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REFUTACIÓN AL IDEALISMO

El principio de la continuidad prohíbe cualquier salto en la serie de los fenómenos (cambios). Prohíbe
igualmente cualquier laguna o grieta entre dos fenómenos en el conjunto de las intuiciones empíricas en el
espacio. El principio puede enunciarse, pues, así: nada que exhiba un vacío o simplemente lo tolere como
parte de la síntesis empírica puede entrar en la experiencia (Pág. 251 / A229).

SISTEMA DE LOS PRINCIPIOS DEL ENTEIMIENTO PURO (Tercera sección)

Suministran el concepto de una regla en general en cuanto que principios de experiencia posible

 Matemáticos:
1. Axiomas de la intuición (cantidad)
2. Anticipaciones de la percepción (cualidad)
 Dirigidos a la intuición
 Necesarios (evidentes inmediatamente)
 Certeza intuitiva
 Dinámicos:
1. Analogías de la experiencia (relación)
2. Postulados del pensar empírico en general (modalidades)
 Dirigidos a la existencia
 Accidentales (necesidad indirecta)
 Certeza discursiva

AXIOMA DE LA INTUICIÓN: Todas las intuiciones son magnitudes extensivas (Pág. 200)

La conciencia de la diversidad homogénea dada en la intuición en general [espacio/tiempo] es lo que hace


posible la representación de un objeto, constituye el concepto de una magnitud.

Todos los fenómenos son magnitudes, magnitudes extensivas.

La magnitud extensiva es aquella en la que la representación de las partes hace posible —y,
consiguientemente, precede necesariamente a— la representación del todo.

 Ejemplo: La representación de una línea depende de su producción gradual a partir de un punto.


 Mismo funcionamiento con el tiempo, se genera la magnitud temporal.

El fenómeno es una síntesis sucesiva (desde una parte a otra parte). Todos los fenómenos son ya intuidos
como agregados (conjuntos de partes previamente dadas).

Lo que aplica para las intuiciones puras, al ser su condición de posibilidad, vale también para las intuiciones
empíricas (infinita divisibilidad del sentido).

ANTICIPACIONES DE LA PERCEPCIÓN: En todos los fenómenos, lo real que es un objeto de la


sensibilidad posee magnitud intensiva, es decir, un grado (Pág. 203)

La percepción ofrece intuiciones empíricas.

Espacio y tiempo no son perceptibles en absoluto (son percibidos indirectamente a partir de fenómenos).

Los fenómenos incluyen, pues, aparte de la intuición, la materia relativa a algún objeto en general (materia
mediante la cual nos representamos algo que existe en el espacio o el tiempo), es decir, lo real de la
sensación como mera representación subjetiva, que sólo nos hace conscientes de que el sujeto está
afectado y que referimos a un objeto en general. (Pág. 204).

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Posibilidad de modificación gradual de la conciencia empírica hasta la conciencia pura, una
modificación donde desaparece completamente lo real, quedando sólo una conciencia formal de la variedad
del espacio y tiempo.

Síntesis de la magnitud de la sensación, la cual tiene en su comienzo como intuición pura = 0, hasta una
magnitud cualquiera.

A la sensación no le corresponde una magnitud extensiva por sí misma, sino magnitud intensiva, es decir,
un grado de influencia sobre el sentido.

La sensación no es lo que es anticipado, sino las determinaciones puras en espacio y tiempo

Existe en toda sensación, en cuanto sensación en general (prescindiendo de que se dé una en concreto), algo
cognoscible a priori.

Lo que en la intuición empírica corresponde a la sensación es realidad. Lo que corresponde a la falta de


la misma es negación = 0. Sin embargo, toda sensación es susceptible de reducción, de forma que puede
disminuir y llegar gradualmente a desaparecer. Entre la realidad fenoménica y la negación hay, pues,
una cadena continua de múltiples sensaciones intermedias posibles. […]

Es decir, lo real fenoménico posee siempre una magnitud, pero una magnitud que no se encuentra en la
aprehensión, ya que la aprehensión realizada mediante la mera sensación tiene lugar en un momento, y no a
través de múltiples sensaciones, y, consiguientemente, no procede desde las partes al todo. […]

Llamo magnitud intensiva a aquella que únicamente aprehendemos como unidad y que sólo podemos
representar la multiplicidad por aproximación a la negación = 0. Así pues, toda realidad en el campo del
fenómeno posee magnitud intensiva, es decir, un grado.

“Consiguientemente, toda sensación —y, por tanto, toda realidad en la esfera del fenómeno, por pequeña que
sea— tiene un grado, es decir, una magnitud intensiva capaz de ser reducida. Entre realidad y negación hay
una cadena continua de realidades y de posibles percepciones más pequeñas. Todo color, el rojo, por ejemplo,
posee un grado que, por insignificante que sea, nunca es el más pequeño. Lo mismo ocurre con el calor, con el
momento de la gravedad, etcétera.”1

La propiedad de las magnitudes en virtud de la cual ninguna parte suya es la más pequeña posible (o parte
simple) se llama continuidad de esas magnitudes.

Espacio y tiempo son quanta continua por el hecho de que no puede darse ninguna parte suya que no esté
comprendida entre límites (puntos e instantes) y que, consiguientemente, no constituya, a su vez, un espacio o
tiempo. […]

Teniendo en cuenta que la síntesis (de la imaginación productiva) generadora de esas magnitudes representa
un progreso temporal cuya continuidad suele designarse con el término fluir (correr), podemos también
calificar tales magnitudes como fluyentes.

Todos los fenómenos son, pues, magnitudes continuas, tanto por lo que se refiere a la intuición, en
cuanto magnitudes extensivas, como por lo que toca a su mera percepción (sensación y,
consiguientemente, realidad), en cuanto magnitudes intensivas. Si se interrumpe la síntesis de los
fenómenos, tenemos un agregado de múltiples fenómenos (no propiamente un fenómeno que forme un
quantum), un agregado producido por la repetición de una síntesis siempre parándose, no por la mera
progresión de una síntesis productiva de cierto tipo.

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EN TORNO AL CONCEPTO DE OBJETO EN GENERAL o TABLA DE DIVISIÓN DEL
CONCEPTO DE NADA
A 291/Pág. 295 – “Realidad es algo, negación es nada, es decir, consiste en el concepto de la falta de objeto
(en cuanto objeto general), como la sombra, el frío”. OBJETO VACÍO DE UN CONCEPTO

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 Ejemplo: 13 táleros un quantum (expresión correcta) – Magnitud continua en la que ninguna parte es
la más pequeña – Cada una de ellas podría ser una moneda que siempre contuviera, a su vez, materia
para monedas todavía más pequeñas.
 13 táleros redondos, como otras tantas monedas (expresión inadecuada) — El concepto que debería
emplearse es agregados, es decir, el número de monedas. […]
 Teniendo en cuenta que todo número debe tener como base una unidad, el fenómeno que
constituye, como unidad, un quantum y, en cuanto tal, es siempre un continuo.

Si todos los fenómenos, tanto considerados extensiva como intensivamente, son magnitudes continuas, la
proposición <<Todo cambio (tránsito de una cosa desde un estado a otro) es continuo>> podría ser
demostrada fácilmente y con evidencia matemática. Pero nos encontramos con que la causalidad de un
cambio en general reside enteramente fuera de los límites de una filosofía trascendental y presupone
principios empíricos. En efecto, el entendimiento no nos revela a priori en absoluto si es o no posible una
causa que modifique el estado de las cosas, es decir, que las determine en sentido opuesto a un estado. […] la
modificabilidad afecta únicamente a ciertas determinaciones de los fenómenos que sólo la experiencia puede
mostrarnos.

Si toda realidad en la percepción posee un grado, hay una infinita escala de grados siempre menores entre
él y la negación. Igualmente, si cada sentido debe tener un determinado grado de receptividad de las
sensaciones, no es posible percepción ni, por tanto, experiencia ninguna, que presente una falta absoluta
de realidad fenoménica sea inmediata, sea mediata […]. Es decir, nunca podemos derivar prueba alguna de
un espacio o de un tiempo vacíos a partir de la experiencia. La razón está en que, en primer lugar, la misma
falta absoluta de realidad en la intuición sensible no puede se percibida y, en segundo lugar, no podemos
inferirla desde ningún fenómeno ni de la diferencia de grado de su realidad, como tampoco podemos
suponerla para explicar esa realidad. En efecto, incluso en el caso de que toda la intuición de un espacio o de
un tiempo determinados sea real de un extremo a otro (es decir, incluso si ninguna parte de la intuición está
vacía), tiene que haber infinitos grados diferentes que ocupen el espacio o el tiempo, ya que cada realidad
posee un grado, un grado que es capaz de disminuir, pasando por infinitos escalones, hasta la nada (vacío),
quedando inalterada la magnitud extensiva del fenómeno. La magnitud intensiva tiene que poder ser
mayor o menor en diferentes fenómenos, aunque la magnitud extensiva de la intuición sea igual.

La cualidad de la sensación siempre es meramente empírica. No podemos presentarla a priori (por ejemplo,
colores, gusto, etcétera). Pero lo real correspondiente a las sensaciones en general sólo representa, en
oposición a la negación = 0, algo cuyo concepto contiene en sí un ser y no significa más que la síntesis
realizada en una conciencia empírica en general. […]

La conciencia empírica puede, efectivamente, crecer en el sentido interno desde 0 hasta cualquier grado, de
forma que una misma magnitud extensiva de una intuición (por ejemplo, una superficie iluminada) provoque
una sensación tan grande como un agregado de muchas superficies menos iluminadas.

[…] aunque toda sensación se da sólo, en cuanto tal, a posteriori, el hecho de que tal sensación posea un
grado puede ser conocido a priori. […]

Es curioso que de las magnitudes en general sólo podamos conocer a priori una única cualidad, a saber,
la continuidad, mientras que toda cualidad (lo real de los fenómenos) no podemos conocer a priori más
que la cantidad intensiva, es decir, el que posean un grado.

ANALOGÍAS DE LA EXPERIENCIA: la experiencia sólo es posible mediante la representación de una


necesaria conexión de las percepciones (Pág. 211)

Las percepciones se juntan en la experiencia de modo puramente accidental, de forma que no implican la
necesidad de que se conecten. Ni pueden implicarla, ya que la aprehensión consiste simplemente en juntar lo
diverso de la intuición empírica, pero no hay en ella representación alguna de la necesidad de enlazar en el

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espacio y en el tiempo la existencia de fenómenos que une. […] la existencia de los objetos en el tiempo sólo
pueda ocurrir mediante su combinación en el tiempo en general y, consiguientemente, sólo mediante
conceptos que los conecten a priori. Así pues, teniendo en cuenta que estos conllevan siempre necesidad, la
experiencia sólo es posible mediane una representación de la necesaria conexión de las percepciones.

Los tres modos del tiempo son: permanencia, sucesión y simultaneidad. […] Estas tres reglas precederán
toda experiencia y serán las que la hagan posible.

El principio general de las tres analogías se basa en la necesaria unidad de la apercepción con respecto a la
conciencia empírica (de la percepción) posible en todo tiempo. […] la apercepción originaria se refiere al
sentido interno (al conjunto de todas las representaciones).

Estos principios tienen la particularidad de que no se refieren a los fenómenos ni a la síntesis de su


intuición empírica, sino simplemente a la existencia de tales fenómenos y a la relación [en cuanto relación
de la existencia] que guardan entre sí con respecto a esa su existencia. […] Pero la existencia de estos
fenómenos no puede ser conocida a priori.

Los dos principios que llamé antes matemáticos [los cuales son constitutivos] referían a los fenómenos
según su mera posibilidad y enseñaban la manera según la cual podían éstos ser producidos. […] Tanto si
acudimos a uno como al otro de estos principios, podemos, pues, emplear las magnitudes numéricas y, con
estas, las determinaciones del fenómeno en cuanto magnitud.

[…] los principios que hayan de regular a priori la existencia de los fenómenos […] se referirán únicamente a
la relación de la existencia y sólo podrán suministrar principios reguladores. […] Se trata simplemente de
que, al dársenos una percepción según una relación temporal con otra (aunque esta otra sea indeterminada),
no podremos establecer a priori cuál sea esta otra ni de que magnitud. Podremos establecer sólo como esta
última percepción se halla, en su existencia, necesariamente ligada a la primera en este modo temporal.

En filosofía, [en contraste con la matemática], la analogía es la igualdad de dos relaciones cualitativas. [dados
tres miembros, puedo indicar a priori la relación con un cuarto miembro (de manera indirecta)].

PRIMERA ANALOGÍA: PRINCIPIO DE LA PERMANENCIA [DE LA SUSTANCIA]: En todo cambio de


los fenómenos permanece la sustancia, y el quantum de la misma no aumenta ni disminuye en la naturaleza.

Todos los fenómenos se hallan en el tiempo. Sólo en este, como sustrato (como forma permanente de la
intuición interna) podemos representar tanto la simultaneidad como la sucesión. Así pues, el tiempo, en el
cual hacemos pensar toda modificación de los fenómenos, permanece y no cambia, ya que forma el sustrato
del cual la sucesión y la simultaneidad representan meras determinaciones. […]

Ahora bien, como no podemos percibir el tiempo por sí mismo, habrá que encontrar en los objetos de la
percepción, es decir, en los fenómenos, el sustrato que represente el tiempo en general y que nos sirva de
punto de referencia al que remitir todo cambio o simultaneidad percibidos en la aprehensión a través de la
relación de los fenómenos. […] Ahora bien, el sustrato de todo lo real, es decir, lo perteneciente a la
existencia de las cosas, es la sustancia, […] lo permanente, único factor que nos permite determinar todas las
relaciones temporales […] lo que permanece siempre idéntico en cuanto sustrato de todo cambio.

Nuestra aprehensión de lo diverso del fenómeno es siempre sucesiva y, consiguientemente, cambiante. Por
medio de ella sola nunca podemos, pues, determinar si tal diversidad, en cuanto objeto de la experiencia, es
simultánea o sucesiva. Hace falta para ello que la experiencia posea como base algo que exista siempre […].

Las relaciones de tiempo sólo son, pues, posibles desde lo permanente.

El cambio no afecta al tiempo mismo, sino simplemente a los fenómenos en el tiempo.

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Es en la simple secuencia donde la existencia está siempre desapareciendo y volviendo a aparecer, sin que
jamás posea la menor magnitud.

Desde tal elemento permanente hay que considerar toda existencia y todo cambio como un simple modo de
existencia de aquello que dura y permanece.

Todo lo que cambia o puede cambiar pertenece únicamente al modo según el cual esa sustancia o sustancias
existen y, consiguientemente, sus determinaciones.

Bajo todas las modificaciones dadas en el mundo permanece la sustancia, y son sólo los accidentes los que
cambian.

Se preguntó a un filósofo cuánto pesaba el humo. Respondió él: <<Réstese del peso de la madera quemada el
de la ceniza que ha dejado y obtendrá el peso del humo>>. El filósofo sumía, pues, como supuesto
indiscutible que, incluso en el fuego, la materia (sustancia) no desaparecería, sino que simplemente se
modificaba en su forma. […]

De igual modo, la proposición <<Nada surge de la nada>> no es más que otra consecuencia del principio de
permanencia, o más bien, de la perpetua existencia de un verdadero sujeto de los fenómenos.

Las determinaciones de una sustancia, que no son otra cosa que modos particulares según los cuales existe, se
llaman accidentes. Estos son siempre reales por afectar a la existencia de la sustancia (Las negaciones no son
más que determinaciones que expresan la no existencia de algo de la sustancia).

La correcta comprensión del concepto de cambio depende igualmente de esta permanencia. El surgir y
desaparecer no son cambios de lo que surge o desaparece. El cambio constituye un modo de existir que sigue
al anterior modo de existir del mismo objeto. Todo lo que cambia es, pues, permanente; sólo cambia su
estado. Como este cambio no afecta más que a las determinaciones que pueden dejar de ser o empezar a ser,
podemos, utilizando una expresión aparentemente paradójica, decir lo siguiente: sólo lo permanente (la
sustancia) cambia; lo mudable no sufre cambio alguno, sino modificación, ya que algunas determinaciones
desaparecen y otras aparecen.

No podemos percibir los cambios más que en las sustancias. El surgir o el perecer sin más, que no sean una
mera determinación de lo permanente, no pueden constituir una percepción, ya que es precisamente dicha
permanencia la que hace posible representarse el paso de un estado a otro, al igual que el del no-ser al ser.
[…] Supongamos que algo empieza, en términos absolutos, a ser. Tiene que haber un punto del tiempo en el
que no existía. Pero ¿dónde vamos a fijar este punto si no es a partir de lo ya existente? Porque un tiempo
vacío anterior no es objeto de percepción alguna. Si, en cambio, ligamos este empezar a ser con cosas que ya
existían y que continúan existiendo hasta el momento de surgir lo nuevo, entonces ese elemento nuevo no es
más que una determinación de lo que ya existía como base permanente. Lo mismo ocurre con el perecer, ya
que éste presupone la representación empírica de un tiempo en el que un fenómeno deja de existir.

No existe más que un tiempo y en él hay que situar todos los tiempos de forma sucesiva, no simultánea.

SEGUNDA ANALOGÍA: PRINCIPIO DE LA SUCESIÓN TEMPORAL SEGÚN LA LEY DE LA


CAUSALIDAD: Todos los cambios tienen lugar de acuerdo con la ley que enlaza causa y efecto.

[El principio anterior] Ha demostrado, pues, que no es posible que el ser de la misma sustancia siga a su no-
ser o que su no-ser siga a su ser. En otras palabras, ha demostrado que no hay en ella comenzar a ser o dejar a
ser. El principio podría también enunciarse así: toda modificación (sucesión) de los fenómenos no es más que
un cambio. En efecto, el comenzar a ser o desaparecer de la sustancia no constituyen cambios de la misma, ya
que el concepto de cambio presupone el mismo sujeto con dos determinaciones opuestas y,
consiguientemente, presupone el sujeto como permanente.

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Yo percibo que los fenómenos se siguen unos a otros […] En realidad, lo que hago es enlazar dos
percepciones en el tiempo. Ahora bien, el enlace noes obra del simple sentido o de la intuición, sino que es, en
este caso, producto de la facultado sintética de la imaginación, la cual determina el sentido interno con
respecto a la relación temporal. Pero la imaginación puede lugar los dos mencionados estados de dos formas
distintas, de modo que sea uno o el otro el que preceda en el tiempo.

La sucesión objetiva consistirá, pues, en aquel orden de la diversidad del fenómeno en virtud del cual la
aprehensión de una cosa (lo que sucede) sigue a la aprehensión de otra cosa (lo que precede) de acuerdo con
una regla.

El entendimiento. Lo primero que éste hace no es esclarecer la representación de lo objetos, sino posibilitar la
representación de un objeto en general. Pero esto ocurre gracias a que el entendimiento transfiere el orden
temporal a los fenómenos y a su existencia, en el sentido de que asigna a cada uno de ellos —en cuanto
consecuencia— una posición temporal determinada a priori con respecto a los fenómenos anteriores.

Ahora bien, no podemos extraer tal determinación de posiciones partiendo de la relación de los fenómenos
con el tiempo absoluto (que no es objeto de percepción). Al contrario, los fenómenos mismos tienen que
determinar su posición temporal entre sí y convertirla en necesaria.

El principio de la relación causal en la secuencia de los fenómenos posee, pues, validez con anterioridad a
todos los objetos de la experiencia (bajo las condiciones de la sucesión), ya que tal principio es, a su vez, el
fundamento de posibilidad de esa misma experiencia.

Fenómenos concomitantes. El calor y la estufa. La mayoría de las causas eficientes que encontramos en la
naturaleza son coexistentes con sus efectos. La secuencia temporal de estos últimos se debe únicamente al
hecho de que la causa no puede producir todo su efecto en un instante.

Considerando como efecto de una causa exterior, este origen recibe el nombre de creación. Esta última no
puede ser admitida como suceso entre los fenómenos, ya que su mera posibilidad eliminaría la unidad de la
experiencia.

Acerca de cómo algo pueda cambiar, de cómo sea posible que un punto temporal suceda a un estado otro
estado opuesto, no poseemos a priori el mínimo concepto. Para ello hace falta conocer las verdaderas fuerzas,
conocimiento que sólo puede dársenos empíricamente.

Cuando una sustancia pasa desde un estado a a otro b, el punto temporal del último es distinto del punto
temporal del primero, al cual sigue. De la misma forma, el segundo estado, como realidad (en la esfera del
fenómeno), se distingue del primero, en el que no había tal realidad, al igual que se distingue b de cero. Es
decir, aun en el caso de que el estado b sólo se distinguiera del estado a por su magnitud, el cambio consistiría
en el comenzar a ser de b-a, cosa que no teníamos en el estado anterior. En relación con ello, tal estado
anterior es igual a cero.

El problema reside, pues, en cómo una cosa pasa desde un estado a a otro b. Entre dos instantes hay siempre
un tiempo y entre dos estados correspondientes a esos dos instantes encontramos siempre una diferencia con
una determinada magnitud, ya que todas las partes de los fenómenos constituyen, a su vez, magnitudes.
Consiguientemente, todo el tránsito desde un estado a otro ocurre en un tiempo contenido entre dos instantes.
El primero de estos determina el estado del cual la cosa sale. El segundo determina el estado al cual la cosa
llega. Ambos instantes delimitan, pues, el tiempo de un cambio y, por tanto, el estado intermedio entre los dos
estados. Ambos estados forman parte, como tales, de la totalidad del cambio. (Pág. 233)

Como esa determinación del tiempo es siempre y en todas sus partes una magnitud, todo tránsito es
igualmente la producción de una percepción que recorre todos los grados —ninguno de los cuales es el más
pequeño— desde el cero hasta su grado determinado. Queda así clara la posibilidad de conocer a priori la ley
de los cambios según la forma de estos.

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TERCERA ANALOGÍA: PRICIPIO DE LA SIMULTANEIDAD SEGÚN LA LEY DE LA ACCIÓN
RECÍPROCA O COMUNIDAD: Todas las sustancias, en la medida en que podamos percibirlas como
simultaneas en el espacio, se hallan en completa acción recíproca.

Sin comunidad, toda percepción (del fenómeno en el espacio) se hallaría desgajada de las demás, con lo cual
la cadena de representaciones empíricas, es decir, la experiencia, empezaría desde el principio con cada nuevo
objeto, sin que la representación anterior tuviera con él ni la menor conexión ni relación temporal alguna.

Todos los fenómenos tienen que estar en nuestra mente insertos en una comunidad [dinámica] de apercepción
y, en la medida en que los objetos han de ser representados según un lazo que ligue su coexistencia, tienen
que determinar entre ellos su posición temporal de modo recíproco, formando así un todo.

Mediante este commercium los fenómenos —en la medida en que se hallan ligados entre sí, a pesar de estar
unos fuera de otros— forman un compuesto. Tales compuestos son posibles de diversas maneras. Las tres
relaciones dinámicas de las que surgen todas las demás son, pues, las de inherencia, de consecuencia y de
composición (permanencia, causa y unidad).

Las leyes empíricas sólo pueden existir y ser encontradas mediante la experiencia y como consecuencia de
esas leyes originarias, que son las que hacen posible la misma experiencia.

Que el concepto preceda a la percepción significa que el primero es posible. Pero el único distintivo de la
realidad es la percepción, la cual suministra la materia del concepto. No obstante, se puede conocer la
existencia de la cosa previamente a la percepción y, en consecuencia, a priori desde un punto de vista
comparativo, siempre que esa cosa sólo esté relacionada con algunas percepciones de acuerdo con los
principios de su conexión empírica (las analogías). […] de modo que podemos pasar […] desde nuestras
percepciones efectivas a la cosa en la serie de las percepciones posibles. […]

Así, a pesar de que nuestra constitución orgánica no nos permite conocer directamente la materia magnética,
conocemos esta materia, que penetra en todos los cuerpos, partiendo de la atracción de las limaduras de
hierro. En efecto, simplemente con que nuestros sentidos fueran más finos, llegaríamos también en una
experiencia, según las leyes de la sensibilidad y el contexto de nuestras percepciones, a la intuición empírica
inmediata de esa materia magnética. Pero la tosquedad de nuestros sentidos no afecta en absoluto a la forma
de la experiencia sensible. […]

Así pues, nuestro conocimiento de la existencia de las cosas llega hasta donde llega la percepción y su
desarrollo conforme a leyes empíricas.

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