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El conflicto mapuche y la carta de Alberto

Fernández: qué establece la Constitución y


la ley de Seguridad Interior
La Corte Suprema de Justicia de la Nación ha utilizado varias veces la expresión “federalismo
de colaboración” para referirse a esa necesaria unión de esfuerzos entre ambos niveles de
autoridades
El ministro de Seguridad y los efectivos de Gendarmería. La gobernadora Carreras pidió
apoyo a la Nación. 
Los “Estados” son comunidades o grupos de individuos organizados con un objetivo: el bien
común. Significa que los Estados existen porque la gente necesita vivir mejor; y para
lograrlo transfieren el poder del que son titulares a unos pocos (los gobernantes),
quienes deben ejercerlo para alcanzar aquella finalidad, brindando servicios esenciales tales
como la defensa, la justicia, la salud, la educación y la seguridad.

En un sistema federal de gobierno, en el que coexisten autoridades nacionales y locales,


resulta necesario que se coordinen o repartan las potestades entre ambas, y en un Estado de
Derecho, en el que rige una Ley Fundamental, esa coordinación de atribuciones la realiza una
Constitución.

La nuestra establece que las atribuciones del Gobierno Nacional están expresamente
mencionadas en ella, y que el resto pertenece a las provincias. Pues, en principio, la
seguridad interior, que se custodia a través de las fuerzas policiales, es una potestad no
delegada al Gobierno Central, perteneciendo por lo tanto a las autoridades locales. Sin
embargo, el hecho que cada provincia tenga la facultad y la obligación de proveer a la
seguridad de sus habitantes, no significa que las fuerzas de seguridad a nivel nacional
(Policía Federal, Prefectura, Gendarmería y Policía Aeroportuaria) no puedan y deban prestar
la colaboración necesaria e indispensable para que ello sea posible, sobre todo cuando las
autoridades locales lo solicitan expresamente.

De hecho, el Congreso de la Nación ha sancionado en el año 1991 una Ley de Seguridad


Interior, en la cual se dispone un sistema de coordinación nacional interjurisdiccional entre las
fuerzas de seguridad nacionales y provinciales, que implica “el empleo de los elementos
humanos y materiales de todas las fuerzas policiales y de seguridad de la Nación” (Art. 3)
para lograr que esa seguridad interior sea posible en todo el país.

La ley no implica un avance respecto de las autonomías locales con relación a la temática de
la seguridad, sino que pone de relieve la necesidad de coordinar esfuerzos para proteger a los
habitantes en general, a tal punto que se ha creado un “Sistema de Seguridad Interior”
conformado por el presidente de la Nación, ministros del Poder Ejecutivo, el Congreso, los
gobernadores provinciales y las fuerzas de seguridad nacionales y locales. La misma Corte
Suprema de Justicia de la Nación ha utilizado varias veces la expresión “federalismo de
colaboración” para referirse a esa necesaria unión de esfuerzos entre ambos niveles de
autoridades, en aras de lograr el bien común.

Ataque mapuche en el Bolsón


En Río Negro, un grupo radicalizado de mapuches (indebidamente autoproclamados “pueblos
originarios”, cuando en realidad son de origen chileno y no habitaban nuestro territorio al
momento de la conquista española, sino que ingresaron en él cuatrocientos años después),
se alza contra la autoridad constituida con actos de vandalismo y usurpación de propiedades
públicas y privadas, buscando arrancarle concesiones ilegales, poniendo de relieve la
imperiosa necesidad de que actúen las fuerzas de seguridad provinciales y nacionales, para
evitar que la organización política no ceda frente a la violencia irracional cuasi subversiva.

En ese contexto la gobernadora de la provincia patagónica pidió ayuda al Gobierno Central, el


que desde su máxima autoridad, y con todo descaro, manifestó que no le corresponde actuar
en el conflicto.

No es la Constitución Nacional la que encarga al gobierno central ocuparse de la seguridad en


las provincias, pero el Congreso de la Nación, mediante la Ley de Seguridad Interior, y sin
vulnerar autonomías locales, exige un “esfuerzo nacional de policía” (Art 6) para evitar
graves hechos de inseguridad en todo el país. Pues que un Presidente se encoja
escandalosamente de hombros y diga a viva voz que el tema no le compete, constituye un
mal desempeño que no puede sino ponerlo en la antesala de un juicio político, como ya
ocurrió en tantas otras oportunidades durante su gestión, sin que ese juicio de
responsabilidad se haya logrado aún.

Desde enviar fuerzas de seguridad a Río Negro, pasando por convocar al Comité de Crisis
previsto en la Ley de Seguridad Interior (Art. 13), o presentar un proyecto de ley para declarar
el estado de sitio por conmoción interior en la provincia en conflicto, o hasta inclusive un
proyecto de ley para intervenir federalmente la provincia por causa de sedición, son todas
medidas que están al alcance del Gobierno de la Nación si es que realmente tiene vocación
para custodiar la vida y el patrimonio de los habitantes de dicha provincia. Pero está muy claro
que a este gobierno le molesta tener que ocuparse de la seguridad de la gente: de la
vinculada con la delincuencia hasta la perpetrada por grupos sediciosos que actúan por fuera
de la ley.

Alberto Fernández ha jurado desempeñar con lealtad y patriotismo el cargo de


presidente de la Nación, y ha vociferado también, aquel 10 de diciembre de 2019, que si
no lo hiciere, “Dios y la Patria se lo demanden”. Pues ha llegado la hora.

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