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Asunto: LAS LEYES DE LA DRAMATURGIA
Dos factores habría que analizar primero para tratar de explicar la irregularidad
del uso de las “leyes” de la dramaturgia en la programación dramatizada de la
Televisión Cubana:
Para resumir, creo que se trata de capacitar a los dramaturgistas (asesores), ser
flexible para lo excepcional e imponer la estructura clásica como norma.
Victor, hermano:
¿Te acuerdas que en el Congreso estuvimos hablando de una tercera estructura dramática?
Mira, ahora la Gaceta me trae un ejemplo y no de un europeo, bueno…, sino de alguien
cercano. El articulista no da pie con bola, Severo no tiene nada que ver con los autores que
menciona ni estos con la estructura de carnaval o “menipea”. Pásale la mirada a esto y
dame tus opiniones.
Un abrazo,
Gerardo.
Hemos señalado en distintos momentos de este libro la condición sustentadora de las estructuras
monologuistas, las dos anteriores, la clásica o aristotélica y la de progresión acumulativa. Ambas emanan y
son el sostén de un modo de pensamiento occidental, el binarismo que se expresa a través de sujeto-
predicado, o lo que es lo mismo, el autor como dios imponiendo un criterio, su premisa. Se puede llegar
entonces a la conclusión de que lo que hicieron los rusos notables de finales del siglo XIX no fue otra cosa que
redomesticar un modo asiático de explicarse el mundo, menos limitado, más abarcador en su diálogo Yin-
Yang, y someterlo al monologuismo dominante en este lado del mundo.
Sin embargo, de la mano de Mijail Bajtín, de Julia Kristeva, y otros investigadores, llegamos a saber que
occidente no es tan limitado, y le encontramos entonces explicación al rechazo que Platón sintió por la
búsqueda de lo general a través de lo particular de la tragedia dionisíaca. Esta actitud antijerárquica,
antiteológica, tuvo, y tiene, una ejecutoria originada por la relación misma del carnaval, donde el sujeto es a
la vez autor, actor y espectador, donde las oposiciones son disyuntivas no excluyentes, donde el espectáculo
se cuestiona sin dejar de serlo; es decir, el campo de la ambivalencia que en la novela tiene representantes en
Cervantes, Balzac, Dostoievki, Joyce, Kafka, Cortázar, principalmente en Rayuela; en la escena, entre otros,
Bertolt Brecht con su distanciamiento y Antonin Artaud con su teatro de la crueldad; y en la pantalla, el
desmontaje de la convención; el cine dentro del cine, por ejemplo.
Al decir de la Kristeva, esta actitud creativa, esta forma de asumir el arte, tuvo su origen en los diálogos
socráticos, pero se le conoce como “la menipea”, por las sátiras del filósofo del siglo III a. e., Menipo de
Gadara. Y añade: “El género, sin embargo, aparece mucho antes: su primer representante es quizás
Antisfeno, discípulo de Sócrates y uno de los autores de diálogos socráticos. Heráclito también escribió
menipeas (según Cicerón, creó un género análogo llamado logistoricus). Varrón le dio determinada
estabilidad. La apocolocynthosis de Séneca (hoy lo dudo, para mi es una pieza y, lógicamente, una estructura
de progresión acumulativa) es un ejemplo del género, así como el Satiricón de Petronio, las sátiras de Luciano,
las Metamorfosis de Ovidio, la Novela de Hipócrates, los diversos especímenes de la “novela” griega, de la
novela utópica antigua, de la sátira romana (Horacio). En la órbita de la sátira menipea giran la diatriba, el
soliloquio, los géneros aretalógicos (bufonesco), etcétera. Ella ejerció una gran influencia sobre la literatura
cristiana y bizantina; bajo diversas formas, subsistió en la Edad Media, en el Renacimiento y bajo la Reforma
hasta nuestros días. Ese género carnavalesco, flexible y variable como Proteo, capaz de penetrar los otros
géneros, tiene una influencia enorme sobre el desarrollo de la literatura europea y especialmente sobre la
formación de la novela”.
No hay catarsis. Pero sí un suspenso que provoca el sujeto del discurso (Sócrates en el caso pedagógico,
el escritor en la obra) para su conclusión nunca definitiva, pues...
Concluyamos con las mismas palabras de la investigadora y las revelaciones del propósito creativo de un autor
de esta tendencia: “La situación excepcional libera la palabra de toda objetividad unívoca y de toda función
representativa y le revela las esferas de lo simbólico. El habla afronta la muerte midiéndose con otro discurso,
y ese diálogo pone a la persona al margen”.
“Si los mundos de la ficción narrativa son así de pequeños y engañosamente confortables, ¿por qué no buscan
las construcciones de mundos narrativos que sean más complejos? (...) Dante, Rebelais, Shakespeare, Joyce
han hecho exactamente así. (...) Cuando yo escribía sobre “obras abiertas” estaba pensando exclusivamente
en obras literarias que parecieran ambiguas como la vida misma”, Umberto Eco.
A pesar de los ejemplos citados –dudas incluidas-, y la excepción de Rayuela, es fácil ver hacia donde fue a
refugiarse la estructura de carnaval o “menipea”, es decir, a la novela, para mi había abandonado
completamente el teatro y ni contar con hacer nido en un arte tan caro como el cine. Sin embargo, y luego de
reconocer me ignorancia tocante al “teatro” de nuestro coterráneo Severo Sarduy, hago el gran
descubrimiento gracias a la última Gaceta: la estructura de carnaval o menipea de ese autor. Él mismo explica
las coincidencias formales y estéticas con ese modo de hacer, en su obra La Playa, dice:
“La Playa es una sucesión de secuencias, o más bien, de transformaciones de una misma secuencia que, en
virtud de esas variantes, llegará a convertirse en su contrario. Ninguna secuencia, pues, puede ser
considerada como “primera” o “verdadera”; ninguna es “original”: la única realidad es la transformación
constante del relato, su devenir, su metamorfosis continua.
El título hace alusión, también, a esos espacios que, en el disco, separan las distintas grabaciones: franjas de
silencio, “blancos” símbolos en el círculo negro.
A cada “playa” la secuencia es reestructurada, uno de sus detalles varía o se transforma en su contrario; a
cada playa el relato parte de cero, borra, desdice, niega lo anteriormente escrito y impone una nueva versión.
No hay resultado final, puesto que las versiones son equivalentes. Como un trazo sobre la página que al
escribirse se4 borra, el resultado final debe ser la anulación de la secuencia misma, su desaparición en el ciclo
de versiones que se contradicen y suceden.
No hay personajes propiamente dichos, puesto que la psicología y la coherencia dramática están sometidas,
como el resto de los datos, de los hechos, del paisaje, al azar de las transformaciones. Más que de personajes
se trata de actuantes, de portadores de textos.
(…)
Estas variaciones sobre un tema implican una estructura musical. De allí la organización melódica de las
secuencias y la superposición de las voces, de las frases en la página.
La Playa es también un homenaje al cuerpo desnudo y a las panoplias balnearias. He tratado de significar
este universo con el mínimo de elementos: un vocabulario reducido, repetitivo, “vaciado”. El barroco es la
tendencia natural del español. Vaciar la frase es postular, otra vez, la literatura como artificio.
S. Sarduy.
TE ESCUCHO
Je vous écoute
Severo Sarduy
Personajes
Él
Ella (pero nos damos cuenta de que se trata de un hombre)
La radio
Un casete
I. ESCUCHAR
Él: No puedo decir nada. Nada existía antes. Todo ocurre durante el juego, a medida que
se hacen las preguntas.
Él: No sé. El que guía el juego las inventa. Él pone el decorado, organiza el escenario,
dirige la puesta en escena con lo que encuentra: un radio viejo, por ejemplo, y lo que oímos
al azar, una voz también.
Él: Él, siempre él. No se sabe por qué, pero sucede todo de pronto como en un policiaco:
una historia que ocurre en Tánger, simplemente porque en el radio se escuchaba música
árabe. Después, en el mercado, un viejo traficante nos propuso un casete virgen (en
realidad ya había sido usado). Hay una voz. Una voz autoritaria, como pudiera ser la de un
dictador. Es llamado sacrificador.
Él: Sí. Hasta que las preguntas ordenaran lo próximo. Cosa que ocurrió muy rápido.
Él: Sí. Ahora tenemos máscaras. El rostro pintado de blanco. Ojos blancos. Los párpados
de aluminio, y los labios. Nos transformamos en insectos gigantes, voraces, o en muñecas
macabras, de trapo, o en locos. Ya pintarrajeados, garrapateados, irreconocibles, entonces
podíamos comenzar el juego… Él dijo: “¿El peor jeroglífico no es el de no haber nacido?”. Él
quería desaparecer, borrarse, volverse piedra. Nos convertimos en los otros.
Ella: ¿Y la obra?
Él: Sí. Al final, había que disparar. Él estaba con un impermeable blanco. Con un
sombrero. Todo ocurría en la casbah de Tánger. Sobre un fondo de música popular.
Además, una voz amenazante. Un adicto necesitado o un hechicero. Un hombre viejo.
Frases incomprensibles, en francés. Una amenaza, seguramente.
Ella: ¿Puedo escuchar? (CASETE) Pero, ¿por qué era perseguido?, ¿por qué había que
matarlo?
Él: Él quería saber cómo iba a ser asesinado; él, era él quién había las preguntas sobre su
muerte ficticia. La historia es inventada para responder. No importa cuál, a condición de
que él muera al final. Casi siempre una historia de drogas; o una muerte durante un robo;
o una desaparición oscura, inexplicable, en un burdel de la ciudad, en el centro de un grupo
de muchachos que escucha no sabemos bien qué.
Ella: Un sacrificio.
Él: O también una venta de esclavos. Eran traídos a la plaza. Desnudos y encadenados.
Los traficantes venían a probar su sudor para ver si estaban fuertes y con buena salud.
Entonces, los compraban a precios bajos y los revendían al sur, bien al sur, en las fronteras
del desierto.
Él: Él hacía las preguntas. Los otros actuaban según las respuestas. Sólo al final era
importante. Cuando las preguntas terminaban, el juego comenzaba.
II. VER
Ella: Me llamaste.
Él: Una luz pálida, chorreante, amarillo sucio, mostaza, que caía de la luminaria central,
sobre la sala vacía. ¿Recuerdas?
Él: Sí, una luz que caía, como un cono blancuzco, de la luminaria.
Ella: ¿Y alrededor?
Ella. Desapareció. El olor de las sábanas. Sí, la gente se había acostado ahí. La gente iba
ahí para acostarse. Me acuerdo.
Él: Y ahora, esa música dulzona en la radio. Siempre la misma, ¿te acuerdas?
Él: Fue ahí que él desapareció. Con ese olor. Entre las sábanas quye eran sacudidas, como
para secarlas. Olor a semen. Llovía. Los muchachos se sentaban en la sala oscura, la
tarde ahora húmeda, bajo la luz amarilla de la luminaria. Sentados ahí. En círculo.
Escuchaban algo, a alguien. No tocaban nada. Algunos fumaban. En silencio. Algunos se
habían quitado las camisas y permanecían con el torso desnudo. Sudaban. Las gotas de
sudor les corrían por la piel. Olor a especies. En el silencio de la siesta. T, de pronto, una
voz en español. Un grito. Alguien buscaba algo. Alguien no entendía, trataba de
comprender. La música. Ponían la música muy suavemente. Fue en ese círculo, bajo esa
luz, escuchando esa voz en español, sudado, el torno desnudo, en esa casa, entre las
sábanas que eran sacudidas, como para secarlas, que desapareció.
Ella: No sé. No me acuerdo. Había soldados que venían de la montaña. Hubo que
atenderlos toda la tarde. La misma música. Pusieron la radio en el suelo, en el centro del
círculo.
Ella: Sí. En un momento todo se aclara, una luz violenta, de droga, insoportable, como
antes de un desayuno, un pasillo vacío, una muerte provisional. Sí, eso es: una muerte
provisional. Después, quedaba todo lo anterior.
Él: En medio del círculo de los muchachos. El torno desnudo. Algunos se habían quitado el
jeans o tenía la bragueta abierta. Veíamos debajo un bañador rojo y verde. Rojo muy
fuerte, rojo cinabrio, sangre seca. Verde hierba seca. Verde japonés claro. Algunos se
acariciaban el sexo, distraídamente, en la penumbra. Escuchaban la misma música.
Fumaban hachís. Él entró al medio del círculo. Dijo: “¿Quién me llamó? ¿Por qué?”.
Él: Perdido en el círculo. Una transparencia. Un sacrificio. ¿Había, en el centro del círculo,
cerca de la radio, un hueco, una trampa?
Ella: No.
Él: Probábamos el sudor de los esclavos para ver si tenían buena salud. Olor de sudor y
menta. El olor de las sábanas que sacudíamos. Me acuerdo. Entonces, escuchamos la
radio y también la voz fatigada, monótona, la voz de un hombre viejo, perdido, puede ser,
lejano, fatigadfo, un hombre que no comprende… Ahora, él ha llegado a la sala grande. El
jefe de la casa, un andaluz, gritó algo en español. Fue ahí que él desapareció. En el
círculo, cerca del radio, bajo la luminaria.
Ella: Una luz pálida, chorreante. Amarillo sucio, mostaza, que caía de la luminaria central
sobre la sala. Los muchachos sentados en círculo. Y él, agarrado al centro. Silencio.
Cansancio. Desaliento.
Ella: Borrado.
La Gaceta de Cuba
Setiembre-octubre 5-20-08