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La Familia y el Discapacitado Sensorial

Dra. María Teresa García.


Facultad de Psicología.
Universidad de la Habana.

I - Introducción.

La familia desempeña un papel fundamental en la educación de los niños y jóvenes, a tal punto, que
sin lugar a dudas los principales responsables de las mismas resultan ser los padres.
La educación familiar marcha unida a la educación que brindan las instituciones e incluso la
sociedad en su conjunto en la formación de la personalidad del individuo, a la vez que constituye su
enlace.
Las influencias del ambiente en la formación de la personalidad del individuo comienza desde que
viene al mundo y en primer lugar, es a través de la familia que los niños perciben un modo de vida
determinado que se expresa en actividades y conductas específicas. Por ello la familia se convierte
en la primera escuela del niño.
Nuestra sociedad le brinda un lugar priorizado a la familia, lo cual se ve reflejado en las tesis y
resoluciones del congreso del P.C.C. al plantear: “...el papel formativo de la familia es también
fundamental pues los estímulos que reciben y los ejemplos que los niños y jóvenes reciben en el
seno familiar tiene influencia primordial en sus hábitos, actitudes y conductas” (1).
La educación familiar no está institucionalizada, por lo tanto está mucho mas sujeta a reglas. Cada
familia educa a su manera. No existen patrones establecidos a priori acerca de qué se debe hacer,
cómo hacerlo, cuándo hacerlo; por eso cada familia tiene sus propios métodos educativos con los
niños. Unido a esto, la familia de un niño discapacitado se enfrenta a dificultades que no sólo vienen
dada por la táctica utilizada, sino también por el problema que deben enfrentar al tener un hijo
“diferente a los demás”, en lo cual concurren determinados sentimientos derivados del
desconocimiento de las características que presenta ese niño que alcanzará un desarrollo que en
definitiva se aparta del normalmente conocido.
Así Samuel A. Kirk y colaboradores (2) expresan que existen diferentes etapas a través de las cuales
transitan los padres de niños anómalos una vez que se enteran que su hijo es deficiente y por tanto
presentan características específicas que lo hacen desviarse en su desarrollo, en alguna medida. En
función a esto, los padres presentan una serie de reacciones, antes de llegar al encuentro de una
solución práctica al problema, lo que transcurre desde la sorpresa inicial, hasta lo que ellos llaman
“examen inteligente”, aunque aclaran que no necesariamente todos los padres atraviesan por cada
uno de los estadios, pero sí una gran mayoría de ellos.
Estos estadios son los siguientes:
 Estadio de la sorpresa.
 Estadio de la Incredulidad.
 Estadio del miedo y la Frustración.
 Estadio del examen Inteligente.

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Por otra parte, se ha estudiado las diferentes líneas a través de las cuales se lleva a cabo la
educación de los niños en el seno familiar. Siguiendo a A.V. Petrovsky (3) podemos mencionar las
que a continuación relacionamos:
 La Imposición.
 La Tutela.
 La convivencia Pacífica.
 La Cooperación.

Cada uno de estos métodos educativos presenta sus características específicas, siendo la última a
nuestro entender, la posición más adecuada, ya que la familia deviene colectividad, donde las
relaciones entre sus integrantes se presentan de tal forma que se establecen metas y objetivos a
alcanzar común a todas las personas que conforman el núcleo familiar.

II- Algunos estudios realizados con familias de discapacitados Auditivos.


En los últimos años, hemos realizado algunas investigaciones encaminadas a relacionar los
parámetros anteriormente referidos, es decir, la tendencia a reaccionar de una forma determinada al
tener un hijo con alguna anomalía y el tipo de táctica educativa empleada, teniendo en cuenta a su
vez el momento en que se ha aparecido el defecto en el niño; encontrando una cantidad interesante
de datos que a continuación referimos:
La familia en la mayoría de los casos (95,4 %) al recibir la noticia de que su hijo o hijos son
discapacitados auditivos reaccionan de forma inadecuada (no lo creen, consideran que no están
hablando en realidad de su hijo y cuando se les afirma que se están refiriendo a su niño se
sorprenden extraordinariamente) catalogando de forma general ese hecho ..... muy duro para ellos
como padres. Esto ocurre en todos los padres, tanto de niños deficientes tempranos, como tardíos,
puesto que al indagar en padres cuyos hijos presentan la aparición del defecto en diferentes
momentos pudimos constatar que en aquellos cuyo defecto es temprano los padres expresan que es
algo inesperado, ya que todos sin excepción esperan un niño completamente normal, sin problemas y
al recibir la noticia de repente (generalmente a las pocas semanas de nacido el niño) de que no oye
bien el niño o simplemente no oye nada, es mucho peor que si ocurriera posteriormente, es decir,
debido a alguna enfermedad o algún accidente postnatal, ya que en este caso afirman, les hubiera
sido más fácil entenderlo, sin embargo, los padres de niños discapacitados auditivos cuya causa es
tardía (postnatal) expresan más o menos lo contrario, en otras palabras, al nacer el niño sin
dificultades y sólo posteriormente adquiere que es algo no esperado, que de pronto ocurre y que no
están preparados para eso, considerando que cualquier problema de nacimiento para ellos hubiera
sido más comprensible.
Permítannos ilustrar estas posiciones con dos ejemplos:
 Una madre cuyo niño es hipoacúsico severo desde el nacimiento
nos expresó: “Yo creo que mi caso es muy duro...no es lo mismo
que uno se prepare poco a poco, vaya...que el niño tenga una
enfermedad que lo deje sordo ... que cuando para, el médico le
diga casi enseguida... que va a ser sordo sin remedio... yo
hubiera preferido que fuera después... me hubiera conformado
más”

 El padre de un niño hipoacúsico moderado explica: “El niño se quedó sordo a los dos años y
un poco...fue por un medicamento...pero es muy difícil para uno como padre por que...si hubiera
sido de nacimiento lo hubiera entendido mejor ... en ese momento cualquier cosa puede suceder”.
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Ello evidencia que en todos los casos la noticia de que la familia se ha engrosado con un niño que
presenta dificultades auditivas representa una información desagradable, no esperada y como
veremos a continuación desestabiliza en alguna medida la aparente armonía familiar; es por eso que
en efecto que efecto nuestra investigación apunta en este caso a que la gran mayoría de los padres
atraviesan por un estadio de perplejidad o sorpresa al recibir la noticia de la deficiencia de su (s)
hijo (s); este período es muy corto, ya que de esta sorpresa inicial generalmente los padres pasan a
otra fase. Para Kirk u otros (4) la fase siguiente es la de Incredulidad, es decir, es una etapa en la
cual existe escepticismo, duda, desconfianza, en relación con la noticia, y lo encontramos en ambos
tipos de familias: en aquellos que tienen tantos hijos con deficiencia auditivas tempranas, como
tardías, aunque el número de familias encontradas que presentan estas características o pasaron por
este estadio es solo del 36, 3 % de la muestra. Ello se debe, a nuestro entender , fundamentalmente a
que la familia cubana valora altamente el sistema de salud del país y confía en los diagnósticos
emitidos por los centros de salud, ya que consideran que son altamente desarrollados y con
especialistas muy capases. Esto los lleva a aceptar en una gran cantidad de los casos el diagnóstico
emitido (63,6 %).
En los casos en que refieren dudas acerca del diagnóstico, van en busca de nuevos especialistas, con
el afán y la esperanza de que sea rechazado el diagnóstico anterior, que se les exprese que está
equivocado o exagerado, que aunque el niño no oye bien en el presente, pudiera llegar en un futuro a
subsanar ese problema y por tanto llega a oír bien, etc. Por ejemplo, una madre nos expresó:
“Cuando me dijeron que mi hija era sorda, creí que era mentira, que el médico no sabía lo que
decía, que estaba equivocado,... quise consultar bastantes médicos, pero... pero todos dijeron lo
mismo”.
Esto evidencia el trabajo que les cuesta a estas familias aceptar como real el hecho de que su hijo es
un niño discapacitado. Incluso estos padres se esfuerzan por convencer a los demás y convencerse
ellos mismos de que ellos conocieran niños con similares características y que al llegar a mayores
sin embargo fueron absolutamente normales, llegaron a oír bien. Tratan también en buscar
similitudes en familiares o parientes que tuvieron, según ellos (6) características parecidas (parecía
que no oían, o no oyeran bien en un período de su vida) y sin embargo, en la actualidad son
absolutamente normales, pues oyen bien en un período de su vida) y sin embargo, en la actualidad
son absolutamente normales, pues oyen bien.
Otra variante encontrada es que se plantean simplemente que no tienen familiares que presenten o
hayan presentado dificultades auditivas y razonan entonces sobre esa base que no es posible que el
niño presente esa deficiencia, ya que no existen antecedentes.
Por ejemplo un padre explicaba: “...no creo que sea verdad (se refiere a la deficiencia)...puede que
sea eso lo que parezca, pero yo conozco personas que parecían sordas y luego... resulta que oyen
bien...”.
La madre de un niño sordo nos expresó: “ yo estoy segura que C... (nombre del niño) no es sordo...
yo tenía un primo que era igualito a él cuando chiquito y ahora oye mejor que yo”.
Cuando los padres se mantienen en esta fase o etapa por mucho tiempo, resulta ser perjudicial para
el niño, ya que no llevan a cabo con el mismo ningún plan de estimulación, no se ocupan
establemente del mismo y sólo tratan afanosamente de buscar datos o síntomas que denoten la
equivocación del diagnóstico, albergando una esperanza falsa y perjudicial en última instancia para
el niño, empleando todo el tiempo disponible en ello y no en la educación y desarrollo del hijo.
En los padres que transitan por esta fase hemos encontrado fundamentalmente dos tipos de
tácticas educativas: Tutela (46 %) e Imposición (47 %).

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Ambas tal y como refiere A. V. Petrovsky son dos fenómenos de un mismo orden, en el cual sólo
cambia la forma, pero no el fondo.
En el caso de los padres cuyo método educativo predominante es la Tutela refieren que como al
parecer el niño tiene algún problema ellos tratan por todos los medios que no se vean perturbados
por las dificultades cotidianas, pues le sobra con su aparente dificultad, mientras que los segundos,
es decir, aquellos padres cuyo método educativo predominante es la Imposición refieren estar
convencidos de que su hijo no tiene ningún problema y por eso le exige tal y como si fuera normal,
“llevándolo recio”, según palabras de muchos de ellos. Denotando un carácter autoritario en su
confianza.
Por ejemplo una madre a nuestro juicio con método educativo tutelar nos decía: :Al niño yo trato
de no engañarlo, pero todo lo que le pueda ocultar malo lo hago, Ya tiene bastante con creerse que
es sordo, para también darle preocupaciones de los grandes de la casa.
El padre de una niña sorda, nos explicaba su método de crianza a través de las siguientes
palabras: “yo no se si es sorda o no, eso dice...aunque yo no lo creo... pero le voy a decir una cosa
hay que llevarla recio u duro... yo si le exijo que haga lo que yo digo... para eso soy el padre.
¿No?”.
Ambos métodos son en última instancia poco prudentes de emplear, ya que llevan al niño a presentar
características no deseadas en su personalidad tales como; ser personas dependientes, con pocas
iniciativas; lo que se agrava en este caso por ser niños con necesidades especiales.
La siguiente fase es la llamada por Kirk y colaboradores (5) del Miedo y la Frustración, que es
donde hemos encontrado la mayor cantidad de familias estudiadas (60 %). Es una etapa en la cual
la familia acepta el diagnóstico dado al hijo, se empieza a convencer de la dificultad auditiva que
tiene el niño, los que los lleva a una preocupación extrema que se evidencia por todas las dudas con
las que estos padres abordan a los especialistas que se relacionan con sus hijos, tales como: si
hubiera sido posible evitar el problema, quién es la persona de la familia que pudiera ser la culpable
de la dificultad del niño, a que se debe exactamente la dificultad, de tener más hijos que
posibilidades existen de que nazca con una deficiencia semejante, etc.
Hemos encontrado que esta etapa, por decirlo de alguna manera, es peligrosa en la estabilidad de la
familia de no ser bien tratada o atendida, ya que por las mismas dudas que asaltan a los padres
acerca del origen de la discapacidad del niño, se culpan mutuamente de ello, surgen resentimientos,
reproches entre ellos, por sólo mencionar algunas de las relaciones que se presentan.
Ejemplo de ello lo podemos ver en los comentarios que nos hicieron de forma separada los padres
de una niña hipoacúsica severa. El padre nos expresó: “yo estoy muy intrigado en por qué la niña
es sorda ... en mi familia nadie es anormal, nadie es sordo ,... yo creo que en la de mi mujer a lo
mejor la hay...pero no me lo dicen ... ella debe ser la culpable de esta desgracia”. Mientras la
esposa nos expresó: “yo se que él (refiriéndose al esposo) cree que yo soy la culpable de la sorda ...
pero …pero … yo ni se quién tiene la culpa ... si yo lo supiera...!”
Estas reacciones llevan a desestabilizar la familia, siempre y cuando la estabilidad familiar y
especialmente la conyugal no era sólida, el nacimiento de un hijo deficiente lleva a un
empeoramiento de las relaciones y por ende a una desestabilización que puede llevar al rompimiento
del matrimonio de los padres; (en nuestro estudio encontramos 78, 5 % de parejas divorciadas
después de tener el hijo deficiente auditivo, contra el 21,4 % de parejas que se mantienen casadas
después del acontecimiento; en el primer caso un por ciento elevado (82,3 %) refirió haber tenido
dificultades en el matrimonio antes del problema que no estaban presentes en el segundo caso, es
más, pudimos constatar que en el caso en que la pareja tenía anteriormente el problema una
estabilidad sólida, sólo en raras ocasiones esta se pierde, y casi siempre es una causa ajena al hijo
discapacitado.

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En esta etapa, sin embargo, todo no es negativo; la misma presenta una característica positiva
fundamentalmente y es que la propia familia no ha llegado al convencimiento de que el niño presenta
la anomalía y por ende la acepta como cierta, ocupándose más del problema directamente.
Se evidencia además actitudes distintas con relación al problema. De tal forma que las madres
tienden a dedicarse excesivamente al niño, consagrándose a él, lo que las lleva a la gran mayoría de
ellos a abandonar su trabajo, incluso pierden interés en su aspecto personal, no se ocupan lo
suficiente de su pareja, de sus otros hijos, en caso de tenerlos, cuya tutela pasa a otras familias
(abuelas, tías, etc.); mientras los padres presentan una tendencia a dedicarse a tareas fuera de la
casa, destinando tiempo a las labores del centro de trabajo, aún en el caso de no ser necesario, o
buscando otras ocupaciones que le llevan horas fuera del hogar como entretenimientos, hobbies,
enlaces amorosos pasajeros o estables u otra cosa.
El método educativo más comúnmente empleado por los padres que atraviesan por esta etapa es el
de la Imposición (80 % de los casos), donde evidencian un exceso de exigencia, rigidez, rechazo ya
sea manifiesto o encubierto hacia el niño, entre otras. Todo esto consideramos se deba a que juzgan
muy amargamente lo que les ha sucedido y “culpan” al niño de ello, rechazándolo de alguna
manera.
Al trabajar con estos padres hemos tratado de hacerles ver sus sentimientos como normales, ya sean
de rechazo, miedo, reproches, remordimientos, sentimientos de culpa u otros similares, ya que
realmente creemos que son sentimientos posibles de manifestarse frente a un problema que
aparentemente no tiene solución, al mismo tiempo que hemos tratado de llevarlos a un razonamiento
lógico acerca de las deficiencias del niño y tratar de que busquen ayuda que los lleve a asumir una
actitud positiva con relación al problema.
Por eso en esta etapa hemos trabajado fundamentalmente en dos sentidos:

1. Que acepten la discapacidad del niño de una manera objetiva, veraz y real.

2. Llevarlos a encontrar cómo enfrentarse a la situación, sin buscar las culpas, los supuestos errores
y despojarlos de todo temor, miedo al futuro, viendo la posibilidad de ayudar al niño en tanto
ellos tengan una actitud de colaboración.

En otras palabras tratar de llevarlos al siguiente estadio descrito por Kirk y sus colaboradores como
el estadio del examen inteligente y que nosotros hemos llamado estadio de la búsqueda consiente
de soluciones al problema; en el mismo hemos encontrado pocas familias de las estudiadas (3,67
%). Es un período en el cual los padres de los niños retrasados mentales se dicen a sí mismo por
ejemplo (6):
“Tenemos un hijo que se desarrollará a ritmo lento. No existe remedio para esta situación. Pero se
pueden tomar medidas que repercutan en beneficio del niño (7)”
Esta afirmación pudiera ser aplicada a otras anomalías del desarrollo, como es el caso de la
discapacidad auditiva.
La característica fundamental de esta etapa es que los padres comprenden que ellos juegan un papel
altamente importante en lograr que su hijo anómalo, sepa valerse por sí mismo, logre su
independencia, obtenga una educación adecuada.
El método educativo más empleado por los padres que pertenecen a esta etapa es la Cooperación
(75 % de los casos), a través del cual educan al niño como un individuo igual que otro cualquiera,
considerándolo un ser normal igual que todos los demás, aunque con cierta desviaciones en su
desarrollo, que vienen dadas por su deficiencia sensorial; la familia se convierte en un grupo
particular, en una colectividad, con metas u objetivos comunes, donde se considera al discapacitado
auditivo un miembro más, con participación tanto práctica como afectiva en las tareas de los demás,
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haciéndolo partícipe de las penas y alegrías de la familia, todo lo cual puede llevar a una
consolidación cada vez mayor de la familia, con relaciones mutuas adecuadas y positivas.

A modo de conclusión parcial podemos expresar que:

 La mayor cantidad de padres de niños discapacitados auditivos al recibir la noticia de la anomalía


de su hijo, reaccionan con sorpresa, tanto si son padres de niños cuya deficiencia auditiva es
temprana como si los niños presentan una deficiencia tardía.

 No necesariamente los padres pasan por el segundo estadio, es decir para la incredulidad. En el
cual los métodos educativos más empleados por aquellos que la atraviesan son la tutela y la
imposición, ambos considerados como dos fenómenos con origen y consecuencias similares.

 La mayoría de los padres de discapacitados auditivos presentan relaciones características de la


tercera etapa, es decir, de la fase del miedo y la frustración, sin haber pasado en ocasiones por los
anteriormente descritas.

 El permanecer durante un tiempo más o menos prolongado en el tercer estadio conlleva a


afectaciones serias de las relaciones familiares, y en especial de las relaciones conyugales de los
padres, los que pueden elevar al divorcio inclusive, del cual culpan por lo general al “hijo
problema”, trayendo como consecuencia una actitud rechazante hacia niño en cuestión.

 Los divorcios encontrados en su mayoría ocurrieron en parejas que estaban afectados ya


anteriormente en cuanto a sus relaciones y su estabilidad.

 El método educativo más comúnmente encontrado en los padres cuyas reacciones son
características de la fase # 3 es de la imposición autoritaria, lo cual denota una no aceptación.

 Existe un número de padres muy reducido que se encuentran en el último estadio, de suerte que
son los más adecuados y adaptados a su situación, empleando un correcto método educativo con
sus hijos (cooperación).

III- Estudios realizados con familias de discapacitados visuales.

Estudios similares a los anteriormente expuestos hemos realizado con las familias de niños
deficientes visuales, encontrando resultados muy semejantes, aunque con sus especificidades.
Tal y como sucede con los familiares de los discapacitados auditivos, las de los discapacitados
reaccionan de forma sorpresiva ante la noticia de que su hijo presenta dificultades visuales, ya sea
dada la noticia en períodos muy tempranos de la vida del niño o posteriormente, debido a que la
pérdida es tardía. Existe cierta tendencia a sentir una sorpresa aún mayor en el caso de que la
pérdida visual ocurre en períodos posteriores o tardías del desarrollo del niño, recibiendo la noticia
como “un golpe duro” (8), experimentando como una conmoción.

Por ejemplo; un padre nos dijo: “yo nunca esperé que mi hijo quedara ciego algún día... cuando el
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médico me lo dijo creí que algo muy grande me pasaba... pero al mismo tiempo creí que no era mía
la noticia, no lo podía creer de lo asustado que estaba...en fin me sorprendí tanto... que hasta he
olvidado ese día”.
La madre de un niño ciego de nacimiento nos expresó: “claro que me causó asombro y temor la
noticia de que el niño no tenía un ojo y que al parecer no veía del otro, pero, hasta medio que me
consolé pensando que es preferible que nunca vea a que vea y luego deje de ver... de todas formas yo
hubiera preferido que viera siempre... pero bueno, que voy hacerle”.
Como se puede apreciar en los dos ejemplos anteriores, el primero está más cargado de asombro y
de inconformidad que el segundo, lo que reafirma las ideas expresadas anteriormente al respecto.
El estadio de la incredulidad lo encontramos con menos fuerza en las familias de los discapacitados
visuales, tal vez para ser la deficiencia visual una dificultad bastante palpable y evidente, aunque la
característica más sobresaliente en este caso resulte ser la búsqueda incesante de información
acerca de las dificultades visuales con el objetivo de conocer si tiene solución o no.
Por ejemplo una madre nos explicaba lo siguiente: “He ido a muchos médicos... para averiguar
qué tiene el niño en los ojos... aunque todos me dicen lo mismo, que tiene serias dificultades... que
será...vaya...siempre ciego... yo creo que él podrá ver algún momento... por eso es que sigo, insisto
en que lo operen...también he ido a la biblioteca a buscar libros, pero no los entiendo.
En el caso de los padres de niños discapacitados visuales encontramos que aquellos que transitan
por esta etapa utilizan una táctica educativa predominante: La Tutela, donde se destacan las
conductas sobreprotectoras hacia los hijos, centrados en la dificultad que acarrea el no ver, que lo
hacen sinónimo de inutilidad, pocas posibilidades de valores para sí mismo, él considera que será un
ser dependiente para toda su vida.
El estadio de la frustración y el miedo es mucho más fuerte en estos padres, reaccionando con mucha
ansiedad, culpabilidad, temores excesivos, piedad y lástima hacia el hijo. Similares dudas a las de
las familias de niños discapacitados auditivos surgen en este caso: se cuestionan la culpabilidad, el
origen, la posibilidad de haberse evitado, etc. Al mismo tiempo que surgen similares problemas en
relación a la estabilidad familiar, con respuestas muy semejantes y por cientos muy cercanos.
Por ejemplo unos padres nos referían al hablar del posible origen de la debilidad visual del hijo lo
siguiente: “Nosotros somos sanos, y nuestra familia también, por eso creemos que la culpa de que el
niño casi no vea la tiene el médico...el que hizo el parto... él seguro se descuidó y le cayó “agua de
la fuente” en los ojos...es la única explicación que hemos podido encontrar...,eso es lo que más nos
duele...sino hubiera sido un niño sin ningún problema”.
En este estadio encontramos mayoritariamente (89,6 % de los casos) que se emplea el mismo método
educativo referido anteriormente, la tutela, donde se ven también conductas sobreprotectoras de los
padres hasta tal punto que los niños ciegos tanto tempranos como tardíos se sientan abrumados por
las atenciones, los mimos y las suplencias de sus roles. La familia trata de realizar todo lo que el
niño desea o necesita, tratan además de evitarle todo género de situaciones difíciles y desagradables,
lo cual lleva a aislar al niño del mundo circundante, se le reducen de esta manera las posibilidades
de conocer lo que le rodea, a través del desplazamiento, la exploración, ya que limitan al niño de tal
forma que no lo dejan saltar, ni correr, ni trepar, y en ocasiones incluso hemos encontrado que no le
permiten caminar solo libremente y tampoco salir de la casa; no obstante, encontramos que como
son niños que asisten a las escuelas de educación especial para ciegos y débiles visuales en cierta
medida pueden compensar esto, ya que sí se les permite en la institución; es decir, en cierta medida
tiene esa posibilidad, lo que se completaría en el hogar de permitirles actividades semejantes.

Un ejemplo de esta actitud sobreprotectora la vemos en la madre de una niña ciega cuando nos
confiesa que: “mientras yo exista mi hija no tendrá problemas, yo la ayudo en todo, la llevo a todas
partes, yo soy su mano derecha... a veces eso me lo critican y yo no veo por qué... es muy fácil

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orientar cuando uno no es el que tiene el problema...pero yo que soy la madre le digo que eso es
así...”.
Con relación al último estadio encontramos un mayor por ciento de padres de niños discapacitados
visuales (20 %) con estas reacciones, caracterizándose por conductas adecuadas con relación a los
niños, es decir, son capases de brindarle apoyo sin sobreprotegerlo, permitiendo que el mismo se
relacione con el mundo, lo explore, no limitándolo, por lo que encontramos la misma táctica
educativa prevaleciendo: La cooperación, que reducen en beneficio del niño, como ya hemos
analizado.

A modo de conclusiones parciales de estos estudios podemos expresar que:

 La sorpresa es una reacción común en las familias de los niños discapacitados visuales tanto
temprano como tardíos, aunque existe una tendencia a ser más fuerte las reacciones en los padres
de niños deficientes tardíos.

 El estadio de la incredulidad en estas familias se caracteriza por una búsqueda incesante de


información sobre el problema, que no permite ocuparse de la dificultad del niño concretamente.

 No necesariamente los padres de estos niños transitan por esta segunda etapa; de hecho pocos
pertenecen a la misma.

 La fase de la frustración y el miedo la engrosan la mayor cantidad de padres, cuyas reacciones se


caracterizan por ser ansiosas, culpabilizantes, de temor, etc.

 El método educativo empleado primordialmente es la tutela, donde se destacan las conductas


sobreprotectoras hacia los niños, lo que perjudica su independencia y desarrollo adecuado.

 Existe un número reducido de padres que se encuentran en el último estadio (aunque es mayor el
número que el de los padres de niños deficientes auditivos), estos se caracterizan por emplear la
cooperación como método educativo.

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IV- Conclusiones

Nuestros estudios acerca de la familia de los discapacitados no han concluido, todo lo


contrario apenas comienzan. En las mismas hemos podido darnos cuenta que la familia
emplea uno u otro método educativo de acuerdo a una serie de parámetros que serán
necesarios explorar más detenidamente, tales como: el tratamiento que la sociedad en su
conjunto da al individuo anómalo, lo que se deriva de determinadas actitudes y valores
presentes, así como incluso prejuicios con relación a estas personas (dependientes,
desvalidos); otro parámetro resulta ser la propia personalidad de los padres que tiñe
evidentemente el tratamiento que dar al niño; por ejemplo si el padre o la madre es una
persona ansiosa, reaccionará con mucho más ansiedad ante la presencia de un hijo
discapacitado y su tratamiento estará en correspondencia con esa característica.

El Psicólogo debe conocer todas las características de la familia del niño anómalo de tal
forma que pueda ayudar a la misma, e influya positivamente en el niño discapacitado.

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NOTAS.

(1)- Tesis y resoluciones del I Congreso del PCC en “Sobre la niñez y la juventud” pp 28.

(2)- Sobre este particular se puede consultar el libro de S. A. Kirk, M. B. Karnes y W. D.


Kirk: “Educación familiar del subnormal, Capítulo I. “el problema de los padres”, donde
refieren los estadios de adaptación con sus reacciones típicas.

(3)- Para profundizar más en las diferencias tácticas educativas de la familia consultar el
artículo de A. V. Petrovsky “Psicología y prioridades de la educación familiar” de la Revista
Perspectiva de la UNESCO, volumen XIII, # 1, año 1983, pp 21-32.

(4)- Kirk,S.A. , M.B. Karnes y W.D. Kirk: obra citada.

(5)____________________________________: obra citada.

(6)- En el libro citado de Kirk, S.A. y otras se estudian estas fases en las familias de niños
retrasados mentales.

(7)- Kirk,S.A., M.B. Karnes y W.D. Kirk: obra citada.

(8)- Palabras como estas nos refieren los padres de niños deficientes visuales tardíos.

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Bibliografía.

1. Arés, P. (1992): Mi familia es asi, Ed. Ciencias Sociales, La Habana, Cuba.

2. Arés, P. (1989): Notas de Conferencias de Psicoterapia Infantil, entrenamiento, Fac.


de Psicología, U.H., (inédito).

3. Castro, P.L. (S/f): Sobre la familia con hijos discapacitados y la educación a los
padres, Ed. ligera, Mined, La Habana, Cuba.

4. Fundación Navarro Zola (S/f): ABC de la familia del discapacitado mental, Ed.
ligera, Ecuador.

5. García, M. T. (1990): La familia del deficiente Sensorial, en Investigaciones acerca


de la formación de las nuevas generaciones, Ed. U.H., La Habana, Cuba.

6. Mason, E.M. (1969): Orientación psicoterapeúticas de las madres de niños ciegos, en


Biermann, G, Tratado de Psicoterapia, T II, Barcelona, Ed. Espaxis. (pp 1189-
1196).

7. Núñez, B (1991): El niño sordo y su familia, Ed. Troquel Educación, B. Aires,


Argentina.

8. Petrovsky, A.V. (1983): Psicología y prioridades de la educación familiar, la Revista


Perspectiva de la UNESCO, Vol XIII, No.1, pp 21-32.

9. Schultz, P.J. (1980): How does it feel to blind? Los Angeles, Ed. Muse- Ed
Company

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