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Después de escribir cinco páginas el hombre se percata de que son las tres y se
indigna y despierta a su esposa de nuevo para que le prepare más té. Sigue
escribiendo hasta las cuatro e incluso pudo continuar por más tiempo de no haber
terminado. En tanto a su apariencia, era como la de esos escritores insignificantes y sin
talento.
Todos estaban poco emocionados, pues recordaron el caso de un conde que les
había invitado al té, y aunque era muy hospitalario, los mantuvo despiertos por largas
horas con sus recuerdos e historias y nos lo dejó dormir. A pesar de eso se prepararon
y se dirigieron a la casa de aquel hombre, las personas del pueblo les indicaron que
había dos rutas para llegar, una por arriba y otra por abajo, pero los oficiales eligieron
la primera opción.
Mientras caminaban conversaban sobre quien podría ser el hombre que les había
invitado, y conforme se fueron acercando a la casa el teniente Lobitko alertó la
presencia de mujeres (pues se creía que tenía el instinto para saber si había damas en
algún lugar). Fueron recibidos por el teniente Von Rabbek, un hombre de unos sesenta
años, mientras los saludaba pedía perdón por no poder ofrecerles posada, pues estaba
acogiendo a familiares y conocidos.
Los oficiales rápidamente notaron que aquella invitación había sido dada
meramente por modales y no necesariamente por gusto, además, parecía que
irrumpían en alguna actividad o evento. Después, fueron saludados amablemente por
una viaja alta con una magnifica sonrisa. Entrando notaron la presencia de muchas
personas, el general les indicó que eran muchos como para ser presentados, que
socializaran por su cuenta, por lo que se vieron en una situación aún más vergonzosa.
El más tímido de todos, el capitán ayudante Riabóvich estaba aún más apenado
que sus compañeros. Después de un rato Von Rabbek y algunos miembros de la
familia se sentaron a conversar con los oficiales. Cuando terminaron el té pasaron a la
sala, allí divisaron a muchas jóvenes, como lo había predicho Lobitko, quien hablaba
con una señorita rubia.
Sophia Chacón Aguilar. Prof. Ronald Solano Jiménez.
Carné: C11977. Apreciación literaria 001 (EG-0316).
Empezó a sonar un vals melancólico, los invitados recordaron que se acercaba la
primavera, Riabóvich con el efecto de la música y el coñac que había tomado,
comenzó a ver a las mujeres alegremente. Los muchachos bailaban con los jóvenes y
por un segundo aquel tímido oficial deseó tener aquella capacidad y confianza, a veces
se acomplejaba de su personalidad y su físico; el hijo de Von Rabbek invitó a algunos
oficiales a jugar billar, Riabóvich fue con ellos.
Al poco tiempo se dio cuenta de que realmente no calzaba en aquel lugar y quiso
devolverse a la sala, sin embargo, de camino se perdió y terminó en cuarto oscuro del
que se veía una pequeña entrada de luz, al acercarse escuchó que una mujer exclamo:
¡Por fin!, lo abrazó y lo besó en la mejilla, pero gritó cuando se percató que no era
quien esperaba y el oficial huyó de ahí, al inicio sintió pena y malestar, pero pronto
cayó en cuenta de aquella experiencia y se sintió de maravilla.
Durante la cena Riabóvich intentó buscar a la dama con la que se había encontrado,
a simple vista parecía no reconocerla, pero juntando los rasgos de algunas mujeres
que le parecieron atractivas creo en su mente su propia versión de aquella joven. Los
invitados se despidieron y agradecieron por la hospitalidad de la familia.
La batería partió de ahí, Riabóvich sintió algo de tristeza al dejar aquel lugar y
despedirse de algo tan íntimo; en el camino todo eran imágenes conocidas y poco
interesantes, por eso, el oficial se sumergió en sus pensamientos y deseos, soñando
con aquella joven. Después de un tiempo, llegó a la conclusión de que lo sentía era
algo normal, comprendió que muchos de los hombres que estaban allí habían tenido
sus momentos con mujeres y habían terminado casados.
Sophia Chacón Aguilar. Prof. Ronald Solano Jiménez.
Carné: C11977. Apreciación literaria 001 (EG-0316).
Cuando llegaron al alojamiento, cenaron juntos Lobitko, Riabóvich y Merzliakov,
cuando el segundo comenzó a contarles sobre su experiencia, sus compañeros se
sorprendieron un poco y Lobitko no tardó en contar una situación similar que vivió en
un tren. Comenzaron los días de campamento y Riabóvich se comportaba como un
enamorado, escuchaba las conversaciones de los otros oficiales sobre amor y mujeres,
y en otros momentos se ponía a recordar todo lo que había pasado aquella noche.
A finales de agosto regresaba el tímido oficial, esta vez con únicamente dos
baterías; extrañaba los elementos de aquella noche de mayo, deseaba que al llegar de
nuevo a la aldea les invitaran a tomar el té como la última vez, espero y pensó en qué
momento llegaría el jinete, pero no ocurría eso que tanto deseaba, por la noche, salió y
comenzó a caminar, exploró los alrededores y las calles en las que había estado en su
visita a aquel pueblo.
Justo cuando iban a enviar al perro con el general para preguntarle directamente,
apareció el cocinero de aquel hombre, quien, aunque aclaró que el animal no era de su
amo, pues él no tenía cachorros de esa raza, sí era del hermano del general, Vladímir
Ivánich, un hombre por el cual Ochumélov parece sentir simpatía, por lo que sonrió y
pidió que se lo llevaran. Todos se rieron de Jriukin y el inspector reanudó su caminata.
El hombre gordo, llamado Misha, divisó a aquel amigo suya que no veía hace
mucho tiempo y lo llamo por su nombre, Porfiri, al encontrarse se alegraron muchísimo
y estaban muy sorprendidos de toparse, ya que habían perdido contacto desde hace
tiempo atrás. El flaco presentó a la mujer como su esposa, Luisa y al colegial como su
hijo, Nafanail.
Misha, por su parte, le contó que era consejero privado, con esto el flaco se puso
pálido y nervioso, su hijo se estiró y abrochó todos los botones y el mentón de Luisa se
alargó aún más. Porfiri comenzó a tratar a aquel hombre con mucho más respeto y
mostró admiración por los logros de este, pero su amigo le pidió que parara, pues ellos
eran grandes amigos y no era necesario aquel trato.
El hombre flaco continuó con sus formalidades, y, aunque el gordo quiso intentar
detenerlo de nuevo vio en su rastro tanta dulzura y respeto que le produjo nauseas, por
lo que se limitó a estrechar la mano de su amigo y despedirse. Porfiri, su esposa y su
hijo estaban completamente sorprendidos.
Smichkov había perdido la esperanza, pues su esposa lo había dejado por otro
hombre, sin embargo, al ver a aquella muchacha sintió amor de nuevo, se quedó
admirándola por un rato, mientras ella dormía, pero pronto recordó su compromiso y
decidió dejarle un recuerdo para cuando despertase, entonces armó un ramo de flores
y lo enganchó en la caña.
Cuando quiso salir, el hombre se dio cuenta de que le habían robado su ropa, y
como sería terrible andar desnudo y presentarse así en la casa del Príncipe, decidió
irse a un puente que estaba algo escondido hasta que anocheciera y pudiera salir sin
ser visto. La joven, por su parte, cuando se despertó y no vio su flotador comenzó a
tirar fuertemente de la caña, pero el anzuelo estaba en el fondo, porque el ramo se
había hecho pesado por el agua.
Sophia Chacón Aguilar. Prof. Ronald Solano Jiménez.
Carné: C11977. Apreciación literaria 001 (EG-0316).
La beldad se quitó la ropa y se metió al agua para recuperar su anzuelo y flotador,
no obstante, mientras lo hacía los mismos ladrones que robaron las pertenencias de
Smichkov robaron las suyas. Tuvo la misma idea que aquel hombre, se escondería
debajo del puente y cuando anocheciera se haría a casa de su tía, al llegar al lugar y
ver al músico, también desnudo gritó y perdió el sentido. Smichkov también se asustó y
creyó que la muchacha era una ondina.
Cuando la beldad recobró el sentido le explicó que era la princesa Bibulov y que le
habían robado la ropa al entrar al río, el hombre, por su parte le aclaró su situación
también, después, procedió a ofrecerle el estuche del contrabajo para que ella pudiera
taparse, de esa forma él no podría ver a la joven ni ella verla a él y cuando oscureciera
la llevaría a su casa. La muchacha aceptó y procedió a entrar en la caja.
Los campesinos, incluso después de algún tiempo, contaban como debajo de aquel
puente durante la noche se podía ver un hombre desnudo, cubierto de pelo y con una
chistera y a que algunas veces se podía escuchar además los sonidos producidos por
un contrabajo.
De repente, la mujer escuchó voces y pasos, dos oficiales caminaban por la calle
mientras conversaban, uno era grueso y alto, el otro más pequeño y delgado. Al pasar
por la botica recordaron al feo boticario que trabajaba allí, así como a su hermosa
esposa a la que habían visto varias veces; los hombres pensaron en entrar a comprar
algo, esperando a ser esperados por la joven.
La boticaria fue a traer las botellas, pero al caer el sacacorchos, pidió el oficial
silencio, pues podría despertar al marido, cuyos ronquidos se escuchaban claramente,
pero a la joven pareció no importarle y solo reía de las bromas de los hombres,
después, pidieron algo de vino y se sentaron a beberlo, comenzaron, además a halagar
a la boticaria y aunque al inicio parece no gustarle, poco a poco se animó. Después de
un rato se despidieron de la joven y salieron del negocio.
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Pasó poco tiempo, cuando la mujer vio que los hombres se detuvieron a hablar y el
oficial Obtesov se devolvió a la tienda dudando un poco, cuando entró la campana
despertó al boticario y se levantó malhumorado, Obtesov se puso nervioso y pidió
quince kopeks de pastillas de menta, pero cuando salió las arrojó al camino empolvado
y se fue.
Dmitri, además, parecía tener una aversión por las mujeres y se refería a ellas como
“la raza inferior”, no obstante, cuando estaba con ellas era cuando se sentía más libre y
cómodo. Un día la señora se sentó cerca de él, cuando la vio le llamó la atención
nuevamente, pensó en lo maravilloso que sería un pequeño romance con ella,
queriendo acercarse, llamó al perrito y lo acarició.
Pasó una semana desde su primer encuentro, en una tarde de un día de fiesta
salieron juntos a ver venir el vapor, mucha gente se paseaba y llevaban flores. El vapor
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llegó más tarde de lo esperado, la gente comenzó a irse y se puso muy oscuro.
Entonces, Dmitri la rodeo con el brazo y la beso en los labios y se fueron juntos al
hotel. Al llegar, él pensó en las diferentes clases de mujeres y las experiencias que él
había tenido con ellas, en Ana veía la inexperiencia de la juventud.
Ella se puso a llorar, supo que todos, incluido Gurov, la despreciarían, le dijo como
se estaba engañando más a ella misma que a su esposo, que era un lacayo, se había
ido a Yalta para vivir y experimentar pero que ahora se sentía una mujer vulgar. El
hombre estaba algo aburrido de escucharla, sin embargo, comenzó a consolarla y
hablarle dulcemente hasta que ella se calmó y ambos volvieron a estar alegres.
Un día llegó una carta indicando que el esposo de la mujer se encontraba mal y le
rogaba que volviera, entonces ella se preparó para irse. Llegó el día y Gurov la
acompañó hasta el tren, ella no lloraba, pero se encontraba muy triste, cuando salió el
tren, él se quedó solo en el andén, pensaba en lo que había vivido con Ana
Sergeyevna, finalmente, decidió que era hora de volver al norte.
Gurov llegó de vuelta a su natal Moscú, en donde había llegado el invierno, poco a
poco retomó su vida allí y sus costumbres, mientras olvidaba la aventura que había
vivido recientemente, no obstante, eso no duró demasiado, poco tiempo después
comenzó a recordar vívidamente a Ana, sentía que estaba en todas partes, él quería
contárselo a alguien, pero no tenía ninguna persona para explicárselo.
Un día no se pudo contener y se lo contó a un oficial amigo suyo, pero este contestó
algo trivial, esto colmó la paciencia de Dmitri y lo indignó, vio como todo era vacío, sin
interés o importancia, aquella idea no lo dejó, dormía mal y se encontraba harto de
todo en su vida. En diciembre partió a S, quería hablar con Ana; al llegar al hotel en
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aquella ciudad el portero le indicó en donde vivía Von Diderits, él se dirigió a aquel
lugar.
Entonces Gurov llegó a la propiedad y aunque quiso entrar pensó que eso sería
impulsivo y apresurado, sería mejor esperar una ocasión más apropiada. Volvió al
hotel, se sentía fastidiado. El hombre recordó que La Geisha sería presentada en el
teatro y que quizás ella iría, se alistó y fue allá. Miró cuidadosamente todo el lugar y las
personas que llegaban al espectáculo, también Ana llegó con un hombre que parecía
ser su esposo, él la miro y sintió que la quería más que a nada.
En el primer descanso el esposo salió fumar y ella se quedó sentada sola, Gurov se
dirigió hacia ella nerviosa y le dijo buenas noches, Ana Sergeyevna se puso pálido y se
esforzó por no desmayarse, ella se levantó y se dirigió rápidamente hacia la puerta, él
la siguió, recorrieron varios pasillos, después de un rato pararon, ella le dijo que la
había asustado mucho y le preguntó que por qué había estaba allí, Gurov le insistía
que lo escuchara, ella solo se repetía lo desgraciada que era y lo mucho que
necesitaba olvidarse de él, Dmitri comenzó a besarle la cara y las manos, pero Ana lo
apartó y le dijo que se fuera.
Ella prometió ir a verlo a Moscú, pero le indicó que por ahora debía irse, estrechó su
mano y se fue rápidamente. El notó que efectivamente ella era desgraciada, entonces
espero un poco más, después, fue por su abrigo y marchó no solo del teatro sino de S
también.
Ana Sergeyevna comenzó a ir a ver a Gurov a Moscú cada dos o tres meses; a su
esposo le decía que iba a ver a un doctor por un mal que sentía. Un día él llevó a su
hija al colegio y después se dirigió al hotel, cuando llegó Ana lo estaba esperando,
cuando entró lo besó, pero pocos minutos después ella se puso a llorar, allí Dmitri se
dio cuenta de que sus cabellos comenzaban a blanquearse, pero apenas aquella era la
primera vez que se había enamorado.
El cochero parecía atontado, cuando el militar se refirió a esto con tono irónico, él
simplemente pudo indicar que su hijo había muerto la semana pasada, había estado
tres meses en el hospital por alguna enfermedad y finalmente Dios se lo había llevado.
Nuevamente descuidó su forma de manejar mientras el militar le exigía que fuera más
rápido, después de un rato llegaron al destino; el cochero y el caballo se quedaron
solos una vez más, esperaron un cliente por varias horas.
Tres jóvenes pidieron que los llevase al puesto de policía, en el camino uno de ellos
le pidieron que se apresurara. Los muchachos comenzaron a hablar entre ellos, Yona
quiso unirse a la conversación, pero estos solo le exigieron amargamente que fuera
más de prisa, después de un rato el hombre quiso hablarles de nuevo, esta vez les
contó acerca de su hijo, pero estos solo lo insultaron y le pegaron para que fuera más
rápido, al llegar al destino, los jóvenes bajaron y el cochero se volvió a quedar solo con
su infinita tristeza.
Al ver que se acercaba un portero quiso hablar con él, pero este contestó
rápidamente y le pidió que se alejara de la puerta. Yona esperó una hora más, pero se
sentía muy mal y pensó que sería mejor irse. Después de un rato llegó a su casa, una
habitación sucia en donde duermen muchos otros cocheros. Un joven se despertó y se
incorporó, Yona intentó hablar con él y le contó sobre su hijo, pero el solo se volvió a
dormir.
Sophia Chacón Aguilar. Prof. Ronald Solano Jiménez.
Carné: C11977. Apreciación literaria 001 (EG-0316).
El hombre deseaba, con todo su corazón, hablar sobre su desgracia, sobre su hijo,
lo que le había pasado y como enfermó, sobre la hija que aquel muchacho dejó tras
morir, sin embargo, no tenía a quien contárselo. Fue a ver a su caballo, que estaba
comiendo heno, y así, Yona comenzó a expresar lo que sentía, le explicó todo lo que
había ocurrido, el caballo escuchaba a su amo.
De repente sintió Varka un golpe en la nuca, era su amo que la reprendió por dormir
mientras el niño aún lloraba, la muchacha intentó mantenerse despierta, pero en
cuanto su amo se fue, los sonidos de su alrededor y la suave luz de la lámpara la
hicieron soñar de nuevo, esta vez estaba en la ciudad con su mamá buscando trabajo y
pidiendo limosna.
Nuevamente se despertó la joven, eran los gritos de su ama, que había ido a darle
pecho al bebé, cuando la mujer terminó le dio al niño y Varka lo acostó y volvió a
mecerlo, pero ya comenzaba a llegar la mañana. La muchacha necesitaba dormir, sin
embargo, su ama le ordenó que encendiera la estufa, que preparara el samovar y
limpiara los chanclos del amo, mientras hacía última acción se quedaba dormida de
nuevo, pero rápidamente se despertó, ahora su ama quería que lavara la escalera.
Entonces, pensando en que era el niño el que no la dejaba dormir y era su enemigo,
pensó en sencillamente matarlo para poder acostarse libremente, totalmente absorbida
por aquella idea se inclinó sobre el bebé y apretó su cuello hasta que se puso azul y
murió. Varka se tendió satisfecha en el suelo y se quedó profundamente dormida.
Comentario:
En los cuentos leídos y analizados esta semana del autor ruso Antón Chéjov se
pueden observar elementos comunes, inicialmente, los temas del amor y el romance
son recurrentes, aunque no necesariamente de una manera ideal, sino que, con finales
nostálgicos, como ejemplo se pueden tomar los relatos “El beso” y “La señora del
perrito” que a pesar de tener protagonistas muy diferentes dan un sentido similar a la
desesperanza y la decepción.
Algo agradable en estas historias son las cuidadas y bellas descripciones de los
lugares, Chéjov parece buscar una idealización en los espacios en los que se
desarrollan los eventos, en “Historia de un contrabajo” los detalles sobre el río dan una
mayor sensación de encanto a los cuentos en los que por sí solos narran
acontecimientos algunas veces sorprendentes.
Este autor, como el recientemente estudiado Edgar Allan Poe, tiene la capacidad de
escribir sobre situaciones variadas de la vida, no todos sus cuentos giran alrededor del
amor, en el caso de “La tristeza” la soledad y la muerte dan una profundidad
significativa, algo que ayuda al lector a empatizar con el personaje principal, Yona, y a
reflexionar sobre las temáticas en cuestión.
Cuando por otro lado, se desea analizar un giro inesperado y un efecto más bien
perturbador, se debe tomar en cuenta “Un asesinato”, un cuento en el que Chéjov
mantiene la atención de quien lee, así como una simpatía con la joven criada Varka,
hasta el desenlace, que ciertamente podría ser descrito como algo diferente a lo visto
en otras historias más “livianas” como “¡Chist!, donde su protagonista, a pesar de sentir
sueño, se limita a quejarse de su vida.