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Lo primero que quiero decir es que “el arte salva”, la risa salva. Y tanto el arte,
como la risa, me han salvado en diferentes etapas de mi vida.
Entonces, yo les voy a hablar acá como instructora de arteterapia, como docente,
pero también como “paciente”.
Desde la teoría vamos a encontrar un montón de apuntes que nos digan que la
expresión artística es un método muy eficaz para gestionar las emociones y
expresar lo que no podemos decir con las palabras. Sin embargo, cuando la
teoría y la práctica se juntan, a menudo, ni es tan perfecta la teoría, ni es tan fácil
la práctica.
Para organizar un poquito el contexto. Cuando trabajamos en un contexto de
cáncer vamos a distinguir:
1. Tipo y pronóstico
No es lo mismo acompañar un paciente en su tránsito por la
enfermedad, que en cuidados paliativos.
2. Edad
No es lo mismo acompañar a un adulto que a un niño; este está
enmarcado por un entorno de adultos, los cuales tienen otra
consciencia y concepción de la enfermedad.
Arteterapia
- Mejorar el autoestima
- Muchas veces denostada debido a los cambios físicos que produce el
tratamiento
Rol de acompañamiento:
Como les decía antes, quien no haya transitado en carne propia un diagnóstico
de cáncer, realmente no comprenderá en su totalidad los sentimientos y
emociones por los que pasa un paciente.
Esto no nos invalida, por el contrario, exige un desafío en el cual tenemos que
pensar de qué manera acompañamos, dónde nos paramos para poder ayudar.
Cuando se murió mi papá, va a hacer dentro de poco 15 años, hubo una sola persona que cuando me
llamó x tel me dijo “no sé qué decir”, pero “estoy”.
No sólo fue el mensaje más sincero, sino también el más respetuoso y el que mejor me hizo sentir.
A 48 hrs de operada de mi cancer de mamas tuve que hacer frente a la incomprension de familiares
que -queriendo ayudar- me incitaban a levantarme y prácticamente correr una maratón de 42 km.
Mi caracter -aunque lo estoy trabajando – se caracteriza por la reacción. Aguanto hasta que exploto y
la gente sólo se queda con esa reacción “visible” que parece desmedida.
A 48 hrs de una cirujía, con todo lo que implica un diagnóstico de cáncer, literalmente mande a la
mierda a esa persona, quien me respondió: “no te escudes en el cáncer para contestar mal porque ya
no lo tenés, ya te lo sacaron”.
Si algo me está enseñando esta experiencia es a tener paciencia, a preocuparse por el día y a avanzar
paso a paso. Incluso los médicos no sólo no dan información de más, sino que calman las ansiedades
porque TODO es una “variable”. Aquí la “constante” no existe.
Pero volviendo a los demás… Tuve que aprender a tomar distancia de lo que mi cancer le provoca a
los demás… Sus miedos, sus inseguridades y hasta sus fantasías e imposibilidades al respecto.
Tuve que aprender a aceptar las formas en las cuales el otro puede o no estar presente… Abrazando
ese “gesto” aún impropio de amor…
En lugar de enojarme elijo ver el corazón de la persona, su idiosincrasia, desde dónde comenta, cuán
desesperado está por esto que me está pasando y el alcance de sus recursos emocionales…
Sí, hago un doble trabajo. Pero ¿por qué ponerme en el lugar de que los otros deberían “abastecerme”
del amor en la forma en la cual yo lo necesito?
Cada uno hace lo que puede, pero hay algo seguro en ese mundo…
Y es que cada quien brinda lo que tiene en el corazón. Seamos abiertos y perceptivos para recibirlo.
Seamos tolerantes, aprendamos a leer entre líneas, aceptemos al otro con sus defectos porque, aún
con sus frases poco correctas, el otro está ahí, con sus agujeros a cuestas, DANDO como y desde
donde puede.
Con este texto los quiero invitar a reflexionar, no sólo del nuestro rol como
instructores, sino también el contexto en el que se puede encontrar inmerso el
paciente. Familiares y amigos intentando “ayudar”, en medio de la
desesperación y angustia por el diagnóstico de esa persona a la que aman, pero
incomprendiendo absolutamente el contexto; siendo incapaces de gestionar lo
que a ellos les provoca y correrse para permitir paso a la emoción del paciente,
de quien verdaderamente está cursando la enfermedad.
En ese momento, hasta casi, casi me enojé… sin embargo, con el transcurso de
los días, de los meses, las comprendí y las abracé.
Esto qué significa… que yo estaba bien, me sentía bien, me veía bien… y me
dieron un tratamiento que me hizo sentir mal, verme mal y estar mal. Y es
complicado entender que esa destrucción es la cura.
Esa paz que presupone no estar en deuda con uno mismo, ir -de a poquitito- retornando a mi
esencia, reencontrándome con quien soy pero atravesada siempre por quien fui.
Recomponiendo vínculos con mi gente, esa, la que no dudó un segundo en salir a bancarme sin
importar como yo me hubiera comportado con ellos (sea cual fuera la razón); esa que permanece
ahí, al pie del cañon.
No necesito fiestas ruidosas, ni gente gritando “cumpleaños feliz” (nunca fui yo quien lo necesitó).
El amor está en el aire, en los silencios, en los espacios, en disfrutar mi casa, mi café y mis tostadas
de todos los días pero con el sabor del festejo.
No necesito regalos materiales, ni cosas costosas, nunca lo necesité. La maravilla de los regalos
está ahí, es inmaterial, incuantificable, etéreo…
Es cada abrazo, es ese collar de bolitas que sé que mi hija preparó tratando de que no lo viera, es su
dibujo, su te amo, su capacidad de asombro…
Cambia tu vida
Alimenta tu alma
No te detengas
Calma
Espera
Reinicia
Dame tu mano
Entra en mi alma
Mira
Admira
Mira
Avanza
Dibujos
.
Fotos
311 días de guerra
Octubre de 2019. Festejé el mes mundial del cáncer de mamas haciéndome una biopsia.
Cada 6 meses me controlaba porque tengo “mamas densas” y con múltiples nódulos y quistes. Ese
día, el 7/10/2019 la técnica radióloga me dijo que “veía algo raro”. Yo había tocado un huevito días
antes, en una zona donde ya me habían operado un fibroadenoma hacía más de 20 años.
Grande fue mi sorpresa cuando la Dra. me dijo que ese no era un nódulo e identificó otro como el
“sospechoso”. Ese día llamé a una amiga que trabaja en el hospital público, quien al otro día me
hizo ver allí y finalmente el nódulo que yo palpaba era un “gran sospechoso”. Días más tarde me
biopsiaban y, finalmente, el que “no era nada”, era cáncer.
Te dicen cáncer y vos automáticamente asumís que te quedan 8 minutos de vida, literal, 8 minutos
y 25 centésimas de segundo; angustia, incertidumbre, el caos absoluto se instaló en mi vida.
Lo que no te dicen es que sea cual sea el resultado, el camino es largo, larguísimo, y hay que
armarse de coraje y paciencia.
Exactamente un mes después de operada agarré el auto y llevé a mi hija de vacaciones; por qué
no, si sólo tenía que esperar resultados y cosas que escapaban de mi accionar.
Durante este tiempo aprendí a ejercitar la paciencia, quedarme en el aquí y ahora, porque las
certezas no existen; trabajar solamente con las condiciones dadas, qué quiero, qué se me opone…
y desde ahí, construir. Quienes fueron alumnos de Raúl Serrano, saben de qué hablo, sí, las teorías
de actuación aplicadas a la vida misma, aquí y ahora.
En estos meses descubrí el AMOR en todas sus formas, de quienes lo esperaba, de quienes no.
(no voy a mencionar a nadie para no ser injusta, sólo voy a etiquetar a mi hermana). Gente que no
conocía que se brindaba para lo que necesitara. Padres, madres, de amigas, compañeras de la
primaria -algunas hacía siglos que no las veía- amigas de mi mamá, amistades que se
recomponían, mis amigas de siempre, las mamás del jardín, ex compañeras de trabajo, mis nuevas
amigas virtuales (todas atravesando el mismo diagnóstico), mi madrina, mi cuñado y, por supuesto,
mi hermana. Quien se desborda de amor y todo le duele más que a uno mismo, quien dejó a su
hija y su marido a miles de kilómetros y viajó ida y vuelta varias veces a la Argentina para cuidarnos.
Finalmente, la pandemia nos dejó aisladas y disolvió también la mayoría de la ayuda, por no decir
prácticamente toda la ayuda puertas adentro de mi casa.
Solas, con Rocío, enfrentamos la mayor parte del “tratamiento”, que comenzó en el mes de enero.
De marzo a hoy solamente nosotras sabemos lo que hemos pasado, hubo días que casi no podía
levantarme y era ella la que me acariciaba la cabeza para calmar mis malestares.
Días antes de cada aplicación de quimioterapia yo dejaba preparadas mudas de ropa para que se
cambiara sola, varias bandejas con desayunos y meriendas listos, con leche de cartoncito
individual, las cuales ella agarraba y venía a la cama a ver dibus y merendar conmigo; comidas
preparadas y varios etcéteras para esos primeros días post-quimio.
Todos aportaron su granito de arena, una gauchada, una ayuda, una ida al banco, una compra,
una oración, un rezo, una palabra de aliento, una “acompañada” a Mechita, un me gusta en las
redes, una arenga, una canción, una charla a la madrugada, EL corte de pelo, una experiencia
vivida acompañada de un consejo…
Todos ustedes estuvieron ahí, todos ayudaron, todos sostuvieron, todos son parte de que no me
haya caído jamás
Podría escribir infinito… Sólo voy a parafrasear a Diego Torres y decirles que cada lágrima me hizo
más fuerte, que me aferré a la vida con uñas y dientes y que sé que hoy todo empieza a cambiar
para mejor.
Aquí estamos, hoy termino mi tratamiento con la absoluta certeza de que LO MEJOR ESTÁ POR
LLEGAR.