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La Orden

Por Esteban Vela Montaño

Capítulo I- Dormia Doxa


Federico pidió una mezcla de vodka y jugo de mandarina. No sabía porque. Él no
disfrutaba de las bebidas alcohólicas, y menos aún con frecuencia, aunque el vodka y el
vino italiano ultra suave le agradaban. Una vez cada cuatro meses, o algo así. De igual
manera, no sabía como había sucedido todo esto. Y ahora se encontraba en su silla,
perdiendo el tiempo, pensando que hacer. ¿Cómo demostrarle a Susana quién era él,
cómo “impresionarla” a ella y sobrepasar sus estándares y expectativas?

Tomó un sorbo pequeño pero decidido. ¿Cómo metió a su consciencia en este lío?

Cuando Federico Torres Arenas entró a la Universidad, era un joven idealista y rebelde
en su cabeza. En la práctica era lo que se diría un “niño bueno”. Sus compañeros de
último año del colegio lo recordarían siempre como el raro y taciturno, inteligente joven
que aún era muy infantil, en su joven e idealista concepción del mundo.

Ya al entrar, decidió dejarse el pelo largo, con la mitad excusa, mitad propósito de tener
margen de maniobra para crear un peinado poco común. Al momento exacto de comenzar
los estudios superiores tenía el pelo poco más abajo del cuello, se decidió, en lo que
podría ser un exceso de videojuegos y mucho de películas samuráis, hacerse una cola de
caballo miniatura, con el pelo de la oreja hacia arriba, dejando suelto el cabello que nacía
de la oreja hacia abajo. Ese sería el peinado que le acompañaría, al igual que su cabello
negro, y su cuerpo ligeramente ancho, a beber ese vodka con jugo de mandarina, en ese
acogedor y pintoresco pueblito de Europa Central.

Según sus ex-compañeros, ese pedazo de inocencia que le daba a su personalidad la


característica de ser infantil, muchas veces era lo que le había impedido tener novia.
Él también había llegado a esa conclusión después de que sus amigas, sus lindas amigas y
también las bellas compañeras que tuvo, le dijeran, una tras otra, “algún día tendrás una
chica que te aprecie realmente por lo que eres”. Y cada vez que lo escuchaba, Federico
pensaba para sí mismo, y cada vez más convencido: “Sí, seguro. Si eso es tan cierto, ¿por
qué ninguna de ustedes me ha apreciado “por lo que realmente soy”? ¿Por qué ninguna
ha estado conmigo? ¿Por qué, si soy tan dulce, tan bello, tan bueno, no se enamoran de
mí? ¿Por qué, si no soy feo, desagradable? ¿Acaso porque no soy fiestero y no me gusta
el alcohol? ¿Por qué siempre, pero SIEMPRE, termino siendo “el amigo”, aquel tan
confiable, que saben que nunca se atreverá a verlas como algo más que una amiga, y por
eso confían en él? Patrañas”.
Tal vez sus compañeros estaban en lo correcto; tal vez terminaron de aflojar el tornillo
flojo de su cabeza hasta quitarlo. Pero tres años después de entrar a la Universidad,
Federico Torres Arenas fundó La Orden de Templarios del Nuevo Amanecer. Empezó
como una organización sin fines de lucro, idealista, de bien.

Para la mitad del 2012 fue reconocida por la Iglesia Católica por sus obras de caridad y
sus mensajes de esperanza y amor, y su llamada a realizar lo que sería llamado “el bien
común”. Así ganó momentánea fama Federico, y su Orden también.

Por eso fue muy curioso que para el 2015 el mismo fundador, Federico, un hombre
relativamente famoso, anunciara la separación de su orden con la Iglesia Católica,
diciendo que la razón era la incompatibilidad de métodos entre su Orden y la Iglesia, al
tiempo que exaltaba las virtudes de la última e insistía a todos a seguir su ejemplo.

Y aún más sorpresivo fue su anuncio sobre la decisión de dejar la dirección de la Orden,
así como su permanencia en ella, por “diferencias irreconciliables” entre los rumbos que
estaba tomando la ideología de la Orden y la suya propia. Demonios, le sonaba como a un
matrimonio y un consecuente divorcio.
¿Coincidencia que el lugar de conferencia de cuando hizo su renuncia fuera tan parecido
a aquel sitio donde él tomaba, y su vodka ardía como el fuego diciéndole cuan poco
acostumbrado a él estaba?
No, era una broma cruel y despiadada del destino. Maldición, de no ser por el tiquete de
avión, Federico juraría que estaba en donde comenzó aquel jueguito que lo llevó a donde
estaba ahora. Pero él ya estaba viejo, es decir, ya no era un niño. Una coincidencia cruel
no echaría todo a perder, todo el trabajo, la preparación, los movimientos. Ahora; ella sí.
Ella sí podía echar todo a perder. ¡Carajo, Susana!

Susana Müller Pardo fue su amiga en la niñez, fue su mejor amiga y fue quien, a la edad
de nueve años, estuvo más cerca de ser su novia que de un recuerdo, alejada por una
separación espacial y temporal. Pero el destino adora desafiar las estadísticas que él
mismo crea. Así, en un golpe limpio y artísticamente maquiavélico, Federico se perdió la
oportunidad de tener novia…hasta mucho después. Se perdió la oportunidad de tener una
novia a quien quería, quien era su amiga, quien era agradable, vivía cerca, y con quien
pasaba mucho tiempo.

Federico, se daba cuenta, entre cada sorbo de su inagotable vodka, lo cerca que estuvo de
tener una novia con sangre europea. Pero lo volvía a pensar y descubría que realmente,
eso le importaba un comino. Increíble, pensaba él, como una niña de cinco o seis años le
habría de marcar la vida. Pero su frío otro yo le decía y le repetía que era lo natural, pues
el ser humano tiende a sentir apego por los seres con quienes pasa mucho tiempo, y de los
seis años a los once años es mucho más tiempo que el que había pasado con cualquier
persona que no fuera de la familia. Era natural que por ella sintiera más apego que por
cualquier otra. Pero el jugo de mandarina en aquel bar europeo pueblerino fue el que le
recordó una vez a Susana, aquella imagen de Susana como no quería recordarla. Y eso le
producía una punzada horrible en el corazón. Esa punzada era lo que podía arruinar todo.
Ese dolor.
Susana no tenía que hacer nada más que mantenerse metida, atravesada en la cabeza de
Federico para que todo se fuera al diablo y el plan se echara a perder.

¿Por qué, de todos los pueblos de Europa Central, tenía que haber ido ella al mismo al
que iba el VIP? ¿Por qué, tras todas estas preguntas, aún le quedaba más de medio vaso
de bebida?

Pero él estaba allí por la Orden, y la Orden lo necesitaba. Él, como jefe, como
comandante, era vital para la operación. Pero entre las oscuras maderas que hacían la
barra, las columnas, las vigas, las paredes y el techo de aquel bar, él no se podía sacar de
la cabeza las palabras que le dijo Susana, en el barco que flotaba amarrado, funcionando
como restaurante, a unos doscientos metros del bar, en el río que cruzaba la ciudad.

Mirando el barco, de igual arquitectura y diseño que el resto del pueblo; maderas negras o
muy oscuras, con diseños y arquitectura típicos de la zona de los Alpes, y viendo detrás
del río a las casitas, versiones inmuebles del barco, y más atrás, aún más casitas, y más
casitas…Se sentía en una maldita postal de recuerdo, como las que compró el día
anterior.

Un trago de vodka fue por mal camino y esa horrible sensación le recordó lo incómodo
que se sintió cuando vio la noticia donde su Orden, ya sin él como miembro, se
desmembraba, por problemas de conflicto de intereses entre su miembros, según la
cadena de noticias. Le recordó este momento, porque ese fue el momento en que de
verdad empezó su labor. Fue amargo, pues le dolía ver que algo que tanto bien y alegría
causaba tuviera que ser desmantelado a los ojos del público, para traer justicia al mundo.
Para castigar a los injustos y ayudar a equilibrar la balanza. Volvió a ver como los
miembros que más aportaban, los templarios más comprometidos, se devolvían a sus
vidas pre-orden. Sólo supieron del plan unos pocos en la Orden. Y aún menos se unieron
al plan. La mayoría de los miembros del plan eran nuevos reclutas. A pesar de eso, ya
habían demostrado la entrega, y la lealtad, para merecer ser parte de la operación más
grande hasta el momento, realizada por la nueva Orden. Sin embargo, este proceso
amargo era necesario, pues durante la operación, y para que esta se llevara a cabo
satisfactoriamente, los miembros de la antigua Orden tendrían historia, coartadas y
credibilidad, para condenar los hechos, y así desligar cualquier vínculo posible entre los
miembros de la antigua Orden, y los activos del plan.

Pero Susana, ay, Susana.

La segunda mitad del vaso se la dedicó a Susana y a los eventos ocurridos desde su
llegada al pueblito.

La primera semana de estadía, en aquel pueblito construido prácticamente alrededor del


río, como pueblo artesanal, turístico y artístico, se la dedicó a las preparaciones. A
coordinar a sus hombres, asignar tareas, revisar las condiciones óptimas de todo el
equipo. Montar una carpa frente a los tres edificios que serían su punto de entrada.
Revisó los esquemas posibles de la seguridad para el día del operativo, así como los
planos, fotos satelitales y esquemas de la Fünf Fahnen Piazza. La Fünf Fahnen Piazza era
la plaza central del pueblo. Era la plaza donde la Orden de los Templarios del Nuevo
Amanecer demostraría que las reglas deben cumplirse, que no importa cuan poderoso se
pueda llegar a ser, si se cometen actos atroces, o no se es una persona de bien, se paga el
precio. Era la plaza del nuevo amanecer.
Él estaba consciente de que él también tendría que pagar, tarde o temprano, un precio;
pues la lección que daba le costaría a él su lugar en el cielo, su bondad, su inocencia. Pero
Federico estaba más que dispuesto a sacrificar su eternidad en el cielo por hacer el bien a
los demás. Y así pensaban los comandos a su mando, sus templarios.

Ya para el comienzo de la segunda semana, la entrada a su base de operaciones en el


pueblo, cada uno de los accesos, estaban protegidos, custodiados, asegurados con el
equipo defensivo que pudo contrabandear dentro del pueblo. En caso de que su base fuera
descubierta antes, durante o justo después de la operación, los atacantes se llevarían unas
diez o doce sorpresitas, cada una con entre cien y dos mil municiones, dependiendo del
calibre y la importancia del acceso que custodiaran.

Por eso, al comienzo de la segunda semana, empezó a dormir mejor, pero a vivir más
alerta. Su trabajo de coartada requería de tiempo, pues a pesar de ser su cubierta y casi su
coartada, era su trabajo real, y Federico se lo tomaba muy en serio, perdiendo el tiempo
que un terrorista verdadero le hubiera dedicado a su proyecto. No, terrorista no. El
terrorista era un criminal tan ciego y cobarde que ataca a quien no puede defenderse,
creyendo que asusta al poderoso y lo hará retroceder. El terrorista no lo hace porque es lo
correcto, sino porque le conviene a su creencia, pueblo, grupo, banda. No, Federico
estaba muy lejos de ser un terrorista. Él sería más un justiciero, un juez y jurado, un
verdugo con alcance inimaginable. Pero no, cuando el autoproclamado Nuevo Libertador
de la Federación “Bolivariana” de Naciones fuera a dar su semi-secreto discurso sobre los
valores “bolivarianos”, él y sus templarios entrarían en acción, y el Nuevo Libertador
pagaría por lo que hizo. De una u otra manera. Así empezaría la justicia.

Habían adquirido unas tres casas abandonadas frente a la Plaza de las Cinco Banderas,
desde donde harían su entrada hacía la plaza, atravesando de frente el cordón de
seguridad, que tenía contempladas las casas como un muro de su esquema de seguridad.
También habían conseguido un viejo BTR-80 y le habían realizado numerosas
modificaciones, como armadura más gruesa, un lanzagranadas pequeño, automático,
controlado desde y unido a la torreta, además de un sistema defensivo de granadas de
humo. En ese BTR irían los seis soldados que le acompañarían a la operación. Serían
apoyados por un obsoleto tanque Tiger que tenían listo para la acción. Este tanque
alemán estaba aún más modificado y actualizado que el transporte blindado ruso, con un
cañón mejorado y una armadura única recubierta, al igual que el BTR, con un blindaje
reactivo eléctrico prototipo que les daría la protección necesaria para enfrentar a sus
equivalentes modernos. El Tiger era como un tanque-escopeta: Era más efectivo que un
tanque moderno, pero sólo a cortas distancias.
Para el escape contaban con dos S-64 Skycrane para los tanques, un MI-24 Hind para las
tropas y cuatro MI-28 Havoc para protección. Era una apuesta riesgosa, arrojar casi todo
su arsenal y todos sus vehículos en una sola operación, con tantas cosas que podían salir
mal. Si todo salía bien, se convertirían en una organización con poder y alcance
inimaginables, serían capaces de enfrentarse a cualquier organización o fuerza, serían la
fuerza irregular más poderosa del mundo; pero de salir mal, perderían todo, y quedarían
con la imagen y la fuerza militar de una banda de asaltadores callejeros.

Estacionarían los tanques dentro de los edificios y su entrada sería tan estruendosa que
aturdiría, literalmente, a los policías que mantendrían a los manifestantes a raya.

Ya le quedaba un cuarto de vaso, cuando los acontecimientos del día vinieron a torturar
su mente.

Tras volver a revisar los tres emplazamientos de cañones defensivos dobles, salió a
pasear por la avenida que daba al río, y lo acompañaba por su trayecto. Compró unos
caramelos, y almorzó afuera. Y pasaba por ahí, junto al río, pensando en su misión;
cuando vio a su lado izquierdo una gran casa, la cual se hallaba hundida en el andén
como seis metros, en la cual había una pequeña fiesta. Ahí había una fiesta, una
celebración por el lanzamiento de alguna campaña de beneficencia, con el patrocinio
moral de un grupo de ballet y danzas, el cual daría el ejemplo con bailes y presentaciones
para empezar con la recaudación de fondos.

Eso no llamó la atención de Federico. No lo suficiente. Lo que le llamó la atención fue


una muchacha, con un mechón púrpura en su cabello castaño que ligeramente pasaba más
allá del cuello, su cuerpo delgado, y esa típica figura de bailarina. Federico caminó
lentamente hacia ella, y cada paso que dio en ese momento trajo una memoria a flote en
su cabeza. Los juegos en el parque, los recreos en el colegio, el momento en que le pidió
que fuera su novia, teniendo 9 años y aquella inocencia con que se pedía entonces, para
ser rechazado de una manera aun más inocente y dulce. Se acercó a la muchacha que
sostenía un cigarrillo. Increíble, se sentía como vampiro ante el ajo, pero Federico no
dejaría que un cigarro hiciera lo mismo que la distancia y los años si pudieron hacer. No
estando tan cerca y a pesar del humo, podía oler la suave fragancia que inevitablemente
entraba a su subconsciente para desentrañar los más recónditos sentimientos de amor,
cariño, nervios, inseguridad y ternura.

-¿Verpassen Sie Müller? ¿Susanne Müller?


-Ja, ¿Quién pregunta?- Dijo volteándose antes de llevarse la sorpresa más grande de su
vida al ver a su entrañable amigo Federico, con quien solo había mantenido contacto
telefónico y a través del Internet y la mensajería instantánea. Se le cayó un vaso de
limonada que tenía en la mano y regó su contenido, apagando así al cigarrillo a medio
acabar, cuando este también cayó al suelo.

-FEDERICO
Él nunca fue muy efusivo ni espontáneo, en cuanto al contacto interpersonal; disfrutaba el
“no tocar a los demás”, muchos decían que él era muy seco. Ella nunca explotaba o
dejaba ver sus emociones, ni dejaba que sus sentimientos la controlaran de una manera
tan abrupta.
Él le abrió los brazos, ella estuvo a punto de saltar, ella le abrazó con gran cariño y
sorpresa, él la estrechó entre los brazos, él respiró profundo, ella sonrió levemente y cerró
los ojos suavemente, él captó toda la fragancia fresca que emanaba de Susana, y ambos
hicieron la excepción a sus reglas.

Se dejaron ir lentamente. Ambos tenían la misma miradita de tontos.


-¿Qué haces aquí?
-Vine a reconectarme con mis raíces europeas, estudiar un poco la naturaleza de este
bello paraje, y convencí a mi compañía de danza de que este era el mejor lugar para
empezar con su gira. Yo daré lo que llaman en la televisión una “Actuación Especial”,
jiji, ¿y tú? ¿Qué haces por aquí?

-Vine por un proyecto que tengo, algo que si sale bien, cambiará el mundo, y lo hará un
lugar mejor.
-¿Y no me puedes contar de que trata?
-Jeje, no. Ahora no, pero si sale bien, te contaré unos detalles.

Y le dio una gran sonrisa.

Esa tarde fue maravillosa, conversaron tanto, se enteraron de tantas cosas. Y ambos
tenían aquella estúpida sonrisa que es tan bella. Lástima que aquella sonrisa no tuvo el
mismo significado para ambos, pensaba Federico entre sus tragos de vodka.

De pronto y sin razón aparente ella vio la hora.


-Me tengo que ir, se me hace tarde -dijo levantándose de la mesa, y cogiendo su celular y
un vaso de cerveza ligera a medio terminar, que había comprado tras la limonada
derramada.
-Déjame y te acompaño –Insistió Federico, en un detalle de caballerosidad que lo
mandaría después al bar donde estaba ahora ahogando pensamientos en un solo vaso de
vodka con jugo de mandarina que duraba más en acabarse que el conejito de Energizer en
apagarse.

Su mente lo llevó al instante en que, tras su ofrecimiento, ella cambió de cara, y tras una
mueca de inconformidad y desacuerdo, se puso seria, se paró y se levantó.
Federico estaba tan embelezado, tan metido en su burbuja, que creyó que el silencio era
un “sí”, y salió tras de ella.

Salieron de la casita, caminaron por la avenida del río, y enfilaron hacia un barco-
restaurante que era casi otra casita del pueblo con columnas de madera en lugar de
paredes y en una base móvil y flotante. Allí él la siguió hasta que ella llegó a una mesa y
de la silla se levantó un joven con pelo largo hasta el pecho y rizado, estilo casi
jamaiquino. Con un fuerte acento bogotano, el joven saludó a Susana, y antes de darle un
beso en la mejilla se percató del sorprendido joven con el cabello de la oreja hasta la
coronilla recogido en una colita de caballo.

-¡Uy Susana! ¡No me diga que este man viene con nosotros! ¡Usté nunca me habló de
tríos ni nada!

Ella se sentó diciéndole que no se preocupara por Federico, al tiempo que el bogotano se
sentaba frente a ella. Federico fue a sentarse al lado de Susana y frente al extraño, cuando
este le miró visiblemente molesto, y sin disimular su incomodidad, le dijo a Federico:
-¡Hey, no! ¿Quiere sentarse al lado de ella? ¡Usté hágase de este lado, al lado mío!

Federico, aun pasmado, le hizo caso omiso y se sentó al lado de Susana justo antes de que
ella lo agarrara por el brazo y lo levantara.

El bogotano se quedó un poco más tranquilo al ver que Susana quitaba al extraño con
cara de pendejo, perdedor y estúpido niño, grande y perplejo; como si acabara de
descubrir fortuitamente qué es el sexo.

-Mira, Fede, Javier va a estar esta noche conmigo, es mi cita, por eso fue que no te dije
que me acompañaras.
-Pero…pero… ¿Me estas diciendo que estás saliendo con ese tipo de jeans rotos y
calzones caídos?
-Sí –dijo algo molesta- Y me estás estorbando, arruinando la noche.

-Susana, ¿cómo…cómo te…es que acaso no te gustaría más salir conmigo?

Ella tomó aire, respiró hondo, y llevó a Federico a una mesa cercana.
-Fede –dijo sentándose frente a él, en una mesa de espaldas al greñudo del bogotano
Javier- Fede, mira, es que simplemente tú no eres de mi tipo.
-¿¿Y ese mechudo roquero de chaleco de jean deshilachado, camiseta y look medio
rastafari, ese sí es tu tipo??
-Pues la verdad…
-¡¿Y yo no soy tu tipo?!
-Federico, tranquilo-le calmó ella, con una gran ternura, mezclada con un amargo
sentimiento mal disimulado de cansancio y molestia- Lo que sucede es que a mí…es que
tú eres muy…inocente. Sí, esa es la palabra, eres demasiado bonachón, demasiado
inocente, como un niño. A mi me gustan más los hombres con algo de malos, con
algunos problemas, malos ¿si me entiendes?

Federico quedó con una cara de desconsuelo que únicamente confirmaba las palabras de
Susana.
Se levantó en silencio, le dirigió lo que aparentemente fue un intento de sonrisa a ella, a
modo de despedida y en silencio salió del barco. Al voltearse brevemente la vio volver a
la mesa con su cita. Tras eso, caminó en zigzag, derrotado, y entró a un bar que quedaba a
unos doscientos metros del barco, para pedir un vaso grande de vodka con jugo de
mandarina.
Capítulo II- Nihilum Nitor
Entonces pensó, con el trago que dejaba a un solo compañero en el fondo del vaso “¿Por
qué no le demostré, con aire gallardo o de león, cuan equivocada está?” “¿Qué yo
también puedo ser muy malo?” “Hubiera podido encararla y con voz desafiante decirle:
¿Qué no soy malo? ¡Te demostraré cuan malo puedo ser!” “Hubiera podido levantarme y
darle un puño a ese roquero de pacotilla, y empezar una pelea, como dos leones salvajes,
luchando por ella, eso la enorgullecería y la haría desearme” “Idiota de mí, me odiaría
por eso para siempre, y sería darle una victoria al maldito rasta ese en el corazón de
Susana” “Tal vez deba, más bien, hacerla partícipe de mi plan, así vería que soy capaz de
superar cualquier cosa de malo que tenga el roquerito, demostrarle cuan malo puedo
llegar a ser” “No, no debería involucrarla con la Orden” “La Orden es mucho más
importante, está por encima de ella y de mí”.

Y a medida que el último trago bajaba por su garganta, el alcohol le reveló la solución en
su mente, y la mandarina le devolvió la lucidez suficiente para ver que era viable,
compatible y no del todo peligroso para la misión.

Así, se levantó de su silla, pagó y se fue antes de que pudiera ver a Susana y a Javier salir
caminando, mirarse intensamente y al llegar al primer farol, besarse apasionadamente
antes de ir al apartamento de Susana.

Aunque no lo vio, si lo hubiera visto, hubiera escogido irse a preparar la operación…al


día siguiente…Pero esa noche fue a base, preparó el equipo, le avisó el ligero cambio de
planes a los hombres que lo acompañarían a él. Confirmó la inteligencia, y sí, el Nuevo
Libertador daría su anunciado discurso desde una segura locación en Europa Central,
desconocida para muchos…Una locación que él conocía. Una locación que estaba justo
en frente de un tanque Tiger y un BTR modificados.

Javier Esquivel nunca pensó que sus pecados fueran a ser tan bien recompensados…O tal
vez, recibió una oportunidad de redención. Como, aunque fue un ladrón juvenil que se
volvió el mandadero de los pandilleros y fue arrestado por la policía durante una redada
para agarrar a los narcotraficantes del sector más triste y pobre de Bogotá; como, después
de todo eso, salió tras cumplir su condena, se convirtió en un guitarrista de Heavy Metal,
y tras un relativo éxito de su banda, decidió ir a la tierra de su banda favorita, Rammstein,
pero por un trabajo que le salió, se mudó al lugar donde conocería a esa linda niña,
Susana, con quien se besaba desenfrenadamente mientras ella intentaba besarlo y abrir su
apartamento al mismo tiempo.
Entraron, y el tiró la mochila que colgaba de su hombro, y que contenía la pistola Beretta
igual a la que le había acompañado en tantos robos, y le había salvado la vida en más de
una ocasión (sin matar a nadie, aunque con algo de sangre en su cañón) y la mochila el
tiró al tiempo que ella tiraba de los botones de su pantalón, luego de su cremallera, y
luego tiró su pantalón hacia abajo. El tiró de los delgados hombros, y la levantó para
besarla, y tiró del botón de su pantalón, siguiendo el mismo procedimiento de ella, en
ella. Ella tiró de la chaqueta y camiseta de Javier para dejarle el pecho, ligeramente
ancho, lampiño, y joven, al tiempo que el tiró de las ropas de ellas, hasta que no hubo
nada que tirar más que tirarla a ella a la cama. Pero ella le acarició mientras el buscaba su
billetera, para sacar un condón, tirar del empaque, tirar el condón para sacarlo, y
ponérselo.

Si un curioso se hubiera puesto a escuchar en la puerta, hubiera creído que la muchacha


latina que vivía en el apartamento del segundo piso estaba teniendo un sueño dulce y
placentero, de no ser por la respiración de un hombre, en el mismo apartamento, con la
respiración agitada de un hombre levantando pesas, haciendo una rutina de varias
repeticiones, y poco peso.

Tras un clímax, intenso, pero corto, dejaron la pared para ir a la cama, el la tiró contra la
cama, ella quedó en la cama, y el frente a ella. Susana sonaba como si recibiera un
relajante masaje, y Javier, no emitió sonido alguno, al parecer apenas respiraba.

El segundo clímax los obligó a descansar, y Javier tiró el condón usado al inodoro, y tras
el descanso se puso uno nuevo, y ella le dijo:
-Otra vez…
-Esta vez, Susie, voltéate, y ponte de rodillas, seremos como dos cachorritos.

Esta vez, los sonidos captados por el micrófono infrarrojo apuntado hacia la ventana no
dejaron dudas sobre que ocurría adentro, y el solitario templario, en su ropa de civil, pero
su mente ya uniformada para la misión, oprimía su corazón al oír la respiración agitada
de su querida Susana, mezclada con los bestiales gemidos de aquel intento de colombo-
jamaiquino rastafari.

Javier abrió sus ojos. Su cuerpo estaba solo, sin ropa ni compañía en la cama, ya había
amanecido. Oía la ducha rociar con agua el cuerpo de Susana. Pero ese no fue el ruido
que lo despertó. Pero como no volvió a oírlo fue cerrando los ojos, hasta que lo volvió a
oír. Un tropel, o algo así, pero muy suave.

Se levantó, y frotó la cabeza. ¡Que noche tan intensa! Miró su reloj y vio la hora. Tenía
que ir al estudio, a entrevistarse con una banda local que podía llegar a contratarlo. Su
alemán estaba muy avanzado, así que no sería problema. Pero iba tarde.

-Susie, me tengo que ir -dijo poniéndose los calzoncillos y el pantalón. Se dio asco el
mismo, al ver el segundo condón, usado, tirado en el suelo, y casi pisarlo.
-Espérate, yo te llevo, déjame y me alisto.

Susana salió con una toalla alrededor del cuerpo. El sonido, de nuevo, le hizo
desembelezarse de Susana, y ponerse lo suficientemente alerta como para oír voces en
alemán contando “Cinco, Cuatro, Tres…”.
La puerta reventó al momento que cuatro hombres en armadura, con armas automáticas y
cascos totalmente sellados entraron al cuarto.

Él se tiró al suelo, hacia su mochila, y sacó la Beretta. Susana gritó y se tiró al suelo al
ver a los hombres armados entrar a su apartamento.
Javier sorprendió al segundo hombre en entrar, con un balazo en el pecho, y otro en la
cabeza, que sacaron de balance al hombre, pero su armadura le salvó la vida.

El asaltante que entró de último corrió hacia Javier, de una patada le quitó el arma de la
mano, y con un culatazo de su Avtomat Kalashnikov le remató. A la orden en alemán de
“Asegurad al maldito”, dos de sus compañeros agarraron e inmovilizaron a Javier.

Susana estaba tirada en el suelo, cubriéndose su desnudo cuerpo con la posición fetal, en
la esquina entre la cama y la puerta del baño. El jefe de los enlatados ordenó que le
cubrieran con la toalla, y le dijo a Susana, desde su casco “Poneros interiores, y algo que
os cubra, RÁPIDO”
Susana, sollozando, obedeció. El líder miró la habitación. Vio el sostén en el suelo, la
lencería, y al acercarse a Javier, vio el condón en el suelo. Su Kalashnikov vibró al
tiempo que sus puños se apretaban con fuerza. El casco frío, pintado de blanco giró hacia
Javier rápida y decididamente. Javier creyó reconocer unos ojos que le perforaban con
incomparable odio y locura desde atrás del vidrio totalmente negro de la visera del casco.
“Vendad a la chica, amarradle las manos gentil pero firmemente y bajadla al carro”
ordenó la fría voz al hombre que sostenía la toalla para la aterrorizada chica.

Cuando ambos habían bajado, se volteó y les dijo a sus hombres “Hacedle tragar toda su
porquería, todo lo que sobró”. Ellos lo sostuvieron y llevaron a Javier al baño, lo tiraron
contra el inodoro, y uno de ellos llegó con el condón usado.
Cuando terminaron, Javier los vio salir por la puerta, apuntándole a él con las armas,
hasta que se estuvieron fuera de vista. Acto seguido, se volteó y vomitó.

El líder subió a la SUV por la segunda fila de asientos, y se sentó junto a la cautiva.
“No se preocupe, señorita, no le pasará nada, solo tendrá que acompañarnos por un
tiempo”.
La camioneta arrancó, entró a la avenida que seguía el río, y corrió hacia la carpa
montada en el patio de los edificios que quedaban frente a la Fünf Fahnen Piazza (Plaza
de las Cinco Banderas). Llegaron, se bajaron, entraron por la carpa frente al edificio y
llevaron a la cautiva hacia un BTR modificado que se encontraba escondido dentro del
edificio, junto al Tiger, dentro de un edificio hueco, con explosivos amarrados a cada una
de los puntos de las vigas y paredes frontales que eran necesarios para volar el techo
como si fuera un libro, y la puerta hacia fuera, golpeando a quien estuviera al frente. La
introdujeron en el BTR, y el líder le dijo, en español:
-Cuando lleguemos, verás en televisión lo que haré dentro de cinco minutos, y así, verás
cuan malo puedo ser.

Capítulo III- Obscurus Gloria

-“Estamos aquí en un pueblo de Europa Central frente a la plaza donde, dentro de unos
momentos, el Nuevo Libertador de la Federación Bolivariana de Naciones dará su
anunciado discurso sobre Socialismo y Desarrollo. La locación es conocida por muy
pocos, y aquellos que estamos aquí, por razones de seguridad no estamos en derecho de
revelar el nombre.
Podemos ver a los habitantes del pueblo manifestando en contra del gobernante,
acusándolo de prácticas corruptas y dictatoriales. Aun así, las manifestaciones son
bastante pacíficas, y la policía no tiene muchos problemas para mantener la situación bajo
control. También llama la atención la aparente falta de un mecanismo de seguridad más
extenso, fuertemente armado, o mejor equipado, limitándose a los cincuenta y dos
policías que se encuentran presentes. El ejército austriaco está listo para llegar en menos
de quince minutos, y la fuerza aérea tiene el área circundante completamente en
cuarentena.
Esta presentación del gobernante ha creado gran expectativa, puesto que hay indicios de
que su discurso incluirá sus planes para su gobierno, en su mega estado, conseguido a
través de alianzas, golpes de estado y en un caso particular, una controvertida “ayuda” a
un gobierno vecino durante una ofensiva total de la guerrilla post-soviética izquierdista a
la capital, en lo que fue un intento exitoso de acabar con el gobierno democrático, para
apoderarse de la capital y convertir el país sudamericano en la primera “narco-nación”.
Sin embargo, las fuerzas del entonces Presidente de Venezuela recuperaron la capital,
aunque ya era tarde. Muchos criticaron estos actos, pues se habían tenido pruebas de una
relación entre el gobernante y la guerrilla; sin embargo, muy pocos guerrilleros
sobrevivieron al contraataque, en lo que fue más parecido a una escena de la Segunda
Guerra Mundial que a una operación militar moderna. Debido a la gran inestabilidad
resultante tras dichos eventos, el estado fue mantenido bajo control de las fuerzas
armadas “liberadoras” y posteriormente anexado a la naciente República de la Gran
Colombia, que luego se convirtió en la actual Federación Bolivariana de Naciones.
Por eso, más de la mitad de los sudamericanos llevan esperando este discurso más de un
mes, puesto que representa parte directa de su futuro.

Para WNN desde Europa Central, les saluda Agustina Guzmán”

Quince minutos después, se abrió la puerta de uno de los cinco edificios que rodeaban la
Piazza, y junto a dos guardaespaldas salió el Nuevo Libertador, el Emperador de Nueva
Venezuela, con sus ropajes militares, llenos de medallas, que asemejaban más a un
comandante francés o alemán de los 1800 que un militar moderno.
Se paró enfrente del podio; sus agentes revisaron todo, tanto los de campo como los
encubiertos, los de seguridad electrónica, los de vigilancia, los francotiradores.

Lamentablemente, no revisaron, de nuevo, los viejos edificios abandonados frente a la


plaza. Sí investigaron a los trabajadores que entraban para restaurar y mantener los
edificios presentables para los turistas, y vigilaron de lejos cualquier movimiento en las
áreas circundantes. Pero olvidaron revisar el interior del edificio tras la primera
inspección, y no notaron el astuto truco de cámaras usado para mover dos blindados bajo
una carpa, para meterlos en los edificios.

Una potente voz, por lo amplificada que estaba, retumbó por la Piazza:
-¡Compañeros revolucionarios! ¡Amigos míos! ¡Camaradas Bolivarianos! ¡Gente que me
ha apoyado todo este tiempo! ¡Les mando el más cordial y agradecido saludo
bolivaria…!

El techo de los viejos edificios explotó sistemática y ordenadamente frente a sus ojos, un
espectáculo que lo interrumpió a medida que el techo se abría como un cierre con
cremallera: hacia los lados, de un lado al otro. Todos quedaron petrificados.
Manifestantes, seguridad, dictador. Hasta que los seis o siete paquetes volaron el techo,
en unos eternos dos segundos. Entonces explotaron simultáneamente las bisagras de las
puertas, el medio de las puertas, las paredes que unían los tres edificios, todo voló hacia
la plaza, noqueando y casi aplastando a los policías que estaban tras las barreras de
seguridad, para contener a los inofensivos y asustados manifestantes, que empezaron a
largarse del lugar, en total pánico y desorden, para salvar sus vidas. La enorme nube de
polvo dejó atontados a los policías, pero el ruido despertó las alertas de los diez soldados
de élite que salieron de los edificios a espaldas del gobernante, diez soldados armados a
más no poder.

Reconociendo las intenciones de los perpetradores, los bolivarianos abrieron fuego contra
el humo, y para su sorpresa, vieron y oyeron los rebotes de sus balas contra una superficie
metálica. Aprovechando el momentum alcanzado, el BTR salió del humo, aplastando
carros de la POLIZEI, atrapando a dos policías bajo los restos de un auto, y por poco
destrozando la pierna de uno de ellos. Cruzó la plaza ante la mirada de los atónitos
periodistas, de la asustada muchedumbre y hacia los soldados bolivarianos que
resguardaban a su líder. Algunos disparaban inútiles ráfagas, otros agarraban sus rifles
impotentemente mientras gritaban por radio.

Dentro del blindado ruso, Susana oyó una voz gritar en alemán por el radio, la voz de
aquel líder que la había secuestrado, aquel que quería demostrarle cuan malo podía llegar
a ser; y la voz gritó “Apportierhund: Balas de goma, ¡¡Abrir Fuego a discreción!!”.

Acto seguido oyó sobre su cabeza, como una máquina hidráulica hacía un movimiento,
desajuste, reajuste y sonaba, al final, una traba y un amartillado automático, antes de que
otra voz contestara con fuerte acento inglés, en alemán: “¡LISTO!¡Abriendo fuego!”
La torreta abrió fuego, noqueando y arrojando a los soldados de élite con la potencia y el
calibre de las balas de goma.

Un soldado más salió de la casa de madera, con un rifle sin retroceso; se parapetó tras una
silla de concreto y hierro de la plaza y le apuntó al BTR justo al lado frente a Susana.

La voz del líder que secuestró a Susana gritó asustado y desesperado por radio:
“¡¡¡Apportierhund, AT a tus 2, lanzagranadas!!!”
El soldado apuntó para no fallar, pero el lanzagranadas incorporado a la torreta le pegó al
muro de concreto, volándolo en pedazos que golpearon y enviaron, junto con la onda
expansiva, al soldado del anti-tanques contra el edificio de donde salió.

“Blitz, tu turno, entra y cubre, MG, balas de goma”

Un tanque de guerra Tiger, como salido de Salvando al Soldado Ryan, pero cruzado con
un cañón de StarWars, surgió del polvo de la explosión. El BTR llegó al lado del
gobernante, quien sangraba de un hombro por una gran astilla (o mejor dicho una estaca)
que de milagro no se clavó en su corazón al salir del podio, sino en su hombro. Al mismo
tiempo, el Tiger los cubría con una ametralladora coaxial y unida al cañón, disparando
fuego de supresión.

-¡¡¡¡Malditos IMPERIALISTAS!!!!¡¡Gringos!!

Del BTR salieron cuatro soldados con armaduras que recordaban a las medievales, y
cascos blindados de un estilo parecido, mientras que un quinto soldado se quedó con
Susana, los otros salieron corriendo con sus Kalashnikovs listos para actuar, agarraron al
dictador, y lo arrastraron hasta el BTR-80, donde lo sentaron, cerraron la puerta, y contra
su voluntad le amarraron los pies, las manos y le pusieron un cinturón de seguridad.

El gobernante vio a una chica, vendada en los ojos, y amarrada igual que él, sollozando.
-¿Cariño, qué te han hecho estos bárbaros?- y dirigiéndose a ellos agregó- ¡¡¡¡¡QUÉ SE
ATREVEN A ATENTAR CONTRA MI PERSONA!!!!!

El BTR dio media vuelta, y enfiló hacia el edificio.

El Líder, desde un edificio vecino a los que explotaron, y con su fusil francotirador,
vigilaba el espacio aéreo, terrestre y marítimo para garantizar la seguridad de la
operación. Su Interceptor de radio capturó una señal de emergencia en español:
-“Código Waterloo, Napoleón Prisionero, repito, Napoleón prisionero, Se solicita
Josefina”
-“Vienen a recuperarlo, estoy atento a confirmación visual”-retumbó la voz del líder en el
BTR, a través de la radio; antes de salir con un asustado-“¡¡¡Cocodrilo, Cocodrilo
acercándose!!!¡¡BLITZ!!¡¡Cubre a Apportierhund!!¡¡TUMBA ESE HELICÓPTERO!!

El Tiger se movió hacia la parte noroeste de la plaza, y levantó su cañón de pulso


electromagnético dirigido contra el MI-35 bolivariano que empezaba a disparar con la
ametralladora mientras apuntaban los misiles. El brusco movimiento de la maniobra
evasiva del piloto tras ver el cañón de ciencia ficción apuntarle no fue suficiente para
esquivar el tiro, que al impactar, golpeó al helicóptero como una bala regular, sin hacer
daño a la parte material pero friendo todo lo electrónico del vehículo, y tumbándolo, en
espiral y botando chispas, hacia la tierra.

El BTR continuó andando hasta el agua, pasando por el edificio reventado donde se
detuvo a recoger al líder, y ya en el agua aceleró, tras una breve frenada, para seguir hasta
trescientos metros río abajo, donde volvió a subir a la avenida del río, y encaminarse
hacia una serie de casas típicas que formaban un barrio de la ciudad. Blitz lo alcanzó,
siguiendo la misma avenida, pero retrasándose al pisar varios autos vacíos. Al llegar al
parque común del conjunto residencial, donde el líder ordenó por radio y desde el BTR
“abrir las compuertas y seguir según el protocolo Leona”

Inmediatamente siete grandes edificaciones perdieron su techo en explosiones, para


revelar a los helicópteros de la Orden.

Los Skycrane se elevaron rápidamente para recoger a los tanques, mientras los ocupantes
salían del BTR. Nuevamente, el jefe del comando ordenó a sus soldados, esta vez, a
montarse en el Hind que acababa de aterrizar frente a ellos. También ordenó a los
conductores y artilleros de Blitz y Apportierhund permanecer en sus vehículos, y si era
necesario disparar desde ellos, aún así estuvieran volando. Luego ordenó a los demás
miembros del comando a subir a “la señorita Müller” y al “intento fallido de Mussolini”
al Hind. Allí, mandó a que ubicaran al gobernante en el “asiento especial”, y le
aseguraron con un arnés de emergencia de un color distinto a los demás. Susana fue
colocada en un asiento a la izquierda de Templar 1, el líder, quedando en el centro de la
cabina. Todos, aparte del gobernante, quedaron enganchados a los arneses de seguridad
con cintas azules. Solo el bolivariano tenía su arnés con el rojo que tanto le gustaba.

Para ese entonces, los Havoc habían establecido un perímetro aéreo y tenían todo el
armamento listo. Las fuerzas bolivarianas de seguridad y la Polizei alcanzaron a captar un
mensaje en alemán en una frecuencia abierta que decía “Me despido de mis valientes
camaradas, a quienes dejamos en este pueblo. Pronto volveremos por ustedes, pero si
llegan antes que nosotros, resistan pues la ayuda irá en camino. Volveremos por ustedes.
Y gracias, pues han hecho este sueño posible. Da svidanya y Salam Alecum.”

Cerraron las puertas del Hind, y despegó, con un Skycrane a cada lado, y los Havocs a las
12, 3, 6 y 9 del Hind y de Templar-1. La fuerza aérea austriaca fue directamente al centro
del pueblo, con sus aviones de combate patrullando, excepto el que fue de
reconocimiento y detectó movimiento en los edificios que resguardaron a los helicópteros
que ahora huían. De no ser por un misil tierra aire que salió disparado de un edificio
reventado, los jets habrían regresado a su perímetro y encontrado a los helicópteros en el
camino. Pero este misil causó tal alboroto que desordenó el perímetro completo, dándole
a Templar-1 la oportunidad de escapar por cualquiera de las brechas que se formaron.
La Polizei cercó el condominio residencial de lujo desde donde despegaron los
secuestradores, pero antes de decidir entrar en acción, el ejército bolivariano llegó con
una compañía de operaciones especiales y tomó el mando de la operación. Entonces un
francotirador les notificó que varios sospechosos se replegaban hacia el gran edificio que
era el mini-polideportivo del residencial, y si se pagaba una membresía, del barrio.

Un escuadrón de seis hombres entró por la puerta frontal, llegando al lobby, una
recepción amplia, deshabitada, vacía. Siguieron en formación, empuñando sus armas.
-Llanero aquí, a todos los escuadrones: El Escuadrón Negro esta en el lobby, repito está
en el lobby, todo despejado. Escuadrón Verde, entren por las escaleras de la parte trasera.
Escuadrón Rojo, entren por la piscina.

-Líder Negro a Llanero, Lobby despejado, procedemos a entrar hacia el comedor por el
pasillo frontal.
-Llanero a Líder Negro, permiso para proceder.
-Líder Verde a Llanero, estamos en la puerta, permiso para entrar
-¡¡¡Llanero a Verde, entren, entren, entren!!!

Corrieron los seis comandos, entrando por la puerta de la reja negra y dorada que cerraba
el acceso a las escaleras. Subieron corriendo por las escaleras, de a dos escalones en dos,
hasta llegar al segundo piso, donde en frente apareció una puerta, que daba acceso a las
canchas de squash. Pero justo cuando Verde-2 se acerco a la puerta, una ametralladora
doble cañón abrió fuego, destrozándole el hombro y por poco desgarrándole el brazo
entero. El soldado cayó sangrando horriblemente, pero sus gritos eran ahogados por la
ametralladora destrozando la puerta y el suelo, como si el soldado siguiera ahí.

-¡¡¡POR DETRÁS!!!
-¡¡¡Despejen: Granada!!!

La explosión llenó de metralla todo el piso que había detrás de la escalera, mirando a
donde había estado la puerta. La granada reventó casi todos los cables de control, y unas
cuantas municiones de la ametralladora, además de perforar la cámara de video con que
la controlaban. También destrozó los mecanismos de disparo y cuanto mueble hubo
cerca.

-Aquí Líder Verde, ¡Hombre herido!

El Escuadrón Negro entró por el comedor. El diseño del comedor para eventos hacía que
quien entrara por el frente terminara en medio del gran comedor, y solo una vez en el
centro se podría ver en todas direcciones. Pero Líder Negro no lo sabía. Enfrente,
caminaron con cautela, pasaron por las dos columnas neo-clásicas que flanqueaban la
entrada a la estancia y siguieron. No se veía a nadie. Las plantas se mecían ligeramente
con alguna brisa. Enfrente había un gran portón que llevaba al centro del edificio, desde
donde partían corredores y escaleras a distintos puntos y pisos.
Pero el líder oyó un movimiento en las plantas, seguido del sonido suave de servomotores
y maquinaria moviéndose lentamente.
Levantó la mano abierta y la fila de seis hombres se detuvo. El líder revisó la habitación y
en completo silencio pudo ubicar la fuente del ruido: Dos grandes plantas decorativas en
las dos esquinas del comedor que estaban del mismo lado de la entrada.
Dos grandes plantas que cuando él gritó “al suelo” fueron despedazadas por dos pesadas
plataformas de armas con un cañón de 25 mm y una ametralladora 7.62 mm cada una.

Solo quedaron Negro-1, Negro-4 y Negro-5, pues Líder Negro recibió un impacto de 25
mm en su rostro, Negro-3 cuatro de calibre de rifle en el pecho y un 25 que le voló el
brazo derecho, y Negro-2 duró demasiado tiempo erguido como para quedar
identificable. Negro-5 cogió el lanzagranadas adjunto a su rifle, y lanzó una munición
que voló en pedazos el blindaje que recubría el sistema de disparos en masa. En perfecta
coordinación con Negro-5, 1 lanzó una granada de mano que voló por los aires la
maquina, pero esta maquina dio su último tiro, volándole en pedazos la mano.

Negro-4 realizó la misma operación sin recibir más que un tiro de rifle en la pierna.

-¡¡¿¿QUÉ DEMONIOS PASÓ ALLÍ DENTRO??!!


-Emboscada

Otros 18 soldados entraron por el frente y 12 por detrás como refuerzo.

Lentamente fueron batallando hasta llegar a encontrarse los t grupos de ataque, tras
numerosas pérdidas. Estaban en el cuarto piso, en la cúpula del edifico, la zona
administrativa y de control.

Los terroristas, sin embargo, los tenían localizados y los veían por el sistema de seguridad
primario.

La carga explosiva estaba puesta en la puerta doble de caoba. La detonaron y lanzaron


granadas de gas lacrimógeno y de humo.

-¡¡¡ADENTRO!!!

Pero no fue necesario. Las tres defensas controladas por computadora abrieron fuego, con
su doble ametralladora de cinco barriles de 20 mm Gatling, cada defensa. Los disparos
sonaban como un pitido, y las balas salían a tal velocidad que, más que ametralladora,
parecía un cuchillo invisible que cortaba todo lo que había enfrente de él. Pero Negro-5,
Líder Azul y Verde-4 sacaron de aprietos a quien sobrevivió, con cohetes anti-tanques
que habían traído tras la muerte de Líder Negro.

La acción duró menos de un minuto. Comandos, ocho vivos. Terroristas, no aparecían


por ningún lado. Ni vivos, ni muertos. Ni armados ni desarmados. Solo encontraron las
armas controladas a distancia. Y no había rastro del Nuevo Libertador. Esto se estaba
yendo a la mierda.
-¡¡¡No saben con quien se están metiendo hijos de la gran…!!!
-¡¡¡SHUT THE FUCK UP!!!...¡¡¡GOD!!!
-¡¡¡Malditos gringos, voy a ordenar que mis espías coloquen una bomba atómica en su
Casa Blanca!!!¡¡¡Van a ver!!!¡¡¡Teníamos un trato!!!¡¡¡Yo les di todo el cochino petróleo,
les doy todo el cochino etanol, y a cambio ustedes me dejan decir todas mis palabrerías!!!

Templar-1 ya estaba cansado de que el “bolivarianucho” le dijera gringo, así que, con un
acento indo-árabe fuerte pero convincente y en español le dijo:
-Queridos Señor Bolivarianos, Usted nos confundes con alguien más. Los gringos
imperialistas no tienen nada que ver con su secuestros. Nuestras motivaciones son otras.
Nosotros sufrimos por su petróleos. Ahora nosotros lo haremos pagar por lo que nos ha
hechos.

-¡¡¡Cobarde imperialista!!!

Decidió jugar un rato, así que habló con acento ruso.


-Tovarich Hugo, si Io fuera usted, no hablaría mal ni molestaría a mis captores. ¿Por qué
cree que usted tiene un arnés de seguridad rojo? Porque si hay una emergencia, Tovarich
Hugo, y tenemos que eliminar peso para salvarnos, usted será el primero en caer por la
borda.

-…

La amenaza le ganó cinco minutos de silencio.

-¡¡¡Solo los cobardes matan así a la gente, amarrada e indefensa!!!

Este comentario de verdad molestó a Templar-1, y alcanzó a fingir un acento brasileño al


contestarle:

-¡¡DE QUE ESTA FALHANDO VOCE!!¡¡VOCE NO TEÑI NADA D’INOCENTCHI!!


Voce no es mais que uma equivocaçao da naturaleza. Y Nosotros vamos a correyire ese
ejjor. Vamos a humillajlo en televiçao internacionao. Vamos a pedir um rescatchi por
voce. Y cuamdo nos pagen el rescatchi, decidiremos si matar o perdonar a voce.

Y de nuevo en la monotonía del vuelo, el comandante secuestrado volcó su atención en la


muchacha de al lado “del pasillo del avión”.
-Oye, niña, como te llamas.
-Susana…- respondió entre sollozos.
-¿Y por qué secuestraron estos malditos?
-¡Molchi durak!- le espetó un templario en ruso
-No sé…-dijo entre lágrimas cuando el soldado volvió a conversar con otros compañeros.
-Pero dime, ¿qué haces, eres científica, millonaria, artista, política?
-No, no, ¡¡¡¡NO!!!!-Gritó, teniendo un ataque nervioso.
-¡Ostav ee v pokoe!- le ordenó Templar-1, para que dejara en paz a Susana
“Cazas Bolivarianos aproximándose. Los SU-30” Sonó por la radio en alemán.

Los helicópteros no tenían chance de vencerlos, pero en grupo y volando en formación


peligrosamente cerrada se protegerían contra la posibilidad de que les dispararan sin
saber cuál era cuál.

Pero apenas sobrevolaran la formación, identificarían que objetivos podrían tener al


gobernante, y cuales no.

Templar-1 tenía que pensar rápido. Hasta que se le ocurrió una apuesta arriesgada.

-¡Abran las compuertas! “Havocs, vuelen debajo de la formación, esperen a un tiro


seguro, y disparen solo si tienen el tiro seguro”
-“Entendido Templar Uno, Descendiendo”
-¡Y todos los demás, misiles antiaéreos!
-¡JA, Befehlshaber!

Con los lanzamisiles al hombro, los soldados (incluyendo a Templar-1) se apostaron en


las compuertas abiertas del Hind y apuntaron con los misiles rusos Igla 9k38.

-“Radar reporta tres Su-30. Nos detectaron hace rato. Saben cuan bajo estamos volando.
No intentarán nada, por lo menos hasta la tercera pasada.”
-“Ahí es donde los agarraremos. Havocs, no salgan de debajo de la formación hasta que
los bandidos estén en el suelo”
-“Ah, señor, con todo respeto, pero no me gusta volar a menos de cien metros con un
tanque colgando arriba mío”
-“¿Copia la orden, o no?”
-“Claro que si, Templar-1, Havoc Rojo fuera”

Los jets pasaron volando por arriba de la formación.

-¿Municiones disponibles?
-Ocho lanzadores de hombro listos para disparar, dos recargas por arma, más una en la
“recámara”.
-Bien.

Los jets se acercaron de nuevo.


-¡¡APUNTEN!!¡¡FUEGO!!
Los jets pasaron a unos cuatrocientos metros de la formación para identificar los
objetivos, pero los tres jets solo identificaron cuatro misiles que salían de un helicóptero e
iban hacia ellos.

Iniciaron maniobras evasivas, pusieron el motor a toda potencia, soltaron bengalas.


-¡Qué ironía! Un misil ruso de 60,000 dólares derribando a un avión ruso de 40 millones.
¡Qué pena tumbar un avión tan bello!

Y así los helicópteros volvieron a la formación normal, volando bajo, y siendo avistados
“accidentalmente” en el pueblo cercano de Stanzach, antes de virar bruscamente,
cambiando de rumbo y dirigiéndose a la única propiedad valiosa de La Orden que no
salió ese día a participar en la misión: “Chatêau du Temple”, en las montañas del Tirol.

Capítulo IV- Abactor Adeptio


El equipo de grabación estaba siendo preparado. Templar-1, en su traje todavía,
supervisaba todo. Por orden suya, Susana había sido enviada a una celda que cualquier
reo desearía. Televisión, cama limpia y arreglada con sábanas impecables; un baño
equipado como para ser parte de un hotel, fragancias exquisitas, un armario con ropa
elegante, e incluso, con material de lectura y discos DVD para el reproductor integrado al
televisor. Pero eso a Susana le importaba poco. La única diferencia entre esta celda y una
mazmorra sería que su cuerpo estaría limpio y en buen estado físico. Pero su mente no.
La única ventana al mundo era el televisor, pues a pesar de los bellos paisajes que podía
observar desde su cautiverio, pronto notó que no eran más que pantallas que proyectaban
imágenes pre-programadas. Eso corroboraba su observación inicial al entrar al complejo
camuflado, dentro de una montaña.

-Damas y caballeros, aquí un humilde servidor ante ustedes. Se preguntarán quienes


somos, pero ya conocen al Tovarich Hugo, el Emperador. Nosotros, sus secuestradores,
somos La Orden de Templarios del Nuevo Amanecer. Sé que lo primero que harán será
pensar en la antigua Orden de Templarios, y pensar que somos ellos. No. Nosotros los
admiramos, pero nos dimos cuenta que el actuar siempre pasiva y pacíficamente no
funciona siempre. Por eso, haremos que ellos nos odien por lo que haremos, porque
haremos lo que ellos no se atrevieron a hacer. Nosot…
-¡NO SON MÁS QUE UNOS COBARDES IMPERIALISTAS QUE SE ESCONDEN
DETRÁS DEL FRÍO METAL PARA COMETER SUS ATROCES…!

Templar-1 le dio un golpe con el reverso de la mano al Emperador de Nueva Venezuela,


callando al elocuente gobernante, antes de continuar su discurso:
-NOSOTROS, nosotros nos encargaremos de hacer cumplir la ley, no la ley de los
hombres, ni la ley de Dios, sino la Ley del Respeto. Haremos que crean que son muy
poderosos para pasar la ley, como Tovarich Hugo, el culpable de MILES DE MUERTOS
durante su desesperado pero exitoso apoyo a la guerrilla sudamericana, hace casi ocho
años, en el que mataron a un presidente DEMOCRÁTICO, porque “consideró” que era
un “vasallo del imperio”, un imperio que cayó y estaba más débil que el mismo país que
ahora no es más que una provincia de Nueva Venezuela.- Templar-1 parecía estremecerse
de la ira. Cerraba el puño derecho con convicción, frente a la cámara mientras esta
grababa- Nosotros simplemente tenemos una demanda para liberar al presidente, ejem,
E M P E R A D O R Hugo I, y esta es, que se le juzgue en una corte internacional, por
crímenes contra el mundo y la humanidad; para que el Emperador aprenda sus errores, y
pueda redimirse.
Y en caso de que decida gastar su tiempo en otras cosas, como iniciar una cacería de
brujas para buscarnos, bien, este secuestro TEMPORAL fue para demostrar- y Templar-1
hizo una pausa para mirar al gobernante- que no importa cuan poderoso o importante sea
usted, Tovarich Hugo, nosotros podemos, y si es necesario, tendremos que volver por
usted, para un acto de fe algo más…permanente.- Concluyó Templar-1 disfrutando el
cinismo del momento y el sufrimiento en las expresiones del orgulloso y humillado
gobernante.

-Dejaremos ir a este “pseudosocialista” que, en realidad, no es sino otro gobernante y


buenoide materialista como tantos otros. Lo dejaremos donde pueda llegar de vuelta a la
civilización…eventualmente. Pero a todo aquel que crea que puede evadir el castigo que
se merece, sepan que iremos por ustedes, y para lo que les haremos, solo Dios nos tendrá
preparado un castigo. Porque somos la orden que busca traer la luz en esta época de
oscuridad, así nos toque ser el fuego que queme todo lo podrido del mundo.

La presentadora de WNN continuó con la noticia:


-Este video fue recibido tres días antes de que encontraran al Emperador Hugo I en los
campos de Austria, al sur de la ciudad de Elbigenalp, algo deshidratado, con una herida
vendada en un hombro y con una pequeña cortada en el antebrazo derecho. Hasta ahora
su única declaración ha sido sobre su preocupación sobre una chica, llamada Susana, que
también fue secuestrada junto a él, según el mandatario. La policía cree que se trata de
Susana Müller Pardo, una bióloga colombo-austríaca que desapareció el mismo día del
secuestro. La policía austríaca investiga la pista de unos testigos que dicen haber visto
cuando unos hombres con capas y cascos metálicos sacaron a una señorita en unos
automóviles sospechosos. Por su parte el mandatario esta siendo trasladado en estos
momentos desde el hospital hacia el aeropuerto, desde el cual irá de vuelta a su nación.
Les recordamos que el mandatario fue encontrado vivo hace unos cuatro días cerca de…

El televisor se apagó, Susana ladeó su cabeza hacia la puerta, desde donde Templar-1 (de
nuevo en su armadura) le apagó el televisor. La mirada de Susana se había tornado cada
vez más ausente en los nueve días de su cautiverio. Su contacto con seres humanos se
había reducido a ver a los sujetos con máscaras pintadas entrar, dejarle su comida, decirle
alguna que otra palabra tierna o de consuelo, e irse. Pero Templar-1 cerró la puerta de
cerrojo electrónico detrás de él.

La vida y la expresión, junto con los sentimientos de ira, odio, miedo, remordimiento,
humillación y orgullo, volvieron a los ojos de Susana. Pero el silencio no dejó sus labios.
-Buenas tardes –saludó Templar-1, en alemán.
-…
-Es bueno ver que no te has deshidratado ni desnutrido.
-¿Qué quieren de mí?- dijo Susana con fingida indiferencia
-Que respondas, que ME respondas, dos cosas. La primera –dijo el templario desde
dentro de su casco, y con sus fríos ojos clavados en los de Susana- quiero saber ¿Qué
piensas de mí?

Un mar de emociones fue desatado dentro de Susana, y como si esa pregunta hubiera roto
el dique, sus emociones desbordaron y arrasaron todo autocontrol, haciéndola gritar su
respuesta, desahogarse de todo el estrés del cautiverio, gritándole en español:
-¡Pues pienso que eres un mal nacido, hijo de puta, engreído que se cree Dios y sólo
busca atención!

-¡¿CÓMO?! ¡¿Tú piensas qué…?! –Templar-1 se calmó repentinamente,


interrumpiéndose a sí mismo y respondiendo en español- Jeje, ¿sabes qué? Curiosamente,
creo que tienes razón.
-Pues deberías estar feliz, pues ya tienes la atención de todo el mundo.- Espetó Susana,
aún desafiante, señalando al televisor.
-¿Y qué te hace pensar que la atención de “ellos” es la que yo quiero?

La respuesta sacó a Susana de su guardia, de su actitud rebelde y valiente.

-Yo sí creo en lo que dije en esa grabación, señorita. Yo siento que tengo la divina tarea
de hacer que aquellas personas que solamente causarán más dolor, y que merecen ir al
Infierno, se vayan lo antes posible, aún si eso me cuesta mi lugar en el cielo. Pero yo
quería SU atención, Susana –Y tras tomar aire, continuó- Ahora, Miss Müller, usted
deberá contestarme la siguiente pregunta. ¿Cree qué yo soy una mala persona? ¿Un ser
malévolo? ¿Alguien malo?
-¿Por qué debería contestarle eso?
-Porque usted es el rehén, que está en un complejo semi-militar, y yo soy el de la llave,
las armas y la armadura. Ahora conteste…por favor.
-…Pues…la verdad…pienso que usted no es malo, sino súper-malo, merece irse al
infierno en ruta Express. ¡Merece que le atropelle un tren y un perro se coma sus
entrañas!
-¡Ah, que bien!
-¡¿CÓMO?!

-Verás, querida Susie, que la verdad, mi misión siempre fue secuestrar al tirano- dijo
Templar-1, mientras se quitaba el casco, para dejar a Susana fría, tan fría como la mirada
que le dirigió él desde sus ojos- pero lo que cambió fue verte, y oírte decir que no era tu
tipo, porque yo era “demasiado inocente”; “demasiado bonachón”…

Susana no respiró por cerca de un minuto, con el corazón encogido, y la mente en shock
-…Ahora que me dices, ¿Susana, ya soy de tu tipo?- Dijeron, con las palabras como sable
helado que cortó el corazón de Susana, los labios tibios pero gélidos de Federico Torres
Arenas, ya con su cabeza fuera del casco de Templar-1.
Epílogo

Le encantaría pensar que está tomando un vodka con jugo de mandarina. Él prefería no
pensar que esa bebida le ataba a malos recuerdos, sino que lo había acompañado y
reconfortado en sus malos ratos. Pero no, una Fanta, naranja, repleta de vitamina M, M de
mugre, dulce y ácida, una mezcla desatinada, eso era lo que tenía en las manos, dentro de
un vaso.

Sus hombres le dijeron que aun tendría que esperar diez minutos. Eso significaba que su
contacto llegaría tarde, cinco minutos tarde. Cinco minutos que cualquiera perdonaría,
pero él no era cualquiera, su tiempo era valioso, y más cuando estás en medio de una
investigación policial internacional (cosa de la cual, supuesta y oficialmente, él no tenía
ni remota idea). Se entretuvo haciendo girar los hielos en el vaso de cristal, y ver sus
pequeños icebergs deambular por su piscina anaranjada.

Habían sido cinco años de incesante trabajo. El Emperador Hugo había corregido sus
errores y pecados, aunque sin admitirlos y evitando que se supiera la verdad, pero
tampoco se podían esperar milagros, ¿verdad?

Había conocido a varias personalidades alrededor del mundo, y había tenido que dejar a
algunos en el camino. Había enfrentado a traficantes de armas, multimillonarios, barones
de la droga y todo tipo de calañas. Algunos, como un traficante de esclavos británico se
entregaron y confesaron hasta lo que no debían, por miedo a los enlatados asesinos.
Otros, como un corrupto, inescrupuloso y manipulador magnate ruso del petróleo, no
aguantaron una “segunda visita” y sus cuerpos aparecieron a tres calles de su casa, dentro
de toros de Falaris, obvia y visiblemente torturados.

La Orden había sido catalogada por la ONU como la mayor organización terrorista y/o
extremista después, o junto a Al-Qaeda. Tras esa declaración no paso mucho tiempo
antes de que ambas organizaciones empezaran una guerra en el mundo criminal. Una, por
mantenerse viva y eliminar una amenaza que se interponía ante su visión de un mundo
mejor. La otra, por igual. Una guerra de inteligencia y contrainteligencia cuya
protagonista era la delación de las operaciones del contrario ante las autoridades. Una
guerra de zancadillas y tropezones.

El Vaticano condenó la organización, y emitió un comunicado en el que demostraban el


dolor y la indignación que les provocaba que dicha organización tuviera un aparente nexo
con la religión católica.

Su contacto entraba a la cantina. Él seguía impasible. Un hombre joven, ligeramente


menor que Federico. Latino, acento colombiano, pelo negro, vestir elegante, buenos
modales, pero algo nervioso.

-Dígame, ¿qué se le ofrece?


-Gracias por atenderme, señor Torres. Tal vez me recuerde. Trabajamos juntos por un
tiempo en Scarlet Holdings & Co. Soy el fundador de una empresa que ha crecido muy
rápido, para mi dicha, tal vez la conozca, Omega Star industries. Sin embargo, necesito
que usted me ayude a contactar – y susurrando mencionó el innombrable nombre de “La
Orden”- Sé que usted perteneció a la orden original, así que tenía esperanzas de que me
pudiera contactar con alguien allí, no sé, que tal vez usted conoce a alguien de allí.
- ¿Cree usted que yo me reúno con terroristas?
- NO, no, no, no, no. Pero esperaba que usted tuviese algún ex colega o amigo que
pudiera comunicarle mi situación.
- No entiendo porque usted querría contactar a esa gente. Tal vez si me dice de qué se
trata, veré si ellos pueden ayudarle. – Dijo Federico, muy desconfiado por el fuego con el
que jugaba en ese momento.
- Señor Torres Arenas, necesito que me quiten una sospecha de encima. Un hombre con
mucho poder y capacidad de hacerme daño a mí y a mi compañía, y tal vez a muchas más
personas. Tengo la firme creencia de que esa persona no tiene buenas intenciones.
Necesito que lo vigilen, para poder dormir tranquilo yo, y ustedes también.

- No sé porque, querido colega, piensa usted que esa gente es un servicio de


investigadores privados. Tal vez ponga mi vida en riesgo con siquiera proponerles tal
asunto.
- Por favor, déjeme terminar.
- Está bien. ¿De quién se trata?
- De mí.
-¿Perdón?
- Sufro de pérdida de consciencia y de memoria. Despierto en otros lados, y aparecen
grabaciones de mí yendo a lugares que no recuerdo, hablando con gente que no conozco,
e incluso tratando de hackear mi propia computadora, que he bloqueado con una
contraseña especial. Creo que estoy sufriendo de un grave caso de personalidad doble,
pero a nadie parece importarle, mucho menos creerme. Temo que mis temores de estar
traicionando a mi novia sean solo el principio.
- Creo que su caso lo debería tomar un psicólogo.
-¡¿Acaso no me está escuchando?!- explotó su interlocutor antes de calmarse por el
exabrupto tan poco decoroso- Mi fábrica construye armas y vehículos militares. Yo suplo
mis propios servicios de seguridad para mi compañía y para mí. Mis tropas responden a
mis órdenes casi sin pensar y pronto incursionaremos en investigaciones de ingeniería
genética pesada. ¿No se da cuenta de que mi problema va más allá de un psicólogo?.
- Señor, un placer conocerle, lamento que me haya hecho perder mi tiempo- dijo Federico
antes te coger su bebida y darle el último sorbo para irse.
Entonces, su desesperado interlocutor le agarro desesperadamente su muñeca derecha y
lo miró con sus ojos llenos de impotencia, súplica, incredulidad y un toque de rabia.

-Señor Torres Arenas, por favor, le haré una oferta a la Orden. Un contrato. Los
contrataré como mis asesores militares y entrenadores. Necesito que mis fuerzas de
seguridad estén entrenadas profesionalmente Y realmente necesito que les impartan una
doctrina estricta que impida que se conviertan en agentes del mal. La Orden podrá
impartirles cuanta clase de catecismo quieran darles. Confiaré en que usted sea mi
intermediario, se ganará una comisión según la ley. Nada ilegal ni retorcido. Mire,
Federico, yo no acostumbro suplicar, quebrantarme, depender de alguien más, pero hoy
estoy completamente desesperado, y tengo la certeza de que la única alternativa que me
quedaría, si usted me niega su ayuda, es volarme los sesos- terminó el hombre elegante
cuya alma acababa de resquebrajarse frente a un hombre de hielo, tratando de
convencerlo para que Torres Arenas fuera lo que el casi sollozante hombre creía que
Federico era, su salvación.

Federico leyó en su mirada y busco indicios de engaño, de una trampa de la Interpol, un


vengativo familiar de una de sus víctimas, y lo único que encontró al perforar con sus
helados ojos verdes la mirada de su interlocutor, fue un marco vacío, rodeado por los
pedazos quebrados del espejo que había sido, hace veinte segundos, el alma del hombre
de elegantes modales y nervios destrozados.

Torres Arenas agarró firmemente al hombre a punto de llorar de los brazos, casi a la
altura de los hombros, y lo ayudó a sentarse en la silla de la que se había resbalado para
caer de rodillas frente a él. Luego colocó su mano izquierda sobre el hombro derecho a su
interlocutor, le preguntó:
-¿Cómo me dijo que se apellida?
-¿Mi apellido? Vela
-Bien, Señor Vela- y le extendió la otra mano, para sellar con ese gesto el contrato que,
casi sin palabras, acababa de aceptar.

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