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Son muchas las causas que provocaron la desmembración del Imperio Romano y el
establecimiento de las monarquías germánicas. Roma sufrió una crisis sin precedentes a lo
largo del siglo III, experimentando los primeros síntomas de debilitamiento.
Las guerras civiles, que convirtieron el Imperio en un inmenso campo de batalla provocaron un
frenazo a la expansión militar externa y a las actividades mercantiles dentro de sus fronteras.
Las ciudades romanas se convirtieron en centros de consumo más que de producción. Roma
dependía de los productos de consumo del exterior, lo cual provocaba una fuerte salida de
numerario que no se compensaba con la venta de productos propios. Todos los esfuerzos
realizados por los distintos emperadores en pro de mejorar la situación económica se
mostraron infructuosos, lo cual repercutió gravemente en la sociedad romana de la parte
occidental del Imperio, muy especialmente en las clases medias, que se verían obligados a
abandonar las ciudades para instalarse en villae rústicas.
En el área rural el declive de la sociedad esclavista no supuso el triunfo del trabajo libre sino su
hundimiento. Los pequeños propietarios empiezan a desaparecer, constituyéndose el
latifundio tanto económico como de relación entre honestiores y humiliores.
A pesar de los esfuerzos del emperador Diocleciano (284-305) por aplicar diversas reformas, la
crisis se agudizó en el siglo IV. Como consecuencia de todo ello, en los últimos años del Imperio
se produjeron revueltas campesinas tanto en contra los grandes propietarios como del propio
Estado romano, como sucedió en la Galia, Hispania o en el norte de África, donde tuvo lugar la
revuelta de los circumcelliones, ligada a corrientes espirituales de signo rigorista. Asimismo
crecieron los bagaudas, grupo integrado por pequeños agricultores y pastores libres a los que
se habían unido soldados desertores y algunos bandoleros, que protagonizaron distintos
movimientos de carácter social en la Galia e Hispania.
Con el término barbari se designaba a las poblaciones que vivían al otro lado de las fronteras
políticas y culturales. Roma había entrado en contacto con pueblos situados más allá de sus
fronteras, al norte del Danubio y al este del Rin, que pertenecían a muy diversas etnias,
aunque en su mayoría eran germánicos.
Ya en el siglo I a.C. los galos reclamaron ayuda a César para destruir el reino que el suevo
Ariovisto había fundado en la Alta Alsacia, siendo este rechazado al otro lado del Rin. Desde
entonces el río sería la frontera natural entre germanos y romanos, siendo los contactos cada
vez más frecuentes.
Desde el gobierno de Augusto (63 a.C.-14 d.C.) el limes se fue convirtiendo en el punto de
encuentro entre ambos pueblos, estableciendo estrechas relaciones comerciales y políticas
durante los largos periodos de paz. También desde tiempos de Augusto se produjo la
incorporación de germanos a las filas del ejército romano, primero como tropas auxiliares y
más tarde ocupando puestos de mayor responsabilidad, como en el caso del franco Arbogasto,
el vándalo Estilicón o Recimer, quienes sirvieron al Imperio como magister militum,
modificando el arte de la guerra para dotar a los pesados ejércitos romanos de una mayor
movilidad.
Hasta el siglo III Roma consiguió frenar el avance de estos pueblos, como sucedió durante el
reinado de Decio (249-251), Diocleciano (285-305) y Constantino (306-324), pero a lo largo del
siglo IV la invasión del Imperio por parte de los pueblos germánicos se tornó irreversible.
En 378 los visigodos, presionados al este por los hunos, se vieron forzados a cruzar la línea del
Bajo Danubio. El emperador Valente (364-378) trató de frenar su avance, pero sufrió una
terrible derrota en Adrianópolis el 9 de agosto de 378 que permitió a los visigodos esparcirse
por los Balcanes, además de costarle la vida. Desde este momento la instalación de los
germanos en el Imperio se convirtió en un proceso imparable.
El emperador Teodosio (379-395) fue el último reunificador del Imperio, acordando con los
visigodos su establecimiento en Mesia (Bulgaria) en 382. A pesar de todo, los gobernadores de
ambas partes del Imperio utilizaron a unos bárbaros para defenderse de otros bárbaros que,
pacífica o violentamente, iban cruzando el limes. Además, desde Constantinopla, con gran
habilidad, se desviaban hacia occidente las sucesivas oleadas de invasores, por lo que el
Imperio Romano de Oriente logró sobrevivir mientras que Roma sucumbió. No olvidemos que
los hunos y sus aliados, al principio acantonados en Oriente, se dirigieron hacia el oeste,
desencadenando la gran oleada migratoria de finales del siglo IV.
Los hunos a principios del siglo V estaban establecidos en Panonia (parte de Hungría, Croacia,
Serbia-Bosnia) y bajo la dirección de uno de sus principales caudillos, Atila, nacido hacia el 395
y conocido como el Azote de Dios”. Desde el principio este dirigió todas sus campañas hacia
Oriente, pero la atracción que sentía hacia Occidente y la propia debilidad del Imperio le
condujeron a realizar su primera incursión en 451, remontando el Danubio por su orilla
izquierda, atravesando el Rin y asolando Bélgica, incendiando Metz y alcanzando en mayo de
ese mismo año la ciudad de Orleans. Llegó a pretender casarse con Honoria, la hermana del
emperador Valentino III, quien, enfrentada a su hermano, había ofrecido su mano a Atila.
La caballería huna era numerosa e infatigable. El equipo de sus guerreros estaba constituido
por el arco reflejo, con flechas triangulares, la silla de montar de madera, el látigo, el lazo y la
espada de uno o dos filos. A pesar de sufrir una importante derrota frente a los visigodos de
Teodorico I en los Campos Cataláunicos el 20 de junio de 451 Atila lanza una ofensiva sobre
diferentes ciudades de Italia como Milán, Pavía, Padua, Mantua, Vicenza y Verona, llegando
incluso a las puertas de Roma, a la que respetó después de entrevistarse con el papa León I
(440-461). Cuando muere Atila la guerra entre los últimos dos hijos de este causó el derrumbe
de los hunos. Sus hazañas aparecen reflejadas en el Cantar de los Nibelungos, del siglo XIII,
poema épico de origen germano. Algunos de los pueblos germanos, como los burgundios,
adoptaron su estilo de vida.
Los visigodos, al sentir la presión de los hunos, motivaron a su vez que los vándalos pasaran al
norte de África, lo cual supuso un gran desastre para Roma al ser este su tradicional granero.
Por aquellos años también Britania quedó en manos de otros pueblos bárbaros, como eran los
anglos, los jutos y los sajones. Por otra parte, los burgundios se habían establecido en el valle
del Ródano, y distintos grupos de francos en el norte de la Galia, por lo que la autoridad
romana se circunscribía únicamente al territorio de Italia.
El Imperio fue languideciendo durante 23 años, durante los cuales los reinos germánicos solo
reconocían la autoridad imperial nominalmente. Roma fue atacada por los visigodos en 410 y
posteriormente saqueada dos veces por la marina vándala. Los emperadores abandonaron la
ciudad para instalarse en Rávena o Milán, perdiendo casi todo su poder. El jefe nominal del
ejército romano acantonado en Italia, Odoacro, depuso en 476 a Rómulo Augústulo,
considerando que el único emperador debía ser Zenón I (474-491). Odoacro obtuvo del
emperador la potestad del ejército y fue nombrado rey de Italia (476-493).
Desde 476 los diversos estados germánicos se establecieron por diversas partes del Imperio sin
que se produjese un sistemático despojo de los vencidos, salvo en el caso de vándalos y
anglosajones.
En el conjunto de los pueblos germánicos podemos distinguir dos categorías, los que fueron
absorbidos por otros reinos más fuertes, como los suevos por los visigodos o los burgundios
por los francos y los que no pudieron resistir a la contraofensiva bizantina como los ostrogodos
y vándalos. Por otro lado, aquellos que lograron sobrevivir a todas estas fluctuaciones, al
menos hasta la llegada del Islam a Occidente, es decir, los visigodos, francos, anglos y sajones.
Se admite la existencia de tres grandes movimientos migratorios entre los siglos IV al VII, como
apuntó Lucien Musset. En la primera oleada incluimos a suevos, burgundios, vándalos y godos.
La segunda estaría protagonizada por los francos, y la tercera por los lombardos.
3.1.1 Suevos.
3.1.2. Burgundios.
Aparecen en el siglo I en la región báltica, adentrándose después hasta las orillas del Vístula
medio. Por su lengua y tradiciones se les puede señalar como oriundos de Escandinavia. El
contacto que mantuvieron con Roma durante 140 años les permitió el desarrollo de cierta
actividad económica.
En 413 firmaron un foedus con el emperador y obtuvieron la parte de la Galia próxima al Rin.
Fueron un pueblo extremadamente fiel a los acuerdos alcanzados con Roma. La ley de los
burgundios, llamada ley Gombeta, probablemente por el rey Gondebaldo, que la hizo redactar
en torno al año 500, es una de las leyes bárbaras más romanas y proclama explícitamente la
identidad de condición entre romanos y burgundios.
A pesar de esta armonía interior, el Estado burgundio no era muy viable, estaba situado en una
región de considerable importancia estratégica y económica, y tenía una base étnica
demasiado estrecha para rechazar a sus competidores francos y godos. Los merovingios
derrotaron a Godomaro, último rey burgundio, y ocuparon todo su territorio, aunque
respetaron las instituciones y la nacionalidad burgundias.
3.1.3. Vándalos.
Aprovechando la guerra civil que se produjo en el Imperio entre los años 428 a 432, un grupo
de ochenta mil vándalos ocupó el norte de África. Era este un pueblo que aparece por primera
vez en la Historia en torno al siglo I en la orilla del Báltico. El nombre de vandali designa a un
vasto grupo de pueblos cuyo hábitat se sitúa hipotéticamente hacia Pomerania. Los primeros
movimientos hacia el Imperio se produjeron en 171 cuando las tribus de los asdingos
intentaron penetrar en la Dacia. Poco antes de 400 los asdingos, empujados por los hunos,
partieron hacia el oeste remontando la orilla izquierda del Danubio. En el camino se
encontraron con los silingos, estableciéndose cierta coordinación entre las dos facciones.
Consiguieron pasar la Galia, pero un doble contraataque romano los impulsó a cruzar los
Pirineos.
Hispania se encontraba por entonces sumida en una guerra civil, por lo que no encontraron
ninguna resistencia. Aslingos y silingos ocuparon el noroeste de Galicia y las ricas regiones de
la Bética respectivamente. Enviado Valia desde Roma a poner orden los vándalos tomaron
contacto con el mar, llegando a convertirse en unos piratas temibles. En 426 atacan las
Baleares y Mauritania, y en 428 toman la base naval de Cartagena. En mayo de 429 hubo una
concentración de expedicionarios en Tarifa, desembarcaron en Tánger y en poco más de un
año habían recorrido más de dos mil kilómetros. Saquearon Cartago y demolieron sus edificios.
Posteriormente invadieron el resto de África hasta Tripolitania. Los romanos, incapaces de
rechazar a los vándalos, les propusieron un foedus.
Los vándalos no solo ocuparon las tierras de los romanos sino que también asumieron sus
gustos, como las termas y el circo. Su rey Genserico dictó disposiciones para mantener la
unidad de mando. Su principal objetivo fue la expansión contínua. Desde Cartago la flota se
introdujo en Sicilia en 440, aunque la verdadera conquista no se produjo hasta 468. Esta isla
era especialmente importante, pues constituía la principal escala en el transporte de grano
desde África hacia Roma. Hacia 455 Genserico tomó Córcega y Cerdeña y, sin duda, también
las Baleares. Paralelamente efectuaban incursiones en las costas españolas, italianas y griegas
que culminaron con el saqueo de Roma en 455. Los vándalos mantuvieron esta actitud
agresiva hasta la muerte del monarca en 477. Su obra fue efímera y sucumbieron ante el
emperador bizantino Justiniano.
3.1.4. Godos.
Los godos consiguieron una síntesis de los elementos germánicos y romanos. Fue el único
pueblo que dispuso de una cultura intelectual autónoma. Desde Escandinavia se instalaron en
la zona meridional del Báltico, aproximadamente en el actual litoral polaco. Hacia 230 los
godos están asentados al noreste del mar Negro, entre los Cárpatos, el Don y el Vístula,
formando un estado con el centro en el valle del Dnieper. Como todos los vecinos del Imperio
los godos proporcionaron a Roma reclutas y cobraron tributos. En 332 Roma estableció un
foedus con los godos que fue respetado durante 35 años, lo que dio lugar a un notable
intercambio de conocimientos y dio lugar a la adaptación del cristianismo entre los godos. El
ataque que sufrieron de los hunos en 375 los obligó a pedir asilo al Imperio, el cual los acogió
instalando a su mayor parte en la Tracia. El resto de población goda remontó el Danubio por su
parte izquierda y se estableció en los Cárpatos y en Moldavia bajo protectorado huno.
Es entonces cuando se produce la división entre visigodos y ostrogodos, pasando los primeros
al Imperio y permaneciendo al norte del Danubio los segundos.
3.1.4.1. Visigodos.
El emperador Valente puso duras condiciones a los visigodos que se habían quedado en la
Tracia, lo que ocasionó su rebelión en 377, produciéndose la batalla de Adrianópolis el 9 de
agosto de 378, en la que murió el emperador. A pesar de la firma de sucesivos foedus, los
visigodos continuaron sus incursiones a través de la península balcánica hasta que el rey
Alarico decide trasladar a su pueblo a Italia en 401. Se instala primero en el Véneto, pasando
luego a Milán. En 408 llega a Roma sin encontrar apenas resistencia. Al no llegar a ningún
acuerdo con el emperador Honorio decide saquear la ciudad el 24 de agosto de 410.
3.1.4.2. Ostrogodos.
Después de la batalla de Adrianópolis en 378 los ostrogodos se dividieron en dos grupos. Uno
asentado en Panonia que se mantuvo como fiel vasallo de Atila acompañándole por la Galia e
Italia, aunque cuando sucumbió el poder huno este grupo se mantuvo neutral. El segundo se
había pasado al servicio del Imperio, acantonado en la península de los Balcanes, sirviendo
como intermediario entre Constantinopla y los ostrogodos. Hacia 482 sus supervivientes se
unieron a Teodorico el Grande (474-526).
Teodorico intentó formar una especie de confederación de monarcas germanos del Occidente.
Contrajo matrimonio con una de las hijas del rey franco Clodoveo al tiempo que casó a una de
las suyas con el burgundio Segismundo y a otra con el visigodo Alarico II. Casó también a su
hermana con el vándalo Trasamundo. Alista en su clientela a los hérulos de Panonia, los vanos
del Rin, los alamanes vencidos por Clodoveo, acoge a todos los guerreros disponibles y paga
unas soldadas tan buenas que incluso acuden de Escandinavia.
El centro del Estado fue Rávena. Teodorico fue el único rey bárbaro que acogió el concepto
romano de capital. Levantó palacios, iglesias, baptisterios e incluso su propia estatua ecuestre.
Durante los 36 años que duró su reinado Italia gozó de paz, aunque en los últimos años de su
vida se preparó una crisis en su sucesión. Atalarico, su nieto, reinó bajo la regencia de su
madre Amalasunta, y murió sin dejar sucesión. Los problemas surgidos en el gobierno de los
ostrogodos provocaron la intervención del emperador bizantino, Justiniano.
Son uno de los pueblos germánicos que aparecen más tarde, pero será el único pueblo que
ejercerá una influencia notable y duradera en toda la Historia de Occidente. Se supone que
aparecieron de la agrupación de distintas poblaciones provenientes del Rin inferior. Su avance
por el Imperio se produce de dos formas muy distintas. Por un lado se fueron incorporando al
ejército romano desde el siglo IV y, por otro, fueron colonizando lentamente zonas
abandonadas del interior del Imperio.
La historia de los francos comienza a ser conocida cuando Clodoveo asciende al trono en 481,
en el pequeño reino de Tournai que había heredado de su padre Childerico I e inaugura la
dinastía merovingia. Realizó varias campañas destinadas a engrandecer sus dominios contra
turingios, alamanes, burgundios y, especialmente, contra los visigodos, a los que derrota en la
batalla de Vouillé en 507 apoderándose de Tolosa. Se convirtió al catolicismo tras casarse con
Clotilde, posteriormente canonizada como Santa Clotilde, lo que supuso la conversión de todos
los francos al catolicismo, siendo el primer reino bárbaro católico del Occidente. Clodoveo se
convierte en el brazo armado de la Iglesia y las siguientes campañas que emprendió se
convirtieron en cruzadas contra arrianos y paganos. En los últimos años de su reinado eliminó
a los reyezuelos francos e instaló su residencia en París. El reino merovingio se convirtió en una
síntesis innovadora entre elementos romanos y germánicos.
Clodoveo muere repentinamente en París en 511. La conquista franca continuó hasta 560
aproximadamente. Los hijos de Clodoveo arrebataron Provenza a los ostrogodos, impusieron
el protectorado franco a los turingios, alamanes y bávaros, y fueron entre 540 y 550 señores
del norte de Italia.
La más devastadora de las invasiones germánicas estuvo protagonizada por los lombardos.
Aunque sus orígenes no están claramente definidos, la historia encuentra a este pueblo a
orillas del Elba. A mediados del siglo V se hallaban en un sector de la actual Austria, pero a
comienzos del siglo VI se trasladan a Panonia y se convierten en jinetes seminómadas.
El reino lombardo prospera gracias a la gran ruta comercial entre Aquilea, próxima al mar
Adriático, y el Báltico. Su expansión se vio favorecida por la destrucción del Estado ostrogodo,
momento en el que los lombardos deciden abandonar Panonia e instalarse en Italia. El rey
Alboíno se hace con el poder en Aquilea y va conquistando poco a poco los castella del Véneto.
En poco más de un año ocupa la llanura del Po y toma Milán. Dos años después arrebata Pavía
a los bizantinos.
Esta expansión no fue acompañada de una sólida organización política. El poder residía en
jefes de bandas. Sus ejércitos vivían del botín, lo que provocó el caos en Italia. Su
asentamiento se produjo mediante la forma de colonización militar. La aristocracia romana fue
eliminada en tanto que fuerza política y social. No obstante, los romanos transmitieron a los
lombardos su carácter relativamente urbano y su latinidad. Pablo el Diácono, monje
benedictino e historiador de los lombardos, fallecido en 799, contribuirá al renacimiento
carolingio. Su arquitectura estaba basada en la arquitectura cristiana primitiva y romana con
notables aportaciones orientales. Son muy conocidas las “bandas lombardas”, pilastras o fajas
verticales que sobresalen del muro y están unidas a la parte superior por unas arcadas. Entre
las obras más importantes de la arquitectura lombarda podemos citar San Ambrosio de Milán
y San Miguel de Pavía. Sin embargo, el derecho y el ejército propiamente lombardos fueron
eliminados o asimilados por los francos después de la destrucción del reino por Carlomagno.
Al mismo tiempo que se producen las grandes migraciones terrestres se producen en las zonas
costeras de Europa del noroeste unos movimientos marítimos que se abren con las
expediciones de los hérulos, residentes en la Dinamarca oriental. El siguiente movimiento, que
también se inició con la piratería, tuvo un carácter de conquista y colonización, y fue
protagonizado por los anglos, los sajones, los frisones y los jutos, quienes desde Jutlandia y el
Rin se dirigieron a Britania.
No hay una explicación clara sobre cuál fue el motivo que provocó estos movimientos. Se han
alegado causas demográficas, geológicas, progresos en la construcción naval o la existencia de
posibles tesoros monetarios escondidos en las zonas costeras.
La conquista de Britania debió producirse a mediados del siglo V. Los sajones fueron ocupando
el tercio oriental. La colonización ocupó las tierras arables avanzando a través de los valles. La
conquista sajona no adquirió un estatuto regular hasta la fundación de los principales reinos a
partir de mediados del siglo VI, cuando cesaron los desembarcos procedentes de ultramar.
Hacia finales del siglo VII el espacio donde nacería la Inglaterra medieval estaba totalmente
ocupado, y la lengua inglesa había triunfado en casi todas partes. De hecho el inglés solo ha
tomado del bretón unas 15 o 16 palabras y los nombres de algunos grandes ríos como el
Támesis y los de algunas ciudades como Londres, York o Lincoln. Siete de los reinos formaron
la llamada heptarquía anglosajona, integrada por tres estados de fundación sajona, Essex,
Sussex y Wessex, otros tres creados por los anglos, Mercia, Anglia Oriental y Northumbria y
Kent, fundado por los jutos.
4. Estructuras políticas.
La formación de las diferentes monarquías surgidas en este tiempo tuvo una influencia notable
en el grado de romanización de los distintos pueblos germánicos. Estos reinos se desarrollaron
entre los siglos IV y VIII, en los cuales se desarrollaron importantes transformaciones, por lo
que, a pesar de la fuerza perdurable del legado romano, las estructuras políticas emergentes
en los siglos VI, VII y VIII deben entenderse en sus propios términos.
Las formas concretas en las que surgieron los líderes políticos y las instituciones en los siglos V
y VI son a menudo oscuras. En el caso de Britania la arqueología evidencia que esos pequeños
reinos empezaron a cristalizar a partir del 600, sin embargo en el continente estos datos son
mejor conocidos debido a la existencia de fuentes escritas, donde se pone de manifiesto que
los nuevos reyes gobernaban sobre una población mixta.
En términos generales podemos afirmar que la forma de gobierno de estos reinos era una
combinación de estructuras heredadas y procedimientos e innovaciones diseñados para
adaptarse a las circunstancias locales y puntuales, por lo que se puede afirmar que los reinos
bárbaros encajaron en las antiguas estructuras administrativas romanas de provincias,
ayudados por las divisiones en civitas, que fueron tomadas de la Iglesia para definir las diócesis
episcopales. Las unidades pequeñas como la diócesis y el condado eran administradas por
oficiales que actuaban en nombre del rey. El conde o su equivalente tenían poder para
administrar justicia, acuñar moneda, así como la obligación del mantenimiento de caminos y
puentes y de convocar al ejército para las campañas militares. Podían ejerces este cargo
hombres locales o cualquier otro procedente de otras tierras.
La institución básica de estos países es la realeza. El rey era el líder del ejército, era el
responsable del mantenimiento de la justicia y la paz y promulgaba la legislación asesorado
por sus hombres principales. El elemento guerrero de la monarquía era primordial en su
funcionamiento.
Los reyes germánicos estaban investidos de poderes amplísimos. En ellos prevalecía el ban o
poder que todo monarca germano tenía para impartir órdenes o dictar sentencias. En algunos
casos se intentó una dignificación de la persona del monarca, como en el caso de los visigodos,
que eran ungidos al ascender al trono, lo que daba un carácter sacro a su función.
Aunque en su origen la monarquía era electiva, con el tiempo tendió a vincularse a una
dinastía o familia, aunque no tuvo el mismo carácter en todos los pueblos. Por ejemplo, en el
reino vándalo, Genserico quiso imponer el sistema agnático de sucesión al trono, por el cual el
reino no podía pasar al mayor de los príncipes pertenecientes a la familia reinante hasta la
segunda generación hasta que no hubiera fallecido el último de los miembros de la primera, de
modo que los hermanos del rey muerto tenían preferencia de sucesión sobre los hijos del
difunto, lo que fue origen de muchas rencillas y disputas. En el caso visigodo existen evidencias
de este mismo sistema, aunque se suele hablar de un sistema electivo. En el reino merovingio
el rey se consideraba el propietario del territorio, lo cual le permitía dividirlo entre sus hijos. En
los reinos anglosajones los gobernantes eran escogidos entre los varones de un grupo
parentelar, no produciéndose la sucesión dinástica hasta el siglo XI. En el reino franco y en el
Imperio Bizantino la posición de la reina era debida en parte a su capacidad para dar a luz a
futuros herederos masculinos.
La corte se situaba donde estaba el rey. De hecho hasta 576 no se establece en Toledo la
capitalidad del reino visigodo.
Entre los funcionaros del Palatium o Curia central existían algunos cargos de origen romano,
como el refrendarius o jefe de los escribas, el comes stabuli, caballerizo mayor o condestable,
los comites consistoriani o condes consistoriales de la Italia ostrogoda, el cubicularius, tesorero
real o chambelán, los camerarii o camareros, el senescal o jefe de los domésticos, de origen
germánico como el mariscal o jefe de la caballería y las armas reales. La explotación de las
circunscripciones reales o fisci estaba regida por los domestici o intendentes.
4.2. Instituciones.
Las asambleas eran el principal medio de gobierno. Eran grandes reuniones de magnates laicos
y religiosos.
Los reyes visigodos del siglo VII gobernaron principalmente a través de grandes y complejos
concilios que solían celebrarse en la ciudad de Toledo. Con el tiempo estas grandes asambleas
fueron sustituyéndose por asambleas parciales. Leovigildo organizó con sus nobles el consejo
palatino o aula regia. El orden del día y las decisiones de estas asambleas de los siglos VIII y IX
se presentan en capitularios, actas conciliares y cartas de folio único donde queda constancia
escrita de las disposiciones legales.
4.3. Leyes.
El notable aumento del ejército y del gasto público entre 395 y 476 trajo consigo un grado de
organización logística y económica sin precedentes.
5. Desarrollo artístico.
El desarrollo artístico de este periodo se conoce como arte prerrománico. En las antiguas
provincias del imperio de Occidente comienza a desarrollarse un arte más sencillo que servirá
de base al estilo románico.
En Hispania los visigodos inaugurarán su propia tradición unida a las influencias bizantinas y las
del norte de África, como en la iglesia de San Juan de Baños en Palencia, mandada construir
por Recesvinto, o San Pedro de la Nave en Zamora. Cerca de Braga se conserva la iglesia de San
Fructuoso de Montelios de planta de cruz griega, similar a la iglesia de los Santos Apóstoles de
Constantinopla.