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Introducción

Zygmunt Bauman presenta su libro “Vida de consumo” con el cual, el autor


propone sus ideales y herramientas para la comprensión de la realidad social en el
consumismo, tareas imprescindibles para los individuos en la sociedad moderna
de consumo y la concientización de su papel en ella.
Desarrollo

Consumismo versus consumo

El autor resalta que el “consumo” es un medio de supervivencia para todo ser vivo,
al contrario del “Consumismo” que convierte el consumo en una meta a seguir, en
un propósito. En palabras del propio Bauman, define al consumo como “la función
imprescindible para la supervivencia biológica” y al consumismo como “un tipo de
acuerdo social que resulta de la reconversión de los deseos, ganas o anhelos
humanos en la principal fuerza de impulso y de operaciones de la sociedad”

En la sociedad de consumo, los deseos conducen a la adquisición de bienes que


puedan dar seguridad y reconocimiento, pero el constante incremento de deseo
puede llevar a un individuo a no encontrar la satisfacción deseada en el producto
que adquiera.

Una sociedad de consumidores

Aquí se profundiza en la relación “Comprador-Producto”, donde se afirma que el


“beneficio” de la “libertad de elección” de los individuos, es un pilar clave en la
“economía del engaño” en la que se sostiene una sociedad que promete felicidad
a los integrantes del mismo, y para quien no la obtenga será por la incompetencia
e incumplimiento de uno mismo.

Y los individuos consumistas también forman parte de la oferta en la dinámica del


mercado, donde estos se convierten en productos inacabados que nunca produce
una total ni completa satisfacción, cosa que termina generando “vergüenza
prometeica” que es la humillación que embarga a hombres y mujeres al comprobar
la altísima calidad de los productos que ellos mismos fabricaron, o en otras
palabras, la vergüenza de haber “llegado a ser” en lugar de haber sido fabricado.
Cultura consumista

En el tercer capítulo, presenta algunas de las características de la “Cultura de


consumismo” donde da a conocer un término para definir la forma en que
transcurre el tiempo para la vida de los individuos que forman parte de la
colectividad consumista, donde se definen por la constante postergación de
satisfacción de sus deseos, el cual es “tiempo puntillista”, donde está formado por
multitudes que representan constantes rupturas, que son generadas por lo
novedoso y a las que los consumistas estas adheridos melancólicamente, ósea, la
“libertad de elección” para culminar anhelos jamás satisfechos que ocasiona la
necesidad de limpiar y reemplazar productos.

Daños colaterales del consumismo

Para concluir su libro, Bauman propone que la “sociedad de consumo” es


sostenida por las leyes que rigen el flujo de capital, al tener solo cabida dentro de
un mercado en el que tanto como el comprador como el producto están en
constante movimiento. La soberanía del estado ha erosionado, ya que la “política
de exclusión”, que antes le pertenecía, pasa a ser del consumo al estar basada en
el poder adquisitivo de los individuos, debido a lo que los que no cuentan con el
capital que los integraría a la sociedad, son considerados los “daños colaterales”
del sistema consumista. Esta “infraclase” está compuesta por consumidores
fallados que no están capacitados para postularse a sí mismos como productos
vendibles, entre ellos se pueden encontrar los inmigrantes, los desertores
escolares, entre otros sujetos “indeseados” para la sociedad de consumo y
aislados por la misma.
Conclusión

Al nacer y crecer en este mundo, automáticamente nos rodeamos de un modelo


de sociedad que ha puesto estándares de necesidades, ya sea para nuestro
estatus, seguridad o satisfacción personal. El ser humano está pasando a ser un
animal cada vez más inferior, hombres de antaño carecían de muchas de nuestras
necesidades al no tener ni si quiera existencia. En realidad, nunca ha sido tan
difícil el pensarnos como un producto de consumo, todos vendemos y
consumimos la imagen que presentamos de nosotros mismos, el hecho de que la
gente dependa de necesidades no relacionadas a la supervivencia de su individuo,
tal vez sea algo que presente lo débiles, caprichosos y banales que se han vuelto
los seres humanos. Ya no vivimos en un mundo de naciones e ideologías, el
mundo es un colegio de corporaciones inexorablemente dirigido por los estatutos
inmutables de los negocios, el mundo es un negocio. Así ha sido desde que el
hombre salió arrastrándose del barro, y nuestros hijos vivirán para ver eso, un
mundo perfecto en el que no habrá guerra ni hambre, presión o brutalidad, una
vasta compañía asociada en la que todos los hombres trabajaran para servir a un
beneficio común.

En la que se les cubrirán todas las necesidades, se les moderaran todas las
ansiedades, y se les divertirán para que no se aburran.

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