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Bloque 1: La Península Ibérica desde los primeros humanos hasta la desaparición

de la monarquía visigoda (711)

1.1 Sociedad y economía en el Paleolítico y en el Neolítico. La pintura rupestre.


El paleolítico (“piedra vieja”) comienza hace en torno a 4,4 millones de años en África,
con el inicio del proceso de hominización.
En la Península Ibérica, los primeros homínidos aparecen hace 800,000 años, en el
Paleolítico Inferior. En el yacimiento de la Gran Dolina (Atapuerca) se hallaron a
mediados de la década de 1990 restos óseos que se adscribieron a una nueva especie el
Homo Antecessor. Yacimiento importantes: Torralba en Soria.
El Homo Neanderthalensis es el siguiente homínido con presencia relevante en la
Península Ibérica (hace 90,000 – 35,000 años), ya en el Paleolítico Medio, tenían una
clara adaptación al glaciarismo, practicaban el canibalismo y el culto al oso de las
cavernas, tenían elementos funerarios.
La aparición del Homo Sapiens Sapiens hace unos 40,000-35,000 años supone la
eclosión del Paleolítico Superior. Yacimiento importantes: El Castillo en Cantabria.
Las dos especies anteriores tendrían estilo de vida depredador, carroñeo, caza y
recolección. Su organización social se basaba en pequeños grupos con vínculos
familiares. Yacimiento importantes: Tito Bustillo en Asturias.
El arte rupestre tendemos a dividirlo en dos grandes categorías que son tanto geográficas
como cronológicas y temáticas. Por un lado, está el arte cantábrico (Altamira, Tito
Bustillo, Santimañe) Paleolítico Superior (hace 35,000-10,000 años), tiene influencia
francesa, caracterizado por ser un arte figurativo con animales pintados de manera
naturalista, se emplea el volumen natural de las rocas y gradaciones de color. Por otro
lado, está el arte levantino (Albarracín, La Valltorta, El Cogul) hace 10,000-5,000 años,
llegando al epipaleolítico, representan figuras humanas esquematizadas y predominio de
colores planos rojos y negros.
Transformaciones climáticas, sociales, económicas y culturales supusieron la
aparición de las primeras comunidades neolíticas en la Península Ibérica hacia el 5,000
a.C. Se caracteriza por el desarrollo de la producción de alimentos mediante la
agricultura y la ganadería, la sedentarización y los primeros casos claros de
jerarquización económica y social.
Neolítico inicial (5.000-4.000 a.C.) modelo económico mixto entre caza-recolección y
elementos de agricultura y ganadería, aparece la cerámica cardial y los primeros
utensilios de trabajo agrícola. Neolítico pleno (4.000-3.000 a.C.) comunidades
agrícolas sedentarias, en valles fluviales y los yacimientos del interior peninsular,
empieza la especialización del trabajo y la jerarquización.
En el calcolítico, se desarrollará la cultura de Los Millares (2400 a.C.), con grandes
poblados amurallados y enterramientos megalíticos, y la de El Argar (1700 a.C.), con
una sociedad jerarquizada con élites guerreras al frente, por el sureste peninsular.
1.2 Los pueblos prerromanos. Las colonizaciones históricas: fenicios y griegos.
Tartessos.
En torno al siglo VIII a.C., diferentes pueblos del oriente iniciaron en el mediterráneo un
proceso de colonización. Los más relevantes serán fenicios, griegos y cartagineses(rama
de los fenicios).
Los fenicios siglo IX a.C. establecieron una red de colonias en el área del Mediterráneo
meridional que tuvo una amplia proyección hacia el interior y el entorno atlántico
(Gadir, Sexi), aportaron la escritura alfabética. Desde el siglo VI los cartagineses
empiezan a desarrollar colonias propias (Cartagena).
La presencia griega estable en la Península no puede llevarse a antes del siglo VIII-VII,
se concentraron especialmente en el sector noreste de la Península (Emporion y Rosas),
aportaron la moneda. Los colonizadores no sintieron la necesidad de ampliar ni militar ni
políticamente hablando su posición frente a los indígenas hasta la llegada del
imperialismo cartaginés (238 a.C.).
Los Tartessos (siglo XI- VI a.C.) en torno a Huelva, Sevilla y Cádiz, hay importantes
tesoros y yacimientos que podrían asociarse a complejos palaciales o santuarios, tuvo
contactos comerciales con griegos y fenicios. Argantonio fue considerado su principal
rey. Hacia finales del siglo VI comienza el fin de los Tartessos, se cree que por la batalla
de Alalia entre cartagineses y griegos por lo que cesaron los contactos comerciales.
Había varios pueblos que habitaban la Península Ibérica a la llegada de los romanos a
finales del siglo III a.C. entre los que estaban:
Los celtas que se asociaban a la llegada de los pueblos indoeuropeos tenían castros o
poblados fortificados, poca regulación urbanística y casas de piedra y planta circular,
algunas tribus dependían de la ganadería y otras de la minería de estaño y oro. Se
organizaban en tribus con cierta jerarquización.
Los íberos se asentaron en el Levante y sur Peninsular, acuñaron la monera, la escritura
alfabética o el arte, tenían poblados amurallados en los que el poder lo ejercía la
aristocracia guerrera. Practicaban la agricultura
Los elementos culturales ibéricos se proyectarán hacia el mundo celta, dando lugar a
los grupos celtibéricos. Algunos rasgos híbridos eran la economía mixta ganadera y
cerealística, la moneda, el empleo del alfabeto y la aristocracia guerrera.

1.3 Conquista y romanización de la Península Ibérica. Principales aportaciones


romanas en los ámbitos social, económico y cultural.

La intervención romana en la Península Ibérica tiene que entenderse en el contexto de la


II Guerra Púnica (219-201 a.C.) que comenzó en la Península cuando los cartagineses
sometieron Sagunto (219 a.C.) aliada de Roma.
La primera fase de la conquista romana de la Península (217-197 a.C.) tiene la necesidad
de cortar la conexión entre el ejército cartaginés en Italia y las bases de aprovisionamiento
ibéricas.
En el 206 a.C. Publio Cornelio Escipión Africano consigue forzar la retirada de las
tropas cartaginesas de la Península Ibérica tras la Batalla de Ilipa.
En el 197 a.C. el Senado Romano decretará la provincialización de la Península, para
establecer unas líneas más claras de conquista, ocupación y gestión de los nuevos
territorios.
Entre el 197 a.C. y el 133 a.C. se produce la segunda fase de la conquista romana,
ocupación de la Meseta. Destacan episodios como la resistencia lusitana dirigida por
Viriato (139 a.C.) o el asedio de Numancia (133 a.C.)
Entre el 29 y el 19 a.C. se produce la última fase de la conquista de la Península con
las denominadas “Guerras cántabras”, con la presencia de Augusto, el primer
emperador romano, destinado a señalarlo como el pacificador y civilizador último del
occidente mediterráneo.

La romanización fue un proceso de asimilación de las formas de vida romanas por parte
de la población autóctona peninsular.
En el siglo I d.C. se generaliza el estatuto de municipio latino, que acelerará las pautas
de la romanización al conceder la ciudadanía romana a las élites locales, en general, la
sociedad se encuentra atravesada por la división entre ciudadanos y no ciudadanos.

Roma impondrá en Hispania sus estructuras económicas como la formación


de latifundios agrícolas, siendo la ciudad el centro de producción con la moneda como
eje central.
Se desarrolló el comercio con la extensa red de calzadas.
La lengua latina se difundió por Hispania, el uso del derecho romano se extendió
ampliamente, regulando las relaciones privadas. Respecto a la religión, se produjo el culto
a los dioses romanos, hubo un desarrollo del culto imperial, que se convirtió en un
elemento fundamental para la cohesión entre las diferentes provincias y el poder central.
El cristianismo se difundió por todo el Imperio incluida Hispania, y sus seguidores serán
perseguidos hasta que tras el Edicto de Milán (313 d.C.) se proclame la libertad religiosa
en todos los territorios romanos.

1.4 El reino visigodo: origen y organización política. Los concilios.

Tras la batalla de Adrianópolis (376 a.C.), los godos se instalan como poderes
semiautónomos dentro de territorios formalmente administrados por las autoridades
romanas. Los suevos, vándalos y alanos en el 409 entraron en Hispania.
Mientras luchan contra los alanos y los vándalos en la Península y confinan a los suevos
al noroeste peninsular, los visigodos afirman su presencia y autoridad sobre las áreas
hispanas más cercanas a su núcleo de poder en el valle del Loira. Esto no impide
reconocer que no es hasta la definitiva desaparición de la autoridad imperial en el
476 cuando se confirma la independencia del reino visigodo de Tolosa.
Tras la batalla de Vouillé (507) los visigodos se reagrupan en torno a Toledo para
desarrollar un reino independiente.
El reino visigodo de Toledo (507-711) se constituye como una estructura política en
permanente tensión. Los monarcas que impulsaron en mayor medida la estabilidad
política del reino fueron Leovigildo (572-586) y Recaredo (586-601).
Entre los organismos creados por los monarcas para intentar controlar el reino destacan
el Aula Regia, un órgano asesor de altos funcionarios, aristócratas y clérigos, y los
concilios de Toledo. El conjunto de operaciones políticas encaminadas a elevar la figura
real se denomina la imitatio imperii.
Desde un punto de vista cultural había también claros problemas de integración entre los
visigodos y la población hispanorromana, no será, sin embargo, hasta el Liber Iudiciorum
(Fuero Juzgo) de Recesvinto (c. 654) cuando los hispanorromanos y los visigodos se unan
bajo un mismo código de leyes.
El rey Recaredo, se convirtió al cristianismo latino con el fin de acelerar la integración,
podía influir sobre la iglesia con los Concilios de Toledo. Los concilios, asambleas
episcopales, serían en adelante convocados por el rey, quien tendría sobre ellos una suerte
de patrocinio.
Durante el III Concilio se establece también la supervisión episcopal de los jueces locales
y la involucración de los obispos en la administración y el cumplimiento de las leyes del
reino. La vinculación entre la monarquía visigoda y la Iglesia se
mantendrá a través de la celebración frecuente de concilios hasta la propia desaparición
del reino visigodo (711).

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