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Universidad Industrial de Santander

Facultad de Ciencias Humanas


Escuela de Filosofía
Seminario de Filosofía Contemporánea: Deleuze
Angie Melissa Barco Bueno – 2191181
María Gabriela Barrera Navarro – 2190689
Anslhey Roxeth Mora Ardila – 2190687

El margen y el centro de una misma cuadra. Aproximaciones a las


cercanías y desencuentros del deseo en Deleuze y Lacan

A diferencia de la filosofía de su época, la cual se encontraba profundamente


contaminada por el psicoanálisis freudiano y, hasta hacia poco, lacaniano, Deleuze y
Guattari piensan el deseo como plenitud, como intensidad y no como carencia o falta.
Sin embargo, este distanciamiento de interpretaciones en torno al deseo, al menos en lo
que compete a Deleuze y Lacan, no fue ejecutado mediante reacciones, contradicciones
y nuevas enunciaciones fáciles y simples. El paso de un deseo lacaniano a uno
deleuzeano es, mas bien, el fruto de una contradicción dentro de un mismo barrio: la
distancia entre ambas casas es apenas la que se dibuja entre el margen y el centro de una
misma cuadra.
Como decía Gómez Dávila (2003, p. 75), no hay nada que adormezca más el
pensamiento que asumir la enunciación de nuevas formas de pensar el mundo como
simples ejercicios de contradecir algo o alguien. De manera que, en vez de repetir la
fórmula tradicional en la cual se piensa el deseo deleuzeano y guattariano como una
simple contradicción a la manera en que se enuncia el deseo en Lacan, en este texto
preferiremos enunciar cuáles son esos esos desencuentros y distancias visibles entre
ambos autores, sí; pero también queremos resalta, en igual medida, aquellos encuentros
y acercamientos que, al parecer, por la mayoría de literatura al respecto han sido
olvidados. En este texto preferiremos apostar, como Gómez Dávila, a la idea de
vecindad —que, por lo demás, es bastante deleuzeana—.
Como es sabido, no es poca la literatura en la que se nos muestra en un mismo
párrafo los apellidos de Deleuze y Lacan con fuerte hostilidad. Y, aunque no hay mayor
falla en esa lógica, sí resulta incapaz de comprender la complejidad de eso que alguna
vez fue un lazo (Marangi, 2013). Sin embargo, esto no siempre fue así. Antes de cultivar
la imagen de Deleuze como un “detractor inflexible de la tradición psicoanalítica”
(Marangi, 2013, p.1), este mantuvo una relación muy cercana al psicoanálisis y, sobre
todo, a Lacan. Cercanía que puede constatarse en su obra producida antes de su relación
con Guattari, pues, a partir del Antiedipo “y hasta Mil mesetas, de 1980, las opiniones
negativas sobre Freud, Lacan y el psicoanálisis en general se multiplicaron y
radicalizaron.”. A nivel personal, incluso, hay testimonios de reuniones privadas entre
Lacan y Deleuze (Marangi, 2013, p. 6). Y ni se diga con Guattari, que es conocido, más
que por su formulación del esquizoanálisis, por su relación con Deleuze o, en su defecto,
por haber sido el gran estudiante de Lacan.
Hay que recordar que Lacan no fue un freudiano ortodoxo. De hecho, una de las
cosas que hasta el mismo Deleuze reconoce en Anti Edipo, es el reverso que Lacan hace
de la estructura freudiana al no darle mayor importancia al complejo de Edipo, es decir,
al no edipizar el campo psicótico; y, por el contrario, afirma que Lacan “fue el primero
[…] en esquizofrenizar el campo analítico…” (Deleuze & Guattari, 1985, p. 374). Lacan
es visto desde Guattari y Deleuze como ese lugar de enunciación desde el que fue
posible producir un “flujo esquizofrénico capaz de subvertir el campo del psicoanálisis”
(1985, p. 89); como esa grieta en el sistema representativo de la que pudo emerger lo
real mismo, es decir, la producción múltiple del deseo (Marangi, 2013, p. 15).
Sin embargo, no todo es cercanía y cariño entre casas y vecinas. Si bien Deleuze
y Guattari enaltecen a Lacan por haber sido capaz de darle un vuelco al Edipo
denunciándolo como mito, a su vez estos hacen lo mismo con Lacan y lo denuncian por
haber mantenido, incomprensiblemente para ellos, el complejo de castración como algo
real (Deleuze & Guattari, 1985, p. 90). Así, según ellos, lo que fue una grieta y un
avance en el sistema representativo y en la visión productiva y múltiple del deseo,
respectivamente, es también una regresión al mantener la castración. Toda vez que, bajo
esta lógica, se mantendría cierto vestigio —y solo vestigio, pues la relación no se
cumple completamente— del deseo centralizado en una falta, en una ausencia, la
ausencia del falo:
“[…] la falta puede significar la separación con el objeto del deseo, lo cual
abre la posibilidad de una prohibición; o bien la falta designa, en un sentido radical,
la ausencia de objeto, lo que no existe, de manera tal que la prohibición carece de
sentido. Lacan mantiene ambas concepciones: la prohibición y la ausencia”
(Marangi, 2013, p. 16).
Esta falta es, precisamente, el punto neurálgico de la gran distancia que se trazará
desde Anti Edipo entre Guattari, Deleuze y Lacan. Pues, a diferencia del doble rasero
que puede tener el deseo lacaniano, el deseo deleuzeano no admite faltas ni ausencias:
“el deseo no es necesidad, sino intensidad (concentración)” (Pardo, 2011, p. 134).
Intensidad que produce, desde su nudo amalgamado de vida, flujos y cortes en todas
nuestras experiencias, descentralizada e indiferencialmente. No la falta que en Lacan,
debido a la castración, encauza todos los fantasmas que emerjan de ella. Ni la ausencia
que, desde el centro de operaciones, direcciona y atribuye identidad y distribución
condicionada a las producciones —los deseos— otros.
Como se deja entrever en Anti Edipo, el deseo para Deleuze y Guattari funciona
en todas partes (1985, p. 11), es decir, participa de lo real positivamente, sin principio ni
fin —sin condicionamiento ni necesidad de goce— y posibilita la mezcla entre el
almizcle del todo. El deseo es intenso, es propia materialización de la plenitud que, una
vez descentralizado, permite que la vida que estamos viviendo se concentre en ella
misma y no gire en torno a la muerte o preservación. El deseo es siempre devenir que,
no solo fluye, sino que también produce cortes. Y luego del corte vuelve a fluir y
después otra vez el corte.
En últimas, al menos respecto al deseo, vemos la relación entre Deleuze y
Guattari con Lacan no se reduce a una mera hostilidad o reconocimiento sin más. Pues,
si bien estos reconocen en Lacan la figura que posibilita el paso de la edipización a la
esquizofrenización del campo psicoanalítico y político, es decir, si bien estos reconocen
que sin el reverso que Lacan propicia en las discusiones de la época muy probablemente
no estuviésemos escribiendo hoy sobre ellos; no es menos cierto que rápidamente, como
todo “genio”, Deleuze y Guattari producen el corte teórico que posibilita el flujo del
deseo, su mutación en otra cosa que, aún articulada a su noción anterior, a su pasado, es
capaz de desviarse pero críticamente por apropiación.

Referencias

Dávila, N. G. (2003). Notas. Villegas Editores.

Deleuze, G., & Guattari, F. (1985). El Anti Edipo. Capitalismo y esquizofrenia. Paidós.

Marangi, M. S. (2014). Aportes sobre la relación de Deleuze y Lacan. Verba Volant.


Revista de Filosofía y Psicoanálisis, 1-28.

Pardo, R. G. (2011). Deleuze o "devenir Deleuze". Introducción crítica a su pensamiento.


Ideas y Valores, 131-149.

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