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La nuestra establece que las atribuciones del Gobierno Nacional están expresamente
mencionadas en ella, y que el resto pertenece a las provincias. Pues, en principio, la
seguridad interior, que se custodia a través de las fuerzas policiales, es una potestad no
delegada al Gobierno Central, perteneciendo por lo tanto a las autoridades locales. Sin
embargo, el hecho que cada provincia tenga la facultad y la obligación de proveer a la
seguridad de sus habitantes, no significa que las fuerzas de seguridad a nivel nacional
(Policía Federal, Prefectura, Gendarmería y Policía Aeroportuaria) no puedan y deban prestar
la colaboración necesaria e indispensable para que ello sea posible, sobre todo cuando las
autoridades locales lo solicitan expresamente.
La ley no implica un avance respecto de las autonomías locales con relación a la temática de
la seguridad, sino que pone de relieve la necesidad de coordinar esfuerzos para proteger a los
habitantes en general, a tal punto que se ha creado un “Sistema de Seguridad Interior”
conformado por el presidente de la Nación, ministros del Poder Ejecutivo, el Congreso, los
gobernadores provinciales y las fuerzas de seguridad nacionales y locales. La misma Corte
Suprema de Justicia de la Nación ha utilizado varias veces la expresión “federalismo de
colaboración” para referirse a esa necesaria unión de esfuerzos entre ambos niveles de
autoridades, en aras de lograr el bien común.
Desde enviar fuerzas de seguridad a Río Negro, pasando por convocar al Comité de Crisis
previsto en la Ley de Seguridad Interior (Art. 13), o presentar un proyecto de ley para declarar
el estado de sitio por conmoción interior en la provincia en conflicto, o hasta inclusive un
proyecto de ley para intervenir federalmente la provincia por causa de sedición, son todas
medidas que están al alcance del Gobierno de la Nación si es que realmente tiene vocación
para custodiar la vida y el patrimonio de los habitantes de dicha provincia. Pero está muy claro
que a este gobierno le molesta tener que ocuparse de la seguridad de la gente: de la
vinculada con la delincuencia hasta la perpetrada por grupos sediciosos que actúan por fuera
de la ley.