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María Dolores Fuentes Bajo

OTRA LECTURA DE
VENEZUELA COLONIAL

1
© María Dolores Fuentes Bajo
Primera edición: Noviembre 2018

ISBN: 978‒84‒8190‒923‒4
Depósito legal: VG: 672‒2018

EDICIONES CARDEÑOSO
Rúa Alfolíes 9-2º a mis padres
36208 VIGO ‒ España
 637559902
a María Luisa
In Memoriam
 edicionescardenoso@mundo‒r.com
Dibujo de Portada: Santiago Gamero de Plata

Impreso en España

2 3
El libro de la Dra. María Dolores Fuentes Bajo, Otra lectura
de Venezuela colonial, es una excelente contribución a la Histo-
ria de Género y de la Vida Privada de la élite colonial y, en el
caso que nos ocupa, de la venezolana. La referida obra es una
suma de pequeñas historias perfectamente ensambladas en el
contexto histórico y en el complejo escenario geopolítico, diver-
PRÓLOGO
so y atomizado, entre El Caribe y los Andes Septentrionales, que
constituyó en su momento la Capitanía General de Venezuela.

La Profesora Fuentes Bajo posee la habilidad de contar la


Historia de otra manera con una narrativa, casi novelada, de fácil
y amena lectura, pero rigurosamente documentada en Archivos
Históricos locales, nacionales, internacionales y generales. Do-
cumentos muy variopintos que van desde los protocolos notaria-
les, pasando por los eclesiásticos y administrativos hasta volu-
minosos expedientes judiciales, a los que se une una cuidada y
selecta bibliografía. Tan amplia documentación otorga a la pre-
sente obra el obligado carácter y rigor científico.

La autora nos propone viajar por la Historia de la Venezuela


Colonial a través de microhistorias, verdaderas Historias de Vida
acontecidas a mujeres de diversa condición socio-étnica, enmar-
cadas en un orden colonial, estamental, patriarcal y racial propio
del Antiguo Régimen

El primer capítulo, “Palabras y silencios de mujeres viaje-


ras”, trata de la complicada historia de una mujer, Luciana de la

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Cuesta, de ascendencia vasca, nacida en Granada en 1716, domi- Este Capítulo permite llegar a los entresijos de la vida privada
ciliada y casada en Cádiz, emigrada a Cuba y a Venezuela y fa- conyugal y revela diversos paradigmas de familia, según las cla-
llecida con más de 70 años en Maracaibo. La historia de Luciana ses y condición étnica de los actores sociales, predominando la
nos recuerda la dramática parodia de Leandro Fernández de Mo- estructura de familia monoparental, nuclear y extensa, en las cla-
ratín El sí de las niñas, pues fue casada a los12 años con un an- ses populares, tanto en las castas como en los denominados
ciano de 68. Las estrategias matrimoniales, basadas siempre en “blancos de orilla” (blancos pobres). No obstante, la autora
motivaciones económicas, y la emigración a Ultramar, como apunta cómo las clases populares, a nivel del discurso teórico,
posibilidad de cambio, son los temas recurrentes del presente imitan y mimetizan la ideología y el sistema de valores impues-
capítulo que contribuye a la construcción de una historia de fa- tos por las élites. La Dra. Fuentes Bajo, una vez más, ha sabido
milia, identidad y género a un lado y a otro del Atlántico. dar vida y leer entrelíneas una vasta, compleja y fragmentada
documentación.
El segundo capítulo, “Los Valores de una época y la pobla-
ción femenina”, tiene como primer escenario la Mérida venezo- El cuarto y último Capítulo, “Apuntes sobre la alta sociedad
lana en la segunda mitad del siglo XVII. Sus protagonistas son caraqueña”, se desarrolla en un período cronológico convulso
dos jóvenes enamorados, casi niños, María de la Cruz, india po- (1777-1807), vísperas de la Independencia. Sus actores sociales
bre, y Nicolás Bohórquez, blanco de la élite. En este capítulo se son las familias criollas y las tensiones internas de la élite. A la
pone de relieve la sociedad de castas y el orden colonial impe- sazón se ha escogido como paradigma a la familia Mora y a la
rante, fundamentado en el racismo patriarcal. También viajamos ciudad de Caracas como escenario y testigo de alianzas y enfren-
al interior de los conventos de clausura, ofreciéndonos la autora tamientos en los tribunales. Las luchas de poder, el matrimonio
un magnífico retablo del monacato femenino colonial, como es- morganático y el disenso impuesto por la autoridad patriarcal son
pacio de un jerarquizado “depósito” de mujeres. El barroco valor temas recurrentes en un mundo en el que la vida privada y la es-
del sentido de la honra se erige en piedra angular de la familia y fera pública apenas las separa un hilo sutil, casi invisible. Lo pri-
del orden social heteropatriarcal. La Dra. Fuentes Bajo en este vado transciende a lo público generando espacios de tensión en
segundo capítulo nos propone también viajar a Maracaibo, para coyunturas festivas y en lugares de socialización como los tem-
contar la historia de una fricción entre poderes, el poder civil y el plos. La autora revela en este capítulo el afán de criollización de
eclesiástico, que utilizan a la mujer como dardo arrojadizo, y al las élites definido por la acumulación de tierras, bienes inmue-
templo (parroquia) como un espacio de tensión, más conflictivo bles, esclavos y, sobre todo, por un estilo de vida suntuario.
que espiritual.
Estamos ante una obra muy bien escrita que da vida a los
En el tercer Capítulo, “Los Afectos en las Fuentes Documen- fríos documentos oficiales, y es ahí donde radica la pericia de la
tales”, la autora realiza una minuciosa y encomiable labor archi- autora que, siendo fiel a las fuentes, escudriña en los silencios y
vística en Venezuela y España que, centrada en el siglo XVIII y da voz al sentimiento para mostrarlo de forma sutil, delicada, con
en Caracas, engloba desde demandas de esponsales y juicios de sentido del humor, y, ante todo, de forma respetuosa y objetiva.
disenso hasta separaciones, divorcios y nulidades matrimoniales.

6 7
Para concluir, solo resta decir que el libro de la Dra. María
Dolores Fuentes Bajo es una excelente contribución a la Historia
Cualitativa y de las Sensibilidades en la América Hispánica y,
concretamente, en la Venezuela Colonial

María Dolores Pérez Murillo


Profesora Titular de Historia de América
Sevilla, a 29 de Septiembre de 2018

PALABRAS PRELIMINARES

8 9
Hemos estructurado el libro en cuatro capítulos donde apare-
cen reproducidas literalmente colaboraciones nuestras aparecidas
en diferentes revistas nacionales y extranjeras en distintos mo-
mentos, como se indica expresamente en la correspondiente nota
I — Si alguien nos preguntara el significado de este libro, a pie. En algunos casos, unos imperceptibles cambios de estilo,
que intencionadamente lleva por título “Otra lectura de Venezue- son la prueba del paso del tiempo entre los primeros trabajos y
la colonial”, diríamos que nuestro propósito ha sido ofrecer al- aquellos otros de fecha más reciente. Pedimos disculpas por ello.
gunas reflexiones sobre lo que verdaderamente debieron ser y Somos conscientes, por otra parte, de que algunos datos que se
sentir los venezolanos/as de los siglos XVII y XVIII. reseñan hubieran podido ser actualizados o, en algunos casos,
En las siguientes páginas, el lector encontrará trazos de la suprimidos, pero hemos preferido no alterar en nada el formato
peculiar tesitura de Venezuela durante el periodo hispánico, co- original con el que se publicaron en su momento.
mo telón de fondo de pequeñas historias rescatadas de los archi- Tienen en común las investigaciones compiladas determina-
vos, a lo largo de más de 25 años. das características en relación a su estructura formal. Así, se hace
Se recogen en esta monografía vivencias (por lo general, referencia en primer término en ellas al contexto histórico, al
conflictos) de gentes muy distintas, aunque en buena parte rela- tiempo y al espacio donde tuvo lugar el tema en cuestión que
cionadas con las capas más poderosas e influyentes de la socie- pretenden analizar, junto a unas pinceladas de los principales
dad colonial, las únicas que por su peso específico pudieron de- actores, antes de iniciar el estudio en sí.
jar huella de su existencia en los repositorios1. Y es que la do-
cumentación de tema americanista que se custodia en los archi- II — Si nos propusiéramos determinar nuestro trabajo con
vos españoles está en relación, en buena medida, con contencio- una etiqueta metodológica, no nos sería del todo fácil. Pertene-
sos que en última instancia fueron vistos en el Consejo de Indias. cemos a una generación que no sabía mucho, cuando empezó, de
Evidentemente, esto no siempre facilita la labor del historiador, metodología y sí de horas y horas de trabajo en los archivos y
pero son éstas las únicas fuentes, prácticamente, de que se dispo- bibliotecas, en un esfuerzo solitario y sin apenas orientación. No
ne2. fue sino después de muchos años de leer legajos y de presentar
comunicaciones a Congresos, dentro y fuera de nuestro país,
1
cuando logramos trasladar a la teoría todo lo aprendido con es-
Frédérique LANGUE: Las élites en América española, actitudes y mentalidades. Fi-
le:///C:/Users/Usuario/Downloads/98591-146221-1-PB.pdf fuerzo en los años anteriores. Muy distinto panorama se observa
2 Sobre las dificultades inherentes a la investigación histórica puede consultarse: Raimundo

ABELLO LLANOS: “La investigación en ciencias sociales: sugerencias prácticas sobre el


en las nuevas generaciones de estudiosos de la Historia, al menos
proceso”. Investigación y desarrollo, vol. 17, nº 21, 2009; Absalón JIMÉNEZ BECERRA: en lo relativo a este aspecto.
“Algunos elementos para la investigación en Historia”. En La práctica investigativa en cien-
cias sociales. Bogotá, Universidad Pedagógica Nacional, 2004; Francisco José MERINO No obstante, sí nos gustaría señalar que el presente libro in-
QUIJANO: “Las fuentes en una investigación histórica”. tenta ser una muestra de temas que siempre han llamado nuestra
https.//www.researchgate.net/publication/252626294_las_fuentes_en_una_investigacion_hist
orica atención. En este sentido, la monografía quiere ser una modesta
Karina BATTHYÁNY y Mariana CABRERA (Coordinadoras): Metodología de la investiga- contribución a la Historia de Género y a la Historia de la Fami-
ción en Ciencias Sociales. Apuntes para un curso inicial
.https://perio.unlp.edu.ar/catedras/system/files//p.1_batthyany_k._cabrera_m._metodologia_d lia. En efecto, por sus páginas desfilan mujeres un poco o un
e_la_investigacion_en_ciencias_sociales_cap_ii.pdf
10 11
mucho especiales: desde supuestas damas como la anciana Rosa pensamientos o anhelos no suficientemente subrayados en otras
Núñez a aventureras y casi delincuentes como Luciana de la maneras de concebir la Historia4.
Cuesta, que reescribe su biografía una y mil veces, y que, evi-
dentemente, hace imposible la tarea de cualquier investigador. III — Parece llegado el momento de poner un punto y final a
Partiendo de estos casos concretos, ha sido nuestro objetivo ofre- estas notas preliminares para dar paso a la selección de trabajos
cer unas reflexiones más generales en relación a ese mundo co- preparada. Confiamos que su lectura arroje alguna luz sobre esa
lonial tan especial como era el venezolano y a la realidad de la otra historia de Venezuela que sin duda fue la más real, aunque
población femenina. pueda pensarse por algunos que debe escribirse en letras minús-
En los trabajos compilados, por otro lado, hay mucho de sen- culas.
timientos y de emociones. De hecho, uno de los capítulos, el que
lleva el número tres, lo hemos dedicado específicamente al mun- María Dolores Fuentes Bajo
do de los afectos, aunque no es el único lugar donde se abordan. Sevilla, octubre, 2018
Se trata éste de un tema que de tiempo atrás nos ha interesado.
Podemos remontarnos en este sentido a 1992, año en el que
la Academia de la Historia Venezolana, en su Boletín, nos publi-
có un artículo sobre “Amor y el desamor en la Venezuela hispá-
nica”, que se incluye en este libro. Curiosamente, debemos seña-
lar, que en este año 2018 acabamos de concluir un trabajo de
investigación (todavía inédito) que aborda una problemática bas-
tante similar, aunque tiene como escenario Maracaibo.
La inclinación a fijarnos en temas de esta naturaleza nos lle-
va a pensar que podríamos quizá poner en relación también este
libro con lo que ha venido en denominarse “Historia de las
Emociones”3, tipo o subtipo de la Historia, con muchos seguido-
res en la actualidad y que pretende sacar a la luz sentimientos,

3 A Jan PLAMPER debemos unas interesantes consideraciones sobre la Historia de las Emo-
ciones, remontándose a lo que pueden ser sus inicios, tratando de explicar por qué esta co-
rriente tiene tanto auge en la actualidad, al tiempo que apunta sus posibles perspectivas en el
futuro (“Historia de las emociones: caminos y retos”. Cuadernos de Historia Contemporánea,
vol. 36, 2014). Asimismo, recomendamos la lectura de ZARAGOZA BERNAL, Juan Ma-
nuel: “Historia de las emociones: una corriente historiográfica en expansión”. Asclepio. Re-
vista de Historia de la Medicina y de la Ciencia 65 (1), enero-junio 2013, e012; BOLAÑOS
FLORIDO, Leidy Paola: “El estudio sociohistórico de las emociones y los sentimientos en las
Ciencias Sociales del siglo XX”. www.scielo.org.co/pdf/res/n55/n55a15.pdf; MEDINA
4
BRENER, Larisa: “Comunidades emocionales: hacia la apertura de la Historia de las Emo- Interesa especialmente por su temática americanista la obra coordinada por Mª Luisa CAN-
ciones”. Historia y Grafía, núm. 45, julio-diciembre 2015; CHOZA, Jacinto: Historia de los DAU CHACÓN: Las mujeres y las emociones en Europa y América. Siglos XVII-XIX. San-
sentimientos. Sevilla, Thémata, 2011. tander, Editorial de la Universidad de Cantabria, 2016.
12 13
I

PALABRAS Y SILENCIOS
DE MUJERES VIAJERAS

1.- Mapa de la Provincia de Venezuela, 1635


www.fpolar.org.ve

14 15
García, mujeres fuertes y aventureras también, pero no del mis-
mo calado.
PALABRAS Y SILENCIOS EN LA EMIGRACIÓN A
AMÉRICA, 1708- 17705 Pero conviene apuntar otra nota más, ya que decidimos que
el tema de nuestra comunicación fuera la vida, llena de silencios
e interrogantes, de Luciana Cuesta, con Cádiz y Maracaibo de
PRÓLOGO telón de fondo, y no a la inversa.

En otro orden de ideas señalaremos que, desde el punto de


Unas palabras previas sobre la manera en que se ha ido ges-
vista cronológico, las fuentes consultadas se extienden a lo largo
tando el trabajo que se presenta. Inicialmente nos propusimos
y ancho del siglo XVIII: desde 1708, en que se fecha la partida
analizar la problemática de Maracaibo en el siglo XVIII, partien-
do de tres testimonios femeninos, de tres mujeres (Luciana de la de bautismo de uno de los principales actores de esta “historia
novelada”, hasta 1780, año importante porque es cuando se da
Cuesta, Petronila Santisteban y Alfonsa García) que, aunque
por zanjado un largo y complicado proceso judicial por asesina-
“gaditanas” (escribiendo este término entre comillas 6 ), estaban
estrechamente vinculadas a la provincia de Mérida de Maracai- to, que fue de muy difícil resolución para distintos gobernadores
de Maracaibo.
bo. Sin embargo, a medida que nuestra investigación en los ar-
chivos avanzaba, el tema empezó a demandar algunos cambios. Los documentos consultados proceden fundamentalmente de
El descubrimiento de circunstancias poco comunes en una de las tres repositorios. En primer lugar, debemos citar el Archivo His-
tres mujeres que habíamos elegido para que documentaran desde tórico Provincial de Cádiz, donde fue de especial interés la sec-
sus propias vivencias y percepciones el tema de nuestro estudio, ción de Protocolos. Allí se custodian documentos notariales que
nos hizo optar por dar una orientación nueva a la investigación han proporcionado noticias de Luciana Cuesta y sus años de re-
que realizábamos. sidencia en Cádiz (por lo general, adelantamos, llenos de dificul-
tades).
En efecto, la singularidad de Luciana de la Cuesta y sus alle-
gados (su madre, sus dos maridos y un largo etcétera) determinó Igualmente han sido de utilidad los expedientes matrimonia-
que los objetivos marcados se modificaran en un doble sentido. les leídos en el Archivo Histórico Diocesano, ubicado igualmen-
De esta suerte, nos inclinamos por centrar nuestras pesquisas en te en la ciudad de Cádiz; la minuciosidad de la información ofre-
Luciana Cuesta, un personaje difícil de documentar pero, aún así, cida por los distintos testigos presentados por las partes ha posi-
de interés indudable, dejando para estudios posteriores los apun- bilitado reconstruir parcialmente su vida cotidiana, al permitirnos
tes que habíamos tomado ya de Petronila Santisteban y Alfonsa conocer en qué calle se encontraba la morada familiar o en qué
templo rezaban sus plegarias.

En tercer lugar, los fondos del Archivo General de Indias (en


5 Este trabajo fue publicado en la Revista Dos Puntas. Universidad de San Juan (Argentina),
Universidad de la Serena (Chile), Año IX, nº 16, 2017, pp. 107-134.
especial los pertenecientes a Contratación, Indiferente General,
6 En algún caso, nuestra informante residía en la ciudad de Cádiz de mucho tiempo atrás, pero

no había nacido allí.


16 17
Santo Domingo y Caracas) 7 han servido para documentar otra LUCIANA DE LA CUESTA Y UN HOMBRE DE APELLI-
etapa, la relacionada con el traslado a América y el comienzo de DO ARMESTO. PRIMEROS APUNTES
una vida distinta, aunque no siempre mejor ni con menos dificul-
tades que la anterior, pues en este caso concreto culminará con Comencemos nuestro acercamiento al entorno familiar de
un final imprevisto. Luciana de la Cuesta con un listado de nombres y fechas, con
una suerte de armazón genealógico sobre el que sostener la histo-
Los expedientes custodiados en los diferentes archivos, no ria que nos proponemos reconstruir:
siempre suficientemente esclarecedores para la historia que pre-
tendemos reconstruir, han obligado a la autora de estas páginas a
una especial lectura crítica, como se tendrá ocasión de compro- LUCIANA DE LA CUESTA, PADRES
bar en el estudio.
 Nacida en 1716 en Granada
Se han distinguido una serie de apartados en nuestra investi-  Padres, Felipe de la Cuesta Pardo Infanzón y Mª
gación, siguiendo un criterio básicamente cronológico. Se desti- Teresa Zubrieta Santiesteban, naturales de Bilbao
na cada uno de ellos a una etapa diferente de nuestros protago-  Mª Teresa casó, después, en 1727 con Francisco
nistas, ofreciendo al posible lector los datos y detalles que obran Valdés y de esta unión nació Pedro
en nuestro poder, así como una reflexión sobre la verosimilitud
 Tío materno, Gabriel José Zubrieta, castellano de la
de los mismos.
fortaleza de Cojimar

LUCIANA DE LA CUESTA, PRIMER MATRIMONIO

 En 1728 casó con Sebastián Parcero (1661- 1737),


natural de Caracas
 Parcero era hijo de Pascual Vesmos Parcero de Li-
ra (natural de Santiago de la Redondela, obispado de Tuy,
y castellano de la fortaleza de La Guaira) y Mª Olaya
Cordero y Montano, natural de La Guaira
 En primeras nupcias, Parcero casó con Casilda de
los Reyes, en 1710

7Por ser sobradamente conocido el Archivo de Indias se citará siempre de forma abreviada,
AGI.
18 19
obligada a vivir a costa de su hija y su yerno, por su falta de in-
gresos, al estar ausente en Indias su nuevo esposo.
LUCIANA DE LA CUESTA, SEGUNDO MATRIMONIO
Por otra parte, su jovencísima hija Luciana casó en Puerto
 En 1738 casó con Lorenzo Armesto Mariño (1708- Real, población muy cercana a Cádiz, con Sebastián Parcero,
1767) viviendo allí algunos años9. De Parcero sabemos algunos datos,
 Armesto, natural de Chantada, obispado de Lugo, como su relación con la Provincia de Venezuela donde había
era hijo de Gaspar de Armesto e Inés Mariño nacido, en el tiempo que su padre fue castellano de la fortaleza
de La Guaira10. Pero sus vínculos con América obedecieron tam-
bién a que casó con su primera mujer, Casilda de los Reyes, en
Aunque sus padres, Felipe de Cuesta y Mª Teresa Zubrieta, Veracruz, de lo que se deduce pudo haber residido en el virreina-
eran oriundos del Norte de España (Bilbao), Luciana, su única to mexicano11.
hija en común, nació en Granada. Corría el año, calculamos, de
1716. No podemos precisar, por no mencionarse en los docu- En cuanto al oficio de Sebastián Parcero, en los años que in-
mentos, las razones que llevaron a la pareja a trasladarse a Anda- teresan está documentado como maestro carpintero de ribera en
lucía; tampoco sabemos cuándo le sobrevino la muerte a Felipe La Carraca de Cádiz12. No sabemos si Luciana de la Cuesta gozó
de Cuesta Pardo Infanzón, que esos eran todos sus apellidos, y si a su lado de una posición acomodada, si bien sospechamos que
tuvo lugar en Granada o después de su traslado a Cádiz. Lo que de ser así, se limitó a los años que vivió a su lado y que, tras su
sí podemos deducir es que la nueva vida emprendida en Cádiz no desaparición, los apuros económicos volvieron a instalarse en su
fue en absoluto fácil. De otra manera no se entendería la decisión vida. Lo prueba la predisposición, por no decir, la necesidad, de
de Mª Teresa Zubrieta Santiesteban de contraer segundas nupcias Luciana de contraer nuevo enlace al poco de enviudar. Consta en
en 1727 y de casar, pocos meses después, a su hija Luciana, que este sentido que en 1737 falleció Sebastián Parcero a la edad de
apenas llegaría a los 13 años, con un anciano de 678.

En efecto Mª Teresa Zubrieta, como precisaba en su testa- 9 Después, la pareja se trasladó a Cádiz residiendo en la Calle del Teniente, en casas pertene-
mento, casó con Francisco Valdés y hasta tuvo con él otro hijo cientes al convento de San Juan de Dios. Véase, Archivo Histórico Diocesano de Cádiz,
Expedientes Matrimoniales, 2185. Año 1738.
de nombre Pedro aunque, como declaró ante el notario, se veía 10 BRICEÑO VALERO, Américo: Historia de La Guaira. Caracas, Coop. De Artes Gráficas,

1937; GASPARINI, Graziano y Manuel PÉREZ VILA: La Guaira: orígenes históricos,


morfología urbana. Caracas, Ernesto Armitano Editor, 1981.
11 En el Archivo de Indias está documentado un eclesiástico, probablemente pariente cercano

del primer marido de Luciana de la Cuesta, que primero fue canónigo en Santo Domingo y
8 La ciudad de Cádiz tuvo un crecimiento notable en el siglo de los Borbones y allí se trasla- luego se trasladó a Nueva España. Véase, relación de méritos y servicios del bachiller Sebas-
daron algunas instituciones indianas, como la Casa de la Contratación; por todo ello se con- tián Parcero de Lira, sacerdote, racionero de la iglesia de Michoacán, de 29 de julio de 1671
virtió en un lugar atractivo para emprender negocios, lo que atrajo a habitantes de otros luga- (AGI. Indiferente General 200, N. 86)
12 Según el diccionario de la Real Academia, el carpintero de ribera era aquel que trabajaba en
res de la península que se interesaron por afincarse allí. Véase, BUSTOS RODRÍGUEZ,
Manuel: Los comerciantes de la Carrera de Indias en el Cádiz del siglo XVIII (1713- 1775). obras navales. Por lo que respecta al Arsenal de La Carraca de Cádiz, está documentado que a
Cádiz, Universidad, 1995; BUSTOS RODRÍGUEZ, Manuel: Cádiz en el sistema atlántico. lo largo de todo el siglo XVIII fue objeto de obras, en orden a convertirlo en una importante
La ciudad, sus comerciantes y la actividad mercantil (1650- 1880), Universidad de Cádiz, atarazana, coincidiendo en el tiempo con la prosperidad que experimentaba Cádiz en la época.
Sílex Ediciones, Cádiz, 2005; GARCÍA BAQUERO, Antonio: Comercio y burguesía mer- Véase, QUINTERO GONZÁLEZ, José: “El Arsenal de La Carraca en Cádiz durante el siglo
cantil en el Cádiz de la Carrera de Indias. Diputación Provincial de Cádiz, Cádiz 1991. XVIII”. En Andalucía en la Historia, 8, 2005, pp. 69-75.
20 21
76 años13, fechándose al año siguiente un expediente matrimo- A) De un lado tendríamos el expediente matrimonial de
nial en el que prestaron declaración diferentes personas ante las 1738, según el cual Luciana de la Cuesta y un hombre llamado
autoridades eclesiásticas, debido al deseo de Luciana de volverse Lorenzo Armesto Mariño presentaron una información de testi-
a casar. gos que probó que cumplían todos los supuestos que requería la
Iglesia a los novios para autorizarlos a casarse, a saber: la condi-
Para las mujeres de la familia se deduce que el matrimonio
ción, en este caso, de viuda de Luciana y, de soltero, de Loren-
no tenía tanto que ver con afectos como con motivaciones eco- zo15.
nómicas. Así parece que lo entendió la madre de Luciana que
contrajo segundo enlace en Cádiz y que, poco después decidía B) Otro documento, certificado por el cura titular del Sagra-
entregar a la todavía niña Luciana a Sebastián Parcero. Años más rio de la Catedral de Cádiz, registraba la celebración del enlace
tarde, no llegaron a diez, Luciana Cuesta, convencida que era la en marzo del citado año de 1738 de Luciana y Lorenzo. Sin em-
solución apropiada, decidía unirse de nuevo en matrimonio. Pre- bargo, pocos años después, se fechan documentos que parecen
cisaba en su declaración que el paso no le había requerido mucho dirigirse en otra dirección.
tiempo pues solo dos meses antes había conocido al que quería
por segundo marido14. C) Uno de ellos pertenece al año 1744, solo seis años des-
pués de la supuesta boda. Se trata de un expediente diligenciado
Los documentos consultados sobre estos años no son dema- ante las autoridades de la Casa de la Contratación. En él, una tal
siado esclarecedores respecto a cómo continuó la historia a partir Luciana Cuesta, natural de Granada, vecina de Cádiz y viuda de
de este punto o, por decirlo de otra manera, facilitan datos de Sebastián Parcero presenta una “carta de llamada” de su tío
muy distinta naturaleza que no pocas veces se contradicen. materno Gabriel José Zubrieta16, solicitando licencia para em-
barcarse y reunirse con él en Cuba, donde a la sazón era caste-
llano de la fortaleza de Cojimar17. Por todos los datos referidos

15 En esta ocasión, no habría entre los contrayentes tanta diferencia de edad, pues el novio
había nacido en 1708, solo se llevaban pues ocho años.
13 16 Los interesados en obtener una licencia de embarque, debían presentar ante las autoridades
En un testamento de Parcero del 7 de septiembre de 1735 (Archivo Histórico Provincial de
Cádiz, Protocolos Cádiz 1448) expresaba su deseo de ser enterrado en la bóveda de la capilla peninsulares un documento en el que sus familiares los “llamaban”, los reclamaban desde
de San José del convento de religiosas de La Candelaria de Cádiz. En otro testamento fechado América, prometiéndoles una vida mejor a su lado. A estos documentos se conocía como
pocos días más tarde, el 27 de septiembre (Archivo Histórico Provincial de Cádiz, Protocolos “cartas de llamada”. Como ha señalado el profesor José Luís MARTÍNEZ (Pasajeros a In-
Cádiz 2158) especificaba más, aclarando que su decisión de ser enterrado allí obedecía a que dias: viajes transatlánticos en el siglo XVI. Madrid, Alianza D.L., 1983, pp. 31ss.), tras las
era hermano de la hermandad de San José, disponiendo que debía ser amortajado con el hábi- licencias expedidas por los funcionarios de la Casa de la Contratación no pocas veces subya-
to franciscano. cían corruptelas de muy diferente signo. Véase también, OTTE, Enrique y Guadalupe ALBI:
14 Jesús M. USUNÁRIZ Y Rocío GARCÍA BOURRELLIER son los editores de una intere- Cartas privadas de emigrantes a Indias, 1540- 1616. V Centenario, Consejería de Cultura,
sante monografía (Padres e hijos en España y el mundo hispánico. Siglos XVI y XVIII. Ma- Junta de Andalucía, Escuela de Estudios Hispano Americanos de Sevilla. Sevilla, 1988;
drid, Visor Libros, 2008) que recoge once trabajos de distintos autores sobre las relaciones STANGL, Werner: Consideraciones metodológicas acerca de las cartas privadas de emi-
paterno filiales desde muy diferentes facetas. Destacaríamos la aportación de Mª Antonia BEL grantes españoles desde América, 1492- 1824. El caso de las “Cartas de llama-
BRAVO, “Matrimonio y orden social en la España del siglo XVI”I, que ocupa las páginas 17- da”.https://www.degruyter.com/downloadpdf/j/jbla.2010.47.issue-
33.Véase también ORTEGO AGUSTÍN, Mª Ángeles: Familia y matrimonio en la España del 1/jbla.2010.47.1.11/jbla.2010.47.1.11.pdf; PÉREZ MURILLO, María Dolores: “El rol de lo
siglo XVIII: ordenamiento jurídico y situación real de las mujeres a través d la documenta- femenino en las cartas de emigrantes de la época colonial”. Dos Puntas, 11, 2015.
17 Inicialmente, se trató Cojimar de un simple torreón ubicado en el litoral septentrional de
ción notarial. Biblioteca.ucm.es/tesis/19972000/H/0/H0048101.pdf; CHACÓN JIMÉNEZ,
Francisco y Josefina MÉNDEZ VÁZQUEZ:” Miradas sobre el matrimonio en la España del Cuba; fue construido entre 1646 y 1649, según proyecto del ingeniero militar Juan Bautista
último tercio del siglo XVIII”. En Cuadernos de Historia Moderna 32, 2007, pp. 61-85. Antonelli. Véase, HERNÁNDEZ SUÁREZ, Roberto A.: Ejército colonial en Cuba: 1561-
22 23
es evidente que se trata de la misma persona objeto de nuestro Tiempo después, cuando corría el año de 1775 y Luciana
estudio. La propia Luciana de la Cuesta al dirigirse a las autori- Cuesta dirigía a las autoridades diferentes escritos para que se le
dades se presentaba como viuda de Parcero18; no hay pues posi- reconociera su derecho a un montepío como viuda de Armesto,
bilidad de errata19. tuvo especial empeño en justificar mediante testigos que la ava-
laran que no había irregularidad alguna y que, en realidad, Lo-
D) Citemos otro documento que tiene fecha de 1746. En él
renzo y José Armesto eran la misma persona (no pareció inquie-
un caballero de apellido Armesto, oficial segundo de la Marina
tarle en ese momento –ni después– lo relativo al segundo apelli-
de Cádiz, exhibe su título de contador de las Cajas Reales de
do, que en un caso era Mariño y en otro se trataba de Sotoma-
Maracaibo, en el virreinato de Nueva Granada, solicitando licen- yor).
cia para embarcarse en San Sebastián. Deberíamos aclarar otra
nota característica de este tipo de documentos. Si se trataba de Sostenía así que en la pila bautismal se le impusieron distin-
hombres que pretendían emprender el viaje en solitario, debían tos nombres (Lorenzo Andrés José Armesto), pero, como apun-
ser solteros o, en su defecto, presentar el consentimiento de la taba uno de sus testigos de nombre Alonso Gómez, el propio
esposa para estar ausentes por un tiempo determinado, por lo Armesto mostró su preferencia por usar el de José, “por la devo-
general, en torno a tres años. En el caso que nos ocupa, no se ción que decía sentir hacia el patriarca Señor San José”
menciona en ningún momento que fuera casado20.
Como algunos estudiosos sugieren, el tema relacionado con
E) Pero en la licencia de embarque se advierten otras notas los nombres y apellidos de las personas era bastante peculiar en
de interés. El solicitante de la misma no es exactamente Lorenzo el mundo hispánico en aquella época; de hecho, un mismo indi-
Armesto Mariño sino José Armesto Sotomayor, un individuo viduo podía ser conocido con diferentes apellidos a lo largo del
presumiblemente distinto. tiempo, sin que pudiera ser tildado esto de extraño.

Aplicando esta observación al tema que nos ocupa, podría


haberse dado el caso de que Armesto Mariño y Armesto Soto-
1725. La Habana, Verde Olivo, 2011, p.30; CASTILLO MELÉNDEZ, Francisco: La defensa mayor fueran el mismo individuo; siendo conocido en su etapa
de la isla de Cuba en la segunda mitad del siglo XVII. Sevilla, Diputación Provincial, 1986,
pp. 293ss.
peninsular como Lorenzo Armesto Mariño y, con posterioridad,
18 En ningún caso mencionaba Luciana Cuesta su segundo matrimonio. Se aludía solo a la
firmara con el nombre de José Armesto Sotomayor, una vez que
situación de desamparo en la que se había visto tras el fallecimiento de Sebastián Parcero,
motivo por el que era tan importante el ofrecimiento de su tío. decidió su traslado a Maracaibo.
19 En un trabajo suyo, el profesor Antonio GARCÍA ABASOLO (Andaluces en Cuba, siglos

XVI a XVIII. www.uco.es/aaf/garcia-abasolo/files/5f53fde121bd.pdf) menciona brevemente No deja de ser cierto, por otro lado, que en ocasiones el cam-
en un anexo a Luciana de la Cuesta y su licencia de embarque a La Habana, si bien no advier-
te las singularidades de la documentación relacionada con esta mujer. bio de nombre no tenía nada de accidental pues se relacionaba
20 Los requisitos que debían reunir aquellos súbditos de la monarquía que desearan pasar a las
con distintas estrategias dirigidas a eludir compromisos persona-
Indias se detallaban en el Libro noveno, Título XXVI de la Recopilación de Leyes de Indias
de 1680. En este sentido, recomendamos la lectura del interesante artículo de Rocío SÁN- les o legales, convirtiéndose de esta suerte su protagonista en un
CHEZ RUBIO e Isabel TESTÓN NÚÑEZ (“Fingiendo llamarse… para no ser conocido”.
Cambios nominales y emigración a Indias. Siglos XVI-XVIII. En Norba, Revista de Historia,
individuo distinto y con una biografía retocada a medida de sus
21, 2008, pp. 213ss.); puede verse igualmente una monografía de Carlos MARTÍNEZ SHAW deseos. En el artículo de Rocío Sánchez e Isabel Testón se apun-
donde de forma general aborda el tema de la emigración (La emigración española a América,
1492-1824. Gijón, Fundación Archivo de Indianos, 1994). ta que este tipo de irregularidades se dieron con frecuencia en
24 25
Indias. La emigración, no pocas veces, se proponía cortar atadu- LA REALIDAD DE MARACAIBO Y LAS ANOTACIONES
ras molestas y comenzar una vida totalmente distinta, quizá, por DE ARMESTO
qué no, con un nombre diferente que la hiciera posible21.
Se sabe que Armesto, nombrado contador de las Cajas
Según esta segunda interpretación, quizá hubo problemas de Reales de Maracaibo, se desplazó hacia su nuevo destino en
difícil solución en el matrimonio Armesto-Cuesta que hicieron 1746, tomando posesión a mediados de ese año. Viajaba solo,
pensar en una solución de esta naturaleza, aunque podrían bara- como se ha constatado.
jarse otras hipótesis, como por ejemplo que tal enlace matrimo-
nial nunca hubiera tenido efecto. Testigos presentados por Luciana Cuesta declararán que
nuestra protagonista, en respuesta a sus “cartas de llamada” (que
Para cerrar este punto relativo a los años gaditanos, podría sabemos ya en qué consistían), se trasladó más adelante, fijando
sintetizarse como idea importante la derivada de los problemas su residencia por un tiempo en Maracaibo, si bien con posterio-
inherentes de las fuentes que los documentan. Han tenido oca- ridad decidió emprender el retorno a Cádiz.
sión de reconstruirse las líneas principales de nuestra pequeña
Los datos que facilitan estos allegados de Luciana son poco o
historia, pero faltan páginas por descubrir y en las conocidas se
advierten desajustes a los que de momento no puede darse res- nada explícitos, lo que puede deberse a que sus declaraciones se
puesta22 fechaban en 1775-76, y que aludían hechos acaecidos bastante
alejados en el tiempo.

Si bien, no deja de ser cierto que, sabidas todas las peculiari-


dades de las fuentes de esta historia, se puede barajar otra posibi-
21 RUBIO-TESTÓN, Fingiendo llamarse… para no ser conocido. Véase también GALVEZ
RUIZ, Mª Ángeles: “Emigración a Indias y fracaso conyugal”. En Chronica Nova, 24, 1997;
lidad; podríamos aventurar, en este orden de cosas, que las ase-
DE LA PASCUA SÁNCHEZ, María José: Mujeres solas: historias de amor y de abandono veraciones de estos individuos no tuvieran fundamento de ver-
en el mundo hispánico. Málaga, Servicio de Publicaciones Centro de Ediciones de la Dipu-
tación de Málaga, 1998 dad.
22 Pueden consultarse los siguientes documentos que refrendan nuestros apuntes biográficos

de Luciana de la Cuesta: Última disposición de María Subieta Santiesteban, de Cádiz 13 de En la documentación relativa al trabajo de Armesto en las
febrero de 1733. Archivo Histórico Provincial de Cádiz. Protocolos Cádiz 1447. Notario,
Diego Ramírez, Años 1731- 1733; testamento de Sebastián Parcero, de Cádiz 7 de septiembre Cajas Reales de Maracaibo, en ningún momento se menciona
de 1735. Archivo Histórico Provincial de Cádiz. Protocolos Cádiz 1448. Notario, Diego que el contador estuviera en compañía de su esposa allí, pero
Ramírez. Años 1734- 1735; testamento de Sebastián Parcero, de Cádiz 27 de septiembre de
1735. Archivo Histórico Provincial de Cádiz. Protocolos Cádiz 2158. Notario, José de Mesa. pensemos que estaba lejos de ser el objetivo de los expedientes
Año, 1735; matrimonio entre Lorenzo de Armesto y Mariño, y Luciana de Cuesta, vecinos de
esta ciudad. Cádiz, año de 1738. Archivo Histórico Diocesano Cádiz. Expedientes Matrimo-
consultados; son estrictamente administrativos y no había razón
niales, 2185. Año 1738. Armesto; autos hechos a pedimento de Luciana de Cuesta sobre que de ser para que la vida privada de Armesto quedara reflejada en
se le dé licencia para pasar a la ciudad de La Habana de donde es llamada por Gabriel Joseph
de Subrieta Santiesteban, su tío, de 8 de abril de 1744. AGI, Contratación 5487, N 3, R 8; ellos, salvo motivaciones especiales. A la mujer no se le daba,
licencia de embarque a favor de José Armesto de Sotomayor, electo contador oficial real de la por lo general, visibilidad en los documentos, si bien en este caso
Provincia de Maracaibo para que pueda pasar a las Indias con un criado, los baúles de su ropa,
libros y armas de su uso, de El Pardo 29 de enero de 1746. AGI, Santo Domingo 649; certifi-
cación de casamiento de Lorenzo Armesto Mariño y Luciana de la Cuesta, de Cádiz 31 de
agosto de 1775. AGI, Caracas 370 declaración del testigo Alonso Gómez, de Cádiz 21 de
noviembre de 1775. AGI, Caracas 370; certificado de la partida de entierro de José Armesto
Sotomayor, de Maracaibo 24 de febrero de 1776. AGI, Caracas 370.
26 27
hubiera sido de utilidad en orden a clarificar algunos pormeno- punto de vista económico y donde las instituciones y el gobierno
res23. colonial no estaban aún debidamente consolidados.

José Armesto de Sotomayor viviría en Maracaibo poco más José Armesto se relacionó en esos años con cuatro diferentes
de 20 años, desde su arribada en 1746 hasta su trágico final, del gobernadores26, que se sucedieron de forma atropellada, debido a
que en su momento se ofrecerá más información, en 1767. las dificultades apuntadas más arriba. No obstante, la documen-
tación da testimonio, preferentemente, de los desencuentros que
La Región Histórica de Maracaibo, término acuñado por
tuvo Armesto Sotomayor con uno de ellos, Francisco de Ugarte,
Germán Cardozo Galué24, se había formado lentamente, a lo lar-
hasta el punto de decidirse a tomar medidas; en este sentido, lle-
go de los siglos XVI y XVII, abarcando de forma progresiva di-
gó a denunciarlo al virrey de Santa Fe y al propio Consejo de
ferentes circunscripciones y siendo conocida con distintas deno-
Indias, al considerarse víctima inocente de sus descalificaciones
minaciones.
y atropellos, tanto a nivel personal como profesional. En uno de
Durante el periodo que se estudia, puede decirse que hay un los documentos se quejaba en términos duros de haber sido mul-
intento por parte de los primeros Borbones de sacarla del aisla- tado varias veces por el gobernador y de haberlo sancionado,
miento y relativo estancamiento que la habían caracterizado. En condenándolo a vivir recluido en su casa, nada menos que cerca
este sentido puede entenderse su integración en el recién estre- de un año27.
nado Virreinato de Nueva Granada, aunque los resultados tarda-
Problema también grave era el relacionado con la proximi-
ron tiempo en apreciarse y la autoridad de los vicesoberanos fue
dad de indios “bravos” que periódicamente destrozaban semente-
a veces puesta en entredicho. Por otro lado, la gobernabilidad de
ras y haciendas28. Como señalamos en otro trabajo, los testimo-
la provincia no dejaba de ser complicada y un poco ilógica, pues nios de la época distinguían en la región entre indios reducidos y
para determinados ámbitos administrativos, su vinculación se- gentiles.
guía siendo con Santiago de León de Caracas25.
“En el primer grupo se incluían coyamos y macoaes; según
La documentación relacionada con José de Armesto ofrece la
reseñan los expedientes, habían logrado ser aglutinados ya en
imagen de una provincia que no terminaba de despegar desde el poblaciones, si bien este hecho era todavía relativamente reciente
en el tiempo –en torno a 1730–, con todos los riesgos que ello
23 Declaraciones de Alonso Gómez y Bernardo de Otero, de Cádiz 21 de noviembre de 1775 y
9 de marzo de 1776, respectivamente. AGI, Caracas 370. implicaba; eran pueblos que reconocían relativamente su depen-
24 CARDOZO GALUE, Germán: Maracaibo y su Región Histórica, El circuito agroexporta-
dencia de las autoridades coloniales, si bien podían sentirse
dor 1830-1860. Editorial de la Universidad del Zulia, 1991.
25 MORÓN, Guillermo: Breve historia de Venezuela. Madrid, Espasa Calpe, 1979, pp. 106ss.;
26
VÁZQUEZ DE FERRER, Belín. “Maracaibo y su espacio histórico. S. XVIII”. En Tierra Francisco Collado, Francisco Ugarte, Francisco Javier Moreno de Mendoza y Alonso del
Firme, Revista de Historia y Ciencias Sociales, 3, 1985, pp. 215-236; NÓBREGA, Enrique: Río
27“Informe de D. José Armesto de Sotomayor, tesorero, 2ª pieza”, 1754. AGI, Caracas 154;
“Notas sobre la élite militar en la provincia de Maracaibo: 1750-1814”. En MENA GARCÍA,
Mª del Carmen; EUGENIO MARTÍNEZ, Mª Ángeles; SARABIA VIEJO, Mª Justina: Vene- carta del virrey de Nueva Granada José de Solís Folch de Cardona a Julián de Arriaga, de
zuela en el Siglo de las Luces. Sevilla-Bogotá, Muñoz Moya y Montraveta editores, 1995. pp. Santa Fe 29 de mayo de 1756. AGI, Caracas 391; dos representaciones de Armesto, de Mara-
255ss.; PARRA GRAZZINA, Ileana: Proceso de formación de la provincia de Mérida, La caibo 12 y 15 de octubre de 1759. AGI, Caracas 31.
28 AMODIO, Emanuele: “Los pueblos indígenas de la Cuenca del Lago de Maracaibo durante
Grita y ciudad de Maracaibo, 1574-1676, Sevilla, Universidad, 1984; NECTARIO MARÍA
(F.S.C): Los orígenes de Maracaibo. Madrid, Instituto Nacional de Cooperación Educativa, el primer siglo de la conquista”. En Pueblos y culturas de la cuenda del Lago de Maracaibo.
1977. Maracaibo, Comisión V Centenario del Lago de Maracaibo, 2001, pp. 9-39
28 29
atraídos por retornar a su antigua autonomía ante cualquier even- UNA HISTORIA CON UN FINAL INESPERADO
tualidad. Características distintas presentaban motilones, cozinas,
En 1767 se cierra un capítulo, un capítulo con un escenario
calabozos y guajiros..., calificados de gentiles, bárbaros o bra-
vos… Se registran una y otra vez las correrías de los motilo- americano (Maracaibo) en donde las referencias pertenecen fun-
damentalmente a Armesto.
nes… y sus demoledores efectos entre la población de las ciuda-
des más próximas a sus lugares de origen”.29 Esta historia compleja, de entregas incompletas, donde faltan
detalles o no hubo voluntad de darlos, termina concluyendo de
El problema de los indios gentiles era, evidentemente, uno de
una forma imprevista.
los retos más difíciles que tenía planteada la gobernación. Fue
afrontado de formas muy diferentes: los gobernadores fueron Sabemos que en octubre de 1767, concretamente el día 10, a
partidarios de emplear medidas de fuerza. Tanto el gobernador las 7.30 de la tarde, perdía la vida Armesto de forma violenta.
Collado, como más tarde Ugarte, dirigieron “entradas generales” Por desgracia para nuestro estudio, ahí concluyen nuestras certe-
en la sierra de Perijá, en un intento de terminar de forma drástica zas (de nuevo, nos vemos en la necesidad de decirlo).
con la cuestión.
Seguirán trece largos años de pesquisas y pocos avances. Las
De otro lado deberíamos señalar a los misioneros capuchi- primeras declaraciones de testigos (que llegaron a ser nada me-
nos que llevaron a cabo otro tipo de acercamiento, mediante mé- nos que 40) se tomarán siendo gobernador Alonso del Río, aun-
todos pacíficos. A ellos se debe la fundación de una serie de que quedaba mucho por esclarecer, lo que empezó a disgustar a
pueblos. José Armesto fue testigo de la llegada precisamente a los virreyes de Nueva Granada. Francisco de Santa Cruz, su su-
Maracaibo de los doce capuchinos de la Provincia de Navarra, cesor al frente de Maracaibo, fue seriamente presionado desde
ocupándose de tareas relacionadas con la financiación de la es- Santa Fe de Bogotá para que concluyera tan dilatado proceso,
colta que debería darles protección para facilitarles su tarea30. cuyos expedientes ya superaban las 400 hojas. Sin embargo, la
sentencia definitiva no se dicta hasta 1780, cuando Manuel de
Ayala, aunque de manera interina, gobernaba Maracaibo.

Constan en la documentación del Archivo de Indias los


nombres de los nueve acusados por su asesinato y las penas con
que la lenta justicia colonial los castigó. Sin embargo, a pesar de
29 FUENTES BAJO, María Dolores: “Gobernar en una provincia de frontera: Maracaibo,
que la documentación es aparentemente voluminosa, no dice casi
1750-1775”. En Revista Historias, métodos y enfoques, 2008, nº 1, p. 18.
30 Consulta del Consejo, de Buen Retiro 2 de julio de 1748; consulta del Consejo, de 20 de
nada31
agosto de 1749; consulta del Consejo, de Consejo 6 de octubre de 1749; consulta del Consejo,
de Buen Retiro 12 de marzo de 1750; consulta del Consejo, de Aranjuez 18 de junio de 1753.
31
Todas estas consultas en AGI, Santo Domingo 649; carta de Francisco de Ugarte al marqués Fueron absueltos D. José Manuel Balbuena, Dña. Bárbara Hernández Villamil y D. Miguel
de Ensenada adjuntando un “Proyecto para que se pueda conseguir la extinción de aquellos Bertint. Con respecto a los reos condenados, en primer lugar figuraba D. Salvador Medrano,
bárbaros”, de Maracaibo 8 de noviembre de 1753. AGI, Caracas 144; carta de Francisco de condenado a morir en la horca y a serle confiscados la mitad de sus bienes, si bien se encon-
Ugarte a Julián de Arriaga, de Maracaibo 10 de enero de 1758. AGI, Caracas 391; carta de traba fugado, probablemente en Curaçao. A D. Sebastián José Guillén también se le condena-
Ugarte y los oficiales reales José Armesto y José Conejero y Borbua a Arriaga, de Maracaibo ba a perder la mitad de sus bienes, aunque se puntualizaba que ya había fallecido. A los her-
10 de enero de 1758. AGI, Caracas 391. manos D. Tomás y D. Miguel Medrano, a 10 y 8 años de presidio, respectivamente, en San
30 31
Expliquemos este punto. En efecto, describe con pormenores cida a casa del licenciado D. José García y Oliva, mientras su
los desencuentros de gobernadores y virreyes, pero se detiene casa era registrada por el teniente Rafael Delgado al frente de un
ahí. Se hubiera agradecido para esta historia que parece conde- nutrido número de soldados33
nada a ser incompleta que diera alguna luz de la situación de Jo-
sé Armesto en 1767 y qué circunstancias rodearon su final. Bárbara Villamil, se quejó en repetidas ocasiones de las difi-
cultades pasadas en su encierro, aunque lo cierto es que el trato
Sí se conocen, en cambio, otros detalles relacionados de for- recibido de las autoridades fue magnánimo. En este sentido, ter-
ma indirecta con los hechos. En este sentido la documentación minó, después de varios traslados, confinada en su propia casa.
explica que los funcionarios coloniales de Maracaibo se vieron
Peor suerte corrieron otros implicados. Fue el caso de D. Se-
desbordados, incluso físicamente, por el abultado número de im-
bastián Guillén, cuyo encarcelamiento fue de especial dureza;
plicados en el asesinato del contador Armesto. La cárcel de la
ciudad, por ejemplo, no fue suficiente. Las autoridades pensaron según quejas de su esposa Dña. María Asunción Lezama, no se
le permitió el contacto con sus familiares ni siquiera cuando su
en distintas soluciones. Alonso del Río, el gobernador que inició
delicada salud se vio agravada34
las primeras pesquisas, destinó a un grupo de hombres de las
milicias para que custodiara a los encausados32. Por su parte, los Pero, con independencia de estos pormenores, no se dispone
virreyes de Santa Fe presionarían para que se edificara en la ciu- de las declaraciones de los testigos que hubieran sido claves para
dad de Maracaibo una cárcel nueva y más grande, pensando en el conocer todo lo relacionado con el trágico desenlace de nuestro
abultado número de reos, aunque los oficiales reales de Maracai- enigmático Armesto35
bo no recibieron demasiado bien la iniciativa, teniendo en cuenta
los limitados bienes de propios del municipio y valorando que el 33 En dos trabajos hemos tratado diferentes aspectos de Rafael Delgado relacionados con su
antiguo edificio era el adecuado para cubrir las necesidades de la progresivo ascenso en la burocracia colonial: “Pasión y poder en isla Trinidad a fines de la
ciudad, una vez pasadas las circunstancias extraordinarias deri- colonia (1766-1784)”. En Procesos Históricos 28, julio-diciembre 2015, pp. 5-19; “Crónica de
una pequeña historia de Maracaibo. La vestimenta femenina y las autoridades de la colonia”.
vadas del proceso por la muerte de Armesto. En Revista de Estudios Humanísticos 8, 2009, pp. 205-224.
34 A Hernando VILLAMIZAR se debe un interesante trabajo sobre las distintas variantes de

encarcelamiento en la colonia: Discurso y prácticas del encierro punitivo en la ciudad de


Está documentado que estas deficiencias obligaron en oca- Caracas a finales de la época colonial (1780-1810). Caracas, UCV, junio 2008 <sa-
siones a habilitar para el efecto otros edificios. Así, por ejemplo, ber.ucv.ve/bitstream/123456789/2430/1/Tesis%20Hernando%20Villamizar.pdf
35 Testimonio del expediente sobre los libramientos que despachó el gobernador de Maracaibo
ocurrió con Dña. Bárbara Villamil, que tras su arresto fue condu- contra aquellas Cajas para pagar las milicias que están custodiando a los reos cómplices en la
muerte de Don Joseph Armesto, oficial real que fue en ellas, Numero 5. 1774-1776; carta del
gobernador Francisco de Santa Cruz, de Maracaibo 21 de julio de 1776; testimonio de la
Juan de Ulúa, Nueva Veracruz. Se especificaba que el primero de ellos, Tomas, había sido el instancia seguida por parte de Dña. Bárbara Villamil, vecina de la ciudad de Maracaibo sobre
“ejecutor del homicidio” y que cuando tuvieron lugar los hechos era menor. Seguía en la lista indemnizarse de la complicidad que se le atribuye en la muerte de asesinato que se dio a Dn.
D. Jacinto de Abalos, quien debía permanecer 6 años de presidio en el castillo de San Carlos Joseph Armesto de Sotomayor, oficial real que fue de aquellas Cajas, Número 7, 1776 ; testi-
de Maracaibo. Por su parte, un individuo conocido como Bracho, esclavo del fugado D. Sal- monio de los autos de la razón que se pidió al gobernador de Maracaibo del número de causas
vador Medrano, también era castigado con 6 años en San Carlos. D. Mariano Almarza era criminales, su estado, naturaleza y tiempo que ha que se dio principio a ellas de orden del
citado como él último de los reos; se le condenaba a 6 años de destierro a 8 leguas de Mara- Excmo. Sr. Virrey de este reino. Número 4. Sin fecha (1776); testimonio de las cartas origina-
caibo. Finalizaba la relación con una mención a cuatro testigos falsos (D. Antonio Durán del les del virrey de Santa Fe y respuestas del gobernador de Maracaibo sobre las providencias
Águila, Diego de Arenas, Luis Barvosa y Lorenzo Romero) a los que se condenaba a 6 meses dadas para la terminación de la causa del tesorero Dn. Joseph Armesto en la que S.E. regrava
en las obras públicas. con multas y apercibimientos a dicho gobernador. Año 1776; carta de Francisco de Santa
32 La tropa para la custodia de los reos está documentada durante los años 1774, 1775 y 1776; Cruz a José de Gálvez, de Maracaibo 25 de noviembre de 1776; certificación del estado en
la integraban 28 milicianos y supuso un gasto de 6.096 pesos, 5 reales. que según los testimonios remitidos por el gobernador de Maracaibo se hallaba la causa cri-
32 33
Pongamos un punto y aparte, y tratemos de Luciana de la trayectoria de Armesto, queda más en la sombra, aunque con ese
Cuesta. Las noticias que tenemos de ella pertenecen a 1775, va- final trágico que solo se espera encontrar en los libros de ficción.
rios años después de la desaparición de su marido (?) José Ar-
mesto. En ese año dirigiría diferentes escritos a las autoridades Por otra parte, consideramos de interés señalar que la com-
pleja personalidad de nuestros protagonistas y sus rebuscadas
en orden a recibir alguna ayuda, evidentemente económica36. Es
estrategias para presentar “su verdad”, nos han hecho albergar
entonces cuando su máxima preocupación fue presentar testigos
algunas inquietudes.
que confirmaran su condición de viuda del contador de Maracai-
bo, en aras a conseguir beneficiarse del montepío o, en su defec- Si desde el principio de nuestra investigación sospechamos
to, de una pensión de viudedad; en último extremo, Luciana de la de la verosimilitud de ciertos documentos, ¿cómo no advirtieron
Cuesta, dada su aparente extrema necesidad, solicitaba la peque- el posible fraude las autoridades de la época? Esta es una de las
ña cantidad de dinero contemplada para llevar con dignidad las muchas dudas que el trabajo que se presenta ha planteado. En
tocas de viuda37. espera de nuevos datos, la pregunta sigue sin una contestación
precisa.

VALORACIONES FINALES

No es fácil concluir una historia de la que solo conocemos


algunos pasajes. La “novela”, totalmente real, de Luciana y Ar-
mesto nos puede servir para realizar algunas reflexiones, que no
pretenderán ser definitivas en ningún caso.

Evidentemente, las suyas fueron unas vidas fuera de lo co-


mún; de alguna manera, extraordinarias. La existencia de Lucia-
na de la Cuesta, una esforzada superviviente, lo fue siempre. La

minal fulminada contra los reos y cómplices. Número 6. 1777. Todos los documentos citados
en AGI, Caracas 276; real orden al gobernador de Maracaibo, de Madrid 6 de diciembre de
1777. AGI, Caracas 31; real orden a Antonio Ventura de Taranco, de Aranjuez 3 de mayo de
1781. AGI, Caracas 31; oficio a Miguel de San Martín Cueto, de Madrid 18 de agosto de
1781. AGI, Caracas 276.
36 Una cosa que nos llamó la atención al estudiar esta documentación en el Archivo de Indias

fue que Luciana no conociera con exactitud cuando tuvo lugar la muerte de Armesto. En este
sentido, en una solicitud suya al obispo de Cádiz (de Cádiz 5 de agosto de 1775) situaba el
fallecimiento en 1768, un año después de cuando realmente sucedió. Dato que nos pareció
llamativo, teniendo en cuenta el vínculo que los unía. El documento se encuentra en AGI,
Caracas 370.
37 Por una sola vez, se le concedió una limosna de 350 pesos. Véase, instancia de Francisco de

la Horra Cardenal, apoderado de Luciana de la Cuesta, de Madrid 26 de abril de 1777. AGI,


Caracas 370; informe de la Contaduría General de Madrid 10 de junio de 1777. AGI, Caracas
34; real orden al gobernador y oficiales reales de Caracas, de San Ildefonso 7 de agosto de
1777. AGI, Caracas 370.
34 35
2.- Maracaibo, Casa Morales o Casa de la Capitulación. Re-
sidencia de los gobernadores de la provincia desde finales del 3.- Maracaibo, Barrio del Saladillo. Fotografía de la autora.
siglo XVIII.
https//iamvenezuela.com/2016/05/casa-morales-o-casa-de-la-
capitulacion/

36 37
A) PROCESO A UNA INOCENTE: HISTORIA DE UNA
INDIA DE NOMBRE MARÍA DE LA CRUZ, 1662-167638

INTRODUCCIÓN

Trata este trabajo de una ciudad situada en las estribaciones


de los Andes venezolanos y de unos hechos ocurridos en ella a
finales del siglo XVII que merecieron la atención de diferentes
II autoridades a lo largo de un tiempo considerable, pese en apa-
riencia no ser especialmente graves –vistos, eso sí, desde nuestra
LOS VALORES DE UNA ÉPOCA Y LA época contemporánea–. Gira la historia en torno a dos persona-
POBLACIÓN FEMENINA jes, casi dos niños, María de la Cruz y Nicolás Bohórquez, y a
sus andanzas de un lugar para otro por liberarse de los rígidos
convencionalismos de una época, a lo largo de 15 años, de 1662
a 1676. Adelantaremos que la suerte no les sonreirá y que la par-
te más perjudicada será la muchacha; en efecto, se verá recogida
en un convento de clausura contra su voluntad, amonestada en
repetidas ocasiones por las autoridades del lugar con más o me-
nos severidad, presa y, por último, desterrada, y todo por ser po-
bre, india y haber osado relacionarse con el heredero de un en-
comendero de Mérida.

La documentación de tan accidentados sucesos se encuentra


en un voluminoso expediente del Archivo General de Indias de
Sevilla (Sección de Escribanía de Cámara, legajo 782 C). Por
diferentes consideraciones, el tema merecía ser reseñado: en
primer término, por el interés que presentaba en sí mismo; llama
la atención lo novelesco de los acontecimientos que más pare-
cían propios de un libro de aventuras que de los serios expedien-

38Este trabajo apareció publicado en Procesos Históricos. Revista Semestral de Historia, Arte
y Ciencias Sociales. Universidad de los Andes, Mérida (Venezuela) nº10, julio 2006.
38 39
tes del archivo sevillano; asimismo era de interés el lenguaje y los Andes, más relacionados con Santa Fe de Bogotá y Nueva
empleado para narrarlos, una y mil veces modificado, matizado Granada que con los otros territorios.
cuando no rectificado por los testigos en sus diferentes declara-
ciones. De igual manera, estudiar el contexto de este dilatado Por las razones apuntadas, la andadura colonial de Venezuela
tuvo unos comienzos en extremo difíciles, con un ritmo propio –
pleito era otra de las posibilidades que se abría; en el expediente
más lento que el de los grandes virreinatos- y con un desarrollo
aparecen apuntadas determinadas claves, de forma explícita o
bastante modesto, tanto poblacional como económicamente39. A
implícita, relacionadas con los valores de la sociedad del seis-
lo largo de los siglos XVII y XVIII se asiste a un paulatino y
cientos y, en concreto, con los intereses de aquellos sectores más
favorecidos por la fortuna. nada fácil proceso mediante el cual las diferentes provincias se
van articulando entre sí, al tiempo que se refuerza la zona central
y se perfila lentamente Caracas como la capital de lo que ya em-
pieza a llamarse en toda regla Venezuela.40
EL ESPACIO Y EL TIEMPO
Detengámonos en la parte occidental, aquella que está flan-
Para entrar en materia, una referencia al contexto en que se
queada por los Andes y que tanto tiene que ver en el pleito que
desarrolla la causa contra la india María de la Cruz y Don Nico- nos ocupa. Los orígenes de Mérida, capital de la gobernación del
lás Ximeno de Bohórquez. El pasado colonial de Venezuela pre- mismo nombre, se remontan a los años 60 del siglo XVI, en que
senta algunos rasgos peculiares, en buena medida consecuencia
fue fundada en toda regla por conquistadores procedentes de
de ser una zona de colonización difícil y tardía. En efecto, des-
Pamplona (Nueva Granada). En concreto, debe su trazado a Juan
provista de recurso atractivos para la Corona, al no hallarse du-
Rodríguez Suarez que eligió para ello un paraje conocido como
rante esa época reservas metalíferas de importancia, a diferencia Sierras Nevadas 41 . Está documentado el carácter inestable del
de lo sucedido en México o Perú, y ser además su población au- asentamiento inicial que se vio forzado a cambiar de emplaza-
tóctona especialmente reacia a asimilar los modelos culturales de
miento como si se tratara de un campamento y no de una auténti-
occidente, la región no pasó de tener un interés muy secundario ca ciudad. Muchos otros asentamientos urbanos nacidos en el
para la península Ibérica, al menos durante buena parte del pe-
siglo XVI sufrieron idénticas mudanzas que en parte pudieron
riodo hispánico.
obedecer a la precipitación con que se llevaba a cabo el acto fun-
Incluso no es demasiado correcto aplicar el término Vene- dacional, sin el debido conocimiento del territorio, de la bondad
zuela a todo el territorio que en la actualidad forma la república,
pues hasta avanzado el Siglo de las Luces lo que hoy llamamos
Venezuela se limitaba a un mosaico de gobernaciones sin dema- 39 LOMBARDI, John: La búsqueda del orden, el sueño del progreso. Barcelona, Editorial
siada ligazón entre sí y con una organización distinta tanto desde Crítica, 1985, pp. 74ss.; IZARD, Miquel: Tierra Firme: historia de Venezuela y Colombia.
Alianza Editorial, 1987, pp. 41ss.; ARELLANO MORENO, Antonio: Breve historia de Vene-
el punto de vista político y administrativo como eclesiástico. Así, zuela, 1492-1958. Caracas, Imprenta Nacional, 1974, pp. 31ss.
40MORÓN, Guillermo: El proceso de integración de Venezuela. Caracas, Academia Nacional
de un lado se hallaban Guayana y el Oriente Venezolano, vincu- de la Historia, 1977.
lados a las Antillas; de otro, la región central, la provincia de 41 PICÓN-PARRA, Roberto: Fundadores, primeros moradores y familias coloniales de Méri-

da (1558-1810). Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1988, vol. I, pp. 23ss; MORÓN,
Venezuela en sentido estricto, y, por último, la franja occidental Guillermo: Historia de Venezuela. Caracas, Italgráfica, 1971, vol 3, pp. 369.
40 41
o no de su clima, así como de la mayor o menor receptividad de analizan, en 1651. Sabemos por el expediente que tenía asignado
los habitantes del lugar hacia los recién llegados42. un lugar de privilegio en la ciudad y que se hizo célebre tras la
huida nocturna del recinto religioso de María de la Cruz, lo que
De igual manera señalan las fuentes que las primeras décadas congregó en sus alrededores, a pesar de lo avanzado de la hora, a
de su existencia se hicieron aún más duras debido a los enfren-
autoridades, vecinos y curiosos, en respuesta al continuo tañido
tamientos entre los propios españoles, llegados a la región en dos
de las campanas de las monjas. Estaba reservado Santa Clara a
momentos distintos; estas fricciones –en ocasiones de cierta gra-
mujeres directamente vinculadas con las familias poderosas del
vedad– serían heredadas por sus descendientes, dando lugar a
lugar; piénsese, en este sentido, que en su clausura se encontraba
constantes tensiones entre los segmentos de población más pode-
Juana de la Concepción, una hermana de Don Nicolás Bohór-
rosos. No obstante, en el siglo siguiente, la realidad de Mérida quez.
cambiaría de signo; en efecto, de 1622 a 1681 figura como capi-
tal de la gobernación del mismo nombre, prueba evidente de en- Estas monjas intentaban –y lograban– reproducir en el con-
contrarse plenamente consolidada a todos los niveles. Con poste- vento los mismos privilegios que habían gozado fuera de él, de
rioridad a la última fecha, los gobernadores y con ellos la sede de ahí, por ejemplo, que estuvieran acompañadas de “donadas”,
la administración, se trasladarían a Maracaibo, tras la anexión de sirvientas y esclavas propias que hacían su vida más cómoda
esta ciudad. Pese a que la gobernación continuó siendo la misma, detrás de los muros. María de la Cruz, durante su permanencia al
se modificó el nombre, documentándose a partir de entonces el lado de las franciscanas de Mérida, hizo las veces de criada,
de Provincia de Maracaibo43. atendiendo a su doble condición de india y pobre, y, por supues-
to, a las circunstancias que llevaron a su ingreso en el monaste-
Sabemos, en otro orden de cosas, de su clima templado, a pe- rio. Sobre el patrimonio de las clarisas de Mérida, la documenta-
sar de su latitud tropical, resultado de su proximidad a la cordi- ción cita un “hato” o “hatillo de las monjas”, denominación que
llera andina y, en definitiva, de su altitud, lo que además la con- sugiere sería propiedad de estas religiosas44, si bien por la mono-
vertía en un medio idóneo para el desarrollo agrícola y ganadero. grafía de Luís Alberto Ramírez 45 conocemos la localización y
Varios ríos abastecían a la población del agua necesaria, entre características de las muchas y diferentes propiedades rústicas y
ellos el conocido con el nombre de Mucujún, citado en el legajo urbanas del convento. Parece llegado el momento, no obstante,
del archivo en diferentes oportunidades.
de dejar Mérida y sus conventos, y detenernos en los protagonis-
Como toda ciudad colonial, disponía de un número nada tas de nuestra historia.
despreciable de iglesias y fundaciones pías: había conventos de
franciscanos, dominicos y agustinos, más un colegio de la Com-
pañía de Jesús; el único convento para mujeres era el de clausura
de Santa Clara, fundado algunos años antes de los sucesos que se 44Dos autos del gobernador Juan de Mur Soldevilla de 6 y 7 de agosto de 1667; auto del
gobernador Diego de Villalva y Girón, de 5 de mayo de 1668; auto de destierro contra María
de La Cruz, de 8 de enero de 1671, (AGI, Escribanía de Cámara 782 C).
42ROMERO, 45RAMÍREZ, Luís Alberto: “La cotidianidad en las clausuras. El convento de Santa Clara de
José Luís: Latinoamérica, las ciudades y las ideas. México, Siglo Veintiuno
Editores, 1976. Mérida durante la segunda mitad del siglo XVIII. En AMODIO, Emanuele: La vida cotidiana
43 MORÓN, Guillermo; RAMOS, Demetrio: Breve historia de Venezuela. Madrid, Espasa en Venezuela durante el siglo XVIII. Gobernación del Estado Zulia. Secretaría de Cultura.
Calpe S.A., 1979, pp. 110ss. Maracaibo, 1998.
42 43
LOS PERSONAJES bierno de la ciudad, al figurar D. Juan entre los alcaldes ordina-
rios de Mérida47
Uno de los implicados de forma directa, Don Nicolás Bohór-
quez, pertenecía a una distinguida familia del lugar. Su padre, D. Por lo que hace a la otra protagonista del litigio, la informa-
Juan Bohórquez, había casado con Dña. Luisa Dávila y Rojas, ción disponible es diferente, al tratarse de una persona, como se
perteneciente asimismo a la élite; de los hijos habidos del matri- decía en la época, de “calidad” muy distinta a la de D. Nicolás.
monio, la documentación cita, aparte de Nicolás a Alonso, Juan María de la Cruz también había visto la luz por primera vez en
y Andrés, y a dos hijas, Magdalena y Juana de la Concepción, Mérida, aunque aquí acababan los puntos en común. No pertene-
monja ésta, como se ha dicho, en el convento de Santa Clara de cía a ninguna influyente familia; de hecho, hasta carecía de ape-
Mérida. llidos y su entorno se limitaba a una tía (Juana de Arias), en cuya
casa había crecido. Nuestros informantes vacilan, calificándola
Oriundos de Utrera, en Sevilla, aparecen afincados en Méri- unas veces de india y, otras, de mestiza, cosa que no extraña
da en el siglo XVII. Gozaban de cierto prestigio, como se puede
pues ya en esta época más que la sangre, eran criterios culturales
constatar en los documentos; en ellos su nombre siempre va pre-
y socioeconómicos los que se imponían a la hora de la adscrip-
cedido por el tratamiento de don, algo en lo que es muy estricto ción a un grupo determinado.
el siglo XVII y que los integraba en el grupo de población blanca
de primera categoría; con toda seguridad, la razón estribaba en Tampoco es objeto de un tratamiento especial y respetuoso
su condición de nobles y señores de encomiendas. En efecto, por parte de la comunidad: si hacemos caso a una testigo, era
pertenecientes a la orden de Calatrava, gozaban del reconoci- conocida con un apodo despreciativo, “La Chucha”. En más de
miento de hidalgos antes de su traslado a Indias46. Sobre la en- una ocasión, por otra parte, se trasluce su condición humilde:
comienda de D. Juan Bohórquez, el patriarca del clan, el expe- cuando se encuentra en el convento de Santa Clara, por ejemplo,
diente consultado facilita algunos datos como la ubicación, por es en calidad de criada de una de las monjas; en la misma línea,
ejemplo –en las proximidades del pueblo de Santo Domingo–; es elocuente lo manifestado por la propia María sobre su pobre-
precisamente esta encomienda llegaría a tener cierta notoriedad za, en una de sus estadías en la cárcel48. Se trataba de dos vidas,
en el pleito pues se convirtió en el lugar de refugio, en varias de dos realidades, muy distintas, difícilmente conciliables en la
ocasiones, de la siempre errante María de la Cruz. sociedad de la época.

Su influencia en todos los ámbitos era grande. Además de la


encomienda de Santo Domingo, los Bohórquez poseían tierras y
ganados: aparecen documentadas en el archivo, en este sentido,
dos estancias, una denominada La Punta y otra Tabaja. Estaban 47 Confesión de María de la Cruz, de Mérida (en adelante, este dato se omite, al ser idéntico
representados, de igual manera, los intereses familiares en el go- en todos los documentos) 21 de abril de 1668; testimonios del alcaide de la cárcel Juan Fran-
cisco Martín, del indio Dionisio y de Águeda Díaz; estos tres documentos están fechados el
11 de enero de 1676. Testimonios de María de Trejo y de Juan de Reina de 15 y 18 de enero
de 1676, respectivamente. (AGI, Escribanía de Cámara 782C).
48 Auto del gobernador de Mérida Juan de Mur Soldevilla, de 6 de agosto de 1667; petición de

Mateo Leal, de 27 de abril de 1668; testimonios de María de la Cruz y Magdalena Rodríguez


46 PICÓN-PARRA, Fundadores, primeros moradores…, vol. 1, pp. 56ss. de Ortega, ambos de 10 de febrero de 1676. (AGI, Escribanía de Cámara 782 C).
44 45
LOS VALORES DE UNA SOCIEDAD COLONIAL palabra en documentos del siglo XVI, pero tampoco es raro en-
contrarla en otros de fecha mucho más tardía.
Para entender el porqué de las aventuras y desventuras de
María de la Cruz y D. Nicolás Bohórquez nos serán de gran ayu- De igual manera, puede referirse a una convicción real, pero
da algunas puntualizaciones sobre la sociedad del momento y, en muchas veces ha pasado a ser algo vacío de contenido que se
concreto, sobre las pretensiones y anhelos de los sectores más utiliza para dar más fuerza a una solicitud o a un testimonio ex-
encumbrados. Se trataba de grupos llenos de poder, riqueza y culpatorio. En este último sentido lo encontramos empleado en el
privilegios, pero minoritarios, que luchaban por perpetuarse en el pleito que se estudia; en él, mujeres de extracción claramente
tiempo sin contaminación alguna; para ellos, una estrategia en popular pretenden asumir valores de sectores más encumbrados
orden a resguardar y, en la medida de lo posible, incrementar su para conseguir así una mayor credibilidad en sus declaraciones:
patrimonio será la búsqueda de alianzas con familias o gentes de María de Trejo50, muy vinculada a la india María de la Cruz y a
idénticas características. En este orden de cosas, el matrimonio la misma familia Bohórquez, aunque no de forma institucional,
cobra un significado importante, tan importante que no puede hará referencia a su infancia en casa de un familiar suyo y, por
dejarse a la iniciativa, sin más, de los futuros y jóvenes esposos; supuesto, al “recogimiento” que caracterizó su vida en aquellos
de un enlace apropiado pueden derivarse consecuencias decisi- años. Comportamientos de este tipo son hasta cierto punto fre-
vas para la familia y que directamente atañen a su honor, su cali- cuentes, como he puesto de manifiesto en otras publicaciones
dad y, lo que en el fondo tiene más peso, sus intereses económi- mías51
cos. Debe ser el cabeza de familia o, en su defecto, el tutor quien
en consecuencia decida en materia de tanta responsabilidad y, Los criterios aplicados en relación a los varones eran diferen-
mientras llega el momento, es su deber ejercer una vigilancia tes, más permisivos y tolerantes. La sociedad parecía valerse de
especial sobre los miembros más jóvenes del clan. un doble rasero a la hora de educar a los jóvenes de uno y otro
sexo, como se aprecia claramente en el tratamiento que reciben
Esta tutela se hacía sentir de forma clara sobre las mujeres, a en el expediente María de la Cruz y D. Nicolás, y en las diferen-
las que se educaba “en” y “para” el hogar. La mujer era la depo- tes censuras que merece su irregular comportamiento.
sitaria del honor familiar, de ahí que tuviera que ser objeto de un
Se consideraba a las muchachas, por otra parte, de una ex-
cuidado y celo mayor, sobre todo, hasta que tomara estado, como
tremada fragilidad, tanto física como espiritual, –su minoría de
señalaba la literatura didáctica de la época49. En la documenta-
ción, aparece definida la mujer ideal como la de vida honesta y edad se alargaba de por vida– y, por tanto, precisadas de tutela y
protección; ésta sería ejercida por la figura del padre, si aún resi-
recogida en la casa paterna. El término “recogimiento”, curiosa-
mente, aparece reseñado en muy diferentes momentos y también dían en el hogar de los mayores, o por el esposo, en el supuesto
de haberse casado. Se menciona en nuestra documentación la
en circunstancias diversas, pero siempre asociado al comporta-
miento y estilo de vida femenino; en efecto, puede aparecer esta 50Testimonio de María de Trejo, de 15 de enero de 1676. (AGI, Escribanía de Cámara 782C).
51FUENTES BAJO, María Dolores: “Un modelo de mujer, un modelo de sociedad: notas
para el estudio de la realidad venezolana del siglo XVIII”. En Conquista y resistencia en la
historia de América. Conquesta i resistencia en la historia d´America. Coordinadores, GAR-
49LAVRIN, A.; PIZARRO DE PARLANGE, M.: Las mujeres latinoamericanas. Perspecti- CÍA JORDAN, Pilar; IZARD, Miquel. Barcelona, Publicacions Universitat de Barcelona,
vas históricas. México, Fondo de Cultura Económica, 1985, pp. 34ss. 1992.
46 47
obediencia que la mujer debe al varón, como se observa en la Por varias razones, los hechos que se denunciaban eran
declaración de una tal Luisa María, esposa de Juan Reina; alude, transgresores: la india María de la Cruz no había vacilado en sus
de forma expresa, al respeto y miedo que profesa a su marido, lo diferentes declaraciones en subrayar su recogimiento en el hogar
que le conduce a hacer determinadas afirmaciones en su presen- –como también había hecho María de Trejo, su compañera de
cia para no contradecirle52. La propia María de la Cruz llegó a fatigas en muchas cosas-aunque tanto una muchacha como otra
expresarse en parecidos términos, definiéndose en algún momen- no dudaron en unirse de hecho a sus respectivas parejas y romper
to como mujer “incapaz” y “temerosa”, aunque la realidad de- con el hogar familiar, protagonizando diferentes huidas precipi-
mostrara otra cosa53 tadas en defensa de la opción de vida deseada. Si hacemos caso a
María de la Cruz, empezó a la temprana edad de 10 años sus
aventuras con el joven de los Bohórquez, cambiando, ya enton-
LAS CONTRADICCIONES ENTRE EL MODELO Y LA ces, en diferentes ocasiones de residencia para facilitar esta rela-
REALIDAD ción, sin importarle los prejuicios de la sociedad.

A pesar de sus esfuerzos, no siempre se vieron plenamente Pasando a Nicolás, el hecho de que se hubiera atrevido a ele-
realizadas las pretensiones de estas élites, sobre todo en lo relati- gir pareja sin respetar el parecer de su prestigiosa familia era ya
vo al rígido papel adjudicado a la mujer. Ya se ha apuntado que censurable; a lo que se añadía que la candidata estaba lejos de ser
hay una pervivencia larga en el tiempo de este tipo de discurso, la apropiada, atendiendo a que no era blanca y a las circunstan-
pero que asimismo está documentado que, a veces, es más teóri- cias que la rodeaban, que ponían en entredicho la legitimidad de
ca que real; es correcto hablar entonces de ciertos desajustes y de sus orígenes, aparte de existir pruebas sobradas de sus escasos
la existencia de un distanciamiento entre lo que anhelaba ese medios de fortuna. Pero aunque eran muchos –demasiados, qui-
mundo jerarquizado y multicolor, y lo que en la realidad estaba zá- los puntos en desacuerdo, los Bohórquez toleraron más o
sucediendo. menos sus andanzas con la india, mientras tuvieron la apariencia
de algo pasajero y sin transcendencia54
En ocasiones, ese distanciamiento corrió el peligro de hacer-
se mayor, lo que obligaría a tomar medidas a la desesperada. Sa-
bemos de jóvenes que se rebelaron de forma abierta contra los
PRIMEROS INTENTOS DE RESTABLECER EL EQUI-
severos dictámenes de la época, quizá el ejemplo mejor y más LIBRIO
cercano se encuentre en los propios testimonios que recoge el
proceso. Sin embargo, el poderoso clan de los Bohórquez terminaría
decidiéndose a actuar en el momento en que las relaciones de
Nicolás y María de la Cruz empezaron a tomar un giro diferente.
En efecto, es a raíz de la decisión de los jóvenes de contraer ma-
52 Diligencia practicada por el fiscal de la Audiencia de Nueva Granada Fernando Prado y
Plaza a causa de las contradicciones en la declaración de Luisa María, de 18 de enero de 1676.
trimonio cuando se precipitan los acontecimientos. Los Bohór-
(AGI, Escribanía de Cámara 782C).
53 Petición de su defensor, el sargento Mateo Leal, de 21 de abril de 1668. (AGI, Escribanía 54Declaración de María de la Cruz, de 10 de febrero de 1676. (AGI, Escribanía de Cámara
de Cámara 782C). 782C).
48 49
quez se ven precisados, entonces, a intervenir para contrarrestar rioridad ante la sociedad y, en definitiva, era más vulnerable. En
algo que suponía una grave amenaza para la familia, no solo el caso de María de la Cruz se observa lo dicho de forma acen-
porque se hubiera tomado una decisión de tanta envergadura sin tuada pues a su condición de mujer añadía el hecho de ser india y
atender los dictámenes de los mayores, sino porque tal enlace casi marginal, lo que posibilitó que tanto los Bohórquez como
suponía una cruel burla para su honor, sin olvidar que transgre- las autoridades obraran con extrema dureza, seguros de su total
siones como aquella ponían en peligro la estabilidad de la misma impunidad56. Pues bien, está reseñado en el expediente el depósi-
sociedad. to de María de la Cruz en el convento de monjas de Santa Clara,
precisamente en el año de 1667. Es la respuesta contundente de
En este sentido, arrancan de 1667 las presiones de los los Bohórquez ante la temeraria decisión de la pareja57.
Bohórquez para cortar las relaciones entre los dos jóvenes. En
un principio, el problema será estrictamente familiar, aunque Los depósitos de mujeres fueron hasta cierto punto frecuen-
llegará a alcanzar tales dimensiones que hará precisa la media- tes a lo largo de toda la colonia. Su finalidad, en principio, era
ción de las autoridades, ante la enorme publicidad –recuérdese protectora más que punitiva, si bien los había de diferentes tipos,
que en esta época la mayor o menor gravedad de un asunto de- en función de las características de la persona que se tratara.
pendía en buena medida de la difusión que hubiera tenido, así Consistía, dicho en pocas palabras, en el traslado desde su lugar
como de las personas implicadas en él– que ciertos hechos llega- de residencia habitual a otra morada que, en teoría, reunía unas
ron a tener y en respuesta a la airada protesta de determinadas condiciones más adecuadas para atajar el problema que se pre-
instituciones que vieron alterado su normal funcionamiento por tendía resolver. Por lo general, eran las autoridades –civiles y
esta causa. eclesiásticas– las que decidían en esta materia, aunque también
se reseñan casos en que las mujeres fueron depositadas a petición
Por otra parte, querría apuntar que las medidas de urgencia propia. De igual manera, podía realizarse a instancias de un fa-
tomadas por los Bohórquez van a dirigirse de forma especial miliar cercano; se conocen casos en esta línea en que es el propio
contra la mujer indígena, mientras Nicolás apenas será importu- marido el que lo decide y lleva a cabo. En nuestros documentos,
nado; en la posterior intervención de los gobernadores, se obrará por ejemplo, el que toma la iniciativa es Juan Bohórquez que,
de forma similar. No se olvide que las medidas represivas en
conflictos familiares similares al que nos ocupa se aplicaron, por
56 Véase, ARROM, Silvia Marina: Las mujeres de la ciudad de México, 1790-1857. México,
regla general, de forma más contundente con las mujeres. Josefi- Siglo XXI, 1988, p. 83; Rodríguez, José Ángel: Babilonia de pecados… Norma y transgresión
na Muriel, quizá con optimismo, afirma que obedecía a la con- en Venezuela, siglo XVIII. Caracas, Alfadil Comisión de Estudios de Postgrado Facultad de
Humanidades y Educación, Universidad Central de Venezuela, 1998, pp. 25ss y 30ss.
vicción de que la conducta femenina era fácil de reconducir, no 57 Relata la propia María de la Cruz, en su declaración de 10 de febrero de 1676, como un

así la del varón55; por mi parte opino que, si bien en esta conside- hermano de D. Nicolás, de nombre Alonso, la secuestró literalmente de la estancia de La
Punta, obedeciendo órdenes del jefe de familia, y la llevó al monasterio coincidiendo en el
ración puede haber algo de cierto, conviene subrayar también tiempo con la decisión del joven de casarse. Entre los documentos que refieren también la
estancia de la mujer con las religiosas cabe destacar: dos autos del gobernador Juan de Mur
que la mujer se encontraba claramente en una situación de infe- Soldevilla; testimonios de Juan Serrano, Baltasar de los Reyes y Águeda Díaz. Todos estos
documentos tienen fecha de 6 de agosto de 1667. Confesión de María de la Cruz de 21 de
abril de 1668; auto del gobernador Diego de Villalva de 5 de mayo de 1668; testimonios de
55MURIEL, Josefina: Los recogimientos de mujeres: respuesta a una problemática social Juan Francisco Martín y María de Trejo, de 11 y 15 de enero de 1676, respectivamente; dife-
novohispana. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigacio- rentes declaraciones de Juan Reina y su esposa, de 18 de enero de 1676. (AGI, Escribanía de
nes Históricas, 1974, p. 219 Cámara 782 C).
50 51
sino familiar de María de la Cruz, sí era alguien con el suficiente cio que eran apartadas del hogar conyugal en espera de un reme-
poder y autoridad en Mérida para que se le permitiera una actua- dio a sus dificultades60; otro ejemplo vendría dado por adoles-
ción de este tipo. centes que acudían a la protección de los gobernantes al conside-
rarse presionadas por su familia para contraer unas nupcias no
La nueva morada que acogería a la mujer podía ser de dife-
deseadas. Pero podía tratarse también de otro tipo de personas:
rentes modalidades: unas veces se trataba del hogar de una fami-
mujeres cuyo estilo de vida se alejaba definitivamente del mode-
lia respetable donde la mujer estaba en disposición de recibir el
lo ideal y que necesitaban ser reconducidas; nos estamos refi-
ejemplo y la protección que precisaba; en otras ocasiones, se
riendo a mujeres promiscuas, prostitutas o, en menor medida,
acudía a conventos femeninos cuando no a lugares específica-
delincuentes, casos todos ellos que, de forma consciente o no,
mente concebidos para tal efecto como eran las casas de recogi- violentaban concepciones sólidamente arraigadas en la época61.
das, pues las monjas en algunas ocasiones se mostraron reticen-
tes a dar cobijo a este tipo de mujeres en situaciones apuradas. María de la Cruz pertenecía a esta última categoría; difícil-
En el caso que nos ocupa, se trató del convento de clausura de mente encajaba en la rigidez del modelo: era india y pobre, y
las Clarisas, con seguridad a causa de que Juan Bohórquez tenía había pretendido emparentar legalmente con la élite, aunque en
una hija allí en calidad de monja de velo negro58, aparte de que la teoría se la perseguirá por la naturaleza de las relaciones que
familia había realizado diversos donativos al monasterio, razones mantenía con Nicolás Bohórquez, a las que se califica de aman-
por las que cualquier petición suya sería atendida59. cebamiento. Era juzgado en la época como delito el amanceba-
miento, siempre y cuando hubiera sobrepasado la esfera de lo
Los depósitos eran temporales, en la mayoría de los casos. privado y fuera motivo de escándalo62. El proceso contra María
María de la Cruz, en este sentido, estuvo dos veces con las mon- de la Cruz estará motivado, en sus inicios, por esta razón, si bien
jas de Mérida. En la primera ocasión –de la que se tienen más sus repetidas fugas agravaron sus supuestas faltas y la hicieron
datos–, los Bohórquez acordaron con las religiosas que debía merecedora de los más duros castigos.
permanecer a su lado dos semanas, tiempo suficiente, a su crite-
rio, para hacerla desistir de sus proyectos; las circunstancias de- Se ha apuntado, volviendo a los hechos, que por dos veces
mostrarían lo contrario. vivió en el convento de las Clarisas, a lo que se debe añadir que,

Los motivos que conducían a una medida de esta naturaleza


60 DE LA CUESTA-FIGUEROA, Marta; SILVA NIETO DE MATORRAS, María Elena:
variaban considerablemente: había niñas o mujeres adultas res- “Contribución al estudio del divorcio en Salta, en la época hispánica”. En VII Congreso del
petables que, en situaciones extremas, acudían de forma volunta- Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano. Buenos Aires, Pontificia Universidad
Católica Argentina, 1984, p. 237.
ria a este recurso. Aparecen reseñadas así mujeres vejadas por 61 Sobre las características de los depósitos en general puede consultarse mi trabajo “Un mo-

sus maridos hasta extremos degradantes o en trámites de divor- delo de mujer, un modelo de sociedad” (pp. 145ss). Por su parte, en la citada monografía de
Silvia Marina ARROM (Las mujeres de la ciudad de México, pp. 260ss) se estudian los di-
vorcios eclesiásticos y su tramitación, en donde uno de los pasos obligados era el depósito de
58 Las monjas de velo negro eran aquellas que habían podido aportar la dote íntegra, lo que les la esposa.
62 El Concilio de Trento, en el capítulo 8 de la sesión 24, se ocupó expresamente de la mate-
permitía gozar de ciertos privilegios; desempeñaban tareas no excesivamente laboriosas –para
eso empleaban a sus propios sirvientes- y, lo más importante, podían optar a puestos claves en ria. Igualmente aparece reseñada en el título 19, libro 8 de la Recopilación. Véase, D. Antonio
el gobierno y administración del propio convento (Aclaración de la autora). Javier PÉREZ Y LÓPEZ: Teatro de la legislación universal de España e Indias, por orden
59 Don Juan Bohórquez donó al convento la estancia del Valle, entre otras propiedades. RA- cronológico de sus cuerpos, y decisiones no recopiladas; y alfabético de sus títulos y princi-
MÍREZ, La cotidianidad en las clausuras, p 187. pales materias. Su autor ---. Madrid 1794, Tomo III, pp. 430-438; Tomo VII, pp. 61-62.
52 53
tanto en una como en otra ocasión, el final de la estancia resultó vuelo de la población; lo liberó, como reseña el expediente, al no
en extremo accidentado. A la primera estadía puso fin la misma existir causa justificada para su retención, lo cual no está despro-
María de la Cruz, tras escalar los muros de tan respetable casa, visto de ironía63
episodio que sobradamente se divulgó entre la población; muy
Con respecto a las autoridades que intervienen en el tema
poco se puede decir en cambio de su segundo depósito salvo que
que nos ocupa, los documentos reseñan los nombres de varios
de nuevo Juan de Bohórquez lo dispuso, que estuvo motivado
gobernadores, algo lógico por otra parte teniendo en cuenta su
también por la contundente voluntad de la familia de poner fin a
duración en el tiempo; en este sentido aparecen citados Juan de
una relación tan peligrosa como aquella y que finalizó de forma
Mur (del que acabamos de hacer referencia), Diego de Villalva y
precipitada; en efecto, aunque no estamos en disposición de pre-
cisar mucho más, sí sabemos que la muchacha fue literalmente Pedro de Viedma64, si bien el pleito finalmente concluirá en ma-
arrojada a la calle por el vicario de las monjas, lo que hace supo- nos de la Audiencia de Santa Fe de Bogotá que pronunciará la
ner que algo perturbaría gravemente la paz del convento. sentencia definitiva- La gravedad de los hechos también será
exagerada por las autoridades que llegan a aplicarle calificativos
Como se ha subrayado, el asunto pronto se desbordaría. desproporcionados, quizá a causa de la enorme publicidad que
Queda por citar uno de los últimos capítulos de esta etapa en que había tenido entre la población; la prueba la tenemos en que Ma-
las relaciones de los jóvenes son un problema de familia sin más. ría de la Cruz es juzgada y condenada en dos ocasiones por el
Tras las dos fallidas reclusiones en clausura, se sabe que María mismo delito, con poco tiempo de diferencia.
de la Cruz recibió amenazas directas contra su persona; provie-
nen, ahora, de la madre de Nicolás, Dña. Luisa Dávila Rojas, y Entre los momentos significativos de esta nueva etapa, figu-
son lo mismo de drásticas y rotundas, motivo por el que nuestro raría, por orden cronológico, el paso de María de la Cruz por la
personaje se vería empujado a una de sus ya habituales y atléti- ruinosa y paupérrima cárcel de Mérida65, si bien, para hablar con
cas escapadas. Pero avancemos en el tiempo y digamos algo del exactitud, deberíamos decir que se trata no de una sino de dos
posicionamiento de las autoridades con respecto a este asunto. estancias en la prisión, separadas por una fuga. Abundan las refe-
rencias –bastante curiosas, por cierto– sobre la insuficiente dota-
ción de la cárcel y las franquicias que gozaban sus huéspedes
–estaban lejos de ser auténticos presos pues incluso podían pasar
EL MANTENIMIENTO DEL ORDEN
la noche en sus respectivos hogares al lado de sus familias–. Ni-
Esta segunda fase tiene en común con la anterior que el obje-
63
to preferente de atención sigue siendo la mujer india y que las Petición de Nicolás Bohórquez. Sin fecha, en torno al 7 de agosto de 1667; auto del gober-
nador del día 9 del mismo mes y año. (AGI, Escribanía de Cámara 782C).
medidas adoptadas serán de una extraordinaria dureza; asimismo 64 Sabemos de otro gobernador, de nombre Gabriel Guerrero, que, con anterioridad, supo de

son frecuentes las anécdotas curiosas de las que Nicolás Bohór- las idas y venidas de los dos adolescentes. Fue en 1664, cuando María de la Cruz apenas tenía
12 años, y se limitó su intervención a disponer que viviera de forma recogida en casa de una
quez es el principal responsable, si bien rara vez fue objeto de tía suya, ya que en tan temprana fecha la pareja iniciaba su deambular de un lugar a otro,
tratando de eludir los impedimentos que encontraba a su paso. Declaración de María de la
una censura especial. Excepcionalmente, el gobernador Juan de Cruz, de 10 de febrero de 1676. (AGI, Escribanía de Cámara 782C).
Mur Soldevilla lo tuvo cuatro días escasos en prisión, coinci- 65 Confesión de María de la Cruz de 21 de abril de 1668; testimonio de Juan Francisco Martín,

alguacil y alcaide de la cárcel de Mérida de 11 de enero de 1676. (AGI, Escribanía de Cámara


diendo con la fuga del convento de la india y el consiguiente re- 782C).
54 55
colás Bohórquez, en el tiempo que la india permaneció allí, dis- Para concluir este análisis, se podrían señalar dos cosas: se
puso de llave propia lo que le permitía entrar y salir cuando lo refiere la primera a la efectividad lograda por las autoridades, en
deseaba, sin mencionar que se permitió la libertad de llevar a orden a poner fin a unas irregularidades ciertamente molestas
María de la Cruz alimentos, ropa y hasta un taburete y un col- para las gentes de la época. En ello tuvo una influencia clara la
chón donde dormir66. decisión de María de la Cruz de desligarse del vástago de los
Bohórquez, a pesar de que éste insistiera casi hasta el final. Ma-
Con posterioridad, y estamos moviéndonos ya en torno a
ría de la Cruz se había guiado, conjeturamos, de su sentido co-
1671, tendría lugar la primera orden de destierro67, aunque hasta
mún, tras haber sufrido en sus carnes, durante demasiado tiempo,
cinco años más tarde no se daría por zanjado de forma definitiva las continuas agresiones de los poderosos69.
el tema. En efecto, es entonces cuando el fiscal de Santa Fe, Fer-
nando de Prado, reabre el proceso, interroga por enésima vez a En segundo y último lugar me gustaría hacer una reflexión
culpados, cómplices y testigos, y da el veredicto definitivo en de carácter más general pues considero que los documentos que
que la condena más dura la reciben María de la Cruz y aquellos se han estudiado reflejan de alguna manera los valores de una
implicados muy circunstancialmente en sus huidas. época, los desajustes que en algún momento pueden advertirse y
los mecanismos existentes destinados a restablecer el equilibrio y
En efecto, fue condenada la mujer a 200 azotes y a 10 años mantener el orden estatuido. Al detenernos en las andanzas de
de destierro que, agregados a los 5 que llevaba de forma forzosa Nicolás y la india María de la Cruz hemos pretendido ir más allá,
alejada de Mérida, hacen un total de 15; también fueron conde- contar cómo era su mundo, cómo vivían y qué inquietaba a las
nados a penas de destierro (entre 4 y 6 años) otros tres involu- gentes de aquella Venezuela del seiscientos.
crados en el caso –figuraba entre ellos el descuidado alguacil de
la cárcel Juan Francisco Martín; deberían recibir, de igual mane-
ra, el mismo número de azotes que María, si bien, obrando de
forma bastante considerada (es una anécdota), se eximió de ellos
a un tal Bartolomé Castañeda, por una dolencia cardiaca.

Por su parte, Nicolás, al llevar el apellido Bohórquez, ni si-


quiera fue citado a declarar en los nuevos trámites burocráticos y
fue objeto de un trato especial por parte del fiscal de la Audien-
cia. Tendría que servir, en este sentido, cuatro años en el presidio
de La Guaira a las órdenes de su gobernador68.

66 Las deficiencias de la cárcel de Mérida no eran un caso aislado, como señala Ermila TRO-
CONIS DE VERACOECHEA en su trabajo Historia de las cárceles en Venezuela (1600-
69
1890). Caracas, Academia Nacional de la Historia 1983, pp. 24ss y 73ss. No dudó Nicolás en trasladarse a Gibraltar, cuando sufrió el primer destierro, y retar a
67 Auto de destierro de 8 de enero de 1671. (AGI, Escribanía de Cámara 782C). duelo, en el colmo de la osadía, al nuevo compañero de la india, ofuscado en reanudar sus
68 Sentencia definitiva del licenciado fiscal de la Audiencia, Fernando de Prado y Plaza, de 20 tormentosas relaciones. Declaración de María de la Cruz de 10 de febrero de 1676. (AGI.
de mayo de 1676. (AGI, Escribanía de Cámara 782C). Escribanía de Cámara 782C).
56 57
MARACAIBO, ESCENARIO DE NUESTRA PEQUEÑA
HISTORIA
B) CRÓNICA DE UNA PEQUEÑA HISTORIA
DE MARACAIBO. Maracaibo era, desde el punto de vista administrativo, la
primera y principal ciudad de una provincia situada en la parte
más occidental de la actual República de Venezuela. Puede de-
cirse que inicia su andadura colonial mediado el siglo XVI. En
LA VESTIMENTA FEMENINA Y LAS AUTORIDADES
DE LA COLONIA70 síntesis, podrían distinguirse dos periodos: correspondería el
primero a su formación. Es entonces cuando el territorio se ve
Algunas puntualizaciones sobre este trabajo, como aclaración recorrido por muchas y diferentes huestes, unas vinculadas a
preliminar. Se ha documentado nuestra investigación en expe- Santa Fe de Bogotá, mientras otras dependían de forma directa
dientes procedentes de diferentes repositorios. En el Archivo de las autoridades de Caracas y Coro. De forma escalonada y no
General de Indias, de Sevilla, tuvimos la oportunidad de descu- demasiado fácil fueron definiéndose los diferentes núcleos po-
brir la parte central del trabajo: los edictos del obispo de la dió- blacionales de nuestra región. La ciudad que interesa para nues-
cesis de Mérida-Maracaibo sobre las pautas a que debía ajustarse tro trabajo, Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo, no es una
la vestimenta femenina en el interior de los templos. Otros per- excepción y asimismo tuvo unos comienzos inciertos, con dife-
sonajes involucrados en los hechos que se estudian resultaron rentes fundaciones (1529, 1569, 1574) y abandonos.
igualmente atractivos; en concreto, nos referimos a un militar de
Maracaibo que reaccionó airadamente contra las citadas norma- La gobernación aparece reseñada con diversos nombres a lo
tivas de Ramos de Lora y, sobre todo, contra la forma de llevar- largo de su historia y, por lo que mira a su organización política,
las a efecto determinados sacerdotes de la ciudad. Viajamos, así, tuvo también distintas capitales; el territorio bajo su jurisdicción
a la localidad de Navalcarnero en la provincia de Madrid, lugar se vio modificado, igualmente, a lo largo de esta fase. La fecha
de nacimiento del susodicho militar, donde tuvimos ocasión de de 1573 puede servir de punto de partida: tuvo lugar entonces el
documentarnos sobre los años anteriores a su partida a América. nacimiento de la “Gobernación de La Grita”. Su existencia fue,
Pero no concluyeron aquí nuestras pesquisas pues, para seguir sin embargo, bastante precaria, razón por la que se le agregaron
otros territorios desgajados del Corregimiento de Tunja, como
los pasos de su dilatada carrera militar, nos fue preciso acudir al
Archivo General de Simancas, en Valladolid. Mérida y San Cristóbal. Este es el origen del nuevo “Corregi-
miento de Mérida del Espíritu Santo” (1607), convertido algún
Estudiemos, de forma ordenada, el tema que proponemos; en tiempo después, en 1622, en la “Provincia, Gobernación y Capi-
primer lugar, conviene dar unas pinceladas sobre Maracaibo, tanía General de Mérida”. Al finalizar el siglo, en 1676, se in-
donde se desarrolla nuestra historia. corporó Maracaibo que poco tiempo después (en 1678), gracias
al traslado allí de las autoridades de la zona, quedará convertida
70
en capital de la “Provincia de Mérida, La Grita y Ciudad de Ma-
Fue publicado en la Revista Estudios Humanísticos, León, nº 8, 2009, pp. 205-224. En una
versión abreviada y con el título “Las mantillas de la discordia, 1789-1790” apareció editado racaibo”.
por la Revista El Desafío de la Historia. Grupo Editorial Macpecri, Caracas, Venezuela, Año
4, Revista 24, 2011.
58 59
La trayectoria un tanto errática de Maracaibo en este periodo relativa estabilidad política, reflejo probablemente del despegue
no fue un fenómeno aislado; otras gobernaciones desperdigadas económico de la región74.
por Tierra Firme sufrieron por aquel entonces dificultades simi-
lares, al aglutinar regiones con importantes diferencias y contras- Finalizando el siglo XVIII, demasiado tarde probablemente,
se da un paso más y nuevas pautas políticas se marcan desde la
tes entre sí. Fue el caso de las provincias de Venezuela, Margari-
ta, Trinidad y Guayana71. península Ibérica: Maracaibo y las otras provincias autónomas de
Tierra Firme citadas con anterioridad se integran en la Capitanía
Si avanzamos en el tiempo, se perciben, al alborear el siglo General de Venezuela (1777). Paralelamente, casi por las mis-
XVIII, ciertos cambios significativos; podemos fijar entonces el mas fechas, irán apareciendo diferentes instituciones como la
comienzo de una nueva etapa en su historia colonial, la segunda. Intendencia (1776), la Audiencia (1786), el Consulado (1793) y,
Determinadas transformaciones serán sintomáticas de los nuevos algo más tarde, el Arzobispado (1804) –con sede, todas ellas, en
tiempos. La provincia parece salir ahora de su aislamiento; el Santiago de León de Caracas– dirigidas a consolidar el nuevo
primer paso en este sentido, vendrá dado por su anexión al recién espacio político y, por supuesto, a afianzar el papel de Caracas
creado virreinato de Nueva Granada 72 . No se trató en manera como capital75. Con respecto a la incidencia de esta política re-
alguna de un proceso fácil, por diferentes circunstancias; en pri- formista en la región, debemos hacer algunas precisiones pues
mer lugar, debido a que la propia institución virreinal tardó en nuestras fuentes se hacen eco de las reticencias de Maracaibo al
consolidarse, como queda patente en el hecho de que debiera ser nuevo marco político, indicativas de que el proceso topaba con
fundado en dos ocasiones el virreinato: la primera en 1717 y la serios obstáculos76. En el momento presente es difícil precisar el
segunda, ya con carácter definitivo, veinte años más tarde, en alcance de estas peticiones: la Corona las obvió manteniendo a la
1739. Pero en las no siempre fáciles relaciones entre Maracaibo provincia supeditada a las autoridades caraqueñas, debido a su
y Santa Fe de Bogotá pesaron también consideraciones de otro interés por controlar de manera más efectiva la zona, si bien no
tipo, la más importante de ellas guardaba relación con la provin- deja de ser cierto que estas reivindicaciones de la ciudad del lago
cia en sí misma: las diferencias patentes entre los distintos nú- no habían sido silenciadas sino de forma temporal. Recordemos
cleos poblacionales que la integraban alimentaban una casi en- en ese sentido que pocos años más tarde, ante las primeras olea-
démica rivalidad entre unos y otros que dificultaba a la postre 74 VASQUEZ DE FERRER, Belín:” Maracaibo y su espacio histórico (siglo XVIII)”. En
enormemente su gobernabilidad 73 . No obstante, la documenta- Tierra Firme, Caracas nº 10, 1985, pp. 215-236; FUENTES BAJO, María Dolores: “Gobernar
ción reseña algún tiempo después, en torno a 1765-1770, una en una provincia de frontera: Maracaibo 1750-1775”. En Revista Historia, Métodos y Enfo-
ques. San Juan nº1, 2008, pp. 9-28.
75 NUNES DIAS, Manuel: “Venezuela en las reformas estructurales del sistema colonial

español”. En Memoria del I Congreso Venezolano de Historia. Tomo II. Caracas, Academia
Nacional de la Historia, 1972, pp. 117-162; MORÓN, Guillermo: “La Real Audiencia de
71 NÓBREGA, Enrique: “Notas sobre la élite militar en la provincia de Maracaibo: 1750- Caracas, unidad política de Venezuela”. En Boletín de la Academia Nacional de la Historia,
1814”. En MENA GARCÍA, Carmen; EUGENIO MARTÍNEZ, Ángeles y SARABIA VIE- Caracas nº 275, 1986, pp. 579-590; GARCÍA GALLO, Alfonso: “La Capitanía General como
JO, Justina: Venezuela en el Siglo de las Luces. Sevilla-Bogotá, Muñoz Moya y Montraveta institución de gobierno político en España e Indias en el siglo XVIII”. En Memoria del III
editores, 1995, pp. 261-267. Congreso Venezolano de Historia. Tomo I. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1979,
72 MAQUEDA ABREU, Consuelo: “Diplomacia, reformismo y virreinato de Nueva Granada pp. 535-582; FERNÁNDEZ HERES, Rafael:” Factores históricos determinantes para la crea-
en los inicios del siglo XVIII”, En Anuario de Historia del Derecho Español, nº 74, 2004, pp. ción del arzobispado de Caracas (Homenaje con motivo de su bicentenario, 1803-2003)”. En
229-290. Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Caracas nº 346, 2004, pp. 169-210.
73 FUENTES BAJO, María Dolores: “Estudio de una provincia: Maracaibo, siglo XVIII”. En 76 Real cédula de San Ildefonso 13 de agosto de 1784. (AGI, Caracas 23); real orden a Anto-

Revista Trocadero, Cádiz, nº 17, 2005, pp. 249- 265. nio Ventura de Taranco, de San Lorenzo 6 de octubre de 1784. (AGI, Caracas 31).
60 61
das independentistas lideradas por Caracas, Maracaibo revivirá por un volumen de diezmos considerable80. Otra cuestión que fue
sus antiguas pretensiones optando por mantener su fidelidad a la objeto de desencuentros fue la relativa al lugar donde se levanta-
monarquía, al igual que Coro y Guayana, si bien sería detenernos ría la nueva catedral; la Bula de Erección designaba con claridad
en cuestiones que exceden la temática de este trabajo77. a la ciudad de Mérida sede del nuevo obispado, no obstante el
prelado fue objeto de fuertes presiones a su llegada que dilataron
Por otra parte, en este contexto de mayor presencia institu-
un año su permanencia en Maracaibo, en un intento de que se
cional, debe comprenderse el nuevo obispado de Mérida- Mara-
estableciera allí de forma definitiva81. Aunque los gobernantes
caibo. Hasta ese momento, la organización eclesiástica de la
de Madrid hicieron caso omiso de estas cábalas, no se trató de
provincia era compleja y poco eficaz; así, mientras Maracaibo
una cuestión baladí; es evidente que bajo esta disputa pueden
pertenecía al obispado de Santiago de León de Caracas, el resto adivinarse las tensiones que secularmente habían acompañado a
de la gobernación estaba vinculado al arzobispado de Bogotá. A la provincia y que aprovechaban cualquier resquicio, por mínimo
esto se unían los perjuicios derivados de las enormes distancias y que fuera, para resurgir.
del mal estado de los caminos, en determinados meses del año.
Las peticiones al monarca sobre la conveniencia de una diócesis Después de estas pinceladas sobre la compleja e interesante
propia se fechan en diferentes momentos del siglo XVIII, aunque realidad de Maracaibo a fines del setecientos, las nuevas pers-
deberán esperar bastante tiempo para convertirse en realidad. En pectivas que parecían ofrecerle las remodelaciones borbónicas y,
este sentido, se fecha en 1778 la bula de creación del obispado78, paralelamente, el indudable peso que seguían teniendo determi-
si bien de hecho no inicia su andadura hasta 1784, año en que nados desequilibrios internos, parece llegado el momento de
fray Juan Ramos de Lora, el primer prelado, desembarca en Ma- avanzar en nuestra pequeña historia, deteniéndonos en sus prota-
racaibo, después de una larga travesía desde tierras mexicanas79. gonistas y en las noticias, extensas unas veces, parcas otras, que
sobre ellos hemos podido rastrear.
Los límites del nuevo obispado tardaron en definirse, debido
a las reticencias tanto de Santa Fe como de Caracas a ceder cura-
tos y parroquias que tradicionalmente se habían caracterizado

77 Puede consultarse al respecto el trabajo de Zulimar MALDONADO VILORIA: “José


Domingo Rus: un diputado maracaibero en las Cortes de Cádiz durante la independencia
venezolana”. En Poder y mentalidades en España e Iberoamérica (siglos XVI-XX): implica-
ciones y actores: II Seminario Hispano Venezolano, Maracaibo 2001, pp. 187-207.
78 Consulta de 16 de junio de 1777. (AGI, Caracas 10); carta del duque de Grimaldi a José de

Gálvez, de Roma 26 de febrero de 1778. (AGI, Caracas 27); carta de Antonio Ventura de
80
Taranco a Francisco de Valencia, de Madrid 11 de noviembre de 1783. (AGI, Caracas 27). Real orden a Antonio Ventura de Taranco, de San Ildefonso 28 de septiembre de 1784; otra
79 Baltasar E. PORRAS CARDOZO: El ciclo vital de fray Juan Ramos de Lora. Mérida, real orden al mismo destinatario de San Lorenzo 1 de octubre de 1784; resumen del Consejo
Ediciones del Rectorado-Universidad de los Andes, 1992; Odilo GÓMEZ PARENTE: Fray de Indias de una carta del obispo Juan Ramos de Lora, de Maracaibo 4 de enero de 1785.
Juan Ramos de Lora, obispo insigne y sembrador de cultura: Documentos inéditos sobre su Estos documentos en AGI, Caracas 27.
81 Carta nº19 del gobernador de Maracaibo Francisco de Arce a José de Gálvez, de Maracaibo
vida y actividad al frente de la diócesis de Mérida de Maracaibo. En el 250 aniversario de su
natalicio Los Palacios-Sevilla (1722-1972). Caracas, Edición del Ejecutivo del Estado Méri- 6 de abril de 1784. (AGI, Caracas 146); real orden a Antonio Ventura de Taranco, de Palacio
da, 1972; del mismo autor, Ilustrísimo padre fray Juan Ramos de Lora, fundador de la Uni- 28 de diciembre de 1784. (AGI, Caracas 27); real orden a Ventura de Taranco, de Aranjuez 1
versidad de los Andes. Caracas, Universidad Católica “Andrés Bello”, Instituto de Investiga- de junio de 1785. (AGI, Caracas 31); otra real orden a Ventura de Taranco, de San Ildefonso 5
ciones Históricas, 1974. de septiembre de 1785. (AGI, Caracas 31).
62 63
LOS ACTORES rida. Por aquellas fechas se acercaba a los 70 años y su salud
estaba seriamente resentida. En la Navidad de 1789 se fechan los
En los acontecimientos que tuvieron lugar en la parroquia
edictos suyos que motivaron la polémica, uno de los cuales fue
más antigua de Maracaibo, en los primeros días de 179082, se leído a los parroquianos de Maracaibo en ocasión tan señalada
vieron involucradas diferentes personas, unas de forma directa y como la Misa del Gallo.
otras, sin embargo, indirectamente. De una parte se situarían
eclesiásticos como Juan Antonio Troconis quien era el cura pá- Era oriundo de la provincia de Sevilla, en cuya capital se or-
rroco y vicario eclesiástico. A Troconis correspondería un desta- denó franciscano. Gran parte de su vida transcurrió en México,
cado primer lugar en nuestra lista pues fue el responsable de lle- donde estuvo destinado en las misiones que los frailes tenían en
var a efecto las recomendaciones del obispado sobre vestimenta el norte del virreinato novohispano. De su labor al frente del
femenina que ocasionaron tanto revuelo en la feligresía. Había obispado de Mérida de Maracaibo se ha escrito mucho aunque
nacido en Maracaibo y rondaba los 60 años, cuando tuvieron creemos que no todo. Se han resaltado, a nuestro parecer, deter-
lugar los hechos en cuestión, según declaran diferentes testigos. minadas facetas sin duda de importancia de su quehacer como
Sabemos que pertenecía al clero secular y que desde 1778 era prelado entre 1784 y 1790, mientras se han obviado los proble-
cura de la parroquia de Maracaibo83; tenía el título de doctor, mas que lo rodearon aquellos pocos años. Como se ha subrayado
aunque no se puede precisar mucho más. En 1799, fue presenta- en páginas anteriores, la provincia de Mérida de Maracaibo tenía
do para una ración en la catedral de Mérida84. una serie de peculiaridades que la hicieron especialmente difícil
no solo para gobernadores sino también para virreyes y capitanes
En segundo lugar, debemos reseñar el nombre de otro ecle- generales. En este contexto no es de extrañar que Ramos de Lora
siástico, Juan Ramos de Lora, obispo de la joven diócesis de Mé- tuviera que sortear obstáculos poco comunes, con más o menos
diplomacia y también con resultado variable. En este sentido,
82 La iglesia matriz a que se refiere el documento se ubicaba en la actual Plaza Bolívar. Cons- está documentado el titánico esfuerzo de Lora dirigido a echar a
truida a finales del siglo XVI de bahareque y palma sufrió diferentes remodelaciones. En 1600
fue dedicada a los apóstoles Pedro y Pablo. En 1813 fue consagrada catedral de la diócesis de andar la diócesis, lo que le llevó en no pocas ocasiones a desen-
Mérida de Maracaibo, si bien en 1821 se trasladó de nuevo a Mérida la sede episcopal. Con
posterioridad en 1879, tras la erección de la diócesis del Zulia, recobra su dignidad de cate-
cuentros con las autoridades civiles, en su propósito de dejar per-
dral. En 1965 es elevada al rango de metropolitana. Véase, Miguel SEMPERE MARTÍNEZ: fectamente definido el ámbito de influencia del nuevo obispado.
Maracaibo, ciudad y arquitectura. Universidad del Zulia, Facultad de Arquitectura y Diseño,
Ediciones Astro Data, 2000, pp. 37- 38. No hace mucho tuvimos la ocasión de publicar una investigación
83 Con anterioridad, fueron párrocos de Maracaibo el bachiller Dn. Juan Baptista de Oberto y
que abordaba precisamente estas cuestiones85.
el Dr. Dn. Narciso de Yepez. Véanse las declaraciones de los testigos María Josefa Zepeda
(de 5 de julio de 1790), María Soledad Carrasquero (de 6 de julio), Melchora Suárez (de 7 de
julio), María Josefa Perozo Prieto (de 8 de julio) y José de Soto (de 12 de julio). Todas ellas Dejemos a un lado al obispo y abordemos el papel que juga-
en AGI, Caracas 375. ron otros protagonistas. Habría que hablar de Carmen Delgado,
84 Real orden a Francisco Moñino, de Palacio 2 de diciembre de 1788. (AGI, Caracas 27);

lista de los prebendados de la iglesia metropolitana de Santa Fe que tienen ascenso a las dig- una niña de apenas diez años, pero que fue juzgada con severi-
nidades de arcediano, chantre, maestrescuela y tesorero de la propia iglesia, cuya renta de
cada una está regulada en 2790 pesos al año, vacantes por fallecimiento de D. Francisco
Xavier Ruiz de Eguino, de Dn. Juan de Dios Pey y Andrade, tesorero y electo chantre y de
85
Dn. Miguel Vélez Ladrón de Guevara, y de los pretendientes que han ocurrido a solicitarlas. María Dolores FUENTES BAJO:” La justicia de un obispo. Los difíciles comienzos de la
Sin fecha, 1797. (AGI, Santa Fe 727); consulta de 19 de julio de 1799. AGI, Caracas 10; diócesis de Mérida-Maracaibo, 1784-1790”. Fue presentado al XIII Congreso Internacional de
presentación de Dn. Juan Antonio Troconis a una ración de la iglesia catedral de Mérida de AHILA que tuvo lugar en 2002 en la Universidade do Açores. Con posterioridad, se ha publi-
Maracaibo, de San Ildefonso 24 de agosto de 1799. (AGI, Caracas 952). cado en Procesos Históricos, 7, 2005.
64 65
dad por el párroco de la iglesia más antigua de Maracaibo, lo que con cuya hija Francisca terminaría casándose en 177989. En ese
daría lugar a un cruce de duras acusaciones entre este sacerdote y mismo año de 1779 tomó posesión del cargo de gobernador mili-
su padre Rafael Delgado, a la sazón, castellano de la Barra de tar interino en la isla de Trinidad, puesto que desempeñaría poco
Maracaibo. Se trata de un personaje, Rafael Delgado, bien do- tiempo, en parte debido a sus diferencias con otros representan-
cumentado en los archivos; pasaba de los 40 años cuando tuvo tes de la Corona90. Pocos años más tarde, hacia 1784, lo encon-
lugar su enfrentamiento con el cura Troconis. Había nacido en la tramos en su último destino: castellano de la fortaleza de San
península Ibérica, en Navalcarnero, que por aquel entonces per- Carlos en la Barra de Maracaibo91.
tenecía a la provincia de Segovia86. Era hijodalgo y pertenecía a
Hasta aquí nuestras pesquisas sobre Rafael Delgado. Debe-
una influyente familia, como lo atestigua el hecho de que, años
después, un hijo suyo regresara a tierras castellanas para hacerse mos dar por terminada la lista de personas que se vieron involu-
cargo del mayorazgo de los Delgado en Navalcarnero87. cradas de diferente manera en los hechos que tuvieron lugar en la
parroquia de Maracaibo con la finalidad de pasar ya a su estudio.
Rafael Delgado tuvo una larga y brillante carrera militar.
Con anterioridad a su partida a América, tuvo diferentes desti-
nos, el primero de ellos en la guarnición de la plaza de Ceuta.
Corría el año de 1761 y Rafael era un cadete de apenas 15 años.
Nos parece de mayor interés, sin embargo, analizar su trayectoria
posterior; está documentada, en este sentido, su vinculación du- 89 Una real orden comunicada a través del gobernador de Caracas le dio licencia para casarse.
Tenía fecha de Aranjuez 26 de junio de 1778. El matrimonio se celebró en la iglesia parro-
rante bastantes años al regimiento fijo de infantería de Cartagena quial de Nuestra Señora de Altagracia de Caracas el 15 de febrero de 1779. Francisca había
de Indias88. Tiempo después, se registra la presencia de Rafael nacido ya en Caracas y era hija de Joaquín Moreno de Mendoza y Francisca de Salas. Los dos
documentos pertenecen a AGI, Caracas 99.
Delgado en Caracas, donde supo ganarse la confianza de los go- 90 Cartas 2, 3 y 8 de Rafael Delgado a José de Gálvez, de Trinidad de Barlovento 29 y 30 de

bernadores. Se vincularía allí de forma especial con otro militar diciembre de 1779 y 13 de abril de 1780, respectivamente; memorial de Delgado, de Trinidad
18 de agosto de 1780; índice de representaciones y oficios que se remiten al excelentísimo
oriundo como él de la península, Joaquín Moreno de Mendoza, señor don José de Gálvez, Secretario del Despacho Universal de Indias por el gobernador
militar de la isla de Trinidad de Barlovento, de Trinidad 22 de agosto de 1780. Estos docu-
mentos en AGI, Caracas 152. Rosario SEVILLA SOLER es autora de un trabajo bastante
esclarecedor sobre Trinidad y su dura trayectoria colonial, por decirlo en pocas palabras. La
86 Era hijo de Manuel Delgado y María Ignacia Cardeña. Nació un 6 de febrero de 1746 y fue isla estuvo siempre poco poblada (solo destacaban dos núcleos urbanos, San José de Oruña y
bautizado en la parroquia de la Asunción de Navalcarnero, once días después. (Archivo de la Puerto España), denominándose primero provincia de Trinidad de Guayana y, desde 1731,
Parroquia de la Asunción de Navalcarnero. Libro de Bautismos 12). En el catastro de la villa Trinidad de Barlovento (El poder en las colonias menores. El caso de Trinidad. Madrid,
de Navalcarnero de 1753, aparece un cosechero de estado hijodalgo de nombre Manuel Del- Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1989).
91 La fortaleza fue construida entre 1679 y 1682, según planos diseñados por Francisco Ficar-
gado, presumiblemente su padre, habitando la casa 5 de la calle Cruz Verde. Tenía entonces
42 años de edad y tres hijos menores a su cargo. Dicho documento se custodia en el Archivo do. Miguel SEMPERE MARTÍNEZ (Maracaibo, ciudad y arquitectura, pp. 61- 68) y Gra-
Municipal de Navalcarnero. ziano GASPARINI (Las fortificaciones del periodo hispánico en Venezuela. Caracas, Gráfi-
87 Rafael Delgado y Moreno, el mayor de los hijos varones, vino a España en 1803 con este cas Armitano C.A., 1985, pp. 173-188) recopilan interesante información sobre sus caracterís-
fin. Véase la instancia de Rafael Delgado y Moreno, teniente coronel de infantería retirado en ticas. Volviendo a nuestro personaje, Rafael Delgado, la documentación sobre estos años en la
Navalcarnero y agregado interinamente al batallón mayor de la plaza de La Coruña. Sin fecha, fortaleza de San Carlos es abundante. Véase copia de carta del capitán Rafael Delgado, electo
probablemente de julio o agosto de 1824. (Archivo General de Simancas, Secretaría de Guerra castellano de las fuerzas de la Barra de Maracaibo, de 18 de mayo de 1784. (Archivo General
7327, expediente 81). de Simancas, Secretaría de Guerra 7176, Expediente 42); representación de Delgado de Casti-
88 Certificación de D. Antonio de Arévalo, comandante general de la provincia del Hacha, de llo de San Carlos 5 de abril de 1788. (AGI, Caracas 113); carta de Delgado, de Maracaibo 6
los méritos de Rafael Delgado, de Cartagena de Indias 8 de febrero de 1774. (AGI, Caracas de junio de 1788. (Archivo General de Simancas, Secretaría de Guerra 7168, Expediente 13);
152); certificación del gobernador Francisco de Santa Cruz, Maracaibo, 15 de marzo de 1778. carta del capitán general de Caracas, de Caracas 15 de marzo de 1794. (Archivo General de
(AGI, Caracas 152). Simancas, Secretaría de Guerra, 7180, Expediente 13).
66 67
UNA NAVIDAD CARGADA DE ACONTECIMIENTOS otro lugar, la adscripción de Maracaibo al virreinato neograna-
dino y, más tarde, a la Capitanía General de Venezuela supon-
1. Los edictos de Ramos de Lora
dría, a pesar de todas sus dificultades y contradicciones, el fin
Nuestro punto de partida obligatoriamente se sitúa en unos del aislamiento para nuestra provincia, a muy diferentes niveles.
edictos debidos a la pluma de Juan Ramos de Lora. Tienen fecha En este contexto pensamos que reside la clave para interpretar
de finales de 1789 y estuvieron motivados, al parecer, por deter- las nuevas modas en el vestir que empezaron a verse en Mara-
minadas circunstancias que venían produciéndose en Maracaibo caibo. Está documentada, incluso, la fecha aproximada en que
entre la población femenina. Se habían percibido, en este senti- tuvo lugar su introducción; según algunos testimonios, esto su-
do, significativos cambios en sus hábitos de vestir. Hasta ese cedería en la década de los 80 y fueron modas, básicamente,
momento, había prevalecido la costumbre de que las mujeres se traídas de la capital, de Santiago de León de Caracas95. Las da-
valieran de un determinado atuendo para acudir a los servicios mas de la élite marabina, entre las que se encontraban esposas de
litúrgicos, con independencia de su calidad. Se vestían, para este oficiales reales, fueron acérrimas defensoras de las nuevas telas y
fin, con prendas de tono oscuro, muy tupidas, por lo general con- hechuras; habría que incluir entre ellas a Francisca Moreno Salas
feccionadas de lana, raso o tafetán92. Básicamente se trataba de que, a pesar de su supuesto destierro en la Barra de Maracaibo,
la basquiña, es decir, una falda larga, el corpiño y el mantón, fue una de las primeras en valerse de los nuevos “paños” para ir
todo ello de color negro. Los pies se calzaban con zapatos de a la iglesia96.
idéntico color93. Sin embargo, al finalizar la centuria, se introdu- El traje, en cuestión, introducía ciertas novedades. Una era el
jeron algunos cambios, reflejo, tal vez, de los nuevos tiempos color; frente a la sobriedad y el recato del manto negro, el de
que empezaban a vislumbrarse en la región94. Como se apuntó en ahora era mucho más vistoso al valerse de tonalidades, por lo
común, más claras. A partir de ese momento, las mujeres dejaron
92 Elina LOVERA REYES: “Las mujeres y la Iglesia en los tiempos coloniales”. En La mujer de estar uniformadas en los templos, diferenciándose, a primera
en la historia de América. Bajo la dirección de Ana Lucina GARCÍA MALDONADO. Coor-
dinadora Internacional, Lupe RUMAZO. Caracas, Asociación Civil La mujer y el V Centena- vista, unas de otras. Mientras que el anterior era grueso y no se
rio de América y Venezuela, 1995, p. 232; Carlos F. DUARTE: Historia del traje durante la
época colonial venezolana. Caracas, Gráficas Armitano, 1984, pp. 82, 110-111; Ermila
ajustaba al cuerpo, la hechura del nuevo era diferente pues mar-
TROCONIS DE VERACOECHEA: La Iglesia y la mujer en el siglo XVIII. Montalbán, Cara- caba brazos y talle, y, aunque más largo, el fino lino empleado
cas, nº32, 1999, p. 126.
93 Carta de Rafael Delgado. Castillo de San Carlos 3 de agosto de 1790. (AGI, Caracas 375). en su confección le confería unas calidades transparentes e insi-
94 Sobre la ropa usada por las mujeres en el siglo XVIII véase Rafaella SARTI: Vida en fami-
nuantes. Juan Antonio Troconis, con ese dominio de la palabra
lia. Casa, comida y vestido en la Europa moderna. Barcelona, Crítica, 2002, pp. 258-269;
Elena MARTÍNEZ ALCÁZAR: “Características del atuendo español del setecientos a través que le caracterizaba, describía las nuevas mantillas como maléfi-
de la documentación notarial de Murcia”. En Imafronte nº 19-20, 2007- 2008, pp. 177-193;
Mary MONEY: Los obrajes, el traje y el comercio de ropa en la Audiencia de Charcas. La
cas telas de araña, aludiendo a lo sutil de su textura, al tiempo
Paz, Instituto de Estudios Bolivianos, 1983, pp. 127-131. Para el caso concreto de Venezuela, que daba por supuesto los diabólicos fines que, sin duda, perse-
puede consultarse Antonio GONZÁLEZ ANTIAS: “La mujer en el ambiente social de la
Venezuela colonial”. En La mujer en la historia de América. Bajo la dirección de Ana Lucina guirían sus usuarias al cubrirse con ellas.
GARCÍA MALDONADO. Coordinadora Internacional Lupe RUMAZO. Caracas, Asociación
Civil La Mujer y el V Centenario de América y Venezuela, 1995, pp. 109-112; Rosa María
GUILLÉN SERRANO: “Vida cotidiana en Cumaná en vísperas de la Independencia”. En
95
MENA GARCÍA, Carmen; EUGENIO MARTÍNEZ, Ángeles; SARABIA VIEJO, Justina: Carta de Juan Antonio Troconis, de Maracaibo 27 de julio de 1790. (AGI, Caracas 375).
96
Venezuela en el Siglo de las Luces. Sevilla- Bogotá, Muñoz Moya y Montraveta editores, pp. Declaración de Dn José Francisco del Pulgar, cura capellán castrense, de Maracaibo 13 de
201-218. julio de 1790. (AGI, Caracas 375).
68 69
No podía señor faltar a estos paños y su indecente raba con severidad la mudanza en el vestido y amenazaba con las
uso algún oropel de honestidad, teniendo tanto interés más duras reconvenciones a las transgresoras; instaba, de forma
y estando tan empuntado en mendigarle vuestro caste- contundente también, a los eclesiásticos de Maracaibo a no ad-
llano. Con efecto, se les aplica el de que su tamaño y mitir en sus templos a las mujeres que se empeñaran en acudir
el modo cuidadoso de ajustarse al cuerpo proporciona con la citada indumentaria; debían, sin más, hacerlas salir de la
a las mujeres ir más cubiertas que iban antes y que es casa de Dios, teniendo potestad para acudir a censuras aún más
menester. Y como este brillo los hace sobresalir cuan- severas98
do abulta exceder los conatos del apóstol (de quien
hubieron las de aquel sexo el precepto de cubrir en el
templo solamente las cabezas) nada obsta que sea bri- 2. La Misa del Gallo de 1789
llo de oro falso. Tenga el velo apariencia de cubrir de
talle a cabeza las mujeres y no importa que lo haga Está documentado, en otro orden de ideas, que tuvieron co-
remedando a las telarañas, así es telas arañas las que nocimiento de estos edictos los fieles de Maracaibo, en concreto
afanando también como el cubrir la pared donde se del segundo de ellos, en la Misa de Nochebuena99. Disponemos
extienden, no sirven sino de artificiosa emboscada a de información acerca de la acogida de estos mensajes del obis-
sus artistas y de peligrosa red a las incautas moscas. po; al menos en determinados círculos, consta que no fueron
No importa, vuelvo a decir, pues con tal salvaguardia atendidos: las mujeres siguieron luciendo las nuevas modas en
y bajo el auspicio de un virtuoso honor se espera que las iglesias, a pesar del celo de curas y frailes por obedecer al
correrá en triunfo erguido el cuello esa estudiada co- diocesano. Determinados testigos presentados por el cura Troco-
bertera del desorden, esa dolorosa hidra, ese trampan- nis mencionaban, en este sentido, la tozudez de algunas señoras
tojo: que las vistas inexpertas en discernir lo honesto –entre las que citaban, por supuesto, a la esposa del castellano–
de su contrario, confundirán esto con aquello, como por lucir las prendas prohibidas100. La respuesta de los eclesiásti-
sucede con los vidros (sic) resplandecientes a los que
no tienen inteligencia de piedras preciosas…97 98 La Iglesia venezolana siempre estuvo preocupada por reglamentar la vida de las mujeres.
Los edictos de Lora no fueron un caso aislado; en este sentido se manifestaron igualmente los
prelados Diego Antonio Diez Madroñero, Mariano Martí, Francisco de Ibarra o Santiago
Hernández Milanés, los dos últimos al alborear ya el siglo XIX. Véase María Helena HER-
NÁNDEZ ARMAS: “Artificiosas hermosuras. Indumentaria, adornos y encantos picarescos
El edicto primero del obispo Lora se hizo eco, en seguida, de en Venezuela del siglo XVIII”. En Tierra Firme, Caracas nº62, 1998, pp. 267-277; José Ángel
RODRÍGUEZ: “Féminas en la mira. Percepciones sagradas y profanas de la mujer venezolana
las inquietudes expresadas, entre otros por el párroco Troconis; en el siglo XIX”. En O´PHELAN GODOY, Scarlett; ZEGARRA FLOREZ, Margarita (edito-
no obstante, precisó de un segundo edicto, porque la respuesta de ras): Mujeres, familia y sociedad en la historia de América Latina Siglos XVIII-XXI. Lima,
CENDOC- Mujer, Pontificia Universidad Católica del Perú, Instituto Riva Agüero, Instituto
los eclesiásticos del lugar no fue unánime, por lo visto. Gracias a Francés de Estudios Andinos, 2006, pp. 367-371; José Pascual MORA GARCÍA: “La mujer
tachirense de los Andes venezolanos, siglo XIX”. En Fermentum, Mérida, Año 14, nº41, p.
las declaraciones de diferentes testigos, podemos saber su conte- 581.
99 Se hizo público en la parroquia, en la iglesia de San Francisco y en la viceparroquia de San
nido con cierta fiabilidad. El franciscano Ramos de Lora censu-
Juan de Dios, como se dice de forma expresa en la carta de Juan Antonio Troconis al gober-
nador Joaquín Primo de Rivera, de Maracaibo 10 de mayo de 1790. (AGI, Caracas 375).
100 Declaración del presbítero Dn. José Francisco del Pulgar, de 13 de julio de 1790. (AGI,
97 Carta de Juan Antonio Troconis, de Maracaibo 27 de julio de 1790. (AGI, Caracas 375). Caracas 375).
70 71
cos de Maracaibo no se haría esperar y fueron varios los casos de tencionalidad clara; el castellano se empeñaba en recalcar los
mujeres desalojadas de los templos, sin reparar en su edad o pocos años de su hija, para subrayar el sinsentido de la reacción
condición. Las más de las veces, la censura obedecía a las finas y del párroco. La información que adjuntaba Juan Antonio Troco-
vistosas mantillas que llevaban, si bien está registrado que en nis sostenía lo contrario; reiteraba sus hechuras de mujer para
ocasiones fue el tipo de zapatos –que no se correspondía con el justificar, de este modo, la censura del eclesiástico. Volviendo a
que tradicionalmente estaba al uso– lo que originó el conflicto101. Carmen, nuestros informantes diferían también en cuanto a su
vestimenta de aquel día. Si atendemos a las alegaciones de su
padre, las ropas que lucía en la iglesia no eran de las censuradas.
3. Una niña de nombre Carmen Delgado Si bien el color de la mantilla con que se cubría no era negro sino
blanco, la tela era muy tupida y el resto de su traje tenía un tono
Otros pormenores de aquella Navidad son de interés. Nos de- oscuro. Era cierto que su familia mantenía estrechos vínculos
tendremos ahora en el día 2 de enero de 1790. Todo comenzó en con Caracas y que de allí había llegado, entre otras prendas, la
la misa de la parroquia de las seis de la mañana. A pesar de lo que vestía en el templo; pero en su casa, insistía el castellano, se
temprano de la hora, era la misa más solemne de las celebradas; velaba por vestir en todo momento con honestidad y recogimien-
en eso también parecía guiarse Maracaibo por los usos y cos- to, máxime cuando se trataba de acudir a la iglesia. Sin embargo,
tumbres de la feligresía de Caracas. El caso es que a aquella hora otros documentos facilitaban una versión distinta del aspecto de
acudió Carmen, la hija primogénita del castellano Rafael Delga- la muchacha. De esta forma, dejaban bastante claro no solo que
do, en compañía solo de dos criadas ya que su madre guardaba su mantón era de los prohibidos sino que, a sabiendas, lo llevó
reposo en la casa que la familia tenía en la ciudad, tras haber da- aquel domingo. Añadían, por si esto fuera poco, que a ello la
do a luz unos días antes102. había empujado su misma madre diciéndole que, de no estar
guardando cama, ella misma se lo hubiera puesto104.
Disponemos de diferentes descripciones de Carmen Delgado,
aunque están lejos de coincidir. Para su padre no era más que
una párvula de 10 años escasos, sin embargo, para los testigos
del cura Troconis estaba muy crecida y con formas femeninas 4. El dos de enero y la primera misa del día
definidas, razón por la que, a cierta distancia, se podía confundir
Dejemos a un lado las disposiciones sobre el aspecto de la hi-
con una mujer no demasiado alta, de las muchas que había en la ja, supuestamente gordita, del castellano de la Barra de Maracai-
ciudad103. En estas diferentes apreciaciones puede verse una in- bo y pasemos a narrar lo que a continuación pasó. Los hechos se
desarrollaron con tal rapidez que sorprendieron a la misma feli-
101 En una certificación rubricada por el gobernador Joaquín Primo de Rivera (de Maracaibo gresía. Al poco de salir de la sacristía el vicario Juan Antonio
15 de mayo de 1790. AGI, Caracas 375) se dice que algunas criadas suyas fueron reprendidas
en la iglesia, unas veces porque eran blancos sus zapatos y, otras, porque los llevaban sin
hebillas.
102 Doña Francisca había llegado a Maracaibo en los primeros días de diciembre y su hijo GONZALBO AIZPURU: “Niñas maduras y jóvenes viudas en el México colonial”. En PÉ-
nació el día 11 de ese mes, como informaba el castellano en su carta de 3 de agosto de 1790. REZ CANTÓ, Pilar y Margarita ORTEGA LÓPEZ, editoras: Las edades de las mujeres.
(AGI, Caracas 375). Madrid, Universidad Autónoma, 2002, pp. 31-33.
103 Las menores de 12 años se clasificaban de “párvulas”, a partir de esa edad se incluían en el 104 Carta de Rafael Delgado. Castillo de San Carlos 3 de agosto de 1790; declaración de Dña.

grupo de “doncellas”, que eran las jóvenes que ya estaban en edad de casarse. Véase Pilar Melchora Suarez, de Maracaibo 7 de julio de 1790. Ambos documentos en AGI, Caracas 375.
72 73
Troconis, no obstante el recogimiento con que caminaba prepa- donde, con toda probabilidad, su atuendo habría pasado más
rándose para decir la misa, tuvo ocasión de levantar la vista y desapercibido, al no revestir tanto ceremonial la celebración de
descubrir lo que juzgó una falta digna de las mayores censuras; a la misa. Una vez en la parroquia, la niña-mujer insistió en ocupar
poca distancia de él, una feligresa vestía la mantilla censurada de uno de los lugares más visibles, a pesar de los consejos recibidos
forma expresa en el edicto hecho público pocos días antes, lo que de las damas que se encontraban próximas y que le recordaron,
hacía aún más grave la transgresión. En la documentación se re- en vano, el mensaje del diocesano106. Las enérgicas palabras de
cogen, incluso, las airadas palabras proferidas por Troconis, ins- Juan Antonio Troconis, puntualizaban por otro lado estas fuen-
tando a Carmen Delgado, a la que confundió con una mujer adul- tes, nunca persiguieron ser una afrenta contra Rafael Delgado y
ta, a abandonar ipso facto la iglesia, al tiempo que le advertía que su familia, dado que el sacerdote reparó solo en el “paño” prohi-
debía darse por excomulgada. En este sentido, era bastante ex- bido y de ningún modo en la persona que lo vestía, dada la rapi-
plícita la declaración de una esclava morena de nombre María dez con que todo se produjo. De sobra era conocido, además, que
Sacramento: no era la primera vez que obraba así.

Que le consta por haber ido la declarante con la Todos y cada uno de estos alegatos serían sopesados y, en la
referida hija del señor castellano, que ésta se presentó medida de lo posible, rebatidos por el castellano de la Barra de
con el paño prohibido que fue el motivo porque el se- Maracaibo. Utilizaría para ello argumentaciones de muy variado
ñor que la presenta la mandó salir con las palabras si- signo, no exentas de contradicciones en determinados momentos.
guientes: que aquella mujer del paño se saliese porque Insistió, así, repetidas veces, en que no le asistía la razón al vica-
sino, no decía la misa y que las mujeres del paño se rio en lo relativo a las ropas de la niña; si bien era cierto que se-
habían de ver excomulgadas por querer ir así y que guían las modas de Santiago de León de Caracas, no eran de las
por esta razón como la de haber sido a un mismo recriminadas por el prelado, debido a su preocupación por que
tiempo divisarla y mandarla salir y ser la niña de una los vestidos de su familia se caracterizaran por su modestia. No
estatura que al verla no parece sino mujer, hace juicio obstante, en otros párrafos defendía que la ropa era un elemento
no pudo conocerla y también por lo que lleva dicho de distinción de las personas y, como tal, la que lucían su mujer
antes de no poner reparo en clases de sea quien fue- e hijos estaba acorde con su posición acomodada en la sociedad.
re… 105 Rafael Delgado llegaba a alegar que, aún en el supuesto de que
le hubiera asistido la razón al vicario y que el atuendo de la niña
Algunos testigos hacían recaer toda la responsabilidad de lo
distara de ser el permitido, en la fecha en que tuvieron lugar los
sucedido en la propia Carmen que, conocedora de las severas
desagradables sucesos, el 2 de enero, no podían tener vigor toda-
recomendaciones de Juan Ramos de Lora, desoyó las adverten-
vía los edictos del obispo al no haber transcurrido el tiempo per-
cias que le hicieron al respecto. De esta forma, impuso primero
tinente; desde su publicación en las iglesias, en efecto, habían
su deseo de asistir de esa guisa a la parroquia y no a otros tem-
pasado muy pocas fechas, máxime recordando que en la Navidad
plos que incluso estaban más cercanos a la casona familiar y
había varios días de asueto. Por otra parte, existían unas circuns-

105 106
Declaración de María Sacramento de 10 de julio de 1790. (AGI, Caracas 375). Declaración de María Sacramento.
74 75
tancias especiales que justificaban en parte que la familia Delga- 5. Las autoridades se hacen eco
do no hubiera sabido de los edictos; como de todos era conocido,
Según consta en el voluminoso expediente, las reclamaciones
el militar estaba destinado en la Barra de Maracaibo, lugar a
donde no había llegado noticia alguna de ellos. En cuanto a su de Rafael Delgado por lo sucedido fueron vistas en diferentes
instancias. Al menos en dos ocasiones se dirigió al propio autor
esposa, si bien se había trasladado a la ciudad, a causa de su de-
de los edictos, al obispo Juan Ramos de Lora, en protesta por las
licado estado de salud, en modo alguno estuvo en disposición de
extralimitaciones de su vicario; tras examinar con detenimiento
atender a novedades y, menos aún, de poder advertir en este sen-
las aseveraciones contenidas en sus escritos, reconoció el prelado
tido a su hija mayor. Rafael Delgado, por último, consideraba
en Juan Antonio Troconis un exceso de celo en llevarlos a efec-
que los hechos ocurridos revestían una especial gravedad. Hacía
mención del desastroso efecto que las palabras del sacerdote tu- to, pues las circunstancias de la niña en cuestión y de su indu-
vieron en la muchacha que, por las circunstancias antes citadas, mentaria eran otras bien distintas. No obstante, Juan Ramos re-
comendaba al castellano no seguir adelante en su pleito con Tro-
prácticamente se encontraba sola en la iglesia y en una situación
conis, actitud conciliadora que bien podía obedecer a la grave
de total desvalimiento. Concluía subrayando que consideraba
una ofensa a su honor todo lo acontecido. enfermedad que padecía ya Ramos de Lora y que le llevaría a un
fatal desenlace al finalizar ese mismo año de 1790. Pero bien
La inocente criatura con tan bochornoso vejamen, pudiera ser también que la respuesta de Ramos de Lora estuviera
salió llorosa para su casa: y la madre recibió herida relacionada con cierta intención de alejar a su protegido y fiel
tan sensible en su crítica situación de enfermedad, con aliado en su campaña contra el vestido femenino de pleitos in-
la ternura de ver castigada sin culpa y afrentosamente terminables con los oficiales del rey108.
su hija. Afligiéndola como corresponde el que reca-
yendo la pena trascendentalmente hacia mí y ella con Sabemos que el castellano de la Barra desoyó las recomen-
toda la familia me hallaba ausente. Y que el arrojar de daciones de Lora y que a sus peticiones dieron curso las autori-
la iglesia con voz de excomulgada a su hija fue con dades locales. Se fechan un año después, en 1791, diferentes re-
escándalo de toda clase de gente que glosaran el para- súmenes del Consejo de Indias extractando los muchos docu-
je y sus circunstancias con ideas bochornosas para mentos adjuntados por Rafael Delgado, así como un real despa-
cho cuyo destinatario ya era el nuevo obispo electo para la dió-
cuantos lo oigan en agravio del moral y obediencia
que guardamos a las debidas providencias de los pre- cesis de Mérida- Maracaibo, Manuel Cándido Torrijos. En este
lados eclesiásticos…107 nuevo documento eran atendidas las quejas de Rafael Delgado y
se instaba a Torrijos, una vez llegado a Venezuela, a encargarse
personalmente de que Juan Antonio Troconis diera de forma pú-
blica una satisfacción, al tiempo que incluía severas advertencias

107
Carta de Rafael Delgado, de Castillo de San Carlos 3 de agosto de 1790. (AGI, Caracas
108
375). Carta de Rafael Delgado.
76 77
relativas a la prudencia que debía guiar sus providencias en lo apuntes relativos a la transformación que experimenta a finales
sucesivo109. del setecientos, en clara relación pensamos, con las nuevas pers-
pectivas que se perfilan para la región tras las remodelaciones
político-administrativas de los Borbones.
ALGUNAS REFLEXIONES

Ciertamente fue la de 1789 una Navidad llena de aconteci-


mientos reveladores. El estudio de los problemas derivados de la
aplicación de los edictos de Juan Ramos de Lora puede servirnos
para hacer valoraciones de carácter más general. La primera, po-
dría ser, acerca de la gobernación de Maracaibo. La pequeña-
gran historia que se ha rescatado de los archivos es así y no de
otro modo por las características tan especiales de Maracaibo,
una provincia que empezaba a salir de un aislamiento secular en
el periodo que se estudia, aunque para ello debía hacer frente a
importantes contradicciones internas. En relación a los protago-
nistas de los hechos que se han narrado, lo primero que salta a la
vista es que son personajes de una extraordinaria fortaleza, los
más adecuados quizá a un medio tan difícil como es la goberna-
ción que se estudia. Rafael Delgado encarna así el prototipo de
militar español en quien puso sus miras la Corona para desempe-
ñar cargos de responsabilidad en estas zonas de colonización
tardía.

Sobre la pequeña tragedia que se escenificó en la parroquia


de Maracaibo podrían hacerse algunas consideraciones. Las fric-
ciones entre los eclesiásticos y los oficiales reales fueron bastan-
te frecuentes en la colonia. En este sentido, puede considerarse
un episodio más el enfrentamiento verbal y epistolar entre el cura
Troconis y el castellano de la Barra. En el Archivo General de
Indias de Sevilla hemos tenido oportunidad de consultar otros
expedientes similares. Obligada es una última reflexión sobre el
vestido femenino; a lo largo de nuestro trabajo se han recogido

109 Real despacho al obispo electo, de Palacio 24 de agosto de 1791. (AGI, Caracas 375).
78 79
4.- El obispo Juan Ramos de Lora fue responsable de 5.- Monumento en piedra del obispo Ramos de Lora. Rec-
los edictos que tanta polémica suscitaron. Retrato del torado de la Universidad de los Andes. Mérida, Venezuela.
obispo Fotografía de la autora.
Venezuelaehistoria.blogspot.com

80 81
AMOR Y DESAMOR EN LA VENEZUELA HISPÁNICA:

CARACAS, 1701- 1791110

La finalidad perseguida con esta comunicación es, primor-


dialmente, señalar el interés de determinadas fuentes documenta-
les para la investigación histórica. Es el caso de los pleitos fami-
liares y matrimoniales que ofrecen muchas posibilidades en este
III
campo, pues gracias a ellos se puede efectuar un acercamiento a
la significación y características de aquellos conflictos que tenían
LOS AFECTOS EN LAS FUENTES a la pareja de protagonista, si bien, en segundo término, son indi-
DOCUMENTALES cativos de una realidad mucho más amplia, permitiendo recons-
truir con relativa precisión los rasgos distintivos de la familia y
de la realidad social de un determinado momento histórico.

La presente investigación, en concreto, tiene como marco es-


pacial la ciudad de Santiago de León de Caracas y, como eje te-
mático, los litigios reseñados en ella a lo largo del siglo XVIII.
La documentación consultada al efecto, procedente tanto de ar-
chivos venezolanos como españoles, es variada, englobando
desde demandas de esponsales y juicios de disenso hasta separa-
ciones, divorcios y nulidades matrimoniales. Cronológicamente,
estos pleitos aparecen a lo largo de toda la centuria, si bien su
número se incrementa en las décadas finales. De esta suerte, de
los 18 circunscritos a Caracas, sólo 4 se fechan con anterioridad
a 1775, perteneciendo el grueso de ellos a la década de los 80111.

110 Este trabajo apareció publicado en el Boletín de la Academia Nacional de la Historia,


Caracas (Venezuela), Tomo LXXV, 298, abril- junio 1992.
111 En 1701, se registra 1; en 1717, 1; en 1740, 1; en 1763, 1; en 1775, 1; en 1780, 1; en 1781,

3; en 1783, 2; en 1785, 2; en 1786, 3; en 1788, 1, y, finalmente, en 1791 se reseña 1 también.


Esta secuencia cronológica, aunque limitada a Caracas, permite aventurar algunas hipótesis.
82 83
Por lo que hace a sus protagonistas, en su mayoría son natu- son parte interesada en ellos algunos europeos, súbditos igual-
rales de Caracas o sus aledaños112, si bien hay una excepción en mente de la monarquía –en nuestra nómina aparecen dos cana-
que figura La Florida como lugar de nacimiento113. Asimismo, rios y un extremeño 114 –, aunque también está documentada la
presencia de extranjeros, en particular de dos ingleses115.
Desde luego, no parece responder al azar, como lo prueba el hecho de que en otras áreas de la
América hispana, e incluso en la propia península Ibérica (Alberto FLORES GALINDO y Se trata siempre de vecinos de Caracas, salvo unos pocos ca-
Magdalena CHOCANO, “Las cargas del sacramento”. En Revista Andina, Año 2, 2, 1984, p.
405; James CASEY, “La familia en la Andalucía del Antiguo Régimen”. En Historia 16, Año
sos. Esto último es hasta cierto punto frecuente en parejas sepa-
5, 57, enero 1981, p.70), se hayan observado fenómenos similares, en las últimas décadas del radas, en donde a su ruptura matrimonial han añadido un distan-
siglo XVIII. Este incremento de los conflictos de pareja puede considerarse revelador de algo,
puede ponerse en conexión con las transformaciones que experimenta la sociedad en este ciamiento físico. Es lo que ocurre con Juana Safín y su marido,
periodo y que a la fuerza se hacen sentir en sus pilares básicos: la familia y, en última instan- por ejemplo; mientras la primera vivía en Caracas, Francisco de
cia, la pareja.
112 Los datos disponibles hasta el momento presentan como naturales de Caracas a las parejas Ford había fijado su residencia en Valencia. En ocasiones, sin
compuestas por: Mateo González de la Guerra y Antonia Royan; Agustín Montes de Oca y
María Díaz; Juan Antonio Domínguez y Juana Antonia Freites; Francisco Ignacio de Ponte y
embargo, era mayor la distancia que los separaba. Son ilustrati-
Margarita Olivares; Narciso Arévalo y María Félix Ponte; Nicolás Alonso Gil y Catalina vos, en este sentido, Rosa Mancebo y Catalina Ruíz, afincadas,
Cedillo; Faustino de la Plaza y Francisca Ignacia Egaña; Diego Jacinto Gedler y Petronila
Eizaguirre y, por último, Ignacio Palenzuela y Juana Paula González. la primera en Santiago de Cuba y, la segunda, en la ciudad de
De otra parte se hallarían Juan Hernández y María de la Merced Espinoza, de los que se dice Veracruz, mientras la vida de sus respectivos esposos transcurría
eran vecinos de Baruta y Caracas, respectivamente, lo que lleva a pensar en la posibilidad de
que Juan Hernández hubiera visto la luz también en Baruta; similar hipótesis puede barajarse en la capital de la provincia de Venezuela. También se reseñan,
en el caso de Juan Manuel del Valle y Antonia Ramírez, avecindados, el primero en Caracas de otro lado, dos juicios de disenso en que uno de los miembros
y, la segunda, en Petare. En último lugar, se encontrarían José Manuel Morón y Rosalía de la
Madriz, que si bien constan en el litigio en calidad de vecinos de Caracas, se da cuenta que de la pareja no es vecino de Santiago de León, aunque sí de sus
Rosalía residió en el partido de Capaya hasta el fallecimiento de sus padres.
Véase: carta del obispo Juan García Abadiano al rey. Caracas 4 de julio de 1740. AGI, Santo
proximidades116.
Domingo 822; escrito de José Francisco Morales, en nombre de Agustín Antonio Montes de
Oca. Sin fecha, anterior al 1 de febrero de 1763. (Archivo General de la Nación de Caracas, En lo que respecta a la extracción social y profesión de estos
Disensos y Matrimonios I, 1ª parte); solicitud de Juan Antonio Domínguez al gobernador de
Caracas. Sin fecha, anterior al 21 de agosto de 1775. (Archivo General de la Nación de Cara- hombres y mujeres, la información no es demasiado completa,
cas, Diversos XLVII); solicitud de Francisco Ignacio de Ponte al gobernador de Caracas. Sin aunque en líneas generales se advierte que desfilan por estos liti-
fecha, anterior al 15 de noviembre de 1780. (Archivo General de la Nación de Caracas, Diver-
sos LIII); carta de Cristóbal Espinoza al teniente de gobernador de Caracas. Sin fecha, ante-
rior al 21 de febrero de 1781. (Archivo General de la Nación de Caracas, Disensos y Matri-
monios I, 2ª parte); escrito al teniente de gobernador de Caracas de Narciso Arévalo. Sin Caracas 91); por otra parte, se encuentra el caso de Santiago y Rosa Mancebo, vecina ésta
fecha, anterior al 25 de mayo de 1781. (Archivo General de la Nación de Caracas, Disensos y última de Santiago de Cuba, lo que hace sospechar que pudiera ser natural de esta población.
Matrimonios I, 2ª parte); escrito de Francisco Apolinario Ramírez al gobernador de Caracas. Expediente de traslado forzoso de Santiago Mancebo a Cuba, 1786-89. (AGI, Caracas 28).
114 Sus nombres eran José Ramos, tinerfeño (casado con Juana Dominga Bolívar), Nicolás
Sin fecha, anterior al 8 de agosto de 1781. (Archivo General de la Nación de Caracas, Disen-
sos y Matrimonios I, 2ª parte); escrito de Nicolás Alonso Gil al teniente de gobernador de Trujillo, de la Gula, igualmente en Tenerife (María Encarnación López) y Evaristo Buroz,
Caracas. Sin fecha, anterior al 25 de septiembre de 1783. (Archivo General de la Nación de natural de Barcarrota, en Badajoz (Josefa Antonia Tovar). Petición de José Ramos. Sin fecha,
Caracas II, 2ª parte); escrito de Faustino de la Plaza al teniente de gobernador y auditor de alrededor del 6 de julio de 1717. (Archivo General de la Nación de Caracas, Disensos y Ma-
guerra de Caracas. Sin fecha, anterior al 12 de octubre de 1785. (Archivo General de la Na- trimonios I, 1ª parte); escrito de Evaristo Buroz al gobernador de Caracas. Caracas 20 de
ción de Caracas, Disensos y Matrimonios IV, 1ª parte); escrito de Juan Félix Jerez Aristeguie- septiembre de 1783. (Archivo General de la Nación de Caracas, Disensos y Matrimonios II, 2ª
ta al obispo. Sin fecha, anterior al 15 de febrero de 1785. (Archivo Arquidiocesano de Cara- parte); escrito al alcalde de primera elección de Caracas de Nicolás Trujillo. Sin fecha, antes
cas, Matrimoniales 97); escrito de Ignacio Palenzuela al gobernador de Caracas. Sin fecha, del 2 de marzo de 1786. (Archivo General de la Nación de Caracas, Disensos y Matrimonios
anterior al 22 de septiembre de 1786. (Archivo General de la Nación de Caraca, Disensos y III, 2ª parte).
115 Aparte de este dato no se puede precisar más de Juana Safín y Francisco de Ford. Petición
Matrimonios IV, 1ª parte); escrito de Rosalía de la Madriz al gobernador de Caracas. Sin
fecha, anterior al 16 de julio de 1791. (Archivo General de la Nación de Caracas, Disensos y de Juana Safín al gobernador de Caracas. Sin fecha, en torno al 18 de enero de 1701. (Archivo
Matrimonios XVI). General de la Nación de Caracas, Diversos II).
113 Se trata de Catalina Ruiz, casada con el caraqueño José Antonio Pacheco, conde de San 116 Se trata de un lado de Juan Hernández y María de la Merced Espinoza, vecinos de Baruta y

Javier. Carta de Juan Guillelmi a Antonio Porlier, de Caracas 29 de abril de 1788. (AGI, Caracas, y, de otro, de Juan Manuel del Valle y Antonia Ramírez (Caracas y Petare).
84 85
gios individuos pertenecientes a las más variadas esferas, desde EL AMOR Y SUS PROBLEMAS. ANÁLISIS DE LOS
antiguos esclavos a títulos nobiliarios; si bien estos últimos en CONFLICTOS DE PAREJA
número reducidísimo. Prácticamente, el único que cumple este
requisito es José Antonio Pacheco, conde de San Javier, aunque Después de estas breves pinceladas sobre quiénes fueron los
protagonistas de los pleitos y qué papel jugaron en la sociedad de
otras renombradas familias caraqueñas –Gedler, Tovar, Rodrí-
su tiempo, parece llegado el momento de estudiar los conflictos
guez de la Madriz, Alonso Gil, Buroz– acudieron, en algún mo-
en sí mismos, pasando revista a las circunstancias que intervinie-
mento, ante las autoridades para dirimir sus conflictos domésti-
ron en su gestación, para en un segundo momento, analizar su
cos 117 . El matrimonio, no obstante, fue un tema de interés y
desenlace.
preocupación para todos, ya fueran ricos o pobres, mantuanos o
pardos. Prueba de ello es que en aproximadamente la tercera par- Existe una variada gama de factores determinantes, que,
te de los pleitos documentados intervienen mulatos, mestizos118y grosso modo, se adscriben a dos modalidades, en función de su
blancos de pocos recursos119. incidencia en la pareja.
No puede precisarse en todos y cada uno de los casos el ofi-
cio desempeñado en el momento del conflicto, pero, eso sí, se
registra una amplia gama, que abarca dueños de haciendas, abo- A) Causas de índole particular
gados, corregidores, burócratas, militares y, en último lugar, pe-
Ocupa un lugar clave en este apartado el comportamiento ín-
queños propietarios de tierras y artesanos120.
timo de la pareja. En efecto, es uno de los elementos con más
frecuencia reseñados, a la hora de la ruptura de un noviazgo o de
un matrimonio, si bien la materia requiere ser estudiada con de-
117 Para más datos, consúltese la obra de Carlos ITURRIZA GUILLÉN, Algunas familias
tenimiento, desde el momento en que las argumentaciones es-
caraqueñas. Caracas 1967, pp. 64, 213, 214, 315, 505, 506 y 811. grimidas enmascaran, en algunas ocasiones, intereses diversos y
118 José Ramos y Juana Dominga Bolívar eran mulatos. Por su parte, en la pareja integrada

por Juan Hernández y María de la Merced Espinoza, si bien el varón era blanco, María de la no exentos de contradicciones.
Merced era hija de padre indio y madre mulata. En el caso de Narciso Arévalo y María Félix
Ponte, ambos eran pardos, mientras que Juan Manuel del Valle y Antonia Ramírez, el último En el caso de disensos y demandas de esponsales, no es ex-
ejemplo en este sentido, eran mulato e india, respectivamente.
119 Se incluyen en este apartado Ignacio Palenzuela y Juana Paula González. traño que salga a relucir la frívola conducta en materia sexual de
120 Entre los terratenientes figuran Francisco Ignacio de Ponte y el conde de San Javier. De
la novia, como excusa para romper o frustrar el compromiso ma-
otro lado se encuentran Mateo González de la Guerra y Faustino de la Plaza, que eran aboga-
dos de la Audiencia. Diego Jacinto Gedler y Santiago Mancebo, por su parte, fueron corregi- trimonial. En este sentido, a menudo, se le acusa de no responder
dores; el primero, de La Victoria, y, el segundo, de Turmero, Cagua y Maracay. En otro apar-
tado se hallaría José Manuel Morón, oficial de la Contaduría de Diezmos. Optaron por la
al canon de doncella vigente en la época, es decir, de no ser una
carrera militar Narciso Arévalo, sargento del batallón de pardos de Caracas (su padre, Pedro virtuosa hija de familia recogida en el hogar, como sobradamente
Arévalo, fue capitán del mismo) y Evaristo Buroz, de quien es posible rastrear su trayectoria
profesional. Fue cadete de los ejércitos navales y durante varios años sirvió en las compañías lo prueban sus embarazos, resultado de su trato familiar con mu-
de veteranos y milicias regladas en Canarias. Ya en Venezuela, fue ayudante mayor del bata- chos y diferentes hombres:
llón de milicias de blancos de Caracas. Indirectamente, se vincularía a este grupo Juan Ma-
nuel del Valle, al detentar su padre, Juan Clemente del Valle, el grado de capitán en el bata-
llón de pardos de Caracas. En el último renglón se situarían Ignacio Palenzuela, dueño de …Item, digan si saben y les consta que la casa del
unas tierras en el valle de Cagua, que le daban una pequeña renta al año, y José Ramos, maes- citado Nieves es de ningún respeto, que dentran en
tro escultor.
86 87
ella diversos hombres sin ningún miramiento, consin- madre del coopositor, fue hija natural de tía Angelona
tiéndolo dicho Nieves y Concepción, su mujer. Tratan Gil, esclava de la casa de D. Francisco Gil; si ésta tu-
y contratan todos estos con la citada María Félix, que vo otros hijos naturales durante la servidumbre y fue-
habita con ellos. ra de ella…122

Item, digan si saben y les consta que esta mujer Por otra parte, las graves acusaciones de que es objeto la no-
María Félix es una mujer parida, que tiene un hijo de via abandonada, a la que a veces se aplica el duro calificativo de
uno de los muchos varones con quien trata…121 prostituta, no responde a lógica alguna, ya que de esa maternidad
sólo es responsable la parte demandada. Se detectan pues, algu-
Pero este tipo de recriminaciones, con ser ciertas, no son toda
nas contradicciones entre los valores tradicionales que se defien-
la verdad. Llama la atención, por una parte su lugar de proceden-
den y la puesta en práctica de los mismos. Como se ha señalado
cia, y esto es así porque, en los litigios que integran nuestra lista, en otro lugar123, estas posibles paradojas tienen mucho que ver
las formulan personas ligadas a estratos populares (pardos y al-
con la especial significación que adquiere el siglo XVIII para el
gún que otro blanco de orilla), círculos que se regían por otros
mundo hispánico, un periodo en definitiva de transición, en el
valores y pautas de conducta, ya que en su entorno, donde el as- que se conjugan pautas de comportamiento ranciamente acriso-
cendiente esclavo no estaba muy lejano, abundaba con relativa ladas con otras que anuncian una cierta modernidad, sin que su
frecuencia la familia de tipo matriarcal, sin un marido oficial a la coexistencia plantee dilema alguno a los hombres y mujeres de
cabeza. Ilustra lo que venimos diciendo las noticias que da el esta época. Así se comprende ya que, mientras en la vida coti-
padre de María Félix Ponte, que vienen a poner en su justo tér- diana empezaron a perfilarse unas relaciones hombre-mujer más
mino el texto citado anteriormente. Las preguntas destinadas a espontáneas, donde no estaba exento el sexo, en el plano de las
sus testigos versaban sobre la familia Arévalo: ideas se siguiera propugnando un modelo anclado en el pasado.
… si conoce a Pedro Arévalo y a su hijo Narciso;
Piénsese, por otro lado, en las circunstancias concretas de los
segundo, si dicho Pedro Arévalo es hijo legítimo de casos de que se ha hablado. Son litigios protagonizados por par-
Narciso Arévalo y de María Ventura Angelón; terce-
dos. Aunque, más adelante, se tendrá ocasión de estudiar el
ro, si el expresado Narciso Arévalo, padre del oposi-
tor, era esclavo del presbítero Arévalo y si fue hijo na-
122 Solicitud de Nieves de Ponte. Sin fecha, anterior al 23 de julio de 1781. (Archivo General
tural de María Brígida Rivas, una de las esclavas de de la Nación de Caracas, Disensos y Matrimonios I, 2ª parte). Sobre este punto puede consul-
dicho presbítero; cuarto, si María Ventura Angelón, tarse igualmente ARROM, Las mujeres de la ciudad de México, pp. 137ss. y Ermila TRO-
CONIS DE VERACOECHEA: Indias, esclavas, mantuanas y primeras damas. Caracas 1990,
p. 84.
121 123 Analizo esta cuestión en una ponencia presentada al IX Congreso de Historia de América
Escrito de Narciso Arévalo al teniente de gobernador de Caracas, en solicitud de que se le
admita información. Sin fecha, probablemente de 31 de mayo de 1781. (Archivo General de la (AHILA), celebrado en los primeros días de este mes de octubre de 1990, en la ciudad de
Nación de Caracas, Disensos y Matrimonios I, 2ª parte); similar tipo de acusaciones aparecen Sevilla (España). Su título es “Familia, matrimonio y poder en la Caracas colonial: el caso de
en la carta de Juan Clemente del Valle, padre de Juan Manuel del Valle, al gobernador de los Jerez Aristeguieta, 1786- 1809”. En la misma línea puede consultarse la obra de Carmen
Caracas (sin fecha, anterior al 13 de agosto de 1781. Mismo legajo), así como en la documen- MARTÍN GAITE: Usos amorosos del dieciocho en España. Barcelona 1987, p. 26, al igual
tación relativa a Ignacio Palenzuela (solicitud al gobernador de Caracas sin fecha, seguramen- que los trabajos de Ellen G. FRIEDMAN: “El estatus jurídico de la mujer castellana durante
te del 15 de enero de 1787, Archivo General de la Nación de Caracas, Disensos y Matrimo- el Antiguo Régimen”. En Ordenamiento jurídico y realidad social de las mujeres. Siglos XVI
nios IV, 1ª parte; resumen del Consejo de una representación suya, de Caracas 14 de agosto a XX. En IV Jornadas de Investigación Interdisciplinaria. Madrid 1986, p. 44 y CASEY, La
de 1789. AGI, Caracas 28). familia en la Andalucía del Antiguo Régimen, p. 70.
88 89
comportamiento de estos sectores ante el matrimonio, baste ade- madamente, diez años de matrimonio razón más que justificada
lantar aquí que su defensa de un modelo teórico de mujer y, en para solicitar el divorcio125.
general, de pareja –modelo que, por lo demás, les era totalmente
extraño–, tiene que ver con el inicio de una incipiente movilidad Diferentes características presentan los problemas del matri-
monio integrado por Mateo González de la Guerra y Antonia
social, resultado de la nueva política regia. Su temor a perder los
Royan, de ahí que se sitúen en último lugar. Aunque se trata de
pocos logros conseguidos les lleva, por primera vez posiblemen-
una nulidad matrimonial bastante peculiar, como en su momento
te, a ser selectivos en sus matrimonios. De esta forma trataban de
se verá, lo único que interesa reseñar aquí es que supuestamente
equipararse a los poderosos y, puestos a identificarse, no duda-
ron en asumir cierto tipo de valores propios de la élite. la motivó la vida desordenada de este abogado de la Audiencia,
que cohabitó con la madre de su esposa antes de contraer matri-
Puede rastrearse otra explicación, si se quiere más fácil. No monio, razón por la que las autoridades eclesiásticas, encabeza-
conviene olvidar que la defensa a ultranza de un cierto ideal fe- das por el juez provisor de Caracas, tuvieron especial empeño en
menino pudiera ser una simple estrategia, de gran utilidad en el disolver este vínculo matrimonial126.
pleito en cuestión, para desprestigiar a la mujer que demandaba
matrimonio y neutralizar así sus pretensiones. El maltrato físico o psicológico sería otro punto a analizar en
tanto en cuanto aparece, igualmente, como ingrediente en la gé-
En procesos de otra índole, sale a colación igualmente la du- nesis de estos problemas. Conviene, como paso previo, puntuali-
dosa moralidad femenina, si bien con otros matices. Agustín zar que el investigador necesita, por decirlo de alguna manera,
Montes de Oca, en esta línea, trató de conseguir la nulidad ma- desprenderse de todos los juicios de valor propios de nuestro
trimonial alegando, sin más, que su esposa no fue virgen al ma- siglo XX127, para adentrarse correctamente en tan delicada mate-
trimonio. El problema aquí es diferente, aunque no deja de ser un ria, ya que en el periodo que se estudia la aplicación de modera-
argumento falaz, pues es esgrimido transcurridos algunos años dos correctivos al sexo débil, lejos de constituir delito, estaba
de vida en común, prueba evidente de que tal circunstancia, si en plenamente justificada. Entre las razones que la amparaban se
realidad acaeció, no revistió importancia en su momento124. hallaría la inferioridad jurídica de la mujer con respecto al varón
y, en el campo que interesa, la total sumisión de la esposa al ma-
Cabría también citar en este apartado algún caso de divorcio
rido. Por esta causa, se situaba al mismo nivel que hijos, criados,
como el de José Ramos y Juana Dominga Bolívar, en que de
esclavos128 y demás allegados al hogar conyugal y, al igual que
nuevo aparece el tema, aunque es objeto de las acusaciones, en
esta ocasión, el marido. La cuestión en sí no entraña mayor difi- 125 Petición de Juana Dominga Bolívar al juez provisor de Caracas. Sin fecha, anterior al 20
cultad, porque Juana Dominga se limita a denunciar las repetidas de agosto de 1717. (Archivo General de la Nación de Caracas, Disensos y Matrimonios I, 1ª
infidelidades conyugales de su esposo, a lo largo de sus, aproxi- parte).
126 Cartas del obispo de Caracas, Juan García Abadiano, de Caracas 4 y 16 de julio de 1740;

carta de Mateo González de la Guerra, de Caracas 29 de octubre de 1740; carta del chantre de
la iglesia de Caracas, Juan de Sosa y Vetancurt, de Caracas 30 de octubre de 1740. Todos
estos documentos en AGI, Santo Domingo 822; carta del obispo de Caracas García Abadiano.
Sin fecha (1743).( AGI, Santo Domingo 796).
124 127 Fue publicado este artículo en 1992, de ahí esta expresión.
Escrito al gobernador de Caracas de José Francisco Morales, en nombre de Agustín Anto-
128 Es ilustrativa en esta línea una de las quejas de Juana Dominga Bolívar que llega a acusar a
nio Montes de Oca. Sin fecha, en torno al 1º de febrero de 1763. (Archivo General de la Na-
ción de Caracas, Disensos y Matrimonios I, 1ª parte). su marido de “castigarla como a su esclava”. Petición de Juana Dominga al juez comisionario.
90 91
ellos, su dependencia con respecto al cabeza de familia era abso- Hubo casos, en cambio, en que la violencia revistió una for-
luta. ma más sutil, limitándose al plano verbal, aunque no por ello fue
menos dañina. Durante más de veinte años en que, de hecho, el
Se observa, sin embargo, hecha esta salvedad, que en nues- conde de San Javier vivió separado de su esposa, se cruzó una
tros litigios no se trata de meras reprimendas sino de algo más;
correspondencia entre ellos que, a la postre, hizo perder a Catali-
se mencionan así, duros castigos corporales, llevados a cabo en
na Ruiz toda esperanza de reconciliación. En ella, hay pasajes de
público, a veces acompañados de ataques con armas y de alguna
tono injurioso en que se denigra con toda crueldad a esta mujer,
que otra amenaza de muerte. Sobre sus posibles explicaciones
mofándose de su poco agraciado aspecto físico, de su fidelidad
cabe decir que, si bien trata de justificarse alegando falta de su-
conyugal, de sus intentos de reconciliación, de sus creencias más
misión de la esposa, parece deducirse una vinculación clara entre firmes…, en fin, de todo lo que era, pensaba o anhelaba aquella
comportamientos de este tipo y el consumo excesivo de alcohol, mujer.
como apuntan Juana Safín129 y Juana Dominga Bolívar. En esta
línea, son en extremo gráficas las declaraciones de los testigos de …Me ha hecho reír mucho la expresión que hace
esta última: su merced en su carta citada de que luego dicen que
las mujeres son variables, que eso en el día se practica
… Estando en dicho valle de Turmero dicho José en los hombres y que su merced cumple como mujer
Ramos con su mujer, le instó a ésta el subsodicho fue- de bien. No sea su merced tonta, si su merced, como
sen juntos a un convite inmediato a dicho pueblo, y antes dije, es demonio contra lujuria, incapaz de ser
que con efecto, habiendo ido, luego que se volvieron a de alguien que no esté fatuo o loco, apetecida mujer
su casa, que fue en el mismo día, amarró a dicha su que, aunque la metan entre un cuartel de soldados o
mujer para quererla castigar y para ello la desnudó y entre un navío de infinitos marineros, después de una
que, habiendo tenido la fortuna de soltarse la subsodi- larga navegación, los más lujuriosos, saldrá ilesa o sin
cha, se salió en cueros por las calles de dicho pueblo, que haya sido, no digo tocada, pero ni aún ligeramen-
de día, y que fue preciso que un mozo zapatero nom- te solicitada, aunque se brindase a todos, ¿cómo ha de
brado Alberto, que vive en dicho pueblo, se quitara la ser otra cosa lo que es por fuerza y no por virtud?
capa y la tapare, y la fue a llevar en casa del cura130.
¿Cree su merced que alguna vez yo la quise? ¿No, se
engañó su merced si así lo creyó?131.

Por otra parte, se puede mencionar lo que aportan en este


Sin fecha, sobre el 26 de octubre de 1717. (Archivo General de la Nación de Caracas, Disen-
sos y Matrimonios I, 1ª parte). En una carta de José Antonio Pacheco a Catalina Ruiz, de sentido los juicios de disenso. Presentan algunas variantes: de un
Caracas 16 de octubre de 1776, aparece asociado el término esposa al de esclava. (AGI, Cara-
cas 91).
lado, no es posible hablar aquí de malos tratos en sentido estric-
129 Solicitud de Juana Safín al gobernador de Caracas. Sin fecha, de finales de enero de 1701.

(Archivo General de la Nación de Caracas, Diversos III).


130 Declaración de Francisco Miguel Andrea de Illan, de Caracas 27 de enero de 1718. (Ar- 131
Carta de José Antonio Pacheco a Catalina Ruíz, de Caracas 28 de noviembre de 1784.
chivo General de la Nación de Caracas, Disensos y Matrimonios I, 1ª parte). (AGI, Caracas 91).
92 93
to, sino de presiones ejercidas con mayor o menor dureza; de blemas conyugales de esta pareja, pero la verdad es que la do-
otro, son los padres los que aplican estas reprimendas, general- cumentación es en extremo significativa135.
mente con sus hijas, al considerarlas, sin duda, la parte más vul-
nerable. Se encuentran documentados dos casos. Uno es el de Con algunas variantes, el problema también se detectó en el
matrimonio compuesto por Juan Antonio Domínguez y Juana
Catalina Cedillo, que se vio obligada a soportar las presiones de
Antonia Freites, aunque la información es más concisa. Fueron
su madre, traducidas en castigos físicos y secuestros en el hogar,
personas de nivel de ingresos, pensamos, más elevado, pertene-
al manifestarle su decisión de casarse con Nicolás Alonso Gil132.
cientes, además, a la población blanca –a diferencia de los ante-
Hizo frente a dificultades similares Francisca Ignacia Egaña, al
riores, que eran pardos. No obstante, la situación fue también
pretender unirse en matrimonio a Faustino de la Plaza, otro abo-
gado de la Audiencia. Aunque se daba la circunstancia de que la límite, dado que Domínguez, no solo descuidó a su familia sino
que dilapidó en su totalidad los bienes de su esposa136
mujer era viuda, topó con una férrea oposición paterna, ante la
cual, finalmente sucumbió. En efecto, Francisca Ignacia terminó
negando ante el juez la existencia de cualquier vínculo afectivo
que la uniera al abogado133 y optó resignadamente, por casarse B) Otro tipo de circunstancias presentes en los pleitos ma-
con el cónyuge elegido por sus mayores134. trimoniales y familiares.

En otro orden de ideas, el descuido del esposo en el sosteni- En primer término, figurarían las vinculadas a la sociedad
miento económico de la familia figura igualmente en estos con- estamental y sus pilares fundamentales; un conglomerado social
flictos. A veces, desde luego, dio lugar a situaciones realmente que aún en el siglo XVIII, a pesar de todos los atisbos de moder-
penosas. Las ausencias del maestro escultor José Ramos, en no nidad, se empeña en mantener una nítida separación entre sus
pocas ocasiones prolongadas, obligaron, prácticamente, a men- diferentes estamentos, como se pone de relieve, con claridad, en
digar a su esposa, la sufrida Juana Dominga Bolívar, haciéndola los pleitos que se estudian, en especial en demandas esponsali-
vivir casi de la caridad pública, al tiempo que se vestía de hara- cias y disensos, aunque también se reseña en algún juicio de di-
pos si no encontraba a un buen samaritano que le regalara su ro- vorcio. Es frecuente, de este modo, hallar en ellos, como causa
pa usada. Ciertamente, se ha aludido repetidas veces a los pro- principal de ruptura, la supuesta calidad inferior del pretendiente.

Es un tema, además, que preocupa a todos y cada uno de los


grupos de la sociedad. Para las gentes más encumbradas, los en-
laces matrimoniales son pieza clave para el mantenimiento de su
132
status, a la vez que valioso instrumento en orden a acrecentar el
Solicitud de Nicolás Alonso Gil al teniente de gobernador. Sin fecha, probablemente de 25
de septiembre de 1783. (Archivo General de la Nación de Caracas, Disensos y Matrimonios patrimonio. La elección de cónyuge, por esta razón, lejos de de-
II, 2ª parte). jarse al libre albedrío de los directamente interesados, pretendió
133 Escrito de Francisca Ignacia Egaña al teniente de gobernador. Sin fecha, anterior al 13 de

octubre de 1785; declaración de Francisca, de Caracas 14 de octubre de 1785. (Archivo Gene-


135
ral de la Nación de Caracas, Disensos y Matrimonios IV, 1ª parte). Declaración de Diego de Guzmán, de Caracas 21 de agosto de 1717. (Archivo General de
134 Papeles correspondientes a la legitimidad y calidad de los seis hijos de D. Antonio Mota y la Nación de Caracas, Disensos y Matrimonios I, 1ª parte).
136 Petición de Juan Antonio Domínguez al gobernador de Caracas. Sin fecha, en torno al 21
Dña. Francisca Ignacia Egaña, vecinos de Caracas. Año 1810. (Archivo General de la Nación
de Caracas, Limpieza de Sangre XXXVI). de agosto de 1775. (Archivo General de la Nación de Caracas, Diversos XLVII).
94 95
hacerse cuestión de exclusiva competencia de sus padres o tuto- Mas tuvieron lugar juicios de disenso en donde los intereses
res. En este marco es donde adquieren su razón de ser los juicios económicos, lejos de enmascararse, ocuparon un primer plano.
de disenso, en teoría mecanismo de control para evitar cualquier Así, los respectivos padres de Nicolás Alonso-Gil y Catalina Ce-
desajuste traumático en el orden social, si bien, en la práctica, a dillo trataron de impedir su boda, al carecer, tanto ellos como sus
veces sirvió para canalizar intereses de otra índole137. Cabría ci- vástagos, de medios de fortuna para mantenerse, si bien esta ex-
tar aquí dos juicios de disenso que se promueven entre la élite en cusa parece discutible, tratándose de dos rancias y poderosas
1785 y 1791, respectivamente. Protagoniza el primero Jacinto familias caraqueñas. Probablemente existiría otra causa que por
Gedler, al decidir, sin el respaldo familiar, contraer segundas ahora se nos escapa, para su disenso139.
nupcias con Petronila de Izaguirre, mujer natural de La Victoria,
de donde Gedler era corregidor, y supuestamente de condición En ocasiones, por el contrario, la ruptura del compromiso
menos ilustre; mientras ocupan el segundo Rosalía de la Madriz obedeció a circunstancias de otra índole. En el disenso al matri-
monio de Evaristo Buroz y Josefa Tovar, por ejemplo, la negati-
y José Manuel Morón, pareja desde luego variopinta, atendiendo
va del padre nada tuvo que ver con el papel reservado a Buroz
a los humildes, y nada puros étnicamente, orígenes del oficial de
diezmos. por la sociedad caraqueña –o a su disponibilidad de un patrimo-
nio económico– sino al simple hecho de ser un elemento total-
Sin embargo, en estos pleitos hay algo más, ya que en ambos mente extraño a ella. Su descalificación obedeció a no ser vene-
casos se intuye la existencia de un conflicto familiar de fondo, zolano sino peninsular (concretamente, de Barcarrota, Extrema-
del que forma parte el juicio de disenso como un episodio más. dura), prueba al parecer indiscutible de la inferioridad de su lina-
Rosalía de la Madriz, según su propio testimonio fue abandonada je 140 . Este razonamiento, aunque peculiar, en modo alguno es
a su suerte tras el fallecimiento de sus progenitores, no acordán- extraño al siglo XVIII, atendiendo a que en este periodo el crio-
dose de ella sus hermanos más que para intentar despojarla de llismo se plasmó, a veces, en una valoración a ultranza de lo
sus bienes y, más tarde, para frustrar su boda con Morón median- propio, de lo americano, al tiempo que en un rechazo de todo lo
te un juicio de disenso. En el otro litigio, la situación es similar; que tuviera visos de foráneo, incluido, por supuesto, lo español.
aunque suscribe la demanda la anciana madre de Diego Jacinto,
Eusebia Gedler, hay detrás toda una plétora de familiares y un Entre las clases populares, la cuestión revistió, asimismo,
nada despreciable patrimonio en disputa138. importancia, aunque sus características, como es de suponer, fue-
ron diferentes. Ya se ha mencionado antes que guarda relación

137 Sobre la significación social y, fundamentalmente, económica del matrimonio, véanse los cas, Reales Cédulas, Sección Primera, III); solicitud de Diego Jacinto Gedler al gobernador de
trabajos de Asunción LAVRIN: “Investigación sobre la mujer de la colonia en México: siglos Caracas. Sin fecha, sobre el 24 de abril de 1786. (Archivo General de la Nación de Caracas,
XVII y XVIII”, p. 45 y A.J.R, RUSSELL- WOOD: “La mujer y la familia en la economía y Diversos LIX); expediente sobre el disenso de Felipe y Josefa María Rodríguez de la Madriz a
en la sociedad del Brasil durante la época colonial”, p. 96, ambos en LAVRIN- PIZARRO DE la boda de su hermana Rosalía con José Manuel Morón. Año 1791. (Archivo General de la
PARLANGE: Las mujeres latinoamericanas; Francisco CHACÓN JIMÉNEZ: “La familia en Nación de Caracas, Disensos y Matrimonios XVI); carta al rey de la citada Rosalía, de Cara-
España: una historia por hacer”. En La familia en la España mediterránea (siglos XV-XIX). cas 30 de junio de 1792. (AGI, Caracas 412).
139 Auto del teniente de gobernador, de Caracas 25 de septiembre de 1783. (Archivo General
Barcelona 1987, pp. 13ss; Daisy RÍPODAS ARDANAZ: El matrimonio en Indias. Realidad
social y regulación jurídica. Buenos Aires 1977, pp. 35ss. de la Nación de Caracas, Disensos y Matrimonios II, 2ª parte).
138 Escrito de Juan Félix Jerez Aristeguieta al obispo. Sin fecha, anterior al 15 de febrero de 140 Expediente sobre el disenso de Martín de Tovar Ibáñez al matrimonio de su hija Josefa

1785. (Archivo Arquidiocesano de Caracas, Matrimoniales 97); real cédula al gobernador de Antonia con Evaristo Buroz. Año 1783. (Archivo General de la Nación de Caracas, Disensos
Caracas, de San Lorenzo 11 de noviembre de 1785. (Archivo General de la Nación de Cara- y Matrimonios II, 2ª parte).
96 97
con el ascenso social de ciertos grupos bajo la nueva dinastía vínculos con las milicias urbanas, oficio que a su juicio les depa-
borbónica, lo que de alguna manera determinó un creciente inte- raba un cierto lustre social143.
rés por parte de estos sectores en los enlaces matrimoniales, me-
dio para consolidar y, en la medida de lo posible, acrecentar los En segundo lugar, figuran en la génesis de estos conflictos
factores de una naturaleza más compleja. Puede decirse sobre
pequeños logros arrebatados a la rancia sociedad colonial. Esta
ellos, que hasta cierto punto son ajenos a la pareja en sí misma y
es la razón de que, quizá por primera vez, juicios de disenso, di-
a su círculo familiar por guardar relación con viejas revanchas
vorcios y demandas de esponsales aparezcan rubricados por in-
personales y políticas. Por otro lado, es obligada la alusión a la
dividuos pertenecientes, sin género de duda, a las capas más hu-
dificultad de su estudio, dificultad en buena parte debida al esta-
mildes de la población. Valga el ejemplo de uno de nuestros pro-
tagonistas, el artesano José Ramos, esclavo durante muchos años do fragmentario de la documentación disponible, lo que hace
del marqués de Adeje141, o el de María Félix, ligada al clan de casi imposible llegar a la esencia misma del problema144. Pero
vayamos a los conflictos que responden a estas características:
los Pontes (de donde tomó el apellido) por lazos de servidumbre
son dos, median casi 50 años entre ellos y, tanto en uno como en
y cuyo padre ejerció el modesto oficio de sepulturero de la cate-
dral de Caracas, una vez obtenida la libertad142. otro, aparece de telón de fondo la pugna por el poder entre per-
sonalidades de un cierto relieve e influencia social. Lo que me-
Los argumentos sustentados en sus juicios y demandas ten- nos interesa, en definitiva, es el problema del matrimonio o de la
drán, igualmente, rasgos peculiares. A diferencia de los pleitos pareja en cuestión (incluso puede tratarse de un elemento secun-
de los poderosos, se hallan profusamente documentados, deli- dario o, sencillamente, no existir) y lo que más, por no decir lo
neando con todo detalle sus distintos y complicados árboles ge- único, es desacreditar y descalificar al oponente. En el empeño
nealógicos, al tiempo que sus alegaciones en aras de subrayar su del juez provisor por disolver el matrimonio del abogado de la
mayor peso en el conglomerado social y, por consiguiente, la Audiencia Mateo de la Guerra, hay mucho de lo que hemos ve-
razón que les acompañaba para hacer y deshacer los compromi- nido diciendo145, al igual que en la preocupación de Juan Gui-
sos matrimoniales de sus hijos, adolecen de una gran ingenuidad.
De esta forma, bien airean sus ancestros familiares, haciendo
hincapié en su parentesco más o menos cercano con sacerdotes y
misioneros, mientras tratan de soslayar sus ascendientes escla-
143
vos; bien hacen referencia a su profesión, en concreto a sus Expediente sobre el juicio de disenso al matrimonio de Juan Hernández y María de la
Merced Espinoza; idem sobre la demanda de esponsales de María Félix Ponte contra Narciso
Arévalo; idem sobre el juicio de disenso al enlace de Juan Manuel del Valle y Antonia Ramí-
rez. Estos tres expedientes, fechados en 1781, se encuentran en Archivo General de la Nación
de Caracas, Disensos y Matrimonios I, 2ª parte.
141 144 Los casos que a continuación se analizarán aparecen consignados exclusivamente en el
Precisamente, una de las razones que alegaría su esposa Juana Dominga Bolívar para
solicitar el divorcio está íntimamente conectada con este punto. En efecto, la mujer, repetidas Archivo General de Indias de Sevilla, lo que viene a ser sinónimo, en la materia que nos
veces, alude a la nulidad de su enlace matrimonial con el escultor Ramos, al haber éste silen- atañes, de documentación dispersa e incompleta. Al no haber sido posible cotejar esta infor-
ciado su condición servil. Véase el expediente sobre su divorcio perteneciente a los años mación en repositorios venezolanos, es difícil aventurar cualquier tipo de hipótesis.
145 Cartas del obispo de Caracas, Juan García Abadiano, de 4 y 16 de julio; carta de Mateo
1717- 18, que se custodia en Archivo General de la Nación de Caracas, Disensos y Matrimo-
nios I, 1ª parte. González de la Guerra, de 29 de octubre; carta del chantre de la iglesia de Caracas, Manuel de
142 Expediente sobre la demanda de esponsales seguida contra Narciso Arévalo a instancias de Sosa y Vetancurt, de 30 de octubre. Todos estos documentos, fechados en Caracas en 1740, se
María Félix Ponte. Año 1781. (Archivo General de la Nación de Caracas, Disensos y Matri- hallan en AGI, Santo Domingo 822; otra carta del obispo de Caracas. Sin fecha, probablemen-
monios I, 2ª parte) te de 1783. (AGI, Santo Domingo 796).
98 99
llelmi por reunir en Cuba al matrimonio compuesto por Rosa y su teniente, si bien de este fallo podía recurrirse a la Audien-
Santiago Mancebo146. cia148.

No queremos cerrar este apartado sin hacer mención expresa En la vida real, sin embargo, no hubo siempre una separación
de la incidencia de factores, llamemos, ideológicos en este tipo nítida de competencias149, en detrimento de los tribunales ecle-
de problemas. El ejemplo a citar podría ser el de Juana Safín y su siásticos. Efectivamente, en caso de desacuerdo con los proce-
esposo Francisco de Ford. Se trata de un divorcio motivado, en- dimientos o, mucho más fácil, con la simple marcha de los trámi-
tre otras cosas, por incompatibilidad de los cónyuges en materia tes, la parte afectada podía dirigirse a las autoridades civiles, en
de creencias. Sin embargo, aquí, como en otras muchas ocasio- busca de su mediación150. Si bien se trataba de una vía destinada,
nes, el tema es susceptible de una segunda lectura ya que la justi- en principio, a frenar posibles irregularidades, su efectividad no
ficación de la Safín para solicitar su separación matrimonial147 ha podido comprobarse en todos los casos. Los eternos y nimios
más que veraz se nos antoja inteligente y, sobre todo, oportunis- roces entre los representantes de ambos poderes, las más de las
ta, desde el punto y hora en que incorpora a su petición de divor- veces, salían a flote, anulando lo que de positivo pudiera encerrar
cio un ingrediente forzosamente grato a la católica monarquía este mecanismo de control. El desarrollo de los litigios, lejos de
española. agilizarse se ralentiza entonces, al tiempo que su centro neurálgi-
co se desplazaba, toda vez que pasaban a tener más peso los for-
cejeos entre las dos jerarquías, por imponer su criterio, que el
LOS PROBLEMAS DEL AMOR Y LA MEDIACIÓN DE pleito en sí mismo.
LAS AUTORIDADES
Emitir una valoración sobre la labor llevada a cabo por estos
Es interesante el análisis del encauzamiento legal de estos tribunales, no es tarea fácil. Lo que sí está medianamente claro
conflictos de pareja, pues contribuye a hacerlos aún más ricos en es que, no pocas veces, estuvo mediatizada por una serie de ele-
matices. Expliquemos esta cuestión. Las autoridades competen- mentos. Uno sería el relativo al poder y la riqueza. Se observa en
tes en la materia variaban, según la naturaleza de cada pleito; así, esta línea, que la administración de la justicia, en ocasiones, lejos
y en teoría, demandas esponsalicias, nulidades y divorcios solo de ser imparcial, rayó en la arbitrariedad, siendo rigurosa con el
se veían en los tribunales eclesiásticos; en primera instancia, ante débil, pero extraordinariamente comprensiva con los posibles
el juez provisor del obispado y, en grado de apelación, ante su
homónimo del arzobispado. Distinto era el caso de los juicios de 148 Independientemente del tipo de proceso, cabía la posibilidad, en última instancia, de acudir
disenso, que caían de lleno bajo la jurisdicción del gobernador o al Consejo de Indias.
149 Reseñan las fuentes conflictos de pareja que, simultáneamente, fueron objeto de atención

por parte de ambas magistraturas. Puede servir de ejemplo el de Narciso Arévalo y María
Félix Ponte, pues mientras la mujer acudió al tribunal eclesiástico con la pretensión de que
Arévalo cumpliera su promesa de matrimonio, el padre de este último entabló juicio de disen-
so ante el gobernador de la provincia de Venezuela (el expediente sobre la materia se puede
146 Diferentes documentos relativos al traslado forzoso de Santiago Mancebo a Cuba, 1786- consultar en Archivo General de la Nación de Caracas, Disensos y Matrimonios I, 2ª parte).
150 Es lo que hizo Francisco Ignacio de Ponte, cerca del gobernador de Caracas, ante su dis-
89. (AGI, Caracas 28).
147 Juana Safín dejaba entrever que su esposo, inglés como ella, estaba lejos de ajustarse a la conformidad con lo obrado por el juez provisor, en la demanda de divorcio entablada por su
ortodoxia católica. Carta al gobernador de la provincia de Venezuela. Sin fecha, de finales de esposa. Véase una solicitud suya sin fecha, redactada seguramente con anterioridad al 15 de
enero de 1701. (Archivo General de la Nación de Caracas, Diversos II). noviembre de 1780. (Archivo General de la Nación de Caracas, Diversos LIII).
100 101
deslices de las gentes influyentes. La india Antonia Ramírez, sin en que incurrían los propios magistrados153, bien –caso del conde
ir más lejos, puede ilustrar lo que venimos diciendo, que siendo de San Javier– por estar en desacuerdo con unas pautas legisla-
inocente, fue encarcelada, por recomendación del padre de su doras rígidas y moralistas, alejadas por completo de lo que signi-
novio, con el ánimo de hacerla desistir del enlace matrimonial151. ficaba la vida real154.

Pero pasemos a otro punto, el referente a la incidencia de cir-


cunstancias anómalas en los pleitos que se estudian. A veces
RECAPITULACIÓN FINAL
eran de carácter puramente personal o privado –en definitiva,
totalmente extrañas a la causa matrimonial que se juzgaba– y, sin Es difícil esbozar unas ideas, a modo de conclusión. La com-
embargo, llegaron a tener un peso definitivo en su desenlace. plejidad de nuestras fuentes, la pluralidad de intereses que persi-
Mateo de la Guerra, todo un abogado de la Audiencia, sufrió en guen los protagonistas de los litigios, la contradictoria época his-
este sentido, el acoso de José Martínez de Porras, un celoso juez tórica a que se adscriben… todos estos son elementos que se
provisor del obispado, con la peculiaridad de que el motivo no conjugan en su contra. Sin embargo, sospecho que, de alguna
fue tanto su irregular boda, como la enemistad que desde antiguo manera, el objetivo se ha cumplido. En unos cuantos trazos se ha
le profesaba el delegado del obispo152. pasado revista a las posibilidades y limitaciones de un material
En tercer y último lugar, algo que ya se ha mencionado antes, documental que sin duda posibilita al estudioso adentrarse en
una nueva forma de ver, concebir y hacer la Historia.
la eterna rivalidad entre los dos poderes, elemento de primerísi-
mo orden, ya que, como mínimo, se traducía en un alargamiento
innecesario de los procesos. 153 Terminaron casándose clandestinamente. Esta boda sería uno de los pocos acontecimientos
felices de su agitada existencia. Abandonada por su familia, tras el fallecimiento de sus pa-
Una vez hechas estas puntualizaciones, se comprenden algu- dres, Rosalía atravesó dificultades de todo tipo hasta que decidió unir su vida a José Manuel
Morón, antiguo seminarista y, más tarde, empleado de la administración colonial. Al no estar
nas circunstancias extraordinarias que concurrieron en los plei- santificada su convivencia con las bendiciones de rigor, fueron denunciados a las autoridades
tos. Dado que no fue inusual que la intervención de los jueces eclesiásticas, quienes compelieron a Morón a llevar a cabo la boda en un plazo breve de tiem-
po. Sin embargo, enterados los hermanos de la mujer de los trámites en curso para celebrar el
agudizara los problemas de pareja en vez de solventarlos, los enlace, entablaron ante el gobernador de Caracas un juicio de disenso, el cual terminó siendo
fallado a su favor. A partir de este momento, el problema de Rosalía y Morón tenía difícil
directamente interesados, en más de una ocasión, optaron por salida, pues mientras de un lado el tribunal eclesiástico les apremiaba a formalizar su relación,
una vía intermedia, bien como José Manuel Morón y Rosalía de el civil se lo impedía. Véase: expediente sobre el disenso propuesto por Felipe y José María
Rodríguez de la Madriz a la boda de su hermana Rosalía con José Manuel Morón. Año 1791.
la Madriz, porque estaban cansados de sufrir las contradicciones (Archivo General de la Nación de Caracas, Disensos y Matrimonios XVI); cartas al monarca
de Rosalía y Morón, de Caracas 30 de junio y 1º de julio de 1792, respectivamente. (AGI,
Caracas 412); solicitud de Morón al juez provisor. Sin fecha, de enero de 1793. (Archivo
Arquidiocesano de Caracas, Matrimoniales 114); expediente de grado de bachiller en Artes de
D. Joaquín Morón. Año 1804. (Archivo Histórico de la Universidad Central de Venezuela,
151 Solicitud de Francisco Apolinario Ramírez al gobernador de la provincia de Venezuela. legajo 8).
154 Por más esfuerzos que hicieron las autoridades por reunir a José Antonio Pacheco con su
Sin fecha, en torno al 8 de agosto de 1781. (Archivo General de la Nación de Caracas, Disen-
sos y Matrimonios I, 2ª parte). Silvia Marina ARROM, en su estudio sobre México, subraya esposa, los resultados fueron nulos. El arresto y confinamiento de este noble no le hizo cam-
también este aspecto (Las mujeres de la ciudad de México, pp. 268ss.) biar de idea pues se negó en todo momento a hacer vida conyugal con Catalina Ruiz –a la cual
152 Cartas del obispo de Caracas, de Caracas 4 y 16 de julio de 1740; escrito de Mateo de la había desposado por poderes en su juventud-, razón por la cual esta mujer cedería a fin de
Guerra, de Caracas 29 de octubre de 1740; carta del chantre de la iglesia de Caracas, de Cara- cuentas de su empeño, optando por pasar el resto de sus días en México, recogida en un con-
cas 30 de octubre de 1740. (AGI, Santo Domingo 822); otra carta del obispo, sin fecha -1743. vento. Véase, carta de Juan Guillelmi a Antonio Porlier, de Caracas 29 de abril de 1788.
(AGI, Santo Domingo, 796). (AGI, Caracas 91).
102 103
IV

APUNTES SOBRE LA ALTA SOCIEDAD


CARAQUEÑA

6- Nuestra Señora de Caracas. Anónimo colonial. Si-


glo XVIII. Obsérvese la parte inferior de la pintura
donde se representa como era Caracas (“la ciudad de
los tejados rojos”), en esa época
www.fpolar.org.ve

104 105
El siglo XVIII supuso una etapa de ambiciosos cambios, al
menos en teoría. La dinastía de los Borbones contempló para la
región una remodelación general con la finalidad de amalgamar
REALIDADES COLONIALES Y SENSIBILIDADES los diferentes territorios, al tiempo que confería significación
CRIOLLAS: LA FAMILIA MORA especial a uno de ellos, la provincia de Venezuela, y a su ciudad
(CARACAS, VENEZUELA, 1777-1807)155 más importante, Caracas, llamada a convertirse en la nueva capi-
tal.

ACERCA DE VENEZUELA Y LA COLONIA Con este objetivo, entre 1776 y 1805, se implantaron, con
sede en Caracas, diferentes instituciones, tanto económicas y
Los años comprendidos entre 1777 y 1807 fueron importan- administrativas como relativas a la organización eclesiástica,
tes en la vida de la familia Mora; también, en un sentido más para conseguir un gobierno centralizado y eficaz. Encabezaba la
amplio, fueron claves para Venezuela y Santiago de León de Ca- lista la Intendencia de Ejército y Real Hacienda, erigida en 1776,
racas, ciudad que fue testigo de sus alianzas y enfrentamientos que administrará las rentas de las distintas provincias y atenderá
en los tribunales. al fomento de su economía; la Capitanía General de Venezuela,
ya existente, asumiría nuevas funciones, pues desde 1777 tendría
Hasta ese momento, la región estaba constituida por una se- competencia en lo militar sobre las capitanías de las distintas
rie de territorios autónomos (Cumaná, Margarita, Guayana, Tri- provincias; la Audiencia de Caracas se creó en 1786, mientras
nidad, Venezuela y Maracaibo) cuyo gobierno no era fácil por que el Consulado apareció en 1793. El último lugar le tocó al
esta misma fragmentación, a lo que se añadían otras notas que Arzobispado, que tiene fecha de 1805. No obstante, estas refor-
hacían el panorama más complejo; estas gobernaciones agrupa- mas, auspiciadas de forma directa por la monarquía, toparían con
ban, a su vez, un conjunto de ciudades de diversas características algunas dificultades. En ello pudieron intervenir distintos facto-
y recursos económicos, lo que hacía que sus relaciones no fueran res, como la excesiva prudencia con que fueron emprendidas o,
en absoluto fluidas156.
incluso, la reticencia con que fue recibida esa política centraliza-
Otros datos relativos a su administración evidencian las difi- dora por las distintas provincias, que se vieron desposeídas de su
cultades inherentes a la zona; algunas de estas provincias, por antigua autonomía157.
ejemplo, dependían jurídicamente de la Audiencia de Santa Fe,
mientras otras lo hacían de la Audiencia de Santo Domingo.

155 Fue publicado en la Revista Historia Americana y Argentina, Facultad de Filosofía y Le-
157
tras de la Universidad Nacional de Cuyo, Argentina, vol. 47, nº 2, Tercera Época, 2012, pp. LÓPEZ BOHORQUEZ, Ali Enrique: los ministros de la Audiencia de Caracas (1786-
43-64. Puede consultarse en versión abreviada y con el título “Semblanza de una familia de la 1810). Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1984; USLAR PIETRI,
colonia” en la Revista Fronesis, Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, Universidad del Arturo y Efraín SUBERO: Medio milenio de Venezuela. Caracas, Los libros de El Nacional,
Zulia, Venezuela, vol. 21, nº1, enero-abril 2014. 2008, pp. 157ss; MORÓN, Guillermo: El proceso de integración de Venezuela. Caracas,
156 FUENTES BAJO, María Dolores: “Gobernar en una provincia de frontera: Maracaibo 1977; RENGIFO, Diana: La unidad regional Caracas- La Guaira- Valles de 1775 a 1825.
1750-1775”. En Revista, Métodos y Enfoques, 2008, 1. Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1983, pp. 45ss.
106 107
NUESTRA HISTORIA Y SUS ACTORES rez de Aristeguieta160. Tuvo que desistir de su empeño, sin em-
bargo, ante el disenso presentado por su madre, Isabel Clara He-
En esa Venezuela que empezaba a nacer y en esa ciudad de
rrera161; dicho en otros términos, esta anciana señora manifestó
Caracas, convertida en capital, tuvo lugar la pequeña historia que su desacuerdo ante las autoridades competentes, esgrimiendo que
protagonizaron los Mora.
la calidad de Mora era inferior a la de su hija, motivo por el cual
Destacaremos tres nombres. En primer lugar, el de Rosa Nú- se trataría de un matrimonio desigual y, por tanto, poco aconse-
ñez Villavicencio, de padres canarios emigrados a la provincia jable.
de Venezuela. Está reseñado que tenía dos hermanas, Petrona y
Con posterioridad, no está fechado ningún nuevo intento de
Manuela, y que las tres contrajeron matrimonio casi por las
Mora de acabar con su soltería. No obstante, parece que sí tuvo
mismas fechas, poco después del fallecimiento de su madre. Ro-
hijos; en 1796, tras el fallecimiento de su madre Rosa Núñez,
sa Núñez, la que nos interesa, casó en 1742, con otro canario, llevó a vivir a su casa a una mujer parda, María Josefa Tadea de
Francisco Mora158, del que sabemos que fue militar en el real de
los Remedios, a la que trató, en teoría, como hija. También, se-
San Felipe. De su unión nacieron, al menos, tres hijos, Juan José,
gún el propio Mora, vivían bajo su techo cinco niños expósitos
José Hilario y Josefa. De los dos primeros nos ocuparemos en que habían sido abandonados en su puerta, forma quizás eufe-
este trabajo, pues de Josefa Mora apenas hay constancia docu- mística de referirse a otros hijos suyos162.
mental.
En cuanto a las actividades profesionales de Mora, no está
La vida de Rosa Núñez fue larga (murió en 1796, con más de
documentado dónde cursó sus estudios de Derecho, aunque sos-
70 años, muchos para la época que tratamos) y con algunos so-
pechamos que sería en la Universidad de Caracas163, a finales de
bresaltos, aunque no parecieron afectarla. Fue testigo de los dife- los años 50 o comienzos de los 60. Desde luego cuando se tras-
rentes litigios de la familia, incluso algunos fueron promovidos lada a España en 1778, como apoderado de su madre en el litigio
por ella misma159.
por injurias que la enfrentaba con Francisca Ibarra, ya era abo-
En segundo lugar, mencionaremos a Juan José Mora. Nacido
en 1743, está documentado que, en contra de su voluntad, nunca 160 LADERA DE DÍEZ, Elizabeth: Contribución al estudio de la “aristocracia territorial” en
llegó a casarse. En 1787, movido por sus deseos de encumbrarse Venezuela colonial. La familia Xerez Aristeguieta. Siglo XVIII. Caracas, Academia Nacional
de la Historia, 1990; FUENTES BAJO, María Dolores: “Familia, matrimonio y poder en la
socialmente, pretendió a Josefa Blanco Herrera, que pocos años Caracas colonial: el caso de los Jerez Aristeguieta, 1786-1809”. En IX Congreso Internacional
de Historia de América. Sevilla, Asociación de Historiadores Latinoamericanistas Europeos
antes había perdido a su marido, nada menos que D. Miguel Je- (AHILA), 1992.
161 Véase, resumen del Consejo sobre Juan José Mora y su frustrado matrimonio con Josefa

Blanco, 1787-1789. (AGI, Caracas 27); carta de Josefa Blanco al monarca, de Caracas 21 de
158CIORANESCU, Alejandro: Diccionario biográfico de canarios americanos. Santa Cruz de agosto de 1787. (AGI, Caracas 412); representación al monarca de Mora, de Caracas 13 de
Tenerife, Confederación de Cajas de Ahorro, 1992. II, pp. 521, 812. octubre de 1787. (AGI, Caracas 412); memorial de Josefa Blanco, de Caracas 20 de octubre
159 Rosa María Núñez era hija de José Núñez de Aguiar y María López de Villavicencio. Su de 1787. (AGI, Caracas 412); carta de Mora al Príncipe de la Paz, de Caracas 7 de noviembre
esposo, Francisco Rixo de Mora, era natural de Buenavista, Tenerife, hijo de Pedro Rixo de de 1807. (AGI, Caracas 385).
162 Carta de Mora al Príncipe de la Paz, de Caracas 7 de noviembre de 1807. (AGI, Caracas
Mora e Isabel García Méndez del Castillo. Sabemos de él que fue nombrado por el goberna-
dor de Caracas José Solano teniente de la compañía de blancos y mestizos de la ciudad de San 385).
163 LEAL, Ildefonso: La universidad de Caracas: 237 años de historia. Caracas, Círculo Mu-
Felipe, en 1765. Real orden a Antonio Ventura de Taranco, de 30 de agosto de 1778. (AGI,
Caracas 26); carta de Juan José Mora al Príncipe de la Paz, de Caracas 7 de noviembre de sical, 1967, p. 967.
1807. (AGI, Caracas 385).
108 109
gado. Con posterioridad, nuestra información presenta algunas Consta, en otro orden de ideas, que el menor de los Mora
lagunas. Josefa Blanco diría de él, en 1787, que era uno de los cursó leyes como su hermano. Destinamos otro lugar a sus fogo-
abogados más acreditados de la capital, si bien un poco más tar- sas intervenciones como abogado, así como a las sanciones de
de, otro documento recoge que ya no ejercía164. que fue objeto por este motivo169. José Hilario Mora fue también
conocido en su faceta de regidor del Ayuntamiento. Por supuesto
Durante un buen número de años fue, además, fiscal y asesor
que tampoco aquí pasó desapercibido su carácter, como se puede
de los Cuerpos de Artillería e Ingenieros de Caracas165. Aunque
ver por las apreciaciones que hicieron de él diferentes goberna-
sus relaciones con la Audiencia no siempre fueron buenas, anhe-
dores de Caracas como Manuel González (1782-1786), Juan
ló convertirse en oidor supernumerario de la misma; lo solicitó a Guillelmi (1786-1792) y Antonio Carbonell (1792-1799)170.
la Corona en 1807, argumentando que sería una legítima recom-
pensa a sus muchos años de servicio 166 . Este deseo no se vio
cumplido.
BUSCANDO SU LUGAR ENTRE LOS PODEROSOS
En tercer y último término debemos citar a José Hilario Mo-
La documentación sobre los Mora Núñez es útil para el estu-
ra. Es difícil precisar su año de nacimiento, aunque era más jo-
ven que Juan José. De Hilario Mora sí nos consta que se casó; su dio de la vida en Caracas, en los últimos años de la colonia. Una
esposa se llamaba Ana Escurpi y el enlace debió celebrarse en y otra vez testimonia los esfuerzos de la familia por hacerse un
hueco entre aquellos grupos que por su origen distinguido, su
torno a 1780. Ana era hija de un militar español, oriundo del
consolidada posición económica o por ambas cosas a la vez, re-
reino de Aragón, Salvador Escurpi167 y de Juana María Garabán,
gían los destinos de la capital de la Capitanía General. La familia
que creemos natural de Caracas. Durante años, las relaciones de
José Hilario Mora con la familia política fueron casi exclusiva- Mora intentará a través de diversos medios formar parte de esos
sectores influyentes de la sociedad171.
mente en los tribunales; estos extensos expedientes sobre sus
diferencias nos han permitido conocer muchos detalles de su vi- Juan José Mora referirá, con este objetivo, la nobleza de sus
da168. orígenes. Esto hizo, por ejemplo, cuando viajó a Madrid para

general de esta provincia, por ante Dn. Pedro del Río”, s.f., y “Testimonio de los autos crimi-
164 Instancia de Mora, de Madrid 17 de agosto de 1778. (AGI, Caracas 255); memorial de nales seguidos por D. Juana Mª Garaban, viuda del capitán Dn. Salvador Escurpi, contra D.
Josefa Blanco, de Caracas 20 de octubre de 1787. (AGI, Caracas 412); representación del José Hilario Mora, su yerno, sobre injurias, en el tribunal del señor gobernador y capitán
promotor fiscal, de Caracas 12 de enero de 1789. (AGI, Caracas 91). general de esta provincia, ante el escribano público Dn. Pedro del Río”, s.f. (AGI, Caracas
165 En 1807, Juan José Mora daba cuenta de sus 25 años al servicio de la Corona, de ellos 23 453).
169 Real cédula a la Audiencia de Santo Domingo, de San Ildefonso 19 de septiembre de 1778.
como fiscal y los dos últimos, de asesor. Representación de Juan José Mora, de Caracas 18 de
marzo de 1807. (AGI, Caracas 385). (AGI, Santo Domingo 913, L. 41); real cédula a la misma Audiencia, de San Ildefonso 25 de
166 Representación de Mora, de Caracas 18 de marzo de 1807. (AGI, Caracas 385). agosto de 1785. (AGI, Santo Domingo 897, L. 73).
167 En el legajo 80 de la Audiencia de Caracas del Archivo General de Indias se custodia 170 Véase oficio de Antonio Ventura de Taranco al gobernador de Caracas, de Madrid 26 de

documentación sobre la hoja de servicios de Escurpi. enero de 1785. (AGI, Caracas 167); “Noticia y reflexiones sobre la conducta de Dn. Joseph
168 Diario de las providencias dadas por el superior tribunal de la real Audiencia de Santo Hilario Mora, abogado y regidor llano de Caracas”, s.f., 1787. (AGI, Caracas 453); real orden
Domingo, de Santo Domingo, 18 de abril de 1788. (AGI, Santo Domingo 994); real orden al al gobernador del Consejo de Indias, de San Ildefonso 25 de septiembre de 1794. (AGI, Cara-
gobernador de Caracas, de Madrid 3 de marzo de 1789. (AGI, Caracas 376); carta nº53 de cas 27); índice de las representaciones remitidas por el capitán general de Caracas a Diego
Juan Guillelmi a Antonio Porlier, de Caracas 14 de junio de 1789. (AGI, Caracas 91); “Testi- Gardoqui, de 4 de abril de 1796. (AGI, Caracas 95).
171 QUINTERO, Inés: El último marqués. Francisco Rodríguez del Toro, 1761-1851. Caracas,
monio de los autos ejecutivos seguidos por el licenciado Dn. Juan José Mora contra D. José
de Escurpi por cobro de cantidad de pesos, en el tribunal del señor gobernador y capitán Fundación Bigott, 2005.
110 111
defender los derechos de su madre ante el Consejo de Indias, en La razón podía estar de su parte y ser sus orígenes notables.
la denuncia por injurias presentada por Dña. Francisca Ibarra y Cioranescu documenta la existencia de un tal Juan Núñez, portu-
sus sobrinos, negando las imputaciones que le hacían, pues la gués asentado en Tenerife a comienzos del siglo XVI, del que
nobleza de su cuna le impedía decir palabras malsonantes. Tiem- descenderían los Núñez de Aguiar, aunque lo cierto es que Mora
po después, ante las alegaciones presentadas por los familiares nunca adjuntó prueba documental alguna174.
de Josefa Blanco en el juicio de disenso para impedir su matri-
Añadía, además, Mora que debía ser considerado noble por
monio, Mora respondería que su calidad en modo alguno era in-
los méritos contraídos a título personal y el buen hacer demos-
ferior a la de la viuda Josefa Blanco, como argumentaban172 pues
pertenecía a una de las familias más estimadas de la ciudad173. trado en las importantes comisiones que se le habían encargado.
Dato que aparece mencionado en sus escritos y que, como en el
Aunque el Consejo de Indias apuntaba en nota marginal, al caso anterior, no estaba unido a testimonio alguno que arrojara
extractar sus representaciones, que las afirmaciones de Mora no luz sobre lo que le fue encomendado y su relevancia175.
venían avaladas por documento alguno que las justificara y aun-
En un contexto diferente, su hermano José Hilario aludía al
que algún gobernador, como Juan Guillelmi, llegara a sonreírse
ante su pretendida nobleza, el hecho es que éste la reivindicó en tema. Agobiado por sus problemas económicos, sacará a relucir
varias ocasiones. la nobleza de sus orígenes, pues llevaba implícito el goce de de-
terminados privilegios que le harían más llevaderas algunas si-
Mora hablaba con orgullo del origen canario de sus progeni- tuaciones comprometidas. Mencionaba el tema en uno de los
tores, con especial hincapié en sus ancestros por línea materna. pleitos con Juana María Garabán; en efecto, esto ocurrió después
Citaba así a sus abuelos, José Núñez de Aguiar y María López de de la petición de su madre política de que fuera encarcelado, ya
Villavicencio, cuyas familias eran de las más antiguas arraigadas que no podía pagar las costas del proceso a que había sido sen-
en Canarias, pues descendían de los primeros pobladores de las tenciado. Mora aprovechó la ocasión para sacar a colación que
islas. gozaba del fuero de noble, lo cual le eximía de la vergüenza de
sufrir prisión por deudas176.

172 PELLICER, Luis Felipe: “El amor y el interés. Matrimonio y familia en Venezuela en el
siglo XVIII”. En DÁVILA MENDOZA, D. (coordinadora): Historia, género y familia en
Iberoamérica: siglos XVI a XX. Caracas, Fundación Konrad Adenauer, Universidad Católica
Andrés Bello, Instituto de Investigaciones Históricas, 2004, pp. 2214ss; LANGUE, Frédéri-
que: Rumores y sensibilidades en Venezuela colonial. Cuando de historia cultural se trata.
Barquisimeto, Fundación Buria, Editorial Horizonte C.A., 2010, pp. 63ss.
173 Josefa Blanco pidió consejo a su madre, en relación a su boda el 11 de junio de 1787. A

continuación, ante el gobernador de Caracas Guillelmi, Isabel Clara Herrera entabló juicio de
174
disenso. Transcurridos los ochos días prescritos por la Real Pragmática de matrimonios, Juan CIORANESCU, Diccionario biográfico, II, p. 520.
175
Guillelmi declaró racional el disenso (4 de agosto de 1787), lo que motivó que Juan José Real orden a Antonio Ventura de Taranco, de 30 de agosto de 1778. (AGI, Caracas 26);
Mora recurriera a la Audiencia, la cual terminó confirmando el primer fallo el 3 de septiembre carta reservada nº1 de Juan Guillelmi a Antonio Porlier, sin fecha. (AGI, Caracas 167 y 453);
de 1787. Véase, resumen del Consejo sobre Mora y su frustrado matrimonio con Josefa Blan- representación al monarca de Mora, de Caracas 13 de octubre de 1787. (AGI, Caracas 412).
176 “Testimonio de los autos criminales seguidos por D. Juana Mª Garabán, viuda del capitán
co, 1787-1789. (AGI, Caracas 27); carta de Josefa Blanco al monarca, de Caracas 21 de agos-
to de 1787. (AGI, Caracas 412); representación al monarca de Mora, de Caracas 13 de octubre Dn. Salvador Escurpi, contra D. José Hilario Mora, su yerno, sobre injurias, en el tribunal del
de 1787. (AGI, Caracas 412); memorial de Josefa Blanco, de Caracas 20 de octubre de 1787. señor gobernador y capitán general de esta provincia, ante el escribano público Dn. Pedro del
(AGI, Caracas 412). Río”, s.f., (AGI, Caracas 453).
112 113
LA ABOGACÍA Y OTRAS ACTIVIDADES PROFESIO- benignidad con que se le trata, he venido en alzarle
NALES como desde luego le alzo la suspensión del tiempo
que le falta para cumplir la que le impusisteis a fin de
Para formar parte de los sectores más distinguidos de Cara- que pueda ejercer su profesión de abogado…, advir-
cas, no bastaba con asegurar la pertenencia a una familia conoci-
tiéndole de lo que debe a mi real piedad a fin de que
da, era necesario el refrendo de unas abultadas rentas y, por su-
este conocimiento lo contenga en los ímpetus de sus
puesto, el hacer gala de un cierto estilo de vida. pasiones…178.
Se ha mencionado que ambos hermanos cursaron estudios de
Derecho; las noticias disponibles sobre Juan José Mora como
abogado no son muy numerosas, pero se desprende de ellas que, Sabemos, por otra parte, que el menor de los Mora desempe-
gozaba de cierta consideración y fortuna. Está registrada su me- ñó cargos al servicio del municipio179. Así, fue durante un buen
diación en el contencioso de su madre con Francisca Ibarra, que número de años regidor en el Ayuntamiento, donde está docu-
le obligó a viajar a Madrid para congraciarse con las autoridades mentado que una vez más salieron a relucir las peculiaridades de
españolas177. Son distintas y no desprovistas de humor las refe- su carácter. Las quejas del gobernador Manuel González fueron
rencias a su hermano. en extremo duras con él pues llegó a recomendar al Consejo de
Indias su cese como regidor, al hacerlo responsable de todos los
Hilario Mora adquirió fama de impetuoso, después de un
problemas e inquietudes que se respiraban en el Cabildo; refería,
pleito que tuvo a la familia en pie de guerra. Estuvo relacionado
en este sentido, que quedaban puestos vacantes invariablemente
con la muerte prematura de Josefa Mora, hija igualmente de Ro-
en el Consistorio por evitar roces con José Hilario Mora. No obs-
sa Núñez y hermana de los dos abogados; dejaba una niña huér- tante, se descartó medida tan drástica, confiando que por otros
fana de corta edad y la familia intentó por todos los medios arre- medios fuera posible lograr un cambio en Mora180
batársela a su padre Juan José Echenique. De la apelación a la
Audiencia de Santo Domingo se responsabilizó Hilario Mora
pero, tal fue su enardecimiento en el litigio, que fue amonestado 178 Real cédula a la Audiencia de Santo Domingo, de San Ildefonso 19 de septiembre de 1778.
(AGI, Santo Domingo 913, L. 41). El subrayado es nuestro.
por las autoridades, llegándose a prohibir por varios años ejercer 179 LANGUE, Frédérique: “Antagonismo y solidaridades en un Cabildo colonial: Caracas

de abogado. Pasado un tiempo, diferentes peticiones suyas tuvie- 1750-1810”. En Anuario de Estudios Americanos, 49, 1992, pp. 371 ss.; MESA, Robinzon y
Héctor MOLINA: La lucha por el poder en Venezuela durante el siglo XVIII. Conflictos y
ron eco en el monarca; no obstante la real cédula que le levantó acuerdos del Cabildo de Caracas con las autoridades coloniales. Mérida, Fundación para el
la sanción era bastante explícita sobre el talante de José Hilario, desarrollo cultural del municipio Tovar, Grupo de Investigación sobre historiografía de Vene-
zuela, 1997; MAGO DE CHÓPITE, Lila y José J. HERNÁNDEZ PALOMO: El Cabildo de
al puntualizar que: Caracas (1750-1821). Sevilla, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Escuela de
Estudios Hispano Americanos, Cabildo Metropolitano de Caracas, Universidad Pedagógica
…usando de conmiseración, supuesta la confesión Experimental Libertador, 2002.
180 En el siglo XVIII fueron constantes las diferencias entre los distintos gobernadores y los

que de su culpa ha hecho el enunciado Dn. José Hila- miembros del Cabildo de Caracas, institución que vio como quedaba recortada su tradicional
autonomía con las reformas borbónicas. Pueden servir, en este sentido, de muestra las opinio-
rio Mora y que espero no abusará en lo sucesivo de la nes de Manuel González sobre Mora. Véase, oficio de Antonio Ventura de Taranco al gober-
nador de Caracas, de Madrid 26 de enero de 1785. (AGI, Caracas 167); “Noticia y reflexiones
sobre la conducta de Dn. Joseph Hilario Mora, abogado y regidor llano de Caracas”, s.f.,
177 Instancia de Juan José Mora, de Madrid 17 de agosto de 1778. (AGI, Caracas 255). 1787. (AGI, Caracas 453).
114 115
LA PROPIEDAD DE LA TIERRA TIENTA A LOS HER- escritos que en esas fechas dirigió a las autoridades de Madrid,
MANOS MORA buscando su apoyo para salir de aquella tesitura, porque eviden-
cian la holgada situación económica de Mora. Nuestro abogado
Con independencia de sus ocupaciones, se sintieron atraídos se lamentaba de tener desatendidos sus negocios y de que su
por la idea de convertirse en terratenientes, sobre todo Juan José
confinamiento le resultaba costoso, pues debía pagar su propia
Mora. En las fuentes aparece el nombre de Juan José incluido en
alimentación y el salario de una guardia nombrada por el gober-
un padrón de 1806 de los hacendados más renombrados de Cara-
nador Guillelmi para su custodia186. A pesar de esto, Mora afron-
cas181, mientras su hermano José Hilario padeció penurias eco-
tó los gastos de su dilatado arresto y ayudó económicamente a su
nómicas casi toda su vida, después que fracasaran sus intentos de hermano, prueba evidente de sus saneadas rentas187.
buscar acomodo en la sociedad colonial.
Con respecto a Hilario Mora, las noticias disponibles son es-
Según testimonio del propio Juan José Mora182, poseía una cuetas. Su existencia estuvo marcada por las deudas, aunque en
hacienda de caña y una siembra de añil183. Sostiene el historiador
algún momento se propuso, si bien con poca fortuna, convertirse
Mckinley que había recibido estas propiedades por herencia y
en terrateniente. Su suegra Juana María Garabán se quejaba a
que le aportaban unos ingresos considerables, si bien no docu- Guillelmi de que el único objetivo de sus litigios era arrebatarle
menta estas afirmaciones184.
sus tierras, en concreto una rentable siembra de añil. A pesar de
Disponemos de algunos datos de los años 1787-1790 que ra- su empeño, sospechamos que no tuvo éxito, para tranquilidad de
tifican las saneadas finanzas del mayor de los Mora, aún en si- Juana Garabán188.
tuaciones críticas. Por aquel entonces Juan José Mora tuvo pro-
blemas en los tribunales que terminaron llevándolo a prisión, al
ser acusado de la muerte de un esclavo185. Son interesantes los LOS MORA NUÑEZ ANTE LA ESCLAVITUD

181 BRITO FIGUEROA, Federico: La estructura económica de Venezuela colonial. Caracas, Pero no había señor que se preciara que no fuera dueño de
Universidad Central de Venezuela, 1963, pp. 436-437.
182 A lo largo de la historia que relatamos, son varias las referencias que encontraremos a las
esclavos, sobre todo en una ciudad como Caracas donde clara-
siembras de añil y es que en el último cuarto del siglo XVIII empieza a diversificarse la agri- mente era un signo de estatus189. Son diversas las alusiones al
cultura venezolana; de esta forma, junto al cacao, van tomando relieve otros cultivos, como
tabaco, añil, café o azúcar. Véase, representación de Mora a Juan Guillelmi, de Caracas 16 de
marzo de 1789. (AGI, Caracas 453); carta de Mora al Príncipe de la Paz, de Caracas 7 de cas 376); representación al monarca de Mora, de Caracas 12 de febrero de 1789. (AGI, Cara-
noviembre de 1807, (AGI, Caracas 385). cas 453).
183 DEPONS, Francisco: Viaje a la parte oriental de Tierra Firme en la América Meridional. 186 En 1789 decía llevar gastados 7.300 pesos. Representación al monarca de Mora, de Cara-

Caracas, Banco Central de Venezuela, 1960. II, pp. 25ss; 2 volúmenes.; LANGUE, Frédéri- cas 12 de febrero de 1789. (AGI, Caracas 453); representación de Mora a Guillelmi, sin fecha.
que: “El añil en la Venezuela ilustrada: una historia inconclusa”. En Revista de Indias, 58, (AGI, Caracas 453).
187 Juan José Mora corrió con los gastos de las costas de un juicio, al alegar su hermano insol-
214, 1998, pp. 637ss.
184 MCKINLEY, P. Michael: Pre-revolutionary Caracas: politics, economy and society, vencia. El importe de las mismas fue de 121 pesos. Diligencia del escribano Pedro del Río, de
1777-1811. Cambridge University Press, 1985, pp. 94-95. Caracas 16 de diciembre de 1788. (AGI, Caracas 376).
185 A pesar de no haberse casado con Josefa Blanco, Mora siguió manteniendo buenas rela- 188 Petición al gobernador y capitán general de Juana Garabán, s.f., sobre el 17 de julio de

ciones con ella; fue tutor de sus hijas menores y administró algunas de sus haciendas. Preci- 1786. (AGI, Caracas 453).
189 DEPONS, Viaje a la parte oriental de Tierra Firme, II, pp. 232ss.; LUCENA SALMO-
samente, pertenecía a una de ellas, denominada El Palmar, el esclavo muerto. Auto de la
Audiencia, de Caracas 22 de diciembre de 1788. (AGI, Caracas 167); carta nº 16 a Antonio RAL, Manuel: La esclavitud en la América española. Warszawa, Universidad de Varsovia,
Porlier de Antonio López Quintana, Francisco Ignacia Cortines y Juan Nepomuceno de Pe- Centro de Estudios Latinoamericanos, 2002; ANDRÉS-GALLEGO, José: La esclavitud en la
drosa, oidores de la Audiencia de Caracas, de Caracas 28 de diciembre de 1788. (AGI, Cara- América española. Madrid, Ediciones Encuentro y Fundación Ignacio Larramendi, 2002;
116 117
tema en los litigios de los Mora; nos arrojan luz sobre la conside- Avala nuestra teoría el testimonio de Juana María Garabán;
ración que merecían tanto a sus dueños como a las autoridades se quejaba amargamente en 1787 de la prisión que tenía que su-
de la colonia. frir su hijo José Escurpi a causa de sus deudas. Pero lo que le
hacía sufrir más era el hecho de que José tuviera que mezclarse
En el pleito de 1777 por injurias, citado otras veces, que en- en la cárcel pública con facinerosos negros y zambos190.
frentó a Rosa Núñez y Francisca Ibarra tendrían un papel desta-
cado. Relatan las fuentes que se mostraron en la iglesia de los Otro documento de la familia Mora es elocuente de la opi-
franciscanos tan agraviadas como su ama Rosa Núñez, hasta el nión que merecían los esclavos. En 1807, cuando Juan José Mora
punto de que la secundaron en sus insultos, llegando una de ellas pleiteaba con su hermano, tratando de desautorizarlos y conser-
a dar una bofetada a Dña. Francisca Ibarra. var a su lado a su supuesta hija Josefa Tadea, añadía que ésta
desempeñaba un papel clave en su casa. En efecto, señalaba el
De este episodio pueden deducirse algunas cosas. La relación abogado que llevaba todo el peso del hogar pues su salud ya era
que con las esclavas tenían sus amas podía ser de cierta compli-
delicada, actuando con mano firme con los numerosos esclavos,
cidad. En el citado suceso, las esclavas, por iniciativa propia o,
tanto varones como hembras, que tenían pues por su color negro
lo que es más creíble, a instancias de Rosa Núñez, de forma os- no eran dignos de confianza y era preciso contenerlos en sus in-
tensible se pusieron de su lado. Está documentado que este gesto sultos191.
fue recompensado por Rosa; una de las esclavas, la autora de la
agresión a Francisca Ibarra, se vio en la necesidad de huir de En ocasiones, este control fue de especial dureza. Está do-
forma precipitada de la ciudad, ante la amenaza de las autorida- cumentado en uno de los numerosos pleitos en que se vio invo-
des de amputarle una de las manos (justo con la que pegó a la lucrado Hilario Mora, el castigo recibido por una esclava domés-
Ibarra). Casi con toda seguridad, puede afirmarse que en ello tica suya llamada María Andrea, que terminó pariendo una cria-
contó con la ayuda de la Familia Mora. tura muerta, a causa de los golpes recibidos.

Sin embargo, no debe llevarnos a engaño este hecho. Se tra- Se ha aludido en diferentes ocasiones a Juan José Mora en
taba de una sociedad donde prevalecían unos criterios jerárqui- relación con un esclavo de El Palmar. Sabemos que su muerte
cos, lo que nos lleva a suponer que el comportamiento de Rosa ocurrió algún tiempo después de que Mora ordenara, en su cali-
Núñez no fue la norma sino la excepción. Cabe además pensar dad de administrador de la hacienda, que se le dieran 60 azotes.
que obedeció más a sus propios intereses que a una seria preocu-
pación por la esclava. La matriarca de los Mora se sentiría herida La postura de las autoridades con respecto a la difícil situa-
en su orgullo porque el fallo de los jueces le había sido adverso y ción de los esclavos nunca estuvo demasiado clara. En principio,
no por otras cuestiones. admitían la gravedad de los hechos denunciados, si bien sus sen-
tencias eran bastante benévolas, por lo general, con sus dueños.
En este sentido, por ejemplo, reconocieron la dureza con que
ORTEGA, Miguel Ángel: “La vida cotidiana de los esclavos en las unidades productivas de
190
cacao y caña dulce del siglo XVIII”. En AMODIO, E.: La vida cotidiana en Venezuela duran- Carta al monarca, de Caracas 19 de noviembre de 1787. (AGI, Caracas 376).
191
te el siglo XVIII. Maracaibo, Gobernación del Estado Zulia, Secretaría de Cultura 1998, pp. Carta de Mora al Príncipe de la Paz, de Caracas 7 de noviembre de 1807. (AGI, Caracas
55ss. 385).
118 119
había sido tratada la esclava Andrea, aunque dieron credibilidad Con el fin, sin duda, de dejar constancia de su buena posi-
a ciertas declaraciones y concluyeron que no se podía culpar a ción, mencionaba en sus memoriales Juan José Mora que vivía
Hilario Mora del aborto. El propio escribano anotaba: en una de las casas de las más capaces de Caracas, teniendo a su
servicio numerosos criados y esclavos. Sospechamos que esta
…que había pasado personalmente a la casa del
vivienda la había heredado, junto a las haciendas antes mencio-
referido Mora e informado de la propia esclava, de un
nadas. Al permanecer soltero, después que los pleitos de los
practicante y paltera (sic) le habían asegurado no ha-
Aristeguieta impidieran su boda, vivió junto a su madre hasta el
ber sobrevenido el parto de castigo alguno y más bien fallecimiento de ésta en 1796194.
de enfermedades que la esclava padecía por tener da-
ñada la sangre muchos tiempos ha192. De la vida de Rosa Núñez, por otra parte, está registrado su
matrimonio en 1742 con Francisco de Mora, de ascendencia ca-
Los años que estuvo preso Juan José Mora fueron resultado naria como ella, a poco de quedar huérfana de madre195. Mantu-
no tanto de la muerte del esclavo sino del interés del gobernador
vo una relación estrecha con los hijos habidos de su unión, en
Juan Guillelmi en mantenerlo bajo su control directo, en unos
especial con Josefa y Juan José. Éste último, por ejemplo, con
momentos de cierta inestabilidad en Caracas193.
motivo de su prisión por el tema del esclavo, llamaba la atención
de las autoridades sobre el gran pesar que esta situación causaba
a su familia, en concreto a su madre, una venerable anciana que
TRAS UN DETERMINADO ESTILO DE VIDA se encontraba –y esto lo subrayaba– anegada en lágrimas día y
noche196.
Para ser considerado uno más entre los poderosos restaba
otro requisito; era preciso hacer gala de ciertas costumbres y Poco más puede añadirse sobre la matriarca de la familia,
formas de percibir la vida o, al menos, velar por las apariencias. salvo lo relativo a ciertos hábitos suyos. En este sentido, sabe-
Vamos a centrarnos en algunos aspectos de estos refinados hábi- mos que como toda mujer honrada y de cierta calidad, se hacía
tos que deseaban hacer suyos los Mora. Tendremos ocasión de acompañar por su servidumbre cuando salía del hogar, sobre to-
observar el diferente comportamiento de los tres miembros de la do, si se proponía asistir a los oficios religiosos197.
familia: Juan José será el más respetuoso con los convenciona-
lismos sociales, mientras su madre estará lejos de responder al Por lo que hace a Hilario Mora, está documentado su interés
estereotipo de mujer de la época, a pesar de sus esfuerzos en esta en contraer un matrimonio apropiado mediante el que pudiera
línea. Otro tanto puede decirse de su hijo menor Hilario, que no ascender peldaños en la sociedad capitalina198. Sabemos que, una
podrá en absoluto ajustarse a las pautas de conducta marcadas
por las capas altas de la sociedad, quizá por su carácter, quizá 194 Carta de Mora al Príncipe de la Paz, de Caracas 7 de noviembre de 1807. (AGI, Caracas
por los caprichos de la fortuna que siempre le fue adversa. 385).
195 CIORANESCU, Diccionario biográfico, II, pp. 521 y 812.
196 Representación de Mora al regente de la Audiencia Antonio López Quintana, de Caracas
192 Certificación del escribano Gabriel José de Aramburu. Caracas 30 de diciembre de 1788. 27 de mayo de 1788. (AGI, Caracas 453).
197 Resumen del Consejo de una instancia de Juan José Mora, de 17 de agosto de 1778. (AGI,
(AGI, Caracas 91).
193 Representación de Mora a través de su apoderado Alejandro Freyle, de Madrid 4 de marzo Caracas 26).
198 PELLICER, El amor y el interés, pp. 151ss.
de 1791. (AGI, Caracas 375).
120 121
vez celebrado su enlace con Ana Escurpi, hija de un militar ara- CUIDANDO ESOS NUEVOS HÁBITOS
gonés, vivió con su familia política 199 . No obstante, Hilario
Juan José Mora será el más respetuoso del clan a la hora de
deseaba ser como su hermano y en 1785 alquiló una casona a
Josefa Mendes, a la que prometió dar su protección y, en su cali- velar por su estilo de vida. Para ello, nos puede servir un ejem-
plo; tras la muerte de su madre en 1796, llevó a una joven parda
dad de profesor de Derecho, brindar asesoramiento de forma de-
sinteresada en los posibles problemas legales que tuviera200. a vivir a su casa, aunque ante los ojos de todos fue presentada
como hija suya. Sabemos que años después, en 1807, vivían en
La casualidad nos ha permitido conocer las interioridades de su mansión cinco niños, aunque el abogado nunca reconoció que
su vivienda. Sabemos, así, de la existencia en ella de una sala fueran hijos suyos y de la parda María Josefa Tadea, sino que se
especial, probablemente destinada a recibir a sus allegados 201 ; cuidó de aclarar que eran expósitos dejados en la puerta de su
amueblada de forma lujosa, con todo tipo de espejos, cornuco- casa204.
pias y sillas, su descripción la debemos a Juana Garabán:
La sociedad colonial era bastante condescendiente, en espe-
…las cornucopias que son diez y ocho, y bombas cial con los varones, siempre que se fuera respetuoso con las
de cristal, cuatro canapés dorados con dos docenas de formas y se cuidara de no ser motivo de escándalo. La vida pri-
sillas… dos espejos grandes y colgadura de seda que vada de Mora no hubiera salido a la luz y menos llegado a oídos
tiene en la sala, con lo más que tenga en ella y de que de las autoridades de Madrid, de no ser por su hermano José Hi-
no puede necesitar sino para el fausto y ostentación y lario.
lujo…202.
En este sentido, los dos hermanos se enzarzaron en una bata-
De la servidumbre que le atendía, conocemos algunos datos. lla legal con Josefa Tadea de telón de fondo. Sin embargo, este
Recogen nuestras fuentes, en este sentido, la existencia de dos hecho debió estar motivado por otras razones, como se deduce
mujeres: una era criada y otra aparece designada como escla- fijándonos en las fechas. En efecto, fue en 1796 cuando Juan
va203. José abrió las puertas de su morada a Josefa Tadea, pero hasta
1807, once años más tarde, no presentó sus denuncias José Hila-
rio. Entonces fue cuando instó a las autoridades a que impidieran
la convivencia bajo el mismo techo de Josefa Tadea y Juan José
Mora, pues era su barragana y esto había trascendido a la pobla-
199 Petición de Juana Garabán al gobernador, s.f., sobre el 17 de julio de 1786. (AGI, Caracas
453).
200 Josefa Mendes era vecina del Puerto de La Guaira y viuda del capitán Francisco Javier de 204O´PHELAN GODOY, Scarlett: “Entre el afecto y la mala conciencia. La paternidad res-
Uraín, con el que había tenido tres hijas. El arrendamiento era por cinco años y debía pagar 16 ponsable en el Perú borbónico”. En O´PHELAN GODOY, S. y M. ZEGARRA FLOREZ
pesos mensuales. Véase el expediente sobre la petición de Josefa Mendes, 1795. (AGI, Cara- (editoras): Mujeres, familia y sociedad en la historia de América Latina: siglos XVIII-XXI.
cas 336) Lima, CENDOC-Mujer, Pontificia Universidad Católica del Perú, Instituto Riva Agüero,
201 DEPONS, Viaje a la parte oriental de Tierra Firme, II, pp. 212 ss. Instituto Francés de Estudios Andinos, 2006, pp. 37-56; RODRÍGUEZ, Pablo: “Iluminando
202 Era frecuente en las grandes casas de Caracas disponer de una dependencia especial donde sombras: ilegitimidad, abandono infantil y adopción en la historia colombiana”. En
se lucían los mejores muebles para, casi exclusivamente, atender a amigos y parientes. Véase O´PHELAN GODOY, S. y M. ZEGARRA FLOREZ (editoras): Mujeres, familia y sociedad
el pedimento de Juana Garabán, s.f., en torno al 16 de octubre de 1788. (AGI, Caracas 453). en la historia de América Latina: siglo XVIII-XXI. Lima, CENDOC- Mujer, Pontificia Uni-
203 Certificación del escribano Gabriel José de Aramburu. Caracas 30 de diciembre de 1788. versidad Católica del Perú, Instituto Riva Agüero, Instituto Francés de Estudios Andinos,
(AGI, Caracas 91). 2006.
122 123
ción. Como era de esperar, el mayor de los Mora negó con fir- toridades de Caracas, primero, y, más tarde en grado de apela-
meza estas acusaciones, alegando que no comprendía las inten- ción ante la Audiencia de Santo Domingo207.
ciones de su hermano205.
La matriarca Rosa Núñez, mujer aguerrida donde las hubiera,
Si bien en el caso del abogado Mora, los documentos no faci- protagonizó otras historias dignas de resaltar. En un día tan so-
litan el desenlace de este episodio, parece claro su interés en lemne como el Domingo de Ramos de 1777, no dudó un momen-
guiarse, al menos formalmente, por unas normas sociales que le to en insultar, en el interior de la concurrida iglesia de San Fran-
confirieran cierta respetabilidad. No ocurría igual con otros cisco, a Doña Francisca Ibarra, porque se había atrevido a pisar-
miembros de la familia. Rosa Núñez dio mucho que hablar en la la. En efecto, a pesar de presumir numerosas veces de su linaje,
Caracas de finales de siglo a causa de su carácter. El gobernador no dudó en calificarla de perra, india, borracha, gravísima afrenta
Guillelmi mencionaba que estaban en la mente de todos los aje- a su honor que supuso el principio de un pleito que duraría diez
treados sucesos que rodearon su separación de Francisco Mora. largos años.
Dato que nos parece demasiado escueto para una historia que
Había varias versiones. Juan José Mora liberaba a su madre
prometía ser apasionante; por fortuna sabemos de otros pasajes
de la dilatada vida de Rosa206. de cualquier responsabilidad en los hechos que se le imputaban,
considerándola más bien la víctima de los atropellos de Francis-
Se habló en otro lugar de la buena relación con sus hijos, a lo ca Ibarra, que hubieran ido a más de no interponerse una de sus
que debemos añadir que ésta fue especial con su hija Josefa, co- esclavas. En este sentido manifestaba en una instancia suya que:
mo se deduce de su reacción ante su inesperado fallecimiento.
…hallándose su madre Dña. Rosa María Núñez de
Rosa Núñez decidió entonces, sin más, criar en persona a su nie-
ta. Para ello la separó de forma violenta de Juan José Echenique, Villavicencio, la mañana del Domingo de Ramos del
su padre, a quien acusó no sólo de la muerte de su esposa sino de año pasado de 77 con tres esclavas propias en la igle-
sia de religiosos franciscos de aquella ciudad, se em-
figurar en sus planes arrebatarle la vida también a la pequeña
para hacerse con su dinero. Si la razón acompañaba o no a Rosa peñó Dña. Francisca de Ibarra en pasar por el mismo
sitio que ocupaba dicha su madre, atropellándola a es-
es algo que no estamos en disposición de precisar; conocemos
te fin y que, habiendo ésta procurado estorbarlo con
que este fue el motivo de que pleiteara con su yerno ante las au-
insinuaciones políticas, se enardeció aquélla de suerte
que la cargó de injurias y dicterios graves a su honor,
205
al de sus hijos y larga familia y que la hubiera insulta-
Juan José Mora se esforzaba en convencer a las autoridades de que Josefa Tadea, nacida en
1773, era fruto de su unión con María de la Luz Leguisamon, por entonces casada con Juan
Antonio Catanio; se hizo siempre cargo, añadía, de su manutención y, una vez muerto Catanio
en 1796 (obsérvese que también es el año del fallecimiento de Rosa Núñez), decidió llevarla
consigo. Sobre las denuncias de José Hilario Mora, se sabe que primero se dirigió al goberna-
207
dor Manuel de Guevara Vasconcelos y, al no ser atendido, optó por escribir diferentes oficios En el pleito de los Mora con Echenique actuó de escribano público José María Terrero,
a Judas Tadeo Tornos, subinspector del Cuerpo de Artillería. Se decidió, finalmente, consultar siendo gobernador de la provincia José Carlos Agüero (1772-1777). Real cédula a la Audien-
la materia a las autoridades españolas. Véase carta de Mora al Príncipe de la Paz, de Caracas 7 cia de Santo Domingo, de San Ildefonso 19 de septiembre de 1778. (AGI, Santo Domingo
de noviembre de 1807. (AGI, Caracas 385). 913, L.41); certificación del escribano público Miguel Antonio Eysaguirre, de Caracas 30 de
206 “Noticia y reflexiones sobre la conducta de Dn. José Hilario Mora, abogado y regidor llano diciembre de 1788. (AGI, Caracas 91); carta nº 12 de Juan Guillelmi a Antonio Porlier, de
de Caracas”, s.f. (AGI, Caracas 167 y 453). Caracas 28 de febrero de 1789. (AGI, Caracas 91).
124 125
do de hecho, a no haberse puesto en medio una de las iglesias de la ciudad; eso sí, el gobernador le instó a ir al templo
tres esclavas para impedir el golpe…208. sola, sin servidumbre.

El gobernador Guillelmi, que se tenía por buen conocedor de Rosa Núñez, como se evidencia, no respondía al arquetipo de
la familia Mora, contaba de forma distinta los hechos de la igle- mujer de la época, quizá tampoco se lo propusiera 210 . Su hijo
sia de San Francisco: menor, José Hilario, parece que heredó sus maneras. Se ha men-
cionado su vinculación a la familia Escurpi Garabán, tras su ma-
…Hay (sic) muchos años que ha dado que hacer a
trimonio. En contra de lo esperado, su unión con Ana Escurpi no
los tribunales (José Hilario Mora)… El carácter de al-
lo encumbró ni social ni económicamente y solo le proporcionó
tanería en esta descendencia lo comprueba el escanda-
enfrentamientos en los tribunales. En efecto, está documentada
loso insulto que la madre de Mora, Dña. Rosa Núñez,
una serie interminable de pleitos entre las dos partes, en su ma-
hizo a Dña. Francisca de Ibarra, de una de las más dis- yoría con un trasfondo económico.
tinguidas familias de esta ciudad, en el convento de
San Francisco con la mayor publicidad…209 Se ha señalado más arriba que la nueva pareja se fue a vivir a
una gran mansión, pretendiendo Hilario emular a su hermano.
Cuando se vio ante los tribunales, preocupados no tanto por Quedará en mero intento; lo prueba el hecho, sin ir más lejos, del
el altercado sino por el escándalo que provocó en el templo, se pleito que le enfrentó a su casera Josefa Mendes, durante diez
castigó con más rigor a las esclavas que a la propia madre de
largos años, al no pagarle nunca la renta estipulada por el alqui-
Juan José Mora. De esta manera, fueron condenadas a ser pues- ler de la vivienda211.
tas en el argollón de la plaza, de forma inmediata, y a continua-
ción, al destierro perpetuo de Caracas; la autora de la bofetada,
además, a la amputación de la mano con la que causó la afrenta, 210 Este es el contenido de la sentencia del gobernador, previo dictamen del asesor Francisco
mientras su ama debía permanecer temporalmente arrestada en Alcántara, de 25 de febrero de 1778. Apelaron los Mora a la Audiencia de Santo Domingo,
su casa y pagar una limosna de cera destinada a las diferentes que dictó sentencia en grado de vista el 14 de junio de 1779 y, de revista, el 9 de septiembre
del mismo año. La Audiencia dio la razón a la familia Mora en el sentido de que el asesor
Alcántara fue manipulado por la parte de Francisca Ibarra; en consecuencia, el fallo de este
tribunal fue más benevolente: condenó así tanto a Francisca Ibarra como a Rosa Núñez a dar
una arroba de cera para el Santísimo de la iglesia donde ocurrieron los hechos; a la mayor de
208 Resumen del Consejo de Indias de la instancia de Mora, de 17 de agosto de 1778. (AGI, las esclavas, que había huido de Caracas, a la vergüenza pública; seguía figurando el destierro
Caracas 26). perpetuo como castigo a las tres mujeres. La enemistad entre las dos familias, lejos de desapa-
209 El parecer de Guillelmi se recoge en su “Noticia y reflexiones sobre la conducta de Dn. recer, se reavivó en los años siguientes. Los sobrinos de Francisca Ibarra solicitaron de la
José Hilario Mora, abogado y regidor llano de Caracas”, s.f., 1787. (AGI, Caracas 167); Corona que se obligara a Rosa Núñez a dar una satisfacción pública. Finalmente, ésta tuvo
Véase también instancia de Juan José Mora, de Madrid 17 de agosto de 1778. (AGI, Caracas lugar el 12 de junio de 1787. Real orden a Antonio Ventura de Taranco, de 30 de agosto de
255); real cédula a Joaquín Gutiérrez de Rubalcaba, ministro de marina de San Sebastián, de 1778. (AGI, Caracas 26); real cédula a la Audiencias a de Santo Domingo, de San Ildefonso
Madrid 19 de agosto de 1778. (AGI, Santo Domingo 913, L.41); real orden a Antonio Ventu- 25 de agosto de 1785. (AGI, Santo Domingo 897, L. 73); consulta de 22 de mayo de 1786.
ra de Taranco, de 30 de agosto de 1778. (AGI, Caracas 26); certificación dada a la parte de (AGI, Caracas 10); carta reservada nº8 del capitán general de Caracas Juan Guillelmi al mar-
Dña. Francisca Ibarra, vecina de Caracas, de lo resuelto por el Consejo en la instancia que qués de Sonora, de Caracas 23 de junio de 1787. (AGI, Caracas 91).
211 La primera demanda de Josefa Mendes ante el tribunal del gobernador de Caracas tenía
sigue con Dña. Rosa María Núñez Villavicencio sobre injurias. Madrid, 17 de septiembre de
1778. (AGI, Santo Domingo 913, L. 41); expediente sobre la causa criminal seguida por parte fecha de 10 de julio de 1787, aunque la sentencia no se falló hasta el 16 de junio de 1791. Está
de Dña. Francisca Ibarra contra Dña. Rosa Núñez por palabras injuriosas, 1785-1787. (AGI, documentado que Mora acudió entonces a la Audiencia (19 de julio de 1791), cuya sentencia
Caracas 14); real cédula a la Audiencia de Santo Domingo, de San Ildefonso 25 de agosto de es de 7 de marzo de 1794. Finalmente, sobre este asunto está registrada una real cédula a la
1785. (AGI, Santo Domingo 897, L. 73); nota suelta del Consejo, de 10 de enero de 1787. Audiencia de Caracas, de 10 de septiembre de 1795. Véase el expediente sobre la petición de
(AGI, Caracas 14). Josefa Mendes, 1795. (AGI, Caracas 336).
126 127
Los lujosos muebles de la sala de su morada llegaron a estar …Es de un genio sobradamente altivo e insultan-
en serio peligro, por otra parte. Juana Garabán solicitó su confis- te, en particular cuando ha bebido algún licor, pues en
cación, cansada de las denuncias que con la más mínima excusa varias concurrencias públicas ha insultado a distintos
le hacía su yerno y, sobre todo, agotada por sus continuas nega- sujetos hombres de bien, de buena conducta, ultraján-
tivas a abonar las costas con las que le habían sentenciado las dolos con injurias que llegan a lo vivo del honor; cu-
autoridades en el último pleito que les enfrentó. José Hilario lo- yos hechos han obligado a los sensatos que concurrían
gró salir airoso y conservar los enseres, al no estimarlo los jue- a las casas en que él frecuenta, a retirarse de ellas por
ces, pero aprovechó la coyuntura para arremeter contra su madre no exponerse a un lance…214.
política; argumentó para ello que su legítima propietaria era, en
realidad, Ana Escurpi, su esposa, que los había recibido de su Las palabras de Guillelmi nos parecen bastante reveladoras
hermano Juan José Mora como regalo de bodas. Si Juana Gara- del carácter de Hilario Mora y de la poca o ninguna importancia
que confería a los convencionalismos sociales; en la misma línea
bán pugnaba por arrebatárselos, estaba a fin de cuentas causando
pueden situarse otros datos aportados por Juana Garabán que nos
un perjuicio a su propia hija, lo cual la situaba, desde un punto
muestran a su yerno como una persona que, en ocasiones, podía
de vista moral, en un difícil lugar212. Sea como fuere, sospecha-
mos con fundamento que este bonito salón no fue del gusto de la llegar a ser violenta. Así declaró que, en una ocasión, la embistió
sociedad caraqueña. con un sable, al tiempo que le dirigía las más duras palabras,
prueba más que evidente de su fuerte carácter215.
En cuanto a las personas que estaban al servicio de la casa,
está documentado que su criada fue tan importante como para
dejar constancia en los archivos; ocurrió que cayó enferma, su- CONSIDERACIONES FINALES
ponemos que de cierta gravedad porque fue precisa la interven-
ción de un médico. En otras circunstancias este suceso hubiera A pesar de lo atípico de la familia Mora, pensamos que su
pasado desapercibido, a no ser por la negativa de Mora de abo- pequeña historia ha servido para arrojar luz sobre las pautas por
narle sus servicios, lo que motivó que fuera denunciado213. las que se rigió la sociedad caraqueña. Una sociedad, como se ha
visto, con diferencias muy marcadas entre unos grupos y otros.
Consta que Hilario Mora, además de llevar un estilo de vida Se ha centrado nuestro análisis, de un lado, en los sectores más
por encima de sus posibilidades, tenía otras aficiones no del gus- encumbrados, a los que pertenecían o, mejor dicho, deseaban
to de las autoridades de la colonia. El gobernador Guillelmi refe- pertenecer los Mora Núñez.
ría su afición por la vida nocturna y, sobre todo, por el juego y la
ingestión de bebidas alcohólicas. Apuntaba que era hombre pen- Ha habido ocasión, a través de diferentes ejemplos, de estu-
denciero, cuando los efectos del alcohol hacían mella en su or- diar los valores de esa élite, las claves de su prestigio, así como
ganismo.
214 “Noticias y reflexiones sobre la conducta de Dn. José Hilario Mora, abogado y regidor
llano de Caracas”, s.f., 1787. (AGI, Caracas 167).
212 215 Petición de Garabán, s.f., sobre el 17 de julio de 1786. AGI, Caracas 453. De su afición al
Pedimento de Juana Garabán, s.f., en torno al 16 de octubre de 1788. (AGI, Caracas 453).
213
Certificación del escribano Gabriel José de Aramburu. Caracas 30 de diciembre de 1788. juego hablaba su frustrada casera Josefa Mendes, en su representación fechada en La Guaira
(AGI, Caracas 91). el 12 de mayo de 1795. (AGI, Caracas 336).
128 129
las aparentes contradicciones entre lo que estipulaban sus rígidas
normas y lo que la realidad cotidiana terminaba imponiendo.
Hemos asistido a los esfuerzos del clan Mora por hacer suyos,
con más o menos fortuna, unos gustos calificados por todos de
aristocráticos.

En el lado opuesto de esa sociedad, evidentemente jerárquica


y desigual, se encontraban los esclavos. De forma obligada he-
mos tenido que hacer mención de ellos, en tanto en cuanto se
convirtieron en protagonistas involuntarios de algunos pleitos
familiares. A pesar de la existencia de episodios que revelan
cierta cercanía entre esclavos y dueños, su situación fue en ex-
tremo difícil, como se desprende de los datos ofrecidos por nues-
tros informantes.

7.- Casona caraqueña del siglo XVIII. (Casa de Don Felipe de


Llaguno)
Conociendolasesquinasdecaracas.blogspot.com/2013/02/esquina-
llaguno.html

130 131
Concluye aquí esta compilación de trabajos que aborda nues-
tro tema favorito: la vida de los venezolanos/as en los lejanos
tiempos coloniales. Ha sido nuestro propósito tratar algunos de
los asuntos que, a nuestro juicio, son reveladores de cómo debió
ser la gente de aquella época, deteniéndonos en aquellos proble-
mas que realmente pudieron encontrar en su vida cotidiana.

Se ha señalado que lo que facilita, y al mismo tiempo condi-


EPÍLOGO ciona y frena, nuestra investigación, guarda relación con las
fuentes documentales existentes. En su mayoría están relaciona-
das con pleitos en los que interviene la élite, la única que contaba
con los medios necesarios para alargar de forma indefinida sus
querellas y, en el caso de ser necesario, lograr que fueran atendi-
das por tribunales superiores. En la monografía se ha nombrado
una y otra vez, en este sentido, a personajes de cierto relieve,
mientras que las referencias a los sectores más humildes de la
población han sido escasas.

Mencionar, por último, esa Historia de las Emociones por la


que nos hemos interesado desde la perspectiva de la Venezuela
hispánica. Nos hemos atrevido a compartir con el lector nuestras
inquietudes y nuestros interrogantes sobre todo lo relativo a los
afectos en los siglos XVII y XVIII.

Esperamos haber conseguido algunas de nuestras metas.

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durante el siglo XVIII”. En Andalucía en la Historia, 8, 2005, pp. 69- SÁNCHEZ RUBIO, Rocío e Isabel TESTÓN NÚÑEZ: “Fingiendo
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INDICE DE ILUSTRACIONES
TROCONIS DE VERACOECHEA, Ermila: Historia de las cárceles
en Venezuela (1600-1890)- Caracas, Academia Nacional de la Histo-
ria, 1983. 1. Mapa de la Provincia de Venezuela, de 1635.................... 14
2. Maracaibo, Casa Morales o Casa de la Capitulación. ....... 36
TROCONIS DE VERACOECHEA, Ermila: Indias, esclavas, man-
tuanas y primeras damas. Caracas 1990. 3. Maracaibo. Barrio del Saladillo. ........................................ 37
4. Retrato del Obispo Juan Ramos de Lora. .......................... 80
TROCONIS DE VERACOECHEA, Ermila: “La Iglesia y la mujer en
el siglo XVIII”. En Montalbán, Caracas, nº32, 1999, p. 126. 5. Monumento en piedra del obispo Ramos de Lora.
Rectorado de la Universidad de los Andes ....................... 81
USLAR PIETRI, Arturo y Efraín SUBERO: Medio milenio de Vene-
zuela. Caracas. Los libros de El Nacional, 2008. 6. Nuestra Señora de Caracas ...............................................104
7. Casa de Dn. Felipe Llaguno ..............................................131
USUNÁRIZ, Jesús M y Rocío GARCÍA BOURRELLIER, (eds.):
Padres e hijos en España y el mundo hispánico. Siglos XVI y XVIII.
Madrid, Visor Libros, 2008.

VÁSQUEZ DE FERRER, Belín. “Maracaibo y su espacio histórico


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VILLAMIZAR, Hernando: Discurso y prácticas del encierro punitivo


en la ciudad de Caracas a finales de la época colonial (1780-1810).
Caracas, UCV, junio 2008 <sa-
ber.ucv.ve/bitstream/123456789/2430/1/Tesis%20Hernando%20Villa
mizar.pdf

146 147
TABLA DE CONTENIDOS

PRÓLOGO ............................................................................ 3

PALABRAS PRELIMINARES ........................................... 9

I.- PALABRAS Y SILENCIOS DE MUJERES


VIAJERAS. Palabras y silencios en la emigración a
América, 1708-1770 ......................................................... 15

II.- LOS VALORES DE UNA ÉPOCA Y LA


POBLACIÓN FEMENINA ............................................ 38

A) Proceso a una inocente: historia de una india Este libro se terminó


de nombre María de la Cruz, 1662-1676 ......................... 39 de imprimir en
noviembre de 2018
B) Crónica de una pequeña historia de Maracaibo. La
vestimenta femenina y las autoridades de la colonia ........ 58

III.- LOS AFECTOS EN LAS FUENTES


DOCUMENTALES
Amor y desamor en la Venezuela hispánica:
Caracas, 1701- 1791 ........................................................ 82

IV.- APUNTES SOBRE LA ALTA SOCIEDAD


CARAQUEÑA
Realidades coloniales y sensibilidades criollas:
la familia Mora (Caracas, Venezuela, 1777-1807) .........105

EPÍLOGO .............................................................................132

BIBLIOGRAFÍA ..................................................................134

148 149
150

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