes pasan la prueba y vuestro pis huele bien, podéis conseguir un T-
R-A-B-A-J-O. Quizá podáis ser el tipo que corrige los test o autoriza las
pólizas de seguros. Quizá podáis ser el tipo que ayuda a alguna corporación
desalmada a conseguir más dinero. Quizá podáis conseguir una palmadita en
la cabeza por dar con la brillante idea de dejar sin trabajo a otro puñado de
tipos y externalizar sus aburridos empleos en algún otro lugar en el que están
deseando trabajar más horas por menos dinero. Hagáis lo que hagáis, no
importa lo que diga la gente, no importa en cuantas actividades de grupo
participéis o cuantas invitaciones de cumpleaños recibáis de la secretaria de
alguien, sabréis que sois una unidad de trabajo completamente reemplazable
dentro del gran esquema de las cosas.
Ninguna burocracia en expansión ni corporación global podrá amaros jamás.
Tienen carteras de relaciones públicas y departamentos de recursos humanos
para proteger sus intereses y resultados. No hay un “nosotros”. A una entidad
legal no puede preocuparle si vivís o morís, o si sois felices.
Si sois buenos chicos, si vais bien arregladitos, tenéis un T-R-A-B-A-J-O y
aprendéis a decir las cosas adecuadas, quizá convenzáis a una chica bonita
para que os deje darle un bebé y ayudarla a pagarlo. Si ese no es vuestro
rollo, podéis gastar vuestro dinero emborrachándoos o entreteneros
cepillándoos el tipo de culo que sea de vuestro agrado. El sexo, después de
todo, es algo social en la sociedad masturbatoria bonobo. Tendréis el
duramente ganado “derecho” de restregaros contra cualquier cosa que os haga
felices, siempre que sigáis las reglas.
Si sois buenos chicos, podréis acurrucaros en el vientre de vuestro pequeño y
seguro apartamento noveau-soviético con vuestros cómodos chismes y
disfrutar de vuestras gratificaciones medidas, vuestra comida gourmet,
vuestras micro-cervezas. Podréis manteneros ocupados intentando dominar el
arte de borrar vuestras propias huellas de carbono, o podréis poner vuestro
granito de arena yendo al trabajo en bicicleta, sorteando temerariamente una
avalancha de camiones y coches que podrían aplastaros por la simple
emoción de hacerlo. Quizá vayáis a clase y consigáis un permiso y, después
de que otro oficinista confirme que sois lo suficientemente competentes para
aprobar y estéis correctamente asegurados, seáis capaces de hacer alguna
auténtica locura como montar en moto. Quizá paguéis a alguien para que os
deje jugar a un juego, correr una carrera, o poneros un arnés de seguridad y
escalar rocas de mentira. Si no, siempre podréis ver como algún otro lo hace
por televisión. Quizá os indignéis por alguna injusticia insignificante y toméis
parte en algún tipo de resistencia no-violenta. Quizá os convenzáis de que
estáis marcando la diferencia por estar en un sitio parados, con más gente,
gritando enfurecidos a personas a las que les da igual. Si preferís, podéis
desahogar vuestra ira confusa, impotente y jactanciosa online, jugando a ser
el tipo duro anónimo en algún blog o foro. O simplemente podéis decir “a
tomar por culo” y gastar todo vuestro dinero en videojuegos que os aportan la
emoción indirecta de masacrar hordas de agresivos “otros”. Podéis
obsesionaros con vuestro equipo de fútbol de fantasía. Y siempre habrá
aficiones. Podéis buscaros algo inofensivo con lo que pasar el rato. Quizá la
jardinería. Podéis montar un grupo o enredar con coches. Convertiros en
amantes de las películas. Podéis pintar figuritas de guerreros. Incluso podéis
disfrazaros y jugar al rol en vivo.
Hagáis lo que hagáis, encontrad algo con lo que manteneros ocupados.
Ninguna de esas cosas tiene nada de malo. Todas son “divertidas”. ¿Qué es
“diversión”, sino masturbar un poco vuestros cerebros primitivos? Me gusta
“divertirme”. Un poco de “diversión” no hace daño, por eso se llama
“diversión”, y no algo realmente serio como “supervivencia” o “guerra”.
Si esto es todo, si vuestras vidas consisten en buscar “diversión”, ¿es
suficiente?
¿Este nivel de civilización —toda esta paz y prosperidad— merece la pena?
¿Durante cuánto tiempo seguirán estando satisfechos los hombres
reinterpretando y reinventando los conflictos del pasado, a través de libros,
películas y videojuegos, sin la esperanza de experimentar un conflicto
trascendente en sus vidas? ¿Cuándo nos cansaremos de escuchar historias de
grandes hombres muertos hace tanto tiempo?
¿Cuánto más tolerarán los hombres este estadio de relativo deshonor,
sabiendo que sus ancestros eran hombres más fuertes, hombres más duros,
hombres más valientes, y sabiendo que la herencia de su fuerza vive en ellos,
pero que su propio potencial de virtud viril, gloria y honor se malgastará?
Sabemos lo que ha sido El Camino de los Hombres.
¿El camino del bonobo es el único que queda?
Día tras día, un día tras otro,
Nos quedamos quietos, ni soplo ni movimiento;
Tan quietos como un barco en un dibujo
En un océano dibujado.
Samuel Taylor Coleridge, “Rima del Anciano Marinero”
¿QUÉ ES LO MEJOR DE LA VIDA?
La Epopeya de Gilgamés es uno de los primeros trabajos de literatura
conocidos y es producto de una de las primeras civilizaciones complejas.
Cuenta la historia de Gilgamés, un mortal con una tremenda fuerza y destreza
naturales. Ningún hombre podía hacerle frente hasta que una diosa creó un
igual para él, llamado Enkidu; un hombre peludo y salvaje de virtudes bélicas
que “nada sabía de la tierra cultivada”.
Enkidu era amigo de los animales y recorría los campos ayudándolos,
causando problemas a los tramperos y pastores de la zona. Los hombres
conspiraron contra él. Enviaron a una ramera desnuda para tentarlo y hablarle
de Gilgamés y de las maravillas que se encontraban en la lujosa ciudad de
Uruk, para que Enkidu abandonara las montañas y dejara de ser una amenaza
para su subsistencia. Enkidu era curioso y deseaba un amigo que fuera su
compañero, otro hombre que lo comprendiera. Siguió a la ramera hasta las
tiendas de los pastores, y ésta lo vistió y le dio a probar pan y un fuerte vino.
Enkidu se unió a los pastores y cazó lobos y leones para ellos. Con Enkidu
como vigilante, prosperaron.
Un hombre visitó a Enkidu y le recordó a Gilgamés y la ciudad de Uruk,
dónde éste se comportaba como un tirano. Enkidu decidió ir a la ciudad y
retar a Gilgamés. Los dos hombres lucharon entre sí, bufando, rompiendo
jambas y haciendo temblar los muros como dos toros. Mientras luchaban,
ambos se ganaron el respeto del otro y decidieron hacerse amigos.
Enkidu y Gilgamés vivieron juntos en la ciudad como hermanos, pero
Gilgamés estaba atormentado por su gran potencial y deseaba hacer algo que
fuera recordado. Enil, padre de los dioses, le había concedido a Gilgamés “el
poder de atar y desatar, de ser la oscuridad y la luz de la humanidad”.
Enkidu se quejó a Gilgamés de que sus propios brazos se habían debilitado y
que se sentía “oprimido por la desidia”. Para cumplir sus destinos, sabían que
tenían que abandonar la comodidad de la ciudad y sufrir y luchar juntos.
Gilgamés le gritó al dios Shamash:
“Aquí en la ciudad, el hombre muere con el corazón oprimido, perece con el
corazón desesperado. He mirado por encima del muro y veo los cuerpos
flotando en el río, y esa será también mi suerte. Además sé que es así, porque
aquél que es el más alto entre los hombres no puede alcanzar los cielos, y el
más grande no puede abarcar la tierra. Por ello me aventuraría en el campo:
como no he podido dejar mi nombre tallado en la piedra como dicta mi
destino, donde el cedro está talado. Marcaré mi nombre dónde están
inscritos los nombres de hombres famosos; y donde no hay grabados
nombres de hombres, levantaré un monumento a los dioses´. Las lágrimas
corrieron por su rostro y dijo, ´Es un largo viaje el que debo emprender
hacia la Tierra de Humbaba. Si esta empresa no debe completarse, ¿por qué
me empujas, Shamash, con el incansable deseo de llevarla a cabo?”.65
Si hay una “crisis de masculinidad”, es ésta, y el problema es tan antiguo
como la civilización.
La auténtica “crisis de masculinidad” es la constante y siempre cambiante
lucha por encontrar un compromiso aceptable entre la virilidad primitiva de
la banda, para la que los hombres han sido seleccionados a lo largo del curso
de la historia de la evolución humana, y el grado de moderación requerido a
los hombres para mantener un nivel deseable de orden en una civilización
concreta.
La vida civilizada y la tecnología ofrecen muchos beneficios para el hombre.
Las durísimas y simples vidas de nuestros ancestros primitivos tal vez no
fueran tan sucias, brutales o cortas como creía Hobbes, pero sería estúpido
decir que los hombres no han ganado con la innovación agrícola o la división
del trabajo. Sin esos cambios, no habrían existido las grandes obras de arte o
de la literatura, ni grandes edificios o monumentos, ni prensa impresa, ni
portátil para que pudiera escribir. A lo largo de la historia han muerto
incontables personas a causa de infecciones que cualquiera puede curar hoy
en día con medicamentos baratos sin receta. Disfrutamos de comida en
abundancia y vinos recios de importación y —quizá más importante—
tenemos un suministro constante de agua limpia y potable. Los hombres
querían estas cosas hace miles de años, cuando se concibió la Epopeya de
Gilgamés.
Enkidu se quejaba de que se había debilitado y que se sentía oprimido por la
desidia de la vida civilizada.
Los hombres saben, desde Gilgamés, que la civilización conlleva un coste.
Las virtudes viriles están en bruto y son perecederas. Los hombres son
normalmente más fuertes por naturaleza, tienen una gran tendencia a correr
riesgos y tienen un fuerte impulso de dominar el mundo que los rodea por
medio de la técnica —pero todas estas aptitudes deben ser cultivadas.
Los músculos se atrofian cuando no se alimentan como deben y se usan con
poca frecuencia. Un hombre que nunca lleva sus fuerzas al límite jamás
atisbará su potencial físico, como puede atestiguar cualquiera que haya
conseguido ganancias sustanciales de fuerza gracias al entrenamiento físico.
La fuerza es una aptitud de las de “usar o perder”.
Tal vez los hombres corran riesgos por naturaleza, la confianza y la seguridad
al caminar que reconocemos como coraje masculino es el producto de la
prueba constante. Que los hombres que no se han probado saquen pecho
apenas es coraje; Hobbes lo llamaba “gloria vana”, porque “una confianza
bien fundada suscita potencialidad, mientras que suponer una fuerza
inexistente no la engendra”.66 O, con palabras de Tyler Durden, “¿Cómo vas
a conocerte si nunca te has peleado?”. Los hombres modernos no solo
carecen de una iniciación hacia la hombría, como algunos han sugerido,
carecen de pruebas de fuerza y coraje significativas. Pocos hombres
modernos llegarán a “conocerse”, como hombres, de la forma en que lo
hicieron sus antepasados.
Del mismo modo, las habilidades deben ser dominadas y practicadas para ser
auténticamente útiles. El talento solo te llevará hasta cierto punto. Si nunca os
ponéis a prueba, de forma significativa, y solo tenéis que interpretar
procedimientos corporativos a prueba de idiotas para conseguir comida y
refugio, ¿podréis estar, de verdad, lo suficientemente comprometidos alguna
vez para decir que estáis vivos, si quiera que sois hombres?
Al final, en la Epopeya de Gilgamés, después de que éste matara al Toro del
Cielo y derrocara al monstruoso Humbaba, su camarada Endiku moría.
Gilgamés estaba desolado y buscaba una forma de burlar a la muerte.
Conoció a una joven que hacía vino, y ésta le dijo que no tenía forma de
evitar la muerte. Le dijo que llenara el estómago con cosas buenas, que
bailara y fuese feliz, que festejara y se regocijara. Le dijo que cuidara a sus
hijos e hiciera feliz a su esposa, “porque esta también es la ventura del
hombre”.67
Esta también, es la ventura del hombre.
En épocas de paz y prosperidad, cuando tienen el estómago lleno y se sienten
seguras, las mujeres siempre han aconsejado a los hombres que abandonen
los afanes viriles y el camino de la banda, que disfruten de los placeres
seguros como espectadores y se unan a ellas en la vida doméstica. Cuando no
hay amenaza inminente, las mujeres siempre han tenido interés en calmar a
los hombres y reclutarlos para ayudar en casa, educar a los niños y arreglar la
choza. Ese es El Camino de las Mujeres.
Los hombres también son personas. No es mi intención caracterizarlos como
monstruos sin corazón que solo se preocupan de la sangre y la gloria. Los
hombres aman; a veces de forma más apasionada e incondicional que las
mujeres. Los hombres pueden ser tiernos y cariñosos; cualquier hombre que
discuta eso, odia a su padre. Los hombres escriben y cuentan historias y crean
cosas de notoria belleza. Todas estas cosas pueden ser parte de ser un
hombre.
Hombres y mujeres tienen mucho en común, pero este libro no trata de las
cosas que hacen humanos a los hombres, sino de las cosas que los hacen
hombres.
Las feministas desechan la biología y las ideas “trasnochadas” sobre la
masculinidad y argumentan que los hombres pueden cambiar si quieren. Los
hombres tienen libre albedrío y pueden cambiar hasta cierto punto, pero no
son simplemente mujeres imperfectas. Son individuos con sus propios
intereses y no necesitan que las mujeres les muestren cómo ser mejores
hombres. Las mujeres no son guías de espíritu generoso sin motivaciones o
intereses propios. Los hombres siempre han tenido su propio camino, El
Camino de la Banda, y siempre han habitado en un mundo apartados de las
mujeres.
“¿Pueden cambiar los hombres?”, no es la pregunta correcta.
Son mejores preguntas: “¿Por qué deberían cambiar los hombres?” y “¿Qué
saca con ello el tipo medio?”
Cuando se sienten presionados para responder a estas preguntas, las
feministas y los activistas pro-derechos de los hombres nunca parecen ser
capaces de proponer nada que no sean promesas de un incremento de la
seguridad física y financiera y la libertad de mostrar debilidad y miedo.
Ninguna masa de hombres se echó nunca a la calle pidiendo libertad para
mostrar debilidad y miedo, y nunca desafiaron con armas de fuego y hachas
de batalla en pos del derecho a llorar en público. Sin embargo, incontables
hombres han muerto por los ideales de libertad y autodeterminación, por la
supervivencia y el honor de su tribu, por el derecho a formar su propia banda.
Feministas, élites burocráticas y ricos, tienen todos algo que ganar
favoreciendo la expansión de la pasividad masculina. El camino de la banda
perturba los sistemas estables, amenaza los intereses comerciales (y el status
social) de los ricos y genera peligro e incertidumbre para las mujeres. Si los
hombres no pueden averiguar qué tipo de futuro quieren, hay mucha gente
lista para decidir qué futuro darles.
Les darán una jaula adornada.
Les darán una Fleshlight®, un portátil, una consola de videojuegos, un
cubículo y les pondrán un goteo.
Les darán algún nuevo y excitante cacharro.
Les darán algo que les haga sentir un poquito como ser hombres.
Las mujeres seguirán burlándose de ellos y lo tendrán merecido.
Lionel Tiger escribió que los hombres “no consiguen lo que están a punto de
no tener”.68 El mundo está cambiando y a los hombres les dicen que lo nuevo
siempre es mejor, que el cambio es inevitable, que el futuro que feministas y
globalistas quieren es inexorable. A los hombres les dicen que su futuro es
lógico, que es moral, que es mejor y que mejor aprendan a que les guste.
¿Pero para quién es realmente mejor este nuevo mundo?
La civilización llega a costa de la hombría. Llega a costa de la naturaleza, del
riesgo, de la lucha. Llega a costa de la fuerza, del coraje, de la maestría. Llega
a costa del honor. Una mayor civilización exige un peaje por la virilidad,
empujando a la hombría hacia reductos de contemplación y abstracción. La
civilización le pide a los hombres que abandonen sus bandas tribales y se
sometan a la gran y única banda institucionalizada. La civilización globalista
exige el abandono de la narrativa de la banda, del nosotros contra ellos. Exige
el abandono de los grupos de identidad a escala humana en favor de la “tribu
única mundial”. Los mismos hombres que una vez contemplaron su propia
valía en los ojos de sus compañeros, que dependían de ellos para sobrevivir,
tendrán que sentirse satisfechos con un “número de la seguridad social” y el
alegre control manipulativo de sus compañeros zánganos. La civilización
feminista exige el abandono del patriarcado y el hermanamiento, tal y como
los hombres lo conocen desde el principio de los tiempos. El futuro que están
soñando para nosotros no necesita reimaginar la masculinidad; finalmente
demanda el fin de la hombría y el suave abrazo del ser persona, que ha sido
desde hace mucho tiempo la receta feminista para esta antigua crisis de la
masculinidad.
Este fin de los hombres, este declive del macho, esta nueva sociedad
masturbatoria bonobo de paz y prosperidad —esta Tierra Sin Hombres— no
es inevitable. Necesita del consentimiento tácito y expreso de miles de
millones de hombres. Como toda civilización, debe construirse sobre la
espalda de los hombres y la mayoría de ellos deben estar de acuerdo en
obedecer y hacer cumplir sus leyes. No podéis tener prisiones sin guardias, ni
seguridad sin ninguna clase de policía. Los hombres tendrán que levantarse
por las mañanas e ir a trabajar a sus cubículos, sonreír, consumir y seguir
entreteniéndose según las normas. La civilización necesita un contrato social
y los hombres tienen que cumplir su parte para que funcione.
Este futuro solo puede existir si los hombres ayudan a crearlo.
Como escribía en el capítulo de apertura de este libro, los hombres deben
elegir un camino.
Para tomar esta decisión, deben preguntarse a sí mismos:
“¿Qué es lo mejor de la vida?”.
La “crisis de la masculinidad” plantea exactamente esta cuestión filosófica.
Si decidís que la auténtica felicidad para los hombres está en eliminar el
riesgo, saciar el hambre, huir del trabajo y buscar “diversión”, nuestra futura
sociedad bonobo puede parecer una especie de Las Vegas Mundial.
He llegado a la conclusión de que la ventura del hombre es encontrar un
equilibrio entre el mundo doméstico de comodidad y el mundo de conflicto
viril. Los hombres no pueden ser hombres —y mucho menos héroes o buenos
siendo hombres— a menos que sus acciones tengan consecuencias
significativas para la gente que les preocupa de verdad. La fuerza necesita
una fuerza opuesta, el coraje requiere riesgo, la maestría requiere trabajo
duro, el honor demanda responsabilidad ante otros hombres. Sin estas cosas,
no somos más que niños jugando a ser hombres y no hay retiro de fin de
semana, ni mantra, ni rito de paso cutre que pueda cambiarlo. Un rito de paso
debe reflejar un cambio real en el status y la responsabilidad para que sea
algo más que puro teatro. Ninguna hombría reimaginada de conveniencia
puede ir con la cabeza alta mientras la tierra sea la tumba de nuestros
ancestros. Los hombres deben tener trabajo que merezca la pena hacer, algún
sentido de acción significativa. No basta con estar ocupado. No es suficiente
ser alimentado, vestido, aceptar refugio y seguridad, a cambio de entregar la
autodeterminación. Los hombres no son hormigas, abejas o ratones. No
puedes montar un hábitat de plástico y decir que es lo suficientemente bueno.
Los hombres necesitan sentirse conectados con un grupo de hombres para
poder sentir que son parte de él. Necesitan un sentimiento de identidad que
no puede comprarse en el supermercado. Necesitan el nosotros, y para tener
el nosotros, debéis tener también el ellos. No estamos conectados a una “tribu
mundial única”.
No he sido creyente en toda mi vida, pero me pondría de rodillas y rezaría a
cualquier dios justo que echara abajo esta Torre de Babel y esparciera a los
hombres por la Tierra en un millón de bandas, tribus y culturas viriles y
competitivas.
El honor, tal y cómo entiendo su definición, necesita esa clase de
“diversidad”.
No digo esto porque crea que personalmente estaría mejor en una sociedad
primitiva. He pasado los últimos seis meses leyendo y escribiendo, no
entrenando para un apocalipsis zombie.
Espero que los hombres, citando a Guy García, “agarren sus cadenas y echen
abajo el templo entero con ellas”,69 porque odio pensar que éste sea el fin de
El Camino de los Hombres. Todos, desde profesores de escuela hasta
Naciones Unidas, se están dando prisa en erradicar los modelos de
masculinidad “desfasados”, pero no los están sustituyendo con nada mejor.
En un análisis del libro de Steven Pinker sobre la violencia, James Q. Wilson
mencionaba que el auténtico cambio tiene lugar cuando los hombres se
preocupan más de enriquecerse que de ensangrentarse.70 Resulta trágico
pensar que el gran destino del hombre heroico sea convertirse en economista,
que los hombres sean reducidos a criaturas pusilánimes que se arrastran por
el orbe compitiendo por dinero, que pasan las noches soñando con nuevas
formas de estafarse unos a otros. Esta es la senda por la que caminamos
ahora.
Que final tan fulminante e innoble...
La humanidad necesita adentrarse en una Edad Oscura durante unos cuantos
cientos de años y pensar en lo que ha hecho.
INICIAR EL MUNDO
Prefiero no usar la frase, “paremos algo”. Prefiero decir, “iniciemos algo,
iniciemos el mundo”.
Peter Fonda, 2011.
No hay estímulo democrático en nuestro camino actual que pueda
devolvernos al Camino de los Hombres.
El Movimiento de Derechos de los Hombres busca la igualdad con las
mujeres y, por tanto, apunta en la misma dirección que el feminismo. Quiere
eximir al hombre de tener que sacrificarse en nombre de las mujeres. Quiere
que hombres y mujeres, indistintamente, persigan la prosperidad individual
sin obligaciones especiales en base al género, ni roles claramente definidos
por el sexo. La ira que impulsa al Movimiento de Derechos de los Hombres
proviene de la sensación de que las mujeres no están jugando limpio, de que
están mintiendo, de que cuando tengan la oportunidad usarán la retórica de la
igualdad para inclinar la balanza de su lado. Los hombres tienen razón. Las
mujeres están rediseñando el mundo a su imagen y semejanza. Sería ingenuo
por parte de los hombres esperar cualquier otra cosa.
El Camino de los Hombres consiste en combatir la amenaza externa y luchar
contra otros hombres. A veces los hombres luchan para las mujeres, pero no
tienen una historia de lucha contra ellas. Durante las épocas de paz y
prosperidad, siempre ha sido el Camino de las Mujeres tentar al hombre para
que abandone la volátil banda, que invierta en el esfuerzo reproductivo de
ella y animarlo a buscar refugio y comodidad en lo doméstico. Es menos
probable que un hombre acomodado corra riesgos y los guerreros siempre
han sabido que demasiada comodidad ablanda a los hombres. Los hombres
no van a ponerse en pie y a montar un gran comité de acción política para
pelear contra la influencia de las mujeres. Los hombres con recursos ven
demasiada ganancia social y económica satisfaciendo los intereses de las
mujeres. Los políticos ven una población más política y socialmente activa
que debe ser apaciguada y seguirán tropezando entre ellos para conseguir el
voto femenino. Las mujeres encajan y sirven mejor al globalismo y al
consumismo de las democracias modernas, que prometen seguridad, ninguna
restricción por sexo y compras. En su mayor parte, no se puede contar con
que los burócratas masculinos ayuden a hombres que no conocen, cuando hay
riesgo político a la vista. De nuevo, sería ingenuo por parte de los hombres
esperar cualquier otra cosa.
La realidad del globalismo es otro bastión del cambio social contra los
hombres. En Estados Unidos, estamos condicionados a pensar en las
corporaciones como “El Hombre” (NdelE: “The Man”, en inglés, podría
traducirse también al español como “El Jefe”), pero es algo típico del siglo
veinte. Los barones y peces gordos de hoy en día son figuras decorativas que
capitanean empresas globales que, básicamente, podrían funcionar sin ellos.
Los actuales presidentes y directivos son, a menudo, tan desechables como
los trabajadores. Vienen y van. No hay ningún “Hombre”. Solo existen
entidades con cabeza de hidra y movidas por los beneficios, cuyos empleados
realizan análisis de costes/beneficios para aumentar la rentabilidad, y poder
mejorar sus status y salarios, normalmente con la vista puesta en producir
resultados a corto plazo. A esos trabajadores no les importa lo que le pase a la
compañía dentro de diez años porque, si tienen conocimientos y mentalidad
de hacer carrera, puede que para entonces estén trabajando para la
competencia. Aquí no hay “conspiración”, solo gente pendiente de sus
intereses inmediatos. Si el departamento legal teme una demanda, recurrirá a
recursos humanos y se anticipará, poniendo en marcha políticas antisexistas o
antirracistas, o incluso políticas de acción afirmativa suaves y programas de
relaciones públicas que lleguen a las comunidades litigantes.
En la mayoría de los casos, es de interés para las empresas corporativas
abanderar las políticas antirracistas y antisexistas (profeministas), porque los
conflictos identitarios pueden ser costosos e ineficaces. Para las
corporaciones globales, las personas son unidades de trabajo intercambiables
con un precio tasado. Vuestra identidad tribal o sexual es una molestia y una
fuente de conflictos potenciales. Solo las identidades tenues tienen ventajas
—como el tipo de música o las películas que preferís. Las identidades tenues
son sectores de mercado. Las identidades nosotros versus ellos y los
diferentes roles sexuales son problemáticos e incómodos. Pero no os fiéis de
mi palabra, soy un sexista de derechas. El anarquista de izquierdas favorito
de América, Noam Chomsky, escribió que “el capitalismo, básicamente,
quiere que las personas sean piezas intercambiables” y que las diferencias
entre ellas no son “habitualmente funcionales”.71 Chomsky hablaba de la
raza, pero su comentario de que las corporaciones solo ven a la gente como
“consumidores y productores” y que “cualquier otra propiedad que puedan
tener resulta irrelevante y, normalmente, una molestia” puede aplicarse, de
forma lógica, a las diferencias entre hombres y mujeres. La utopía feminista
asexual de humanos, que no son ni hembras ni machos, es más eficiente
desde la perspectiva utilitaria del empresariado global. No esperéis que, en
breve, los billones de dólares que manejan las corporaciones internacionales
jueguen en favor de los hombres.
Con esto no quiero decir que los activistas por los Derechos de los Hombres
estén equivocados o sean inútiles, sino que solo pueden llevar a cabo los
primeros auxilios. Los defensores de los Derechos de los Hombres pueden
hacer cosas que mejoren la situación de estos a corto plazo, como trabajar por
la igualdad en los procesos de divorcio, custodia de hijos y demandas por
acoso sexual. Pueden llamar la atención ante las mentiras y tergiversaciones
de las feministas y pueden trabajar para desacreditar a los “expertos”
feministas sobre masculinidad, que siguen reempaquetando la misma
propaganda repetitiva de los 70 como si fuera “ciencia”, año tras año. Es un
buen trabajo. Al igual que lo que hoy en día pasa por conservadurismo, pone
un freno que ralentiza la degeneración que las feministas llaman “progreso”.
Las mujeres, individualmente, no tienen la culpa de todo lo que ha ocurrido
en los últimos cientos de años. No puede culparse individualmente a las
mujeres por la Revolución Industrial. No se las puede culpar por los trenes,
los aviones y los automóviles que hacen posible el globalismo. No se las
puede culpar por el marxismo, o la píldora anticonceptiva, o Internet, o los
centros comerciales. A las mujeres, como grupo, probablemente se las pueda
culpar por abominaciones como los realities de televisión y un montón de
mala música y arte, y por hacer revistas populares casi ilegibles, chismosas y
estúpidas. Pero individualmente, siendo justos y dejando a un lado a unas
pocas figuras relevantes, no se las puede culpar por un todo. Las mujeres solo
están actuando según su naturaleza e inclinando la balanza en su interés,
como siempre han querido hacer y los hombres han evitado que hicieran
durante la mayor parte de la historia de la humanidad. Tampoco es que los
hombres hayan sido criaturas generosas, históricamente hablando. Hombres y
mujeres por igual pueden ser tremendamente generosos y autosacrificarse
pero, en un día cualquiera, primero nos ocupamos de nuestras cosas. Ese es el
Camino de las Personas.
No es el objetivo de este libro retratar a las mujeres como arpías malignas.
Las mujeres son humanos ligeramente diferentes a los hombres y, si tienen la
oportunidad, buscarán sus propios ligeramente diferentes intereses y seguirán
su ligeramente diferente camino. Las mujeres no son el mal, pero tampoco
son ángeles. Son lo que son. No importa cuanta simpatía puedan sentir
algunas por la difícil situación del hombre moderno, no van a rendir lo que
tienen desde hace tanto tiempo mientras crean que merece la pena
conservarlo. No van a salir pitando a votar para quedarse sin ventajas o
sistemas de apoyo. Mientras los Estados ofrezcan a las mujeres paz y
prosperidad, ambos continuarán disfrutando de una relación simbiótica. Las
mujeres pueden simpatizar, pero no son tontas.
Cualquier retorno a El Camino de los Hombres no recibirá apoyo bipartidista.
También dudo que los hombres impongan alguna vez sus intereses, como
sexo, por medio de una revolución violenta. No es realista. No hay terreno
abonado para ello. Los hombres no van a teñir las calles de rojo con su propia
sangre por... bueno... ¿qué pedirían? Los hombres no van a rebelarse y asaltar
el parlamento para exigir derogar la Decimonovena Enmienda. Sería más
sencillo conseguir que provocaran disturbios en Washington D.C. para
derogar la Decimosexta Enmienda y acabar con los Impuestos Federales —
algo a lo que podrían apuntarse también las mujeres— y eso no va a ocurrir
en un futuro cercano. Lo más cerca que han estado de eso en los últimos años
fue el movimiento del Tea Party que, a pesar de la temprana histeria de los
medios de comunicación contando que eran una mafia de hombres blancos
cabreados, incorporó rápidamente a mujeres como Sarah Palin y Michelle
Bachmann, que terminaron convirtiéndolo en algo más parecido al resurgir de
las cenas improvisadas para “mamás futboleras” fuertemente armadas
(NdelT: el término “soccer moms” hace referencia a mujeres de clase media-
alta que dedican gran parte de su tiempo a llevar a sus hijos a las actividades
deportivas extraescolares).
Incluso si los hombres se decantasen por organizarse contra el Estado, en su
forma actual, perderían antes si quiera de empezar. El Estado tiene la
habilidad de buscar e identificar movimientos antisistema que tengan
planeado usar la violencia y ha aplastado movimientos organizados de
resistencia armada en numerosas ocasiones. Los hombres tampoco son
tontos. Los grupos organizados de resistencia armada acaban en “muerte por
policía” antes de conseguir el dinero, los miembros o la oportunidad
necesarios para convertirse en una amenaza viable. Esto no es África o
Centroamérica.
¿Pero y si lo fuese?
¿Qué pasaría si los Estados Unidos fueran un poco más como México?
Trabajé con un inmigrante ilegal durante una temporada y me contaba que,
aunque amaba su patria y su cultura, no quería que su familia creciera en un
lugar sin ley ni orden. Me contó historias de la policía parando conductores
para conseguir dinero en metálico en vez de poner multas. Cuando visité hace
unos años un pueblo de la frontera, resultaba chocante lo difusa que era la
línea entre los Federales y las bandas. No había “agentes amistosos”. Los
Federales eran un puñado de tipos con rifles de asalto cuyo propósito era
claramente observar e intimidar. Cuando recibían una llamada, saltaban a la
parte trasera de lo que parecía una Ford F150 con una barra antivuelco de
desguace y desaparecían en una nube de polvo del desierto. En otros lugares,
los Federales no parecen tan duros. No es raro que la policía mexicana lleve
pasamontañas trabajando, por miedo a las represalias de las bandas.72
Esas represalias pueden ser brutales, como ocurrió recientemente en la ciudad
de Guadalupe, cuando una jefa de policía desapareció en las Navidades de
2010.
“Erika Gandara era una antigua radioperadora del departamento de policía de
una ciudad de 9.000 habitantes situada justo al otro lado de la frontera
estadounidense, a una milla de Fabens, Texas. El anterior jefe de policía fue
asesinado y decapitado; su cabeza fue encontrada en un arcón frigorífico.
Gandara, de 28 años, soltera sin hijos, fue la única candidata para el trabajo y
un salario de 580$ al mes.
Durante la primera semana de trabajo de Gandara, un policía fue asesinado.
Para cuando ascendió a jefa, la plantilla completa de ocho patrulleros habían
sido asesinados o lo habían dejado. Era la única representante de la ley, en
una ciudad del valle de Juárez que es parte de la guerra entre cárteles de la
droga rivales por el control de las rutas de acceso a EE.UU.”73
En Septiembre de 2011, Reuters informaba de que la violencia disminuía en
Tijuana tras años de sangría, en parte porque las bandas habían comenzado
una guerra de trincheras y una de ellas se había hecho casi con el completo
control de la zona.74
Si los hombres van a reafirmar sus intereses y a retornar al Camino de los
Hombres, no lo harán por medio de movimientos democráticos o sociales, o a
través de un levantamiento político armado. Lo harán de una forma más
parecida a como La Familia hacía con la obra de John Eldredge. Lo harán por
medio de bandas, en zonas del mundo en las que el Estado ha perdido su
poder y su credibilidad. Cogerán algunas de las ideas que hayan sobrevivido
de la tradición masculina y las reutilizarán para crear su propia identidad
única, su propio nosotros.
El actual nivel de seguridad que disfrutamos (o miedo, dependiendo del lado
de la ley en que os encontréis) es muy, muy caro y los Estados Unidos son un
territorio muy extenso. La calidad de la policía que tenemos hoy en día es el
resultado directo de nuestra riqueza y status como principal potencia mundial.
Nuestros policías tienen nóminas y menos dinero significa menos policías,
policías más frustrados y más corrupción policial. Conforme disminuye el
poder del Estado, los actores no estatales ganan espacio e influencia. Los
Estados Unidos es mucho más grande que Corea del Norte, y no es China.
Mao tuvo que matar a cerca de cuarenta millones de personas para poner a
todos los chinos de acuerdo. Sin incluir a todos los que murieron durante
varias hambrunas, parece que a Stalin le costó tres millones de muertos el
mantener a raya a los soviéticos. Su tiranía dio a luz a los Vory v Zakone, o
“Ladrones en la Ley”,75 que representan solo una pequeña porción de todos
los sindicatos del crimen activos actualmente en la Rusia moderna. En los
Estados Unidos hay 5 bandas criminales activas, especialmente en las zonas
fronterizas y en los guetos donde la policía es insuficiente o es vista como
ilegítima o tiránica, como ocurre con muchos negros que ven a la policía
como intrínsecamente racista, y en áreas de gran concentración de
inmigrantes ilegales que se ven a sí mismos como injustamente perseguidos.
Para muchos, el Estado ya es “otro”.
En la película Gran Torino, el personaje de Clint Eastwood, Walt Kowalski,
le confesaba al Padre Janovich que uno de sus “pecados” fue no pagar los
impuestos de una venta privada que había hecho varios años antes. Decía,
“Es igual que robar”. Es el país en el que vivía mi abuelo. Muchas de las
personas que crecieron antes de Vietnam sentían esa conexión con su nación.
Estaban involucrados en ella. Los Estados Unidos eran nosotros o, más afín
al espíritu de aquello, éramos “nosotros, el pueblo”.
En la era post Vietnam, parece que cada vez más y más gente, tanto de
izquierdas como de derechas, consideran al gobierno como a “ellos”. Ya se
consideren demócratas, republicanos o independientes de alguna clase, ganen
veinte mil o doscientos mil dólares al año, hoy en día la mayoría de la gente
se devanará los sesos con su declaración fiscal para encontrar alguna manera
de pagar menos. Pocos se pensarían dos veces el declarar los beneficios de
una venta hecha a través de una página de anuncios. Si les dices que es su
deber cívico, probablemente te echen la mirada que tienen reservada para los
Testigos de Jehová. Los propietarios de negocios pequeños normalmente
tienen sus triquiñuelas y muchos no dudan en ocultar ingresos o contratar a
trabajadores ilegales, o evitan pagar impuestos y cumplir complicadas
normas, bajo cuerda. Todos los años, el americano medio descarga música y
películas piratas por valor de miles de millones de dólares. Al igual que
fumar marihuana —la misma hierba con la que trafican las bandas mexicanas
— estas cosas se han convertido en prácticas socialmente aceptables en casi
todos los niveles de la sociedad.
Los italianos tienen un dicho para esto. Tutti colpevoli, nessuno colpevole.
Quiere decir, “Si todos son culpables, ninguno es culpable”.
La América de Walt Kowalski se fue hace mucho tiempo.
El globalismo y el nacionalismo tienen objetivos irreconciliables. El
globalismo socava nuestro sentimiento de identidad nacional, nuestra
conexión con el Estado. La economía estadounidense fue puesta en manos de
los globalistas —todas las administraciones recientes han promovido y dicho
cosas que te dejan pasmado acerca de lo mágico de la economía global— y
ahora es como un payaso de circo haciendo equilibrios con platos. Hay por
ahí un montón de dinero sin valor dando vueltas y cualquiera de los muchos
factores posibles podría mandarnos directos al declive financiero.
Dependemos de tecnología barata importada, comida barata importada,
combustible barato importado. Un repunte grave de los precios de la gasolina
o un desastre importante a nivel nacional podría fácilmente convertir un área
volátil, como el sur de California, en una zona de guerra. Los Estados venden
sus propias autopistas de peaje a países extranjeros para conseguir
inyecciones de dinero en efectivo a corto plazo. Las personas de menos de
cuarenta años ya tienen la sensación de que, cuando sean viejos, no quedará
nada —o no servirá de nada— del dinero que pagan a la Seguridad Social.
La gente que trabaja sabe que están tirando el dinero a un agujero negro.
Otros se están aprovechando del sistema y sacando todo lo que pueden. Sin
una economía de crecimiento continuo, los Estados Unidos no serán capaces
de cumplir su promesa de prosperidad y seguridad sin fin. Conforme las
cosas empeoren y el Estado parezca incapaz de ayudar, parecerá cada vez
menos legítimo. La gente perderá su conexión moral con él. Las leyes
parecerán trampas y redadas recaudatorias. El Estado empezará a parecerse
más a un extorsionador y, al igual que en México, la gente lo tendrá difícil a
la hora de diferenciar a los buenos de los malos. Los EE.UU. del nosotros
pasarán a ser los EE.UU. del ellos y nos balcanizaremos desde dentro. Si no
de manera oficial, extraoficialmente. Ya está ocurriendo.
El nuevo Camino de las Mujeres depende de la prosperidad, la seguridad y el
globalismo.
Cualquier retorno del honor y del Camino de los Hombres y eventual
restauración del equilibrio y la armonía entre sexos, necesitará del
debilitamiento de los tres.
Uno de mis libros favoritos es La Semilla Necesaria de Anthony Burgess. Es
una novela de ciencia ficción que cuenta la historia de un futuro en el cuál,
debido a la superpoblación, el Estado promueve la homosexualidad y el
afeminamiento y, oficialmente, se opone a las familias reproductivas. A lo
largo del libro, Burgess escribe sobre una teoría de historia cíclica que se
desarrolla en tres fases: Pelfase, Interfase y Gusfase. En la Gusfase, que toma
su nombre por San Agustín, la humanidad es vista a través de los ojos de un
padre severo que cuenta con que los hombres sean violentos y de poca
confianza. Los hombres solo ven en otros hombres lo que Peterson y
Wrangham llamarían lo “demoníaco”, y los que buscan el orden gobiernan
con puño de hierro. Después de un período de seguridad, la gente demuestra
que puede comportarse razonablemente bien y los hombres empiezan a
pensar que la gente no es tan mala después de todo. El pensamiento pasa a
modo Pelfase, que toma su nombre por San Pelagio, en la que los hombres se
ven entre sí como intrínsecamente buenos, pacíficos y perfeccionables por
medio del amable y orientador toque de la reforma social. Sin embargo, esta
visión de color de rosa, de “noble salvaje”, del hombre no refleja su
naturaleza. No siempre se puede confiar en que los hombres sigan las reglas.
Se aprovecha del sistema y hace lo que quiere, y esto lleva a la desconfianza,
al desorden y a la desilusión. Es entonces cuando, como dice Burgess:
“La decepción deja entrever el caos”.76
Durante la fase media del ciclo, llamada Interfase, hay violencia, caos y
tiranía. Es una gran agitación que trae otra Gusfase y, finalmente, una nueva
Pelfase y así continúa el ciclo.
Los hombres no se reafirmarán a sí mismos de forma significativa gracias a
retoques adicionales de un sistema Pelagiano optimista, que está basado en
una agradable negación de la naturaleza humana. Los hombres reafirmarán
sus intereses durante la Interfase. Cuando los Estados se debiliten y se
“ahuequen”, como el futurista John Robb77 cree que harán, los hombres harán
valer sus intereses a través de un retorno a su forma social más básica.
Cuando el dolorido vientre del Estado ya no pueda proporcionar los servicios
o la seguridad que mantiene pasivos y dependientes a los hombres, grupos
localizados de estos que confían entre sí montarán pequeñas redes para
proteger e impulsar sus propios intereses. En presencia de una tiranía débil y
ante la ausencia de un nacionalismo fuerte, los pastores se unirán en torno a
sus Robin Hoods y encontrarán nuevas tribus.
En el caos que sigue a la decepción, las bandas de hombres pueden
reiniciar el mundo.
Su futuro, el Estado niñera mundial desde la cuna hasta la tumba, la
civilización global de gestores y oficinistas, las tenues identidades
consumidoras, la sociedad masturbatoria bonobo, ya muestra síntomas de
estrés. Su futuro está basado en ilusiones insostenibles y en mentiras sobre la
naturaleza humana. Su futuro necesita que demasiados hombres rechacen sus
propios intereses inmediatos para ponerse al servicio de un abstracto “bien
mayor” que va más allá de toda escala humana. En todo el mundo, el futuro
Star Trek que una vez se consideraba “inevitable”, empieza a parecer
improbable. La Unión Europea tiene dificultades, la economía global se
tambalea y cada día, más y más personas están empezando a reconocer que
Estados Unidos está en un declive del que no se recuperará.
Su futuro ya se está desplomando. Sólo necesita un empujón.
Si queréis empujar las cosas hacia El Camino de los Hombres y comenzar la
Interfase, provocad decepción.
Durante 2011, los manifestantes de “Ocupa Wall Street” acamparon en
parques públicos por todo el país. Estaban enfadados por algo. No estaban
seguros de por qué. Sus mensajes eran incoherentes. Estaban desesperados.
Querían que el gobierno acudiera a rescatarlos. Querían que el gobierno
arreglara las cosas. Querían que el gobierno frenara la “avaricia corporativa”,
como si fuera posible pedir que las corporaciones globales dejaran de
funcionar para maximizar beneficios. Los “ocupantes” aún creían en el sueño
de que el Estado escucha la voluntad del pueblo. Aún querían creer que al
Estado le importa lo que ellos quieren. Querían creer que el Estado quiere que
sean felices. Estaban emocionalmente atados a la idea de que el gobierno se
preocupa, pero ya sospechaban que no es así.
No lo es porque no puede. Al igual que las corporaciones globales, los
Estados han escapado a la escala humana. No hay “hombre” con el que
luchar. Los Estados son instituciones cuyas últimas metas son la
supervivencia, la perpetuación y la expansión.
Cuando los manifestantes se marcharon a casa, no habían conseguido nada.
Nada había cambiado, aunque algunos presentadores de televisión
aseguraban que los manifestantes se habían hecho oír.
La gente tiene que dejar de mirar hacia el Estado en busca de ayuda y guía.
Deben desilusionarse y decepcionarse. Para empujar las cosas en una
dirección que es —aunque no inmediata— definitivamente mejor para el
hombre, la conexión emocional entre el pueblo y el Estado debe ser
seccionada completamente. Cuando el cuerpo del pueblo se libere de la
cabeza del soberano, surgirá el caos. En ese caos, los hombres se encontrarán
a sí mismos. Dejarán de mirar hacia el Estado en busca de ayuda y empezarán
a mirarse unos a otros. Juntos, los hombres pueden crear sistemas más
pequeños, unidos y localizados.
La gente dice que quiere un mundo que sea más racional, pero un mundo
desacompasado de la naturaleza humana no lo es en absoluto.
Los hombres no se van a volver más racionales.
Se están volviendo más débiles.
Se están volviendo más miedosos.
Ceden más y más control.
No hay un camino rápido.
La única salida para los hombres es El Camino de la Banda.
CÓMO INICIAR UNA BANDA
Cualquier retorno al Camino de los Hombres probablemente ocurrirá en
Estados “huecos”, a través de medios extralegales. Las bandas se originan por
necesidad o para aprovechar oportunidades. Conseguirán más tracción en
zonas en las que la influencia del Estado es débil, generándose tanto la
necesidad como la oportunidad. Es más, las bandas son protoestados. Los
protoestados amenazan el poder de Estados mayores existentes por lo que,
cuando los hombres los formen para reafirmar sus propios intereses, sus
acciones serán declaradas ilegales por los otros Estados.
No intento deciros cómo empezar una empresa criminal.
He romantizado las bandas, en cierto modo, para resaltar la naturaleza del
hombre, pero no me engaño creyendo que las bandas modernas las dirigen
“buenos tipos” que roban al rico para dárselo al pobre. Tengo razones de
sobra para creer que la vida en una banda, hoy en día, sería sucia, brutal y
corta. Tengo razones de sobra para creer que la vida en una banda, dentro de
un estado en colapso, sería sucia, brutal y corta. No faltan precisamente
evidencias sobre la brutalidad, las luchas internas, el tráfico de personas, las
violaciones o los asesinatos simplemente por el hecho de asesinar. Wrangham
y Peterson llamaban “demonismo” masculino a los impulsos de la banda por
una buena razón.
La conclusión a la que he llegado mientras escribía este libro es que la banda
es el meollo de la identidad masculina. También creo que es el meollo de la
identidad nacional, tribal y étnica. La cultura de la banda es, como decía la
autora bell hooks en un contexto bastante diferente, “la esencia de la
masculinidad patriarcal”.78
Si queréis seguir El Camino de los Hombres, si queréis anticipar el
retorno al honor y a la virtud viril, si queréis endureceros contra un
futuro incierto—iniciad una banda.
El honor necesita un cuadro de honor, un grupo de hombres con valores
similares. El honor requiere la posibilidad del deshonor a ojos de los
compañeros cuyo respeto valoráis. El cultivo de la virtud viril se ve acelerado
por la acción y por las esperanzas de los compañeros. Y si queréis ser
resilientes ante la incertidumbre y el caos, necesitáis un círculo de hombres
en el que confiéis y del que podáis depender.
Algunos lectores inevitablemente responderán: “Mi esposa/novia es
maravillosa. Boxea, dispara armas y arregla coches. Es mi socia”.
Es genial. Pero si vuestra estrategia para el futuro consiste en haceros fuertes
con Mamá y los críos, vuestra estrategia apesta. No me importa si vuestra
novia es una ninja diplomada, no vale lo que ocho hombres. Kill Bill no era
un documental. Una mujer fuerte y habilidosa puede merecer la pena para ti
antes que una prima donna, pero no puede reemplazar a los hombres en tu
vida. Ninguna mujer puede ocupar el lugar de los hombres en la vida de un
hombre.
Es evolutivamente bueno para las mujeres el querer asegurar vuestro
compromiso con ellas e intentar situarse en el centro de vuestros mundos.
Querrán estar involucradas en todo lo que hagáis y estarán en guardia contra
aquello que perciban como una amenaza contra su seguridad y vuestro
compromiso.
Los hombres han estado negociando la “crisis de la masculinidad” —el tira y
afloja entre la domesticación civilizada y la atracción de la vida de la banda
— durante siglos. Los hombres necesitan marcar límites y tener tiempo para
estar con otros hombres en su vida. Es importante para su sentido de
identidad, es importante para su sentido de seguridad y pertenencia y es una
buena estrategia de supervivencia. Parte de la razón de que estemos donde
estamos es que los hombres dejaron de depender unos de otros y pasaron a
depender del Estado. La unidad familiar no es suficiente. Una red de apoyo
de diez es mejor que una de dos.
Para haceros a la idea de cómo uno podría expandir esa red de apoyo e
“iniciar una banda”, aquí tenéis una definición práctica de lo que es
realmente, en base a la idea del vínculo masculino, la creación de una
identidad grupal y el establecimiento de un perímetro:
Banda: una coalición vinculada y jerárquica de machos, aliados para
reafirmar sus intereses contra fuerzas externas.
Una banda es, en esencia, una identidad grupal masculina, es un nosotros. Es
el grupo de hombres aliados al que recurrir contra ellos.
En una situación de emergencia, el nosotros a menudo viene definido por la
proximidad. Habéis visto la película. Un puñado de personajes inverosímiles
se reúne, por circunstancias imprevistas, y se ven obligados a apartar sus
diferencias y a aprender a depender los unos de los otros. Ciertamente podría
ocurrir, pero depender del azar no es una gran estrategia. Elegir a tu equipo es
mejor.
Cread proximidad
Internet es un buen filtro. Es una buena manera de encontrar hombres que
compartan vuestros valores. Sin embargo, vuestros amigos de los foros y de
las redes sociales, esparcidos por todo el mundo, no van a estar ahí para
vosotros cuando todo se vaya a tomar por culo como nunca se haya ido antes.
Invertid más tiempo estableciendo contacto con hombres que estén
geográficamente cerca de vosotros. Si tenéis amigos íntimos en vuestra zona,
considerad el mudaros al mismo bloque de apartamentos o a unas calles de
distancia. Pensad en cómo empiezan las bandas dentro de las ciudades.
Hombres y niños han muerto defendiendo tribus con territorios de solo unos
poco bloques. La proximidad genera familiaridad e identidad compartida.
Nos crea a nosotros. Esparcir nuestras alianzas por naciones y continentes
nos mantiene supeditados al poder del Estado y a la economía global. Los
hombres que están separados y no tienen a nadie en quien confiar, deben
depender del Estado.
Elegid vuestro nosotros
Un montón de factores pueden definir los límites del nosotros contra ellos. Si
vuestra religión os resulta importante, es un buen sitio por el que empezar.
Los mormones, por ejemplo, probablemente encajarían con bastante facilidad
en una banda comunitaria. Si vuestra herencia étnica o raza es algo que sentís
profundamente, como ocurre a menudo con las bandas, ese podría ser vuestro
punto de partida. La familiaridad y la semejanza hacen más sencillo el
establecer la confianza. No obstante, los equipos deportivos lo hacen bastante
bien con hombres de entornos diferentes. Si una meta deseable y superior —
como la supervivencia— hace acto de presencia, está probado que los
hombres pueden dejar de lado todo tipo de diferencias.
Hombres con puntos de vista opuestos pueden respetarse mutuamente y
disfrutar de debates civilizados, pero a la hora de formar el nosotros, es mejor
tener un grupo de hombres que estén en la misma página en lo relativo a los
asuntos que les parezcan más importantes.
Si habéis decidido, después de leer este libro, que queréis retornar al Camino
de los Hombres, los hombres de vuestra banda tendrán que comprometerse a
echar abajo la sociedad masturbatoria globalista, a agujerear por dentro al
Estado y a revivir una cultura de honor.
Cread Fraternidad
Una banda es una fraternidad, una hermandad de hombres vinculados. Dicho
esto, no empecéis justo ahora a intentar determinar vuestros colores o vuestro
saludo secreto. Esta clase de fenómenos culturales masculinos ocurrirá
orgánicamente como resultado de compartir historia e identidad. Sólo
grandes organizaciones, como el ejército, pueden organizar a un puñado de
hombres de forma efectiva y, artificialmente, crear una banda o una
hermandad. Es posible que los movimientos políticos lo hagan, pero si solo
parecen ser abiertamente anti-gubernamentales, su llamativa posición atraerá
la atención de las autoridades.
No necesitáis un grupo formal o carnets de miembros, ni tampoco elegir un
presidente. Lo que necesitáis es veros. Podéis relacionaros con otros hombres
online, pero solo hasta cierto punto. Las personas pueden ocultarse ahí, de
formas que no pueden en persona. Los hombres son pensadores tácticos. Se
protegen. Para llegar a conocer a un hombre necesitáis pasar tiempo con él,
tenéis que hacer cosas juntos, tenéis que construir confianza. No esperéis que
un conocido casual os cuide las espaldas cuando estéis en problemas. Una
amistad sólida es como cualquier otra relación. Hay que dar y recibir.
Requiere tiempo y algo de historia común.
Si conocéis a tipos con los que podéis conectar y que están, más o menos, en
la misma página filosófica que vosotros, aseguraos de que les dedicáis
tiempo. Reservad tiempo para crear esa historia y construir confianza. Incluso
las mujeres que son “como uno de los chicos” tendrán un efecto inhibitorio
en ese proceso. Los hombres no son sinceros entre sí, de la misma manera,
cuando hay mujeres presentes, y establecer confianza requiere de sinceridad.
Los hombres querrán tener novias, esposas, familias y otras conexiones con
mujeres en su vida y todo eso está bien pero, como dije, no podéis esperar
que hombres que no os conocen realmente os ayuden en momentos duros.
Esforzaos. Comer y beber juntos está bien, pero es más lógico planear salidas
tácticamente orientadas. Necesitáis aprender a leeros entre vosotros y a
trabajar juntos, como grupo. Id al campo de tiro. A cazar. A jugar al
paintball. Id al gimnasio. A clases de artes marciales. Apuntaos a algún
equipo. Montad un taller. Aprended cosas útiles. Arreglad algo. Construid
algo. Haced algo. Moved el culo y haced cualquier cosa.
En momentos duros, los hombres con los que hagáis esas cosas serán los
primeros a los que llaméis. Serán vuestra banda. Serán vuestro nosotros.
Voy a terminar este libro con algo de sabiduría vikinga relativa a la amistad
masculina, de Las Palabras del Hár, también conocidas como Hávamál.

Si tienes un amigo en quién confiar,


y si con él una buena relación quieres:
tu juicio ligarás al suyo,
os haréis regalos,
y mucho os visitaréis.

Si un amigo tienes, en quién confías,


ve a verle a menudo;
pues crecen arbusto y altas hierbas
en senda que nadie pisa.79
SOBRE LAS TRADUCCIONES
Para esta edición de The Way of Men, se quiso complementar adicionando
una traducción completamente nueva y revisada de dicho ensayo,
agregándolo después del contenido de The Way of Men.
Para el caso de la traducción de The Way of Men, se respetó el trabajo de
Miguel RV, no realizando mayores modificaciones al español de España
durante su revisión.
Realizar una traducción es una tarea compleja: no se trata sólo de
intercambiar palabras de un idioma a otro buscando que se lean bien, sino
más bien sobre llevar un mensaje de un mundo a otro, donde éste debe ser
comprendido en la lengua no nativa en la que fue acuñado.
Way es una de esas palabras de la lengua inglesa que resultan complicadas en
la traducción debido a la multiplicidad de sus significados. Para este libro en
particular, The Way of Men, dos significados eran certeros:
1. Un método, estilo, o manera de hacer algo; una forma opcional o
alternativa de acción, es decir, “manera”.
2. Un sendero, rastro, o senda por la cual viajar, moverse, transitar, es decir,
“camino”.
El problema no era cuál de estas dos formas era la correcta, sino cuál de estas
dos formas era la más correcta, pues ambas eran adecuadas, ambas reflejaban
la idea de fondo y ambas sonaban fuerte y con carácter, justo como The Way
of Men tenía que sonar.
Elección tomada: “el camino”. El Camino de los Hombres.
Pero, ¿por qué de The Way of Men es El Camino de los Hombres y no La
Manera de los Hombres?
No confundir: ambas opciones son correctas, pero El Camino de los Hombres
logra englobar todo lo que conlleva ser un hombre.
La continuación de The Way of Men, es decir, Becoming A Barbarian, en su
capítulo inaugural — “The Fate of Men” —, incluye una frase muy decidora:
“La masculinidad es un desafío al honor que termina solamente con la
muerte”.
Por lo anterior, podría decirse que “The Way of Men” sería algo así como la
fórmula de la masculinidad, algo no estático y que requiere no sólo de una
manera, sino de toda una senda de pruebas, valores, y desafíos. Por esta
razón, creemos que El Camino de los Hombres es el título más adecuado.
1 Algunos estudios han mostrado una importante disminución de la testosterona masculina a lo largo de los últimos 20 años (ver abajo). Esta caída puede deberse a algo en el agua pero es más
probable que sea el resultado de una obesidad en expansión. Apostaría a que también tiene algo que ver con la relativa pérdida de status social y la proliferación de estilos de vida seguros y
sedentarios. Si la testosterona se ha reducido realmente, ello prueba que hombres y mujeres eran más diferentes en el pasado y que los futuros estudios que proclamen las similitudes entre sexos
tendrán menos relevancia cuando se tengan en cuenta ideas históricas sobre las diferencias entre sexos. Thomas G. Travison, Andre B. Araujo, Amy B. O´Donnell, Varant Kupelian y John B.
McKinlay. “A Population-Level Decline in Serum Testosterone Levels in American Men”. The Journal of Clinical Endocrinology &Metabolism 92.11 Jan. (2007): 196-202 Web. 5 Dec. 2011.
http://jcem.endojournals.org/content/92/1/196.full

2 Junger, Sebastian. WAR. Hachette Book Group, 2010. 242.

3 W. -X. Zhou, D. Sornette, R.A. Hill y R.I.M. Dunbar. “Discret Hierarchical Organization of Social Group Sizes” Proceedings: Biological Sciences, Vol. 272, No. 1561 (Feb. 22, 2005), pp.
439-444. También: Buscar “El Número de Dunbar” en artículos sobre el científico Robin Dunbar.

4 McDonnell, Myles. Roman Manliness: Virtus and the Roman Republic. Cambridge University Press, 2006. 4.

5 También es cierto que la hombría, por necesidad, se vuelve más metafórica con la edad. Un hombre más mayor que ya no puede competir con otros hombres, o cazar y luchar, se centrará en

desarrollar otras virtudes.

6 Chee, Rosie. “Breaking the Myth: Increasing Testosterone In Females = Muscle Accretion, Strenght Gains Gains And Fat Loss”. Bodybuilding.com. 15 Oct. 2009. Web. 11 July 2011.
http://www.bodybuilding.com/fun/myth-of-women-lifting-heavy2.htm

7 Uso estos términos de forma intercambiable, como creo que hace la gente normal. Hay una ortodoxia en el mundo académico que prefiere hacer distinción entre hombría y virilidad, y dicha
distinción está al servicio de la ideología feminista y de los deterministas culturales. Para más información sobre este debate, Harvey C. Mansfield destacó sus motivos para escribir sobre la
hombría en vez de sobre la virilidad en su libro de 2006, Manliness.

8 Maffly, Brian. “U. biologist argues humans stood up to fight, not walk”. Salt Lake Tribune 18 May 2011. Web. 11 July 2011. http://www. ahorautah.com/sltrib/news/51831880-78/carrier-

males-humans-standing.html.csp?page=1

9 The Nichomachean Ethics. Trans. David Ross. Oxford World´s Classics de. N.p.: Oxford University Press, 1998. 63-73.

10 Proviene de la palabra latina virtus, de la que obtuvimos la palabra inglesa “virtud”. Esto se debe a la expansión del concepto de virtus en el último período del Imperio Romano, donde
absorbió un mayor espectro de otros valores y se convirtió en una especie de “virilidad moralizada”. La tesis de McDonnell era que no siempre fue así, y proporcionan numerosos ejemplos de la
primera literatura y archivos romanos para demostrar que los primeros romanos equiparan virtus (“virilidad”) con valor marcial.

11 McDonnell, Myles. Roman Manliness: Virtus and the Roman Republic Cambridge University Press, 2006. 4.

12 Ibíd. 12.

13 Ibíd. 31.

14 Livy. The Rise of Rome: Books One to Five (Bks. 1-5) Book 2: 12. (Kindle Locations 1482-1484). Kindle.

15 Ibíd.

16 Republic. Trans. Allan Bloom. Basic Books, 1968. 89. Print. (Book 3: 410d-e)

17 También transcrito “thymos”.

18 Republic. Trans. Allan Bloom. Basic Books, 1968. 449. Print. (Notes, Book 2: 33)

19 Republic. Trans. Allan Bloom. Basic Books, 1968. 52. Print. (Book 2: 373-376)

20 Kruger, Daniel J. “Sexual selection and the Male:Female Mortality Ratio”. Evolutionary Psychology 2 (2004): 66-85. Web. 11 Aug. 2011.
http://www.epjournal.net/filestore/ep026685.pdf

21 Sheridan, Sam. A Fighter´s Heart: One Man´s Journey Through the World of Fighting. Grove Press, 2007. 280.
22 Este es un tópico común en la “hombresfera” y en la comunidad “game”. No creo que alfas y betas sean tipos fijos. Uso estas etiquetas (como he hecho arriba) para describir las relaciones
dominantes y sumisas entre un conjunto determinado de hombres. Un hombre puede estar en lo alto de una jerarquía y en el fondo de otra. El alfa de un hombre puede ser el beta de otro. Esto
tiene sentido en nuestro modelo de banda de base primate, en el que los miembros se ponen a prueba entre sí e intercambian roles. Incluso las jerarquías cerradas cambian, y el hombre que está
hoy en la cima puede no estar al cargo mañana.

23 h/t Max.

24 Hobbes, Thomas. Leviathan. 1651. Cambridge University Press, 1996. 65.

25 Bowman, James. Honor: A History. Encounter Books, 2006.6.

26 Collin D. Barnes, Ryan Brown y Michael Tamborski. “Living Dangerously: Culture of Honor, Risk-Taking and the Nonrandomness of ´Accidental´ Deaths”. Social Psychological and

Personality Science. June 8, 2011 1948550611410440, primera publicación June 8, 2011. Online.
http://spp.sagepub.com/content/early/2011/06/03/1948550611410440

27 Carollo, Kim. “´Honor Culture´ Linked to Accidental Deaths”. http://abcnews.go.com. ABC, 15 Aug. 2011. Web. 28 Aug. 2011. http://abcnews.go.com/Health/honor-culture-lined-higher-
rate-accidental-deaths-south/story?id=14292632

28 Barnes et al.

29 Bowman, James. Honor: A History. Encounter Books, 2006. 38.

30 Hamilton murió por una herida sufrida en un duelo a pistola con el Vicepresidente Aaron Burr en 1804.

31 Michael, Kimmel S. “Masculinity as Homophobia”. Reconstructing Gender: A Multicultural Anthology. Ed. Estelle Disch. 3rd ed. McGraw Hill, 2003. 103-09. Web. Sept. 2011.

http://www.neiu.edu/~circill/F7587Z.pdf

32 Schnarch, Brian. “Neither Man nor Woman: Berdache – A Case for Non-Dichotomous Gender Construction”. Anthropologica 34.1 (1992): 105-21- JSTOR. Web. 8 Sept. 2011. http://0-
www.jstor.org.catalog.multcolib.org/stable/25605635

33 La favorita del autor (exceptuando El Padrino I y II) es una cinta británica de gangsters: El Largo Viernes Santo (1980).

34 Newell, Waller R., ed. What is a Man? 3000 Years of Wisdom on the Art of Manly Virtue. ReganBooks/HarperCollins, 2000.

35 Ibíd. XVIII.

36 “About Us”. The Art of Manliness. Ed. Brett McKay. N.p., n.d. Web. 14 June 2011. http://artofmanliness.com/about-2

37 McKay, Brett. Mensaje al autor. 30 Junio 2011. E-mail.

38 Para más acerca de esto, leed mi pequeño libro No Man´s Land, disponible online en: http://www.jack-donovan.com/axis/no-mans-land/

39 Connell, Robert William. Masculinities. Univerisity of California Press, 1995. 67-86

40 Ibíd. 69.

41 Dickie, John. Cosa Nostra: A History of the Sicilian Mafia. 2004. 31. Palgrave McMillan, 2005.

42 Kaplan, David E. y Alec Dubro. Yakuza: Japan´s Criminal Underworld. University of California Press, 2003. 17.
43 Isikoff, Michael. “Feds Crack Down on ´Robin Hood´ Drug Cartel”. The Daily Beast (Newsweek). N.p., 22 Oct. 2009. Web. 4 Oct. 2011.

http://www.thedailybeast.com/newsweek/blogs/declassified/2009/10/22/feds-crack-down-on-robin-hood-drug-cartel.html

44 Gibbs, Stephen. “´Family values´ of Mexico drug gang”. BBC News. BBC, 22 Oct. 2009. Web. 4 Oct. 2011. http://news.bbc.co.uk/2/hi/8319924.stm

45 Para más sobre “Reimaginar la Masculinidad”, ver No Man´s Land, disponible online en: http://www.jack-donovan.com/axis/no-mans-land/

46 Margaret, Mead. Sex and Temperament: In Three Primitive Societies. 1935. Harper Perennial, 2001. 262.

47 “Message of the Secretary-General for 2011”. International Day for the Elimination of Violence against Women 25 November. Ed. Ban Ki-moon. The United Nations, 25 Nov. 2011. Web. 9
Jan. 2012. http://www.un.org/en/events/endviolenceday/sgmessages.shtml

48 Livius, Titus. The Rise of Rome. Oxford´s World Classics.

49 Richard Wrangham y Dale Peterson. Demonic Males: Apes and the Origins of Human Violence New York: Mariner Books/Houghton Mifflin Company, 1996. 248.

50 James, William. “The Moral Equivalent of War”. Wikisource. Publicación original 1906. Web. 15 Sept. 2011. http://en.wikisource.org/wiki/The_Moral_Equivalent_of_War

51 Darwin, Charles. The Descent o Man. Orig. 1871. New Century Books. Kindle. Loc. 2623-2624.

52 Goldman, David P. (alias “Spengler”) “The fifth horseman of the apocalypse”. Asia Times Online 13 Dec. 2011. Web. 6 Feb. 2012.

53 28 Days Later. Writ. Alex Garland. 2002. 20th Century Fox. DVD-ROM.

54 Keeley, Lawrence H. War Before Civilization. Oxford University Press, 1996. 1016-172. Kindle.

55 de Waal, Frans. Chimpanzee Politics. 1982. Baltimore: Johns Hopkins Paperbacks, 2000. 1055-58. Kindle.

56 Richard Wrangham y Dale Peterson. 205.

57 Keen, Sam. Fire in the Belly. Bantam, 1991. Chapter 8, “A Brief History of Manhood”. Print. 1655-2110. Kindle.

58 Brown, Donald E. “Human Universals”. DePaul University, n.d. Web. 19 Feb. 2011. http://condor.depaul.edu/mfiddler/hyphen/humunivers.htm

59 Wolf, Naomi. “The Porn Myth”. New York Magazine. 20 Oct. 2003. Web. 18 Sept. 2011. http://nymag.com/nymetro/news/trends/n_9437

60 Amsden, David. “Not Tonight, Honey. I´m Loggin On”. New York Magazine. 20 Oct. 2003. Web. 18 Sept. 2011. http://nymag.com/nymetro/news/trends/n_9349

61 Rothbar, Davy. “He´s Just Not That Into Anyone”. New York Magazine. 30 Jan. 2011. Web. 18 Sept. 2011. http://nymag.com/news/features/70976/

62 Friedan, Betty. The Feminine Mystique. 1963. Dell Publishing, 1983.

63 Matthew, Crawford B. Shop Class As Soulcraft: an inquiry into the value of work. Penguin Books, 2010. 44.

64 Glaze, Lauren. “NCJ 231681: Correctional Population In The United States, 2009”. Office of Justice Programs. Bureau of Justice Statistics, 21 Dec. 2010. Web. 2 Oct. 2011.

http://bsj.ojp.usdoj.gov/index.cfm?ty=pbdetail&iid=2316
Según el documento citado, en 2009 había 3.911.300 hombres bajo “supervisión comunitaria, con pena suspendida o en libertad condicional” y 2.086.400 hombres “bajo custodia en prisiones
estatales o federales, o cárceles locales”. Ambos grupos sumaban 5.997.700 hombres. Había aproximadamente 1.241.625 hombres en activo en las fuerzas armadas durante el mismo año.

65 The Epic of Gilgamesh. Trans. N.K. Sanders. Penguin Classics, ePenguin, 1973. 61-72. Print. Loc 944-1091. Kindle.
66 Hobbes, Thomas. Leviathan. 1651. Cambridge University Press, 1996. 42.

67 The Epic of Gilgamesh. Trans. N.K. Sanders. Penguin Classics, ePenguin, 1973. 102. Print. Loc 1483. Kindle.

68 Tiger, Lionel. The Decline of Males. 1999. Golden Books. Print. 257.

69 García, Guy (2008-10-07). The Decline of Men (p. 268). HarperCollins e-books. Kindle Edition.

70 Wilson, James Q. “Burying the Hatchet”. The Wall Street Journal 1 Oct. 2011. Web. 4 Oct. 2011. http://online.wsj.com/article/SB10001424053111904332804576537813826824914.html

71 Chomsky, Noam. Understanding Power: Ths Indispensable Chomsky. The New York Press, 2002. 88-89.

72 “Drug violence mars Mexico city”. BBC News. Ed. Stephanie Gibbs. BBC News, Cancun, 19 Feb. Web. 4 Oct. 2011. http://news.bbc.co.uk/2/hi/americas/7897345.stm

73 Harrigan, Steve. “America´s Third War: As Drug Cartels Continue Stronghold, Female Mexican Police Chief Taken Near Christmas Still Missing”. FoxNews.com. Ed. Steve Harrigan. 8 Feb.
2011. Web. 4 Oct. 2011. http://www.foxnews.com/us/2011/02/08/americas-war-female-mexican-chief-police-missing-christmas

74 “Tijuana violence slows as one cartel takes control”. Http://www.reuters.com. Ed. Lizbeth Díaz. Reuters, 5 Sept. 2011. Web. 4 Oct. 2011. http://www.reuters.com/article/2011/09/05/us-

mexico-drugs-tijuana-idUS-TRE7844EX20110905

75 Schwirtz, Michael. “Vory v Zakone has hallowed place in Russian criminal lore”. New York Times. N.p., 29 July 2008. Web. 4 Oct. 2011.
http://www.nytimes.com/2008/07/29/world/europe/29iht-moscow.4.14865004.html

76 Burgess, Anthony. The Wanting Seed. W.W. Norton & Co., 1962. 19.

77 Ver la web de Rob http://www.globalguerrillas.typepad.com/globalguerrillas/ con artículos y reflexiones constantes sobre “estados huecos” y crear “comunidades resilientes”.

78 hooks, bell (2007-03-16). We Real Cool (p. 26). Taylor & Francis. Kindle Edition.

79 The Poetic Edda. Trans. Lee M. Hollander. 2nd ed. University of Texas Press, 1962. 21, 32.

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