Está en la página 1de 4

UNIDAD

II
“Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse Tema
con la porción de la comida del rey, ni con el vino
que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos
que no se le obligase a contaminarse” (Daniel 1:8). 10

Daniel, un embajador del cielo


En esta sesión vas a aprender acerca de una parte de la vida de Daniel, un hombre que decidió ser
fiel a Dios en medio de una nación pagana.

10.1. La educación de Judá vs la educación de Babilonia


Esta historia aconteció aproximadamente en el año 606 a.C. cuando el rey Nabucodonosor trajo
del reino de Judá una gran cantidad de cautivos, y entre ellos a Daniel, quien era de la familia real
y por lo tanto de la tribu de Judá.

Como era un joven príncipe promisorio y capaz (1:3, 4), fue seleccionado, junto con otros 3
jóvenes (Ananías, Misael y Azarías), para un curso de 3 años destinado a prepararlo para servir en
la corte (Dn 1:5, 19). El currículo de estudios consistía entre otras cosas: "las letras y la lengua de
los caldeos [el arameo]" (Dn 1:4). Los estudiantes que tomaron el curso eran considerados
miembros de la corte y gozaban de ciertos privilegios especiales (Dn 1.5).

De ese modo, de su hogar relativamente sencillo de Judea, estos jóvenes de linaje real fueron
transportados a la ciudad más magnífica, a la corte del más grande monarca, y fueron escogidos
para ser educados para el servicio especial del rey. En esa corte corrompida y lujosa estaban
rodeados de fuertes tentaciones. Constantemente los babilonios les declaraban con jactancia que
al estar:
• Los adoradores de Jehová cautivos de Babilonia
• Los vasos de la casa de Dios en el templo de los babilonios
• El rey de Israel prisionero en Babilonia

Eran una evidencia de que la religión y costumbres de los babilonios superaban a la religión y las
costumbres de los hebreos.

Fue en esas circunstancias, que el Señor dio a Babilonia la evidencia de su supremacía, de la


santidad de sus demandas y del resultado seguro de la obediencia. Y dio ese testimonio del único
modo que podía ser dado: Por medio de los que seguían siendo fieles (Mt 5:14-16).

Los padres de Daniel y de sus compañeros les habían inculcado hábitos de estricta templanza. Se
les había enseñado que Dios los tendría por responsables de sus facultades, y que no debían
atrofiarlas ni debilitarlas. Esta educación fue para Daniel y sus compañeros un medio de
preservación entre las influencias desmoralizadoras de la corte babilónica. Intensas eran las
tentaciones que los rodeaban en aquella corte corrompida y lujuriosa, pero no se contaminaron.
Ningún poder ni influencia podía apartarlos de los principios que habían aprendido temprano en la
vida por un estudio de la palabra y de las obras de Dios.

El rey de Babilonia fue muy indulgente y no obligó a los jóvenes hebreos a que renunciasen a su fe
para hacerse idólatras, sino que esperaba obtener esto gradualmente. Y para ello, les daría
nombres que expresaban sentimientos de idolatría, poniéndolos en trato íntimo con costumbres
idólatras y bajo la influencia de ritos seductores del culto pagano, esperaba inducirlos a renunciar
a la religión de su nación, y a participar en el culto babilónico, así cambió el nombre de los
hebreos:

Nombre hebreo Nombre acadio Significado de los nombres


Daniel Beltsasar Quiera Bel preservar su vida
Ananías Sadrac El mandato de Aku
Misael Mesac Quien es lo que es Aku
Azarías Abed-nego Siervo de Nebo

10.2. Un apetito educado


En el mismo comienzo de su carrera, el carácter de estos jóvenes fue probado de una manera
decisiva: Se había previsto que comiesen del alimento y bebiesen del vino de la mesa real. Así, el
rey pensaba manifestarles su favor y la solicitud que sentía por su bienestar, pero ¿en qué
consistía la ración establecida por Nabucodonosor?
• La comida ofrecida era primero ofrecida a los dioses babilónicos e ingerirlas implicaba
participar en dicha adoración.
• Un menú eminentemente carneo y desde luego, carnes inmundas, comerlas era infringir las
leyes dadas por Dios (Dt 14:3).
• Los mismos animales limpios que se hallaban en la dieta no habían sido muertos con el
desangrado correcto y había riesgo de comer sangre, que era prohibida en la dieta hebrea (Lv
17:14).
• El vino embriagante de Babilonia (Pr 23:31-33).

De modo que la dieta ofrecida por el rey, desde la perspectiva de las leyes bíblicas eran dañinas,
insalubres y contaminantes. La lealtad a Jehová les prohibía que tuvieran parte en semejante
homenaje. Tampoco se atrevían ellos a arriesgarse a sufrir los efectos enervantes del lujo y la
disipación sobre su desarrollo físico, mental y espiritual. Daniel y sus compañeros habían sido
instruidos fielmente en los principios de la Palabra de Dios, habían aprendido a sacrificar lo
terrenal a lo espiritual, a buscar el mayor bien. Y cosecharon la recompensa. Sus hábitos de
temperancia y su sentido de responsabilidad que tenían como representantes de Dios, produjeron
el más noble desarrollo de las facultades del cuerpo, la mente y el alma.

Pero, si Daniel lo hubiese deseado, podría haber hallado en las circunstancias que le rodeaban una
excusa plausible por apartarse de los hábitos estrictamente temperantes. Podría haber
argumentado que, en vista de que dependía del favor del rey y estaba sometido a su poder, no le
quedaba otro remedio que comer de la comida del rey y beber de su vino; porque si seguía la
enseñanza divina no podía menos que ofender al rey y probablemente perdería su puesto y la
vida, mientras que si despreciaba el mandamiento del Señor, conservaría el favor del rey y se
aseguraría ventajas intelectuales y perspectivas halagüeñas en este mundo. Empero, Daniel no
vaciló. Apreciaba más la aprobación de Dios que el favor del mayor potentado de la tierra, aún
más que la vida misma. Resolvió permanecer firme en su integridad, cualesquiera fuesen los
resultados. “Propuso en su corazón de no contaminarse en la ración de la comida del rey, ni en el
vino de su beber.” (Dn 1:8) Y esta resolución fue apoyada por sus tres compañeros.

De manera que sin temor, Daniel y sus amigos solicitaron a Aspenaz, el eunuco encargado de su
cuidado, para que no se le obligue a gustar de dicha dieta. Sin embargo, el príncipe babilonio
vacilaba antes de acceder. Y le explicó a Daniel: “Tengo temor de mi señor el rey, que señaló
vuestra comida y vuestra bebida; pues luego que él habrá visto vuestros rostros más tristes que los
de los muchachos que son semejantes a vosotros, condenaréis para con el rey mi cabeza.” (Dn
1:10).

Por lo tanto, Daniel tuvo que dirigirse a Melsar (el encargado de la alimentación de ellos), para
solicitarle que se le excusase de la ración de la comida real, para que se le brinde legumbres para
comer y agua para beber y que por diez días se los compare con los muchachos que comían la
ración de la comida del rey (Dn 1:12-13), ante lo cual, Melsar accedió.

10.3. El día de la prueba


Al final de los 10 días, al ser examinados con otros candidatos a los honores del reino, no fue
hallado ninguno “como Daniel, Ananías, Misael, y Azarías” (Dn 1:19).

Y aunque en la corte de Babilonia había representantes de todos los países, hombres de los más
selectos talentos, ricamente dotados de dones naturales, y poseedores de la más elevada cultura
que este mundo puede ofrecer, los hebreos cautivos no tenían rival. Eran incomparables en fuerza
y belleza física, en vigor mental y en saber. “Y en todo asunto de sabiduría e inteligencia en que el
rey les consultó, los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo
su reino” (Dn 1:20).

Los jóvenes hebreos estudiaron tres años “las letras y la lengua de los Caldeos.” Durante este
tiempo se mantuvieron fieles a Dios y confiaron constantemente en su poder. A sus hábitos de
renunciamiento unían un propósito ferviente, diligencia y constancia. No era el orgullo ni la
ambición lo que los había llevado a la corte del rey, junto a los que no conocían ni temían a Dios;
eran cautivos, puestos en un país extraño por la Sabiduría infinita. Privados de la influencia del
hogar y de sus relaciones sagradas, procuraron conducirse en forma que honrase a su pueblo
oprimido y glorificase al Dios cuyos siervos eran.

El Señor miró con aprobación la firmeza y abnegación de los jóvenes hebreos, así como la pureza
de sus motivos; y su bendición los acompañó. “A estos cuatro muchachos Dios le dio conocimiento
e inteligencia en todas las letras y ciencia: más Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños.”
(Dn 1:17). Se cumplió para ellos la promesa: “Yo honraré a los que me honran.” (1 S 2:30).
Mientras Daniel se aferraba a Dios con una confianza inquebrantable, se manifestó en él el espíritu
del poder profético. Al mismo tiempo que recibía instrucciones de los hombres acerca de los
deberes que debía cumplir en la corte, Dios le enseñaba a leer los misterios de lo por venir, y a
registrar para las generaciones futuras, mediante figuras y símbolos, acontecimientos que
abarcaban la historia de este mundo hasta el fin del tiempo.

También podría gustarte