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LA “TERCERA FUERZA” EN PSICOLOGIA: TRASCENDENCIA DE LA

PSICOLOGIA HUMANISTICA EN EL SURGIMIENTO DE LAS PSICOTERAPIAS

Cecilia Inés Della Rocca

“Cada uno de nosotros lleva consigo la posibilidad de llegar a ser auténticamente sí mismo”
Carl Rogers. El camino del ser.

El objetivo de esta ficha de cátedra, es posibilitar un primer acercamiento a la llamada


Psicología Humanística, a través del señalamiento de sus fundamentos epistemológicos y
características, para luego mostrar cómo surgen desde este enfoque psicológico, las
denominadas “Psicoterapias” actuales.
Vale aclarar que al ser una primera aproximación, este trabajo destacará los rasgos
más importantes de la Psicología Humanística, pero para un abordaje más exhaustivo de los
mismos, es necesario, como en todas las temáticas tratadas en la materia Introducción a la
Psicología, la profundización de los temas presentados para lograr un abordaje más completo
y enriquecedor.

CONTEXTO DE SURGIMIENTO DE LA PSICOLOGÍA HUMANÍSTICA

Podemos situar su surgimiento en el contexto socio histórico de finales de la Primera


Guerra Mundial. El mundo había quedado conmovido luego del macro conflicto bélico en
1919, cuando la finalización de la misma fue marcada por un golpe de estado en Alemania
de inminente inspiración ideológica.
Después de 25 años, la humanidad quedó atónita cuando la avanzada tecnología
científica de la física moderna pone fin al conflicto mundial (Segunda Guerra Mundial) en
aquel fatídico 6 de agosto del año 1945, en que se dejó caer la primera bomba atómica sobre
los habitantes de Hiroshima.
Desde entonces, el mundo comienza a padecer el uso de armas nucleares que hacían
inviable los conflictos bélicos. Se produce un tipo de guerra nunca antes vista, conocida como
la “Guerra Fría” que se extendió desde 1945 hasta 1989. Un conflicto en que se enfrentaron
dos modelos ideológicos excluyentes de sociedad, encarnados por las dos grandes potencias
mundiales: EEUU (Capitalismo) y Rusia (Comunismo). El objetivo de la guerra fría no era
ganarla, sino evitar perderla, dado que el modelo más exitoso debía demostrar su superioridad
e imponerse en todo el mundo. El siglo XX transcurre inmerso en esta guerra altamente
tecnificada e ideológica desde 1919 hasta la caída del muro de Berlín en 1989.Ambos
modelos ideológicos estaban inspirados en una visión del hombre como un ser que debe
conquistar la naturaleza y el universo a través de una civilización extremadamente
desarrollada en lo científico, pero profundamente inefectiva para resolver los conflictos en
forma dialogada. La humanidad se sintió afectada por los efectos de estos dos modelos
hegemónicos de conocimiento y poder, por lo que se dio inicio a una “era de revolución
cultural” con la necesidad y pretensión de un cambio y cuestionamiento a todo lo existente.
Espiritualmente, Occidente toma conciencia de su incapacidad filosófica y psicológica para
comprender la nueva dimensión de la guerra, el nuevo interrogante de cómo resolver
conflictos internacionales sin derramamiento de sangre.
Se hizo necesaria, entonces, una Psicología acorde a un contexto histórico, cultural,
social, político y económico que propiciara y permitiera a la sociedad buscar y dar solución
pacífica a los conflictos entre las naciones, los que ya no podrían ser resueltos a través del
cada vez más sofisticado exterminio tecnológico. Surgió así, la necesidad de descubrir una
nueva forma de concebir esta ciencia, cuyo sistema psicológico imperante hasta 1945, el
Conductismo, no tenía mucho que ofrecer frente a los grandes problemas que el hombre tiene
con el hombre, según lo expresa M. Buber (1878-1965).
El “humanismo” constituye un nuevo modelo, que surge simultáneamente en USA y
en Europa, después de la masacre de Hiroshima, y se concibe por sus implicaciones para la
psicoterapia y la Psicología, como una nueva ciencia que pretende integrar una concepción
del hombre y del quehacer terapéutico, de modo más holístico, más filosófico, además de
científico. Ello implica ir en busca de otras formas de conocimiento como la Filosofía,
Religión, el Arte, como prácticas milenarias de curación física y mental. La meta es aspirar
a una psicología con rango de disciplina científica y también filosófica, que se constituya en
una ciencia superior del hombre.
Podemos sintetizar hasta aquí, que la Psicología Humanística es el emergente de una
revolución cultural de Postguerra, en la segunda mitad del siglo XX, que puso en evidencia
el resurgimiento de una nueva humanidad a advenir, la que asegurara la paz mundial y el
progreso hacia la plenitud y la igualdad. Una humanidad que debía alcanzar una dimensión
de “fraternidad” como lo expresó el gran juglar de la época, John Lennon, en su magistral
obra “Imagine”. Surge así, una nueva era: la época del anhelo dialógico entre hermanos.
Todos los seres humanos somos iguales e igualmente libres, sin importar la raza ni el credo
religioso ni político. Se abre un espacio iluminado en el pensamiento y en la cultura mundial,
y se llega a la década de los 60, una década marcada por la agitación político-cultural, una
agitación intelectual marcada por la antropología que nos enseña de culturas diversas.
En este contexto la palabra cambio se erigió como una gran esperanza para
transformar un mundo convulsivo. (las revoluciones se habían diseminado en el extremo
oriente, en África, en América Latina, es asesinado el presidente John F. Kennedy en Dallas,
Estados Unidos y la Unión Soviética entran en la crisis de los misiles en Cuba, la Guerra de
Vietnam se intensifica con la participación de Estados Unidos, Francia se convierte en
potencia nuclear y comienzan sus pruebas en el Pacífico Sur, el Che Guevara es ultimado en
Bolivia, la música de los Beatles se hace un fenómeno mundial, surge la Revolución de Mayo
en Francia, la URSS invade Checoslovaquia, etc.)

¿POR QUÉ HABLAMOS DE “TERCERA FUERZA EN PSICOLOGIA”?

Presentado el contexto de surgimiento vamos a explicar a que nos referimos cuando


hablamos de Tercera fuerza en Psicología.
La Psicología Humanística puede ser definida como la “tercera rama principal del
campo general de La Psicología”. Las otras dos son: El Psicoanálisis y el Conductismo.
Lo que pretende desde sus orígenes la Psicología humanística es plantear una nueva
actitud que renueve la Psicología, que integre las distintas direcciones que había tomado en
su devenir histórico. Por ello, en tanto “tercera fuerza”, la Psicología Humanística se ocupa
primariamente de aquellas capacidades y potencialidades humanas tales, por ejemplo, como
el amor, la creatividad, el crecimiento, el organismo, la gratificación básica de la necesidad,
la auto-actualización, los valores superiores, el ser, el llegar a ser, la espontaneidad, el juego,
el humor, la afectividad, la naturalidad, la trascendencia del yo, la autonomía, la
responsabilidad, la salud psicológica y conceptos afines.
El autor de la expresión «Tercera Fuerza», referida a la Psicología Humanística fue
Abraham Maslow, reconocido como uno de los grandes referentes de esta psicología (junto
a otros pensadores como Kurt Goldstein, Erich Fromm, Carl Rogers, Abraham Maslow, Fritz
Perls, Rollo May, Karen Horney, Herbert Marcuse). El sentido de esta denominación no era
excluir las aportaciones de las otras «Fuerzas», sino estructurarlas en un análisis más
comprensivo de nivel superior.
En relación a la teoría conductista y psicoanalítica, la Psicología Humanística muestra
descontento en cuanto a un cierto determinismo, reduccionismo y mecanicismo en los
desarrollos de las mismas. La Psicología Humanística pretende resituar los fenómenos en el
presente y representar una vuelta al interés por la Conciencia, abandonada durante más de
medio siglo. En cierto sentido, el Humanismo adoptó la orientación fenomenológica de la
Psicología de la Gestalt, pero extendiéndola desde el campo de la mera conciencia perceptiva
hasta cubrir la personalidad completa del organismo.
En el terreno metodológico, la Psicología Humanística cuestiona al Psicoanálisis
respecto a su investigación dominante de la personalidad anormal o enferma, y rechaza del
conductismo el análisis objetivo de conductas manifiestas aisladas. En definitiva, la
Psicología Humanística se levanta contra las limitaciones del método científico impuesto a
la psicología por decreto, según lo expresa Koch (1969), y reclama una rehumanización de
la ciencia, una ampliación de su concepto y métodos, de forma que pueda ser útil para estudiar
la persona total.
En este contexto de la Psicología surge la autodenominada «Tercera Fuerza» a partir
de posiciones muy diversas pero que tienen en común: a) el rechazo de toda psicología
reduccionista, mecanicista y determinista y b) la afirmación de valores humanos como la
creatividad, la libertad personal, la decisión humana, etc. Su objetivo es la búsqueda de una
nueva Filosofía de la Vida, una nueva concepción del Hombre. En este sentido, Maslow
(1968) afirma:

“La Tercera Fuerza o Psicología Humanista, que está desarrollando una nueva
imagen del ser humano, es la obra de muchos hombres: no solo eso, se la alimenta también
con avances independientes y descubrimientos realizados en otros campos: así impulsa de
manera vertiginosa una imagen inédita de la sociedad y de sus instituciones, y con ello
surge una nueva filosofía de la ciencia, la educación, la religión, la psicoterapia, la
política, la economía, etc. Juntos tales cambios podrían denominarse «aspectos
paniculares de una amplia filosofía tota1.»

EL PROCESO DE AUTO-ACTUALIZACIÓN DE ABRAHAM MASLOW

Abraham Maslow denominó como La Tercera Fuerza a esta nueva Psicología que
nace antes de la década de los 60. Es considerado el padre de la Psicología Humanista ya que
fue el primero en teorizar en el ámbito de la academia una nueva teoría del potencial humano:
la auto-actualización o auto-realización.
Con su teoría de la auto-actualización, Maslow puso en el centro de la atención
psicológica el problema del concepto de salud mental, un modelo de funcionamiento pleno
de la personalidad y lo hizo en función de los estudios realizados por él mismo y de un
proceso que había sido desarrollado Carl Rogers en forma paralela: el funcionamiento óptimo
de la personalidad después de la terapia. El proceso de auto-actualización también ha sido
muy investigado por Fritz Perls.
¿Qué es el proceso de auto-actualización o autorregulación del que hablamos?
Maslow en su obra Una teoría sobre la motivación humana de 1943, postula una jerarquía
en cuanto a las necesidades humanas, representadas en grafico de Pirámide.
Sostiene que conforme se satisfacen las necesidades más básicas (parte inferior de la
pirámide), los seres humanos desarrollan necesidades y deseos más elevados (parte superior
de la pirámide).
Este último nivel, llamado de autorrealización, sería entonces la necesidad
psicológica más elevada del ser humano, se halla en la cima de las jerarquías, y es a través
de su satisfacción que se encuentra una justificación o un sentido válido a la vida mediante
el desarrollo potencial de una actividad. Se llega a ésta cuando todos los niveles anteriores
han sido alcanzados y completados, o al menos, hasta cierto punto.
La escala de las necesidades de Maslow se describe a menudo como una pirámide
que consta de cinco niveles: los cuatro primeros niveles pueden ser agrupados como
«necesidades de déficit (primordiales); al nivel superior lo denominó «autorrealización»,
«motivación de crecimiento», o «necesidad de ser». “La diferencia estriba en que mientras
las necesidades de déficit pueden ser satisfechas, la necesidad de ser es una fuerza impelente
continua”.
El interés de Maslow por el proceso de autoactualización del potencial humano lo
condujeron a realizar estudios en las personas sanas pudiendo concretar su aporte de una
Psicología sobre la dimensión sana del ser humano. Según Maslow, Freud había escrito un
compendio completo sobre la enfermedad psíquica pero le faltaba indagar y escribir cómo
eran las personas sanas.
Asimismo, al tener un cuadro completo del potencial humano, Maslow llegó también
a ser uno de los primeros en escribir sobre el ámbito transpersonal del hombre en sus
publicaciones sobre la dimensión espiritual y los estados evolucionados del comportamiento
ético. Siguió los estudios y escritos antiguos de Lao Tsé, distinguiendo el comportamiento
altruista del desarrollo del potencial humano.
Hoy en día las ideas de Maslow son ampliamente conocidas y vigentes, como por
ejemplo en el campo laboral y educativo su teoría de la motivación humana y su teoría de
la pirámide de necesidades .En 1967 la Asociación de Psicología Humanista lo distinguió
con el premio del mejor psicólogo del año.

PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DE LA PSICOLOGÍA HUMANISTICA


Y
FUNDAMENTOS EPISTEMOLOGICOS QUE LOS SUSTENTAN

Vamos a adentrarnos ahora en las características primordiales de la Psicología


Humanística, e iremos identificando en su recorrido, los fundamentos epistemológicos que
sostienen a esta “tercera fuerza psicológica”: el Existencialismo y la Fenomenología.

Los Postulados de La Psicología Humanística se resumen en los siguientes ítems:


EL HOMBRE COMO HOMBRE SOBREPASA LA SUMA DE SUS PARTES. EL
HOMBRE DEBE SER CONSIDERADO COMO ALGO MÁS QUE UN PRODUCTO
DE LA ADICIÓN DE VARIAS PARTES Y FUNCIONES.

La pretensión es concebir una disciplina que estudie al hombre como un ser total, es
decir, que la dimensión mental este integrada a la conducta y a la dimensión espiritual.
Estudiando a este ser como un todo no fragmentado (percepción, lenguaje,
pensamiento, etc.) la aspiración es trascender las dicotomías que habían caracterizado a la
Psicología tradicional (sujeto-objeto, sujeto y contexto, razón y emoción, razón e intuición,
razón e inconsciente, mente y cuerpo). Es decir, se pretende concebir al ser humano como
una sola unidad con su ambiente, tener presente que el ser humano es también una unidad en
sí misma, es decir, somos biológicos y espirituales a la vez, somos estéticos y primitivos a la
vez, somos proactivos y reactivos a la vez. Recobrar la subjetividad de la persona humana
como objeto de estudio de la Psicología, es el gran sueño de los representantes de la “tercera
fuerza”.
El objeto de estudio de la Piscología Humanística fue entonces la Persona
Holística, libre y total, sin reduccionismos ni fragmentaciones.
Desde la perspectiva humanista-existencial, el individuo es concebido como una
totalidad organizada y como una unidad configurada que, en cuanto tal, no puede ser reducido
a la simple suma de sus partes constituyentes. En su realidad más inmediata y comprehensiva,
es un todo orgánico significativo e integrado compuesto por diferentes facetas o aspectos que
representa “una organización compleja y contradictoria dentro de la cual actúan
armónicamente o disarmónicamente, compiten o cooperan, dominan o son sometidas las
diferentes partes que lo caracterizan [...]” (Bagladi, 1994, p. 100).
Debemos resaltar que considerar el punto de vista holístico, no implica desconocer la
importancia del saber qué se desprende del conocimiento del funcionamiento particular de
las diversas partes que conforman al individuo. Los psicoterapeutas humanistas-existenciales
aceptan la utilidad de constructos tales como ´ellos´, ´yóes”, ´hábitos condicionados´ pero,
en términos globales, nos enfocamos en la persona total que elige, coloca metas, busca
sentido, establece y vive en relaciones y crea”. La comprensión del ser humano exige la
formulación y el uso de herramientas conceptuales que, dada su naturaleza, son analíticas y
hacen referencia a partes separadas de la totalidad que las engloba y que les confiere un
significado. Desde esta mirada se asume la inevitabilidad de esta situación, pero se trata de
no sucumbir a la tentación del reduccionismo.

El individuo como organismo

Al ser humano se lo considerara como un organismo total o unitario, como una unidad
psicosomática integrada. De hecho, siguiendo a Gondra (1978), la introducción del concepto
de organismo por parte de precursores del movimiento humanista-existencial, como
Goldstein y Rogers, respondió a la necesidad de reaccionar en contra de “las psicologías
atomizantes y frente a las concepciones dualísticas que dicotomizaban artificialmente a la
persona en “cuerpo y espíritu”.
El ser humano, en este sentido, cuenta con la capacidad inherente para funcionar de
manera organísmica y, en efecto, no puede más que funcionar de esta manera. El
funcionamiento organísmico, por su parte, está guiado por el llamado principio de la auto-
regulación, un concepto que, fue formulado inicialmente por Reich y Goldstein.
La auto-regulación organísmica es la capacidad primordial del organismo para
percibir con claridad sus necesidades en la situación presente y encontrar, en función de las
circunstancias que lo envuelven, la satisfacción más óptima posible de estas. En la auto-
regulación organísmica, “la elección y el aprendizaje ocurren de forma holística, con una
integración natural de mente y cuerpo, pensamiento y sentimiento, espontaneidad y
deliberación” (p. 133). En ocasiones, la auto-regulación del organismo es conceptualizada
como una especie de “sabiduría organísmica” en la que se puede confiar sin mayores
precauciones (Bagladi, 1994).
Unida al concepto del organismo se encuentra la idea directriz de que el ser humano
es, en cuanto organismo concreto, un ser único e irrepetible con una combinación particular
de características personales de naturaleza biológica, psicológica y sociocultural.

EL HOMBRE LLEVA A CABO SU EXISTENCIA EN UN CONTEXTO HUMANO. SU


NATURALEZA SE EXPRESA EN SU RELACIÓN CON OTROS SERES HUMANOS.

De acuerdo al punto de vista holístico, así como el individuo en sí mismo constituye


una totalidad, esta totalidad forma parte de una totalidad más amplia. Se presta asi especial
atención a la totalidad compuesta por el ser humano en relación a sus semejantes, es decir, a
la interdependencia de individuo y su entorno social.
La Psicología Humanística considera que el individuo es capaz de mantener vínculos
profundos, cercanos y satisfactorios con quienes lo rodean. Éste busca de modo activo
relaciones auténticas e íntimas, “donde puede ser él mismo en todas sus dimensiones y
aceptado plenamente como es.
De acuerdo a Víktor Frankl (1984), fundador de la Logoterapia, el ser humano aspira
a encontrarse con otros seres humanos en forma de un “tú”. En este sentido, dispone de la
capacidad intrínseca para el encuentro, la mutualidad, el diálogo y la comunicación. Es a
través de esas relaciones que el individuo tiene la oportunidad de actualizar tanto su
potencialidad para la autenticidad como para la responsabilidad social y el respeto por las
demás personas. Nos referimos entonces a la capacidad e impulso del ser humano hacia la
autonomía y la independización de formas externas de control. Sin embargo, se contextualiza
también la posibilidad de autonomía, al reconocer que ésta siempre es relativa y que, en
realidad, constituye un concepto ilusorio ya que más que autonomía genuina, en el mejor de
los casos, el organismo puede experimentar una interdependencia madura.
El individuo y el mundo

El ser humano no sólo es una totalidad en sí mismo y parte de la totalidad formada


por él mismo y sus semejantes, sino que además participa de la totalidad más amplia que lo
contiene a él y a las demás personas. Es, siguiendo el concepto original de Martin Heidegger,
un ser-en-el-mundo. El individuo no es separable de su mundo y existe sólo en estricta
interdependencia con este. Se caracteriza profundamente por su apertura al mundo y cuando
actúa, lo hace para intervenir en situaciones concretas que transcurren en el entorno. “Su
condición fundamental de ser-en-el-mundo le permite experimentar tres áreas o modalidades
primordiales de la existencia: el mundo privado que le posibilita relacionarse consigo mismo,
el mundo en el cual se encuentra con otros seres humanos y su entorno más general.

EL HOMBRE ES CONSCIENTE. LA CONCIENCIA FORMA PARTE ESENCIAL DE


SU SER.

El individuo como ser subjetivo y consciente

Martínez (1982) asevera que el ser humano vive subjetivamente y, en realidad, no


tiene la posibilidad de eludir la subjetividad de su experiencia. Vivencia y percibe el mundo,
de modo inevitable, influenciado por su realidad personal y, así, en cierto sentido “el mundo
externo forma parte de [su] experiencia interna”. Es importante asi comprender que los
factores internos son poderosas fuerzas directrices que organizan y configuran su experiencia
de sí mismo, de los demás y del mundo. Esta subjetividad seria la visión particular que el ser
humano tiene de sí mismo, de sus experiencias, de las personas y de las situaciones de la
vida, junto a los significados y valores que les confiere.
El fenómeno de la percepción es de especial relevancia en este contexto. El proceso
perceptivo implica que el individuo da significados subjetivos a lo que ocurre dentro y fuera
de él, participando de esta manera en la construcción de su propia realidad. Más allá, el
“organismo reacciona al campo perceptivo como es experimentado y vivido por el sujeto.
Nuestro comportamiento no es la respuesta a una realidad en su aspecto objetivo, sino a la
percepción que de la realidad tenemos. Por ejemplo, un mismo objeto externo puede
convertirse, dependiendo de cómo los factores subjetivos del individuo influencien su
percepción en un momento determinado, en una herramienta o en una amenaza.
La noción de subjetividad implica, desde esta perspectiva, el concepto de consciencia.
El ser humano vive no sólo de modo subjetivo, sino también de manera consciente y, en
especial, de manera auto-consciente. En conjunto con la concomitante capacidad de
simbolización, entre otras cosas le permite distinguirse del mundo externo, habitar tanto el
pasado como el futuro, planificar, utilizar símbolos, empatizar con los demás a partir de su
reconocimiento de sí mismo, actuar éticamente, entregarse a ideales y ensanchar su espectro
de acción y la riqueza y variedad de sus vivencias posibles. “Realizar estas posibilidades es
“ser persona”.
Aquí es interesante hacer una aclaración: Aunque los psicólogos humanistas
consideren que la consciencia humana es de gran significación para la comprensión del
comportamiento, este hecho no equivale a una negación de la importancia motivacional de
los factores no conscientes. Es decir, se admite la presencia de fenómenos y procesos
inconscientes en la vida subjetiva del ser humano. El hombre tiene instintos, hablando
ónticamente; y debe tenerlos, hablando éticamente. En modo alguno negamos los instintos
del ser humano; lo que negamos es sólo la reducción del hombre a un haz de instintos. Lo
que negamos es que el hombre sea arrastrado por los instintos. Él ´tiene´ instintos, pero no
´es´ una realidad instintiva. El hombre tiene instintos, pero los instintos no le tienen a él. El
hombre hace algo con los instintos, pero los instintos no le constituyen en un ser. (Frankl,
1984, pp. 172-173).

EL HOMBRE TIENE CAPACIDAD DE ELECCIÓN. LA CONCIENCIA HACE AL


HOMBRE NO MERO ESPECTADOR SINO PARTÍCIPE DE SUS EXPERIENCIAS.

Se considera al ser humano capaz de ser libre y de experimentar libertad. Más allá, el
individuo no sólo puede ser libre, sino que, siguiendo las reflexiones filosóficas de Jean-Paul
Sartre y otros filósofos existenciales, está condenado a la libertad. De acuerdo con esta
concepción el ser humano ya no tiene la ´elección de la elección´ o la libertad de decisión
acerca de si decide o no algo, sino que tiene que decidir y elegir, quiera o no. En este contexto
el ser humano tiene, según ello, que aceptar no sólo la responsabilidad por decisiones que,
por así decirlo, ha ´tomado libremente´, sino que debe aceptar, en último término, incluso la
responsabilidad de existir, de vivir.
Desde la perspectiva de la filosofía existencial o Existencialismo, la capacidad de ser
libre está inextricablemente unida al miedo y la angustia existencial. El ser humano está, de
acuerdo a Heidegger, arrojado a un mundo que se le impone −un mundo en el cual, de modo
literal, se encuentra− y a una existencia que trae consigo la confrontación con la
inevitabilidad de la muerte. Sin embargo, en medio de estas circunstancias, el individuo es
capaz de actuar y escoger de manera libre, debido a lo cual el miedo y libertad son las dos
caras interactuantes de la condición antropológica de estar arrojado a la existencia. Para
Heidegger, el miedo a la muerte y a la nada contiene un elemento de amenaza pero,
simultáneamente, conlleva la posibilidad de conducir la propia vida hacia su realización −el
reconocimiento de la finitud de la existencia puede “llevar a la vida a su plenitud”.
La libertad del ser humano está limitada, restringida y determinada y, más bien, se
puede hablar de grados de libertad (Frankl, 1982). El individuo es, así, parcialmente libre en
cuanto, dentro de las restricciones que los múltiples condicionamientos a los que se halla
expuesto le imponen, “mantiene un margen de libertad de elección del cual es responsable y
por el cual se constituye en sujeto agente”. En este sentido, podemos hablar en Psicología
Humanística de un “determinismo suave”, que sería la idea de que el organismo humano
dispone de la potencialidad de un grado circunscrito de auto-determinación y libertad
personal. Desde este punto de vista, puede afirmarse que el individuo está delimitado, pero
no definido por factores determinantes tales como su constitución física y genética o su
entorno social y cultural.
Frankl (1978, 1984) ha discutido la problemática de la libertad humana con mayor
detalle. Opina que, sin lugar a dudas, el individuo no está libre de condiciones que lo afectan
y determinan. No obstante, estas condiciones no llegan a determinarlo por completo; dentro
de ciertos límites, depende de él mismo si acaso se somete a ellas o si opta por superarlas.
Más específicamente, el ser humano es libre para asumir una actitud de su elección, sea de
manera voluntaria o involuntaria y de manera consciente o inconsciente, en relación a las
diferentes realidades que lo condicionan. Para Frankl (1984), el ser humano es un ser
incondicionado porque no se agota en su condicionalidad y porque ninguna condición es
capaz de definirle de modo pleno. El grado de libertad que el individuo ejerce y experimenta
no siempre permanece estático, sino que puede variar. Según Martínez (1982), el grado de
libertad aumenta en la medida en la que la persona se abre y acepta sus propias experiencias,
en la medida en la que “la persona es ella misma y da entrada y hace accesibles a su
consciencia todos los datos disponibles y relacionados con la situación. Afirma el autor, en
este sentido, que la capacidad humana de consciencia es crucial en términos de las
posibilidades de ampliación de la capacidad de libertad, ya que el incremento del rango de
conocimiento que la consciencia puede generar tiende a expandir el espectro de acciones
potenciales. La capacidad del ser humano de ser consciente de sí mismo como individuo que
siente, debe ser entendida como la base psicológica de la libertad.

EL HOMBRE ES INTENCIONAL. LA INTENCIONALIDAD ES LA BASE


SOBRE LA CUAL EL HOMBRE CONSTRUYE SU IDENTIDAD.

Desde el punto de vista de la Fenomenología, la característica principal de los procesos


psicológicos −la llamada intencionalidad− hace referencia, precisamente, al vínculo
indisoluble que une al sujeto con el objeto o al individuo con el mundo. Para Edmund
Husserl, la intencionalidad es una concepción cardinal que da cuenta del hecho experiencial
de que todo acto psíquico está referido y ligado a algo: la consciencia es siempre consciencia
de algo, la percepción es siempre percepción de algo, etc.
Frankl (1978, 1982) integra el concepto fenomenológico de la intencionalidad en su
noción de la auto-trascendencia que, para él, representa una de las particularidades más
esenciales de la existencia humana y que refleja la apertura del ser humano al mundo que lo
rodea. La auto-trascendencia, en efecto, constituye de acuerdo a Frankl (1978) el hecho
antropológico primordial: estar siempre dirigido o apuntando hacia algo o alguien distinto de
uno mismo: hacia un sentido que cumplir u otro ser humano que encontrar, una causa a la
cual servir o una persona a la cual amar. Tan sólo en la medida en que alguien vive esta
autotrascendencia de la existencia humana, es auténticamente humano o deviene
auténticamente él mismo.
Cuando la auto-trascendencia no puede manifestarse o realizarse, la existencia del
individuo queda distorsionada y cosificada. Dado que, siguiendo a Frankl, la característica
central del ser humano es su vinculación indisoluble con las cosas a través de la auto-
trascendencia, la frustración de esta relación reduce al ser “a una mera cosa. El ´ser hombre´
queda despersonalizado. Y lo que es más importante, el sujeto se convierte en objeto”.
En el marco de la psicoterapia de orientación humanista-existencial, la noción del
individuo como ser-en-el-mundo también se ha traducido, por así decirlo operacionalmente,
en la denominada teoría de campo. Esta concepción tiene sus raíces en el trabajo de Kurt
Lewin y es una de las influencias de la psicología alemana de la Gestalt que los terapeutas
humanistas-existenciales han recibido e incorporado a su antropología. Lewin define un
campo como un todo en el cual las partes están en relación unas con otras y en el cual ninguna
parte está separada de la influencia de lo que sucede en otro lugar del campo. “El campo
reemplaza la noción de partículas separadas, aisladas. La persona en su espacio de vida
constituye un “campo”.
Ahora bien, realizado ya el pasaje por los rasgos característicos del pensamiento de
la psicología Humanista, es indispensable tener en cuenta dos cuestiones muy importantes,
que se encuentran en íntima relación con las consideraciones hasta ahora realizadas. Nos
referimos a la noción de:
a) proyecto vital, que la psicología humanista-existencial ha adoptado de la filosofía
existencial de Sartre. Como punto de partida, los psicoterapeutas humanistas-existenciales
subrayan que el ser humano vive siempre, y de manera inevitable, en el presente −el individuo
no tiene otra alternativa que estar en el presente e incluso procesos psicológicos como
recordar momentos pasados o imaginarse situaciones futuras transcurren en el presente. Sólo
el instante de la experiencia presente puede decidir sobre la importancia y el significado del
pasado o del futuro. Sin embargo, el ser humano tiene la capacidad de habitar, aunque sea de
manera imaginaria, tanto el presente como el pasado y el futuro. A partir del concepto del
proyecto vital, es posible afirmar que las personas “actúan en el presente dinámico, pero
viven hacia el futuro. El futuro es el horizonte de sus posibilidades”. El futuro puede dar
sentido a la existencia humana y, en consecuencia, concordando con las concepciones de la
filosofía heideggeriana.
b) la creatividad humana: considerada uno de los elementos medulares que le permiten al ser
humano, por un lado, enfrentarse al entorno de manera efectiva y, por otro lado, dejar su
huella en un mundo que, como hemos visto, forma parte de él. La capacidad creativa humana
es una herramienta importante para plasmar su realidad interna y para compartirla con los
demás. Asimismo, es una herramienta que puede proporcionarle sentido y convertirse en
expresión auténtica de su auto-realización.

PRINCIPALES PSICOTERAPIAS
QUE COMPARTEN SU ORIGEN
EN LA PSICOLOGIA HUMANISTICA

El recorrido realizado hasta aquí, nos permite presentar ahora los principales enfoques
de las terapias psicológicas que comparten su origen y pensamiento con la denominada
“Tercera Fuerza” de la Psicología
Entendemos, entonces, el concepto de psicoterapia humanista-existencial como una
categoría amplia que delimita a un conjunto de variados abordajes clínicos, reunidos no tanto
por la existencia de una teoría psicológica o una metodología terapéutica común, sino más
bien por el hecho de que comparten una concepción semejante de la naturaleza del ser
humano que se manifiesta de distintas maneras en la práctica psicoterapéutica (Kriz, 1985).
Mencionaremos los enfoques terapéuticos más destacados, y los que se desarrollan
actualmente en Argentina, y particularmente en Tucumán.

Principales Psicoterapias Que Comparten Su Origen En La Psicología Humanística:

• El Enfoque Centrado en la Persona (C. Rogers),


• La Gestalt (F. Perls),
• La Programación NeuroLingüística P.N.L. (Grinder y Bandler),
• La Psicoterapia Sistémica,
• Logoterapia (V. Frankl).
• Psicoterapia Cognitivo-conductual (Aaron Beck)

A modo de introducirlos, mostraremos las características más relevantes de la Logoterapia,


ya que consideramos tiene un lugar destacado en nuestro contexto actual. El Enfoque
Gestáltico, La Psicoterapia Sistémica y la Psicoterapia Cognitivo-conductual también serán
abordados, en otra bibliografía de la catedra.

LA LOGOTERAPIA DE VIKTOR FRANKL

Siendo un joven psiquiatra, Viktor Frankl (1905-1997) daba clases de psicología por
la radio emisora de Viena, corrían los años previos a la llegada de los nazis (1939) a esa
capital tradicional del ya lejano imperio austro-húngaro. Teniendo la visa ya otorgada por el
gobierno norteamericano para emigrar del suelo que lo vio nacer, decide, no obstante,
quedarse en Viena y enfrentar con su familia de origen judío, el destino inimaginable que le
aguardaba por la tragedia del holocausto. Decide quedarse en Austria, casándose con Tilly
Gross, persona esencial en la transformación de Frankl. Llegado el momento de enfrentar el
futuro que él había visualizado que vendría, Viktor es enviado al campo de concentración
con su padre y su hermano mayor. Su hermana menor se había refugiado en la embajada de
Australia, mientras que Tilly fue enviada a otro campo de concentración.
En una mañana de trabajos forzados y sometido a un clima extremo Viktor intentaba
cavar una zanja. En medio de ese lugar inhóspito tuvo una experiencia trascendente: mientras
él miraba al cielo, un pequeño pájaro se posó entre la nieve, cuando se cuestionó qué sentido
tenía estar allí y esperar a morir en cualquier momento cuando su destino dependía de los
guardias. Viktor escribe entonces uno de sus mejores parajes en toda su con la trascendencia.
Descubre lo que verdaderamente es el amor como acto creativo y dedica un sentido para su
sufrimiento con el propósito de seguir viviendo, estableció a Tilly como su propósito para
sobrevivir y verla y estar con ella cuando todo ese infierno haya terminado.
Dentro de sí mismo estaba aconteciendo una nueva actitud: la proactividad, como un
sufrimiento con un sentido otorgado. Desde esa actitud logró sobrevivir y ayudó a muchos a
sobrevivir, de allí surgiría el diálogo íntimo con la trascendencia, el concepto de actitud de
libertad y responsabilidad, así como el descubrimiento del humor como una alternativa al
sufrimiento sin sentido. Desde el año 1942 a 1945, Viktor fue trasladado varias veces de
campo de concentración y pudo aplicar su incipiente logoterapia desde la naturalidad de la
vida, desde una intuición salvadora hasta que llegó aquel día de mayo de 1945 cuando fuera
la anhelada liberación. He aquí el lamentable incidente que permitiría que el mundo
conociera la futura logoterapia: Tilly Gross muere, atropellada por el descontrol de la
multitud durante la liberación del campo de concentración donde ella había permanecido. El
destino había querido que ella sobreviviera, pero no para vivir junto a Viktor sino para morir
el día de la liberación, paradoja común y natural al acontecer de un campo de concentración
y también de la vida. Viktor se sume en una profunda depresión y recién cuando se acerca la
navidad de ese año 45, dos semanas antes, se abre el tiempo para Viktor. Recopila lo que
habían sido sus borradores, escritos en papel higiénico en el campo de concentración y con
la ayuda de dos secretarias, escribe su libro que pasaría a la inmortalidad: El hombre en busca
de sentido. Una experiencia de un psiquiatra en un campo de concentración. Dicho sea de
paso, este libro se transformó en uno de los libros más leídos por la humanidad.
Frankl había decidido seguir viviendo bajo un nuevo sentido: que la humanidad
conociera lo que había descubierto él en esos años de sufrimiento, enterándose también de
aquello que posteriormente sería conocido como la logoterapia y que, finalmente, la curación
por la palabra espiritual tuviera lugar en las clínicas y recintos en donde la gente sufra. Frankl
se preguntó Cómo enfrentar enfermedades o pérdidas que en sí producía el sufrimiento sin
haber tenido ninguna relación con la infancia y con el pasado del paciente.
Así, él introduce la dimensión olvidada por la filosofía en Occidente: la espiritualidad,
además de la dimensión biológica y psicológica.
Usando la palabra como recurso, Frankl inventa la “palabra paradojal” y hace que el
espíritu se distancie de la persona y responda las preguntas desde la sobrevivencia.
Afirmando al Futuro como único tiempo posible para vivir o construir, establece una
psicoterapia centrada en el futuro del paciente. Creador de frases célebres como pocos
psiquiatras y pensadores, él nos legó un enorme material lingüístico; por ejemplo, dos que
revelan gran parte de su Filosofía: “Me has quitado la libertad pero lo que no me puedes
quitar es la libertad que yo tengo para asumir la actitud que yo quiera frente la pérdida de
libertad que me otorgas” (dirigido a los guardias del campo de concentración), “el tiempo
pasado es inútil porque el pasado no se puede rehacer ni deshacer, sólo el futuro es posible”.
Frankl fue un visionario y un fuerte defensor de la fuerza del espíritu. Frankl, como
todos los humanistas, sin excepción, se refieren a al tema de la libertad y de que somos
responsables de los que hacemos y sentimos. Frankl había descubierto la libertad en una
cárcel inventada en el siglo XX: el campo de concentración, una fábula de la exterminación
y de las sociedades controladas, gran oferta que nos hacía la sociedad científica de la época
de la guerra fría.
De acuerdo a la “Logoterapia” o “Terapia del sentido”, en la vida de todos los días,
debido a nuestro condicionamiento lingüístico y científico del racionalismo imperante,
sufrimos doblemente con la pregunta del ¿por qué?, este mortificante “por qué” nos conecta
y nos transporta al pasado, buscando las causas o encontrando a los culpables de nuestra
situación presente. Por el contrario, se debe pensar en cambio al estilo de Frankl: reemplazar
la pregunta ¿por qué? por la pregunta ¿para qué?: ¿Para qué tengo esta pérdida?, ¿para qué
me he enfermado? ¿Para qué tuve dificultades en el colegio, en mi familia que me llevaron a
estar en esta situación particular? ¿Para qué nací en esta época y lugar? ¿Qué espera la Vida
de mí? La pregunta mágica inventada por Frankl no es qué espero yo de la vida, sino qué
espera la Vida de mí. Necesitamos otorgarle un sentido al sufrimiento, otorgarle un
significado a la vida, ya que ella no nos puede decir por sí misma que tenga algún sentido. A
partir del sentido que le otorguemos al sufrimiento, podemos proyectar nuestro futuro,
iniciando así un diálogo con la trascendencia. El sentido es el destino final de la misión
personal, según esta misión puedo ir construyendo mis estatuas (hijos, trabajos, relaciones,
aportes, ayudar, amar como sentido, etc.)
La plena realización en la vida es aquel momento en que la muerte nos espera y
nosotros llegamos cargados de estatuas y trofeos. Estos son los tesoros mejor logrados, siendo
ellos el puente a la autorrealización y el vehículo para trascender.
El pasado es imposible, el futuro es lo único posible. En cambio, en la vida cotidiana
sobrevaloramos el pasado, idealizándolo o condenándolo, siendo ambas formas un modo de
mantenerlo vigente. Nuestra vida es sólo una gota en el tiempo y lo que vivamos debemos
vivirlo significativamente, mirando hacia el sentido, construyendo las estatuas que nos
indiquen nuestros sueños, vinculadas a nuestras metas. Nuestros sueños le otorgan sentido a
nuestra vida. En la oscuridad del sufrimiento, la vida pierde el sentido pero al vivir nuestro
sufrimiento con un sentido, surge la luz.
Al enfrentarnos al sufrimiento y aceptarlo, nos salimos de la unidad mítica del tiempo
y del espacio para trascenderlo. Trascendemos la condición de víctimas o victimarios. El
sufrimiento nos saca del tiempo, pareciera que no fuera verdad lo que nos ocurre, sin quererlo
nos situamos por un momento fuera del tiempo, y al otorgarle un sentido al sufrimiento,
podemos volver a la aventura de vivir significativamente.
La Logoterapia o “terapia del sentido” se ha usado en el tratamiento de las
enfermedades terminales y letales o en el cambio o transformación que debe hacer una
persona después de un accidente en que su vida ha cambiado drásticamente. En el caso de las
pérdidas, la logoterapia ha resultado ser una de las terapias más efectivas, por su especial
trabajo con el espíritu y en la dimensión única posible: el futuro.
La Logoterapia tiene aplicación en el terreno de la psicoterapia especialmente en
pacientes que han sufrido pérdidas afectivas y personales, pacientes con SIDA o cáncer,
quienes son guiados hacia crear un sentido con la vida que les queda y desde el espíritu que
puede crear lo incambiable. De igual modo, las aplicaciones de la logoterapia en el ámbito
laboral y el desarrollo de la proactividad resulta ser una metodología muy efectiva y útil para
la vida cotidiana.
Para finalizar, esperamos que el recorrido realizado por la llamada “Tercera Fuerza
en Psicología” genere en ustedes más interrogantes que certezas, para así promover su
curiosidad e interés en la lectura y estudio de esta temática abordada por la asignatura
Introducción a la Psicología.

Psic. Cecilia Inés Della Rocca


Aux. Docente Cátedra Introducción a la Psicología- UNT- 2018

BIBLIOGRAFIA CONSULTADA

• Carpio Adolfo. (2015 e.) Principios de Filosofia. Argentina. Paidós.


• Frankl, V. (1987b). Logoterapia y análisis existencial. Barcelona: Herder.
• Frankl, V. (2011) el Hombre En Busca De Sentido. Barcelona: Herder
• Maslow, A. 1983. La personalidad Creadora. Barcelona: Kairós.
• Perls, F. 1976. El Enfoque Gestáltico. Santiago de Chile: Cuatro Vientos.
• Quitmann, H. (1985). Psicología humanística: Conceptos fundamentales y
trasfondo filosófico. Barcelona: Herder.
• Riveros, E. 2000. Existencia y Cambio. Santiago de Chile: Lom.
• Villegas, M. (1986). La Psicología humanista: historia, concepto y método.
Anuario de psicología.N° 34. Universidad de Barcelona.

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