Está en la página 1de 5

Haced sitio a vuestro niño interior

Maestro Jesús
Canalizado por: Pamela Kribbe
Canalizaciones-Maestros Ascendidos

Queridos amigos,

Soy Jeshua. Estoy aquí, con vosotros. Estoy en el centro de esta habitación y os
tiendo mi mano. No solo estoy en el centro físicamente, sino también
simbólicamente. En vuestro propio centro, todos sois la luz de Cristo. Dejad que
nazca dentro de vosotros; prendedla en vuestras entrañas. Identificad mi energía
en eso que percibís —simplemente sentid quién soy. En el nivel más profundo
todos somos uno. Hay un único corazón al que estamos vinculados —el corazón
del amor. Sentid cómo os envuelven el cariño, la compasión y el amor que de
ahí manan hacia vosotros.
Tenéis mi más profundo respeto. Ya no me necesitáis como a ese maestro que
permanece a vuestro lado. Sois vosotros quienes habéis hecho posible que la
energía de Cristo despierte y florezca en vuestro interior. Lo hacéis al estar aquí
presentes y al compartir vuestras historias con los demás: vuestras esperanzas,
vuestros deseos, vuestro dolor y vuestra pena. Ese compartir con otros os sana.
Quitarse la máscara, mostrar vuestra humanidad y vulnerabilidad, y dejar que
vuestras emociones fluyan entre los demás es el único poder de verdad, pues es
entonces cuando sois realmente fuertes. Es entonces cuando generáis seguridad
y un espacio para la hermosa luz que vive dentro de vosotros, la luz que sois y
que os conecta con el corazón latiente de la energía de Cristo.
Os convertís en grandes maestros y en un ejemplo para los demás cuando
mostráis vuestra vulnerabilidad. Cuando os sanáis a vosotros mismos con
franqueza y os atrevéis a mostrar vuestro más hondo pesar, generáis a vuestro
alrededor un espacio de luz, y esa luz resulta contagiosa y atractiva para los
demás. Cuando alguien respeta profundamente sus propias heridas y expresa su
aceptación de manera evidente para los demás —un sonido, una voz, un gesto—
, ahí hay amor. Esa es la capa en donde pueden sanarse los viejos traumas: la
capa de la sinceridad, de la vulnerabilidad, y donde se hacen visibles vuestras
penas y heridas más enquistadas. Al hacerlo, las trascendéis. Sois la mano que
sostiene a vuestro niño interior herido y os convertís en esa mano a partir del
momento en que os apiadáis de ese pequeño.
Os elogio por vuestra valentía y perseverancia. Resulta muy tentador para quien,
como vosotros, ha pasado por tantas cosas, optar en algún punto por cerrar la
puerta, por desear no sentir más y por volver a poner barrotes en las ventanas y
a levantar muros para proteger la propia vulnerabilidad, el dolor, la soledad y la
falta de confianza en uno mismo. Pero lo que entonces sucede es que os
encerráis en una mazmorra que vosotros mismos construís y eso es lo más
doloroso que os podéis hacer. Es totalmente contraproducente, aunque ese
encierro es lo que vuestra sociedad y educación fomentan. Esas emociones
intensas de profunda desesperación, miedo y soledad a menudo asustan a los
demás, y por eso procuran esconderse de ellas y ocultarlas.
Los niños casi siempre aparecen en la vida de sus padres para poner el dedo
precisamente en algún punto sensible. Un niño a menudo despierta las
emociones que una persona más detesta o teme. Y el niño lo hace porque su
alma viene con el impulso incontenible de completarse, de vivir desde la luz y
la alegría. El niño no pretende herir ni hacer daño a sus padres, pero al empujar
contra el muro de resistencia que oponen, puede provocar una reacción en ellos.
Si los padres no están dispuestos a enfrentarse a su propio dolor y se afanan por
apartarlo, se genera una energía negativa que termina proyectándose en el niño.
Lo que hace que los padres, en cierto modo, lo consideren peligroso.
En este nivel de actividad inconsciente, los padres pueden cerrarse en banda y
dejar al niño fuera, mientras que, en otro nivel más consciente, desean hacer lo
mejor por él. Por lo tanto, los padres pueden tener la sensación de estar actuando
en función de los intereses del niño y de hacer todo lo que pueden por su bien,
aunque, en realidad y en un nivel menos consciente, lo que están haciendo es
bloquear al niño, impidiéndole ser quien de verdad es y no dejándole expresar
sus dones libremente.
Si ese niño es la expresión de vuestros sentimientos más profundos, entonces
no los estáis expresando directamente, sino que los estáis controlando. Por lo
tanto, vuestros sentimientos se hallan todavía en un nivel inconsciente y, como
consecuencia, el niño puede sentirse confuso y rechazado, si bien a nivel
consciente parece que no ocurre nada. En ese nivel, el niño recibe aprobación y
cumplidos por cosas que realmente no le importan, mientras que, a nivel
inconsciente, percibe señales de rechazo hacia lo que de verdad siente.
El niño tiene un fuerte deseo de adentrarse en un nivel más profundo, algo de
lo que ni siquiera es consciente, pues se trata de un «archideseo». Lo que el niño
busca en la familia es equilibrio, que es el impulso que ha recibido de su alma.
Y si, desde su inconsciencia, los padres se oponen a ese impulso, el niño
empieza a tener problemas. Todos vosotros conocéis esos problemas de primera
mano, porque todos habéis sido ese niño. Y ese niño es quien os habla hoy. En
este lugar, invitamos a vuestro niño a estar aquí enteramente tal y como es. Aquí
puede, por fin, ser.
Se requiere mucho valor para reconocer a este niño en su totalidad, para darle
espacio, para ensalzar sus maravillosas cualidades. «¡Qué bonito e inocente
eres, qué sabio; con qué acierto intuyes las cosas!». Verbalizar sinceramente
estas palabras supone ir en contra de vuestros padres, y vuestros padres han sido
durante largo tiempo vuestro punto de referencia: vuestra fuente de aceptación,
amor, protección y seguridad. Al no daros, debido a su propia inconsciencia,
ese reconocimiento, algo se desgarró en vuestro interior, vuestra confianza
quedó gravemente dañada y empezasteis a mostraros de manera distinta a lo que
realmente sois. Os afanasteis por adaptaros y por comportaros de un modo que
no era coherente con vuestros impulsos más íntimos y puros, y la vida se
convirtió en una lucha.
No necesito describiros lo que eso hizo a vuestras vidas: el sentimiento de estar
perdidos, la soledad y la corrosiva falta de confianza a la que todo ello conduce.
Todos lo habéis experimentado. Lo que ahora tenéis que hacer es darle a ese
niño interior —que aún vive íntegro en vosotros— el espacio que necesita. Y el
motivo de que hacerlo requiera de gran valentía por vuestra parte es porque os
va a suponer renunciar al «mundo». En vuestra infancia, vuestros padres eran
el mundo, constituían aquello de lo que dependíais para vuestro cuidado,
resultaban esenciales para vuestra supervivencia. Posteriormente, lo fueron
vuestros amigos, el colegio, los profesores; luego, vuestros jefes, empleados…
—todos ellos marcos y puntos de referencia externos.
Defender de verdad el impulso original de vuestra alma —vuestro niño
interior— implica darle la espalda al mundo exterior y decirle a ese niño:
«¡Estoy contigo! Por ti, voy a resistirme al poder del mundo. Lo dejo de lado
porque confío en ti. No me importa lo que los demás piensen y dejo pasar las
críticas de mis padres, amigos, parejas y jefes, porque veo tu belleza y sé que
mereces dejar que tu luz brille aquí».
Exige girar el rumbo y dirigirse con firmeza hacia el yo interior, y esto requiere
gran entereza y valor, porque antes o después se llega a un punto en el que uno
está realmente solo. Nadie más puede hacer ese «giro hacia dentro y darle la
espalda al mundo»; es un giro que se hace en solitario. Pero yo estoy aquí y os
aliento. Mi deseo es seguir señalándoos la exquisita belleza original de vuestro
niño interior, por mucho que vea asomar a vuestros ojos el miedo y la duda de
si seréis capaces de conseguirlo. Sabed que permaneceré aquí, junto a vosotros,
hasta que dejéis de necesitar mi apoyo. Pero sois vosotros quienes debéis hacer
ese cambio de rumbo, de hecho sois quienes lo estáis haciendo. Estáis a mitad
camino, algunos más cerca del principio y otros, un poco más lejos, pero nada
de eso importa, porque todos sabéis que ese es vuestro camino. Ese es el camino
del trabajador de la luz en la Tierra.
Una vez hayáis abierto ese espacio para vuestro niño interior, vuestra vida
cambiará. Despertarán en vosotros energías intensas y vuestra alma se arraigará
más profundamente en la Tierra. Emitiréis vuestra luz a los demás y, donde
antes veíais personas que os juzgaban, empezaréis a ver niños pequeños que
también andan perdidos. Las críticas ajenas dejarán paulatinamente de
importaros y os afectarán cada vez menos. Os mostraréis cada vez más firmes
y seguros —os convertiréis en maestros. Eso es lo que significa ser un maestro
o trabajador de la luz: orientarse hacia el propio fuego interior, hacia la pasión
que tira de vosotros desde vuestra alma. En ese momento, el niño interior queda
a salvo y redescubrís vuestra propia inocencia.
Todos habéis aprendido a desconfiar de vuestras emociones y a levantar muros
a su alrededor para tenerlas controladas, pero las emociones son indicadores
muy importantes para llevar a cabo ese cambio de rumbo. Como ya dije antes,
vuestro niño interior —el niño que fuisteis— se sintió en algún punto
desgarrado entre lo que sentía dentro de sí y lo que de él se esperaba en el mundo
exterior. La vida emocional del niño que fuisteis se vio influida por esas
expectativas y quedó confundida, por lo que ahora os parece que no siempre
podéis fiaros de vuestras emociones. Pero asumid que detrás de toda emoción
intensa se esconde una verdad. Puede que la emoción en sí misma sea
desproporcionada y os descentre, pero no os dejéis desanimar ni disuadir
cuando algo así ocurre. Si esa parte vuestra que está conectada con el niño
experimenta una emoción, es porque detrás de la misma se oculta una verdad.
Si respetáis a vuestro niño con sinceridad y amabilidad, y dejáis que la emoción
pase por encima de vosotros como si de una ola se tratara, no tardará en emerger
un mensaje. Y ese mensaje os estará dirigido a cada uno de vosotros: a cada
cual como responsable de su niño interior y a cada cual como alma que vive en
la Tierra con y a través de ese niño.
Ahora, prestad atención un momento y ved si hay algo que a vuestro niño
interior le gustaría que supieseis. Dejad que vuestro niño aparezca ante vosotros,
observadlo, apreciad su poder, su belleza, su originalidad y, al mismo tiempo,
su vulnerabilidad. En su vulnerabilidad, ese niño necesita, por supuesto, amor
y protección, y eso es lo que podéis darle ahora. Rodeadlo de cariño y seguridad.
Y luego preguntadle: «¿Qué hay en ti que quiere expresarse y manifestarse?
Dame tu mensaje, ayúdame a entenderlo con una emoción o una sensación en
mi cuerpo, con una palabra o por medio de un símbolo. Háblame». Y daos
cuenta de que, cuando vuestro niño aparece ante vosotros, es porque os habéis
girado hacia él y, por tanto, lo estáis escuchando. Lo importante es esa actitud
de escucha, porque el mensaje llegará. Y la condición para que eso suceda es
vuestra voluntad de respetar a vuestro niño interior.
No subestiméis la importancia de lo que estáis haciendo. Restablecer la
conexión con vuestra parte más original es lo hará que cambien este mundo y
esta Tierra. Hay en este planeta en el que vivís muchísimo dolor, mucha miseria
y muchas injusticias. El cambio se hará desde dentro, desde el corazón y el alma
de las personas, desde la manera en que se vivencien y respondan a sí mismas.
Es ahí donde tiene lugar el cambio auténtico, el cambio inspirado, y no desde el
exterior, desde el pensamiento o la acción, sino ante todo de dentro afuera, desde
el sentimiento, desde el corazón. Por lo tanto, cuando cada uno de vosotros, en
un gesto aparentemente íntimo y privado, respeta su dolor, sus heridas, está
haciendo algo por el mundo —lo está haciendo más liviano. En la superficie
nada parece haber cambiado: la contaminación no ha disminuido, no hay menos
guerras ni menos pobreza. Sin embargo, algo ha sucedido: se ha plantado la
simiente de un cambio drástico y real.
El auténtico cambio que este mundo espera es la apertura del corazón humano.
Primero, para uno mismo y para el propio niño interior herido; y a partir de ahí
se empieza a irradiar luz al resto del mundo. Y no es que en ese momento os
convirtáis en maestros omniscientes y capaces de hacer cualquier cosa —no,
precisamente sois muy humanos y seguís siendo vulnerables, pero ya no os
escondéis. Fluis con la vida y con todo lo que os trae. ¡Y en ese movimiento
fluido, abierto y vulnerable, se hacen visibles vuestra gran belleza y profunda
entereza!
Estoy aquí, con vosotros, como un amigo, un espíritu afín —os amo. Yo
también tengo un niño interior, un niño entusiasmado al volver a veros —mi
familia. He sido humano y conservo parte de mi humanidad, y aunque no estoy
en un cuerpo humano, ser humano es algo muy preciado para mí. Las
emociones, la profundidad y la intensidad de esa experiencia han quedado
ancladas en mi corazón. Estoy aquí no solo para transmitir ideas o información
desde mi mente, sino que también estoy presente desde mi esencia, mi centro,
y eso incluye a mi niño interior. Estoy aquí desde el amor, la amistad y la
hermandad. Os amo a todos y os saludo desde mi corazón.
Jeshua

También podría gustarte