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Descontrolate Xavierguix 5 PDF Free
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Xavier Guix
Cuentan que un discípulo le preguntó a su maestro: “Maestro, ¿cuál es
el secreto de tu serenidad?”. Y el maestro respondió: “Entregarme
incondicionalmente a lo inevitable”.
La sabiduría de la felicidad: distinguir lo inevitable de lo evitable, lo que
está bajo mi control y lo que escapa a él. A veces hay que entregarse
al universo o a los hechos “incondicionalmente”, otras hay que pelear,
luchar por aquellas cosas que consideramos no negociables. ¿Cuándo?:
cuando es vital, cuando los principios y la vida están en juego.
Epíteto, el esclavo, afirmaba: “Si quieres ser libre, no desees o no
huyas de nada de lo que dependa de los otros, si no serás
necesariamente esclavo”.
Entre el extremo de la “necesidad de control”, que se manifiesta en la
más cruda ansiedad, y el “descontrol descabellado”, que define la
incapacidad de poner y ponerse límites, hay un punto medio racional,
saludable y constructivo en el que el “yo” se inventa a sí mismo y se
descubre en la sabiduría del buen discernimiento.
Es sano aprender las habilidades básicas para aproximarnos a la vida
buena, aceptar la incertidumbre y aprender a perder.
En una cultura occidental en la que la ilusión de control se convierte en
una apología, es apenas natural que nos mantengamos estresados y
frustrados, ya que la mayoría de las cosas no dependen de uno mismo.
Muchas enfermedades psicológicas nacen del culto al control: “Tú, todo
lo puedes” o “Todo bajo control”. De esa capacidad o virtud de saber
“descontrolarse” a tiempo, de manera justa y en el lugar adecuado,
descubrimos que “al fin y al cabo, la felicidad” es lo que importa.
Ese control extremo es la aspiración de quienes ansían más y viven
cada día menos.
Sobre el miedo
Son las dos caras de una misma moneda: retener datos de una
situación peligrosa es bueno para el cerebro ya que guarda la
impronta para evitar que vuelva a suceder. Pero a la vez se
automatiza, aparece aunque no exista amenaza real.
Ahí está una de las claves del miedo a perder el control. Nos pasamos
el día esforzándonos en mantener nuestra imagen externa, esa
máscara protectora con la que acabamos identificándonos. Llegamos a
perder de vista quién somos en realidad. Nos desgastamos a diario
intentando que no se nos caiga la máscara. ¿Y por qué tanto miedo?
Porque no estamos seguros de que nos guste lo que hay detrás de
ella… o peor aún: que no gustemos a los demás, que nos rechacen o
abandonen. Todo eso ocurre porque desconfiamos de nosotros mismos.
A más desconfianza en uno mismo, más necesidad de controlarlo todo
ya todos.
Cuando dependemos de la confianza de los otros, nacen muchos otros
miedos: miedo al qué dirán, miedo a fallar, miedo a no llegar, miedo a
fracasar, miedo a que no cuenten con nosotros, miedo a no estar a la
altura, miedo a la soledad.
Tenemos miedo a perder el control porque nos resistimos a aceptar la
vida tal y como es, tal y como se presenta. Porque nos cuesta aceptar
a los demás tal y como son. Para ello hay que anticiparse, programar,
presuponer, atar cabos, vigilar, ordenar, cuadrar y sobre todo no
saltarse demasiado no fuera que se nos viese el plumero. De esta
manera no andamos armonizados con la vida, no fluimos lo suficiente
porque la alarma está siempre puesta. ¡Qué miedo da permitirnos ser
nosotros mismos y confiar! Cuando nos acostamos convencidos de que
todo está bajo control es una ilusión, un engaño que tal vez nos sirva
para dormir más tranquilos.
¿Es que no tenemos nada más que hacer que pasar las horas
entretenidos en lo que nuestros amigos han dicho, lo que aquel ha
hecho o cómo debería haber actuado? Cuando se encuentra sentido a
la vida desaparecen las tonterías.
Lo que sin duda une a hombre y a mujeres es que hoy trabajan más
que nunca. El 30 por ciento de las rupturas sentimentales se produce
porque se pasa demasiado tiempo en el lugar del trabajo. Este exceso
es también una de las causas que explican las dificultades que existen
hoy para buscar pareja.
El problema es que se nos acaba la paciencia nada más empezar; que
no estamos para invertir en malos rollos y que eso del sacrificio y la
voluntad es cosa de nuestros abuelos. La gente de hoy tiene muchas
cosas que hacer en la vida que “aguantar” las veinticuatro horas a
otro. Sobre todo cuando el mercado está lleno de “otros u otras”. Si
buscamos un beneficio rápido y seguro, una relación es la peor
inversión, aunque es la más codiciada. Por eso hay que escoger entre
el deseo o el amor.
Estar en una relación significa un montón de dolores de cabeza, pero
sobre todo una perpetua incertidumbre. Nadie te garantiza que esa
relación va a ser para toda la vida.
El hombre contemporáneo se interesa más por la emoción de tipo
explosivo, que por el sentimiento, que tiene un carácter más duradero.
En el campo de las emociones, el hombre de hoy descuida las que
pueden enriquecer su alma en beneficio de las que le procuran simples
excitaciones.
Sería recomendable:
- Vivir un enamoramiento saludable, es decir, permitir que se
expresen las emociones aunque sin tomar decisiones.
- El momento culminante son los primeros pasos de la relación una
vez iniciada. Ahí es donde aparece el miedo con todo tipo de
manifestaciones: bloqueo emocional, sudor frío, desconcierto,
deseo y odio a la vez por el sujeto de su amor. En algunas
ocasiones incluso se producen distorsiones perceptivas: así como
el enamorado ve toda la belleza en el rostro amado, el fóbico ve
más fealdad de la que realmente existe.
- Hay que confiar en uno mismo y en el otro. Cierto que las
personas con dificultades de compromisos se ganan que las
dejen, pero si alguna oportunidad tienen de aprender, sólo puede
ser en el seno de una relación que se lo permita.
- Lo que no tiene sentido es dejar pasar el tiempo y creer que sólo
con quererla mucho habrá suficiente.
Los miedos del inconsciente
La mente controladora
Los controladores mentales van muy bien para trabajos que requieren
precisamente control. El problema viene cuando tienen que manejar
personas, cuando deben dirigir equipos. Al tenerlo todo controlado, es
decir, anticipado, esperan que los demás actúen como ellas tienen
previsto. No reconocen los méritos de los otros porque siempre creen
que se puede hacer mejor.
Los muy mentales suelen ser perfeccionistas porque la cabeza
no para de encontrar motivos de insatisfacción. Se exigen y
para ello no pueden perder el tiempo atendiendo a sus
emociones o las de los demás. Su agilidad mental deslumbra,
pero su pobreza emocional apena.
Muchas personas que temen lo que la vida les pueda traer de nuevo,
que temen volver a empezar, volver a vivir para volver a sufrir, se
anclan en el pasado. Es una manera de controlar un futuro sin
sorpresas desagradables. De algún modo están renunciando a vivir
porque creen haberse vaciado por el camino.
Eso les suele ocurrir a personas que después de haber vivido grandes
pasiones o tal vez sencillas historias de amor, al perderlas las creen
irrepetibles.
Ciertamente existen relaciones que nos parecen insustituibles.
Tampoco se trata de reemplazarlas, sino de diferenciarlas.
Una situación muy similar es vivida por aquellas personas que han
perdido un hijo. Además de arrastrar un dolor en el alma de por vida,
deciden que el luto les acompañe también de por vida. Renuncian a
cualquier placer, a cualquier alegría como si eso fuera as traicionar la
memoria del hijo desaparecido. Les cuesta entender que la vida pierde
un sentido por el que vivir, aunque no su sentido más profundo.
El mecanismo consiste en la comparación constante que nunca llega a
ser igual o mejor que lo vivido. Ese argumento, o excusa, ahorra a la
persona afrontar la vida desde la implicación.
Chantaje emocional
Hay personas que son muy rígidas en su vida, son muy exigentes y
perfeccionistas. Son muy previsibles a pesar de escudarse bajo una
pátina de sofisticación. Son muy poco permisibles consigo mismas.
Temen que si se sueltan todo les irá mal, que no sabrán qué hacer. Esa
es la escena temida de aquellos que necesitan un guión rígido. Y ahí
está su miedo central. Para controlarlo necesitan seguir unas pautas
determinadas y sólo esas. Se hacen dependientes, esclavos de su
propia determinación.
Soñar despierto
En resumidas cuentas
La ilusión de control
Miedo→Necesidad de controlar→Rigidez→Ansiedad→Obsesión
Este recorrido genérico tiene tres puntos clave que hay que atender: la
rigidez, el aprendizaje y la identificación. El problema no es el miedo en
sí mismo, ni tampoco la ansiedad que no es más que una respuesta
corporal. El problema es todo lo que ocurre entre medio. El problema
es instalarse en la rigidez, aprender unas conductas compulsivas y
creerse que somos eso.
Ansiedad: El miedo en el cuerpo
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