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Rupnik - Decir El Hombre... Icono Del Creador, Revelación Del Amor, 2000
Rupnik - Decir El Hombre... Icono Del Creador, Revelación Del Amor, 2000
M a r k o I. R u p n i k
P P C
T ítu lo o rigin a l: D ir e l ’u om o
T ra d u cció n : Ignacio O ta ñ o
© 19 9 6 L ip a srl, R om a
L ip a
V ia Paolina, 25
OO184 R om a
IS B N : 8 4 -2 8 8 -1 6 0 0 -X
D ep ósito legal: M -56 5 6 -2 O O O
P reim p resión : G ra filia , S L
Im preso en E spaña/P rinted in Spain
Im p ren ta SM - J o a q u ín T u rin a, 39 - 28044 Madrid
INTRODUCCIÓN
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b ro , denso de ideas, intuiciones y luz, rem ite constante
mente a la experiencia espiritual. A veces parece sumergirse
en el clim a que caracteriza a las m ejores obras de u n V la -
dim ir Solov’ év y de un Bulgakov a la vez. E l autor se id e n
tifica a menudo con estos rusos y se asemeja también a ellos
en la capacidad de fu n d ir trad ición y actualidad, co n o ci
m ientos muy diversos, culturas diferentes y una fo rm a
ción teológica que respira ya con dos pulm ones.
Para decir el hom bre, el autor nos narra, siguiendo el
pensam iento y la lógica de los Padres, la historia del am or
lo co de D ios que, cuando « d ic e » , « h a ce » al hom bre,
revelando ya así al que vendrá com o Palabra Encarnada, a
cuya im agen el hom bre descubrirá que ha sido creado.
D e c ir el h o m b re es d ecir C risto . Palabra p ro n u n cia d a
com o am or y con am or, el hom bre cam ina en la creación
siguiendo las huellas de la relación que lo crea Im agen de
la R elación y de la C o m u n ió n trinitaria. D ecir el hom bre
es atreverse a decir la T rin id ad . Pero, con el realism p del
artista que conoce la m ateria y la fatiga de generar b e lle
za, el autor nos p ro p o n e su relectura desde el hecho que
m arcó para el hom bre el p rin cip io de su alejam iento de
la Im agen: el pecado es descrito com o el acto que, al ce
der a la tentación del ofuscam iento de la Im agen del C r e
ador, ofusca el esplendor del hom bre, que se convierte
en im agen desfigurada de la Im agen oscurecida p o r la ten
tación consum ada. P or eso, la Revelación, C risto com o
Persona D ivin o -h u m an a, es sin ó n im o de historia de la
salvación, puesto que cada vez que la im agen (el hom bre)
descubre su belleza y su origen se le quita el velo del ofus
cam iento de A dán, pero sin agotar nunca el M isterio de
su Im agen prim ord ial. C risto revela y a la vez oculta en la
cruz la bondad de D ios, ese rostro inclinado sobre la cria
tura que lo pod rá reflejar de nuevo, recibiendo el E spí
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ritu, o sea el amor, y así, amando con el mismo amor, p o
drá de nuevo reflejar el m ism o esplendor, revelar a su vez
la misma gloria.
Puntos lum inosos del reco rrid o que p ro p o n e el autor
son las páginas sobre la m em oria y aquellas en las que se
eleva el canto del am or com o clave teológica que abre al
m isterio de la persona. La m em oria es el presupuesto del
conocim ien to, lo que nos garantiza que la verdad perm a
nece y que nosotros podemos participar de ella; la memoria
abre a la com prensión del símbolo o, con palabras más clá
sicas, sin la T rad ició n -M em o ria nada p o d ría resurgir a la
vida eterna. En ese fo n d o que une los tiem pos y los se
res, la persona descubre el am or com o prim era y últim a
prueba de la existencia de Dios y de sí misma com o im a
gen de D ios.
C re a d o a im a g e n d e l H ijo
La creación, la salvación, la « d e ifica ció n » del hom bre, -
se realiza « p o r el Padre p o r m edio del H ijo en el E sp í
ritu San to » , según una de las fórm ulas trinitarias más an
tiguas. E l H ijo cum ple la volu n tad am orosa d el Padre,
u n ien d o en su persona la divinidad y la hum anidad. A sí
hace que el Espíritu «vivificante» esté presente en su cu er
p o eclesial. Este designio trin itario se inscribe e n la h is
toria com o «m isterio de C risto » . La divinidad realiza su
revelación en C risto puesto que, com o dice p o r ejem plo
Basilio de Cesárea, Christós significa « u n g id o » y «este
nom bre muestra al Padre com o el que unge, al H ijo com o
el que recibe la u n c ió n y al E spíritu Santo com o la u n
ció n m ism a» (Tratado del Espíritu Santo 12 ,2 8 ). La p le
na revelación del hom bre se realiza tam bién e n C risto,
puesto que C risto es la im agen consustancial del Padre; en
él la hum anidad encuentra su co n d ició n « ic ó n ic a » . La
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visión del hom bre creado « a imagen y semejanza de D io s» ,
que aparece en el Génesis, se ilum ina con el testim onio del
N uevo Testam ento. E l ho m bre es kat’eikón i, llam ado a
configurarse a im agen de C risto que, com o repite san Pa
b lo , es «im agen del D ios invisible» (G o l 1, 15 ; R om 8 , 2 9 ;
I C o r 15 ,4 9 ). Y a F ilón , reflexionando sobre el hecho de
que el hom bre n o es creado im agen sino « a » im agen de
D ios, decía que el Logos constituye el prototipo de la im a
gen de la que D io s se ha servido para crear al hom bre
(Legum allegoriae III, 96; D e con fu sion e linguarum 14 6 -
147, etc.).
C read o así, el hom bre es una persona llam ada a reali
zarse en una co m u n ión análoga a la co m u n ión trinitaria.
Ser « a im agen» significa ser llam ado —suscitado p o r esa
llam ada— y p o d er responder, participar e n la existencia
dialogal de D ios, « im ita n d o » , en su sentido más fuerte,
una m im esis-participación, la adhesión del H ijo al Padre
en la alegría y el am or del E sp íritu ... Sin em bargo, con
una ligera pero fundamental diferencia: que en D ios lá lla
mada y la respuesta de am or son simultáneas, m ientras
que el hom bre necesita tiem po y espacio (en cuyo o rigen
se encuen tra p ro bablem en te este m isterioso p á lp ito de
am or en el corazón de D ios: « A l p rin cip io —u n p rin c i
pio eterno— ya existía la Palabra. La Palabra estaba ju n to
a D ios —tendida hacia D ios, o sea, hacia el Padre— y la Pa
labra era D io s» : J n I ,l) .
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expresión muy fuerte: « e fu sió n de la d iv in id ad » (el m a
estro Eckhart habla de «p eq u eñ a ch ispa»). « E l espíritu que
D ios sopló en A dán —dice G regorio— es la efusión de la
divinidad in corp órea. A sí del fango y del espíritu fue cre
ado el hom bre, im agen del in m o rta l» (Poesías dogm áti
cas 8, P G 37, 4 5 2 ). Esta « e f u s ió n » , esta « p a r t íc u la » ,
esta « c h is p a » , im pide al h om bre identificarse con la tie
rra con la que está am asado. « E l hom bre supera in fin i
tam ente al h o m b re »: a imagen de D ios, escapa a toda de
fin ición , a todo conocim iento, conceptual o n o. «L le v a
mos la im pronta de la inaferrable divinidad p o r el m isterio
que está en n o so tro s» , dice G regorio de N isa (De la cre
ación del h om bre II, P G 44> 155)-
La imagen, según los Padres, se refiere al hombre en co
m u n ión y tam bién al hom bre todo entero, alm a y cu er
po. Así como hay un solo D ios en Tres Personas (y tres in
dica la A lteridad absoluta que se iden tifica con la U n id ad
absoluta), D ios ve al único Adán en la multiplicidad de ro s
tros: «P a d re , lo m ism o que tú estás en m í y yo en ti, que
tam bién ellos estén u n id o s a n o so tro s» (Jn I7 ,2 l)*
S e r « a im a g e n » sign ifica sobre todo ten der hacia el
p ro p io M odelo. El hom bre es el « ic o n o c re a d o », el « r e
f le jo » de la naturaleza divina. Está llam ado a participar en
los N om bres divinos, en las m odalidades con las que D ios
irradia y está presente p o r m edio de « v irtu d e s» que, m u
cho más allá del nivel ético, aparecen divin o-h u m an as,
signos de encarnación. G regorio de N isa: « E l que ha cre
ado al hom bre para hacerlo participar en su p ro p ia p le
n itud ha dispuesto la naturaleza del hom bre de m odo que
contenga la presencia de todo lo que es herm oso y que cada
u n a de esas disposiciones le lleve a desear el atributo d i
vino co rresp o n d ien te» (Gran Catequesis, PG 4 5 >24)* L o s
Padres veían representada la u n ió n crística de lo h um ano
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y lo divino en la misma naturaleza del hom bre que un e en
él lo visible y lo invisible. E l hom bre, criatura espiritual y
corporal, es ya u n lenguaje de D ios, un lenguaje de en
carnación. R eflejo personal del Logos, es logikós, capaz
de descifrar el sentido de las cosas, sus log oi. Está llam a
do a asum ir toda la creación para o frecerla al Padre y
transfigurarla. G regorio N acianceno considera al hom bre
« co m o u n adorador interm edio, un contem plador de la
creación visible y u n iniciado a lo invisible, el rey de to
das la cosas, tanto terrenas com o celestes» (H om 4 5 »7 >
P G 36, 6 3 0 -6 3 1).
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C risto para que el hom bre, a su debido tiem po, pueda
reconocer en él a su arquetipo» (O m elia p e r la Teofania,
ed. A tene l8 6 l, p. 2 5 9 )-
E 1 Adán, caído
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torios. Se diría, según u n Padre del desierto, que los h o m
bres caídos se han encadenado entre ellos con las manos
atrás, de m odo que uno n o pueda ver el rostro del otro.
La separación de D ios se convierte entonces en h o m icid io
del otro, y la « a u to e d ifica ció n » , al derrum barse to tal
m ente, se convierte en odio hacia sí m ism o hasta el su i
cidio. A u n así subsiste la im agen de D ios y ella constitu
ye la grandeza del hom bre, su inobjetivable enigma, p r o
p o rcion án d ole la capacidad de com prender, amar y crear.
Pero esta im agen sufre la doble tentación de la « d esem e
ja n za » idolátrica o de la nostalgia, lo que Pablo califica
ba de «tristeza para la m u erte» .
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m ien to » vo lu n tario , lo que equivale a la m uerte de la
m uerte, a la an iquilación de la n a d a .,. L a existencia h u
mana, después del « fu erte g rito » de Jesús en la cruz y de
su silencio en el sepulcro, es de nuevo capaz de servir
com o lenguaje de D ios. La cruz, la resurrección y la as
censión absorben todas las form as de vida y de m uerte en
los espacios trinitarios, de m odo que en adelante lo eter
no pueda surgir tanto de las grietas más trágicas com o de
los im pulsos más creativos de la esfera tem poral. La « lo
cura de la cruz» expresa el « a m o r lo c o » de D ios p o r el
hom bre, el m anikós éros (la expresión es de M áxim o el
C o n feso r y de Nicolás Cabasilas), y sólo esta locura, que
hace que D ios venga incluso en su ausencia, puede plegar
—sin coaccionarla— la indóm ita libertad del hom bre. C ris
to, pastor de la oveja descarriada, « b u e n sam aritano», no
viene para los justos sino para los pecadores, para los p u
blícanos y las prostitutas. A q u í la m im esis exige, en p r i
m er lugar y sin tregua, el en cuen tro, el vuelco del cora
zón. E l Maestro invita a entrar al banquete a los « lisia
dos, ciegos y cojos de las plazas y calles» (Le 14 ,2 1-2 3 )
haciendo con ellos un pacto: que su corazón se revista del
vestido nupcial, vestido de gratitud y de alegría, de la in
mensa alegría inm erecida. Vestido de luz, la luz de la im a
gen restaurada p o r nuestra participación en la hum anidad
del que es im agen consustancial del Padre; el esplendor de
la im agen b rota ahora de la m uerte y del in fie rn o . La
Pascua es una transfiguración realizada n o sobre la m o n
taña sino en el abism o. G rego rio N acianceno, celebrando
la Pascua, dice: « D io s tenía que encarnarse y m o rir para
hacem o s revivir [...]. H e recibido la im agen divina y no
he sabido cuidarla; D ios ha revestido m i carne para salvar
esta im agen y hacerla carne in m o rta l» (Discurso 4 5 ’ «So
bre la Pascua, 9 y 2 2 , P G 36, 8 5 1-8 5 2 ). E Isaac el Sirio:
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« E l Padre, que en la eternidad te ha generado en su seno,
renueve en m í tu im agen. Te he abandonado. T ú no me
abandones. M e he alejado. T ú has venido a buscarm e»
(Tratado ascético, II tratado). Así la humanidad crística, cru
cificada y glorificada, es « e l canon de toda existencia cre
ad a» . La elevación de C risto —decía N icolás de Cusa— le
hace aproxim arse a todas las criaturas, en todos los luga
res y tiem pos, y ser la prim icia de toda resurrección y as
censión en el m undo (Docta Ignorantia, Petzolt I, I 94 ,9 >
p. 10 7).
R e c ib id e l E s p ír itu Santo
Después de la A scensión y de Pentecostés, C risto viene
a nosotros p o r m edio del E spíritu Santo. Su cuerpo ecle
sial es el Soma Pneum atikós, el cuerpo « pn eum atizad o»,
en el que la vida para la m uerte se transform a en vida
para el Espíritu. C risto ha hecho a la criatura capaz de ser
p o r él « p n eu m ato fo ra » . A sí com o el E spíritu está desde
la eternidad en el H ijo y de la misma manera que É l cons
tituye la u n ció n mesiánica del H ijo venido en la carne, así
tam bién está en su cuerpo eclesial, unge los m iem bros de
este cu erp o que —dice el Pseudo M acario— llegan a ser
otros « c risto s» , salvados-salvadores puestos aparte para
trabajar en la salvación del m undo: «Tam bién nosotros p o
dem os ser llamados "cristos” , puesto que somos de la m is
ma naturaleza y form am os con él u n solo cu erp o » (Gran
Carta, P G 34, 1 T¿)- R ecib ir la imagen del H ijo es re ci
bir el Espíritu, precisa C irilo de Alejandría (Tesoro 33, P G
7 5 , 572 ). Ese es el cam ino para en ten d er el carácter ecle
sial y sacramental del ser «a im agen » . Por el bautism o, el
hom bre m uere a la m uerte « p o r un a m uerte sem ejante»
a la de C risto y consigue participar en su vida « c o n una
resurrección sem ejante» (Rm 6 ,I - I l) . D el m ism o m odo,
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la eucaristía integra a los fieles en la hum anidad deifica
da y deificante del D io s-h o m b re, hum anidad que m antie
ne los signos de la cruz y asume « e n el seno del Padre»
lo trágico de nuestros destinos y de nuestra historia. El bau
tismo y la eucaristía inauguran y alimentan una mimesis sa
cram ental d el R eino crístico.
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que, con su muerte, me dan sólo la im presión de ser fu e r
te y de vencer m i m iedo. Según la escena del ju ic io , en el
capítulo 25 de M ateo, el m isterio de C risto se revela en
el hom bre torturado, rechazado, encarcelado, en ferm o,
que de u n m odo u otro es cada u n o de nosotros. E l m is
terio de C risto se revela en el hom bre que tiene ham bre
de pan, de libertad o de sentido. La m editación de la cruz
suelta las cadenas de nuestros rencores y odios. Juan C lí-
maco hacía notar que «la m em oria de los sufrim ientos de
Jesús cura al alma del rencor, hasta tal punto que el ejem
plo de Jesús la deja desconcertada» (IX grado, 14).
C risto, en el evangelio, va derecho al corazón, al otro,
en su secreto, más allá de su ro l, de las p ro h ib icio n es de
lo pu ro e im puro que lo aíslan o lo descalifican. E l im i
tador de Jesús —p o r el respeto, el servicio y la contem pla
ción— intuye al otro com o una revelación. « N o hay más
virtud que la de no despreciar» o ign orar, decía u n Pa
dre del desierto (Apophtegmata Patrum, T eo d o ro di Fer-
me, 13). Teresa de Lisieux in ició su vida espiritual o ra n
do com o una m adre p o r u n asesino, y la term in ó hacien
do, « e n la mesa de los pecadores», la experiencia de la
« n o ch e de la n ad a» . La experiencia de las «tinieblas lu
m inosas» , de las « n o ch es del abism o» y del «d esierto
in te rio r» para el cristiano significa el paso p o r la cruz
«vivificante», «teó lo ga» p o r excelencia, dicen los Padres.
Así pues, ser a imagen culmina para el hombre en el mis
terio de la m u erte-resu rrecció n cuando, entre lágrim as
que se convierten en lágrimas de adm iración y de gratitud,
el « co ra zó n de p ie d ra » se transform a en « co ra zó n de
ca rn e » , la « m e m o ria de la m u e rte » en « m e m o ria de
D io s» . D e esta manera conoceré a Cristo y experim enta
ré e l p o d er de su resurrección y com partiré sus p adeci
m ien to s y m oriré su m uerte, para alcanzar así la resu
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rrección de entre los m uertos (Flp 3 ,IO -Il). La cruz se si
túa así en el corazón de la mística cristiana, expresando la
identidad apofática del Inaccesible y del C ru cifica d o . « E l
sepulcro del S eñ o r —escribe M áxim o— es, sin duda, este
m undo y el corazón de los hom bres; los lienzos m o rtu o
rios son los conceptos de las cosas sensibles, el sudario el
conocim iento de las realidades espirituales, incluid o el co
nocim iento (positivo) de D ios». E l intelecto en su búsqueda
de transparencia debe ir al sepulcro. « Y cuando desapa
rezcan todas las fuerzas naturales y los m ovim ientos del
intelecto, el Logos surgirá él solo, com o resucitado de e n
tre los m uertos» (C en t, gnost. I, 6 l y 67)-
P or tanto, la culm inación de la im agen en la sem ejan
za no es fu sió n , sino una co m u n ión en la que, p en etran
do en los espacios trinitarios, que son espacios no sólo de
unidad sino tam bién de diferencia en la unid ad , nosotros
recibim os la gracia de saber que los otros existen.
17
I
L A VERDAD, E T E R N A M EM O R IA
D E L A VID A
19
niones relativas al no ser. Y, a mi parecer, ésa es la definición
de la verdad; no equivocarse en la comprensión del ser. E l
error es imaginación, relativa al no ser, que se forma en nues
tro intelecto, como si tuviese existencia real lo que no existe.
La verdad, en cambio, es comprensión segura de lo que real
mente es. Así, sólo después de haber meditado con serenidad
y profundidad durante mucho tiempo, uno comprenderá con
dificultad qué es lo que es, o sea, lo que posee el ser por su
propia naturaleza, y qué es el no ser, o sea, lo que existe sólo
en apariencia y tiene una naturaleza privada de realidad (GRE
GORIO DE NlSA, La vida de Moisés, II, 1 9 -2 3 )-
zo
ta p or encima del entendimiento de la carne, puede gustar sin
error el consuelo del Espíritu Santo, diciendo: "Gustad y ved
qué bueno es el Señor", y mantener inolvidable el recuerdo de
lo que ha gustado, por la operación íntima del amor al reco
nocer ínfaliblemnte lo que es mejor, tal como dice el santo: "Y
ruego que vuestra caridad sobreabunde cada vez más en cono
cimiento y en todo sentido, para que podáis reconocer lo que
es m ejor” (D l-VDOCO d e FOTICA, Deñnizioni. Discorso ascéti
co diviso in cento capitoli pratici di scienza e discernimento spi
rituale, 30> en La Filocalia, edición italiana a cargo de M.B.
Artioli y M.F. Lovato, I, Turín 1987» p- 359 )*
21
ne la cuestión de la verdad. A l entrar en la problem ática
de nuestro tiem po, verem os cóm o se da continuam ente
u n nexo con la cuestión de la « verd ad » . Pero si hoy se
vuelve a hablar de la verdad, ésta debe revelarse a nosotros
con una luz nueva, diferente de com o nos han hablado de
ella en tiempos pasados, en los tiem pos de la m odernidad.
I. A T R A V É S D E L ESPEJO D E S T R O Z A D O
22
tural realiza su pro p io discurso, afirm a sus razones, su v i
sión de las cosas, su verdad. Cada disciplina hace lo m is
mo: la m edicina afirm a su verdad, lo m ism o que la in
dustria, la ecología, la ética, la genética, la econom ía, etc.
Además, dentro de cada disciplina hay num erosas especia-
lizaciones que a su vez sostienen su p ro p io pu n to de vis
ta, absolutizándolo. Pero en este marasmo de ideas, ¿quién
tiene razón? Entre tantas ofertas de sentido, ¿cuál es la vá
lida? Pluralismo parece significar pluralidad de verdades pre
fabricadas; cada sector de la sociedad parece tener su v e r
dad, legítim a, pero a m enud o antitética a la de otros.
¿D ónde está lo verdadero y dónde está lo falso? E l h o m
bre de hoy, sum ergido en esta realidad plural con tradic
toria, experimenta en su propia piel la desorientación y su
fre sus consecuencias negativas a m uchos niveles.
Esta fragm entación es u n fenóm eno que form a parte
de la globalización. Y hoy ninguna cultura puede vana
gloriarse de estar exenta de ella. N o existe u n O ccid en te
descompuesto p o r la atom ización y u n O rie n te com o o a
sis de la espiritualidad. O rien te y O ccid ente se encuentran
frente a problem áticas semejantes y retos com unes. P reci
samente la atom ización en la que estamos inm ersos cons
tituye u n m otivo más para abandonar definitivam ente las
confrontaciones. Y , com o dice Juan Pablo II, es la h ora
de ab rir los cofres que cada u n o tiene guardados y de
apuntar hacia Cristo. E l hom bre contem poráneo de O rie n
te y O ccid en te tiene derecho a considerar com o suyo todo
lo que pertenece a C risto.
23
respuesta a las preguntas fundam entales de la existencia.
Q u iere « realizar» la existencia, o sea, quiere encontrar su
sentido, dar a su vida una m otivación p ro fu n d a . R epito,
incluso cuando no lo parece. Y así se p o n e a b u scar...
Incluso cuando parece perseguir el espejismo de la carre
ra o de las satisfacciones inm ediatas, el pensam iento bus
ca y entra en contacto con m il posibilidades que la cu ltu
ra plural de boy le ofrece. Le seducen muchas opciones que
suscitan deseos y que p id en ser experim entados. Pero su
cede que el deseo, una vez satisfecho, no p ro d u ce paz,
sino que se aviva más dolorosam ente el malestar existen
cia! que está al origen de ese m ism o deseo. Me explico con
u n ejem plo m uy sencillo. L a exigencia profu n d a del h o m
bre es la de ser acogido, la de ser amado y am ar. Puede
suceder, p o r ejem plo, que el sentirse amado vaya asocia
do a una caricia recibida. Entonces el hom bre experimenta
que una caricia es agradable. Nace en él el deseo de m u
chas caricias, p ero ellas solas no satisfacen la exigencia
profund a de ser acogido sino que, al con trario, lo dejan
más solo todavía, cada vez más dividido p o r tantos deseos
y sin satisfacer la exigencia fundam ental. E l hom bre se d e
silusiona y presta atención a otras ofertas del superm erca
do del m undo, donde cada una se presenta c o n u n a p u
blicidad tan eficaz que se im pone inmediatamente com o in
dispensable, absoluta y garantizando total satisfacción. Pero,
cam biando de oferta, no cambia el resultado. Satisfacer
los deseos no significa realizar las exigencias existenciales
de lo p ro fu n d o , sino más b ien habituarse a convivir con
u n sufrim iento que va creciendo incluso cuando parece
que ha sido alejado con una vida cotidiana aparentem en
te tranquila.
24
La pseudológica
Vam os a entrar a to r a en los bastidores de esta fra g
m entación para com prenderla, afrontarla m ejor y, sobre
todo, in tu ir las vías de salida más adecuadas de la que se
ha llam ado « n ieb la de la cultura p o sm od ern a» .
La situación actual es com o si el tiem po hubiese c o n
vertido en migajas la realidad que ensamblaba todos los as
pectos de la cultura hum ana. H a p erd id o sentido la v e r
dad pensada com o objetiva, ideal, elaborada p o r los d ife
rentes sistemas filo só fico s a lo largo de la histo ria. La
verdad objetiva existe —lo advertimos p o r una especie de re
velación in terio r, una especie de in tu ició n que n o se p u e
de b o rrar-, pero es com o si hubiesen fallado nuestros m o
dos de presentarla. Com o si detrás de los grandes conceptos,
de las ideas « objetivas», no hubiese en realidad lo que se
afirmaba sino sólo la voluntad de que venciese la prop ia
razón. C o m o si los distintos sistemas filosóficos más que
de la verdad se hubiesen preocupado de su dem ostración.
Parece que algo ha pasado con el p ro p io m étodo filo
sófico, com o si se hubiese desplazado el acento de la re
alidad conocida, de la verdad, a la m odalidad del co n o ci
m iento. C o m o si poco a poco estuviéramos cada vez más
atentos al itinerario del pensam iento, con el fin de llevar
a los otros a nuestra misma verdad. Ese itin erario , decla
rado obligatorio, ha sido llamado « ló g ica» . E n realidad es
una « pseudológica» , una « ló g ica» absolutizadora que fá
cilm ente excluye otros cam inos y que se presenta com o el
único recorrid o que puede garantizar a todos la llegada a
la misma visión de la verdad. En este sistema de pensamiento
el otro n o existe com o sujeto. Se puede com probar tam
bién cuántos problem as ha creado esa lógica en el e n
cuentro co n otras culturas y con otros m odos de pensar.
Resulta despersonalizador creer que el mism o recorrid o
25
de pensam iento va bien para todos. A lgu ien ha dicho que
para defender esta autodenom inada « ló g ica» ha habido
necesidad d e la ley, y, para proteger esta ley, ha sido n e
cesario u n ejército.
Paradójicam ente, esta capacidad de argum entación de
nuestro pensam iento m anifiesta una cosa: la desconfianza
ante la verdad. Es como si no creyésemos que la verdad exis
te, o que, si existe, es u n apéndice nuestro, algo que h e
mos creado nosotros y que nosotros debem os dom inar: es
una «verd ad » pasiva, sin una autonom ía p ro p ia y sin u n
radio de acción p ro p io . N o creem os que la verdad pueda
revelarse e im plicar al pensam iento hum ano.
Eso hace que sea im portante la dem ostración, el p ro
cedim iento racional, la dialéctica. E n las argum entaciones
se vence pro cu ran d o hacer valer una m ayor objetividad
propia. Pero se trata de un procedim ien to paradójico en
algunos aspectos: para conseguir una objetividad lo más
absoluta posible se usa el p rin cip io de la afirm ación in d i
vidualista, la habilidad del propio razonamiento. Es uiia ra
cionalidad en fu n ció n del d om in io , p ero co n escasa ca
pacidad de tener en cuenta al o tro . E n ese razonam iento
n o se percibe la actitud de servicio a la verdad que q u ie
re llegar a todos los hom bres y que tiene en cuenta los in
num erables cam inos para hacerse con ocer.
26
visión, más concretam ente la racionalidad del sujeto, e n
tonces afirm ar una verdad suya es afirmarse a sí mismo. Eso
significa que, poco a poco, esa vía del con ocim ien to y del
pensamiento lleva a la afirm ación del sujeto, no de la ver
dad com o tal. Entonces, o la verdad coin cid e co n el su
jeto, o el sujeto la sustituye. Pero así el sujeto se co n vier
te en criterio de la verdad misma. Incluso su certeza res
pecto al p ro p io conocim ien to se convierte en criterio de
la verdad. E n cierto m odo, eso es lo que lia sucedido en
todos los sistemas de pensamiento que han servido de fo n
do a las principales ideologías de la época m oderna, ca
racterizadas p o r su subjetivismo intelectualista, que ha sido
una poderosa enferm edad de la filosofía europea después
de Descartes.
A veces, nuestra actitud respecto a la verdad se parece
a la de u n ladronzuelo que quiere vendernos u n reloj que
no vale nada, posiblem ente robado, h aciéndolo pasar p o r
un reloj de o ro . Trata de ven d ém oslo co n entusiasm o, se
enciende para demostramos que el reloj es bueno, perfecto,
todo de o r o ... Pero n o le im porta nada el relo j, n i la
persona del que lo com pra, lo ún ico que le interesa es la
ganancia que puede obtener. Si en su modo de razonar asu
miese también la perspectiva de los otros, ya no podría se
guir com erciando de la misma m anera y ganando lo m is
m o. Se vería obligado a cam biar de vida, a renunciar a u n
m odo de ver las cosas que le hace pensar sólo en lo suyo
y que le lleva a vender relojes de o ro falsos.
C o n el paso del tiem po, nuestra cultura, corriendo d e
trás de la pseudológica y del im perativo de tener razón, ha
ido separando cada vez más el conocim ien to y la vida. A sí
tener razón se ha convertido en algo separado de la v e r
dad. L o im portante era tener razón, m ientras que la v e r
dad desaparecía del h o rizon te de la búsqueda.
27
Pero si la verdad objetiva se aleja y se pon e el acento en
el sujeto, se abre la p osibilidad cada vez más real o de
dictaduras o de anarquías subjetivistas. D entro de esos h o
rizontes cognoscitivos será d ifícil la existencia de u n p lu
ralism o sano. S i se trata de lógica, no de verdad, m i ló
gica equivale a la tuya, y yo sigo la m ía porque m e apete
ce. N o es pues de extrañar que proliferasen tantas lógicas.
Los cam inos rectos y seguros se perd iero n . E xplotó esa
realidad com pacta en que vivíamos y a la que parecíam os
demasiado habituados. Las tendencias subjetivistas h iciero n
que las lógicas n o sirviesen para la com unicación . Esas ló
gicas, en u n antagonismo ilimitado, se fueron cerrando cada
vez más en sus extremos. Cada u n o em pezó a pensar con
una óptica propia, según la propia conveniencia, p o r lo que
cam biar el m odo de pensar significaba abandonar las p r o
pias certezas. E n ese contexto, rom per el sistema de co
n o cim ien to y de pensam iento equivale a cam biar de vida.
P o r eso se prefiere u n m o d o de c o n o ce r alejado de la
vida, porque así se garantiza el p ro p io subjetivism o cam u
flado. U n conocim ien to erradicado de la vida, desengan
chado de toda realidad existente, puede ser com pletam en
te m anipulable p o r el egoísmo del sujeto, que, con esa
filosofía, puede argum entar y ju stificar su vida. A sí el no
cam biar de vida se ve hasta racionalm ente apoyado. T en e
mos el ejem plo de lo que a m enudo se ha escondido de
trás de la llamada « cien tificid a d » , que co n frecuencia en
filosofía y teología no ha querido decir más que creerse en
el cam ino ju sto . D e hecho, toda la idolatría de la cien ti-
ficidad y el atacar com o « n o cien tífica» toda afirm ación
diferente de la propia, superada la época ingenua del p o
sitivism o, se ha visto que en algunos aspectos era u n a fic
ció n dictada p o r la com odidad. T oda auténtica persona de
ciencia sabe que el co n o cim ien to cien tífico es parcial y
discontinuo y que n o avanza nunca sin presupuestos de
carácter axiom ático. N in gun a investigación científica es
pecializada se hace desde el origen sino que, en cierta m a
nera, parte «d e la m itad», de modo que la posibilidad mis
ma de su existencia se debe a una serie de premisas co n
vencionales o absolutas sin dem ostración. Eso significa,
como decía Sergej Bulgakov, que u n a investigación está
siempre dogmáticamente predeterm inada y que la ciencia
se agarra a esas premisas convencionales com o a u n ancla
que lanza en el océano del con ocim ien to discursivo. Y
esto sirve tam bién para la filosofía. Q u é quiere ser la f i
losofía, qué interés le orienta, eso es lo que p red eterm i
na el sistema. D ich o de o tro m odo, la filo so fía está siem
pre orientada p o r algo que ha sido dado fuera de ella m is
ma y que ha sido ya «h allado» . A pelar a la «cientificidad»
como parám etro para tom ar en consideración o excluir la
argumentación de otro puede ser un recurso demasiado c ó
m odo, de form a que las reglas previam ente establecidas
por nosotros fácilm ente pueden ser selectivas y fu n cio n ar
como criterio para reco n o cer sólo a los que giran en to r
no a nuestra órbita. A fin de cuentas, u n ju ego de salón.
39
sona exigen u n fundam ento racional recibido de la filo
sofía. Pero una filosofía erradicada de sus raíces, aunque
pueda crearse su p ro p io m undo, poblado de fantasmas y
sueños a veces m agníficos y seductores, es una realidad sin
vida p o rq u e establece la ecuación entré cogitare=esse=vi-
vere.
A h o ra bien, u n con ocim ien to que no enriquece la vida
no es conocim ien to, es sólo una proyección racional, una
fijación abstracta, idealista, sin contenido vital. N o se p u e
de llam ar « co n o cim ie n to » a lo que no crea una relación
entre tú y la vida que te está haciendo con ocer. N o es sa
b id u ría un conocim iento que no te une a la vida real. U n
verdadero co n o cim ien to es una sabiduría del d iscern i
m ien to.
El térm ino filosofía sugiere am or p o r la sabiduría. Todo
cam pesino sabe que sabiduría significa saber d istin guir el
grano de la cizaña, la hierba buena de la mala. ¿ Q u é cla
se de am or p o r la sabiduría es si n o te hace entrar en la
p len itu d de los campos m aduros, en la fatiga que lleva a
gustar sus fru to s? ¿ Q u ié n seguiría las indicaciones de u n
viejo que está siempre contando bonitas historias sobre u n
país m aravilloso, si se descubriese que él nunca ha estado
allí y que todo es in ven ción suya? Q u ie n intentase seguir
sus indicaciones se encon traría antes o después p erd id o
en la nada.
Por otra parte, no podem os d e fin ir la sabiduría com o
un sim ple arte de saber vivir n i com o u n a ética. E l am or
p o r la sabiduría es sobre todo u n arte para co n o cer lo
verdadero, lo existente, lo que no engaña y no se confunde
con la apariencia.
El viejo D ersu Uzala de la película de Kurosawa es el sa
bio, el que habla con todo, porque descubre la vida en todo
y todo le habla de la vida. Dersu habla con el fuego, el vien-
30
to, el árbol, y les habla de tú a tú. Es u n sabio y, p o r eso
mismo, u n enam orado de la vida. Según la trad ición h e
brea, la sabiduría consiste en reconocer la verdadera vida,
en reconocer de dónde viene y a dónde debe ir. E l tem or
de Dios entendido com o p rin cip io de la sabiduría es v i
vido p o r el hom bre ten ien d o en cuenta al Señ or de la
vida sin osar pensar tan siquiera que pueda ser el Señor
otro distinto de El. Q u ie n no obra así es « estú p id o » ; la
estupidez —el no tem or de D ios— lleva a la m uerte, p o r
que se considera com o vida lo que no lo es y com o D ios
a quien tam poco es D ios. U n pensam iento filosófico que
no esté empapado de la verdadera vida puede ser una acro
bacia lógica, una bonita construcción conceptual, pero no
es filosófico, no es sapiencial. ¿ Y para qué sirve una fi
losofía científica si ya no es filosofía? Esta situación expresa
bien el cuadro de la disgregación e inorganicidad del c o
nocim iento.
Los dos concep tos fundam entales de la filo so fía —el
amor p o r la verdad y la vida— se p erd iero n o falsificaron
en el m om ento en que la filosofía perd ió su anclaje e n la
vida. U na filosofía que ya no ama a la persona, que no con
sigue liberarse de la p ro h ib ició n de trabajar con el h o r i
zonte de la alteridad, de lo religioso entendido com o re
conocim iento absoluto del otro, es una filosofía que ta r
de o tem prano trata de la nada, convenciéndose de que eso
es todavía filosofía. Entonces el filósofo se aísla de la vida,
se encierra e n los sistemas y en la m etodología que le han
im puesto. Y pu d o darse esa im posición p o rq u e el filó so
fo, erradicado de la vida, se encontraba frágil, inseguro y
sentía la necesidad de la aprobación de las disciplinas que
en ese m om ento gobernaban una civilización en que la
vida y la verdad ligada a ella sólo form alm ente, pero no re
alm ente, eran los verdaderos valores.
3i
H oy asistimos a una especie de agotam iento de esa f i
losofía y vemos surgir jóvenes filósofos que quieren d eci
didamente hacer una filosofía realmente filosófica. Se sien
te la necesidad de una filosofía desligada de u n concepto
reductivo de la cientificidad, no atada ,a lógicas preesta
blecidas y, sobre todo, libre de tantos intereses subjetivos
(aunque sean de sociedades enteras), com o hace ya algu
nos decenios escribía Berdjaev. Nace la búsqueda de una
filosofía de la inteligencia profunda, libre y creativa.
32
mente es todo. Pero también él tiene que terminar bebiendo
su p o ció n de veneno. La m uerte, la fin itu d , es la espada
de Dam ocles del pensam iento filosófico griego. La tensión
lacerante entre el cuerpo, encarcelado en u n m undo de con
trastes, de m al y de m uerte, y el intelecto, que contem pla
la idea perfecta y la belleza, es el terren o en que nace la
tragedia, que es la modalidad más característica del arte grie
go, sobre tod o de la literatura.
Pero el hom bre que ha contemplado el m undo de las ide
as se esfuerza de todos m odos en co rregir el m undo m a
terial según la im agen de la arm onía vislum brada. Q u iere
hacerlo semejante a la belleza contemplada. Si n o puede ha
cer bajar a la tierra el m undo de las ideas, quizá podrá
crear aquí u n poco de esa belleza contem plada. A s í el a r
tista griego no esculpe la im agen del hom bre y de la m u
je r com o son en realidad sino com o A p o lo y Venus, com o
serían idealm ente en el m undo de las ideas. Es el arte clá
sico. Es la respuesta a la necesidad de abrir una vía entre
el m undo de las ideas y el m undo material. Es em bellecer
el m undo a im agen de la idea contem plada. Es u n ideali
zar, u n hacer según la idea. Está claro que no estamos te
niendo en cuenta las diferencias y matices del pensam ien
to griego. Pero esta generalización que intencionadam ente
ignora las diferencias está motivada p o r el hecho de que el
dualismo entre fin ito e in fin ito , entre corporeidad y p e n
samiento, entre materia y espíritu, es realm ente la piedra
de tropiezo del pensam iento griego, aunque el mismo dua
lismo haya tenido después distintos subrayados y acentos: sea
más form al, sea más idealista, sea más m aterialista...
G om o se ve claram ente en el museo de la A crópolis de
Atenas, el arte clásico está concebido según el m odelo de
la idea, según u n ideal que no tiene correspondencia en
el m undo cósm ico. Pero, poco a po co , el ideal se va id e n -
33
tificando con la potencia física, con la fuerza co rp o ral. E l
arte clásico, al trabajar sobre tod o en la form a, cae en
una tram pa refinada: la form a presupone la m ateria. ¿ Y
cuándo es perfecta la m ateria? La trampa consiste en que
rer responder que es perfecta cuando es fuerte, cuando es
potente. Así em piezan a encontrarse y a co n flu ir tu rb u
lentam ente form a(lism o) y m ateria(lism o). E n ese m ism o
museo se ve que ya en el período helenístico las figuras h u
manas se hacen más musculosas que los caballos. El m o
delo ideal adquiere fuerza material.
34
El concepto de m odelo puede generar conflictos. El in
flu jo del m od elo depende de cóm o es en ten d id o el m is
m o. U n m od elo co n cebid o de m anera din ám ica sobre el
fon d o del am or y de la m iserico rd ia destierra esos p e li
gros. Pero cuando el m od elo es en ten d id o com o n o rm a
con la que u n ifo rm arse, ¿ q u ié n decide cuál es el m o d e
lo ju sto ? ¿ Q u ié n ve la idea verdadera? ¿P or qué debo se
guir u n m od elo p ro p u esto p o r o tro , si yo veo de m o d o
distinto la misma cosa? E n este punto el sujeto que ha cre
ado el m o d elo tratará p o r todos los m ed ios de dem ostrar
la objetividad de la p ro p ia visión , in ten tará argum en tar
que lo que él ha pensado es válido universalm ente y que
es m ejor para todos pensar com o piensa él. Pero su ra
zonam iento perm anece siem pre d en tro de u n m u n d o ce
rrado en su in telecto , es una pseud ológica. Tratará de
dem ostrar que la idea propuesta se p u ed e co n o cer in d e
pendientem ente del sujeto, o sea de él, p ero al m ism o
tiem po p ro p o n d rá u n cam ino para llegar a él. Y estamos
de nuevo en la pseudológica. E l criterio del m od elo si
gue siendo el h om bre.
Toda idea que proviene de un principio subjetivista aca
ba casi siem pre basándose en una autoridad: el rey, el h é
roe, la idea absoluta, el bien com ún, la hum anidad, la
naturaleza, la sociedad, el partido, la patria, las autorida
des religiosas... Para m antener el ord en y la arm onía so
cial se term inará recurrien d o a la fuerza, a la coacción y,
finalm ente, a la violencia. En la época m odern a hem os
sido testigos hasta nuestros días de cóm o las ideas al final
se afirm an con la fuerza. Y tenem os que constatar que a
m enudo esta fuerza se entiende en u n sentido muy c o n
creto, o sea, económ ico o tam bién m ilitar.
35
U n a v is ió n d u a lista n o está a favo r de la vid a
36
A p ro p ó sito de G re cia : u n a p eq u eñ a a c la ra c ió n
n ecesaria
La antigua G recia es grande y com pleja. H a tenido la
intuición de una arm onía, pero le han faltado las c o o r
denadas para resolver la fisura entre m aterial e ideal. El
m undo griego es u n u n iverso com puesto de realidades
plurales, no sólo en lo que respecta a las corrientes del pen
samiento y de las artes, sino sobre todo p o r sus diversas
Weltanschauungen. E n G recia están las raíces de m uchos
aspectos de nuestra historia. Basta recordar todo lo que el
cristianismo ha absorbido de la cultura griega p o r m edio
de los Padres de la Iglesia. La gran tradición litúrgica y ar
tística, la mística, la teología y tam bién la pin tura m o d er
na, la filosofía, la ciencia y la técnica deben m ucho a los
griegos.
A l final de la Edad Media, tras u n período de fuerte im
pulso espiritual, visto todavía com o algo totalizante, nace
un nuevo entusiasmo debido al descubrim iento del m u n
do griego y de la antigüedad en general. Se descubrían
sobre todo las fuentes que nutrían un m odo de razonar h u
manista, en que los valores del hom bre aparecían más in
mediatos y sin enganches con el cristianism o. Y hoy G re
cia es nuevam ente de gran actualidad. Se em piezan a de
senterrar los tesoros que hasta ahora eran casi desconocidos
o incluso m al interpretados. La misma m odernidad c o n
tribuyó a una lectura demasiado parcial de la cultura g rie
ga. N os habíamos reducido tanto al filó n aristotélico que
hasta podem os dudar si se llegaron a com prender otras
realidades de la misma Grecia, com o la trad ición patrís
tica. El trenzado griego-judío-cristiano contiene muchas p o
sibilidades todavía no exploradas. Tam bién el diálogo h e
breo-cristian o nos hace pod er esperar en destellos de una
luz nueva.
37
Respecto a la aportación de nuevas aproxim aciones a la
verdad, se presta tam bién una mayor atención a lo que
han in tuid o las iglesias que, p o r diversos m otivos, n o han
visto la m odernidad, que ha estado tan presente en nues
tro m undo espiritual e intelectual.
38
pulación. E l hom bre se hace dios y, cargado de las res
ponsabilidades de D ios, se ve aplastado bajo u n m undo
cuyo peso no logra llevar, inaugurando u n a era de n e u
rosis que acaba p o r volverle patológicam anete irresponsa
ble. Lo que creía suyo se le escapa de las m anos. A sí, al
final de la época m oderna, se en con trará incapaz de g o
bernar lo que ha creado, que ahora se rebela contra él.
E n los cuadros del R enacim iento hay un contin uo ju e
go de sombras; los objetos son ilum inados p o r el sol cós
m ico, o b ien p o r u n so l que proviene del p u n to de vista
del que m ira el cuadro, de la m ente del p in to r. El c o lo r
varía del claro al oscuro, y esto crea el volum en . C o n el
volum en cada objeto resalta más, adquiere m ayor im p o r
tancia, atrae la atención sobre él, p id e que el espectador
se detenga e n algún detalle com o si fuese lo ú n ic o . E l
cuadro llega a ser una com bin ación de cosas juntadas p o r
una p ro p o rció n visual, una auténtica obra maestra de ar
monía form al, el m áxim o de refinam iento estético para el -
placer de la vista.
E l maestro renacentista no im ita la realidad que ve sino
que la somete a una idea de belleza que él identifica con
la arm onía de las diversas form as, figuras y superficies de
color. E l arte está subordinado a una estética. Según eso,
hay dos prin cip io s de unidad del m undo m od ern o que se
nos com unican ya en las obras renacentistas. U n o es la
idea de estética, de eq u ilib rio, que norm alm ente es u n
riguroso equ ilibrio racional. Los objetos y los personajes
pintados se representan aquí según esa visión estética. El
otro p rin cip io de unidad es el relato, la narración que el
cuadro desarrolla. D ebe ser una narración que, al in terio r
de una idea interpretativa, co n tien e todo u n idealism o
sim bólico. Se pod ría profu n d izar en estos dos p rin cip ios
para ver cóm o están contenidos en el paradigma de la m o
39
dernidad, donde, p o r u n lado, existe realm ente una es
tructura legalista, form al, y, p o r otro, un sistema filo só
fico ideal que más tarde el pensam iento posm od ern o lla
mará narración.
A sí pues, en el arte renacentista lo que se pinta es com o
la visión parcial de una gran realidad: un poco com o cuan
do se m ira en el in terio r de una m áquina fotográfica y se
ve sólo el trocito de m undo delim itado p o r el objetivo. La
pintura renacentista no habla ya de u n a relación o n to ló -
gica entre las cosas sino de u n nexo concordado, conven
cional.
40
zación es el reverso de la medalla del hom bre que se hace
centro de tod o.
Vamos a detenernos ante el C enáculo de Leonardo da
Vinci: es una obra maestra renacentista, una obra m aes
tra de la perspectiva, de la tercera dim ensión. Estando d e
lante del cuadro, todos no lo vem os del m ism o m odo;
desde cada diferente p o sición cambia la perspectiva. S u r
ge entonces una pregunta: ¿quién ve m ejor la pintura? S e
gún la técnica pictórica, la visión m ejor la tiene el que está
en el centro: el hom bre es el centro. Pero la tercera d i
m ensión, la perspectiva, interviene en este cuadro hacien
do ver que, aunque sea el hom bre el que m anda, al m is
mo tiempo busca el punto convergente de la perspectiva fue
ra de él. E n el cuadro el punto convergente es C risto .
Pero, entre la gente que m ira el cuadro, la única que lo
ve b ien es la persona que de las cuatro distancias está en
el centro, de frente al cuadro.
El mensaje es doble: el p rin cip io unitivo no es u n c o n - -
cepto o una cosa, sino una persona absoluta. Y esa p e r
sona sería C risto . Cada espectador tendría que someterse
a El. Todo hace pensar que estos grandes del Renacim iento
se dan perfecta cuenta de que están en ju eg o los grandes
paradigmas. Eran conscientes de la novedad absoluta ap o r
tada p o r el cristianism o, pero al m ism o tiem po veían que
la im plantación de una societas christiana tan totalizante y
absoluta, sin considerar al hom bre en su libertad, no p o
día llevar al bien . E l cristianism o ha liberado al hom bre
de la oscuridad de las potencias cósmicas y lo ha hecho con
sanguíneo de D ios, u n « d io s cread o » . Esa realidad, u n i
da a la visión griega explicada más arriba, ha hecho que el
hombre pudiese dominar el m undo. La visión cristiana, u n i
da a la estructura del pensam iento de la G recia clásica, ha
perm itido u n desarrollo sin precedentes de la ciencia y de
41
la tecnología. Pero L eonard o es consciente de que, si no
es C risto el p u n to de convergencia y si dom ina una pers
pectiva puram ente hum ana com o único epicentro, el m u n
do corre el riesgo de deshacerse en pedazos a todos los n i
veles. A sí com o es verdad que e n la p in tu ra to d o parece
som etido al hom bre, tam bién es verdad que todo esto p u e
de rebelarse contra el hom bre y venírsele encim a com o
tem ible amenaza.
La gnosis moderna
A unque la época m oderna se vanaglorie del alto nivel de
conocim iento alcanzado, ese conocim iento se plantea de u n
m odo idealista. Y a pesar de tanto hum anism o, la vida
humana vale menos que determinados conceptos y se le pide
ser sacrificada en aras de grandes eslóganes hum anistas.
C u án to sufrim iento y hasta cuánta violencia ha sufrido el
hom bre m odern o a causa de esta idolatría de los co n cep
tos y de sus sistemas. Se ha term inado p o r elab o rar'tam
b ién conceptualm ente u n hom bre ideal, una especie de
pro to tip o que dom ina a la persona concreta, viviente. La
persona concreta debe llegar a ser con fo rm e al m odelo
p ro p u esto , si n o quiere ser m argin ado de esa cultura.
A u n q u e la época m oderna se vanaglorie tam bién de tanto
progreso m aterial, precisam ente el m undo concreto, co r
póreo, material, se queda aislado. H o y el hom bre está lite
ralm ente sofocado p o r el m aterialism o, p ero su cu erp o
queda desenganchado del conjunto de la persona. Basta pen
sar en tantos problem as ligados a una falsa com prensión
del cuerpo.
E n la m o d e rn id a d , n o sólo el cu erp o sin o to d o el
m un d o m aterial se ha visto perturbad o p o r diversas ru p
turas. P o r ejem plo, las distancias que se han creado e n
tre la econom ía y la ju sticia han dado y dan m ied o . E l
42
hom bre está desgarrado entre lo pensado y lo vivido. Se
busca superar esta escisión de m odo que el pensam iento
pueda encajar con lo vivido, ya sea ju stifican d o lo vivido
o em pobreciendo el pensam iento hasta que coincid a con
lo vivido. A sí sigue sin colm arse el abism o entre lo ideal
y lo real.
En esta situación hay dos elementos que se ponen en evi
dencia. Por u n lado, el hecho de que la idea ha ido p e r
diendo su carga vital y ontológica. H a sido privada de su
contenido ligado a la vida, ha quedado reducida al c o n
cepto, y este hecho ha sellado prácticam ente la m uerte de
la filosofía y de la cultura. Ya no se opera con las ideas sino
con los conceptos. E l paso siguiente ha sido que, en lu
gar de los conceptos, ha prevalecido la im agen, o sea, en
lugar de una im agen conceptual, ha prevalecido una ló g i
ca de la im aginación. A sí, llega la era de la im agen m ó
vil, de lo visivo. Es la época en que la d im ensión más ab-
solutizante del hom bre es precisam ente la de la imagina--
ción, y se prefiere crear lo im aginario más que elaborar
sistemas de pensam iento.
Por otro lado, el sujeto es u n punto absoluto de irra
diación y de creatividad, pero esa creatividad ahora se si
túa en u n horizonte subjetivo, im aginario. E l sujeto ela
bora interiorm ente, en el ámbito de su im aginación, co n
ceptos, ideas, sistemas enteros y los hace presentes al exterior
de él m ism o. Así se puede dar vida a todo u n paradigm a,
a una estructura entera de la civilización, pero que se apo
ya sobre u n fundam ento frágil com o el cristal, aunque
tenga la apariencia de u n palacio. G om o dim ensión fu n
dante de este paradigma, se propone, por u n lado, una ima
ginación subjetiva y sensual, y, p o r o tro , unos conceptos
y una ciencia concebidos y elaborados de manera fantasiosa.
Es una im aginación sensual y subjetiva que prácticam ente
43
p ierd e toda carga creativa y positiva, transform ándose en
una fantasía lúdica. Este ju eg o de la fantasía está a plena
disposición de los im pulsos imprevisibles del sujeto.
Esa estructura puede llegar a sofisticadas soluciones fo r
males, estéticas, o a com plejos sistemas conceptuales de
pensam iento, pero, a pesar de toda su apariencia de o b
jetividad, u n día puede derrum barse precisam ente p o r su
falta de nexo con la vida. Es u n a con stru cció n postiza.
Tanto una objetividad constituida p o r reglas formales, pero
sólo imaginarias, como una objetividad conceptual, sólo pen
sada, son una objetividad « e n e l a ire» , sin n in gú n nexo
real y objetivo con la vida. A m enudo estas reglas m eto
dológicas llegan a com prom isos con gravosos intereses eco
nóm icos o políticos.
E n sí mismos estos sistemas no d icen nada de la cali
dad de vida, puesto que basta se glorían de ser exclusiva
m ente cuantitativos. T o d o el gran m ovim iento cienticista
y el positivism o em pirista n o van más allá de la m era des
crip ció n de la realidad fenom enológica. Se trata siem pre
de descripciones y constataciones de datos, y éstos n o r
m alm ente som etidos, ordenados según una visión, según
u n a idea que es en realidad sólo una «hipótesis de traba
j o » , o sea, una proyección im aginaria.
Está claro que el producto de este conocim iento sin re
la c ió n co n la vida real no es significativo para la vida n i
necesario a la vida. P or eso, se necesitarán crear m o d e
los de convencim iento y clichés sociales que induzcan a dar
crédito a estas realidades ficticias. Se necesitará elaborar
tod o u n sistema pasional y sensual de in fo rm ació n y de
ed ucación para que los prod uctos y las elaboracion es de
ese co n o cim ien to sean adquiridos, b ie n com o co n viccio
nes subjetivas o com o objetos de verdadero y auténtico co n
sum o. Se p ro d u cirá entonces una refinada m ezcla entre
44
las cosas superfluas, consum istas, y las realm ente útiles
para el hom bre p o rq u e toda esa en orm e cantidad de c o
sas, objetos, ideas, ideologías y convicciones —absoluta
m ente superfluas para la vida— son necesarias para el sis
tema m ism o.
Es verdad que tam bién son m uchos los progresos y las
mejoras en la calidad de vida. Pero precisam ente aquí se
abre el abismo no colm ado entre el con ocim ien to, ju n to
con todo lo que él pro d u ce, y la verdad objetiva de la
vida, incluid a la del hom bre m ism o. La verdad conocida
a m enudo ha sido elaborada subjetivam ente. El sujeto era
el garante de la verdad que proponía. N o se trataba de una
verdad que convencía p o r sí misma sino que lo que im
portaba era el p od er de su presentación, la fuerza con la
que era argumentada y sobre todo el aspecto práctico o sen
sual que debía asumir. E l hom bre m od ern o trata de estar
en el centro del m undo y de realizarse com o su d ueño. Y
lo que ha conseguido es p ro d u cir una form a de ser de la
creación que es pu ra ficció n . E l m undo construido según'
el pensam iento m od ern o es u n m undo cada vez más ex
traño, co n serios daños a la creación, al aire, al agua y so
bre todo al hom bre. Y a hace algunos siglos, en el p e r ío
do entre el racionalism o cartesiano y el idealismo, el h o m
bre razonó según el m odelo de la ficc ió n televisiva que
después ha conseguido realizar también técnicamente. N ues
tra época es u n producto de siglos pasados. Entre el tiem
po presente y esos siglos pasados hay sorprendentes co in ci
dencias y semejanzas. Efectivamente, u n pensamiento com o
proyección conceptual es el precursor de u n m undo com o
ficción, com o elaboración e n el vacío. D e la misma m a
nera que se proyecta una película sobre una pared b la n
ca, así b o y es proyectado el hom bre en un m undo a lien a
do, alejado de la vida.
45
Por tanto, es perfectamente lógica la actitud de los h o m
bres contem poráneos respecto a la vida, al nacim iento, a
los n iñ o s y a los ancianos. Pienso que no es posible re
solver esa cuestión sólo en el cam po m oral. E n su origen
está toda un a epistem ología, u n a visión de la verdad y del
hom bre que se ha revelado com pletam ente abstracta y que
ha p ro d u cid o com o co n trarreacción una ausencia de la
verdad, su eclipse en la cultura contem poránea y u n a c o n
creción pasional, sensual, profundam ente subjetivista. E l
hom bre mismo ha llegado a ser extraño a la vida. Se ha en
cerrado en sus prop ios pensam ientos, am putándose fuera
de la historia, de la m em oria y de la naturaleza.
Cristianos gnósticos
46
como u n p én d ulo, se pasará a asumir u n pensam iento ra
dicalmente opuesto. Si antes ha predom inado el idealismo,
luego le ha tocado el turno al m aterialism o; si antes el le-
galismo, después se ha pasado a una actitud acom odaticia,
y así sucesivamente. La vida real de la Iglesia, o sea de las
personas que form an parte de ella, se alejará inevitablemente
de la ciencia teológica o de las program aciones ideales que
las diversas instituciones eclesiásticas puedan form ular. O
bien se elaborará una teología que trata prácticam ente de
legitim ar la con creción , el m odo de vivir de la gente, si
guiendo la regla de que lo que no se puede practicar no
es ni verdadero n i justo (sin tener en cuenta la im portante
distinción entre hom bre viejo y hom bre nuevo, entre m en
te que hay que p u rifica r y m ente espiritual, sin ten er en
cuenta tam poco la gra cia ...).
Los sacramentos se encon trarán cada vez más expropia
dos de la dinám ica espiritual, de la fuerza vital y transfi-
guradora, cada vez serán más objeto o de grandes especu
laciones conceptuales im aginarias o de sentim entalism os
devocionales igualm ente im aginarios.
A lg u n o s preveían que el fin a l de este planteam ien to
gnóstico-intelectualista iba a ser una violenta reacción sen
tim ental y de absolutización de la sola praxis, y, sin em
bargo, ha desembocado en una nueva gnosis librem ente pa
gana. A sí pues, ya no es una gnosis atea y pro fu n d am en
te su bjetivista, a u n q u e a trin ch e ra d a detrás de la
« c ie n tific id a d » , sino una gnosis que querría ser « r e li
giosa» a su m odo. H oy son cada vez más num erosos los
que afirm an que el neopaganism o establece una relación
religiosa entre el sujeto y el m undo, en la que el m undo
aparece de nuevo con toda su fascinación mística, m iste
riosa, y en la que el hom bre puede nutrirse de una « e s
piritualidad inten sa».
47
E n el ámbito de la fe, el sujeto se ve perdido en su p ro
yecció n religiosa y se en cierra en el m u n d o p síqu ico, con
lo que se está afirm an d o u n espiritualism o p sico ló g ico
(una especie de religiosid ad entre el yo y el m undo psí
quico) que sustituye al tiem po en que la fe significaba la
doctrina, la ortopraxis y vivir u n cierto ascetismo. U n a es
pecie de psicología de lo p ro fu n d o sustituye a u n d eter
m inado espiritualism o ascético y m oralista que a veces se
p o d ía e n co n trar más acentuado en el pasado. E n tod o
caso, estas reacciones no son u n a conquista e n e l o rd en
de la fe y de la espiritualidad sin o que co n tin ú an en ce
rradas d entro de u n sistema gn óstico. A sí pues, hay tres
vías en las que, según el p u n to desde el que se m ira, la
gnosis acaba o em pieza su reco rrid o : el y o -id e a l, el y o -
m undo (sea com o naturaleza, sea com o sociedad) y el y o -
psique.
Este neopaganism o « p o lite ísta » sería una especie de
«m etafísica», de ju stificación del individualism o y del ais
lam iento subjetivo al que se ha llegado.
Y tam bién la verdad se desm enuza en m uchas «verda
des» que corresponden a las exigencias concretas de una
sociedad ecléctica.
¿Q ué valores?
E n el pasado reciente se hablaba m ucho de « crisis de
valores». Es el extravío debido a la pérdida dé las c o o r
denadas culturales que pertenecían a u n m undo totalmente
religioso, un m undo en que to d o estaba u n ificad o e n el
ám bito religioso, en que la religió n era e l punto de re
ferencia para el individuo y para toda la sociedad. A lg u
nos de los valores de este m undo religioso, así com o al
gunas de sus estructuras culturales —aunque sea de m ane
ra aislada— han sobrevivido en la época m oderna.
4$
Y ahora, cuando parece que esto ya se ha acabado, nos
encontram os tam bién —entre otras reacciones— con una
cierta nostalgia. A sí se abren cam ino tendencias fu n d a-
mentalistas o integristas, precisam ente porque m uchos ex
perim entan u n extravío y una fragmentariedad en que todo
parece precario. E ntonces se o frecen posibilidades a un
retorno de verdades fuertes, de lógicas unificantes, de éti
cas tradicionales.
También los valores de la m odernidad y su estructura in
telectual, auténticos sistemas unitivos de la época m o d er
na; han llegado a una fase de dramática transición. Y has
ta los que en este p erío d o histórico, siguiendo su evolu
ción cultural, habían abandonado una visión religiosa en
favor de otras visiones, hoy se encuentran igualm ente des
concertados p o rq u e tam bién sus valores están som etidos a
una profund a crisis, desautorizados p o r los distintos m o
vimientos com únm ente clasificados con el p re fijo « p o st» .
Así pues, parece que nos encontramos en una época en que,
junto a las certezas religiosas que todavía se m antenían en
algunos am bientes, se ha acabado tam bién definitivam en
te la certeza racional de la m odernidad, atributo de la cu l
tura dom inante. Las dos características que parecen irre -
nunciables en este m om ento histórico son la de standard
tecnológico y la de libertad individual, entendida com o
una ilim itada posibilidad de autorrealización y autodeter
m inación del individuo. La libertad, entendida com o vida
según la p ro p ia voluntad, parece ser el aspecto más im
portante en este momento. Respecto a nuestro tema, es inte
resante la afirm ación de u n jo ven que me ha dicho, con
toda su con vicción personal, que p refiere ser estúpido,
pero lihre. C reo que, en la óptica del análisis cualitativo
de lo que hoy pueda significar la verdad, esta expresión es
significativa.
49
E l liberalismo
E n la cultura dom inante de hoy la libertad se p o n e p re-
ponderan tem ente en el ám bito de u n clima, de u n esta
do de ánim o que p o d ría denom inarse « lib e ra lism o » . N o
entiendo aquí el liberalism o en el sentido histórico de las
doctrinas políticas y económ icas, sino propiam ente com o
el estado de ánim o que ha hecho de la libertad u n íd o lo ,
u n ifica n d o bajo este estandarte los diversos significados
del liberalism o. Ese estado de ánim o liberal a ultranza se
ha creado co n la derrota de las acepciones com unes de
verdad, de b ien com ún y de trad ición , y ha nacido com o
espacio de evasión de la verdad una y absoluta, o sea, co n
tra toda ideología. Vemos que ese liberalismo ha tenido gran
aceptación en todas partes dond e hasta ahora estaban en
vigor sistemas y certezas indiscutibles. Pero, poco a po co ,
se revela no com o una anti-ideología, sino más b ie n com o
una nueva ideología. « N u eva» p o r el m odo com o se p re
senta y «nueva» tam bién p o rq u e no pon e delante la es
tructura ideal, conceptual, sino la pasional de la id e o lo
gía. En efecto, toda ideología tiene un sistema de conceptos
y una d im ensión más subcutánea de carga pasional que
apoya y sostiene el aparato ideológico co n una represen
tación im aginaria que provoca el deseo. Y el liberalism o
ha hecho palanca sobre esta d im ensión pasional que tra
baja más a través de lo im aginario, logrando d erro tar al
m undo de los ideologías porqu e obra según lo im agina
rio y no en base a razonamientos y conceptos. El liberalismo
crea un a realidad im aginaria que sirve de fo n d o tam bién
a la m entalidad y a la estructura de pensam iento. P o r eso,
p orque se presenta com o u n a an ti-id eología, es aceptado
más fácilm ente.
Pero el liberalism o camina al m ism o tiem po sobre dos
líneas paralelas. U na es el subjetivismo puro. La otra se basa
50
en la necesidad de una pertenencia. El liberalism o crea un
m undo im aginario de deseos y nos lo presenta haciendo
que nos sintamos co-p artícip es en su creación. E l p r o
ducto propuesto se hace desear y escoger, pero en reali
dad no existe esa diferencia entre las ofertas. La globali-
zación económ ica y financiera es la red que está detrás de
cualquier o p ció n que u n individuo haga.
El liberalism o (considerado com o fenóm eno, sin entrar
en matizaciones precisas) puede presentarse com o una ex
traordinaria ocasión para u n re des cubrim iento de valores,
puesto que sólo los valores vividos con plena conciencia p er
sonal son los que, en este contexto, no se corrom p en .
Todo lo que no es plenam ente fruto de una adhesión p e r
sonal va desapareciendo poco a poco bajo la presión de las
múltiples y seductoras ofertas. G uando está oprim id o , el
hombre se siente más em pujado a resistir al veneno que le
oprime, le resulta más fácil identificar de dónd e viene la
muerte. Pero el liberalism o no provoca opresión. Es com o
un tiem po sin viento, o com o cuando cae la niebla y en
ella b rillan muchas luces y no se sabe con precisión qué
es lo que viene y de dónd e viene.
E l liberalism o envuelve al hom bre entre algodones y,
sin embargo, el hom bre puede andar sólo en virtud de una
opción personal, de una lucidez y voluntad de reaccionar,
viviendo las valores auténticos frente a los sucedáneos y la
realidad fren te a lo im a gin a rio . E l liberalism o no hace
ninguna p resión aparentem ente sobre la persona. A l c o n
trario, crea u n espacio agradable y placentero en torn o a
ella. A sí n o se siente ninguna necesidad de oponerse, sino
sim plem ente de abandonarse.
A u n así, el liberalism o puede ser providencial para n o
sotros los cristianos porque, aun cuando sea de u n m odo
equivocado —p o r unilateral e id o lá trico -, afirm a la lib e r-
5i
tad. Nos obliga a reflexionar teológicamente sobre la libertad
y a salir al encuen tro del hom bre de hoy, tan sensible a
este aspecto, testim oniando la libertad com o d im ensión
del am or relacional y m ostrando su verdadero significado.
Por tanto, en la actual crisis de valores se puede ver un
m om ento providencial. Podem os hablar efectivam ente de
crisis de valores p ero tam bién de lib eración de los estere
otipos, de las camisas de fuerza y de una especie de fa ri
seísmo biem pensante. Es el m om ento del análisis, del exa
m en de conciencia, de la recuperación de la identidad.
E sperem os que el h o m b re co n tem p o rán eo sea lo su fi
cientem ente sobrio com o para no d ecidir una p olítica de
mano dura, u n neototalitarismo de derechas o de izquierdas
com o vía más fácil, m enos exigente. Es u n m om ento ex
cepcional que permite al hombre emerger en su verdad. Hoy
se nos ofrece la extraordinaria posibilidad de regenerar la
cultura con valores y significados de nuevo vitales, aun
cuando puedan ser valores de siempre. En todo caso, la luz
proyectada sobre ellos sería nueva y su reapropiación ten
d ría u n sabor com pletam ente nuevo: aquí estaría la gran
ocasión de crecim iento de la hum anidad. Se trata de des
cu b rir los valores que em ergen en la verdad de la vida.
L a pérdida de los puntos de referencia, de las co ord e
nadas estables, u n extravío general com porta tam bién la in
terru p ció n de la com unicación y de la com prensión re cí
procas. Es una situación que podría compararse con u n es
p ejo ro to , en el que cada u n o se ve en cada trozo pero no
totalm ente, p orque no se tiene una percepción del cuadro
global, del con ju n to. Los valores se han eclipsado bajo la
p resión centrífuga del cam bio cultural. Bajo el subjetivis
m o autoafirm ativo se ha hecho pedazos aquel m undo co n
vencionalm ente concertado y consolidado.
52
El gran reto de la verdad
Todo este excursus nos lleva a ver la necesidad de sal
var el cam ino del hom bre. Subrayo intencionadam ente el
aspecto negativo de la m o d ern id ad p o rq u e desearía que
no fuésemos miopes e hiciésemos una lista de las cosas b u e
nas y negativas (cf. De la experiencia a la sabiduría, PP G ,
M adrid 1999, pp . I 9 ~35 )- Se p o d ría hacer enseguida una
lista de las adquisiciones positivas de la m odern idad: el
desarrollo de la au tocon cien cia del sujeto, la afirm ació n
de la libertad person al, del plu ralism o y de la d em o cra
cia, el progreso de la técnica y de la m ed icina, co n q u is
tas todas ellas gracias a las cuales el h o m b re vive m ucho
m ejor que en el pasado. Pero esto sería u n en fo q u e sim
plista, porque se da p o r descontado que es así. E n m i re
flexión qu iero hacer ver que los indudables avances c o n
seguidos en la época m o d e rn a so n aspectos parciales,
m ientras que la d irecció n tom ada no va globalm ente en
la d irecció n del h om b re. E n realidad, estamos lanzados
en la órbita del vacío, de lo im aginario. Pero, a pesar del
declive del re co rrid o , a pesar de que las señales sean de
un cam ino hacia la destrucción, em pujados p o r u n a te n
dencia m uy u n ilateral, a pesar de todo ello , se va hacia
un nuevo en cu en tro co n la verdad. E fectivam ente, si re
conocem os que la verdad es u n a Persona, se abren p ers
pectivas im previsibles para u n cam ino que parece m arca
do p o r u n a m archa negativa. E n todo caso, no se puede
olvidar que para C risto tod o escenario de la h istoria es
lugar de revelación del am or, com o lo ha sido la cru c i
fixión.
H oy se trata de encon trar en todo el recorrid o m o d er
no el gran sentido, el sentido que llena de inm ortalidad
la vida y la actividad del hom bre. Hay que ayudar a ver la
m odernidad a la luz de la verdad. Se trata de ver la h is
53
toria m oderna com o el salmista, que lee la historia de Is
rael en clave sapiencial. Se trata de hacer una lectura es
piritual de toda la creatividad hum ana de la época m oderna
y, en base a esa lectura, recom p on er los resultados de las
ciencias, de los con ocim ien tos, en un a verdad su p erio r
que se inclina hum ildem ente para acoger lo que se ha cre
ado en estos siglos. Y hay que acom pañar al ho m bre a re -
visitar todo lo que ha hecho, para llegar a esa hum ildad que
renuncia a la autoafirm ación y, al m ism o tiem po, n o d e
sespera en las terribles hum illaciones que ha vivido y vive
e n la m odernidad. N uestro reto es hacer que se en cu en
tren las verdades secas, imaginarias, conceptualistas y d e n
tistas co n la verdad viva y eficaz.
L a búsqueda típica de la época m oderna realizada en la
autonom ía de cada sector, desentendiéndose de u n e n fo
que global, se ha acabado, y ha llegado al punto de e n
contrarse de nuevo con el co n ju n to para una nueva sín
tesis, superior. Igualm ente, la com prensión religiosa de la
verdad ha llegado a la m adurez de renunciar a su d o m i
nio absolutizador. Los conocim ientos, las ciencias, que en
la m odernidad se han rebelado contra la tiranía de la re
lig ió n cristiana de siglos pasados, hoy están m ucho más
dispuestas a co n tribu ir a u n conocim ien to más integral y
superior, y sienten su necesidad. E l con ocim ien to espiri
tual y teológico, apartado, ridiculizado y rechazado, hoy ad
m ite a los otros conocim ien tos y está dispuesto a in c lu ir
los en una conciencia de co m u n ió n siguiendo el p rin c i
pio de la libertad y de la libre adhesión.
Es el m om ento favorable para una luz nueva sobre las
ciencias y sobre el conocim ien to espiritual y teológico. A
nosotros corresponde n o dar espacio a las nostalgias y re
to rn o s al pasado. Es nuestra la tarea de u n a búsqueda h u
m ilde y de u n diálogo paciente. Pero el diálogo debe aban
54
donar los fundam entos cientificistas y conceptualistas p o r
que ésta es precisamente la novedad que nos desafía. El diá
logo debe hacerse a niveles nuevos, vivos, n o sólo pensa
dos, sino d en tro del organism o vivo, para no dañar de
nuevo a la vida. Y es en ese ám bito donde tienen que d e
sarrollarse tam bién las norm as ju ríd icas de la convivencia
de las ciencias y de los conocim ientos, y sobre todo de las
nuevas m entalidades. E l desafío de hoy es la co m u n ió n de
las m entalidades, que hay que buscar e n las relaciones in -
55
Cansados de la atom ización y de la fragm entación o cu l
tas detrás de todo lo im aginario y de los esquemas prim ero
construidos y después dem olidos, detrás de tantas teorías
p rim ero demostradas com o verdaderas y después desen
mascaradas en su falsedad, nos preguntam os si es posible
la existencia de u n a sola verdad. Si d ifícil es vivir en este
caos de exclusivismos, autoafirm aciones y etnocentrism os
narcisistas, resulta tam bién tem ible para el hom bre c o n
tem poráneo pensar que existe una verdad única y absolu
ta. Incluso se ha elaborado u n concepto de tolerancia para
d efend er y legitim ar el p ro p io m undo, el p ro p io espacio,
p ero ten ien d o com o fo n d o u n relativism o despiadado.
Cuando Pilato preguntó a Cristo « ¿ Q u é es la verd ad?»,
no experim entaba esa angustia respecto a la verdad porque
su im p erio y su ejército n o dejaban ver todavía las grietas
del sistema. Pero hoy el hom bre ha experim entado el .e n
gaño de los sistemas y de las ideologías. Y la pregunta so
bre qué es lo que perm anece, si es que algo perm anece,
es un a pregunta que sacude tan existencialm ente a n ues
tro tiem po que es posible que el hom bre se decida p o r otro
orden político y social, y hasta religioso, sólo por evitar una
indagación sobre la verdad que parta del reconocim iento
de la vida, para no encontrarse co n la nada detrás de los
sistemas im aginarios.
II. P A R A A C O G E R L A V E R D A D
Aletheia
56
bo significa perd er la m em oria, olvidar. Detrás de esos
térm inos se oculta u n antiquísim o m odo de entender la
muerte, concebida como u n retorno al olvido, al estado os
curo de n o conciencia de sí m ism o. Esta visión en cu en
tra su eco en la im agen sim bólica de la m uerte rep resen
tada p o r las sombras que beben e l agua del río subterrá
neo del olvido, el L ete. Meta léthes quiere decir « e n el
olvid o» . P or tanto, la verdad es lo contrario del olvido,
lo que no se consum e con el tiem po, lo que n o m uere,
lo que no se sum erge en las aguas del Lete. La verdad es
lo que se recuerda, lo que perm anece descubierto, visible,
lo que es posible revisitar. La verdad es, p o r tanto, la d e
rrota del gran enem igo que es la m uerte, identificada co n
el olvido. E l olvido está cond icion ad o p o r el tiem po, y el
tiempo Hace sentir el fin , la m uerte.
A pesar de que el K r ó n o s -tiem po gobierna tan trági
camente y devora a sus propios hijos, es continuamente des
mentido en el hom bre p o r una exigencia m etatem poral, o
sea, por una exigencia que libre a las secuencias vividas en
el tiem po de la trágica ley del olvido y de la desaparición.
Existe tam bién el reverso, que demuestra que el chrónos,
si no está abierto a la aletheia, a lo no olvidado, sigue
siendo an tropófago.
La verdad en los griegos se puede entend er com o algo
que se recordaba continuam ente, puesto siem pre a la vis
ta, nunca sepultado, algo que vence al tiem po, que no
pasa, que, al escapar del olvido, se puede descubrir y c o n
templar. A sí pues, la verdad es « la eterna m em o ria» , el
«m em orial p e re n n e » . Por tanto, para los griegos, la co
lumna de la verdad es la m em oria. Pero el recuerdo p e
renne pertenece al m undo divino, sobrenatural; la re a li
dad hum ana, según algunas corrientes del pensam iento
griego, es el reino de la som bra y puede llegar a adquirir
57
solamente «opinion es». La memoria, Mnemosíne, es la ma
dre de las Musas, de las actividades espirituales, de las cre
aciones artísticas. Por tanto, lo que es verdad en la tierra
son las inspiraciones, las creaciones, las ideas eternas de los
filósofos, artistas y poetas, que participan en cierto m odo
de la verdad divina.
La verdad que realm ente perm anece pertenece al m u n
do de los dioses. A l m undo de los hom bres pertenecen,
sin em bargo, los rayos de luz que consiguen « co n te n e r»
en este m undo de la opinión fragmentos de verdad que ha
cen de m ojones indicativos. Percibim os así dos elem entos
muy im portantes para el pensam iento contem porán eo; la
verdad com o m em oria, com o lo que perm anece, y la ac
cesibilidad p o r parte del hom bre a lo que perm anece, o
sea, a la verdad. Respecto a esta accesibilidad, qu iero su
brayar el significado de la in spiración , d el reco rrid o ar
tístico. Es una form a de interrogarnos sobre en qué co n
siste lo que perm anece y cuál es la relación entre la ver
dad y la historia, los hom bres.
Vem os que, al in terio r de la aletheia, se está abriendo
una dim ensión —la de la «eterna m em oria»— que quizá en
los últim os siglos no ha estado tan presente. L a corriente
aristotélica y, sobre todo, las de Descartes y K an t de des
pués han puesto más de relieve la dim ensión ideal de la ver
dad y, p o r consiguiente, su aspecto conceptual.
V eritas
Para seguir acercándonos más a lo que perm anece y es
verdadero, podem os exam inar la raíz latina de la verdad:
var. La misma raíz se encuentra en alemán, en wáhren, con
servar, preservar, en wehren, p ro h ib ir o ser fuertes, y en
wahre y wahrheit, verdadero, verdad. Se em pieza a en tre
ver u n significado de la verdad com o algo grande, de d i-
58
fícil acceso. L a misma raíz ha dado en ruso vera (fe) y ve
r tí’ (creer). A sí pues, la atención em pieza a desplazarse
decididamente a la vertiente religiosa. Resalta aun más esta
dim ensión si la exam inam os en la acepción que tenía en
sánscrito, vratam, acción sagrada, voto.
E n latín, la misma raíz var ha p rod ucid o la palabra ve-
reor (venerar, p e ro tam bién tener m iedo). A parece aquí
el sentido del tem or místico de quien se acerca a lo sagrado,
una especie de tem or ante algo inm enso, com o si lo que
impulsa al hom bre a venerar fuese al mismo tiem po p ro h i
bido; o sea, sacro. Reverendus es la persona a la que hay
que tratar con respeto; verecundus significa púd ico, m o
desto, pero tam bién terrible. Verus es lo que está p ro te
gido, que es tabú y rem ite al ám bito del culto. Después,
bajo este aspecto de lo protegido, lo intocable, el co n te
nido ha pasado a asum ir, p o r u n deslizam iento sem ánti
co, una fuerte connotación jurídica, o sea, la verdad es lle
vada por la colum na que es el derecho. Esta dim ensión fi-
losófico-jurídica es también la dim ensión que habitualmente
podem os en con trar en el m undo rom ano y en el que se
deriva de él y recibe su in fluen cia. Todavía h oy la socie
dad civil se basa en esta interp retación . Pero nosotros va
mos a detenernos aquí y a seguir la dim ensión subrayada
hasta ahora, que, e n todo caso, n o se contrapone al sig
nificado convencional. Incluso el aspecto subrayado p o r
nosotros se mantiene jun to al significado acostumbrado, para
dar a este concepto más convencional una «nueva» luz que
quizá era la de los orígenes. A sí se intuye una visión más
completa de la verdad que, quizá debido e n gran parte a
su desarrollo histórico, corre el riesgo de ser reducida a
una visión unilateral filo só fico -ju ríd ica .
Hay algo en la verdad que suscitaba en el hom bre un res
peto, incluso una ven eració n . Para referirse a algo tan
59
grande que va más allá de los tiem pos y de las genera
ciones, el hom bre tiene que recordar la verdad. P or eso,
la verdad es la m em oria misma. La m em oria es un a rea
lidad viva y rem ite a u n organism o vivo, n o sólo a aque
llos en los que la m em oria hace presente el recuerdo, sino
a la m em oria misma, o sea, a la verdad misma. Si, com o
hem os visto tanto en la term in ología latina com o en el
sánscrito, aparece el m undo religioso, cultual, se ve que lo
que se venera en la acción sacra n o está m uerto. A q u í p o
d ría tam bién ilu m in arn os la a n tro p o lo g ía cultural, que
nos enseña que, en los ritos sagrados que se celebran en
las distintas realidades culturales con ocasión de la m u er
te, se deja entrever una continuidad, aunque sea en m il fo r
mas posibles; se trata, p o r tanto, de una acción que e n su
núcleo tiene la vida. Podem os ahora avanzar siguiendo esta
estela y ver cóm o entender en realidad esta m em oria, que
en definitiva es lo que perm anece y que, p orque p erm a
nece, es tan grande que suscita veneración.
A m én
6o
ligro, y de aquí deriva el significado de « fie l» .
Es u n sentido que encontram os tam bién en el A p o c a
lipsis: Esto dice el A m én , el testigo fie l y veraz (3>I 41) - Lo
que es fiel, fided ign o, perm anece y es sólido. E l hom bre
experim enta que el ú n ico que perm anece de veras y da
testim onio de su perm anencia es D ios. D io s m antiene p o r
siem pre su fidelidad (Sal 14.6,6). Israel no conocía to d a
vía el rostro de D ios, n o conocía todavía la verdad, pero
experim entó en la p ro p ia historia la fidelidad de la Pala
bra y de la prom esa. L a vida misma con su historia ha
demostrado al pueblo que el hom bre no está solo, aisla
do, abandonado, sino que hay un a realidad que perm anece
siempre, que precisam ente p o r eso se distingue de todo el
resto y que p o r m edio de los hom bres elegidos —los p a
triarcas y profetas— se interesa p o r el destino d el hom bre.
Ser fiel es el prim er rasgo del rostro de lo que es sólido
y perm anece p o r siem pre.
La experiencia hebrea parte del cam ino de u n p u eb lo ,
de una llam ada que hace levantarse y ponerse en c a m in o .'
Por eso se com prende muy b ien que su co n trib u ció n a la
búsqueda de la verdad sea la de iden tificar decididam en
te lo sólido con el que es fiel. La fidelidad se experim en
tará en la Palabra. Señor, tu palabra es eterna, más esta
ble que el cielo (Sal 119,89)- Israel experim enta, desde el
principio de su historia, que la Palabra del Señor es la ver
dad. Sí, m i D io s y Señor, tú eres D ios, y tus palabras son
verdaderas (2 Sm 7 ,2 8 ). Y tu palabra se funda en la ver
dad (Sal 119 ,16 0 ). P o r eso tu palabra es la verdad (Jn
17,17)- Esa certeza ha m adurado en el ho m bre una d i
m ensión religiosa tan grande que el hom bre se siente re
generado p o r la Palabra. Nace así una relación com pleta
mente personal con este D ios de la Palabra. Habéis vuel
to a nacer, n o de una semilla mortal, sino de una inmortal;
Gi
a través de la palabra viva y eterna de D io s (i Pe 1 , 2 3 )- La
gran co n trib u ció n de Israel es, p o r tanto, la de id e n tifi
car la verdad co n la realidad religiosa, prevaleciendo en lo
religioso el carácter personal: el Fiel es sólo D io s, el Se
ñ o r, que es u n a realidad personal. Para los hebreos lo só
lid o , lo eterno, lo indestructible, es co n o cid o p o r la fi
delidad a ellos, a su historia. Y lo con trario, lo que aca
rrea la inestabilidad y la desgracia, es la desobediencia a esa
verdad: N o hem os obedecido tu verdad (D n 9 ,13 ). Es una
a p o rtació n extraordinaria: p o r la experiencia h ebrea se
descubre que la verdad es absolutam ente inaccesible p o r
que se identifica con el rostro mismo de Dios, que, sin em
bargo, el hom bre con oce p o r la p ro p ia historia.- Todas las
obras de D io s son verdad (D n 4>3 4 )- D ios es grande, in
corruptible, pero lo es en su fidelidad. Los hebreos a p o r
tan la dim ensión relacional y personal en la búsqueda de
la verdad. Hay u n inmenso abismo entre el Fiel —el Señor—
y la historia, su p u eb lo . Pero existe u n puente. E l h o m
bre y D ios son interlocutores. D io s hace un a alianza con
los hom bres y en esta alianza el hom bre experim enta la fi
delidad y veracidad de D ios que perm anece p o r los siglos
de los siglos. Y es un D io s de vivos, de todos los que se
fían de su fidelidad, de los patriarcas, de A braham , Isaac
y Jacob. Establecí una alianza con vuestros antepasados (Jr
3 4 ,13 ). La alianza, expresión cuasijurídica-social de la re
la ció n del Fiel, logra u n ir dos realidades abism alm ente
antónimas: la verdad del Señor y la vulnerabilidad de la his
to ria y de los m ism os hom bres. La alianza es, al mismo
tiem po, u n ám bito de la m em oria y de la experiencia de
lá fidelidad. [ ...] m e acordaré de la alianza eterna (G n
9 ,16 ). E n efecto, en la B iblia se dice m ucho de la fid e li
dad de D io s a su alianza, p ero se escribe tam bién m ucho
sobre la infidelidad del hom bre a esa misma afianza. R o m
62
p ieron su alianza (2 Re 18 ,15). A u n q u e el hom bre sea u n
ser metido en todo lo que la historia y el pecado com portan
en el contexto veterotestam entario, tien e u n acceso al c o
nocim iento del Señor, o sea, de la verdad, gracias a la re
lación fiel que el Señor establece con los hombres mediante
su Palabra y sus p rod igios. E n u n a relación de esa solidez
y fidelidad, el hom bre experimenta que realmente hay U n o
que perm anece siem pre. ¿Acaso olvida una m ujer a su
h ijo, y n o se apiada del fruto de sus entrañas? Pues a u n
que ella se olvide, yo n o te olvidaré (Is 49»!5)- P ° r eso,
amen significa « m i palabra es firm e» . « E n verdad», A m en
«así debe ser» , A m en «así sea». A sí es la palabra de D ios.
Es la verdad que inspira confianza. E l cielo y la tierra p a
sarán, p ero m is palabras n o pasarán (M t 2 4 . 35 )- E l cielo
y la tierra están fundados sobre el A m en, sobre el Fiel. Por
eso, ese fundam ento perm anece p o r siem pre. Los cielos y
la tierra pued en pasar, p ero su fundam ento, e l R e í, la
Palabra fiel, perm anece p o r siem pre. D ios mism o es, p o r '
tanto, A m en , fuerte, seguro, fiable y leal (Is 6 5 ,16 ). Por
tanto, tam bién en los hebreos la verdad, 'emet, se ha am
pliado a « ju sto » , « d ign o de confianza», «ju sticia» . Es la
justicia del Fiel la que hace de puente, que recoge al in
fiel, y p o r eso el amén con que glorificam os a D ios lo
decimos p o r m edio de él (2 C o r I,2 o ).
A sí pues, en la trad ición hebrea se abre para el h o m
bre una interesante vía com o posibilidad del co n o cim ien
to de la verdad. Gracias al carácter personal de la verdad,
gracias a su dim ensión relaciona! interpersonal, que es su
fidelidad y su justicia, el hom bre puede entrar en relación
con la verdad. El hom bre se ve alcanzado p o r la verdad por
m edio de la justicia de la m ism a verdad, o sea, p o r m e
dio de la fidelidad del Señor.
63
latina, la verd ad resp ira
A h o ra se está abriendo paso la pista de que lo que p e r
m anece, la m em oria perenne que se abre en la esfera re
ligiosa de la veneración, es una realidad personal caracte
rizada p o r la relacionalidad, o sea, p o r la fidelidad. L o que
perm anece es el que es fiel. Es más fiel que el m undo, más
seguro que el cielo y más fundado que la tierra.
Vam os a entrar ahora en el m undo de los pueblos es
lavos para ver qué es lo que, en los inicios de su historia
y de su cultura, yacía detrás de los velos de la verdad ha
cia la cual d irigían sus miradas y en la cual se inspiraban.
La verdad era llam ada istina. latina proviene de la raíz
est’. E st-e-stv -o quiere d ecir existir. E n polaco, istota es
lo que existe. E n ruso istina adquiere u n carácter más vi
tal todavía. Existir quiere decir vivir; p o r tanto istina re
cuerda todo u n territorio interior del existir en sentido o n -
tológico y vital.
Ese fo n d o de la vida que evoca la istina p ro n u n ciad a se
com prende si se ve de dónd e proviene. D eriva de una raíz
todavía más antigua, es, que en sánscrito es as (asmi: soy,
asti: es). E n el eslavo eclesiástico, la prim era persona del
verbo ser se decía esmi, que en griego es eim í (esm í) y en
latín (e)sum. E n latín tam bién, la tercera persona del p re
sente de indicativo del verbo ser es est, e n alem án ist. El
significado prim ario de la palabra es, o sea as, es respirar.
E ntre los antiguos eslavos la verdad evocaba el vivir, la
vida, el respiro. L o que perm anece debe ser vivo y d e fi
nitivamente arrancado a la muerte. La verdad es verdad p o r
que respira y el hom bre sabe, p o r la fid elid ad de ese res
p iro , que la verdad existe y existirá, y que no llegará el día
en que una generación no sienta ya más su soplo, no lle
gará el m om ento e n que ella m uera. E n eslavo hay toda
vía otro significado que refuerza la intuición que hem os se
64
ñalado. Istina evoca isti, que quiere d ecir « e l m ism o » , o
sea, el que n o cambia n i desmaya. Esto sería el engaño, la
mentira de la verdad: fin g ir ser, vivir y respirar. La m e n
tira necesita presentarse con una fuerza que impresione, con
una grandeza que asombre. La m entira es im ponente p o r
que sabe que no existe realmente. La mentira tiene que con
vencer p orque sabe que no perm anecerá. T ie n e que h a
cer m ucho ru id o , moverse m ucho, tiene que presentarse
toda brillante, porque de hecho no vive, está m uerta. Por
eso, usa m étodos constrictivos, aplastantes, de soberbia y
jactancia, sabiendo que sin esta ostentación exterior no
atraería a nadie, porqu e nadie se enam ora de la nada, del
vacío, de lo que está m uerto.
L a verdad es u n a m o r lib r e
¿Q u é puede haber que sea tan sólido, tan fiel com o para
perm anecer siempre, eternam ente, suscitando una venera
ción, abrazando los abismos de las autonom ías, y perm a
necer siempre viviente, hacer sentir siem pre su cálido res
piro? ¿ Q u é puede ser vital sin tener nada de violento, de
rígido, de prepotente, de dom inante, puesto que todo esto
constituye la m entira, la apariencia?
¿ Q u é puede haber que sea más fuerte que las a n to n i-
mias, más fuerte que las contraposiciones? ¿ Q u é es lo que
puede colm ar las distancias de todo lo existente sin ser, al
mismo tiem po, una totalidad aplastante que dom ina con
un régim en de fuerza?
La respuesta viene casi sola de distintas partes, de dis
tintas épocas, de las diversas experiencias de la historia y
de los pueblos, com o hem os visto en los griegos, h ebre
os, latinos y eslavos, y emerge también de la experiencia per
sonal del p ro p io ho m bre en su vivir co n creto . La res
puesta es un encuen tro entre lo revelado y lo constatado,
65
lo alcanzado. La realidad que no m uere, que no se ro m
pe, que perm anece p o r siem pre, es la u n ió n lib re de las
personas que se am an. Sólo la u n id ad de las personas
com pletam ente libres y totalm ente entregadas en am or de
la una a la otra garantiza la indestructibilidad. Las perso
nas librem ente entregadas la una a la otra participan de la
verdad, o sea, están inmersas en lo que perm anece, que es
fiel, libre y no m uere nunca. E n este sentido podem os
decir tam bién «soy la verdad».
66
tión de la u nid ad la que a su vez se convierte a m enudo
en vio len cia sobre la vida. ¿ C ó m o hacer la u n id ad sin
atropellos y m utilaciones? La opresión que a veces produce
un determ inado m od o de entender la unid ad llega a ser
causa de rebelión , de autoafirm ación de la individualidad.
Es demasiado fácil pensar en una unidad que es fu n d a
m entalm ente m onos, toda de una pieza. La historia de la
hum anidad nos enseña que todas las civilizaciones que han
hecho referencia al m onos, al uno, antes o después se han
deshecho en migajas bajo las fuerzas centrífugas de una
conflictividad anárquica o se han fosilizado bajo una tira
nía absolutista que sofocaba el p rin cip io vital. T odo p a re
ce in d icar que el p rin c ip io vital no puede pasar sin el
uno. G om o si de otra manera n i tan siquiera fuese p en -
sable la vida. Pero existe la necesidad de que sea supera
do el m ism o m onos, el u n o.
Por otra parte, vemos que en la historia de la h u m an i
dad tam bién las civilizaciones que han tom ado com o re
ferencia existencial el p olú s, tarde o tem prano se han e n
contrado en una situación de inm ovilidad a causa de la d i
versidad p re d o m in a n te o b ie n h a n sid o o b je to de
im posiciones dictatoriales consideradas «necesarias» para
poder gobernar y hacer que discurra la vida social. Eso quie
re decir que tam bién u n a sociedad, una estructura p olús,
de m uchos, es una necesidad para el p rin cip io vital. Pero
de nuevo vemos que ese p rin cip io sólo llega a ser auto-
destructivo. M onos y p olús: ésa es la tensión del pensamiento
y de la búsqueda de la hum anidad. Parece una tensión
básica, fuera de la cual no se puede andar. Pero hay to
davía otra tensión que, cruzándose con ésta, crea las co
ordenadas fundamentales. Surge para el hom bre la pregunta
de si la so lu ció n entre u n o y m uchos debe realizarse so
bre una base filo só fico -id ea l y so ció -ju ríd ica o bien sobre
61
u n a concreción cósmica y personal. Si se busca la solución
sobre u n fo n d o filosó fico -id eal, ya hem os visto que se ale
ja de la vida y, al no tenerla en cuenta de m anera expe
riencia!, tarde o tem prano la vida se hace estéril o in clu
so se revuelve contra el h om bre. U n resultado parecido
tiene tam bién la solución ju ríd ico -so cia l. Supone u n fu n
dam ento demasiado estrecho que no consigue garantizar la
vida sin cortar algunas de sus form as que considera p e li
grosas. N inguna de las dos soluciones consigue superar la
clásica dificultad entre el pensam iento y la libertad antó-
nim a de la vida.
Si tom am os com o referen cia existencial una realidad
concreta com o la tierra, el lugar, la sangre, nace una exal
tación de la estirpe que explica p o r sí sola la in su ficien
cia de ese fundam ento com o solu ción de la tensión entre
el u n o y los m uchos. E n definitiva, inm ediatam ente des
pués de la caída del Edén, el hom bre descubre que hay una
tierra que cultivar y m uchos hom bres.
Si, en vez de reco n o cer la existencia de más tierras, u n
individuo se pon e com o fundam ento de la unidad, es in e
vitable el m artirio o el gen ocid io bajo las diversas form as
de fanatism o y de sacrificios, injustificados e insensatos.
G om o la vida existe, eso quiere decir que hay tam bién
u n p rin cip io que afirm a lo uno afirm ando muchos, todos,
todo lo existente. Hay un principio que afirma m uchos afir
mando lo u n o. Y esta afirm ación de los dos principios debe
ser u n p rin cip io ú n ico , com pletam ente libre, basado p u
ram ente en una lib re adhesión, p o rq u e sólo ésta es la ga
rantía de que n o habrá nada que sea violado, abandona
do n i descuidado. Se trata de una realidad puram ente p er
sonal, pero en sentido absoluto, es decir, de la Persona que
acoge y afirm a a todos sin exclusión y que no se acaba en
esta afirm ación. Para afirm ar al otro hay que negarse a sí
68
m ism o. S i n o , la única vía de salida es llegar a u n c o m
prom iso, que la historia se ha encargado siem pre de re
velarlo insuficiente. El com prom iso puede durar sólo un
breve p erío d o .
N orm alm ente, co n la nueva era, la naturaleza misma
traspasa los lím ites de la precedente, y la siguiente gen e
ración hum ana cambia los térm inos del com prom iso que
la generación precedente ha establecido con los otros.
69
eternam ente p erm an ecen tres y u n o . R esplandece así la
Santísima T rinidad en todo su esplendor de verdad. Y esta
u n id ad de am o r person al es tam bién u n am or p erfecta
m ente objetivo. N o hay sólo u n « y o » y u n « tú » , sino
tam bién u n « te r c e r o » . Ya san A g u stín hablaba del o b
je tiv o del am or re firién d o se a la p erso n a del E sp íritu
Santo.
El principio agápico se realiza p o r excelencia en una Per
sona, Jesucristo, en la cual p o r el am or se u n en la h u
m anidad y la divinidad. E n la hum anidad y en la d ivin i
dad de C risto se abre la posibilidad de la subsistencia de
la hum anidad creada con la divinidad. En É l el p rin cip io
agápico es unidad de lo creado y lo eterno. La D ivin o h u -
m anidad es, p o r tanto, una realidad del ágape que supe
ra todo conocim ien to. Ya no se trata de u n co n o cim ien
to externo de la verdad y del ágape, sino de una p artici
p ació n en el E tern o, en lo que perm anece, un a u n ió n
personal de toda la hum anidad con Dios. Así la verdad mis
ma, o sea la T rin id ad , p o r su am or eterno, p o r m ed io de
una Persona eterna de la misma T rinid ad, n o sólo hace de
puente con la hum anidad sino que incluso realiza co n ella
u n a u n ió n hipostática. La D ivinoh um anidad de la segun
da Persona de la Santísim a T rin id ad contiene el m isterio
fascinante de la m odalidad de la revelación de la verdad,
o sea el m odo agápico, el m odo de la m uerte y de la re
surrección. Pero, al m ism o tiem po, la tercera Persona de
la Santísim a T rin id ad tiene las claves de acceso a los m is
terios. Y es la d im ensión del E spíritu la que nos es par
ticipada p o r la gracia y nos hace de p rin cip io de conna
turalidad, para que en la D ivinohum anidad del H ijo se
pueda reconocer a toda la H um anidad. E n las Personas di
vinas subsiste la idea de la verdad, idea empapada de vida,
de vida personal, del am or interpersonal. E n esta idea es-
70
tán entretejidas las categorías para una inteligencia de la ver
dad. En la segunda Persona, en C risto, reposan las cate
gorías de la verdad que a nosotros se nos com unica com o
fundam ento de todo lo existente y com o aquel en el que
todo subsiste. U na epistem ología que quiera presentarse
como verdaderam ente renovada tiene que ser una episte
m ología trinitaria y cristológica, teniendo bien claro que
es la tercera Persona la que abre los m isterios de la v e r
dad en C risto y, p o r E l, en la Santísim a T rin id ad . Pero
todo conocim ien to de la verdad será siem pre sólo p a rti
cipado. N osotros podem os co n o cer la verdad de m od o
análogo a com o, en la N ueva Jerusalén , vivirem os con
D ios, o sea, estaremos en D ios, gozarem os e l am or de sus
relaciones interpersonales, aunque abora la Santísima T r i
nidad quede todavía más allá de las m urallas de la C iud ad
Santa.
C o n c lu s ió n
7i
R ecordando la situación descrita más arriba respecto al
fin al de la m odernidad, en que se p rod uce una fragm en
tación, u n a gran sensibilidad del individuo p o r sí m ism o
y una autoafirm ación subjetiva, podem os ver en seguida que
los dogmas principales de nuestra fe con gen ian con las
expectativas actuales. Efectivam ente, afirm ar el p rin cip io
de la libertad en el am or com o p rin cip io de la verdad p a
rece una solución revolucionaria.
A sí, la epistem ología ya n o form aría parte de u n a cu l
tura de sólo ideas sino que sería una cultura sobre todo
de relaciones en las que las ideas reciben cuerpos de vida.
Sería un a epistem ología que trabaja sobre el co n o cim ien
to de una verdad que es vida de am or de las Santísimas Per
sonas y que, p o r eso, n o puede elaborar conceptos o sis
temas de pensam iento que p u ed an revolverse co n tra la
persona y contra la vida.
73
II
L A PERSO N A
75
siderar que sea el hombre, sino una parte del hombre, como
hemos dicho antes, o cualquier otra cosa que no es el hombre.
N i la carne plasmada es en sí misma hombre perfecto, sino
cuerpo del hombre y parte del hombre, ni el alma es en sí mis
ma hombre, sino alma del hombre y parte del hombre, n i el
Espíritu es el hombre, porque se llama Espíritu y no hombre.
Sólo la mezcla y la unión de todas estas cosas constituye el
hombre perfecto. Por eso, el Apóstol ha definido claramente
al hombre perfecto y espiritual, partícipe de la salvación, d i
ciendo en la primera carta a los Tesalonicenses: 4 El Dios de
la paz os santifique de modo que lleguéis a ser perfectos y todo
vuestro ser —el Espíritu, el alma y el cuerpo— se mantenga irre
prensible para la venida del Señor Jesús». En verdad, ¿por
qué razón tenía que pedir para estas tres cosas —el alma, el
Cuerpo y el Espíritu— la conservación íntegra para la venida del
Señor, si no hubiera sabido que se produciría la restauración
y la unión de las tres cosas y que su salvación sería una sola y
la misma? Por eso llama perfectos a los que presentan, al Se
ñor las tres cosas irreprensibles. Por tanto, son perfectos los que
tienen siempre el Espíritu de Dios morando en ellos y se con
servan irreprensibles en el alma y en el cuerpo, es decir, con
servan la fe en Dios y la justicia para con el prójimo (IRENEO,
Adv. haer., V , 6, i).
76
mente porque el amor viene de Dios; el que ama ha nacido de
Dios y conoce a Dios. Quien no ama, no ha conocido a Dios,
porque Dios es amor». Este texto muestra de manera sufi
ciente y clara que ese amor fraterno —el amor fraterno es el que
nos hace amarnos mutuamente— no sólo viene de Dios sino
que, según una autoridad tan grande, es Dios mismo. En con
secuencia, amando al hermano según el amor, lo amamos se
gún Dios. Y no puede suceder que no amemos principalmen
te este amor con el que amamos al hermano. De aquí se con
cluye que esos dos preceptos no pueden existir el uno sin el otro.
Puesto que «Dios es amor», ama a Dios el que ama el amor
y es necesario que ame el amor el que ama al hermano (AGUS
TÍN, De Trin., 8,8,13).
I. G U A N D O SE E N C U E N T R A N L A E X P E R IE N C IA
H U M A N A Y L A R E V E L A C IÓ N D IV IN A
E l camino de la concreción
77
La persona como unidad
E n el prim er capítulo hem os visto que, si m iram os a la
persona en su historia real, em ergen constantes que in d i
can, más allá de su significado inm ediato, las p ro fu n d id a
des del ser h om bre, donde se oculta su prop ia verdad.
U n a de esas constantes es la referida a la unidad: la de cada
hom bre en sí m ism o y la u nid ad cultural, social y p o líti
ca, o sea, la u nid ad de la fam ilia hum ana. H em os consta
tado lo grave que es la patología del hom bre lacerado y como
desgajado en sí m ism o. Y a con una m irada superficial se
capta cóm o cualquier tipo de esquizofrenia se o p o n e a lo
que el hom bre es en su verdad. Esta fragm entación in te
rio r y exterior le causa u n sufrim iento inm enso. Y el su
frim ien to , cuando está presente, indica que hay algo en él
que se ha roto, que se ha torcido; algo que toca a la ver
dad del hom bre, a cóm o es y cóm o debería ser. E l h o m
bre, si n o tiene u n núcleo unitivo vivificante, se revela
com o una distorsión de su propia verdad. P o r eso su vida
se convierte en el dram a de u n destino que se le aleja
cada vez más. Y siguiendo esa estela, se vuelve víctim a de
sus propias violencias, en su desesperado esfuerzo p o r u n i
ficarse a sí m ism o. A m enudo, tratando de m antener ju n
tos lo vivido y la propia identidad, el hom bre recurre a d i
versos reduccionism os que lo rebajan a algo que cree p o
der adm inistrar él solo. E n realidad, con estas lim itaciones
n o hace más que acrecentar el p ro p io sufrim iento.
La experiencia enseña al hombre que su exigencia de u n i
dad n o puede fundarse sobre una idea abstracta, ya que el
hom bre está siem pre fuera de todo concepto, es más vital
y concreto que toda idea. Además, el fundamento de su u n i
dad no puede ser algo que él tenga que inventar puesto que
es precisam ente este proceso de invenciones el que le cau
sa constante d o lo r y desilusión. La historia ofrece la im a
78
gen de hom bres que intuyen el fundam ento de la unidad,
pero n o llegan a alcanzarlo, y p o r eso están en perpetua
búsqueda. G om o si hubiese alguna cosa que se in terp on e
y entorpece la visión de la meta. Y , p o r eso, siguen cre
ando sucedáneos que p ro d u cen nuevas amarguras que d e
cepcionan cada vez más. El hom bre llega a in tu ir que el
fundam ento de su u nid ad está en él m ism o, que no p u e
de no co in cid ir co n su propia verdad, realidad viva, aco
gedora, libre y duradera, y que no se puede encon trar en
algo que le sea extraño.
Surge entonces una pregunta: el núcleo de unidad de cada
hom bre ¿es el mismo que el de todo el género hum ano?
La experiencia demuestra que el hom bre, a través de todos
los tiempos, ha buscado u n núcleo unitivo, p o r u n lado ex
tremadamente personal y, p o r otro, lo más universal p o si
ble. Precisamente es ésta la característica problemática, la que
causa innum erables sufrim ientos cuando, p o r ejem plo, el
hom bre desea que su pro p io centro personal de unidad
sea tam bién centro de unidad de todos o, al revés, cuan
do una determ inada dictadura ideológica pretende consti
tuir tam bién el ámbito unificante de la vida personal de los
individuos. Por eso, la experiencia muestra que esta exigencia
de unidad, que es conciencia de una globalidad unitaria de
la vida personal y colectiva, no puede ser la elaboración de
un m ito ni la constricción de u n precepto, sino una cues
tión que toca la esfera de la vida misma.
79
exigencia de unidad y relacionalidad constituyen las dos
caras de una única m edalla, los dos aspectos de un a ú n i
ca realidad. Tam bién aquí, m iran do la experiencia a lo
largo de la historia, vemos que el problem a de la unidad
se vive com o el problem a de la com unicación recíproca, de
las relaciones interpersonales. E l d o lo r surge cuando el
hom bre no consigue vivir partiendo de su fundam ento de
u n id ad y cuando n o consigue relacionarse íntegram ente
consigo m ism o, con los otros, co n la historia y con otras
muchas realidades. Precisam ente u n o de los sufrim ientos
más feroces se da en el m undo de las relaciones. E l h o m
bre sufre sobre todo a causa de relaciones no sanas, n o ín
tegras. Y si la relacionalidad es el ámbito de más fuerte su
frim ien to , es en este ám bito dond e hay que buscar la d i
m ensión fundante de la persona.
La misma dim ensión racional del hom bre —com o lo han
dem ostrado las ciencias m odernas— está condicionada p o r
la esfera relacional en la que hay que buscar tanto el n ú
cleo unitivo com o el expansivo, de apertura. Parece que, en
la persona desligada de este núcleo vivificante, la razón asu
me tarde o tem prano las características propias de toda la
persona. La racionalidad funcion a entonces interactuando
con los sufrimientos causados p o r relaciones n o sanas. Has
ta lo que el hom bre se prefija com o perfección está co n
dicionado p o r la dim ensión relacional y comunicativa. Eso
significa que la tendencia del hom bre a ponerse metas m o
rales com o im agen de la propia perfección n o se agota en
la esfera del pensam iento racional. La verdadera raciona
lidad hum ana no es algo que deba funcionar de manera ais
lada. Si se actúa así, se produce una desviación. A m en u
do sucede que, cuando la exigencia de unidad y de rela
cionalidad no toca el verdadero núcleo capaz de realizarla,
la racionalidad, convertida e n un a realidad desintegrada,
8o
desligándose todavía más del resto, toma la delantera a las
otras dim ensiones del hom bre y, co n sus elaboraciones,
trata de p ro p o n er soluciones para esas exigencias más p r o
fundas que están desatendidas. Pero, com o es una racio
nalidad fruto de una experiencia de fragm entación, no p o
drá prod u cir nada que sea unitivo. Y de esa form a a m e
nudo el hom bre se encuentra viviendo en un círculo vicioso.
A sí pues, nuestra experiencia com ún es la de u n h o m
bre, en algunos aspectos patológico, que sufre a causa de
la im posibilidad de una integración arm ónica de sí m is
mo y de su propia historia en el conjunto de los hom bres.
La experiencia nos indica con claridad las desviaciones que
causa una concepción equivocada de los m odelos a los que
el hom bre quiere conform arse y a los que parece no p o
der renunciar. Se puede incluso constatar que, a causa de
esos problem as, se ve amenazada la existencia misma del
hom bre. N o se puede negar, p o r tanto, que la relaciona-
lidad —o la dim ensión com unitaria, caritativa, del hom bre,
si se prefiere— se descubre más allá de lo que convencio
nalm ente consigue abarcar el pensam iento. Para acercar
nos al hom bre, la experiencia y la realidad concreta h u
m ana nos llevan a buscar el n ú cleo en que sus diversas
dim ensiones sean concordes, arm onizadas en una organi-
cidad existencial. Las preguntas sobre el hom bre n o p u e
den agotarse e n una esfera pensada de m od o conceptual.
D eben ir más allá para evitar un a búsqueda en el cam po
de los pensam ientos abstractos y genéricos, encerrados al
in terio r de u n razonam iento solitario.
81
escrita p o r los hom bres y son ellos los que se encuentran
en ella. L a Sagrada E scritura no dice que D io s creó la
« h u m an id ad » o u n cierto hom bre ideal sino que creó a
« A d á n » , el hom bre concreto, soplando en sus narices el
aliento de vida. Hasta que el ser plasm ado no está p e n e
trado de este aliento de vida, el hom bre n o existe. Esto sig
n ifica que toda búsqueda sapiencial no puede traspasar los
lím ites del organism o vivo. L a experiencia enseña tam bién
que muchísimos problemas son causados p o r el enfoque ide
alista, abstracto, que el hom bre tiene sobre sí m ism o. O
sea que éste piensa sobre sí m ism o en térm inos abstractos
—form alm ente perfectos o deform ados y trágicos-, que no
siem pre co rresp o n d en a la verdad de la totalidad de sí
m ism o. C o n frecuencia se encuentran personas que, ante
las tareas de la vida, experim entan sufrim ientos y frustra
ciones dramáticas p o rq u e n o parten en la vida de su ver
dad sino de lo que ellos piensan que es. Y lo que a m e
nudo creem os que debemos ser es u n a idea que tenem os
del hom bre en general, del hom bre ideal, así com o de los
ideales m orales, éticos, etc. Pero si m iram os en la Sagra
da Escritura, vem os que el designio de D ios se realiza pa
sando p o r la m ediación y la acción de hom bres concretos,
con sus virtudes y sus vicios, sus capacidades y sus d e b ili
dades, y no p o r m edio de fantasmas ideales.
Esto, ju n to a lo subrayado en el p rim er capítulo, p lan
tea una delicada encrucijada: la que ofrece la alternativa en
tre una d efin ició n del hom bre com o pensam iento, com o
sistema de ideas conceptuales, com o proyecto —que a m e
nudo puede tener tam bién vuelcos trasform ándose en algo
fatal, determ inista, trá g ico -, y una d e fin ició n del hom bre
com o organism o vivo, concreto. Este ú ltim o es el cam ino
de la persona, ya que « p erso n a » designa siem pre una re
alidad concreta, viva y unitaria.
Para subrayar que es el cam ino de la persona el que
hay que recorrer podem os fijarnos en la experiencia en que
el ho m bre experim enta la alegría de la vida, esa alegría
que lo hace amable, bondadoso y b uen o p o rq u e se siente
un id o en sí m ism o, en m edio de relaciones sanas y ver
daderas. C u an d o el hom bre ama es muy valioso. La salva
ción que el hom bre experim enta, que está presente en su
cam ino, es siem pre u n sabor de la vida verdadera, real, no
soñada. N o son las abstracciones las que colm an el co ra
zón hum ano sino los amigos, los m om entos de creatividad
y de am or. L a misma im agen nos ofrece la Sagrada E scri
tura. E l hom bre alegre es el hom bre salvado y confiado en
D ios. El hom bre sereno y feliz es el que va p o r el cam i
no justo y es amado p o r D ios.
84
al m enos más libre para prestar atención a una visión re
ligiosa. Eso no significa autom áticam ente que asistamos al
retorno de una concepción religiosa. Es incluso posible que
el vacío sea reemplazado por una pseudorreligiosidad. A u n
así, esa falta de oposición ideológica a la religión hace más
propicia una síntesis antropológica. U na síntesis en la que
se incluyan y se consideren también los resultados y los ha
llazgos de la época m oderna, la época p o r excelencia del
antropocentrism o.
Teniendo en cuenta la experiencia humana —o sea, la his
toria— y, en esa experiencia, la sensibilidad madurada a lo
largo de los últim os siglos, querem os recordar algunas in
tuiciones de los santos Padres.
L a P a la b ra d irig id a a l h o m b re
Para san G regorio Nacianceno, el fundam ento del h o m
bre está depositado en su creación p rod u cid a p o r m ed io
de la Palabra que D ios le ha d irigid o. E l hom bre « llega a .
ser» cuando, literalm ente, es llam ado a la vida co n la Pa
labra que D io s m ism o le dirige. A sí pues, en cierta m a
nera, el hom bre ha sido creado en el corazón de D io s
puesto que D ios era, desde el p rin cip io , el Lógos, la Pa
labra, o sea, la conversación. E l hom bre es u n ser llam a
do a la existencia com o in terlo cu to r de D ios. Para G re
gorio, la d im ensión dialógica, la dim ensión de la conver
sación, de la co m un icación , es la verdad más p ro fu n d a
del hom bre. E l hom bre n o es u n ser aislado, que se bas
te a sí m ism o. La consecuencia más evidente de esto es que
el hom bre toma conciencia de sí mismo —como realidad que
no cambia, que perm anece y que hace de fundam ento del
yo— sólo ante un otro. El hom bre, com o realidad díaló-
gica, com o realidad creada p o r A lg u ie n que le ha d irig i
do la palabra, es, en últim a instancia, u n « ser de la res-
85
puesta». L a vida del hom bre puede ser entendida com o res
p o n d e r al que constantem ente, incesantem ente, le dirige
la palabra. D entro del m undo de los hombres, nosotros vi
vim os nuestra verdad según el m ism o p rin cip io , o sea, el
de la conversación, del diálogo. Esta in tu ició n de G re g o
rio N acianceno responde a la necesidad actual de u n e n
cuentro concreto, n o abstracto, entre los hom bres. Según
esa visión, esa partícula objetiva del hom bre sobre la que
se funda la historia personal es individuada y se hace cons
ciente en las relaciones interpersonales, ante u n tú y en m e
dio de u n nosotros. Esa partícula objetiva del yo no es
algo extraño in trodu cid o en el hom bre, algo sobre lo que
en u n segundo tiem po él se construye, sino que es el p rin
cipio dialógico mismo que permite al yo percibirse a sí mis
m o com o absolutam ente in co n fu n d ib le precisam ente en
el hecho de relacionarse. A h í es donde el hom bre experi
m enta su m ayor originalidad.
86
establecido en un m undo conceptual, del que derivarían los
hombres como individuos que se reparten esta naturaleza ú n i
ca que, precisam ente p o r ser única, haría posible la igual
dad del género hum ano. E n la tradición bíblico-patrística,
Dios crea el hom bre, y la naturaleza humana existe en cuan
to que pertenece a este nuevo sujeto, a este nuevo yo. Lo
que convencionalm ente se suele considerar com o naturale
za humana, para los Padres no es algo perteneciente al
hom bre concreto. Precisamente porque tenían que resolver
la gran cuestión de C risto com o Persona, para ellos la na
turaleza humana es, en prim er lugar, la realidad hum ana
hipostatizada en Jesucristo. Por eso, los Padres buscarán la
verdad del hom bre en Jesucristo y enseñarán que el h o m
bre es creado a im agen del H ijo y en el H ijo , Jesucristo.
D ebem os estar atentos a no caer en la tram pa de c o n
siderar la naturaleza hum ana com o una especie de m ate
rial del que es form ado el hom bre. Esta visión n o está de
acuerdo con la B iblia n i con casi la totalidad de los Pa
dres. U n a m irada rápida a la Escritura muestra que D io s '
no plasm ó el hom bre a partir de la naturaleza hum ana
entendida com o una especie de « m aterial de co n stru c
ció n » sino que lo plasmó de la creación y que la criatu
ra venida así al m undo fue hom bre sólo cuando recibió el
soplo personal del Señor, o sea, cuando acogió la palabra
creadora. Eso quiere d ecir que lo « típicam ente h u m an o»
no es el « m aterial» , no es una cierta naturaleza desper
sonalizada sino que es la realidad que nace con el soplo de
la vida, la Palabra pronunciada, es decir, cuando la m a
teria de la que ha sido hecho es « an im ad a» de una m a
nera com pletam ente personal. A dem ás, los Padres ven en
C risto la p erso n ifica ció n absoluta de toda la d im ensión
creatural y, p o r eso, hay que volver de nuevo a la afirm a
ción de que e l hom bre es creado en C risto .
«7
E l térm in o «naturaleza» ha creado m uchos problem as
al pen sam ien to cristiano a lo largo de lo s siglos. Pero
com o el dogm a lo utiliza, n o se trata de p o n er e n discu
sión el térm in o, sino que más b ien hay que ver co n ti
nuam ente cóm o se puede com prender y profundizar en su
verdadero significado en un a nueva cultura. D ecim os «su
verdadero sign ificad o» p orque en el co n ju n to d el dogma
se esconde siempre u n sentido que es preciso profundizar.
Los dogmas n o son definiciones fosilizadas y las in terp re
taciones teológicas de las épocas sucesivas adquieren m ati
ces siem pre nuevos en la com pren sión de su significado.
N o se debe co n fu n d ir nunca el dogm a y su significado
más profundo con la form ulación o las interpretaciones que
de él se hacen en una época determ inada o d entro de un
pensam iento teológico concreto. A u n q u e es verdad que el
significado auténtico del dogma es conservado e indicado
p o r la Iglesia, m ediante su trad ición , su peren n e Pente
costés y especialmente el Magisterio, n o es menos cierto que
la tarea de los teólogos, ju n to con todo el pueblo de D ios,
es actualizar y hacer com prensible —o sea, com unicable— el
con ten id o de los dogmas y de todo el depósito de la fe.
D e esa form a la Iglesia, con una tensión sapiencial entre
el ayer y el hoy, vive sus dogmas de m odo dinám ico y tam
b ién creativo.
E n la Biblia el térm ino «naturaleza» es poco usado. Lo
encontramos en los libros sapienciales, donde probablemente
ha entrado p o r in flu jo de la cultura griega; lo encon tra
m os tam bién en las epístolas, pero sin u n a especificación
m uy precisa de su significado. Es interesante el hecho de
que tam poco en la época patrística se tengan ideas claras
y unívocas sobre este térm in o. E l siglo IV , gran siglo de
especulación teológica, trabaja con térm inos provenientes
de la cultura griega, haciendo una transform ación, unas ve
88
ces parcial y otras radical, de su significado. Los térm inos
fundam entales de los dogmas cristológicos —esencia, sus
tancia, hipóstasis...— no se em plean con el m ism o signi
ficado n i tan siquiera en toda la obra de u n m ism o a u
tor, al m enos con la precisión a la que estamos habitua
dos desde la escolástica y el positivismo de los siglos pasados.
89
zón hum ano existiese el correlativo para u n p rin cip io li
bre, que da form a, agápico, capaz de expresar esa natura
leza asumida en la relación, en la caridad, en el am or. La
naturaleza hum ana ella sola no genera la verdadera unidad,
puesto que la unidad o la co m u n ión del género hum ano
si bien es verdad que se realiza a través de la naturaleza,
se p rod uce a partir de este p rin cip io agápico. D e la m is
ma m anera que en la persona la unidad surge p o r este
p rin cip io dialógico agápico, que encuentra su cauce en la
naturaleza en que se expresa y se realiza, que la asume en
sí misma y le da form a en el am or, así se prod uce tam
b ién la unidad, la com un ión entre los hom bres. Por tan
to, en el segundo significado de «naturaleza hum an a» se
subraya su característica de p o d er ser personalizada.
D e aquí se sigue el tercer aspecto destacado p o r los Pa
dres; la naturaleza hum ana existe com o perteneciente a las
personas concretas. Toda naturaleza hum ana pertenece a la
persona y la constituye.
G re g o rio de N isa dice que la naturaleza divina és el
am or, que nosotros hem os sido creados a im agen de esa
naturaleza y que el hom bre participa de ella: eso sign ifi
ca que el núcleo esencial de la persona hay que buscarlo
en el am or. Y si tratamos de ver en qué consiste e l am or,
podem os p artir d el hecho de que la persona hum ana apa
rece com o una entidad constituida p o r u n p rin cip io agá
pico personalizante y p o r la naturaleza, o sea, p o r una re
alidad orientada y destinada a llegar a ser personalizada. N o
podem os hablar de la persona si no tenem os en cuenta la
naturaleza hum ana. D e la m ism a m anera, no podem os
pensar en ninguna naturaleza hum ana que no pertenezca
a la persona concreta. A sí pues, se trata de dos realidades
en co rrelación recíproca que constituyen u n a única e n ti
dad llamada h om bre. S o n dos realidades inseparables in -
90
cluso a nivel de pensam iento. Cada vez que, aunque sólo
sea conceptualm ente, entram os en riña reflexión desm em
brando estas dos realidades, nos separamos de la verdad del
hom bre y seguim os una d irección engañosa. Por eso, p o
demos in tu ir en seguida cuántas desviaciones se h an p r o
ducido y cuántas consecuencias incluso dramáticas para el
hom bre m ism o y para la Iglesia h an surgido de este falso
planteam iento en que se tom a la naturaleza separadam en
te, com o si pudiese existir ella sola, y se hace de ella o b
je to de elaboraciones racionales. Y com o la naturaleza de
p o r sí es racionalm ente cognoscible —se pued en descubrir
sus leyes internas y de éstas se pu ed en deducir sistemas
enteros de pen sam ien to, m oral, espiritualidad, ciencias
sociales, e tc.-, muchas veces nuestra historia ha sufrido las
consecuencias despersonalizantes y devastadoras de esos
planteam ientos. Efectivam ente, las elaboraciones racio n a
les sobre la naturaleza separada de la persona han p ro vo
cado violentas reacciones irracion ales caracterizadas p o r
los subjetivismos más extrem os y variopintos para afirm ar
la unicidad, la originalidad y la subjetividad incluso c o n
tra todo in ten to de una justa objetivación racional. M u
chas dificultades del m undo con tem porán eo provocadas
p o r las diferencias culturales, de m entalidad, son conse
cuencia de la u n ifo rm id ad aplastante deducida —con u n
razonam iento m uy ló g ico , p ero profund am ente abstrac
to— del concepto de «naturaleza h um an a» : si la natura
leza hum ana es una, los hom bres n o tendrían que ser muy
diferentes. A l m ism o tiem po, una actitud de este tipo ha
suscitado una violenta reacción, haciendo que la m ínim a
diversidad cultural sea celosam ente afirm ada hasta u n ila -
teralism os destructivos.
9i
E l a m o r, u n id a d d e l d ar y d e l acoger
Para evitar esos planteamientos, quizá sea oportuno p ro -
fundizar en el sentido de «naturaleza hum ana» que esta
mos p ropon ien d o en nuestra reflexión. Se trata de buscar
en el am or la m odalidad de com prensión de esta realidad,
por una parte clara y, p o r otra, tan misteriosa. Sergej B ul-
gakov, reflexionando sobre el am or, pon e a la luz dos as
pectos que podem os sintetizar así: el am or es u n dinam is
mo dialógico entre un p rin cip io que da y u n princip io que
acoge, o sea, entre u n princip io personal, en cuanto al su
je to , y u n prin cip io im personal, en cuanto al objeto ama
do, pero siempre dentro del am or com o tal. La dim ensión
personal del am or no existe más que am ando su « o b jeto »
de am or, o sea, la dim ensión im personal del am or mismo.
Por tanto, la dimensión del amor impersonal, que es el « o b
je to » de la dim ensión personal del mismo am or, no exis
te más que com o diada del am or personal. E l am or com o
tal no existe si no es en esta bipolaridad. N inguna de las
dos dim ensiones existe sola, sin la otra. La dim ensión del
am or im personal no existe más que en cuanto amada por
parte del am or personal. E l am or es un a realidad d in ám i
ca y ontológicam ente dialógica. N o existe am or más que
com o diada del am or que ama al m ism o tiem po de m ane
ra personal y como su « o b jeto » —que es im personal y que,
p o r tanto, ama de m anera « o b je tu a l» , com o « o b je to » -,
que constituye tam bién el p rin cip io objetivante. A sí pues,
el am or es al m ism o tiem po u n p rin cip io personalizante y
u n p rin cip io objetivante, p ero com o u n a única realidad
existente en cuanto inseparable en sí m ism a.
D e este m odo llegam os a u n a prim era constatación im
portante: el am or es un a realidad com pleja y al mismo
tiem po indisoluble porque existe en cuanto tal com o re
alidad diádica, compuesta de dos elem entos recíprocos que
92
se reclaman continuamente el uno al otro. La parte del amor
personal, al am ar a su « o b je to » —que es la otra m itad del
am or, la im personal— se objetiva. Pero en el m ism o acto,
la parte del am or impersonal, al ser amada p o r la parte del
am or personal, se personaliza en el acto de la objetivación
del am or personal. Eso significa que el am or, com o rea
lidad dinám ica, vive una constante creatividad, una crea
tividad de la personalización y de la objetivación. N in g u
na de las partes de la diada es activa un ilateralm en te y
ninguna de ellas es m eram ente pasiva. E l am or, en su d i
m ensión personal, ama y personaliza la dim ensión im p er
sonal del am or, o sea, su « o b je to » de am or. Pero, al
mismo tiem po, la dim ensión personal del am or se o b je
tiva en su objeto, en la dim ensión im personal del am or.
La dim ensión im personal del am or es personalizada p o r la
dim ensión personal del amor, pero en el mismo acto la d i
m ensión im personal del am or es activa y objetiva la d i
m ensión person al del am or. S o n dos dim ensiones que
sólo jun tas dicen el am or. E l am or en sí m ism o es p re ci
samente esta unidad dialógica.
G uando decim os que el am or absoluto se ama a sí m is
m o, pensam os en que el am or es en sí m ism o dialógica
m ente dinám ico y que ama con las dos dim ensiones que
lo constituyen. Es en este sentido que se ama a sí m ism o
y es am ado p o r sí m ism o. H ay que subrayar que e l am or,
en este principio diádico, o dialógico, es la libertad en sen
tido absoluto. El amor existe porque es en sí mismo libertad.
E l p rin c ip io personalizan te se p o n e e n rela ció n con el
principio objetivante reconociéndolo radicalmente en su l i
bertad, confiándose a él totalm ente, y el p rin cip io o b je
tivante reconoce al p rin cip io personalm ente de m odo tam
b ién radical confiándose a él totalm ente, dé m anera que
el o tro se pueda tam bién realizar e n él co n libertad.
93
Sólo teniendo en cuenta esta totalidad diádica p o d e
m os pensar en el am or com o am or a alguien distinto de
uno m ism o . E l am or ama al otro y al mismo tiem po se ama
tam bién a sí m ism o. E n realidad, el am or siempre que se
ama a sí m ism o se ama am ando al o tro. E l am or es el
ú n ico absoluto en el auténtico sentido de la palabra. Su
esencia es la relacionalidad en la libertad. A barca todo y
todo se sostiene y se m antiene p o r él, y, sin em bargo, no
co n d icion a nada. Por eso, en el am or hay siem pre una
d im ensión kenótica, dramática, y una dim ensión de supe
ración de lo trágico. E l am or, al am ar al o tro, se objeti
va, vive una cierta kenosis, pero al m ism o tiem po se ama
a sí m ism o en el o tro . N o en u n sentido egoísta o narci-
sista sino en el sentido de que el am or es en sí mismo siem
pre diádico, dialógico, y siempre ama también la propia di
m ensión « o b jetivan te» .
E l a m o r d iá d ico de D io s
94
mente hipostatizada, completamente personalizada. Y , al mis
mo tiem po, la misma naturaleza divina recibe enteram en
te toda la objetivación de la Persona divina. P or eso, p o
demos afirm ar que D ios es el am or en sentido absoluto y
que n o hay nada en él fuera del am or.
E l hom bre, com o creación p o r la participación del E s
píritu Santo en el amor del Dios U no y Tripersonal, es ima
gen de D ios. Eso quiere decir que tam bién el hom bre está
constituido p o r ese am or, con la diferencia de que aquí es
tamos a nivel de una realidad creada. A través del amor p o
demos contem plar la realidad de la persona hum ana com o
dato ú n ico e irrepetible y la realidad de la naturaleza h u
mana com o dato que reúne a todos los hom bres.
95
sentado p o r la naturaleza Humana. La persona es, en el
am or de D ios, unidad indisoluble única e irrepetible, p o r
que en ella se ju n ta n la dim ensión personalizante agápica
del am or y el principio objetivante del mismo am or p o r par
te de la naturaleza hum ana. La persona, p o r el am or p er
sonalizante, personaliza la naturaleza hum ana que posee y
que es universal para todo el género hum ano. La dim en
sión personalizante del am or personaliza la naturaleza h u
mana, la asume en su p rin cip io personalizante. L a d im en
sión objetivante del am or objetiva la persona en su natu
raleza. A sí la persona, p o r u n lado es absoluto m isterio,
porque es única e insustituible, y, p o r o tro, es objetivable.
A q u í hay que recordar que la libertad es esencial al am or.
Eso significa a nivel antropológico que, a pesar de que per
sona y naturaleza se pertenecen, sólo se u n en p o r el p r in
cipio de la libertad, de la misma m anera que en el am or
los dos principios —el personal y el objetivante— so n u n o en
la libertad. A q u í nos encontram os a nivel de la creación y,
p o r eso, esas dos realidades no actúan de m odo mecánico,
sino que interviene la libertad.
Siguiendo en nuestra reflexión, vemos que toda la n a
turaleza hum ana, a través de su núcleo fundante constitui
do p o r la dim ensión del am or objetivante, exige el am or en
su dim ensión personalizante, que es el núcleo constitutivo
de la persona. La persona se cum ple y se realiza en la na
turaleza. Y la esencia de la naturaleza hum ana es hacer que
se realice en ella la persona, el p rin cip io agápico. La na
turaleza hum ana exige ser personalizada p o r el am or agá
pico. N o existe más que como perteneciente a la persona,
porque sólo de esta manera existe el am or como realidad
constitutiva del hom bre. Todo hom bre es im agen de D ios.
Precisamente esta lectura del hom bre a través del am or de
D io s nos hace ver que toda su integridad es im agen de
96
Dios. Pero se nos abre sobre todo una extraordinaria p ers
pectiva de la divinización del hombre. La divinización es una
penetración progresiva del am or de Dios, p o r medio del Es
píritu Santo, hasta la madurez de Cristo en nosotros. La di
vinización es, en realidad, la meta de la creación que, gra
cias a la encarnación del am or de D io s en C risto, a su
m uerte y resurrección, cum ple la parábola del sentido de
la vida de la persona. E l hom bre ha sido creado para ser
divinizado con el am or de D ios sin dejar de ser com pleta
m ente hom bre. El hom bre se diviniza hum anizándose a la
medida de C risto, la Divinohum anidad de Cristo es el ám
bito de la m aduración del am or hum ano hacia el divino.
Se com prende así p o r qué el hom bre se realiza am an
do, o sea, en el am or. Se com prende igualm ente p o r qué
el Señ or en el evangelio destaca tanto el am or y p o r qué
lo puede exigir del hom bre.
Hay que subrayar todavía que esta reflexió n sobre el
am or com o realidad diádica person al-objetual, que hace
tam bién de núcleo fundante de la diada p erson a-n atu ra
leza, vale sólo para D ios, el ángel y el h om bre. Estas dos
hipóstasis creaturales exigen las hipóstasis u n id a s a las p r o
pias naturalezas en un constante proceso de hipostatización.
Todo el resto de lo existente tiene una naturaleza no h i-
postatizable al in terio r de la p ro p ia individualidad, pues
to que n o participa en u n am or diádico, o sea, le falta la
participación en el am or agápico y no llega a recibir el p rin
cipio personalizante com o prin cip io integrante. E l resto de
la creación n o existe com o la persona, que existe porque
posee indisolublemente la propia naturaleza, pero no es p o
seída p o r ella (en cierto sentido, eso es lo que sucede co n
el pecado, com o verem os más adelante). E n cam bio, tod o
lo creado gim e y sufre e n espera de que e l hom bre lo
ame, personalizándolo.
97
E n C ris to , la n a tu ra leza h u m a n a es a su m id a
y el h o m b re es hech o h ijo adoptivo
9»
L a n a tu ra le z a d ivin a y la n a tu ra le za h u m a n a
Esta participación en Cristo se hace todavía más clara si
p o n e m o s en relación la naturaleza divina y la hum ana.
E n la naturaleza divina, el am or-esen cia es absoluto.
La naturaleza divina existe com o realidad poseída p o r las
tres Personas divinas. Y no existe previam ente una d ivin i
dad gen érica. Tam poco podem os pensar que haya existido
p rim ero un D ios y sólo en u n segundo tiempo el Dios T ri
n o . La naturaleza divina es toda su esencia, o sea, el am or,
co m o ya hem os visto. La naturaleza, p o r su d im ensión
objetivante del am or, que es el p rin cip io de la naturaleza
divina, es una e indivisible respecto a las tres Personas. Pero
es tam bién inseparable de las tres Personas, o sea, existe
sólo e n cuanto hipostatizada, personificada p o r el p rin c i
p io perso n al que ama incesantem ente. Ya san A gustín ex
plicaba que son las relaciones las que determ inan y d e fi
n en las Personas, y eso ahora se intuye claram ente. Cada
Santísim a Persona se relaciona de un m odo absolutam en
te person al con el am or objetivante constituido p o r la n a
turaleza divina y así se realiza ella misma de m anera to ta l
m ente única, en la mism a naturaleza que personaliza.
Pero com o en D io s el am or es absoluto, este am or p e r
so n a l-o b jetu a l de la p ro p ia naturaleza com porta tam bién
u n relacionarse interpersonal. E l Padre ama com o Padre,
el H ijo com o H ijo y el E spíritu Santo com o el am or m is
m o. P o r eso puede ser identificado com o am or del Padre
al H ijo y del H ijo al Padre. El Espíritu Santo se define den
tro de la T rin id a d com o el am or del am or.
A h o r a b ie n , nuestra fe enseña desde siem pre que el
h o m b re h a sido creado a im agen de esa realidad. C reado
d el am or, en el am or y para el am or, el hom bre p artici
pa de esa naturaleza divina. Y todo ello es posible gracias
a la D ivinohum anidad de Cristo, de la segunda Persona d i
99
vina en la cual es creado el hombre. Esa creación es un puro
y libre acto personal de D ios. La persona es creada a im a
gen de la Persona divina; p o r tanto, tam bién ella hace una
u n id ad con la prop ia naturaleza. Y la persona es persona
p o rq u e posee este p rin c ip io activo, agápico y lib re , de
amar y realizarse en la prop ia naturaleza p o r el núcleo del
am or objetual que constituye la naturaleza hum ana, la cual
sólo existe en ese incesante proceso de hipostatización.
Más tarde verem os cóm o este p rin cip io agápico de hip o s
tatización significa la participación, p o r el Espíritu Santo,
en lo « p erson al» de D ios, del que, p o r el acto creativo,
deriva lo personal del hombre, su inconlundibilidad, su uni
cidad personal.
100
en cuanto es en sí m ism o una diada, tanto en relación al
otro hom bre com o en relación a D ios. En relación a D ios
porque, como hemos visto, el hom bre existe siempre como
dos: D io s que lo p ro n u n cia y el hom bre que es p ro n u n
ciado. E l hom bre existe sólo com o logos del Logos. Y
tam bién en relación al otro hom bre es diádico p o rq u e
A d á n no tendrá paz y no pod rá com pren d er la propia
existencia más que en la búsqueda de su costilla. E l h o m
bre ya no es com pleto sin la costilla que le han quitado.
Y tam bién Eva no encontrará ya la paz si no en el costa
do del que ha sido tomada. Eva buscará a A dán y A dán bus
cará a Eva, y así serán el hombre. En esta búsqueda, el hom
bre vive y tom a conciencia de la diada fundante con el
C reador. E l mismo hecho de ser h o m b re-m u jer y de v i
vir solam ente ju n tos la p len itu d de la creación es ya una
m em oria D ei.
La diada A d á n -E v a recuerd a in m ed iatam en te la del
am or, que es en sí m ism o diádico. D ios, al crear al h o m
bre, im prim e en él la estructura diádica d el am or co n el
que lo ha creado. Eso quiere d ecir que el p rin c ip io p e r
sonalizante y el objetivante del am or se reflejan tam bién
en la diada hum ana. N o en u n sentido radical y u n ív o
co, puesto que cada ho m bre y cada m u jer son personas
p o r sí m ism as. C ad a u n o es p erso n a in d ivid u alm en te,
pero el hech o de ser persona quiere d ecir, com o hem os
visto, estar ontológicam ente constituido p o r el am or, o sea,
p o r su diada, que en cierto m o d o se hace sen tir y se r e
aliza en el h om bre, tam bién en el ser hom bre y m ujer.
Esta diada se refleja tan fuerte y sensiblem ente en la p e r
sona que tanto el ho m bre com o la m u jer son em pujados
p o r el am or m ism o a buscar al o tro . Eso significa que un
aspecto de la diada d el am or p red o m in a en cierto m odo
más en el varón y o tro aspecto p red o m in a más e n la m u -
IOI
je r , de m odo que más radicalm ente se buscan el u n o al
otro para vivir la plenitud de la diada. El am or mismo con
que el hom bre es creado incluye tam bién la diada h o m
bre-m u jer. P or tanto, el contenido del am or ha penetrado
tam bién el p rin c ip io m asculino y fe m e n in o . R ecap itu
lan d o , vem os que toda m ujer y tod o ho m bre son ya p e r
sona creada a im agen de D ios, p ero de tal m anera que la
diada del am or se refleja tam bién e n la rela ció n entre
ellos dos, de m odo que sólo ju n to s fo rm an el hom bre.
D io s ha creado al ho m bre com o varón y h em bra para
que los dos en el am or sean uno solo, pero sin destruirse
o aniquilarse m utuam ente. E n esto se realiza la im agen de
D ios: en el hecho de llegar a la lib re adhesión in te rp e r
sonal a im agen de la Santísim a T rin id ad . Esta realidad de
la creació n se cum ple p o r el cam in o de la red en ció n ,
dond e más explícitam ente todavía se resalta que D io s ha
creado al hom bre y a la m u jer para que, buscándose, in
cluso después del pecado redescubran el am or com o su. ver
dad (sobre esto cf. A da m o e il suo costato, L ip a, Rom a
1996, pp.16-36).
E n la diada h o m b re-m u jer se puede p ercib ir una ten
dencia a la perfecta reciprocidad. Pero esta diada ayuda
de hecho a llegar a la plena realización de la diada del
am or com o tal en cada persona. E l am or suscitado p o r la
diada hom bre-m ujer lleva al cumplimiento de lo que es cada
persona.
E n todo caso, el hecho de que Eva sea creada de A dán
supone una visible objetivación de A d án . Y que sea crea
da como ayuda significa precisamente u n llegar a ser el otro
de A d án , sin el cual A d á n no puede vivir la prop ia ver
dad de criatura. Esta ayuda es la ayuda a A dán para no caer
con el tentador en la perversión egoísta cerrándose en un
caparazón y encam inándose así hacia la m uerte. Eva, en
102
cam bio, será su ayuda recordándole el am or, la relaciona -
lidad, el o tro , o sea, recordándole su pro p io costado. Por
esas características vemos que en Eva prevalece más la d i
m ensión objetivante de la diada, la dim ensión capaz de
llam ar hacia sí al otro y de acogerlo. Se p ercibe entonces
que el hom bre es la parte personalizante de la diada y la
m ujer la objetivante. Pero, com o hem os dicho, la te n
dencia es la de la perfecta reciprocidad, teniendo en cu en
ta que cada uno tiene tam bién en sí m ism o las dos d i
m ensiones de la diada del am or. La m ujer con su acogi
da da al hombre la posibilidad de realizar su personalización,
pero en ese m ism o acto se personaliza ella y, objetivando
el elem ento m asculino, lo personaliza. E l hom bre, al amar
a la m ujer com o p rin cip io predom inantem ente objetivan
te, le da a ella su p ro p ia dim ensión más personal. Y ella,
acogiéndola, le ofrece su d im en sión más personal. A sí,
ella es su objetivación y él la de ella. Ella se personaliza aco
giendo la personalización del hom bre que se objetiva en ella
y viceversa. E n síntesis, él m ira en ella una dim ensión de
la propia diada y así ve la p ro p ia verdad. Ella, m irando a
él, ve una dim ensión de la diada del am or y se ve tam bién
a sí misma, o sea, su p ro p io am or, la verdad fundante de
cada u n o y de los dos.
Esa misma realidad dinám ica y dialógica se percibe e n
tre el Señor de Israel y su pueblo, p o r la diada de la alian
za. T odo el Cantar de los cantares habla de esta parábola
del am or en que el hom bre y la m ujer, buscándose, se
superan en el Señor. Más explícita todavía es la afirm ación
de san Pablo respecto al am or del hom bre y la m ujer com o
im agen del am or de C risto y de la Iglesia. C risto es el
principio personalizante que se objetiva en su esposa, la Igle
sia. Y la Iglesia, acogiendo la objetivación de C risto en su
historia, en sus culturas, se personaliza a im agen de C ris
103
to. C risto contem pla en la Iglesia su prop ia objetivación
en la historia, que hace que la Iglesia se personalice por
m edio de E l. D el m ism o m od o, la Iglesia contem pla en
C risto lo que ella está llam ada a ser. N o solo eso sino lo
que p o r m edio de É l está llegando a ser. L a Iglesia co n
tem pla en C risto su p ro p io contenid o y su p ro p ia form a.
Esta diada ha hecho que C risto se haya hecho hom bre,
Iglesia, y que la Iglesia esté en cam ino hacia su plena cris-
tocon form id ad , ya realizada en É l.
E n esta diada entre el esposo y la esposa, algunos Padres
han visto también la diada trinitaria del H ijo y del Espíri
tu Santo. La diada H ijo-E spíritu es la de la revelación del
amor del Padre. N o se trata de una revelación abstracta sino
de una verdadera realización del am or del Padre en el H ijo
y en el Espíritu Santo. Así tam bién D ios Padre reconoce en
el am or del hom bre y de la m ujer una revelación de su
am or. Ése es el motivo por el que ese am or ha sido eleva
do a amor sacramental. Eso quiere decir que el hom bre y
la m ujer, acogiendo la salvación en Cristo, pueden realizar
la diada en plenitud, de tal m odo que Dios reconoce como
suyo el amor de ellos. Por eso, el amor en el interior de una
persona se realiza hasta su plenitud pascual en el am or ha
cia el otro. Se trata de una concreción efectiva puesto que
el am or es siempre concreto. E n la concreción del am or es
donde la diada vive la participación en el am or trinitario,
tanto en lo que respecta a la relación con D ios com o en lo
que respecta a la relación entre hom bre y m ujer que se re
aliza en una com unidad a im agen de la Trinidad.
Por eso podem os constatar tam bién p ro fu n d o s su fri
m ientos y graves problem as causados p o r la desviación de
la relación h o m b re-m u jer. Por una injustificada y exclu
siva identificación de la relación h om bre-m u jer con la re
lación sexual, se ha creado —en algunas épocas más que en
104
otras— u n desequilibrio en esta diada, afirm ando sólo una
parte y som etiendo a ella a la otra. Se ha intentado a m e
nudo «u n ilateralizar» la hum anidad y p o r eso, en base a
la regla del pén d u lo, se han p rod ucid o fuertes y violentas
reacciones causantes de que la hum anidad no viva la ver
dad de su dato creatural. S i hoy vivim os una grave crisis
de identidad del hom bre y de la m ujer y si hay un v u e l
co de la realidad del m atrim onio, del am or a la vida (m a
nifestado en los datos de la procreación , del aborto, e n la
no aceptación de los hijos en muchas formas), quizá se deba
pensar sobre la posible responsabilidad de la teología en
esos fenóm enos. Efectivam ente, a m enudo se ha propues
to una afirm ación unilateral del celibato y de la vida re
ligiosa, sin ofrecer, al m ism o tiem po, una visión positiva,
teológicam ente p ro fu n d a y espiritualm ente fecunda, del
sacramento del m atrim onio. Por otra parte, a veces se ha
considerado el nacim iento desde u n punto de vista « n a tu
ralista», infravalorando todos los sacrificios que com porta,
o, al menos, apreciándolos raramente desde el punto de vis
ta teológico y espiritual. N o es de extrañar entonces que al
final de la época m oderna, que es una época de rebelión
religiosa, encontrem os una preferencia p o r la vida single,
el rechazo de la procreación, u n goce no sano de la se
xualidad y un desprecio del celibato y del m atrim onio.
105
nuestra relación con el m undo. ¿ Q u é quiere decir la ex
p resió n naturaleza caída? Juan C risóstom o explica muy
bien que en la naturaleza como creación de Dios no se pue
de en con trar el m al, que el mal no puede ser una d i
m ensión de la naturaleza hum ana com o tal. Pero el peca
do ha co rrom p id o la naturaleza hum ana, y co n esto se
quiere subrayar dogm áticam ente la verdad de la universa
lidad del pecado de A dán. La Iglesia ha enseñado siempre
com o dato revelado el pecado original y sus consecuencias,
que se extienden a todo el género hum ano (cf. II C o n c i
lio de O range 37 l _372 y de T ren to 15 10 -15 16 ). E l punto
problem ático era precisamente la participación de todos los
hombres en las consecuencias del pecado de Adán. Entonces,
com o el térm in o que m ejor expresaba la unidad de todo
el género hum ano era el de «naturaleza», se trabajó p rin
cipalm ente sobre él. Tam bién porque en el tiem po en que
se realizaban esas reflexiones ese m odo de hablar era actual.
Veamos pues cómo hay que entender la enseñanza sobre
este punto. El pecado original significa una intervención
radical en el hom bre hasta el punto de alterar su misma
verdad. Hem os visto que la im agen de Dios consiste en la
unidad indisoluble del principio personal y de la naturale
za personalizada, y el pecado hay que buscarlo en esta esfe
ra. C om o el hom bre es persona creada, puede personalizar
solamente en u n ió n con la Persona absoluta, con el C rea
dor. Pero el ángel caído, el ángel rebelde, se niega a ser una
persona que rem ite al O tro , a D ios Padre, y quiere ser él
mismo el centro de la creación y del propio ser. C o n astu
cia, este ángel pervierte al hom bre en su principio agápico
y le incita a que se ponga en lugar del Creador. Q uiere ser
él el centro de todo lo creado y de sí m ismo. Eso significa
que el principio agápico pervertido se convierte en p rin ci
pio de autoafirmación y egoísmo . V con ese principio ya no
106
se puede amar, personalizando, la parte diádica del amor ob
jetivante de la propia naturaleza. Ese am or com o « o b je
to», que depende ontológicamente y existencialmente del otro
princip io, al convertirse abora en auto afirm ativo, resulta
envenenado y así se convierte en una exigencia egoísta de amor
para consigo mismo. Pero la naturaleza Humana, p o r su n ú
cleo constitutivo que es el amor objetivante, encuentra su sen
tido últim o en ser toda ella amada y totalmente penetrada
por el principio agápico, libre y personalizante. (En este
sentido no se piensa en una perfección form al uniform e: ya
que la naturaleza es una sola, se podría deducir de ello que
todos los hom bres deben corresponder form alm ente a la
misma perfección. Pero la naturaleza es variada en su di
m ensión accidental.) Esa naturaleza, con todas sus diferen
cias, una vez personalizada agápicamente, no se hace uniforme
según una idea-form a de perfección que correspondería al
« co m ú n » del género hum ano. La persona es libertad y,
por eso, las diferencias son campo del arte del am or agápi
co, no causa de amenaza y de protagonism o. Pero cuando
se pervierte el principio agápico en su libertad, el mismo prin
cipio se transforma en su negación y pon e ante sí u n signo
negativo. Y , corrompida la parte diádica del amor objetivante,
ese princip io, ahora con el signo cambiado, se ve m era
mente inclinado a ser objeto, sin la exigencia de persona
lización. La naturaleza humana, invadida toda ella p o r este
principio objetivante del am or pervertido, se transform a en
su necesidad existencia! de amor, pero ya n o personalizan
te sino sólo de manera sensual, o sea, de la satisfacción, de
la necesidad egoísta. A sí, la naturaleza es percibida com o
campo de auto afirm ación. Cada m ínim a diferencia se ve
com o terreno de batalla. Y el hom bre em pieza a tom ar
conciencia de sí m ism o, p o r el principio agápico perverti
do, com o realidad insaciable de autoafirm ación. Y el am or
107
objetivante pervertido de la naturaleza hum ana se transfor
ma en percepción de sí mismo com o realidad herida, que
im pone su ley sobre cóm o ser amada y que nunca está sa
tisfecha de nada n i de nadie. Esa avidez se convierte en el
resquem or de u n fuego inextinguible que hace estar eter
nam ente sedientos de satisfacción. E n pocas palabras, « n a
turaleza caída» significa naturaleza poseída, o sea, « p erso
nalizada» p o r u n principio agápico pervertido. E n realidad
este últim o despersonaliza la naturaleza hum ana p o r m edio
de su am or objetivante que, al estar corrom pido, no exige
ya u n am or libre, sino u n « am or fo rzad o » , obligado, o
sea, u n am or-objeto.
La salvación operada p o r C risto es precisam ente la p e r
sonalización completa de la naturaleza humana. El amor ob
jetivante de la naturaleza hum ana es amado con u n am or
agápico absoluto. Y , com o ya se ha dicho, en la Persona
divina el am or es absoluto, p o r tanto el am or objetivante
dé la naturaleza hum ana encuentra en la Persona divina el
am or que ama tanto el am or objetivante de la naturaleza
divina com o el am or objetivante de la naturaleza hum ana.
Por eso, en C risto todo hom bre puede en con trar la fu e r
za para vencer en la lucha co n la propia naturaleza caída
y acceder a la verdadera personalización agápica, realizan
do la prop ia verdad.
Ií. L A P A R T IC IP A C IÓ N E N E L A M O R T R IN IT A R IO
108
fuerte antropología, que más b ien han descubierto la v i
sión del hom bre en la teología y en la cristología. L o que
ha hecho que los Padres desarrollasen u n a reflexió n sobre
el hom bre ha sido el debate sobre la Santísim a T rin id ad
y, especialm ente, sobre la persona de C risto. Veamos ah o
ra, en unas pocas pinceladas, cuáles son los puntos que los
Padres tom an de estos dos aspectos.
E n el ámbito trinitario, los Padres constatan que la fu en
te del amor es el Padre y que, en un prim er nivel, esta fuen
te se m anifiesta com o la capacidad del Padre m ism o de
participarse en el otro. Esa participación personal del am or
del Padre es tan radical que el otro es generado p o r É l y
es una perfecta im agen del Padre, aunque com pletam ente
otro. Se trata de una participación de sí m ism o inagotable
y que no es destructiva para quien se participa. E l Padre,
al darse tan radicalm ente, no se aniquila a sí mismo y no
aplasta al otro. C o n su amor, el Padre realiza la perfecta u n i
dad de las Santísimas Personas. Incluso esta participación en
el am or, este relacionarse en el am or define las tres P er
sonas que poseen una única naturaleza divina. Y p o r amor,
sobre el fundam ento de la única naturaleza, son una p e r
fecta unidad personal. Ésta es la grandeza a la que aspira
ba la contem plación de los Padres de la Iglesia.
E ntonces una prim era constatación fun d am en tal que
los Padres sacan tam bién para la antropología es la parti
cipación personal en el am or y del am or. Y e n esa p a rti
cipación, p o r el acto creativo del am or trin itario, es cons
tituido el hom bre com o criatura del Padre. Llegan a esta
gran constatación m editando la revelación misma de D ios
Padre. Por eso, la creación del hom bre p o r parte de D ios
Padre es para ellos u n punto firm e que rem ite a la in a
gotable riqueza de la im agen de D ios y de la participación
p o r creación del am or divino.
109
Respecto a la discusión en to rn o a la persona de C ris
to, los Padres afirm an que entre e l hom bre com o criatu
ra y su C read o r hay una distancia abismal. A u n así descu
b ren que la naturaleza hum ana es personalizada en la P er
sona divina, en Jesucristo. Eso significa que los hom bres
son creados com o personas en el H ijo de D ios y que es
tán destinados a ser hijos. Precisamente p o r lo que ven en
el H ijo com prenden tam bién los Padres la realidad devas
tadora del pecado, p o rq u e co m p ren d en los inagotables
misterios del am or redentor. Constatan que, en Cristo, esta
participación del am or del Padre llega a todos los abismos
de la hum anidad y que tam bién el hom bre, cuando es al
canzado p o r el am or, tiene la gracia en C risto de perm a
necer en ese m ism o am or del Padre, o sea en el corazón
del Padre, en el que —a causa del H ijo , verdadero D ios y
verdadero hombre— la humanidad está eternamente presente.
Por estos dos elem entos de síntesis, vem os que la an
tropología de los Padres se elabora en ám bito trinitario. El
hom bre es creado p o r el Padre co n su am or. E l rostro
hum ano del perfecto am or de Dios es Cristo y Él es el ám
b ito de la creación del hom bre. E l hom bre creado es su
im agen. Eso significa que, p o r el H ijo , el hom bre es im a
gen del D io s T rin o . Ser imagen de D io s es una p artici
p ación real en D io s, pero al m ism o tiem po significa que
el hom bre no es D io s, sino que está radicalm ente o rie n
tado, en el H ijo , al D io s T rin id ad com o a su P rototipo.
Esta participación en el am or trin itario , en el H ijo , se
hace posible p o r el E spíritu Santo. E l E spíritu Santo d e
rram a en nuestros corazones el am or del Padre y los fo r
ma pronunciando en ellos incesantemente «Abba, Padre».
T o d o ello san Ireneo lo sintetiza d icien d o que D io s Padre
crea al ho m bre co n sus dos m anos, que son el H ijo y el
E spíritu Santo.
no
E n los fundam entos de la persona está inscrita la San
tísima T rin id ad . Eso incluye el p rin cip io agápico, el p r in
cipio de la personalización, la orien tació n de todo lo cre
ado —p o r m edio del hom bre— al H ijo , el prin cip io de la
libre adhesión de las personas, una inteligencia de am or
y la capacidad de com prender la lógica de la m uerte y re
surrección com o lógica del am or personal. E n la esencia
del kom bre están ya inscritas su meta y su p erfecció n . Si
la perfección del kom bre es la integración en la caridad - e l
am or total a D ios, al pró jim o , al m undo y a sí m ism o, u n
am or que penetra todo el cuerpo, la m ente y la psique y
se inflam a en el esp íritu -, está claro que esa realidad debe
ser ya la verdad del kom bre. E l hom bre no puede llegar
a ser otra cosa que su misma verdad. C risto no p o d ría
p ed ir com o p rim er m andam iento el del am or si en esto
no se encerrase la verdad fundam ental del hom bre.
C o m o hem os visto hasta ahora en esta reflexión, tam
b ién la experiencia histórica nos lleva a la Revelación. La
historia de la espiritualidad y de la vida m oral —con las d i1
ferentes desviaciones que ha registrado a lo largo de los si
glos— nos rem ite al hecho de que no se puede pensar en
el h o m b re p o n ie n d o abstractam ente com o fu n d am en to
suyo realidades diversas de las que nos com unica la Reve
lación. Si se consideran com o núcleo del hom bre las d i
ferentes elaboraciones filosóficas, se introduce en él un
m ecanism o que antes o después se revelará dualista y que,
en todo caso, será u n obstáculo para su vida espiritual y
m oral. A causa de esas interposiciones, la espiritualidad y
el cam ino hacia la p erfecció n han quedado a m enudo re
ducidos al moralismo. La experiencia personal, la experiencia
histórica de las distintas generaciones y la Revelación nos
están orientando hacia un fundam ento misterioso del hom
bre que, de hecho, no es nada sencillo n i de fácil análi-
iii
sis. Se trata de encontrar algo absolutamente personal, que
al m ism o tiem po nos une a todos los Hombres y al m u n
do cósm ico, a la vida misma. La reflexión sobre el h o m
bre nos lleva a buscar com o núcleo suyo la realidad en
que él es libre y al m ism o tiem po u n id o a la V id a.
L a v o c a c ió n h u m a n a
Gomo el amor hum ano, también todo el crecimiento h u
m ano cam ina hacia la m aduración representada en la li“
bre entrega de sí m ism o. O bservando esta parábola de la
m aduración hum ana a diferentes niveles, podem os consta
tar que la vocación del hom bre es precisam ente el am or.
Podem os esquem atizar la teología de la vocación re p re
sentando los tres círculos concéntricos de la tricotom ía.
L a lib e rta d , u n a d im e n s ió n d e l a m o r
116
am or. Prim ero debem os dejar a un lado la idea bastante
difundida de que el am or sea sobre todo u n deber m oral
o una realidad psicológica. S in duda, el am or tiene tam
b ién una d im en sió n psicológica y es tam bién u n deber
m oral. Pero reducir la plenitud del am or a estas realid a
des significa no hablar ya del am or sino de otra cosa.
Nuestra reflexión tiene aquí p o r objeto el am or en sen ti
do o n to ló g ico , puesto que estamos hablando de la d i
m ensión sustancial de la persona. El am or de las p erso
nas es la ontología p o r excelencia.
La dimensión divinizante del hombre es el amor que par
ticipa del Espíritu Santo. E l am or es la única realidad que
se puede participar sin agotarla y sin confundirse co n el
otro. El am or es una relación de la vida misma que abra
za a una persona en sí como unidad de sí. Y el mismo am or
es una relación personal entre amante y am ado, u n nexo
entre los dos que viene a ser u n puente real p o r el que el
amante llega a traspasar su epicentro al amado, y el am a
do, a través de ese p u en te, se pu ed e en con trar con el
amante. El am or es la vida misma que llega a abrazar todo
lo que existe y que, p o r una « ven a» vivificante, da a todo
lo existente existencia, sustento y alim ento para que nada
se pierda y nada m uera. El am or del Padre es u n corazón
que manda la vida a todo lo que existe. Pero, al m ism o
tiem po, el am or abraza todo com o si no lo abrazase. El
amor no exige nada, no pide nada para sí, no busca lo suyo;
el am or es bondad y hum ildad. Eso significa que el am or
da la vida, vivifica, pero nunca se deja ver, para que el v i
vificado n o se sienta en deuda y n o caiga en la tentación
de sentirse obligado. E l am or da la existencia sin dejarse
ver hasta el punto de que el existente puede llegar a p e n
sar que es él m ism o qu ien se da la vida. El am or ama, y
am ar significa dar todo al o tro , p ero al m ism o tiem po
dejarlo com pletam ente lib re. Más aún, es la lib erta d la
que hace al am or ser am or. E l am or ama al o tro hasta él
punto de reco n o cerlo tan radicalm ente que el o tro puede
ser absolutam ente libre en su relación con el am ante. El
amante n o hace violen cia sino que más b ien p ued e su
frirla. T o d o am or es un a kenosis, u n a h um illación , p o r
que significa reco n o cer al otro tan totalm ente, fiarse de él
hasta tal p u n to que el otro puede disponer de nosotros.
E l am or da la vida, pero el que recibe la vida es realm ente
libre porque de n in gú n m odo el am or presiona sobre él.
A l contrario, él puede llegar a pisotear ese am or, puede
negarlo, pero no lo matará nunca p orque el am o r sigue
am ando. E l am or acepta al o tro de m anera tan radical
que acepta la posibilidad de que el o tro rechace el am or.
El am or com prende tam bién la posibilidad de ser negado.
Efectivamente, significa acoger también la libertad del otro,
o sea, tam bién la libertad de rechazar el mismo am or. Por
eso, la libertad es prácticamente la vida eterna del am or p o r
que hace existir al am or incluso cuando el am or es re
chazado.
D io s am a a l h o m b re e n la lib e rta d
E l Espíritu Santo en Jesucristo nos hace partícipes del
m ism o am or del Padre. Ya hem os dicho que el nexo en
tre el hom bre y Dios es el amor. Por eso, el hom bre y Dios
no se excluyen mutuamente, no se atropellan, sino que Dios
ama al hom bre, aunque el hom bre puede n o darse cuen
ta de ello incluso durante toda su vida. El hom bre puede
pisotear ese am or, rechazarlo, sólo gracias a ese mismo
am or. E l hom bre existe sólo porque le es participado el
amor, sólo porque le es dado ese principio agápico que en
su núcleo incluye la libertad. El hom bre es vivificado por
D ios; existe p orque en él habita el am or divino, pero al
u8
mismo tiem po, gracias a ese am or, es libre basta el p u n
to de poder cortar en su pensam iento tam bién esa vena v i
vificante constituida p o r el am or, sin conseguir aun así
destruir el am or. D ios es am or. Eso quiere decir que, una
vez donado, D ios no puede retirar el amor, dejar de amar.
Así, encontram os la paradoja del hom bre que grita c o n
tra D ios, que incluso mata a D ios, sin darse cuenta de
que si puede hacerlo es sólo p o rq u e D io s existe co m o
am or, o sea, com o relación indisoluble, com o vida e te r
na de la que el hom bre m ism o recibe la prop ia existen
cia. E l hom bre puede matar a Dios, sin saber que si lo p u e
de hacer es p o rq u e en el am or de D ios hay una libertad
tan grande que incluye el rechazo que el hom bre pon e en
práctica con ese gesto. Y el hom bre no sabe que, cuando
está diciendo que D ios ha m uerto, D ios vive en su lib e r
tad de amar, que es una libertad que hace indestructible
este am or.
U n a breve n o ta sobre lo n a tu ra l y lo so b re n a tu ra l
E n tod o caso, está claro que hay m ucha distancia entre
Dios y el hom bre. N os tenem os que preguntar entonces si
el am or de D io s y el am or del hom bre son la misma re
alidad o, en el caso de que sean realidades diversas, cuál
es la relación entre ellas. E n la tra d ició n occidental se
consagró la term in ología de lo natural y lo sobren atural.
Esa term inología ha alcanzado un fuerte desarrollo y ha sido
empleada exhaustivamente en el pensam iento teológico. A
este respecto, en los siglos pasados se da una reflexión te
ológica de gran profu n d id ad , sobre todo si la considera
mos dentro de la cultura de la misma época. Y cuando se
trata de una tradición tan rica, la teología contem poránea
debe estar atenta a no perd er nada de ella, cosa que su
cede fácilm ente si una determ inada term inología, ú til en
una época cultural precisa, es trasplantada a ám bitos com
pletam ente diferentes. Y o querría aquí sim plem ente hacer
ver cóm o puede entenderse en nuestro contexto esa dis
tin ció n de natural y sobrenatural.
H oy, a causa de una nueva sensibilidad y de lo s cam
bios que se han p ro d u cid o en la filosofía, debem os expli
car de nuevo lo que se quiere significar con esas expresiones.
La tradición ha transm itido u n a distinción respecto a Dios
que aquí nos puede ayudar. Podríam os sintetizarla en es
tas expresiones: D ios ad intra y D ios ad extra.
D ios en su inm anencia y D ios en su econom ía, que se
extiende de la creación a la redención al fin al de los tiem
pos. H em os visto ya que nosotros conocem os a D io s por
sus obras, p o r su econom ía, y que lo conocem os com o
am or. P or la econom ía, que es la autorrevelación de D ios
en lo creado, nosotros lo conocem os de m odo im p erfec
to, com o una pobre in tu ició n que llega hasta los um bra
les de D ios en su vida dentro de la Santísim a T rin id ad . Y
ahí nuestra inteligencia se ve cegada p o r la luz inaccesible
del am or de D ios Padre. A h o ra bien, la realidad más evi
dente es que D ios no tiene dos vidas, sino que es esen
cialm ente unidad. Eso significa que, si D ios se revela a la
creación esencialm ente com o am or, entonces D io s nos
hace suponer tam bién su esencia com o am or. Y , sin em
bargo, hay una gran diferencia. Es una diferencia que nos
ayudan a entender dos térm in os clave respecto al am or
divino. U n térm in o es generar, el otro crear. E l hom bre
es im agen de D ios, p o r tanto es esencialm ente am or, p o r
que el D ios T rin o es am or. Pero el hom bre es im agen de
D io s p o r creación. Por creación D ios, p o r m edio del Es
p íritu Santo, dona el am or personal. E n este caso la par
ticipación en la vida divina se produce en la creación. Eso
quiere decir que se trata del m ism o am or del Padre, pero
120
en su dim ensión ad extra, o sea, com o am or que crea. E l
hombre, com o ser creado, es imagen de Dios, pero no p u e
de llegar a ser D ios com o lo es el H ijo generado etern a
mente p o r el Padre. Se trata del mismo amor, hasta tal p u n
to que el hom bre es creado en el H ijo y a su im agen,
pero es sólo u n h ijo adoptivo. N o es u n h ijo de la m is
ma sustancia, p o rq u e n o es generado p o r E l, n i procede
de Él.
Todo esto significa que el am or del Padre puesto e n el
hom bre p o r el E spíritu Santo es im agen de D ios y que en
el H ijo Jesucristo, gracias a É l, el hom bre puede llegar a
ser sem ejante a É l, pero nunca É l m ism o. A sí pues, el
am or es u n o solo. P or el lado del hom bre tiene una im
pron ta histórica, creatural, p ero p o r el E spíritu Santo en
Jesucristo H ijo de D ios ahonda en los inescrutables abis
mos del am or del Padre. Se abre así una dim ensión ex
traordinaria de la teología del am or: el am or es u n o so lo ,
no conoce cisma, pero al m ism o tiem po en su dim ensión
ad intra perm anece en abismos que n i la visión beatífica
al fin al de los tiem pos podrá contem plar.
P o r tanto, la realidad hum ana n o está tan lejana de
D ios. L o que el hom bre hace y crea incluso sin una r e
ferencia explícita a D ios n o está necesariamente lejos de Él.
E l hom bre vive, piensa y crea co n y en el am or de D io s
Padre, sólo en su dim ensión creatural. Y el am or es el paso
más seguro entre el m undo creatural y el m undo divino.
El hom bre vive en el am or que le ha sido dado y, p o r este
m ism o am or, realidad incesantem ente unid a a D ios, la
vida del hom bre refleja el am or de la mism a T rin id ad. E l
am or es una realidad que siem pre pertenece a D ios. D o n
de hay am or, aun que sea h u m an o, el am or constituye
siem pre u n cam ino seguro para llegar a D ios. U bi caritas
ib i D eus.
N o existe n in g ú n hom bre que no tenga en él la im a
gen de D ios, o sea, el am or de D ios. Pero el pecado o r i
ginal le ha im posibilitado para ser cada vez más sem ejan
te a D ios. E l pecado ha apartado al hom bre de la concien
cia de am or y lo ha hecho una realidad profanada. Sólo
en este sentido el hom bre está cerrado en su naturaleza per
vertida, sorda al am or y, p o r tanto, a D ios. Pero D ios, a
pesar de tod o, perm anece en esa persona p o r m edio del
am or, aunque el hom bre puede desecharlo. A este nivel al
hom bre se le da la posibilidad de la salvación, o sea, de
ser nueva criatura en C risto p o r el bautism o. Pero de esto
hablarem os más adelante.
122
Leyendo estas páginas, alguno puede sentirse so rpren d i
do, sobre todo cuando hablem os de la inteligencia y m os
tremos que prácticam ente no existe inteligencia verdadera
que no sea la del am or trinitario. Surge entonces la p re
gunta sobre la autonom ía de las realidades terrenas, sobre
los no creyentes y sobre las otras religiones. Me parece im
portante que los cristianos expliquemos nuestra visión abier
tamente y sin medias palabras. N o creo que nosotros, con
nuestras explicaciones, debamos trazar los espacios de la
autonomía humana, de su mente y de su creatividad. Me pa
rece u n callejón sin salida al que se ha llegado p o r un ca
m ino conceptualista. La autonom ía, para serlo, debe ser
íntegra, y no podem os ser los creyentes los que marquemos
sus lím ites. Pero ¿qué D ios sería si hace falta crear un es
pacio en que los hom bres puedan existir tam bién sin El,
donde nosotros podam os, sin E l, pensar y crear arte, cien
cia y política? Y si estas cosas se pueden considerar com o
bien hechas sólo si son form alm ente e idealm ente c o n fo r
mes a un estándar religioso, surge de nuevo la pregunta: ¿de
qpé D ios se trata? C o n esos esquemas se entienden las d i
ferentes clasificaciones que a veces algunos cristianos se han
puesto a hacer y que, más que ayudar a la fe, le h an q u i
tado su carácter incisivo en el m undo.
C re o , en cam bio, que si con sinceridad y de manera
abierta hablamos explicando nuestra visión, con un lenguaje
que sea sensible a la cultura de nuestro tiem po, presenta
rem os la fe de m odo que nadie pueda sentirse aplastado
p o r ella n i excluido a p rio ri. Probablem ente, de las re fle
xiones precedentes es posible in tu ir ya que se está a b rien
do u n camino diferente a esos problem as. Si consideramos
realm ente el am or en su ontología personal, el problem a
de la autonom ía se sitúa en un nivel que está totalm ente
fuera de los esquemas convencionales. E l vínculo del am or
123
incluye la libertad, y esto vale tam bién para la in teligen
cia y para toda la creatividad hum ana. Y el am o r sabe
cóm o llegar a cada u n o y cóm o reco rrer con él el cam i
no hasta la m aduración. E l Espíritu y su gracia soplan y
obran com o qu ieren y donde quieren.
T am bién desde el punto de vista histórico se ha llega
do a u n m om ento que favorece nuevas exploraciones en lo
que respecta a la relación d ivin o-h um ana. La crisis actual
p o n e en evidencia la necesidad de u n paradigm a nuevo
que m e parece que puede estar fundado precisam ente en
la libertad d el am or.
124
sona, una com unicación suya. A h ora bien , cuando D ios ha
dirigido su Palabra al hom bre y así el hom bre ha existido,
D ios ha hablado de una m anera totalm ente « p e rso n a l» ,
o sea, se ha com unicado a sí m ism o. Entonces cuando v e
mos al hom bre vemos la inhabitación divina. Hay algo que
form a parte de la p ro fu n d id ad personal de D ios que h a
bita en el hom bre. Y esa realidad es el am or de D ios y el
Espíritu Santo. Por este d o n personal, el hom bre llega a
ser « p e rso n a » , o sea, tiene la capacidad de expresarse en
la propia naturaleza de una m anera única e irrepetible, de
una m anera totalm ente origin al. Gracias a esta p a rtici
pación, o sea, a esta presencia del am or, el hom bre com o
persona puede amarse a sí m ism o e irra d iar la p ro p ia
energía relacional hacia todo lo existente, pero sobre to d o
hacia el que lo ha llam ado com o in terlocu to r.
El am or personal es ese co lo r de la relación co n el que
la persona pinta todo aquello con lo que se relaciona. Es
un color insustituible. Podemos com parar también el am or
al sabor que adquieren las cosas cuando una persona las
ama. Es u n perfum e que rodea a la persona, qué incluso
ella misma emana en su relacionarse con am or. Y este
perfum e es totalm ente insustituible. E l am or es esa im a
gen nuestra insustituible, ese perfum e singular, esa pala
bra in con fu n d ib le por. la que al final de los tiem pos se
remos reconocidos p o r todos los que hem os amado.
En definitiva, el am or es la luz con la que nuestra vida
resplandecerá en Cristo de m odo que los otros nos re co
n ocerán p o r haber sido amados p o r ella.
E l p r in c ip io u n itiv o y e l p r in c ip io expansivo
El hom bre tiene en sí mismo u n pu n to firm e en su
contin uidad, en su in co n fu n d ib le subsistencia. E n cada
hom bre hay una especie de magnetismo que une todo y que
125
Lace a la persona capaz de percibirse com o totalidad, com o
u n id ad real. Este m agnetism o es precisam en te el am or
po rq u e, com o hem os visto, éste en su esencia es u n « d iá
lo g o » in d isoluble entre sus dos p rin cip ios: el personal y
el objetivante. E l am o r es, en este sentid o, u n a fuerza
centrípeta. Es el prin cip io de la integración. El hom bre es
u n ser com puesto que necesita existencialm ente del p rin
cipio de integración. Si pensam os en el hom bre según la
esquem atización clásica de la tricotom ía, o sea, según los
tres círculos concéntricos dibujados más arriba, en el c ír
culo intern o vemos la participación del E spíritu Santo —es
decir, la presencia del a m o r-, en el segundo círcu lo el
alma y en el círculo más externo el cuerpo. El am or es así
esa fuerza unitiva que acoge a to d o el hom bre y lo u n e en
una verdadera integración. A nivel experiencial, nosotros
experim entam os lo laboriosa p ero im portante que es la
integración personal. N o es fácil acoger de veras el p ro
p io cuerpo, las propias dotes mentales y psíquicas e incluso
los p ro p io s dones espirituales. Sobre todo acogerlos no
significa aceptarlos com o una fatalidad sino gozar de ellos.
A m enudo se inten tan ejercicios de autoaceptación que se
lim itan sólo a u n a aceptación de sí m ism o dentro de un
pensam iento, de una idea o de u n sentim iento. Pero ser
aceptados p o r el am or significa otra cosa: significa también
fiesta y alegría. Adem ás, hay que recon ocer que una acep
tación psico ló gico -racio n al difícilm ente puede evitar dos
trampas: p o r u n lado, la de u n cierto fatalismo o n arci
sismo, si corresponde a nuestro concepto de perfecció n ,
y, p o r otro, la de una especie de dogmatismo o m oralis-
m o, o sea, el afán de « o rd en arse» u n o mismo según una
idea o una regla. E n cam bio, si el p rin cip io de la unidad
personal es el am or —que, com o ya hem os visto, es lib e r
tad— probablem ente el proceso de la integración recorre un
126
camino m ucho más arm ónico y connatural al hom bre.
A l hablar del am or divino ya hem os indicado que, p o r
el am or personalizante y objetivante, la persona se ama a
sí misma, pero en este mismo acto de am or a sí mismo ama
tam bién a los otros, sin que haya u n antes y u n después.
E n cierto m odo encontram os tam bién esto e n el hom bre.
E l hom bre se ama a sí m ism o, y eso significa que se m ira
y se piensa a través del am or. O sea, a través del am or p e
netra todo el p ro p io ser, se ve de todos los lados posibles,
y, al mismo tiem po, p o r ese abarcarse en la globalidad, ama
al otro, ya que sólo integralm ente es posible amar al o tro .
El am or n o existe si el acto de am or es una parcialidad,
u n acto aislado. N o se puede amar al otro sólo con el
pensamiento, p o r ejem plo, o sólo con la voluntad, n i tam
poco sólo con el cuerpo. E l am or exige la integralidad
personal. Si un joven que debe preparar u n exam en p ie r
de el tiem po todos los días ju gan d o con sus amigos, sig
nifica que es una persona desintegrada, que no se ama, p o r
que todavía no consigue verse en las diversas realidades
que lo com ponen. Pero amarse significa tener de sí m is
m o una inteligencia orgánica, una inteligencia que c o n o
ce los nexos entre las diferentes realidades, que el amor hace
visibles. E n el caso del joven , los nexos entre el estudio,
los amigos, el trabajo fu tu ro , la form ación de una fam i
lia, etc. D el m ism o m odo, amar al otro significa verlo y
pensarlo con am or y en el am or, o sea, considerándolo lo
más integralm ente posible, y relacionarse con él teniendo
en cuenta su integralid ad . A sí p o r ejem plo, la person a
que ama tiene en cuenta el carácter de la otra persona, su
historia, su m entalidad y cultura y, p o r la fuerza del am or,
mide las palabras, cuida los gestos, el m odo de relacionarse,
etc. A m ar al otro significa im plicarse integralm ente. N o se
puede ayudar al otro a labrar la tierra, p o r ejem plo, sólo
127
con el pensam iento, pero tam poco sólo con el cuerpo si
se está descontento y se tiene la m ente y los sentim ientos
en otra parte. E l am or exige la integralidad. Esta integra
c ió n de q u ien ama significa sobre todo esforzarse uno
m ism o en considerar al otro integralm ente.
L a c u e stió n de la in te lig e n c ia
128
en cuenta. Efectivam ente, ya a m itad del siglo X III santo
Tom ás em pieza su Sum m a co n un a valiente y so rp re n
dente pregunta que ha sido la pregunta de muchas g e n e
raciones de intelectuales de los siglos siguientes: ¿existe
D io s? L a verdadera teología ha m antenido siem pre la ra
zón íntegra en la inteligencia renovada en C risto de que
habla san Pablo (i C o r 2 ,l6 ).
E l problem a ha surgido cuando la racionalidad ha sido
puesta com o u n a especie de fun d am en to « o n to ló g ic o »
del hom bre, y después se le pedía el am or com o cu m p li
m iento del m andam iento más grande. O b ien había que
explicar que el hom bre es, sobre to d o , inteligencia, pero
que la voluntad es el am or y que se necesita q uerer lo que
se conoce. Y de nuevo se abrían dificultades y am bigüe
dades ya bien conocidas p o r todos. Estos han sido problemas
comunes desde que se ha entendido la racionalidad de u n
m odo parcial. Se advierte sobre todo u n cierto red u ccio -
nismo en nuestra com prensión de la inteligencia cuando
es desvinculada del E spíritu y de la vida espiritual. C o n
siderar la inteligencia separadamente, o sea de manera ais
lada, significa elevarla idolátricam ente para después verla
reducida a una pura cuestión fisiológica o química. Los re
sultados son todavía peores si se aísla la razón, el racio ci
n io, de la inteligencia y del conjunto de la persona, so
bre tod o de su dim ensión espiritual y agápica. La m o d er
nidad ha visto tod o esto.
Por tanto, nunca está de más precisar que el fu n d a
mento ontológico del hom bre es la participación p o r el E s
p íritu Santo en el am or de D io s Padre y que la in teligen
cia y la voluntad son dos dim ensiones de ese am or. La
inteligencia y la voluntad son realidades que existen sólo
de form a personal. Eso significa que pertenecen radical
m ente a la existencia personal, al ser personal. Y la fu e n -
129
te de la existencia personal es el am or del Padre. Gom o
han demostrado los Padres y retomado algunos teólogos con
tem p o rán eos, el ser que es in telig ib le lo es p o rq u e es
am or. El am or es la inteligencia p o r excelencia y sólo en
el am or existe y opera la verdadera razón, la verdadera in
teligencia. Y com o no existe n in gú n ser absoluto y des
personalizado, y el A bsoluto es el Padre en cuyo am or se
realiza la libre adhesión de las santísimas Personas, está
claro que este absoluto tiene la inteligencia de la Persona,
o sea, u n a inteligencia que se revela, que se com unica.
P or eso el Ser absoluto, que es el am or, es inteligible. La
inteligencia del Ser absoluto, o sea, de la santísima co
m u n ió n de las tres Personas divinas es una inteligencia de
la co m u n ión , de la participación y de la revelación. La
inteligencia en sentido absoluto es una d im en sión de este
am or absoluto que conoce todo ya que ama y vivifica todo.
A sí pues, se trata de una inteligencia de am or y d el Espí
ritu. P or consiguiente, la estructura de la inteligencia h u
mana es una estructura orgánica. La inteligencia humana
es capaz de re co rre r los senderos del am or a través de
todo lo creado hasta los umbrales del Creador, es capaz de
captar los nexos de todo lo existente p o rq u e el am or es el
n u d o on to ló gico entre to d o lo que existe. Por eso la in
teligencia hum ana tiene diversas dim ensiones, para reali
zar lo que le es p ro p io . T ie n e la razón, el raciocinio* para
p o d er aislar lo con ocid o y analizar u n detalle co n agudas
especializaciones o para llegar a cuidadas elaboraciones de
los resultados de los análisis. T ien e la intuición, co n la que
el am or puede em belesar la inteligencia y llevarla a sínte
sis inexploradas. T ie n e el sentim iento, que da gusto y sa
b o r a la inteligencia y convence de la presencia real de lo
con ocid o. L a inteligencia obra tam bién p o r m edio de úna
dim ensión suya particular, que es la voluntad. P o r últim o.
130
la inteligencia tiene la m em oria com o su soberana capa
cidad espiritual y que permite al intelecto ser sabiduría. Sólo
una inteligencia tan íntegra está al servicio del ho m bre y
de la vida. Si una cualquiera de esas dim ensiones es d es
cuidada, el hom bre no puede aprovechar y vivir de m odo
verdadero la propia inteligencia, y eso mism o sucede si se
sobrevalora una de ellas con m enoscabo de las otras. E n
esos casos, la inteligencia ya no es inteligencia. E n esta
estructura se com prende bien el nexo entre la p urificación
y la giioseología. C u an to más se purifica u n o del egoísm o,
más se con oce. La p erfecció n del conocim ien to co rres
pon d e a la penetración del am or en todas las d im en sio
nes de la inteligencia. A sí esas dim ensiones actúan arm ó
nicamente entre ellas y los resultados de una dim ensión e n
cuentran, con el am or, eco en toda la inteligencia.
D en tro de ese esquema de la inteligencia, se co m p ren
de también la estructura y la correlación dé los diversos co
nocim ientos y de las diversas ciencias. C u alqu ier especia-
lización que adquiera el raciocinio se com prende y se si
túa dentro del organism o de la in teligen cia. A sí vem os
que los resultados de cada d im en sión con curren al co n o
cim iento integral que es el del am or, espiritual. Esa in te
ligencia íntegra es ipso fa d o un a inteligencia religiosa p o r
que es una inteligencia del recon ocim ien to del otro. P or
eso, en ella está presente una auténtica actitud religiosa, y
tam bién social, puesto que u n a actitud de re co n o cim ien
to del o tro , u n a actitud relacional interpersonal es n ece
sariamente una actitud de la com un ión , o sea, de la aten
ción a los otros. Esta inteligencia se le participa al h o m
bre p o r m edio del am or con el que ha sido creado. E l
Padre, que se hace con ocer integralm ente en el H ijo g e
nerado p o r Él, a otro nivel se hace co n o cer en el h o m
bre p o r m edio de su creación. La misma creación es, de
hecho, u n hacerse con ocer. Pero con ocer la creación no
es cosa sencilla, si no querem os que sea una m entira cons
truida p o r el hom bre para sentirse dios. A sí pues, n o es
verdadera inteligencia la que, conociendo la creación, no
refuerza el p rin cip io personal y agápico del cognoscente.
D e hecho el verdadero con ocim ien to, in clu id o el co n o ci
m iento de las ciencias positivas, aum enta el co n o cim ien
to personal, o sea, hace a la persona cada vez más perso
na, abierta y respetuosa. T o d o co n o cim ien to verdadero
crea en la persona esa relación de respeto típica de la ca
ridad. E n u n sentido estrictam ente teo ló gico , podem os
afirm ar que no es verdadero conocim ien to de la creación
el que no lleva a acoger la revelación del Padre creador.
Es una perversión de la inteligencia, com o explica san Pa
blo (cf. R om 1,18 ss). D e cualquier m odo que se intente
afirm ar una inteligencia « a u tó n o m a» , o sea, existente por
sí misma, que el hom bre puede poseer y que se convier
te para él en instrum ento de dom inio, se em prende u n ca
m in o sin salida. S ó lo existe la inteligencia fundada en el
am or trin ita rio , de la que, a través de la creación, D ios,
p o r m edio del E spíritu Santo, nos hace partícipes.
E ntonces el Padre es cognoscible p o r su misma in teli
gencia. P or m edio de su am or-in teligen cia se hace co n o
cer. E l Padre es cognoscible gracias al H ijo generado por
el Padre, n o p o r u n particular proceso lógico y epistem o
lógico, sino p o r m ed io del am or que hace capaz de cap
tar la creación. Y la revelación n o se descubre siguiendo
una lógica causal o convencional sino siguiendo la lógica
del am or. P o r eso es u n acto lib re. D e hecho, D io s se re
vela a quien quiere. La libertad es una característica del amor
y, p o r tanto, tam bién de la inteligencia. La inteligencia es
una dimensión del amor personal, caracterizada por ese mis
mo am or y, p o r consiguiente, tam bién p o r la libertad. De
esa m anera, tocam os u n tema que, sobre todo en el m o
m ento actual, adquiere una gran im portancia: la libertad
de la inteligencia y, p o r tanto, tam bién la libertad del c o
nocim iento. El verdadero conocim iento no puede ser cons
trictivo, com o tam poco puede encerrar lo conocido en las
esferas inferiores de la existencia, o sea, en las de la n e
cesidad. 1^ libertad de la inteligencia fundada en la libertad
del am or desem boca así en el gran tema de la creatividad.
El am or penetra en todo, une y distingue todo. El am or
es la unidad y la diversidad, lo u n o y lo m últiple. El am or
es la estructura orgánica p o r m edio de la cual se llega al
conocim iento de toda verdad. E n el am or se puede des
cender a los más vertiginosos análisis, llegar hasta las ú l
timas partículas de cualquier ser. E n él se encuentran tam
b ién los nexos existenciales y reales de cada detalle con el
todo. E n el am or se desciende hasta los fundam entos de
lo existente. Pero sólo en el am or se puede tam bién p e n
sar el devenir de la creación. L o real que ya existe y lo real
que se piensa, todo es posible sólo en el am or que es la
realidad absolutam ente existente. E l con ocim ien to verda
dero, incluso el que convence de la existencia real de lo
conocido, sólo es posible gracias a la inteligencia que f o r
ma parte del am or y que incluye en sí los nexos vitales de
todo. El con ocim ien to operado en el ám bito del am or es
un conocim iento que tiene en cuenta a todos y a todo. Sólo
así se llega a una inteligencia y a u n conocim iento que evi
ten las parcialidades exclusivistas y autoafirmativas. T odo co
nocim ien to , si fuese posible fuera del am or, sería lim ita
do y, p o r consiguiente, tam bién falso o al menos engañoso.
Ya p o r el hecho de no tener una relación co n todo y con
todos carece de esa apertura que tien e en cuenta a los
otros y que es una cualidad esencial de la inteligencia. Sin
esa apertura, la inteligencia tiende a la autoafirmación y e n -
i3 3
tra en la lógica del po d er del más fuerte. Sin esta apertu
ra de fo n d o , la inteligencia se encuentra operando en la
oscuridad.
i3 4
miento de D ios y, consiguientemente, también del hom bre.
Todo conocim iento que se aparta del p rin cip io personal y
se encierra en la objetualidad de las cosas es un conocimiento
que hincha, que acaba en la autoañrm ación del sujeto y que
en definitiva se volverá contra el hom bre y contra los m is
mos objetos estudiados. A sí pues, el verdadero c o n o c i
m iento objetivo es el que desemboca en la dim ensión re-
lacional personal, o sea, el que, aunque estudie la m ateria
desnuda, una piedra p o r ejem plo, llega a integrar sus da
tos en el principio personal y reconoce al Sujeto que se ma
nifiesta en el objeto estudiado.
L a o b jetivid ad d e l c o n o cim ie n to
Si, en definitiva, tod o conocim ien to nuestro es p erso
nal, incluso cuando estudia los objetos, ¿ e n qué consiste
su objetividad? La objetividad n o hay que buscarla e n la
desnuda conform idad a las reglas del conocim ien to que
cada ciencia puede prescribir o prefijar. Esas reglas p u e
den cambiar com pletam ente con el tiem po o con el variar
de las culturas y de los grupos sociales. A veces, estas re
glas resultan u n pretexto para tener razón, hasta el pu n to
que la filosofía contem poránea llam a a las estructuras y a
los métodos de la objetividad epistemológica y científica « n a
rraciones subjetivas». Está claro que cada ciencia y c o n o
cim iento tiene que proceder dentro de unos itinerarios es
tablecidos. Pero estos itinerarios son relativos y en sí m is
mos no tien en más valor que el de ser m edios. P or tanto,
están destinados a ser continuam ente superados. U n de
term inado con ocim ien to, cuando llega a u n cierto pu n to
de su desarrollo, elabora su propia metodología, que p ro n
to será cambiada o perfeccionada, puesto que la adquisi
ción misma del conocim ien to al que se llega p o r este m é
todo está pid iend o nuevos m étodos. A sí, a causa del cam
135
bio global de la cultura, a causa de una interdisciplinariedad
cada vez más com pleja, los m étodos de las ciencias exigen
una m ayor flexibilidad. Pero, sobre todo, el p ro p io h o r i
zonte del conocim ien to, la universalidad com unional de la
vida de la persona, exige una actitud de relativizacíón de
los m étodos. L a dogm atización de los m étodos de c o n o
cim iento ha llevado a la esclerotización y a la defensa- es
téril de lo ad quirid o.
La objetividad hay que buscarla en .el am or, que es ab
solutam ente objetivo. Y la objetividad del am or es la o b
jetividad de la existencia del o tro . L a verdadera objetivi
dad es la capacidad de tener en cuenta al otro en el co
n o c im ie n to que buscam os. Eso n o su p o n e u n cam ino
refinado de relativism o sino el reconocim iento de la ver
dadera objetividad, que no puede ser gobernada p o r mí.
Se llega a la objetividad científica p o r la com plejidad y no
con la sim plicidad de u n m étodo aprendido en un a cien
cia y que luego querem os aplicar en otra parte. D em asia
do simple para abordar la com plejidad. Por eso, al final
de la m odern idad hem os asistido a u n em pobrecim iento
a este respecto. Y som os tam bién testigos de las graves
contradicciones que están m ostrando las ciencias. Todo
m étodo cien tífico que no está abierto a esa objetividad
m anifiesta una especie de narcisismo subjetivista. La ob
jetividad no es lo que el hom bre se fija de antem ano —o
sea m étodos, categorías, reglas lógicas respetadas— sino lo
que el hom bre reconoce, lo que debe reconocer. E l h o m
bre choca co n la objetividad, que opone resistencia a sus
impulsos subjetivistas. La objetividad supone libertad y con
ella se reconoce la libertad y el ser absoluto del o tro . La
objetividad d el con ocim ien to y de la ciencia es el respeto
de lo que existe y se está descubriendo. La objetividad está
en las antípodas del dom inio, del poder. La objetividad del
136
conocim iento y de la ciencia se traduce en una dim ensión
objetivante de la persona. E n otras palabras, se traduce en
la hum ildad. Pero está claro que tam bién u n co n o cim ien
to parcial, o sea, u n aspecto de ese conocim iento superior
que es el conocim ien to personal incide en la propia d i
m ensión personal. A sí, los conocim ien tos y las ciencias
deberían in cid ir en la vida de los hom bres. T odo co n o ci
m iento verdadero, toda ciencia, debe po d er co n trib u ir a
la co m u n ión en la vida, o sea, a la belleza de la vida, que
es precisam ente una m ejor convivencia entre los hom bres,
sus culturas y su m entalidad. U na arm onía real, vital, pero
tam bién ideal y form al.
A nivel experiencial, observamos a m enudo que el cog-
noscente, en vez de recon ocer la objetividad que co n ti
nuam ente escapa de sus esquemas, se irrita, m ostrando así
que tiene una actitud autoafírmativa y que no está en el ca
m ino del verdadero con o cim ien to. La verdadera objetivi
dad de la inteligencia es el am or p o r la vida y el saber v i
vir el am or.
T o d o co n o cim ien to que n o reco rra los senderos d el
amor, toda epistemología fuera de la lógica del am or es una
teoría abstracta. Nace fuera de la verdad que es el am or y,
p o r eso, lleva tam bién fuera de la vida. Y si un co n o ci
m iento de ese tipo es el criterio de program ación de la vida
social, se convierte en dictadura, violencia, y tarde o tem
prano va contra la vida m ism a. P o r eso, cuando se habla
de inteligencia, es necesario cuidar de no arrancarla de su
ambiente vital que es el amor. El hom bre es un ser racional
sólo porque es u n ser creado con am or y p o r am or.
P ecado e in te lig e n c ia
i37
recordar al m enos que el pecado ha destruido la integra
ció n del hom bre. Y a hem os visto que el pecado original
transform a el p rin cip io agápico en p rin cip io autoafirm a-
tivo. E l am or agápico, que es un p rin cip io de am o r u n i
versal y personal, se pervierte en u n principio de am or p ro
pio, de egoísm o insaciable. D e proceso de la personaliza
c ió n progresiva se pervierte en reificació n de la propia
naturaleza, dom inada ahora p o r el am or p ro p io clavado a
las propias necesidades y exigencias. Y el p rin cip io de in
tegración em pieza a desperdigarse entre m il fuerzas cen
trífugas. La inteligencia se descuelga entonces del am or y
se convierte en m edio de autoafirm ación hasta hacer caer
al hom bre en la ilu sión de sentirse com o u n dios. La ra
zón se convierte en el criterio de toda la vida hum ana. El
am or p ro p io es la perversión del am or, es u n trasladar el
epicentro de la integración a la parte objetivante desinte
grada, ahora reducida al nivel de « o b je to 3^ que encierra
en la propia naturaleza todo lo absoluto de la vida. Ese mis
mo es el reco rrid o de la inteligencia. Puesto que la in te
ligen cia está ligada existencialm ente al am or, se puede
apartar de él sólo en su perversión. L a inteligencia sigue
siendo así una d im ensión del am or, pero del am o r p e r
vertido. Por eso se encierra con el am or pervertido, au-
toafirm ativo, en la objetualidad de la naturaleza y d om i
na en ella. Ese mismo hecho le hace padecer su frim ien
tos que en gran parte se procura ella sola con su unilateral
tiranía. A h ora es una inteligencia que ya no llega a ver el
conjunto. Es la razón de lo particular, del análisis sin la
síntesis, es la inteligencia del d om in io, de la presunta o b
jetividad com o necesidad para gobern ar y d om in ar. Pero
es una inteligencia que ya no soporta e incluso desprecia
todo p rin cip io personal. Se convierte en una inteligencia
que se rebela contra la persona y la somete a las propias
138
ocurrencias, invenciones e ideas. O tra reacción de la in
teligencia desintegrada la encontram os en el am or p ro p io
que no soporta nada de objetivo, sino que es una pura au-
toafirm ación, com pletam ente unilateral, del p rin cip io p er
sonal pervertido, reducido ahora a u n subjetivismo egoís
ta. P or u n lado, la inteligencia se convierte en una espe
cie de pasión ciega y, p o r el otro, se transform a e n un
sentim iento devastador y opaco. En pocas palabras, p o d e
mos co n clu ir que el racionalism o despersonalizante que
se desencadena co n el hecho de la desintegración es p rác
ticam ente una dim ensión del am or p ro p io . Y el subjeti
vismo racion al-psicológico es sólo la otra cara de ese m is
mo am or p ro p io . El racionalism o-sentim entalism o com o
m ecanism o en que la razón o su negación recibe e l p r i
mado sobre todo puede llegar a ser la máxima expresión
del egoísm o. El hom bre se hace epicentro de todo y so
mete todo a la p ro p ia razón pasional o a la prop ia razón
sentimental. Ajusta todo en sistemas: la naturaleza, el m un
do, el hom bre, incluso la fe y hasta D ios m ism o. La his
toria europea sabe b ien de ese tipo de fenóm enos y co
rrientes de pensam iento.
A l final de la m odernidad a m enudo nos encontram os
ante problem as inherentes a la ciencia y a los diversos co
nocim ientos. Sus autonom ías hacen ver claramente sus l í
mites, el peligro que constituyen para la convivencia h u
mana, para la vida de la naturaleza, para el hom bre, para
su estructura genética y para la d efin ició n misma del ser
hum ano, aunque sólo sea a nivel b io ló g ico . Se com pren
de que puedan darse a causa precisam ente de u n a in te li
gencia separada del am or y de la persona viviente. E l p ro
blem a personal está quizá en el hecho de que, de un m odo
u o tro , se ha legitim ado esta in teligen cia expresión del
am or prop io. E n vez de una inteligencia de am or, el hom
i3 9
bre usa una inteligencia del poder. Hemos asistido a las con
secuencias devastadoras de ese tipo de inteligencia en casi
todos los campos de la cultura, así com o en la teología y
en la vida eclesial. Y p o r n o rm a una inteligencia desequi
librada provoca reacciones opuestas. Hemos visto así u n des
crédito de la racionalidad, el sentim entalism o, el fideísm o
y tantas otras form as de negación de la inteligencia.
Se suele querer salir del impasse actual enfatizando el
m odo de pensar y el contenido del pensam iento, en vez de
reconocer que tam bién la inteligencia necesita p u rifica
ción, sin la cual n o puede co n o cer la verdadera vida y
m enos todavía a D ios. Y la p u rificació n de la inteligencia
pasa p o r la vida de la persona y no sólo p o r u n ejercicio
abstracto de la razón. H aría falta retom ar algunas in d ica
ciones de los Padres sobre la purificación de la in teligen
cia en el intelecto pasional.
140
persona fundada sobre la inteligencia y el b ie n ? Más aun:
si para la persona es tan esencial la inteligencia e n ten d i
da según la acepción com ún, entonces se in tro d u ce u n
criterio cuantitativo de ju ic io fuertem ente com petitivo. De
nuevo se m iden las personas según las capacidades in te
lectuales, la eficiencia en el hacer, o sea, según u n éxito
m ensurable. Pero ¿d ón d e acaba la persona, dónde está el
verdadero criterio de su valor? ¿ Y si este criterio estuvie
ra de veras escondido y fuera invisible?
Si m iram os a la persona adoptada com o hijo en el H ijo
de D ios, vem os que el am or, n ú cleo constitutivo de la
persona, puede ser com pletam ente invisible, pero la p e r
sona vive igualm ente en plenitud su verdad. A la hora te r
cia en el Calvario, el H ijo de D ios estaba com pletam ente
im pregnado del am or hasta la últim a partícula de su p e r
sona. E n aquella hora Jesús estaba en una total relación fi
lial con el Padre, consum ada en u n am or total, pero n in
guno de los que pasaban bajo la cruz se dio cuenta de este
sacrificio am oroso. E n ese mism o acto Jesús se dio co m
pletamente a los hombres, se entregó totalmente en sus ma
nos, pero la gente no se dio cuenta. A l contrario, Jesús
m uere en una pavorosa soledad. Pero precisam ente en este
acto la persona de Cristo se ha revelado hasta el fondo. A quí
se intuye que la persona tiene su diverso m odo de p e rc i
birse, de realizarse, y, p o r tanto, de revelarse. La p e rso
na sólo puede ser juzgada co n los ojos de quien le ha cre
ado y salvado- E l conocim ien to de la persona es una in
tu ició n de am or, porque externam ente el ojo hum ano no
puede p ercib ir toda la grandeza del am or de D ios en ella.
E l am or no hace fuerza, sino que ama, es decir, sube a la
cruz p o r su « o b je to » de am or. U na madre sufre p o r el
hijo que a las tres de la madrugada no ha vuelto todavía a
casa y del que no sabe dónde está n i lo que le está suce
d ien d o. E l am or sufre m ucho cuando a la person a am a-
da n o le im porta el am or. Y com o hay una d im ensión
sacrificial del amor, hay también una dim ensión pentecostal,
festiva, cuando el am or es acogido. L a B iblia nos ofrece la
im agen del Padre que se alegra p o r el h ijo que vuelve. A sí
pues, la persona es inviolable a causa de este am or que yace
en ella aunque n in gu n o llegue a verlo.
C risto com o Persona p o r excelencia, es decir, com o li
bre adhesión en el am or a todo lo que existe, significa
tam bién la capacidad de colm ar todos los abismos. C risto
se ha co n fiad o a to d o lo existente, p ero sobre to d o ál
hom bre pecador, que ha pervertido el p rin cip io agápico.
Por eso, en su am or es acogido todo lo que se encuentra
en el cielo y en la tierra, las cosas visibles e invisibles.
Cristo es la Persona que p o r su sacrificio amoroso hace sub
sistir todo. C risto es la Persona en que todo subsiste, pero
no se co n fu n d e. C risto es, pues, el paradigm a de una in
teligencia de la subsistencia, del ord en vivo y dinám ico
com o el organism o de un cuerpo. Cristo es la categoría de
la inteligencia renovada en la Pascua, del am or que resu
cita de la m uerte todo aquello a lo que se ren un cia a cau
sa de los otros. Cristo es la categoría del C u erp o , del O r
ganism o, de la Subsistencia arm ónica, de la Iglesia. La
verdadera inteligencia es la de la Iglesia, vivida y pensada
ju n to s en la com unidad concreta, no ideal.
A sí pues, en C risto se encuentra la recapitulación del
hom bre y de toda su historia. Para pensar el hom bre hay
que estar atentos a que el pensam iento no salga de la ca
tegoría fundante de la lógica del am or que es C risto . Eso
quiere decir pensar el hom bre dentro de la categoría de
la Persona en sentido absoluto. Para « d e c ir el h o m b re»
hay que tener en cuenta a todos los hom bres. Según H e i-
degger, se dice el hom bre a través del hom bre. Pero la
142
experiencia histó rica nos dem uestra que eso n o basta y
que puede ser hasta peligroso. Efectivam ente, esta a firm a
ció n es parecida a la de ló u ra in c que decía que es p e li
groso d efin ir el b ien . N o « d e cir el h o m b re » , sino dejar
simplemente que el m ism o vivir del hom bre lo defina p u e
de constituir u n pretexto para n o considerar la verdad del
hom bre. Y m irar el vivir y el hom bre m ism o sin u n a re
flexión sapiencial no lleva a ninguna parte. « D e cir el h o m
bre» no significa fijar u n ideal que se convierta en u n yugo
frustrante. « D e c ir el h o m b re» no es encerrar al hom bre
en la ideología de sí m ism o. Esos errores pued en darse en
una racionalidad o una narración separada de la vida, a cuyo
análisis hem os dedicado ya bastante espacio. Se d ice el
hom bre a través de C risto , p o rq u e E l es la Persona e n la
que se ha realizado el p rin cip io agápico hasta la plenitud
y que, p o r tanto, es la plena realización de la libertad del
am or. C u an d o decim os C risto, n o entendem os una cate
goría excluyente. P o r eso no se ju stifica u n m iedo a p rio -
rístico a ese planteam iento. A los que están dem asiado se
guros de poseerlo, C risto m ism o les dice que vendrán m u
chos de O rien te y de O ccid en te que entrarán antes que
ellos.
Para term in ar este excursus, podem os hacer una sínte
sis diciendo que la persona hum ana es creada a im agen de
la divina; que en su núcleo la persona está constituida p o r
la participación, p o r el Espíritu Santo, en el am or de D ios
Padre; que el hom bre es persona com o unid ad y com o
expansión relaciona!, y que tam bién sus características más
evidentes y distintivas, com o la inteligencia y la voluntad,
son dim ensiones de este am or. A partir de esa constitu
ción es com o se debe entender una d efin ició n del c o n o
cim iento y, p o r tanto, tam bién del obrar. G om o diría el
padre _pidlík, reducir la persona a la naturaleza significa
i4 3
no hablar ya de la persona. Y aislar la persona fu era de la
naturaleza equivale a destruirla. La persona se realiza por
el am or de D ios en la prop ia naturaleza, creando así u n i
dad con las otras personas y con lo creado.
144
III
E L C O N O C IM IE N T O D E D IO S Y
E L SA B E R IN T E G R A L
145
los hombres, yo creo que la Sagrada Escritura ha querido in
dicar que el Sobresustancial hecho hombre ha venido de su
misterio a nuestra presencia. Pero él permanece oculto también
después de su manifestación o, por hablar más divinamente, en
su misma manifestación ese misterio de Jesús permanece es
condido y no puede ser explicado en sí mismo p or ninguna ra
zón y por ninguna inteligencia, sino que también cuando se ha
bla de él permanece inefable y cuando se piensa permanece ig
noto. Si uno, habiendo visto a Dios, ha comprendido lo que
ha visto, no ha visto a Dios, sino alguna de sus obras que exis
ten y que se conocen (DIONISIO AREOPAGITA, Carta III al m o n
je Gayo, P G 3, 1069B)
Consideraciones preliminares
E l cam ino recorrido en el prim er capítulo nos ha lle
vado a concluir que la verdad es lo que perm anece eterna
m ente, sin olvidar que eternidad no es sinónim o de esta-
ticidad. Continuando el camino, hemos llegado al punto de
constatar que la verdad es el am or trinitario com o libre
adhesión de las Personas divinas. Se trata de una realidad
dinám ica porque está constituida p o r el am or personal.
Después hem os visto que el hom bre com o persona cre
14 6
ada a imagen de Dios participa del amor divino; que el n ú
cleo de la persona es el am or de D ios Padre participado
por medio del Espíritu Santo que habita en el hombre. H e
mos visto además que el am or en el Espíritu Santo es el
que constituye el nexo real entre D ios y el hom bre. E n este
capítulo querem os profundizar en el objeto de la reflexión
de los capítulos anteriores p o rq u e constituye una especie
de co n d ición necesaria para el conocim ien to de D ios. El
conocim ien to de D io s resulta así coherente con el hecho
de que el hom bre es im agen de D ios. P or tanto, « d e c ir
el h o m b re» significa abrirse a la posibilidad del c o n o c i
m iento de D ios p o r su participación en el am or del C r e
ador. Así, conocer a D ios quiere decir conocerse uno m is
mo y viceversa. U n verdadero conocim ien to es sobre tod o
el descubrim iento de u n a relación, en la que se p erciben
los dos sujetos de la misma.
D ios participa al hom bre el am or y la vida eterna. Ju an
dice que la vida eterna consiste en co n o cer a D ios y a
aquel a quien É l ha enviado, Jesucristo (cf. J n 17,3 ). A sí
pues, p o r la participación en el am or de D io s es posible
al hom bre acceder a la vida eterna y co n o cer a D ios. Pero
hablar hoy del con ocim ien to de D ios, teniendo a las es
paldas el Renacimiento, el iluminismo, el psicoanálisis y todo
el desarrollo tecn o ló gico , resulta bastante problem ático.
N o es fácil hablar de con ocim ien to de D ios ahora que el
m undo parece haberse acostum brado a vivir sin El.
¿ Q u é puede significar para el hom bre contem poráneo
la frase de Juan de que la vida eterna consiste en con ocer
al Padre y a aquel a quien El ha enviado, Jesucristo? El c o
nocim iento de D ios es la cuestión más alejada de la m e n
talidad contem poránea, que p o r u n lado es tan analítica y,
p o r otro, tan im aginativa, poblada además de im ágenes
predom inantem ente sensuales.
147
Hay que recon ocer que el conocim ien to de D ios se lia
convertido en una cuestión que suscita prevenciones de
antem ano. A n te este tema las personas reaccionan en se
guida con prejuicios. Algunos de esos prejuicios son de ca
rácter psicológico - so cial, en el sentido de que tienden a re
d ucir este tem a a un a cuestión de curas y m onjas o de
cristianos « co m p ro m etid o s» . O tros, en nuestro contexto
cultural, consideran la cuestión a partir de los presupues
tos de las religiones orientales, o de lo que han oíd o de
ellas, pensando que el cam ino de las religiones orientales
—de tra d ició n espiritual antigua— es más adecuado para
iniciarse en los conocim ien tos espirituales. Se encuentran
tam bién prejuicios de índ ole intelectualista, que conside
ran el con ocim ien to de D io s u n a cuestión abstracta, fría
y, después de tod o, com pletam ente opinable. T odos los
intentos de llegar a una cierta objetividad argumentativa que
tenga u n valor universal hoy más bien hacen son reír. Hay
una im agen que, a m i ju ic io , expresa bien el m od o com o
se han vaciado las grandes concepciones conceptuales y ra
cionalistas sobre el con ocim ien to de D ios: la cúpula de
A n d rés Pozzo en la iglesia de san Ignacio en R om a. Si
entram os en esta iglesia y alzamos los ojos, vem os que el
ju eg o de la perspectiva es tal que nos hace ver la cúpula
de m anera diferente según las diferentes posiciones. Pero
cada u n o puede absolutizar el p ro p io punto de vista y dis
cutir a ver quién la ve correctam ente. Todos tendrían m o
tivos para argum entar la validez de la propia visión . Pero
lo más interesante es que la cúpula no existe, sino que
está sim plem ente pintada. Es u n buen ejem plo para ver de
m anera plástica lo que ha sucedido co n las diversas elucu
braciones respecto al conocim iento de D ios. La época m o
derna ha ido descubriendo poco a poco que detrás de esos
conceptos no había nada. Son conceptos que h an id o ca
148
yendo u n o después de o tro , sin que detrás de esos esque
mas D ios se Laya dejado ver. P or eso ha nacido tam bién
un fuerte relativism o a este respecto.
Este tem a ha sido todavía más problem ático en las é p o
cas en que se argum entaba sobre el conocim ien to de D io s
siguiendo el paso del desarrollo de las corrientes racion a
listas en que, pensando en el cristianism o com o c o rrie n
te universal, se creía que los m isterios de la fe eran p e r
fectam ente accesibles a la m ente hum ana. N o sólo eso.
A lgunos creían que la verdad cristiana correspondía to tal
m ente a la ley de la razón, p o r lo que todo hom bre que
usa la razón según su verdadera naturaleza tendría que ser
cristiano. G o m o consecuen cia, de esta correspon d en cia
entre el cristianismo y el uso de la razón natural se deducía
tam bién que el cristianism o debía ser la plataform a de la
cultura universal, sin tener en cuenta lo que hem os dicho
más arriba respecto a la p u rificació n . P o r eso, co n la ex
plosión de las autonom ías típicas del proceso de la secu
larización y con todo el proceso de liberación del h o m
bre m od ern o y su cultura de u n cristianism o totalizante,
la cultura m oderna, unas veces co n violencia, otras co n
iron ía, ha desm antelado nuestras estructuras racionales
aplicadas a la dim ensión religiosa. Se ha co rrid o entonces
a buscar refugio en el diálogo p erió d ico con las distintas
disciplinas científicas, tratando de adoptar sus m étodos e
itinerarios, pero los resultados n o han sido los esperados.
La ciencia no ha tomado demasiado en consideración nues
tras demostraciones y nuestros argumentos respecto a la re
ligió n . Y , sobre to d o , ese gran aparato racional cien tífico
in tro d u cid o e n la teología no ha supuesto u n a aportación
significativa a la evangelizadon de los intelectuales e u ro
peos. A l contrario, hoy son a m enudo los intelectuales los
que, encontrando nuestra teología estéril y alejada de la vida,
i4 9
se d irigen a las sectas gnósticas, que si, p o r un lado, son
intelectualistas, p o r el otro, son ricas de ritualidad, cere
m onias y m isticism o.
U n a teología elaborada dentro de estas coordenadas ra
cionales y restrictivas creó racionalistas y, com o reacción,
sentimentalistas, que identificaban el conocim iento de Dios
co n sentim ientos fuertes, piadosos, devotos. O b ien los
que hacían equivaler el con ocim ien to de D ios a la m oral.
T odo esto tiene u n com ún denom inador: el hom bre co n
tem poráneo no se interesa p o r esta gente y su Dios. E l cris
tianism o pasa a ser cada vez más m arginal de la vida y de
la cultura de h oy y la teología se va transform ando en dis
ciplina para especialistas. La teología corre cada vez más el
riesgo de convertirse en una especie de fen om en ología de
la religió n cristiana.
152
puede esforzarse en amar si no es visitado p o r el amor. N e
cesita que alguien le ame para despertar en él el am or que
tiene dentro p o r el acto de la creación. Se necesita ser ama
do para pod er amar. Si no, se corre el riesgo de co n fu n
dir el amor con una actitud mercantil: se ama para ser ama
do, para ganar. Pero esto no es am or. A l p rin c ip io es
Dios quien nos ama. El am or está en eso, en que es El
quien nos ha amado prim ero (i J n 4 jI 9 )- E l prim er paso
del am or lo ha dado D ios mismo hasta confiarse a n u es
tras manos. A l p rin cip io está el am or de D ios que nos
ama locam ente, hasta el p u n to de entregar en nuestras
manos a su H ijo u n igén ito .
Vem os que el con ocim ien to em pieza con la praxis de la
caridad. Pero la caridad tiene su com ienzo en el am or de
Dios que nos ama prim ero y nos visita continuam ente con
su am or. Pero en seguida surge esta pregunta: ¿ D ó n d e y
cómo experim enta el hom bre con seguridad que es am a
do p o r D ios? U n lugar de experiencia segura del am or de
Dios es el perd ó n de los pecados p o rq u e sólo D ios p e r
dona los pecados, de m odo que perdonar no significa sim
plem ente olvidar o b o rrar los pecados. E l p erd ó n es la
experiencia de que el m al de nuestra vida es asum ido p o r
otra persona y que nosotros n o estamos determ inados p o r
ese m al. E l p erd ó n es la experiencia de que no se es ju z
gado según el m al realizado, pensado o sentido, sino que
este mal es transfigurado p o r el am or co n el que te ama
el que perdona. E l p erd ó n es un ser renovado, u n llegar
a ser com o te ve el que te ama.
E l com ienzo de la caridad es la experiencia del am or de
D ios que se confia a nosotros. Pero si nos cerramos no p o
demos acogerlo y prestarle una atención cuidadosa. De esto
el hom bre n o es capaz. G uando todavía éramos enem igos
de D ios, E l se ha entregado en nuestras manos (cf. R om
i5 3
5 ,8 -1 0 ). E s precisamente su darse al hombre, cuando éste
está todavía encerrado en sí mismo, lo que hace que el
hombre se abra y descubra el amor como actitud propia.
D e aquí se sigue que el conocim ien to de D io s tiene su
p rin c ip io en el d o n que D ios m ism o nos hace co n ce
diéndonos su am or tanto en la creación com o en la re
d en ció n operada p o r m edio de Jesucristo. E n Jeremías
está escrito que vendrá el tiem po en que para instruirse no
necesitarán animarse unos a otros diciendo: « ¡C o n o ce d al
S e ñ o r!» , p o rq u e m e conocerán todos, desde e l más p e
queño al mayor, oráculo del Señor. Y o perdonaré su mal
dad y n o m e acordaré más de sus pecados (Jr 3 1,3 4 )- Se
conoce a D ios en su acción en nosotros y se le reconoce
p o r su am or. Por eso ya la conversión es u n con o cim ien
to de D ios. Más aún, cuanto más p ro fu n d a es la con cien
cia de la recon ciliación , más p ro fu n d o es el co n o cim ien
to de D ios. Y viceversa, cuanto más p ro fu n d o es el co n o
cimiento del am or de Dios más profundo es el conocimiento
del pecado y más profu n d a es la conciencia de ser peca
d or. Se contem pla a D ios en nuestras propias cerrazones
y testarudeces, ahí lo encontram os confiado a nosotros en
su am or lo co .
L a prim era con d ición del conocim iento de D ios es, por
tanto, descubrir su d o n en la p ro p ia cerrazón que así es
destruida, abrién d o n o s al cam ino de la co m u n id ad . La
prim era co n d ició n del con o cim ien to de D ios es la vida
com unitaria. Hay que vivir el am or en la com unidad con
toda la fatiga de la caridad fraterna para que, poco a poco,
nos encontrem os inm ersos en las relaciones de la caridad.
E l que perm anece en el am or perm anece en D ios, y D ios
en él (i J n 4 >I 6 ). Se puede conocer de veras a D ios sólo
ju n to co n los otros. D ios es am or y no se le puede c o n o
cer más que conociend o a los otros y ju n to con ellos. Es
i5 4
necesario estar en la com unidad, inm ersos en relaciones de
caridad, para co n o cer el am or y a D ios com o am or. Hay
que tener en cuenta que, para u n verdadero c o n o cim ien
to de Dios, la Iglesia, la com unidad eclesial, es el lugar epis
tem ológico p o r excelencia, p o r esa necesidad de verse en
el am or, en la com unidad. D e hecho, Juan habla de « h a
b itar» , perm anecer en el am or.
La com unidad es el lugar de la ascesis de la caridad que
hace que la persona em piece a cam biar la prop ia m enta
lidad, cada vez más consciente de que el verdadero arte de
la vida consiste en saber recon ocer al o tro, en saberle dar
el carácter absoluto que le corresponde. Es indispensable
adquirir este arte de la caridad, del am or, que es el re co
n ocim iento del o tro . C u an d o la persona vive en su p r o
pio subjetivism o, atribuyendo una im portancia unilateral
al p ro p io sujeto, es siem pre ella la que trata de organizar
la vida, la sociedad, la Iglesia, la com unidad, sin co n o cer
a nadie p orque está siem pre en la actitud de considerar a
los otros con una óptica utilitarista. Sólo cuando llega a
reconocer a los otros, com prende que se trata de descu
b rir el orden de la vida, el m odo de vivir, y sólo co n esa
actitud podem os em pezar a andar p o r el cam ino del co
nocim iento de D ios.
C uan d o de D ios sólo se habla, no se llega a su c o n o
cim iento. N o basta con hablar de D ios. Esto ya de p o r sí
demuestra una cierta distancia de El, su ausencia. H ablar
de D ios equivale fácilm ente a considerar a D ios com o p a
sivo, estático, « m u e rto » , incapaz de com unicarse, en vez
de atribu ir a É l la iniciativa del conocim ien to. H ablar de
D ios convierte a D ios en u n objeto. E n cam bio, hay que
hablar a D ios, para afirm ar toda la im portancia de D ios
com o sujeto activo, que se revela a sí mismo. Pero esto sólo
es posible después que se ha adquirido una cierta p u r ifi
155
cación del am or p ro p io del intelecto y se ha llegado a ser
capaz de tener en cuenta al otro. T eilhard de C h a rd in de
cía que en todas las extensiones ilim itadas del universo no
hay bastante espacio para arrodillarse ante el S eñ o r, p o r
que, si u ñ o se arrodilla, se arrodilla en el S eñ o r. Eso es
encontrarse en la « m orad a» de la que habla san Juan. Es
saber dirigirse fuera de sí mismo al otro y percibirse ante
el otro, en su presencia.
E l co razó n , ó rgan o d e l a m o r y de la fe
H em os visto que esta percep ción del co n ju n to , de la
arm onía, es prop ia de u n órgano, el corazón. E l corazón
es el órgano de la percepción de sí mismo com o totalidad,
com o conjunto. A l llegar a la dim ensión com unitaria, he
mos llegado dé nuevo al corazón, al corazón com o órga
no del am or. E n el corazón habita el am or que el Espí
ritu Santo derram a en él (cf. R om 5»5 ) y> Po r eso> es el
corazón el que, con su inteligencia de am or, convence al
hom bre de que el cam ino de la realización de sí mismo es
el cam ino de la caridad. E l corazón convence al hom bre
de que su identidad es la que adquiere en m edio de la co
m unidad, en la com unidad. A sí pues, el corazón es el ó r
gano en el que el hom bre puede verse a sí m ism o en toda
su integridad personal, donde se puede p ercib ir así p o r
que se ve e n los otros y con los otros. O m ejor, el cora
zón es el órgano con el que el hom bre llega a ver realmente
al o tro , p o rq u e sólo en la fuerza del am or que habita en
el corazón del hom bre puede distanciarse de sí mismo y
ver al o tro.
Esa capacidad de ver al o tro y de recon ocerlo com o tal,
de constatar su diversidad radical y al m ism o tiem po estar
u n id o a él, es lo que podem os d efin ir com o « p rin cip io
relig io so » . E n efecto, la fe es u n a realidad sobre todo re-
156
lacional que se realiza en el reconocim iento radical del
otro. Este reco n o cim ien to del otro va tan lejos que llega
a someterse a la libre volun tad del o tro . E n la Sagrada
Escritura tenem os extraordinarios ejem plos del verdadero
princip io religioso. E l de A braham , que reconoce tan ra
dicalm ente a D ios que le ofrece su p ro p io h ijo . O la V i r
gen en el m om ento de la anunciación que, aun sin c o m
prender las palabras del ángel, reconoce a D ios hasta so
meterse a su palabra. Y sobre todo Jesús en el G etsem aní
que, aun pid iend o al Padre que si es posible las cosas su
cedan de distinta m anera, lo reconoce de m anera tan ra
dical que se somete a su voluntad, para que el m undo vea
que E l ama al Padre y le obedece (cf. J n 14 ,3 1). A s í pues,
el p rin cip io religioso se caracteriza sobre todo p o r un ex
traordinario am or que llega a apartar la m irada de sí m is
mo para orientarse radicalm ente al o tro . G o m o estamos
viendo, el am or es una realidad «extática» [de «éxtasis»,
fuera de sí], supone para el hom bre la salida de sí m is
mo, em pujándole fuera de los p ro p io s horizon tes hasta
una apertura universal. Esta especie de coincidencia que exis
te entre la p ercep ció n de sí mism o com o arm onía y el re
conocim iento del otro com o am or y com o fe tiene su fu n
damento en D ios, a cuya imagen hemos sido creados. E fec
tivamente, hay un éxtasis de D ios —que asume el carácter
de la kenosis, de la hum illación, del empobrecimiento— tan
to en el acto de la creación com o, sobre tod o, e n el acto
de la redención. D ios reconoce al hom bre y se confía a sus
manos: tenem os, p o r tanto, u n verdadero acto de re co
nocim iento del otro com o u n acto perfecto de am or. Y
nuestra fe es la respuesta a este d o n del am or recib id o . Y
es que el am or sólo puede ser respondido con am or. S e
parar la fe del am or significa abrir el cam ino a la id o la
tría y a muchas desviaciones de consecuencias peligrosas. Por
i57
eso, el corazón es la garantía de una verdadera y sana per
cepción de la p ro p ia identidad, de la caridad justa y su
jeta a discernim iento (caritas discreta) y de la verdadera fe.
158
fu ero n los prim eros en abandonar el cristianism o y des
pués los simples fieles se encontraban perdidos en el m u n
do m odern o p o rq u e no conseguían tejer u n lazo o rgán i
co entre lo que vivían e n sus devociones tradicionales y la
m entalidad m od ern a en que estaban inm ersos. Más allá
de las contradicciones, esos episodios muestran que la Ig le
sia había notado que la fe sufriría las consecuencias de la
pérdida del corazón.
El corazón es el órgano de la com unión , es una in teli
gencia de la arm onización, una inteligencia capaz de e n
contrar los nexos entre realidades diversas, integrándolas
en un organism o viviente según el principio agápico, o sea,
libre. E l raciocinio, en cam bio, puesto en situación abso-
lutizante no es capaz de realizar esa operación, sino que crea
la unidad sobre princip ios no libres, som etiendo las diver
sas realidades a la dom inante entre ellas. E l raciocinio es
capaz de crear u n sistema y u n orden, pero no según el p rin
cipio de la libertad. P or eso genera necesariamente siste
mas estáticos, que sólo en el in terio r pueden designar es
pacios de libertad. Pero se trata de una libertad precaria.
Y , de hecho, el raciocinio crea sistemas provisorios que, aun
que sean muy sólidos, son objetivizantes. Y p o r eso surgen
continuam ente rebeliones, revoluciones, ya que los e le
mentos sometidos, excluidos u oprim idos dentro de espa
cios lim itados, cada cierto tiem po se revuelven en contra.
i59
nalidad, el raciocinio no podía hacer otra cosa que restringir
la fe a su contenido ideal. Creer significaba adherirse a úna
doctrina precisa, o sea, a u n contenido preciso. E l con
tenido podía ser elaborado en sistemas y doctrinas claras,
tan fácilm ente explicables racionalm ente que hacía presu
m ir que p o d ían ser universalm ente aceptados. M ientras
tanto, la fe com o actitud pod ía ser reducida a la ética y a
la m oral. Este cisma es hoy, ju n to a otros elem entos, una
de las causas fundam entales de la reacción anticristiana en
E uropa y en muchas otras partes del m un d o. Es una re
ducción del cristianism o que muchos consideran com o un
gran favor hecho al ateísmo.
Si el corazón es el órgano que asegura la dim ensión
trinitaria, agápica, de la persona, está claro que u n inte
lecto reducido a su aspecto de racionalidad instrum ental no
puede llegar a u n real conocim ien to de D ios. U n racio
cin io tan lim itado puede elaborar sistemas enteros e ima
gin ar excelentes explicaciones sobre D ios. Y de hecho es
m uy apreciable tod o el desarrollo que ha vivido la teolo
gía en este sentido. Si se inserta en u n a inteligencia ínte
gra y superior, constituye u n enriquecim iento real. Pero
eso no basta para llegar a la meta prefijada, p orque n un
ca puede dar la certeza de que el objeto de la p ro p ia re
flexión es el D ios de la fe, ya que le falta el órgano del re
con ocim ien to, la d im ensión del intelecto capaz d el reco
nocim iento del otro, que asegura, por tanto, el fundamento
de la existencia real del otro y de nuestra relació n con él.
D e hecho, sucedió que, a pesar de un gran esfuerzo de es
tudio, de inversión en la teología entendida dentro de es
tas coordenadas, esa teología fue perd iend o de m odo in
contenible el nexo con la vida, co n la Iglesia, co n los fie
les. Es una teología que no podía com unicar co n Dios!
porque Dios quedaba tan lejos —sobre todo para los no ere-
160
yentes— que la gente n o p o d ía v e rlo . La Iglesia se d io
cuenta de esta dificultad e insistió en el aspecto m oral, el
del testim onio. Pero esta acentuación fue percibida p o r
muchos com o moralism o o com o puro servicio social, asis-
tencial. V e r a la gente esforzándose p o r corresponder a
unos preceptos no va a conseguir, desde luego, rostros se
renos, radiantes, sobre tod o si este esfuerzo se vive a m e
nudo en pleno conflicto con lo que racionalmente se p ie n
sa. Está claro que sólo p o r obediencia a la Iglesia el h o m
bre m od ern o n o podía seguir p o r m ucho tiem po ese tip o
de vida. Pero la cuestión no se acaba aquí. Se afirm a que
el m undo seguirá adelante a causa de la fe, que la Iglesia
incidirá en el m und o p o r m ed io de sus santos, que la
nueva evangelización exige sobre todo el testim onio de la
caridad, pero se sigue haciendo teología exactamente igual
que antes com o si no hubiese pasado nada. Parece fatigo
so superar métodos que se han revelado inadecuados en te
ología, trasplantados de otras ciencias a la teología. Y es
evidente que esta dificultad para elaborar una teología ver
daderamente teológica y eclesial es una dificultad que afec
ta a la cuestión del conocim iento de D ios. Evagrio afirmaba
que teólogo es el que ora. San Buenaventura decía que se
hace teología para com pren d er cóm o se santifica e l h o m
bre. Ignacio de Loyola exigía que el estudio de la teología
se apoyase sobre una fu erte y personal experiencia de fe .
Está claro que q u ien ha llegado al um bral del c o n o c i
m iento de D io s antes o después se desvincula de todos lo s
extremismos y unilateralism os y com prende que la te o lo
gía y la vida cristiana son dos dim ensiones distintas de una
única realidad. Pero hoy resulta d ifícil hablar de esto p o r
que, d ebid o al espíritu dialéctico de la m odernidad, se
encuentran fácilm ente los alineam ientos. P or una parte
tenem os algunos que en tien d en la santidad y la vía para el
161
co n o cim ien to de D io s com o un a fu erte o ra ció n sen ti
m ental. Se trata a veces de grupos que en su evolución
extrema adquieren connotaciones más propias de las sec
tas que de la vida cristiana. E n general, las personas de es
tos grupos no soportan la in m ersión en la sociedad co n
tem poránea. G om o consecuencia surgen exigencias de se
paratism os, guetos, grupos elitistas, etc. E n el o tro lado
encontram os teólogos atrincherados en e l m étodo h isté ri
co-crítico, que querrían im poner su pensamiento com o re
flexión teológica de la Iglesia, aunque adviertan ya e l ana
cronism o y la quiebra e n la evangelización. A lgu n o s de
ellos son tam bién m uy conscientes de la enorm e respon
sabilidad que tien en en el fuerte aislam iento de la Iglesia
en la cultura m oderna.
La gran convicción patrística de que el conocim iento de
D ios y la fe son inseparables y que incluyen a toda la p er
sona está dram áticam ente devaluada en la m od ern id ad .
Pero hoy tenemos que constatar que no se puede seguir pen
sando que el hom bre, si conoce a D ios de u n m od o abs
tracto, lo aceptará, creerá en E l y hasta se convertirá a
una vida nueva. Es u n inten to destinado desde el p rin ci
p io al fracaso pensar que p o r m edio de la razón —desa
rrollando sobre todo el aspecto de la razón que es más fá
cilm ente presa del am or p ro p io — se puede desarrollar en
la gente una actitud religiosa y que, sin la pu rificació n , se
puede llegar a explicar la d octrina cristiana de m od o que
la gente la acepte y la viva. Sin un a actitud de am or hacia
D ios, su doctrina no puede ser aceptada n i vivida.
Aparece así de nuevo todo el valor del corazón com o re
alidad espiritual dada p o r D io s al hom bre que no puede
ser nunca reducida n i al racio cin io n i al sentim iento n i a
la sensorialidad, n i tam poco a la volun tad del hom bre n i
a su conciencia m oral. E l corazón está más allá de esas
163
realidades y las u n e a todas, p o rq u e es su centro y nexo
orgánico. E l corazón es el lugar del Espíritu Santo, p o r
que es el lugar de la participación de D ios al h om bre. Y
D ios se participa a todo e l hom bre. P o r eso es el hom bre
en su integralidad el <jue ha p o d id o ser asum ido en C r is
to y la salvación que É l trae es para todo el hom bre.
Para el con ocim ien to de D ios, el corazón activa a to d o
el hom bre. Y com o el pecado ha creado en el hom bre u n
cisma, el corazón p rim e ro percibe la necesidad de p u r ifi
cación, para que de nuevo pueda llegar a la u n ificació n .
Sobre to d o la razón, que es la parte del intelecto más c o
rrom pida p o r e l am or p ro p io , es la que tiene más n ece
sidad de purificarse en el ejercicio de la caridad, en la
comunidad, donde aprende a integrarse en el conjunto, lle
gando a p ro n u n ciar « tú eres» —«n o sotro s so m o s» -. Só lo
a través de una constante purificación del corazón —que sig
nifica tam bién la p u rifica ció n de la razón e n el corazón—
el hom bre llega al recon ocim ien to y respeto, o sea, a los
umbrales del conocim ien to.
163
nosotros esa peligrosa actitud del racio cin io n o p u rifica
do de desm ontar, descom poner, aislar para explicar. M o i
sés se está acercando al m isterio con esa actitud. Pero en
este m om ento el Señor se hace oír. Pensemos en el ries
go que habría co rrid o Moisés si D ios no se hubiese hecho
o ír. H abría andado a ver, habría visto alguna cosa y ha
bría dado una explicación de ella pensando que había com
p ren d id o, pero habría quedado en la ign orancia y —sobre
todo— en la soledad. H abría tenido algunas n ociones más,
se habría hecho una idea de lo que veía ante sus ojos, se
habría dado una explicación, pero habría quedado solo. Las
explicaciones, las ideas que se nos ocurren, no son u n lu
gar en el que Dios se hace huésped y se hace presente. Dios
en la zarza dice prácticam ente a Moisés que puede acer
carse, pero no a la m anera que Moisés piensa. D ebe acer
carse teniendo en cuenta al que está en la zarza. Es la n e
cesidad de la p u rific a c ió n del ra cio c in io . E l racio cin io
debe entrar en el intelecto, en el corazón, para p o d er re
co n o cer al otro y tenerlo en cuenta. T o d o en Moisés ad
quiere los rasgos del respeto típico del reconocim iento del
o tro , hasta el pu n to que esta actitud se « fija » en gestos
concretos. Se quita las sandalias, porque ahora es consciente
de que no se trata sólo de una zarza que arde sino que es
com o encontrarse en la m orada de D ios. Incluso la tierra
es santa, está llena de la presencia del que habla. N o soló
eso: todas las generaciones que han precedido a Moisés
—de Isaac, Jaco b hasta A b rah am — están aquí presentes;
M oisés se encuentra envuelto en u n respeto inm enso p o r
la tierra y p o r la historia. Se percibe com o parté de la
tierra y de la descendencia. Hay aquí una extraordinaria vi
sión del co n ju n to , de la com unitariedad. Y está tambiétí
la percep ción de sí m ism o com o no estando en gradó dé
conocer, p o r lo que necesita cubrirse el rostro. Vem os qué
164
el raciocinio debe purificarse, entrando en el conjunto de
la persona, para que todo en Moisés participe en esta re
velación. Antes de conocer a D ios, Moisés, purificándose y
sobre todo haciendo entrar el raciocinio en el corazón, se
dispone a ese respeto típico del reconocim iento radical que
le perm itirá acoger la revelación de D ios. N o se puede co
nocer a Dios sin D ios. Moisés empieza casi como si D ios
no estuviese o com o si fuese u n objeto a disposición de la
curiosidad hum ana, pero entra en el conocim iento cuan
do hace gestos concretos de reconocim iento del Señor.
165
de los padres. Y es interesante que el co n o cim ien to de
D ios coincida, en cierto m odo, con el con ocim ien to de sí
m ism o. Moisés reconoce a D ios y D ios se le revela reve
lándole tam bién q u ién es M oisés y cuál es su vocación.
Pero todo esto sucede p o r m edio de la p u rifica ció n de
M oisés. E l M oisés habituado a pensar, a proyectar y a ha
cer él solo, se transform a en un Moisés que piensa y p ro
yecta teniendo en cuenta al Señor. D e «autollam ad o» se
convierte en liberad o r m andado p o r D ios. A sim ism o, en
el ejem plo de Moisés se nos revela que el conocim ien to de
D ios quiere decir tam bién recibir la m isión.
166
está siempre más allá. E l efecto es el mismo: Moisés no está
con D ios. Tam bién en esta vía están los riesgos del subje
tivismo, de una fe que no incide en la vida porque corre
el peligro de que le falte el contenido.
Pero después viene una tercera fase: Moisés llega a la gran
nube, en donde hay truenos y rayos. Surge el m iedo, pero
D ios invita a M oisés a avanzar. G regorio dice que, en este
m om ento, el intelecto avanza sólo con las alas del am or.
Eso significa que se sigue adelante fiándose de D ios. Es en
tonces cuando D io s se deja reconocer. Se trata de u n a ló
gica agápica, relacional, interpersonal, que se expresa en
la confianza. D os personas no pued en llegar nunca a n in
guna otra certeza que la de la confianza d el am or. Si dos
personas se citan para u n encuentro se encontrarán sólo
si las dos tien en confianza en que la otra llegará. Moisés
sube a la m ontaña del conocim ien to fiándose, co n la in
teligencia del am or, de que D io s acudirá a la cita, de que
Dios está.
E l m étodo d e l a m o r
167
E l m edio adecuado para com probar si se está en el ca
m in o del co n o cim ien to recto es el cam ino de la caridad.
Si nuestra in teligen cia avanza co n las alas de la caridad,
eso repercute en el conjunto del m odo de vivir. N o se tra
ta sim plem ente de actitudes aisladas que se p u ed en asu
m ir, sino que es algo que im plica a toda la personalidad
de la persona. Se vive una cierta metanoia en el sentido
de que vien d o más allá de lo ya visto n orm alm en te, co
n o cien d o más allá de lo co n o cid o , se cam bia la m en tali
dad, se ve una nueva lu z. N o se trata prin cip alm en te de
cam bios sólo form ales, que en cuanto tales p u e d e n caer
fácilm ente en el form alism o o en la exteriorid ad , sino
que estas form as, que en to d o caso sup on en u n cam bio
en la form a de vivir, son consecuencia de la nueva luz con
la que la persona se ve. S o n fru to del am or con el cual
la persona co n o ce más y se con oce tam bién a sí misma.
M oisés, después de este ep isod io, ve con u n a nueva lu z a
D ios, a sí m ism o, la historia de Israel y tam bién la escla
vitud de su pueblo.
168
ginal el hom bre em pieza a buscar lo que ha perd id o —la
amistad con D ios, su cercanía, su ro stro -, o sea, el c o n o
cim iento de D ios. Pero es un a im agen que corre el rie s
go de ser m al entendida y absolutizada. Es el Señ or q u ien
da al hom bre el am or co n cuyas alas el hom bre sube al c o
nocim iento de D ios. Pero hay una im agen todavía más ex
plícita de cóm o D ios va al encuentro del hom bre para h a
cerse conocer. Ya e n G n 3, inm ediatam ente después del
pecado, D io s baja al huerto d el E d én para buscar al h o m
bre y le pregunta: A dán, ¿ d ó n d e estás? P or tanto se da la
vuelta a la pregunta habitual: D ios, ¿dónde estás? Es la p a
rábola de la encarnación, preparada p o r m edio de los p ro
fetas, p o r m edio de la Sabiduría, la parábola de D io s que,
en su éxtasis, desciende y se hace conocer.
U n a im agen expresiva de este reco rrid o de D ios que
baja al encuen tro del hom bre se encuentra en el episodio
evangélico del ciego de Jericó (cf. M e 10 ,4 6 -5 ? )- E n este
episodio, Bartim eo, el ciego, está en el cam ino p id ien d o
lim osna. A d m ira el hecho de que se dirija a C risto in v o
cándole H ijo de David, Jesús, ten com pasión de m í. Sa
bem os que Jericó era la puerta de la tierra prom etida: en
efecto, Israel pasó p o r Jericó para entrar en la tierra p r o
metida, la tierra de la justicia y de la paz, donde p o r fin
la alianza se viviría en su plenitud . Este cum plim iento de
la alianza debía significar que, de la misma manera que Dios
se ha portado con Israel cuando éste era pobre y peq u e
ño, así tam bién ahora cada u n o se portará con el pobre,
el huérfano y la viuda. La tierra prom etida sería el reino
de la justicia, donde el huérfano, el pobre y la viuda no
tendrían que m endigar p orque cada u n o, im pulsado p o r
esta alianza de justicia, se apresuraría a socorrerlos. Pero
M arcos en su evangelio subraya que el ciego se en con tra
ba más allá de Jericó, en el cam ino entre Jericó y je r u s a -
169
lé n —o sea dentro de la tierra prom etida— y que ju sto allí
estaba m endigando. Y cuando se entera de que está pasando
Jesús —se ve que era u n ciego sabio, que m editaba las Es
crituras, que había tenido la luz in terio r para identificar
a Jesús con el Mesías esperado, el que iba a instaurar el
reino de la ju sticia sin fin -, le invoca. El ciego está en la
tierra prom etida, pero el reino de la justicia está sólo so
bre el papel. Muchos profetas han atacado el falso culto con
sistente en ir de peregrinación a Jerusalén y no tener con
sideración de las viudas y maltratar a los pobres. Es la tí
pica situación en la que el hom bre ha com prendido, pero
no vive según lo que ha com prendido, el clásico estado de
cisma entre la razón y el resto de la inteligencia hum ana,
que antes o después pone en evidencia la falsedad y la p o
breza de una cierta justicia m oral. El ciego se hace voz de
toda la pobreza de esta situación hum ana y grita al que vie
ne, que es el Rey de la justicia, el que instaurará u n rei
no de justicia de u n m odo com pletam ente diferente de
com o el hom bre sabe instaurarlo. Tam bién en este episo
dio resalta la lógica del am or. C risto llega y lo m anda lla
mar. El ciego, todavía ciego, deja su manto —que era todo
lo que tenía— y, « d an d o u n salto», se acerca al H ijo de
David. E l ciego, a quien antes, cuando gritaba, los discí
pulos y las personas que estaban alrededor del S eñ o r que
rían hacer callar, cuando le dicen que C risto le llam a, se
confía totalm ente a esta llamada. Podía tratarse m uy bien
de una brom a, u n m om ento de grosera diversión p o r par
te de la gente, como otras ocasiones que probablemente Bar-
tim eo había vivido ya. Pero esta m en ción de dar u n salto
para ir al encuentro de Jesús indica u n clima festivo, qüe
recuerda el versículo del Cantar de los cantares de los Sal
mos de entrada. Es in d icio de la certeza in terio r que tie
ne el ciego de que el que está pasando ju n to a él es el M e
170
sías, el Rey de la justicia, que puede tom arlo consigo en
su cam ino hacia Jerusalén. Y la pregunta que le hace J e
sús es conm ovedora: ¿ Q u é quieres que haga p o r ti? Esta
expresión hace que se derrum ben muchas desviaciones res
pecto al conocim ien to de D ios. Para el hom bre con stitu
ye una verdadera angustia la idea de que si conoce a D io s
tendrá que servirlo y ya no será lib re. Y , sin em bargo,
ahora tenem os aquí al ciego, expresión de toda la p o b re
za del hom bre, que no consigue vivir según el p ro p io sa
ber, según el p ro p io con ocim ien to, éxpresión de una in
justicia causada p o r este cisma. Este ciego está ante Jesús
reconocido com o H ijo de David, y es él, el Mesías, el que
ahora p ro n u n cia la típica frase de todo siervo cuando es
llam ado p o r su amo: ¿ Q u é quieres que haga p o r ti? A q u í
está la parábola que poco a poco se com pleta: D io s baja,
va al encuentro del hom bre que grita y se presenta a este
hom bre com o un hum ilde siervo. San Pablo, en la C arta
a los Filipenses, da una explicación profund a de este am or
divino que despoja a C risto hasta hacerlo u n siervo o b e
diente. A sí pues, el m iedo a ser siervos de D ios se desba
rata con la im agen de D ios que se hace siervo para el
hom bre pecador.
E n esta parábola de D ios que desciende se ha revelado
tam bién el con ocim ien to que tiene D ios de nosotros, los
hom bres. Juan, com o hem os visto, dice que D ios nos ha
amado prim ero, y Pablo dice que nos ha conocido prim ero
en C risto . E n el m undo bíblico, amar y conocer conver
gen. C risto se confía al hom bre hasta tal punto que, h a
ciéndose siervo obediente, en la pasión llega a ser objeto
de los golpes de los siervos. C risto, entregándose en m a
nos de los hom bres, cum ple el suprem o acto de am or:
reconocer totalmente a los hom bres. Pero, al mismo tiem
po, tiene un conocim iento pleno de ellos. A l principio del
evangelio de Lucas el anciano Sim eón profetiza que ante
E l se desvelarán los pensam ientos de muchos corazones. Y
e n el m om ento de la pasión ante C risto , en su hum ildad
de siervo obediente, se revelan todos los pensam ientos más
perversos y diabólicos de los hom bres. Y a hem os visto que,
para co n o cer a las personas, se requiere una gran h u m il
dad, la verdadera hum ildad que es fru to de la caridad.
Sólo ante un siervo el amo se com porta tal como él es. Ante
cualquier otra persona que le inspira respeto, o de la que
busca consideración, tom a actitudes de conveniencia. Pero
el siervo, p orque no se le considera nada, es el ú n ico que
ve al amo en su verdad, sin hipocresías. Y es im presionante
que C risto sea el siervo obediente y que el hom bre sea el
amo.
A sí pues, el conocim ien to de D ios está totalm ente des
vinculado de cualquier unilateralism o antropocéntrico. No
se conoce a D ios porque el hom bre sea capaz de elaborar
unas nociones o de reflexionar sobre unos sistemas, sino
porque E l m ism o da al hom bre el am or que hace al h o m
bre tan hum ilde e íntegro com o para poder aceptar la ilu
m inación de la inteligencia co n la que se puede encontrar
co n D ios. Pero con ocer a D ios significa sobre todo que el
protagonista es D ios m ism o, puesto que E l es la verdad vi
viente, personal y com unicable. E l D io s que se hace co
n o cer es el D io s de la palabra, o sea, el D ios de la co
m unicación. Y de su com u n icación aprendem os nosotros
a co n o cerlo .
E l h o m b re co m o ta l es la sú p lica y D io s com o ta l
es e l a m o r tie rn o
Hay otro precioso significado espiritual en este pasaje del
ciego de Jericó. E n la etimología hebrea Jericó evoca la luna.
A h o ra bien, la lun a n o es la fuente de la luz, aunque es
172
u n cuerpo celeste resplandeciente. La luna no brilla con
luz p ro p ia. L a verdadera luz es el sol, tam bién para la
luna, que recibe su esplendor del sol. E n estas dos im á
genes se encierra toda la verdad del ciego y de C risto , o
sea, del hom bre y de D ios. E l ciego tiene necesidad de la
luz. E l hom bre, sin luz, no ve nada. E l hom bre com o tal
no es la fuente de la vida, ni tan siquiera de su propia luz.
El ciego se dirige a C risto llam ándolo « h ijo de D avid » ,
en un a alusión directa al rey de la justicia tan esperado.
El A pocalipsis llam a a C risto « S o l de Justicia» . A sí pues
la luna, o sea el h om bre, recibe la luz del sol, del Sol de
justicia que es C risto , H ijo de D ios. Por tanto el hom bre,
con su p ro p ia verdad, es u n grito existencial y o n to ló g i-
co. Él solo no existe más que en la oscuridad de las tinieblas.
La serpiente ha tentado al hom bre prom etiéndole que lle
gará a ser com o D ios. Nuestra época no es una época atea,
sino que sim plem ente ha puesto en práctica el hecho de
con sid erar al h o m b re com o centro de to d o lo creado,
com o si fuera u n dios.
Este m odo de hablar no gusta quizá a los oídos c o n
tem poráneos, pero ahí está el problem a intelectual que
nuestra época debe afrontar. Saber n om brar las realidades
según la verdad de las cosas y no según las ideas que se tie
n en sobre ellas. Es preciso saber dar los nom bres según la
esencia de las realidades que se n o m bran y n o según las
construcciones subjetivas de conocim ientos que sólo ven la
superficie de las cosas. Es preciso encon trar el coraje de
retom ar el encargo recibido p o r A d á n de p o n e r el n o m
bre a las cosas. N osotros som os unos privilegiados respec
to a él porqu e podem os dar nom bres a las cosas según su
verdad en sentido p len o . Por ejem plo, cuando hablam os
del pan podem os en ten d er el verdadero Pan. N osotros
podem os dar nom bres a las realidades del nuevo A d án ,
i73
en C risto . N ó es teológica una epistem ología que n o ten
ga en cuenta que nosotros, com o nueva creación, debemos
« d a r u n nuevo n o m b re » a la creación según e l nuevo
A d á n . Pero n o se trata de crear nuevos sistemas o de ela
b o rar nuevas nocion es, sino de ver el creado con los ojos
abiertos p o r C risto y co n la luz que es C risto.
¿Q ué Dios se conoce?
Q u ie ro to car ahora otro p u n to que puede presentar
graves problem as respecto al conocim ien to de D io s. ¿Q u é
D ios se co n o ce? S i se parte del punto de vista de una fi
losofía conceptual, entonces la cuestión de D ios será pre-
ponderan tem ente artificial. Se conocerá u n D ios necesa
rio al sistema de pensam iento, u n D ios com o Causa P ri
m era, com o M o to r inm óvil, com o idea del Ser absoluto,
com o garantía externa de la existencia del cogito, etc. N o r
m alm ente el hom bre n o se dirige a u n D ios pensado de
esa m anera. Probablem ente tam poco el p ro p io filó so fo se
dirigiría a u n D ios así. Se p o d ría tam bién llegar a co n o
cer u n D io s que es u n a m era necesidad de m i pensa
m iento, de m i m od o de razonar, pero que en realidad no
existe. La época m oderna ha agravado esta cuestión al de
fender celosamente el m uro de separación entre el D ios de
la filosofía y el D ios de la Biblia. Me acuerdo de u n sim
posio filo só fico en que filósofos católicos, en su mayor
parte sacerdotes, defendían hasta con vehem encia la filo
sofía ante la fe. D ecían que la filosofía es u n a ciencia es
pecífica de la inteligencia hum ana y que el D ios de la fe
no entra ahí para nada.
Por otro lado, vem os que tanto la experiencia hum ana
com o la revelación nos llevan al conocim ien to de u n Dios
Padre. E l psicoanálisis parece haber hecho una limpieza ge
neral de las imágenes de padre, m adre, etc., pero nos ha
174
ayudado a lim piar tam bién el m undo im aginario y la r e
flexión misma sobre la paternidad divina de muchas in
crustaciones históricas, de m odo que hoy, a finales del si
glo XX, podem os hablar con toda libertad de D iós com o
Padre.
Es evidente que, si en el conocim ien to de D ios se da la
precedencia a la sola razón, el resultado será u n co n o ci
m iento que n o p o d rá ser identificado con el de la reve
lación más que en algunas pocas descripciones. Si se da la
precedencia a la experiencia hum ana, se corre el riesgo
de crearse la im agen de un D ios taum aturgo, p o rq u e m u
chas veces sucede que el hom bre, en su angustia, p re o cu
pado porque sus deseos no se realizan, se dirige a D ios para
satisfacer u n a exigencia o u n deseo. Pero hay experiencias
hum anas en las que el hom bre está presente en su to ta li
dad —muy a m enudo son experiencias profundam ente dra
máticas— y en las que se dirige a D ios com o a u n « T ú »
y se dirige con un a confianza filial. Las experiencias h u
manas, tanto especialmente felices como dramáticas, nos ha
cen ver que el ho m bre tiene co n o cim ien to de u n D io s
tan am oroso que puede ser llam ado Padre. La Sagrada Es
critura está llena de esas experiencias —tanto individuales
como del pueblo entero— en las que se m anifiesta este co
nocim iento de D io s com o Padre.
E l Padre de Jesucristo
A sí pues, siguiendo la estela experiencial y de la reve
lación —o sea, la estela sapiencial-, vemos que el hom bre,
en las situaciones lím ite de la vida o en las extrem ada
m ente felices, tien d e a re co n o c e r a D io s com o Padre,
com o u n protector, com o uno que toma nuestra causa, que
no nos abandona, que no nos deja. La Iglesia prim itiva ha
reconocido a D ios com o Padre de Jesucristo. C risto, d u
i75
rante su vida, ha revelado el nom bre de D ios tam bién en
el m omento crucial de su vida, en el Getsemaní y en la cruz;
la Iglesia ha reco n o cid o en este hecho la expresión de una
verdad del hom bre, de todo hom bre. Es como si Cristo hu
biese explicitado hasta su plena realización una verdad que
está ya en cada uno y que, en diversas situaciones de la vida,
el hom bre acierta a expresar. Jesucristo es el revelador de
D ios Padre, porque es el H ijo . Y al final de su vida te
rrena, después de la resurrección, hace participar abierta
m ente a los hom bres en esta filiación . D ice: Voy a m i Pa
dre que es vuestro Padre; a m i D io s, que es vuestro D ios
(Jn 2 0 ,17 ). Para el hom bre el problem a de D ios com o tal
n o tien e tanto relieve existencial com o el p ro b le m a de
D io s Padre. P o r eso la cuestión es m uy sutil a nivel psico
ló gico y son peligrosas las desviaciones que se p ued en de
rivar. E l hom bre, constituido p o r el p rin cip io agápico, ya
p o r ese m ism o hecho estará ontológicam ente orientado al
p rin cip io agápico. Puesto que es im agen, estará o n to ló g i
camente orientado a su P rototipo. C o m o persona, estará
orientado a la Persona en sentido absoluto. Buscará ún
p rin cip io agápico absoluto, pero no una divinidad gené
rica y soberana que sea causa de todo lo existente. La co
ordenada del Padre com o categoría de la identidad está
inscrita en el fundam ento on tológico del hom bre. E l Pa
dre significa no sólo identidad, sino tam bién el o rigen de
la identidad y la meta a alcanzar. La paternidad es el p u n
to firm e, la seguridad.
Sam uel, la n och e en que vive las experiencias in te rio
res más fuertes, tiene grabadas en su corazón las co o rd e
nadas precisas respecto a cóm o reaccionar. N o corre p e r
dido de un lado a otro, no se descom pone ante esta trans
fo rm a n te exp erien cia in te rio r. Sam uel va al « p a d re » ,
hasta que la tercera vez el anciano le dice que se d irija al
176
verdadero Padre. Se ve b ie n entonces cóm o la paternidad
es una categoría del itin erario bum ano que tiene su fu e n
te en la paternidad de los cielos. P o r eso, la p aternid ad
de la tierra se debe in spirar en la p aternid ad de los c ie
los de la que C risto es el revelador p o r excelencia. Q u ien
m e ve a m í ve al Padre. H e aquí el con o cim ien to expre
sado en una sola frase, p ero es u n co n o cim ien to p e rfe c
to. A l ver a C risto en su hum anidad, se le ve en su d i
vinidad. M irando a Cristo en su presencia histórica, se co n
tem pla a C risto en su presencia celeste. Q u ie n con oce
a Jesús, quien conoce la tienda hecha p o r m anos de h o m
b re, ve ta m b ié n la tie n d a n o h e c h a p o r m an o s d e
hom bre.
i ?7
T o d o esto nos hace ver que la verdad m ism a del h o m
bre, creado p o r la Santísim a T rin id ad a im agen del am or
divino, lleva en sí m ism o n o sólo las categorías del Dios
personal, sino tam bién la presencia real de este D ios. Esa
presencia trin itaria lleva al hom bre a co n o ce r y reconocer
a D ios com o Padre, com o H ijo y com o Espíritu Santo. Por
eso tam bién aquí el conocim ien to de D ios corre el riesgo
de muchas desviaciones. E l hom bre no puede sim plem en
te aceptar el conocim ien to de u n D ios ú n ico y m o n o líti
co. E n la experiencia histórica vemos que se conocía un dios
m onos, pero tam bién u n dios polús. Es u n punto de ex
trem a pro fu n d id ad , ya que el hom bre, a causa de lo que
está inscrito en él, percibe que D ios Padre debe ser ú n i
co pero al m ism o tiem po debe ser « m á s» . P or eso están
en lo cierto los que afirm an que la era de la com prensión
de D ios com o T rin id ad es la era de después de C risto , o
sea la era del E spíritu Santo, porque es el E spíritu Santo
el que revela al hom bre la libre adhesión de las Personas
divinas. S ó lo p o r el E sp íritu Santo puede reco n o cer el
hom bre a D io s com o Padre y a Jesucristo com o Señor.
Sólo después de la revelación del Espíritu Santo el h o m
bre llega a la T rin id a d de D ios.
178
liza en las estructuras, som etiéndose, el o tro quiere au to-
afirm arse siguiendo la propia voluntad lejos de casa. Para
nosotros es interesante el epílogo de la parábola: al fin al
el padre está prácticam ente solo. El bijo que se ha id o y
que él espera con tanto am or vuelve, pero con el p r o p ó
sito de ser siervo suyo. Y el otro no quiere entrar en casa,
se obstina en quedarse fuera porque en realidad se c o n
sidera com o un siervo, se identifica con los criados. In
cluso parece que el padre ha tratado a los siervos m ejor que
a él. E l hijo pródigo que vuelve a casa ahora quiere ser sier
vo, es decir, quiere convertirse en lo que antes le disgus
taba tanto que le hizo d ecid ir marcharse de casa. Sentía al
padre com o u n amo y la casa le resultaba estrecha. A h o
ra, después de haber tocado fo n d o , quiere volver y elige
él solo esa estrechez y ese clim a servil que antes no podía
soportar. Es curioso ver cóm o este h ijo , a pesar de sus re
beliones, se siente todo el tiem po siervo. Incluso e n el
país lejano, después de haber despilfarrado sus bienes, ha
ido a u n amo extranjero para ser siervo. Ahora, con la mis
ma actitud, quiere volver al padre. Insiste en ser siervo, p o r
que así el padre es el am o y él tien e todavía la p u erta
abierta para irse de nuevo, para hacer su voluntad. T am
b ién en el hijo mayor, que parece tan diligente, al fin al
despunta su verdad de siervo, que concibe al padre com o
u n amo, y además n i siquiera ju sto . Y tam bién en él ve
mos que esta categoría siervo/amo perm ite de nuevo cerrar
la puerta de casa, o sea, hacer la propia voluntad, en cier
to m odo seguir el cam ino del hijo m enor. D e esto se p u e
de in tu ir que el con ocim ien to de D ios no es en d e fin iti
va una cuestión racional en sentido m atem ático, sino que
está ya determ inado p o r una co n d ición previa: la m irada
que tenem os sobre nosotros mismos. Esa m irada es el ám
bito en que conocem os a D ios. E l hijo se ve com o un
i79
siervo y esto le perm ite hacer su voluntad frente a u n amo
y buscar apaños según las propias conveniencias. E n este
caso, la clave de lectura del conocim ien to es e l hecho de
m irarse a sí m ism o desde la óptica de la autoafirm ación.
E l con o cim ien to de D io s choca con nuestra identidad de
n o -h ijo s. Existe e n nosotros el m iedo diabólico a que el
ser h ijos equivalga a n o ser libres. Pero son los siervos los
que no so n libres. Ser h ijo , en cam bio, significa precisa
m ente la libertad.
180
ra encerrado en u n sistema de necesidad. Y tam bién la r e
ligión es entendida p o r él con esta óptica.
L o más d ifícil es la libertad de los hijos. E l co n o ci
m iento de D ios está radicalm ente ligado a ser h ijo o no
serlo. Y la distinción entre el reconocerse com o hijo y no
reconocerse com o tal se juega en la lib ertad com o d i
m ensión del am or agápico. E l conocim iento de D ios es así
en ú ltim a instancia u n a in telig en cia de la lib erta d del
am or. T odos los datos que la in teligen cia recoge en su
proceso relativo al conocim ien to de D ios se m anifiestan al
final de todo a una inteligencia de am or que librem ente
reconoce en ellos que se trata de D ios Padre que se reve
la. Se pued en tener muchas nociones de D ios, pero has
ta que no se le reconoce como « D ios m ío » , no sirven para
nada salvo para justificar la autoafirm ación y u n am or p e r
vertido (cf. R om 1,18 -19 ). Y com o el con ocim ien to de
D ios se prod uce en la libertad del am or, no es posible de
ninguna m anera que se trate de u n D ios tiran o, com o
tampoco es posible que se trate de u n D ios títere, u n D io s
ex macchina, hecho a im agen del hom bre. Si D ios no fu e
se Padre, sería cognoscible p o r las categorías de la n ece
sidad. D e hecho, los intentos de una argum entación ra
cional de la existencia de Dios son u n camino peligroso p o r
que podrían ser el fruto de u n raciocinio que obra siguiendo
el am or p ro p io , o sea, según la carencia del p rin cip io agá
pico, es decir, según la necesidad. Se llega así a razonar
en térm in os que obligan: quien piensa de u n determ ina
do m odo debe reco rrer u n cam ino intelectual concreto y
seguir los indicadores de un a lógica precisa, según el it i
nerario de una epistem ología b ien definida. A sí llegará al
punto en que tendrá que adm itir que D io s existe. Pero el
cristianism o, com o lo explica m uy b ien Silvano Fausti en
su com entario a la C arta a los Gálatas, en su últim o libro,
181
Elogio de nuestro tiem po, no es una religió n de la nece
sidad, sino que es la fe de la libertad. Si se piensa en el
Padre según las categorías de la necesidad, entonces no se
sale del esquema de los dos h ijos de la parábola evangéli
ca. E l Padre, en el verdadero significado de la palabra, es
sólo aquel a quien tú reconoces librem ente com o tal, p o r
que si no se trata sólo del que te ha generado. Y este Pa
dre, p o r su am or libre, se hace recon ocer gratuitam ente
com o Padre. G om o el hom bre es im agen del D ios T rin o ,
o sea de la libre adhesión, encuentra en sí m ism o, co n la
luz del Espíritu Santo, el reflejo de esa realidad y la fu er
za para vivirla. Eso significa, com o ya hem os explicado,
que la m aduración del hom bre se cum ple en la lib re ad
h esión en el am or.
182
Hay tam bién otro elem ento que se debe po n er de r e
lieve: expresar el con o cim ien to de D ios p red o m in a n te
m ente en conceptos, además de no com unicar el am or —o
sea, el Dios personal— tiene el grave inconveniente de sus
citar inm ediatam ente en el otro la dialéctica del racioci
nio. Y así, en lugar de ayudar al otro a pu rificar el racio
cinio, es decir, a hacerlo entrar en el corazón, le estim u
la a distanciarse de él, ofreciéndole u n gran cebo para la
dialéctica, donde, al final, de lo que se trata es de llegar
a determ inar a ver quién tiene razón. Vem os, p o r ejem
plo, en la evangelización cóm o u n enfoque sentim entalis
ta lleva al rechazo de lo que se anuncia, mientras que la
vía conceptualista conduce a la autodefensa, a defender la
propia cultura y la propia m entalidad y a considerar com o
una o p in ió n lo que se anuncia.
En la revelación, en cam bio, D ios se hace con ocer de
manera personal, p o r m edio de las personas, y el lengua
je que se crea en este encuen tro es el lenguaje sim bólico.
Toda la B iblia es un lenguaje sim bólico. Tam bién la p a
trística con tin ú a desarrollan d o, com o expresión típ ica
m ente teológica, la expresión poética. Tanto para la B iblia
com o para la patrística, el arte era u n campo en el que se
podía encontrar el nexo con un lenguaje adaptado al m un
do espiritual y teológico. E n los últim os años hem os asis
tido a un redescubrim iento del lenguaje sim bólico tanto en
la teología com o en la filosofía. Se habla m ucho de ello,
pero escribiendo de una m anera conceptualista. D el m is
mo m odo, se estudian los Padres, a m enudo con adm ira
ción p ero a veces con criterios que todavía derivan —al
menos com o mentalidad— de la escuela histórica. Entrar en
el pensam iento de u n Padre significa tam bién entrar en su
vida, o sea, en co m u n ión con él. N o se puede conocer el
pensam iento de u n Padre sin com partir tam bién su m odo
183
de vida. Raram ente la llamada a volver a los Padres, en los
que la inteligencia era tan íntegra y la teología form aba una
u nid ad co n la espiritualidad, lleva a crear una m entalidad
teológica patrística. Y , sin em bargo, esto es lo que se de
bería tratar de conseguir: un a teología e n la que se razo
ne según la m entalidad de los Padres y se em plee u n le n
guaje verdaderam ente sim bólico.
184
nov insiste en subrayar que el símbolo no se conoce de ma
nera agresiva, que n o cuadran con él significados a trib u i
dos. P o r eso Ivanov rechaza el sim bolism o idealista p o r
falso, vacío, artificial. E n cam bio, del sím bolo hay que
dejarse inspirar, « fe c u n d a r» , porque hay una dim ensión
—la espiritual— que es más real que la palpable, que exis
te y exige ser reconocida. Se trata de acogerla y no de im
p on erle nosotros a ella los significados. El significado del
sím bolo yace en el sím bolo m ism o y a través de la d i
m ensión palpable de las realia se revela y se com unica al
cognoscente. La parte pro fu n d a, o sea la del significado,
implica al cognoscente a través de su dim ensión «externa»,
la de las realia.
Los símbolos, según Ivanov, com ponen el m ito. E l m ito
es para él com o u n relato de sím bolos que se convierte en
lugar de encuen tro co n la m em oria transm itida p o r las
diversas generaciones. E n el m ito, a través de los sím bo
los, se es in tro d u cid o en un a m em oria sapiencial en la
cual se vive u n « sí coral» . Es decir, en el m ito se expe
rim enta la dim ensión com unitaria del con ocim ien to, nos
descubrim os m iem bros de u n organism o viviente y se re
conoce ju n to s el significado sobre conceptual, espiritual,
en el que se participa p o r el m ito.
185
través del m undo histórico, tem poral y tan concreto que
hasta es palpable. Pero esta com unicación es, p o r u n lado,
im plicante y, p o r otra, libre. E l sím bolo obra com enzan
do a m over en la esfera profun d a, experiencial, del h o m
bre los contenidos que en u n p rim er m om ento aparecen
a la persona com o a c a le g o ria le s . La persona percibe m o
ciones, intuiciones. Surgen entonces pensam ientos, senti
m ientos, pero n o tien en todavía un rostro netam ente des
cifrable. Y la persona está llamada, a través del símbolo mis
m o, a retraducirlo, reinterpretarlo y sobre todo codificarlo*
o sea, a darle una estructura categorial. A sí el sím bolo es
el lenguaje más íntegro de todos los lenguajes que c o n o
cemos porque, a causa de su globalidad com unicativa, in
terpela a todo el hom bre. Por eso favorece u n a in teligen
cia del corazón, que es una inteligencia atenta al co n ju n
to de la persona. Y com o el sím bolo em pieza a obrar en
las esferas m eta-conceptuales, o sea más allá del simple
raciocin io, llega a una com unicación del corazón. Exige a
la persona una im plicación de todas las esferas cognosci
tivas para darle una fo rm a personal. Se necesita activar la
in tuición , el raciocin io, el sentim iento, la voluntad y has
ta los sentidos, la sensorialidad. A sí, el lenguaje sim bóli
co, a causa de esta im p licació n , prom ueve u n co n o ci
m iento unitario, con lo que es más d ifícil que se dé el cis
ma entre el racio cin io y la vida, entre los sentim ientos y
la voluntad. D e esa m anera podem os observar que el co
n o cim ien to a través del sím bolo favorece ya de p o r sí una
p u rificació n contin ua del intelecto, sobre todo en su di
m ensión de raciocin io, porque se nos p ro p o n e reconoces
el significado, descubrirlo, no darlo n i inventarlo. En e|
con ocim ien to sim bólico el cognoscente se educa en una
m odalidad de conocer caritativa, « altru ista» , porque cada
dim ensión cognoscitiva es constantem ente invitada a tras
186
bajar ju n to con las otras, a no im ponerse unilateralm en
te. Por eso, el con ocim ien to sim bólico favorece una in te
ligencia de la caridad y del am or. Por otro lado, en cam
b io, hem os visto que el sím bolo, aunque im p liq u e, n o
obliga. El sím bolo es así u n espacio de libertad- L a p e r
sona no es invadida p o r un conocim iento prefabricado, p o r
una verdad que ya está toda ella formulada, conceptualmente-
codificada, sino que es invitada a una participación, sien
do libre de no entrar en el conocim ien to que el sím bolo
le está ofreciend o.
187
gia, p o r m edio de la m em oria m adurada, ayuda a la ca,te-
gorización y a la com prensión, tam bién razonada, del sig
nificado.
D e lo dicho hasta ahora resulta evidente que en la base del
lenguaje sim bólico está la vida espiritual, o sea, esa apertu
ra de fondo para acoger y concientizar las primeras com u
nicaciones que, p o r el sím bolo, se hacen sentir en la per
sona. Después, poco a poco, se da todo un proceso de dis
cern im ien to esp iritu al de los sentim ien tos y de los
pensamientos suscitados interiorm ente, para que la persona
no llame sacro a algo que no lo es, no rechace en cambio
un pensamiento que viene de Dios, o n o se enamore de un
sentimiento que podría ser autosugestión. E n este discerni
m iento, la m em oria de los símbolos y de su com prensión es
una orientación y una ayuda concreta. Pero sobre esto es im
portante distinguir un detalle. La persona que empieza a
experim entar significados espirituales interiores p ero que
son todavía amorfos, imprecisos, indefinidos, si, en el pro
ceso de una com prensión más íntegra, es ayudada, segunda,
acompañada p o r alguien que tiene una gran claridad con
ceptual, pero elaborada en u n despacho, sin pasar p o r el
proceso experiencia!-racional del sím bolo, podría encontrar
u n im pedim ento más que una ayuda. Efectivamente, es inm;
portante que la ayuda a la categorización del contenido del
símbolo venga de personas que han pasado p o r u n camines
experiencial-racional. Sólo quien ha sido iniciado a la me
m oria de la fe, a la m em oria de la tradición, puede acom
pañar a los otros. Sólo una persona litúrgica, o sea una per
sona de integración espiritual-intelectual, en que el mismo
lenguaje expresa la integridad del contenido, puede educar
en el verdadero conocim iento. Se trata de personas que han
llegado a una real inculturación del conocim iento y que por
eso tienen una vitalidad experiencial -racional que les hace ca-«
188
paces de un verdadero diálogo. H oy existe un serio p ro b le
ma en la form ación religiosa y sacerdotal porque faltan ed u
cadores y profesores capaces de llevar a los jóvenes a verda
deras iniciaciones. Por eso, a m enudo esa form ación no va
más allá de los esquemas y deja a la persona preparada en
sectores y disciplinas precisos, pero sin esa integración espi
ritual que hace que las cosas aprendidas adquieran aliento,
vitalidad, fuerza transformadora y comunicativa.
El Dios-verdad-Memoria
189
U n conocimiento integral como confianza
en la posibilidad de conocer de toda persona
E n tod o caso, se trata de p o n e r de nuevo en su ver
dadero sitio a la fe. Están los dogm as, que son esp ecífi
cam ente el ám bito en que se vive la vida espiritual recta
y se realiza la fe recta en el am or p erfecto . Los dogmas
no han sido form ulad os en la Iglesia a partir de especu
laciones conceptualistas, n o son elaboraciones de despa
cho. Los dogmas h an crecido de la vida espiritual y ecle
sial. N o hay cisma entre dogm a y litu rg ia. Los dogmas
pueden estar en la liturgia porque no son definiciones con
ceptualistas, sino los sím bolos de la fe, de las coord en a
das infalibles dentro de las cuales se m ueven los bautiza
dos en el nom bre de Dios T rin o . La vida espiritual de cada
u n o , su búsqueda personal para llegar a una categoriza-
ció n del con ten id o de la prop ia fe y de la p ro p ia vida es
piritual, se debería mover con gran naturalidad dentro de
los dogmas d efin id o s p o r la Iglesia. Está claro que si la
dogm ática se aparta de la vida espiritual y de la tradición
y se apoya en sistemas de pensam iento históricam ente cir
cunscritos, se convierte en algo alejado de la gente y se vive
sobre todo com o obligación, com o camisa de fuerza, como
una fórm ula matemática, en una sofisticación que n o tie
ne nada que ver co n la vida concreta. Si se pretende que
la vida espiritual de los fieles parta del dogm a, en ten d i
do en sentido reductivo, o sea conceptualista, se entra en
u n callejón sin salida. A sí n o puede desarrollarse n i la es
piritualidad n i la teología n i la vida eclesial, porque de esa
form a es difícil ir más allá de las explicaciones sobre cómo
com portarse en la vida m oral, sobre qué hacer en el m un
do, sobre qué actitudes tom ar en p olítica. E n cam bio, es
totalm ente diferente u n en foqu e exp erien cial-racion al en
el que se m anifiestan los nexos in teriores entre la fe, la
190
vida espiritual, el dogm a, la Sagrada Escritura, la tra d i
ción. Después, en la Iglesia está el m agisterio, que tien e
com peten cia para in terp reta r los m isterios de la fe en
nuestro tiem po. Deshaciendo todas las tensiones so cio -cu l
turales en to rn o al m agisterio, se llega a la d im ensión te
o ló g ico -esp iritu a l, que ayuda a los fieles a una elabora
ció n person al y com un itaria de los significados y co n te
n id o s su scitad o s e n las p e rso n a s p o r e l E s p íritu y
prom ovidos p o r la Iglesia.
19a
conocimiento de Dios. La vanagloria, en cambio, es dar peso
a las cosas que no lo tienen, prestar atención a lo que no
se debe prestar atención. Esto tiene m ucha im portancia
para el con ocim ien to de D ios. Guando se sienten los p r i
m eros m ovim ientos del alma, cuando en el horizon te del
corazón aparecen nuevos sentim ientos y nuevas ideas, hay
que escuchar a la tradición, a la verdadera teología, a la Igle
sia, a la liturgia, al m agisterio, para empezar a discernir,
para n o dar peso a las cosas que no lo tien en . A l g lo r ifi
car a D ios, nuestra m ente se purifica y nuestro corazón se
conform a a im agen de la caridad, o sea, a im agen del r e
con ocer al otro.
A l com ienzo conviene nutrirse del alim ento que lleva al
conocim iento, o sea, no perder tiem po con realidades y l i
bros que ocupan la m ente y el corazón y quizá sólo satis
facen la curiosidad racional o consuelan el sentim iento. El
lib ro teológico que no caldea el corazón y n o inflam a la
fe no sirve. Más tarde, avanzando con la gracia de D io s en
su co n o cim ien to , se establecerá u n diálogo con El p o r
m edio de todo lo que se encuentra en la vida y se c o n o
cerá a Dios incluso en el pecado hum ano. N o sólo eso. Se
llega al conocim iento de D ios hasta poderlo reconocer in
cluso en la m uerte y en la tum ba.
A fir m a c ió n de la in te lig e n c ia
Existe hoy el serio p eligro de una actitud fideísta o de
una actitud psicologista a causa d e una especie de « lu ch a
antign óstica». E l gnosticism o fácilm ente se suele id e n ti
ficar con un intelectualismo espiritual, y entonces, por o p o
nerse a él, se corre el riesgo de rechazar la racionalidad
y la inteligencia. Por otra parte, si el gnosticism o es id e n
tificado sobre todo con el m undo psíquico, al co m batir
lo se corre el riesgo de desacreditar y m inim izar la im
i9 3
portan cia del m un d o psicológico de la persona, cayendo
en un a especie de fundam entalism o espiritualista. H o y el
peligro más inm inen te es el de rechazar la racionalidad en
la vida espiritual y e n la teología. L a tra d ició n teológica
y espiritual ha ten id o siem pre e n gran estima a la in teli
gencia y a la racionalidad* aunque salvaguardando la in
tegración de la racion alid ad en el co n ju n to de la p erso
na y de la fe. H o y existe u n serio p elig ro de rechazo de
la verdadera racionalidad, p o r identificarla dem asiado fá
cilm en te con u n m étod o preciso de búsqueda o u n p ro
ceso de razonam iento. A sí se piensa que la racionalidad
es sólo lo que correspon d e a u n m étodo co n creto o una
lógica argum ental precisa. Pero esta es otra m anera de
quitar im portancia a la racionalidad y a la in teligen cia en
la fe. L a fe n o es irracion al, y m enos todavía a n tirracio-
nal. Tam poco el am or es irracion al. Los dos, la fe y el
am or, tie n e n u n a in telig e n cia p ro p ia y son realidades
abiertas a la racionalidad, p ero n o a los reduccionism os
racionalistas. Adem ás, la inteligencia y la racionalidad sólo
en el ámbito del am or encuentran su verdadera identidad.
A sí pues, el am or no sólo tiene una racionalidad propia,
sino que tam bién es el h o rizon te auténtico de toda ra
cionalidad.
Sería un erro r fatal que, p o r com batir el fideísm o, se
afirm ase u n atrasado reduccionism o racionalista y d e n tis
ta. Pero sería igualm ente fatal com batir el gnosticism o re
chazando la racionalidad y la inteligencia.
C o n c lu s ió n
i 94
cluye a todo el h o m b re. Sólo tod o el hom bre puede c o
nocer verdaderamente a D ios. T odo el hom bre significa toda
la persona. L a persona hum ana es la persona en com unión,
que tiene en cuenta el co n ju n to . Es el hom bre que p e r
tenece a la com unidad y a la historia, el hom bre de la
m em oria. E n esto se m anifiesta el necesario c o n o cim ien
to del am or T rip erson al. P or eso se requiere u n lenguaje
apropiado, que es el d el sím bolo. A l sím bolo se es in ic ia
do en la com unidad. Se participa activamente en la aco
gida de la revelación buscando una com prensión tam bién
categorial, p ero co n u n discernim iento e n el ám bito de la
m em oria. Se avanza acordándose. Se m adura e n el c o n o
cim iento m ediante la anámnesis.
E l con o cim ien to de D io s es sobre todo fru to del E spí
ritu Santo y es su obra. P o r eso se conoce a D ios ju n to a
él y p o r m edio suyo, es decir, en la oración.
195
— J. POPOVIÓ, P ut Bogopoznanja (El cam ino d el co n o
cim iento de D io s), Belgrado 1987
— T . S pidl ÍK, L'Idea russa, Rom a 1 9 9 5 . caP- 2 : La co-
noscenza, PP- 7 I - I I 7
— G H . Y a NNARAS, Cháintegger kai Areopagítes, é peri
apousías kai agnosias toü T h eoü , Atenas 1988 (2 a ed.),
trad. italiana Ignoranza e conoscenza di D io , M ilán 1973 -
196
IV
197
de Dios mismo, y se vistió con túnicas de piel —lo cual puede
significar una carne más espesa, mortal y recalcitrante-. Y, por
primera vez, reconoció la propia indignidad y trató de escon
derse de Dios. Pero nos ganó también la muerte [...] para que
el mal no fuese inmortal. A sí el castigo se convirtió en amor
por la humanidad. Yo pienso que ése es el modo divino de cas
tigar (GREGORIO N a CIANGENO, Discurso 4 5 sobre la Pascua, 8,
P G 36, 850)
Como a la muerte del alma —o sea, a la transgresión y al p e
cado— le sigue la muerte del cuerpo, el deshacerse en la tierra y
convertirse en polvo; y todavía, como a la muerte corporal le si
gue la condenación del alma al Hades, así también en la resu
rrección del alma, que es la conversión a Dios mediante la obe
diencia a los mandamientos divinos, le seguirá la resurrección del
cuerpo unido de nuevo al alma. A esta resurrección seguirá la in
corruptibilidad real y el vivir eternamente con Dios (GREGORIO
PALAMAS, Alia monaca Xene, en La Filocalia, ed. italiana a car
go de M.B. Artioli y M.F. Lovato, IV, Torino IS8y, p. ti)
C r e a c ió n - r e d e n c ió n
E n este capítulo nos detendrem os en el aspecto dramá
tico del am or y del conocim iento de la verdad. Nuestra re
flexió n ha insistido en la necesidad de apartarse de los
enfoques abstractos y conceptualistas, para evitar la elabo
ración de sistemas en los que no hay espacio para la vida,
puesto que la vida es dinámica, antónima y tiene ritmos que
no respetan los de las lógicas conceptuales. U n ejem plo de
esto es el am or con su libertad. C o m o la libertad del amor
significa u n reconocim iento radical del otro p o r parte del
amante, presupone necesariam ente u n confiarse extático
al otro, p o r tanto una posibilidad real de kenosis, de h u
m illación . Para el D ios creador es ya una kenosis el he
cho m ism o de amar en el in terio r del m undo creatural.
198
La libertad es tal si es posibilidad de la sorpresa, tanto si
ésta es agradable com o desagradable. Por eso, la libertad ,
el am or y la m em oria —todas ellas categorías p ro fu n d a
m ente ligadas al p rin cip io agápico— están más allá de toda
posible y concluyente categorización, fuera de toda o rd e
nación que pretenda ser exhaustiva. Explicar el hom bre, la
sociedad, la historia y Dios mismo con una lógica de la evi
dencia, con una consecuencialidad férrea, significa n o h a
blar realm ente del hom bre, de la libertad, del am or, de la
m em oria y m enos todavía de D ios.
D entro de la relación C reador-criatura, de la creación
como acto libre y amoroso de Dios, la Sagrada Escritura nos
narra el pecado. E l hom bre, puesto en el ám bito del am or
de Dios y, p o r tanto, de la no constricción, es libre de pe
car. La Biblia nos habla del pecado de A d án y Eva c o n to
nos netam ente dram áticos, presentándolo no com o una
sim ple equivocación sino com o u n hecho que toca a la
esencia misma del hom bre. Por eso es u n hecho trágico.
Ya desde el punto de vista de su com prensión, el p e
cado resulta d ifícil para el hom bre. Si abordam os el tema
según sistemas racionales, claros y lógicos, el pecado es u n
« e rro r del sistem a». Y en el caso de que el sistema pa
rezca que ya no es recuperable, se corre el riesgo de caer
fácilm ente en la tram pa del fatalism o. Si, p o r el co n tra
rio , el sistema aparece com o capaz de englobar la cuestión
del pecado, es fácil caer en u n optimismo intelectualista se
gú n el cual, considerándose con capacidad de explicar el
pecado, se piensa p o d er elim inarlo. En la tradición teo
lógica hem os asistido a diversos intentos de com prensión
del pecado y a diversas aproxim aciones a las problem áti
cas relativas al m ism o. Pensemos en san A gustín que fue
el prim ero en llam ar al pecado de A d án «pecado o rig i
n a l» , en san A nselm o y su desarrollo del tema de la ju s -
199
tificación, en la discusión sobre la predestinación en el
debate con los protestantes, en el C o n cilio de T ren to, que
ha marcado u n gran m om ento de reflexión sobre la gra
cia, y tam bién en las recientes distinciones entre pecado
original (n o c ió n teológica que in d ica la situación en que
nace todo hom bre, m arcada p o r la incapacidad de amar),
pecado originante (el pecado de A d án ) y pecado origina
do (el que com ete cada uno de nosotros, que tien e una
relación con el pecado de A d án ). La d ificultad princip al
Con que se tropieza consiste en colocar el pecado dentro
de la dinám ica crea ció n -re d e n ció n y no tratarlo relacio
nado específicam ente co n la person a. E l pecado no es
un a cosa que existe en sí m ism a, sino que es una reali
dad que pertenece a la persona. N o es el pecado quien p o
see a la person a sino que es la person a la que peca. La
Iglesia sostiene que el pecado existe, que pertenece a la l i
bertad del hom bre y que hay una pecam inosidad en la que
participa tod o el género hum an o. Pero la Iglesia n o si
túa la cuestión del pecado sólo en el in te rio r de la cre
ación, puesto que cree que la relación creación -redención
no hay que verla exclusivamente en términos de causa-efec
to. Según la tradición, el pecado no puede representar por
sí solo u n punto discrim inante para las etapas sucesivas ni
de la creación n i de la red en ció n . C o m o el pecado se
refiere a la relación, la com prensión d el pecado y de la
pecam inosidad se realiza en el ám bito relacional. P o r eso
es el am or de D ios el ám bito en que tiene que ser com
pren d id o el pecado.
mo
nudo en térm inos de «naturaleza hum ana p ecadora» o
de «naturaleza co rro m p id a » , pero, com o ya hem os re
cordado antes, la expresión «naturaleza co rro m p id a» no
se entiende de u n m odo casi m ecánico, y tam poco el c o n
cepto de naturaleza tiene en los Padres el sentido de hoy.
Algunos estudios específicos sobre la com prensión de « n a
turaleza» en los Padres hacen ver que m uchos d e ellos
usaban esa palabra para in d ica r « to d o s los h o m b re s» .
V ien d o en ella la categoría que indica u n elemento com ún
entre los hom bres, subrayaban el daño que el pecado hace
a la naturaleza. Esta expresión no debe entenderse com o
si quien pecase fuese toda la naturaleza hum ana. P o r otra
parte, la persona, que es el sujeto que peca, peca en su p ro
pia naturaleza. E n ese sentido podem os hablar de una p er
versión del am or, tanto en la naturaleza hum ana com o en
el p rin cip io personalizante.
La afirm ación de san Pablo que pone en correlación d i
recta el hecho de que en A d á n todos m orim os y que en
Cristo todos recibim os la vida (cf. I C o r 15 ,2 2 ), deja e n
trever tam bién una posible «con tem poran eid ad » de A d án
y de C risto: A d á n es el hom bre de la creación, nosotros
somos creados con A d án e n C risto . Som os criatura adá
nica y, si co n A d án experim entam os toda la tragedia de la
libertad, en C risto se m anifiesta toda la santidad de la l i
bertad. E n A d án participam os en la libre rebelión, en la
sustitución de D ios p o r u n o m ism o. E n C risto se alcanza
la gracia de ser librem ente hijos, de vivir toda la b ien a
venturanza de la creaturalidad. A d á n y C risto no son dos
p rin cip ios antagonistas. Está C risto , nuevo A d án , y el vie
j o A d án está en E l. E n A d án el hom bre vive una relació n
con Dios y con la creación; en él nos apropiamos de la cre
ación, com o él hizo cuando D ios se la presentó ante sus
ojos. E n la luz de C risto, nuevo A d án , se nos ofrece una
201
lu z nueva sobre la c re a ció n y nueva es tam b ié n la m an era
de a p ro p ia rn o s de ella, o m e jo r, de servirn os d e ella de
m o d o esp iritu al.
302
sólo co n el am o r D io s p u e d e « c o n q u is ta r » al h o m b re .
Éste, p o rq u e h a sido creado en la lib ertad , n o p u e d e ser
o b ligad o . S i el h o m b re fuese llevado a D io s p o r la fu erza,
ya n o sería u n a hipóstasis creada en el am or y p o r a m o r.
E l p ecad o se sitúa en el ám b ito del « r ie s g o » de la crea
ció n . S i la cre a ció n d e l m u n d o n o fuese u n acto p erso n a l
del a m o r, sin o u n a realid ad de leyes m ecánicas y p o r ta n
to con cep tu alm en te com p ren sib les, entonces el p ecad o sig
n ificaría o u n fracaso de la creación o la p o sib ilid a d de u n
an ti-sistem a, la altern ativa de u n p rin c ip io m a lig n o . Y e n
ese caso p u e d e n su rgir las preguntas de si el pecado es o r i
gin ad o p o r D io s , si E l es la causa, si la crea ció n in clu ye el
mal, etc. Pero D io s crea el m u n do n o según u n a lógica cau
sal, a u n q u e , d en tro de u n d eterm in ad o p en sam ien to f il o
s ó fic o -te o ló g ic o , la ló g ica causal p u ed e ayudarnos a p e n e
tra r e n el m iste rio d e la cre a ció n . D io s crea según u n acto
p erson al, según u n acto de am o r en la libertad . Se trata de
u n a m o r k e n ó tico , de h u m illa c ió n : crean d o u n a h ip ó sta
sis a su p ro p ia im agen , la p o n e en la esfera del a m o r, p o r
tanto de la lib ertad , co n la p o sib ilid a d de llegar a ser n o
según el am or. A s í el pecado se sitúa en la esfera del am or.
P or eso existe la p o sib ilid a d de « p e rv e rtirse » , p o sib ilid a d
consum ad a en A d á n y en la qu e todos los h om b res p a r ti
cipan. P o r esa su p articip a ció n en el p ecad o consum ado en
A d án , el h o m b re experim enta la p osibilid ad de pecar com o
u n a vía casi más « c o n n a tu r a l» que el vivir y exp erim en tar
la filia ció n en C risto . E l h om b re viejo, o sea el h om b re que
p articip a en la creatu ridad del p ecad o, está tan radicado en
su m en talid ad de egoísm o qu e la ló g ica y la m en ta lid a d
d e l H o m b re n u evo , de C r is to , le aparece co m o extraña.
C o n se cu e n c ia de ello es el exilio q u e se h a p ro d u c id o c o n
el pecad o o rig in al. E l h o m b re adánico, en vez de en trar en
C ris to , está en sus antípodas.
203
C o n to d o lo d ich o h em o s q u e rid o cen tra r e l ám b ito
en qu e d eb em os c o m p re n d e r y p en sar el p ecad o : el del
a m o r. L a re la cio n a lid a d se p erv ie rte, se co rro m p e , y, d e
b id o a e llo , el h o m b re vive fá cilm en te la p ro p ia n o - v e r
dad, es d ecir, « m ie n te so b re el h o m b r e » .
A h o r a vam os a estu d iar el texto de la Sagrada E sc ritu
ra que relata el h ech o d el p ecad o o rig in a l. P artim os de la
B ib lia p o rq u e co n tien e la verdad de la rela ció n entre D io s,
el h o m b re y lo creado. Es u n a palab ra de am o r en tre el
h o m b re , D io s y el m u n d o . Es el lib r o de la m e m o ria que
d ib u ja la m eta. Es el lib r o de la S ab id u ría , p o rq u e e n él
se guarda lo q u e verd ad eram en te p erm a n ece . Esta palab ra
em papada d el E sp íritu S an to vive la p ro p ia verd ad y a u
ten ticid a d só lo en el sen o de la Iglesia. A la p alabra hay
qu e acercarse h a b ita n d o en m e d io de lo s o tro s y te n ie n
do en cu en ta a los o tro s.
I. A P A R T IR D E L A S A G R A D A E S C R I T U R A
E l co n tex to d e l p eca d o
205
póstasis creada, d e cid e n o escuchar ya lo q u e D io s h a d i
ch o, desplaza a D io s d e l p rim e r p u esto , atacando así a la
je r a r q u ía de la verd ad re la cio n a l. L a co n se cu e n cia es que
se d e sco m p o n e n in m e d ia ta m e n te todas las re la cio n e s. D e
g o lp e el cread o ya n o sig n ifica rá p ara e l h o m b re re co rd a r
a D io s, sin o qu e se le p resen tará co m o a lim e n to d e su
avidez o rie n ta d a h acia sí m ism o .
E l astuto
G n 3 co m ie n za c o n la escena de la se rp ie n te q u e se
acerca a Eva y le su giere la te n ta ció n . Es im p o rta n te p o
n e r de relieve qu e el p ecad o , según el relato b íb lic o , está
p re ced id o de u n co lo q u io en tre Eva y la se rp ien te. Se tra
ta de u n m o m e n to de g ra n in terés desde el p u n to de vis
ta te o ló g ic o -e s p ir itu a l, sobre el cual se ha d iscu tid o m u
ch o: la te n ta ció n , el m al ¿ s o n in trín se co s al h o m b r e ó
vienen más b ie n del exterior? Sobre esto a m enudo los p u n
tos de vista, en vez de ser co m p le m e n ta rio s, se o p o n e n a
causa de las escuelas filo só fica s que están en su o rig e n .
S in em bargo, el texto n os sugiere que se trata de un a co m -
p le m e n ta rie d a d p uesto qu e se describe la ten ta ció n co m o
p roven ien te d el exterior del h om b re, p ero en todo caso del
in te r io r de la crea ció n , del in te r io r de la creatu rid ad . La
p rim e ra ten ta ció n se p ro d u ce en la p erso n a del ángel. Es
tam os p o r tan to e n el ám b ito de la re la cio n a lid a d y de la
libertad . La ten ta ció n y el m al n o vien en del exterior com o
de u n p rin cip io absolutam ente negativo, un a especie de dios
del m al, y tam poco de u n a m aldita fatalidad im personal que
d o m in a sobre el h o m b re . E l relato p o n e de relieve q u e la
te n ta ció n a d q u iere to d o su peso en el in te r io r del h o m
bre, que es el h om b re el que desde su in te rio r da a la te n
ta c ió n u n a existencia real. C u a n d o el h o m b re co n sien te,
la te n ta ció n recib e la fo rm a de la existencia co n creta. El
206
h o m b re , c o n su a d h esió n , es el que da c o n te n id o real a
la ten ta ció n . T am b ié n a q u í nos m ovem os en el m u n d o r e
lacio nal, e n el m u n d o de la lib e rta d . A s í p u es, el h o m b re
es ten ta d o , p e ro la te n ta ció n n o se co n fu n d e co n el p e
cado. L a te n ta ció n se p u ed e co n v e rtir en el p ecad o o e n
u n acto e sp iritu al en qu e se a d q u iere u n a m ayor c o n c ie n
cia de la re la ció n estrecha y am orosa co n el C r e a d o r .
L a Sagrada E scritu ra n os h ab la de la se rp ien te c o m o de
la bestia más astuta. P ero la astucia, en este co n tex to , n o
tiene el significado que co m ú n m en te se le atribuye. N o sig
n ifica « sab e r h a c e r » , « sag a cid a d » , « h a b ilid a d » , sin o s o
b re tod o co n se g u ir llevar al o tro a p e rd e r lo que tie n e . L a
te n ta ció n astuta n o es u n a fu e rza q u e crea, sin o u n a p o
ten cia q u e d e rrib a lo qu e existe. S eg ú n la enseñanza casi
u n á n im e d e lo s P ad res, la te n ta c ió n es só lo u n m o v i
m ie n to , n o u n a sustancia real, u n vacío, n o u n lle n o , u n
ad jetivo qu e trata de agarrarse a u n sustantivo p ara c o n
v e rtirlo e n signo negativo, o sea, p ara p e rv e rtirlo . E l as
tu to alcanza su o b je tiv o cu a n d o e l o tr o , cayen d o en la
tram pa, llega a ser co m o él, se rebaja a su nivel.
E n resu m en , la astucia in d ica u n a actitud p arecid a a la
envid ia. P o r eso d ice la Sagrada E scritu ra: p o r envidia d el
diablo en tró la m u erte en e l m u n d o (Sab 2 , 2 4 )-
U n símbolo ambiguo
La astucia de la te n ta ció n se esco n d e en su m ism a a m
b ig ü ed a d . L a serp ien te m ism a es u n a b u e n a im agen de esa
am b ig ü ed ad . E n este co n texto , la am b ig ü ed a d está e n qu e
la negatividad, el vacuum de la ten tación , el veneno del ad
je tiv o q u e, p o seyen d o al sustantivo, p ervierte su verdad,
se esco n d e b a jo la fa scin a ció n de lo p ositivo . O m ás t o
davía, m ien tras destruye c o n la negatividad, o fre ce la sal
v a ció n segú n u n a p o sitivid a d engañosa.
307
E n la B ib lia la se rp ien te es el sign o de la am b igüedad:
es sím bolo del pecado, pero tam bién de la salvación. La ser
p ie n te m e engañó, dice Eva (G n 3 ,13 ). E n la cu ltura e g ip
cia, co m o ta m b ié n e n el P en tateu co y e n san P a b lo , la
serp ien te es u n sím b o lo co m p le jo . Es venen osa —en e l d e
sierto mata a lo s h e b r e o s -, p e ro al m ism o tiem p o es sal-
vífica p o rq u e, colgada de u n asta, basta m irarla para ser cu
rad o. P recisam en te p o r este d o b le sig n ifica d o p u e d e o fr e
c e r e l e n g a ñ o , e l d e s d o b la m ie n to de la r e a lid a d , la
sed u cció n . E l S e ñ o r d ijo a M oisés: « H azte una serp ien te
de b ro n ce, p o n ía en u n asta, y tod os lo s qu e hayan sido
m o r d id o s y la m ire n quedarán c u r a d o s M o i s é s h iz o una
serp ien te de b r o n ce y la p u s o e n un asta. C u a n d o alguno
era m o r d id o p o r una serp ien te, m iraba a la se rp ien te de
b r o n c e y quedaba curado (N m 3 1,8 -9 )* T a m b ié n e n el
N u evo T esta m e n to , al fin a l d e l evan gelio de M arcos, se
d ice que en tre los signos q u e aco m p a ñ a rá n a lo s qu e cre
en en C risto está la capacidad de agarrar serpientes c o n sus
m anos sin r e c ib ir de ellas n in g ú n d añ o (M e 1 6 ,1 8 ): en
los que creen , la am b ig ü ed a d n o ten d rá n in g ú n p o d e r.
L o m ism o en L e 1 0 ,1 9 ; & s h e dado p o d e r para p isotea r
serp ien tes y esco rp io n es, y para d o m in a r toda p o ten cia
enem iga, y nada os p o d rá dañar.
209
hace visib le la a c c ió n de la envidia qu e trae la m u e rte a la
tie rra . L a se rp ie n te sabe q u e el o b jetiv o ú ltim o d e esta
ten ta ció n será h acer qu e el h o m b re llegu e a ser co m o ella,
es d ecir, u n ser qu e se arrastra p o r tierra . P ero está cla
r o q u e n o p u e d e p re se n ta r a b ie rta m e n te al h o m b r e u n
p ro yecto c o n u n fin a l tan trá g ico . E n tra en ton ces e n j u e
go la am b igü ed ad , la d o b lez. L a serp ien te debe p r o p o n e r
al h o m b re u n p ro y e cto tan sed u cto r qu e ten ga la p o s ib i
lidad de ser aceptado. Pero en cuanto el h om b re dé su co n
sentim iento, n o se cum plirá nada de lo que se le había p ro
m e tid o . A l c o n tra rio , el h o m b re p erd e rá hasta lo qu e ya
tie n e . L a p ro m esa es lle g a r a ser co m o D io s, que e l h o m
b re acepta só lo p o r q u e la se rp ie n te le p resen ta u n a im a
g e n tan m ezq u in a d e l verd a d ero D io s q u e ya n o tie n e el
deseo de estar c o n E l.
A s í pues, la táctica d el m al es c o r ro m p e r lo qu e está en
p ie . E l m al n o p u e d e aceptar el b ie n , p o rq u e el b ie n tu r
ba co n su sola p resen cia. T am b ié n e n la vida co tid ia n a ex
p erim en tam os esto m ism o. P o r ejem p lo , u n a p erso n a lim
p ia , sana, vital, en u n am b ien te en que n in g ú n o tr o se ha
conservad o co m o ella, m olesta, es u n a p ro v o ca ció n c o n ti
nua, algo qu e in q u ie ta o ag lu tin a en co n tra al resto . P u e
de ser u n desafío perverso tratar de m anchar la oveja b la n
ca. A veces se e n c u e n tra n p erso n as que p ie n sa n e s p ir i
tu alm en te según criterio s evangélicos y apenas si se atreven
a h ab lar p o rq u e viven en u n co n texto e n que la m ayoría
trata de hacerlas desaparecer, p ara n o verse m olestad a en
el p ro p io c o n se n tim ie n to al m al. T o d a ten ta ció n tie n e en
sí m ism a este m ecan ism o típ ic o d el ángel p erv ertid o de la
envid ia, de los celos y del vacia m ien to de lo p ositivo .
L a en vid ia y los celos son el p ecad o de los que ya no
se sien ten h ijo s de D io s.
310
La única tentación
Las p rim eras palabras qu e la serpien te d irig e a Eva son:
¿E s verdad q u e ...? ( G n 3 ,1 ). S o n palabras que a p u n ta n a
la esfera co n cep tu al. U n o que te p re g u n ta si u n a cosa es
verdad, p o n e ya en d u d a qu e lo sea. In sin ú a e n el o tro la
sospecha de d e b e r estar a te n to . L a sospecha es el p r im e r
paso c o n el qu e d ebe p ro c e d e r la ten ta ció n . S ig n ific a e m
pezar a h acer q u e la ra zó n ten ga p re fe re n cia sobre la i n
teligen cia. S osp ech ar sign ifica p o n e r en duda la verd ad d el
o tro . G o m o la v erd a d d el o tro es estar en la lib e rta d d el
a m o r, hay qu e atacar esa verd ad suya, o sea, in sin u a r qu e
el o tro n o vive la libertad en el am or sino en el abuso. Para
h acer esto, ya n o se p u e d e p en sar in teg ra lm en te, n o se
p u ed e p en sar co n in te lig e n c ia d e a m o r, capaz de r e c o n o
cer al o tro y de rela cio n a rse c o n él, sin o qu e se n ecesita
apartarse de la in teg rid a d y d eclarar que ésta es u n a ó p ti
ca parcial. Sospechar del otro significa tom ar u n detalle suyo,
sacarlo del contexto y, co n u n a m irada fu era d el a m o r, in
terpretarlo com o si fuese la verdad. Pero esto es posible sólo
co n la p arte de la in te lig e n c ia h u m a n a capaz de cap tar lo s
detalles, y ésa es la ra zó n , el r a c io c in io . E n el m o m e n to
en qu e el r a c io c in io se aparta d el am o r y de la in te lig e n
cia d el co razó n , tom ará el d o m in io n o sólo so bre la p r o
p ia p erso n a sin o tam b ién sobre los o tro s.
P o r tan to, la d in ám ica de la te n ta ció n es llevar a Eva a
ra zo n ar so bre u n aspecto p articu la r, desplazar su a te n c ió n
de la re la c ió n p e rso n a l c o n D io s a la co n ce p tu a liza c ió n
sobre E l. P u ed e verse en seguida el efecto de la sospecha:
la a te n c ió n em p ieza a desplazarse de u n a in te lig e n c ia i n
tegrada en la re la ció n de a m o r al d etalle p resen tad o p o r
la se rp ie n te . Es verdad q u e ..., d ice la se rp ie n te . Si la v e r
dad es trinitaria y enraizada en la libre adhesión de las P er
sonas e n el a m o r, la se rp ien te n ecesariam en te tien e que
cam biar el n ivel de la verdad, aplican d o su r e d u c c io n ism o .
L a sospech a hace que el ra zo n a m ie n to su rg id o e n estas
condiciones tenga la convicción, cargada de ten sión pasional,
de ser ve rd a d e ro , de ser in clu so la verd ad . P o r eso el d iá
lo g o co n la se rp ien te está co n virtién d o se para Eva e n más
verd ad ero qu e la verdad qu e vive c o n D io s . A eso p u ede
llega r u n a verd ad con cep tu alista: a co n sid erarse la verdad,
a pesar de ser u n a co n stru cció n im agin aria. L a verdad será
de h ech o fru to de u n ra c io c in io p o seíd o p o r lo im a g in a
r io o , viceversa, u n im a g in a rio ra zo n ad o . D e h e c h o , tod o
c o n o c im ie n to de la verd ad va a com p añ ad o de u n a p a r ti
cip ació n p erso n al, de u n a especie de «carga p e rso n a l» . E n
el c o n o c im ie n to de la verd ad c o m o T r in id a d reposa el
se n tim ie n to d el a m o r y la belleza, la carga p erso n a l. Si s i
gue la estela de la sospecha, esa carga p asio n al se hace p a -
sionalidad que desplaza el p en sam ien to de la objetivid ad de
la verd ad d el o tro a u n a estela subjetivista y m e n tiro sa . El
hecho de que la serpiente em piece co n la expresión ¿E s ver
dad q u e ...? significa que el m al aceptado y realizado es n e
cesariam en te u n a d isto rsió n d e la verd ad .
L a serp ien te co n tin ú a citan d o a D io s: ¿E s verdad que
D io s os ha d ic h o q u e n o com áis de n in g u n o d e lo s á rb o
le s d e l h u e r t o ? (3 ,1 ).
P ero eso es falso . E n G n 2 ,l6 D io s h a d ich o textu al
m e n te : P u e d e s c o m e r d e to d o s lo s á rb oles d e l h u e rto ;
p e r o n o com as d e l á rb ol d e l c o n o c im ie n to d e l b ien y del
m al p o r q u e si com es de él m orirás sin rem edio. V em os que
el h o m b re p u e d e co m er de tod os lo s árboles, excepto uno.
L a se rp ie n te trata de in sin u a r e n el co ra z ó n de Eva la
idea de u n D io s m alo, celoso, egoísta, u n D io s qu e n o da.
Y lo consigue p lenam ente, p o rq u e Eva co n su respuesta de
m uestra q u e h a caíd o ya e n la c o n fu sió n . Responde.- P o
dem os co m er d el fr u to de lo s árboles d e l h u e r to ; só lo nos
p e c a d o r. Se ve así qu e lo p ro p io d e l h o m b re co m o im a
gen de D io s es u n co n o c im ie n to agápico y n o posesivo, u n
co n o c im ie n to con tem plativo, precisam ente p o r q u e es im a
gen de D io s. G o m o ya hem os visto, el c o n o c im ie n to c o in
cide co n el a m o r de D io s. D io s co n o ce a m an d o y n o p o r
u n conocim iento que le haga poseer lo conocido. Si el h o m
bre tiene u n conocim iento en base a esta im agen, no la p u e
de o b te n e r p o r u n a p o se sió n co gn o scitiva. P o r eso, los
fru to s d el á rb o l d el co n o c im ie n to n o dan el c o n o c im ie n
to . E l c o n o c im ie n to n o se a d q u iere co m ie n d o el fru to , o
sea, p oseyen d o el fru to : n o n o s lo a p ro p iam o s de m a n e
ra o b je tu a l sin o qu e lo a d q u irim o s de m o d o co n te m p la
tivo. D e h ech o D io s n o dice n i n o to q u éis n i n o m iréis.
U n conocimiento contemplativo
214
de o tro y gozar de esta in tim id a d es p ro p io de las p e r s o
nas que se am an. E n el am o r está la ten d e n cia a c o n o c e r
a través del am o r d el o tro y co n su am o r.
Y p recisam en te p o r e l h ech o de que el h o m b re p u ed e
m irar al á rb o l d el c o n o c im ie n to del b ie n y del m al, p o r
qu e ahí se cruzan las m iradas de D io s y el h o m b re, exis
te ta m b ié n la p o s ib ilid a d de la id o la tría , o sea, de u n a
ten ta ció n . M ira r p u e d e co n vertirse en desear y desear en
tom ar.
U n conocimiento mentiroso
L a s e rp ie n te p r o p o n e a Eva qu e co m a d e este á r b o l
p o rq u e así ella y A d á n serán co m o D io s . E n cam b io , les
vie n e la m u erte . L a m u erte es la c o n tra d icció n d el ser a
im agen de D io s, qu e im p lica en cierta m an era la in m o r
talid ad (e n la B ib lia , so b re to d o e n las epístolas, p o d e m o s
e n co n tra r la a firm a c ió n de qu e la im agen tie n e la in m o r
talid ad en su P r o to tip o ). Este fr u to , en lu ga r de darles
u n co n o c im ie n to d ivin o , o fre ce u n co n o c im ie n to qu e ll e
va a la m u erte . T a m b ié n a n ivel fe n o m e n o ló g ic o , la h is
to ria de la h u m a n id a d —sobre to d o en la época m o d e rn a —
está m arcada p o r m uchas in ven cio n es qu e, a m e n u d o , t ie
n e n claram ente u n carácter devastador. L a serpien te m ie n
te d ic ie n d o a Eva qu e D io s h a re fo rza d o su m a n d a m ie n
to c o n la am enaza de m u erte p o r celo s. E n realid ad, este
m an d am ien to es u n a exp resión co n creta de la a te n ció n del
C read o r p o r su criatura. La afirm ación M orirás sin rem edio
(G n 2 , 17) 9u e D io s h ace al h o m b re está cargada de la ca
rid a d de D io s qu e, p ara d ó jica m e n te, se realiza co m o vid a
en el h o m b re si éste n o co m e d e l á rb o l. E n ca m b io , la
tra n s fo rm a ció n en ¡N o m o riré is! qu e la serp ien te hace de
las p alabras q u e h a d ich o D io s se realiza trágicam en te en
la e x p e rie n cia h u m an a, cu an d o ésta sobrepasa lo s lím ites
215
p uestos p o r la p alab ra de D io s. S i el h o m b re ro m p e ese
m a n d a m ie n to d an d o p re ced e n cia a otra re la c ió n , m o rirá
sin re m e d io . A s í, el ob jetiv o de este m a n d a m ie n to es cre
ar u n á m b ito de p r o te c c ió n del h o m b re , es u n a exp resión
del am o r. S i el h o m b re n o diese acogida a la sospecha, p o
dría vivir siem pre en el E d én rechazando toda ten tación con
la respuesta de qu e estam os en él p ara cu ltivarlo y p r o te
g e rlo (cf. G n 2 , 15 )*
L a am enaza de la m u erte qu e D io s expresa al h o m b re
si d e so b ed ece a su m an d ato está causada, seg ú n la ser
p ie n te , p o r p u ro s celos. ¡N o m o riréis! L o que pasa es que
D io s sabe q u e en el m o m e n to en q u e com áis se abrirán
vuestros o jo s y seréis co m o D io s, c o n o c ed o re s d e l b ien y
d e l m al (G n 3 ,4 - 5 ) .
L o que la serp ien te in sin ú a e n el co razó n d el h om b re
es u n d o b le tip o de celos. U n p rim e r tip o se ría n los ce
los que D io s ten d ría respecto a las p ro p ia s cosas, a lo cre
ado: D io s n o q u erría qu e el h o m b re tocase tan siqu iera su
árbol predilecto. Y , sin em bargo, D ios ha dado to d o lo cre
ado al h o m b re (cf. G n 1 ,2 8 ). Y a esta im agen h ace de D ios
u n a fig u ra in fa n til, m e zq u in a , más p a re cid o a u n n iñ o
egoísta, celo so de sus ju g u e te s, qu e al D io s cre a d o r del
cielo y de la tie rra . P ero la serp ien te vuelve a la carga des
p ués de la respuesta de Eva, qu e, a u n q u e sea e n térm in o s
confusos, es todavía u n a especie de defensa de D io s. L a ser
p ien te n os p ru e b a en ton ces expresando u n a segunda ima-*
g e n falsa de D io s . Esta vez se trata de u n D io s celoso de
sí m ism o, de su d ivin id a d . E n ca m b io , p o d e m o s ver m u
chos pasajes del N uevo T estam ento e n que aparece u n D ios
h u m ild e y b e n ig n o . San Pablo afirm a expresam ente que
sie n d o de c o n d ic ió n divina, n o co n sid eró com o presa co
dicia ble e l ser igual a D io s (F lp 2 ,6 ). A h í está el engañó
q u e la s e rp ie n te p o n e e n a c c ió n . E l h o m b re acepta su
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p ro p u esta de lle g a r a ser co m o D io s después de q u e la
serpiente ha m in a d o la rela ció n del h o m b re co n D io s p r e
sen tán d ole la im ag en de u n D io s m e zq u in o , de u n D io s
que trata al h o m b r e c o m o siervo y p o r eso le im p o n e
m a n d am ien tos y p ro h ib ic io n e s . E l h o m b re n o q u e rrá es
tar co n u n D io s así. P o r tan to será fá c il p ara la se rp ie n te
disuadir al h om b re de la relació n co n E l. E l h o m b re ab a n
d o n a rá a D io s y la p ro p u e s ta de la te n ta c ió n a d q u ir irá
cada vez más u n aspecto de verd ad p o rq u e ya n o c o n se r
va en su co ra zó n la santa je r a r q u ía de la verd a d de a m o r.
El h o m b re ya n o está e n la con tem plación d el á rb ol d el c o
n o c im ie n to ; h a caído en la ló g ica de la p o se sió n , y así le
qu ed a só lo el m al, o sea, la n ecesid ad de p o se e r. D e sg a
já n d o se d el a m o r, de esa in tim id a d c o n D io s e n la q u e ha
p o d id o c o n o c e r lo q u e es b u e n o y lo qu e es m alo p ara él,
acaba ex isten cialm en te p o se íd o p o r la n ecesid ad de p o se
er para salvarse. A q u í se ve un a vez más la p ro fu n d id a d del
en gañ o: ap artan d o la a te n c ió n de D io s , el h o m b re ya n o
llega a c o n o c e r c o n d isce rn im ie n to y acaba a cep tan d o lo
que es m alo.
P ero to d o eso es p o sib le só lo p o r q u e la r e la c ió n de
am o r in clu ye la lib e rta d . E l a m o r hace lib res. A pesar de
que en este caso el m andato divin o se exprese en fo rm a de
p r o h ib ic ió n , tam b ién aq u í vem os có m o está cargado de la
lib e rta d de la re la c ió n d iv in o -h u m a n a . E l h o m b re p u e d e
aceptar u n a su geren cia que ataca d irectam en te a la im agen
de su P ro to tip o , o sea del C re a d o r, p recisam en te gracias
a la re la c ió n lib re qu e tie n e c o n E l. Es p o sib le aceptar
u n a falsa v isió n de D io s sólo e n el ám b ito de esa lib e rta d
qu e p erm ite al h o m b re vo lver la espalda. S ó lo e n el a m o r
hay u n espacio tan g ran d e qu e u n o hasta p u e d e sospechar
de a q u el qu e lo am a. S ó lo e n este ám b ito p u ed e el h o m
b re d eso b ed ecer. S ó lo d e n tro de u n a re la ció n lib re p u e -
217
de tam b ié n el h o m b re e n te n d e r u n m a n d a m ie n to fuera
d el á m b ito d el a m o r en qu e ese m an dato ha n a c id o . P u
d iera p arecer u n ju e g o de palabras, p ero n o lo es. S ó lo en
el a m o r p u e d e el h o m b re c o m p re n d e r fu e ra d e l a m o r. Y ,
d esvin cu lán d o se d e l a m o r, a co g ie n d o la p o sib ilid a d de u n
co n o c im ie n to posesivo, el h o m b re exp erim en ta el d añ o y
el engaño. U n co n o cim ien to contem plativo, agápico, apren
d id o en in tim id a d c o n D io s, n o engaña. U n c o n o c im ie n
to posesivo p u e d e tra n sfo rm a r u n a p alabra de a m o r en
h u m illa c ió n , e n lím ite . L a posesividad tie n d e a excederse
sin m ed id a , e n u n in fin ito q u e es u n falso in fin ito .
U n Dios rival
V em os así u n a p rim e ra d im e n sió n de lo q u e llam am os
pecado origin al. La serpiente lo gra transm itir a Eva u n a fal
sa im agen de D io s , co n el qu e la m u je r h ab ía vivid o has
ta ese m o m e n to u n a re la ció n a rm o n io sa y p acífica . Es en
ese ám b ito de la re la c ió n de am o r de D io s h acia su cria
tura d o n d e p u ed e p ro d u cirse u n a idea im agin aria falsa so
b re su C re a d o r. L a se rp ien te ha lo g ra d o su in te n to g ra
cias al típ ic o m e ca n ism o del a m o r p e rv e rtid o . N a ce así
una rivalidad entre el hom bre y D ios. E n el ámbito del amor
p e rv e rtid o , es d ecir, en el ám bito e n que re in a el p r in c i
p io autoafirm ativo e n u n sen tid o u n ila te ra l y fo rm a l, D ios
y el h om b re necesariam ente tie n e n que ser rivales. E l am or
es la ú n ica realid ad existente en qu e es p o sib le la c o in c i
d e n cia de las a n to n im ia s, p uesto que el am o r es la a fir
m a ció n de la u n ió n y de la diversidad . S ó lo el a m o r lle
ga a a rm o n iza r los diversos niveles y h acerlos c o in c id ir en
p erfe cta u n id a d , sin qu e n in g u n o sea m u tila d o , excluido
u o p r im id o .
E n el am o r p e rv e rtid o , en cam b io , D io s aparece com o
a q u el qu e p osee to d o y el o tro co m o aq u el al que n o le
218
queda n ad a. L a ló g ica es m uy sim p le: si e n u n p u e b lo u n
la b ra d o r tie n e to d a la tie rra , a los dem ás n o les q u ed a
nada. E n tra así e n el co n o c im ie n to h u m a n o la o scu rid ad
de u n D io s celo so, n o d ad or, co n tra el que el h o m b re
ten d rá qu e co m b a tir p ara o b te n e r u n p e q u e ñ o espacio de
supervivencia. E l paso sigu ien te para el h o m b r e será el de
lib erarse de ese D io s, e sco gien d o esta vez n o u n a a u to n o
m ía m ord isq u ead a del totalitarism o divino sino llegar p o co
a p o c o a u n a a u to n o m ía absoluta resp ecto a D io s . Esta
ten ta ció n d em o n íaca de la rivalidad , qu e razon a so b re el
p rin c ip io d el aut-aut (o él o y o ), será la categoría de p e n
sam iento de los h ij os de A d á n , la catego ría q u e llevará a
razon ar co n u n a ra cio n a lid a d p asio n al. L a p a sio n alid ad es
un a d im e n sió n d el m iedo: el m ied o a la m u erte. Y esa l ó
gica lleva siempre inevitablem ente a la m uerte: efectivamente,
el m ied o a la m uerte absorbe al h om b re hasta tal p u n to que
la m u erte, co n scien te o in co n scie n tem e n te, se co n vierte
en su ú n ic o h o riz o n te . P o r eso, la cu ltu ra p ro d u c id a en
esas co n d icio n e s estará radicalm ente m arcada p o r la m u e r
te. La a te n c ió n y la cu rio sid a d estarán siem p re absorbidas
p o r la m u erte y el m al. T o d o lo qu e hay de p u tre fa cto , de
m o rb o s o , de p erverso , atraerá a las g e n eracio n es sig u ie n
tes a A d á n . L a h u m a n id a d cam in ará h acia su p ro p ia tu m
ba a u n q u e in te n te lib rarse de ella sig u ie n d o la fam osa l ó
gica m o rs tua vita m ea.
E n el fo n d o de esta riva lid ad late la co n v icc ió n según
la cual el h o m b re , apartándose de D io s, p o co a p o c o n o
só lo lo negará sin o qu e tom ará su p u e sto , co n sid e rá n d o
se u n d io s m e jo r resp ecto a la im a g en m ezq u in a d e E l
q u e la se rp ie n te le ha in o c u la d o . H ay así esco n d id a e n el
h o m b re u n a te n ta ció n de o m n ip o te n c ia dispuesta a e li
m in a r cu a lq u ie r cosa qu e se p u e d a o p o n e r a este p ro y e c
to suyo, ju n to a la c o n v icc ió n de qu e D io s es el que p r in
219
cip alm en te se o p o n e a u n a re a liza ció n p le n a d el h o m b re .
P o r eso, e n cierta m an era, se le e lim in a . Y si n o hay más
re m e d io , co m o es m e z q u in o , hay qu e co n ten ta rle e n sus
exigencias p u n tillo sas, y así p o d e r estar e n p az g o zan d o de
n u estra p ro p ia a firm a c ió n . L a rivalid ad D io s -h o m b r e in
tro d u c id a p o r el p ecad o o rig in a l lleva en ton ces a u n a re
lig io sid a d qu e « satisfaga» a D io s en algu n os cam pos b ie n
d eslin d ad o s para p o d e r ser libres en to d o e l resto. Se tra
ta así de te n e r o cu p ad o a D io s e n ám b itos e n los q u e El
p arece sen sible, p ara p o d e r afirm arse a sí m ism os de m a
n era egoísta y sin lím ites.
220
o b je to d el h o m b re . B erd jaev decía qu e el c o lo q u io en tre
la serpiente y Eva es im agen de u n a p seu d oteología que h a
bla de D io s , e n vez de h ab lar con D io s y a D io s. El h o m
bre p en sará e n D io s y hablará de D io s, p e ro sin D io s. N o
h ab rá u n a u n ió n re la cio n a l co n el « c o n o c id o » sino qu e
co n o c e rá a D io s de m an era aislada, o sea sin E l, co m o si
fuese u n objeto sobre el que el hom bre puede elaborar cual
q u ier sistema conceptual o sensual p orq u e ese « c o n o c id o » ,
co m o es u n o b je to , n o habla, n o se d e fie n d e , n o se hace
c o n o c e r. Esta c o n c e n tra c ió n d el h o m b re e n el o b je to , en
la criatu ra, sin ver en ella al C re a d o r, deja el ca m in o l i
bre para la afirm ación del individualism o y del subjetivism o.
221
—co m o lo s llam a n lo s Padres— qu e re sid en en el co razó n ,
lu g a r d el e sp íritu d ivin o en el H om bre. E fectivam en te, los
sen tid os co m o p arte d el aparato co gn o scitivo fu n c io n a n
de m o d o qu e lo s sen tid os extern os —el o jo , e l o íd o , el
gusto, e tc .— p e rc ib a n las sensaciones y e n víen el m ensaje
a su gem elo qu e está e n el co razó n , en el o jo y e n el oíd o
in te rio r. E l gem elo in te rio r es el que se abre al m u n d o del
E sp íritu ; p o r eso lee e l sig n ifica d o e sp iritu al de la sensa
c ió n qu e le Ha enviado su g em elo extern o : lo qu e el sen
tid o extern o p e rc ib e , el sen tid o in te r io r lo acoge co m o
u n m ensaje y u n co n te n id o que se re la cio n a c o n D io s y la
c o m u n ió n más p le n a c o n E l.
D e sp u é s de qu e la co n v e rsa c ió n c o n la se r p ie n te ha
sem b rad o en Eva la sospecha, el co n tacto co n el co razón
se in te rru m p e y lo s sen tid os extern os, p rivados del se n ti
d o in te r io r , d e ja n de re c o rd a rle a D io s y le re cu e rd a n
só lo lo qu e la te n ta ció n le Ha p ro p u e sto . G u a n d o se p o n e
en cu estió n la Palabra de D io s, tam b ién la realid ad cam
bia, to d o se lee e n clave de exteriorid ad . Se cree en lo que
se ve en vez de creer e n lo qu e D io s dice al co ra zó n . Eva
ah o ra ve el m u n d o sólo c o n lo s sen tid os externos y los
atrib u to s d el absoluto d ivin o se lo s da a la cosa, al árbol,
p o n ie n d o así al á rb o l en el puesto de D io s. C u a n d o se sale
fuera d el ám bito d el am o r c o n el C re a d o r, el m u n d o apa
rece sólo en fu n c ió n d e l yo aislado, y p o r eso necesaria
m en te se m an ifiesta co m o u n o b je to qu e el h o m b re debe
usar p ara co n se g u ir la p ro m esa de la te n ta ció n . Em pieza
a p esar so bre el h o m b re la ló g ica cuantitativa: p o seer para
ser, p o seer m u ch o p ara ser m u ch o .
U n paso fatal
222
m e en lo s o b je to s de lo s qu e espera esos a trib u to s a b so
lu to s. E l h o m b re ya p ien sa p rácticam en te só lo en sí m is
m o . Y p u e d e ra zo n ar exclu yen d o co m p leta m en te la re la
ció n in terp erson al, puesto que som ete esa relació n al m u n
do de la satisfacción qu e p ro v ie n e de los ob jeto s, v ie n d o
al o tro co m o o b je to para la satisfacción d e los deseos del
yo.
¿ Q u é n ecesid ad ten go ya de D io s si to d o lo q u e E l t ie
n e lo p u e d o e n c o n tra r fá cilm e n te e n u n o b je to q u e se
p u e d e agarrar, sin n ecesid ad d e esforzarse en un a re la
ció n que de p o r sí es siem pre fatigosa? Es u n a m entira a fir
m ar que se p u ed e r e c ib ir vida de u n a cosa d ifere n te de la
re la ció n . S ería b u e n o el fru to d e l á rb o l, p e r o n o tie n e la
vida etern a. Ese es tam b ié n el sen tid o d el e p iso d io de J e
sús co n la Samaritana e n J n Se p o d ría aplicar a Eva
lo que Jesús dice a la m ujer: T o d o el que bebe de este agua,
volverá a ten er sed; en ca m bio, e l q u e beba d e l agua que
yo q u ie ro darle, n un ca más volverá a te n er sed. P o r q u e el
agua q u e yo q u ie ro darle se convertirá e n su in te r io r en.
un m anantial d el que surge la vida eterna (v. 13)- L a sal
v a ció n co n sistirá e n e l d e sc u b rim ie n to d e q u e , in clu so
cu an d o to d o s los ob jeto s se desh acen, el yo se da cu en ta
de que vive gracias a u n a re la c ió n q u e d u ra e tern a m en te.
L a ten ta ció n d el h o m b re es hacerse com o D io s e n los a tr i
butos, p ero n o en el ser: quiere para sí los adjetivos de Dios,
p e ro le falta la sustancia, o sea, el sustantivo. M ien tras el
h o m b re está e n re la ció n co n D io s, p articip a tam bién e n el
sustantivo y todos los adjetivos de D ios son tam bién en cier
ta m an era sus adjetivos. A h o r a , en ca m b io , el h o m b re se
atribu ye los adjetivos d ivin os a p licán d o lo s a u n sustantivo
d istin to , o sea, a los o b jetos en los qu e el yo se r e c o n o
ce. D e a q u í se derivan dos co n secu en cias trágicas. L a p r i
m era es la id o la tría . E l h o m b re sustituye a D io s p o r o b
223
je to s y p ien sa qu e éstos le co m u n ica rá n lo que es típ ic a
m en te d ivin o , de lo cual él ya p articip a b a —p e ro se h a o l
vid a d o — co m o im ag en de D io s. P ero los íd o lo s h acen se
m ejan tes a ellos a lo s que los a d o ra n . P o r eso, el h o m b re
se va co n v irtie n d o cada vez más en el o b jeto que a d o ra y
d el que espera la salvación. D e aquí se sigue la segunda trá
gica co n secu en cia: el yo h u m a n o se dispersa e n u n a m u l
titu d de ob jetos y en ellos se co n su m e en u n sa crificio sin
r e to r n o , realm en te n ih ilista . Esto co m p o rta ta m b ié n una
situ a c ió n co n flic tiv a : hay más h o m b re s qu e c o d ic ia n el
m ism o o b je to . Más aú n , tod a la h u m a n id a d desea to d o lo
cread o. E n este co n texto , el p r in c ip io id o lá tric o y autoa-
firm ativo se convierte inevitablem ente en p rin c ip io de gue
rra. A sí, el h om b re deicida llega a ser tam bién h om b re fra
tricid a ; y to d o p o r q u ere r p o seer los ob jetos, las cosas, la
ideas. C u a lq u ie r realidad que el h o m b re p o n g a en el pues
to de D io s es algo qu e se agota, que p o r tan to co n tien e en
sí m ism a u n a am enaza, p o rq u e antes o después dejará al
h o m b re so lo . Y co m o la fu e n te de la vid a ya n o es la re
lación , el h o m b re buscará la salvación en el p oseer cada vez
más cosas. A h í resid e el en gañ o de la te n ta ció n . E l h o m
b re de después d el p ecad o o rig in a l tie n e u n a co n tin u a ex
p e r ie n c ia d el e n g a ñ o . C o n tin u a m e n te p o se e las cosas y
co n tin u a m e n te es sepultado e n ellas. Y , sin em b arg o , si
gue deseando y p en san d o que u n día las cosas le comuniW
carán la d ivin id ad , le h ará n sem ejan te a D io s . E l h om b re
p eca c o n tin u a m e n te re p itie n d o el gesto d el p rim e r hom-^
b re. E l h o m b re peca p o rq u e espera a d q u irir e l fru to m á
gico qu e lo hará sem ejan te a D io s. N o se p eca p o r hacer
el m al sin o para salvarse. Es co m o si todavía h o y Eva in-r
tentase de nuevo tom ar el fru to , esperando que esta vez sea
la b u e n a . C o m o si después d el fr u to causante de tanto
m al, Eva qu isiese d ecir: n o era el fru to a p ro p iad o , vamos
224
a p ro b a r o tr o . Ivanov dice que el h o m b re p eca p o rq u e
todavía h o y oye la p ro m e sa su su rrad a a su o íd o de ser
co m o dioses.
Estos deseos n o siem p re son n ecesa riam en te « c a r n a
le s» e n su sen tid o co n v e n cio n a l. N o se co n sid era al o tro
co m o o b je to de la p ro p ia satisfacción sólo cu an d o se a b u
sa de él a b ie rta m e n te , sin o ta m b ié n cu a n d o e l o tro se
co n vierte en m e d io de satisfacción de los deseos n o b les
de lo b u e n o , de lo b e llo y de lo verdadero. Se p u e d e e n
co n tra r el h o m b re in serto co m o u n o b je to en u n sistem a
ético, e p istem o ló g ico o estético. Y ya h em o s visto ta m b ié n
que la p erv ersió n más g ran d e consiste en in serta r al h o m
bre co m o u n o b jeto ú til en u n a visió n religio sa.
Eva da el paso fatal de la cu ltu ra h u m an a: to m a el f r u
to p r o h ib id o , in iciá n d o se la cu ltu ra del o b je to , la cu ltu ra
m aterialista, la cu ltu ra de la p re p o te n cia , de la a firm a c ió n
de sí m ism o, de la id o la tría . G u a n d o el cora zón d e l p a
raíso, la re la ció n co n D io s, se co n vierte e n ob jeto en l u
gar de ser vivida de m o d o p erso n a l, cu an d o se hace d e él.
u n o b je to de co n o c im ie n to fu e ra d el a m o r, h ace m o r ir .
E l madero
225
tre estos dos extrem os. P o r ejem p lo , en e l D e u te ro n o m io
se d ice qu e si obedeces al S eñ o r, serás b e n d ito cuand o sal
gas y cuand o entres (2 8 ,6 ), o sea, siem p re, en to d o m o
m e n to . E l b ie n y el m al so n toda la realid ad . L a totalidad
de lo qu e p u ed e ser b ie n y m al n o sign ifica en ton ces los
valores o an tivalores, sin o toda la realid ad b u m an a, in c lu i
da la d ivin oh u m an a. Se trata de co n o c e r la vida y la m u e r
te, la angustia y la felicid ad . P ero el c o n o c im ie n to de esta
realid ad com p leta está fu era d el alcance d el h o m b re, p o r
qu e está fu e ra d el alcance creatural. P ensar de o tro m odo
significa atacar de nuevo la je ra rq u ía de la verdad del am or.
S ó lo el D io s cread or abarca to d o en su a m o r.
A causa d e l a m o r d e D io s crea d o r, tam b ié n el m adero,
el á rb o l, llega a ser lu g a r de d iv in iza ció n real: ve n d rá el
Fruto del árbol que hará a los hom bres divinos, espirituales.
D io s m ism o se d ejará clavar sobre el ob jeto d el m adero,
d o n d e el h o m b re fija la m irad a, p ara h acerse ver de n u e
vo y hacerse co n tem p la r y re co n o ce r. A s í, el á rb o l se co n
vierte en la revelación de la totalidad, de to d o lo que p u e
de ser m al y de to d o lo que es b ie n .
Desnudez y miedo
226
E l h o m b re tie n d e la m an o p ara agarrar el fr u to , esp e
ra n d o llegar a ser co m o D io s. E n cam b io , se da cu en ta de
que es u n a criatura, p o r tan to vu ln e ra b le : E n to n ce s se les
abrieron los ojos, se dieron cuenta de que estaban desnudos,
entrelazaron hojas de higuera y se h ic ie r o n u n o s c e ñ id o
res ( G n 3 ,7 ).
La palab ra d esn u d o sig n ifica frag ilid a d , v u ln e ra b ilid a d ,
m o rta lid a d . D e sn u d o q u iere d e cir estar en p e lig ro , estar
expuesto a toda clase de am enazas. E l p ecad o ha em p e za
do co n la falsa im a g en de D io s y sigue co n el m ied o a la
m u erte . N o estando ya ligad o a D io s, el h o m b re espera la
vida de lo que es m aterial, de lo que n o le p u e d e d ar la
vida. E m p ieza así a exp erim en tar la p ro p ia existencia com o
algo de p re c a rio , c o n la exigencia de aferrarse a to d o lo
que e n cu e n tra p ara o b te n e r la segu rid ad , la salud, la vida
qu e p erm an ece. L a tra d u cció n de la B ib lia de los S eten ta
d ice qu e el h o m b re se esco n d e detrás d e las zarzas, p ara
h a cer co n cre ta así la im agen d el h o m b re qu e se a ferra a
todo, incluso a lo que es frágil, esperando sacar de eso fu e r
za y p ro te c ció n . C o m ie n za así u n a especie de esclavitud del
h o m b re respecto a lo creado, p o rq u e su afán de p oseer para
p rotegerse se con vierte en un a especie de in fin ito m alo in
saciable. E l h o m b re em p ieza a vivir e n u n a p re o c u p a c ió n
p e rm a n e n te , su vida se tra n sfo rm a en an siedad , las cosas
creadas co m o ayuda lle g a n a ser p ara él u n a co n d e n a , u n
m o r ir . E l m ie d o a la m u erte lleva al h o m b re a u n apego
a sí m ism o . Se sien te co m o u n sa rm ien to desgajado d e la
vid , co m o si tuviese m arcada e n él u n a h e rid a p o r la qu e
sale la savia vital. L a h u m a n id a d se p u e d e re c o n o c e r en la
h e m o rro ísa qu e p ie rd e la vid a. C o m o el sa rm ie n to qu e
cae de la vid se seca y n o lleva fru to , así el h o m b re advierte
su in fe cu n d id a d . Esto le hace todavía más d e term in ad o e n
su m ied o, le obliga todavía más a apegarse a lo p oco de sa
227
via que siente que tie n e todavía. E l h o m b re p ien sa así p o
d er salvar la p ro p ia vida apretándola en su p u ñ o , esperando
co m o u n to n to qu e, a u n q u e sea u n sa rm ien to caído, en
o to ñ o se p o d rá v e n d im ia r de él uva.
228
do p ara el o tro es su m u erte p o r n o so tro s. L a u n ió n que
sim boliza la sexualidad expresa y encarna la total pertenencia
re cíp ro ca , la re la c ió n d e fin itiva y verd ad era. E l h o m b re
em p ieza a in tu ir esa vía que se esconde en la p ro p ia se
x u alid ad después d el p ecad o o rig in a l. Se p u ed e in tu ir que
p o r eso se cu bre, p o rq u e así expresa que su sexualidad se
co n fía a u n a sola p erso n a , la p e rso n a p ara la q u e la d es
cu b rirá y qu e reviste p ara él u n a im p o rta n c ia exclusiva. La
h o ja de h igu era es así el sím bolo de u n a p ro m esa de u n ió n
p ara la vid a y para la m u erte, de u n darse re c íp ro c o que
nada p o d r á r o m p e r. S ig n ific a la certeza de sentirse am a
d o , la cap acid ad de am ar a los otros, la certeza existencial
de p o d e r q u erer b ie n a los h ijo s, a los vecinos, a los c o m
p añ ero s de trab ajo, a los am igos, al ex tra n je ro .
P ero co n este d e scu b rim ien to el h o m b re exp erim en ta
tam b ién u n a especie de vergü en za, u n a especie de h u m i
lla c ió n de la que h ab la m agistralm en te S o lo v ’ év. Es h u m i
llan te que el h o m b re, im agen de D io s, trate de d escu b rir
el am or de u n a m anera que lo hace más sem ejante al m u n
do n o h ip o stá tico , an im al. E l h o m b re , a q u ie n en la c re
ación se le particip a el p rin c ip io agápico, debe ahora a ce r
carse al a m o r en el m u n d o c o rp ó re o , d o n d e el a m o r está
d ram áticam en te expu esto al tie m p o , al espacio, a la j u
ven tu d , a la vejez, a la e n ferm ed a d . E l riesgo , según S o
lo v ’ év, es qu e en u n am o r vivido así venza el in stin to de
co n serva ció n de la especie, re d u cié n d o la a la p u ra n e ce si
d ad de d escen d en cia a la que trágicam en te se tran sm ite
tam b ié n el van o in te n to de d e scu b rir el a m o r v irg in al, o
sea, el ve rd a d e ro p r in c ip io agáp ico.
E n el gesto de cu b rirse el sexo c o n la h o ja de h ig u e ra
se p u e d e ver tam b ién la n ecesid ad de a m o r absoluto que
el h o m b re p u ed e expresar. E l sexo es algo p a rtic u la rm e n
te p re c io so ; el abuso o la p erv ersió n sexual so n u n grave
229
d añ o p ara la h u m a n id a d , p o r q u e q u ita n al h o m b re la p o
sib ilid a d de creer y de e xp erim en tar u n a re la ció n d e fin i
tiva dé verd ad ero a m o r. L a p erv ersió n e n el cam po del
am o r y de la sexualidad tie n e su ex p re sió n en e l d esn u d ar
el sexo, h acerlo m e rca n til, o sea d esa cred itá n d o lo en el
in te n to de llevar al h o m b re al a m o r p e r d id o . D a r a la se
xualid ad u n sign ificado lú d ico , p ro vision al, pasajero, q u ie
re d ecir considerarla com o u n a cosa ajena a la p erso n a. A sí
esa sexualidad p u ed e co n vertirse en u n lu ga r d o n d e el p e
cado se m an ifiesta c o n g ra n h u m illa c ió n para el h o m b re.
E l d o lo r y e l s u fr im ie n to
230
n u a c ió n D io s se d irig e al h o m b re y h ab la de lo qu e g o l
peará a la cre a ció n , e n realid ad no hace más qu e e x p lic i-
tar lo qu e ha su ce d id o . E l S e ñ o r habla d u ra m en te de la
crea ció n p o rq u e , exp lican d o lo qu e ha su ced id o , expresa
el m al qu e h a g o lp e a d o a lo crea d o . D io s a n u n cia el su
fr im ie n to , p e ro sobre to d o lo re la cio n a co n el cam in o de
después del p ecad o. Y , p arad ójicam en te, este m al será u n a
especie de b e n d ic ió n p ara el creado: el p ecad o ha r o to las
re la cio n e s y ha d e stru id o su a r m o n ía h a c ie n d o e x p e r i
m en tar el s u frim ie n to co m o u n a m a ld ic ió n , p ero e n r e
alidad ese sufrim iento será un a p eren n e m em oria de lo que
ha su ced id o y de aquello a lo qu e se tie n d e . S egú n el r e
lato, es evidente que hay u n a p a rtic ip a c ió n un iversal en la
historia p erson al de A d á n y de Eva. Ese es el estado e n que
n a cerá n las siguien tes g en eracio n e s. Eva será la m adre de
los vivientes, alu m b rad os co n d o lo r , o sea co n p len a p a r
ticipación en lo que ha sucedido. D ios dice a la m ujer: M u l
tip lica ré lo s d o lo re s de tu p r e ñ e z, parirás a tus h ijo s con
d o lo r ; desearás a tu m a rid o, y é l te dom inará (G n 3 ,1 6 ).
Y al h o m b re : M aldita sea la tierra p o r tu culpa. C o n fa
tiga comerás sus frutos todos los días de tu vida. Ella te dará
espinas y cardos, y com erás la h ierb a de lo s cam pos. C o n
e l s u d o r de tu fr e n te com erás e l p a n , hasta q u e vuelvas a
la tierra de la qu e fu iste form a d o, p o r q u e eres p o lv o y al
p o lv o volverás (17-19 )- L a m u je r sentirá co n p articu la r su
frim ie n to el parto y el d o m in io del h om b re; el h o m b re ex
perimentará, con d o lo r y ten sió n el trabajo y la m uerte. D ar
a lu z y trabajar so n las realidades divinas de la m u je r y d el
h o m b re , dar la vida y p r o te g e r la vida, so n expresion es
qu e h acen d e l h o m b re y de la m u je r la im a g en de D io s y
so n su re cu e rd o . L a m u je r que da a lu z se asem eja a D io s
qu e da la vid a p o r sí m ism o ; el h o m b re q u e trabaja co n s
tituye u n re cu e rd o de D io s qu e crea y m a n tien e la tie rra .
331
E n el m o m e n to en qu e el h o m b re y la m u je r p ie rd e n
el sig n ifica d o de su ser a im ag en de D io s, que ya n o tie
n e n n in g u n a re fe re n c ia a D io s, la im ag en del S e ñ o r que
llevan se co n vierte p ara ellos en u n a esp ecie de co n d e n a
c ió n . L le g a a ser u n a realid ad qu e lo s dos ya n o saben
có m o vivir. E l h o m b re p ie rd e de vista al P ro to tip o d e la
p ro p ia im a g en y p o r eso ésta se co n vierte p ara él en un a
auto co n d e n a c ió n de su au to p ro clam arse p r o to tip o , espe
cie de D io s . L a im agen de D io s e n el h o m b re q u e ha p e r
d id o la re la c ió n co n D io s se tra n sfo rm a e n lu g a r d el su
frim ie n to , ex p erim en tad o com o fracaso p e re n n e del deseo
de lle g a r a ser co m o D io s . P o r eso e l h o m b re tratará de
evitar el s u fr im ie n to , o b sta cu liza n d o así lo q u e todavía
qued a e n él de esperanza. Para evitar el su frim ie n to cau
sado p o r n o llegar a vivir en rela ció n co n su P ro to tip o —un
su frim ie n to qu e es al m ism o tie m p o m e m o ria d e lo suce
d id o — el h o m b re a h o n d a el o lvid o , p e ro to d o esto lo a le
ja r á cada vez más de la verdadera d ire c c ió n . Este es ún
aspecto im p o r ta n te desde e l p u n to de vista d o g m ático :,
vendrá C risto que ten drá tam bién el título de m édico y e n
viará el E sp íritu S an to , el d o n del a m o r, qu e será llam a
do C o n s o la d o r .
L o que te h acía sem ejante a D io s ah o ra en ti sufre. El
P aráclito n o tien e sólo la m isió n de co n so la r, sin o de e n
carnar a D io s m ism o e n la p erso n a de Jesucristo que, p r e
cisam ente e n el d o lo r y en el su frim ie n to , sanará e l p e
cado o rig in a l. C ris to , im agen p erfe cta del D io s in visible,
im agen d e l P ad re, d estru irá el p ecad o co n el que el h o m
b re q u ería p o n e rse a sí m ism o e n el lu ga r de D io s. E n la
vid a de C r is to vem os q u e el p o d e r d el a m o r tra n sfo rm a el
d o lo r en alegría y el su frim ie n to en fu erza. D e m anera to
davía m u ch o más exp lícita se p o n e de m a n ifiesto có m o el
h o m b re , cu an d o se separa d el a m o r y d e la re la ció n , no
232
llega ya a vivir integralm ente la vida, sino que asume su lado
o scu ro , el h e r id o , y exp erim en ta só lo el su frim ie n to c o n
to d o su p o d e r a n iq u ila d o r y d estru ctivo.
Omphaloscopoi
233
La ruptura de la relación Komi) re-hombre
234
p erso n a lib re está ya seriam en te am enazado. E l verd ad ero
p r in c ip io re lig io s o es en to n ces m al e n te n d id o , n o sólo
p o r la re a c ció n de C a ín cu an d o co m p re n d e qu e D io s n o
se fija en su o fren d a , sin o en la o fre n d a m ism a. S i o fr e
ciese c o n u n co ra zó n re lig io so , o sea si cu m p liese u n a ac
c ió n qu e expresa el rad ical re c o n o c im ie n to de la p erso n a
de D io s a la qu e p resen ta su o fren d a , n o se en fa d aría p o r
las ofrendas del otro. E l p rin cip io religioso, com o dice C r is
to m ism o e n el evan gelio, está e n r e c o n o c e r a D io s y se r
v ir lo , n o en e je rce r so b re E l u n a p re s ió n p ara o b te n e r
p rem io s y recom pensas. U n ejem plo excep cio n al de esto lo
ten em o s en A b rah a m : el p r in c ip io re lig io so le lleva a u n
re co n o cim ie n to tan gran d e de D io s qu e le hace levantar el
cu ch illo sobre su p r o p io h ijo . D io s d ice a C a ín : ¿ P o r q u é
te e n fu r e c e s ? ¿ P o r q u é andas ca b izb a jo? S i obraras b ien ,
llevarías b ie n alta la cabeza; p e r o si obras m al, el p eca d o
acecha a tu p uerta y te acosa, a u n q u e tú p u e d e s d o m in a r
lo ( 4 ,6 - 7 ) . D io s en realid ad está d icie n d o a C a ín que a la
p u erta de su co ra zó n em p ieza a a n id a r el p ecad o . P ero
este pecad o va contra C a ín . E l h ech o de que el co razó n n o
esté a b ie rto a u n r e c o n o c im ie n to ra d ica l de D io s tien e-
co m o co n secu en cia que n o lo esté tam p o co n i al o tro n i
a sí m ism o. Si el co razó n h u m a n o n o se plasm a en la r e
la c ió n fu n d a n te c o n el C re a d o r, si n o se fo rm a a la m e
d id a d el a m o r c o n D io s , n o p u ed e p ro b a r y vivir n in g ú n
a m o r, p o r q u e le falta la im p ro n ta o n to ló g ica de la qu e
to m a r las categorías d el p en sar y d el o b ra r. Y e n to n ces el
h o m b re se tra icio n a a sí m ism o .
A n tigu am en te el episodio de los dos h erm an os que o fre
ce n s a crificio s se so lía re p re se n ta r del sig u ie n te m o d o :
A b e l en el m o n te y C a ín , co m o a g ricu lto r, en el valle. E l
h u m o de la ofren d a de A b e l sube derecho al cielo, llevando
el sa crificio ante el ro stro d el S e ñ o r. E n cam b io , el de la
235
o fre n d a de C a ín se esparce p o r abajo, q u ed a n d o aplasta
d o en el su elo . A p a rte de otras exp licacio n es p osib les, es
in teresan te el sig n ifica d o e sp iritu a l de esa re p re se n ta ció n :
C a ín ya n o es capaz de d isc e rn ir lo s sig n o s de lo creado
y, p o r tanto, tam poco los signos de los tiem pos, y vive com o
si to d o se co n ju rase co n tra él. U n h o m b r e vu elto so b re
sí m ism o, co n la m irada fija en el p ro p io om b lig o , n o está
ya e n g rad o de le e r la realid ad y la h is to r ia más qu e en
té rm in o s de m ie d o , de sospech a. C a d a sig n o fá cilm e n te
se in te rp re ta co m o am enaza: se ve al o tro y en segu id a se
p e rc ib e c o m o si tram ase algo co n tra n o so tro s. L a p e r s o
na p u e d e realizar el m e jo r gesto de q u e es capaz, p e r o el
o tro lo p u e d e in clu so le e r co m o tra ic ió n , co m o a m e n a
za. C a ín in te rp re ta to d o co m o u n rech azo p o r p arte d el
S e ñ o r y se p o n e a ju z g a r a D io s . D io s es u n a p e rso n a l i
b re y p o r eso ob ra segú n su lib e rta d , qu e es u n a d im e n
sió n de su a m o r. Q u ie n n o llega a a co g e rlo co m o tal se
p o n e a ju z g a r lo , exp resan d o ya así u n a ru p tu ra d el p r i n
cip io d el a m o r. Es u n p e lig ro constan te de la h u m a n id a d :
se p re te n d e ser re lig io so p e r o só lo e n el á m b ito e n el
que el h o m b re consigue d o m in ar la situ ación. L a dificultad
c o n tin u a de la h u m a n id a d será e l r e c o n o c im ie n to d e u n
D io s p e rso n a l, u n D io s a m o r y, p o r ta n to , lib r e . ¡C u á n
tas p ágin as se h a n e scrito a lo la rg o de lo s siglos p ara
describir a u n D ios n i libre n i personal! Sobre todo la é p o
ca m o d e rn a h a c o n o c id o m u ch o s m aestros de u n p en sa
m ie n to d e la sospecha y de la d u d a . E l h o m b r e p re fie re
c o n s tr u ir m o n u m e n to s a la so sp e ch a y a la d u d a p ara
obligar a todos a adm irar lo que, de p o r sí, sería para aver
g o n z a rse . V o lv e m o s así al p r o b le m a d el c o n o c im ie n to :
u n a in te lig e n c ia n o p u rifica d a , n o su m ergid a e n el a m o r,
creará sistem as im p o n e n te s desde el p u n to de vista c o n
cep tu al p ara ex p licar a D io s en vez de c o m u n ic a r u n D io s
236
lib re y a m o r. P ero este D io s desbarata el razo n am ie n to del
h o m b r e . P o r eso es fá cil qu e el h o m b re p re fie ra crearse
íd o lo s p ara su u so y co n su m o .
L a h u m a n id a d ., u n r e b a ñ o d isp e rso
337
II. UN RECORRIDO SINTÉTICO
238
nalización. P or eso, según Bulgakov, es el cam ino regio para
u n a recta co m p re n sió n de la crea ció n , del m al y de la r e
d e n c ió n .
239
e n la d im e n s ió n c ó s m ic o -h is tó r ic a , e x p e rim e n ta m o s la
tem p o ralid a d y la espacialidad de la crea ció n . E n la S o fía
divina, o sea, en las ideas del D io s C re a d o r, e x p e rim e n
tam os la ete rn id a d de la crea ció n , ya qu e e n D io s n o hay
u n antes y u n después. E l antes y el después se viven sólo
en la S o fía creatu ral, qu e es p recisam en te u n a fo rm a c o
m unicada p o r la Sofía divina, eterna. L o que se experim enta
en la S o fía creatu ral, o sea, en la cre a ció n , en re la ció n a
su m eta co n stitu id a p o r la S o fía d ivin a, es qu e la crea ció n
tie n e u n d even ir. Ese d even ir p u ed e en ten d erse co m o un a
nada m o m e n tá n e a de la cre a ció n , u n a especie d e vacuum
d estin ad o a ser « r e lle n a d o » en el p ro c e so d e l devenir.
Este vacúum será colm ado p o r m ed io de la p erso n alización
de la cre a ció n de la q u e h em os h ab lad o . A s í, e l h o m b re
está co lo ca d o en cie rta m an era en tre el ya y el todavía no
de la creación . C o m o p erso n a creada, está e n el ú ltim o es
ca ló n de la cre a ció n p ara qu e, p o r m e d io de él, se p ueda
p erso n a liza r el d even ir del m u n d o .
L a n a d a d e l d e v e n ir p u e d e c o n v e r tir s e e n m a l
24 0
d io de ella, la nada d el devenir p u ed e ser tam bién colm ada
co n el e r r o r , o sea, c o n la d e stru cció n . Este es el á m b ito
e n el qu e el m al p u e d e en trar en el m u n d o y an id arse en
la cre a ció n . Y tam p o co el resto de la cre a ció n p o d rá a u -
torrevelarse y auto d eterm in arse según u n d even ir p ositivo ,
de acu erd o c o n la cre a ció n que lleva grabada e n sí m ism a
la im p ro n ta d el C re a d o r.
L a c r e a c ió n d esd e e l a m o r , e n e l a m o r y p o r a m o r
241
cre a ció n vaya a m arcar su d even ir. E l d even ir del m u n d o
existe p ara qu e, p o r m e d io de la p erso n a liza ció n p o r obra
d el h o m b re , se lle n e d e l m ism o a m o r co n el qu e D io s lo
ha cread o.
A s í la cre a ció n es « u n a cosa b u e n a » . Y p u e d e llegar al
« esta d o d e ob ra m a e stra » , a la b elleza absoluta, p re cisa
m en te m e d ia n te el a m o r co n el qu e ese d e ve n ir se p e rso
n aliza. Esa p e rso n a liza ció n p u e d e llegar, e n la S o fía cre-
atural, a la form a perfecta de la Sofía divina co n la que D ios
ha p e n sa d o -cre a d o el m u n d o .
U n eventual e r r o r e n el d even ir, que es típ ic o del in a
cabam iento, expresa la revelación del am or oblativo, kenótico
de D io s , p resen te y siem p re activo, ta m b ié n co m o exp ia
c ió n , en el sen tid o de que el a m o r d e D io s llega a ab ra
zar in c lu s o u n a even tu a l p e r v e r s ió n en este p ro c e so de
p e rs o n a liz a c ió n q u e se realiza en el h o m b re . V em o s así
que la c re a ció n y la r e d e n c ió n se toca n , p recisam en te en
el ám b ito d el am o r de D io s.
24-2
bería operar basándose en el p rin cip io agápico se transform a
en « h a m a rtiza c ió n » o « e m p e c a ta m ie n to » . Se trata de u n
p ro ceso en qu e la realid ad se b a ce ham artía, p ecad o , im a
g e n d el p ecad o . Y co m o el p ecad o se realiza e n e l á m b i
to d el a m o r y consiste en la p e rv e rsió n d e l a m o r su e fe c
to es devastad or p o r q u e to d o lo q u e e l a m o r m a n tien e
u n id o se deshace, se dispersa co n el p ecad o. Y to d o lo que
e n el a m o r se u n e y se a rm o n iza, e n el p ecad o co m bate
e n u n an tag o n ism o e n q u e cada u n o de lo s e le m e n to s se
excluye m u tu am en te e n u n a desesp erada a u to a firm a c ió n
in d iv id u a l.
A q u í hay que re co rd a r to d o lo d ich o sobre la p e rv e r
sió n d el am o r, es d e cir, sobre la d e sco m p o sició n del p r in
cip io p erso n alizan te y del p rin c ip io objetivante: el a m o r se
d ivide en sí m ism o; la d im e n sió n p erso n a liza n te se c o n
vierte en u n p rin c ip io subjetivo exasperado .y la d im e n sió n
ob jetivan te se tran sfo rm a en la cru d a n ecesid ad egoísta de
la criatu ra h u m an a.
E l á n g e l ca íd o
243
« n o » n o tiene consecuencias devastadoras en el m u ndo co r
p ó r e o de su p erso n a, p o rq u e esa d im e n sió n n o le p e r te
n ece. E l « n o » de lo s ángeles, su rechazo del a m o r, tien e
co m o esfera p ro p ia la m ism a re la cio n a lid a d esp iritu al: en
vez de r e m itir al C re a d o r y al h o m b re , lo s ángeles se im
p o n e n co m o cen tro au to su ficien te. E n vez de servir, q u ie
re n ser servidos. L os ángeles, en su r e b e lió n co n tra D io s,
e x p e rim e n ta n la caída de la re la c ió n co n D io s y c o n esto
salen d el am o r lib re , o sea, de la n atu raleza m ism a de lá
cre a ció n co n stitu id a p o r esta m arca del a m o r, de la a p e r
tura y de la o r ie n ta c ió n al C re a d o r. C o n su caída y con
la salida d el a m o r de D io s, los ángeles q u ed an cerrados en
su m u n d o , que es la vacuidad de la crea ció n , p o rq u e tam
b ié n lo s ángeles, co m o los h om b res, fo rm a n p arte d e l d e
v e n ir de lo cread o. C o n su r e b e lió n d ejan de h acer p r o
gresar a la cre a ció n sig u ien d o la estela d e l a m o r y ya n o
p ro lo n g a n la m arca del a m o r en el d even ir. P o r su p re
sencia e n el d even ir d e l m u n d o , la vacu id ad de la creación
ad q u iere u n carácter negativo, p o rq u e está fu e ra del am or.
P ero el án gel, co m o es u n a p erso n a e sp iritu al sin la d i
m e n s ió n co rp ó re a , al n egar su esencia, o sea la re la ció n ,
el servicio, el am o r, queda privado de fu n d am en to , carente
de sustancia. R eb elá n d o se co n tra D io s, v o lv ié n d o le la es
p ald a, el án gel a rru in a su fu n d a m en to , qu e es D io s m is
m o . A s í el án gel caído se co n vierte en u n v a cío , p e r o u n
vacío co n u n a valen cia negativa. B u lgak o v llam a a lo s á n
geles caídos las « p o te n cia s de los a d je tiv o s» . G o m o a d je
tivos negativos, n o te n ie n d o ya u n sustantivo al qu e re fe
rirse , se co n v ie rte n e n u n a p erv e rsió n co n su m ad a. Es d e
cir, los ángeles caídos son el am or del m ism o valor absoluto,
p e r o co n u n signo « m e n o s » d elan te. G o m o adjetivos que
so n , y adem ás p oten tes, van en bu sca del sustantivo, o sea,
d el o b je to al q u e a p licar sus a trib u to s. P e ro co m o n o tie
n e n la p o sib ilid a d de p o se e r d irectam en te la creación , e n
cu en tra n en el h o m b re la p o sib ilid a d de ese sustantivo a
q u ie n ap licar sus adjetivos p o ten tes, p e r o negativos, p ara
sentirse a sí m ism os co m o ce n tro y fin de la cre a ció n . E l
h o m b re , co m o eslabó n clave de la cre a ció n , co m o h ip o s -
tasis creada más co m p leta, se co n vie rte en el o b je to de los
seres espirituales pervertidos. P or m edio del h om b re, el á n
gel caído p u e d e satisfacer su afán egoísta tam b ié n re sp e c
to al cosm os. P o r m e d io d el h o m b re , el á n gel llega a p o
seer tam b ién el m u n d o .
Conclusión
247
co m o u n a p ro gresiva p e n e tra c ió n del E sp íritu Santo y del
am o r e n to d o el h o m b re . Esto se p ro d u ce p o r m ed io de
u n a m e m o ria e sp iritu al de la p erso n a que trata de m a n
te n e r vivo el gusto del am o r y de la m ise ric o rd ia de D io s
p ara p o d e r d isce rn ir sus d ecision es y accion es en la vida
según ese c r ite r io . L a Iglesia, p o r m ed io de sus santos, ha
e n co n tra d o las vías d el com bate e sp iritu al para co la b o ra r
sinergéticam ente co n el Espíritu Santo, para m antenerse en
raizados en C risto, para custodiar su pensam iento, para sen
tir co m o E l y o b ra r c o n É l. E n el á m b ito de la Iglesia, de
la tra d ició n y de la litu rgia, el cristiano fecu n d a su vida es
p iritu a l en u n a co n stan te tran su b stan ciació n de sí m ism o
y d el m u n d o , co n ven cid o de que co n el bau tism o en C r is
to h em os ya m u erto al h o m b re viejo y som os resucitados.
L a vida esp iritu al consiste e n a d q u irir esta m irada de re
sucitados en la vida en la que fen om en ológicam en te n os es
p era todavía la m u erte. P ero ésta ya n o tien e el p o d e r que,
en la óp tica d el p ecad o , le es p r o p io .
248
V
E L A M O R Q U E SALVA E N L A H IS T O R IA
349
ritual sólo se puede adquirir con la plena y total ilum inación
del Espíritu Santo. Si el intelecto no recibe perfectamente la
semejanza p o r la luz divina, puede tener casi todas las demás
virtudes, pero permanece todavía sin participar de la caridad p er
fecta. Sólo cuando se vuelva semejante a la virtud de D ios (se
entiende que en la medida en que un hom bre puede ser se
mejante a Dios) entonces llevará también la semejanza del amor
divino. E n los retratos el color resultante de todas las com bi
naciones que se junta al dibujo de la imagen da la semejanza
con el m odelo hasta en la misma sonrisa; de la misma m ane
ra, en los que son pintados p o r la gracia divina a semejanza di
vina, la ilum inación de la caridad, que se le ju n te, revela que
la imagen ha llegado enteramente a la belleza de la semejanza.
Sólo la caridad, porque es p len itu d de la ley, puede procurar
al alma la impasibilidad.
A s í que nuestro hom bre interior se renueva cada día, gus
tando la caridad, p ero alcanza su p len itud en la perfección de
esa caridad (D lA D O C O D i FO TIC A, D efinizioni. Discorso ascé
tico diviso in cento capitoli pratici di scienza e discernimenta
spirituale, 89, en La Filocalia, ed. italiana a cargo M .B . A rtioli
y M.F. Lovato, I, T arín 1987? pp. 387-388)
250
M ás a llá d e l p e c a d o
25i
to , en la qu e « c o n ju n t o » n o q u ie re d e c ir só lo de m a n e
ra n o aislada u n a de la otra sin o ta m b ié n d e n tro d e l á m
b ito trin ita r io .
H ay o tro elem en to qu e se debe subrayar: e l qu e p o n e
de relieve la m a d u ra ció n d el h o m b re p recisam en te a tra
vés de la e x p e rie n cia de p ecad o . T a m b ié n esa m a d u ra ció n
se ve co m o u n a m a n ife sta ció n de la g lo ria d el a m o r d ivi
n o . L a idea se en cu e n tra e n algu n os Padres y en algunos
autores rusos. N o h ay qu e e n te n d e r esa m a d u ra ció n com o
si q u ie n n o p eca n o m ad u ra sin o q u e h ay q u e verla en el
á m b ito d o gm ático d e l p ecad o o rig in a l, sobre e l h o rizo n te
d e la gran d eza d e l a m o r, qu e es tan g ran d e en su lib e rtad
qu e p e rm ite el p ecad o d el h o m b re . Este, después d e h a
b e r p ecad o , c o m p re n d e m u ch o más co n scie n te m e n te su
re la c ió n fu n d a n te c o n D io s y c o n ella la fatiga de vivir en
la lib e rta d d el a m o r. T o d a la riq u e za de la vida co n D ios
aparece co n un a lu z nueva, de m odo que el h om b re es m u
ch o más co n scien te de e llo , au n q u e esa co n cie n cia se ad
q u ie ra co n d o lo r y fatiga.
Para entrar, co n toda la in ten sid a d que el E sp íritu S an
to nos co n ced a, en el m isterio más típ ico de la p erso n a,
el d el sa crificio a m o ro so , vam os a p a rtir del relato evan
g é lico de la pascua de C ris to . C ris to es la p erso n a en la
qu e se realiza agáp icam ente tod a p erso n a y, p o r eso, el
ca m in o más a u tén tico p ara c o n o c e r ese m isterio es c o n
tem p lar el relato de la p asión , m u erte y re su rre cció n de
n u estro S e ñ o r Jesu cristo.
254
sangre d el co rd e ro en las jam bas de las p uertas, está p i
d ien d o u n a co n cre ció n u lte rio r. Se trata de la d in ám ica de
dos m o m en to s en los qu e está estructurada la pascua y que
se e n cu e n tra n en estrecha c o rre la c ió n en tre ellos: el p r i
m e ro , q u e n o so tro s llam am os signo p ro fé tic o , y el seg u n
do, qu e es la p le n a re a liza ció n de este sign o. N o se trata
de u n antes y de u n después, p o rq u e la lib e r a c ió n se ha
p ro d u c id o ya en el p rim e r m o m e n to , p u esto q u e Israel ha
sido salvado esa n o ch e d e l paso d el án gel e x te rm in a d o r, y
p o r eso h a p o d id o salir del país. L a lib e ra ció n qu e se p r o
d u cirá a o rillas del M ar R o jo n o es o tra lib e ra c ió n distinta
sin o la m ism a, p e ro realizad a e n su ú ltim a c o n c r e c ió n .
E n el sign ificad o d e la lib e ra ció n , el segun do m o m e n to n o
añade nada al p rim ero y el p rim ero n o es u n m om ento más
p ob re qu e el segundo, p o rq u e ese p rim e r m o m en to incluye
ya en él lo que sucede en el segundo a orillas del M ar R o jo .
E l signo p ro fético, el cordero in m o lad o, es lo qu e a n u n
cia: la lib e ra ció n de E gipto; con tien e ya en él lo qu e a n u n
cia y tie n e realm en te la eficacia de lo que es a n u n cia d o .
La sangre en las jam bas de las p uertas p ro fetiza la lib e r a
ció n de la esclavitud de E gip to y de la m u erte p ro d u c id a
p o r el ángel e x te rm in a d o r, p e ro la lib e ra c ió n se ha p r o
d u cid o ya en el m o m e n to m ism o en qu e se co m e el c o r
d e ro ; gracias al c o rd e ro y a su sangre, esa n o ch e los h e
b reo s p e rm a n e c e n vivos y p u e d e n d ejar el país de la es
clavitud. E l sign o que e n cie rra e l a n u n cio de la salvación
de E g ip to es eficaz hasta el segu n d o m o m e n to d e la d in á
m ica de la lib e r a c ió n , e l d el paso d el M a r R o jo .
E n la o r illa d el m ar R o jo , au n q u e el p u e b lo esté asus
tado y em p iece ya a m u rm u ra r p regun tán dose el p o rq u é de
la m arch a p o r el d esierto, M oisés co m p re n d e hasta el f o n
do la in te n c ió n de D ios: co m o el signo m andado p o r D io s
ha sid o eficaz aquella n o ch e , M oisés sabe qu e esta nueva
255
situ a ció n desesperada n o p u e d e acabar en la ru in a para
Israel. Es la eficacia d el signo p ro fé tic o la que co n ven ce a
M oisés de que D io s q u ie re de veras llevar a té rm in o la l i
b e ra c ió n de su p u e b lo . M oisés extien de e l b razo y el m ar
se abre. E n este segundo m o m e n to de la pascua se cu m
p le to d o lo que se e n cie rra ya en e l sign o estab lecido en
el p rim e r m o m e n to .
Sincronía
256
la pascua, el d el sign o p ro fé tic o . C u a n d o cada añ o c e le
b ra de nu evo el rito p e re n n e —el d el c o rd e ro in m o la d o —
revive to d o lo qu e ese sign o a n u n ciab a, in clu ía y re aliza
ba; celeb ran d o de n u evo el r ito d e l c o rd e ro in m o la d o , Is
rael reco rre tam bién de nuevo el segundo m o m e n to , e l del
paso del M ar R o jo . E n la ló g ica de la pascua bay u n solo
y e te rn o a b o ra , p o r q u e es u n a co n te cim ie n to en el q u e se
vive, u n a vez p ara siem p re, to d o lo q u e en el N u evo T e s
tam en to se expresa co n el ephápax relativo al sa crificio de
C ris to .
257
rael tien e la p o sib ilid ad de llegar a ser u n p u eblo de la ju s
ticia, u n p u eb lo cuyos m iem b ro s tie n e n la re la ció n d e u n o
c o n o tr o co m o D io s la ba te n id o co n Israel.
La lógica pascual
L a ló g ica qu e se trasluce de este e x tra o rd in a rio a c o n te
cim ie n to es qu e, cu an d o se cie rra el h o r iz o n te , e l S e ñ o r
abre u n ca m in o , cu an d o la m u erte p arece te n e r la ú ltim a
p alab ra, a p arece la v id a . G u a n d o la a n g u stia e m p u ja al
h o m b r e a aceptar u n a situ a c ió n s in salida, en ese m o
m e n to llega la s o lu c ió n . P o r la m u erte se llega a la vida,
p o r la sangre a la p u reza . Y to d o esto se p ro d u c e según
el p r in c ip io de la c o n fia n z a e n D io s . M o isés se fía de
D io s , a p esar de qu e la situ ació n e n qu e se e n cu e n tra p o
d ría lle va r a la a fir m a c ió n de la a ctitu d o p u esta. E n el
a co n te cim ie n to pascual, u n a ló g ica co n secu en cia! y causal
n o llega m u y le jo s. N o tie n e lo s m e d io s n i el itin e ra rio
m en ta l p ara llegar a c o m p re n d e r las m otivacion es p r o fu n
das e n su o rig e n . M oisés se fía de D io s y el p u e b lo se fía
de él. Ju n to s p rep aran el p rim e r m o m en to de la pascua —el
signo— co n total co n fian za en la palabra recibida. E n el se
g u n d o m o m e n to , M oisés extien d e el b razo sobre el M ar
R o jo , c o n la co n fia n za que se fu n d a en la n o ch e d e l c o r
d e ro . M oisés ex tien d e el brazo co n fia d o en que el m ar se
cerra rá y n o d ejará pasar a lo s egip cios. Y el m ar se c ie
rra. Es evidente que nos m ovem os den tro de u n a lógica re-
la c io n a l in te rp e rs o n a l d ifíc il de re d u c ir a u n nivel exclu
sivam ente co n cep tu al ya que la lógica relaciona! está fu n d a
d a s o b r e e l a m o r q u e in c lu y e la lib e r t a d . A u n q u e la
estru ctu ra de la pascua ten ga sus ritm o s y sus secuencias,
éstos n o p u e d e n en cerra rse e n u n a ló g ica co n cep tu al r í
gid a e n qu e, p a rtie n d o de unas prem isas, se tien e q u e lle
g a r a u n a c o n c lu sió n precisa.
E l «fracaso» de la primera pascua
P oco a p o c o se va p e rd ie n d o el se n tid o de este extra
o rd in a rio acon tecim iento realizado p o r D ios. Israel em pieza
de n u evo a olvidarse de D io s, hasta e l p u n to d e fa b r ic a r
se u n b e c e r r o de o ro y danzar d ela n te de él exclam an d o:
Israel, éste es tu D io s , el q u e te sacó de E g ip to (Ex 3 2 , 4 )*
O tr a vez em p iezan a m u rm u ra r, a ced er a la n o sta lg ia de
la esclavitud, acord án d o se de lo qu e te n ía n allí y qu e a h o
ra les falta e n e l d e sie rto ; de n u ev o e m p ie zan a desear
u n o la m u je r d el o tro y a alzar la m a n o u n o co n tra o tro .
Es evid en te qu e, a p esar de que D io s ha realizado u n a l i
b e r a c ió n tan e x tra o rd in a ria , el ve rd a d e ro sig n ifica d o de la
pascua está todavía le jo s de la c o m p re n sió n d e l p u e b lo .
L a pascua n o ha te n id o sobre Israel el e fecto qu e c o r re s
p o n d ía a lo que era en sí m ism a; el h o m b re h a p e rm a n e
cid o in te rio rm e n te p eca d o r, en él n o se h a lavado la fa l
sa im agen de D io s; la re la ció n c o n D io s n o ha sido r e in s
taurada to talm en te; el h o m b re ha q u ed ad o in te rio rm e n te
apegado a sí m ism o y, p o r eso, la vida tras la lib e ra c ió n
n o ha cam b iad o de m an era rad ical. Esta lib e ra c ió n se ha
vivid o sobre to d o e n su d im e n sió n p o lític a , social, c u ltu
ral; Israel h a sid o lib e ra d o d el o p re so r, p e r o in t e r io r
m en te n o se h a p ro d u c id o u n cam b io radical de su re la
c ió n c o n el S e ñ o r y, p o r co n sig u ie n te , tam p o co ha ca m
b iad o la re la ció n en tre sus m ie m b ro s. R e p e tirá cada a ñ o ,
en tre el d écim o y el d e cim o cu a rto día d el p rim e r m es, el
m e m o ria l p ascual, el rito p e r e n n e , p e r o olvid ará f á c il
m en te a D io s y volverá a vivir según la realid ad del h o m
b re h ered ad a p o r el p ecad o o rig in a l. H asta qu e el h o m
bre en su ser m ism o n o sea sanado en su relación co n D ios,
m ien tras p erm an ezca apegado a sí m ism o , n in g u n a lib e
ra c ió n , n i siq u iera la de E g ip to , p u e d e lle g a r a su c u m
p lim ie n to . L a h isto ria de la h u m a n id a d n o s h ab la d e m u
359
chas re vo lu cio n e s, algunas de d im e n sio n e s so cio p o lítica s y
cu ltu rales casi p lanetarias: p e ro co n stan tem en te, sin ex
c e p cio n e s, to d a lib e r a c ió n d u ra p o c o tie m p o . U n p o c o
después, tras la satisfacción de las exigencias psicológicas de
revancha, a veces los m ism os q u e gu iab a n la lib e ra c ió n ,
q u e m a n tie n e n u n co ra zó n de h o m b r e viejo, em p iezan a
preocuparse de sí m ism os y la lib e ra ció n se revela com o au -
to a firm a c ió n de u n a p arte qu e actúa en n o m b re de la t o
talid ad . C u a lq u ie r lib e ra ció n tan to so cio p o lítica co m o cu l
tu ral, e co n ó m ic a o religio sa, es siem p re p arcia l. C o n d e
m asiada fr e c u e n c ia acaba en u n a cu ltu ra de o p r e sió n y
esclavitud. N u estro siglo es u n a clam orosa d em o stración de
esa verd ad .
261
cleo fu n d a n te y, p o r tan to , tie n e e n sí m ism a la d im e n
s ió n d e la lib e rta d . Esto im p lica tam b ié n la p o sib ilid a d de
n o acogid a del a m o r y de d e stru cció n d e la p r o p ia id e n
tid ad realizan d o u n p r in c ip io de a firm a ció n u n ila te ra l. S i
la id e n tid a d d el h o m b re es el a m o r, el h o m b re se a u to -
destruye cuan do sirve al p rin c ip io egoísta pensando que así
se salva a sí m ism o. V ivien d o en el egoísm o, el h om b re des
truye su verdad y p o r tan to a n iq u ila la p ro p ia id e n tid a d .
L a ken osis, la h u m illa c ió n de D io s en el acto de la c re
a ció n , consiste e n qu e D io s, cu an d o la p erso n a creada sé
aleja de su verd ad y de su id e n tid a d , n o p o d rá traerla de
nuevo a esa verdad e iden tidad co n n in g ú n otro m ed io que
el d el a m o r. D io s n o p u ed e o b lig a r al h o m b re a vo lver a
la re la c ió n fu n d a n te co n E l n i co n co n viccio n es r a c io n a
les n i co n co accio n es é tico -m o ra le s . S i D io s actuase de
esa fo rm a d estru iría la p ro p ia id e n tid a d y dejaría de ser el
D io s -a m o r . E l h o m b re sí qu e está ten tad o de im p o n e r el
b ie n co n la fuerza, el b ie n co m o él lo e n tien d e. P ero D io s
n o es u n d icta d o r, n i tan siq u iera p ara co n se g u ir el b ie n ,
p o r q u e el b ie n es el a m o r y, p o r tan to , en su n ú cle o es
lib e rta d . D io s p u ed e revelar su am o r, p u ed e alterar la h is
to ria de p ecad o d el h o m b re c o n u n a e x tra o rd in a ria e n
ca rn a ció n de su a m o r e n la h isto ria . Esta es, al m ism o
tie m p o , u n a a firm a ció n más rad ical todavía que la lib e r
tad d el h o m b re . P o r eso la salvación o p erad a p o r C risto
es u n a realiza ció n d el am o r d el P adre e n la h isto ria , p ero
es ta m b ié n u n a m a n ife sta ció n de la g lo ria d e D io s que se
revela tam b ié n en la a firm a ció n rad ical de la lib e rta d del
h om b re. U n a lib eración com pleta se p uede realizar sólo p or
u n acto del a m o r abso lu to en la h isto ria del h o m b re , que
al m ism o tie m p o revelará el aspecto de la « fra g ilid a d ^ de
D ios. L ib e ra r al h o m b re d el p ecad o , o sea de la falsa im a
g en d e D io s , d e la id ea de u n D io s celo so y d o m in a d o r,
26 2
n o d a d o r, p re su p o n e la revelación d el a m o r co m o ab so
lu ta lib ertad , lo que im p lica tam b ién u n a especie de « i m
p o te n c ia » de D io s. L a lib e ra c ió n de la falsa im a g en de
D io s d eb erá pasar p o r u n a revela ció n d el shalom a b so lu
to, de la paz absoluta, de la n o vio le n cia , en u n a a cció n
u n iversal.
E l fo n d o de la c o m p r e n s ió n es la p a sc u a Hebrea
265
A s í co m o h em os visto a M oisés e n el segu n d o m o m e n
to de la pascua, del m ism o m o d o en co n tram o s a C risto en
la p asió n , en tregad o co m o u n o b je to en m anos de u n a
g e n e r a ció n perversa y pecadora: to d o lo qu e el p r im e r
m o m e n to de ce le b ra ció n de la pascua de C ris to a n u n c ia
b a e in clu ía , e n el segu n d o m o m e n to se revela co m o p le
n o cu m p lim ien to . C risto es entregado en m anos de los p e
cadores, p rocesad o, co n d en a d o , h u m illad o , ob jeto sobre el
que se descarga tod a la v io le n cia de la h u m a n id a d , co lg a
d o sobre el m ad ero de la cruz, desam parado, escarn ecid o,
tra sp a sad o ... Y , sin em b argo, en ese m o m e n to la h u m a
n id a d co n tem p la to d o lo b u e n o qu e es e l S e ñ o r qu e se ha
co n fia d o así, co n tem p la la verd ad era im ag en de D io s , u n
D io s d a d o r, que n o sólo da, sino que se da, es sepu ltad o
y el tercer día resucita de en tre lo s m u erto s. E l segu n d o
m o m e n to co in cid e , en u n p erfe cto p aralelism o, c o n el se
g u n d o m o m en to de la pascua de M oisés: allí se abre el M ar
R o jo , aq u í la tu m b a sellada; a llí la esclavitud se h u n d e en
el m ar, aq u í la falsa im agen de D io s es lavada co n la v e r
dad era im agen a través de la m u erte .
E n la pascua de C ris to se revela así la verdadera im agen
de D io s com o a m o r. E l h o m b re ayuda co n sus m anos a la
realiza ció n d el a m o r total en la h istoria. N o sólo co n te m
p la sin o qu e se im p lica hasta el d erram am ien to de sangre.
E n C risto verdadero hom bre, com pletam ente confiado al Pa
dre, el h o m b re ven ce la falsa im agen de D io s, se co n fía a
É l, sin tem er ya p o r el p ro p io h o m b re, y así p u ed e entren
garse a los otros, p u ed e am ar co n ven cién d ose en C r is to de
que to d o lo que se consum e en el am o r n o m uere sino que
resucita al tercer día. A h í está la lib e ra c ió n realizada hasta
los fu n d am en to s de la creación . E l h o m b re, e n C risto , lle
ga a le e r tam bién la tierra n o co n la óptica d el sepu lcro se
llad o sino co n la de la tum b a abierta.
266
SIGNO PROFÉTICO PLENA REALIZACIÓN
U n memorial perenne
C o m o D io s h a m an d ad o a M oisés qu e celeb re el m e
m o ria l, así C r is to d ice a los d iscíp u lo s h a ced esto e n m e
m oria m ía (Le 2 2 ,19 )- L os d iscíp u lo s —o sea n o so tro s, la
Iglesia— celeb ran ah o ra, co m o los h eb reo s, el signo p r o -
fé tico , o sea la U ltim a C e n a d el S e ñ o r, qu e es ese p r im e r
m o m e n to de la estru ctura pascual e n qu e está ya c o n te n i
d o efica zm e n te lo qu e es to d a la p ascu a. L a p a sió n , la
m u erte y la re su rre cció n n o añ ad en nada a lo que ya está
co n te n id o e n la cena eucarística. L a Iglesia, ce le b ran d o e l
rito sagrado del pan y del vino, pasa ante el palacio del sum o
sacerd ote p ara ver la p a sió n de N u e stro S e ñ o r, m a rch a
co n él p o r las calles de J e ru sa lén hasta el G ó lg o ta , está
ju n to a la cruz m ira n d o el ro stro del am o r d e D io s fla
gelad o , cu b ierto de salivazos y h e r id o , va co n las m u jeres
a la m añana tem prano a la tum ba, en cu en tra las vendas r e
cogidas, el sud ario d o b la d o aparte, y co n los d iscíp u lo s lo
re co n o ce .
E n el m em orial eucarístico, tras las palabras pronunciadas
p o r el S e ñ o r m ism o en la U ltim a C e n a , los p resen tes ex-
p lic ita n el m iste rio de la fe qu e celeb ran : A n u n cia m o s tu
m u erte, p rocla m a m os tu r esu r r ec ció n . /V en, S e ñ o r Jesú s!
D e sp u és sigue e l sacerd ote: P o r eso, P adre, al celeb ra r
ahora e l m em o ria l d e nuestra r e d e n c ió n , reco rd a m os la
m uerte de Cristo y su descenso al lugar de los m uertos, p r o
clam am os su resu rrecció n y ascensión a tu derecha [P le
ga ria eu carística IV ]. E n to d a eucaristía, p o r m e d io d el
p a n y d el v in o qu e p o r la a cció n d el E sp íritu S an to se
p erso n a liza n en C ris to , se abre ante n o so tro s el acceso al
C a lv a r io , al s a c r ific io de C r is to c u m p lid o u n a vez p o r
siem p re. C ad a eucaristía que la Iglesia celeb ra nos hace
partícipes de este ú n ico y p eren n e acon tecim ien to de C r is
to entregado a nuestras manos, m uerto y resucitado. E n cada
eucaristía n o so tro s co m em o s y b eb em os el p a n y el v in o y
n os im p lica m o s hasta el fo n d o en la nueva vida qu e es
C ris to : E l qu e co m e m i carne y b eb e m i sangre tien e vida
eterna, y yo le resucitaré e l ú ltim o día. E l q u e co m e m i
carne y bebe m i sangre vive en m í y yo en él (Jn bjS^LSb)*
E n tod a eucaristía n o so tro s alcanzam os la verd a d era l i
b e ra ció n , la revivim os y som os trasplantados de la m u e r
te a la vida. Y , ven cien d o a la m u erte, nacem os co m o p e r
sonas dispuestas a am ar. P o rq u e am am os n o m o rim o s. Es
más: N o so tro s sabem os q u e h e m o s pasado de la m u e r te a
la vida, p o r q u e am am os a n u estro s h erm a n os. E l q u e n o
ama p erm a n ece en la m u erte ( i J n 3 ,1 4 )- L a eucaristía es
así u n a lib e r a c ió n co m p le ta qu e envuelve a to d a la h is to
ria , in clu so en sus aspectos m ás co n cre to s de la vid a s o
cial, cu ltu ral, p o lític a y e co n ó m ica .
E l descenso y la subida
L a cuarta p legaria eucarística expresa m uy b ie n có m o el
H ijo , Palabra de D io s, que está en el P adre, d e scie n d e a
la tierra, se encarna, se hace sem ejante a n o so tro s e n tod o
m en o s en e l p ecad o y va detrás del h o m b re p ara ver d ó n
de se ha e sco n d id o . D u ra n te tod a esta b ú sq u ed a, el H ijo ,
368
verd a d ero D io s y ve rd a d e ro H o m b re , q u ie re h acer c o m
p re n d e r al h o m b re q u e él, C r is to , es la im agen d el P adre,
de ese D io s del que el h om b re ha h u id o aceptando u n a fa l
sa im agen de E l. E l Padre y yo so m o s u n o (Jn 1 0 ,3 0 )- Y
tam b ién : E l qu e m e ve a m í ve al Padre (Jn 1 4 ,9 )-
E l h o m b re p eca d o r qu e h uye d el ro stro d el S e ñ o r e n
cu en tra su esco n d ite e ii la tum b a. Está seguro de qu e D io s
n o e n trará a llí p o rq u e es el re in o de la m u erte y D io s , el
V iv ie n te , n o p u ed e ir allí. E l H ijo se acerca cada vez más
a este esco n d ite . P ero para en trar en la tu m b a h ay que
pasar p o r el m al, o sea el p ecad o . E l p ecad o es la p u e rta
de lo s in fie r n o s . Y el H ijo de D io s en trará en la tum b a
lle g a n d o a ser o b je to del m al del m u n d o . Será c o n d e n a
do injustam ente, sufrirá la violencia com o expresión del mal,
será m atad o a pesar de ser el A u to r de la vida (H ch 3 ,15 )
p ara e n tra r en la m áxim a exp resió n del p ecad o , d e icid a y
fra tric id a . M atan d o a C ris to , el h o m b re llega a ven gar su
m al e n la p erso n a de D io s y a a firm arse a sí m ism o des
cargan d o to d a la cu lpa h u m an a sobre el in o c e n te , sobre el
h e rm a n o sin cu lpa. C ris to en tra así en la tum b a, d a n d o
fin c o n este acto al im p e rio de los m u erto s, p o rq u e u n o
qu e está vivo h a en trad o en é l. Y la re su rre cció n n o será
u n h u ir a la tum b a, sin o u n h u n d irse e n lo s abism os de
los in fiern o s hasta el p u n to más bajo del m al, para qu e nada
q u ed e sin ser alcanzad o p o r C r is to , p o rq u e só lo lo qu e es
asu m id o p o r él, co m o d ecían los Padres, es r e d im id o . E l
ic o n o d el D e sce n so a lo s in fie r n o s rep resen ta a C r is to en
lo s in fie r n o s , e n u n m o vim ie n to in d e scifrab le , qu e n o sa
b e m o s si p erte n e ce al descenso o si es más b ie n el c o
m ie n zo de la vu elta a su b ir. E n este m o vim ie n to to m a a
A d á n p o r la m u ñ eca , lu g a r d el p u lso d e la vida, d á n d o le
d e n u evo la vida y a rra strán d o lo co n sig o fu e ra de la tu m
ba. D etrás de A d á n , está Eva y to d a su d escen d en cia, que
269
a t o r a sale d el se p u lcro p ara ser llevada co n C r is to al c o
ra zó n d el a m o r trin ita r io , a la p re se n cia d e l P adre santo
y m is e ric o rd io so de la qu e u n a vez el h o m b re se a le jó .
V em os así toda la p aráb o la re co rrid a p o r C ris to en el d es
censo al p ecad o del h o m b re y tod a la subida realizada p o r
el h o m b re c o n E l hasta la san tidad de D io s: D io s d es
cie n d e hasta a su m ir tod a la m a ld ic ió n h u m a n a hasta- el
p u n to de hacerse m a ld ició n p o r n osotros, p u e s d ice la E s
critura: M a ld ito el q u e cuelga de u n m a dero (G a l 3 ^ 3 ) •
N ó sólo eso, sin o qu e tam b ién : A. q u ie n n o co m e tió p e
cado, D io s lo trató p o r n o so tro s co m o al p r o p io p eca d o ,
para que, p o r m e d io de él, n o so tro s n o s tran sform em os
en salvación de D io s (2 C o r 5 ,2 1).
E l h o m b re p eca d o r ha qu ed ad o so lo en su p ecad o , o b
je to constan te de su m irada fija e n la m u erte . El h o m b re
m iraba siem p re aquel m ad ero del que esperaba la d iv in i
za ció n . D io s , e n su H ijo , se deja clavar en este m a d e ro ,
p ara qu e el h o m b re vea al S e ñ o r y d escu b ra de n u evo el
rostro del am or. E n el p unto más bajo del descenso de Dios,
D io s se hace o b je to para qu e n o so tro s p o d am o s ser p e r
sonas a semejanza de las Personas divinas. A b o r a se nos dice
qu e com am o s de este á rb o l. Se q u ita la p r o h ib ic ió n , p o r
q u e a h o ra este á rb o l o fre ce el fr u to ju s to . E l h o m b re , co n
la m irada fija en el m adero, m iran d o el p ro p io pecado, em
p ieza a p e rc ib ir el rostro d el qu e h a cargado sobre sí n u es
tras in iqu id ad es. Se realiza a q u í u n nuevo c o n o c im ie n to de
D ios: se co n oce a D io s a través del p ro p io pecado y del p e
cado d e to d a la h u m a n id a d , de m a n e ra que cua nto más se
m u ltip lic ó e l p eca d o , más a bu n d ó la gracia; de m o d o qu e
si e l p eca d o trajo e l reina do de la m u erte, tam bién la gra
cia reinará y n o s alcanzará, p o r m e d io de n u e str o S e ñ o r
J e su cr isto , la salvación q u e lleva a la vida eterna (R o m
5 , 3 0 - 21 ).
37°
Cristo, objeto del pecado humano
E n la p aráb o la de la e n ca rn a ció n y de la ascen sión del
S e ñ o r, el p u n to más bajo co in cid e co n la pascua. E l evan
gelista M arcos (1 4 ,1 2 ), cu an d o d ice que Israel in m o la b a el
cord ero pascual, resalta tam bién que ya se estaba preparando
la pascua de C ris to y qu e lo s je fe s de lo s sacerdotes y lo s
m aestros de la ley andaban buscando el m o d o de p r e n d e r
a Jesú s co n engaño y darle m u erte (M e 1 4 ,1 ). A s í C ris to
es el verd a d ero co rd e ro pascual qu e deberá ser in m o la d o
(cf. I C o r 5 ,7). M arcos subraya que en el Getsem aní le echa
r o n m a n o y lo p r e n d ie r o n (M e 1 4 ,4 6 ). C ris to es p re s e n
tado co m o el c o rd e ro m u d o , que n o o p o n e resistencia.
C o n d u c id o ante el sa n ed rín , n o abría la boca; c o m o c o r
d ero llevado al m atadero, co m o oveja ante e l esquila dor,
en m udecía y n o abría la boca. S in defensa n i ju sticia se lo
lleva ron y n a die se p r e o c u p ó de su suerte (Is 5 3 >7 _8 )- E n
el sa n e d rín se r e u n ie r o n tod os lo s je fe s de lo s sacerdotes,
lo s ancianos y lo s m aestros de la ley (M e I 4 >53 )- G o m o era
después de la caída del sol, ya de n o ch e , es p o co p r o b a
b le qu e estas tres ram as d el p o d e r del sa n e d rín estuvieran
representadas al com pleto. M arcos quiere decir con esto que
era u n a sesión en co n tra de la ley, p o rq u e es u n a a cció n
p ú b lica después de la caída del sol. Y para subrayar que sea
cual sea la sen ten cia que salga será in ju sta, p o n e de r e lie
ve qu e el p ro ceso em p ieza c o n los testim o n io s de acusa
ció n . H a b itu alm en te, sin em b argo, los p rocesos n o e m
pezaban así. Más todavía: C risto calla y n o replica a las acu
sa cio n e s, s ie n d o e v id e n te q u e , si r e sp o n d ie se , se ría el
acusad or el que sería acusado. E l p ro ce so exp lícita este si
le n c io del C o r d e r o de D io s p o rq u e , co m o dice Ju an , D io s
n o envió a su H ijo al m u n d o para co n d en a rlo , s in o para
salvarlo p o r m ed io de él (3,17)* A h o r a se co m p ren d e el si
le n c io de la oveja m uda ante las acusaciones. L os te s tim o
n io s n o co n sig u e n co n co rd a r; p e ro la ley d ecía q u e só lo
el te s tim o n io de dos es válid o : Para co n d en a r a u n h o m
bre a m u e rte es necesaria la declaración de dos o tres te s
tigos. N a d ie será co n d en a d o p o r la declaración de un so lo
testigo (D t 1 7 ,6 ). N i siquiera sobre la d estru cción d el te m
p lo eran co n co rd es lo s testim o n io s cu an d o , en tre las a c u
saciones, se re cu e rd a u n a p ro fe c ía relativa a la pascua d el
S e ñ o r, o sea a su re su rre cció n . E n to d o caso, el p ro ce so
está lleva n d o a C ris to a la m u erte, co n la q u e se desliará
el tem p lo lie ch o c o n m an o s de h o m b re , p e r o después de
tres días é l edificará o tro n o ed iñ ca d o p o r h o m b r e s (M e
1 4 ,5 8 ; 2 C o r 5 , 1; H eb 9 »11)- N o só lo eso. D esp ués qu e el
p ro ce so le lleve a la d e stru cció n , a la m u erte , C risto r e
sucitará c o n el esp le n d o r de u n cu erp o n o h ech o p o r m a
n os de h o m b re , o sea, el cu erp o del H ijo e tern a m en te
gen erad o p o r el P adre. P ero ahora las llagas qu e le ha c la
vado el pecado h u m an o están grabadas en el Cuerpo n o h e
ch o p o r m an o s de h o m b re . C r is to vuelve co m o re su cita
d o y es re c o n o c id o p o r las h erid as de la p a sió n y de la
m u erte . E n el p ro ce so lo s testigos d ice n m uchas cosas sin
captar su sig n ifica d o . U n a m en te afligid a p o r el pecado n o
es capaz de c o m p re n sió n esp iritu al.
D esp u és, el sum o sacerdote se levantó en m e d io de to
dos y p r e g u n tó a Jesús: « ¿ N o resp on d es n a d a ? ¿ Q u é sig
n ifica n estas a cu sa cio n es? » . Jesú s callaba y n o resp on día
nada. E l su m o sacerdote sig u ió p reg u n tá n d o le: « ¿ E r e s tú
e l M esías, e l f f i j o d e l B e n d ito ? » . Jesú s contestó: « Y o soy
y veréis al H ijo d el h o m b r e sentado a la diestra del T o
d o p o d er o so y qu e vien e en tre las n u b es d e l c ie lo » (M e
1 4 ,6 0 - 6 2 ) . E l sum o sacerdote co n o c e al sa n e d rín que r e
fle ja al p u e b lo al q u e represen ta. L a h u m a n id a d es u n r e
b a ñ o d isperso y el sa n e d rín es u n a b u e n a im ag en de esta
d isp e rsió n . E l sum o sacerdote in tu ye que C risto n o va a
272
re sp o n d e r a las acusaciones que le d irig e n . P o d ría e n c o n
trarse e n situ ació n apu rada el sa n e d rín si sigu en las a cu
saciones, p o rq u e p o d ría n encontrarse en u n a co n trad icció n
interna. C risto ha realizado muchas obras buenas, todas ellas
p o rq u e el P adre se las h a o rd e n a d o . Y a u n a vez, cu an d o
a firm ó su u n ió n c o n e l P adre, los h eb reo s q u isie ro n la
p id a rlo . P ero Jesús en aq u ella o ca sió n exclam ó: « H e h e
ch o ante vosotros m uchas obras buenas e n virtu d d e l p o
der qu e h e r e cib id o d e l Padre. ¿ P o r cuál de ellas qu eréis
a p e d r e a r m e ? L o s ju d ío s le resp o n d ie ro n : « N o es p o r
ninguna obra buena p o r lo qu e qu erem os apedrearte, sin o
p o r h a b er blasfem ado. P u es tú, s ie n d o h o m b r e , te haces
D io s (Jn 5 ,1 7 - 1 8 ). E l sum o sacerdote se da cu en ta de que
es d elicad o acusar a C risto p o r sus obras, p o r q u e p o d ría
en co n tra rse c o n algu n a ob ra que d irectam en te in d ica ría
que sólo D io s p u e d e realizarla. P o r eso pasa d ire c ta m e n
te a la p re g u n ta sobre la id en tid a d , que a fin de cuentas
está al origen del op erar de C risto . C risto ha realizado m u
chos signos p ara reclam ar la a te n ció n de lo s h eb reo s h a -,
cia aquel a q u ien están apuntando esos signos. Pero los h e
breo s n o q u ie re n re sp o n d e r a Jesús sobre las obras b u e
nas realizadas p o r él, sin o q u e desvían la a te n c ió n h acia el
h ech o de qu e él se p ro cla m a H ijo de D io s, h a c ie n d o así
u n a falsa d is tin c ió n en tre las obras b u en as y el q u e las r e
aliza. Y en esto sé revela to d a la ceguera d e l h o m b re p e
ca d o r. Jesús les re sp o n d e p ara ayu d arles a c o m p re n d e r
d ó n d e está su p u n to d éb il: « ¿ N o está escrito en vuestra
ley: Y o os digo: vosotros sois d io se s? P u es si la ley llam a
dioses a a qu ellos a q u ien es fu e dirigida la palabra de D io s,
y lo q u e d ice la Escritura n o p u e d e p o n e r s e en duda, e n
tonces ¿ c o n qu é derecho m e acusáis de blasfemia a m í, qu e
h e sid o eleg id o p o r el Padre para ser enviado al m u n d o ,
sólo p o r haber d icho «yo soy H ijo de D io s $>? S i yo n o r e
273
alizo obras iguales a las de m i Padre, n o m e creáis; p e r o
si las realizo, aceptad el testim o n io de las mismas, a u n q u e
n o queráis creerm e a m í. D e este m o d o p o d ría is r e c o n o
cer q u e el Padre está en m í y yo en el P a d r e» . A s í p u e s,
in ten ta ro n de nuevo d e ten er a Jesús, p e r o él se les esca
p ó de e n tre las m a n os (Jn 1 0 ,3 4 -3 9 )- P ero ahora e l sum o
sacerdote p o n d r á m u ch o cu id ad o e n n o re p e tir el m ism o
e rro r. P or eso quiere separar la discusión, dejando la cues
tió n de las obras y o b lig a n d o a C ris to a p r o n u n c ia r lq
que él más q u ie re . L e p id e d irectam en te si es el H ijo d el
B e n d ito . Jesús resp o n d e u n ie n d o dos testos de la E s c ritu
ra (Sal IIO y D n 7) c o n los cuales a firm a q u e es H ijo de
D ios, que es igual a E l en p o d er —que, p o r tanto, es el cre
a d o r d el cie lo y de la tie rra — y q u e es tam b ié n el ju e z
u n iversal qu e volverá al fin d e l m u n d o a ju zg a r a las doce
trib u s de Israel. E l in te n to d e l sum o sacerdote ha te n id o
p le n o éxito: C ris to h a h ab la d o . E n m e d io d el san ed rín ,
C ris to realiza su p le n a teo fan ía , revelán dose D io s e n toda
su p le n itu d . C o n esto p o n e de relieve dos aspectos de la
D ivin id ad : ser p rin c ip io de la creación , el C re a d o r, y apa
re ce r al fin a l co m o ju e z . L o q u e, segú n el m o d o de ex
presarse de la B ib lia , sig n ifica la totalid ad .
274
la fu ria , se rasga las vestiduras, u n a co stu m b re de los h e
breo s qu e a él le estaba p ro h ib id a (cf. Lv 2 1 ,i o ) . C o n este
gesto el sum o sacerdote expresa p rácticam en te la ca p itu la
ció n del sum o sacerdocio. Es u n gesto que expresa un a ver
dad p ro fu n d a , p o rq u e delante del sum o sacerdote de la a n
tigua alianza se e n cu e n tra ah o ra el nuevo sum o sacerdote
igual q u e M e lq u ise d e c (Sal 1 1 0 ,4 ). T al es el su m o sacer
d o te que n o s hacía falta: santo, in o c e n te , in m acula do, se
parado de lo s p eca d ores y más su b lim e q u e lo s cie lo s. E l
n o tie n e necesida d, com o lo s sum os sacerdotes, de o fr e
cer cada día sa crificios p o r sus p r o p io s p eca d o s antes de
o frecerlo s p o r lo s d e l p u e b lo , p o r q u e esto lo h iz o de una
vez para siem p re o fr e cié n d o se a s í m ism o (H eb 7 , 2 6 - 27 )-
Este sum o sacerdote que está ante el a n tig u o sacerd ocio de
los sa crificio s y de los h olo cau stos es e l H ijo de D io s qu e,
en el m ism o proceso, está asum iendo, en la experiencia h is
tó ric a p e rs o n a l co n creta, to d o e l p a d e c im ie n to h u m a n o
causado p o r el p ecad o. N o es é l u n su m o sacerdote in c a
paz de com padecerse de nuestras ñaquezas, sin o que las ha.
exp erim en ta d o todas, excep to el p eca d o (H eb 4 >I5 )*
Y a antes de en trar e n la sala d el san ed rín , e n el h u e r
to de G etsem an í, C ris to ha su frid o la angustia y la so le
dad de los h ijo s de los h om b res. A h o r a se desencadena so
b re él to d a clase de m al, de m o d o qu e el nuevo sum o sa
cerd o te es verd ad eram en te o fre n d a viva y p erso n a liza d a de
toda la c o n d ic ió n h u m an a cargada del m al. A eso se r e
fieren las palabras de la C arta a los Hebreos.* E l m ism o C ris
to, qu e en lo s días de su vida m orta l p r ese n tó oraciones
y súplicas co n grandes g ritos y lágrimas a a qu el qu e p o d ía
salvarlo de la m u erte, fu e escuchado en a ten ció n a su a c
titu d reverente; y a u n q u e era H ijo , a p ren d ió su frie n d o lo
que cuesta o b ed ecer. Alcanzada así la p e r fe c c ió n , se h izo
causa de salvación eterna para tod os lo s q u e le o b e d e ce n ,
275
Y ha sid o p ro cla m a d o p o r D io s su m o sacerdote igual qu e
M e lq u ise d e c (H eb 5 >7 " 10 )-
E l sum o sacerdote de la an tigu a alianza h ace su ú ltim o
acto « litú r g ic o » señ alan d o al nu evo sum o sacerdote e n su
en trega al s a crificio . P ero co m o el n u evo sum o sacerdote
es el sacerd ote d el a m o r, debe o frecerse a sí m ism o e n
e x p ia ció n p o r m u ch os, debe ser p ro cla m ad o re o de m u e r
te. Y de h ech o , aco g ién d o se a L v 2 4 ^ 6 (E l q u e blasfem e
el n o m b r e d el S e ñ o r m orirá ), tod o el sa n e d rín c o n c u e r
da en que Jesús es r e o de m u erte. E l evangelio resalta:
to d o s lo ju zg a ro n reo de m u e r te . Eso q u iere d e cir que el
culpable asume toda la discordia y toda la dispersión: la h u
m a n id a d em p ieza a reco m p o n e rse en la u n id a d p o r q u e h a
e n co n tra d o u n o que p u ed e a b so rb er to d o lo que d ivid e,
todas la culpas, todos los pecados, todos los reproches y toda
la venganza. C risto es nu estra paz. E l ha h e c h o de lo s dos
p u e b lo s u n o so lo , destruyendo el m u ro de en em ista d q u e
lo s separaba. E l ha anulado en su p r o p ia carne la le y con
sus p r e ce p to s y sus norm as. E l ha creado en s í m ism o de
los dos p u eb lo s una nueva hum anidad, restableciendo la paz.
E l ha r eco n cilia d o a lo s dos p u e b lo s co n D io s u n ié n d o lo s
en un so lo cu erp o p o r m e d io de la cruz y destruyendo la
en em ista d ( E f 2 , l 4 “ i 6 ) . A s í C r is to es co n d e n a d o a m u e r
te p o r p resentarse co m o H ijo de D io s: N o so tro s ten em o s
una ley y, según ella, d eb e m o rir, p o r q u e se ha p rese n ta
do a s í m ism o co m o H ijo de D io s (Jn 1 9 ,7 ).
E n cu an to es p ro cla m ad a p o r u n a n im id a d la co n d e n a a
m u erte , em p iezan a h u m illa rlo co n escu pitajos y golp es.
Q u iz á la frase más dram ática e n la p a sió n es la ú ltim a r e
fe re n te al saned rín: Y lo s siervos le golpeaban (M e 1 4 ,6 5 ).
C r is to , siervo o b e d ie n te , se a b a n d o n a e n su k e n o sis de
m an era tan p ro fu n d a qu e hasta los siervos e n cu e n tra n en
él a u n o más p eq u e ñ o que ellos co n el que ensañarse a r ro
276
ja n d o sobre él to d o el re n co r acu m u lad o y to d a la sed de
venganza y de ju sticia . C risto H ijo de D io s se hace así p le
na revela ció n del a m o r del Padre que n o hace vio le n cia ,
sin o qu e expresa la p le n a r e a liz a c ió n de la lib e rta d : el
h o m b re se p u e d e m an ifestar lib re m e n te ante C r is to , h as
ta in clu so ensañarse c o n él.
L a p r im e r a c o n d e n a r e p a r a e l su ceso de G n 3
378
da en G n 3. L a co n d e n a a m u erte se co n vierte en revela
c ió n de D io s, de su verd ad era im agen , m u estra su ro stro
de a m o r. Y así se b o r r a el m o tivo que ha im p u lsa d o a
A d á n a ro m p e r la re la ció n co n Dios* L a falsa im agen q u e
da d eslegitim ada.
V em os así que la p rim e ra co n d e n a se p ro n u n c ia e n el
ám b ito de u n p ro ceso de carácter re lig io so : se trata d e u n
e n fre n ta m ie n to d e n tro de la tra d ició n veterotestam entaria.
Israel ha gu ard ad o celosam ente, co n la p ro te c c ió n de m u
chas leyes, u n m o n o te ísm o rad ical. E n la p rim e ra c o n d e
na, se d ecreta la p en a de m u erte a C risto a causa d el m o
noteísm o* Y , p recisam en te e n su m o r ir p o r el m o n o te ís
m o, C risto revela u n m onoteísm o tan nuevo que n o bastarán
las g e n eracio n es h um anas para saciarse d e l c o n o c im ie n to
de u n D io s U n o , U n ic o y T r in o . L a fe e n D io s, qu e r e
nace e n C ris to , es u n a n oved ad absoluta e n el m u n d o re
lig io so .
L a c o n d e n a de C r is to es u n a c o n te c im ie n to p ascu a l
tam b ié n p ara la cu ltu ra h eb rea. E n la m u erte de C ris tp
co m o h e b re o , co n d e n a d o p o r h eb reo s, e n p erfecta f id e li
dad cu ltu ra l, es cru cifica d a la cu ltu ra h eb rea, celosa g u a r-
d ian a d e l m o n o te ísm o . E n C ris to co m o h e b re o , y a ca u
sa de h eb reo s, la cu ltu ra h eb rea re co rre u n itin e ra rio p as
cual. E n E l resucita to d o lo qu e de esta cu ltu ra ha pasado
la pascua: m u ere el m o n o te ísm o , conservado co n cu id a d o ,
y surge u n m o n o te ísm o eclesial, u n iversal. D e u n a fid e li
d ad cu ltu ral capaz de llega r hasta la esterilid a d nace u n a
cu ltu ra capaz de in sp ira r a to d o s los p u e b lo s d e la tie rra .
279
entregaron a P ila to. P ila to le p reg u n tó : <¿¿Eres tú e l rey
de lo s j u d í o s ? J e s ú s le con testó: « T ú lo d i c e s (M e
28 0
los je fe s de los sacerdotes bastan a u n m ilitar ro m a n o para
co m p re n d e r que el m o tivo p o r el que le h a b ía n en treg a
do C ris to n o era el de p ro clam arse rey. H a co m p re n d id o
qu e el m o tivo es o tro : Sabía qu e lo s je fe s de lo s sa cerd o
tes habían entregado a Jesú s p o r envidia ( v .io ) . U n a vez
más n o s en co n tra m o s ante la en vidia. H e m o s visto q u e la
causa del pecado origin al ha sido la envidia y los celos. A h o
ra, p o r envidia tam bién, entregan los je fes de los sacerdotes
a C ris to a la m u erte. D e la m ism a m anera qu e e l ángel ca
íd o n o soportaba qu e el h o m b re viviese todavía e n rela ció n
con D ios, p o r lo cual hizo todo lo posible para hacerle r o m
p e r esa re la ció n , así ta m b ié n los je fe s de lo s sacerdotes n o
so p o rta n qu e C r is to sea el U n g id o d e l A ltís im o y q u e se
m anifieste com o tal. P o r envidia d el diablo en tró la m u e r
te en e l m u n d o , y tie n e n q u e sufrirla lo s q u e le p e r te n e
cen (Sab 2 , 2 4 )*
P o r eso P ila to , in tu y e n d o q u e en re a lid a d n o se trata
de u n a cu e s tió n p o lític a , trata de lib r a r lo , u tiliza n d o u n a
táctica d ip lo m á tic a . P o r la fiesta le s con ced ía la lib e rta d
de u n p r e s o , e l q u e p id ie r a n . T en ía en ca rcela do a u n tal
Barrabás co n lo s sed ic io so s q u e habían c o m e tid o u n ase
sinato en un m o tín . C u a n d o lleg ó la g en te, com enzó a p e
d ir lo q u e le s solía co n ce d e r . P ila to le s d ijo : « ¿ Q u e r é is
q u e os su e lte al rey d e lo s ju d í o s ? » (M e 1 5 ,6 - 9 ) . P ila to
qu izá estaba c o n v e n c id o de qu e la fam a de C r is to e ra lo
su ficie n te m e n te g ra n d e co m o p ara q u e e l p u e b lo lo e li
giese. D e h ech o e n el evan gelio de M arcos, antes d e los
capítulos 14 y 15 » H fam a de C risto crece rápidam ente. Pero
lo s je f e s de lo s sacerdotes azuzaron a la g e n te para q u e les
soltase a Barrabás. P ila to le s p r e g u n tó otra vez: « ¿ Y q u é
q u eréis q u e haga con e l q u e llam áis rey de lo s j u d ío s ? » .
E llo s grita ro n: « ¡C r u c ifíc a lo !» (M e 1 5 ,1 2 -1 3 )- Se va h a
cie n d o cada vez más evid en te u n p e lig r o s o en trelazarse
28 1
d el m u n d o re lig io so y el m u n d o p o lític o : C r is to , q u e en
lo s evan gelios n u n ca se expresa co n tra lo s ro m a n o s, va a
ser c o n d e n a d o esta vez p o r las a u to rid ad es civiles y e n
tre g a d o a la m u e r te . L o qu e las a u to rid a d e s re lig io sa s
q u ie r e n in flig ir a C r is to lo h a cen e je cu ta r a la a u to rid a d
civil. P ila to , co n v e n c id o de qu e la vo z d el p u e b lo salvará
a C r is to , se qu ed a so rp re n d id o cu an d o e l p u e b lo g rita a
favor de su cru c ifix ió n . T an so rp ren d id o está que p regun ta
al p u e b lo : « ¿ Q u é ha h e c h o de m a l o P e r o ello s g r i
taron todavía más fu erte: « ¡C r u c ifíc a lo !^ . P ila to , e n t o n
ces•, q u e r ie n d o co m p la cer a la g en te , les so ltó a Barrabás
y en treg ó a Jesú s para que lo azotaran y, después, lo c r u
cifica ra n ^ (M e 1 5 ,1 4 -1 5 )*
P ilato, au n q u e esté so rp re n d id o p o r el cam bio del p u e
b lo , en trega a C ris to a la m u erte . A s í C ris to recib e la se
g u n d a co n d e n a co m o m a lh e ch o r, e n el p u esto de B a rra
bás. Y es co n d en a d o co m o sed icioso p o lític o . Esta vez es
el p u e b lo el que d eterm in a la co n d en a . ¿ Q u é sig n ifica es
cu ch ar la voz de u n p u e b lo n o p u rific a d o y qu e n o es ca-
paz de d is c e rn ir? U n a m en te p asio n al n o p u ed e c o n o c e r,
p u e d e ser m an ip u lad a. U n a m en te n o p u rifica d a será ins^
tru m e n to de q u ie n más o frezca, estará expuesta a la p a -
sio n a lid a d . L a h u m a n id a d em p ap ada de tan tos d elitos, de
tanta in ju sticia , n o tie n e ya u n a in te lig e n c ia p ara ju z g a r a
q u ie n es in o c e n te .
E n este segu n d o p ro ce so , en el qu e C r is to es c o n d e n a
d o co m o m a lh e ch o r, asistim os a u n a verd a d era ex p ia ció n
de la cu lp a de lo s h o m b res. P ilato p o n e ante el p u e b lo a
u n c rim in a l, B arrabás, ju n t o al H ijo de D io s, Jesu cristo .
P ero tam b ién el crim in a l es h ijo d el p adre (en realid ad ése
es el sig n ifica d o de B arrab ás). P ila to p resen ta así an te el
282
p u e b lo dos h ijo s d el p ad re. E l p u e b lo e lig e la lib e r ta d
para Barrabás, el crim in al, que tom a así el puesto de C r is
to y o b tie n e la lib e rta d típ ica d el ve rd a d e ro h ijo . U n a vez
lib e ra d o s de la cu lpa, los h o m b res ob ten em o s la lib e rta d
de los h ijo s de D io s. P ero el verd ad ero H ijo de D ios tom a
el p u esto d el c rim in a l, d el Bar A b h a , a su m ien d o su c u l
p a. L a cu lp a p o r la qu e ha sido co n d e n a d o Barrabás la ha
a su m id o Jesús co m o si h u b iese sido suya. E l v e rd a d e ro
H ijo to m a e l puesto de aqu el qu e c o n este gesto se c o n
v ie rte en h ijo . E l p rim e r crim in a l, cuya cu lp a h a id o c r e
cie n d o a través d e las g e n eracio n es, es C a ín , q u e h a m a
tado a A b e l, cuya sangre g ritab a venganza. C r is to to m a el
p uesto de C a ín , el crim in a l, carga co n to d a su cu lpa y ab
so rb e la venganza de las g e n eracio n es. A s í C a ín vuelve a la
lib e rta d de lo s h ijo s de D io s y en cu e n tra la paz co n a q u e
llo s de lo s qu e h u ía . P o rq u e el cu lp ab le huye de a q u el a
q u ie n ha h ech o d a ñ o , y viceversa. S i dos p erson as se h an
h ech o d añ o y se acusan m u tu am en te, v ie n e C r is to y tom a
sobre sí las acusaciones, los pecados y las culpas. Los h o m
bres, en vez de vengarse y de inculparse él u n o al otro, v ie r
te n sobre E l todas sus acusaciones y v io len cia s. Falta así el
m otivo que n o les deja vivir en paz en tre ellos. A h o r a n o
tie n e n de qu é acusarse el u n o al otro.* C ris to acusado en
n u estro lu gar p acifica a lo s h o m b res en tre ellos.
D e esa m anera el segu n d o p ro ceso co n la segunda c o n
d ena sana lo su ced id o en G n 4= a llí se ha roto la re la ció n
h o m b r e -h o m b r e , aq u í C risto restablece la paz, la c o m u
n ió n y la vida en tre lo s h o m b res.
L a p a s c u a está p r e p a r a d a
284
Para esto en tra C ris to en la p a sc u a : p ara la p a c ifica ció n
de lo s h o m b res, p ara traer así la v id a e n a b u n d a n cia.
C ris to en tra en la pascua p o r q u e así lo q u iere el P adre,
p o rq u e E l se ad h iere p o r el a m o r a l q u e re r del P adre,
p o rq u e los h o m b res p ecad ores le p r e p a r a n esa pascua y lo
em p u jan a la h o ra de la m u erte. C r is to , entregado e n m a
n os d el P adre, se e n cu e n tra de h e c h o en tregad o e n m a
n os de los h o m b res. E l cielo y la tie r r a se to can e n su
pascua, en su m u erte.
E l sufrimiento de Cristo
C ris to n o ha v e n id o al m u n d o p a r a su frir. H a v e n id o
al m u n d o co m o im ag en del a m o r d e l P adre (cf. J n 3 )!6 ).
Q u ie n am a se e n cu en tra a sí m ism o e n el am ado. Q u ie n
ama n o busca su p ro p io b ie n sin o e l d e to d o s. Q u ie n ama
n o trata de salvarse a sí m ism o . L o ve m o s en C r is to a la
h o ra de su m u erte: lo s qu e pasaban p o r a llí lo insultaban,
m en ea n d o la cabeza y d ic ie n d o :... ¡Sálvate a ti m ism o , ba
ja n d o de la cru z! (M e 1 5 ,3 0 ). E sta p ro p u e s ta de la gen te
que pasaba p o r allí es la m ayor o fe n sa , u n a verdadera y a u
tén tica b lasfem ia co n tra el a m o r. E l a m o r n o trata d e sal
varse a sí m ism o: p o r eso el q u e a m a su fre. P ero n o su
ced e a u to m á tic a m e n te a la in v e rsa : se p u e d e s u fr ir sin
am ar, cu an d o n u estro su frim ie n to es n ih ilista , d e stru cti
vo, d im e n sió n d el p ecad o y de la p e r v e r s ió n d e la verd ad
d el h o m b re . E n ca m b io , el s u fr im ie n to de C ris to m a n i
fiesta el am or del Padre que se co n fia e n m anos de los h o m
bres y p o r eso sufre. El su frim ie n to , esa d im en sió n tan n a
tural del hom bre, no es consolado p o r C risto , sino que más
b ie n está p e n e tr a d o p o r u n a lu z a b s o lu ta m e n te n u ev a.
C ris to n o vien e al m u n d o p ara salvarn o s del d o lo r y de la
m u erte , sin o para estar co n n o s o tr o s en e l d o lo r y e n la
m u erte y así salvarnos desde d e n tro e n el d o lo r y la m u e r
te. E l es el varón de dolores familiarizado con el sufrim iento
(Is 5 3 >3 )* E n C risto , am or absoluto, el sufrim iento h um ano
vive u n a verd ad era tra n sfig u ra ció n . D e m a ld ic ió n qu e era
se co n vierte en lu ga r p rivileg iad o de la revelación de D io s
que ama. C risto no huye del sufrim iento n i tam poco lo exal
ta; en tra en él co m o algo in evitab le p ara aquel qu e am a.
Q u ie n am a se carga co n tod o lo que es m al, lo qu e es p e
cado y lo que p ro d u ce su frim ie n to . C risto se entrega en
m an os de los h o m b res totalm en te, hasta la ú ltim a p a r tí
cula de su p erso n a, deján d ose clavar so bre e l m ad ero del
p ecad o , p ara qu e el h o m b re p u ed a descargar la venganza
ta m b ié n sobre el m ad ero del p ecad o . A d á n fijó su m ira
da en aquel árbol del que esperaba la divinización y del que,
en ca m b io , sólo ha re cib id o su frim ie n to , en gañ o y d e si
lu s ió n . A h o r a p u e d e vengarse descargan do to d a su o p r e
sió n sobre el qu e h a n clavado a q u í.
C ris to está cu m p lie n d o la v o lu n ta d de D io s y vive co n
E l u n a m o r total, cu m p lién d o se así las palabras d el salm o:
n o m e abandonarás en e l abism o, n i dejarás a tu fie l s u
fr ir la co r r u p ció n (Sal 1 6 ,1 0 ). P o r eso es ló g ico qu e q u ie n
está en treg a d o al a m o r, o m e jo r , q u ie n es el a m o r n o
p erm an ezca en la m u e rte . E l a m o r p e rso n a liza d o e n el
rostro del H ijo n o puede m o rir y pudrirse en la tierra, sino
qu e abre tam b ién la tierra , de m o d o qu e en la tie rra m is
m a se p ercib a el ro stro d el H ijo q u e está en p re se n cia del
P ad re. Jesús vuelve en m e d io de lo s d iscíp u lo s y le s m u e s
tra las m anos y el costado (Jn 2 0 ,2 0 ). L os discípulos lo r e
co n o c e n p o r lo qu e el m al ha m arcado en su cu erp o . El
lu ga r d el s u frim ie n to a causa del a m o r ah o ra es sign o de
re c o n o c im ie n to , u n cu erp o a b so rb id o en el am o r vuelve a
la vid a, p o rq u e el a m o r d u ra etern a m en te ( i C o r 1 3 ,8 ).
286
E l hombre nuevo y la resurrección de Cristo
D u ra n te su vida p ú b lica, C ris to b a a n u n cia d o varias v e
ces su pascua. Mirad, estamos subiendo a Jerusalén y el H ijo
d e l h o m b r e va a ser entregado a lo s je fe s de lo s sa cerd o
tes y a lo s m aestros de la ley; lo con d en a rá n a m u erte y
lo entregarán a lo s paganos; se burlarán d e él, le e scu p i
rán, lo azotarán y lo matarán, p e r o a lo s tres días r e su c i
tará (M e 10,33-34*)* C u a n d o algun os h om b res y m u jeres,
p o r p ied a d , d e p o sita ro n el cu erp o d el S e ñ o r e n la tu m
ba, p en san d o que tod o había term in ad o en u n trágico fin ,
n o h abía d escen d id o todavía el E sp íritu S an to p ara h acer
m em o ria de lo que el S e ñ o r h abía hecho y enseñado, y sin
el E sp íritu Santo tam b ién la palab ra de D io s está sellada.
E n la Pascua vem os realizadas las palabras que C ris to h a
b ía d ich o de sí m ism o: va a ser entregado a lo s je fe s de los
sacerdotes y a lo s m aestros de la ley. Y así fu e . L o c o n
denarán a m u erte. Y así fu e . L o entregarán a lo s paganos;
se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y matarán. Y
así fu e ta m b ié n . S i to d o eso se re a lizó , a u n q u e costase'
sangre y su frim ie n to , sin o p o n e r resisten cia n i testarudez
y c o n d u lzu ra , b o n d a d y m ise ric o rd ia , tan to m ás veraces y
seguras serán las ú ltim as palabras: a lo s tres días resucita
rá. L a m u e rte de C r is to es el más fu e rte a rgu m en to de su
re su rre cció n . D e h ech o , co m o ya h em os re co rd a d o , lo r e
c o n o c e n p o r las señales de la m u erte, las h erid as grabadas
en su c u e rp o .
H u m a n a m en te h a b la n d o , C r is to h a m u e rto sin h a b e r
c o n se g u id o e l más m ín im o éxito e n su m isió n : n in g u n o
h a c o m p re n d id o , p rá ctica m e n te n in g u n o h a p e r m a n e c i
do co n E l. E n esto está la pascua: todo lo qu e se ama, todo
lo q u e se a p recia vivam en te, e n c u e n tra las p u ertas c e r r a
das y d escien d e sobre e llo la n o ch e de la m u erte . Es co m o
si la m u e rte entregase al o lv id o lo q u e m ás am am os. P ero
e n eso co n siste el v u elo d e l ave fé n ix: se a r ro ja al fu e g o
y se co n su m e e n las llam as p ara desp ués alzarse e n vu elo
de las cenizas. Esa es la lógica de la pascua: en cuanto m u e
re C r is to , el c e n tu r ió n , u n e x tra n je ro , u n m ilita r q u e n i
tan siq u ie ra fo rm a p arte de lo s q u e le h an o íd o p re d ic a r ,
u n p ag a n o qu e n o c o n o c e la E sc ritu ra , y q u e so la m e n te
le h a visto m o r ir , exclam a: V erd a d era m en te este h o m b r e
era H ijo de D io s (M e l 5 >3 9 )* Y to d o lo q u e C r is to g u a r
daba en su corazón , tod o lo que hacía estrem ecer su a m o r,
em p ieza a re su citar. E n su p e rso n a se cu m p le n a n te to d o
las palabras: E l q u e q u iera salvar su vida, la p erd e rá (M e
8 ,3 5 ). Y tam bién: E l grano de trigo seguirá sien d o un ú n i
co g ra n o, a n o ser q u e caiga d e n tr o de la tierra y m u e
ra; só lo e n to n c e s p r o d u cir á fr u to a b u n d a n te (Jn 12 ,2 4 )*
T o d o lo qu e está en vu elto en u n sa c rific io de a m o r es
a rra n ca d o de la m u e rte y co n serva d o p ara la vid a e tern a .
C r is to m u ere y todavía h oy, 2 0 0 0 añ os desp u és, c o n ti
n ú a su resurrección . L os discípulos co m ie ro n de nuevo co n
É l co m o so lían c o m e r a m e n u d o . E l p asto r H erm as, está
c o n v e n c id o d e q u e C r is to resu citad o ca m in a ju n t o a n o
so tro s, p o r lo s ca m in o s d e l m u n d o . T od avía h o y lo que
E l q u e ría vivam en te y lo q u e E l am ó está re su cita n d o en
n o so tro s y resu citará e n las futuras g e n e ra cio n e s p o r ob ra
d el E sp íritu S an to . Y to d o lo q u e él h a am ado es el h o m
b re y e l P a d re. P o r eso estam os re su c ita n d o n o so tro s,
p o r q u e C r is to n o s h a am ado y resu cita e n n o so tro s h a
c ié n d o n o s g rita r c o n E l « A b b a » . T a m b ié n h o y re su cita
m os n o so tro s, p o r q u e el S e ñ o r n o s h a am ado desde siem
p re y n os ha d em o strad o tal a m o r qu e n o se h a p r e o c u
p a d o d e su p r o p ia v id a c u a n d o fija b a su m ir a d a en
n o s o tro s . M ien tra s n os m irab a, e n treg á n d o se e n nuestras
m an o s, en n o so tro s m iraba el ro stro del P ad re. P o r eso
se p o d r ía d e cir qu e, e n cie rto m o d o , e n n u estra resu^-
288
r r e c c ió n , resu cita el a m o r d el H ijo y d e l P ad re. E so es
n u e stro b a u tism o , c o m o de m o d o m a g n ífic o se d e scrib e
en R o m 6 .
289
m os sid o in jerta dos en C risto a través de una m u erte se
m ejante a la suya, tam bién com partirem os su resu rrección .
Sabed q u e nuestra antigua co n d ició n pecadora q u ed ó cla
vada en la cruz con C risto, para qu e, una vez destruido este
cuerp o m arcado p o r el p ecad o, n o sirvamos ya más al p e
cado; p o r q u e cuando u n o m u ere, queda lib r e d e l p eca d o.
P o r tanto, si h em o s m u erto con C risto, co n fie m o s en que
tam bién vivirem os con él. Sabem os que C r isto , una vez r e
sucitado de entre lo s m uertos, n o vuelve a m orir, la m u e r
te n o tiene ya d o m in io sobre él (R om 6 ,3 - 9 ) .
E l b a u tiza d o , sa lien d o de la p ila bau tism al co m o h o m
b re n u evo, en tra en la Iglesia que es la verd ad era n oved ad
en la h isto ria de los h om b res. Es la p rim e ra vez que se e n
cu en tra n en la h isto ria h o m b res capaces de u n a lib r e a d
h es ió n de u n o al o tro , p o rq u e se ven salvados p o r C r is
to, que ha abatid o el m u ro de en em istad qu e se in te r p o
n ía . L o que en e l cielo es el a m o r de la lib r e a d h e sió n de
las Santísim as Personas de D io s , en la tie rra , en el m u n
d o creatu ral, es la Iglesia c o m o lib r e a d h esió n de las p e r
sonas. Es la p rim e ra vez e n la h isto ria q u e el h o m b re lle
ga a r e n u n c ia r a sí m ism o p o r a m o r, n o p o r in terés, n i
p o r u n egoísm o o b stin ad o en u n a id ea altruista, sin o para
u n irse lib re m e n te al o tr o . Es la p rim e ra vez e n la h is to
ria qu e la p erso n a cede el p u esto al o tr o p o r q u e se ha
en treg a d o al a m o r.
A h o r a d eberíam os a b rir u n cap ítu lo sobre e l b au tism o ,
sobre la Iglesia y so b re la esp iritu alid a d , p e r o vam os a d e
te n e rn o s todavía u n m o m e n to e n lo qu e p o d em o s llam a r
la « c u ltu ra de la P a scu a » .
29 0
u n a re alid ad agápica qu e c o n el b a u tism o re cib e la p o s i
b ilid a d de hacerse sem ejan te a D io s p o r el ca m in o d e la
pascua m arcad o p o r C r is to , n u evo A d á n . S i e l p ro b le m a
p rin c ip a l de n u estro tie m p o consiste en la fra g m e n ta ció n
de la vida, en la atom ización de la m entalidad y en u n a au -
to a firm a c ió n del in d iv id u o , en d esco n fian za resp ecto a la
ra cio n a lid a d , al fin a l d e n u estro ca m in o h em os lle g a d o a
la c o n c lu s ió n so rp re n d e n te de qu e la s o lu c ió n existe, de
qu e está d e n tro de n o so tro s y n o hay q u e bu scarla e n sis
tem as y leyes co n stru id o s co n el fin de d o m in a r el caos de
las contraposiciones. L a persona creada a im agen de las P er
sonas D ivinas de la San tísim a T rin id a d se m an ifiesta co m o
el fu n d a m e n to e n el qu e las d iferen tes realidades p u e d e n
subsistir sin contraponerse, p u ed en dialogar sin com batirse,
p u e d e n crear sin érgica m en te sin d estru irse m u tu am en te.
E l h o m b re está co n stitu id o p o r la p a rtic ip a c ió n en el
am o r p e rso n a l de D io s. E l a m o r co m o verd ad del h o m
b re, de su in telig e n cia , de su p siq u e , de su e sp iritu alid a d
y ta m b ié n de su cu e rp o . E l a m o r e n te n d id o co m o éxtasis
d el yo, d el sujeto qu e se realiza p le n a m e n te co m o p e r s o
na r e c o n o c ie n d o al o tr o n o só lo co m o existen cia ob jetiva
sin o tam b ié n co m o á m b ito de la p e rc e p c ió n d e sí m ism o .
« Y o te re c o n o zc o » sign ifica tam bién « y o vivo tu ser co m o
el m ío y e n tu ser yo m e co n o zco a m í m ism o más r e a l
m e n te » . E l a m o r, co m o verd a d de la p erso n a que se r e
aliza a sí m ism a al desp ojarse d el egoísm o y d el e g o c e n
trism o , es desplazar la m irad a de u n o m ism o , ver a l o tro ,
co n tem p larlo en la caridad y orientarse a él. E l am or com o
in te lig ib ilid a d , co m o c o m u n ic a c ió n . E l a m o r co m o c o n o
cim ie n to y el a m o r co m o fe. L a verd ad era fe es el éxtasis
d e l h o m b re , el re c o n o c im ie n to d el o tr o . E l p r in c ip io r e
lig io so es u n re c o n o c im ie n to rad ical de la existencia i n
c o n d ic io n a l del o tro , el éxtasis qu e p u e d e h a c e r r e c o n o
cer el yo co m o p rin c ip io de a u tén tica fe, de au tén tica r e
lig io sid a d y e sp iritu alid a d . E l h o m b re e n su verd a d es u n
ser re lig io s o p o r q u e es p e rso n a creada a im a g en d e las
Personas divinas qu e se d e fin e n p o r el a m o r re c íp ro c o de
u n a p o r la otra. E n este salir de sí m ism o , en este exod u s
d el h o m b re está el co ra z ó n de la sana fe y d e la sana es
p iritu a lid a d . E l h o m b re e sp iritu al es el h o m b re q u e, c o n
su p r o p ia p e r s o n a , r e c u e rd a las P e rso n a s D iv in a s a lo s
o tro s h o m b res. E l h o m b re que vive p le n a m e n te su verd ad
a n tr o p o ló g ic a es la p e rso n a d e l r e c o n o c im ie n to de los
otro s, de la ex p o lia ció n de sí m ism o , o sea, que es im a
gen d el a m o r. Y es la im agen del a m o r la qu e h ab la más
que n in g u n a otra de D io s, la qu e lo re cu e rd a co n sta n te
m en te. La p erso n a qu e acepta p le n a m e n te su verd ad a co
ge la p a rtic ip a c ió n d el E sp íritu S an to , qu e p o r ella hace
su anam nesis en tod a la existencia y, so bre to d o , e n tod a
la creativid ad que vive la p erso n a .
L a p erso n a es u n a realid ad de la c o m u n ió n , y p o r tañó
lo es n ecesariam en te u n a realid ad de la h isto ria . L a c o
m u n ió n es ip so fa d o u n relato , u n sím b o lo c o n el qu e las
p erso n as se co m u n ic a n . Para la p erso n a to d a la h isto ria es
u n sím b o lo , u n te jid o sim b ó lico en el q u e lo s gestos h u
m an o s p e rte n e ce n al qu e los realiza y, al m ism o tie m p o ¿
a to d o s lo s h o m b res, p o rq u e so n p ro p io s d e l a m o r. E l
a m o r tien e un a d im e n sió n com p letam en te p erso n al e ir re
p e tib le , p e ro al m ism o tie m p o es u n iversal. E fectivam en
te, cu an to más m a d u ro y p u rific a d o es e l a m o r, más u n i
versal es. L a p erso n a es así lu ga r de la h isto ria y lu g a r dé
la m e m o ria . P o r eso constituye tam b ié n la clave de le c tu
ra de lo s a co n te cim ie n to s y de la h isto ria m ism a. L e e r la
h isto ria sig n ifica h acer de ella u n a lectu ra espiritu al, ver la
h isto ria co n la m irad a de D io s . A q u í tocam o s la d im e n
sió n cristológica de la espiritu alidad de la h istoria. P ero los
292
m isterio s de C ris to se abren a la p erso n a p o r el E sp íritu
S an to que recu erd a y n os lleva a la verd ad p le n a .
O tr a realid ad que e n cu e n tra su fu n d a m e n to en la per™
sona es la cu ltu ra. L a cu ltu ra en su sen tid o a m p lio , co m o
tejid o de c o m u n ic a c ió n , co m o sig n ifica d o s y valores c o m
p artid o s p o r u n g ru p o qu e co n ellos co m u n ica y h ace la
p ro p ia h isto ria . ¿ D e d ó n d e v ie n e n las palabras, los gestos,
los cantos, de d ó n d e p ro v ie n e lo qu e llam am os « c u ltu r a »
si n o es de la verd ad a n tro p o ló g ica d e l h o m b r e ? L a m is
ma dim ensión religiosa de am or que hem os especificado más
a rrib a constituye el p r in c ip io de la cu ltu ra . E l a m o r es
esa realid ad que hace que el h o m b re se abra a o tro y qu e
le convence a com un icar co n el otro, a hacer el p rim e r ges
to de la c o m u n ic a c ió n . S in el a m o r, n o existiría n in g u n a
cu ltura, se p ro d u c iría u n m u tism o total, cada u n o ir ía p o r
su p ro p io ca m in o , ce rra d o en sí m ism o . P ero el h e c h o de
que existan la cu ltu ra y la co m u n ic a c ió n es ya la d e m o s
tra c ió n más e lo cu e n te de la verd ad de la p erso n a fu n d a d a
en el a m o r. L a fe, la esp iritu alid a d , el a m o r, la h isto ria ,
la cu ltu ra, to d o tie n e la m ism a fu e n te , e l m ism o fu n d a
m en to , la m ism a realid ad puesta en cada h o m b re. P o r eso,
el va lo r o rig in a rio de esa realid ad, co n stitu id o p o r el m is
m o fu n d a m en to d el h o m b re , in d ica tam b ié n el c u m p li
m ie n to de la cu ltu ra en lo qu e co n stitu ye la m ism a p e r
fe c c ió n del h o m b re . L a Iglesia es en la h isto ria im a g en de
este cu m p lim ie n to . L a Iglesia es u n m u n d o realizad o s o
b re el p r in c ip io re ligio so de la fe, qu e en caja co n la ca
rid ad : el a m o r a D io s, al h o m b re y lo crea d o . L a Iglesia
es u n a clave esp iritu al de la h istoria, es u n a in te rp re ta c ió n
e sp iritu al de ella. L a Iglesia m ism a es u n a h isto ria e s p ir i
tu al, u n a cu ltu ra de la co m u n ic a c ió n u n iversal. P ero es
tam os to ca n d o a q u í e l p u n to más im p o rta n te qu e es p r e
ciso exp licar co n más am p litu d .
293
S i la cu ltu ra nace co m o fru to d e l éxtasis d e l yo , es d e
cir, d el re c o n o c im ie n to d el o tro , su v a lo r fu n d a n te está
c o n s titu id o p o r esta a p e rtu ra de a m o r q u e , in c e s a n te
m e n te , busca al o tro para co m u n ica r c o n él. E l v a lo r fu n
dante de la cu ltu ra es la c o m u n ió n de las p erso n a s y en
este co n tex to d e la re la c ió n viva c o n las p erson as se g e n e
ra n o tros valores y m u ch o s sig n ifica d o s p o r m e d io de lo s
cuales se co m u n ican los h o m b res. G u a n d o es así, p o d e m o s
hablar de u n a cultura vital. Pero si las personas se en am oran
d e las p ro p ia s ela b o racio n es cu ltu rales, éstas ya n o so n la
c o m u n ic a c ió n sin o qu e llega n a ser u n m u ro de sep ara
c ió n , p o r ser m o tivo y espacio de auto a firm a ció n . S i u n
g r u p o cu ltu ra l está e n a m o ra d o e tn o c é n tric a m e n te de la
p r o p ia cu ltu ra, es cu ltu ra lm e n te e sc le ró tic o . G u a n d o el
a m o r p r o p io p araliza esta a p ertu ra de fo n d o , este im p u l
so de a m o r h acia el o tro , este va lo r fu n d a n te que c o n s ti
tuye la c o m u n ió n c o n el o tro , e n to n ces la cu ltu ra de u n
d e term in a d o g ru p o se fosiliza y n o hace a las p erson as del
g ru p o cu ltu ralm e n te vivas, capaces de r e c o n o c e r al o tro
g ru p o . U n a cu ltu ra que n o es capaz de re n u n c ia r a las
p ro p ia s elabo racio n es culturales p o r el re co n o cim ie n to del
o tro , p o r la c o m u n ió n co n el o tro , es u n a cu ltu ra m u e r
ta. Y a en n u estra re fle x ió n h em os visto que el a m o r es el
ú n ic o que co n ven ce al in tele cto y a la v o lu n ta d d el h o m
b re de que to d o a q u ello a lo que se re n u n c ia a causa d el
a m o r n o m u ere, sin o que se salva. E l fe n ó m e n o cu ltura,
qu e tien e su p u n to de p artid a e n la verdad del h o m b re,
tie n e en sí m ism o ese d in am ism o del a m o r capaz de a c o
g er al o tro , de re n u n c ia r a la p ro p ia m en talid ad , a los
p ro p io s gestos, a los p ro p io s signos si éstos ya no so n ú ti
les p ara la c o m u n ic a c ió n co n el o tro y n o sirven p ara el
re c o n o c im ie n to d el o tr o . E l ve rd a d e ro v a lo r cu ltu ra l se
p resen ta así co m o el que es cru cifica d o y sepu ltad o a ca u
294
sa del a m o r y qu e el tercer día la p erso n a verá resucitar en
el ám b ito de la c o m u n ió n co n lo s o tro s. T o d o lo q u e es
cru c ific a d o , qu e pasa e l m a r tir io cu ltu ra l, re p resen ta el
verd ad ero valor y es generado y vivificado p o r el valo r f u n
d ante, que es el a m o r y qu e sigue u n a ló g ica pascual.
E n esta óptica espiritu al de la cultura, tam b ié n los ca m
pos esp ecíficam en te cu lturales —co m o las ciencias, los d i
versos c o n o c im ie n to s, las artes— e n cu e n tra n su sig n ifica d o
p ro p io d e n tro de esta visió n de la cu ltu ra co m o c o m u n i
cación, o sea, com o realización del dinam ism o de am or que
im p u lsa al r e c o n o c im ie n to de los otro s. U n a cien cia co n
todos sus resultados y todos sus m inuciosos análisis encuentra
su sig n ifica d o si, co m o tal, se p o n e e n actitu d de r e c o n o
cim ie n to del o b je to que estudia y de los h o m b res a los
que co m u n ica sus resultados. U n a cie n cia que n o r e c o n o
ce la verd ad era existencia de la m ateria que estudia acaba
rá n o rm a lm e n te c o n u n a m a n ip u la ció n de esta m ateria, o
b ie n se en gañ ará y sus resultados n o co rre sp o n d e rá n ya a
la verd ad existente de la vida d el o b je to estu d iad o . L a u t i
lización de las ciencias en la cultura p u ed e ser aceptada sólo
si esas cien cias se in c o rp o r a n en el te jid o de la cu ltu ra de
la c o m u n ió n . A s í p u es, cu an to más se siente u n a cie n cia
p arte de u n te jid o cu ltu ral vivo, más sen tid o tie n e su fa
tiga y esfu erzo en la e la b o ra c ió n de resultados c o n tin u a
m en te nu evos.
Está claro qu e esa cu ltu ra d el re c o n o c im ie n to del o tro ,
fundada sobre la verdad m ism a del h om b re, es tam bién ám
b ito de la p o lític a y de la a te n c ió n so cial. L a p erso n a t ie
ne en sí m ism a las categorías que, explicitadas, llegan a ser
las categorías para u n a organ ización de la vida p o lítica y so
cial. N o só lo eso. In clu so la e co n o m ía , co m o d im e n sió n
fu n d a m en ta l d e la cu ltu ra m o d e rn a , p o d r ía vivir d e sa rro
llo s s o rp re n d e n te s si fu ese p en sad a c o n categorías f u n
^95
dadas e n la verd ad del h o m b re y n o elaborada co m o u n a
realid ad in d e p e n d ie n te , a u tó n o m a y basada e n p rin c ip io s
y categorías in clu so separadas del h o m b re .
H a b la n d o d el b au tism o , ya h em os h ech o a lu sió n a qu e
es el p rim e r a co n te cim ie n to en la h isto ria de la h u m a n i
dad e n qu e las p erso n as se a d h ie re n la u n a a la otra a
causa de a m o r y sólo p o r eso, es d ecir, lib re m e n te . E n
to n ces, si el bau tism o m arca u n a n o ved ad tan rad ical, ésta
tien e que re p e rcu tir n ecesariam en te en todas las re a lid a
des qu e tie n e n su fu n d a m e n to e n la verd ad del h o m b re .
L a cu ltu ra de los bau tizad os debe llevar la im p ro n ta de
esta radical novedad. Se ha em pezado así a h ab lar de « c u l
tura cristiana». N o es éste el lugar para p ro fu n d iza r en este
tem a. Baste subrayar u n a característica del fe n ó m e n o de la
cu ltu ra cristiana: el bau tizad o es p rácticam en te la p erso n a
ya resucitad a co n C r is to , qu e vive en E l y q u e só lo f e n o -
m e n o ló g ica m e n te tie n e todavía an te él la m u erte. P o r eso,
m ira to d o co n lo s o jo s d el resu citad o y ve lo q u e es d ifí
cil ver a q u ie n se e n fre n ta a la m u erte co n v e n c id o de qu e
si n o lo g ra salvar lo qu e más q u ie re lo p erd e rá p ara siem
p re. E l bautizado es la p ersona cuya inteligen cia ha sido r e
novada en C ris to . Se trata de u n a in telig en cia que n o p u e
de ser de nu evo víctim a d el m ie d o y d el e g o ísm o , y qu e
e n cu e n tra su ín d o le p ro p ia e n el á m b ito en que es p u e s
ta, o sea, e n el a m o r de D io s . E ste a m o r e n C r is to tra n s
fig u ra n u estra in te lig e n c ia a im a g en d e la in te lig e n c ia de
C risto , h aciéndola u n a inteligencia totalm ente arrancada del
e g o ísm o , de la a u to a firm a ció n , y m arcada co n la ló g ica
d el S e ñ o r, o sea, la de la pascua. E l b a u tiza d o c o m p re n
de q u e lo qu e q u ie re salvar n o lo tie n e que apretar e n u n
p u ñ o , sino d arlo. L o que q u iere para la vida eterna, lo e n
vuelve e n el a m o r y lo e n tie rra e n las m an o s de lo s o tro s.
E l bau tizad o es u n a p erso n a e n la qu e se ve la in te lig e n
396
cia de la pascua, es la p erso n a de la cu ltu ra de la pascua.
P o r eso, la característica fu n d a m en ta l de la llam ada c u ltu
ra cristian a es el re c o n o c im ie n to de otras cu lturas y la ca
p acid ad de creer e n la re su rre cció n de a q u ello a lo qu e se
m u ere. C ris to , fu n d a m en to de la Iglesia, fu n d a m e n to del
bautizad o, artífice de la cu ltura de la pascua, b a m u erto en
la cruz e n u n total ab an d o n o. P ero co m o el valor fun dan te
p ara E l era la c o m u n ió n co n el Padre y c o n los h o m b res,
b o y están todavía re su cita n d o las p alabras que en a q u el
m o m e n to la h u m a n id a d n o a co g ió , lo s gestos qu e la h u
m a n id a d rech azó y la vida que E l qu iso co m u n ic a rn o s.
Esta im ag en n o p u e d e ser p ara lo s bautizados u n a im agen
cu alq u iera, sin o qu e es la im ag en fu n d a n te de la cu ltu ra
a la que p e rte n e ce n .
P robablem ente h oy es d ifícil co m p ren d er to d o esto p o r
que som os h ijo s de u n tie m p o e n q u e se ve desm antelar,
tro zo a tro z o , lo q u e se llam aba cu ltu ra cristian a. H ay de
h ech o u n a d e so rie n ta c ió n qu e va desde los re to rn o s fu n -
dam entalistas hasta la m era secu la riza ció n . P ero la verd ad
m ism a de la p erso n a y d el b au tism o n o s re cu e rd a q u e la
cu ltu ra cristian a es la d e la lib r e a d h esió n y del r e c o n o c i
m ie n to d el o tro . S i n u estro s o jo s q u ie re n ver resu citar en
E u ro p a la fe y la cu ltu ra d el b a u tism o , h o y d e b e n m ira r
al v iern es santo. P e ro p ara qu e sea de veras v iern es san to,
es n ecesa rio qu e se sepa m o r ir a causa d e l a m o r. Y p ara
m o r ir e n el a m o r es p reciso re n u n c ia r a la p ro p ia v o lu n
tad y c u m p lir la v o lu n ta d d e D io s . S i la cu ltu ra cristiana
sig n ifica la a u to a firm a ció n de lo s cristian o s, se c o r re el
riesg o de m o r ir sin resu citar. E l qu e q u ie ra salvar su vida
la p erd e rá (cf. M e 8 , 3 5 )- A la ló gica h u m an a le parece im
p o sib le q u e p ara vivir haya qu e m o r ir , q u e p ara re aliza r
se sea n e cesa rio c e d e r e l p u e sto . Para la cu ltu ra de la pas
cua ésta es la ú n ica vía. L o s b au tizad os la co n tem p la n , la
con ocen explícitam ente. Pero, com o dice el m agisterio,
en tran tam bién en contacto con ella los n o bautizados
que, p o r la acción del E sp íritu Santo, se d isp on en a a c o
ger la verdad antropológica del am or.
H em os com probado que, en la h istoria de salvación, la
lógica de am or destaca claram ente en la pascua. L a pascua
se nos presenta com o m odo de p ro ced er del am or, de la
verdad y, en cierta manera, del hom bre m ism o. H em os lle
gado al final viendo cada vez más claro entre líneas que la
pascua es el ámbito en el que se puede « d e c ir el h o m b re ».
298
E P ÍL O G O
299
taria es m u ch o m en o s p ro b a b le qu e se p ro d u zca esa d is
to r s ió n y e n esa v isió n trin ita ria tam b ié n la re fle x ió n f i
lo só fica tie n e u n espacio para el d iá lo g o .
300
p o sib ilid a d es de c o m p re n sió n qu e tien e d e n tro de su h o
rizon te cultural y personal. Pero en M e 8 ,2 9 -3 3 sucede algo
que esclarece m u ch o más la p o sició n del apóstol. A la p r e
gu n ta qu e el S e ñ o r le d irig e sobre su id e n tid a d , P ed ro
resp o n d e co n u n a exactitud im p resion an te: T ú eres e l M e
sías, el C ris to . E n el texto p ara lelo d e M ateo p recisa t o
davía más: T ú eres el Mesías, el H ijo de D io s vivo (Mt 16 ,16 -
23)- Y C ris to añade: D ich o so tú, S im ó n , h ijo d e Ju a n , n o
p o r q u e hayas re sp o n d id o certeram en te, n o p o rq u e hayas
co m p re n d id o q u ié n soy yo , sin o p o r q u e eso n o te ha r e
velado n in g ú n m ortal, sin o m i Padre q u e está en lo s c ie
lo s . Q u e P ed ro n o h a e n te n d id o hasta el fo n d o lo q u e ha
d ich o se ve tam b ién p o r el h ech o de qu e C r is to les p r o h i
bió term in a n tem en te qu e hablaran a n a die acerca d e él
(M e 8 ,3 0 ) . E l S e ñ o r ha im p u esto ese sile n cio otras veces
e n el evan gelio, y es in teresan te ver a q u ié n se lo p id e : a
lo s d e m o n io s (cf. M e l , 2 4 - 2 5 ; L e 4 ,4 1 ) , a algu n o s que
h a b ía n sido cu rad os (cf. M e 1,44)» a l ° s d iscíp u lo s (cf.
M e 9 >9 ) y> ah o ra, a P e d ro , cu an d o le llam a « C r i s t o » ’,
M esías, co n u n a clarid ad que en los evangelios hasta este
m o m e n to sólo h a n te n id o los d e m o n io s. In m ed ia tam en te
después Jesús em pieza a h ab lar de su pascua: L e s hablaba
co n toda claridad. E n to n ce s P ed ro lo to m ó aparte j se
p u so a in crep a rlo (M e 8 ,3 2 ). E l p u n to que suscita el p r o
b lem a es el su frim ie n to , la m u erte, la fra g ilid a d h u m an a.
Pedro se o p o n e, en cierta m anera, a u n C risto pascual. E n
M ateo las palabras qu e dice P ed ro n o d ejan lu ga r a dudas
sobre el hecho de que Pedro n o había co m p ren d id o e n qué
con sistía la salvación qu e D io s estaba p re p a ra n d o . N o p o
día e n te n d e r en ton ces q u ié n era C ris to . A u n q u e e n las
palabras de Pedro p od em o s ver la b o n d a d de q u ien se p re
o cu p a p o r el su frim ie n to del am igo, P ed ro está ciego y
en p o sicio n e s equivocadas: D io s n o lo q u iera, S eñ or; n o
301
te ocu rrirá eso (M t 1 6 ,3 3 ). Es fu e rte la re a c ció n de Jesús
qu e, v o lvién d o se h acia los d iscíp u los, dice a P edro: /P o n
te detrás de m í, Satanás! E res para m í un obstáculo, p o r
qu e tus p en sa m ien tos n o so n co m o lo s de D io s, sin o co m o
lo s de lo s h o m b r e s (M t 1 6 ,3 3 ) . C r is to se e n cu e n tra así
d iscu tie n d o co n P ed ro d el m ism o m o d o qu e lu ch ab a c o n
Satanás en el desierto, cuando fue tentado. T am bién las ten
tacion es de C ris to en el desierto tie n e n co m o ob jetivo d e
sacred itar la vía p ascual de la salvación: ya q u e eres H ijo
de D io s , p ued es d ejar de e n tra r en la pascua, o sea, p u e
des d e ja r de am ar. A p a re n te m e n te , la o p o s ic ió n es co n tra
el su frim ie n to p e ro e n realid ad es co n tra el a m o r. T a h e
m os d ich o qu e C r is to n o h a v e n id o a su frir sin o a am ar.
C o n la ten ta ció n se p re te n d e separar la salvación d el a m o r
e id e ar u n salvador tau m a tu rg o , m ila g ro so , qu e es filá n
tro p o , am ante d e los h o m b res, p e ro qu e en re a lid a d n o
am a sin o q u e s im p le m e n te aju sta lo q u e n o fu n c io n a .
Q u e d a todavía la ten ta ció n de p en sar en u n a salvación es
p ectacu lar, e n u n a salvación p o r u n a a c c ió n e x tra o rd in a
ria, p e ro sin que e n ella se im p liq u e D io s m ism o e n p e r
sona.
302
d a m en talm en te en las cu estion es cristológicas; las h erejía s
cristo ló gicas de lo s p rim e ro s siglos a co m p a ñ a n a la Iglesia
a través de todos los siglos com o u n p eligro constante y real:
h acer re d u ccio n e s de C r is to a aspectos qu e p ara u n a c u l
tu ra o u n p e r ío d o h istó ric o p a rticu la r tie n e n gran a tra c
tivo. S ie m p re están p resen tes las ten d en cias a re d u cir a
C ris to a u n a id ea de salvación que co rre sp o n d e a u n a n e
cesid a d h u m a n a p re cisa . S ie m p re la p ie d ra de tr o p ie z o
su elen ser so bre to d o el su frim ie n to , el d o lo r , el fracaso,
la m u erte , la e n fe rm e d a d , la frag ilid a d , la h u m illa c ió n .
Todas ellas son realid ades que fu e ra del ám b ito del a m o r
n o e n cu e n tra n e x p lica ció n n i c o m p re n sió n n i fu erza para
ser vividas d ig n a m e n te . P ed ro n o llega a e n te n d e r qu e
C risto es u n Mesías de am or y que la salvación se cu m p lirá
en el a m o r.
303
Ha cread o u n a id ea de b ie n y qu e está co n ve n cid o d e que
p en sar b ie n equivalga ya a ser b u e n o . P o co tiem p o antes,
C ris to Ha co n sid e rad o to d o esto co m o satán ico .
P e d r o r e n ie g a de C r is to
In m e d ia ta m e n te d esp u és e n c o n tra m o s a P e d ro d u r
m ie n d o m ien tras C risto en tra d efin itiva m en te en la p as
cua. Y a c o n tin u a c ió n vien e el e p iso d io citado al p r in c i
p io , el d el p atio del sum o sacerdote. U n a criada dice a P e
d ro : « T a m b ié n tú andabas c o n Jesú s, e l de N a za ret» .
P ed ro lo n eg ó d ic ie n d o : « N o sé n i e n tie n d o de q u é h a
blas^ (M e 1 4 ,6 7 - 6 8 ) . L a respuesta de P ed ro a la a firm a
c ió n de la m u je r es m u y cu riosa: n iega h ab er estado co n
Jesús, y añade que n i tan siquiera sabe qué qu iere decir eso.
Se ve que P ed ro n o sabe qué q u ie re d e cir « a n d a r c o n J e
sús, el de N aza ret^ . P ed ro ha vivido d u ran te algunos años
co n el S e ñ o r, ha a p re n d id o m uchas frases de E l, p e r o en
re alid ad n o sabe lo q u e sig n ifica estar c o n C r is to . A q u e l
qu e and aba c o n e l S e ñ o r era todavía u n h o m b re v ie jo . Y
es que ¿ có m o pued e u n h om b re de la descendencia del p e
cado, c o n u n co ra zó n y u n a m en te n o regen erad os, estar
verdaderam ente co n C risto y com p ren der su visión ? ¿ C ó m o
es posible, co n una inteligencia ofuscada p o r el pecado, p e n
sar el a m o r y, c o n u n a vo lu n ta d m arcada p o r el p ecad o ,
o b ra r segú n el a m o r? L a ú n ica p o sib ilid a d es qu e se p r o
duzca u n a grave ru p tu ra en tre el p en sam ien to y la vida. Se
p u e d e p en sar e n e l b ie n , p e r o si n o se en ca rn a en la vida
cotidiana, es u n pensam iento tan abstracto que se acaba p e n
sando no el bien sino su fantasma. U n pensam iento de am or
y u n a v o lu n ta d de a m o r se r e c o n o c e n p o r su p resen cia
sign ificativa e n la vida co tid ian a. L a ru p tu ra en tre la fe , la
cu ltu ra y la m en talid ad es p o sib le p o rq u e se p ien sa qu e se
está co n C ris to , p e ro n o se está d e h e c h o , se p iensa e n la
304
re la c ió n c o n C r is to , p e ro n o se vive. Se p ien sa C r is to ,
p e ro sin salir n u n ca d e sí m ism o y co n fia rse a E l. P ed ro
quería am ar a C risto sin ser alcanzado p o r el am or. ¿ C ó m o
p o d ía am ar a C ris to si n o ten ía el a m o r, si lo había p e n
sado so la m e n te ? A m e n u d o en vez de tratar d e su p erar el
cism a en tre la fe y la vida c o n 1^ [conversión , es d e cir co n
dejarse am ar p ara p o d e r am ar, se in te n ta re d u cir e l a m o r
y C ris to a lo que se llega a vivir, p ara que así haya u n id a d
en tre el p en sam ien to y la vida.
305
propias seguridades, p orqu e puede ser una quiebra existencia!
de to d o lo qu e se h ab ía vivido, p en sad o y creado co m o u n
p rin c ip io au to afirm ativo . M ien tras el h o m b re n o descubre
el fu n d a m en to equivocado sobre el que se apoya, co n tin ú a
lu ch a n d o p o r u n a v isió n satánica, a u n q u e esté arro p ad a
c o n apariencias m uy santas. T am b ién P ed ro ha recu b ierto
su actitud co n u n ropaje de valor personal utilizando las fra
ses d el p ro p io C risto . C risto ha enseñado que n o hay am or
más gran d e qu e dar la vida, y P edro en el m o m en to o p o r
tu n o cita esa enseñanza (cf. M e 14,3!)» p e ro después, ante
u n a criada, se d erru m b a toda su seguridad.
30 6
Pedro reniega de sí mismo
P o c o desp ués ta m bién lo s p r e se n te s decían a P ed ro :
« N o hay duda. T ú eres u n o de ellos, p u e s eres galileo$>.
É l co m en zó entonces a echar im preca cion es y a jurar: « Y o
n o co n o zco a ese h o m b re d el que m e h a b l á i s (M e 1 4 ,7 o -
71). ¿ D e qué h o m b re h ab lan los cria d o s? Es evid en te que
hablan de Pedro, cuando dicen: « T ú eres u n o de ellos, p u es
eres g a lileo » . E n esta frase el sujeto p rin cip a l es P edro, d e
la tad o p o r su d ia le c to . R e sp o n d e q u e n o c o n o c e a ese
h o m b r e d e l qu e m e habláis. Es el te rc e r g rad o de la n e
g a ció n : P ed ro ren ieg a de sí m ism o . S i el h o m b re es im a
g en de D ios y D io s es el am o r, to d o lo qu e el h o m b re crea
fu e ra d e l a m o r al fin a l se vuelve co n tra él, es la n e g a ció n
d el h o m b re m ism o. S ó lo en el m o m e n to en qu e P ed ro n o
tiene n in g u n a seguridad p ropia, cuando ya n o hay nada que
p u ed a servir p ara su a firm a ció n , es cu an d o se p u ed e e n
co n tra r el a m o r. E l d e scu b rim ien to del a m o r es, e n re a
lid a d , el d e scu b rim ien to de que se es am ado, y ser am a
do sig n ifica n o m e re ce r e l a m o r, p o r q u e si se tratase de
m é rito h ab ría todavía espacio para n u estro p ecad o, u n es
p acio en el que el yo se p o d ría realizar fu era d el a m o r. Se
descubre que se está en el am or cuando e n nosotros n o hay
ya n in g ú n m o v im ie n to de a u to a firm a ció n y n in g ú n á m b i
to en que el yo pueda afirmarse él solo, n o ju n to a los otros,
n o te n ie n d o en cu en ta a los otro s, n o c e d ie n d o el p u e s
to a los otros. Se llega al am o r cu an do n o se e n cu en tra en
sí m ism o n in g ú n espacio que n o tenga necesidad del am o r.
M ien tras se p ien sa estar e n g rad o de am ar y de h a cer el
b ie n , se cam in a h acia la tra ic ió n y la n e g a ció n . E l a m o r
se en cu e n tra sólo cu an d o se desenm ascara to d o espacio e n
qu e el p ecad o de A d á n h a h in ch a d o el yo c o n el p retexto
de realizarse co m o b ie n e in clu so co m o v irtu d . E l p e n sa
m ie n to y el a m o r tie n e n qu e e n co n tra rse en un a u n id a d
307
in d iso lu b le p o r q u e la in telig e n cia n o tie n e ya más p re te x
tos en el h om b re para afirm arse a sí m ism a fuera del am or.
A q u í tocam o s de lle n o el sig n ifica d o d el co ra zó n e n la
a n tr o p o lo g ía cristia n a . E l c o ra z ó n co m o in te g r id a d d el
h o m b re , co m o in te rp re ta c ió n esp iritu al del h o m b re .
Pedro, h u n d id o respecto a la idea sobre sí m ism o, cu an
d o ya n o p u e d e d e cir q u ié n es, se e n cu e n tra c o n la m i
rada d el S e ñ o r qu e le m ira abajo e n el p atio.
P e d r o se e n c u e n tr a a sí m is m o e n lo s o jo s de C r is to
E n to n ce s el S e ñ o r se volvió y m ir ó a P ed ro . P e d r o se
a c o r d ó ... (L e 2 2 ,6 l) . C u a n d o P ed ro n o a cierta n i tan si
q u iera a d e cir d elan te de lo s criad os q u ié n es, se e n c u e n
tra a sí m ism o en aquella m irad a, e n la m ira d a de a q u el
de q u ie n ha ren egad o p rim e r o . E n e l p e rd ó n , el h o m b re
d escu bre p o r p rim e ra vez q u ié n es. E l b a u tism o , qu e es el
p e r d ó n de lo s p ecad os, es el p rim e r e n cu e n tro c o n D io s
y co n sigo m ism o. Es el p rim e r e n cu e n tro en el a m o r. P e
d ro vive su bau tism o e n el p atio d el sum o sacerd ote. E n
los ojos de C ris to m ise ric o rd io so P ed ro se en cu e n tra a sí
m ism o . Es u n a m irad a en que la verd ad de P ed ro p e rm a
n ece tan viva que P ed ro n o la p o d rá o lvid ar ya más. A la
h o ra de la m u erte , cerrará los o jos fija n d o su m irad a en
los ojos del S eñ o r en q u ie n ya u n a vez él, P edro, ha m u e r
to a to d o lo que era y ha resu citad o tal co m o lo ha visto
el S e ñ o r . E n J n 2 I ,I 5 “ !9 e n co n tra m o s la segunda lla m a
da de P e d ro . P e d ro le p re g u n ta si le am a más qu e los
otros. P edro esta vez n o responde « S in duda, S e ñ o r » sino
qu e d ice: « T ú sabes q u e te a m o » . Y cu an d o p o r tercera
vez el S e ñ o r le d irige esa p reg u n ta , le resp o n d e: « S e ñ o r ,
tú lo sabes to d o . T ú sabes q u e te a m o » . P edro ha sido a l
canzado p o r el am o r y p u ed e d e cir al S eñ o r: tú lo sabes
to d o , tú sabes lo que h a su ced id o en tre tú y yo en e l p a
308
tio d el sum o sacerdote, tú sabes to d a m i verd ad , tú sabes
có m o m e bas m ira d o y p o r eso sabes q u e a b o ra te am o .
Y el S e ñ o r añ ad e: < S í g u e m e P e d ro b a m u e r to a su
m entalidad, n o busca ya más ten er razón , n o trata de m o s
trarse a sí m ism o , sin o qu e sigue al S e ñ o r y co m p re n d e lo
qu e antes n o p o d ía co m p re n d er: el sa crificio d e a m o r. D e
h ech o , m o rirá d e u n a m u erte sem ejante a la del S e ñ o r .
309
P e ro en la m irad a de C ris to P ed ro co m p re n d e que lo que
se q u ie re salvar n o se d ebe ap retar e n u n p u ñ o , n o se
d ebe d e fe n d e r c o n la espada, co m o ha in ten ta d o él, sin o
qu e h ay que en treg a rlo al a m o r. Y al tercer día re su cita
rá. La ló g ica p ro p ia de la p erso n a es la ló g ica de C r is to ,
y, co m o dice san P ablo, n o so tro s ten em o s el p e n s a m ie n
to de C r is to . Y el p en sam ien to de C ris to consiste en la
m u erte y e n la re su rre cció n . E l p en sam ien to de C ris to es
la cu ltu ra de la pascua. L a cu ltu ra de la pascua es u n a
etern a m e m o ria de to d o lo que es co n su m ad o en el a m o r,
p o r q u e n o m u ere sin o que resucita. P o r eso, n o p o d e m o s
acercarn os al h o m b re sin la cu ltu ra de la pascua y sin u n a
m em oria litúrgica, la de la anámnesis en la que todo lo que
es am ado e n C ris to revive e tern a m en te. L a m e m o ria v e r
dadera, teo ló gica , es necesaria p ara el c o n o c im ie n to del
h o m b re . Vja_eslav Ivanov, en su p oesía «_ elovek» hace u n
r e c o r r id o p o r la m e m o ria , m o stran d o có m o la m e m o ria
crística es u n a vía regia p ara el co n o c im ie n to d el h o m b re .
N o se p u e d e c o n o c e r al h o m b re fu e ra d e la pascua. S ó lo
en la m e m o ria pascual, en la qu e e l E sp íritu S an to hace
p resen te, co m o en P entecostés, el sig n ifica d o de lo qu e
C r is to h a h e c h o , el h o m b re p u e d e co n o ce rse a sí m ism o ,
c o n o c ie n d o a C r is to . N o se p u ed e c o n o c e r a C r is to solos
sin o ju n to s , p o r q u e n o se p u e d e c o n o c e r el a m o r sin el
a m o r. Y ^ ju n to s » q u ie re d e cir c o n to d o lo qu e es ab ra
zado en tre A d á n y C r is to .
310
índice
I n t r o d u c c ió n ................................................................... $
II. La p e r s o n a ................................................................ 75
III. E l co n o c im ie n to de D io s o el saber
in te g r a l..................................................................... 1 4 5
E p ílo g o .............................................................................. 2 9 9
" A s i s t i m o s al a g o t a m i e n t o
de u n h u m a n i s m o
i n m a n e n t i s t a y, al m i s m o
t i e m p o , como u n a de las
p o s i b i l i d a d e s de este
m o m e n t o , ¡a un a r e a c c i ó n
Marko I. R u p n i k .
o p u e s t a a él que c o n s i s t e en
n a c i ó en E s l o v e n i a s
un h u m a n i s m o que, s i n en 195 4. Es j e s u í t a , ¡
a p e r t u r a r e l a c i o n a l a D io s y pinto r y teólogo. 5
s ó lo a p a r t i r de l a s p r o p i a s Es p r o f e s o r de ¡
convicciones religio sas, E s p i r i t u a l i d a d del ¡
p i e n s a que e^ u n v e r d a d e r o Oriente Cristiano ¡
h u m a n i s m o . N u e st r o t ie m p o en el I n s t i tu t o 5
podría estar tentado P o n t i f i c i o Ori ental , !
y de Te o l o g í a de la ;
s i m p l e m e n t e ¡de ' b a u t i z a r ’ el
Evangelizaeión
h u m a n i s m o de la é p o c a e n la U n i v e r s i d a d 1
m o d e r n a co n u n a e s t r u c t u r a G r e g o r i a n a de
de c o n c e p t o s r e l i g i o s o s y Roma. Es d i r e c t o r
e s p i r i t u a l e s ¡p e n sa n d o que, d el C e n tr o de
s i se t i e n e un a c o n v i c c i ó n Estudios e
r e l i g i o s a , se es ya I n v e s t i g a c i ó n "Ezi o
au to m átic alm en te h o m b r e A l e t t i ” , d e di c ad o a !
la r e f l e x i ó n sobr e l a p
r e l i g i o s o y e s p i r i t u a l . En la
r e l a c i ó n e n tr e fe y '
b a s e de est a m e n t a l i d a d cul tura en la Europa^
existe u n a vis;ión e q u iv o cad a c o nt e m p o r á n e a - *
1 del h o m b r e . ” Otras o br a s del
Con e s t a o b í a , el a u t o r n o s aut or en esta *
c o l e c c i ó n : Le abrazót
in v i ta a e l e v a r n o s p a r a
y le besó. En el fuego *
c o n te m p l a r , de v ar io s m o d os de la zarza ardiente ,
y co n d i s t i n t o s c o n c e p t o s y De la experiencia 1
(que no s o n í d o l o s s i n o a la sabiduría. .
s í m b o l o s ) , el m i s t e r i o del
A m o r I n c r e a d o y Creado que
h a b i t a en ej. h o m b r e co mo
i m a g e n de D io s .
05 OSE 0019
25 78 6
ISBN 84*288-1600~X
5 2 0 19