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19/02/2010}

RAZA, MASCULINIDAD Y SEXUALIDAD:


UNA MIRADA A LA NOVELA RISARALDA DE

aceptado:
BERNARDO ARIAS TRUJILLO*

15/08/2009 ·
Race, masculinity and sexuality: An approach

recibido:
to Bernardo Arias Trujillo’s Risaralda

{original
Alexánder Hincapié García**

Este trabajo realiza una lectura heterodoxa de la novela Risaralda de Bernardo Arias Trujillo. Lectura que inte-
rroga el texto a través de categorías como raza, masculinidad y sexualidad y, con ellas, muestra unas condiciones
ligadas al proyecto de formación del Estado nacional colombiano.
Palabras clave: raza, masculinidad, género, sexualidad, paisaje.

O trabalho faz uma leitura heterodoxa da novela Risaralda de Bernardo Arias Trujillo. A leitura apresentada
questiona o texto da obra através de categorias tais como raça, masculinidade e sexualidade e, com as categorias,
revela algumas condições ligadas ao projeto de formação do estado colombiano.
Palavras chave: raça, masculinidade, gênero, sexualidade, paisagem.

This paper makes a heterodox reading of Bernardo Arias Trujillo’s novel Risaralda. The reading questions the text
using categories such as race, masculinity and sexuality and, with them, shows some conditions linked to the project
of the construction of the Colombian national state.
Key words: race, masculinity, gender, sexuality, landscape.
nomadas@ucentral.edu.co · Págs. 235~246

* El presente trabajo es un producto derivado de la investigación en curso “Cuerpos precarios, sujetos ingobernables. Reflexiones desde
la antropología histórico-pedagógica sobre los discursos de la educación sexual en Colombia” (título tentativo). Lo planteado aquí no hu-
biera sido posible sin el apoyo de Richard Mangas y las precisiones del profesor Albeiro Valencia Llano.

** Psicólogo, Magíster en Psicología. Candidato a Doctor en Educación, línea de Pedagogía Histórica e Historia de las Prácticas Pedagógi-
cas, Universidad de Antioquia. Becario de Colciencias. Miembro del Grupo de Investigación sobre Formación y Antropología Pedagógica
e Histórica (Formaph)-Facultad de Educación-Universidad de Antioquia, Medellín (Colombia). E-mail: alexdehg@yahoo.es

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La quiere como a un lindo juguete, rizar múltiples aspectos de la vida so- da con un cristiano, casto e insípido
porque limpia sus nostalgias con cial y cultural que se pensaba podrían nombre: La Virginia. Risaralda dista
paños de cariño y ademanes sabrosos estudiarse de manera aislada. Sin mucho de ser la narración idealizada
de hembra en celo, pero teme unirse
embargo, conforme los estudios de de sí con la cual las élites criollas gus-
a ella con vínculos indestructibles.
género, de la sexualidad, de la raza y taban representarse –“blancura”, re-
Tiene miedo de verla envejecer, de
presenciar día a día cómo se destiñe su
de clase social se van refinando, se ha finamiento, educación y cuerpos que
belleza magnífica, y siente repulsión hecho palpable que un punto de arti- jamás habían trabajado la tierra–.
de que ella logre coartar su libertad culación de la vida social es el cuerpo. Apela al carácter cotidiano de las lu-
de llanura, cuando en un arranque Como sugiere Foucault en su obra, el chas de los hombres para hacerse a
de aburrimiento y de saudades por cuerpo es lo que hace posible la go- un lugar en el mundo. De hecho, los
regiones distantes, el amor a su negra bernabilidad a través de sus distintos personajes masculinos sobre los cua-
lo prive de soltar las amarras de su dispositivos. Sin embargo, el cuerpo les recae la fuerza y el drama de la na-
nave hacia otros horizontes de lucha. no es esa porción del sujeto que se rración, son descritos como valientes,
Bernardo Arias Trujillo define en abstracto como si su mis- viriles y con carácter, muy diferentes
ma construcción no fuera deudora de a los “señoritos” de ciudad que “[…]
Entrada las marcas que lo hacen posible. Por no son machos como ellos, sino una
lo tanto, las teorías culturales con- especie de andróginos, afeminados y

R
isaralda es una novela del temporáneas han acogido la tarea de cobardones” (Arias, 1959: 145). Seres
escritor caldense Bernardo teorizar la simultaneidad con la cual precarios que le imponen al campo los
Arias Trujillo. Publicada por los cuerpos son construidos, a la vez, caprichos de la ciudad y que con pan-
primera vez en 1935, ha sido conside- como raza, sexo, género, sexualidad y talones ajustados “[…] forran la pier-
rada, por mucho tiempo, como una clase social. na con presumida mariquería” (145),
de las obras más importantes de la li- sin avergonzarse por llevar una vida
Risaralda explora múltiples tensio-
teratura colombiana. Arias Trujillo, al no hecha para los machos1.
nes culturales. Una de ellas estriba
igual que Ricardo Güiraldes, Rómulo en la cualidad racial de los personajes En Risaralda, el paisaje hostil es la
Gallegos y José Eustasio Rivera, ex- de la novela. Permanentemente, el amenaza de todos los hombres, sin
plora literariamente el intrincado narrador intenta resolver su posición embargo, la mirada del narrador so-
proceso de formación y construcción ambivalente con respecto a las iden- bre ellos permite realizar una lectura
de las identidades nacionales cuando tidades raciales negras y blancas. De diferencial conforme a las relaciones
dicho proceso, como en el presente, hecho, un intento se encuentra en el entre raza, masculinidad, sexualidad
se torna problemático, en tanto no es mestizaje que se avizora al final de e ideales nacionales. Habrá que re-
posible establecer sin luchas, desen- la obra. Asimismo, dichas tensiones cordar que apenas entrado el siglo
cuentros y exclusiones, desde cuáles hacen alusión a un pasado cercano XIX, comienza a forjarse un mito har-
criterios identitarios los habitantes de –mitad del siglo XIX y comienzos del to productivo –hasta el presente–, di-
XX– cuando se jugaba la consolida- cho mito es lo que Lasso (2007: 32)
una región han de ser considerados
ción del Estado nacional. El negro es ha nombrado como el mito republi-
parte de una nación y, por lo mismo,
representado en Risaralda como una cano de armonía racial, el cual bus-
responsables de enarbolar los ideales
diferencia que postula la tiranía de la caba sostenerse a partir de producir,
de la patria.
civilización blanca: los valores civili- en el imaginario social, la fantasía de
zatorios, para bien o para mal –si se vivir en una tierra con una identidad
Raza, sexualidad e
quiere moralizar–, aparecen como lo nacional cifrada en la igualdad y la
identidad: breve
propio del hombre blanco. El narra- fraternidad entre las razas2.
excursión por algunos
apartes del siglo XIX dor de Risaralda lamenta que Sopin- En 1810, en el contexto de las cor-
y comienzos del XX ga, la tierra donde los negros resisten tes del Imperio español –incluyendo
la civilización y el matrimonio cristia- las cortes de las Indias americanas–,
Las teorías culturales contemporá- no –si es que ambas cosas no vienen se habló de aumentar las oportunida-
neas se han visto requeridas para teo- juntas–, termine siendo rebautiza- des de participación para la casta en

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ascenso de los mestizos; no obstante, Sin embargo, sería un mestizaje que dables para el trabajo. No obstante,
la inclusión de los negros y los mula- paulatinamente habría de blanquear seguía estando muy presente, en el
tos se tornaba harto diferente y poseía la nación, en detrimento de una di- pensamiento de los intelectuales del
menos partidarios. Los indios figura- ferencia bárbara representada por el siglo XX, la idea en torno a la inferio-
ban nominalmente como libres fren- indio y el negro. Entonces, mestiza- ridad de algunas razas con respecto a
te a la Corona española, no tanto por je sí, pero repudio a la diferencia que otras. Si Muñoz proponía una inter-
una mejor consideración, sino por ser representan esas otras apariencias no vención pedagógica del Estado para
representados, con respecto al negro, blancas y esas otras diferencias cultu- prohibir relaciones entre sujetos no
como taciturnos, perezosos, débiles y rales. En definitiva, para el caso del aptos por haber contraído enferme-
no aptos para el trabajo. Se trataba, negro, el mestizaje se tornaba pro- dades transmisibles, Jiménez López
pues, de un reconocimiento o, más blemático porque, a los ojos del blan- proponía, a su vez, una intervención
bien, de una protección que los afir- co, el negro se resistía a dejar de ser estatal para poblar (Castro-Gómez,
maba negándolos a través de la des- negro. Si la apariencia, en cierto sen- 2007 y Restrepo, 2007) o repoblar el
valorización. Por otra parte, que los tido, se podía atenuar, la diferencia país con sangre blanco-germana. Una
negros libres y los mulatos fueran in- cultural parecía constituir uno de los intervención no para mejorar la situa-
tegrados como iguales dentro del Im- más grandes escollos que, a veces, ni ción de los individuos –degenerados
perio era discutible (Lasso, 2007). En la misma religión lograba debilitar. ya existentes–, sino una intervención
síntesis, había razones para creer que político-sexual en la que se decidía
Nada parece hacer suponer que,
esas gentes eran inasimilables. Den- qué apariencia era deseable para ser
efectivamente, el mito republicano
tro de los imaginarios sociales predo- un colombiano no degenerado.
de armonía racial, tan útil en el siglo
minaba la idea de que la sangre india, XIX y en pleno proceso independen- Se trataba de una intervención po-
paulatinamente, podría blanquearse tista, habría de hacerse realidad en el lítico-sexual de las relaciones –obvia-
–claramente, era sangre más débil–, siglo XX. Miguel Jiménez López, por mente, hombre-mujer– en las que,
pero la sangre negra era irredimible. probablemente, las mezclas interra-
ejemplo, sostenía con pesimismo que
Desde la sociología espontánea de las ciales requerirían ser examinadas
la raza colombiana estaba degenera-
élites criollas se sostendría que “en el exhaustivamente. Por su parte, los
da. Por lo mismo, las intervenciones
momento en que la sangre se ‘conta- personajes de Risaralda dirán que
para disciplinarla serían insuficientes
minaba’ con elementos negros, la po- la negra es para el negro y, sobre ese
puesto que la gravedad de la degene-
sibilidad de redención se tornaba im- “derecho”, el hombre blanco no de-
ración, más que por aspectos sociales,
posible” (Castro-Gómez, 2005: 75). bería intervenir para malograr a la
radicaba en la mezcla, desafortunada,
Sin embargo, las mismas élites apro- negra. Del mismo modo, al hombre
de tres razas. Laurentino Muñoz, co-
vecharon las conflictivas reflexiones blanco le es propio querer gozar de
nocido por su trabajo La tragedia bio-
en torno a la identidad racial de los las carnes ardientes de una negra,
lógica del pueblo colombiano (1935),
negros y produjeron una retórica na- sin que eso signifique alterar las di-
se inclinaba, como sostiene Castro
cionalista que, por oposición al Impe- visiones sociales –naturalizadas– en-
Gómez (2007), por sugerir que el Es-
rio, sí reconocía una fraternidad en- tre blancos y negros. Tal como sugie-
tado interviniera activamente en la
tre las razas. Dicho de otra manera, re Fassin (2008), la raza, el sexo, el
vida privada de la población. De he-
se insistía en la verdad del mito repu- género y la sexualidad no son asun-
cho, requería procurar políticas des-
blicano sobre la armonía racial, para tos meramente biológicos, sino partes
tinadas a sancionar, desestimular o,
poder agenciar la participación de los constitutivas de las relaciones socia-
incluso, prohibir determinados tipos
negros y los mulatos en el proceso de les, tan determinantes como la mis-
de relaciones. Para Muñoz, contrario
las luchas por la independencia (Las- ma clase social. Asimismo, esas par-
a Jiménez López, no eran las condi-
so, 2007). tes no están separadas de los ideales
ciones dictadas por una biología ra-
Rojas (2001) ha dicho que el mes- de formación del Estado nacional.
cial deficiente lo que determinaba las
tizaje cobró especial importancia en características de la raza colombiana, Frantz Fanon ha sido uno de los in-
el proceso civilizatorio en Colombia sino la falta de higiene, de alimenta- telectuales que más ha aportado al
después de su ruptura con la Corona. ción adecuada y de condiciones salu- trabajo de examinar las tensiones cul-

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ana adarve | Nodos. 50 x 150 cm. Fotografía a color, 2000.

turales que suponen la situación so- incorruptible por el homoerotismo y rífico” dirá el blanco en palabras de
cial, la clase social y la psicología del la pasividad –como si ambas cosas, Fanon (1973: 131). El blanco imagi-
negro –como la del blanco–, y que necesariamente, se implicaran–, de- na ese sexo, esa sexualidad, pero no
han podido mantener la endémica muestra que incluso para elaborar debe hacerlo; de la misma manera
representación que degrada al negro. una teoría sobre la opresión racial o que no puede –y lo hace– imaginar-
Curiel (2007) afirma que Fanon no sobre los aspectos que definen una recrear a sus padres teniendo sexo.
elaboró su trabajo incorporando ca- nación, es imposible no entrar en Imagen primaria de la sexualidad
tegorías como sexo y sexualidad. No consideraciones acerca del sexo, el que, a su vez, es la imagen imposible
deja de sorprender el señalamiento género y la sexualidad. Fanon, sor- por la que se experimenta una an-
que hace Curiel, en tanto Fanon bien prendentemente, dirá que: “El ser gustia intolerable. El sexo y la sexua-
demuestra que para la mujer antilla- amado me respaldará en la asunción lidad negra son para el blanco, tal
na casarse con un hombre negro sig- de mi virilidad” (1973: 34). Con ello, como sugiere Fanon, otra imagen
nifica un salto hacia atrás en el proce- está implicando que la situación del primaria que coloniza su mente con
so de blanqueamiento. El imaginario hombre negro es indisociable de la el compromiso de luchar por borrar-
de las mujeres antillanas estaría po- mujer (¿negra?) que lo ama, mujer la, aunque nunca pueda hacerlo. En
blado de fantasías en torno a la lle- que el negro, angustiosamente, recla- síntesis, se está afirmando que Fa-
gada de románticos y sensuales hom- ma para poder conservar su masculi- non se sitúa en una posición hete-
bres blancos que vendrían por ellas, nidad amenazada por el blanco que, rosexual –¿libre, entonces, del sexo
básicamente, duda de que el negro
para limpiar la mancha racial que y la sexualidad como categorías, tal
pueda ser un verdadero hombre. El
se lleva por tener un pasado negro. como sostiene Curriel?–. Defiende
negro deviene para el blanco como
Concretamente, Fanon se pregunta: la virilidad del hombre negro por-
una bestia fálica, en exceso, al tiem-
“¿Puede haber, en efecto, una mulata que no ser un hombre de verdad
po que es un niño perpetuo, incapaz
casada con un negro? Porque, com- es una derrota para el pensamiento
de gobernarse a sí mismo. Si se mira
préndase de una vez, hay que sal- heterosexual; no poder demostrar
de cerca, la identidad construida para
var la raza” (1973: 45). Difícilmente la hombría, en el caso del negro, es
el hombre negro es un imposible, es
se encontrará a mujeres no dispues- la prueba angustiosa y no deseada
inabarcable por un cuerpo, en tanto
tas a salvar la raza y mejorarla por el de que los límites trazados para ser
debe soportar las marcas que obje-
bien de la nación. A su vez, el mismo hombre no son definitivos, siempre
tan esa corporeidad y la ambivalencia
Fanon supondrá, y se esforzará por- se negocian y se tienen que luchar.
que supone ser temido tanto como
que quede claro, que en las Antillas Como dirá Butler:
admirado.
no existe la homosexualidad… nunca
De igual modo, hay una sexualidad Puesto que las normas heterosexua-
se ha conocido. Excepto por varones
les de género producen ideales
que viajan a Europa y gustan de ha- negra, el blanco lo supone: esas cria-
inaccesibles, podemos decir que la
cerse pasivos. La ansiedad de Fanon turas tienen sexo “Dios sabe cómo heterosexualidad opera mediante
intentando mostrar una masculinidad hacen el amor, debe ser algo terro- la producción regulada de versio-

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nes hiperbólicas del “hombre” y reflexionar sobre la formación de los lidad, termina incorporando criterios
de la “mujer”. En su mayor parte ideales nacionales, no sólo desde la de exclusión colonial en el momento
se trata de representaciones que perspectiva de las tensiones raciales, en que encuentra inviable una sub-
ninguno de nosotros elige, pero
sino también desde la consideración jetividad homoerótica negra, puesto
con las cuales estamos obligados a
negociar (2002: 73). de otras marcas corporales, entre és- que la homosexualidad es inexistente
tas, el sexo y la sexualidad. en la vida del hombre negro –la ho-
El negro, tanto como el indio y el mosexualidad es la condición negada
homosexual, tiene que confrontar, para ser un antillano–. Dicho de otra
Risaralda y el canto a
con dolor, las versiones heterosexua- manera, la construcción de la mascu-
los machos paisas
les acerca de la virilidad, versiones linidad es deudora de insistentes ne-
que conciben como ideales de mas- gaciones y renegaciones que definen
En este punto se torna necesario
culinidad, la templanza, la racionali- lo masculino, particularmente como
mencionar que Risaralda, definitiva-
dad y el orden, cualidades exclusivas aquello que no es-no puede ser (in-
mente, constituye un canto a la mas-
del hombre blanco. De cierta mane- fantil, femenino, homoerótico, negro
culinidad y sus valores; dicho aspec-
ra, lo que se termina demostrado en o emocional). No pocas veces, cuan-
to aparece reiterado en la novela a
torno a la naturaleza del negro –y en do los subalternos intentan reelaborar
través de la permanente iluminación
torno a cualquier diferencia que no los términos de la masculinidad (tó-
con la que los personajes masculinos
se ajuste al ideal regulatorio–, es que, mese el caso de Frantz Fanon), lo han
son resaltados. Urgidos, pues, por
por principio, se recurre a construir hecho sojuzgando condiciones otras
comprender la relación entre mas-
una relación que articula fisonomía y que se consideran incompatibles con
culinidad y nación, planteamos que
condiciones morales. Hering Torres los reclamos propios de la descoloni-
la masculinidad se produce median-
(2007) dirá que representar al indio zación; también la mirada subalterna
te prácticas socioculturales que, jus-
y al negro como moralmente infe- puede ocluir las posibilidades de reco-
tamente por su insistencia y reitera-
riores –cuando no física, racial y es- nocimiento de formas de lo humano
ción, se naturalizan. La modernidad,
téticamente repulsivos–, ha servido que no han alcanzado una represen-
entiéndase bien, se construye desde
para justificar cualquier intervención tación, en tanto se juzgan inexistentes,
la perspectiva del sujeto masculino
que tenga por propósito corregirlos, (Millington, 2007). A su vez, ese suje- inadecuadas o inviables.
educarlos, civilizarlos o exterminar- to sirve para forjar la norma y el punto A continuación se desarrollarán tres
los. Es la representación del indio y de referencia a partir del cual se pue- ejes analíticos con respecto a la nove-
del negro, como seres fundamental- de juzgar a la humanidad. Más aún, la Risaralda de Arias Trujillo. El pri-
mente inferiores y deplorables, lo lo masculino, ligado al proyecto de mero se centra en la narración de los
que permite que, sin contradicción la civilización y el progreso, es tam- orígenes de Sopinga, pueblo fundado
ética, sean objeto de intervenciones bién representado como una condi- por negros que aspiraban a escapar
brutales. Pero esas intervenciones no ción que encarna en un cuerpo blan- de la tiranía del blanco. El segundo
se han hecho sin incorporar, implícita co. La masculinidad, entonces, no recoge sus elementos de la aparición
o explícitamente, consideraciones de sólo se constituye en el criterio con de Juan Manuel Vallejo en Sopinga,
sexo, género y sexualidad. el cual lo humano alcanza su condi- hombre joven y blanco que irrumpe
Situados en la segunda mitad del si- ción ideal, sino que funciona como la para enamorarse de una mujer mu-
glo XIX y en la primera mitad del XX, norma con la cual cuestiones de raza, lata: la joya deseada y jamás poseída
contexto que escenifica Arias Trujillo, género y sexualidad son interpeladas. de Sopinga. Juan Manuel, de cier-
sería imposible sustraerse a un asunto Ya se ha mencionado, por ejemplo, ta forma, representa la ambivalencia
prioritario: la formación de los idea- que Fanon (1973) busca por todos con la que la conciencia blanca asu-
les nacionales. Risaralda, reconoci- los medios recuperar las condiciones me la diferencia cultural y las rela-
da en Hispanoamérica como una de que harían posible una subjetividad ciones interraciales. El tercer y últi-
las primeras novelas de negritudes, viable para el hombre negro, libre de mo eje analítico corresponde a Víctor
advierte el aspecto racializado de los la opresión colonial. Pero, precisa- Manuel Restrepo –“Víctor malo”–,
cuerpos y brinda los elementos para mente en su lucha contra la colonia- hombre blanco, humilde e inconfor-

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me, que toma la ley por sus propias tural modoso y sumiso, pero era un otro lado a más de un cristiano. Por lo
manos, y lamenta un destino que no misterio saber si en realidad amaban mismo, si Juancho a bien tuvo probar
le posibilitó otra vida. Sin embargo, a sus hombres. Obedecían ciegamen- mayor hombría, ella gustosa lo acep-
se podría sospechar que, en realidad, te a los varones y estos las trataban tará y coqueteará para encender la
“Víctor malo” no deseaba otra vida, con rudeza silvestre” (Arias, 1959: 7). pasión del negro vencedor. Este tipo
más bien, se esforzaba por morir en Los hombres negros concebían a las de situaciones en Sopinga, se con-
su ley. Tres ejes analíticos atravesa- mujeres como su propiedad. De ese vierten en acontecimientos que sir-
dos por la relación entre raza, mas- mismo modo, las mujeres aceptaban, ven para intensificar los motivos que
culinidad y sexualidad que sostiene “naturalmente”, dicha situación y no tienen los negros para celebrar. Juan-
el trabajo. permitían que nadie se inmiscuyera cho y Rita, a los ojos de la negritud,
en el trato que sus maridos les daban. ya son el uno del otro y no necesitan
Los negros bárbaros El amor de los sopingos era áspero, de los ritos cristianos para confirmar-
dominante y, sin embargo, se reco- lo. La semana finaliza y los negros or-
“Pero un día, un negro desvirgó la pu-
nocía la posibilidad de intercambiar ganizan sus jolgorios. Juancho y Rita
bertad de la montaña. Vino, caballero
amistosamente a las mujeres. Ahora están presentes, ahora, frente a todos
sobre una balsa, en gitano errabun-
bien, si algún hombre se empeñaba como marido y mujer. Se abren paso
daje huyendo de la guerra civil, y allí
en tomar posesión de mujer ajena entre la multitud de la fiesta y bai-
plantó su tienda, absorto ante este va-
por la fuerza, debía luchar a muerte lan… bailan el baile de las nupcias. La
lle de dicha, abrigado por dos cordi-
por ella. De ser vencedor, ese hom- voz de la algarabía negra les pide que
lleras y ceñido por dos ríos fraterna-
bre sería aceptado calurosamente por repitan la danza, a lo cual Juancho res-
les” (Arias, 1959: 2). En ese paraíso el
la negra como su hombre. Es el caso ponde que no es posible porque esa
río Cauca procedía su rumbo hacía el
de Juancho Marín encaprichado con fue la danza del casorio, falta el bai-
río Magdalena, igualmente, el río Ri-
la mujer de Cristóbal Murillo. Entre le del velorio en homenaje a Cristóbal
saralda abría su esplendor a un por-
el desafío y la lucha por una mujer, Murillo. Juancho invita a Rita y vuelve
venir que no conocía. El negro Salva-
Juancho le asesta el golpe mortal a a comenzar la escenificación negra de
dor Rojas, probablemente en los años
Cristóbal diciendo: sus inclinaciones profundas:
cincuenta del siglo XIX, hizo suyo el
valle de ensueño. Participó a otros —¿Quieren ver cómo se va pal otro Desde un extremo del salón em-
negros su descubrimiento, ahora su toldo un negrito destos? Vean… piezan a bailar el currulao, una
tierra, y “diez o doce andarines de especie de cumbia del Pacífico
Y diciendo esto, asesto un mache- puramente africana. Juancho co-
ébano se reunieron allí, anclaron sus
tazo perfecto, matemático, preciso, mienza por mover todo el cuerpo
ensueños en tierra tan querendona, y sobre el pescuezo del adversario. como un médium en trance y
nombraron el lugar ‘Sopinga’, apela- Le rebanó la cabezota con la sabi- Rita lo hace con más sensualidad
tivo sonoro, muy bien puesto, de sa- duría de una guillotina. La tomó de aún, como si estuviera gozando
bor negruzco y fácil deletreo” (Arias, las greñas, alzóla hasta la altura de la sensación del orgasmo. Mueve
sus ojos, la miró chorrear con des- las caderas con un ritmo de mar
1959: 2). Muy pronto, negros, mula-
precio, y arrojándola nuevamente al porque el baile es costanero, y se
tos y zambos de Antioquia y del Valle
suelo dijo: va acercando, acercando, con los
del Cauca se apasionaron con la pro-
—¡Qué lastima! Después de pies resbalados contra el suelo,
mesa de una tierra libre, fértil y bon-
todo mi compadre ni an era mala ceñidas las rodillas, y todo el cuer-
dadosa: lejos del blanco. Ya nunca po en movimiento. Ella se menea
persona. L’ he ganado porque soy
más sus espaldas conocerían la fuer- como ofreciéndose en goce, como
machito, pero sepan mis señores,
za y el odio cristiano del verdadero y que el finao no era ningún pendejo. urgiendo ávidamente la posesión.
único Dios del amor, la fraternidad y Sia defendío como un tigre (Arias, Él, a su turno, trémulo de apetito,
la igualdad entre los hombres. 1959: 9). se mueve con ese moverse alebres-
tado del macho cabrío que no da
“El amor libre era de muy buen re- Rita, la mujer de Cristóbal, recono- espera. Al fin se ayuntan; se besan,
cibo entre los habitantes risaraldinos ció que su marido no era ningún pen- se aprietan, se huelen, se anudan,
de Sopinga. Las negras tenían un na- dejo y que con su machete envío al se entrepiernan voluptuosamente,

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ana adarve | - 0 - (cero). 75 x 190 cm. Fotografía a color, 2003.

fingiendo el rito del entrevero dad de mostrar la sexualidad negra, se destierra el no “ser”, un marica.
sexual (Arias, 1959: 39). insistirá en el carácter sexualmente Risaralda, el canto a los machos, no
dispuesto del hombre negro y en la parará de dibujar la construcción de
El baile prosigue con ese furor ar-
voluptuosidad carnal de la mujer ne- la masculinidad en un contexto en
diente que la consciencia blanca ima-
gra. Esa escena muestra la noche en el que no sólo se ponen a prueba los
gina, pero que preferiría no hacerlo,
la que Juancho y Rita probaron su hombres de verdad, sino que tam-
y con ello se cifra un deseo negado
compromiso frente a todos los negros bién insistirá en que los ideales del
tanto como invocado. Los negros vi-
de Sopinga. Una noche de baile en la progreso, en gran parte, dependen
ven sus cuerpos arriesgándose más
que, como en tantas otras, se espera de lo que la fuerza viril arriesgue co-
allá de los límites de la educación, el
ansiosamente las luchas, las peleas lonizando, y de la capacidad masculi-
decoro y la moral, asumirá el blanco,
y la muerte. Al otro día, dos únicos na para arrebatarle a la selva más tie-
mientras:
muertos: Toño Cardona y Cristóbal rras para ofrendarle a la nación.
Los senos de la Rita, duros y Murillo arrojados al río Cauca. Las
triangulares, se destacan y quedan mujeres dirán: “Güenas las charan- Juan Manuel Vallejo:
forrados obscenamente con la gas de mis tiempos, comadre, en la el macho de Manizales
zaraza ordinaria de la blusa, menti-
Güenaventura y en Tumaco. Agora
rosamente desnudos por el sudor.
El espasmo hace girar esos senos estas charangas no sirven pa náa. Es Juan Manuel era un muchacho pen-
salvajes y apetitosos que ondean y más la bulla qui otra cosa. Estos ma- denciero y acostumbrado a no dejarse
giran como trompos, en tanto que chos di agora se nos istán amarican- someter por nada. Siendo muy joven
los pitones se yerguen lascivos en do, comadre […]” (Arias, 1959: 49). se va de la casa tras una seria discu-
una erección fálica que es como la Los hombres, entonces, prueban no sión con su padre, frustrando con
invitación a que el macho enarbole ser lo degradado –el marica– cuando
pronto, sus virilidades altaneras ello las esperanzas depositadas en él.
enfrentan la muerte, venciéndola o Abandonará el hogar paterno para
(Arias, 1959: 39).
entregándose derrotados, pero como no volver a encontrarse con el hom-
Erección fálica de pechos feme- un verdaderos machos. Las mujeres bre que le dio una impronta. Ansioso
ninos y vanidosos que invitan otra se lamentan: el macho de ahora no de recorrer tierras desconocidas, se
erección: la muestra de virilidad en se ajusta a la virilidad de antes, huye aventura en la geografía colombiana.
la que todo hombre está comprome- a la muerte y eso lo torna amaricado En ella aprende distintos oficios que
tido y frente a la cual tiene que res- e incompatible con lo que es un ver- lo van haciendo un hombre capaz y
ponder como un macho. El narrador dadero negro. respetado en las tierras en las que
de Risaralda, en una escena que sor- El machete, las peleas y la juerga se instala. Poco a poco, esa voluntad
prende por su arrojo y por su capaci- son signos de hombría con los que seductora lo va haciendo un macho

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deseado y admirado por todos, acos- cuerpo prohibido para los negros. La sa, y ya sólo puede cavilar agobiado,
tumbrado a domar a las hembras tan- madre de la Canchelo, Pacha Durán, en lo que dejaría en el empeño por
to como a las potrancas. otrora conocida por su belleza, es una hacer de la Canchelo su permanente
En tierras cálidas y entre la vida mujer vieja, abandonada por la gracia compañera-mujer.
de juerga, mujeres y vagabundería, y el encanto; sus carnes que fueron la Pero la tragedia ordena desorga-
se hace vaquero, un vaquero crio- perdición de muchos –y que ella uti- nizando: pronto en la vida de Juan
llo expuesto al abrazante sol y a la lizó muy bien– son las ruinas que el Manuel se cruzará la vida de Víctor
deseo no abandona. Ella sabe lo que Manuel Restrepo. Encuentro en-
fría noche. De esa manera, refina
vale la “virtud” de su hija y la cuida tre dos hombres que será definitivo
su alma y su carácter: domestica su
porque es su orgullo, la cuida porque para ambos.
propio ser. Juan Manuel, hombre de
por ella se esforzó en hacer fortuna
mujeres fáciles, alguna vez conoce
para ofrecerle a un hombre blanco Víctor Manuel Restrepo o
un amor de amargura, pues le depa-
que dignificara su tesoro. La Canche- “Víctor malo”: el macho
ra la muerte de la mulata que le iba
lo, como dirá el negro Desiderio: de Anorí
a dar un hijo. Ambos, la mulata y su
hijo mueren en los trabajos de parto. Es la muchacha más pispa de La Víctor Manuel era procedente de
Dicho acontecimiento lo transforma Virginia. Pero la más pretensiosa Anorí (Antioquia), desde muy peque-
en un hombre con un cuarto oscuro también. Su mamá, la Pacha Du- ño fue apodado “Víctor malo”. Sus
en el alma. Recorre las tierras hasta rán, es una negra amarrada que nu habilidades para la pelea así lo ates-
llegar al puerto de La Virginia –antes hace más que guardar plata y robar tiguaban. A los maestros les producía
a todu el mundo y dice que dizque
la Sopinga con sabor a África–. Allí, miedo y desde muy pronto fue ex-
no la deja casá sino con blanco.
entre la algarabía de los negros y los pulsado del colegio por agredir a un
¡Cómo les parece! ¡Como si los
mulatos, conoce a la Canchelo, mujer negros no tuviéramos también de compañero que osó mirar a su novia.
que le para el corazón y lo acobarda, “eso” y tan güeno como el más Después del incidente fue a la cárcel
incapaz de sobreponerse a su belleza. macho de los blancos! (Arias, 1959: y de allí salió “más engallado y agresi-
El macho hábil domador de mujeres 131). vo” (Arias, 1959: 180). La cárcel, con
y potrancas, siente vergüenza de sí su capacidad “deformadora”, terminó
Juan Manuel, acostumbrado a ven- por forjar una condición, un carácter
mismo. Decidido a quedarse cerca,
cer, consigue a la Canchelo, la mulata destinado a la tragedia y a la muer-
espera hasta el lunes y cruza el río
lo adorará con los ojos de la infante te temprana. Hermoso como un gue-
para llegar a la hacienda de Don Pa-
que ve a su salvador. La Pacha Du- rrero mítico, con un alma insondable
cho Jaramillo buscando trabajo, con
rán consiente, es pues Juan Manuel y en franca guerra contra los ricos y
la fortuna de que Don Pacho cono-
el hombre blanco que purifica y que la autoridad, se resistía a pensarse un
ce al respetado padre de Juan Ma-
puede salvar a la raza. Hay pasión y bandido, pues, como él diría, nunca
nuel y eso es, para él, suficiente, si
mucho deseo, también amor, pero un mató a nadie por la espalda. Andaba
se trata de probar las dotes del jo-
amor condescendiente y caritativo con reos, forajidos y demás sujetos
ven como trabajador. Se instala en la
que no alcanza reconocer en el otro de la vida abyecta. También se decía
hacienda y desde allí piensa –y sólo
su condición de alteridad. Juan Ma- que tenía con ellos una camaradería
puede pensar– en la Canchelo. Los nuel quiere bien a su negra, pero ella que sólo conocen los hombres cuan-
días de la semana transcurren y el no logra domar el alma necesitada de do, juntos, comparten la nostalgia del
esperado fin de una semana agota- novedades, tierras extrañas y bocas bandido, del cuatrero o del marginal.
dora llega para ceder el turno al ar- frescas que no le reclamen entrega y Es decir, un lenguaje que reúne a
dor que siente Juan Manuel por las compromiso. La Canchelo lo sabe y los abyectos y que los hace abrigarse
carnes de una mulata que ocupa sus llora, piensa que los blancos no saben unos a otros en franco encuentro fra-
pensamientos. que los negros sufren y que por eso a ternal o amoroso. Era un buen hijo
La Canchelo es la viva imagen de la Juan Manuel no se le daría mal aban- que se ocupaba de su madre y que, en
belleza de ébano, caderas coquetas y donarla después de haberla desgra- sus brazos, recobraba temporalmen-
pechos duros, el delirio de todos y el ciado. Y Juan Manuel duda y pien- te la esperanza del niño cristiano que

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sueña con poder ser bueno. Hombre como macho” (Arias, 1959: 1999). quien, mientras enseña los cuerpos
blanco de fina estampa y con un mi- Resuenan esas palabras, cargadas de masculinos, juega con el deseo que le
rar que ocultaba tanto como revela- la altanería masculina que produjo las producen. Se asiste, pues, a una voz
ba las inclinaciones de su alma. Risa- tierras antioqueñas, como el eco de lo que rompe con la tiranía de un paisa-
ralda no hace mención de su padre y que el hoy celebrado prócer de la pa- je salvaje e impredecible, mostrando
ese aspecto configura una aporía de tria pudo pensar o decir mientras se la condición heroica de los personajes
significados en torno a cómo el fasci- despedía de la vida gloriosa que ha- masculinos, al punto que esos perso-
nante cuatrero llegó a serlo, buscan- bría llevado. Por su parte, eran otros najes… -esos cuerpos- merecen ser
do, en la compañía de los bandidos, la momentos, cercanos en el tiempo sí, celebrados y percibidos con fascina-
proximidad con el alma varonil. Sus pero otros momentos al fin y al cabo. ción por aquellos que hacen suya la
modales, aun siendo un bandido, te- Por lo mismo, “Víctor malo” –a dife- mirada del narrador.
nían un aire especial que le ganaba el rencia de Córdova– no habría de ser Interpretar la ambigüedad del na-
respeto de muchos y el amor de las celebrado como un caballero y como rrador en Risaralda con respecto al
mujeres. un admirable y valiente hombre, a no homoerotismo, si bien implica de-
Tomándose licencias interpretati- ser por la voz comprometida con el tenerse a estudiar la manera como
vas, podría pensarse a Víctor Manuel heroísmo masculino del narrador en los cuerpos de los hombres negros
como la alteridad abyecta del prócer Risaralda. son descritos y puestos en escena –y
antioqueño José María Córdova. El para ello bastaría mencionar, nueva-
Homoerotismo y tragedia: la mente, la fascinación que despier-
varonil y experto general-guerrero,
ambigüedad del narrador
descrito por el narrador de Risaral- ta en el narrador la escena del bai-
da en tono homoerótico, como “el En la teoría literaria se ha insistido le entre Rita y Juancho Marín en la
efebo de la boca frutal y de los ojos en que el narrador de una obra no es, que se describe la exhuberancia de
verdes” (Arias, 1959: 136). Córdova, necesariamente, el autor. El narrador la negra que desafía al negro y éste,
personaje clave en la independencia sería un personaje más que partici- como hombre “cumplidor”, urgido a
de Colombia, Ecuador y Perú, y en la pa de distintas formas en el paisaje. responder enarbolando su penetran-
formación de Bolivia, luchó bajo las Este aspecto es fundamental conser- te fuerza fálica–, también solicita mi-
órdenes de Bolívar contra el ejército varlo para no suscribir que las con- rar en el enfrentamiento entre Juan
español. Muchos abandonaron la vida secuencias de una narración literaria Manuel Vallejo y Víctor Manuel Res-
atravesados por la espada del hermo- son, en definitiva, consecuencias que trepo –“Víctor malo”– la disposición
so guerrero. Asegurado el poder de explican la vida de un autor. En este estética y dramática que une a los dos
Bolívar, tanto que aparecía a los ojos sentido, se entiende el interés por te- paisas. Por principio, ambos persona-
de muchos como una nueva dictadu- matizar la posición del narrador en jes masculinos son descritos como vi-
ra que en nada mejoraba las antiguas Risaralda. Vélez Correa (1997) ha riles, aguerridos, valientes y, de cierta
cadenas derrotadas, Córdova, incapaz dicho que, tras una lectura atenta, es manera, justos. Además de hermo-
de someterse, y el macho paisa que posible identificar la posición ideoló- sos, son triunfadores, si se trata del
por tradición no lo haría, se enfrentó gica del narrador de una obra; si una amor de las mujeres.
al nuevo poder demostrando que lo lectura despreocupada podría decir Un cruce de caminos o, tal vez, un
suyo no eran los gobiernos, los proto- que Risaralda es una novela hetero- destino cifrado reúne, en un desen-
colos o la diplomacia. Córdova armó sexual, una hermenéutica refinada cuentro, a “Víctor malo” con Juan
la revolución contra Bolívar y perdió podría mostrar la construcción ho- Manuel Vallejo. Juan Manuel, em-
la vida en el empeño. Si algo parecen moerótica del cuerpo masculino en peñado en defender la hacienda del
compartir los dos guerreros paisas, es la obra de Bernardo Arias Trujillo. hombre que lo acogió dándole posa-
la determinación por morir luchando Construcción que, paso a paso, cin- da y trabajo, desafía a “Víctor malo”,
y empeñados en unos ideales no so- cela las formas, las escenas y las ten- haciéndole prometer que, en tanto
metidos. “Víctor malo”, ya agonizan- siones dramáticas de unos cuerpos sea un hombre leal, si llegase a ven-
te, solicitará que se le diga a su madre masculinos todo el tiempo resaltados cerlo, le prometa que no se cobrará
que él supo morir “como cristiano y e iluminados por la voz del narrador más vidas en la hacienda: Juan Ma-

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ana adarve | Encarnación 3; 50.5 x 165 cm. Fotografía a color, 2001.

nuel se ofrece a cambio de los demás. “Víctor malo” y los acompañantes de día; del cementerio, nunca” (Arias,
“Víctor malo”, de su lado, conviene Juan Manuel se entrelazan en miradas 1959: 199).
con que así habrá de ser. compañeras que han aceptado lo im- La belleza masculina expuesta, el
La escena de la lucha es fundamen- probable: “Víctor malo” los deja, “todo ancho pecho peludo, los tatuajes, las
tal para entender la clave homoeró- era como un romance de caballería” tetillas, el duro bíceps, el viril puñal
tica que el narrador ofrece en Risa- (Arias, 1959: 198). El cuatrero venci- siciliano, la Virgen María en la invo-
ralda. Enfrentados cuerpo a cuerpo: do, tal como lo haría Cristo en la cruz, cación que cuida a los bandidos, el
“[…] como dos gimnastas griegos dice sus últimas palabras y con un ges- Niño Jesús… el narrador, entonces,
educados para el circo”, Juan Manuel to llama a su segundo y éste “se acer- haciendo jugar, de manera provoca-
y “Víctor malo” se enlazan: “Allí, con- có devotamente, con unción de discí- tiva, los símbolos cristianos y la ima-
vertidos en un solo cuerpo, cada uno pulo amado” (Arias, 1959: 198), para ginería pagana con un irreductible
asiendo la mano del otro para detener oír atento la voz suave de su amigo y deseo homoerótico que, sin reque-
el arma y con la siniestra abrazándo- compañero de días ardientes y noches rir las manidas categorías activo/pa-
se por la espalda, pugnaban Juan Ma- frías. sivo –tan importantes en la teoría de
nuel por subirse y Víctor Malo por Fanon para defender la masculinidad
Pedro Antonio Escobar era el nom-
sostenerse en su posición privilegiada” del hombre negro–, hace recordar un
bre del “discípulo amado”, el mismo
(Arias, 1959: 196). Dos cuerpos que se pasado poético y mediterráneo en el
que buscó en el cuerpo de “Víctor
hacen uno en la lucha y el enfrenta- cual el aspecto formativo más rele-
malo” un signo que le acompañó has-
miento; dos cuerpos que se reclaman vante de los hombres, provenía del
ta la muerte, un escapulario que al
y que se esfuerzan por ocupar las posi- contacto y el cuidado de unos con
desprenderlo dejó al descubierto:
ciones que les regalen las ventajas del otros en una proximidad todavía no
uno sobre el otro. Bien podría decir- sometida a la enfermedad, la neuro-
[…] el ancho pecho peludo con-
se, con la voz del narrador, que esas decorado de tatuajes. Tenía una sis, la descalificación y la vergüenza.
posiciones son también las posiciones Virgen del Carmen, patrona de los Pedro Antonio, el discípulo fiel:
que se reclaman en el amor y en el cuatreros, bien diseñada sobre la
placer del encuentro cuerpo a cuer- mamilla izquierda, coincidiendo la Dolido como Juan el evangelista,
po. Sin embargo, y he ahí la ambigüe- cabecita del Niño Dios con el lunar hubo guardado en su carriel las
dad del narrador en Risaralda, uno de carnoso de la tetilla. La estampa prendas testadas, rodearon el
los dos hermosos hombres tiene que era un prodigio de filigrana y de cadáver todos los circunstantes
miniatura. En el duro bíceps de- y descubriéndose ante él, oraron
morir. Contra lo imposible, “Víctor
recho, estaba dibujado un corazón rezos de ánimas en sufragio suyo.
malo”, el cuatrero invencible, morirá terriblemente herido por un puñal En seguida, los cuatreros tomaron
por la mano de Juan Manuel, probado siciliano cuya punta chorreaba el cuerpo del querido caporal, lo
hombre que ni la maledicencia de los sangre de celos y de venganzas. amarraron con fuertes sogas a la
chismosos podría haber tratado como Al pie, en letras claras, se leía esta montura de su caballo desjinetado,
si no fuera un macho. Los hombres de frase veraz: “De la cárcel se sale un y volvieron grupas. Se oyó un galo-

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pe fúnebre, y luego perdiéronse en bres derramar sus lágrimas sin me- llo, o, más bien, Risaralda, radicaliza
la lejanía. La escolta de paladines noscabo de la hombría. También Juan la premisa de que el futuro es, obli-
iba taciturna y adolecida y por la Manuel, al oír las coplas que cantan la gadamente, un hecho del mestiza-
primera vez llovió llanto sobre sus
muerte de “Víctor malo”, llorará como je. No obstante, se avizora ese futu-
ojos varoniles nunca dados a lágri-
mas (Arias, 1959: 199-200). si entendiese, igual que un Aquiles ro tiñendo a Risaralda de la muerte
admirado por la belleza del cuerpo de de un (otro) hermoso hombre blan-
Ahora sí, por fin, los machos de Ri- Héctor, que sólo el cuerpo de “Víc- co. Juan Manuel Vallejo que derrotó
saralda se descubren y lo hacen ante tor malo” era un cuerpo digno y be- a su Héctor, ahora cae –poco tiempo
el cuerpo ya sin vida de un hombre. llo para el encuentro que se prepara después–, sin sosiego por la muerte
Lloran porque lo pueden hacer… y en un cuerpo a cuerpo entre dos hom- de “Víctor malo” y dominado por la
sus lágrimas no son reductibles a la bres. Tal vez se fuerzan los términos violencia de la naturaleza –esa mis-
sensibilidad de los señoritos de ciudad de la novela, pero se presiente que el ma que la masculinidad y la virilidad
ante la impresión barroca que les ge- narrador resuelve la ambigüedad ho- habrían violado–… El hombre blan-
nera una ópera. Son las lágrimas que moerótica mediante la tragedia que co muere, pero queda una negra en
llueven de los ojos masculinos, hom- dice no, en vida, a un amor que sólo espera de un bastardo mulato fruto
bres que lloran mutuamente la muer- era posible con la muerte. del encuentro, casi siempre proble-
te y el abandono de un cuerpo otro- mático, entre las razas. Resta para el
Epílogo: violencia
ra tan grato y que, por mucho tiempo, hijo mulato de ese encuentro-desen-
contra el paisaje o
fue compañía en las duras noches de cuentro, asumir las preguntas por las
violar la naturaleza
las ariscas montañas colombianas. condiciones de su emergencia, por la
Homoerotismo resuelto mediante la El paisaje en la novela es desolador y historia que lo hizo posible y por el
trágica muerte que, probablemente desmesurado; aun con tanta belleza, origen marcado de una violencia que
como excepción, permite a los hom- está teñido de la muerte. Arias Truji- no termina.


NOTAS

1No se propone en Risaralda una ex- alteraba las relaciones sociales. Si hubo nidad, sino también a las fuerzas de la
clusión del homoerotismo, sino la des- transformaciones, éstas se produjeron, colonialidad. Por lo mismo, pues, los
calificación, un tanto propia de la épo- entre otras causas, por el enfrenta- cantos a la libertad y a la autonomía
ca, de una masculinidad no construida miento entre las distintas condiciones cohabitaban con la tradición hispánica
en relación con la virilidad, la fuerza, la sociales, étnicas y raciales que lucha- y sus formas de racialidad, jerarquía y
valentía y el arrojo. ban por alcanzar una representación exclusión. Una cosa parece estableci-
2 Ciertamente, la igualdad a la que se dentro de las naciones emergentes. da: la educación era la puerta de en-
hace alusión en este momento históri- Anrup y Oieni (1999), tanto como Ro- trada a la civilización y al progreso, por
co no podría ser la misma que se recla- jas (2008), serán enfáticos en mostrar lo mismo, por la educación podría ser
ma en el presente. Téngase en cuenta que, necesariamente, los esfuerzos alcanzada la ciudadanía. No obstante,
que, a comienzos del siglo XIX, seguía independentistas, la elaboración de la anterior afirmación no puede obviar
muy próxima en el tiempo la Decla- las constituciones y el precedente de los límites establecidos y los términos
ración Universal de los Derechos del los derechos humanos y del ciudada- mediante los cuales era juzgada la ca-
Hombre y del Ciudadano. Si se quiere, no, forjaron los términos en los cuales pacidad de los distintos grupos sociales
dicha Declaración articulaba, de otro sería postulada la condición de ciuda- para llegar a ser educados. Si se siguen
modo, al individuo y al Estado (Anrup danía. Particularmente, en Colombia, los argumentos de José María Samper,
y Oieni, 1999). Sin embargo, esa nue- y sería válido para Latinoamérica, la en el siglo XIX, ni el negro ni el indio
va relación no fue un “hecho dado”, es ciudadanía no sólo respondió a los cri- tendrían una verdadera y apta fisiolo-
decir, la Declaración, por sí misma, no terios de la Ilustración y de la moder- gía para la buena formación.

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