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CUADERNOS DE GEOGRAFÍA POLÍTICA | 9

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PRESENTACIÓN

Los Cuadernos de Geografía Política (CGP) son el resultado del trabajo de


integrantes del Grupo de Estudios de Geografía Económica y Comercio
Internacional (GECI), en el marco del Observatorio Geohistórico (OGH) y el
Programa de Estudios Geográficos (PROEG) del Departamento de Ciencias Sociales
y el Instituto de Investigaciones Geográficas (INIGEO) de la Universidad Nacional de
Luján (UNLu).
Por un lado, se pretende que los CGP sean un insumo académico que
contribuyan al desarrollo del Observatorio de Comercio Internacional (OCI) del
Departamento de Ciencias Sociales (UNLu) y, al mismo tiempo, que acompañen la
labor del Observatorio Geoeconómico (OGE) del Colectivo GeoEcon.
Concretamente, los CGP tienen el objetivo de complementar las lecturas de
las/os estudiantes por medio de una selección de materiales educativos referidos a
distintos debates en torno a la política nacional, regional e internacional desde una
perspectiva geográfica.
Por último, consideramos que los CGP deben permanecer a disposición de
docentes, graduados y estudiantes para su empleo como herramienta didáctica. Por
tal motivo, los CGP integran un acervo de materiales educativos organizados en el
Portal Coordenadas (www.portalcoordenadas.com.ar) y preparados para su
descarga en formato PDF.
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EQUIPO DE TRABAJO

DIRECTOR

Prof. Omar Gejo (GECI-OGH-UNLu)

SECRETARIO DE REDACCIÓN

Prof. Alan Rebottaro (GECI-OGH-UNLu)

INVESTIGADORES ASESORES

Mg. Gustavo Alves (OCI-UNLu)


Lic. Ana Laura Berardi (UNMdP)
Dr. Zeno Crocetti (ILAT-UNILA)
Lic. Susana Fratini (GECI-OGH-UNLu)
Prof. Mariano Iscaro (FCA-UNMdP)
Prof. Gustavo Keegan (GECI-OGH-UNLu)
Dra. Ana María Liberali (UNMdP/UNICEN/UBA)
Lic. Osvaldo Morina (GECI-OGH-UNLu)
Dr. Martín Martinelli (OGH-UNLu/CLACSO)
Lic. Solange Redondo (ISFD N° 45/UBA)
Prof. Diego Solimeno (ISFD N° 19/UNMdP)
Lic. Graciela Suevo (GECI-OGH-UNLu)
Lic. Alberto Virdó (GECI-OGH-UNLu)
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ÍNDICE

AFGANISTÁN, CEMENTERIO DE LOS IMPERIOS


Iñaki Urrestarazu ________________________________________________________________ 05

AFGANISTÁN
Friedrich Engels __________________________________________________________________ 18

AFGANISTÁN: LA "DEMOCRACIA" QUE NUNCA EXISTIÓ Y EL USO DEL OPIO CONTRA EL


ASCENSO DE ORIENTE
Alberto Acosta __________________________________________________________________ 24

"LAS TORRES, AFGANISTÁN Y MÁS ALLÁ". ENTREVISTA A JOSÉ LUIS FIORI


Claudia Antunes _________________________________________________________________ 34

DESDE AFGANISTÁN AL MUNDO, OTRA VEZ


Guadi Calvo _____________________________________________________________________ 44

AFGANISTÁN LIMITA CON CHINA


Xulio Ríos _______________________________________________________________________ 48
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AFGANISTÁN, CEMENTERIO DE LOS IMPERIOS

Iñaki Urrestarazu

La Haine | 8 de septiembre de 2021

Un poco de historia

Afganistán es un país multiétnico. El grupo principal (50%) es de los pastunes


y el segundo el de los tayicos. Estas dos etnias hablan la misma lengua, el dari, una
lengua persa. Después viene la comunidad chiita en la provincia de Herat, en otra
época persa. En el norte, hay comunidades de origen turco.
Todas estas etnias están igualmente presentes en los países vecinos. Así, los
pastunes constituyen el segundo grupo de Pakistán. Los tayicos están por supuesto
en Tayikistán, los kazajos en Kazajistán y los chiitas de Herat se encuentran en Irán.
Esto explica en parte por qué el “problema afgano” tiene un gran impacto en toda
la región.

¿Cuál es la riqueza del país? ¿Por qué el control de esta región es tan
importante para las grandes potencias?

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Afganistán posee minerales, especialmente de los llamados estratégicos


como el cobalto, cobre, oro, hierro, litio -se calcula que Afganistán puede tener
reservas de litio equivalentes a las de Bolivia-, lantano, cerio, neodimio y otros,
además de gas y petróleo. A eso se le suma que es uno de los mayores productores
de opio en el mercado mundial del narcotráfico. Pero sobre todo es su ubicación
geoestratégica, haciendo frontera con China y con Irán, con países de Asia Central
y con Pakistán, su cercanía a Rusia, lo que convierte a Afganistán en clave para
controlar Asia, que es el continente de mayor desarrollo económico y donde se
juega la batalla por la dominación mundial. Los EE.UU han querido siempre lograr
el control de esta zona y acosar a Rusia, China e Irán, tratar de romper su alianza y
de impedir que India se sume a ella.
Afganistán cobró importancia geopolítica a partir del siglo XIX, despertando
el interés de grandes imperios de la época, como el ruso o el británico, ya que
“controlar Afganistán permitía una gran influencia en Asia Central, sobre todo en
función de las rutas comerciales terrestres, además de la posibilidad de explotar sus
variadas materias primas”.
En el siglo XIX y principios del XX, el Imperio Británico intentó subyugar a los
afganos en tres ocasiones. En la primera guerra anglo-afgana de 1838-1842, en que
los británicos quisieron utilizar a los afganos contra los rusos para defender su
colonia india, frente al imperio ruso que tras batir al imperio otomano en 1840, tomó
el control del Cáucaso y Asia Central y se dirigía hacia la India. Con ese objetivo, los
británicos invadieron Afganistán, llegaron a las puertas de Kabul, pero luego sus
tropas fueron rodeadas y privadas de abastecimiento y destruidas.
La segunda guerra anglo-afgana de 1878, fue también para contener la
expansión rusa en Asia Central y para defender los intereses coloniales ingleses. A
pesar de que el gobernador británico Sir Durand, utilizó un cuerpo de 40.000
hombres y llegó a tomar Kabul, no pudo frente al levantamiento popular afgano y
tuvo que retirarse. Pero dividió el territorio pastún afgano en dos, anexionando una
parte a Pakistán, y creó la “línea Durand”, nueva divisoria fronteriza entre Afganistán
y Pakistán, que nunca será reconocida por los pastún.
Tras la derrota de Alemania en 1918 se produce la tercera guerra
angloafgana. Los afganos, mediante una estrategia de guerra de guerrillas, se
enfrentan y vencen a un ejército británico muy superior en número -740.000

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hombres- y en tecnología -artillería pesada, carros y aviones-, logrando la


independencia. Tras la independencia lograda por los afganos en 1919, los ingleses
tratan de nuevo de enfrentarlos al nuevo estado soviético pero Afganistán, por el
contrario, se acerca a su nuevo vecino comunista, quien ejerce una influencia en la
modernización y desarrollo de Afganistán.

Derrocamiento del rey Mohammed Zahir Shah en julio de 1973 y establecimiento


de un régimen republicano

En 1965 se crea el partido comunista que se denominará Partido


Democrático del Pueblo Afagano (PDPA) con bases en la intelectualidad urbana, los
estudiantes y algunos oficiales del ejército. Pronto aparecen dos corrientes, la Khalq
por una parte, y la Parcham por la otra. Para lograr una revolución democrática, la
Khalq afirmaba que la clase obrera debía jugar un papel de vanguardia mientras
que la Parcham apoyaba una alianza en pie de igualdad de todas las clases sociales
favorables a la revolución. Esta disensión no impidió que ambas corrientes hicieran
frente común en las elecciones organizadas en 1965 y 1969 bajo la monarquía de
Zahir Shah.
Las divergencias se cristalizaron en la estrategia elaborada por estas dos
tendencias para obtener un cambio en Afganistán. La Parcham se aproximó al
príncipe Daud y en 1973 lograron derrocar la monarquía, que duraba desde 1933,
convirtiendo al príncipe en presidente de la nueva república. Pero el nuevo jefe de
Estado no estuvo a la altura de las esperanzas, y a la democratización tan esperada
respondió con la represión a los oponentes. Khalq, considerando el putch de 1973
como un mal menor, concluyó que debía continuar el combate por la revolución
democrática. Parcham, por su parte, que había participado en el acceso al poder
del príncipe Daud, consideró la operación como un fracaso. Y así, las dos corrientes
decidieron hacer de nuevo causa común para derrocar al régimen, produciéndose
la reunificación del PDPA en 1977. Un año más tarde, el príncipe Daud es derrocado
y el PDPA toma el poder con Nur Muhammad Taraki a la cabeza.

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La revolución de Saur del 27 de abril de 1978

El 19 de abril de 1978, un destacado izquierdista llamado Mir Akbar Khyber


fue asesinado atribuyéndose el asesinato a la República de Afganistán de
Mohammad Daud Khan. Su muerte sirvió de unión para los afganos procomunistas.
Temiéndose un golpe de Estado comunista, Daud ordenó el arresto de ciertos
líderes del PDPA, incluidos Taraki y Karmal, mientras que colocaba a otros como
Hafizullah Amin bajo arresto domiciliario. El 27 de abril de 1978 se inició la
Revolución Saur, supuestamente por Amin mientras aún estaba bajo arresto
domiciliario. Daud Khan fue ejecutado al día siguiente junto con la mayor parte de
su familia. El PDPA ganó rápidamente el control y el 1 de mayo Taraki se convirtió
en presidente del Consejo Revolucionario, un papel que incluía las
responsabilidades tanto de presidente como de presidente del consejo de ministros
(primer ministro). Luego el país pasó a llamarse República Democrática de
Afganistán (DRA), instalando un sistema de Estado que duraría hasta abril de 1992.
Fue el mejor período para el pueblo afgano, con gran peso de caciques
feudales, que se encontraba muy atrasado y pobre, con grandes desigualdades, una
enorme marginación de la mujer y muy elevadas tasas de analfabetismo. El
gobierno procedió a vastas reformas agrarias sin compensación para ayudar a los
campesinos pobres -para mediados de 1979 se redistribuyeron 665.000 ha y se
distribuyeron tierras entre más de 250.000 campesinos-. Se construyeron carreteras,
miles de escuelas e infraestructuras de sanidad (hospitales, gran incremento de
camas hospitalarias y de médicos…). Fue también el mejor período para las mujeres.
Así, se declaró la igualdad jurídica entre el hombre y la mujer, y la educación
universal para ambos sexos. Miles de mujeres dejaron de usar el chador, se prohibió
la dote de las bodas y se estableció la libertad de elección para las mujeres en el
matrimonio aboliendo el matrimonio infantil. Las jóvenes de las ciudades, donde el
gobierno tenía más peso, podían quitarse el velo, salir en público, ir a la escuela y
conseguir trabajo. Asimismo se incorporaron a la producción e integraron en los
destacamentos populares de defensa de la revolución con las armas en la mano.
Hubo un gran programa de alfabetización que alcanzó a millones de personas, se
abolió la ley islámica y se prohibió el cultivo del opio.

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Evidentemente estas reformas suscitaron una fuerte oposición en las capas


más reaccionarias del país, entre los terratenientes, clero islámico…, con
degollamientos y asesinatos como respuesta.
En el período entre 1978 y 1992 que duró el comunismo en el poder a través
del PDPA, hubo varios líderes que regentaron la presidencia del gobierno. Los más
importantes fueron Nur Muhammad Taraki, Babrak Karmal y Mohammed
Najibullah. Fue un periodo turbulento, no exento de contradicciones entre
corrientes, en la que intervino también alguna traición como la de Hafizullah Amin,
que dio un golpe de Estado contra Taraki, que fue ejecutado, pero que fue
reconducido al de poco tiempo con la ayuda de los soviéticos, estableciendo a
Badrak Karmal como presidente. Así, el 27 de diciembre de 1979 se produjo la
intervención de las tropas soviéticas, muy reticentes al principio en entrar en
Afganistan a pesar de las peticiones afganas en ese sentido, pero que se decidieron
a hacerlo viendo el enorme acoso imperialista a través de los muyahidines y la
traición de Amin. Muerto Amin en el asalto de una unidad del KGB al palacio
presidencial, Karmal llegó tras los tanques soviéticos en las primeras horas de 1980
para hacerse cargo de la secretaría general del PDPA, la presidencia del Consejo
revolucionario (o jefatura del Estado) y la jefatura del Gobierno, puesto este que
cedió en 1981 a Sultan Ali Keshtmand.

La intervención imperialista contra el gobierno de izquierda desde 1978

Antes que la URSS entrara en Afganistán en diciembre de 1979 en apoyo del


gobierno, los EEUU, de la mano de la CIA, armó a diferentes jefes de guerra locales
y reclutó decenas de miles de mercenarios muyahidines con el apoyo financiero de
Arabia Saudita y el apoyo logístico del servicio de inteligencia pakistaní, el ISI. Jefes
de guerra locales como el pastún Hekmatyar, el tayiko Massoud, el general kazajo
Dostom e Ismail Khan de Herat. Todos eran representantes de la vieja sociedad
feudal y tribal. Tal como reconoció el mismo Zbigniew Brzezinski, asesor en temas
internacionales del presidente Jimmy Carter, seis meses antes de la intervención
soviética, el 3 de julio de de 1979, el presidente Carter firmó la primera directiva
sobre asistencia clandestina para los oponentes al gobierno de Kabul, es decir firmó
el apoyo a saco de la guerra terrorista contra el gobierno afgano. La idea era “matar

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dos pájaros de un tiro”, tumbar el gobierno de izquierda y atraer a la URSS a una


trampa mortal infestada de muyahidines, es decir de terroristas islamistas radicales
contratados, y tomarse la revancha de la entonces reciente humillante derrota de
Vietnam (1975), creándole a la URSS su “propio Vietnam” en Afganistán.
Pakistán, previo golpe de Estado del general Zia ul-Haq manejado por la CIA,
en el que colgaron al primer ministro Bhutto (el padre de Benazir), jugó un papel
esencial a través de su servicio de inteligencia ISI en el reclutamiento, organización
y apoyo de los muyahidines, adiestrados en cientos de campamentos ubicados en
Pakistán. Arabia Saudita también jugó un papel esencial sobre todo en la
financiación, con muchos miles de millones de dólares, pero también en el
reclutamiento de jóvenes islamistas árabes y africanos en mezquitas de todo el
mundo, con el objeto de expandir su contrarrevolución islamista wahabita
reaccionaria al máximo de países. La CIA fue quien básicamente los armaba y quien
dirigía la guerra de los muyahidines, siempre con la colaboración del Mossad y otros
servicios secretos como el de Corea del Sur. En este proceso interviene Bin Laden
como organizador de mercenarios y es donde surge Al Qaeda, como organización
de terroristas islamistas al servicio de los intereses del imperialismo.
La CIA impulsó ampliamente el cultivo del opio para la financiación de la
guerra -y otras guerras-, y también lo hicieron los propios muyahidines para
mantener a sus combatientes. Un corresponsal del New York Times, en el sexto año
de la guerra informaba que descubrió gran cantidad de campos de amapolas que
estaban transformando el campo afgano en la principal fuente mundial de
narcóticos. De hecho, las caravanas que transportaban armas de la CIA a Afganistan
a menudo regresaban a Pakistán cargadas de opio, con el consentimiento por
supuesto de los oficiales paquistaníes y norteamericanos. Durante la década de los
1980, la cosecha anual de opio de Afganistán se disparó de 100 tm a 2000 tm. Para
transformar el opio en heroína se abrieron cerca de 200 laboratorios en las zonas
fronterizas entre Afganistan y Pakistan, y en 1984 se abastecía el 60% del mercado
estadounidense y el 80% del europeo.
El terrorismo de Al Qaeda se va a convertir en lo sucesivo en una importante
arma del imperialismo, para desestabilizar y derrocar países de mayoría musulmana,
en función de los intereses norteamericanos. Tras la salida de la URSS de Afganistán,
muyahidines serán transportados por tropas norteamericanas por ejemplo a

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Cachemira, para tensionar el conflicto indo-pakistaní, y a Bosnia en la cruzada


antiserbia y de destrucción de Yugoslavia. Luego será utilizada en el Cáucaso contra
Rusia, en Xinkiang contra China, en Oriente Medio y Norte de África contra países
árabes progresistas, y en África (Nigeria, Mali, Niger, Chad, Sudan, Somalia…) y Asia
(Indonesia, Filipinas…), para ofrecer la coartada para la presencia militar
norteamericana en aquellos países y regiones, con importantes recursos y/o
importancia geoestratégica.
Cuando la URSS dejó Afganistán en 1988, los comunistas afganos
propusieron un gobierno de coalición a los muyahidines, que fue rechazado. Estos
últimos prosiguieron la guerra contra el comunismo que resistió durante cuatro
años más, hasta 1992, en que el comandante Massoud se hace con Kabul,
derrocando a los comunistas. La destitución del presidente Najibullah en 1992 fue
seguida de la instauración de un gobierno islamista interino, con Tadjik Rabbani
como primer presidente. Los señores de la guerra se repartieron el territorio en
función de criterios étnicos. En principio, los señores de la guerra habían acordado
rotar en la presidencia cada seis meses, pero no funcionó, y continuó la guerra entre
ellos durante otros 4 años, hasta 1996, siendo Kabul destruida y permaneciendo
varios años sin agua corriente, sin teléfono ni electricidad.
La cruzada anticomunista impulsada por Occidente, condujo en resumen a
la destrucción de 12000 escuelas, a desorganizar todo el sistema agrario, a liquidar
todos los servicios públicos esenciales, a destruir todo el potencial de desarrollo de
Afganistán y a la producción de muchos miles de muertos y cientos de miles de
exiliados. Una vez salida la URSS de Afganistán y derrocado el gobierno comunista,
los EE.UU se desentendieron durante un tiempo de Afganistán, dejando que los
señores de la guerra se liquidasen entre sí y terminaran de destruir el país. Pakistán,
también debilitada por la guerra se vio forzada a acoger muchos miles de
refugiados.
Los talibanes van a hacer irrupción en la guerra civil entre los señores de la
guerra. Los talibanes o “estudiantes” en lengua pastún, surgieron a principios de la
década de 1990 en el norte de Pakistán tras la retirada de Afganistán de las tropas
de la Unión Soviética. Eran refugiados afganos en Pakistán a causa del conflicto,
que estudiaron en las madrasas, o escuelas islámicas del islam wahabita impulsadas
y financiadas por Arabia Saudíta, para expandir sus ideas por Asia Central. Cansados

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de los excesos de los muyahidines y de las luchas internas después de la expulsión


de los soviéticos, la población afgana en general los recibió con buenos ojos,
cuando estos aparecieron por primera vez. La popularidad inicial se debió en gran
parte a su éxito erradicando la corrupción, frenando la anarquía, y por sus promesas
de restaurar la paz y la seguridad, aún cuando defendían hacer cumplir una versión
austera de la sharia o ley islámica, una vez en el poder.

En esa época, el imperialismo norteamericano, tras la caída de la URSS,


empezó a perfilar el control y la utilización de los gigantescos recursos de petróleo
y gas del Cáucaso y Asia Central. Y en concreto, preveía la construcción de un
gasoducto que partiendo de Turkmenistán, pasara por Afganistán y luego Pakistán
y llegara en su caso a India, el TAPI, evitando siempre pasar por Irán y Rusia. Y vio
en los talibanes como la apuesta más segura para garantizar la construcción del
tramo afgano del gasoducto, por lo que optaron por dar un fuerte apoyo a los
talibanes en la última fase de la guerra civil afgana, con la esperanza de que los
talibanes en el poder, estos harían posible la construcción del gasoducto. Así, con
el apoyo USA, los talibanes capturaron en 1996, la capital afgana, Kabul, derrocando
el régimen del presidente Burhanuddin Rabbani, uno de los padres fundadores de
los muyahidines afganos que se enfrentaron al gobierno de izquierdas y a las tropas

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soviéticas, y ejecutaron, colgándolo, para escarmiento público, al último presidente


comunista que permanecía detenido desde 1992, Mohamed Najibullah. Así se
inaugurará el período de dominio talibán, de 1996 a 2001.
Pero sucedió que los talibanes no estaban de acuerdo con las condiciones
de explotación que ofrecían los norteamericanos -la multinacional UNOCAL estaba
de por medio- y, en el contexto de la vuelta de tuerca del dominio imperialista que
acompañó a los sucesos del 11-S, los EE.UU y sus aliados lanzaron una guerra de
acoso y derribo contra Afganistán en 2001. Utilizaron para cubrir la razón real, una
razón formal que no se sostenía, como fue la petición de extradición de Bin Laden,
uno de los supuestos inductores del 11-S según los norteamericanos. Los talibanes
se negaron a extraditarlo a menos que se les diera lo que consideraban una
evidencia convincente de su participación en los ataques del 11-S, e ignoraron las
demandas de cerrar las bases terroristas y entregar otros sospechosos de terrorismo
además de Bin Laden. Luego vinieron la invasión de Irak en 2003, las primaveras
árabes, las revoluciones de colores…

Invasión de Afganistan por EE.UU y aliados, el 7 de septiembre 2001

La invasión de Afganistán por EE.UU y aliados como el Reino Unido, realizado


el 7 de octubre de 2001, con el nombre de “Operación Libertad Duradera”, la sitúan
oficialmente como el inicio de la llamada “Guerra contra el Terrorismo”. Fue una
campaña de bombardeos brutales de 2 meses, que tuvo la colaboración -como la
ha seguido teniendo después- de los señores de la guerra afganos unidos en torno
a la Alianza del Norte y, de Pakistan, que de nuevo, como en 1979, estaba preparada
bajo la dirección de otro militar golpista, el general Parvez Musharraf, quien a las
órdenes de EEUU estaba dispuesto a apoyar en todo lo necesario a la operación de
expulsión de los talibanes en Afganistán. La compensación ha sido entre otras, el
pago desde 2001 de 33.000 millones de dólares anuales, hasta hace poco que,
Pakistán no parece querer entrar por el redil norteamericano. El resultado inmediato
fue el desalojo de los talibanes de las instituciones -el 17 de diciembre- y de las
ciudades más importantes obligándoles a refugiarse en las zonas rurales y más
montañosas y en Pakistán y la construcción de bases militares USA cerca de las
principales ciudades del país.

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En la Conferencia de Bonn de diciembre de 2001, Hamid Karzai fue


seleccionado para dirigir la Administración Provisional Afgana, que después de una
Loya Jirga (Gran asamblea) en 2002 en Kabul, se convirtió en la Administración de
Transición Afgana. En las elecciones de 2004 Karzai fue elegido presidente del país,
ahora llamado República Islámica de Afganistán. En agosto de 2003, la OTAN se
involucró como una alianza, tomando el mando de la ISAF (Fuerza Internacional de
Asistencia para la Seguridad). Una parte de las fuerzas estadounidenses en
Afganistán operaba bajo el mando de la OTAN y el resto permanecía bajo el mando
directo de EEUU. El líder talibán Mullah Omar reorganizó el movimiento y, en 2002,
lanzó una insurgencia contra el Gobierno y la ISAF que continuará hasta 2021
cuando en la ofensiva talibán los insurgentes conquistan el país.

El verdadero significado de la “retirada” norteamericana de Afganistán

Ha sido una retirada que estaba negociada de alguna manera en el Acuerdo


de Doha de febrero de 2020, entre representantes de la Administración Trump y los
talibanes -dejando de lado el Gobierno oficial de Afganistán-, donde se planteaba
la retirada de las tropas USA en 14 meses, el no ataque a las fuerzas norteamericanas
y la liberación de 5000 presos. Luego tras el anuncio de retirada por Joe Biden antes
del 11-S, las cosas se han acelerado y se ha producido un proceso vertiginoso de
avances talibanes, que en 2 semanas han llegado a tomar Kabul y hacerse con el
poder, sin derramar apenas una gota de sangre, y con el gobierno de Ashraf Gani
a la fuga con las maletas repletas de dólares.
Se están perfilando dos hipótesis interpretativas a nivel de la izquierda sobre
el significado de estos acontecimientos, una que dice que la retirada y el
consiguiente avance talibán estaban perfectamente planificados por los EE.UU para
crear en Afganistán una plataforma desestabilizadora de la región, y otra que dice
que la salida de EEUU -y precipitada- ha sido una gran derrota de los EE.UU, aunque
quedan los talibanes que habrá que ver qué hacen, sobre todo teniendo en cuenta
sus declaraciones contemporizadoras y las posibles interinfluencias de Rusia, China
e Irán.
Algunos pensamos que sí ha habido una derrota de los EE.UU, así como un
importante desprestigio y deslegitimación consiguientes, -aunque esa derrota sea

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relativa por el hecho de que lo que queda son los talibanes-, porque entraron en
Afganistán en 2001 para destruir el Taliban que primero había sido su socio pero
que luego no había entrado en su juego del gasoducto TAPI, y no lo han
conseguido tras 20 años de guerra, dos billones de dólares gastados, y miles y miles
de muertos, exiliados, destrucción del país, etc. Tampoco han logrado la paz, la
democracia, la estabilidad y todas esas cosas que son milongas para los EEUU y en
las que nunca han creído. Hasta el propio Biden dice ahora que no querían llevar la
democracia a Afganistán sino que fueron para impedir que Al Qaeda operara desde
Afganistán (¡!) ¡Cuando Al Qaeda es un instrumento al servicio de ellos! Pero
tampoco han logrado un gobierno no taliban con apariencias democráticas que les
permita a los norteamericanos desestabilizar los países vecinos de una forma clara.
Han conseguido un gobierno absolutamente corrupto, incapaz de llevar ninguna
política en el país, que se ha seguido beneficiando del opio, y con un ejército-
chatarra, absolutamente inútil e incapaz de derrocar a los talibanes, de imponer el
control en el país, por muchos miles de millones que hayan gastado en armas y en
asesoramiento. Han conseguido, eso sí, un estado fallido, empantanado.
Y la lucha que han tenido los talibanes con los EEUU no parece que haya
sido una ficción o una pura parodia, sino una lucha real por echar a los
norteamericanos de Afganistán. Los talibanes a diferencia de Al Qaeda y del ISIS,
no son manipulables o no tan manipulables como estos, y son nacionalistas, muy
ligados a su territorio y a su país, Afganistan y quizá sobre todo al territorio Pastún.
Los EEUU fueron expulsados de Irak en 2011. Se fueron con la intención de volver si
hacía falta, y “tuvieron que volver” porque Irak se les estaba yendo de las manos en
el entretanto con sus relaciones con China. Tras la macabra experiencia del ISIS
iniciada en 2014 y con la que volvieron, se encontraron con el fracaso y la
destrucción del ISIS en Irak y la voluntad unánime del pueblo y de los partidos de
Irak de que los EE.UU se vayan de nuevo, para lo que le están azuzando militar y
políticamente y terminarán por irse, lo cual será otra victoria. También se tendrán
que ir de Siria y esa será otra victoria. Se trata entre otras cosas de ir echando a los
EE.UU de todas partes y de reducir sus campos de maniobra.
Y por otra parte está el tema de que los EE.UU han demostrado ante el
mundo de que abandonan a sus aliados cuando no les interesa, como objetos de
usar y tirar, lo cual puede tener consecuencias importantes y sobre todo en el

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deterioro de la confianza de los países en los EE.UU. Los kurdos del YPG y FDS de
Siria, deberían sacar enseñanzas de esta experiencia. ¿A dónde irán ahora los EEUU
tras salir de Afganistán? Tratarán por supuesto de darle la vuelta al tema, y de seguir
desestabilizando en otras partes, por ejemplo en Asia Central. Tras la derrota
relativa de Afganistán, los norteamericanos no se quedarán quietos, y tratarán de
seguir por otras vías o de otra manera. Pero su salida de Afganistán le puede
suponer un distanciamiento de Afganistán que no quisiera. Y por otra parte, el
control amplio de los talibanes en Afganistan ya existía antes y asimismo su
importante popularidad, entonces ¿Qué es lo que hace que salgan ahora, que no
sea su propia impotencia, cansancio e incapacidad de dominar a los talibanes?
Por otra parte, aun siendo posible, no es seguro el papel de desestabilización
que pueden jugar los talibanes o hasta que punto lo quieren o lo pueden jugar.
Están más por Afganistán y por estructurar el país -a su forma y con sus
planteamientos reaccionarios en muchos aspectos por supuesto-. Como decíamos
no son lo mismo que Al Qaeda o el ISIS, instrumentos apátridas al servicio exclusivo
de los EE.UU, allí donde los necesite, aunque podrían intentar desestabilizar en
China y en Asia Central si se les permite o acoger a Al Qaeda, pero no parece
demasiado probable.
Habrá que ver en que quedan sus afirmaciones de que han cambiado, de
que permitirán a las niñas ir a la escuela o a las mujeres ir a trabajar o el nivel de
represión que puedan ejercer con los no adscritos o sumisos a su versión del Islam,
hombres o mujeres. Han realizado afirmaciones contemporizadoras con respecto a
China, Irán o Rusia, y a las posibles relaciones comerciales y económicas que se
pudieran dar. Estos países desconfían, han adoptado ya medidas militares en las
fronteras y países fronterizos, y esperan a ver cómo se desarrollan los
acontecimientos y en que se plasma su política interior como la exterior. China tiene
el proyecto de la Ruta de la Seda, un proyecto propiciador del desarrollo de los
pueblos, en condiciones de igualdad y de beneficio mutuo, y si entran por él puede
ser un elemento desactivador y neutralizador de cualquier atisbo de agresividad
por parte de los talibanes y una manera de mantenerlos alejados de la órbita
norteamericana. Es de llamar la atención la versión, una vez más, del mercenario
director fáctico de la política internacional de Gara, David Lazkanoiturburu, un
anticomunista y pronorteamericano furibundo, que dice que a China solo le interesa

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que los talibanes no influencien entre los islamistas de Xinkiang, pueblo al que están
supuestamente “colonizando”. Es la enésima vez que lo dice, y la realidad es que
los islamistas radicales y terroristas de Xinkiang -Turkestan Oriental según la
definición turcófila-, han participado por miles en la guerra contra Siria de la mano
del imperialismo y como entrenamiento para el objetivo fundamental de
desestabilizar China a partir de Xinkiang, que es lo que quiere los EE.UU, al igual
que lo intenta con el Tibet, Hong Kong, Taiwan y el acoso en el Mar del Sur de
China.

Fuente: http://lhblog.nuevaradio.org/b2-img/UrrestarazuAfganistanCementerio.pdf

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CUADERNOS DE GEOGRAFÍA POLÍTICA | 9

LA DERROTA DEL IMPERIO BRITÁNICO EN AFGANISTÁN

Friedrich Engels

Sin Permiso | 19 de agosto de 2021

Este artículo de Friedrich Engels, escrito en 1858, relata la derrota del ejército
británico en Afganistán. Parece increíble que esta narración resulte tan actual a la
vista de los sucesos ocurridos durante estas semanas y, más aún, como la agresión
imperialista repite los mismos o parecidos errores. Fue derrotado el ejército
británico; fue una catástrofe la invasión soviética en los años 80 del siglo pasado y
lo ha sido la presencia militar norteamericana, con la participación de tropas
españolas. No se puede oprimir a un pueblo ni se le puede imponer un gobierno
corrupto sostenido por la presencia militar extranjera. Se puede estar muy en contra
de la política de los talibanes pero el destino de Afganistán tiene que estar en manos
de los afganos y afganas.

La posición geográfica de Afganistán y el carácter particular de su pueblo


confieren al país una importancia política que no hay que subestimar en los
problemas de Asia Central.
Afganistán ha estado sucesivamente sometido a la dominación mongola y
persa. Antes de la llegada de los ingleses a las orillas del Indo las invasiones
extranjeras que barrieron las llanuras del Indostán provenían siempre de Afganistán.

La conquista británica

El 20 de febrero de 1839 el ejército británico franqueaba el Indo. Estaba


formado por alrededor de 12.000 hombres acompañados de más de 40.000 civiles,
sin contar las nuevas tropas reclutadas por el Sha. El paso de Bolan fue atravesado
en marzo. La falta de provisiones y de forraje para los animales comenzó a notarse;
los camellos morían por centenares y una gran parte del equipaje se perdió. El 7 de
abril, el ejército llegó al paso de Khojak, lo atravesó sin resistencia y el 25 de abril

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penetró en Kandahar, que los príncipes afganos, hermanos de Dost Mohammed,


habían abandonado.
Después de un reposo de dos meses Sir John Keane, el comandante
británico, avanzó con el principal cuerpo del ejército hacia el norte dejando una
brigada en Kandahar bajo las órdenes de Nott. Ghazni, la plaza fuerte inexpugnable
de Afganistán, fue conquistada el 22 de julio; un desertor informó al ejército de que
la puerta de Kabul era la única que no estaba amurallada. Fue derribada y la ciudad
fue tomada al asalto.
Después de este desastre el ejército reunido por Dost Mohammed (el líder
afgano) se dispersó inmediatamente y Kabul abrió también sus puertas el 6 de
agosto. El Sha Soojah fue instalado en el trono, pero la verdadera dirección del
gobierno quedó en manos de McNaghten, que pagó todos los gastos del Sha
Soojah a cargo del Tesoro indio.

Primeras resistencias

La conquista de Afganistán parecía resuelta y una parte considerable de las


tropas fue repatriada. Pero los afganos no estaban nada satisfechos de ser
gobernados por los kafir feringhee (los infieles europeos) y a lo largo de los años
1840 y 1841 se sucedieron las insurrecciones en todas las regiones del país. Las
tropas anglo-indias estaban obligadas a combatir sin cesar. McNaghten declaró que
esto era la situación normal de la sociedad afgana y escribió a Inglaterra que todo
estaba controlado y que la autoridad del Sha estaba enraizando.
Las advertencias de los oficiales militares quedaron sin efecto. Dost
Mohammed se rindió a los ingleses en octubre de 1840 y fue enviado a la India;
todas las insurrecciones del verano de 1841 fueron reprimidas con éxito.

La bancarrota

En octubre, McNaghten, nombrado gobernador de Bombay, tuvo la


intención de partir hacia la India con otro cuerpo del ejército. Pero la tempestad
estalló. La ocupación de Afganistán costaba al Tesoro indio 1,25 millones de libras
por año; había que pagar a 16.000 soldados, los anglo-indios y a los del Sha Soojah;

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otros 3.000 se encontraban en el Sind y el paso de Bolan. Los fastos reales del Sha
Soojah, los salarios de los funcionarios y todos los gastos de su corte y su gobierno
eran pagados por el Tesoro indio. En fin, los jefes afganos estaban subvencionados,
o mejor dicho sobornados, por la misma fuente para que se sintieran a gusto.
McNaghten fue informado de la imposibilidad de mantener ese ritmo de gastos.
Intentó restringirlos, pero la única manera de conseguirlo era reduciendo las
asignaciones de los jefes.
El mismo día que intentó hacerlo, los jefes fomentaron una conspiración con
el objetivo de exterminar a los ingleses; McNaghten en persona favoreció la
concentración de fuerzas insurreccionales que, hasta entonces, habían luchado
divididas contra los invasores, sin unidad ni coordinación. No hay ninguna duda de
que en ese momento el odio de los afganos a la dominación británica había llegado
a su apogeo.
En Kabul, los ingleses estaban dirigidos por el general Elphinstone, un viejo
hombre indeciso y completamente desamparado que continuamente daba órdenes
contradictorias. Las tropas ocupaban una especie de campamento fortificado tan
extenso que las tropas apenas llegaban a vigilar las murallas, y aún menos a destacar
hombres para controlar los alrededores. Las defensas eran tan imperfectas que se
podía atravesar a caballo el foso y el parapeto. Como si esto no fuera suficiente, el
campamento estaba dominado, casi a tiro de mosquete, por pequeñas elevaciones.
Para coronar lo absurdo de estas disposiciones, todas las provisiones y el material
médico se encontraban en dos fuertes distintos a cierta distancia del campamento,
que además estaban separados por jardines rodeados de muros y por otro
pequeño fuerte que los ingleses no ocupaban. La ciudadela de Bala Hissar de Kabul
hubiera ofrecido cuarteles de invierno sólidos y espléndidos a todo el ejército, pero,
para dar gusto al Sha Soojah, no estaba ocupada.

La insurrección

El 2 de noviembre de 1841 estalló la insurrección. La casa de Alexander


Burnes fue atacada y él asesinado. El general inglés no hizo nada y la impunidad
reforzó la insurrección. Elphinstone, completamente desamparado, abandonado a
toda suerte de consejos contradictorios, pronto alcanzó la confusión que Napoleón

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describió en tres palabras: orden, contraorden, desorden. La ciudadela de Bala


Hissar no siempre estaba ocupada. Algunas compañías fueron enviadas contra los
miles de insurgentes y fueron abatidos, lo que aún envalentonó más a los afganos.
El 3 de noviembre fueron ocupados los fuertes próximos al campamento. El 9, el
fuerte de intendencia (defendido por sólo 80 hombres) fue tomado por los afganos
y los ingleses se quedaron sin provisiones para comer. El 5, Elphinstone habló ya de
comprar el derecho a salir del país. De hecho, a mitad de noviembre, su indecisión
e incapacidad habían desmoralizado de tal manera a las tropas que ni los europeos
ni los cipayos (tropas indias al servicio de los ingleses) estaban en condiciones de
encontrarse con los afganos en el campo de batalla.
Se iniciaron las negociaciones. En ellas, McNaghten fue asesinado en una
conferencia con los jefes afganos. La nieve empezaba a cubrir el suelo, las
provisiones eran escasas. Por fin el uno de enero se firmó la capitulación. Todo el
dinero, 190.000 libras esterlinas, tuvo que ser entregado a los afganos con otros
pagos suplementarios de 140.000 libras. Hubo que dejar en el país toda la artillería
y las municiones con la excepción de seis cañones de seis y tres piezas de artillería.
Todo Afganistán debía ser evacuado. Como contrapartida, los jefes afganos
prometieron salvoconductos, provisiones y bestias de carga.

El desastre

El 5 de enero los ingleses abandonaron el país, 4.500 soldados y 12.000


civiles. Una jornada de marcha fue suficiente para disipar los últimos vestigios de
orden y los soldados y civiles se empezaron a mezclar creando una confusión
horrorosa y haciendo imposible toda resistencia. El frío, la nieve y la falta de
alimento tuvieron el mismo efecto que la retirada de Napoleón de Moscú en 1812.
En esa ocasión los cosacos se mantuvieron a una distancia respetable, pero los
tiradores de elite afganos, furiosos, armados de mosquetes de largo alcance,
ocupaban todas las alturas y hostigaban a los ingleses. Los jefes que habían firmado
la capitulación de los ingleses no podían ni querían retener a las tribus de las
montañas. El paso de Koord-Kabul fue la tumba de casi todo el ejército y los pocos
supervivientes, menos de doscientos europeos, cayeron en la entrada del paso de
Jugduluk. Sólo un hombre, el doctor Brydon, consiguió llegar a Jalalabad y contó la

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historia. Muchos oficiales fueron hechos prisioneros por los afganos; Jalalabad
estaba ocupada por la brigada de Sale. Se le exigió la capitulación, pero rechazó
abandonar la ciudad, como también hizo Nott en Kandahar. Ghazni también cayó;
ni un solo hombre sabía utilizar la artillería y los cipayos también sucumbieron al
clima.

Una expedición de castigo

Durante este tiempo, cerca de la frontera, las autoridades británicas que


habían conocido el desastre de Kabul, concentraron en Pesawar tropas destinadas
a relevar a los regimientos de Afganistán. Pero los medios de transporte eran
escasos y gran número de cipayos cayeron enfermos. En febrero el general Pollock
tomó el mando y a finales de marzo de 1842 recibió refuerzos.
Atravesó el paso de Khyber y avanzó para llevar ayuda de la ciudad de Sale
a Jalalabad. Días más tarde Sale había derrotado al ejército afgano que la rodeaba.
Lord Ellenborough, gobernador general de las Indias, ordenó un repliegue a las
tropas, pero Nott y Pollock encontraron una buena excusa aduciendo falta de
medios de transporte. Finalmente, a principios de julio, la opinión pública en la India
obligó a Lord Ellenborough a hacer alguna cosa para restaurar el honor de la nación
y el prestigio del ejército británico; en consecuencia, autorizó el avance sobre Kabul
a partir de Kandahar y Jalalabad.
A mediados de agosto Pollock y Nott se pusieron de acuerdo respecto a sus
movimientos y el 20 de agosto Pollock emprendió el camino hacia Kabul. Llegó a
Gandamuck; el 23 venció a destacamentos afganos, el 8 de septiembre alcanzó el
paso de Jugduluk, el 13 venció a las tropas reunidas por el enemigo en Tezeen y el
15 destrozó el campamento bajo los muros de Kabul.
Nott evacuó Kandahar el 7 de agosto y marchó con todas sus tropas hacia
Ghazni. Después de algunos combates poco importantes, el 30 de agosto derrotó
a una parte importante del ejército afgano y el 6 de septiembre ocupó Ghazni
abandonada por el enemigo. Destruyó todas las fortificaciones y la ciudad; el 17 de
septiembre venció de nuevo a los afganos en la plaza fuerte de Alydan y el 17 de
septiembre llegó cerca de Kabul y logró entrar en contacto con Pollock.

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El Sha Soojah hacía tiempo que había sido asesinado por ciertos jefes
afganos y desde entonces no había gobierno real en Afganistán. Futteh Jung, su
hijo, no era rey más que de nombre. Pollock envió un destacamento de caballería
para liberar a los prisioneros, pero éstos habían logrado sobornar a sus guardianes.

La derrota

Como represalia, el bazar de Kabul fue destruido y, en esta ocasión, los


soldados saquearon una parte de la ciudad y masacraron a un gran número de
habitantes. El 12 de octubre, los ingleses abandonaron Kabul y volvieron a la India
pasando por Jalalbad y Pesawar. Futteh Jung, abandonando su función, les siguió.
Dost Mohammed, liberado de su prisión, recuperó su reino. Así se acabó la tentativa
de los ingleses de instalar un príncipe fabricado por ellos en Afganistán.

Fuente: https://www.sinpermiso.info/textos/la-derrota-del-imperio-britanico-en-afganistan

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AFGANISTÁN: LA “DEMOCRACIA” QUE NUNCA EXISTIÓ (ESTILO


OCCIDENTAL) Y EL USO DEL OPIO CONTRA EL ASCENSO DE ORIENTE

Alberto Acosta

Nodo50 | 15 de septiembre de 2021

Los talibanes controlan Afganistán. Se está escribiendo tanto sobre ello que
casi da vergüenza convertirse en uno más. No obstante, mucho de lo escrito es
superficial y enfocando más hacia el pasado que hacia el presente o el futuro. Y en
ese pasado, desgraciadamente, ni siquiera ha habido referencias a la etapa
revolucionaria de 1978-1992, antes de la primera llegada de los talibanes al poder
de la mano de EE.UU. Pareciese que Afganistán solo ha sido “democrático” (estilo
occidental) con EE.UU y sus vasallos, pero la “democracia estilo occidental” nunca
existió en Afganistán y sí una democracia popular mucho, pero que mucho más
avanzada que la que supuestamente proponían los occidentales, aunque no es el
objetivo de este análisis.
Nada da más asco que la narrativa occidental sobre una "democracia" que
nunca existió y sobre un oscurantismo medieval que regresa de la mano de los
talibanes. Una narrativa que se ha sustentado básicamente en dos cosas: las mujeres
y los colaboracionistas. Que a estas alturas de la historia haya habido gente
supuestamente progresista que se haya tragado tanta sandez causa pasmo. Sobre
todo porque la cuestión de la mujer fue uno de los argumentos esgrimidos por la
CIA en 2001 para arropar la invasión del país y, así, “contrarrestar la oposición a la
invasión”, como en su momento recogieron los documentos filtrados por WikiLeaks.
Nadie se ha hecho una pregunta muy sencilla: ¿representan realmente a Afganistán
un puñado de elegantes mujeres que hablan inglés? Sobre todo, porque los muy
democráticos occidentales, militares y civiles, cooperantes o no, nunca se han
preocupado del grueso de mujeres, esas que viven en el mundo rural y que todavía
hoy suponen el 80% del país. Pequeñas minucias sin importancia para el grueso del
relato.
Causa pasmo la poca memoria que tenemos al creer a los mismos que
adornaron la masacre de Irak en 1991 con la historia de que el ejército de Sadam

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Husein sacaba de las incubadoras a los bebés kuwaitíes solo para que se muriesen
y que ahora montan otro espectáculo que ha sido acogido tan acríticamente y con
tanto entusiasmo como lo anterior lo fue en su momento. Los mismos que
impulsaron la invasión y ocupación neocolonial de Irak en 2003 con las "armas de
destrucción masiva", lo han vuelto a hacer y con iguales resultados. Y así hasta la
náusea.
Hemos asistido, y aún sigue coleando, a un espectáculo de la burguesía
afgana, de las mujeres (pocas) que estudiaron, de los escritores que escribían para
ellos y los occidentales, de los activistas que han tenido 20 años para construir algo
que no dependiese de sus patronos occidentales, de…; todos aquellos (pocos) que
son una selecta minoría afgana porque el 87% de la población del país siguió como
estaba antes de la invasión de 2001 (cifras de la ONU). Lo único que no ha sido una
minoría occidental ha sido el cultivo del opio, muy reducido durante los talibanes y
muy acrecentado durante la ocupación.
Ahora bien, si lo que se intenta es hacer ver que Occidente se preocupa por
su minoría, los colaboracionistas, se ha acertado de plano. Esa exquisita minoría que
ha venido colaborando con los invasores durante 20 años es la única que ha gozado
de "derechos" mientras ha durado la ocupación. "Derechos" al mismo tiempo que
privilegios. Es lo que tiene el estar bien apegados al poder, que cuando este termina,
termina todo lo demás y han tenido que salir corriendo. Porque es gente que ha
demostrado que Afganistán no les preocupaba en absoluto. No ha habido ni un
logro colectivo en Afganistán de la mano de los ocupantes occidentales, no ha
habido ningún movimiento real emancipatorio, nada. Quien diga lo contrario vuelve
a la ficción occidental.
Lo (poquísimo) que ha habido no tenía otra base material que la avalancha
de dólares de los ocupantes. No ha habido, por no haber, ni una revolución
burguesa que se preocupase por cambiar las estructuras de la sociedad, esa
"retrógrada y medieval" que ahora parece que les preocupa porque les ha quitado
su chiringuito, por imponer nuevos valores y nuevas relaciones sociales. Esos
colaboracionistas nunca han tenido el menor interés por el resto de compatriotas,
por eso el rápido avance talibán y el desmoronamiento del ejército, de la policía y
de todo este engranaje de cartón piedra que era el Afganistán “democrático” (estilo
occidental). Cientos de miles de millones para militares, policías, contratistas,

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dádivas, regalos, corrupción del que se han beneficiado tanto los colaboracionistas
como, sobre todo, los propios occidentales.
Todo ha sido ficción, circunscrita a Kabul y muy pocos otros lugares. Sitios
donde todos los colaboracionistas no han sido otra cosa que figurantes de la gran
película occidental. Y, como buenos extras, cobraban por ello. Y bien, para los
parámetros afganos. Todos ellos no se han preocupado ni un poco por desarrollar
un país que ahora dicen que nada en la abundancia de minerales y riquezas y que
tanto preocupa caigan en manos chinas. Todo estos colaboracionistas tan
aterrorizados y que tanto han preocupado y preocupan en Occidente mostraron
muy poco interés por el desarrollo del país y si como muestra valen dos botones,
ahí están los magníficos ejemplos del ex presidente pro-occidental huyendo con
dinero (nada menos que 169 millones de dólares que robó) y de su primer ministro,
ese que se refugió en el valle de Panshir y que occidente glorificó como “la
resistencia antitalibán” (que también resultó ser un simple globo) y del que se le
han encontrado casi 7 millones de dólares, además de lingotes de oro, que tuvo
que abandonar al huir del valle ante el avance talibán.
Porque hay hechos incontestables: en 20 años el gobierno pro-occidental
hizo muy poco por el desarrollo del país, por construir escuelas y hospitales, por
construir carreteras. Las escuelas, los hospitales en su gran mayoría fueron
construidos por las ONG y se mantuvieron y mantienen con las limosnas (alguien
dirá que solidaridad) occidental. Esa era la "democracia" afgana (estilo occidental) y
eso es lo que defendían los colaboracionistas que tanta simpatía han tenido y tienen
en Occidente. Eran, a fin de cuentas, “uno de los nuestros”, por utilizar una frase
clásica de la mafia. Su "democracia" no era otra cosa que salario seguro y beneficios
para quienes colaboraban con la ocupación.
Convencidos de la superioridad de Occidente, llegaron a creerse a pies
juntillas el acuerdo firmado en 2012 por el que EE.UU convertía a Afganistán en
“importante aliado no perteneciente a la OTAN” (dejando patente lo que es la
OTAN, un instrumento de la política exterior de EE.UU y donde los europeos son
simples comparsas) y por el que, por supuesto, el país iba a lograr importantes
beneficios. La población nunca los vio, aunque sí los colaboracionistas.
Pero la realidad ha sido otra: la caída de Afganistán y la huida del Occidente
neoliberal es más gráfica que mil palabras. Occidente no es invencible, ni siquiera

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con su superioridad técnica ni tecnológica (que tampoco la tiene), ni sus bases de


datos, ni sus sistemas de control, cada vez más sofisticados. Occidente tiene cada
vez más dificultades para respirar. Es, sin duda, capaz de cualquier locura, pero no
tiene futuro alguno.
Las escenas de Saigón en 1975 están ahí, se han repetido casi fotografía a
fotografía, fotograma a fotograma. Igual. Para EE.UU, y sus vasallos, es la derrota
más candente desde el final de la guerra de Vietnam. Pero hay diferencias: entonces
era la derrota del capitalismo imperialista y ahora es la certificación empírica de que
los "valores democráticos del mundo libre" -y su acompañamiento de drones,
bombardeos, especialistas, ejércitos, cooperantes y demás- no son más que una
fórmula verbal que sigue encandilando a quienes siguen empeñados en decir que
el “sistema liberal” es lo mejor de lo mejor.

El uso del opio como arma contra Oriente

No es una novedad, pero sí su constatación empírica: Occidente se deshace


como el azúcar en una taza de café. La velocidad de su derrumbe va en sintonía
con la velocidad con que se remueve el azúcar. Y en Afganistán es muy rápido.
Tras la derrota se ha dicho de todo, de forma especial que EE.UU no se va
de la zona y que el triunfo de los talibanes es una amenaza potencial para sus
vecinos, que no son pocos: Irán, Turkmenistán, Uzbekistán, Tayikistán, China y
Pakistán. Pero, como siempre, todo ello se dice desde el punto de vista occidental
y sin tener en cuenta otras perspectivas. Por ejemplo, que ya desde mucho antes
del triunfo talibán los países vecinos lo habían percibido y estaban haciendo
movimientos geopolíticos que les han situado donde ahora están. Es el caso de
China, Rusia e Irán.
Solo tras la derrota Occidente se ha querido dar cuenta de la importancia
que tiene y de ahí el intento de asustar (“Afganistán en manos chinas”, es uno de
los más recurrentes) especialmente desde que el 28 de julio, medio mes antes de la
entrada de los talibanes en Kabul, el ministro de Asuntos Exteriores chino recibió
con todos los honores al representante talibán. Ese movimiento fue seguido
después, el 8 de agosto, por Rusia haciendo lo mismo. Y antes, aunque de forma
menos pública, lo había hecho Irán. Y los movimientos de estos países son

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determinantes para el futuro de la zona -no solo de Afganistán, aunque está en el


corazón de Asia Central-y hay que hacer una breve mención de ellos.
Lo primero que hay que decir es que los talibanes han cambiado mucho
durante estos 20 años de ocupación occidental: ahora son mucho más pragmáticos
en sus relaciones geopolíticas aunque se mantienen inflexibles en la cuestión
religiosa, y esto también hay que matizarlo un poco.
Lo segundo, que para EE.UU la razón de la invasión y posterior permanencia
en Afganistán era la desestabilización del concepto de Eurasia como eje del siglo
XXI que se venía apuntando desde la gran crisis capitalista de 2008. Dificultar los
dos grandes proyectos de esta Eurasia, la Nueva Ruta de la Seda china y la Unión
Económica Euroasiática que preconiza Rusia, era, y es, vital para que EE.UU
continuase siendo la potencia hegemónica. Por no hablar de otro país, Irán, que
juega en los dos proyectos, el chino y el ruso, un importante papel.
Uno de los instrumentos que EE.UU utilizó antes de la invasión y sobre todo
tras la invasión fue la droga, el cultivo del opio y el comercio de heroína. Aquí hay
que remontarse un poco a la historia porque si bien es cierto que el movimiento
islámico fue en sus orígenes uno de los principales enemigos del gobierno
revolucionario (1978-1992), esto se debió principalmente a la financiación que
recibió de los cultivadores de opio, terratenientes que se oponían a la reforma
agraria puesta en marcha por ese gobierno revolucionario. Pero cuando los
talibanes se hicieron con el poder aplicaron de forma estricta la sharía y, entre ello,
la erradicación del cultivo de opio. La ONU reconoció que en el momento del
derrocamiento del gobierno talibán en 2001 por la invasión y ocupación neocolonial
del país por EEUU y sus vasallos de la OTAN, solo unas 8.000 hectáreas se habían
contabilizado como cultivadas de opio. Un año más tarde ya eran 80.000, en diez
años eran de 123.000 y en el 2021, antes de la derrota, eran 224.000 hectáreas. Es
decir, casi 30 veces más que cuando gobernaban los talibanes en 2001.
¿Cómo se explica eso? Occidente, por supuesto, lo atribuye a los talibanes y
dice que durante años se han beneficiado del comercio del opio y con ello se
financiaban. Eso es válida esta opinión hasta cierto punto porque solo menciona los
últimos años, cuando ya los talibanes controlaban una parte importante del
territorio rural. Pero solo en los últimos cuatro años; el resto del tiempo el cultivo
del opio y el comercio de heroina ha estado exclusivamente en manos occidentales

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porque, de no ser así, indicaría cómo Occidente ha estado mintiendo durante todos
estos años sobre Afganistán porque en caso contrario ¿cómo explicar que ya en el
primer año de la invasión y ocupación occidental fuesen 80.000 las hectáreas
sembradas, según reconoce la propia ONU? Ni qué decir tiene que a medida que
los talibanes iban ganando terreno llegaban a estos cultivos y los mantuvieron
porque no tenían el poder y no querían echarse encima a sus bases campesinas.
Porque esta es otra parte de la realidad de Afganistán tapada: durante los 20 años
de ocupación ha habido casi 10 millones de afganos que han vuelto al campo,
donde en el momento de la derrota vivía el 80% de la población. Era gente que
había abandonado previamente el campo con la invasión, llegado a las ciudades,
viviendo en guetos, malviviendo y volvieron al campo a hacer algo de dinero con
lo fácil, el opio, y que, además era si no alentado al menos no perseguido por los
ocupantes. Es de suponer que una vez en el poder los talibanes repitan lo mismo
que hace 20 años y erradiquen su cultivo.
La explicación al aumento significativo del cultivo del opio y la heroína
durante los años de la ocupación occidental es muy sencilla: la política talibán contra
la droga no gustaba a EE.UU y rápidamente dio el visto bueno al surgimiento del
cultivo del opio y al tráfico de heroína para debilitar a sus enemigos en Asia: China,
Rusia e Irán. El consumo de heroína fue muy fuerte en los países vecinos de
Afganistán; Tayikistán y Uzbekistán sobre todo. Rusia temió que llegase a su
territorio. China lo mismo. Y ambos crearon (2003) la Organización para la
Cooperación de Shanghai que, como gran medida, tuvo el combatir el tráfico de
drogas por la zona de los países que la componen.
Así se puede entender ahora mejor por qué tanto China como Rusia e Irán
tienen mucho interés en que el gobierno talibán se asiente y continúe con su política
de erradicación del cultivo de opio, entre otras cosas. Sobre todo porque, en
paralelo con todo esto, el 11 de agosto la OCS anunció que los países que forman
parte habían llegado a un consenso sobre la admisión de Irán como miembro de
pleno derecho. Si se tiene en cuenta lo dicho antes, que China recibió a los talibanes
el 28 de julio y que Rusia hizo lo mismo el 8 de agosto, se tiene un cuadro más claro
de lo que está pasando y del por qué estos países no ven con malos ojos a los
talibanes.

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Unos acuerdos que se concretan

Son claros síntomas de por dónde van a ir las cosas, guste o no a Occidente.
Y los talibanes ya están dando pasos en esa dirección, hablando de forma clara de
acuerdos con China, Rusia e Irán, países con los que ya antes de su triunfo habían
llegado a acuerdos significativos.
Con China, por ejemplo. Afganistán tiene frontera con Xinjiang, el nuevo
mantra occidental de acusaciones de genocidio contra China, y es ruta casi obligada
para la Nueva Ruta de la Seda hacia Irán. De ahí que China haya estado
coqueteando con los talibanes desde hace un tiempo, hasta el punto de recibir un
par de delegaciones de los talibanes en Beijing antes del 28 de julio, aunque no de
forma tan solemne como en esa fecha. Eso significa que, a diferencia de lo que
ocurrió cuando los talibanes estaban en el poder antes de la invasión del 2001 por
EE.UU y sus vasallos, ahora China está dispuesta a reconocer al gobierno talibán. La
contrapartida es clara: se cierra cualquier hipotético apoyo islámico a los militantes
de Xinjiang (sobre todo si los talibanes combaten contra el llamado Estado Islámico,
y alguna vez lo han hecho estos últimos meses) y se cimenta la Nueva Ruta de la
Seda. Si se tienen en cuenta las excelentes relaciones entre China y Pakistán, que
siempre ha apoyado a los talibanes y que recientemente se ha negado a que las
tropas retiradas de EE.UU se mantuviesen en su territorio, tenemos el cuadro más
claro.
Algo parecido ha sucedido con Rusia, alarmada ante la posible
desestabilización de países como Tayikistán, con quien tiene excelentes relaciones,
a donde ya ha enviado tropas para “proteger las fronteras” y recordando que
Tayikistán es miembro de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva. Un
claro aviso a los talibanes para que no se pasen porque Rusia aplicaría los estatutos
de la OCTS para ir más allá con sus tropas. Es, además, un recordatorio a EE.UU de
que si tiene la intención de aprovechar el tema para desestabilizar a las repúblicas
ex-soviéticas de Asia Central, Rusia va a hacerle frente. Y, al igual que China, Rusia
viene manteniendo desde hace años contactos directos con los talibanes hasta el
punto de que Moscú ha sido la sede de unas cuantas reuniones entre los talibanes
y el gobierno afgano en un intento de arreglo pacífico.

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Lo de Irán es otra cosa, aunque en el mismo sentido. Fue el asesinado, por


EE.UU, Soleimani quien ya en el lejano 2018 abrió cauces de interlocución y ayuda
a los talibanes, como se puso de manifiesto con el avión que estos derribaron en
enero de 2020, dos semanas después del asesinato de Soleimani, en el que iba un
significado agente de la CIA en la zona y en cuya operación se utilizó armamento
iraní. La contrapartida era clara: dejar de molestar a los hazaras, el tercer pueblo en
número de integrantes en Afganistán y de religión shií. Con Irán se ha pasado del
enfrentamiento casi abierto antes de la invasión de EE.UU en 2001 a una
colaboración encubierta y ahora a una colaboración abierta: las fronteras con Irán
están abiertas, los talibanes han pedido combustible al país persa y en un gesto que
trasciende el simbolismo han reanudado el suministro de agua a Irán abriendo las
esclusas del río Helmand para permitir que el agua fluya hacia la provincia iraní de
Sistán, muy afectada por la sequía y que habían sido cerradas desde hace dos años
por el gobierno pro-occidental cumpliendo obediente las órdenes estadounidenses
sobre las sanciones a Irán. Junto a ello, también han publicado una circular en la
que apelan a respetar a los “hermanos chíitas”. Muy relevante este punto porque
rompen con todo un pasado de persecución a los hazaras y muestra su voluntad
de una normalización con Irán, la otra gran bicha occidental. Al mismo tiempo,
desaparece una importante base, por proximidad, para cualquier ataque a Irán si
no se avanza en las conversaciones para restablecer el acuerdo nuclear.
Los talibanes se están moviendo, hasta ahora, con mucha cautela y
pragmatismo. No obstante hay que recordar que no son un movimiento monolítico
nada más que en la cuestión religiosa. Fuera de eso, hay varias corrientes en su seno
y dependerá de cuál de ellas prevalezca el que se avance en la línea de
normalización de relaciones con los vecinos. Pero, por ahora, ya comienzan bien.
Dicen que no amenazan a nadie ni que se enemistarán con nadie, que quieren
reconocimiento internacional y que no van a permitir que su territorio se convierta
en “refugio seguro para los terroristas internacionales”, lo que suena a campanas
para Rusia, China e Irán que, incluso, puede gustar a EE.UU y sus vasallos. Si lo
cumplen, serán mucho más moderados que Arabia Saudita, por ejemplo. Pero
estamos en la etapa de declaraciones que se tienen que ver refrendadas por los
hechos.

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CUADERNOS DE GEOGRAFÍA POLÍTICA | 9

Inversión de roles

Afganistán está trastocando la geopolítica, hasta el punto que se está viendo


una inversión de roles: es ahora EE.UU quien pide ayuda… a China. Los días 16 y 29
de agosto el Secretario de Estado de EE.UU llamó a su homólogo chino para pedirle,
por favor, que le ayudase en el tema afgano para convencer a los talibanes que
permitiesen la salida de los colaboracionistas. Dos llamadas en menos de 15 días.
Una llamada por semana.
Los chinos, lógicamente, no se dieron por aludidos y respondieron con sus
propias exigencias. Que EE.UU necesita desesperadamente ayuda es evidente. Que
está en una situación débil, también. Que los chinos tienen sus propias condiciones
para la ayuda es evidente. Que esas condiciones son previas, también.
EE.UU ha venido trasladando, durante años, a combatientes del llamado
Estado Islámico desde Siria a Afganistán. Que han sido trasladados allí porque se
intuía el triunfo talibán es hoy poco cuestionable. Que el llamado Estado Islámico
es la baza que juega EE.UU -y sus vasallos europeos- para desestabilizar a los
talibanes y, de rebote, la influencia de China, Rusia e Irán en Afganistán es tan claro
como que hay noche y que hay día. Y que todo eso lo saben chinos, rusos, iraníes
y talibanes, también.
Por eso China respondió con nones:"Los hechos han demostrado una vez
más que copiar mecánicamente un modelo extranjero importado no se puede
adaptar fácilmente al uso en un país con una historia, cultura y condiciones
nacionales completamente diferentes y, en última instancia, es poco probable que
se establezca", respondió a EE.UU (nota del Gobierno chino del 17 de agosto
relatando la llamada de Blinken). Una gran verdad. Y dijo algo más en la reunión
posterior: "la parte estadounidense debe respetar la soberanía e independencia de
Afganistán, tomar acciones concretas para ayudar a Afganistán a combatir el
terrorismo y la violencia, en lugar de practicar un doble rasero o combatir el
terrorismo de manera selectiva (...) La parte estadounidense conoce claramente las
causas de la actual situación caótica en Afganistán, cualquier acción que tome el
CSNU debería contribuir a aliviar las tensiones en lugar de intensificarlas, y
contribuir a una transición sin problemas de la situación en Afganistán".

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CUADERNOS DE GEOGRAFÍA POLÍTICA | 9

Pero China no se quedó ahí en su reprimenda: "Si la parte estadounidense


también espera que las relaciones bilaterales vuelvan al camino correcto, debería
dejar de difamar y atacar ciegamente a China, y dejar de socavar la soberanía, la
seguridad y los intereses de desarrollo de China" porque "la parte estadounidense
no puede, por un lado, contener y reprimir deliberadamente a China y socavar los
derechos e intereses legítimos de China, y por otro lado, esperar el apoyo y la
cooperación de China, porque esa lógica nunca existe en los intercambios
internacionales".
Afganistán va a suponer un antes y un después para muchas cosas. Entre
otras, porque señala de forma nítida el declive de Occidente y el reforzamiento de
Oriente, de esa Eurasia que es ya el eje sobre el que pivota irrevocablemente el siglo
XXI.

Alberto Cruz es periodista, politólogo y escritor. Su nuevo libro es “Las brujas de la


noche. El 46 Regimiento “Taman” de aviadoras soviéticas en la II Guerra Mundial”,
editado por La Caída con la colaboración del CEPRID y que ya va por la tercera
edición. Los pedidos se pueden hacer a libros.lacaida@gmail.com o bien
a ceprid@nodo50.org También se puede encontrar en librerías.

Fuente: https://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article2625

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CUADERNOS DE GEOGRAFÍA POLÍTICA | 9

José Luis Fiori


''AS TORRES, O AFEGANISTÃO E O DEPOIS''

Claudia Antunes

Red de Geografía Económica 1075/21 | 13 de septiembre de 2021

Na época da invasão do Afeganistão, você escreveu que os EUA estavam sendo


empurrados por uma espécie de regra básica e universal do sistema interestatal: a
necessidade de suas grandes potências seguirem se expandindo para manter a
posição já adquirida. Algo que você chamou, num outro livro, de “paradoxo do
hiperpoder”. Mesmo assim, depois desta derrota consagrada pela ocupação talibã
de Cabul no dia 15 de agosto, você acha que os norte-americanos têm menos poder
do que antes?
Bem antes dos atentados de 11 de setembro de 2001, logo depois do fim da
Guerra Fria, um grupo de trabalho criado pelo presidente George Bush e liderado
por Dick Cheney já havia definido como principal objetivo estratégico dos EUA, na
virada do século XXI, consolidar o poder conquistado em 1991, impedindo o
aparecimento de um novo concorrente regional ou global do tipo URSS. Naquele
momento, falaram da necessidade de algo parecido com um novo Pearl Harbour
para mobilizar apoios e viabilizar a imposição “legítima” do poder global americano.
Por isso hoje está absolutamente claro o que na época era menos visível devido ao
trauma provocado pela derrubada das torres gêmeas de Nova Iorque: os atentados
do 11 de Setembro cumpriram o papel do “acontecimento traumático” preconizado
pelo grupo de trabalho de Dick Cheney, e em sentido mais amplo, o ataque
imediato ao Afeganistão teve menos a ver com a caça de Osama Bin Laden e a
destruição das redes de apoio do Al Qaeda, do que com a necessidade americana
de reafirmar ativamente o seu poder e sua decisão de exercê-lo através de suas
armas. O Talibã não estava envolvido com os atentados e até hoje não foram
apresentadas provas inequívocas de que o antigo “guerreiro da liberdade”
inventado e formado pelos EUA, para combater a URSS no próprio Afeganistão,
tenha sido o verdadeiro cérebro ou responsável pelos atentados de Nova Iorque.
De qualquer forma, o ataque ao Afeganistão serviu como cartão de apresentação

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CUADERNOS DE GEOGRAFÍA POLÍTICA | 9

da nova “guerra global ao terrorismo” declarada pelo presidente Bush, que foi uma
guerra tipicamente imperial, por duas razões fundamentais: dentro dos EUA,
justificou a criação de uma brecha legal que permitia e ainda permite ao governo
declarar guerras e atacar “terroristas” em qualquer parte do mundo sem necessitar
da aprovação prévia do Congresso Americano; e em segundo, durante alguns anos
pelo menos, permitiu que os norte-americanos definissem quem fossem os
terroristas em qualquer lugar do mundo, por cima da soberania dos povos
escolhidos e atingidos pelos ataques punitivos das forças norte-americanas.
A “guerra ao terror” significou um passo à frente no objetivo americano de
criação e consolidação de um império militar global. Tudo isto são fatos que hoje
já pertencem à História. Mas a Guerra do Afeganistão pode e deve ser lida de um
ponto de vista mais amplo e de longo prazo, a partir da própria história de formação
e expansão do sistema interestatal “inventado” pelos europeus. Durante toda a
história desse sistema, sempre existiram Estados ganhadores e Estados perdedores,
e seus “Estados-membros” foram obrigados a competir e fazer guerra para
sobreviver numa disputa permanente pela conquista do poder global, e pela
acumulação de uma riqueza capitalista que se transformou numa peça fundamental
da própria luta pelo poder. Costumo sempre citar um autor alemão, Norbert Elias,
que disse, numa obra clássica, que a regra básica deste sistema interestatal e
capitalista era que nele “quem não subia, caía”; uma regra que se aplica a todos, e
mais ainda para as grandes potências que já se encontram na frente dessa corrida
sem fim. Ou seja, mesmo as chamadas “grandes potências” desse sistema estão
obrigadas a se expandir aumentando seu poder e sua riqueza, para seguir
ocupando as posições que já ocupam. Por isso mesmo, no sistema em que vivemos,
a preparação para a guerra e o início de novas guerras é uma necessidade quase
impositiva de todas as grandes potências e em particular da “potência líder” ou
“hegemônica”, que no caso vem a ser os Estados Unidos. Como escrevo e repito
muitas vezes, o poder é fluxo, é conquista, e só existe enquanto é exercido, e é
imposto, mesmo que seja através de guerras que afinal se transformam em
derrotas, como no caso de quase todas as guerras de que os Estados Unidos
participaram, depois da Segunda Guerra Mundial.
O poder internacional precisa ser temido mais do que amado, como diria
Maquiavel, e ele é temido por sua capacidade de destruição, e não por sua

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CUADERNOS DE GEOGRAFÍA POLÍTICA | 9

capacidade de construção ou reconstrução. E por isto que os EUA perderam a


guerra do Afeganistao mas seguem mantendo o seu poder de punir e destruir
quando considerem necessário. Neste sentido, por mais absurdo que isto possa
parecer, neste sistema internacional em que vivemos é mais importante que sua
potencia dominante faça guerras sucessivas e demonstre seu poder militar do que
as ganhe. Neste sentido, não há a menor dúvida de que os Estados Unidos acabam
de sofrer uma derrota verdadeiramente humilhante no Afeganistão, mais
humilhante até do que seu fracasso no Iraque. Apesar disso, seguirão em frente e
já estão envolvidos numa competição sem limites com a China, que pode não
acabar em uma guerra direta, mas que deverá ser o guarda-chuva sob o qual
estarão sendo travadas as novas guerras locais desta primeira metade do século
XXI.

Você também disse que a chamada “guerra ao terror” era um projeto imperial que
se propunha a combater um “método”, na ausência, naquele momento, de
interesses ou ameaças nacionais concretos que justificassem as guerras que se
seguiram aos atentados. Essa “guerra ao terror” ainda tem a mesma importância e
o mesmo lugar dentro do sistema internacional, já na terceira década do século
XXI?
O “terrorismo” sempre existiu através de toda a História, como uma forma particular
de luta de grupos, etnias, seitas e “nações” em defesa de seus direitos contra
potências mais poderosas. E seguirá existindo, com toda certeza, em qualquer
tempo e em qualquer lugar do futuro, com consequências mais ou menos
dramáticas, mesmo quando não alcancem o nível de intensidade e dramaticidade
do “atentado das Torres Gêmeas”, ou mais ainda, do “atentado de Sarajevo” que
esteve na origem da Primeira Guerra Mundial e, portanto, se poderia dizer também,
do fim de pelo menos quatro grandes impérios multinacionais.
Não há dúvida de que “a guerra global ao terrorismo” declarada pelo
presidente George Bush, em 2001, ocupou um lugar particular na história de
expansão do poder americano. E também é verdade o que você diz, que naquele
momento não havia no cenário mundial nenhum país que pudesse ameaçar o
poder militar dos EUA. Mas hoje a situação é distinta: a guerra global ao terrorismo
acabou se transformando numa “guerra santa” quase inteiramente travada dentro

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CUADERNOS DE GEOGRAFÍA POLÍTICA | 9

do mundo mulçumano, e contra o governo de Estados situados na região do


Grande Médio Oriente. Em algum momento os EUA chegaram a bombardear o
território de seis países ao mesmo tempo, todos eles de maioria muçulmana, e
sempre em nome do combate ao terrorismo fundamentalista islâmico. O resultado
final dessas guerras foi um gigantesco morticínio, e um verdadeiro terremoto
demográfico, com a fuga de milhões de pessoas de suas terras, quase sempre na
direção da Europa. E em nenhum caso, os norte-americanos e seus aliados cristãos
e da OTAN conseguiram construir Estados democráticos, ou impor seus próprios
valores, que acabaram sendo rechaçados de forma explícita e humilhante, como
aconteceu nas últimas semanas com as declarações de vários líderes talibãs de que
não queriam rigorosamente saber nem incorporar os valores, costumes e
instituições ocidentais. Criou-se uma situação realmente grotesca no Conselho de
Defesa dos Direitos Humanos das Nações Unidas, quando as potências ocidentais
recém-derrotadas demonstravam grande preocupação pelo respeito talibã aos
direitos humanos cristãos e ocidentais, depois de terem iniciado uma guerra para
castigar Osama Bin Laden, que durou 20 anos, matou cerca de 100 mil afegãos e
provocou uma onda de mais de 2 milhões de refugiados expulsos de suas casas na
direção da repulsa xenófoba dos países e povos que foram seus próprios
agressores. De qualquer forma, você tem razão ao dizer que hoje os EUA já estão
desafiados e competindo com outras grandes potências e estão deixando de lado
seu projeto imperial “da guerra global ao terrorismo”. Os inimigos agora são outros,
mas a saga do poder americano segue em frente.

Você já identificava, na época, fragmentação e incerteza política dentro dos Estados


Unidos, com o impeachment de Clinton pelos republicanos de Gingrich, a eleição
contestada de Bush filho. Nesse sentido, Trump foi realmente uma exceção, como
muita gente o vê hoje, ou uma continuidade?
Acho que não é necessário relembrar a Guerra Civil Americana (1851-1865),
a mais violenta de todo o século XIX, ou os presidentes americanos que foram
assassinados, ou mesmo os números da violência racial do sul dos EUA até hoje; ou
ainda o tamanho da população carcerária norte-americana, para demonstrar que a
divisão e a violência fazem parte essencial da história americana. Não se trata de
um fenômeno recente, nem de uma exceção, assim como o próprio Trump não é

37
CUADERNOS DE GEOGRAFÍA POLÍTICA | 9

nenhuma exceção. Pode ser uma figura exótica e extremamente inculta, mas não
teria chegado aonde chegou se não fosse a expressão de uma parte importante
não apenas da sociedade, mas também do establishment norte-americano,
incluindo suas elites militares e empresariais. Sua própria estratégia internacional
não caiu do céu, nem saiu de sua cabeça de animador de televisão e especulador
imobiliário. Pelo contrário, seu nacionalismo e seu anticosmopolitismo sempre
existiram e tiveram presença ativa através da história dos EUA, e mesmo no século
XX, quando os EUA se transformaram realmente numa potência global e o liberal-
internacionalismo se transformou na principal bandeira de sua política externa; sua
sociedade seguiu dividida entre esse cosmopolitismo e o nacionalismo provinciano,
tacanho e agressivo de boa parte de sua população, sobretudo das regiões
agrícolas do centro-oeste americano, liberal e em geral mais intelectualizada. Não
há dúvida de que esta divisão e polarização social e política aumentou muito nas
últimas décadas, ao mesmo tempo que a desigualdade e a fragmentação da
sociedade americana atingiram níveis altíssimos, sobretudo depois da grande crise
financeira de 2008. É desse período o aumento do peso das seitas religiosas e do
fanatismo racista que acabou permeando o Partido Republicano com o movimento
Tea Party, até sua culminação com a vitória de um outsider como Donald Trump. A
força desse movimento conservador e de extrema-direita é muito grande e seguirá
atuando e fragilizando internamente o Estado americano e sua própria capacidade
de se impor internacionalmente. Daí vieram a energia e a inspiração do discurso
raivosamente provinciano e antiliberal de Donald Trump – discurso que não morreu
e deverá reaparecer nas eleições parlamentares de 2022, quando o Partido
Republicano deverá recuperar a maioria no Senado e ser capaz de paralisar o
governo Biden.

Você fala da existência de um “buraco negro” dentro do sistema internacional que


se desloca através do tempo e onde se concentra a energia destrutiva e bélica do
sistema. E chega a dizer que o Oriente Médio ocupou este lugar nas últimas
décadas. Mas agora, depois da saída americana do Afeganistão e do Iraque, para
onde você acha que o ponteiro desse relógio ou bússola estará se deslocando? A
China já é esse inimigo, é possível falar numa bipolaridade agora?

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CUADERNOS DE GEOGRAFÍA POLÍTICA | 9

É verdade que falei de “buraco negro” num artigo logo antes do início da
guerra do Iraque, em 2003, para chamar a atenção ao fato de que o sistema
interestatal sempre possui algum lugar no mundo onde ode se concentra o seu
“foco bélico”, onde as grandes potências “exercitam” seus novos armamentos e
enviam sinais para seus aliados e inimigos sobre o seu real potencial militar. Foi o
que aconteceu, por exemplo, com a Guerra do Golfo em 1991/2, quando os EUA
expuseram ao mundo seus novos arsenais teleguiados, que deixaram claro o
distanciamento, naquele momento, entre o poder de fogo dos americanos e o dos
demais países e eventuais concorrentes. Esse “buraco negro” se desloca no espaço
e no tempo, exercendo ao mesmo tempo uma espécie de força gravitacional sobre
todo o sistema, mantendo-o junto e hierarquizado. Depois da Segunda Guerra
Mundial, esse centro gravitacional saiu da própria Europa e se deslocou na direção
dos ponteiros do relógio: para o nordeste e sudeste asiático, com as guerras da
Coreia e do Vietnã, entre 1951 e 1975; e depois para a Ásia Central, com as guerras
entre o Irã e o Iraque, e contra a invasão soviética do Afeganistão, na década de 80;
com a Guerra do Golfo, no início dos anos 90; e com as guerras do Iraque e do
Afeganistão na primeira década do século XXI, e depois se transferiu para o Líbia, a
Síria etc. Os ponteiros deste relógio já estão se deslocando para algum novo foco,
mas neste caso, há que distinguir um foco de tensão e negociação permanente,
como é o caso de Taiwan, de um foco de guerra aberta que ainda não está claro
onde se situará agora nesta terceira década. A China já é o novo grande inimigo
bipolar dos EUA, mas com certeza não será o epicentro ou o “buraco negro” do
sistema.

Outro aspecto são as divergências entre os Estados Unidos e seus aliados


tradicionais na Europa, que se manifestaram na invasão do Iraque. Você identificou
na Alemanha o núcleo dessa tensão, e falou do temor de uma aproximação entre
Berlim e Moscou. O quão mais forte ou mais fraca essa tendência está hoje?
Esta é uma ideia central do geopolítico inglês Halford Mackinder (1861-1947),
que foi formulada teoricamente no início do século XX, e um papel central na
estratégia geopolítica de conquista do poder global por parte das duas grandes
potências anglo- saxônicas que dominaram o sistema interestatal nos últimos 200
anos: impedir ou bloquear, de qualquer maneira, o surgimento de uma aliança

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CUADERNOS DE GEOGRAFÍA POLÍTICA | 9

estratégica entre Alemanha e Rússia. Esta tese for formulada no início do século XX,
mas foi de fato uma sistematização e racionalização daquilo que a Inglaterra já
vinha fazendo desde o fim das Guerras Napoleônicas, quando o Foreign
Office inglês definiu, pela primeira vez, a Rússia imperial dos Romanov como
principal concorrente do poder britânico na Europa, na Ásia Central e, inclusive, na
América. A mesma estratégia depois se manteve no século XX, com relação à Rússia
comunista de Lenin a Gorbachev, e segue vigente hoje, com relação à Rússia
nacionalista e conservadora de Vladimir Putin. No final do século XIX, em particular
durante o século XX, essa estratégia de isolamento da Rússia adquiriu nova
dimensão e um objetivo mais específico, a partir da “primeira unificação” da
Alemanha, em 1871, de não permitir jamais que a Rússia e a Alemanha
estabelecessem entre si algum tipo de aliança estratégica ou integração econômica
que lhes permitisse hegemonizar a Europa e, como consequência, controlar o poder
mundial, segundo a teoria de Mackinder. Essa mesma ideia foi retomada pelo
diplomata americano George Kennan, que defendia a necessidade de “contenção
permanente” da URSS, ideia que foi referendada por Winston Churchill em seu
famoso discurso no Westminster College, na cidade de Fulton, Missouri, em 5 de
março de 1946, quando propôs a criação de uma espécie de “cortina de ferro”
separando a Europa Ocidental da URSS e seus países aliados da Europa Central. E
essa mesma doutrina estratégica segue vigente até hoje, e já se transformou numa
espécie de paradigma ou cacoete mental da maior parte do establishment militar e
diplomático norte-americano.
A estratégia do governo Bush, de ataque e “conversão” do Grande Médio
Oriente, começando pelo Afeganistão e o Iraque, provocou uma fissura grave entre
os EUA e seus aliados europeus continentais. Esta fissura se transformou numa
verdadeiro abismo durante o governo de Donald Trump, que hostilizou
sistematicamente a Alemanha de Angela Merkel. E agora, finalmente, os EUA estão
se retirando do Oriente Médio e da Ásia Central, e deslocando suas linhas de defesa
e ataque para a região do Índico e do Sul do Pacífico, cercando e procurando conter
a China. A diferença é que, neste caso, o país que está sendo cercado é um parceiro
econômico fundamental da economia capitalista mundial e é um parceiro
indispensável da Alemanha, seja como potência exportadora ou como país com
alto potencial tecnológico necessitado dos investimentos chineses. O governo

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CUADERNOS DE GEOGRAFÍA POLÍTICA | 9

Biden está procurando reverter o isolacionismo e a animosidade contra a Alemanha


de Trump, mas estas coisas não se revertem com tapinhas nas costas, e a
experiência Trump não só pode se repetir em três anos mais, como ela é
rigorosamente inesquecível. Rompeu-se ali uma relação de confiança mútua, como
se rompeu agora a confiança dos pequenos protetorados militares do EUA na Ásia
e na África, depois que os americanos deixaram para trás o Afeganistão afundado
na sua própria miséria. Por tudo isso, resumindo, acho que a tendência à
aproximação entre Alemanha e Rússia deve aumentar nos próximos anos, não
apenas como distanciamento dos EUA, mas também como forma de equilibrar a
influência mundial crescente dos chineses.

Uma das principais justificativas de Biden para manter a saída do Afeganistão,


apesar das críticas, é que os EUA precisam se concentrar no que ele chamou de
“batalhas do futuro”, que são principalmente a competição com a China, mas em
especial no campo de tecnologia, incluindo as voltadas para a “transição verde”. Ele
vai conseguir ou o sistema político americano continua tão fragmentado que vai
tornar isso impossível?
Isto é verdade, mas o importante é entender que os novos “adversários”
americanos nasceram da própria estratégia expansiva e agressiva dos EUA nos
últimos 30 anos desde o fim da Guerra Fria. Foi a estratégia expansiva e agressiva
que apressou o surgimento de uma resistência de dentro do próprio núcleo das
velhas grandes potências do sistema interestatal, e da Rússia - no campo militar - e
da China - em particular, no campo econômico e cada vez mais também no campo
militar. Um momento decisivo dessa inflexão aconteceu na Geórgia, em 2008,
quando o poder imperial dos EUA e da OTAN encontrou seu primeiro limite depois
do fim da Guerra Fria. A chamada “Guerra da Geórgia” foi muito rápida e talvez até
passasse despercebida na história do século XXI, se não tivesse acontecido o
inesperado: a intervenção das Forças Armadas da Rússia, que em poucas horas
cercaram o território da Geórgia, numa demonstração contundente de que a Rússia
havia decidido colocar um limite à expansão das tropas da OTAN para o Leste,
vetando a incorporação da Geórgia como novo Estado-membro da organização.
Foi exatamente naquele momento que a Rússia demonstrou, pela primeira vez, sua
decisão e capacidade militar de opor-se ou de vetar o arbítrio unilateral dos EUA

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CUADERNOS DE GEOGRAFÍA POLÍTICA | 9

dentro da nova ordem mundial do século XXI. Mais à frente, em 2015, a Rússia deu
um novo passo nessa mesma direção, quando interveio na Guerra da Síria (2011-
2019), sem consultas prévias e sem subordinação a nenhum outro comando que
não fosse o de suas próprias Forças Armadas. Com sua intervenção militar na Síria,
a Rússia já não estava se propondo apenas a vetar decisões e inciativas estratégicas
dos EUA e da OTAN; impôs pelas armas seu direito de também arbitrar e intervir
nos conflitos internacionais, mesmo que fosse contra os mesmos inimigos, e a partir
dos mesmos valores defendidos por europeus e norte- americanos. E a partir de
2013, em particular depois do início da presidência de Ji Xiping, a China também
assumiu plenamente seu projeto de afirmação de sua hegemonia militar regional,
no Estreito de Taiwan e no Mar do Sul do Pacífico. E anunciou sua decisão de ser
uma potência militar global até o ano de 2050.
O território e o armamento desses três países são gigantescos; eles
controlam em conjunto cerca de um quarto da superfície territorial do mundo, e
mais de um terço da população global, e já não admitem mais invasões ou
conquistas do tipo clássico. Por isso, sua luta deve se deslocar para os territórios
periféricos do sistema e para os espaços e fluxos sem fronteiras por onde circulam
os recursos e a energia do sistema interestatal capitalista, onde deve assumir a
forma de uma “guerra híbrida” quase permanente, travada em vários pontos
simultaneamente, com mudanças súbitas e inesperadas de cenário, e com alianças
cada vez mais instáveis, como se todo mundo fosse reproduzir no futuro, e em
escala planetária, o que foi a história da formação da própria Europa.
De qualquer maneira, essa competição subterrânea e contínua entre os “três
gigantes” deverá promover um dos saltos tecnológicos mais espetaculares de toda
a História. E uma vez mais, como sempre ocorreu através dos anos, esse salto
tecnológico deverá ser liderado pela pesquisa e pela inovação da indústria bélica,
envolvendo uma mudança na matriz energética que move atualmente a
infraestrutura militar desses países, e de todo o mundo. Não será uma guerra, mas
uma longa “preparação para a guerra”, uma guerra que talvez nunca ocorra
explicitamente, mas que estará sendo travada de forma oculta, em todos os planos,
na terra, no mar, no ar, no mundo submarino e no espaço sideral. Muito
provavelmente será um destes momentos em que a humanidade estará cruzando
uma das “fronteiras” que alguns analistas chamam de” ponto de singularidade”. Ray

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CUADERNOS DE GEOGRAFÍA POLÍTICA | 9

Kurtzweil,1 por exemplo, “prevê que o crescimento da capacidade tecnólogica


envolvendo computadores, robótica e biotecnologia alcançará um ponto “tendente
ao infinito”, entre 2029 e 2045, o que significaria que as inteligências artificiais
teriam superado as capacidades de todos os humanos combinados; a partir daí, a
biologia humana e a máquina fariam parte de um mesmo complexo, sem que se
pudesse distinguir onde um começa e o outro termina”.

Notas:

(1) Kurtzweil, R. La singularidad está cerca . Nueva York: Viking Books, 2005.

Fuente: https://groups.google.com/g/redgeoecon/c/O7T55yoQC0A

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CUADERNOS DE GEOGRAFÍA POLÍTICA | 9

DESDE AFGANISTÁN AL MUNDO, OTRA VEZ

Guadi Calvo

Rebelión | 6 de septiembre de 2021

La victoria de los talibanes y la retirada humillante de los Estados Unidos, sin duda
rememora con gruesas diferencias la derrota de la Unión Soviética y la victoria de esa
confederación de los grupos étnicos que podríamos englobar en el concepto que más le
gustaba a la prensa norteamericana y a Ronald Reagan freedom fighters (luchadores por
la libertad) que nunca hubiera conseguido derrotar al ejército rojo de no haber mediado la
intensa colaboración de los Estados Unidos y un importante conglomerado de naciones
además del Reino Unido y Francia. Si no que lo digan el exjefe de la inteligencia francesa, el
conde Alexandre de Marenches, director del SDECE (Servicio de Documentación Exterior y
de Contraespionaje) o al inefable Henry Kissinger (Ver: Safari Club, algo más que un club
de caza). Podríamos agregar, obviamente, a Arabia Saudita, junto a la corte de emiratos
del golfo, Pakistán, Egipto, Israel e incluso China, por lo que podríamos catalogar que lo
que sucedió en la entonces República Democrática de Afganistán entre 1979 y 1992, sin
miedo a exagerar, fue una guerra global contra la Unión Soviética. Una guerra en la que
los muyahidines, no solo afganos sino también los que se conocieron como “árabes
afganos”, que llegaron a ser cerca de 35.000, provenientes de países musulmanes como
Argelia, Túnez, Arabia Saudita, Egipto Chechenia o Filipinas financiados por la
corona saudita y alentados por la fatwa (edicto religioso) del clérigo pakistaní Abdullah
Yusuf Azzam. En este grupo de muyahidines extranjeros a los que se les conoció también
como Ikhwanis (hermanos) se contaba Osama bin Laden, quien comenzaba a dar forma a
la organización que terminó siendo al-Qaeda.
Envalentonados por la derrota soviética, muchos de aquellos miles de
“árabes afganos” se incorporaron a la yihad global pregonada por el ulema Azzam
y se los vio aparecer en conflictos como el de Bosnia-Herzegovina, donde más de
4.000 Ikhwanis lucharon contra serbios y croatas. También se incorporaron al Grupo
Islámico Armado o GIA, participando activamente en la guerra civil argelina (1991-
2002), que se saldó con cerca de 200.000 muertos. Desde Argelia, algunos
permearon hacia el sur y hoy los encontramos como líderes de los grupos que
operan en el Sahel, como a Mokhtar Belmokhtar, quien ha sido dado por muerto

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CUADERNOS DE GEOGRAFÍA POLÍTICA | 9

en varias oportunidades aunque se cree que continúa siendo uno de


los emires del Jama’at Nusrat al Islam wal Muslimeen o JNIM (Grupo de Apoyo al
islam y a los musulmanes), la principal filial de al-Qaeda en África. También fue
receptor de los árabes afganos el activo movimiento egipcio al-Gamaa al-
Islamiyya (Grupo Islámico) responsable junto a la Yihad Islámica del asesinato del
presidente Anwar Sadat en 1981. En noviembre de 1997 aparecieron en Luxor, donde
asesinaron a 60 personas, en su mayoría turistas europeos y japoneses. En
Chechenia, donde prácticamente se utilizó el mismo método de la guerra
antisoviética de Afganistán, llegaron numeroso veteranos “árabes afganos” con
nuevos cuadros también reclutados y financiados por Riad. La presencia de los
veteranos de Afganistán se extendió hasta Filipinas, donde Abdurajik Janjalani
fundaría el grupo Abu Sayyaf, que todavía sigue activo el sur de ese archipiélago.
Si bien en la guerra contra los Estados Unidos (2001-2020) no se registran
junto a los talibanes combatientes extranjeros más allá de los miembros de
los Ikhwanis de al-Qaeda, los que tampoco han tenido demasiada participación en
las fuerzas del ahora remozado Emirato Islámico de Afganistán, por lo que no se
espera una nueva oleada de veteranos que se diseminen por el mundo para crear
nuevos frentes de combate. Pero sí es muy probable que este éxito conseguido por
los talibanes se convierta en un aliciente para las muchas organizaciones que
operan en África y Asía, células dormidas o simplemente fanáticos espontáneos.
Ejemplo de esto es lo que se sucedido el pasado jueves 2 de octubre en West
Auckland (Nueva Zelanda), donde un ciudadano esrilanqués, que Dáesh sin duda
reconocerá como uno de los suyos, apuñaló a seis personas que ahora se
encuentran hospitalizadas. Por lo que ya muchos países han encendido las alarmas.

¿Cachemira un banco de pruebas?

Más allá de la “buena voluntad” de la dirigencia del Emirato Islámico de


Afganistán y la necesidad casi vital de que sus vecinos no les cierren sus fronteras,
la voluntad de los muyahidines globales casi nunca corre en paralelo con las
necesidades políticas.
Prueba de esto es el comunicado en el que al-Qaeda felicita a
los talibanes por su victoria al tiempo que llama a “liberar Palestina de la ocupación

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sionista y al Magreb de la ocupación francesa», mientras también señala la


necesidad de liberar “el Levante, Somalia, Yemen, Cachemira y el resto de las tierras
islámicas de las garras de los enemigos del islam”. Lo que sin duda desacomodó a
la cúpula de Emirato afgano, por lo que rápidamente Anas Haqqani, el líder de
la Red Haqqani el grupo asociado a los talibanes y protagonista de la victoria sobre
los Estados Unidos, que además ocupa algo así como la cartera de Exteriores en la
nueva estructura gubernamental afgana, declaró para una cadena internacional que
“Cachemira está más allá de su jurisdicción y cualquier intromisión allí contravendría
su política”, aunque aclaró a la vez que “otros también deben evitar entrometerse
en los asuntos de Afganistán”.
La leve presión que al-Qaeda con sus “felicitaciones” ha intentado ejercer
hacia grupo regido por el mullah Haibatullah Akhundzada, abre una profunda
discusión en el seno de la ummah (comunidad) islámica y también genera una
profunda expectativa en los países donde no solo existen grupos vinculados al
terrorismo, sino donde exista una comunidad islámica, más o menos numerosa,
donde se pueda infiltrar células dormidas como tanto hemos visto que sucedió en
Europa, particularmente entre 2015 y 2017.
Son muchos miles de kilómetros cuadrados y ciento de millones de personas
donde desde hace más de dos décadas distintos grupos fundamentalista vinculados
al Dáesh o al-Qaeda operan con mayor o menor frecuencia en Mauritania, Burkina
Faso, Mali, Níger, Nigeria, Chad, Costa de Marfil, Camerún, Somalia, Mozambique y
la República Democrática del Congo, Libia, Egipto, Bangladesh, Indonesia, Tailandia
y Filipinas, el Cáucaso, Pakistán, Tayikistán, Uzbekistán, Turquestán, India e incluso
China (Ver: Afganistán: Durmiendo con el enemigo).
Algunas instituciones internacionales que se dedican a seguir la fluctuación
del terrorismo decían el año pasado que existían unos 230.000
milicianos islamistas en casi 70 países. Una cifra extremadamente pequeña si damos
como cierto que los talibanes cuentan entre 85.000 y 100.000 muyahidines,
mientras que en las tres naciones del norte de afgano habría cerca de 20.000, por
lo que es bastante improbable que en el resto de los países cuente con poco más
de 100.000 combatientes.
Más allá de los números la victoria de los talibanes ha puesto en guardia a
países como Somalia, donde la franquicia local de al-Qaeda, al-Shabbab, ha estado

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particularmente activa después de haber festejado con reparto de dulces la toma


de Kabul,
En la misma dirección el portugués Antonio Guterres, Secretario General de
las Naciones Unidas (ONU) advirtió sobre la expansión alarmante de grupos
vinculados al Dáesh y al-Qaeda tanto en África oriental como occidental, el Sahel y
sectores de África subsahariana tras la victoria de los talibanes.
Francia, que con poco más de los 5.000 hombres de la operación Barkhane,
opera principalmente en el norte de Mali desde 2013, ya ha anunciado, utilizando
como excusa el golpe dado por los jóvenes coroneles en mayo pasado y que miran
con demasiada simpatía a Moscú, una drástica reducción de efectivos para el año
próximo. Intentando no repetir su experiencia de Indochina y mucho menos la de
su socio norteamericano en Asia Central, descargando toda la responsabilidad
militar al diluido Grupo Sahel Cinco (GS5), compuesto por efectivos de Burkina Faso,
Chad, Mali, Mauritania, Níger. Incluso Chad ha anunciado el retiro de sus efectivos,
dada la rebelión armada no religiosa -por ahora- en el noroeste del país.
Inmediatamente después de la caída dela capital afgana, en su portada del 18 de
agosto el diario maliense Le Soir de Bamako, se preguntaba: “¿Deberíamos
prepararnos para el mismo escenario que en Kabul?”
A casi 10.000 kilómetros del Sahel, en Bangladesh, se vive la misma
incertidumbre. El Ministerio de Relaciones Exteriores, en un comunicado al día
siguiente de la toma de Kabul, dijo que: “estamos observando cuidadosamente la
rápida evolución afgana y consideramos que podía tener impacto en la región e
incluso más allá de ella”. Fuentes policiales bangladesís informaron de que algunos
jóvenes intentaron llegar a Afganistán cuando los talibanes llamaron a unírseles.
Mientras activistas locales, tanto del Dáesh como el Jamaatul Mujahideen
Bangladesh (JMB) y Ansarullah Bangla Team (ABT), vinculados a al-Qaeda,
prácticamente exterminado tras el ataque a un restaurante de Dacca en julio de
2016 en el que murieron 28 personas, estaban intentado reactivarse. Mientras el
vocero de Instituto de Estudios de Paz y Seguridad de Banglades, dijo respecto al
cambio en Afganistán que “Definitivamente afectaría a Bangladesh” y que “tenemos
razones para estar preocupados”. Exactamente igual que el resto del mundo.

Fuente: https://rebelion.org/desde-afganistan-al-mundo-otra-vez/

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AFGANISTÁN LIMITA CON CHINA

Xulio Ríos

Observatorio de la Política China | 16 de agosto de 2021

La estrepitosa derrota de EE.UU y la OTAN en Afganistán amenaza con un


caudal de consecuencias. Y la respuesta a casi todas las preguntas a futuro pasa por
China. EE.UU embarcó a la “comunidad internacional” en la guerra y ahora deja a
todos en el más absoluto de los abandonos, empezando por los propios afganos a
quienes se decía querer proteger. Se apuntan varias razones y escenarios: desde la
insostenibilidad económica del conflicto a una retirada pactada con el propósito de
concentrar todos sus recursos en enfrentar el diferendo hegemónico con China, el
más vital en los próximos años. ¿Pueden los talibán acabar convirtiéndose en el
ariete que golpee a China en Xinjiang? Para Beijing es una de sus máximas
preocupaciones; no obstante, lleva tiempo buscando un entendimiento con el
nuevo poder afgano, que podría fructificar ahora. La observación del principio de
no interferencia en los asuntos internos de otros estados, un pilar esencial de su
política exterior, puede facilitarle las cosas.
Lo ocurrido estos días no solo recuerda a Saigón (1975) sino también a la
Guerra del Golfo (1991). La impotencia de la URSS entonces sentenció su deriva en
un año determinante. Treinta años después, lo que acontece en Afganistán bien
pudiera tener un efecto geopolítico similar. El crédito internacional de EE.UU y la
OTAN está bajo mínimos, mientras la confianza y la proactividad chinas toman la
delantera, reforzándose con una estrategia sobre otras bases que pondrá el acento
en el desarrollo y no en el recurso a la fuerza militar.
¿Cómo hacer creíble que priorizamos los derechos humanos sobre cualquier
otra consideración en la política exterior occidental cuando ahora se deja a los
afganos, especialmente a las afganas, a expensas de la barbarie talibán? Los
fracasos (de Libia a Irak, Afganistán o Siria) se acumulan en la estrategia de
intervención occidental para la “construcción de naciones democráticas”.
La Administración Biden tendrá que explicar muy bien las razones a sus
aliados para animarles, una vez más, a acompañar su estrategia (ahora de

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confrontación con China para preservar su hegemonía) y convencerles de que no


se traducirá a corto plazo en un embarazoso fracaso. ¿Puede Taipéi, por ejemplo, a
la vista de lo sucedido, confiar en esta Administración para mantener el pulso
soberanista con Beijing? ¿Pueden hacerlo los países del Sudeste asiático, India o
Japón, quizá Australia? ¿Puede la propia UE sometida a presiones para embarcarse
en una nueva guerra fría? Buscando pleitos por doquier para debilitar a China pero
sin estrategias económicas claras, muchos secundan a regañadientes las exigencias
de la asertiva diplomacia estadounidense.
La incapacidad mostrada por EE.UU y la OTAN para garantizar la paz, la
seguridad y el desarrollo en Afganistán, culminada con una retórica derrotista y la
desesperación de la huida suponen un éxito para los talibán; pero, además, podría
tener el potencial suficiente para transformar radicalmente a corto plazo el entorno
de seguridad regional y quebrar el liderazgo occidental en la zona.
Afganistán fue territorio chino durante la dinastía Tang, hace 12 siglos. Lo
acontecido representa una oportunidad para que China incremente su influencia
regional. Beijing no va a desentenderse. Primero, le importa la seguridad de la zona
en aras del impacto que su deterioro puede tener en Xinjiang. Segundo, el liderazgo
cabizbajo de Washington representa una importante oportunidad estratégica para
desafiar su poder en toda la región. Tercero, Afganistán puede representar un
nuevo pilar en su Ruta de la Seda, que afianzaría la vía terrestre. Cuarto, una relación
estable con el nuevo poder en Kabul podría facilitar también su relación con
Pakistán y compensar la fragilidad de su situación en la ruta marítima. Quinto, a ello
podríamos añadir los beneficios económicos derivados de la exploración de los
recursos de Afganistán (China es el primer inversor exterior en el país).
El reto inmediato para China consiste en llenar el enorme vacío dejado por
la atropellada salida occidental, estableciendo una relación normalizada con el
nuevo poder en Kabul. Para China, es muy importante contar en su retaguardia con
un gobierno no hostil ante la hipótesis de un empeoramiento de la situación en el
Estrecho de Taiwán o en los mares de China donde las políticas de asedio que
promueve EEUU (léase QUAD) afrontarán ahora una prueba de credibilidad
decisiva.

Fuente: https://politica-china.org/areas/politica-exterior/afganistan-limita-con-china

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