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ROM ANO G U A R D IN I

OBRAS
DE
ROMANO GUARDINI

EUROPA:
R E A L ID A D Y T A R E A
E L OCASO
DE LA EDAD M ODERNA
EL PO DER
L A E S E N C IA D E
LA OBRA DE A R TE
O B R AS
DE ROMANO GUARDINI
R O M A N O G U A R D IN I

Tom o I. 350 págs.


EUROPA:
Europa: Realidad y tarea.— E l ocaso de la Edad
Moderna.— E l poder. Una interpretación teoló­ REALIDAD Y TAREA
gica.— Sobre la esencia de la obra de arte.—•
Imagen de culto e imagen de devoción.
EL OCASO
Tom o I I . 362 págs.
DE LA EDAD MODERNA
Jesucristo.— La realidad humana del Señor.— La EL PODER
imagen de Jesús en el N T .— La Madre del Señor.
L A ESENCIA
Tom o I I I . 314 págs.
DE LA OBRA DE ARTE
E l Padrenuestro.— Los salmos.— Oraciones para
iniciar el día.

E D IC IO N E S C R IS T IA N D A D
Huesca, 30-32
M A D R ID
En la contraportada de cada uno de los libros van C O N T E N ID O
indicados el editor, título original de la obra,
año de publicación y su traductor al castellano.

© Copyright para todos los países de lengua española

EDICIONES CR ISTIAN D AD , S. L. - M AD R ID

Nueva reimpresión, Madrid 1981

ISBN: 84-7057-286-5 (Obra completa)


ISBN: 84-7057-287-3 (Tomo I)
Depósito legal: M. 807.— 1981 (I )

Printed in Spain

A r te s G r á f ic a s B e n z a l , S. A . - Virtudes, 7 - M a d r id -3
EL OCASO
DE LA
EDAD MODERNA
U N IN T E N T O D E O R IE N T A C IO N
A D V E R T E N C IA P R E L I M I N A R
Título original de este libro:
DAS E N D E D E R N E U Z E IT
lo s tres capítulos de esta obra tenían p o r finalidad
publicado por Editorial Hess, de Basel, en 1950
iirlulnariamente servir de in trod u cción a un curso sobre
Traducción de hm ideas de Pascal acerca del m undo y del hom bre.
JOSE G AB R IE L M AR ISC AL Durante m i largo contacto con el pensam iento del em i­
nente Iísico, psicólogo y filó s o fo de la existencia cris-
* llutiii, he llegado a ver con claridad lo particular de su
im tld ón en la M odernidad. Pertenece al grupo de aque­
Como continuación de E l ocaso de la Edad Moderna llas que con su pensam iento y su vida dan a luz la
publicamos dos estudios en íntima relación con é l: titilación de esa época; pero mientras, p o r ejem plo, un
Evolución histórica de la imagen del mundo I tunearles — el gran coetáneo y adversario de Pascal—
La cultura como obra y riesgo i/ueda totalm ente absorbido p o r ella, éste la desborda,
Los dos aparecieron en 1960 en la obra Sorge um den V ni) solamente en el sentido de que piensa conceptos y
Menschen, publicada por Ediciones Cristiandad en lleva ti la práctica form as de conducta que únicamente
1965 con el título Preocupación por el hombre. hablan de alcanzar la plenitud de su significado en
nuestra época, sino porque en plen o p eríod o de estruc­
Traducción de turación de la Edad M oderna * adopta una actitud c rí­
JOSE M A R IA VALVERD E tica Irente a ella. D e aquí brota el siguiente interrogan-
I#: ¿C óm o fue la época en que él v iv ió ? ¿Q u é sucedió
m u tilo la Edad M ed ia se vin o abajo y surgió la M o d e r­
nidad? Y ¿cóm o pudo orientarse Pascal en m edio de
liste pasar y hacerse? P o r e llo he intentado describir a
urandes rasgos la esencia de la visión m edieval del
mundo; luego, la evolu ción hacia las concepciones y
lum ias de pensamiento de la Edad M oderna (o M o d e r­
nidad), y la imagen de la existencia que de ahí brota,
la posibilidad de llevarlo a cabo parecía tanto mayor
manto que en lo esencial la Edad M od ern a toca a su

* III título original de este libro es Das Ende der Neuzeit.


' fíala última palabra (literalmente «tiem po nuevo») la hemos
traducido en el título por Edad Moderna y a lo largo de la
fibra por Modernidad, tiempos modernos o Edad Moderna,
¡•tro debemos advertir al lector que para Guardini no sig­
nifica « Neuzeit» lo que en historia entendemos por Edad
Moderna, sino que se trata de un concepto cultural, y ma-
IIIfltlta el trayecto seguido sociológica y culturalmente por el
hombre occidental del Renacimiento a nuestros días, más
concretamente, de 1600 a 1920. (N . del E.).
fin ; ahora bien, la estructura de una época solamente I
se hace patente en su con ju n to cuando esa época se
hunde. Existe entonces la probabilidad de poderla des­ L A IM A G E N D E L M U N D O
c rib ir enfrentándose con ella sin adm iración n i pre­ E N L A E D A D M E D IA
juicios.
Esto llevaba espontáneamente a intentar la la bor más
extensa de lanzar una mirada a la época venidera, aún 1
desconocida; de m ostrar cuán profundam ente va cun­
diendo la transform ación que se está operando en todos 1‘ni m describir la imagen que el hom bre m edieval tiene
los aspectos y qué deberes nacen de todo ello. A h ora ■M mundo, tal vez convenga em pezar partiendo de
bien, en tanto que Descartes me parecía no tener puesto «ujliella circunstancia que le es común a él y al hombre
alguno en esta época futura, creí ver que Pascal se ■miij.uo: ambos carecen de la idea, fam iliar para nos-
vinculaba a ella en form a viva, más aún, co m o elem en­ nii.iti, de una relación espacio-temporal infinita. Am bos
to au xilia r de la misma. vi ii el mundo, y lo que es aún más importante, lo sien-
Esto supuesto, no voy a hablar aquí de Pascal. Y aun­ I. ii, como una obra lim itada, com o una figura mode-
que pudiera juzgarse im pertinente la presentación com o i ni i, dicho en términos gráficos, com o una esfera.
algo independiente de lo que, en m i intención, había de Dentro de esta semejanza aparecen, sin em bargo, di-
con stitu ir la in trod u cción a un curso sobre él, com o l. Milicias trascendentales.
amigos y oyentes eran de la o p in ió n de que tam bién
así podía prestarse un servicio, yo sigo su consejo. I I hombre antiguo no trasciende los lím ites del mun-
C on todo, quisiera subrayar que se trata de una ten­ .l.i Su sentimiento de la vida, su concepción y su pen-
tativa de orientación en m edio de la situación com pleja amlento se realizan dentro de la figura de aquél, y
y todavía plenam ente fluctuante de nuestro tiem po. D e I..i .mi por alto la cuestión de si pudiera existir algo fue-
ahí que estas reflexiones tengan, bajo todos los con cep­ i.i o por encima del mismo.
tos, e l carácter de provisionales. A ello le inclina en prim er lugar una autolimitación
H e de advertir tam bién que, pese al desarrollo que luni Intiva que se debe al temor de traspasar las fronteras
luego adquirieron, se ha conservado la form a interna .1. In seguridad; una voluntad, profundamente arraigada
originaria. P o r consiguiente, el lector no encontrará en . n el cthos antiguo, de permanecer dentro de lo seña-
esta obra un tratado en el sentido riguroso de la palabra, 11 iiIn. I’ ero además, y sobre todo, por el hecho de que
sino una serie de conferencias pronunciadas prim era­ hiera del mundo carece del fundamento sólido que ne-
m ente en la Universidad de T ubinga en el semestre de i .Miaría para llevar a cabo esa tentativa. Para él el
in viern o de 1947-48 y luego en la de M u n ich en el mundo es simplemente el todo; ¿en qué iba a apoyarse
verano de 1949. ■nliunes esa superación?
Q uisiera hacer hincapié en el hecho de que los pen­ I a respuesta pudiera ser la siguiente: en el sentimien-
samientos que aquí se ofrecen guardan relación con los lu de una realidad divina, que trascendiera este todo;
desarrollados en las obras « Cartas desde el lago C o m o », iiiie, por consiguiente, estuviese «fu e r a » del mismo, y
«M u n d o y person a », «L ib e rta d , gracia y d e s tin o » y en (llene un punto de apoyo frente al mundo a aquel que
el breve estudio « E v o lu ció n histórica de la imagen del • leyese en ella. A h ora bien, el hom bre antiguo ignora
m u n d o », que publicam os a continuación de este ensayo. una realidad de tal naturaleza.
Por su fe religiosa conoce, por supuesto, un altísimo
«P a d re de los dioses y de los h om bres»; pero éste per­ v mui creaciones. Tod os sus m ovim ientos, incluidos los
tenece al mundo, lo mismo que la bóveda celeste, de la inri* audaces, los que conducen a las cuestiones más
cual es el N um en. Sabe de un poder del hado que do­ imiudIhs, transcurren dentro del mundo.
mina a todos, incluso a los dioses más altos; de una l ili vez se objete que, para poder concebir este mun-
justicia rectora y de un orden racional que regulan y lln romo una form a dada, >es preciso que haya sido pre­
dirigen todo acontecer. Sin embargo, todos estos pode­ vi iimonte contemplado. A h o ra bien, esto presupondría
res divinos no son algo contrapuesto al mundo, sino i I linllnzgo de un lugar que proporcionase la perspectiva
que constituye su orden supremo. iioi MU ría para ello. Pero, salvo error por m i parte, esto
En cuanto filósofo, intenta, ciertamente, concebir un i'xucto por lo que al hom bre antiguo respecta. N o
absoluto-divino, libre de toda im perfección. Pero ni tmiilcmpla el mundo «d esd e fu e ra », en ningún sentido
siquiera entonces logra salir del mundo; más aún, en el iM concepto, sino únicam ente «desde den tro». La ima-
fon do no quiere hacerlo de ningún m odo. M ejo r dicho, ui<n fN el resultado de una autolim itación que se hace
no puede quererlo, pues para ello hubiera tenido que ii> i I. que rechaza lo caótiico-infinito y renuncia lo que
iniciar ya previam ente esa superación, lo cual no su­ uipiTii toda m edida, y de un sentimiento de armonía,
cedió. P o r ejem plo, el «s e r p u ro » de Parménides, que i|iii' Miente lo existente com o un «c o s m o s », com o algo
aparentemente está desvinculado de todo lo concreto t oli'lloímente ordenado.
cósmico, constituye una reducción de la m ultiplicidad
de la experiencia de un principio permanente; un antí­ 1'mnpoco se intenta lle v a r a cabo aquello que es ca-
doto contra el poder de la fugacidad que tan profunda­ i ni U-rístico de la voluntad m edieval: elaborar una cons-
mente angustiaba al hom bre griego. A pesar del pode­ I moción completa del m undo com o un todo, y señalar
roso empuje de su pensamiento, el «b ie n » que Platón . ii clin a cada individuo un lugar de alguna manera
descubre, todavía más allá de las ideas, com o verdad litvcNario. Por el contrario, la vid a conserva su libertad
última, no es independiente del mundo, sino que sigue ilr orientación.
siendo el elemento eterno de éste; un más allá dentro I*filo se ve, sobre todo, en la esfera de la religiosidad.
del todo radical. El «m o to r in m ó v il» de Aristóteles, que, So tiene el sentimiento de que el mundo es divino.
perm aneciendo inmutable, opera todas las mutaciones Nace de una arjé, de un prin cipio interno, y recorre _el
del mundo, solamente tiene sentido en relación con el i mnlno que el orden y el destino le señalan; pero prin-
carácter total de este mismo mundo que está en muta­ i Iplo, orden y destino son algo que le es intrínseco,
ción permanente. Y el «u n o trascendente» de Plotino, (lom tltuye lo único existente y lo que lo llena todo, la
resultado de un esfuerzo supremo por salir del mundo iralldad total, no sólo de naturaleza em pírica o histó-
de las cosas y del hombre, permanece a pesar de todo rli.ii, sino, sobre todo, de naturaleza divina. L o divino
en relación ininterrumpida con ese mismo mundo: es I I el elemento prim ario y misterioso del mundo. Ahora
la fuente de la que mana en form a necesaria la m ulti­ lililí, el hombre está en e l mundo, y el mundo está en
plicidad de lo existente y, a su vez, la meta a la que esa 1 1 hombre; el sentimiento y la afirm ación de esto cons-
m ultiplicidad retorna a través del amor y de la pu rifi­ llliiyen la relación religiosa fundamental.
cación. A sí, pues, el hom bre antiguo nada sabe de lugar Tnmbién son divinas las diversas realidades y ener-
alguno exterior al mundo, por lo cual tampoco puede |i Imk del mundo. D e este sentimiento brota el mito. Los
llevar a cabo ningún intento de contem plarlo y darle Millos son figuras y acontecimientos que dan una expli-
form a desde dicho punto exterior. Es decir, que vive i lición del mundo y de sus elementos, e igualmente del
en él con su sentimiento y sus concepciones, su acción hombre, que se contrapone al mundo en virtud de su
espíritu, y, a pesar de ello, pertenece también al mundo. do i ucla individuo en la polis, aparece un agón, también
P o r esto, los mitos ofrecen al hom bre la posibilidad de natural, de ambición política. Una rivalidad y una lucha
orientarse en la existencia. ......untes hacen surgir las form as latentes en los puntos
Estos mitos constituyen, sin duda, una unidad, pero lie atranque históricos, pero es para agotarse rápida­
no de orden sistemático-racional, sino de orden vital. mente en ese esfuerzo. P or cierto, el hecho de que los
Permanecen en un flu jo constante; se desarrollan, se mingos no consiguiesen form ar una unidad política con
desplazan, se funden unos con otros, cambian de as­ lii totalidad de la H élade; más aún, el que en el fondo
pecto. mi vez no lo desearan en m odo alguno, ni siquiera cuan-
Con el tiempo, el sentimiento religioso se separa de iln en ello descansaba la única posibilidad de perviven-
su fundamento m ítico y se asocia con m otivos filo só ­ i tu histórica, sino que se destruyesen en luchas absurdas
ficos y con objetivos éticos, pero conserva cierta libertad IiiiMii que los semibárbaros m acedonios establecieron
de orientación. N o abriga pretensión alguna de totali­ unn especie de unidad, constituye una objeción a su
dad, ni de obtener algo definitivo. Según la orientación i ni mu de existencia que no ha sido tom ada con la sufi-
filosófica, recibe una configuración diferente. L a religio­ i lento seriedad debido a la adm iración que esa form a
sidad de Empédocles es cosa distinta de la de los pita­ ih existencia suscita.
góricos; la de Parménides, de la de Sócrates. Platón Pudrían aducirse aún otros muchos ejem plos y siem-
y Aristóteles, la Estoa y Plotin o: toda nueva orientación pio upurecería el m ismo cuadro: una libertad de orien-
expresa tal vez una convicción, pero deja abierta la Iih lón, tan fecunda com o peligrosa, de la actividad hu-
puerta a otras, de tal form a que se tiene la impresión mtino-cultural, libertad que se despliega sobre fenómenos
de que el espíritu religioso intenta abrirse paso mediante espontáneos de carácter existencial e ideológico como
las distintas posibilidades que el espíritu filo só fico le mullique y punto de apoyo.
abre por m edio de ampliaciones de horizontes siempre Bólo respecto a un fenóm eno antiguo, en el Estado
nuevas. inmuno, se pudiera intentar hablar de una concepción
En el esfuerzo científico se da la misma fluidez. i umplela de la existencia. Rom a se propuso realmente
E l espíritu griego v iv e en una interrogación constan­ lu empresa de organizar el orbis terrarum . Pero el espí­
te. Q uiere saber com o es el mundo. N ada tiene carácter ritu romano es tan realista, tan poco amigo de todo lo
defin itivo; todo permanece pendiente de solución. T o d a Itnlrlco, sobre todo, de lo m etafísico, y, sin embargo, tan
perspectiva es posible y puede com petir con otra cual­ liberal respecto de la vida, a pesar de su rigor en el
quiera, siempre que no lo prohíban determinadas lim i­ i nmpo de las necesidades políticas, que ni siquiera en
taciones que vienen dadas con el carácter fundamental lu esfera de su influencia quedó anulada la antigua
de la p o lis ; sirvan de ejem plo el proceso de Anaxágo- libertad de orientación.
ras o el de Sócrates. D e este m odo, busca e investiga.
H ace experiencias con los presupuestos más distintos,
hasta que, al fin, no sólo se obtiene una plétora de 2
conocimientos, sino que precisamente se elabora una
tipología de posibles actitudes y formas de pensar. En la Edad M edia se transforma el fundamento de la
A lg o análogo se d e ja 'v e r en la vida social y política. eundUCta y el de la im agen del mundo.
En las distintas ciudades griegas van brotando las lil hombre cree en la revelación bíblica. Esta le pro­
instituciones más variadas a tenor de supuestos geográ­ porciona la certeza de una realidad divina, que está
ficos y étnicos propios. Junto al encuadramiento natural hiera del mundo y por encima del mismo. D ios está,
ciertamente,^ también en el mundo, pues éste ha sido iMtiibléil posible algo en lo que no se había podido pen-
creado por él, él lo conserva y lo llena; pero él no per­ . 1 1 1 untos: una configuración com pleta de la existencia.
tenece al mundo, sino que es soberano respecto de éste. P itra la actitud espiritual de la Edad M edia fue ade­
Esta independencia radica en su carácter auténticamente man de gran im portancia la irrupción del m odo de ser
absoluto y en que es verdadera persona. E l D ios per­ |ii i tnánico. A nuestro entender, es especialmente carac-
sonal y absoluto no puede caber en mundo alguno, sino |i ii si ico de este últim o su dinamismo interno, su ten-
que existe en sí com o Señor de sí mismo. A m a al mun­ illlicla hacia lo ilim itado, que tiene su expresión desde
do, pero no depende de él. Las divinidades míticas . I pinito de vista religioso en el carácter de la m itología
viven y mueren dentro del mundo de su influencia; los mullica, y desde el histórico, en las migraciones e ince-
seres absolutos de la filosofía, dentro de la totalidad del hiiiIch expediciones militares de los germanos. Este im-
universo; D ios no necesita del mundo bajo ningún as­ Iml*o adquiere vigencia también dentro de la fe cris-
pecto. Existe en sí y se basta a sí mismo. lldiin, y así se realiza el form idable m ovim iento m edieval
Esta soberanía se manifiesta fundamentalmente me­ Iiiii lu la superación del mundo.
diante la creación. E l concepto auténtico de una activi­ l .sle m ovim iento no puede explicarse partiendo úni-
dad creadora que, sin ninguna necesidad interna ni ele­ i Bínente del concepto cristiano de las relaciones con
mentos externos dados previam ente, con su libre om ni­ Dios, pues en los primeros siglos no es aún conocido.
potencia saca el mundo de la nada al ser por el im pe­ I n esos siglos sigue teniendo eficacia la antigua auto-
rativo de su V erb o, solamente se da dentro del ámbito Iliullución y hace que el sentimiento de la realidad
de la Biblia. En todas las demás concepciones, la ima­ ultramundana de D ios se exprese más bien en form a
gen de la constitución del mundo tiene carácter m ítico; ilc cierta libertad interna y de un sentimiento de res­
el «n u m en » prim ario se transforma en mundo, o bien ponsabilidad frente a la existencia. Solamente después
una fuerza divina configuradora da form a a un caos i|iic, en el transcurso de las «invasiones de los bárbaros»
igualmente divino. P o r el contrario, de acuerdo con la V ilc los siglos inmediatamente posteriores, el ferm ento
revelación bíblica, el mundo es creado por Dios, que por l'rrmánico penetró el ambiente europeo, adquirió inde­
su parte no necesita ni del mundo ni de elemento cós­ pendencia la nueva concepción, que consiste en ascen-
m ico alguno en ningún sentido: ni para ser, ni para iler hacia Dios saliendo del mundo, para volverse nue-
obrar. viunente desde aquél hacia el mundo y darle forma.
A h o ra bien, creer es tener fe en la autorrevelación A esto se añade la fuerte tendencia, igualmente ger­
de este D ios y obedecerla, recibir su llamamiento, que mánica, hacia lo universal y total; la voluntad de abar­
crea la cualidad de persona finita, y referir a él la pro­ rar y penetrar el mundo. A s í se comprende cómo pudo
pia vida. mugir la estructura de la Edad M edia, el sistema de sus
Con ello nace un nuevo fundamento de la existencia, órdenes cósmico y existencial. Vam os a examinarlos
al que no se puede llegar ni a partir del m ito ni a par­ nliora desde varios puntos de vista.
tir de la filosofía. Se rom pe el vínculo m ítico del hom ­
bre con el mundo. Se abren los horizontes de una nueva La imagen del mundo externo es la vieja imagen
libertad. Un distanciamiento del mundo, de nuevo cuño, ptolemaica, si bien sometida a una extensa y profunda
perm ite lanzar sobre él una mirada y tomar respecto del revisión. Pero la doctrina bíblica sobre la soberanía,
m ismo una actitud, con independencia del talento y del ejcmplaridad, poder creador y gobiernos divinos del
estado de la cultura, mirada y actitud que no fueron mundo le da un carácter nuevo, así com o un nuevo
concedidas al hombre antiguo. Pero con esto se hizo valor simbólico m etafísico-religioso.
L a totalidad del cosmos es considerada com o un cuer­ «film ada, com o lo hace la im agen m edieval del mundo,
po esférico. En su centro está situada la tierra, de form a i Higo del espíritu que éste piense también en aquello
asimismo redonda. A lred ed or de ésta giran las esferas, i|UC está situado « a l otro lado de la m ism a», es decir,
enormes recipientes de sustancia incorruptible, que sos­ litu'.lu el interior: algo que no es nada, y que, sin em-
tienen a las estrellas. Estos recipientes son necesarios, imrgo, es algo, la superación del mundo hacia el inte­
porque ni la Edad Antigua ni la Edad M edia saben rior, es decir, la inmanencia. Tam bién aquí «h a b ita »
una sola palabra de las leyes gravitatorias, y por ello Dios. En el Em píreo obra D ios según los cánones de la
no pueden concebir un m ovim iento libre de los cuerpos lOlliranía; en el fondo de las almas sigue las normas
cósmicos en el espacio. H a y nueve esferas; la última, ile la intimidad. U no y otro son «lu ga res» de _arroba­
el p rim u m m obile, pone término al mundo. miento y éxtasis, que rebasan los polos de la existencia,
A lred ed or de estas esferas se sitúa el Em píreo, el es­ Imito hacia el interior com o hacia la altura *.
plendor ardiente. N o es posible representarlo, porque Entre estos dos lugares está suspendido el mundo,
« e l m u n d o» constituye la totalidad de lo existente por i|iie tanto en su totalidad com o en cada uno de sus
creación. Pero, por otra parte, este mundo es fin ito, de elementos es imagen de Dios. L a jerarquía de cada ser
form a que ha de^ existir algo que «lim ite » con él. A sí, existente, grado y m edida de semejanza que tenga con
la im agen astronómica se transforma en una im agen re­ íl. Las distintas categorías de seres están a su vez en
ligiosa, m ejor dicho, en una falta de imagen de carácter relación mutua, y constituyen así la ordenación del ser:
religioso: el Em píreo es el lugar de Dios. En esta afir­ nercs inanimados, plantas, animales. En el hom bre y en
m ación no se pueden com probar ni el elem ento «lu g a r » nii vida se reúne el universo para desarrollar un nuevo
ni el elem ento «D io s » , y, sin embargo, la conciencia orden: el del microcosmos, con su plétora de grados y
religiosa debe prestar asentimiento firm e a ambos. «lanificaciones. T o d a esta concepción es inadm isible des­
A s í com o en lo externo y superior el Em píreo cons­ de el punto de vista astronómico; pero expresa la ima­
tituye el «lu ga r de D io s », lo trascendente al mundo, su gen de la visión inmediata, y por ello tiene la fuerza
p olo opuesto radica en el centro de la tierra, el interior simbólica más profunda y vale siempre desde el punto
más profundo. Tam bién este factor desemboca en el ile vista existencial.
campo religioso, lo cual puede suceder de form a nega­
tiva, en la m edida en que ese factor se vincule a las ¿Q ué significan para la Edad M edia el conocim iento
antiguas imágenes del averno, a los sentimientos de
y su resultado, la teoría?
perdición y de terror; entonces, el centro de la tierra
Una v ez más es decisivo el hecho de que fuera y por
es el lugar de oposición a Dios, el infierno (véase, por
encima de todos los datos de la existencia cósmica haya
ejem plo, la D iv in a Com edia, de D ante); o bien de form a
un punto de apoyo absoluto: la revelación. Es la Iglesia
positiva, y entonces no es em plazado en el cosmos físi­
quien la form ula en el dogma, y cada individuo la recibe
co, sino en la intim idad del hombre, en la esfera del
por la fe. L a autoridad, la Iglesia, im plica una vincula­
corazón: en este caso es el «fo n d o de las alm as».
ción; pero,' por otra parte, hace también posible la as­
E l hecho de que también este lugar íntim o de Dios
censión por encima del mundo y del propio yo hacia
es inim aginable aparece con claridad cuando el espíritu
penetra hasta lo que constituye la esencia de este pen­
samiento, es decir, hasta las fronteras de la «fin itu d * Véase R. Guardini, Mundo y persona (Madrid 21967)
in terio r». D icha finitud es en sí tan indemostrable com o 23ss. Aparecerá en uno de los próximos tomos de estas
la finitud de la extensión o de la altura; pero, una ve z «Obras».
una visión libre de dificultades que solamente se alcanza El universo encuentra su expresión en las síntesis
mediante esa ascensión. La verdad contenida en la re­ sumas— elaboradas por la actividad cognoscitiva de
velación es objeto de reflexión y de desarrollo por m edio in lídad M edia, en las cuales se unen teología y ñloso-
de una lógica de distinciones y conjunciones hasta al­ I ni, doctrinas sobre la sociedad y sobre la v id a in divi­
canzar una magna armonía, el sistema teológico. dual. Estas sumas constituyen construcciones poderosas,
. Edad. M edia apenas tiene idea de una investiga­ que causan una im presión extraña al espíritu m oderno,
ción científica del mundo en sentido m oderno. Tam bién 0 1 1 lanto no llega a com prender su intención mas pro-
en este aspecto constituye el punto de partida una auto­ I mida, que no es la de investigar empíricamente lo que
ridad^ la literatura de la Antigüedad, sobre todo la obra ni- desconoce del mundo, ni esclarecer sus fenomenos
de Aristóteles. Las relaciones de la Edad M edia con la con métodos racionales, sino construir « e l m undo» par-
Antigüedad son de carácter fuertemente vital, pero de lleudo por un lado del contenido de la revelación y por
distinta naturaleza que las del Renacim iento. Las rela­ Otro de los principios y conocimientos de la filosofía
ciones de esta última época son meditadas y revolu cio­ antigua. E l contenido de tales sumas es un mundo pro­
narias: el Renacim iento necesita la afirm ación de la ducto del pensamiento; un universo, cuya infinita dite-
Antigüedad com o m edio para apartarse de la tradición lenciación y grandiosa unidad puede compararse con la
e independizarse de la autoridad de la Iglesia P o r el Imagen de la catedral, en la que todo tiene caracter
contrario, las relaciones de la Edad M edia son espon­ nlmbólico además de su sentido real inm ediato y que
taneas y constructivas. V e en la literatura antigua la proporciona al hom bre la posibilidad de una vida y de
expresión inmediata de la verdad natural, desarrolla el
una visión religiosas.
contenido de aquélla y reflexiona más ampliamente La exposición precedente acentúa, como es natural,
sobre ese contenido. T o d a vía hacia fines del siglo x n y aquellos aspectos que interesan desde el punto de vista
en la prim era parte del siglo x m se sienten fuertemente du estas reflexiones, y no debe ser entendida errónea­
las contradicciones entre esa literatura y la revelación; mente. N o queremos decir que la Edad M edia haya
pero luego que se ha perdido la desconfianza inicial, se trubajado únicamente sobre m aterial id eológico ajeno,
considera la palabra de los filósofos antiguos com o algo o bien que no haya tenido preocupación por un saber
simplemente «d a d o ». L o que ellos dijeron aparece como riguroso. A n te todo, en la visión antigua del mundo j e
el auxiliar natural de la revelación, com o la naturaleza; dn un contenido de verdad auténtica, cuya apropiación
com o una naturaleza de segunda categoría, por decirlo constituye ya un saber. Tam bién el pensador m edieval
asi. Cuando Dante llam a a Cristo som m o G io v e hace lo nc sitúa, al razonar, frente a los fenóm enos mismos que
mismo que la liturgia cuando ésta ve en él al sol salutis; le son dados por la experiencia de las cosas y de la con­
por tanto, se trata de algo totalmente distinto de lo que templación del mundo, por la situación vital y las rela­
nace un^ escritor del Renacim iento que designa elemen­ ciones existenciales. D e este m odo, obtiene un acervo
tos cristianos con nombres de la m itología antigua. Esto ile conocimientos válidos aún hoy día. L a antropología
es. slSno de distinción insuficiente entre cristianismo y de la Edad M edia, considerada tanto en sus principios
m itología, o de escepticismo interno; aquello, expresión como en su conjunto, es superior a la de la Edad M o ­
de la conciencia de que el mundo es patrim onio de los derna; su doctrina ética y m oral contem pla un ser mas
que tienen fe en el Creador del mismo. Las antinomias completo y conduce a realizaciones más elevadas; el
que presentan entre sí las manifestaciones antiguas, así derecho y la sociología medievales abarcan y ordenan
com o las que se dan entre éstas y la revelación, quedan In vida comunitaria que se realiza en esa época y con­
liquidadas mediante una explicación conciliadora. tienen importantes conocimientos fundamentales.
A h ora bien, lo que falta al pensador m edieval es el II1 ) 1 1 rece a primera vista. En ella está en juego no sola­
deseo de obtener un conocim iento de la realidad expe­ mente el poder p olítico externo (al final, ni siquiera se
rimentalmente exacto. P o r ello, al colocarse bajo la pinina en este poder pú blico), sino la unidad de organi-
orientación de las autoridades antiguas, corre el peligro #Hi'16n de la vida. Los emperadores intentan someter a
de reproducir ideas servilmente. Pero, por otra parte, mi poder a la Iglesia mediante el derecho de investidura,
esto le da unas posibilidades de elaboración filo só fica ’ v, iiI principio, bajo la presión del caos aún vigente
desconocidas para la Edad M oderna; tanto más si se ilijwdc las invasiones, lo consiguen. Los papas deducen
tiene en cuenta que esa sumisión a las autoridades anti­ do lu naturaleza de la autoridad espiritual la primacía
guas no sólo se da en el pensador individual, sino que «Ir ¡a misma, exigen la sumisión de la autoridad impe-
se refiere también a las relaciones entre escuela y tra­ dtil, y por breve tiem po, bajo G regorio V I I e Inocen-
dición. En esto radican las posibilidades del trabajo , lu I I I , se establece de hecho la unidad sobre esta
m edieval de ahondamiento y depuración, capaces de ¡time. Una tercera teoría saca sus conclusiones partien­
alcanzar el grado de lo perfecto. do ilc estas experiencias históricas y fundamenta la total
P o r lo que se refiere a las instituciones de la vida estructura sobre dos principios, tem poral y espiritual,
común, es decir, al Estado y a la sociedad, hay dos Ulio solamente convergen en la autoridad suprema de
grandes ideas que los dominan: la Iglesia y el Im perio, Ilion. N o obstante, en el fon do de todas estas tentati-
encarnados, respectivamente, en el papa y el empera­ v iin uparece la misma idea: la global estructura de la

dor. Tam bién esas instituciones se apoyan en supuestos enUtencia humana tiene que fundamentarse en la sobe-
supramundanos, es decir, en la gracia e institución d ivi­ nmlu supraterrena de D ios y ser configurado a partir
nas, y configuran la vida en el mundo partiendo de ilo ella.
ellos. El papa ciñe la triple corona y tiene las llaves
de Pedro en su mano; el em perador viste el manto azul Los jerarquías de la Iglesia y del Estado, sobre las
tachonado de estrellas, que sim boliza la bóveda celeste, l ililíes está la de los ángeles, ordenan la variedad de la
y lleva el globo im perial, sím bolo de la tierra. rilslencia a semejanza de una estructura arquitectónica;
Con relación a las garantías trascendentales enun­ poro también en el curso de la historia existe un orden.
ciadas estas instituciones de la vida común están tam­ l)ld io orden está contenido en la idea de los ciclos
bién com pleta y minuciosamente organizadas, de arriba eónmicos, tal com o la desarrolló sobre todo san Agustín
abajo y de abajo arriba, en lo que a símbolos, cargos , ii su Civitas D ei, partiendo de las ideas del Antiguo
y funciones, situaciones y fenómenos vitales se refiere. IVnlumcnto (véase la P rofecía de D aniel, 7-12). La Edad
P o r encima de ambas estructuras terrestres, tanto de M edia recoge sus teorías y las desarrolla con m ayor
la comunidad religiosa com o de la política, está el or­ .... plitud.
den celeste de los seres puramente espirituales, los án­ Una vez más aparece la concepción fundamental de
geles. O rden celestial y terrestre, y, dentro de este últi­ mi universo ciertamente vasto, pero lim itado y suscep-
mo, Iglesia y Estado, están en una relación de múltiples tlblc de ser^contemplado por el hecho de que la revela­
analogías, y constituyen teóricamente una gran unidad: rían proporciona al creyente un lugar y im órgano visual
la jerarquía. i|iie le permiten situarse fuera de la existencia inmedia-
Entre la Iglesia y el Estado actúan poderosas tensio­ In. |?ste universo se inicia en el prim er momento dé la
nes; toda la historia de la Edad M edia aparece con fi­ uroación, culmina en la encarnación del H ijo de D ios
gurada p o r ellas. Sin embargo, la lucha entre el papa y lu plenitud de los tiempos— y se termina con el fin
el em perador tiene un sentido más profundo del que ild mundo y el juicio final. L o que va desde el prim er
m om ento hasta el últim o se divid e en períodos — eda­ iilllino de sus accesorios, está lleno de simbolismos, en
des del mundo— , que a su vez tienen un paralelismo |mn i|iic imágenes fundamentales de la existencia se unen
con los días de la semana de la creación. Nuestro perío­ n Ins de la redención. A esto se añaden las innumera-
do, el últim o, comienza con el nacimiento de Cristo, y |*|i ' n representaciones plásticas de las figuras y sucesos
lo llena la esperanza de su segunda venida y de su históricos de la redención mediante esculturas, pinturas
juicio. y vidrieras. D e todo ello, surge un conjunto que pone
Estas concepciones, estudiadas sistemáticamente en mili! los ojos del que lo m ira el mundo de la fe en su
escritos teóricos como las Consideraciones sobre la obra tiiildntica realidad.
de los seis días de san Buenaventura, encuentran su Lo mismo ocurre con la sucesión de las fiestas y pe-
práctica exposición en multitud de crónicas. Estas últi­ i Indos del año eclesiástico. Este vincula, en una unidad
mas incluyen dentro de ese gran conjunto los aconteci­ de riqueza inagotable, el año solar con sus ritmos, el
mientos históricos, desde los más viejos en el recuerdo tilín de la vida con sus estaciones, y la vid a de Cristo en
hasta los de la época del cronista. D e aquí nace un ca­ manto que es el recorrido del sol salutis. Esa unidad
racterístico sentimiento del acontecer, que queda deli­ H u ilien ta aún su riqueza al añadir a las festividades de
m itado por un com ienzo claro y un fin al categórico, ( 'fisto las de los santos, en las que se resume hasta d e r ­
sometido en cierto m odo a la presión de esos límites y la punto la historia cristiana. Este conjunto se hace
estructurado partiendo de los mismos. D e este m odo, se iculidad año tras año en la liturgia de cada templo, y
observa claramente que el m omento presente de la vida constituye el ritm o tem poral de la comunidad. A h ora
tiene su puesto en la totalidad del tiempo del mundo, lilen, en la m edida en que los acontecimientos de la
puesto tanto más importante cuanto que en la v id a de vida fam iliar e individual — el nacimiento, el m atrim o­
cada redim ido actúa la encarnación de Dios, con la co­ nio y la muerte, el trabajo y el descanso, las labores
nexión de eternidad y tiem po que supone tal misterio, y humanas de cada tiem po del año, las semanas y los
convierte la simple situación presente en un «m om en ­ ,|(ns— se articulan también en el curso del año eclesiás­
t o » decisivo para la existencia. tico, la estructura de éste actúa hasta en los últimos
movimientos vitales.
En el culto existe una ordenación total de la exis­ Además de esta form a espacial y tem poral, el culto
tencia desde un punto de vista directamente religioso. llene también una form a literaria. Es autoritario y de
P o r m edio de fórmulas simbólicas renueva en cada m o­ estilo elevado en el Pon tifical y el Ritual, en el M isal
m ento histórico el acontecimiento salvador eternamente y en el Breviario; popular en los divulgadísim os libros
válido. domésticos; por ejem plo, la Leyenda áurea.
Su sím bolo arquitectónico en el espacio es el tem­
plo, sobre todo el de la sede episcopal, la catedral, que Los distintos aspectos del mundo y de la vida, con sus
está en una relación de supraordinación y prioridad res­ estratos y fases, están íntimamente unidos por relaciones
pecto de las restantes iglesias del obispado. Estas, a su de analogía ampliamente desarrolladas, que se dan en
vez, extienden hacia fuera su radio de acción m edian­ su form ación originaria y su repetición, en su funda-
te cementerios, capillas, cruceros, etc., y crean la uni­ mentación y su desarrollo, en su punto de partida y su
dad de la tierra santificada. Por lo que hace al mismo meta; relaciones que, a su vez, se relacionan con lo
tem plo, el rito de su consagración manifiesta que aquél eterno, de tal form a que la existencia en su totalidad
sim boliza el mundo en su totalidad. Pero incluso dentro está inform ada por un simbolismo universal.
del mismo, todo, desde la orientación de su eje hasta el Esta plenitud del mundo, concebido com o una unidad,
encuentra tal ve z su expresión más grandiosa en la D iv i- mliuinte en lo fundamental com o original y polifacética
C °™ ed} .a de D ante- Fue escrita al fin al de la alta Mt ir* realizaciones individuales. A s í se comprende sin
M edia, en un m om ento en que su íntim a estruc­ HlfU el hecho de que precisamente en la solidez y espon-
tura com ienza a debilitarse. D e aquí que dicha confi­ iNiii'Itlml de la vid a religiosa residan también las posi-
guración unitaria sea concebida con claridad tanto ma­ lillldndcs más diversas de dar pasos erróneos y realizar
yor, sea amada con tanto más ardor y presentada con iiiiivlmleotos falsos.
grandeza tanto más resplandeciente. I i difícil dar im portancia excesiva a la irradiación
h IIh Ionu de los numerosos monasterios *, así com o a la
luí hienda que ejercen sobre la conciencia de la época
3 ihmIii.’i personas orantes, tantos penitentes y místicos.
|l,> rulas fuentes brota un torrente continuo de experien-
Para descubrir la verdadera esencia de la Edad M edia , in, Niihiduría y certeza religiosas, que actúa dentro de
es preciso prescindir de aquellas valoraciones categó­ ImiÍiin las formas y estratos de la vida.
ricas de tipo polém ico que nacieron en el Renacim iento Al hombre m edieval le acongoja un intenso anhelo
y en la Epoca de las Luces, que deform an su im agen in­ i|t> verdad. Apenas hay ninguna otra época — con ex-
cluso en nuestros días. Sin embargo, se han de dejar ni lón tal vez de la cultura clásica china— en que se
también a un lado, p or supuesto, los panegíricos del Imyn ilado al hombre de saber, al sabio, tanta ímportan-
romanticismo que dan a la Edad M edia lo que podría­ t lu como la que se le concedió entonces.
mos llam ar un carácter ejem plar y que han im pedido a Sin embargo, este deseo de saber no tiene el caracter
mas de uno llegar a establecer un contacto libre de pre­ ili< Investigación prop io de la Edad M oderna. N o va
juicios con el m omento actual. linri la realidad de la naturaleza o de la historia, para
Enjuiciada, tom ando com o punto de partida el sen­ .....nimbarla en form a em pírica y dom inarla por m edio
tim iento cósmico m oderno, fácilm ente aparece la Edad (|ii lu teoría, sino que a base de m editación se abisma
M edia com o una m ezcla de prim itivism o y fantasía, de i n lu verdad para construir desde ella una concepción
coacción y falta de independencia. Sin em bargo, una- i«plrilu al de la existencia. Los fundamentos de la ver-
imagen de este tipo queda desmentida por el saber his­ iliul en cuanto tales le son dados en form a autoritaria.
tórico. E l único patrón para valorar con acierto una U de la verdad divina, en las Escrituras y en la doctn-
época es preguntar hasta qué punto se desarrolla en ella iiil de la Iglesia; los de la verdad natural, en las obras
y alcanza una auténtica razón de ser la plenitud de la do la Antigüedad. Se desarrollan estos fundamentos, los
existencia humana de acuerdo con el carácter peculiar diilos experimentales son com prendidos a partir de aque-
y las posibilidades de dicha época. En la Edad M edia IIiin. y se obtiene así una plétora de nuevo saber. Sin
se dio esto en una m edida tal, que coloca a la misma embargo, no existe verdadera actitud de investigación.
entre los periodos más excelsos de la historia.

. Debem os poner de relieve de un m odo especial e * Por tener cierta analogía, se puede señalar lo que re-
prrneniaban para la vida griega lugares de culto com o Del-
incluso por segunda vez en lo que se refiere a ciertos
liiM Hodona, Epidauro, etc. Nuestra época carece de un lu-
aspectos, algunos rasgos de la imagen general de la
um do culto reconocido por todos com o centro. N o podemos
misma.
Iniiiuinar lo que esta falta de irradiación re ligio sa supone,
L a Edad M edia está llena de una religiosidad tan IniilO para la vida de la colectividad com o para la del indi­
profunda com o rica, tan pujante com o delicada, tan ter- viduo.
A llí donde esa actitud hace su aparición, se tiene fá cil­ niulllza un problem a. L a estructura de la m ism a cons-
mente la sensación de que se trata de algo extraño, más llliiye una garantía de que el análisis es claro, de que
aun, inquietante. Es sintomático el hecho de que Alber- han pesado bien los pros y los contras, y de que se
to M agno, aunque tenido por santo, haya sido juzgado luí tenido en cuenta convenientemente la conexion con
com o un mago p or la v o z popular y la leyenda. Ion resultados intelectuales de épocas precedentes. Pero,
n In vez, esa quaestio tiene también un v a lo r estetico,
A esto hay que agregar una conciencia elemental del i niño lo tienen un soneto o una fuga. N o se trata sola­
contenido sim bólico de la existencia. mente de una verdad enunciada, sino de una verd ad que
E l hom bre m edieval ve símbolos en todas partes. luí adquirido form a. L a form a en cuanto tal dice ya algo
Para el la existencia no consta de elementos, energías imirca del mundo, aun cuando ese algo sólo sea que
y leyes, sino de formas. Estas form as son m anifestacio­ ,|, nlro de ella se puede expresar la esencia del mismo.
nes de si mismas, pero p o r encima de su propio ser reve­ IVt'o el conjunto, que consta de articuli, quaestiones y
lan algo diverso, de categoría superior; en últim o tér­ ¡mries — la Summa— , constituye un orden, en el que
m ino, la grandeza intrínseca, D ios y las cosas eternas. miedo alojarse el espíritu. N o es solamente un lib ro doc-
A s i toda form a se convierte en sím bolo; rem ite a algo ii liuil, sino un ám bito existencial, am plio, profundo y
que la trasciende. Se puede decir también, e incluso ..idenado, de suerte que el espíritu halla en el su
con mas exactitud, que tiene su origen en algo que está puesto, practica la disciplina y se siente a salvo.
p o r encima, más allá de ella. Estos símbolos se encuen­ En cuanto a la autoridad, no solamente es gratuito,
tran en todas partes: en el culto y en el arte, en las Hliu, falso, hablar de «ausencia de lib erta d ». E l apasio-
costumbres populares y en la vid a social. Repercuten mimiento de tal afirm ación tiene su origen en el senti­
incluso en las tareas científicas; por ejem plo, se puede miento de autonomía propio de la Edad M oderna, que
observar, y no con carácter excepcional, que el análisis luí desencadenado una lucha sin cuartel contra la men-
de un fenom eno o el desarrollo de una teoría están in­ lnlldad autoritaria m edieval. Pero procede tam bién del
fluenciados por símbolos numéricos que no se derivan imentimiento de la misma Edad M oderna, conocedora
de la misma realidad, sino del curso progresivo de la de que en ella la revolución ha llegado a constituir un
actividad racional. Las sumas filosófico-teológicas no t'N lu d o permanente. En efecto, com o la autoridad es un
constituyen únicamente sistemas de lo que « e s » lo exis­ elemento fundamental no sólo de la m enor edad del
tente, sino también de lo que lo existente «s ig n ific a ». hombre, sino de cualquier edad del mismo, incluso de
Y esta significación no solamente reside en el conte­ In más madura; com o no sólo es un auxilio para los
nido expreso de esas sumas, sino también en las mismas débiles, sino tam bién encarnación esencial del poder,
form ulas que exponen ese contenido. |ii destrucción de la autoridad tiene que originar su ca­
En lo cual se deja ver ya un cuarto factor de la vo- ricatura, es decir, la violencia. _
En tanto que el sentimiento de la existencia del hom­
luntad de la Edad M edia: el factor artístico.
bre m edieval conserva su unidad, éste no considerara
L a form ulación de la verdad no constituye solamente In autoridad com o una traba, sino com o referencia al
un elem ento añadido a un « a lg o » que es lo verdadera­ nbsoluto y com o punto de apoyo en el mundo. Ella le
mente importante, elemento deseable desde luego, pero confiere la posibilidad de crear un conjunto de estilo
que en últim o térm ino no pasa de ser un «m o d o acci­ urandioso, de fórm ulas densas y de estructuras vitales
dental; p o r el contrario, el anhelo de verdad va insepa­ múltiples, en com paración con el cual nuestra existencia
rablemente unido al de su form ulación. Una quaestio le parecería probablem ente algo muy prim itivo.
Sin embargo, todo esto cambia de carácter tan pronto II
com o se m odifica el sentimiento de la vid a en la se­
gunda mitad del siglo x iv y en el x v. Se despierta en­ L A IM A G E N D E L M U N D O
tonces el anhelo de libertad individual de movimientos, D E L A M O D E R N ID A D
y con él la sensación de estar coartado por la autoridad.

I ii Idea m edieval del mundo, al igual que la actitud


liiinmnii y cultural que im plica, em piezan a volatilizarse
ni rl siglo x iv . E l proceso se realiza a lo largo de los
•litio» xv y x v i, y en el x v n cristaliza en una imagen
i luí uniente definida.
I*nin entender cóm o se produce esta evolución, líje ­
nlo» una vez más nuestra mirada en las distintas esfe-
la vida y de la actividad. P o r supuesto que, al
limi ilu, no podemos contemplar uno de sus elementos
...... o «causa» y deducir de él los restantes, al igual que
tniii|Kico procedimos de ese m odo en la anterior expo-
• li Imi ile la imagen m edieval del mundo. Antes bien, se
hnin de un conjunto, en el cual cada elemento im plica
y ilrirrmina a todos los demás; se trata de la existencia
y, por lanto, del sentimiento, la inteligencia y la confi­
an nolón de la misma.

I nI vez sea lo m ejor para nuestro propósito comen-


<in por el origen de la ciencia en la Edad M oderna.
i iimu ya hemos advertido, para el hom bre m edieval
1 1 , m lii significa, en definitiva, abismarse en lo que las
lui'iili’s autoritarias presentan com o verdad. Y a en la
«.'(.iiii'lii mitad del siglo x iv , y decididamente en el
..i|iln xv, se inicia una transformación. El anhelo de co-
iiin Imlento va directamente a la realidad de las cosas.
I I hombre quiere ver con sus propios ojos, com probar
m u mi propio entendimiento y llegar a un juicio fun-
....... litado en form a crítica, independientemente de es-
■11 n mus previos.
I »lo se produce en relación con la naturaleza, nacien-
iln o .( el moderno experim ento y la teoría racional,
hin d e lo mismo en lo relacionado con la tradición,
dando origen a la vid a crítica humanista y a la histo­ i ni mi el señorío divino. D e este m odo, la acción política
riografía, basada en las fuentes. Tam bién se produce mkIiiliu subordinada a las valoraciones establecidas por
respecto de la vida en sociedad, originando com o con­ iiiiilóllos, y, si se com etía una injusticia, se hacía contra
secuencia la doctrina de la Edad M oderna sobre el i'l dictado de la conciencia. Tam bién en este campo se
Estado y el Derecho. L a ciencia com o esfera cultural produjo una transformación.
autónoma se separa de aquella unidad de vid a y obra Ahora, y cada v ez más, la acción política se presenta
que la religión había impuesto, y se encierra en sí Hiinu algo que tiene sus leyes únicamente en sí misma.
misma. I.n meta que se propone, tanto en el orden práctico
wiino en el de los principios, es la conquista, defensa y
Esto mismo acaece en el aspecto económ ico. Es más, i nplotación del poder. Las injusticias que se cometen
el^ p i oceso de que hablamos se inicia antes que en nin­ i n nu servicio no sólo se llevan a cabo con la concien-
gún otro ám bito; en Italia, ya hacia fines del siglo x m . i ln Iranquila, sino con una curiosa convicción de cum­
Hasta entonces la vida mercantil estaba vinculada a la plir un «d e b e r». E l prim ero que afirm a este caracter
condición social y a las ordenanzas gremiales, y la pro­ mornl de la política es M aqu iavelo, y después de él,
hibición canónica del préstamo a interés había hecho oíros. Thomas Hobbes, coetáneo de Pascal, construye
im posible el supuesto p revio de la actividad económ ica nuil teoría del Estado que coloca a éste com o señor y
empresarial, es decir, la institución del crédito; ahora la Ido/, absoluto por encima de la v id a humana, concebida
actividad mercantil cobra libertad y adquiere sentido en ti nii vez como una lucha de cada uno contra todos
sí misma. Sus únicos límites consisten ya en cierta Ion demás.
m oral muy elástica y en las prescripciones de un orde­ Los fundamentos prácticos de estas ideas los constitu­
namiento ju ríd ico que admite la competencia económica. yen las guerras interminables entre las soberanías te-
N ace el sistema económ ico capitalista, en el que a cada n lloriales que brotan por todas partes, y a partir de
cual se perm ite ser propietario de todo cuanto pueda Iiin cuales van form ándose paulatinamente los Estados
adquirir sin perjuicio de las normas jurídicas vigentes. ilusiónales modernos. L a vitalidad natural de los pue-
Sus resultados tanto en la producción com o en la dis­ Ii Iob y su conciencia de la propia individualidad y m i­
tribución de bienes son imponentes. La propiedad fuer­ sión se colocan en oposición radical frente a las anti-
za los estratos sociales aún vigentes y hace posible el utiAs estructuras universales, y la nueva manera de pen­
acceso a clases y oficios que hasta entonces estaban re­ anr en el aspecto p olítico es en tanta m edida instrumento
servados a los privilegiados. Se desarrolla una discipli­ ilc este proceso com o resultado del mismo.
na cultural autónoma más extensa, dotada de sus pro­ La transformación que se produce así en las concep­
pias leyes: la Economía. ciones cosmológicas com o en la imagen del universo
P o r lo que hace a la política, se transforman tanto wlcnnza profundidad semejante.
las actitudes esenciales que le sirven de base com o los Según la imagen antigua, el mundo era una exten­
conceptos que la determinan. L a política fue siempre dían limitada; sin em bargo, su lim itación en cuanto_ a
lucha de unidades históricas de fuerza, conquista y or­ In extensión tenía la contrapartida de una ilim itación in-
ganización de poder. Asim ism o, siempre estuvo vincu­ limsiva, si se nos perm ite hablar así, es decir, de un
lada a la injusticia. Sin em bargo, en la Edad M edia se contenido sim bólico ilim itado que resplandecía en todas
hallaba articulada dentro del ordenam iento general portes. E l mundo en su totalidad tenía su arquetipo en
etico-religioso, dentro de la armonía de Im perio e Ig le ­ i«l l,ogos. Cada una de sus partes realizaba un aspecto
sia, considerados éstos com o las dos formas en que en- lip c c ífic o de este arquetipo. Los distintos elementos
simbólicos estaban en relación recíproca y constituían menos y acontecimientos; la investigación de las cau­
un orden ampliamente articulado. Los ángeles y bien­ sas y efectos y la penetración en los elementos consti­
aventurados en la eternidad, las estrellas en el espacio tutivos del ser humano ponen al descubierto relaciones
cosmico, las cosas de la naturaleza en la tierra el hom ­ que vinculan a cada cosa con todo lo demás. Sm em­
bre y su estructura interna, así com o la sociedad en sus bargo, por lo que a cada suceso singular se refiere, este
distintos estratos y funciones, todo ello se presentaba pierde su im portancia debido al número incalculable
com o un sistema de símbolos dotados de significación de acontecimientos y a la duración ilim itada del curso
eterna. Un orden igualmente sim bólico dominaba la del tiempo. D entro de una enorme abundancia de acon­
historia con sus distintas fases, desde su com ienzo autén- tecimientos, cada uno de ellos tiene la misma ^im por­
co ; ¿a creación, hasta su fin igualmente auténtico, el tancia que el otro, porque ninguno es imprescindible.
juicio final. Cada acto de este drama, en las épocas de Si la realidad es inconmensurable, se desvanecen los
la historia, se relacionan entre sí, y dentro de la época elementos en que se apoyaba la concepción m edieval
cada suceso tenía su sentido. de todo orden: principio y fin, contorno y centro. Com o
Ahora, el mundo com ienza a dilatarse y a forza r sus consecuencia de ello, se desvanecen los grados y rela­
contornos. Se descubre su expansión indefinida, más ciones jerárquicas que se desarrollan entre esos polos,
alia de los limites conocidos. El antiguo deseo de un así como los matices simbólicos basados en dichos gra­
mundo lim itado, que en otro tiem po determinaba el dos y relaciones. N ace el sistema progresivo hasta el
caracter de la vida y el de toda actividad humana, des­ infinito en todos sus aspectos, que_ si por una parte
aparece, y su lugar lo ocupa otra suerte de voluntad que proporciona espacio libre, por otra niega a la existencia
otorga sencillamente a esa expansión sentido de libe­ humana un punto de apoyo objetivo. Esta recibe un
ración. La astronomía sabe que la tierra gira alrededor espacio am plio para sus m ovim ientos, pero a su vez
del sol; por consiguiente, la tierra deja de ser el centro queda desarraigada.
del universo. G iordano Bruno expone en sus turbulentos
escritos una filosofía de un universo infinito, más aún, L a vivencia de ilim itación cósmica se extiende inclu­
de un numero infinito de universos, y pone en tela de so al ámbito de la tierra. Mientras que antes el hom bre
a i? Sf*rá ^ ° clue correspondía al universo conocido. se había dado por satisfecho con los territorios cono­
A h ora bien, los resultados de la nueva astronomía cidos, es decir, en términos generales los de la oikum e-
son de tal im portancia y están en tan lógica relación ne ahora ya no considera com o algo prohibido el acce­
con los del resto de la investigación de la naturaleza, so a las zonas desconocidas que le rodean. Para Dante,
que permiten a la persona enterada tener la convicción la empresa que acomete Ulises de salir al m ar libre pa­
de que se ha elim inado toda fantasía y construido una sando las Columnas de Hércules, es decir, el Estrecho
imagen del mundo ajustada a la verdadera realidad. de Gibraltar, es un sacrilegio que le ocasiona la ruma
L o mismo sucede en lo relativo al concepto de la (D iv . Com ., In f., 26, 94-142). Para el hom bre de los
historia. Se considera discutible la doctrina bíblica so­ tiempos modernos lo inexplorable constituye algo se­
bre un com ienzo determinado y un fin igualmente pre­ ductor. L a agrada la exploración. Com ienza a descu­
fijado. Se abre paso la concepción de una evolución brir y conquistar nuevas zonas de la t i e r r a . Se siente
histórica procedente de un pasado que cada v e z es más con posibilidades de aventurarse por el mundo ilim ita­
am plio y en curso hacia un futuro cada vez más rem o­ do y de dom inarlo. .
to. El estudio de las fuentes, monumentos y residuos Simultáneamente aparece la conciencia de la perso­
culturales pone a la vista un acervo enorme de fen ó­ nalidad, que es propia de la Edad M oderna. E l individuo
se convierte en algo im portante para sí mismo. L a obser­
vación y el análisis psicológico se centran sobre él. D es­
Cuando uno trata de descubrir los elementos funda­
pierta la tendencia hacia lo que es extraordinario dentro
mentales de la nueva imagen de la existencia, parece
de la categoría de lo humano. E l concepto de genio al­
míe se esbozan los siguientes *: A n te todo el concepto
canza una im portancia decisiva. Este concepto se une
3o naturaleza propio de la Edad M oderna. Se entiende
al sentimiento de la lim ita c ió n del mundo y de la his­
por tal lo dado de un m odo inm ediato; la totalidad de
toria que se va abriendo paso, y constituye el patrón
p o r el que se m ide el valor del hom bre *. lu cosas con anterioridad a toda acción del hom bre
«obre ellas; el conjunto de energías y cuerpos, de seres
Com o se ha dicho ya, esto se v iv e de dos maneras.
v leves. Este conjunto es considerado tanto com o presu­
A i principio, com o libertad de m ovim ientos y de la ac­
puesto de la existencia individual cuanto com o objeto
tuación personal. N ace el hom bre que actúa, emprende
del conocimiento y de la actividad individuales.
y crea en form a autocrática, el hom bre apoyado en su
Pero la «n atu raleza» constituye también un concep
ingem um , conducido p o r la fortuna, retribuido por la
valorativo, es decir, la norma de lo recto, bueno, per­
fam a y la gloria. Pero precisamente por ello pierde el
fecto, vinculante para todo conocim iento y actividad;
hom bre _ el punto de apoyo objetivo que gozaba su
In «naturaleza» representa precisamente « l o natural».
existencia en la im agen antigua del mundo, y sobrevie-
|)e aquí se deducen los criterios para valorar lo exis­
n L n H o S qntlí f ien-t0 6Star desamP arado, incluso ame­ tente — el hom bre natural, la sociedad, la form a del
nazado. Se despierta la angustia del hom bre de la Edad
Estado, la educación y la conducta naturales— , que han
M oderna, que es distinta de la del hom bre m edieval.
tenido eficacia desde el siglo x v i hasta el siglo x x inclu-
Tam bién este sentía angustia, porque sentirla es algo
que pertenece al hom bre en cuanto tal, y el hom bre la ülve. Sirvan de ejem plo e l concepto del honnete hom
mu de los siglos x v i y x v u , el hom bre natural de
sentirá siempre, aun cuando parezca que la ciencia y
Rousseau, el racionalism o de la Epoca de las Luces,
Ja técnica le pueden dar todavía una seguridad mucho
m ayor. Sm em bargo, la causa y el carácter de la an­ belleza natural del Clasicismo.
El concepto «n atu raleza» expresa, por tanto, algo ul­
gustia son distintos en cada época. La angustia del hom-
timo que no puede ser trascendido. Se considera defini­
re m edieval nacía, sm duda, del peso de la lim itación
tivo todo lo que de él pueda derivarse. T o d o lo que
cósmica frente al ímpetu expansivo del alma, que en­
contraba la calma en ese trascender constante a un mieda probarse con arreglo a él esta justificado.
Esto no quiere decir que la naturaleza, en cuanto tal,
s“ p e n o r' Por, el contrario, la angustia de la
pueda ser com prendida; antes bien, ésta tiene el carác­
Edad M oderna procede en no pequeña parte de la con-
ter misterioso propio de la causa prim era y del fin -
n f ^ p W 6 n° tíf e r í ni un P unt0 de apoyo sim bólico, timo. Es «naturaleza-dios» y objeto de veneración reli­
m refugio que le ofrezca seguridad inmediata; de la
giosa. Es alcanzada com o sabiduría y bondad creadora.
experiencia renovada constantemente de que el mundo
|',s la «m adre naturaleza», a la cual se entrega e l hom ­
no proporciona al hom bre un lugar de existencia que
satisfaga de m odo convincente las exigencias de su bre con confianza ciega. D e este m odo, lo natural es
espíritu. ° hlnónimo de'’ lo santo y religioso.
Esta conciencia encuentra una expresión perfecta en

* Me permito remitir a mis explicaciones en Mundo y


persona, págs. 23ss, que aparecerá en uno de los proximos
* Más adelante volveremos sobre esto. tomos.
el fragm ento titulado L a Naturaleza, del T ie fu rte r Jour­ » lilla me ha introducido aquí, ella también me saca-
nal, de Goethe, del año 1782: iii. Y o me confío a ella. Puede disponer de m í com o
uiinIc. N o aborreceré su obra. Y o no hablo de ella; ¡no.,
«¡N a tu ra leza ! N os rodea y nos envuelve, sin que po­ |IK|o lo ha dicho ella, lo que es verdad y lo que es falso.
damos salir de ella y sin que seamos capaces de penetrar­ Codas las cosas le son deudoras, todo es m entó de
la mas a fondo. Sin invitación ni aviso para hacerlo
ollu» *.
nos arrebata en el torbellino de su danza y sigue su
juego con nosotros, hasta que quedamos rendidos v A la vivencia de la naturaleza se une la de la A n ti­
caemos en sus brazos. güedad. Esta constituye la expresión histórica, pero va-
Crea constantemente form as nuevas: lo que existe lliln para siempre, de cóm o debe ser la existencia hu­
nunca existió antes; lo que ha existido, no vu elve a exis- mana. El concepto de lo clásico, considerado como
es nuevo y, no obstante, siempre es lo mismo forma cultural, encierra un sentido analogo al de lo
«V iv im o s en m edio de ella y, sin embargo, somos
extraños a ella. Conversa sin cesar con nosotros, pero Tanto la concepción de la naturaleza anteriormente
no nos revela su misterio. Actuam os constantemente en r\ puesta como también la de la Antigüedad están frente
ella y, sin embargo, no tenemos poder alguno sobre ii la revelación en una actitud totalmente distinta de
ln de las correspondientes concepciones m edievales.
«U nicam ente v iv e en sus hijos; pero y la madre, I’nra la Edad M edia, la naturaleza era la criatura de
¿donde esta? Es la artista sin igual, tanto en sus ele­ Dios v la Antigüedad algo así com o una precursora de
mentos mas simples com o en los contrastes más nota­ |,i revelación; para la Edad M oderna, ambas vienen a
bles sin que aparente tener dificultad para alcanzar la »er en amplia m edida medios para separar de la reve­
perfección mas acabada, para llegar a la precisión más lación la existencia y para demostrar que la revelación
exacta dotada siempre de cierta flexibilidad. Cada una cn algo irreal, más aún, hostil a la v id a .
de sus obras tiene su carácter peculiar, cada uno de sus
fenom enos responde a las ideas más independientes, pero El hombre mismo pertenece, en cuanto a su esencia,
todo constituye una unidad... cuerpo y alma, a la naturaleza; en la m edida en que
«S iem p re ha pensado y reflexiona sin cesar; pero no descubre este hecho y cuenta con él, rom pe su vincula­
a la manera del hombre, sino com o naturaleza. Se ha ción a la naturaleza y se sitúa frente a ella. Esta expe­
reservado una manera de pensar peculiar y omnicom- riencia da origen a un segundo elemento fundamental
prensiva que nadie puede captar...
»S_aca sus criaturas de la nada ’y no les dice de dón­ * N atu rw issen sch aftlich e Sch riften I (Escritos sobre cien­
de vienen m adonde van. Estas sólo han de cam in ar
cias naturales), Leip zig, Inselverlag, pags. 9ss. 1 ’?rf [
el rum bo lo sabe ella.
clndir aquí de analizar la cuestión de si el texto es del
»E n ella todo es presente. N o conoce pasado ni futu­ mismo Goethe, o si él lo tom ó de otra parte. _ f
ro Su presente es eternidad. Es buena. Y o la alabo con ** Sin embargo, no podemos olvidar que existe también
todas sus obras. Es prudente y callada. N o se le puede una actitud de tipo cristiano tanto frente a la naturaleza
arrancar explicación alguna, ni obtener de ella don de como frente a la Antigüedad, actitud cuya eficacia subsiste
o lo largo de toda la Edad M oderna hasta el momento actual.
ninguna clase, si no lo da ella voluntariamente. Es sa­
l.o que ocurre es que se tratá de una actitud silenciosa y no
gaz mas para fines buenos, y lo es especialmente para se impone a la conciencia de la generalidad com o se im po­
no dejar traslucir su sagacidad...
nen las otras.
de la interpretación de la existencia que ofrece la Edad ' 1 'jin pronto com o algo puede deducirse de la per-
M oderna: la subjetividad. mmulidad, o bien del sujeto, adquiere carácter definiti­
Este concepto, en su sentido específico, es desconoci­ vo; una conducta queda justificada desde el momento
do para la Edad M edia, en la misma m edida que el i n que se demuestra su adecuación con la personalidad,
de naturaleza. Esta última significa para aquélla la tota­ lo mismo que ya antes se ha dicho sobre el conoci­
lidad de las cosas, ordenadas y unificadas; pero no miento derivado de la naturaleza y el va lo r norm ativo
entendida com o el «to d o autónom o», sino com o obra ile lo natural.
del D ios soberano. D el mismo m odo, el sujeto consti- I'or otra parte, esto no im plica la afirm ación de que
tituye para ella la unidad del individuo humano y el ¡itrionalidad y sujeto sean a su vez comprensibles; no
soporte de la vid a espiritual de éste, pero en cuanto lo non, como no lo es la naturaleza. Sin em bargo, lo que
criatura de D ios y cum plidor de su voluntad. A l decli­ !• pueda comprender y fundamentar desde ellos está en
nar la Edad M edia, y sobre todo en el Renacim iento, ilglii. D e este m odo, también la personalidad trascien­
aparece una viven cia del yo de nuevo cuño. El hombre dan I terreno religioso. El genio aparece com o algo mis-
se convierte en algo importante para sí m ismo; el yo, Itrloso, y se le asocia a la imagen de los dioses. En el
sobre todo el extraordinario, el genial, viene a consti­ loiicepto idealista del espíritu, la subjetividad del indi­
tuir la norma para m edir el valor de la vida. viduo está unida a la del todo, espíritu universal, y se
L a subjetividad se presenta, ante todo, com o «p erso ­ pi'cicnta com o expresión de éste. Es G oethe quien pre­
n alid a d », com o estructura humana en desarrollo por gonó con el m ayor énfasis el carácter inm ediato y la
su propia capacidad e iniciativa. A s í com o la natura­ plenitud, la certeza interna y la felicid ad de la persona­
leza, es también algo prim ario y que no se pone en tela lidad; no tenemos que hacer sino recordar los versos
de juicio. Especialmente la personalidad destacada debe del W est-ostlicher D iw a n :
ser com prendida desde sí misma, y su actuación justifi­
cada por proceder inmediatamente de tal personalidad. E l pueblo, siervos y señores,
Frente a ésta, las normas éticas presentan un carác­ han reconocid o en todo tiem po
ter relativo. Convertido el hom bre extraordinario en que la m ayor felicid ad de los seres humanos
norma, se aplica esta norma a los hombres en general, es la personalidad.
y el ethos del bien y de la verdad objetivos queda sus­
tituido por el de la autenticidad y la lealtad. Sin embargo, de él proceden también los más vivos
A s í com o el concepto de personalidad tiene su ori­ leNtlmonios de la experiencia del «u n o » y del «t o d o ».
gen en el temperamento del ser individual vivo , aque­ Untre la naturaleza y el sujeto-personalidad está el
llo a que éste alude recibe expresión form al en el con­ mundo de los actos y obras humanas, que tiene como
cepto de «s u je to ». El sujeto constituye el soporte de polos esos dos elementos, pero goza de propia autono-
los actos admitidos com o válidos e igualmente la unidad míu frente a ellos. Expresión de este mundo es un ter-
de las categorías que determinan esa validez, y encuen­ eer concepto, propio de la Edad M oderna: el concep­
tra su definición más enérgica en la filosofía de Kant. to de «cu ltu ra».
En ella el sujeto lógico, ético, estético, es algo inm edia­ La Edad M edia creó cosas m agníficas y dio realidad
to, y más allá de ese sujeto nada puede alcanzarse con ti Instituciones de v id a humana comunitaria perfectas,
el pensamiento. T ien e carácter autónomo, existe en sí por consiguiente, a una cultura del más alto rango. Sin
mism o y fundamenta la orientación de la v id a del embargo, todo ello era considerado com o servicio a la
espíritu. creación divina. O bra y operarios reciben en el Rena­
cim iento un sentido nuevo. Atraen hacia sí el sentido no necesita de justificación alguna exterior a sí mismo,
que anteriormente era propio de la obra de Dios. El ni tolera norma alguna sobre sí.
mundo deja de ser creación y se convierte en «natura­
le z a », la obra humana no es ya servicio exigido por la
obediencia de Dios, sino «c re a c ió n »; el hom bre, antes
3
adorador y servidor, se convierte en «c re a d o r».
En el grado en el que el hom bre considera el mundo
lin la exposición precedente se ha insinuado lo que
com o «n atu raleza», lo convierte en algo cerrado en sí
•lunlficó, desde el punto de vista religioso, la total trans-
m ismo; en la m edida en que adquiere conciencia de su
Iurinación de la existencia producida en la Edad Mo-
«p erson a lid a d », se erige en señor de su propia existen­
iltMnu; pero el problem a exige aún una respuesta mas
cia; en el deseo de «cu ltu ra », emprende la tarea de
construir la existencia com o obra suya. [Urdía.
Durante más de un m ilenio, la doctrina de la Iglesia
El origen del concepto coincide con la im plantación
de los principios de la ciencia de la Edad M oderna. D e lili' lu norma de lo verdadero y de lo falso, de lo justo
esa ciencia nace la técnica, que es el conjunto de aque- y ilc lo injusto. Con la desintegración de la Edad M edia
líos procedim ientos mediante los cuales el hom bre puede lil/o su aparición un orden de valores puramente proía-
señalarse sus metas a discreción. Ciencia, política, eco­ ilu; se origina una actitud nueva, hostil, o por lo menos
nomía, arte, pedagogía se separan, cada vez con m ayor Indiferente, respecto de la revelación cristiana, que con­
conciencia, de las trabas de la fe, pero también de una dicionó en gran m edida la evolución cultural. A esto se
etica de validez universal, y se estructuran autónoma­ Im t|e añadir que en la lucha entre lo nuevo y lo viejo
mente según su respectivo carácter. Si bien de este m odo «lie esta evolución im plica, se incurre en errores con­
cada esfera particular queda fundamentada en sí misma, ducentes a situaciones de aparente enfrentamiento espi-
el conjunto_ de ellas constituye una unidad ideal que se i II mil.
crea a partir de las mismas y a la vez las sustenta. Ese I )o este m odo la fe cristiana se ve obligada, cada vez
conjunto es la «cu ltu ra » com o encarnación de la obra inn>. imperiosamente, a adoptar una actitud defensiva.
humana ^independiente frente a Dios y su revelación. Al parecer, una serie de dogmas están en conflicto con
Tam bién esta cultura adquiere carácter religioso. En Ion resultados, reales o hipotéticos, de la filosofía o de
ella se revela el m isterio creador del mundo. M edian­ |,i ciencia — pensemos, por ejem plo, en el m ilagro, en la
te ella el espíritu universal llega a adquirir conciencia , i,>nc¡ón del mundo, en su gobierno por D ios— , y nace
de si mismo, y se descubre al hom bre el sentido de la lu npologética de la Edad M oderna, como genero lite-
existencia. En Zahm en X en ien ( I X ) (Epigramamas be­ i mió y como actitud espiritual. Antes, la revelación y
nignos), de Goethe, se dice: «Q u ie n posee ciencia y arte lu Id constituían indiscutiblemente la base y el ambiente
tiene también relig ió n ». ,|, lu existencia; ahora tienen que justificar su preten-
ilrin de verdad. Pero incluso en aquellos aspectos en
A la pregunta de cuáles son las form as que adopta lo mu, se mantiene firm e, pierde la fe su tranquila evi-
existente, la conciencia moderna responde: la naturale­ ilciicla: está tensa, acentúa, esfuerza su voz. Siente que
za, el sujeto-personalidad y la cultura. yii no vive dentro de un mundo que le pertenece, sino
Estos tres fenómenos son correlativos: se condicionan dintro de un mundo extraño, incluso hostil.
y complementan recíprocamente. Su estructura represen­ I )cl hecho de que la imagen lim itada del mundo se
ta un fin supremo que no puede ser sobrepasado; que i, ni vierta en ilim itada brota una problem ática religiosa
especial. D icho con exactitud: D ios pierde su puestoJ «lilnil del universo, y la tierra se convierte en algo que,
y con él pierde el hom bre el suyo. tltmpués de todo, ya no se considera esencial en el orden
Antes, el lugar de D ios estaba en las alturas, en el idim leo. Entonces, ¿ «d ó n d e » existe el hom bre?
Em píreo, en el «c ie lo ». Incluso en nuestros días se en»¡ Delengámonos un instante en la pregunta, pues es muy
treveran en esta palabra la significación astronómica' tdiMH'lonndora. L a Edad M edia había contemplado al
y la religiosa. Pero ¿cóm o va a ser eso, si ya no existen! hundiré desde un doble punto de vista: por una parte,
m alturas ni arriba alguno? Se podía decir que éste es * 1 1 1 criatura de Dios, sometido a él, y estaba totalmente
un pensamiento materialista, pues D ios es espíritu y no i n miN manos; pero, por otra, era im agen de Dios, y es-
está en parte alguna. Sin embargo, esto sólo sería cierto lnlm Inmediatamente ordenado a él con un destino eter-
en el orden abstracto; para la vida religiosa concreta ui i Itrn absolutamente in ferior a D ios, pero superior a
esta, desde luego, en algún lugar; a saber: en aquel en In» restantes criaturas de un m odo terminante. Esta
que le sitúa el «g lo ria a D ios en las alturas» de la Bi» i m i millón dentro del ser encontró su expresión en e l lu-
blia. L o alto de los cielos es la expresión cosmológica hhi que tenía el hom bre dentro del sistema cósmico. Se
espontanea para indicar la soberanía de D ios y la reali-j litdUhu en todos los aspectos bajo la mirada de Dios,
zación plena de la existencia humana en él. Pero, si «pro ejercía también en todos los aspectos el señorío
ahora ya no existen tales «a ltu ra s» por encima del mun­ iiinlrlliuil sobre el mundo. L a transform ación de la íma-
do, ya que éste carece en absoluto de contorno, entonces m ii del mundo puso en tela de juicio el puesto del hom-
¿ «d o n d e » está Dios? lui» en el cosmos, y el hom bre mismo se halló conver-
L o contrapuesto a la majestad de D ios y a la bienaven­ Ihlo en ser contingente, habitante de «cu alqu ier lu ga r».
turanza del hombre, el lugar del odio y de la perdición, I |,ii lídad M oderna se esfuerza también por arrancar
tenía antes igualmente su expresión cosm ológica espon­ h! hombre del centro de la creación en el orden espiri-
tanea. Estaba situado en lo más alejado del Empíreo, limi Para ella, el hom bre no está ya sometido bajo to-
en el centro de la tierra, allí donde el hom bre antiguo i| i m Ion aspectos a la mirada de D ios — el cual envuelve

situaba el mundo subterráneo, el Hades. Pero, si el inte­ ni mundo— , sino que es autónomo, tiene libertad de
rior de la tierra es materia compacta, entonces no hay hi eldn y dispone de sus m ovim ientos; pero ya no cons­
en el nada semejante. ¿D ónde está, pues, el lugar de tituyo el centro de la creación, sino que es una p&Ttc
perdición?
hirth del mundo. Por un lado, la concepción de la Edad
Moderna exalta al hom bre a costa de Dios, contra Dios;
. Tam bién sobre^ el hom bre flota la misma interroga- I in ir otro, tiene una inclinación erostrática *, convirtien-
cion: ¿dónde está su puesto? N o sólo su puesto espon­ «|,iln en un fragm ento de la naturaleza, que no se dite-
taneo, natural, común a todas las cosas corporales, sino j H'iieln esencialmente del animal ni de la planta.^ Am bos
su puesto existencial. lupeutos forman una unidad y están en conexión estre-
La Edad M edia respondió que en la tierra, y que la i luí con la transformación de la im agen del mundo.
tierra es el centro del mundo. Con ello se expresaba guio arroja también luz sobre un fenóm eno com o el
la posición del hom bre dentro de la totalidad del ser, ' itmcoio contra G alileo. Desde luego, no se debe discul­
su dignidad y su responsabilidad. Pero los nuevos cono­ par el aspecto negativo del m ismo; pero igualmente
cimientos astronómicos han desplazado de su posición :
a la tierra. Pierde, en prim er lugar, la categoría de cen- |
* Do Erostrato, incendiario del templo de Diana en Efe-
tro y se convierte en un planeta que gira alrededor del ■ii Con ese incendio pretendió inmortalizar su nombre.
sol, luego, el mismo sistema solar se lanza a la inmen-
|N ./«'/ T.).
cierto es también el hecho de que tal proceso no fu KnIos y otros problemas semejantes repercuten en la
solamente una m anifestación del oscurantismo eclesiás vliln religiosa de la época.
tico. Su origen más hondo hay que buscarlo en la T'.slii repercusión es ante todo interna. Se esfuma aque-
preocupación por los fundamentos vitales de la existen- ||,, posibilidad de saber a qué atenerse y de acabar con
cía, es decir, en la preocupación tanto por el lugar de , I pmblematismo de la existencia, posibilidad que es
D ios como por el del hombre. Concedamos que estos «focltfe de la firm eza de una concepción cósmica honda-
«lu g a res» son símbolos; ahora bien, un sím bolo es tan ,nenie tradicional. E l hombre se perturba, se debilita,
real com o pueden serlo una sustancia química o un •o hace vulnerable respecto de los problemas de la exis-
organo corporal. La psicología de nuestros días lo ha lenelu. Como sucede siempre en las épocas de transí-
descubierto, y con ello inicia de nuevo la conquista i lón, sufren una sacudida los últimos estratos del ser
de un saber que juzgaba evidente el hom bre m edieval. Ilumino. Las pasiones prim itivas despiertan con m ayor
A si, pues, podemos preguntar perfectam ente si se ha liin/n: la angustia, la violencia, el ansia de bienes, la
superado ya la perturbación que supuso para la existen- 1 ,‘,,1 'ción contra el orden. Las palabras y los actos ad-

cia humana aquella transformación de la im agen del iiulrrcn cierto tono p rim itivo e inquietante. Tam bién las
mundo. Parece que no: la imagen científica del universo ¡ tmorgfas religiosas fundamentales dan señales de vida.
ha llegado a ser más exacta, pero no da la impresión I'llera y dentro, se tiene la experiencia inmediata dé los
de que el hombre se halle en él como de regreso en su Moderes superiores, que si bien son fuente de fecundidad,
morada, asi com o tampoco siente el hom bre espontá­ también desconciertan y aniquilan. En este ambiente,
neamente que en dicho universo se encuentre D ios de Ion problemas del sentido de la existencia, dé la salva-
nuevo en su dom icilio. , itiii y de la condenación, de las debidas relaciones con
I líos, de la ordenación correcta de la vid a — problemas
,|r perenne actualidad— , cobran_ nueva intensidad. Se
Tam bién lo que hemos dicho sobre los elementos de ,'iporimentan con m ayor urgencia las contradicciones
la im agen que del mundo tienen los tiempos modernos ,|,i,- se dan en la interioridad del hom bre entre el deseo
plantea problemas peculiares a la fe cristiana. ,1,' verdad y la resistencia a ella, entre el bien y el mal.
• ^ec’ r D ios y de su soberanía, si la experien­ Nc siente todo el problematismo humano.
cia de libertad del hom bre de la Edad M oderna tiene la I’ero la tensión interna se lanza también hacia afuera,
razón de su parte? ¿Q u é de la exigencia humana de Imelu la esfera de lo histórico, y entonces se originan
autonomía, si D ios es un D ios real? ¿O bra Dios real­ luí grandes conmociones religiosas, principalm ente aque-
mente si el hom bre tiene la iniciativa y el poder creador ¡liiM que designamos con los nombres de R eform a y
que le adjudica la Edad M oderna? Y , por fin , ¿puede t'onlrarreforma. Am bas van ligadas, ante todo, a pro-
el hom bre actuar y crear si D ios actúa? Ii Iimiiiis teológicos, a una cristalización del sistema ecle-
Si el mundo es lo que la ciencia y la filosofía ven en •IrtMico, a anomalías de tipo m oral; pero significan
el, ¿puede D ios intervenir en la historia? ¿Puede ejercer liimbién que la transform ación general operada_ dentro
su providencia y ser el Señor de la gracia? ¿Puede ,l«l ser cristiano pretende abrirse brecha y expansionarse.
hacer su entrada en la historia y encarnarse? ¿Pu e­
de fundar en ella una institución — la Iglesia__ que
se presenta ante las cosas humanas con autoridad divi-
n a \ T o d a vía más: ¿puede el hom bre tener relaciones
autenticas con Dios si la Iglesia rige para todos?
III 2

H A C IA U N A N U E V A IM A G E N A In pregunta de quién ha llevado a su plenitud y


DEL MUNDO iliu'ldnd clásicas la imagen de la naturaleza, propia de
Ih Idud M oderna, respondemos automáticamente con
y| mimbre de Goethe. Conocemos ya aquel texto en el
1 •|ii«i dicha imagen alcanza una expresión tan vigorosa,
pmu el hombre actual, dicho con m ayor exactitud, aquel
L a imagen del mundo propia de la Edad M oderna es, Hiyn vida y form ación tienen sus raíces más acá de la
a muy grandes rasgos, com o la acabamos de exponer, Hiimoru guerra mundial, ¿consideraría este texto como
Nuestra visión de la misma tiene posibilidades de ser MUniunión de sus propias relaciones con la naturaleza?
más precisa, ya que, com o la Edad M oderna toca a su ( c n I o no hago referencia a si es capaz o no de sen-
fin , nosotros divisamos sus fronteras. lli In naturaleza con el fervor y la grandeza de Goethe,
Los tres elementos que hemos destacado en esa ima­ «Inn más bien si la calidad de su sentimiento sería se­
gen fueron considerados hasta hace poco com o inde­ ntíanle a la expresada por el sentimiento de Goethe;
lebles. En Europa la exposición ordinaria de la historia «I reconocería en las palabras del T ie fu rte r Journal la
del espíritu ha contem plado la naturaleza subsistente hninn extraordinaria de lo que él mismo v iv e de una
en sí misma, el sujeto-personalidad autónomo y la cul­ Ilimuirn más exigua y vulgar. Y o creo que no.
tura creadora, a partir de sus propias normas, como
ideas cuyo descubrimiento y realización, cada ve z más Id hecho de que nuestras relaciones con la natura-
plena, constituyen la finalidad de la historia. Pero esto |H/n i— así como con la personalidad y la cultura— se
fue un error; hay muchas señales de que estas ideas linlSVim en un ámbito distinto al de las de G oethe cons-
em piezan a declinar. IllUyo ciertamente el m otivo más importante de la crisis
M i opinión nada tiene que ver con sentimentalismos uní' ne ha manifestado recientemente respecto a su obra,
baratos de hundimiento y de decadencia. Tam poco me luirt claro que la obra del gran poeta no puede sigm-
propongo renunciar al fruto legítim o de la experiencia ||i ni pura el futuro — ni siquiera ya para un buen sector
y del trabajo de la Edad M oderna en nom bre de una ,1, In actualidad— lo que ha significado para el tiempo
Edad M edia románticamente transfigurada, ni de un fu­ llliItM'lor a la prim era guerra mundial. El G oethe en que
turo ensalzado utópicamente. Ese fruto es de una im­ I » había pensado hasta entonces estaba en estrecha
portancia incalculable, tanto para el conocim iento del vinculación con los elementos citados de las relaciones
mundo com o para su dom inio. Y , por m uy funestas que i nn el inundo, tal com o las había entendido la Edad
puedan ser las atrofias, incluso los estragos, que ha Moderna, y pertenece al pasado lo mismo que esa vincu-
sufrido el ser humano en la Edad M oderna, nadie ne­ |,nilón. Ahora bien, el Goethe que llegará a ser algo tras-
gará que en ella ha alcanzado una madurez de conse­ i i ndeniid para la época venidera no ha sido, por su-
cuencias trascendentales. P o r consiguiente, aquí no se iiUi'Nlo, descubierto todavía con claridad. T o d a obra
trata de pronunciar condenaciones, ni de hacer pane­ MlRIldo pasa por una crisis de este tipo. Las primeras
gíricos, sino de saber qué señales revelan el ocaso de I* Iliciones con una obra son las relaciones inmediatas,
la Edad M oderna y de descubrir lo que em pieza a ges­ i|iic tienen sus fundamentos en la comunidad de supues­
tarse de la época futura, no denominada aún por la to» hUlóricos. Luego éstos se desvanecen y las relaciones
ciencia histórica con título alguno. i* rompen. Sucede un período de distanciamiento, m-
cluso de repudio — tanto más enconados cuanto mái I tt*ilwiosos respecto del mundo. Tam poco el caracter fi-
dogmatica haya sido la prim era afirm ación— , hasta q u j lilin, ii que apunta la experiencia actual, hace alusión
una época posterior, partiendo de sus nuevos supuesto!,I mili uniente a la lim itación de medida, sino que im plica
descubre meditas relaciones con el hom bre en cuestión <il|íti relativo al contenido, y es que lo existente ha tenido
y su obra. A h ora bien, el que se produzca esta revalo- »| vitlor de afirmarse com o algo que no es sino limita-
rizacion, la frecuencia con que acontece y la extensión 1 Ía i corriendo un riesgo, ciertamente, pero recibiendo
e los periodos historíeos en que dura su vigencia deter-! Mlllendor y brillo precisamente de ese mismo nesgo. D e
minan en cada caso el caudal de valor humano que lu ,.„H' modo nace, respecto de lo existente, un sentimiento
obra posee. n l i|e preocupación, de responsabilidad, incluso de ínteres
«tiu llvo, que está igualmente penetrado de misterio:
Si no me_ engaño, desde hace algún tiem po — quizá 1 Humo si esto, que no es sino lim itado, nos hiciese un
desde los anos treinta— se acusa una m odificación do I llnmmalento, com o si en ello se preparase algo inefable
las relaciones del hom bre con la naturaleza. E l hombre i|in< tuviera necesidad de nosotros.
no considera ya a ésta com o la riqueza m aravillosa, el
contorno armomeo, el orden sabio, la donante bonda- IM difícil descubrir una línea uniform e en los movi-
dosa a la que puede entregarse confiadamente. Y a no mli'iilOB religiosos de nuestra época, los cuales, por otra
hablaría de una «m adre naturaleza»; antes bien, ésta mulé todavía hoy son frecuentemente contradictorios.
se le presenta com o algo extraño y peligroso. iMOUbrir, por ejem plo, adonde va el sentimiento reli-
El hombre de nuestro tiempo tampoco se sitúa frente Mlimo del R ilke de última hora y cóm o se relaciona con
a la naturaleza con aquellos sentimientos religiosos que |m mventura de la existencia de k filo so fía existencialis-
hacen su aparición clara y tranquilamente en Goethe. ! lii iiité tendencias internas se dejan ver en la revalon-
c.01? aP.asionamiento en los románticos y en términos di- i ,m Ion moderna del m ito y en la revelación denlos ulti­
tirambicos en H olderlin. H a sufrido una desilusión. Esto mo* estratos anímicos; qué se percibe a través de la
tal v ez tenga relación con la pérdida del sentimiento .1. «apasionada grandiosidad de las teorías físicas e igual­
de lim ita ció n , propio de la Edad Moderna. Verdad es mente a través del titanismo técnico-político de nuestros
que la ciencia se abre paso hacia horizontes cada vez [ illiiN tan lleno de posibilidades com o de peligros, etc.
mas amplios, tanto en el macrocosmos com o en el mi­ Ncu lo que fuere, lo cierto es que el hom bre no con-
crocosmos, pero estos horizontes nunca dejan de ser re- 1 ililrni va el mundo com o su lugar de refugio. Ese mun-
sueltamente limitados, y de esa form a se les juzga. El ilu >c ha convertido en algo diferente, y alcanza sigm-
m otivo de esa pérdida radica en que la «ilim ita c ió n » th uclón religiosa precisamente en cuanto que es algo
de que han hablado G iordano Bruno o el idealismo
aleman no era únicamente un concepto cuantitativo M ún aún, la actitu d qu e v a h a cie n d o su ap arición
sino también,_ y ante todo, cualitativo. H acía alusión aí melor dicho, alguno de sus elementos— parece no
ser prim ero, inagotable y triunfante, al carácter divino ,*onceder a la naturaleza ni siquiera lo que Goethe puso
del mundo. L a viven cia de esta ilim itación se hace cada m el centro de las relaciones para con la misma, es de-
vez mas rara. L o que, por el contrario, parece afirm ar ,n . lu veneración o, m ejor dicho, aquella form a de
la nueva experiencia es precisamente la lim itación del Veneración que él experimentó. Se deja ver esto en el
mundo; ahora bien, no es posible que esta experiencia , , minuto de conocimientos y conceptos formales, apti-
sirva de estimulo a la entrega antes analizada. I i Ii Icn V procedimientos que designamos con la palabra
Esto no quiere decir que no existan ya sentimientos • líen ica», la cual se desarrolló lentamente en el trans­
curso del siglo x ix , pero que durante mucho tiem po fue ,, 1 1 1 Humamos «m u n d o »; de la conciencia de haber lle-
patrim onio de un tipo de hombres no técnico. Parece untc las últimas alternativas; de la responsabili-
com o que el hom bre adecuado a ella hubiese surgido "(i.l. In seriedad y el valor.
en las ultimas decadas y, en su form a definitiva, en la
nnrm / gUy T d- ste hom bre m siente la naturaleza como
norma valida ni menos aún com o refugio vivien te La
3
ve sm hacer hipótesis, prácticamente, com o lugar y ob­
j e t o de una tarea en la que se encierra todo, siéndole
indiferente lo que con ello suceda; de una tarea de ca- ! Al parecer, en las relaciones con la personalidad y el
Itilvlo se ha producido una transform ación semejante.
no s e r en la ^ ue están en juego el ser y el
á m Ii' n lu base de esas relaciones consistía en que el in­

La Edad M oderna gustaba de justificar las medidas dividuo se sentía libre de las trabas m edievales y señor
de la técnica por su utilidad para el bienestar del hom­ iIm » í mismo en una actitud de autonomía. Esta actitud
bre. A si encubría los estragos que ocasionaba la falta h.ill.i..su expresión filosófica en la teona que hace del
de escrúpulos de la misma. Y o creo que el futuro ha­ ,u|, i., el fundamento de toda inteligibilidad; su expre-
blara de otro m odo. El hom bre que posee la técnica •l/iii política en la idea de las libertades cívicas; su
sabe que, en el fondo, ésta no se dirige ni a la utilidad , «niculón vital en la concepción, según la cual el indi
m al bienestar, sino al dom inio; el dom inio, en el sen­ viiluo humano lleva en sí una estructura interna que
tido mas extrem o de la palabra, y que está hallando su 1 1 .....rapacidad y obligación de desarrollarse desde den

expiesion en una nueva estructura del mundo. E l hom- i.., y dar realidad a una existencia propia exclusivamente
re intenta controlar tanto los elementos de la natura- ij, mn estructura. A h ora bien, esta idea esta vinculada,
i,| parecer, a una estructura sociológica determinada, qu
-°S í \ e,xist,e ncia humana. E llo supone po­
sibilidades incalculables de acción positiva, pero también un ni otra que la estructura burguesa, entendiendo el
de destrucción, sobre todo en aquellos aspectos en que ...... . de «b u r g u é s » e n su m ás a m p lio sentid o qu e
entra en juego el ser humano, que se encontrará mucho (iIiiih ii tanto al h o m b re o rie n ta d o h a cia la cla rid a d ra

n™ S p,me se§uro de sí de lo que generalmente se , Imiiil, deseoso de certeza, com o a su p olo opuesto, el
piensa. El peligro aumenta sin más de un m odo desen­ nmiAutlco y bohem io; tanto al hom bre m edio com o al
trenado desde el m omento en que es el anónimo «E sta­ intencional, al genio.
d o » el que ejecuta la operación dominadora. Esto su­
puesto, las relaciones con la naturaleza revisten el I i, conexión con la técnica, hace a h o r a su aparición
caracter de una operación extrema: o consigue el hom ­ mui eltructura de otro tipo, para la cual la idea de la
bre llevar a cabo con acierto su obra de dominación m i «.nulidad creadora que se hace a si misma, o sea
o bien todo toca a su fin , com o más adelante verem os! , | «nielo autónomo, ya no constituye evidentem ente un
1 amblen aquí parece vislumbrarse un brote de tipo H ile,lo normativo. Esto se ve claramente en el concepto
religioso, pero nada tiene que ver ya con la devoción imu i'Klrcmadamente opuesto a esa idea de la persona
a la naturaleza propia de Giordano Bruno o de Goethe. llilinl creadora, es decir, en el de hombre-masa Esta
a religiosidad actual está en relación con la magnitud ....... no indica aquí algo desprovisto de v a í o r s no
de la obra y de su peligro para el hombre y para la ..... unlructura hu m ana qu e esta v in c u la d a a le t o i c a
tierra. Su caracter peculiar proviene del sentimiento de v i. la planificación. Com o aun carece de toda tradición,
profunda soledad del hombre en m edio de todo aquello h Un luso se ve obligada a imponerse en contra de la
tradición vigente, hace su aparición, desde luego, con ylilu, tal como le son impuestos por_ la planificación
el mas claro carácter negativo; pero en su esencia cons­
y por los productos fabricados en serie, y, despues de
tituye una posibilidad histórica lo mismo que otras. N o Imlo, actúa así con el sentimiento de que eso es lo ra-
dara solución al problem a de la existencia, ni tampoco
i Imiiil y lo acertado. D el mismo m odo, carece en abso­
convertirá la tierra en un paraíso; pero entraña en sí luto ilc deseo de v iv ir partiendo de su iniciativa propia.
el futuro proxim o, que durará hasta que otro período
ie suceda. Al pnrecer, no tiene el sentimiento espontáneo de que la
libertad de m ovim ientos externos e internos^ es un valor.
Esto supuesto, también en tiempos pasados existieron A i i Iun bien, lo evidente para él es la inserción en la or-
los que, en cuanto muchedumbre am orfa, se distinguían
iirtiltoación que es la form a de la masa, así com o la obe-
de la m inoría selecta; pero la existencia de aquéllos po­
¡lloncia a un programa en cuanto que constituye el m odo
m a de m anifiesto el hecho de que, allí donde esta mi­
lie orientación del hom bre sin personalidad. Es mas, la
noría constituía la norma de valores, precisaban existir
tendencia natural de esta estructura humana no es a
los seres atados a la cotidianeidad com o fon d o y terreno
lobresalir com o algo peculiar, sino precisamente a per-
en que la minoría hincaba sus raíces. Sin embargo tam­
nmnecer en el anónimo, casi com o si el ser original
bién los miembros de la m ayoría intentaban convertirse
tlimitUuyese la form a fundamental de toda injusticia y
en m inoría y realizar su vid a propia. L a masa, en el
el principio de todo peligro.
sentido actual, es otra cosa. N o constituye una plurali­
dad de individuos no form ados, aunque capaces de fo r­ So pudiera objetar que la personalidad aparece en los
mación, smo que su estructura es diferente desde el difluentes — nueva raza de dominadores y form adores
principio: está sometida a la ley de la producción en ile hombres— , que dan a luz este tipo humano. Pero
sene, que preside el funcionam iento de las máquinas. «.lo — hemos aludido ya a ello— no sucederá asi, pues,
Esta característica se da también en sus individuos me­ ni pnrecer, la característica del dirigente — adecuado,
jo r dotados. Es más, estos últimos tienen conciencia o lo es, a la masa— consiste precisamente en que
expresa de ello, configuran su ethos y lo convierten en no llene personalidad creadora en el sentido antiguo, ni
propio estilo. Pero, p or otra parte, tampoco la masa, form a individual alguna en desarrollo bajo condiciones
en el sentido indicado, es un fenóm eno negativo y de­ MKcupeionales, sino que es el com plem ento de la muí-
cadente, como, p or ejem plo, la plebe de la antigua lllud; con funciones distintas de las de ésta, pero ídenti-
R om a sino una estructura histórica humana funda­ i n'i en esencia.
mental que puede alcanzar un desarrollo perfecto tanto
en su ser com o en sus obras, supuesto, evidentemente Con lo que hemos dicho va relacionada otra cosa, y
que no se ponga com o base de este desarrollo el ideaí en que el sentimiento del ser y de la esfera individual
de la Edad M oderna, sino el adecuado a su propia na­ del hombre, antes fundamento de toda relación social,
turaleza. r
i mln día se desvanece más. Los hombres son tratados
V isto este tipo de hombre, no se puede hablar ya de i unió un objeto cada vez con m ayor naturalidad, en una
personalidad y sujeto en el sentido expuesto anterior­ uinuii que va desde las incalculables form as de «com -
mente. Carece en absoluto de la voluntad de tener una hivimión» estadístico-administrativa hasta las opresio-
form a peculiar y de ser original en su conducta, y tam­ iien Inconcebibles del individuo, de grupos e incluso de
bién de crearse un m edio ambiente que sea en su tota­ mtctblos enteros. Y esto no sólo en situaciones excep-
lidad y en la máxima m edida posible adecuado a él y i Inútiles y en el paroxism o de la guerra, sino com o form a
solo a el. Antes bien, acepta los objetos y las formas de lioriTiul de gobierno y administración.
Sin embargo, parece que no se aprecia justamente este Pero no se puede hablar de la masa sin preguntar
fenóm eno, si se le considera únicamente bajo el punto también por su sentido positivo. Está claro que todo
de vista de la falta de respeto por el hombre, o bien llene que perecer para siempre, si la fórm ula definitoria
de falta de escrúpulos en el em pleo del poder. Sin duda, ilc lo humano no es ya el individuo de form ación eleva­
esto es verdad; con todo, estos defectos éticos no se do, sino los miembros uniformes de la multitud. D ecir
darían en la misma m edida, ni serían tolerados tan fácil­ i (lié posibilidades humanas se abren com o consecuencia
mente por los interesados, si todo el proceso no hubiese ile este hecho es muchísimo más difícil. Y en este punto
tenido su base en una m odificación estructural de la el individuo ha de tener presente que no puede partir
viven cia del propio yo, así com o de su relación con el ile su sentimiento espontáneo, cuyos principios están
yo del otro. todavía frecuentemente anclados en el pasado; antes
T o d o esto puede abocar a uno de estos dos resulta­ lilen, tiene que superarse con decidido esfuerzo y abrir­
dos: o el individuo es absorbido por las colectividades ía a aquello que tal ve z le amenaza a él mismo en la
y se convierte en un m ero portador de funciones, peli­ configuración histórica de su esencia. A n te todo, ¿qué
gro que por todas partes se alza amenazador a juzgar i'N en último término lo sustantivo de lo humano? Ser
por los acontecimientos, o bien se adapta, sí, a las persona. H aber sido llam ado por D ios, y ser, por ello,
grandes estructuras de vida y de trabajo y renuncia a capaz de responder de sí mismo y de intervenir en la
una libertad de m ovim ientos y de form ación individua­ realidad m ovido por un principio interno de energía,
les — libertad que ya no resulta posible— , pero todo listo hace que cada hom bre sea único, no en el sentido
para concentrarse sobre sus raíces y salvar a ser posible de que sus propias cualidades sean solamente suyas,
lo esencial. nlno en el sentido claro y absoluto de que cada uno, en
N o carece de im portancia el hecho de que la palabra cuanto subsiste en sí mismo, es inalienable, irreem plaza­
«p erson alid ad » vaya desapareciendo notablemente del ble c insustituible. A h ora bien, si esto es así, conviene
uso ordinario y sea sustituida por la palabra «p erso n a ». que esa unicidad se dé con frecuencia; conviene que
Esta última tiene un carácter casi estoico. N o apunta al huya muchos hombres y que en cada uno de ellos se
despliegue, sino a la definición; no a algo abundante, e libran estas posibilidades de la cualidad de persona.
incluso extraordinario, sino a algo escaso y no cultiva­ Los reparos que se ofrecen a esto son evidentes. Esta
do, pero que puede ser conservado y desarrollado en cloro sin necesidad de explicaciones el sentido en que
todo individuo humano; a aquella unicidad que no pro­ puede decirse que cien hombres son menos que uno, y
viene de las condiciones especiales y del carácter fa vo ­ que los grandes valores están siempre vinculados a las
rable de la situación, sino del llam am iento divino, y cuyo minorías. Sin em bargo, en esto se encierra un peligro;
mantenimiento y realización no significan capricho o el de dejar a un lado la pobreza de la persona, para
p rivilegio, sino fidelidad al deber humano fundamental. deslizarse al campo de la originalidad y del talento, de
En la persona se protege el hom bre contra el peligro lo bello y de lo que culturalmente es de prim era calidad.
que le amenaza, tanto del lado de la masa com o del de Sobre este punto, la frase «¿ d e qué sirve al hom bre
las colectividades, ante todo para salvar aquel m ínim o ganar todo el mundo, si pierde su a lm a?», tiene algo
sin el cual no puede seguir siendo hombre en m odo Importante que decir. «G a n a r el m u ndo» encierra todos
alguno. D e ahí tendrá que proceder la nueva conquista I o n valores culturales humanos existentes: plenitud vital,
de la existencia, conquista que ha de ser realizada por riqueza de la personalidad, «a rte y cien cia» en todas
el hom bre y en fa vo r de lo humano, y que constituye niih formas. Frente a esto se sitúan la perdición o sal-
la tarea del futuro. vlición del «a lm a », y con ello se hace referencia a la
Sin embargo, parece que no se aprecia justamente esta, pero no se puede hablar de Ia masa sin preguntar
tenomeno, si se le considera únicamente bajo el punto I miíiI il^u por su sentido positivo. Está claro que todo
de vista de la falta de respeto por el hombre, o bien IImIIp (|tio perecer para sempre, si la fórm ula defm itoria
de¡taita de escrúpulos en el em pleo del poder. Sin duda, .1.. lo humano no es ya d individuo de form ación eleva­
esto es verdad; con todo, estos defectos éticos no so da, lino los miembros iniform es de la multitud. D ecir
darían en la misma medida, ni serían tolerados tan fácil» liar posibilidades humaias se abren com o consecuencia
mente por los interesados, si todo el proceso no hubiese ilt fMli- hecho es muchísmo más difícil. Y en este punto
tenido su base en una m odificación estructural de la ►I Individuo ha de tener presente que no puede partir
viven cia del propio yo, así com o de su relación con el ili’ nii sentimiento espontáneo, cuyos principios están
yo del otro. Itiilnvfn frecuentemente anclados en el pasado; antes
T o d o esto puede abocar a uno de estos dos resulta­ Itlitli, licué que superará con decidido esfuerzo y abrir-
dos: o el individuo es absorbido por las colectividades i, aquello que tal ve^ le amenaza a él mismo en la
y se convierte en un m ero portador de funciones, p e lk Hililluuración histórica de su esencia. A n te todo, ¿que
gro que por todas partes se alza amenazador a juzgar (Mi último término le sustantivo de lo humano. Ser
p or los acontecimientos, o bien se adapta, sí, a las |ii i*ona. Haber sido llamado por Dios, y ser, por ello,
grandes estructuras de vida y de trabajo y renuncia a H ipa/ de responder de sí mismo y de intervenir en la
una libertad de m ovim ientos y de form ación individua- utilidad m ovido por un principio interno de energía.
Ies — libertad que ya no resulta posible— , pero todo I «In hace que cada horibre sea único, no en el sentido
para concentrarse sobre sus raíces y salvar a ser posible ilii une sus propias cualidades sean solamente suyas,
lo esencial. lllin i'ti el sentido claro y absoluto de que cada uno, en
N o carece de importancia el hecho de que la palabra tminio subsiste en sí mismo, es inalienable, ureemplaza-
«p erson alid ad » vaya desapareciendo notablemente del hli Insustituible. Ahcra bien, si esto es asi, conviene
uso ordinario y sea sustituida p or la palabra «p erson a ». ipii' oía unicidad se d- con frecuencia; conviene que
Jista ultima tiene un carácter casi estoico. N o apunta al Imyn muchos hombres y que en cada uno de ellos se
despliegue, sino a la definición; no a algo abundante, e hI iiiiii estas posibilidades de la cualidad de persona.
incluso extraordinario, sino a algo escaso y no cultiva­ I im reparos que se ofrecen a esto son evidentes. Esta
do pero que puede ser conservado y desarrollado en lin io sin necesidad de explicaciones el sentido en que
todo individuo humano; a aquella unicidad que no pro­ pni'tli' decirse que cien hombres son menos que uno, y
viene de las condiciones especiales y del carácter fa vo ­ ipir I o n grandes valore? están siempre vinculados a las
rable de la situación, sino del llamamiento divino, y cuvo minorías. Sin embargo en esto se encierra un peligro;
mantenimiento y realización no significan capricho o t>! tle dejar a un lado la pobreza de la persona, para
p rivilegio, sino fidelidad al deber humano fundamental. ilmll/arsc al campo de la originalidad y del talento, de
En la persona se protege el hom bre contra el peligro |i. helio y de lo que culturalmente es de primera calidad,
que le amenaza, tanto del lado de la masa com o del de hnlire este punto, la frase «¿ d e qué sirve al hombre
las colectividades, ante todo para salvar aquel m ínim o umiiir lodo el mundo, si pierde su a lm a?», tiene algo
sin el cual no puede seguir siendo hombre en m odo llMluirlantc que decir. ¿Ganar el m u ndo» encierra todos
alguno. D e ahí tendrá que proceder la nueva conquista luí valores culturales humanos existentes: plenitud vital,
de la existencia, conquista que ha de ser realizada por Ihiur/a de la personalidad, «a rte y cien cia» en todas
lili formas. Frente a esto se sitúan la perdición o sal­
S S , by ¿ rfr r de ,o hum" ° ' y via Irtn del «a lm a », y con ello se hace referencia a la
opción personal, a la manera de responder el hom bre al illilllüad de que la persona alcance su m ayoría de
llam am iento divin o que le convierte en persona. Anta tiindi T od o esto va acompañado, sin duda, de esfuerzos
esto se desvanece «to d o el m undo». tuir conseguir una liberación interna, un robustecimien-
Por consiguiente, ¿podemos, en justicia, deducir da 1 , 1 contra las fuerzas impersonales que crecen en form a
la lim itación que el desarrollo de la masa va a imponer , ni |ii vez más gigantesca, esfuerzos que apenas estamos
a todos los valores de la personalidad y de la cultura iliiuiera capacitados para predecirlos. _
un argumento decisivo en contra de la misma? ¿Acaso A esto hay que añadir otra consideración. Si no que-
tenemos derecho a decir que no pueden ser engendrado» Iunios contemplar los acontecimientos de los últimos
m il seres humanos, sino solamente diez, por el hecho de •lulos únicamente com o pasos hacia la rutina, tenemos
que el n ivel cultural de m il haya de ser in ferior al de una descubrir en ellos un sentimiento positivo. Este sen­
diez? L a am pliación de las posibilidades de la persona, i l lo está contenido, según más adelante verem os, en la
¿no es algo absoluto frente a lo cual deben desestimar­ Itiraa de dominar el mundo, q u e ineludiblem ente nos
se otras consideraciones? H e aquí una coyuntura que Im «Ido encomendada. Las exigencias de esta tarea van
apremia al individualista de la Edad M oderna a pregun- ii «cr tan enormes, que no hay form a de satisfacerlas
tarse en qué m edida ha sentado com o absolutas sus ..... las posibilidades de la iniciativa individu al y de la
condiciones personales de existencia, a cuya defensa unión de particulares form ados en el individualism o, be
tiene, por supuesto, derecho. requerirán una reunión de fuerzas y una unidad de
P o r tanto, en vez de protestar contra la masa que dirección que solamente pueden surgir de una actitud
va haciendo su aparición, en nombre de una cultura
sustentada por personalidades, sería m ejor preguntarse Ahora bien, ésta es precisamente la actitud que se
donde radican los problemas humanos de esta masa, iIi'Iíi ver en la naturalidad con que el hom bre de la
rú es bien, radican en la disyuntiva de si la uniform i­ ¿noca naciente renuncia a singularidades y acepta una
dad que se im pone con la m ayoría conduce solamente a forma de ser común, así com o también en la naturalidad
la perdida de la personalidad o también a la de la per­ i on que abandona la iniciativa individual y acepta la
sona. L o prim ero es tolerable; nunca lo segundo. niiinnización. Este proceso se realiza hoy con tal degra­
Esto supuesto, a la pregunta de cuál es el m odo de dación y opresión del hom bre, que corremos peligro de
que las posibilidades de la persona permanezcan abier­ lili ver su sentido positivo. Sin em bargo, tal sentido
tas en la masa, y de cóm o la persona puede incluso llegar ,,ulule, y se encuentra en la magnitud de la tarea a la
a ser algo especialísimamente apremiante en ella no se iiut' corresponde cierta grandeza de la actitud humana,
puede responder con los criterios del antiguo concepto . < 4 decir, una solidaridad tanto respecto de la tarea como

e personalidad, sino que se ha de responder con los | « «p e c io del compañero de trabajo. En un coloqu io en
de la propia masa. Y entonces ciertamente se puede ionio al problem a de lo que la form ación etica del joven
adm itir que, al renunciar al caudal, rico y libre de la MCtiinl podía dar por supuesto com o realidad inmediata,
cultura de la personalidad, se pondrá de relieve, con •i’ obtuvo por resultado una única respuesta: la camara­
una hrm eza espiritual que antes no podía darse, lo que dería. Esta pudiera ser entendida com o el residuo tor-
verdaderam ente constituye la «p erso n a »: el estar frente inul que se salva cuando todos los valores sustanciales
a D ios la dignidad inalienable, la responsabilidad in­ i'ilrin en quiebra; pero también puede ser entendida y,
sustituible. P o r muy extraño que pueda parecer, la mis­ n mi juicio, debe serlo— com o síntoma de lo que se
ma masa que encierra en sí el peligro de dominación incubando. Se trata de una solidaridad en el orden
e mstrumentahzación absolutas entraña también la po- lie la existencia: en la tarea y en el riesgo humanos del
futuro. Si se llega a concebir esa camaradería poniendo mn fácil precisar. Dichas configuraciones se distinguen
en su base la persona, entonces dicha solidaridad con s' mitre sí profundamente; sin em bargo, tienen algo en
tituye el gran elem ento humano-positivo de la masa minún, precisamente lo que indica el concepto de lo
Con esta solidaridad p or base, y siempre bajo las nue­ «h u m a n o ». ,
vas condiciones que im plica la masa, pueden ser recon­ Tul vez pueda definirse este concepto com o el hecho
quistados los valores humanos de la bondad, el saber v ile que la esfera de actividad de dicho tipo de hombre
la justicia. J i oincidía con la esfera de sus vivencias. En realidad,
Tam bién desde este ángulo, por supuesto, se han de *Alo comprendía las cosas de la naturaleza, y tal y
revisar los tan discutidos valores democráticos. T o d o el wuao él podía verlas, oírlas, tocarlas con sus sentidos.
mundo tiene experiencia de la profunda crisis que les I.MN realizacion es qu e o b tu v o fu e ro n fu n d am en ta lm en te
afecta. L a crisis se deriva de que esos valores han reci­ Inn de sus órganos, ampliadas y robustecidas mediante
bido su cuño histórico en la atmósfera de la cultura de Miiuellos elementos auxiliares que llamamos instrumen-
la personalidad y expresan la pretensión que tiene la Ion cuyo efecto de am plificación fue a veces muy gran­
m ayoría de que cada uno de sus miembros ha de poder de, Y a la Antigüedad y la Edad M edia conocieron
llegar a alcanzar esa personalidad. Pero precisamente principios mecánicos, y la Edad M oderna com enzó en
p o r ello, presuponen la existencia de una población re­ el acto a desarrollarlos científica y técnicameente. A pe­
lativam ente pequeña. P or consiguiente, se ve también ni r de ello, hasta avanzada la Edad M orderna este efec­
que un espíritu auténticamente dem ocrático en este sen­ to de am plificación no fue un fenóm eno esencial que
tido solo es posible en países pequeños, y, si lo es en licuara a m otivar un cambio total de actitud, al perm i­
grandes países, solamente en aquellos que tengan aún tir superar la esfera de lo que el hom bre podía abarcar
muchísimo campo libre. A h ora bien, la solución al p ro­ con sus facultades sensitivas, representarse con su ima-
blem a del porvenir de los valores democráticos está en ulnución y experim entar con su sentimiento. A sí, su
saber si son concebidos y sentidos en form a diferente (iiicrcr y su poder estaban en consonancia con su es-
al tomar com o punto de partida la estrechez y rigurosi­ Iructura p s ico físic a . O tr o tan to ocu rría c on la natu raleza
dad existencial de la persona que form a parte de la (Hic él veía y palpaba, puesto que lo que hizo fue ex­
masa. plotar sus energías, utilizar sus elementos y desarrollar
En caso de que no se realice este sentido positivo, •un formas, pero dejando totalmente a un lado lo re-
tendrá lugar la segunda parte de la alternativa: el hom ­ Intivo a su esencial constitución. E l hom bre dominaba
bre sucumbirá ante las fuerzas anónimas. lu naturaleza en cuanto que se incorporaba en ella.
A ú n hemos de considerar otra cosa. A partir de una lista correspondencia, muy elástica naturalmente, esta
fecha remota de la Edad M oderna, los conceptos recto­ consonancia del querer y el poder con el dato inmedia­
res de la existencia se han apoyado en la imagen del to, esta posibilidad no sólo de saber y de obtener resul­
«h om b re hum ano». Tengam os presente que este tér­ tólos, sino incluso de v iv ir plenamente lo conocido y
m ino no contiene un ju icio m oral, sino que hace refe­ lo alcanzado, constituye la cualidad a que aquí hacemos
rencia a una estructura susceptible de determinación referencia con la palabra «h u m an o».
tanto positiva com o negativa. En el curso de la evolu­ Más tarde esta correspondencia se m odifica. E l cam­
ción histórica se presenta con diferentes configuracio­ po del conocer, del querer y del obrar humanos supera
nes: com o hombre de la Antigüedad, de la Edad M edia, ln esfera de la estructura natural de esas actividades, pri­
de la Edad M oderna. Esta última estructura está en v i­ mero en casos aislados, luego cada v ez con más frecuen-
gor hasta un m omento posterior al final de siglo que no cln y, por fin , de un m odo constante. A h ora el hom bre
conoce en form a científica e intelectual mucho más de Ahora bien, con todo esto se m odifica también — y
lo que puede ver sensorialmente, e incluso de lo que iilüurrimos una v ez más a lo ya analizado— la imagen
únicamente puede imaginar. Pensemos en el orden de ile la naturaleza misma. Tam bién la posibilidad de acce-
magnitudes de la astronomía. Es capaz de planear y •o u ella, de im aginarla y de vivirla , es cada v e z menor.
llevar a la práctica actividades que él, abandonado a (jiordano Bruno y M ontaigne, Rousseau y Spinoza,
sus meras fuerzas, ni siquiera puede sospechar. Recor­ (loethe y H ólderlin , incluso los materialistas de finales
demos las posibilidades técnicas descubiertas por la ilel siglo x ix , entendieron bajo la palabra «n atu raleza»
física. r
el conjunto de cosas y acontecimientos que el hombre
A consecuencia de esto, sus relaciones para con la i ncontraba alrededor de sí y que, a partir de él, se dila-
naturaleza se m odifican: pierden su carácter inm edia­ llban en conexiones incesantes; la estructura de sus
to; se hacen indirectas, mediatizadas p o r el cálculo y el formas y procesos inmediatamente dados, que se halla­
aparato. Pierden la posibilidad de ser algo viven cia l-
ban respecto de él en una relación de m edida armónica.
se hacen positivas y técnicas.
lUus cosas y acontecimientos, form as y procesos esta­
. Pero también sufren una transformación, a consecuen­ llan ahí, accesibles y con posibilidad de originar una
cia de lo dicho, las relaciones del hom bre para con su nxperiencia vital; ahora todo huye a la zona de lo inase­
obra. Esta, igualmente, se hace en am plia m edida indi­ quible. Por supuesto que la naturaleza en el sentido
recta, abstracta y positiva. N o puede ya, en gran parte,
anterior era tam bién «m isteriosa», incluso «e n pleno
v iv irla plenamente, sino sólo someterla a cálculo y com­ din»; sin embargo, su m isterio era en tal m edida con­
probación. D e aquí brotan graves problemas. En efecto, tinuación del misterio humano, que se la podía calm ­
el hom bre es, desde luego, lo que él v iv e ; pero ¿qué es ear de «m adre naturaleza». Constituía un misterio en
el hom bre si el contenido de su obra no puede conver­
t<l que se podía v iv ir, aun cuando el hom bre no sola­
tirse en vivencia suya? Responsabilidad supone, cierta­ mente encontrara en él nacimiento y desarrollo, sino
mente, cargar con las consecuencias de lo que se hace; también dolor y muerte. A h ora, la naturaleza se ha
constituye el tránsito de la m aterialidad de cada aconte­ convertido en algo decididamente extraño y no da ya
cim iento a su aprobación ética; pero ¿en qué consiste posibilidad para la m enor relación inmediata. P o r otra
la responsabilidad si el acontecimiento no tiene ya fo r­ parte, no puede ser ya concebida de m odo intuitivo,
ma alguna concreta, sino que se presenta a través de niño solamente en form a abstracta. Se convierte cada
fórmulas y aparatos?
vez más en una com pleja estructura de relaciones y t u i ­
A l hom bre que v iv e de este m odo le denominamos
ciones, que sólo cabe comprenderse p or m edio de
«n o hum ano». D el mism o m odo que e l térm ino «h u ­ ulmbolos matemáticos, y que se apoya en algo cuya de­
m a n o» no im plica un juicio m oral, tam poco lo lleva
terminación en concreto no es ya posible.
consigo esta expresión, sino que hace referencia a una es­
tructuración histórica en gestación y que cada ve z se
Del mismo m odo, esta naturaleza no puede ser ya
acentúa con m ayor fuerza: la estructura en la cual la es­
aentida en gran parte sino con sentimientos muy rem o­
fera de las vivencias del hom bre será rebasada sistemáti­
tos y, además, de posibilidades lim itadas; com o algo
camente por su esfera de conocim iento y de acción *.

»cr entendido como «inhumano». Sin embargo, no encuen­


L a denominación no es muy fe liz y las objeciones he­
tro palabra mejor, y, por ello, sólo me queda rogar al lector
chas a las dos primeras ediciones de esta obra han corrobo­
que se digne entender dicha denominación dentro del con­
rado mis temores, sobre todo de que «n o hum ano» pudiera
texto de estas páginas.
absolutamente extraño a nuestras experiencias e inabor­ en sentido p rim itivo ofrece por doquier para solaz del
dable. Con todo, quizá aquí es preciso ser prudente. hombre. ,
Probablem ente se encierran también en ello posibilida­ Evidentemente, los esfuerzos por v o lv e r a alcanzar la
des y tareas cuyo resultado pudiera ser el descubrimien- «conform idad con la naturaleza» en la form a de viv ir,
í i T 2^ Ue um^ ral ^e experiencia viven cial se ha nsí com o en la terapéutica, en la educación y en la fo r­
dilatado y de que, por ello, llegan a ser objeto de esa mación, conservan todo su sentido. D e l mismo m odo
experiencia cosas y realizaciones que antes le eran in­ que el hombre, en virtu d de su derecho de legítim a
asequibles. Pero pudieran descubrir además el desarro­ defensa, tiene que aspirar a reconquistar el carácter na­
llo de una form a de sentimiento indirecto que introdu­ tural de su ser corpóreo y espiritual, a recuperar en el
ce en la vida propia lo que hasta ahora sólo podía pen­ mundo de los símbolos la carta de naturaleza perdida,
sarse en form a abstracta *. A h ora bien, frente a esta y a todo aquello que en los esfuerzos de las últimas de­
naturaleza habrá de adoptarse en todo caso una actitud cadas ha recibido la im pronta de exigencia.
de vigilancia y de responsabilidad rigurosa respecto de Pero todo aquel que se preocupa de estos proble­
los problemas de la persona, a los que antes hemos mas se encuentra ante la alternativa siguiente: o bien
aludido y sobre los cuales debemos hablar aún. los aborda románticamente, com o retorno a unas rela­
ciones con la naturaleza ya inexistentes, o bien les hace
i p ^ u ra leza no es ya — si he de seguir utilizando
la calificación elegida para relacionarla con el hom- frente con realismo, contemplándolos en relación con
re «naturaleza natural» (de la cual trae su origen el futuro, y esto de tal form a que el carácter de natural
el concepto de lo «n a tu ra l», entendido com o lo que no sólo se salve, com o sucede precisamente en las d ife­
es inmediatamente evidente, lo que se com prende de rentes «reform as de v id a » constituidas por huidas in­
por sí), sino la «naturaleza no natural», tomando tam­ fecundas, sino que triunfe en la misma situación nueva
bién esta denominación no com o expresión de un juicio, y se desarrolle partiendo de ella. Son tareas éstas que
sino com o recurso descriptivo. están en relación estrecha con las que hacen referencia
a la persona, y que hemos descubierto al hablar de ella.
Evidentem ente, la flo r colocada sobre la mesa con­
Estos dos fenóm enos, el del hom bre no humano y el
tinúa siendo belleza_ fresca y perfumada, com o lo era
de la naturaleza no natural, constituyen un punto^ de
antes;^ el jardín es siempre el ámbito de la espontanei­
referencia fundamental, sobre el que se cimentara la
dad situado en las proxim idades del hom bre; la m on­
futura form a de existencia, es decir, aquella form a de
taña, el m ar y el firm am ento estrellado salen también
existencia en la cual el hom bre tiene capacidad para lle­
ahora al encuentro de la sensibilidad con la grandiosi-
var hasta sus últimas consecuencias su dom inio sobre
dad libertadora de sus respectivas imágenes. Con todo,
el mundo, en la m edida en que se proponga sus objeti­
también en este punto han de tenerse presentes las rea­
vos sin perjuicios, resuelva el problem a de la realidad
lizaciones de la «té c n ic a », tomando la palabra en su
inmediata de las cosas y utilice los elementos de esa
sentido más am plio, en cuanto abarca la explotación de
realidad inmediata para llevar a cabo sus fines. T o d o
las aguas, las comunicaciones, el turismo y la industria
ello sin v o lver la m irada hacia nada que pudiera con­
recreativa, y alcanza a todo aquello que la naturaleza
siderarse intangible según la im agen del hom bre y de
la naturaleza, propia de la época precedente.
* T a l v e z se abre aquí una vía de acceso al arte abstrae-
to, en la m edida en que es realmente «a rte » y no m ero ex-
perim ento o cultivo de la forma.
Hnmiimos técnica y con los cuales el hom bre domina
|,i naturaleza, indisolublemente vinculados a la econo-
N o era ya fá cil hablar de la transform ación operada mln de la Edad M oderna, caracterizada por un ansia de
en las relaciones con la naturaleza y con el p ropio su­ lucro sin límite, que da origen al sistema capitalista, de
jeto, tal com o las entendió la Edad M oderna, puesto ypmpleja articulación. T o d o esto era algo así com o la
que nos hallamos inmersos en ese proceso; sin embargo, Ifrupción de energías desconocidas, procedentes de pro­
aún resultará más d ifícil expresar lo que ocurre con la fundidades hasta entonces inaccesibles. E l hom bre ex­
imagen de la cultura. perimentó una viven cia totalmente diferente del mundo
Tam bién en este terreno se produce una transforma­ y, por éste, de sí mismo. L e em bargó la confianza in-
ción, que no sólo consiste en el descubrimiento de obje­ i imlonible de que se iniciaba entonces aquella era de
tos y métodos nuevos, en el desarrollo de posibilidades lo verdad respecto de la cual todo lo anterior no había
y tareas, sino que, al parecer, m odifica totalmente el «lilo sino preparación u obstáculo.
carácter de lo que llamamos «cu ltu ra ». líl hombre de la Edad M oderna está convencido de
A nosotros, hombres actuales, nos resulta d ifícil com­ iiue, por fin, se encuentra frente a la realidad. A h ora se
prender lo que ha significado la actividad cultural para Ip ubi-irán las fuentes de la existencia. Las energías des­
los albores de la Edad M oderna. Constituyó el estallido cubiertas de la naturaleza se unirán a las de su propio
de una prim avera existencial pletórica e incontenible­ »pr, y la vida se realizará en toda su plenitud. Las dis-
mente segura de su porvenir. L a matemática y las cien­ llnliis esferas del conocer, actuar y crear se construirán
cias naturales hicieron rápidos progresos. Se descubrió rmln una según sus leyes; cada una se completará con
la Antigüedad, y la ciencia histórica inició su interm i­ Iun demás; surgirá un conjunto dotado de abundancia
nable tarea. Se despertó el interés p or el hom bre, lo V de unidad grandiosa, la «cu ltu ra » precisamente, y en
cual hizo que se observase la variedad de sus m anifes­ di alcanzará el hom bre su plenitud.
taciones, y que, debido al esfuerzo por analizarlo y com­ Expresión de este m odo de pensar es la fe de la Edad
prenderlo, se crearon las ciencias denominadas antro­ Moderna en el progreso que con toda seguridad ha de
p ología y psicología. L a ciencia del Estado consideró la producirse debido al carácter lógico de la naturaleza
comunidad humana com o un gran ser v iv o , investigó ntimiina y de sus obras. Las leyes de la naturaleza, la
su desarrollo, la variedad de sus formas y las condicio­ Mtructura psicológica y lógica de la v id a humana, las
nes de su existencia. La filosofía rom pió su vincula­ relaciones mutuas de los individuos, así com o las formas
ción a la teología y se convirtió en una interrogación de proceder de los conjuntos sociológicos, todo es de
directa de los fenómenos del mundo, realizada por el lid naturaleza, que tiende por necesidad interna al des­
h om bie. El arte en todas sus manifestaciones: arquitec­ arrollo del progreso.
tura, escultura, pintura, poesía, drama, tom ó asimismo Nuestra actitud ya no es ésta. P o r el contrario, nos
el carácter de una esfera autónoma de actividad y dio a damos cuenta, cada ve z con m ayor claridad, de que la
luz un acervo inmenso de creaciones. Se configuraron Modernidad se ha engañado.
los Estados nacionales con su vehemente sentimiento No queremos decir que nosotros tratemos de criticar
de poder. Con audacia arrebatadora se tom ó posesión •im creaciones culturales; esto se realizó ya con ante­
de la tierra. Se descubrieron mares y territorios, y se rioridad. Con el incremento triunfal de evolución moder-
organizó el sistema colonial. Finalmente se realizaron litt lodas las form as de la crítica, desde la crítica educa-
todos los descubrimientos y construcciones, inconcebi­ IIvil y esperanzada hasta la pesimista y escéptica, se
bles para cualquier época anterior, a los que nosotros volcaron sobre ella. En el m omento culminante de la
evolución europea, conseguido con el Renacim iento y liento que se siente envejecido y cae en la cuenta de
el Barroco, afirm a Rousseau que la cultura, a partir de i|iiu la dirección ha pasado a pueblos más jóvenes. A pe­
un lím ite facilísim am ente perceptible, es en térm inos ónr de ello, el diagnóstico parece acertado.
generales perjudicial, y aconseja la vuelta a la natura­ Según el concepto de los últimos tiempos, la cultura
leza, que es lo único auténtico e inocente. Pero estas i'» nlgo «n a tu ra l». N o en el sentido ob vio, puesto que
actitudes sólo alcanzan a m oderar y orientar la totali­ Tunda precisamente en la aptitud del espíritu para
dad del proceso, sobre el que no existe duda en m om en­ Independizarse de su conexión con la naturaleza y si-
to alguno. Solamente la crítica cristiana penetra con ma­ liinrse frente a ella, sino en el sentido de la Edad M o ­
yor hondura: conoce p or la revelación el peligro que derna, según el cual naturaleza y espíritu constituyen un
corre el hom bre de perderse en m edio del mundo y del Indo, el todo simplemente, el universo que es necesa-
trabajo; sabe de lo «ú n ico n ecesario», y por ello está i lo y verdadero porque en él todo transcurre según las
capacitada para descubrir el interior de ese optimismo leyes del espíritu. Esta convicción es el soporte del opti­
progresista, entusiasta en un principio y después con­ mismo cultural de la Edad M oderna.
vertido en dogma. Conoce la falsedad de la idea de
autonomía, y sabe que una cultura que deja a un lado lü curso de la historia ha demostrado que esta supo-
a D ios no puede tener éxito, por la sencilla razón de deión era errónea. E l espíritu humano goza de libertad
que D ios existe. Sin em bargo, esta duda y esta crítica In mismo para el bien que para el mal; para edificar
proceden de la revelación, es decir, de algo tan externo romo para destruir. Y este aspecto negativo no consti-
a la misma cultura; p or ello, si bien están en lo cierto, luye una antítesis necesaria dentro del proceso total,
no tienen eficacia desde el punto de vista histórico. lino que es negativo en el exacto sentido de la palabra:
H oy, la duda y la crítica proceden de la cultura mis­ ne lleva a cabo, aunque no sea necesario hacerlo, aun
ma. Y a no tenemos confianza en ella. N o podemos i liando se pudiese realizar algo lícito. A h ora bien, esto
aceptarla, com o lo hizo la Edad M oderna, com o esen­ cn lo que se ha realizado de la manera más amplia y
cial m arco de vid a y su estructura fie l y auténtica. Para en puntos fundamentales. Las cosas han seguido un ca­
nosotros no constituye en m odo alguno, en cuanto «e s ­ mino falso, com o lo demuestra la situación presente.
píritu o b je tiv o », expresión de la verdad existencial. Nuestra época lo siente, y experim enta inquietud en sus
P o r el contrario, nos embarga el sentimiento de no es­ oitratos más profundos. Sin em bargo, en ello se encierra
tar de acuerdo con ella. N os vemos obligados a colocar­ inmbién su gran posibilidad de escapar al optimismo de
nos en actitud de prevención frente a ella, y no sólo In lidad M oderna y poder ver la verdad.
porque encierre errores o haya sido superada en el orden
listo se advierte en muchos aspectos de la situación
histórico, sino porque su voluntad fundamental y su
nctual; indicaremos algunos de ellos.
ideal son falsos; porque, hablando en términos genera­
les, no se puede confiar en la obra del hom bre con la Ahí está, en prim era línea, el hecho, cada v ez más
confianza que puso en ella la M odernidad. O tro tanto destacado, de que la cultura de la Edad M oderna
debemos decir con respecto a la naturaleza. -ciencia, filosofía, pedagogía, sociología, literatura—
Sin duda, una crítica de este tipo ha de tener con­ lin tenido una visión falsa del hom bre; no sólo en ciertos
ciencia siempre v iva de las fuentes de sus posibles detalles, sino en su apreciación fundamental y, por con­
errores. Pudiera suceder, en efecto, que por su boca f u ie n t e , en su totalidad.
hablase el pesimismo de un pueblo que da valor abso­ lil hom bre no es com o lo contemplan el positivism o
luto a su hundimiento; o bien, la v o z sombría de Occi- y el materialismo. Para éstos, la aparición del hombre
se debe a la «e v o lu c ió n » de la vida animal, que, a su Así podríamos seguir citando otros muchos ejemplos.
vez, se origina de diversas mutaciones en la materia. N ntlie que tenga conciencia de su condición de hom ­
Pero el hombre, a pesar de todos sus vínculos comunes bre dirá hoy que se encuentra a sí m ismo en la imagen
con el resto de las cosas, es algo esencialmente distinto, ili'l hombre que ofrece la antropología de la Edad
porque está definido por el espíritu, que, por su parte, no Moderna, sea dicha antropología de tipo biológico,
puede tener origen de m ateria alguna, otorgando a la psicológico, sociológico o de cualquier otro orden. L o
totalidad de su ser un sello especial que lo distingue Huleo con que siempre tropieza es con alguno de sus
de todos los demás vivientes. iwpectos en form a aislada: cualidades, relaciones, estruc­
E l hom bre no es tam poco tal com o lo v e el idealis­ turas; jamás se encuentra a sí mismo en form a absolu-
m o. P o r supuesto, éste admite el espíritu, pero lo iden­ in, Se habla del hombre, pero, en realidad, no se le ve.
tifica con el Espíritu A bsoluto y aplica a este últim o la Ilny una tendencia hacia él, pero que no llega a alcan-
categoría de la evolución. El proceso del Espíritu A b so­ *nrío. Se opera con él, pero él no se pone al alcance de
luto constituye el curso del mundo, y el hom bre form a In mano. Se le somete a estadísticas, se le inserta en
parte de ese curso; por consiguiente, no puede existir uiKimizaciones, se le emplea para diversas finalidades,
para él libertad alguna en el recto sentido de la palabra, lloro siempre se produce el espectáculo extraño y atroz­
ni una auténtica decisión que tenga en él su punto de mente grotesco de que todo ello se realiza con un fantas-
partida. D e aquí que tampoco pueda darse la historia en mn. Aun cuando e l hom bre sufra violencia, aunque se
el verdadero sentido del término y que el hom bre quede abuse de él, se le mutile y destroce, aquello contra lo
despojado del ám bito existencial p ropio de su ser. Pero iint; la violencia asesta sus golpes no es el hombre.
el hom bre no es así. Es sustancia finita, pero auténtica El hombre tal y com o lo ve la M odernidad no existe.
persona; su individualidad no le puede ser arrebatada, IJilii intenta constantemente encuadrarlo en categorías
su dignidad es inalienable, su responsabilidad irreem ­ ii las que él no pertenece: categorías mecánicas, bioló-
plazable. Adem ás, la historia no flu ye de acuerdo con lo ulcns, psicológicas, sociológicas, variantes todas ellas de
que le señala de antemano la lógica de un ser universal, la voluntad fundamental de convertirlo en una sustan­
sino tal y com o la determina el hom bre con su libertad. cia del orden de la «n atu raleza», aun cuando sea del de
Pero el hom bre tam poco es com o pretende el existen- in naturaleza espiritual. Sólo hay una cosa que la M o ­
cialismo. Según éste, carece de todo antecedente, de dernidad no ve y que, sin embargo, constituye al hom ­
toda esencia y de toda ley. Es absolutamente libre y se bre ante todo y en absoluto: la persona finita que existe
determina a sí mismo, no sólo respecto de su actividad, como tal, aunque no lo quiera, aunque niegue su propio
sino también en cuanto al ser. A rroja d o a una existencia ucr; que es llam ada por D ios, y está en contacto con
carente de lugar y de orden, nada tiene fuera del pro­ Imn cosas y con las demás personas. Persona que tiene
pio yo, y su vid a es radicalmente propio destino. T am ­ In libertad soberana y fecunda de poder conservar y d e s -
poco es verdad esto. El hom bre tiene una esencia que Iruir el mundo, incluso de poder afirmarse a sí misma
le da la posibilidad de decir: Soy esto y lo otro. Existe y alcanzar su pleno desarrollo o abandonarse y des­
un orden que le perm ite decir: Soy ahora y aquí, y me truirse. Y esto últim o no com o un elemento necesario
encuentro en esta determinada conexión con las cosas. dentro de un proceso suprapersonal, sino como algo
H a y un mundo circundante — universo visible y entor­ realmente negativo, evitable y en el fondo absurdo.
no— , que, si bien constituye una amenaza, también fun­ Si la cultura fuese en realidad tal com o la ha conce­
ciona com o punto de apoyo. bido la Edad M oderna, nunca hubiese podido errar
respecto del hombre, nunca hubiese podido perderlo de
vista ni borrarlo de los distintos órdenes, com o lo ha (toninos generales y rigurosamente hablando, no es ya
hecho. puieiclo y utilizado por el hom bre, sino que se sigue
ilpwuTollando autónomamente según el proceso^ lógico
L a misma conclusión se deduce del peligro, cada vez
ile los problemas científicos, de las cuestiones técnicas,
m ayor y más inminente, que tiene su origen en la cul­
ilt> Ins tensiones políticas, y autónomamente se determina
tura misma, y que la amenaza tanto a ella com o al
hom bre que la ostenta. ii In acción.
Esto significa, incluso, que el poder se hace demo-
Este peligro procede de distintas fuentes, pero sobre nfneo. El térm ino está desvirtuado por el uso oral y es-
todo de lo que constituye el fundamento de toda acti­ i rilo, como todas las palabras importantes relativas a la
vidad cultural, es decir, del poder sobre lo existente. i'Kimoncia humana; por ello es preciso recordar su ver-
E l hom bre de la Edad M oderna opina que todo incre­ ilaciero sentido antes de utilizarlo. N ada existe sin dueño.
mento del poder constituye sin más un «p ro g re s o », un NI lo existente es naturaleza — entendiendo la palabra
aumento ^de seguridad, de utilidad, de bienestar, de cu el sentido de la creación no personal— , pertenece
energía vital, de plenitud de los valores. A decir verdad, n I )¡os, cuya voluntad se expresa en las leyes según las
el poder es algo totalmente ambiguo; puede operar el lililíes subsiste dicha naturaleza. Si se hace aparición
bien com o el mal, lo mismo puede construir que destruir. tl*lltro del cam po de la libertad humana, tiene que
L o que de hecho resulte depende de la intención del pertenecer a un hom bre, y éste ha de responder de ello.
que lo maneja y de la meta a cuya consecuencia se En caso de que el hom bre en cuestión no asuma esa
aplique. A h ora bien, un análisis más riguroso pone de leNponsabilidad, no se convierte de nuevo en «natura-
m anifiesto que en el transcurso de la Edad Moderna le/.u», hipótesis imprudente con la cual se consuela la
el poder sobre lo existente, tanto cosas com o hombres, Modernidad, más o menos conscientemente; no conti­
crece ciertamente en proporciones cada ve z más gigan­ núa siendo algo totalmente disponible, com o quien dice
tescas, en tanto que el sentimiento de responsabilidad, (in reserva, sino que un elemento anónim o tom a pose-
la pureza de conciencia, la fortaleza del carácter, no van «lón de ello. D igám oslo en términos psicológicos: será
en absoluto al compás de ese incremento; pone de ma­ iniinejado p o r el inconsciente, que es algo caótico, cuyas
nifiesto que el hom bre m oderno no está preparado para posibilidades destructivas son tan poderosas por lo me-
utilizar el poder con acierto; más aún, que en gran m e­ ih)h como las salvadoras y constructivas. Pero esto no
dida incluso falta la conciencia del problem a, o bien se ,<N iodo. Cuando la conciencia humana no asume la res­
lim ita a ciertos^ peligros externos, com o los que han he­ ponsabilidad del poder, los demonios lo cogen por su
cho su aparición en la guerra y son discutidos por los mienta. Y con este término, demonios, no pretendemos
medios de comunicación. ulllizar un recurso periodístico, sino que nos referim os
Esto supone que la posibilidad de que el hombre precisamente a lo que se refiere la revelación: a seres
utilice mal el poder crece constantemente. Com o aún de naturaleza espiritual que, siendo buenos al ser crea­
no existe una ética auténtica y eficaz del uso del poder, dos por D ios, se apartaron luego de él; se decidieron
la tendencia a considerar este uso como un proceso na­ por el mal, y ahora están entregados a corrom per la
tural, no sometido a norma alguna reguladora de la li­ criación. Estos demonios son los que manejan el poder
bertad, sino únicamente a los supuestos im perativos del hombre en el caso que nos ocupa, mediante sus ins-
de la utilidad y de la seguridad, es cada vez mayor. IInlos, al parecer tan naturales, pero en realidad tan
A ú n más: el desarrollo de los acontecimientos da la absurdos; p o r m edio de su lógica humana, tan conse­
im presión de que el poder cobra objetividad; de que, en cuente en apariencia, pero en realidad tan fácilm ente
sugestionable; mediante el egoísm o humano, que se aban­ lodo ello sería propio de un prim itivism o materialista,
dona tan fácilm ente a toda clase de violencias. L a form a i|Ue se reproduce en el optim ism o de la Edad Moderna,
de desarrollo del proceso histórico de los últimos años, algún la cual la «cu ltu ra » es algo seguro de por sí.
contem plado sin prejuicios racionalistas y naturalistas, A decir verdad, «cu ltu ra » significa que las realidades
y las tendencias espirituales y psíquicas que en ellos de lu naturaleza penetran en la esfera de la libertad
hicieron su aparición, hablan con suficiente claridad. V reciben allí una potencialidad de nuevo cuño. En ellas
i|ticdan libres posibilidades de acción totalmente nue-
L a Edad M oderna ha olvidado todo esto, porque le vtiN, pero esto precisamente hace que esas realidades
ha cegado su fe rebelde en el autonomismo. H a creído i orran un riesgo y sean causa de ruina, si el hom bre no
que el hom bre podía sin más tener poder y, al em plear­ Ihn pone dentro del orden que ahora reclaman, es decir,
lo, conservar la seguridad, a causa de la naturaleza con­ dentro del orden ético de la persona. Si no fuera esto
secuente de las cosas, en virtud de la cual éstas habían iin(, ¿hubieran p odido suceder en el centro mismo de la
de conducirse dentro de la esfera de la libertad humana cultura europea cosas com o las que han sucedido en los
con la misma previsibilidad que en la de la naturaleza. id limos años? En efecto, no todas las atrocidades caen
Pero esto no sucede así. T an pronto com o una fuerza, lid cielo o, m ejor dicho, suben desde el infierno. Nunca
un elemento, una estructura o cualquier otra cosa pe­ «litemas de infam ia y destrucción inconcebibles han sido
netra dentro del radio de acción del hom bre, recibe pltincados después de períodos en que todo estaba^ en
con ello un carácter nuevo. Y a no es m era naturaleza, orden. Enormidades tan patentes no se producen única­
sino que se convierte en un elemento de la circunstan­ mente por obra de un individuo desnaturalizado o de
cia humana. Queda situado dentro de la esfera de la pequeños grupos, sino que proceden de trastornos y per­
libertad del hombre, pero también sometido a su debi­ versiones cuyo influjo se ha iniciado mucho tiem po
lidad, y, p or ello, se hace equívoco, se convierte en re­ mii tes. L o que designamos con los términos de norma
ceptáculo de posibilidades tanto positivas com o ne­ moral, responsabilidad, dignidad, conciencia despierta,
gativas. H0 desaparece de una colectividad vivien te si no per­
Una misma sustancia quím ica es diferente en un or­ dió ya su valor con mucha anterioridad. A h ora bien,
ganismo que en un mineral, porque el organismo la •I la cultura fuese lo que vieron en ella los tiempos m o­
incorpora ^a una estructura y un esquema funcional dernos, esto no hubiera podido suceder.
nuevos. Si alguien dijese que oxígeno es oxígeno, no
enunciaría un pensamiento científico, sino vulgar. Eso La Edad M oderna supuso que los elementos del mun­
acaece en sentido abstracto, pero no en sentido concre­ do permanecían tan seguros al penetrar en la esfera de
to, pues a la definición del oxígeno en concreto perte­ lu libertad com o lo estaban en la de la naturaleza; que
nece la estructura en que se encuentre. Un órgano en el nc originaba una segunda naturaleza en la que, si bien
cuerpo del animal es diferente que en el cuerpo del do un m odo más com plejo e inestable, se podía confiar
hom bre, porque aquí entra en contacto con las ma­ como en la primera. A consecuencia de ello surge una
nifestaciones vitales del espíritu, con sus afectos, sus despreocupación, incluso una inconsciencia en la u tili­
vivencias racionales y éticas y, por consiguiente, ad­ zación de lo existente, tanto más inconcebible para el
quiere posibilidades nuevas tanto de creación com o de ijlie la observa cuanto m ayor sea el ahínco con que in­
destrucción; para ver esto no tenemos más que com pa­ vestigue el curso del proceso cultural. Y de aquí pro­
rar lo que se atribuye « a l corazón » de un hom bre con cede un peligro cada vez m ayor así de orden m aterial
lo que se le atribuye al de un animal. N o percatarse de como espiritual; lo mismo para el hom bre que para su
obra; igualmente para el individuo que para la colee* dellnllivns no por m edio de la «n a tu ra leza », sino a tra-
tividad. lo decisiones. Asim ism o, lo que la ciencia descubre
La conciencia de todo esto se abre paso paulatina» wiiiiii sustancia de las cosas es también precisamente
mente. Si lo hace con suficiente rapidez com o para de­ |H milnnilcza, de form a que también respecto de ella
tener una catástrofe de carácter mundial, mucho mayor |l designación elegida parece sufrir una contradic­
de lo que supone una guerra, es cuestión aparte. D e to­ e n on sí misma.
dos modos, la supersticiosa fe de la burguesía en la consiguiente, sólo m e queda esperar que el lector
seguridad intrínseca del progreso se ha resquebrajado. (pinprenda ambos términos tal com o aquí se entienden,
Muchos sospechan que «cu ltu ra » es algo distinto de lo pilo es, en sentido histórico. Q ue entienda por lo «hu-
que por tal ha entendido la Edad M oderna, que no so Himiio» aquella form a de ser hom bre que constituyó el
trata de una bella seguridad, sino de una empresa a vida ifj^nl desde la Antigüedad hasta avanzada la Edad M o-
o muerte, de la que nadie sabe cóm o va a salir. Hl'iut. y lo «n a tu ra l» com o aquella imagen de la reali-
Hem os hablado de un «h om bre no hum ano» y de una |)hiI i-xlerna que este hom bre contemplaba en torno a sí
«naturaleza no natural». A h o ra tendríamos que hallar |f culi In que estaba en relación.
un término que expresara el carácter de la obra humana A In cultura del futuro no sé en realidad qué deno-
del futuro. C onfieso que no he podido encontrarlo. Esaa Wllineión asignarle, pues si bien sería correcto hablar
dos denominaciones son ya equívocas. En el concepto lie unn cultura no cultural en el sentido que se da aquí
de lo «h u m a n o» está incluido lo relativo al hombre, ■ eiln.s expresiones, no podemos utilizar esta termino-
aunque la denom inación elegida signifique literalmente lüyfn porque resultaría muy imprecisa.
la negación de lo relativo al hom bre *. Y , sin embargo, l)c lodas formas, el hom bre no humano, la naturaleza
bajo esa denom inación se habla del hombre. T a l vez Un nnlural y la fórm ula que aquí vislumbramos de la
pudiera incluso decirse que se trata de un esfuerzo su­ liliin humana del futuro constituyen una unidad.
prem o por poner en claro eso que llamamos «h o m b re »; lÍNln imagen de la obra humana es profundamente
de una última opción en la que se define su ser, ese ser dlillnln de la que le ha precedido. L e falta precisa-
que ha de recibir en cada caso sus determinaciones IIU’Mli' lo que constituye la «cu ltu ra » en sentido antiguo:
U fecundidad tranquila, la prosperidad, el carácter bien­
hechor. Es incomparablemente más dura y penosa. Ca­
* Emplea Guardini dos vocablos, «h u m an » y «mensch-
len' de carácter orgánico tanto en el sentido de des­
lic h ». Como en castellano no disponemos sino del térmi­
no «h u m an o», nos hemos visto obligados a traducir «mensch- arrollo como en el de proporción. Supone un acto de
lic h » por la paráfrasis « lo relativo al h om b re», y «das Voluntad y se realiza mediante el esfuerzo. D e ella no se
N icht-M enschliche» por la frase «la negación de lo relativo ilerlvn un ambiente de asentamiento seguro y de pros-
al hom bre». Es decir, que mientras el término «m enschlich» neildnd; antes bien, junto a ella se insinúan conceptos
abarca todo lo que encierra el concepto de «h o m b re », la IhIi'n como los de campo de trabajo y campamento de
palabra «h u m an» tiene un sentido mucho más restringido jlirrni.
y se refiere únicamente a «u na form a determinada de ser
I ,n obra humana del futuro — aún tendremos que v o l­
h om b re», en frase de Guardini, «a la que constituyó el ideal
ver sobre ello— presentará ante todo un rasgo esen-
desde la Antigüedad hasta avanzada la Edad M od ern a».
Esto supuesto, el texto alemán dice así: « I m B egriff des cliil: el del riesgo. L a necesidad y el sentido de la cul-
"H um anem ” liegt der des Menschlichen, so dass die Be- (Uru tienen su fundamento más sencillo en que la
zeichnung wortmássig das Nicht-Menschliche bedeutet». Vllllurn es fuente de seguridad. Esto expresa principal-
(N . del T.). llienle la vivencia del hombre prim itivo que se veía
rodeado por una naturaleza no com prendida ni domi*
tmblo el recto em pleo del poder. El hom bre de la Edad
nada. Para él, cultura significaba todo aquello q u j
Moderna no está preparado para el enorme incremento
pusiera freno a estas fuerzas sofocantes e hiciera posl«
lie mi poder. T o d a vía no existe una ética del uso del
ble la vida. Poco a poco fue aumentando la seguridad* ■Oder bien elaborada y dotada de eficacia; menos aún
L a naturaleza dejó de ser algo extraño y peligroso y 89
IIMit educación orientada a lo mismo, ni en las minorías
convirtió en aquella fuente de bienes inagotables, d9
lll en las masas.
energías renovadoras siempre activas y de datos siem*
Todo esto ha hecho que el riesgo esencial que lleva
pre inmediatos que v io en ella la M odernidad. Pero
»il MÍ la libertad haya adquirido caracteres de urgencia.
luego las relaciones para con la naturaleza sufrieron
Ciencia y técnica han puesto a nuestra disposición tanto
una nueva m odificación: con el transcurso de la historia
lu* energías de la naturaleza com o las del hom bre, en
el hom bre entró de nuevo en un ambiente de riesgo;
Inl forma que pueden tener lugar catástrofes de dimen-
ahora bien, este riesgo tenía su origen en aquellos es­
lltines inconcebibles, así desde el punto de vista de su
fuerzos y creaciones que habían servido para vencer el
Intensidad como del de su duración. Con la m ayor exac­
prim er riesgo, es decir, en la cultura misma.
titud se puede decir que a partir del m omento actual
N o procede de dificultades aisladas para cuya solu>
comienza un nuevo período de la historia. A partir de
ción no estuviesen aún preparadas la ciencia y la téc­
(Hora, y para siempre, el hombre va a v iv ir al borde
nica, sino que se deriva de lo que constituye un inte­
lie un riesgo que afecta a la totalidad de su existencia
grante de toda actividad humana — incluso de la más
y cuya intensidad irá en aumento constante.
espiritual— , es decir, del poder. Ten er poder quiere de­
Si a lo dicho añadimos todavía la idea anquilosadora,
cir dom inarlo todo. D ejar sin eficacia cualquier m ani-'
untes descrita, de una cultura segura de sí misma y que
festación de lo existente que se enfrente con nuestra
limendra seguridad, verem os que la Hum anidad actual
vida; m ejor dicho, someterlas a las exigencias de dicha
(tullí muy mal preparada para administrar el patrim onio
vida. Este fenóm eno se ha realizado de una form a ter­
formado por el poder adquirido hasta el presente. La
minante; el hombre dom ina en gran m edida los efectos j
ilinación puede siempre desbordarla, y no solamente en
inmediatos de la naturaleza. Sin em bargo, no dom ina sus i
min elementos débiles, sino también, y sobre todo, en
efectos indirectos, el «d o m in a r» mismo. T ien e poder
iiin elementos activos, en sus ejecutivos, organizadores
sobre las cosas, pero no lo tiene todavía — hablemos í
y dirigentes. El prim er ejem plo espantoso de esto lo he­
con más optim ism o— sobre su poder.
mos vivido en las dos décadas últimas. Sin em bargo, las
E l hombre es libre y puede usar de su poder com o le
OOitis no parecen indicar que esto haya sido realmente
place. Pero ahí precisamente radica la posibilidad de
comprendido por una m ayoría suficiente. Cada vez más
que lo em plee torcidamente, entendiendo por torcido llene uno la im presión de que el instrumento em pleado
tanto si se usa para el m al com o para la destrucción. pura resolver los problemas que crecen com o una riada
¿Q u é garantía hay de que se use rectamente ese poder? pi, en últim o término, la fuerza. A h ora bien, esto sig­
Ninguna. N o existe garantía alguna de que la libertad nifica que el uso equivocado del poder se ha convertido
adopte una decisión recta. L o más que puede darse es
en norma.
una probabilidad, y ésta reside en que la buena voluntad
se_ convierta en una convicción, en una actitud, en un IU problem a central, en torno al cual va a girar la
hábito. A h ora bien, un análisis libre de prejuicios tiene Inrea cultural del futuro y de cuya solución dependerá
que com probar — como ya lo hemos advertido— que lodo, no solamente el bienestar o la miseria, sino la vida
carecemos de una form ación de hábitos que haga pro- 0 la muerte, es el problem a del poder. N o el de su
aumento, que se opera por sí solo, sino el de su suje­ V además tiene contra sí, com o toda la fortaleza heroica
ción, el de su recto uso. (Id verdad, a la m ayoría, a la opinión pública, y a la
L a incultura en su prim era form a está vencida: la mentira concretada en consignas y organizaciones.
naturaleza inmediata obedece. Pero esa incultura pe­ Todavía se ha de añadir un tercer elem ento: el as­
netra de nuevo dentro de la misma cultura, y su instru­ cetismo.
m ento es precisamente lo que proporcionó el triunfo lil ascetismo era algo que repugnaba radicalmente al
sobre su form a originaria: el poder mismo. «ontimiento de la M odernidad; constituía el conjunto
En esta segunda form a de incultura se han vuelto n lio lodo aquello que ella quería eludir. Pero, precisa­
abrir todos los abismos de los tiempos prim itivos. La mente por esto, la Edad M oderna se durmió internamen-
prolífica y sofocante vegetación de los bosques vuelve a le y se destruyó a sí misma. El hom bre tiene que apren­
ganar terreno. Nuevam ente hacen su aparición toda la der a ser dueño de sí mediante el vencim iento y la
angustia de los desiertos, todo el horror de las tinieblas. nlmcgación, y con ello a ser dueño de su propio poder.
E l hom bre se encuentra de nuevo ante el caos; y esto es I,n libertad que da este dom inio orientará aquella serie­
tanto más espantoso cuanto que la m ayor parte no lo dad hacia las soluciones verdaderas, en tanto que hoy
ven en absoluto, porque por doquier hablan personas Vemos cómo se em plea en ridiculeces una gravedad casi
científicam ente preparadas, hay máquinas en marcha y metafísica; hará que el mero valor se convierta en for-
funcionan oficinas. lnleza y desenmascarará los pseudoheroísmos, en virtud
de los cuales se deja inm olar el hombre, fascinado por
T a l vez con lo dicho se haya visto más claramente pieudoabsolutos.
p o r qué nos preguntamos si debíamos utilizar la deno­ De todo esto tiene que surgir, por últim o, un arte
m inación de «cultura no cultural». En efecto, si lo que o«piritual de gobernar, en el cual se someta al poder
hizo el hom bre de siglos pasados y que constituyó su con el poder; que distinga entre lo justo y lo injusto,
asentamiento fue cultura, esto que ahora nos ocupa es entre el fin y los m edios; que sea m oderado y logre un
realmente algo diferente; el ámbito existencial en que se j medio dentro de los esfuerzos del trabajo y de la lucha,
sustenta es otro; su carácter es distinto y distinto es lo pura que el hombre pueda v iv ir con dignidad y alegría.
que de ello depende. Solamente esto constituirá el verdadero poder.
L a virtud básica será ante todo la seriedad en el de­
seo de verdad. T a l ve z se pueda ver un paso hacia ella T al vez he conseguido poner en claro que aquí no se
en la objetividad que puede apreciarse en muchas cosas. predica ningún pesimismo; m ejor dicho, ningún pesi­
Esta seriedad impulsa a enterarse de qué se persigue mismo falso, pues existe también uno verdadero, sin el
con todas las habladurías sobre el progreso y la explo­ cual nada se hace que lleve sello de grandeza. Este
tación de la naturaleza y a cargar con la responsabilidad último constituye la fuerza penetrante que hace capaces
que la nueva situación impone. de trabajar sin desfallecer al corazón fuerte y al espíritu
L a segunda virtud será la fortaleza; una fortaleza sin ! con dotes creadoras.
aspavientos, espiritual y personal, que se enfrenta con ) La verdad es que dicho pesimismo debía ser fom en­
el caos amenazante. H a de ser más pura y briosa que la tado y orientado hacia la única opción verdadera, situada
que se necesita para enfrentarse con las bombas atómicas por encima de las numerosas opciones que importuna­
y con los instrumentos inventados para sembrar bacte- ; mente tratan de hacerse aceptar en todas partes. Las
rias, ya que ha de resistir al enemigo universal, al caos posibilidades que ofrece dicha opción son las siguientes:
que hace progresos dentro de la misma obra del hombre, o el hundimiento en una destrucción tanto interna com o
externa, o bien un mundo nuevo donde viv a una Hum a­ In diafanidad y sinceridad de esa relación. A h ora bien,
nidad consciente y con capacidad para el futuro. el problema de saber en qué m edida el hom bre medie-
N o vamos a detenernos aquí a reflexionar sobre la vttl es capaz de tener en términos generales experiencia
esencia y carácter de esa form a nueva de mundo. T en ­ de la realidad religiosa, de saber hasta qué punto tiene
dríamos mucho que decir si relacionásemos entre sí los vivencia de la relación con lo divin o y hasta qué punto
múltiples brotes que se observan de tal concepto; si es­ Hel lia esa relación en su vida de un m odo inmediato,
tudiásemos las características de las formas y estructuras t'N cuestión distinta. En la Edad M ed ia la capacidad para
en gestación y tratásemos de com prender los m otivos pulo último fue grande. Se desarrolló la experiencia
y actitudes operantes en ese proceso. Pero rebasarían religiosa con solidez, profundidad y delicadeza. Todas
el m arco de nuestras reflexiones, por lo cual tenemos Imn cosas y relaciones de la vida estaban saturadas de
que dejarlo para otra ocasión. liguo religioso. Poesía y arte, form as políticas, sociales
y económicas, costumbres, tradiciones y leyendas mues-
11 im, incluso con independencia de sus respectivos con­
5 tenidos, que toda la existencia ostentaba un carácter
religioso. En este punto la Edad M edia se hallaba en
L o expuesto nos ofrece la posibilidad de decir algo relación de continuidad rigurosa con la Antigüedad, in-
sobre la religiosidad del futuro, con todas las reservas i luso con los albores de la historia; pero, además, ope-
que la situación im pone a manifestaciones de este tipo. I iilia en ella la vitalidad de los jóvenes pueblos nórdi-
V olvam os de nuevo la vista hacia el pasado. i'iin, que afluyó a raudales con la invasión del continente.
En la Edad M edia todos los estratos y ram ificaciones Ahora bien, estas aptitudes religiosas son cosa distinta
de la vida estaban inform ados por lo religioso. La fe lio la religiosidad cristiana; de la misma manera, lo que
cristiana constituía la verdad universalmente aceptada. le vio en las cosas y acontecimientos con esas aptitudes
La legislación, la organización social, la ética tanto pú­ linda tiene que ver con el contenido de la revelación. Sin
blica com o privada, el pensamiento filosófico, el trabajo embargo, existe alguna relación entre ambas esferas de
artístico, las ideas que m ovían la historia, todo, en cual­ experiencia: la religiosidad natural queda purificada
quier sentido que fuese considerado, ostentaba el sello por la revelación y elevada por ella a su esfera y signi­
común de ser cristiano y estar sometido a la Iglesia. Con ficado. Esa religiosidad, por su parte, aporta a la fe
esto nada queremos decir sobre el valor humano y cul­ cristiana energías prim itivas y elementos cósmicos y vi-
tural de tal o cual figura, ni de las obras que corres­ Iii les mediante los cuales el contenido de la revelación
ponden a ese cuadro histórico; no obstante, hasta la queda referido a la realidad terrena.
form a de producirse una injusticia estaba sometida a Un el transcurso de la Edad M oderna esta situación
los principios cristianos. L a Iglesia tenía la más estrecha «ufre una m odificación profunda. Se duda cada vez más
unión con el Estado, e incluso en aquellos casos en hondamente de la verdad de la revelación cristiana; su
que el em perador y el papa, el príncipe y el obispo man­ vnlor para la ordenación y dirección de la vida es im­
tenían relaciones tirantes, se acusaban y difam aban pugnado con firm eza creciente. Para colm o, la orienta­
mutuamente, no fue puesta en tela de juicio la Iglesia ción de la cultura se pone en contradicción cada vez
en cuanto tal. unís aguda con la Iglesia. La nueva pretensión de que
_ D e esto hay que distinguir otra cosa. Fe cristiana sig­ Iiin distintas esferas de la vida y de la actividad — polí-
n ifica relación personal con el Dios que se manifiesta tlca, economía, organización social, ciencia, arte, filo so ­
a sí mismo, y la categoría de la fe práctica se m ide por fía, pedagogía, etc.— debían ser desarrolladas partiendo
sólo de sus principios internos, aparece com o algo cada vista estéticos, y la pedagogía, com o form ación de aquel
vez más evidente. D e este m odo, se configura una forma hombre, es capaz de sustentar esta construcción gran­
de vid a no cristiana y, en múltiples aspectos, anticris- illosa y esta cultura. En la m edida en que esto aconte­
tiana. D icha form a se im pone de un m odo tan lógico, cí', se va desvaneciendo la sensibilidad religiosa. Adver-
que aparece com o lo normal, y el postulado de que la IIrnos una vez más que bajo esta denom inación no
vid a tiene que ser dirigida p or la revelación recibe el pnlendemos la fe en la revelación cristiana ni una con­
carácter de una usurpación de la Iglesia. Hasta el cre­ ducta de vid a definida por esa fe, sino la aptitud natural
yente acepta en gran m edida esta situación, por cuanto luii'ii aprehender el contenido religioso de las cosas; el
que piensa que las cosas religiosas constituyen una es­ sentirse impresionado ante el misterioso flu ir del uni­
fera propia, así com o las cosas del mundo constituyen verso, tal com o se da este fenóm eno en todos los pue­
la suya; que cada esfera debe configurarse según su
blos y en todas las épocas.
propia naturaleza, y que debe quedar reservada al indi­ Pero esto significa que el hom bre de la Edad M oderna
viduo la determinación de la m edida en que desea v iv ir no sólo pierde en gran medida la fe en la revelación
dentro de cada una de ellas.
i ristiana, sino que experim enta un debilitam iento en su
Consecuencia de ello es que, de un lado, surge una i npacidad religiosa natural, de tal form a que considera
existencia laica autónoma, libre de influencias cristia­ ni inundo cada v ez en m ayor m edida com o realidad pro-
nas directas, y de otro, un cristianismo que im ita de un Inna. A h ora bien, las consecuencias de esto son trascen­
m odo característico esa «a u ton om ía ». A s í com o surge
dentales.
una ciencia puramente científica, una econom ía pura­ Así, por ejem plo, el enlace de los acontecimientos que
mente económica, una política puramente política, nace constituyen la vid a no se le presenta ya com o aquella
también una religiosidad puramente religiosa. D icha re­ Providencia de la que habló Jesús, ni siquiera como
ligiosidad pierde cada v ez más la relación inmediata tiquel misterioso destino sentido por la Antigüedad, sino
con la vida concreta, su valid ez general es cada vez como una mera sucesión de causas y efectos empíricos,
menor, se lim ita con creciente exclusividad a la ense­ cuyas leyes pueden ser conocidas, haciendo posible así
ñanza y práctica «puram ente religiosas», y para muchos In orientación del proceso. Este hecho tiene múltiples
tiene todavía el único sentido de dar consagración reli­ manifestaciones; pero hay una, el sistema m oderno de
giosa a ciertos momentos culminantes de la existencia, seguros, que tal v ez encierre las características de todas
com o el nacimiento, el m atrim onio y la muerte.
Ins demás. Si se le considera en esa última fase de per­
P o r regla general, cuando se habla de la situación feccionamiento que ha experim entado ya en muchos
religiosa de la Edad M oderna, se piensa en este estado
puíses, aparece claramente com o rem oción de todo fon ­
de cosas. Pero también se puede hacer referencia a algo do religioso. Todas las eventualidades de la vida son
más, es decir, a la disminución de aquella sensibilidad
«previstas», apreciadas según su frecuencia e importan­
religiosa espontánea de la que hemos hablado.
cia y neutralizadas.
Se estudia la naturaleza cada vez más por vías expe­
Los acontecimientos decisivos de la vid a humana:
rimentales y racionales; la política es considerada como concepción, nacimiento, enferm edad y muerte, pierden
un m ero juego de fuerzas e intereses; la econom ía, ela­
su carácter misterioso. Se convierten en procesos bio-
borada a base de la lógica de la utilidad y de la pros­
lógico-sociales de los que se ocupan una ciencia y una
peridad; la técnica, manejada com o un gran sistema de
técnica médicas, que cada vez adquieren más seguridad.
instrumentos al servicio de cualquier finalidad; el arte,
I'cro en la m edida en que dichos acontecimientos cons­
considerado com o una creación basada en puntos de
tituyen hechos que no pueden ser dominados, quedan
«anestesiados», convertidos en algo sin importancia, y mentó significa sólo que éste queda inform ado de que
aquí aparece en la periferia del campo cultural la técnica Irli a presidio en caso de no decir la verdad; fórm ula
com plem entaria para superar racionalmente la enferm e­ cuyo sentido es insignificante y cuya eficacia es, sin
dad y la muerte, es decir, la elim inación de aquella vida iluda, nula.
que la propia vida no considera ya digna de vivirse Tod o lo existente trasciende su propio ser. T o d o acon­
o que el Estado juzga no acorde con sus fines. tecimiento significa más que su realización escueta. T o d o
El acento religioso que antes se ponía en el Estado, luce referencia a algo que está por encima o más allá
su soberanía, basada en una consagración divina, de tic sí. Solamente desde ese algo recibe su plenitud. Si
cualquier form a que esa consagración fuese entendida, c n c algo se desvanece, tanto las cosas com o las estruc­

se desvanece. El Estado m oderno recibe todo poder del turas quedan vacías; pierden su razón de ser, no engen­
pueblo. Durante breve tiem po se intenta dar ese carác­ dran ya convicción. L a ley del Estado es algo más que
ter soberano al pueblo mismo — véanse, por ejem plo, un mero conglom erado de normas que expresan la con­
las concepciones del romanticismo, del nacionalism o y ducta autorizada públicamente; tras ella está algo intan­
de la democracia en sus com ienzos— . Pero la idea pier­ gible que, cuando la ley es infringida, pone de relieve
de pronto su vigor y significa únicamente que el «p u e­ *u valor en la conciencia. El orden social es algo más
b lo », es decir, la m ayoría de un Estado, exteriorizando que una mera garantía de una vid a en común sin fric­
de algún m odo su voluntad, constituye la últim a instan­ ciones; tras él hay algo que convierte en profanación
cia para el desarrollo de las medidas de ese Estado, en cualquier lesión del mismo. Este elemento religioso hace
tanto no haya un grupo determinado que, teniendo el que las distintas form as de conducta, obligatorias para
poder en sus manos, sea el que realmente gobierne. el ser humano, se realicen también «c o n espontanei­
dad», sin presión externa; que los distintos elementos
Otras muchas cosas por este tenor pudieran aún de­ del hombre se mantengan en relación recíproca y cons­
cirse. P o r todas partes se constituyen formas de existen­ tituyan una unidad. E l mundo meramente profano no
cia, cuyo único fundamento es la realidad empírica. existe; ahora bien, cuando una voluntad obstinada con-
A h ora bien, de aquí surge el problem a de si es posi­ nlgue elaborar algo hasta cierto punto semejante a este
ble, a la larga, una vida constituida de este m odo: tipo de mundo, esa construcción no funciona. Es un
¿ T ien e el sentido que ha de tener para poder seguir artefacto carente de sentido. N o convence a la razón
siendo vid a humana? ¿Puede, además, alcanzar ella sola viva, latente bajo la capa de la razón racionalista. El
los fines que han de alcanzarse en cada caso? ¿ N o pier­ corazón tiene el presentimiento de que en el mundo
den su fuerza las instituciones si únicamente se consi­ no «v a le la pen a» que se viva.
dera su existencia em prírica? El Estado, por ejem plo, Sin el elemento religioso, la vid a se convierte en algo
necesita del juramento, que constituye la fórm ula de parecido a un m otor sin lubrificante: se calienta. A cada
m áxim a obligatoriedad que tiene el hom bre para hacer Instante se quema algo. Por todas partes se desencajan
una declaración o para comprometerse a una empresa. piezas que habían de engranar con toda precisión. Se
A h o ra bien, el juramento tiene esa fuerza en la m edida descentra, y se sueltan las ensambladuras. L a existencia
en que quien lo presta pone a Dios, expresa y solemne­ se desorganiza, y entonces hace su aparición aquel cor­
mente, por testigo de su declaración. Pero ¿y si, llegan­ tocircuito que se está produciendo desde hace treinta
do al extrem o a que apunta la tendencia de la Edad años en proporciones siempre crecientes: se emplea la
M oderna, el juramento no pone ya com o térm ino suyo violencia. A causa de ella, la desorientación busca una
a D ios? Entonces la declaración del que preste jura­ Nalida. Si los hombres dejan de sentirse vinculados des­
de dentro, recibirán una organización externa; y, para mitlludcs en cuestión corresponden simplemente al des-
que la organización funcione, el Estado la sustenta con n ito IIo de la naturaleza humana ignora el sentido real
su coacción. Pero ¿se puede viv ir, a la larga, m ovidos ilil los mismos; más aún, desemboca — digám oslo sin
solamente por la coacción? jodeos — en un fraude que pertenece también, para
i|illcn vea las cosas com o son, al cuadro de la M od er­
Hem os visto que desde comienzos de la Edad M oder­ nidad.
na se trabaja por elaborar una cultura no cristiana.
Durante mucho tiem po esta actitud negativa apunta I.a cualidad de persona pertenece a la esencia del
únicamente al contenido mismo de la revelación, no a hombre; pero solamente se hace visible y puede ser
los valores éticos, sean individuales o sociales, que se (firm ada por la voluntad m oral si mediante la revela­
han desarrollado bajo la influencia de aquélla. Por el ción se abre paso a la relación con el D ios personal v i­
contrario, la cultura de la Edad M oderna sostiene que vo en los dogmas de la filiación divina y de la divina
se basa precisamente en estos valores. Según su punto providencia. Si esto no ocurre, tendremos conciencia del
de vista — aceptado en gran m edida por los estudios Individuo bien dotado, distinguido, genial, pero no de
históricos— , los valores, por ejem plo, de la persona, de Ih persona auténtica, que constituye una determinación
la libertad, responsabilidad y dignidad individuales, rmllcul de todo hom bre por encima de todas sus cuali­
del respeto mutuo y de la mutua ayuda, constituyen dades psicológicas o culturales. A sí, pues, el saber acer­
posibilidades innatas en el hombre, descubiertas y des­ co de la persona queda ligado a la fe cristiana. La afir-
arrolladas p or la Edad M oderna. A firm a esta tesis que mnelón y el cultivo de la prim era sobreviven cierta­
es cierto que la form ación humana de los prim eros tiem­ mente durante algún tiem po a la extinción de esa fe,
pos del cristianismo cuidó de desarrollar esos gérme­ pero luego van desapareciendo paulatinamente.
nes, al igual que la Edad M edia fom entó la vid a in­ Lo mismo puede decirse de aquellos valores que cons-
terior y la práctica de la caridad. N o obstante, la auto­ llluyen el desarrollo de la conciencia de ser persona.
nom ía de la persona hizo posteriormente su aparición, A h í . por ejem plo, de aquel profundo respeto, no a la
y se trata de una conquista de orden natural, indepen­ inteligencia extraordinaria o a la posición social, sino a
diente del cristianismo. Este m odo de ver las cosas se In realidad de la persona en cuanto tal: a su unicidad
acuña en múltiples expresiones; una de ellas, especial­ cnnlitativa y a su carácter irrem plazable e inalienable
mente representativa, la hallamos en los derechos del un lodo hombre, aun cuando en lo restante tenga éste
hombre, proclamados por la Revolución Francesa. Ih misma índole y capacidad que los demás. O de
En realidad, estos valores y actitudes están vinculados m|iiella libertad que no significa la posibilidad de des­
a la revelación, que está en una relación específica con arrollarse y de gozar de la vida, reservada por ello a
lo que es humano por naturaleza. Procede de la libera­ Ion privilegiados de la naturaleza o de la sociedad, sino
lidad de Dios, pero asume lo humano dentro de su In aptitud de todo hombre para decidirse y para ser
armonía, naciendo así la estructura cristiana de la vida. dueño, con esta decisión, de sus actos y, en sus actos,
C om o consecuencia, quedan libres en el hom bre ener­ de sí mismo. O bien de aquella inclinación hacia el
gías que en sí son «n atu rales», pero que no se hubieran olro, que no supone simpatía, ayuda mutua, deber so-
desarrollado fuera de esa estructura. A parecen en el clnl o algo por el estilo, sino la posibilidad de afirm ar
cam po de la conciencia valores que, si bien son eviden­ el «tú » en él y de constituirse en « y o » mediante esa
tes en sí, solamente pueden ser descubiertos bajo esas «Urinación. T o d o esto se mantiene v iv o sólo en tanto
condiciones. P o r tanto, la tesis de que estos valores y t|iie el saber acerca de la persona conserve su vitalidad.
112 E l ocaso de la Edad M od ern a H acia una nueva imagen del m undo 113

Pero a m edida que ese saber va degenerando a la par j «I descubra el fraude de que hablamos. Se verá enton-
que la fe en las relaciones con Dios, que enseña el i |i u qué realidad se llega si el hom bre se desliga de la
cristianismo, se desvanecen también aquellos valores y nivelución y del usufructo que de ella venía teniendo.
actitudes.
El hecho de que no se reconociera la relación de la i |>cio aún no hemos dado respuesta a la pregunta si­
revelación con lo humano, de que la M odernidad se guiente. ¿D e qué naturaleza será la religiosidad del fu­
adjudicara la paternidad de la cualidad de persona y turo? N o hacemos referencia a su contenido revelado,
de la esfera de los valores personales, pero rechazara la que es eterno, sino a la manera de realizarse éste en la
revelación que constituía la garantía de esa cualidad y lililoria, a la estructura humana de ese contenido. Sobre
de esa esfera, ha dado origen al fraude intrínseco de que | Pilo habría que decir muchas cosas y se podrían hacer
antes hablábamos. T o d o este com plejo se ha ido desve- j muchas conjeturas; sin embargo, tenemos que ser breves.
lando poco a poco. E l clasicismo alemán se apoya en ] Ante todo, tendrá gran im portancia lo que hemos in-
valores y actitudes sometidos ya a revisión. Su concep- 1 illindo últimamente: el fuerte progreso de la form a de
ción del hom bre es noble y bella, pero sin la suprema j i'Xlitencia no cristiana. Cuanto m ayor sea la decisión
raíz de la verdad, puesto que rechaza la revelación, I mu que el incrédulo niegue la revelación, y cuanto más
aunque se nutra absolutamente de sus resultados. Por j i unsecuente sea en la práctica de esa negación, tanto
esto su actitud humana em pezó a difuminarse ya en la j mayor será la claridad con que se verá lo que es ser
generación siguiente. Y no porque el n ivel de ésta fuese itlitiano. Es preciso que el incrédulo salga de la niebla
más bajo, sino porque la cultura de la persona, arranca* ilt' la secularización, que renuncie al beneficio abusivo
da de sus fundamentos, demostró ser im potente frente I ile negar la revelación, apropiándose, sin em bargo, los
al naciente positivism o. valores y energías desarrollados por ella; que ponga en
Este proceso ha seguido su camino hacia adelante, y prrtctica seriamente la existencia sin Cristo y sin el D ios
cuando más tarde brotó de im proviso el sistema de va­ revelado por él y tenga experiencia de lo que eso_ sig­
lores de las dos últimas décadas, tan rotundamente nifica. Y a N ietzsche advirtió que el hom bre no cristia­
opuesto a toda la tradición cultural de la Edad M oder­ no de la M odernidad no sabe realmente lo que signifi­
na, tanto ese carácter repentino del fenóm eno com o esa ca no ser cristiano. Las décadas pasadas han proporcio­
posición fueron meramente aparentes; lo que en reali- ] nado un esbozo de ello, y sólo constituyeron el co­
dad ha sucedido es que se hizo patente un vacío, exis- mienzo.
tente ya con mucha anterioridad: juntamente con la re- i Se va a desarrollar un nuevo paganismo, pero de na-
velación había desaparecido la conciencia de lo que es I turaleza distinta que el prim ero. Tam bién aquí encon­
auténticamente la persona y de su mundo de valores ] tramos una falta de visión clara, que afecta a otras co­
y actitudes. fias, entre ellas a nuestras relaciones con la Antigüe­
Los tiempos venideros arrojarán una claridad espan- ¡ dad. El hombre no cristiano actual tiene con frecuencia
tosa, pero salvadora, sobre estas cosas. N ingún cristiano i la opinión de que puede suprimir el cristianismo y bus-
puede alegrarse del progreso de esta actitud anticristia- ] uar un nuevo horizonte religioso partiendo de la A n ti­
na, pues la revelación no es ciertamente una vivencia ] güedad. Pero en esto yerra. La historia no puede ser
subjetiva, sino la verdad absoluta, consumada por aquel | desandada. L a Antigüedad com o form a de existir pasó
que, a su vez, creó el mundo; y todo m om ento históri- ] definitivamente. Si el hom bre actual se hace pagano, lo
co que hace im posible el influjo de esa verdad está ame­ dciá en un sentido totalmente diferente al del hombre
nazado en lo más íntimo. Sin embargo, es necesario que del tiempo anterior a Cristo. L a actitud religiosa de

i
este hombre, pese a toda la grandeza tanto de su vid liMTcna, muestra ya su im potencia por su incapacidad
com o de su obra, tuvo algo de ingenuidad juvenil. V •tro influir sobre el nuevo ambiente que va surgiendo,
v io en un tiem po en que aún no había tenido lugar T j.im intentos de los Sonetos a O rfe o , en este sentido,
opción que supone la venida de Cristo. M ediante ella adolecen de una indigencia que da lástima, y que en la
sean cuales sean sus consecuencias, entra el homb pretensión expresada en las Elegías llega a producir
en un nuevo plano existencial; Sóren Kierkegaard pusJ ixlrnñeza.
en claro esto de una v ez para siempre. I Por lo que hace, finalm ente, a concepciones com o la
L a existencia del hom bre cobra, a partir de esa opción lili cxistencialismo francés, que niegan de form a tan
una seriedad que la Antigüedad no conoció, porque no brutal el sentido de la existencia, uno se pregunta si no
podía conocerla. D icha seriedad no tiene su origen en i D e s tit u ir á n una especie de romanticismo desesperado,
una madurez meramente humana, sino en el lla m «* uuya posibilidad se debe a las conmociones de las últi-
m iento de Dios, que la persona oye a través de Cristo, mus décadas. Una tentativa no sólo de colocar la exis­
A b re ésta los ojos, y queda, quiéralo o no, despierta. Su tencia en contradicción con la revelación cristiana, sino
origina de la participación a lo largo de los siglos de la tic basarla en fundamentos independientes de la misma
existencia de Cristo; de la experiencia de aquella tre* y totalmente secularizados, habría de caracterizarse por
menda claridad con la que él «h a sabido lo que hay en un realismo completamente distinto. Tendrem os que es­
el h o m b re», y de aquel valor sobrehumano con quo perar para ver en qué m edida logra el mundo oriental
el abordó la existencia. D e ahí el extraño efecto quo Convertir esa tentativa en realidad y qué ocurrirá en­
nos producen los anticristianos de no haber alcanzado tonces con el hombre.
la madurez al apoyarse en la fe de la Antigüedad.
D ígase lo mismo de la revalorización de la m itolo­ La fe cristiana, con todo, tendrá que cobrar nuevas
gía nórdica. A no ser que sirva únicamente para encu- energías. Tam bién ella ha de escapar a las seculariza­
brir fines de poder, com o en el nacionalsocialismo, es ciones, parecidos, im perfecciones y confusionismos.
tan vana com o la de la m itología antigua. El paganismo Y aquí sí que podemos permitirnos, a m i parecer, una
nórdico se encontraba igualmente ante la opción que le J firme confianza.
obligaba a abandonar el v iv ir oculto y, a la vez, lleno | /VI cristiano siempre le ha resultado singularmente
de trabas de una existencia natural, con sus ritmos e difícil entenderse con la M odernidad. Esto plantea un
imágenes, para penetrar en el mundo serio de la perso- ] problema que requeriría un análisis más preciso. N o
na, fueran cuales fueren las consecuencias de esa opción. I queremos decir que la Edad M edia, en cuanto época
Con m ayor razón ha de decirse lo mismo de todas i histórica, haya sido en absoluto cristiana y, por el con­
las tentativas de crear una nueva m itología mediante la I trario, la Edad M oderna no cristiana. Esto sería caer en
secularización de pensamientos y actitudes cristianos, I «quel romanticismo que ha dado origen a tantas des­
com o sucede, por ejem plo, en la poesía de R ilk e de últi- I orientaciones. L a Edad M edia tuvo su base en una es­
m a hora *. L o que esta poesía tiene de original, es de- I tructura del pensamiento, del sentimiento y de la acti­
cir, la voluntad de quitar a la revelación su carácter j vidad que, en principio y com o tal estructura, fue neu-
trascendente y fundamental, una existencia únicamente tfa| — si así podemos hablar— respecto del dogma. L o
mismo vale para la Edad M oderna. En ella el hombre
* En mi libro E l análisis del ser en Rainer María Rilke tic Occidente adoptó la actitud de autonomía individual,
ofrezco más precisiones a estas ideas en una interpretación lo cual no constituye todavía afirm ación alguna sobre
completa de las Elegías a Duino. el uso religioso y m oral que hizo de esa autonomía. El
ser cristiano se basa en una actitud ante la revelación,
En el mismo sentido actuará también la disminución
que puede adoptarse en cualquier p eríodo de la histo­
de la energía religiosa directa, al igual que la capaci-
ria. Partiendo de esto, lo mismo se puede decir que la
llnd de experiencia y de creación religiosas de que he­
revelación es algo próxim o a una época cualquiera que
mos hablado. L a omnipresencia de la religión ayuda a
decir que es rem ota a ella. A sí, pues, también en la
creer; pero también- puede oscurecer y secularizar el
Edad M edia se dio la incredulidad en todos los grados
contenido de la fe. Si esa omnipresencia disminuye, la
de opción, del mismo m odo que en la M odernidad se ha
fu se hará más rara, pero en cambio más pura y vigorosa.
dado una fe cristiana auténtica. Sin em bargo, esta últi­
Heeibe una m ayor capacidad para percibir lo que existe
ma fue de otra naturaleza que la de la Edad M edia. A l
realmente, y su centro de gravedad se aloja más honda­
cristiano de la M odernidad le correspondió llevar a la
mente en la esfera de lo personal: en la opción, en la
práctica su fe partiendo de los presupuestos históricos
«Inceridad y en la abnegación.
de la autonomía individual, y lo hizo en form a absolu­
tamente igual a aquella en que la Edad M edia cumplió
Lo que hemos dicho sobre la situación y su riesgo
su tarea en este aspecto. Pero, p or otra parte, este cris­
vnlc también aquí respecto de la actitud cristiana, que
tiano encontró obstáculos que le hicieron d ifícil asimilar
luibrá de tener un sello especial de confianza y fortaleza.
su época tan sencillamente com o lo había p odido hacer
Con frecuencia se ha hecho al cristianismo el repro­
el cristiano del período precedente. E l recuerdo de la
che de que en él se pone a salvo el hom bre del riesgo
sublevación de la M odernidad contra D ios fue demasia­
de la situación moderna. En esto hay mucho de verdad,
do v iv o ; su form a de poner todas las esferas de la acti­
y no sólo porque el dogm a con su objetividad crea un
vidad cultural en contradicción con la fe y a ésta mis­
HÓtido sistema de pensamiento y de vida, sino también
ma en una situación de inferioridad fue excesivamente
porque en la Igelsia viven aún un acervo de tradiciones
sospechosa. Adem ás, se produjo aquello que hemos
culturales que fuera de ella han muerto. En el futuro,
llam ado el fraude de la M odernidad, aquella doblez,
til reproche tendrá cada vez menos fundamento. E l pa­
que consistió en negar de una parte la doctrina y el or­
trimonio cultural de la Iglesia no podrá sustraerse a la
den cristiano de la vida, mientras reivindicaba de la
ruina general de lo tradicional, y en aquellos aspectos
otra para sí la paternidad de los resultados humano-
0 1 1 que todavía perdura, se verá agitado por muchos pro­
culturales de esa doctrina y de ese orden. Esto hizo que
blemas. Por lo que hace al dogma, pertenece ciertamen­
el cristiano se sintiera inseguro en sus relaciones con la
te a su esencia el sobrevivir a todos los cambios tem­
E dad M oderna: p or todas partes encontraba en ellas
porales, ya que se funda en lo supratemporal; no obstan­
ideas y valores cuyo abolengo cristiano era m anifiesto,
te, puede presumirse que el sello de la form a de vid a se
y que, sin embargo, eran presentados com o pertenecien­
dejará sentir en él con especial claridad. Cuanto m ayor
tes al patrim onio común. En todas partes tropezaba con
*cn el rigor con que el cristianismo se reafirm e com o lo
elementos del patrim onio cristiano, que, sin embargo, se
no evidente, cuanto más hondamente haya de distin-
volvía n contra él. En tal situación, ¿cóm o iba a tener
Hiiirse de una concepción dominante no cristiana, tanto
confianza? Estas contradicciones se desvanecerán. La
más firm em ente hará su aparición en el dogm a el ele­
época futura tomará en serio aquellos aspectos en que
mento existente y práctico, al lado del teórico. Desde
se opone al cristianismo. Hará ver que los valores cris­
luego, no es necesario advertir que, al hablar así, no me
tianos secularizados no son sino sentimentalismos, y el
refiero a «re n o v a c ió n » alguna, a ninguna clase de debi­
ambiente se hará transparente: lleno de hostilidad y pe­
litación, ni de su contenido ni de su valor. Por el con­
ligro, pero puro y sincero.
trario, se acentuarán con m ayor agudeza su carácter
absoluto, la incondicionalidad tanto de sus afirm a d o t n pleno incremento del poder del mundo brota un in­
nes com o de sus exigencias, pero en ese carácter absolu­ dicio de santas posibilidades.
to, la definición de la existencia y la orientación del que­ I'ita relación entre lo absoluto y la persona, entre la
hacer se harán sentir, creo yo, de un m odo especial. m|c#BÍdad y la libertad, permitirá al creyente mante-
IIHH'NO firm e en el vacío y en el desamparo y orientarse;
D e este m odo la fe podrá subsistir en m edio del riesgo. li permitirá entrar en relación directa con D ios en
En las relaciones para con Dios, resaltará fuertemente atedio de todas las situaciones de opresión y de peli-
el elemento de la obediencia. O bediencia absoluta, con ufo y conservar su carácter de persona vivien te en m e­
conciencia de que está en juego aquel interés supremo tilo de la creciente soledad del mundo futuro, soledad
que sólo puede hacerse realidad mediante ella. O bedien­ precisamente en m edio de las masas y dentro de las
cia no porque el hom bre sea «h eteró n o m o », sino por­ urbanizaciones.
que D ios es la santidad absoluta. P o r consiguiente, se
trata de una actitud totalmente opuesta a la liberal, Si comprendemos bien los textos escatológicos de la
orientada hacia lo incondicionado sin condiciones, pero Nafrada Escritura, verem os que la confianza y la forta-
— y aquí aparece su diferencia respecto de todas las fo r­ ItiRU constituyen en sustancia las características del fin
mas de fuerza— libremente. Esta incondicionalidad no dr los tiempos. E l ambiente de cultura cristiana y la tra­
constituye abandono de ninguna clase al poder físico.-o dición que la confirm a perderán vigor. Y esto v a a for-
psíquico de un mandato, sino que mediante ella el hom ­ niar parte de aquel peligro de escándalo del que se ha
bre da cabida en sus actos a la voluntad divina. A h ora dicho que en él «caerían, si fuera posible, hasta los es-
bien, esto presupone madurez de juicio y libertad de i ouldos» (M t 24,24).
opción. I,n soledad en la fe será espantosa. E l amor dejará
Tam bién existe una confianza, solamente posible en ilr Her una actitud común (M t 24,12). N i será compren­
esta esfera de la actitud cristiana; no una confianza en dido ni practicable. Se hará tanto más valioso cuanto
una estructuración racional del universo o en un prin­ que pondrá en contacto a un solitario con otro solita-
cipio optimista de buena intención, sino en D ios, que ■lo. Será fortaleza del corazón procedente de la relación
existe realmente y es un ser activo; más aún, que actúa. directa con el amor de D ios. Q uizá se sienta este amor
El A n tigu o Testamento cobra así, si no m e engaño, un de una form a totalmente nueva, con la soberanía de su
sentido especial: muestra al D ios v iv o , que lo mism o de­ i arrieter originario, su independencia respecto del mun­
rriba el hechizo cósmico de la m itología que los poderes do, el misterio de su últim o por qué. T a l v e z alcance el
políticos temporales de carácter pagano, y presenta al «mor un profundo sentimiento de conform idad que to­
hom bre creyente, que, de conform idad con la alianza, davía no ha existido nunca. T a l ve z suceda algo de
entra en relación con esa actividad de Dios. Esto va a aquello que se encierra en las palabras que nos dan
tener im portancia: cuanto m ayor sea el ritm o al que ¡a clave para com prender la predicación de Jesús sobre
crezcan las fuerzas anónimas, tanto más categórica­ la providencia, esto es, que para el hom bre que hace
m ente se afirm ará el triunfo de la fe sobre el mundo ill la voluntad de D ios sobre su reino su prim era pre­
en la realización de la libertad; en la conform idad de ocupación, las cosas cambian de aspecto (M t 6,33).
la libertad, regalada al hom bre con la libertad creadora La actitud religiosa del futuro presentará, a m i m odo
de D ios, y en la confianza en lo que D ios lleva a cabo; do ver, estos caracteres escatológicos. Con ello no trata­
no sólo en que es un ser activo, sino en lo que de hecho mos de hacer un pronóstico barato de caracteres apoca­
lleva a cabo. Aunque parezca extraño, lo cierto es que lípticos: nadie puede decir que se acerca el fin , cuando
Cristo mismo hizo saber que el fin de las cosas sólo lo
conoce el Padre (M t 24,36). Por consiguiente, si hemos
hablado aquí de una proxim idad del fin, éste no ha do
entenderse en sentido cronológico, sino en sentido sus­
tancial, es decir, que nuestra existencia está entrando en E V O L U C IO N H IS T O R IC A
las fronteras de la opción absoluta y de sus consecuen, DE LA
cías; de que se aproxim a a una zona tanto de las má* IM A G E N D E L M U N D O
ximas posibilidades com o de los riesgos supremos.

Para no retroceder demasiado hay que com enzar con


In conciencia mítica.
A ésta le falta el concepto de naturaleza, tal como
lo conocemos. N o sabe ni de energías determinadas em­
píricamente ni de leyes exactas que las determinen.
I'cro en cambio, en toda realidad del mundo, ve una
dimensión más que nosotros. Este mundo, por un lado,
t'N realidad empíricamente aprehensible; por otro lado,
realidad misteriosamente religiosa. L o que sucede en
el mundo — procesos astronómicos y atmosféricos, rit­
mos de la vitalidad, sucesos de la historia, etc.— pro­
cede de una constante interacción y contraposición de
poderes religiosos. Poderes y obras encuentran su ex­
presión en las figuras de dioses, semidioses y seres
demoníacos; en las acciones realizadas por ellos, y en
Io n destinos que experimentan, los mitos.
El mundo de los mitos recibe su form a de las con­
diciones de la tierra, del pueblo, de la historia, pero
Inmbién de individuos creativos. Sus representaciones
filó n en constante m ovim iento. En él esa m ultiplicidad
ni principio confusa se ordena poco a poco en jerar-
ipifns, que culminan en entidades supremas: Osiris,
/cus, Júpiter. A ello se añaden ideas transversales de
Indole ético-metafísica, cruzando por todo: la idea del
orden, de la justicia, etc.
A partir de todo esto se elabora la representación
de una divinidad suprema, que encuentra su expresión
Icórica en los conceptos con que piensa al ser absoluto
Im filosofía clásica, desde Parménides a Plotino: el ser
puro, el bien supremo, la causa de todas las cosas, el El hombre es parte de este mundo. En él convergen
nous, el Uno, etc. Sin em bargo, estos conceptos no son •un realidades y en él culminan. Com o caso único entre
capeces de captar con pureza lo absoluto, pues para lodos los seres empíricos, no está adscrito a ningún dom i­
eso habría de desprenderse al ser supremo de toda de­ nio especial del mundo, sino a su totalidad, de ante-
pendencia del mundo. Pero eso no ocurre, sino que la inano, y, por tanto, puede obtener una relación con todo
D ivin id ad queda siempre ligada con e l mundo. el mundo. Pero no se disuelve en el mundo. Com o
L a representación del mundo en la Antigüedad, pues, persona está llam ado por D ios y, a consecuencia de
es la de una totalidad de determinación religiosa, que filo, está directamente ante él. P o r eso puede_ ponerse
lo abarca todo en absoluto, incluso la D ivinidad. Frente Id libertad frente al mundo com o frente a sí mismo,
a ella no hay auténtica trascendencia. Todas las eleva­ loconocerlo, y decidirse a tom ar posesión de él y darle
ciones, desde las de los mitos hasta las de la filosofía, se firma.
desarrollan en el interior del conjunto del mundo. I.a revelación habla también del principio de toda
D e esa totalidad form a parte también el hombre. hluloria. E l hom bre debería haber v iv id o su relación
Surge de ella y regresa a ella mediante la muerte. Así, i on Dios com o centro de su propia existencia, entrando
a pesar de todas las incursiones teóricas de la filosofía i>n contacto con el mundo a partir de eso. En ese cons-
clásica y de todos los ahondamientos de la sabiduría Imite encuentro con e l prim er mundo, dado directa-
helenística, faltan los supuestos previos para una com­ monte, debía el hom bre construir un segundo mundo,
prensión de sí mismo realmente personal, ya que ésta ni mundo conocido, valorado, configurado, de la obra
sólo llega a ser posible sobre la base de la relación con humana. .
un D ios realmente trascendente y personal. El Paraíso fue expresión de esa situación. En el
había de desarrollarse todo lo que se llam a « v id a » y
i'pnlizarse todo lo que se llam a «cu ltu ra ». Pero inserto
2 do lal m odo en la obediencia al Señor de la creación,
i|tie la obra del hom bre llegara a ser la pura continua-
P o r la revelación bíblica se manifiesta la soberanía ulón de la divina: un reino de libertad y santidad.
absoluta de Dios. El posee en sí mismo la plenitud de Esta no era. una situación de naturaleza, sino de
la vida, del conocim iento, del bien, de la dicha. T a m ­ gracia y libertad. P o r eso el hom bre estaba sometido
bién de la fecundidad y de la comunidad: y la mani­ « la prueba que cuenta el Génesis. Y el hom bre se rebe­
festación de su personalidad trinitaria significa la ga­ lé y exigió soberanía propia sobre sí mismo igual que
rantía últim a de que él no necesita del mundo. •obre el mundo. Con eso se rom pió la form a de ser de
Ese mundo lo ha creado él en perfecta libertad, sin In criatura respecto al Creador, es decir, la relación de
m odelo ni materia. L a cuestión de por qué lo ha hecho obediencia. Esa ruptura produjo un trastorno que a
tiene com o respuesta un m otivo que se hace plenamente partir de ahí llegó a tener efecto en todo, y sigue te­
evidente en la persona de Cristo: esto es, el amor. niéndolo en todo lo que es y hace el hombre.
A sí, el mundo no es «n atu raleza», sino «o b r a ». Su Ahí em pieza la historia. Es decir, no representa una
perfección no descansa en ningún fundamento prístino evolución continuada a partir de presupuestos naturales,
de carácter m ítico o m etafísico, sino en la sabiduría lino que en su com ienzo hay un hecho. Cierto que tam­
de D ios y su poder conform ador. Es auténtica realidad, bién existen las diversas líneas de sentido de la evolución
pero creada. D e ese m odo no se pertenece a sí misma, biológica y cultural; lo que establece la investigación
ni carece de dueño, sino que es propiedad de Dios. identifica no es afectado por la revelación. Sin embargo,
ésta dice que lo que auténticamente puso la m edida en I ImIi Ic mientras dure el tiempo, y sólo se superará en la
el com ienzo de la historia no fue ninguna diferencia-1 llcrnidad. A través de la marcha de la historia vuelve
ción en la estructura del hom bre o en su relación con el 1 il*mpre a hacerse efectiva y enreda la relación del
m undo circundante, sino una acción librem ente queridu¡ 1 humare con el mundo y consigo mismo.
y la decisión que tuvo lugar con esta acción determinó ■
todo lo sucesivo.
La revelación dice además que D ios no dejó que l f t l 3
decisión mencionada se convirtiera en ruina del hom> I
bre. P o r parte de él, más bien, tuvo lugar una nueva En la Edad M edia la representación m itológica del
iniciativa de la libertad de Dios, p or la cual había da 1 mundo quedó básicamente superada por la revelación
quedar superada aquella decisión, así com o su carácter j ilii In soberanía de D ios y de la inm ediatez del hombre
m oral, esto es, la culpa: la iniciativa de la redención, I m pecto a él, y com enzó a elaborarse una nueva ima-
Esta redención se cum plió, tras una larga historia pre- ■ H'tn. lis la imagen de un mundo que se ha hecho más
paratoria, por la encarnación de D ios en Cristo, por ' «lim ito por la palabra de la revelación, desapareciendo
su sagrada existencia en el mundo que se había vuelto ■ ilil él dioses y destinos de dioses, para poner en libertad
im pío y por el destino que este mundo le deparó. Do 1 lu mirada hacia la realidad.
esa manera, Dios puso en el contexto de la h is t o r ia l Pero la capacidad de experiencia religiosa es extra­
antigua el com ienzo de otra nueva. A partir de eso I ordinariamente fuerte y percibe todas las cosas como
com ienzo, con los «m a teria les» del m undo anterior, ha I 11 NNpnsadas de m isterio. A eso se añade que todavía
de surgir otro nuevo: esa totalidad que Cristo llama I mi nc ha alcanzado el concepto de la Edad M oderna
«re in o de D io s ». ■ubre la realidad em pírica y la ley natural que te or-
El cristiano sabe que el mundo está determinado de I llunu. Por eso hizo falta un largo esfuerzo del espíritu
una doble manera. y del corazón para superar también en lo concreto el
A n te todo, ineludiblemente, es obra de Dios, bueno Influjo posterior de la relación m itológica con el mun­
en cuanto tal y amado por él. Tam bién el hom bre mis, do, En todas partes interviene la fantasía. L a relación
m o form a parte de este mundo, com o ser existente. i un el mundo no es crítica en absoluto, y las posibi-
Pero toda toma de contacto del hom bre con él, así lldndcs de la superstición son grandes.
com o consigo mismo, lleva también ese carácter de I ,u mentalidad de los pueblos europeos en form a­
culpa y destrucción que procede de la prim era acción. ción otorga al pensamiento una recia fuerza arquitec­
Bien es verdad que el creyente está dentro del contexto tónica. La trascendencia de D ios form a el punto de
de la redención y que, por m edio de la gracia, lleva n|ioyo para una construcción sistemática del mundo, y
en sí el nuevo com ienzo de que se hablaba, pero no iiiruc la imagen de una totalidad universal de form a
por eso se suprime el trastorno, sino que más bien |rifirquica, cuya base está en la tierra y cuya cima
recibe un nuevo carácter y queda asumido en una nueva Kilri en Dios. Este mundo es finito, es «co sm o s». En
posibilidad: el hom bre debe superar la tentación de I Iiu Ims partes entran en contacto en él, por un lado, el
la culpa siempre renovada, imitando al Redentor, y lincho de haber sido creado de raíz y sustentado por
convertir este trastorno y el dolor por él causado en j Dios y, por otro lado, la grandeza, la belleza y la
elem ento de expiación y perfeccionam iento. plenitud de sentido, abrumadoramente percibida, de
D e estos dos elementos resulta una contradicción tu obra, convirtiendo cada elemento del mundo en un
que form a parte de la esencia de nuestra vida. Es inevi- 1 ifmbolo de lo eterno.
Pero, al mismo tiempo, la conciencia de que ol liimlc/.u d ivin a» de la filosofía clasicista y romántica.
mundo ha caído ejerce un fuerte influjo. En el hommi' In la otra línea, el mundo se entiende cada ve z más
m edieval actúan poderosas pasiones, y su fantasía tiene m i liiNivamente como conexión de energías empírica-
gran fuerza. D el m odo más penetrante, percibe el poli miulo dcterminables y racionalm ente comprensibles.
gro de perderse en el mundo. H a y figuras de radien! I'iim ese m odo de ver, una realidad divina es algo ex-
desprendimiento al lado mismo de otras figuras cll IMillo, más aún, sin sentido, y ha de excluirse: es el
intensa com placencia en el mundo. A sí, en la imagon lunik'rno positivism o. Según él, el mundo se basta a
m edieval del mundo, surge un rasgo dualista, a vecol ti misino. N o necesita, al margen de su principio in-
tan fuerte que parece que el mundo se percibiera conm tamo, nada que lo haga com prensible y ayude al hom-
algo no creado por D ios, sino por un poder maligno, lm n subsistir en él. Incluso lo religioso aparece com o
para seducir al hombre. nl|to hostil, que estorba al hom bre para desplegar sus
wilrtnticas posibilidades.
Un las últimas décadas, los logros de la ciencia y
4 Im técnica están creciendo hasta perderse de vista. Una
iilljeliva voluntad de poder está decidida a adquirir el
L a Edad M oderna comienza en el transcurso del IMllorío absoluto tanto sobre la naturaleza com o sobre
siglo x iv . La consideración sim bólica del mundo se VO 1 1 hombre mismo. En los sistemas totalitarios esa vo-
desplazada por la consideración crítica objetiva. M e ­ Imilnd va unida al absolutismo del Estado, convirtiendo
diante observación, experim ento y teoría racional, in ni «leísmo en principio p olítico y declarando enemiga
im agen m edieval, de determinación religiosa, deja paso lililí! religiosidad.
a la de un mundo «n a tu ra l», científicam ente compren»
sible y técnicamente dominable.
Una sensación de que la existencia no tiene lím itci 5
destruye la antigua representación del cosmos como
una estructura lim itada, de form a armónica. El mundo Hito p or lo qu e to ca a lo d o m in a n te en la m od ern a
se considera como infinito: en sentido estructural, como lOlielcncia d el m u n d o. A e llo se añ ad en ta m b ié n resi-
conexión del sistema universal, que se extiende a lu i Iiion d el pasado.
inacabable; en sentido genético, com o conexión de un Cierto es que el elemento m itológico ha desaparecido
acontecer cuyo com ienzo se retrotrae cada ve z más y i unió factor histórico determinante: sigue vivien d o más
cuya meta se desplaza a un porvenir cada ve z mól lilen en el inconsciente del hom bre, ejerciendo desde ahí
lejano. im constante in flu jo en sueños, neurosis y psicosis.
En la medida en que crece la significación del mundo, También la relación simbólico-estructuradora con el
se debilita el sentimiento de la realidad e independen» mundo sigue actuando, pues, hasta cierto punto, es la
cia de Dios. El proceso se realiza en dos líneas. 0 Ilición que se establece a simple vista, en la aparien-
En la primera, D ios queda incorporado al mundo, 1lu. Iin cuanto el hom bre de nuestro tiem po m ira al
Surge el monismo de la Edad M oderna, que le entiendo mundo ingenuamente, lo ve conform e al esquema pto-
com o base prístina o com o alma del mundo, como l> milico: del mismo m odo que lo ve sim bólicam ente en
fuerza impulsora y sentido de la historia progresiva­ i minio lo mira com o artista y poeta.
mente revelado. L o divino se acerca cada ve z más a lo f inalmente, también seguimos contando con el hecho
mundano, hasta identificarse, finalmente, com o la «mi- ili> que D ios es poderoso realmente y, en sentido úl­
tim o, de m odo exclusivo. Asim ism o, también persistí! ii, conciencia religiosa en la relación individual res-
el hecho de que el hom bre ha sido creado, y su per­ |in |u u la Biblia — lo que significa a su vez, conform e
sona sólo existe en situación inmediata de llam ado por i itiN consecuencias, en la experiencia personal— esa
Dios. D e ahí surge una situación cuyos efectos toda­ Hiiii lcncia religiosa se v o lv ió cada v ez más decidida-
vía no se pueden ponderar. L a conciencia d o m in a n tj mi lile subjetiva. En lugar de darse cuenta de una rea-
trata de negar la realidad de D ios y la referencia do] Ijilnil objetiva, apareció la experiencia, com o situación
hom bre a D ios: trata de desplazarla, incluso de dcs*| ih «cntirse captado e invadido; en lugar de una verdad
truirla. D e ese m odo, a la larga, la realidad de D io l j vAlldu en sí misma, se puso la autenticidad de la dis-
y de su llamada dirigida a la persona ha de conver* | |umlclón personal de ánimo. A sí, la Iglesia católica
tirse en elemento patógeno. La esencia del hom bre no ; 1 0 volvió desconfiada contra el elem ento de la experien-
perm ite reducir nada a la estructura positivista. Aun i •jn, viendo en él un riesgo para la verdad divina. L o
en el hom bre incrédulo de nuestra época, lo inconscientl 1 lil/n retroceder en la educación religiosa y lo _ funda-
se tiene que rebelar contra una conciencia oficia l y i mi liló todo en autoridad, obediencia y conocim iento
contra la intención con que se le pone delante, por mulonal. Con eso se desanimó a la experiencia, que
parte de la cultura común y del Estado. Los trastornoi | i iurt en absoluto de ser ese elemento de cercioramiento
y destrozos que así se producen determinarán desda ] Inlriior que debía ser, pese a todo.
lo más íntim o a la época venidera. finalmente, algo más. L a conciencia que tenía la Edad
P o r lo que toca al hom bre creyente, está convencido : Mmliu del trastorno del mundo era tan intensa como
de que D ios existe. En relación con él toma con cien -1 lu c o ilustrada, por influencia de su fuerte emociona-
cia de la libertad y responsabilidad de su propia per­ llilml. La violencia del sentimiento ha disminuido, pero
sona. Pero esa conciencia se distingue de aquello quo j actuando, p or ejem plo, en las corrien tes pesimis­
él com parte con la generalidad no creyente. Ambas t a de la Edad M oderna, en su fatiga del mundo, en su
estructuras psicológicas, junto con las imágenes del 1 di wNperación existencialista... D e ahí la in c lin a c ió n a
mundo y las representaciones del orden que les correa-1 vrr el mundo com o algo ambiguo, o incluso demoníaco.
ponden, no form an una unidad, tanto menos cuanto 1 IVro frente a esto está la gran experiencia de la ciencia
que la experiencia religiosa, la comprensión inmediata 1 v In técnica modernas, que muestran el mundo como
de la dimensión numinosa del mundo, se debilita cada M|Ko justo, algo lleno de posibilidades que se pierden de
v ez más en el transcurso de la Edad M oderna, y ello ] vlnln. Eso da lugar a una contradicción que no logra uni-
debido a causas diversas. fli Mise. En el hom bre creyente se traduce en un senti­
Entre éstas figuran la racionalización y la tecnifi- I miento de que el mundo se aparta de D ios: de m odo
cación de la existencia, que hacen retroceder cada vez I ijiio habría que liberarse de él y entregarlo a su propia
más lo religioso a lo meramente interior, subjetivo, I ((irrupción; por otra parte, surge el peligro de consi-
haciendo el mundo cada vez más profano. Bien es ver- I ili r#r que el mensaje cristiano está refutado y apartarse
dad que el arte — especialmente la música— aporta I ili< 61 arrojándose al mundo.
todavía a la conciencia un elemento de misterio, pero 1 I ,ns contradicciones señaladas no se han abordado
esto no pasa de ser algo puramente estético, separado I reílmente: incluso uno se pregunta si no se han de
de la vida diaria y que no com prom ete para tomar fl Milucir en absoluto a unidad. En todo caso, dan lugar
posición ante el mundo. ■ ti (pie hoy no haya una imagen del mundo unitaria en
O tra causa reside en la misma historia espiritual I luH cristianos. Este hecho influye en todo y mina la
cristiana. Una vez que el protestantismo situó la toma I gimfianza de la fe.

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