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OBRAS
DE
ROMANO GUARDINI
EUROPA:
R E A L ID A D Y T A R E A
E L OCASO
DE LA EDAD M ODERNA
EL PO DER
L A E S E N C IA D E
LA OBRA DE A R TE
O B R AS
DE ROMANO GUARDINI
R O M A N O G U A R D IN I
E D IC IO N E S C R IS T IA N D A D
Huesca, 30-32
M A D R ID
En la contraportada de cada uno de los libros van C O N T E N ID O
indicados el editor, título original de la obra,
año de publicación y su traductor al castellano.
EDICIONES CR ISTIAN D AD , S. L. - M AD R ID
Printed in Spain
A r te s G r á f ic a s B e n z a l , S. A . - Virtudes, 7 - M a d r id -3
EL OCASO
DE LA
EDAD MODERNA
U N IN T E N T O D E O R IE N T A C IO N
A D V E R T E N C IA P R E L I M I N A R
Título original de este libro:
DAS E N D E D E R N E U Z E IT
lo s tres capítulos de esta obra tenían p o r finalidad
publicado por Editorial Hess, de Basel, en 1950
iirlulnariamente servir de in trod u cción a un curso sobre
Traducción de hm ideas de Pascal acerca del m undo y del hom bre.
JOSE G AB R IE L M AR ISC AL Durante m i largo contacto con el pensam iento del em i
nente Iísico, psicólogo y filó s o fo de la existencia cris-
* llutiii, he llegado a ver con claridad lo particular de su
im tld ón en la M odernidad. Pertenece al grupo de aque
Como continuación de E l ocaso de la Edad Moderna llas que con su pensam iento y su vida dan a luz la
publicamos dos estudios en íntima relación con é l: titilación de esa época; pero mientras, p o r ejem plo, un
Evolución histórica de la imagen del mundo I tunearles — el gran coetáneo y adversario de Pascal—
La cultura como obra y riesgo i/ueda totalm ente absorbido p o r ella, éste la desborda,
Los dos aparecieron en 1960 en la obra Sorge um den V ni) solamente en el sentido de que piensa conceptos y
Menschen, publicada por Ediciones Cristiandad en lleva ti la práctica form as de conducta que únicamente
1965 con el título Preocupación por el hombre. hablan de alcanzar la plenitud de su significado en
nuestra época, sino porque en plen o p eríod o de estruc
Traducción de turación de la Edad M oderna * adopta una actitud c rí
JOSE M A R IA VALVERD E tica Irente a ella. D e aquí brota el siguiente interrogan-
I#: ¿C óm o fue la época en que él v iv ió ? ¿Q u é sucedió
m u tilo la Edad M ed ia se vin o abajo y surgió la M o d e r
nidad? Y ¿cóm o pudo orientarse Pascal en m edio de
liste pasar y hacerse? P o r e llo he intentado describir a
urandes rasgos la esencia de la visión m edieval del
mundo; luego, la evolu ción hacia las concepciones y
lum ias de pensamiento de la Edad M oderna (o M o d e r
nidad), y la imagen de la existencia que de ahí brota,
la posibilidad de llevarlo a cabo parecía tanto mayor
manto que en lo esencial la Edad M od ern a toca a su
dor. Tam bién esas instituciones se apoyan en supuestos enUtencia humana tiene que fundamentarse en la sobe-
supramundanos, es decir, en la gracia e institución d ivi nmlu supraterrena de D ios y ser configurado a partir
nas, y configuran la vida en el mundo partiendo de ilo ella.
ellos. El papa ciñe la triple corona y tiene las llaves
de Pedro en su mano; el em perador viste el manto azul Los jerarquías de la Iglesia y del Estado, sobre las
tachonado de estrellas, que sim boliza la bóveda celeste, l ililíes está la de los ángeles, ordenan la variedad de la
y lleva el globo im perial, sím bolo de la tierra. rilslencia a semejanza de una estructura arquitectónica;
Con relación a las garantías trascendentales enun poro también en el curso de la historia existe un orden.
ciadas estas instituciones de la vida común están tam l)ld io orden está contenido en la idea de los ciclos
bién com pleta y minuciosamente organizadas, de arriba eónmicos, tal com o la desarrolló sobre todo san Agustín
abajo y de abajo arriba, en lo que a símbolos, cargos , ii su Civitas D ei, partiendo de las ideas del Antiguo
y funciones, situaciones y fenómenos vitales se refiere. IVnlumcnto (véase la P rofecía de D aniel, 7-12). La Edad
P o r encima de ambas estructuras terrestres, tanto de M edia recoge sus teorías y las desarrolla con m ayor
la comunidad religiosa com o de la política, está el or .... plitud.
den celeste de los seres puramente espirituales, los án Una vez más aparece la concepción fundamental de
geles. O rden celestial y terrestre, y, dentro de este últi mi universo ciertamente vasto, pero lim itado y suscep-
mo, Iglesia y Estado, están en una relación de múltiples tlblc de ser^contemplado por el hecho de que la revela
analogías, y constituyen teóricamente una gran unidad: rían proporciona al creyente un lugar y im órgano visual
la jerarquía. i|iie le permiten situarse fuera de la existencia inmedia-
Entre la Iglesia y el Estado actúan poderosas tensio In. |?ste universo se inicia en el prim er momento dé la
nes; toda la historia de la Edad M edia aparece con fi uroación, culmina en la encarnación del H ijo de D ios
gurada p o r ellas. Sin embargo, la lucha entre el papa y lu plenitud de los tiempos— y se termina con el fin
el em perador tiene un sentido más profundo del que ild mundo y el juicio final. L o que va desde el prim er
m om ento hasta el últim o se divid e en períodos — eda iilllino de sus accesorios, está lleno de simbolismos, en
des del mundo— , que a su vez tienen un paralelismo |mn i|iic imágenes fundamentales de la existencia se unen
con los días de la semana de la creación. Nuestro perío n Ins de la redención. A esto se añaden las innumera-
do, el últim o, comienza con el nacimiento de Cristo, y |*|i ' n representaciones plásticas de las figuras y sucesos
lo llena la esperanza de su segunda venida y de su históricos de la redención mediante esculturas, pinturas
juicio. y vidrieras. D e todo ello, surge un conjunto que pone
Estas concepciones, estudiadas sistemáticamente en mili! los ojos del que lo m ira el mundo de la fe en su
escritos teóricos como las Consideraciones sobre la obra tiiildntica realidad.
de los seis días de san Buenaventura, encuentran su Lo mismo ocurre con la sucesión de las fiestas y pe-
práctica exposición en multitud de crónicas. Estas últi i Indos del año eclesiástico. Este vincula, en una unidad
mas incluyen dentro de ese gran conjunto los aconteci de riqueza inagotable, el año solar con sus ritmos, el
mientos históricos, desde los más viejos en el recuerdo tilín de la vida con sus estaciones, y la vid a de Cristo en
hasta los de la época del cronista. D e aquí nace un ca manto que es el recorrido del sol salutis. Esa unidad
racterístico sentimiento del acontecer, que queda deli H u ilien ta aún su riqueza al añadir a las festividades de
m itado por un com ienzo claro y un fin al categórico, ( 'fisto las de los santos, en las que se resume hasta d e r
sometido en cierto m odo a la presión de esos límites y la punto la historia cristiana. Este conjunto se hace
estructurado partiendo de los mismos. D e este m odo, se iculidad año tras año en la liturgia de cada templo, y
observa claramente que el m omento presente de la vida constituye el ritm o tem poral de la comunidad. A h ora
tiene su puesto en la totalidad del tiempo del mundo, lilen, en la m edida en que los acontecimientos de la
puesto tanto más importante cuanto que en la v id a de vida fam iliar e individual — el nacimiento, el m atrim o
cada redim ido actúa la encarnación de Dios, con la co nio y la muerte, el trabajo y el descanso, las labores
nexión de eternidad y tiem po que supone tal misterio, y humanas de cada tiem po del año, las semanas y los
convierte la simple situación presente en un «m om en ,|(ns— se articulan también en el curso del año eclesiás
t o » decisivo para la existencia. tico, la estructura de éste actúa hasta en los últimos
movimientos vitales.
En el culto existe una ordenación total de la exis Además de esta form a espacial y tem poral, el culto
tencia desde un punto de vista directamente religioso. llene también una form a literaria. Es autoritario y de
P o r m edio de fórmulas simbólicas renueva en cada m o estilo elevado en el Pon tifical y el Ritual, en el M isal
m ento histórico el acontecimiento salvador eternamente y en el Breviario; popular en los divulgadísim os libros
válido. domésticos; por ejem plo, la Leyenda áurea.
Su sím bolo arquitectónico en el espacio es el tem
plo, sobre todo el de la sede episcopal, la catedral, que Los distintos aspectos del mundo y de la vida, con sus
está en una relación de supraordinación y prioridad res estratos y fases, están íntimamente unidos por relaciones
pecto de las restantes iglesias del obispado. Estas, a su de analogía ampliamente desarrolladas, que se dan en
vez, extienden hacia fuera su radio de acción m edian su form ación originaria y su repetición, en su funda-
te cementerios, capillas, cruceros, etc., y crean la uni mentación y su desarrollo, en su punto de partida y su
dad de la tierra santificada. Por lo que hace al mismo meta; relaciones que, a su vez, se relacionan con lo
tem plo, el rito de su consagración manifiesta que aquél eterno, de tal form a que la existencia en su totalidad
sim boliza el mundo en su totalidad. Pero incluso dentro está inform ada por un simbolismo universal.
del mismo, todo, desde la orientación de su eje hasta el Esta plenitud del mundo, concebido com o una unidad,
encuentra tal ve z su expresión más grandiosa en la D iv i- mliuinte en lo fundamental com o original y polifacética
C °™ ed} .a de D ante- Fue escrita al fin al de la alta Mt ir* realizaciones individuales. A s í se comprende sin
M edia, en un m om ento en que su íntim a estruc HlfU el hecho de que precisamente en la solidez y espon-
tura com ienza a debilitarse. D e aquí que dicha confi iNiii'Itlml de la vid a religiosa residan también las posi-
guración unitaria sea concebida con claridad tanto ma lillldndcs más diversas de dar pasos erróneos y realizar
yor, sea amada con tanto más ardor y presentada con iiiiivlmleotos falsos.
grandeza tanto más resplandeciente. I i difícil dar im portancia excesiva a la irradiación
h IIh Ionu de los numerosos monasterios *, así com o a la
luí hienda que ejercen sobre la conciencia de la época
3 ihmIii.’i personas orantes, tantos penitentes y místicos.
|l,> rulas fuentes brota un torrente continuo de experien-
Para descubrir la verdadera esencia de la Edad M edia , in, Niihiduría y certeza religiosas, que actúa dentro de
es preciso prescindir de aquellas valoraciones categó ImiÍiin las formas y estratos de la vida.
ricas de tipo polém ico que nacieron en el Renacim iento Al hombre m edieval le acongoja un intenso anhelo
y en la Epoca de las Luces, que deform an su im agen in i|t> verdad. Apenas hay ninguna otra época — con ex-
cluso en nuestros días. Sin embargo, se han de dejar ni lón tal vez de la cultura clásica china— en que se
también a un lado, p or supuesto, los panegíricos del Imyn ilado al hombre de saber, al sabio, tanta ímportan-
romanticismo que dan a la Edad M edia lo que podría t lu como la que se le concedió entonces.
mos llam ar un carácter ejem plar y que han im pedido a Sin embargo, este deseo de saber no tiene el caracter
mas de uno llegar a establecer un contacto libre de pre ili< Investigación prop io de la Edad M oderna. N o va
juicios con el m omento actual. linri la realidad de la naturaleza o de la historia, para
Enjuiciada, tom ando com o punto de partida el sen .....nimbarla en form a em pírica y dom inarla por m edio
tim iento cósmico m oderno, fácilm ente aparece la Edad (|ii lu teoría, sino que a base de m editación se abisma
M edia com o una m ezcla de prim itivism o y fantasía, de i n lu verdad para construir desde ella una concepción
coacción y falta de independencia. Sin em bargo, una- i«plrilu al de la existencia. Los fundamentos de la ver-
imagen de este tipo queda desmentida por el saber his iliul en cuanto tales le son dados en form a autoritaria.
tórico. E l único patrón para valorar con acierto una U de la verdad divina, en las Escrituras y en la doctn-
época es preguntar hasta qué punto se desarrolla en ella iiil de la Iglesia; los de la verdad natural, en las obras
y alcanza una auténtica razón de ser la plenitud de la do la Antigüedad. Se desarrollan estos fundamentos, los
existencia humana de acuerdo con el carácter peculiar diilos experimentales son com prendidos a partir de aque-
y las posibilidades de dicha época. En la Edad M edia IIiin. y se obtiene así una plétora de nuevo saber. Sin
se dio esto en una m edida tal, que coloca a la misma embargo, no existe verdadera actitud de investigación.
entre los periodos más excelsos de la historia.
. Debem os poner de relieve de un m odo especial e * Por tener cierta analogía, se puede señalar lo que re-
prrneniaban para la vida griega lugares de culto com o Del-
incluso por segunda vez en lo que se refiere a ciertos
liiM Hodona, Epidauro, etc. Nuestra época carece de un lu-
aspectos, algunos rasgos de la imagen general de la
um do culto reconocido por todos com o centro. N o podemos
misma.
Iniiiuinar lo que esta falta de irradiación re ligio sa supone,
L a Edad M edia está llena de una religiosidad tan IniilO para la vida de la colectividad com o para la del indi
profunda com o rica, tan pujante com o delicada, tan ter- viduo.
A llí donde esa actitud hace su aparición, se tiene fá cil niulllza un problem a. L a estructura de la m ism a cons-
mente la sensación de que se trata de algo extraño, más llliiye una garantía de que el análisis es claro, de que
aun, inquietante. Es sintomático el hecho de que Alber- han pesado bien los pros y los contras, y de que se
to M agno, aunque tenido por santo, haya sido juzgado luí tenido en cuenta convenientemente la conexion con
com o un mago p or la v o z popular y la leyenda. Ion resultados intelectuales de épocas precedentes. Pero,
n In vez, esa quaestio tiene también un v a lo r estetico,
A esto hay que agregar una conciencia elemental del i niño lo tienen un soneto o una fuga. N o se trata sola
contenido sim bólico de la existencia. mente de una verdad enunciada, sino de una verd ad que
E l hom bre m edieval ve símbolos en todas partes. luí adquirido form a. L a form a en cuanto tal dice ya algo
Para el la existencia no consta de elementos, energías imirca del mundo, aun cuando ese algo sólo sea que
y leyes, sino de formas. Estas form as son m anifestacio ,|, nlro de ella se puede expresar la esencia del mismo.
nes de si mismas, pero p o r encima de su propio ser reve IVt'o el conjunto, que consta de articuli, quaestiones y
lan algo diverso, de categoría superior; en últim o tér ¡mries — la Summa— , constituye un orden, en el que
m ino, la grandeza intrínseca, D ios y las cosas eternas. miedo alojarse el espíritu. N o es solamente un lib ro doc-
A s i toda form a se convierte en sím bolo; rem ite a algo ii liuil, sino un ám bito existencial, am plio, profundo y
que la trasciende. Se puede decir también, e incluso ..idenado, de suerte que el espíritu halla en el su
con mas exactitud, que tiene su origen en algo que está puesto, practica la disciplina y se siente a salvo.
p o r encima, más allá de ella. Estos símbolos se encuen En cuanto a la autoridad, no solamente es gratuito,
tran en todas partes: en el culto y en el arte, en las Hliu, falso, hablar de «ausencia de lib erta d ». E l apasio-
costumbres populares y en la vid a social. Repercuten mimiento de tal afirm ación tiene su origen en el senti
incluso en las tareas científicas; por ejem plo, se puede miento de autonomía propio de la Edad M oderna, que
observar, y no con carácter excepcional, que el análisis luí desencadenado una lucha sin cuartel contra la men-
de un fenom eno o el desarrollo de una teoría están in lnlldad autoritaria m edieval. Pero procede tam bién del
fluenciados por símbolos numéricos que no se derivan imentimiento de la misma Edad M oderna, conocedora
de la misma realidad, sino del curso progresivo de la de que en ella la revolución ha llegado a constituir un
actividad racional. Las sumas filosófico-teológicas no t'N lu d o permanente. En efecto, com o la autoridad es un
constituyen únicamente sistemas de lo que « e s » lo exis elemento fundamental no sólo de la m enor edad del
tente, sino también de lo que lo existente «s ig n ific a ». hombre, sino de cualquier edad del mismo, incluso de
Y esta significación no solamente reside en el conte In más madura; com o no sólo es un auxilio para los
nido expreso de esas sumas, sino también en las mismas débiles, sino tam bién encarnación esencial del poder,
form ulas que exponen ese contenido. |ii destrucción de la autoridad tiene que originar su ca
En lo cual se deja ver ya un cuarto factor de la vo- ricatura, es decir, la violencia. _
En tanto que el sentimiento de la existencia del hom
luntad de la Edad M edia: el factor artístico.
bre m edieval conserva su unidad, éste no considerara
L a form ulación de la verdad no constituye solamente In autoridad com o una traba, sino com o referencia al
un elem ento añadido a un « a lg o » que es lo verdadera nbsoluto y com o punto de apoyo en el mundo. Ella le
mente importante, elemento deseable desde luego, pero confiere la posibilidad de crear un conjunto de estilo
que en últim o térm ino no pasa de ser un «m o d o acci urandioso, de fórm ulas densas y de estructuras vitales
dental; p o r el contrario, el anhelo de verdad va insepa múltiples, en com paración con el cual nuestra existencia
rablemente unido al de su form ulación. Una quaestio le parecería probablem ente algo muy prim itivo.
Sin embargo, todo esto cambia de carácter tan pronto II
com o se m odifica el sentimiento de la vid a en la se
gunda mitad del siglo x iv y en el x v. Se despierta en L A IM A G E N D E L M U N D O
tonces el anhelo de libertad individual de movimientos, D E L A M O D E R N ID A D
y con él la sensación de estar coartado por la autoridad.
situaba el mundo subterráneo, el Hades. Pero, si el inte ni mundo— , sino que es autónomo, tiene libertad de
rior de la tierra es materia compacta, entonces no hay hi eldn y dispone de sus m ovim ientos; pero ya no cons
en el nada semejante. ¿D ónde está, pues, el lugar de tituyo el centro de la creación, sino que es una p&Ttc
perdición?
hirth del mundo. Por un lado, la concepción de la Edad
Moderna exalta al hom bre a costa de Dios, contra Dios;
. Tam bién sobre^ el hom bre flota la misma interroga- I in ir otro, tiene una inclinación erostrática *, convirtien-
cion: ¿dónde está su puesto? N o sólo su puesto espon «|,iln en un fragm ento de la naturaleza, que no se dite-
taneo, natural, común a todas las cosas corporales, sino j H'iieln esencialmente del animal ni de la planta.^ Am bos
su puesto existencial. lupeutos forman una unidad y están en conexión estre-
La Edad M edia respondió que en la tierra, y que la i luí con la transformación de la im agen del mundo.
tierra es el centro del mundo. Con ello se expresaba guio arroja también luz sobre un fenóm eno com o el
la posición del hom bre dentro de la totalidad del ser, ' itmcoio contra G alileo. Desde luego, no se debe discul
su dignidad y su responsabilidad. Pero los nuevos cono par el aspecto negativo del m ismo; pero igualmente
cimientos astronómicos han desplazado de su posición :
a la tierra. Pierde, en prim er lugar, la categoría de cen- |
* Do Erostrato, incendiario del templo de Diana en Efe-
tro y se convierte en un planeta que gira alrededor del ■ii Con ese incendio pretendió inmortalizar su nombre.
sol, luego, el mismo sistema solar se lanza a la inmen-
|N ./«'/ T.).
cierto es también el hecho de que tal proceso no fu KnIos y otros problemas semejantes repercuten en la
solamente una m anifestación del oscurantismo eclesiás vliln religiosa de la época.
tico. Su origen más hondo hay que buscarlo en la T'.slii repercusión es ante todo interna. Se esfuma aque-
preocupación por los fundamentos vitales de la existen- ||,, posibilidad de saber a qué atenerse y de acabar con
cía, es decir, en la preocupación tanto por el lugar de , I pmblematismo de la existencia, posibilidad que es
D ios como por el del hombre. Concedamos que estos «focltfe de la firm eza de una concepción cósmica honda-
«lu g a res» son símbolos; ahora bien, un sím bolo es tan ,nenie tradicional. E l hombre se perturba, se debilita,
real com o pueden serlo una sustancia química o un •o hace vulnerable respecto de los problemas de la exis-
organo corporal. La psicología de nuestros días lo ha lenelu. Como sucede siempre en las épocas de transí-
descubierto, y con ello inicia de nuevo la conquista i lón, sufren una sacudida los últimos estratos del ser
de un saber que juzgaba evidente el hom bre m edieval. Ilumino. Las pasiones prim itivas despiertan con m ayor
A si, pues, podemos preguntar perfectam ente si se ha liin/n: la angustia, la violencia, el ansia de bienes, la
superado ya la perturbación que supuso para la existen- 1 ,‘,,1 'ción contra el orden. Las palabras y los actos ad-
cia humana aquella transformación de la im agen del iiulrrcn cierto tono p rim itivo e inquietante. Tam bién las
mundo. Parece que no: la imagen científica del universo ¡ tmorgfas religiosas fundamentales dan señales de vida.
ha llegado a ser más exacta, pero no da la impresión I'llera y dentro, se tiene la experiencia inmediata dé los
de que el hombre se halle en él como de regreso en su Moderes superiores, que si bien son fuente de fecundidad,
morada, asi com o tampoco siente el hom bre espontá también desconciertan y aniquilan. En este ambiente,
neamente que en dicho universo se encuentre D ios de Ion problemas del sentido de la existencia, dé la salva-
nuevo en su dom icilio. , itiii y de la condenación, de las debidas relaciones con
I líos, de la ordenación correcta de la vid a — problemas
,|r perenne actualidad— , cobran_ nueva intensidad. Se
Tam bién lo que hemos dicho sobre los elementos de ,'iporimentan con m ayor urgencia las contradicciones
la im agen que del mundo tienen los tiempos modernos ,|,i,- se dan en la interioridad del hom bre entre el deseo
plantea problemas peculiares a la fe cristiana. ,1,' verdad y la resistencia a ella, entre el bien y el mal.
• ^ec’ r D ios y de su soberanía, si la experien Nc siente todo el problematismo humano.
cia de libertad del hom bre de la Edad M oderna tiene la I’ero la tensión interna se lanza también hacia afuera,
razón de su parte? ¿Q u é de la exigencia humana de Imelu la esfera de lo histórico, y entonces se originan
autonomía, si D ios es un D ios real? ¿O bra Dios real luí grandes conmociones religiosas, principalm ente aque-
mente si el hom bre tiene la iniciativa y el poder creador ¡liiM que designamos con los nombres de R eform a y
que le adjudica la Edad M oderna? Y , por fin , ¿puede t'onlrarreforma. Am bas van ligadas, ante todo, a pro-
el hom bre actuar y crear si D ios actúa? Ii Iimiiiis teológicos, a una cristalización del sistema ecle-
Si el mundo es lo que la ciencia y la filosofía ven en •IrtMico, a anomalías de tipo m oral; pero significan
el, ¿puede D ios intervenir en la historia? ¿Puede ejercer liimbién que la transform ación general operada_ dentro
su providencia y ser el Señor de la gracia? ¿Puede ,l«l ser cristiano pretende abrirse brecha y expansionarse.
hacer su entrada en la historia y encarnarse? ¿Pu e
de fundar en ella una institución — la Iglesia__ que
se presenta ante las cosas humanas con autoridad divi-
n a \ T o d a vía más: ¿puede el hom bre tener relaciones
autenticas con Dios si la Iglesia rige para todos?
III 2
La Edad M oderna gustaba de justificar las medidas dividuo se sentía libre de las trabas m edievales y señor
de la técnica por su utilidad para el bienestar del hom iIm » í mismo en una actitud de autonomía. Esta actitud
bre. A si encubría los estragos que ocasionaba la falta h.ill.i..su expresión filosófica en la teona que hace del
de escrúpulos de la misma. Y o creo que el futuro ha ,u|, i., el fundamento de toda inteligibilidad; su expre-
blara de otro m odo. El hom bre que posee la técnica •l/iii política en la idea de las libertades cívicas; su
sabe que, en el fondo, ésta no se dirige ni a la utilidad , «niculón vital en la concepción, según la cual el indi
m al bienestar, sino al dom inio; el dom inio, en el sen viiluo humano lleva en sí una estructura interna que
tido mas extrem o de la palabra, y que está hallando su 1 1 .....rapacidad y obligación de desarrollarse desde den
expiesion en una nueva estructura del mundo. E l hom- i.., y dar realidad a una existencia propia exclusivamente
re intenta controlar tanto los elementos de la natura- ij, mn estructura. A h ora bien, esta idea esta vinculada,
i,| parecer, a una estructura sociológica determinada, qu
-°S í \ e,xist,e ncia humana. E llo supone po
sibilidades incalculables de acción positiva, pero también un ni otra que la estructura burguesa, entendiendo el
de destrucción, sobre todo en aquellos aspectos en que ...... . de «b u r g u é s » e n su m ás a m p lio sentid o qu e
entra en juego el ser humano, que se encontrará mucho (iIiiih ii tanto al h o m b re o rie n ta d o h a cia la cla rid a d ra
n™ S p,me se§uro de sí de lo que generalmente se , Imiiil, deseoso de certeza, com o a su p olo opuesto, el
piensa. El peligro aumenta sin más de un m odo desen nmiAutlco y bohem io; tanto al hom bre m edio com o al
trenado desde el m omento en que es el anónimo «E sta intencional, al genio.
d o » el que ejecuta la operación dominadora. Esto su
puesto, las relaciones con la naturaleza revisten el I i, conexión con la técnica, hace a h o r a su aparición
caracter de una operación extrema: o consigue el hom mui eltructura de otro tipo, para la cual la idea de la
bre llevar a cabo con acierto su obra de dominación m i «.nulidad creadora que se hace a si misma, o sea
o bien todo toca a su fin , com o más adelante verem os! , | «nielo autónomo, ya no constituye evidentem ente un
1 amblen aquí parece vislumbrarse un brote de tipo H ile,lo normativo. Esto se ve claramente en el concepto
religioso, pero nada tiene que ver ya con la devoción imu i'Klrcmadamente opuesto a esa idea de la persona
a la naturaleza propia de Giordano Bruno o de Goethe. llilinl creadora, es decir, en el de hombre-masa Esta
a religiosidad actual está en relación con la magnitud ....... no indica aquí algo desprovisto de v a í o r s no
de la obra y de su peligro para el hombre y para la ..... unlructura hu m ana qu e esta v in c u la d a a le t o i c a
tierra. Su caracter peculiar proviene del sentimiento de v i. la planificación. Com o aun carece de toda tradición,
profunda soledad del hombre en m edio de todo aquello h Un luso se ve obligada a imponerse en contra de la
tradición vigente, hace su aparición, desde luego, con ylilu, tal como le son impuestos por_ la planificación
el mas claro carácter negativo; pero en su esencia cons
y por los productos fabricados en serie, y, despues de
tituye una posibilidad histórica lo mismo que otras. N o Imlo, actúa así con el sentimiento de que eso es lo ra-
dara solución al problem a de la existencia, ni tampoco
i Imiiil y lo acertado. D el mismo m odo, carece en abso
convertirá la tierra en un paraíso; pero entraña en sí luto ilc deseo de v iv ir partiendo de su iniciativa propia.
el futuro proxim o, que durará hasta que otro período
ie suceda. Al pnrecer, no tiene el sentimiento espontáneo de que la
libertad de m ovim ientos externos e internos^ es un valor.
Esto supuesto, también en tiempos pasados existieron A i i Iun bien, lo evidente para él es la inserción en la or-
los que, en cuanto muchedumbre am orfa, se distinguían
iirtiltoación que es la form a de la masa, así com o la obe-
de la m inoría selecta; pero la existencia de aquéllos po
¡lloncia a un programa en cuanto que constituye el m odo
m a de m anifiesto el hecho de que, allí donde esta mi
lie orientación del hom bre sin personalidad. Es mas, la
noría constituía la norma de valores, precisaban existir
tendencia natural de esta estructura humana no es a
los seres atados a la cotidianeidad com o fon d o y terreno
lobresalir com o algo peculiar, sino precisamente a per-
en que la minoría hincaba sus raíces. Sin embargo tam
nmnecer en el anónimo, casi com o si el ser original
bién los miembros de la m ayoría intentaban convertirse
tlimitUuyese la form a fundamental de toda injusticia y
en m inoría y realizar su vid a propia. L a masa, en el
el principio de todo peligro.
sentido actual, es otra cosa. N o constituye una plurali
dad de individuos no form ados, aunque capaces de fo r So pudiera objetar que la personalidad aparece en los
mación, smo que su estructura es diferente desde el difluentes — nueva raza de dominadores y form adores
principio: está sometida a la ley de la producción en ile hombres— , que dan a luz este tipo humano. Pero
sene, que preside el funcionam iento de las máquinas. «.lo — hemos aludido ya a ello— no sucederá asi, pues,
Esta característica se da también en sus individuos me ni pnrecer, la característica del dirigente — adecuado,
jo r dotados. Es más, estos últimos tienen conciencia o lo es, a la masa— consiste precisamente en que
expresa de ello, configuran su ethos y lo convierten en no llene personalidad creadora en el sentido antiguo, ni
propio estilo. Pero, p or otra parte, tampoco la masa, form a individual alguna en desarrollo bajo condiciones
en el sentido indicado, es un fenóm eno negativo y de MKcupeionales, sino que es el com plem ento de la muí-
cadente, como, p or ejem plo, la plebe de la antigua lllud; con funciones distintas de las de ésta, pero ídenti-
R om a sino una estructura histórica humana funda i n'i en esencia.
mental que puede alcanzar un desarrollo perfecto tanto
en su ser com o en sus obras, supuesto, evidentemente Con lo que hemos dicho va relacionada otra cosa, y
que no se ponga com o base de este desarrollo el ideaí en que el sentimiento del ser y de la esfera individual
de la Edad M oderna, sino el adecuado a su propia na del hombre, antes fundamento de toda relación social,
turaleza. r
i mln día se desvanece más. Los hombres son tratados
V isto este tipo de hombre, no se puede hablar ya de i unió un objeto cada vez con m ayor naturalidad, en una
personalidad y sujeto en el sentido expuesto anterior uinuii que va desde las incalculables form as de «com -
mente. Carece en absoluto de la voluntad de tener una hivimión» estadístico-administrativa hasta las opresio-
form a peculiar y de ser original en su conducta, y tam iien Inconcebibles del individuo, de grupos e incluso de
bién de crearse un m edio ambiente que sea en su tota mtctblos enteros. Y esto no sólo en situaciones excep-
lidad y en la máxima m edida posible adecuado a él y i Inútiles y en el paroxism o de la guerra, sino com o form a
solo a el. Antes bien, acepta los objetos y las formas de lioriTiul de gobierno y administración.
Sin embargo, parece que no se aprecia justamente este Pero no se puede hablar de la masa sin preguntar
fenóm eno, si se le considera únicamente bajo el punto también por su sentido positivo. Está claro que todo
de vista de la falta de respeto por el hombre, o bien llene que perecer para siempre, si la fórm ula definitoria
de falta de escrúpulos en el em pleo del poder. Sin duda, ilc lo humano no es ya el individuo de form ación eleva
esto es verdad; con todo, estos defectos éticos no se do, sino los miembros uniformes de la multitud. D ecir
darían en la misma m edida, ni serían tolerados tan fácil i (lié posibilidades humanas se abren com o consecuencia
mente por los interesados, si todo el proceso no hubiese ile este hecho es muchísimo más difícil. Y en este punto
tenido su base en una m odificación estructural de la el individuo ha de tener presente que no puede partir
viven cia del propio yo, así com o de su relación con el ile su sentimiento espontáneo, cuyos principios están
yo del otro. todavía frecuentemente anclados en el pasado; antes
T o d o esto puede abocar a uno de estos dos resulta lilen, tiene que superarse con decidido esfuerzo y abrir
dos: o el individuo es absorbido por las colectividades ía a aquello que tal ve z le amenaza a él mismo en la
y se convierte en un m ero portador de funciones, peli configuración histórica de su esencia. A n te todo, ¿qué
gro que por todas partes se alza amenazador a juzgar i'N en último término lo sustantivo de lo humano? Ser
por los acontecimientos, o bien se adapta, sí, a las persona. H aber sido llam ado por D ios, y ser, por ello,
grandes estructuras de vida y de trabajo y renuncia a capaz de responder de sí mismo y de intervenir en la
una libertad de m ovim ientos y de form ación individua realidad m ovido por un principio interno de energía,
les — libertad que ya no resulta posible— , pero todo listo hace que cada hom bre sea único, no en el sentido
para concentrarse sobre sus raíces y salvar a ser posible de que sus propias cualidades sean solamente suyas,
lo esencial. nlno en el sentido claro y absoluto de que cada uno, en
N o carece de im portancia el hecho de que la palabra cuanto subsiste en sí mismo, es inalienable, irreem plaza
«p erson alid ad » vaya desapareciendo notablemente del ble c insustituible. A h ora bien, si esto es así, conviene
uso ordinario y sea sustituida por la palabra «p erso n a ». que esa unicidad se dé con frecuencia; conviene que
Esta última tiene un carácter casi estoico. N o apunta al huya muchos hombres y que en cada uno de ellos se
despliegue, sino a la definición; no a algo abundante, e libran estas posibilidades de la cualidad de persona.
incluso extraordinario, sino a algo escaso y no cultiva Los reparos que se ofrecen a esto son evidentes. Esta
do, pero que puede ser conservado y desarrollado en cloro sin necesidad de explicaciones el sentido en que
todo individuo humano; a aquella unicidad que no pro puede decirse que cien hombres son menos que uno, y
viene de las condiciones especiales y del carácter fa vo que los grandes valores están siempre vinculados a las
rable de la situación, sino del llam am iento divino, y cuyo minorías. Sin em bargo, en esto se encierra un peligro;
mantenimiento y realización no significan capricho o el de dejar a un lado la pobreza de la persona, para
p rivilegio, sino fidelidad al deber humano fundamental. deslizarse al campo de la originalidad y del talento, de
En la persona se protege el hom bre contra el peligro lo bello y de lo que culturalmente es de prim era calidad.
que le amenaza, tanto del lado de la masa com o del de Sobre este punto, la frase «¿ d e qué sirve al hom bre
las colectividades, ante todo para salvar aquel m ínim o ganar todo el mundo, si pierde su a lm a?», tiene algo
sin el cual no puede seguir siendo hombre en m odo Importante que decir. «G a n a r el m u ndo» encierra todos
alguno. D e ahí tendrá que proceder la nueva conquista I o n valores culturales humanos existentes: plenitud vital,
de la existencia, conquista que ha de ser realizada por riqueza de la personalidad, «a rte y cien cia» en todas
el hom bre y en fa vo r de lo humano, y que constituye niih formas. Frente a esto se sitúan la perdición o sal-
la tarea del futuro. vlición del «a lm a », y con ello se hace referencia a la
Sin embargo, parece que no se aprecia justamente esta, pero no se puede hablar de Ia masa sin preguntar
tenomeno, si se le considera únicamente bajo el punto I miíiI il^u por su sentido positivo. Está claro que todo
de vista de la falta de respeto por el hombre, o bien IImIIp (|tio perecer para sempre, si la fórm ula defm itoria
de¡taita de escrúpulos en el em pleo del poder. Sin duda, .1.. lo humano no es ya d individuo de form ación eleva
esto es verdad; con todo, estos defectos éticos no so da, lino los miembros iniform es de la multitud. D ecir
darían en la misma medida, ni serían tolerados tan fácil» liar posibilidades humaias se abren com o consecuencia
mente por los interesados, si todo el proceso no hubiese ilt fMli- hecho es muchísmo más difícil. Y en este punto
tenido su base en una m odificación estructural de la ►I Individuo ha de tener presente que no puede partir
viven cia del propio yo, así com o de su relación con el ili’ nii sentimiento espontáneo, cuyos principios están
yo del otro. Itiilnvfn frecuentemente anclados en el pasado; antes
T o d o esto puede abocar a uno de estos dos resulta Itlitli, licué que superará con decidido esfuerzo y abrir-
dos: o el individuo es absorbido por las colectividades i, aquello que tal ve^ le amenaza a él mismo en la
y se convierte en un m ero portador de funciones, p e lk Hililluuración histórica de su esencia. A n te todo, ¿que
gro que por todas partes se alza amenazador a juzgar (Mi último término le sustantivo de lo humano. Ser
p or los acontecimientos, o bien se adapta, sí, a las |ii i*ona. Haber sido llamado por Dios, y ser, por ello,
grandes estructuras de vida y de trabajo y renuncia a H ipa/ de responder de sí mismo y de intervenir en la
una libertad de m ovim ientos y de form ación individua- utilidad m ovido por un principio interno de energía.
Ies — libertad que ya no resulta posible— , pero todo I «In hace que cada horibre sea único, no en el sentido
para concentrarse sobre sus raíces y salvar a ser posible ilii une sus propias cualidades sean solamente suyas,
lo esencial. lllin i'ti el sentido claro y absoluto de que cada uno, en
N o carece de importancia el hecho de que la palabra tminio subsiste en sí mismo, es inalienable, ureemplaza-
«p erson alid ad » vaya desapareciendo notablemente del hli Insustituible. Ahcra bien, si esto es asi, conviene
uso ordinario y sea sustituida p or la palabra «p erson a ». ipii' oía unicidad se d- con frecuencia; conviene que
Jista ultima tiene un carácter casi estoico. N o apunta al Imyn muchos hombres y que en cada uno de ellos se
despliegue, sino a la definición; no a algo abundante, e hI iiiiii estas posibilidades de la cualidad de persona.
incluso extraordinario, sino a algo escaso y no cultiva I im reparos que se ofrecen a esto son evidentes. Esta
do pero que puede ser conservado y desarrollado en lin io sin necesidad de explicaciones el sentido en que
todo individuo humano; a aquella unicidad que no pro pni'tli' decirse que cien hombres son menos que uno, y
viene de las condiciones especiales y del carácter fa vo ipir I o n grandes valore? están siempre vinculados a las
rable de la situación, sino del llamamiento divino, y cuvo minorías. Sin embargo en esto se encierra un peligro;
mantenimiento y realización no significan capricho o t>! tle dejar a un lado la pobreza de la persona, para
p rivilegio, sino fidelidad al deber humano fundamental. ilmll/arsc al campo de la originalidad y del talento, de
En la persona se protege el hom bre contra el peligro |i. helio y de lo que culturalmente es de primera calidad,
que le amenaza, tanto del lado de la masa com o del de hnlire este punto, la frase «¿ d e qué sirve al hombre
las colectividades, ante todo para salvar aquel m ínim o umiiir lodo el mundo, si pierde su a lm a?», tiene algo
sin el cual no puede seguir siendo hombre en m odo llMluirlantc que decir. ¿Ganar el m u ndo» encierra todos
alguno. D e ahí tendrá que proceder la nueva conquista luí valores culturales humanos existentes: plenitud vital,
de la existencia, conquista que ha de ser realizada por Ihiur/a de la personalidad, «a rte y cien cia» en todas
lili formas. Frente a esto se sitúan la perdición o sal
S S , by ¿ rfr r de ,o hum" ° ' y via Irtn del «a lm a », y con ello se hace referencia a la
opción personal, a la manera de responder el hom bre al illilllüad de que la persona alcance su m ayoría de
llam am iento divin o que le convierte en persona. Anta tiindi T od o esto va acompañado, sin duda, de esfuerzos
esto se desvanece «to d o el m undo». tuir conseguir una liberación interna, un robustecimien-
Por consiguiente, ¿podemos, en justicia, deducir da 1 , 1 contra las fuerzas impersonales que crecen en form a
la lim itación que el desarrollo de la masa va a imponer , ni |ii vez más gigantesca, esfuerzos que apenas estamos
a todos los valores de la personalidad y de la cultura iliiuiera capacitados para predecirlos. _
un argumento decisivo en contra de la misma? ¿Acaso A esto hay que añadir otra consideración. Si no que-
tenemos derecho a decir que no pueden ser engendrado» Iunios contemplar los acontecimientos de los últimos
m il seres humanos, sino solamente diez, por el hecho de •lulos únicamente com o pasos hacia la rutina, tenemos
que el n ivel cultural de m il haya de ser in ferior al de una descubrir en ellos un sentimiento positivo. Este sen
diez? L a am pliación de las posibilidades de la persona, i l lo está contenido, según más adelante verem os, en la
¿no es algo absoluto frente a lo cual deben desestimar Itiraa de dominar el mundo, q u e ineludiblem ente nos
se otras consideraciones? H e aquí una coyuntura que Im «Ido encomendada. Las exigencias de esta tarea van
apremia al individualista de la Edad M oderna a pregun- ii «cr tan enormes, que no hay form a de satisfacerlas
tarse en qué m edida ha sentado com o absolutas sus ..... las posibilidades de la iniciativa individu al y de la
condiciones personales de existencia, a cuya defensa unión de particulares form ados en el individualism o, be
tiene, por supuesto, derecho. requerirán una reunión de fuerzas y una unidad de
P o r tanto, en vez de protestar contra la masa que dirección que solamente pueden surgir de una actitud
va haciendo su aparición, en nombre de una cultura
sustentada por personalidades, sería m ejor preguntarse Ahora bien, ésta es precisamente la actitud que se
donde radican los problemas humanos de esta masa, iIi'Iíi ver en la naturalidad con que el hom bre de la
rú es bien, radican en la disyuntiva de si la uniform i ¿noca naciente renuncia a singularidades y acepta una
dad que se im pone con la m ayoría conduce solamente a forma de ser común, así com o también en la naturalidad
la perdida de la personalidad o también a la de la per i on que abandona la iniciativa individual y acepta la
sona. L o prim ero es tolerable; nunca lo segundo. niiinnización. Este proceso se realiza hoy con tal degra
Esto supuesto, a la pregunta de cuál es el m odo de dación y opresión del hom bre, que corremos peligro de
que las posibilidades de la persona permanezcan abier lili ver su sentido positivo. Sin em bargo, tal sentido
tas en la masa, y de cóm o la persona puede incluso llegar ,,ulule, y se encuentra en la magnitud de la tarea a la
a ser algo especialísimamente apremiante en ella no se iiut' corresponde cierta grandeza de la actitud humana,
puede responder con los criterios del antiguo concepto . < 4 decir, una solidaridad tanto respecto de la tarea como
e personalidad, sino que se ha de responder con los | « «p e c io del compañero de trabajo. En un coloqu io en
de la propia masa. Y entonces ciertamente se puede ionio al problem a de lo que la form ación etica del joven
adm itir que, al renunciar al caudal, rico y libre de la MCtiinl podía dar por supuesto com o realidad inmediata,
cultura de la personalidad, se pondrá de relieve, con •i’ obtuvo por resultado una única respuesta: la camara
una hrm eza espiritual que antes no podía darse, lo que dería. Esta pudiera ser entendida com o el residuo tor-
verdaderam ente constituye la «p erso n a »: el estar frente inul que se salva cuando todos los valores sustanciales
a D ios la dignidad inalienable, la responsabilidad in i'ilrin en quiebra; pero también puede ser entendida y,
sustituible. P o r muy extraño que pueda parecer, la mis n mi juicio, debe serlo— com o síntoma de lo que se
ma masa que encierra en sí el peligro de dominación incubando. Se trata de una solidaridad en el orden
e mstrumentahzación absolutas entraña también la po- lie la existencia: en la tarea y en el riesgo humanos del
futuro. Si se llega a concebir esa camaradería poniendo mn fácil precisar. Dichas configuraciones se distinguen
en su base la persona, entonces dicha solidaridad con s' mitre sí profundamente; sin em bargo, tienen algo en
tituye el gran elem ento humano-positivo de la masa minún, precisamente lo que indica el concepto de lo
Con esta solidaridad p or base, y siempre bajo las nue «h u m a n o ». ,
vas condiciones que im plica la masa, pueden ser recon Tul vez pueda definirse este concepto com o el hecho
quistados los valores humanos de la bondad, el saber v ile que la esfera de actividad de dicho tipo de hombre
la justicia. J i oincidía con la esfera de sus vivencias. En realidad,
Tam bién desde este ángulo, por supuesto, se han de *Alo comprendía las cosas de la naturaleza, y tal y
revisar los tan discutidos valores democráticos. T o d o el wuao él podía verlas, oírlas, tocarlas con sus sentidos.
mundo tiene experiencia de la profunda crisis que les I.MN realizacion es qu e o b tu v o fu e ro n fu n d am en ta lm en te
afecta. L a crisis se deriva de que esos valores han reci Inn de sus órganos, ampliadas y robustecidas mediante
bido su cuño histórico en la atmósfera de la cultura de Miiuellos elementos auxiliares que llamamos instrumen-
la personalidad y expresan la pretensión que tiene la Ion cuyo efecto de am plificación fue a veces muy gran
m ayoría de que cada uno de sus miembros ha de poder de, Y a la Antigüedad y la Edad M edia conocieron
llegar a alcanzar esa personalidad. Pero precisamente principios mecánicos, y la Edad M oderna com enzó en
p o r ello, presuponen la existencia de una población re el acto a desarrollarlos científica y técnicameente. A pe
lativam ente pequeña. P or consiguiente, se ve también ni r de ello, hasta avanzada la Edad M orderna este efec
que un espíritu auténticamente dem ocrático en este sen to de am plificación no fue un fenóm eno esencial que
tido solo es posible en países pequeños, y, si lo es en licuara a m otivar un cambio total de actitud, al perm i
grandes países, solamente en aquellos que tengan aún tir superar la esfera de lo que el hom bre podía abarcar
muchísimo campo libre. A h ora bien, la solución al p ro con sus facultades sensitivas, representarse con su ima-
blem a del porvenir de los valores democráticos está en ulnución y experim entar con su sentimiento. A sí, su
saber si son concebidos y sentidos en form a diferente (iiicrcr y su poder estaban en consonancia con su es-
al tomar com o punto de partida la estrechez y rigurosi Iructura p s ico físic a . O tr o tan to ocu rría c on la natu raleza
dad existencial de la persona que form a parte de la (Hic él veía y palpaba, puesto que lo que hizo fue ex
masa. plotar sus energías, utilizar sus elementos y desarrollar
En caso de que no se realice este sentido positivo, •un formas, pero dejando totalmente a un lado lo re-
tendrá lugar la segunda parte de la alternativa: el hom Intivo a su esencial constitución. E l hom bre dominaba
bre sucumbirá ante las fuerzas anónimas. lu naturaleza en cuanto que se incorporaba en ella.
A ú n hemos de considerar otra cosa. A partir de una lista correspondencia, muy elástica naturalmente, esta
fecha remota de la Edad M oderna, los conceptos recto consonancia del querer y el poder con el dato inmedia
res de la existencia se han apoyado en la imagen del to, esta posibilidad no sólo de saber y de obtener resul
«h om b re hum ano». Tengam os presente que este tér tólos, sino incluso de v iv ir plenamente lo conocido y
m ino no contiene un ju icio m oral, sino que hace refe lo alcanzado, constituye la cualidad a que aquí hacemos
rencia a una estructura susceptible de determinación referencia con la palabra «h u m an o».
tanto positiva com o negativa. En el curso de la evolu Más tarde esta correspondencia se m odifica. E l cam
ción histórica se presenta con diferentes configuracio po del conocer, del querer y del obrar humanos supera
nes: com o hombre de la Antigüedad, de la Edad M edia, ln esfera de la estructura natural de esas actividades, pri
de la Edad M oderna. Esta última estructura está en v i mero en casos aislados, luego cada v ez con más frecuen-
gor hasta un m omento posterior al final de siglo que no cln y, por fin , de un m odo constante. A h ora el hom bre
conoce en form a científica e intelectual mucho más de Ahora bien, con todo esto se m odifica también — y
lo que puede ver sensorialmente, e incluso de lo que iilüurrimos una v ez más a lo ya analizado— la imagen
únicamente puede imaginar. Pensemos en el orden de ile la naturaleza misma. Tam bién la posibilidad de acce-
magnitudes de la astronomía. Es capaz de planear y •o u ella, de im aginarla y de vivirla , es cada v e z menor.
llevar a la práctica actividades que él, abandonado a (jiordano Bruno y M ontaigne, Rousseau y Spinoza,
sus meras fuerzas, ni siquiera puede sospechar. Recor (loethe y H ólderlin , incluso los materialistas de finales
demos las posibilidades técnicas descubiertas por la ilel siglo x ix , entendieron bajo la palabra «n atu raleza»
física. r
el conjunto de cosas y acontecimientos que el hombre
A consecuencia de esto, sus relaciones para con la i ncontraba alrededor de sí y que, a partir de él, se dila-
naturaleza se m odifican: pierden su carácter inm edia llban en conexiones incesantes; la estructura de sus
to; se hacen indirectas, mediatizadas p o r el cálculo y el formas y procesos inmediatamente dados, que se halla
aparato. Pierden la posibilidad de ser algo viven cia l-
ban respecto de él en una relación de m edida armónica.
se hacen positivas y técnicas.
lUus cosas y acontecimientos, form as y procesos esta
. Pero también sufren una transformación, a consecuen llan ahí, accesibles y con posibilidad de originar una
cia de lo dicho, las relaciones del hom bre para con su nxperiencia vital; ahora todo huye a la zona de lo inase
obra. Esta, igualmente, se hace en am plia m edida indi quible. Por supuesto que la naturaleza en el sentido
recta, abstracta y positiva. N o puede ya, en gran parte,
anterior era tam bién «m isteriosa», incluso «e n pleno
v iv irla plenamente, sino sólo someterla a cálculo y com din»; sin embargo, su m isterio era en tal m edida con
probación. D e aquí brotan graves problemas. En efecto, tinuación del misterio humano, que se la podía calm
el hom bre es, desde luego, lo que él v iv e ; pero ¿qué es ear de «m adre naturaleza». Constituía un misterio en
el hom bre si el contenido de su obra no puede conver
t<l que se podía v iv ir, aun cuando el hom bre no sola
tirse en vivencia suya? Responsabilidad supone, cierta mente encontrara en él nacimiento y desarrollo, sino
mente, cargar con las consecuencias de lo que se hace; también dolor y muerte. A h ora, la naturaleza se ha
constituye el tránsito de la m aterialidad de cada aconte convertido en algo decididamente extraño y no da ya
cim iento a su aprobación ética; pero ¿en qué consiste posibilidad para la m enor relación inmediata. P o r otra
la responsabilidad si el acontecimiento no tiene ya fo r parte, no puede ser ya concebida de m odo intuitivo,
ma alguna concreta, sino que se presenta a través de niño solamente en form a abstracta. Se convierte cada
fórmulas y aparatos?
vez más en una com pleja estructura de relaciones y t u i
A l hom bre que v iv e de este m odo le denominamos
ciones, que sólo cabe comprenderse p or m edio de
«n o hum ano». D el mism o m odo que e l térm ino «h u ulmbolos matemáticos, y que se apoya en algo cuya de
m a n o» no im plica un juicio m oral, tam poco lo lleva
terminación en concreto no es ya posible.
consigo esta expresión, sino que hace referencia a una es
tructuración histórica en gestación y que cada ve z se
Del mismo m odo, esta naturaleza no puede ser ya
acentúa con m ayor fuerza: la estructura en la cual la es
aentida en gran parte sino con sentimientos muy rem o
fera de las vivencias del hom bre será rebasada sistemáti
tos y, además, de posibilidades lim itadas; com o algo
camente por su esfera de conocim iento y de acción *.
se desvanece. El Estado m oderno recibe todo poder del turas quedan vacías; pierden su razón de ser, no engen
pueblo. Durante breve tiem po se intenta dar ese carác dran ya convicción. L a ley del Estado es algo más que
ter soberano al pueblo mismo — véanse, por ejem plo, un mero conglom erado de normas que expresan la con
las concepciones del romanticismo, del nacionalism o y ducta autorizada públicamente; tras ella está algo intan
de la democracia en sus com ienzos— . Pero la idea pier gible que, cuando la ley es infringida, pone de relieve
de pronto su vigor y significa únicamente que el «p u e *u valor en la conciencia. El orden social es algo más
b lo », es decir, la m ayoría de un Estado, exteriorizando que una mera garantía de una vid a en común sin fric
de algún m odo su voluntad, constituye la últim a instan ciones; tras él hay algo que convierte en profanación
cia para el desarrollo de las medidas de ese Estado, en cualquier lesión del mismo. Este elemento religioso hace
tanto no haya un grupo determinado que, teniendo el que las distintas form as de conducta, obligatorias para
poder en sus manos, sea el que realmente gobierne. el ser humano, se realicen también «c o n espontanei
dad», sin presión externa; que los distintos elementos
Otras muchas cosas por este tenor pudieran aún de del hombre se mantengan en relación recíproca y cons
cirse. P o r todas partes se constituyen formas de existen tituyan una unidad. E l mundo meramente profano no
cia, cuyo único fundamento es la realidad empírica. existe; ahora bien, cuando una voluntad obstinada con-
A h ora bien, de aquí surge el problem a de si es posi nlgue elaborar algo hasta cierto punto semejante a este
ble, a la larga, una vida constituida de este m odo: tipo de mundo, esa construcción no funciona. Es un
¿ T ien e el sentido que ha de tener para poder seguir artefacto carente de sentido. N o convence a la razón
siendo vid a humana? ¿Puede, además, alcanzar ella sola viva, latente bajo la capa de la razón racionalista. El
los fines que han de alcanzarse en cada caso? ¿ N o pier corazón tiene el presentimiento de que en el mundo
den su fuerza las instituciones si únicamente se consi no «v a le la pen a» que se viva.
dera su existencia em prírica? El Estado, por ejem plo, Sin el elemento religioso, la vid a se convierte en algo
necesita del juramento, que constituye la fórm ula de parecido a un m otor sin lubrificante: se calienta. A cada
m áxim a obligatoriedad que tiene el hom bre para hacer Instante se quema algo. Por todas partes se desencajan
una declaración o para comprometerse a una empresa. piezas que habían de engranar con toda precisión. Se
A h o ra bien, el juramento tiene esa fuerza en la m edida descentra, y se sueltan las ensambladuras. L a existencia
en que quien lo presta pone a Dios, expresa y solemne se desorganiza, y entonces hace su aparición aquel cor
mente, por testigo de su declaración. Pero ¿y si, llegan tocircuito que se está produciendo desde hace treinta
do al extrem o a que apunta la tendencia de la Edad años en proporciones siempre crecientes: se emplea la
M oderna, el juramento no pone ya com o térm ino suyo violencia. A causa de ella, la desorientación busca una
a D ios? Entonces la declaración del que preste jura Nalida. Si los hombres dejan de sentirse vinculados des
de dentro, recibirán una organización externa; y, para mitlludcs en cuestión corresponden simplemente al des-
que la organización funcione, el Estado la sustenta con n ito IIo de la naturaleza humana ignora el sentido real
su coacción. Pero ¿se puede viv ir, a la larga, m ovidos ilil los mismos; más aún, desemboca — digám oslo sin
solamente por la coacción? jodeos — en un fraude que pertenece también, para
i|illcn vea las cosas com o son, al cuadro de la M od er
Hem os visto que desde comienzos de la Edad M oder nidad.
na se trabaja por elaborar una cultura no cristiana.
Durante mucho tiem po esta actitud negativa apunta I.a cualidad de persona pertenece a la esencia del
únicamente al contenido mismo de la revelación, no a hombre; pero solamente se hace visible y puede ser
los valores éticos, sean individuales o sociales, que se (firm ada por la voluntad m oral si mediante la revela
han desarrollado bajo la influencia de aquélla. Por el ción se abre paso a la relación con el D ios personal v i
contrario, la cultura de la Edad M oderna sostiene que vo en los dogmas de la filiación divina y de la divina
se basa precisamente en estos valores. Según su punto providencia. Si esto no ocurre, tendremos conciencia del
de vista — aceptado en gran m edida por los estudios Individuo bien dotado, distinguido, genial, pero no de
históricos— , los valores, por ejem plo, de la persona, de Ih persona auténtica, que constituye una determinación
la libertad, responsabilidad y dignidad individuales, rmllcul de todo hom bre por encima de todas sus cuali
del respeto mutuo y de la mutua ayuda, constituyen dades psicológicas o culturales. A sí, pues, el saber acer
posibilidades innatas en el hombre, descubiertas y des co de la persona queda ligado a la fe cristiana. La afir-
arrolladas p or la Edad M oderna. A firm a esta tesis que mnelón y el cultivo de la prim era sobreviven cierta
es cierto que la form ación humana de los prim eros tiem mente durante algún tiem po a la extinción de esa fe,
pos del cristianismo cuidó de desarrollar esos gérme pero luego van desapareciendo paulatinamente.
nes, al igual que la Edad M edia fom entó la vid a in Lo mismo puede decirse de aquellos valores que cons-
terior y la práctica de la caridad. N o obstante, la auto llluyen el desarrollo de la conciencia de ser persona.
nom ía de la persona hizo posteriormente su aparición, A h í . por ejem plo, de aquel profundo respeto, no a la
y se trata de una conquista de orden natural, indepen inteligencia extraordinaria o a la posición social, sino a
diente del cristianismo. Este m odo de ver las cosas se In realidad de la persona en cuanto tal: a su unicidad
acuña en múltiples expresiones; una de ellas, especial cnnlitativa y a su carácter irrem plazable e inalienable
mente representativa, la hallamos en los derechos del un lodo hombre, aun cuando en lo restante tenga éste
hombre, proclamados por la Revolución Francesa. Ih misma índole y capacidad que los demás. O de
En realidad, estos valores y actitudes están vinculados m|iiella libertad que no significa la posibilidad de des
a la revelación, que está en una relación específica con arrollarse y de gozar de la vida, reservada por ello a
lo que es humano por naturaleza. Procede de la libera Ion privilegiados de la naturaleza o de la sociedad, sino
lidad de Dios, pero asume lo humano dentro de su In aptitud de todo hombre para decidirse y para ser
armonía, naciendo así la estructura cristiana de la vida. dueño, con esta decisión, de sus actos y, en sus actos,
C om o consecuencia, quedan libres en el hom bre ener de sí mismo. O bien de aquella inclinación hacia el
gías que en sí son «n atu rales», pero que no se hubieran olro, que no supone simpatía, ayuda mutua, deber so-
desarrollado fuera de esa estructura. A parecen en el clnl o algo por el estilo, sino la posibilidad de afirm ar
cam po de la conciencia valores que, si bien son eviden el «tú » en él y de constituirse en « y o » mediante esa
tes en sí, solamente pueden ser descubiertos bajo esas «Urinación. T o d o esto se mantiene v iv o sólo en tanto
condiciones. P o r tanto, la tesis de que estos valores y t|iie el saber acerca de la persona conserve su vitalidad.
112 E l ocaso de la Edad M od ern a H acia una nueva imagen del m undo 113
Pero a m edida que ese saber va degenerando a la par j «I descubra el fraude de que hablamos. Se verá enton-
que la fe en las relaciones con Dios, que enseña el i |i u qué realidad se llega si el hom bre se desliga de la
cristianismo, se desvanecen también aquellos valores y nivelución y del usufructo que de ella venía teniendo.
actitudes.
El hecho de que no se reconociera la relación de la i |>cio aún no hemos dado respuesta a la pregunta si
revelación con lo humano, de que la M odernidad se guiente. ¿D e qué naturaleza será la religiosidad del fu
adjudicara la paternidad de la cualidad de persona y turo? N o hacemos referencia a su contenido revelado,
de la esfera de los valores personales, pero rechazara la que es eterno, sino a la manera de realizarse éste en la
revelación que constituía la garantía de esa cualidad y lililoria, a la estructura humana de ese contenido. Sobre
de esa esfera, ha dado origen al fraude intrínseco de que | Pilo habría que decir muchas cosas y se podrían hacer
antes hablábamos. T o d o este com plejo se ha ido desve- j muchas conjeturas; sin embargo, tenemos que ser breves.
lando poco a poco. E l clasicismo alemán se apoya en ] Ante todo, tendrá gran im portancia lo que hemos in-
valores y actitudes sometidos ya a revisión. Su concep- 1 illindo últimamente: el fuerte progreso de la form a de
ción del hom bre es noble y bella, pero sin la suprema j i'Xlitencia no cristiana. Cuanto m ayor sea la decisión
raíz de la verdad, puesto que rechaza la revelación, I mu que el incrédulo niegue la revelación, y cuanto más
aunque se nutra absolutamente de sus resultados. Por j i unsecuente sea en la práctica de esa negación, tanto
esto su actitud humana em pezó a difuminarse ya en la j mayor será la claridad con que se verá lo que es ser
generación siguiente. Y no porque el n ivel de ésta fuese itlitiano. Es preciso que el incrédulo salga de la niebla
más bajo, sino porque la cultura de la persona, arranca* ilt' la secularización, que renuncie al beneficio abusivo
da de sus fundamentos, demostró ser im potente frente I ile negar la revelación, apropiándose, sin em bargo, los
al naciente positivism o. valores y energías desarrollados por ella; que ponga en
Este proceso ha seguido su camino hacia adelante, y prrtctica seriamente la existencia sin Cristo y sin el D ios
cuando más tarde brotó de im proviso el sistema de va revelado por él y tenga experiencia de lo que eso_ sig
lores de las dos últimas décadas, tan rotundamente nifica. Y a N ietzsche advirtió que el hom bre no cristia
opuesto a toda la tradición cultural de la Edad M oder no de la M odernidad no sabe realmente lo que signifi
na, tanto ese carácter repentino del fenóm eno com o esa ca no ser cristiano. Las décadas pasadas han proporcio
posición fueron meramente aparentes; lo que en reali- ] nado un esbozo de ello, y sólo constituyeron el co
dad ha sucedido es que se hizo patente un vacío, exis- mienzo.
tente ya con mucha anterioridad: juntamente con la re- i Se va a desarrollar un nuevo paganismo, pero de na-
velación había desaparecido la conciencia de lo que es I turaleza distinta que el prim ero. Tam bién aquí encon
auténticamente la persona y de su mundo de valores ] tramos una falta de visión clara, que afecta a otras co
y actitudes. fias, entre ellas a nuestras relaciones con la Antigüe
Los tiempos venideros arrojarán una claridad espan- ¡ dad. El hombre no cristiano actual tiene con frecuencia
tosa, pero salvadora, sobre estas cosas. N ingún cristiano i la opinión de que puede suprimir el cristianismo y bus-
puede alegrarse del progreso de esta actitud anticristia- ] uar un nuevo horizonte religioso partiendo de la A n ti
na, pues la revelación no es ciertamente una vivencia ] güedad. Pero en esto yerra. La historia no puede ser
subjetiva, sino la verdad absoluta, consumada por aquel | desandada. L a Antigüedad com o form a de existir pasó
que, a su vez, creó el mundo; y todo m om ento históri- ] definitivamente. Si el hom bre actual se hace pagano, lo
co que hace im posible el influjo de esa verdad está ame dciá en un sentido totalmente diferente al del hombre
nazado en lo más íntimo. Sin embargo, es necesario que del tiempo anterior a Cristo. L a actitud religiosa de
i
este hombre, pese a toda la grandeza tanto de su vid liMTcna, muestra ya su im potencia por su incapacidad
com o de su obra, tuvo algo de ingenuidad juvenil. V •tro influir sobre el nuevo ambiente que va surgiendo,
v io en un tiem po en que aún no había tenido lugar T j.im intentos de los Sonetos a O rfe o , en este sentido,
opción que supone la venida de Cristo. M ediante ella adolecen de una indigencia que da lástima, y que en la
sean cuales sean sus consecuencias, entra el homb pretensión expresada en las Elegías llega a producir
en un nuevo plano existencial; Sóren Kierkegaard pusJ ixlrnñeza.
en claro esto de una v ez para siempre. I Por lo que hace, finalm ente, a concepciones com o la
L a existencia del hom bre cobra, a partir de esa opción lili cxistencialismo francés, que niegan de form a tan
una seriedad que la Antigüedad no conoció, porque no brutal el sentido de la existencia, uno se pregunta si no
podía conocerla. D icha seriedad no tiene su origen en i D e s tit u ir á n una especie de romanticismo desesperado,
una madurez meramente humana, sino en el lla m «* uuya posibilidad se debe a las conmociones de las últi-
m iento de Dios, que la persona oye a través de Cristo, mus décadas. Una tentativa no sólo de colocar la exis
A b re ésta los ojos, y queda, quiéralo o no, despierta. Su tencia en contradicción con la revelación cristiana, sino
origina de la participación a lo largo de los siglos de la tic basarla en fundamentos independientes de la misma
existencia de Cristo; de la experiencia de aquella tre* y totalmente secularizados, habría de caracterizarse por
menda claridad con la que él «h a sabido lo que hay en un realismo completamente distinto. Tendrem os que es
el h o m b re», y de aquel valor sobrehumano con quo perar para ver en qué m edida logra el mundo oriental
el abordó la existencia. D e ahí el extraño efecto quo Convertir esa tentativa en realidad y qué ocurrirá en
nos producen los anticristianos de no haber alcanzado tonces con el hombre.
la madurez al apoyarse en la fe de la Antigüedad.
D ígase lo mismo de la revalorización de la m itolo La fe cristiana, con todo, tendrá que cobrar nuevas
gía nórdica. A no ser que sirva únicamente para encu- energías. Tam bién ella ha de escapar a las seculariza
brir fines de poder, com o en el nacionalsocialismo, es ciones, parecidos, im perfecciones y confusionismos.
tan vana com o la de la m itología antigua. El paganismo Y aquí sí que podemos permitirnos, a m i parecer, una
nórdico se encontraba igualmente ante la opción que le J firme confianza.
obligaba a abandonar el v iv ir oculto y, a la vez, lleno | /VI cristiano siempre le ha resultado singularmente
de trabas de una existencia natural, con sus ritmos e difícil entenderse con la M odernidad. Esto plantea un
imágenes, para penetrar en el mundo serio de la perso- ] problema que requeriría un análisis más preciso. N o
na, fueran cuales fueren las consecuencias de esa opción. I queremos decir que la Edad M edia, en cuanto época
Con m ayor razón ha de decirse lo mismo de todas i histórica, haya sido en absoluto cristiana y, por el con
las tentativas de crear una nueva m itología mediante la I trario, la Edad M oderna no cristiana. Esto sería caer en
secularización de pensamientos y actitudes cristianos, I «quel romanticismo que ha dado origen a tantas des
com o sucede, por ejem plo, en la poesía de R ilk e de últi- I orientaciones. L a Edad M edia tuvo su base en una es
m a hora *. L o que esta poesía tiene de original, es de- I tructura del pensamiento, del sentimiento y de la acti
cir, la voluntad de quitar a la revelación su carácter j vidad que, en principio y com o tal estructura, fue neu-
trascendente y fundamental, una existencia únicamente tfa| — si así podemos hablar— respecto del dogma. L o
mismo vale para la Edad M oderna. En ella el hombre
* En mi libro E l análisis del ser en Rainer María Rilke tic Occidente adoptó la actitud de autonomía individual,
ofrezco más precisiones a estas ideas en una interpretación lo cual no constituye todavía afirm ación alguna sobre
completa de las Elegías a Duino. el uso religioso y m oral que hizo de esa autonomía. El
ser cristiano se basa en una actitud ante la revelación,
En el mismo sentido actuará también la disminución
que puede adoptarse en cualquier p eríodo de la histo
de la energía religiosa directa, al igual que la capaci-
ria. Partiendo de esto, lo mismo se puede decir que la
llnd de experiencia y de creación religiosas de que he
revelación es algo próxim o a una época cualquiera que
mos hablado. L a omnipresencia de la religión ayuda a
decir que es rem ota a ella. A sí, pues, también en la
creer; pero también- puede oscurecer y secularizar el
Edad M edia se dio la incredulidad en todos los grados
contenido de la fe. Si esa omnipresencia disminuye, la
de opción, del mismo m odo que en la M odernidad se ha
fu se hará más rara, pero en cambio más pura y vigorosa.
dado una fe cristiana auténtica. Sin em bargo, esta últi
Heeibe una m ayor capacidad para percibir lo que existe
ma fue de otra naturaleza que la de la Edad M edia. A l
realmente, y su centro de gravedad se aloja más honda
cristiano de la M odernidad le correspondió llevar a la
mente en la esfera de lo personal: en la opción, en la
práctica su fe partiendo de los presupuestos históricos
«Inceridad y en la abnegación.
de la autonomía individual, y lo hizo en form a absolu
tamente igual a aquella en que la Edad M edia cumplió
Lo que hemos dicho sobre la situación y su riesgo
su tarea en este aspecto. Pero, p or otra parte, este cris
vnlc también aquí respecto de la actitud cristiana, que
tiano encontró obstáculos que le hicieron d ifícil asimilar
luibrá de tener un sello especial de confianza y fortaleza.
su época tan sencillamente com o lo había p odido hacer
Con frecuencia se ha hecho al cristianismo el repro
el cristiano del período precedente. E l recuerdo de la
che de que en él se pone a salvo el hom bre del riesgo
sublevación de la M odernidad contra D ios fue demasia
de la situación moderna. En esto hay mucho de verdad,
do v iv o ; su form a de poner todas las esferas de la acti
y no sólo porque el dogm a con su objetividad crea un
vidad cultural en contradicción con la fe y a ésta mis
HÓtido sistema de pensamiento y de vida, sino también
ma en una situación de inferioridad fue excesivamente
porque en la Igelsia viven aún un acervo de tradiciones
sospechosa. Adem ás, se produjo aquello que hemos
culturales que fuera de ella han muerto. En el futuro,
llam ado el fraude de la M odernidad, aquella doblez,
til reproche tendrá cada vez menos fundamento. E l pa
que consistió en negar de una parte la doctrina y el or
trimonio cultural de la Iglesia no podrá sustraerse a la
den cristiano de la vida, mientras reivindicaba de la
ruina general de lo tradicional, y en aquellos aspectos
otra para sí la paternidad de los resultados humano-
0 1 1 que todavía perdura, se verá agitado por muchos pro
culturales de esa doctrina y de ese orden. Esto hizo que
blemas. Por lo que hace al dogma, pertenece ciertamen
el cristiano se sintiera inseguro en sus relaciones con la
te a su esencia el sobrevivir a todos los cambios tem
E dad M oderna: p or todas partes encontraba en ellas
porales, ya que se funda en lo supratemporal; no obstan
ideas y valores cuyo abolengo cristiano era m anifiesto,
te, puede presumirse que el sello de la form a de vid a se
y que, sin embargo, eran presentados com o pertenecien
dejará sentir en él con especial claridad. Cuanto m ayor
tes al patrim onio común. En todas partes tropezaba con
*cn el rigor con que el cristianismo se reafirm e com o lo
elementos del patrim onio cristiano, que, sin embargo, se
no evidente, cuanto más hondamente haya de distin-
volvía n contra él. En tal situación, ¿cóm o iba a tener
Hiiirse de una concepción dominante no cristiana, tanto
confianza? Estas contradicciones se desvanecerán. La
más firm em ente hará su aparición en el dogm a el ele
época futura tomará en serio aquellos aspectos en que
mento existente y práctico, al lado del teórico. Desde
se opone al cristianismo. Hará ver que los valores cris
luego, no es necesario advertir que, al hablar así, no me
tianos secularizados no son sino sentimentalismos, y el
refiero a «re n o v a c ió n » alguna, a ninguna clase de debi
ambiente se hará transparente: lleno de hostilidad y pe
litación, ni de su contenido ni de su valor. Por el con
ligro, pero puro y sincero.
trario, se acentuarán con m ayor agudeza su carácter
absoluto, la incondicionalidad tanto de sus afirm a d o t n pleno incremento del poder del mundo brota un in
nes com o de sus exigencias, pero en ese carácter absolu dicio de santas posibilidades.
to, la definición de la existencia y la orientación del que I'ita relación entre lo absoluto y la persona, entre la
hacer se harán sentir, creo yo, de un m odo especial. m|c#BÍdad y la libertad, permitirá al creyente mante-
IIHH'NO firm e en el vacío y en el desamparo y orientarse;
D e este m odo la fe podrá subsistir en m edio del riesgo. li permitirá entrar en relación directa con D ios en
En las relaciones para con Dios, resaltará fuertemente atedio de todas las situaciones de opresión y de peli-
el elemento de la obediencia. O bediencia absoluta, con ufo y conservar su carácter de persona vivien te en m e
conciencia de que está en juego aquel interés supremo tilo de la creciente soledad del mundo futuro, soledad
que sólo puede hacerse realidad mediante ella. O bedien precisamente en m edio de las masas y dentro de las
cia no porque el hom bre sea «h eteró n o m o », sino por urbanizaciones.
que D ios es la santidad absoluta. P o r consiguiente, se
trata de una actitud totalmente opuesta a la liberal, Si comprendemos bien los textos escatológicos de la
orientada hacia lo incondicionado sin condiciones, pero Nafrada Escritura, verem os que la confianza y la forta-
— y aquí aparece su diferencia respecto de todas las fo r ItiRU constituyen en sustancia las características del fin
mas de fuerza— libremente. Esta incondicionalidad no dr los tiempos. E l ambiente de cultura cristiana y la tra
constituye abandono de ninguna clase al poder físico.-o dición que la confirm a perderán vigor. Y esto v a a for-
psíquico de un mandato, sino que mediante ella el hom niar parte de aquel peligro de escándalo del que se ha
bre da cabida en sus actos a la voluntad divina. A h ora dicho que en él «caerían, si fuera posible, hasta los es-
bien, esto presupone madurez de juicio y libertad de i ouldos» (M t 24,24).
opción. I,n soledad en la fe será espantosa. E l amor dejará
Tam bién existe una confianza, solamente posible en ilr Her una actitud común (M t 24,12). N i será compren
esta esfera de la actitud cristiana; no una confianza en dido ni practicable. Se hará tanto más valioso cuanto
una estructuración racional del universo o en un prin que pondrá en contacto a un solitario con otro solita-
cipio optimista de buena intención, sino en D ios, que ■lo. Será fortaleza del corazón procedente de la relación
existe realmente y es un ser activo; más aún, que actúa. directa con el amor de D ios. Q uizá se sienta este amor
El A n tigu o Testamento cobra así, si no m e engaño, un de una form a totalmente nueva, con la soberanía de su
sentido especial: muestra al D ios v iv o , que lo mism o de i arrieter originario, su independencia respecto del mun
rriba el hechizo cósmico de la m itología que los poderes do, el misterio de su últim o por qué. T a l v e z alcance el
políticos temporales de carácter pagano, y presenta al «mor un profundo sentimiento de conform idad que to
hom bre creyente, que, de conform idad con la alianza, davía no ha existido nunca. T a l ve z suceda algo de
entra en relación con esa actividad de Dios. Esto va a aquello que se encierra en las palabras que nos dan
tener im portancia: cuanto m ayor sea el ritm o al que ¡a clave para com prender la predicación de Jesús sobre
crezcan las fuerzas anónimas, tanto más categórica la providencia, esto es, que para el hom bre que hace
m ente se afirm ará el triunfo de la fe sobre el mundo ill la voluntad de D ios sobre su reino su prim era pre
en la realización de la libertad; en la conform idad de ocupación, las cosas cambian de aspecto (M t 6,33).
la libertad, regalada al hom bre con la libertad creadora La actitud religiosa del futuro presentará, a m i m odo
de D ios, y en la confianza en lo que D ios lleva a cabo; do ver, estos caracteres escatológicos. Con ello no trata
no sólo en que es un ser activo, sino en lo que de hecho mos de hacer un pronóstico barato de caracteres apoca
lleva a cabo. Aunque parezca extraño, lo cierto es que lípticos: nadie puede decir que se acerca el fin , cuando
Cristo mismo hizo saber que el fin de las cosas sólo lo
conoce el Padre (M t 24,36). Por consiguiente, si hemos
hablado aquí de una proxim idad del fin, éste no ha do
entenderse en sentido cronológico, sino en sentido sus
tancial, es decir, que nuestra existencia está entrando en E V O L U C IO N H IS T O R IC A
las fronteras de la opción absoluta y de sus consecuen, DE LA
cías; de que se aproxim a a una zona tanto de las má* IM A G E N D E L M U N D O
ximas posibilidades com o de los riesgos supremos.