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Hora santa por las misiones

Canto
ORACION INICIAL
Verbo encarnado en tu ansia de glorificar al padre en tu inmolación amorosa buscas
quienes continúen sobre la tierra tu misión de victima yo, por medio del corazón
inmaculado de maría me ofrezco aunque pecador y miserable como víctima de holocausto
a la justicia infinitamente amante y misericordiosa de tu padre celestial aquí tienes mi
cuerpo manchado pero que puede sufrir purifícalo para que se convierta en víctima, aquí
tienes mi alma inmunda pero que se puede inmolar límpiala para que se convierta en
hostia aquí tienes mi sangre impura pero que se puede inmolar purifícala al contacto de
tu sangre divina, aquí tienes mi vida miserable conviértela, transfórmala hazla puara y
hazla tuya que el espíritu santo dentro del corazón inmaculado de maría nos transforme
en Jesús dentro del corazón inmaculado de maría para gloria del padre amen.
Canto
LITURGIA DE LA PALABRA
Primera Lectura
1 Samuel 3 1-10
Habla, Señor, que tu siervo te escucha.
Lectura del primer libro de Samuel
En los tiempos en que el joven Samuel servía al Señor a las órdenes de Elí, la palabra de
Dios se dejaba oír raras veces y no eran frecuentes las visiones.
Los ojos de Elí se habían debilitado y ya casi no podía ver. Una noche, cuando aún no se
había apagado la lámpara del Señor, estando Elí acostado en su habitación y Samuel en la
suya, dentro del santuario donde se encontraba el arca de Dios, el Señor llamó a Samuel y
éste respondió: “Aquí estoy”. Fue corriendo a donde estaba Elí y le dijo: “Aquí estoy. ¿Para
qué me llamaste?” Respondió Elí: “Yo no te he llamado. Vuelve a acostarte”. Samuel se
fue a acostar. Volvió el Señor a llamarlo y él se levantó, fue a donde estaba Elí y le dijo:
“Aquí estoy. ¿Para qué me llamaste?” Respondió Elí: “No te he llamado, hijo mío. Vuelve a
acostarte”.
Aún no conocía Samuel al Señor, pues la palabra del Señor no le había sido revelada. Por
tercera vez llamó el Señor a Samuel; éste se levantó, fue a donde estaba Elí y le dijo: “Aquí
estoy. ¿Para qué me llamaste?”
Entonces comprendió Elí que era el Señor quien llamaba al joven y dijo a Samuel: “Ve a
acostarte, y si te llama alguien, responde: ‘Habla, Señor; tu siervo te escucha’ ”. Y Samuel
se fue a acostar.

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De nuevo el Señor se presentó y lo llamó como antes: “Samuel, Samuel”. Éste respondió:
“Habla, Señor; tu siervo te escucha”.
Palabra de Dios.
Todos: Te alabamos, Señor.

Ahora escuchamos al papa Francisco: queridos jóvenes “Dios también lee en


nuestro corazón. Él conoce bien los desafíos que tenemos que afrontar en la vida,
especialmente cuando nos encontramos ante las decisiones fundamentales de las que
depende lo que seremos y lo que haremos en este mundo. Es la «emoción» que sentimos
frente a las decisiones sobre nuestro futuro, nuestro estado de vida, nuestra vocación. En
esos momentos nos sentimos turbados y embargados por tantos miedos”.
Y ustedes jóvenes, ¿qué miedos tienen? ¿Qué es lo que más les preocupa en el fondo? En
muchos de ustedes existe un miedo de «fondo» que es el de no ser amados, queridos, de
no ser aceptados por lo que son. Hoy en día, muchos jóvenes se sienten obligados a
mostrarse distintos de lo que son en realidad, para intentar adecuarse a estándares a
menudo artificiales e inalcanzables. Hacen continuos «retoques fotográficos» de su
imagen, escondiéndose detrás de máscaras y falsas identidades, hasta casi convertirse
ellos mismos en un «fake». Muchos están obsesionados con recibir el mayor número
posible de «me gusta». Y este sentido de inadecuación produce muchos temores e
incertidumbres.
Otros tienen miedo a no ser capaces de encontrar una seguridad afectiva y quedarse
solos. Frente a la precariedad del trabajo, muchos tienen miedo a no poder alcanzar una
situación profesional satisfactoria, a no ver cumplidos sus sueños. Se trata de temores que
están presentes hoy en muchos jóvenes, tanto creyentes como no creyentes. E incluso
aquellos que han abrazado el don de la fe y buscan seriamente su vocación tampoco están
exentos de temores. Algunos piensan: quizás Dios me pide o me pedirá demasiado;
quizás, yendo por el camino que me ha señalado, no seré realmente feliz, o no estaré a la
altura de lo que me pide.
Otros se preguntan: si sigo el camino que Dios me indica,
¿quién me garantiza que podré llegar hasta el final? ¿Me desanimaré? ¿Perderé el
entusiasmo? ¿Seré capaz de perseverar toda mi vida?
MEDITACIÓN PERSONAL
Canto
ORACION DE LOS FIELES:

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LECCTOR: Señor Jesucristo, modelo de toda perfección, Tú no solamente urges a las almas
a luchar hacia la santidad, sino que también movidas por el poder de Tú gracia puedan
seguirte en la misión que Tú les das. Roguemos al Señor Diciendo Señor, escucha nuestra
oración.

 Señor, te pedimos que muchos de nuestros jóvenes puedan escuchar y seguir tu


amorosa inspiración y abrazar la vocación al sacerdocio, diaconado ó vida
consagrada. Roguemos al Señor.
 Señor, concédenos que siempre tengamos sacerdotes fieles que proclamen el
Santo Evangelio y ofrezcan Tú Cuerpo y Sangre por la salvación del mundo.
Roguemos al Señor.
 Señor, te pedimos que siempre tengamos servidores para guiar a los huérfanos,
consolar al enfermo y a los que sufren, ayudar a los ancianos y débiles. Roguemos
al Señor.

 Te pedimos Señor, que en las salas de clases las voces de quienes enseñan puedan
hacer eco de Tu voz, señalando el camino al cielo y el cumplimiento de tus
enseñanzas a cada uno de nuestros niños y jóvenes. Roguemos al Señor.

 Señor, te pedimos que en todas las partes del mundo haya misioneros que
anuncien Tú Evangelio, invitando a todas las gentes a entrar en Tú Reino.
Roguemos al Señor.

 Señor, te pedimos que siempre haya almas generosas que con sus vidas
contemplativas y de penitencia, ofrezcan reparación por los pecados del mundo, y
obtengan Tú perdón e infinita misericordia. Roguemos al Señor.

Oración
lector: Oh Señor, ilumina a muchos jóvenes generosos con la luz de Tú Santo
Espíritu y por la poderosa intercesión de tu amadísima Madre la Virgen María,
aumenta el fervor de Tú amor en estos corazones que Tú elijes para Tú servicio
como sacerdote, diácono, religioso ó religiosa. Te lo pedimos por Cristo nuestro
Señor.
Todos: Amén

Concluyamos nuestras peticiones haciendo juntos la plegaria que nos congrega


como hijos y nos une como Iglesia: Padrenuestro.

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