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Un adjetivo es heterólogo si no se califica a sí mismo, y autólogo si lo hace. Por ejemplo, la palabra “negra” tal como aparece aquí escrita, se
califica a sí misma; por tanto, es un adjetivo autólogo. En cambio, “amarillo”, es aquí un adjetivo heterólogo. También, “esdrújula” es una
palabra autóloga (porque es esdrújula), mientras que “aguda” es heteróloga (porque es llana). El problema viene cuando nos preguntamos si
“heterólogo” es un adjetivo heterólogo o no: pruébese a hacer el razonamiento.
bueno o lo bello… Para él sobre estas cosas el lenguaje perfecto no tiene nada que decir. Por tanto, la filosofía tiene
que callarse. Su única misión es aclarar sobre qué se puede o no hablar.
Sin embargo, en obras posteriores Wittgenstein se dio cuenta de que sus primeras ideas dependían de una teoría del
significado que luego creyó demasiado restrictiva: significado era sólo aquella cosa a la que se refería una palabra.
Entonces pensó que el significado de una palabra podría querer decir otras cosas; pensó que el significado de una
palabra dependía de su uso, que una palabra, y el lenguaje entero, no era más que una herramienta que podía usarse de
diferentes maneras, dependiendo del contexto. Inventó entonces, en las Investigaciones filosóficas, la teoría de los
juegos del lenguaje. El lenguaje natural contiene muchos “juegos del lenguaje” o distintos usos con sus propias y
diferentes reglas.
La principal consecuencia para el problema del sinsentido es que ahora los sinsentidos filosóficos quedan
completamente al descubierto. No es lo mismo un sinsentido como “llueve o no llueve”, que no habla de la realidad pero
no incumple ninguna regla lingüística, que un sinsentido como “el actual rey de Francia es calvo” o “Dios existe”. Estos
últimos enunciados incumplen una regla lingüística que consiste en que para referirse a la existencia de algo ha de usar
uno un nombre que pueda tener una referencia espacio-temporal. El segundo la incumple claramente; el primero de
manera disimulada.
Para entender esto, no hay más que leer el pasaje de la Odisea en que Ulises engaña al Cíclope diciéndole que su
nombre es “Nadie”. Cuando éste, una vez cegado por el astuto Ulises, es preguntado por los demás Cíclopes, contesta
que nadie le ha hecho eso, por lo que sus hermanos lo toman por loco y Ulises y sus hombres pueden escapar
tranquilos.
En A través del espejo, el Rey Blanco pregunta a Alicia si ve a alguien en el camino:
“- A nadie –contestó Alicia.
- ¡Cómo envidio tu buena vista! –exclamó, quejumbroso el Rey-, ¡Ver a Nadie! ¡Y a esa distancia! Yo, en cambio,
apenas si consigo ver a alguien, ¡y eso con buena luz!”
En resumen, desde Wittgenstein es corriente en filosofía distinguir entre dos teorías del significado:
a) la teoría del significado como referencia: lo que significa una palabra es el objeto al que designa; lo que significa un
enunciado es una proposición, es decir, la representación de un hecho, al que el enunciado se “refiere”. Recuérdese
que el criterio empirista de significado, la lógica formal proposicional o la teoría clásica de la verdad como
correspondencia se fundamentan en esta idea.
b) La teoría del significado como uso: ésta es la idea en la que se basa la llamada pragmática del lenguaje, el estudio
del significado teniendo en cuenta su contexto. Aquí las palabras, los enunciados y los textos tienen significados, no
porque se refieran a algo, sino, en un sentido más amplio, porque se insertan en un contexto comunicativo en el
que los hablantes siguen unas reglas para entenderse. Por tanto, referirse a algo no es más que uno de los muchos
usos del lenguaje (juegos, diría Wittgenstein en las Investigaciones filosóficas)
“Mi objetivo es enseñarte a pasar del sinsentido encubierto al descubierto, o sea, hacer patente el sinsentido”.
WITTGENSTEIN, L.: Investigaciones filosóficas.
“Imaginemos un lenguaje en el que, en lugar de decir «No encontré a nadie en el cuarto», uno dijera «Encontré en
el cuarto al Señor Nadie». ¡!Qué problemas filosóficos plantearía semejante convención!”.
WITTGENSTEIN, L.: Cuadernos azul y marrón.
La tarea esencial del lenguaje es afirmar o negar los hechos. Dada la sintaxis de un lenguaje, el significado
de una proposición está determinado tan pronto como se conozca el significado de las palabras que la componen.
Para que una cierta proposición pueda afirmar un cierto hecho, debe haber, cualquiera que sea el modo como el
lenguaje está construido, algo en común entre la estructura de la proposición y la estructura del hecho. Esta es tal
vez la tesis más fundamental de la teoría de Wittgenstein. Aquello que haya de común entre la proposición y el
hecho, no puede, así lo afirma el autor, ser dicho a su vez en el lenguaje. Sólo puede ser, en la fraseología de
Wittgenstein, mostrado, no dicho, pues cualquier cosa que podamos decir tendrá siempre la misma estructura.
El primer requisito de un lenguaje ideal sería tener un solo nombre para cada elemento, y nunca el mismo
nombre para dos elementos distintos. Un nombre es un símbolo simple en el sentido de que no posee partes que
sean a su vez símbolos. En un lenguaje lógicamente perfecto, nada que no fuera un elemento tendría un símbolo
simple. El símbolo para un compuesto sería un “complejo” que contuviera los símbolos de las partes. Al hablar de
un “complejo” estamos, como veremos más adelante, pecando en contra de las reglas de la gramática filosófica,
pero esto es inevitable al principio. “La mayor parte de las proposiciones e interrogantes que se han escrito sobre
materia filosófica no son falsas, sino sinsentido. No podemos, pues, responder a cuestiones de esta clase de ningún
modo, sino sólo establecer su sinsentido. La mayor parte de las cuestiones y proposiciones de los filósofos proceden
del hecho de que no comprendemos la lógica de nuestro lenguaje. Son del mismo tipo que la cuestión de si lo bueno
es más o menos idéntico que lo bello "“(4.003).
2. ¿Cómo evita la lógica el problema del sinsentido? Enumera los requisitos que debe cumplir el
lenguaje lógico para hacerlo, según los textos de Wittgenstein y Russell.
3. Enumera las características que se atribuyen en los textos a los tres tipos de proposiciones
lógicas: tautologías, contradicciones e indeterminaciones, y explícalas.