Está en la página 1de 1

Contratapa

Un muro es una frontera, un lugar donde pasado y futuro luchan entre tiempo y
mundo. Pararse en ese borde permite ductilidad, oscilar y ver a un costado
capitalismo, y al otro, comunismo. Con un pie de cada lado, Este y Oeste caminan a
.

distintas distancias de extrañeza y proximidad del Muro de Berlín, una valla que dividió
dramáticamente la capital alemana desde 1961 hasta el 9 de noviembre de 1989. A
partir de ese hecho, 1989 realiza una revisión estética para cuestionar la visión
dominante del capitalismo alimentada por una maquinaria de historias e imágenes
cinematográficas. En el desmembramiento visual, se desafía la palabra recordando que
la configuración del universo visual que se constituye de acuerdo a una época, tiene la
misma estructura que la política que la ilumina. Así, política y estética componen un
espejo distorsionado, sobreimpresiones que se precipitan unas sobre otras,
dimensiones que se apropian unas de otras.
Colocados en este límite, se desprende un antes y después del derrumbe del Muro
poniendo en juego las cartas del presente. En ese panorama es asombrosa la ciudad de
Berlín. Escenario trágico de dos guerras mundiales, del nazismo con el proyecto de
Germania, de la ocupación aliada de posguerra, de la Guerra Fría, del Muro y su caída,
de las vanguardias en uno y otro siglo, y usina fundamental de imágenes que sellan a
fuego la subjetividad del siglo XX. Con la caída, el cine también siente el impacto. Si
hasta ese momento era tomado desde las izquierdas como herramienta de
concientización explícita, las historias se tornan melancólicas, tristes, memoriosas. 
1989 retoma esas imágenes en el filo del comunismo yacente y el soliloquio capitalista
en un paisaje de ruinas. Ruinas que bien podrían ser el fin de una utopía o presentarse
como los irregulares pilares donde comenzar de nuevo.

También podría gustarte