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Difusión pasiva
Difusión pasiva facilitada
Transporte activo
Pinocitosis
La perfusión sanguínea
La mucosa oral posee un epitelio delgado y está muy vascularizada, lo que favorece
la absorción; sin embargo, el tiempo de contacto suele ser demasiado corto como
para que se produzca una absorción significativa. Si el fármaco se deposita entre las
encías y la superficie interior de la mejilla (administración bucal) o bajo la lengua
(administración sublingual), el tiempo de contacto aumenta, lo que favorece la
absorción.
Administración parenteral
Los fármacos que se administran IV ingresan directamente en la circulación
sistémica. Sin embargo, los que se administran por vía IM o por vía subcutánea
deben atravesar una o varias membranas biológicas para alcanzar la circulación
sistémica. Cuando se inyectan por vía IM o subcutánea fármacos proteicos con
masas moleculares > 20.000 g/mol, su desplazamiento a través de las membranas
capilares es tan lento que la mayor parte de la absorción se produce a través del
sistema linfático. En estos casos, la entrega del fármaco es lenta y a menudo
incompleta por el efecto del metabolismo del primer paso (metabolismo de un
fármaco antes de que alcance la circulación sistémica) de las enzimas proteolíticas
del sistema linfático.
La perfusión (flujo sanguíneo/gramo de tejido) afecta mucho la absorción capilar de
las moléculas pequeñas administradas por vía IM o SC. Por lo tanto, el sitio de la
inyección puede afectar la velocidad de absorción. La absorción de sales de bases o
ácidos poco solubles (p. ej., la forma parenteral de la fenitoína) administradas IM o
por vía subcutánea puede ser retardada o errática; lo mismo ocurre en los pacientes
con mala perfusión periférica (p. ej., durante la hipotensión o el shock).
Se denomina biodisponibilidad al grado y la velocidad con que una forma activa (el
fármaco o uno de sus metabolitos) accede a la circulación, y alcanza de esta manera
su lugar de acción.
Una vez que un fármaco penetra en la circulación sistémica, se distribuye entre los
tejidos corporales. Esta distribución no suele ser uniforme, debido a diferencias en
la perfusión sanguínea, la fijación a los tejidos (p. ej., debido a su contenido graso),
el pH regional y la permeabilidad de las membranas celulares.
El sitio principal del metabolismo de los fármacos es el hígado (para una revisión,
véase [1]). Aunque los fármacos suelen inactivarse al ser metabolizados, los
metabolitos de algunos de ellos presentan actividad farmacológica, a veces incluso
mayor que la de su precursor. Una sustancia inactiva o débilmente activa que da
lugar a un metabolito activo se denomina profármaco, en especial cuando ha sido
diseñada para dirigir más eficazmente la forma activa a su destino.
Los fármacos pueden ser metabolizados por oxidación, reducción, hidrólisis,
hidratación, conjugación, condensación o isomerización; sea cual fuere la vía
elegida, el objetivo es facilitar su excreción. Existen enzimas metabólicas en
muchos tejidos, pero son especialmente abundantes en el hígado. La velocidad del
metabolismo de los fármacos no es igual en todos los individuos. En algunos, el
metabolismo puede ser tan rápido como para impedir que se alcancen
concentraciones sanguíneas y tisulares terapéuticamente eficaces; en otros puede ser
muy lento, con lo cual dosis normales pueden provocar efectos tóxicos. La
velocidad del metabolismo de los fármacos en los distintos individuos depende de
factores genéticos, enfermedades concomitantes (especialmente las enfermedades
hepáticas crónicas y la insuficiencia cardíaca avanzada) e interacciones
farmacológicas (sobre todo las que implican inducción o inhibición del
metabolismo).
En muchos casos, el metabolismo de los fármacos comprende dos fases. En las
reacciones de fase I se forma, modifica o elimina (oxidación, reducción o hidrólisis)
un grupo funcional; estas reacciones no son de carácter sintético. Las reacciones de
fase II consisten en la conjugación con sustancias endógenas (p. ej., ácido
glucurónico, sulfato, glicina); estas reacciones son de carácter sintético. Los
metabolitos que se forman en las reacciones sintéticas son más polares y por lo
tanto más fáciles de excretar por vía renal (en la orina) o hepática (en la bilis) que
los que lo hacen en las reacciones no sintéticas. Algunos fármacos sólo
experimentan reacciones de fase I o de fase II; por lo tanto, la numeración de las
fases es una clasificación funcional, no secuencial.
Los transportadores hepáticos de fármacos están presentes en todas las células del
parénquima hepático y afectan el manejo, el metabolismo y la eliminación del
fármaco por parte del hígado (para una revisión, véase [1, 2]). Los dos tipos
principales de transportadores son los de influjo, que translocan las moléculas al
interior del hígado, y los de eflujo, que median la excreción de fármacos en la
sangre o la bilis. Los polimorfismos genéticos pueden afectar de manera variable la
expresión y la función de los transportadores hepáticos de fármacos para alterar
potencialmente la susceptibilidad del paciente a los efectos adversos de los
fármacos y a desarrollar una lesión hepática inducida por fármacos . Por ejemplo, los
portadores de ciertos genotipos de transportadores exhiben niveles sanguíneos
elevados de estatinas y son más susceptibles a la miopatía inducida por estatinas
cuando estos fármacos se usan para el tratamiento de la hipercolesterolemia.