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Socorro Ramírez
La Constitución ecuatoriana fue aprobada con una mayoría tan amplia que sobrepasó a los votos de sus
opositores por más del doble (63,93% contra 28,10%) y logró la alta meta que se había impuesto el
gobierno cuando convocó la Asamblea Constituyente: que el SI superara a la suma de los NO, los votos
nulos (7,23%) y los votos en blanco (0,75%). Ese amplísimo apoyo consolida un nuevo momento en la
historia ecuatoriana, lleno de expectativas, de oportunidades y de riesgos.
La nueva constitución abre un período de transición que se confía a una comisión legislativa especial o
“Congresillo”. La Comisión debe acabar de redactar algunas normas que había esbozado la Asamblea
Constituyente y debe adoptar leyes fundamentales para poner en marcha el nuevo marco constitucional.
Al mismo tiempo continuará la agitación electoral con miras a febrero de 2009, cuando los ecuatorianos
elegirán presidente, vicepresidente, alcaldes y prefectos locales.
En estos seis meses de transición y de campaña, lo más difícil para el gobierno de Correa no será ganar
las elecciones de febrero - pues ya lleva ventaja- sino hacerle frente al debate político en torno al régimen
de transición que puede concentrar el poder en el Ejecutivo. Y la real prueba de fuego vendrá después,
cuando concluyan los dos años de campaña electoral y la nueva constitución tenga que ser aplicada.
Los observadores internacionales y distintos sectores ecuatorianos han calificado las votaciones del
pasado 28 de septiembre como una jornada tranquila, bien organizada y con resultados transparentes. La
voluntad cívica se expresó en forma pacífica, las juntas receptoras del voto ayudaron a los electores, y se
ofrecieron facilidades tanto a las personas con algún tipo de discapacidad como a los residentes en el
exterior.
Varios analistas y observadores internacionales formularon, sin embargo, diversas anotaciones críticas
tanto a la Asamblea Constituyente como a la campaña electoral. La Unión Europea, por ejemplo, señaló
que, aunque el referendum estuvo “bien administrado en términos generales“, los ocho meses para
elaborar la Constitución “parecieron insuficientes“, los partidarios -tanto del SI como del NO- irrespetaron
el período de silencio tras el cierre de la campaña, hubo favorecimiento a la opción del SI desde el
gobierno central y desde algunos gobiernos locales, faltó imparcialidad en los medios de comunicación
estatales y no se cumplió la prohibición de usar recursos o publicidad oficial durante la campaña.
El jefe de la misión de observación de la OEA dijo que la confrontación durante la campaña del referendo
y la descalificación de los adversarios desplazaron la discusión y la reflexión sobre el proyecto de
constitución, lo que no contribuye a construir los consensos necesarios para darle una real vigencia a la
Carta. Agregó que sería necesario aplicar límites al gasto electoral, y vedas a la publicidad del Estado y
de los municipios.
En cuanto a la denuncia sobre la presunta alteración del texto constitucional que fue aprobado por la
Asamblea Constituyente el 24 de julio y que no correspondería con el que fue sometido a referendo, la
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Ecuador: triunfos que imponen retos
Misión Carter considera que ésta debe ser procesada de manera pronta y transparente por las
instituciones locales correspondientes, aunque anota que el texto votado es el mismo que fue publicado
en la Gaceta Constituyente y entregado al Tribunal Supremo Electoral, órgano que lo distribuyó
masivamente a la ciudadanía.
Por estas y otras razones, la oposición afirma que, así la jornada electoral fuera tranquila, bien organizada
y transparente, la campaña estuvo viciada dado que diferentes ámbitos gubernamentales usaron recursos
públicos, hicieron publicidad y se dedicaron a promover el SI. Señalan, además, que la comisión de
redacción de la Constitución no sólo ajustó el texto para mejorar la redacción y eliminar las repeticiones,
como dijo el gobierno, sino también para mutilar artículos e incluir otros nuevos o que no habían sido
discutidos. Agregan que, si los asambleístas no dispusieron del tiempo suficiente para revisar y
comprender el Proyecto de Constitución, mucho menos lo tuvo la población, que habría votado seducida
por la oferta gubernamental de bonos, préstamos y subsidios.
El triunfo enorme de Correa se explica no sólo por la práctica tradicional de usar recursos del Estado con
fines electorales - como sostiene la oposición- sino, entre otras cosas, porque el Presidente ha dado
mayores muestras de coherencia que sus antecesores, quienes también llegaron al poder montados en
discursos contra la política y los políticos y con proclamas antineoliberales, pero una vez en el gobierno
actuaron de manera completamente distinta.
Correa ha obtenido logros importantes. Con gran habilidad ha demostrado que puede enterrar la “
partidocracia” y el “neoliberalismo” que ocasionaron graves daños sociales e institucionales, ha obtenido
mayores ingresos petroleros no sólo por los altos precios del crudo sino por la reversión de antiguos
contratos, y acaba de anunciar que pagará la deuda externa si las condiciones del país lo permiten, pero
que, si se produce una crisis económica, la variable de ajuste será la deuda externa y no la deuda social -
y que en todo caso la parte “ilegítima” del pasivo podría quedar sin pago.
Con esas banderas y como líder carismático con gran capacidad de sintonizarse con la opinión, Correa ha
superado lo que el analista Simón Pachano llama “la maldición de los gobernantes ecuatorianos” de las
últimas décadas, que no terminaron su mandato y cuyos partidos sólo ganaron la elección que los llevó al
poder. Luego de esa secuencia de presidentes débiles y sin margen de maniobra, Correa ha triunfado en
cinco elecciones realizadas en menos de dos años -las dos vueltas de la presidencial, la consulta sobre
Constituyente, la escogencia de asambleístas, la aprobación del Proyecto de Constitución- y ahora se
lanza triunfante a elecciones generales que incluyen hasta su propio mandato.
A diferencia de sus antecesores, Correa ha amenazado varias veces con su renuncia para presionar
algunas decisiones, y la población ha concurrido a las urnas para apoyarlo. Así sucedió en los referendos
para convocar la Asamblea Constituyente y para ratificar la nueva Constitución. En un sentido similar, ha
planteado las últimas campañas como un referendo sobre su gestión. Por eso había dicho que si ganaba
el SI no sería necesario ratificar su mandato, pero en realidad la nueva Carta le permite volver a
comenzar su periodo y tener ocho años por delante, gracias a la opción de reelección inmediata por una
sola vez.
El contundente triunfo electoral le da a Correa una ventaja en la disputa interna de Alianza País, frente a
un sector importante tanto en número (izquierda y movimientos indígenas) como en liderazgo (de ese
sector hace parte Alberto Acosta, ex presidente de la Asamblea Constituyente y tradicional dirigente de la
izquierda ecuatoriana). Y Correa, que requiere el apoyo unificado de su movimiento para las elecciones
que se avecinan, necesita evitar a toda costa que en su interior surja una oposición radical conformada
por quienes lo acusaron de “traición” y a quienes Correa, entre muchos epítetos, calificó de “infiltrados“.
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Por eso, a primera hora del día de las votaciones, el Presidente visitó a Acosta, quien se mostró partidario
de que el movimiento someta a elecciones primarias las nominaciones para las candidaturas, con
excepción de la Presidencia, la cual, dijo, “está definida, porque Correa es el líder indiscutible, no solo en
Acuerdo País sino en el país entero“.
Derrota de la oposición
El NO fue significativo sólo en tres de las 24 provincias ecuatorianas. En Napo el triunfo opositor fue
contundente (NO 55,43%, SI 38,79%) en buena medida por acción del expresidente Lucio Gutiérrez. En
Orellana el resultado fue ajustado (SI 46,73%, NO 45,87%) debido a una controvertida acción del
gobierno contra la ex prefecta, maltratada cuando fue detenida y cuya liberación, luego de ser absuelta,
tardó en ejecutarse inexplicablemente. En Guayas la administración provincial, desgastada luego de
muchos años en el poder, resultó derrotada (SI 51,02%, NO 41,21%) pero en su capital, Guayaquil, el NO
ganó por un estrecho margen (46,97 contra 45,67%).
El caso de Guayaquil es el más significativo, pues se trata del municipio más grande del país y de un
puerto con gran dinamismo económico, a diferencia de Quito, donde el Estado y el gobierno son el motor
de todas las actividades. Es en Guayaquil donde, desde la conformación de la república en el siglo XIX,
se ha expresado un fuerte regionalismo en disputa con la capital. A ello se añade que, en las últimas
décadas, se ha producido una fuerte identificación entre la comunidad y el alcalde Jaime Nebot, quien es
percibido como la segunda figura después del Presidente y, como tal, expresa posiciones nacionales y no
sólo regionales.
Por esas razones y porque se trata del único referente opositor con fuerza política significativa, el alcalde
Nebot, del Partido Social Cristiano, se consagró como cabeza visible y como principal bastión de la
oposición. Además, desde el comienzo de su gobierno, Correa lanzó una ofensiva para derrumbar las
bases del regionalismo guayaquileño, convirtiendo así a Nebot en su mayor contrincante.
El estrecho margen de diferencia en las encuestas entre los partidarios del SI y los del NO llevó a Nebot a
advertir que si triunfaba el SI en Guayaquil no seguiría al frente de la alcaldía pues “si la ciudad no me dio
el aval cívico, les deseo la mejor suerte a Ecuador y a Guayaquil. Pero no puedo pasar de una vida
exitosa a ser una persona maniatada. No habrá la fuerza moral, cívica y democrática para hacer respetar
nuestro modelo de desarrollo“.
Así, hasta en Guayaquil, pese al triunfo del NO, los antiguos partidos políticos quedaron mal parados o
sepultados. Y fuera de allí, la oposición no contó con liderazgo, organización, estrategia, estructuración ni
alternativas. A veces se sintió más la oposición de la Iglesia Católica y de los medios de comunicación
que la de los partidos tradicionales. Algunos quisieron suplir esas deficiencias con los “Consejos de
Jóvenes” - venezolanos opositores- que fueron invitados al Ecuador. Pero la derrota de la oposición
equivale al entierro de la partidocracia.
El triunfo del SI no es sólo la aceptación del texto abigarrado y reglamentarista de más de 500 artículos
(444 del cuerpo principal, mas 30 transitorios, mas 30 adicionales del régimen de transición). Es,
además, la validación de muchas decisiones que la Asamblea Constituyente tomó por mayoría, algunas
de las cuales, según la oposición, estarían por fuera del mandato otorgado en la consulta.
El triunfo del 28 de Septiembre también le despeja el camino al proyecto político de Correa, quien ha
dicho que su país requiere de un cambio “profundo, radical y rápido“, basado en una “revolución
ciudadana” que, presenta como “la última oportunidad pacífica” para cambiar una historia de injusticia y
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desigualdad.
El texto ha sido calificado como centralizador y estatista, pues otorga al Presidente facultades e
instrumentos legales que, según teme la oposición, podrían permitirle un rápido y fuerte control
institucional y de los poderes del Estado. De hecho, el Congresillo puede elegir a los miembros de la
Corte Suprema de Justicia, de los organismos electorales y del consejo de “participación ciudadana y
control social“, además del contralor, el defensor del pueblo, el fiscal general, el procurador y los
superintendentes de empresas, telecomunicaciones y seguros.
Los apartes constitucionales que más consenso generan son los referidos a los derechos individuales y
sociales, así como el énfasis en la protección del ambiente, que se convierte en sujeto de derechos - los
cuales pueden ser demandados por cualquier ciudadano y tutelados por los jueces-. Además, el
desarrollo sostenible se plantea como base de los derechos colectivos, ante todo, de los pueblos
ancestrales y las nacionalidades indígenas.
La nueva Constitución asigna la custodia y respeto de las soberanías nacionales a los pueblos, de
manera indelegable. Establece, además, que la economía no tiene por objetivo el crecimiento sino el buen
vivir, que debe ser conseguido con la soberanía alimentaria y económica, con la regulación del sistema
financiero o el endeudamiento público, con la propiedad o el trabajo para hacer efectivos los derechos
sociales. También coloca al ser humano y al trabajo como soportes de la construcción del desarrollo, de la
economía, de los tres cuerpos legales, y como centro de la actividad del Estado; y a la justicia y la
redistribución de la riqueza como ejes de la gestión pública.
Otro tema controversial se refiere al poder denominado “de transparencia y control social“, que constituye
a los ciudadanos en garantes y fiscalizadores de todos los actos de la administración estatal, con
representación de la sociedad civil organizada. La crítica se refiere al “consejo de participación ciudadana
y control social“, que, sin ser elegido, asume muchas facultades parlamentarias, y podría terminar en
ampliación del poder gubernamental.
Una vez pasen los dos años de transición y campaña electoral y una vez Correa sea ratificado, cuenta
con todos los instrumentos legales, con el apoyo popular y con la posibilidad de gobernar hasta 2017,
para mantener la unidad nacional y aplicar la nueva Constitución. Entonces tendrá que cumplir y mostrar
resultados, pues el pasado ya no servirá para explicar los problemas. Será evaluado por su competencia
y tendrá que responder por sus actos y omisiones.
Correa está obligado a resolver los problemas más acuciantes del país - y más ahora que ronda la
incertidumbre económica-. La inversión extranjera se ha paralizado y en los dos años que lleva de
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