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Unidad 3: Diagnóstico y Tratamiento

Diagnostico descriptivo y diagnostico psicoanalítico. Clasificación francesa de


trastornos mentales del niño y del adolescente CFMAR-2000 y DSM IV. Series
complementarias. Lo constitucional y lo accidental. Polimorfismo psicopatológico
infantil. Criterios de indicación de tratamiento. Transferencia del niño y de sus
padres. Encuadre y dispositivo analítico. Delimitación del trabajo con el niño y los
padres. Variedades de indicaciones. Tratamiento analítico e intervención analítica.
Dispositivos complejos.
Jerusalinsky: Psicoanálisis del autismo Cap 5 “Aspectos constitucionales del bebé y su
influencia en la relación madre-hijo”. (este texto habla de lo que viene el niño y su
enganche producido con la madre).
Al principio las respuestas del niño están encaminadas por la vía de la actividad refleja,
por la actividad espontánea y por las expresiones de su tono muscular y su gestualidad. La
viabilidad y condición de estas actividades en el niño realimentarán un circuito afectivo
con centro de determinación en la madre. Esta retroalimentación podrá ocasionar cambios
en la posición de la madre respecto del niño, modificando así el lugar simbólico que el
hijo ocupa y el valor que significa.
El niño existe psíquicamente en la madre mucho antes de nacer y mucho antes, incluso, de
ser gestado. Cuando el niño nace, todo ese engranaje que lo precede se pone efectivamente
en movimiento. Un recién nacido dispone de un “enganche” (engranaje madre-hijo) para
articularse en el proceso materno que lo contiene; “enganche” que se compone de:
a. Actividad refleja arcaica. Cuando el niño nace presenta una serie de reacciones
automáticas, desencadenadas por estímulos, y que constituyen algunas de las
huellas que guían la actividad del bebé como los reflejos madurativos, orales, de
Moro, tónico- cervicales, etc.
Nuestro objetivo es analizar el valor que tienen tales reflejos para los intercambios madre-
hijo.
Langer define la importancia que para la madre y el niño tiene la lactancia feliz: “No sólo
el niño sino también la madre se perjudica por la renuncia a amamantar”. Helen Deutsch
encuentra una estrecha relación entre el trabajo de parto y la lactancia, al comprobar que la
succión del lactante estimula las últimas contracciones del útero, de manera que con el
comienzo de la lactancia termina la función dinámica de este órgano, cediendo la primacía
a las mamas.
La activa succión por parte del bebé produce en la madre el vaciamiento del pecho,
calmando la tensión y estimulando la glándula mamaria, con lo cual la secreción láctea
aumenta. Y a medida que el cuerpo de su hijo crece se pone en evidencia el efecto de la
donación materna.
Este ciclo de satisfacción parte del ofrecimiento del pecho, circula por la succión del bebé,
retorna glandular y psíquicamente sobre la madre, que se siente así más próxima a su hijo,
transformando la brusca separación del parto en un distanciamiento corporal gradual y
lento durante el cual el bebé recibe el don materno, el cual primero se expresa como leche,
como alimentación, como apoyo y luego va re-significándose en otros objetos en la
medida en que el niño se vuelve capaz de alimentarse por sí mismo.
Este círculo maternal envuelve otro ciclo con el que se superpone y se entrecruza: el ciclo
de hambre y dolor, succión-consuelo, saciedad y satisfacción. El bebé experimenta todo
esto con los ojos fijos en el rostro de la madre, ojos que lo enganchan y lo trasportan hasta
el universo en el cual su cuerpo, boca, y la leche adquieren su inscripción: el universo
simbólico.
El punto de contacto, que en el ángulo psíquico está apoyado en una serie de
representaciones maternas, en el ángulo biológico se apoya en automatismos reflejos,
como los orales y visuales. El pecho se ofrece y por el reflejo de búsqueda, el rostro del
niño gira y chupa. La madre “lee” en los ojos y en el cuerpo que se relaja, el goce que su
leche proporciona.
b. Gestualidad refleja. El llanto inicial del bebé, es obviamente un reflejo, puro
automatismo ligado al principio a la respiración aérea pero de allí en adelante, y
casi sin interrupción, se repetirá en situaciones de dolor e incomodidad que afecten
al niño.
En las primeras semanas el llanto aparece como desencadenado automáticamente frente a
cualquier síntoma de dolor e incomodidad, como directamente asociado a sensaciones
corporales inmediatas y presentes. Con cinco semanas de vida se presenta como efecto de
los sueños, porque mientras duerme presenta succión espontánea, contracción de rostro,
emisión de sonidos, sonrisas, movimientos de los párpados, eventualmente un llanto breve
e interrumpido bruscamente, como obedeciendo a una imagen que pasara fugazmente.
Esta secuencia evolutiva muestra cómo el llanto se transforma de una reacción automática
en un elemento de comunicación. Basta observar las reacciones de quienes cuidan al bebé
frente a su llano: lo calman, lo acaricia, le hablan, le atribuyen dolores y lo abrazan.
Lo mismo sucede con la sonrisa, que inicialmente aparece durante los momentos de
saciedad y somnolencia que suceden a la amamantación, como un gesto puramente reflejo,
y hacia el final del segundo mes la sonrisa empieza a aparecer como uno de los
organizadores centrales de la relación madre-hijo al adquirir el carácter de respuesta frente
a la sonrisa del rostro de otro ser humano.
Las reacciones frente a los contactos concretos, presentes desde los primeros instantes de
vida, se adscriben al equipamiento constitucional contenido en el código genético; las de
la segunda categoría del orden de la gestualidad, son adquiridas a través de la inscripción
que sobre aquellos mecanismos automáticos, realiza el sistema de comunicación humana
que la madre utiliza y en el cual incluye a su hijo.
c. Tono muscular. Las emociones se expresan a través de variantes del tono y de las
actitudes, y el tono muscular presenta variantes fisiológicas motoras, con el sueño
disminuye al mínimo, pero durante el llanto aumenta o tb frente al dolor y la
incomodidad, relajándose los músculos durante el placer y la tranquilidad. Se trata
de mecanismos neuromusculares constitucionales que ofrecen a la madre elementos
para conocer el estado de su hijo, en la medida en que ella desea conocerlo.
Este sistema de reacciones solo puede mantenerse durante pocos meses si no es
apoyado por la función materna, que le imprimirá toda su significación afectiva.

d. Actitudes posturales y actividad espontánea . Es difícil disociarlas del tono


muscular y de la actividad refleja. El reflejo tónico-cervical-asimétrico constituye
una sinergia que además de favorecer la coordinación ojo-mano-boca, induce al
niño a adoptar una postura que facilita el amamantamiento y favorece en la madre la
colocación de pequeños juguetes cerca de la mano del niño y frente a su boca,
dentro de su campo de visión, lo cual facilita la tarea de enseñar al bebé.
El constante esfuerzo del lactante durante el primer trimestre de su vida para conseguir el
control cefálico está íntimamente ligado a reacciones posturales de defensa contra la
posibilidad de asfixia por obstrucción de las fosas nasales o de los canales aéreos.
Es observable la gran influencia que sobre los progresos del mantenimiento de la cabeza
ejercen los estímulos visuales y especialmente, la movilización y comunicación humana.
Recíprocamente, podemos señalar cuan poco alentador es para la madre intentar el
encuentro con el rostro de su hijo cuando éste está imposibilitado de responder a la
llamada materna.
La actividad espontánea, caracterizada por la tendencia pasiva que se apodera del neonato
después de la hipertonía del primer día, se manifiesta a partir de la segunda semana,
fundamentalmente, en los movimientos de brazos que podríamos llamar “de bailarina
tailandesa”.
Alrededor de la quinta o sexta semana aparecen ya los movimientos globales y agitados de
respuesta, alternados por momentos de total quietud durante los cuales el niño fija la
atención en un objeto o persona.
El pasaje madurativo por estas etapas va desde la actividad totalmente indiferenciada del
comienzo hasta la asimilación de los primeros esquemas de acción e inhibición que tienen
carácter adquirido.
En esta secuencia de la actividad espontanea se favorece el contacto de las manos con la
boca y con los objetos externos, inclusive el pecho y rostro maternos., en encuentro
casuales que constituirán sin embargo, la guía de los futuros contactos intencionales.

e. Ritmos biológicos. Consideramos aquí, solamente los que poseen especial


importancia para el intercambio madre- hijo. Son ellos la secuencia respiración-
deglución, la respiración misma, las alternancias hambre-saciedad, sueño-vigilia, y
la frecuencia excretora. Pocas cosas alarman tanto a una madre como la falta de
evacuación de su bebé o el hecho de que éste se ahogue con la leche que está
mamando. También pocas cosas tienen tanto poder de irritación para una madre
como la inversión del ritmo del sueño de su hijo. En estos momentos la ansiedad
materna y la capacidad de contención paterna tienen un papel decisivo para detener
aquellos efectos.
Cuando en el niño existe una patología neurológica que distorsiona estos procesos, surge
la importancia de estas regulaciones biológicas para la conservación del equilibrio de las
relaciones primarias con el bebé.
Es muy importante el papel de estos ritmos para la sobrevivencia del niño, ya que
preocupa que puedan ser poco valorizados respecto del papel de proporcionar una vía de
encuentro para la madre, que se ve forzada en su función a escuchar con otros oídos a ese
niño que aún no habla.
La actividad materna decodifica aquello que el niño expresa en su propia actividad. Los
códigos que la madre usa integran el conocimiento inconsciente que ella tiene de esos
elementos constitucionales del recién nacido. Por eso la madre espera del niño ciertos
tipos de reacción en concordancia con ese conocimiento previo. Además anticipa una
imagen global del niño en términos corporales cuya afirmación irá a buscar una y otra vez
en el contacto con su hijo. El concepto de dialogo tónico de Ajuriaguerra sintetiza la
naturaleza significante de este proceso.
Así puede decirse que la madre informa a su hijo sobre la confiabilidad de sus esquemas
para conectarse con el mundo que lo rodea. También se puede decir que el hijo informa a
su madre, a través de su respuesta acerca del grado de adecuación de la actividad materna
a sus sensaciones y a su estado interno.
La madre construye para el niño una imagen contenida en la subjetividad; además esta
imagen guardará una relación con los datos que niño le ofrezca. La madre construye, al
abrazar al hijo, al mirarlo, en su contacto corporal con él, el perímetro de su imagen, el
cual llenará con el significado nacido de lo que ella desea en el niño.
Si bien es cierto que en el niño no hay sujeto constituido desde el comienzo, en la madre
hay un sujeto para sí misma y para otro para prestarle a su bebé. Esta intersubjetividad
sostenida por la madre necesita de una ilusión de una respuesta psicológica y el soporte de
ilusión está dado por la respuesta material de los mecanismos constitucionales. Podemos
decir que la intersubjetividad de la comunicación inicial madre-hijo, cuyo centro reside en
la función paterna que se instala en la cadena significante, opera a través de la intersección
de la actividad materna con la actividad del niño. Y que la actividad del recién nacido
tiene verdadera importancia en las características de esta relación, ofreciendo un espacio
que ejerce sus propias influencias sobre el significante materno.
Mannoni: El niño, su enfermedad y los otros, “Cap 2: la transferencia en
psicoanálisis de niños, problemas actuales”
La autora se propone interrogar sobre las manifestaciones de las neurosis de
transferencia. Va a desarrollar dos casos que presentan similitudes, cuestiones en
comunes: CASO JOY y CASO DOTTIE. Dice que en ambos casos lo que tienen en
común es la manera en que analista, padre y niño resultan arrastrados a un mismo campo
de juego, en una situación de angustia.
Caso Joy: tiene once años, y es un seudo débil mental. Presenta una serie de
comportamientos denominados patterns, tomando diferentes roles. Es su propio padre,
su madre, el marido o el hijo de la analista y la analista misma. Esto se traduce en el
discurso que adopta sea de su padre o la jerga de otro niño. Joy traduce en la
transferencia sus celos y sus reivindicaciones y expresa su deseo de ser la única. Como
sus padres se ausentaron, puesto que tuvieron que viajar en un momento de duelo, la
niña está descontenta y aclara que le gustaría enfermarse para obligar a sus padres a
interrumpir su viaje. Luego de un tiempo, empieza a ir irregularmente a las sesiones y se
vuelve más exigente en sus demandas. Acá piensa la analista que pareciera que la niña
trata de vengarse en ella del abandono en que la sume la partida de los padres. A la
vuelta de una de tales ausencias la niña le informa a la analista de su mal estado de
salud. Luego abandona el análisis por un tiempo y cuando vuelve aparece la culpa. Joy
se siente de más, y tiene la impresión de molestar la relación que su analista podría
tener con un hombre.
La ausencia de los padres en la realidad hizo surgir un daño imaginario que la niña
trata de colmar formulando demandas cada vez más insistentes dirigidas al analista. La
analista no comprendió lo que estaba en juego en la demanda de interpretación de Joy.
Joy se halla en busca de lo que está en función en el Edipo, pero carece de puntos de
referencia. En este fragmento de neurosis de trasferencia no se abordó en ningún
momento la posición de la niña ante su deseo y el de la analista. El elemento simbólico
queda silenciado.
Caso Dottie: tiene siete años y se convierte en víctima de una fobia a los perros en la
misma casa de su analista. También desarrolla otro síntoma como es el tic. Un episodio
fóbico agudo de la niña le impide dejar la casa de la analista para regresar a la de sus
padres. Esto ocurre el día en que la madre telefoneaba al analista para comentarle las
ideas de asesinato que alimentaba con respecto a su hija. La madre dice tener miedo de
lo que podría hacerle. La niña entró en análisis por pedido del padre, su madre se oponía
y el progreso de Dottie fue el derrumbe de la madre. A partir de entonces todos (madre,
padre, niña) se encontraron en análisis con diferentes analistas.
Por más que la analista se empeñe en apartar a los padres se encuentra atrapada en un
discurso colectivo: niña, analista y padres implicados en una situación. Y es en ese
puesto donde Dottie tiene que llegar a ubicarse y a desbaratar los efectos imaginarios de
la angustia y la agresividad.
Dottie se enfrenta a un miedo imaginario que asume la apariencia de miedo a los perros.
Lo que obstaculiza la dirección de la cura en este caso es que hay una convicción por
parte de la analista de que se encuentra ante una madre nociva en la realidad. La
confesión de fantasmas maternos es entendida como proyecto mortífero, y la angustia
materna es rechazada
A Dottie le inquieta los efectos imaginarios del pánico materno. Los fantasmas de
destrucción en el adulto la ponen en peligro porque despiertan sus propios fantasmas de
devoración. De este modo madre e hija se implican en la situación transferencial.
Mediante la llamada telefónica la madre se empeña en recordarle su presencia a la
analista de su hija, mientras que en su síntoma Dottie atestigua el malestar de la madre.
En el lugar mismo en que se juega el análisis de Dottie la palabra de cada actor del
drama trata de hacerse escuchar. La analista, se encuentra ante un discurso colectivo.
Madre e hija se enfrentan ambas con una forma de angustia ligada a la naturaleza
fantástica de sus proyecciones. Cada una es para la otra el perro peligroso y a la analista-
como tercero-le es llevado el síntoma para que las libre de él. Desde el punto de partida
se encuentra la analista enfrentada con las demandas de la niña, con las quejas y
reivindicaciones de la madre. El peligro no existe únicamente entre la niña y su madre,
sino también entre la niña y la analista en la medida en que esta última teme que la niña
fuese a preferirla en lugar de su madre.
La transferencia en este caso, expresa una situación de defensa contra la angustia en la
casa como en la escuela o el análisis. Al reducir la noción de transferencia a una
referencia directa en la persona del analista, se vedó la posibilidad de poner de
manifiesto el elemento simbólico incluido en la relación transferencial.
Se puede ver que en el análisis de niños tenemos que vérnosla con muchas
transferencias, ya sea la del analista, la de los padres, la de la escuela y la de los niños.
Las reacciones de los padres forman parte del síntoma del niño y en consecuencia, de la
conducción de la cura. El niño enfermo forma parte de un malestar colectivo, su
enfermedad es el soporte de angustia parental. Si se toca el síntoma del niño se corre
el riesgo de poner brutalmente en descubierto aquello que en tal síntoma servía para
alimentar la ansiedad del adulto. Toda demanda de la cura del niño cuestiona a los
padres y es raro que en un análisis de niño pueda ser conducido sin tocar para nada los
problemas fundamentales de uno u otro de los padres (su posición con respecto al sexo,
a la metáfora paterna). Si decimos que el síntoma del niño viene a encubrir, es porque
hay de esta angustia que en los padres es conflictivo y no está resuelto. El analista esta
sensibilizado por lo que se expresa en esos registros y participa de la situación con su
propia transferencia. Necesita situar lo que representa el niño dentro del mundo
fantasmático de los padres y comprender también el puesto que estos le reservan en las
relaciones que establece con el hijo de ellos.
En el caso de un niño psicótico, surge en el análisis la angustia de uno de los padres de
manera continua. El análisis del niño despierta de un modo brutal el propio problema
edípico del adulto. En un estado de crisis los padres se las toma con el analista (quien se
deprime por ello) y con el niño (a quien agrede para alcanzar por su intermedio al
analista). Las palabras que recibe el analista son deseos de muerte con respecto al niño.
Y tales deseos de muertes no se dirigen al niño real sino al otro imaginario de uno de los
padres.
Un caso de psicosis: Emilio de 6 años presenta un diagnostico inapelable (donde solo
puede opinar el medico) e incuestionable, porque de lo contrario aparece la angustia de
los padres. No habla y cuando su madre se aleja queda aterrorizado. La madre es una
mujer joven, inteligente y Emilio es su tercer hijo. El marido habla poco, y está mal
porque dice que su hijo esta disminuido producto de los médicos y de la droga. Dice el
padre: “el niño fue señalado por el destino para ser sacrificado”. El padre agrega que
una psicoterapia le parecería inútil. Esta conmovido por la desesperación de su mujer.
Parecería que el niño ocupa el lugar del muerto como sujeto. El duelo de la madre por su
propio padre, que no elaboró, la lleva a esta mujer a elaborar el duelo de un niño que no
ha muerto aún en el cual, ella se reconoce junto con su padre que se suicidó “encontró la
salvación en su muerte”
Recién en la tercera sesión viene el niño con su madre. Cuando se encuentra en las
rodillas de su madre, los ojos se tornan expresivos, y en ese momento el niño parece
como normal. Pero circula por la habitación sin una meta y no solo no juega, sino que es
incapaz de sostener algo en sus manos. El niño cuando está en las rodillas de su madre
la cubre de besos. Dice la madre: “mi pobre chiquito, me vuelve loca no puedo más
murmura la madre conmovida”
Los padres entraron en la cura por una demanda que luego trataron de anular. El deseo
que se imputan de curar a su hijo despierta en ellos problemas relativos a las
interdicciones. La pregunta que se me plantea en última instancia es ¿no será necesario
dejarlo morir (siguiendo el destino de Emilio) antes que forzarlo a vivir? Los padres
anhelan que sea yo quien elija.
Acá está hablando de la enfermedad orgánica y como esto afecta a los padres. Toda
enfermedad grave orgánica marca a los padres en función de su propia historia. Esto es
lo que aparece en toda situación transferencial. El shock de los padres que se ve en
transferencia habla de que en ella están presentes un elemento simbólico y otro
imaginario. Antes de la entrada de su hijo en la cura la joven sabe que puede esperar
todo del análisis incluso la posibilidad de que este le signifique una decepción. Antes de
que aparezca la analista los motivos de la ruptura ya están reunidos. Por ende, la
transferencia está allí antes de que aparezca el analista (las múltiples consultas médicas,
las intervenciones del marido, la internación considerada por un momento y luego
rechazada son efectos de la ansiedad materna) es ella la que induce decisiones medicas
contradictorias y la que provoca pánicos en aquellos que se ocupan del niño.
Hay cierta ruptura por la relación patógena entre la madre y el niño, que es lo primero
que tiene que trabajar el analista. Otra característica que se produce en esta relación
patógena, es que la madre se apropia del cuerpo del niño, es más bien una relación dual,
donde el analista no debe apuntar a la separación, sino introducirla tal cual en la
transferencia y es ahí donde se permite la recaxtetización narcisista de la madre; y
a partir de ahí poder introducir un elemento tercero “La ley”, el padre.
Si no se produjo la ruptura es porque estaba presente en la transferencia tb un elemento
imaginario. En las sesiones la analista ve al niño y la madre juntos. Al sentirse mirada
con ese niño, podría la madre volver a catectizarse (catextizar significa Falizar al niño,
ceder libido, reconocerse en ese niño, y ya no ver un objeto, sino un sujeto) ante todo
como sujeto en un plano narcisistico. Forma una totalidad con ese ser perdido y la
analista le habla a esa totalidad. El niño responde a sus interpretaciones en el plano
motor, la madre evoca en palabras al pasado y llora. Encuentra en la analista un soporte
y permite aceptarse e incluso amarse como “buena madre”. En esta relación está
presente algo simbólico, dado que las relaciones están gobernadas por reglas que tienen
que servir para curar al hijo. En todo esto, la transferencia no se reduce a una pura
relación interpersonal (madre-hijo) de lo contrario nos quedamos solamente en el plano
imaginario, sino que además, hay de ante mano preparado un guion (cuerpo imaginado
de Piera Auglanier). Este es el elemento simbólico. Lo que puede ayudarnos no son las
resistencias maternas, sino, la desocultación de lo que está en juego en la madre en sus
relaciones con el sexo, la muerte, la metáfora paterna. Lo simbólico tiene que ver con la
propia historia.
La función del analista al trabajar con esta fantasmática parental, él tiene que poder ubicar
a la madre como una buena madre y ahí poder por primera ver algo que antes no se estaba
dando, es decir, la catextización, darle cierto don fálico, cierta marca del deseo. Apuntamos
al deseo de los padres hacia el niño, y que éste pueda apelar a un deseo propio.
Toda demanda de curación de un niño enfermo hecha por los padres debe ser situada
ante todo en el plano fantasmático de los padres, y particularmente el de la madre y
tratar de comprender el puesto que ellos le reservan en las relaciones, a su propio hijo.
Luego, esa demanda de curacion debe ser comprendida en el nivel del niño (esto es: ¿se
siente implicado por la demanda de la curación? ¿Cómo utiliza su enfermedad en la
relación con el Otro?). Acá tenemos el efecto imaginario de los padres. El niño solo
puede comprometerse en un análisis por su propia cuenta si se encuentra seguro de que
está sirviendo sus intereses y no los del adulto.
Si el niño es la imagen del otro es un objeto y el analista debe apuntar al sujeto. Se debe
trabajar la alienación al Otro para después trabajar la fantasmática de los padres.
Esto se plantea de una manera diferente en los casos de psicosis y retraso mental.
Cuando madre y niño se encuentran en una relación dual es en la transferencia donde se
puede llegar a estudiar lo que está en juego en esa relación e interpretar de qué modo las
necesidades del niño son pensadas por la madre.
Se comenta un caso de una niña psicótica de 6 años, llamada christiane. Su cura estuvo
a punto de ser interrumpida por la madre cuando la analista alentó el deseo de la
educadora de llevar a la niña consigo de vacaciones. La madre hasta ese momento tenía
una actitud positiva hacia la persona del analista, pero de ahí, se sintió suprimida o
rechazada. Presa de un verdadero rapto de ansiedad busca a su marido y le pide que
impida el robo de su hija que se estaba tramando. Este acting out está vinculado con las
palabras de la analista. (La analista le dice a la madre: que la educadora está de acuerdo
con su posición) en realidad la madre reaccionó ante un sentimiento de peligro que ya
estaba en el plano inconsciente. La madre se encuentra como sujeto en ese fantasma
reteniendo a la niña que se quiere arrancar (fascinación imaginaria). Se trata de una
situación muy precoz de angustia vuelta a vivir en la transferencia. La madre se
persiguió imaginariamente por la imagen fantástica de dos padres deseando su propia
perdida. La madre dice: “mi padre estaba loco, estuvo internado por paranoia y luego
fue devuelto a su familia. Mi madre era gritona. Entre esos dos seres yo no me daba
cuenta de nada. Luego a los quince años tuve una depresión nerviosa, y más tarde
tuberculosis. Luego del nacimiento de cada uno de mis hijos mayores me enferme. Con
la enfermedad de Christiane recupere la salud. Ocupaba el tiempo en ella y no en mí.”
Christiane a la situación peligrosa de la transferencia borrándose como sujeto de deseo y
se convierte en puro símbolo. El deseo de la madre de Christiane es que ella no nazca al
deseo.
Los padres siempre están implicados de cierta manera en el síntoma que trae el niño, y
allí se encuentra los mecanismos mismos de la resistencia: el anhelo inconsciente de que
nada cambie a veces tiene que hallarse en aquel de los padres que es patógeno. Si se
pudiese introducir una nueva dimensión en la concepción de la situación transferencial,
seria partiendo de la escucha del analista para aquello que se juega en el mundo
fantasmático de la madre y el niño. El analista trabaja con varias transferencias.
El problema de los padres se plantea de manera diferente según se trate de psicosis o
neurosis. En la conducción de una cura la técnica depende tanto de la estructura con la
que nos enfrentamos como de la edad del niño.
El campo de la transferencia no se limita a lo que acontece en la sesión analítica. La
trasferencia no siempre aparece donde el analista cree que la puede captar. Antes de que
comience un análisis ya pueden estar dispuestos los índices de la transferencia y luego el
análisis se limita a llenar aquello que para ella estaba previsto en el fantasma
fundamental del sujeto, puesto que en cierto sentido la partida se había jugado de
antemano.
La experiencia analítica no es una experiencia intersubjetiva. El sujeto está llamado a
localizarse en relación con su deseo, en la dimensión del deseo del Otro. El falo es el eje
alrededor del cual hace gravitar toda la experiencia analítica con los niños concebido
como el significante del deseo en cuanto es deseo del deseo del Otro.
La cuestión no es si el niño puede o no transferir sobre el analista sus sentimientos hacia
padres con los que todavía vive (esto reduciría la experiencia a una cuestión afectiva)
sino en lograr que el niño pueda salir de cierta trama de engaño que va urdiendo con la
complicidad de sus padres. Esto solo puede realizarse si comprendemos que el discurso
que se dice es un discurso colectivo: la experiencia de transferencia se realiza entre
analista, niño y padres y tiene que ver con la conflictiva edípica de cada uno de ellos. En
un primer momento el niño llega como otro imaginario de los padres; por consiguiente,
el analista no puede asombrar que en el plano de la transferencia, se produzca en los
padres reacciones depresivas y persecutorias a medida que el niño exista de otro modo
que alienado a ellos. Por eso hay que tener cuidado cuando trabajamos con esta relación
dual, porque mejora el niño y empeoran los padres (o uno de ellos) y esto se debe a que
aún no están preparados para pensar a ese niño por fuera de ellos. En el análisis con
niños no se pone tanto en juego esa relación objetal con el niño, sino, el deseo propio de
la madre o de ambos padres. Hay que tener en cuenta que el niño no es una entidad en sí.
En primer término lo abordamos a través de la representación que el adulto tiene de él.
(¿Que es un niño? ¿Qué es un niño enfermo?) Todo cuestionamiento del niño tiene
incidencias precisas en los padres.
Se vio por un lado en las curas de niños psicóticos cual es la amplitud de la relación
imaginaria que cada uno de los padres establece con el analista. Gracias a esa relación
imaginaria podrá la madre recatectizarse como la madre de un niño (reconocido por un
tercero como separado de ella) y podrá luego ponerse en marcha otro movimiento en
virtud del cual el niño como sujeto de un deseo se internara en su propia cuenta en la
aventura psicoanalítica.
Marisa Rodulfo: “Clínica Psicoanalítica en niños y adolescentes”. La transferencia
como garabato.
Hay algo particular que podemos encontrar tanto en el niño como en el adolescente, es que
todavía están en constitución. Por lo tanto es central el modelo conceptual desde la cual
pensemos la estructuración de un sujeto temprano y su articulación con la psicopatología
subyacente. Para ello se referirá a los cambios operados en el PSA a partir de los 50`, uno
de los cuales se produjo es el viraje de procesos internos al concepto de función. El punto
central del PSA actual, es la necesidad del gran Otro, del Otro primordial, del Otro del mito
familiar, del lugar primero de las funciones como disparador de la constitución subjetiva,
inaugurador de la relación de objeto.
En el momento del nacimiento, el niño ingresa a un espacio no accesible directamente al
sentido común aunque si desde la preocupación maternal primaria. Tb es el espacio de los
otros en el que interviene la mirada, el tacto, los sonidos que cualifican a los procesos
puramente cuantitativos (placer y displacer) que el organismo pone en marcha. Red de stes
donde el cuerpo prematuro del niño se va a insertar y tomará lo que necesita para vivir.
Sutil, pero efectivamente el cuerpo del niño se va capturando en las redes del deseo del
Otro. Cuerpo primordialmente desamparado será recibido como cuerpo del sujeto a través
de la primera mediación ste que viene a poner remedio a la falta de ser: Narciso. Relación
narcisistica, fundamental en todo el desarrollo imaginario del ser humano. Relación con un
semejante en tanto vincularon la primera experiencia implícita de la muerte.
Si bien algunos autores puntualizan que el momento especular se inaugura ante el júbilo del
niño frente a su imagen en el espejo, otros como Winnicott y Samí Alí van a ubicar la
intervención del espejo más acá de los espejos comunes, al sostener que el primer espejo en
el que el niño se mira es el rostro materno. El rostro pasa a ser condición de espejo.
Atravesar el narcisismo otorga ser al sujeto conquistado por identificación que depende de
las funciones desplegadas por el campo familiar cuya función es sostener al pequeño sujeto,
para ello alguien debe encarnar esa función de sostén (la función materna) que a su vez
debe estar soportada en la función paterna.

La función no coincide puntualmente con una persona es más ajustada pensarla como un
conglomerado que involucra hasta objetos no humanos pero humanizados por
identificación proyectiva.
La función materna no aguarda al parto o maternidad sino que instala al niño en su
subjetividad muchos antes. Aulagnier lo ha denominado “cuerpo imaginado” que implica:
 Una Primera representación del hijo como un ser unificado, sexuado y autónomo.
Primer don libidinal, cesión narcisistica que da cuenta de la localización de este hijo como
objeto de deseo. Es a través del deseo del Otro que él bebe tendrá posibilidades de ser.
(Para la madre del psicótico, el niño no puede convertirse en objeto de deseo, sino que es
una pieza orgánica). Para la madre de un psicótico, el hijo completa su cuerpo, en lugar de
completar su deseo. El cuerpo del hijo debe cederlo antes de tenerlo por lo que no
encuentra un lugar para ser ya que la Madre-Ley aparece como Otro absoluto incastrable, el
perforado es el hijo.
 Primer espejo donde se mira el infans
En condiciones más saludables se modificaría la formula cartesiana “pienso luego soy” por
“deséame luego seré”. Primera paradoja del PSA el ser a través de la alienación al
deseo del Otro
Es tal el trabajo de la función materna, que la madre inscribirá en el cuerpo del niño hasta
los propios ritmos biológicos. El niño con su llanto emite un signo, y este signo debe ser
devuelto transformado en ste por la función materna; es decir, es un llanto que debe ser
decodificado por ella, debe leer si es hambre, sueño, dolor etc. Y de acuerdo a esto será la
respuesta que dé al niño. Si en lugar de esto, responde con otro signo, se empieza a obturar
allí la posibilidad de inscripción en lo simbólico. En vez de transformar lo Real en ste,
habrá que responder con el cuerpo y con el acting.
La primera cesión libidinal se erige en la condición de las que siguen como ceder el pecho
al niño- par ello es necesario que la madre tolere la perforación. Si el corte se da entre el
pecho y el niño, o sea la madre se queda con el pecho, el niño se encuentra con que no tiene
ningún objeto para relacionarse con la madre. Es impotente para producirlo. Se choca con
un cuerpo entero y no puede tomar nada de sí.
En este primer espejo que es la madre van a estar escritos los mitos familiares de los cuales
ella es portadora de donde el niño extrae stes para unificarse. El cuerpo materno es ante
todo lugar originario par la localización del sujeto, lalengua matriz de toda estructuración
posible.este espejo que compone la función materna no solo es efecto de la mirada
concreta, sino que la pulsión escópica conlleva todos los stes que van a posicionar esa
mirada. Allí donde el infans es pura dispersión, algo se le ofrece como lugar de
unificación; por eso hablamos de imago y no de imagen porque la imago es causa de la
unificación que denominamos rasgo unario que proviene de lo imaginario. A través de lo
especular la forma total del cuerpo gracias a lo cual el sujeto se adelanta a la maduración de
su poder le es dado como exterioridad y es más constituyente (se refiere a lugar) que
constituida por ello se habla de la ortopedia del yo.
Debe pensarse al Yo como heredero de la función materna como el súper yo es heredero de
la función paterna.

Tiempos lógicos del narcicismo necesarios para el desenvolvimiento de la estructura


(Sami-Ali):

1° tiempo: el sujeto está en el Otro primordial, es en el Otro. El infans se estructura como


una superficie al modo de la topología de la banda de moebius (implica que el mundo debe
estructurarse como una continuidad sin fisura para alejarse del riesgo psicótico de
despedazamiento corporal). Asimismo el adulto debe aceptar ser agujereado para que el
pequeño extraiga de él los stes. En el caso más favorable emerge como espacio propio del
narcisismo el espacio de inclusiones reciprocas (EIR). Espacio que designa la lógica Inc y
que funcionará en el interior del mito del Edipo. Espacio que se despliega en transferencia
en el que regirá el funcionamiento del doble que es no es que esté fuera de uno mismo, sino
que es uno mismo y a la vez no. A través del cual, el paciente se unifica, es soporte
identificatorio.
2° tiempo: el pequeño infans comienza a verse como otro. Sostenido en los brazos de su
madre interrogara su mirada justamente para saber que debe ver allí. La mirada de la madre
lo autoriza a verse. Esta fase está representada por 2 cintas de moebius ya que del cuerpo
real a su imagen hay continuidad. Es importante que el niño tenga al mismo tiempo a su
disposición lo Real y el cuerpo del Otro, en los brazos de quien esta adosado y la imagen de
ese cuerpo del Otro en el espejo al mismo tiempo que la suya.
3° tiempo: constitución de la categoría de lo extraño, juego del fort da. Emergencia de
angustia del 8vo mes ante el extraño ya que no todo es mamá, y representa una crisis de
desser en ese proto ser. La introducción de la simbolización de algo como extraño. Si por lo
menos hay uno que sea extraño a ella yo también lo soy es la conclusión que saca.
Lo extraño no simbolizado, retorna en lo real, reacción somática provocada por factor
alergénico.
Mito de narciso procura dar respuesta al interrogante ¿cómo se puede ser alguien siendo de
origen nadie? El Fort-da busca responder a ¿cómo simbolizar la ausencia? es una conquista
simbólica, espacial y temporal. A través del Fort-da emerge el primer espacio fuera del
cuerpo materno para vivir. Operación fundamental que menta la muerte simbólica de la
cosa en oposición a la destructividad en lo real. El arrojar fuera, función de la agresividad,
permite la separación simbólica. Modo primordial de simbolización donde va a jugar un
papel central la agresividad cumpliendo una función simbólica. Agresividad no es lo mismo
que agresión. Hay un momento que el adolescente tratara de arrojar afuera, lejos un cierto
no yo. Cuando esta agresividad, esta tensión falla se produce la agresión verdadero síntoma
de la falla.

Sami Alí planteara que el Fort-da se convertirá en un esquema de representaciones que


moldeara todas las situaciones de separación. A partir de constituido el fort-da aparece:
- Una nueva dimensión del espacio imaginario de profundidad. Al lanzar el carretel
(allá), el niño se define simultáneamente (aquí).
- Nueva dimensión temporal antes y después. Ausente en la angustia de aniquilación
característica del proceso psicótico. Por eso en el psicótico hay imposibilidad de
sustraerse.
- A partir del Fort-da el niño se organizará de acuerdo a una doble identificación con
la madre: madre ausente sustituida; madre presente también sustituida por que
puede llegar a faltar.
El acto de arrojar fuera produce simultáneamente pares opuesto: adentro y afuera, cerca y
lejos, antes y después oposiciones inexistentes en un espacio anterior en el que privilegiaba
la especularidad (bidimensionalidad) en donde además, primaba Boca-ojo y con la
aparición del Fort-da emerge el par mano-ojo
Aspectos valiosos en la clínica con niños

 El jugar como practica ste


 Los juguetes pequeños objetos a, mediadores entre el niño y el analista, pero son
“juguetes” porque el niño con su práctica muta lo real en ste
 Dos formas diferentes de tener contacto con el material de acuerdo al espacio en que
se mueve:
* EIR característico de la especularidad (bidimensional)
* Tridimensional característico del Fort-da en el que la categoría central es la
constitución interno-externo.
 Cuando se genera el fort-da asumirán importancia los juegos de poner sacar,
esconderse, taparse el rostro con las manos y luego aparecer.
 En lo relativo a la interpretación un buen analista deberá permitir que el paciente se
sorprenda a sí mismo.
Mientras que el mito del narcicismo viene a resolver la cuestión del ser, el de Edipo acude a
dar respuesta al ser en tanto sexuado y a la ulterior tener un sexo. Así el Edipo de se
transforma en una vía de acceso del sujeto a la humanización de lo real. Para que el Edipo
cumpla su función se deberá producir el pasaje del ser al tener una identidad sexual. En este
pasaje se sitúa la castración simbólica, ley del incesto.

Para categorizar el Edipo es de importancia la función fálica porque marca los lugares
como lugares del deseo. El Edipo nos va conducir a la constitución de la categoría padre. Se
ha de realizar los siguientes pasajes:

1. Trasformación del no madre en un padre


2. Transformación de un padre “el” padre a partir de la función del Nombre-del-Padre
el niño debe construir la metáfora paterna.

Situación triangular: madre, padre e hijo y cuarto elemento falo. Los tiempos del E son
marcados según donde recaiga el falo.
El tiempo del Edipo se ha enriquecido con la introducción de los 3 tiempos lógicos:

- 1°tiempo se despliegan los 3 tiempos del narcisismo. Ser el falo de la madre como
aquello que puede completar el deseo materno. Asistimos a la transformación de la
frase: “Él es yo y yo soy él” que pasa a “Él es mi falo- yo soy el falo de ella”. Frase
de falización importante para la constitución del sujeto.
- 2º tiempo: el postulado ser el falo recae sobre el padre en 2 sentidos: quien priva al
niño de su objeto de deseo y a la madre de su objeto fálico. Remisión de la madre a
una ley que no es la suya. Padre privador- prohibidor no constituye aún la
dimensión de salida, de apertura que garantice la formación del Ideal del Yo.
- 3° tiempo: Triple transformación:
* Del ser al tener. Ser el portador del deseo del Otro a tener algo con lo cual se pueda
desear y ser deseado.
* Reinstaura la instancia del falo como objeto deseado por la madre ya no como
objeto del que el padre puede privarla como padre omnipotente. Por lo que aparece
el Padre permisivo y donador
- Localizado en la clínica se produce el pasaje de la idea de un a el padre, central para
el posicionamiento sexual de los hijos como varón y niña.

Latencia. Sepultamiento del complejo de Edipo. Cuando deja de ser el latente normalizado
sobreviene crisis de desidentificación que cuestiona su ser, crisis encarnad en el cuerpo que
desconoce frente a emergencia del deseo sexual.
En la adolescencia se producirá, así es lo ideal una segunda muerte del padre, debido a que
crecer significa ocupar el lugar del padre. Matar al padre es una operación simbólica que le
permite alcanzar la propia paternidad y Para ello es necesario que la M. Paterna siga viva,
tiene que haber un padre vivo en su deseo que pueda sostenerse como deseante-deseable.
Un padre que no se deja sustituir bloquea el acceso simbólico a la posición subjetiva.

Winnicott aconseja que la interpretación sea formulada cuanto antes, pero se debe cuidar el
momento, utilizar la prudencia. El niño está dispuesto en la latencia a la introyección pero
no para la incorporación. Prestar al niño una escucha atenta e interesada. Transformar el
análisis en espacio transicional. Llevarlo desde un lugar o zona en la que es imposible jugar
a otra en la que si pueda hacerlo.

El pedido inicial (que no debe ser confundido con demanda), tiene la oportunidad de irse
transformando a través del circuito transferencial. La autora plantea que se necesita por
parte del analista una actitud paciente (no pasiva) que genere las condiciones mínimas para
modificar el pedido inicial y transformarlo en demanda de análisis.

Abrirse a la escucha, sostener la atención flotante es abrirle un tiempo y un espacio al


sujeto, a su historia. Abrirse a la escucha, sostener la teorización flotante es producir ese
efecto de ligazón que señala Aulagnier entre lo ya conocido de una teoría y lo todavía no
conocido a que nos enfrenta el discurso que escuchamos.

El prestar al niño una escucha atenta e interesada, el seguirlo en sus juegos o el propiciarlos
en los momentos de impasse va transformando el análisis en un espacio transicional a partir
del cual se puede llevar al paciente desde una zona en que le es imposible jugar a otra en la
que pueda hacerlo. Lo esencial es hacer pensar las cosas de otra manera y permitir la
emergencia de los procesos subjetivos más creativos y propios del paciente y su familia.

Asimismo la iniciación de tratamiento también va a depender de los criterios de


analizabilidad que no coincide con etiquetas nosografías.

La regla fundamental del psicoanálisis de adultos neuróticos es la asociación libre, la cual


inaugura el proceso e instaura la transferencia, pero en el análisis de niños hay que poder
comunicar: podes decir con palabras, dibujos, juegos todo lo que pensas y sentís mientras
estas acá hasta las cosas que a otras personas no les contarías.

En cuanto a la interpretación, Winnicott subraya que el proceso de la interpretación debe


incluir el hecho de que el paciente, además, haya realizado una comunicación. El paciente
debe encontrar la interpretación en sí mismo.

Marisa va a diferencia entre recibir a un niño para diagnosticar que recibirlo en consulta. La
consulta tiene por objetivo una presunción de en qué trabajo psíquico se encuentra el niño,
en que conflicto se halla inmerso y qué posibilidades tiene para enfrentar dicho conflicto.
Da un respeto absoluto por la subjetividad del niño, lo que implica no ponerle etiquetas,
sino trabajar con el niño y la familia para lograr una presunción de lo que le está pasando.
Para diagnosticar hay que tener en cuenta que localización tiene el niño en el mito familiar
y establecer el momento de constitución en la que está el niño.

Asimismo la noción de encuadre es fundamental, es decir, como ubicar a la mirada del niño
quien es uno y que va a hacer ese niño con uno, si sabe que viene a hacer. Esto implica dos
cosas, la primera es la comunicación con los padres, de cómo presentan la consulta, si
pueden ubicar al niño en lo que va a hacer con uno, la segunda es el encuentro con el niño.
Es importante que el niño identifique al analista como ajeno a la familia

Modos alternativos de intervención analítica que de la experiencia ha aprendido:


- Trabajo limitado a consultas con los pacientes y sus familias. En los pacientes que
no requieren la inauguración de un PA clínico, porque sus trastornos no llegan a
consolidar una neurosis.
- El trabajo limitado a entrevistas con los padres sin necesidad de ver si quiera al
niño. Es posible si el analista despeja la demanda inicial.
- El trabajo con padres de lactantes en forma conjunta con pediatras con el objetivo
de poder pensar vicisitudes de la reciente paternidad para disolver matrices
generativas de síntomas.
- La producción de un modelo de historia clínica pediátrica para poder detectar
tempranamente la patología de origen psicógeno.
- Trabajo en salas de juego en los servicios de pediatría.
- El trabajo en servicios de pediatría. Consultorios externos e internaciones utilizando
el modelo de consultas que propone Winnicot para penetrar en la problemática
psicosomática temprana.
- Nuevas figuras clínicas como el asesoramiento desde una perspectiva PA.
- Supervisiones institucionales donde el analista tiene la oportunidad de intervenir en
políticas terapéuticas de la institución, introduciendo la cuestión del deseo

Texto Rodulfo: “La clínica del niño y su interior”


Problemáticas de apertura. Hace hincapié en la labor de un analista frente a un niño
Nos sirve para pensar el diagnostico, si lo pensamos desde un lugar pasivo donde el
analista solo se limita a interpretar, o lo que ella postula, pensar la posición del analista
desde un lugar paciente pero activo.
Durante la fase diagnostica el analista tiene que limitarse a escuchar, pero también debe
intervenir. Intervenir en esta fase es crear el encuadre que son las intervenciones más
tempranas que el analista realiza y va desde lo que se puede o no hacer dentro del
consultorio (honorarios, horarios) a la trasmisión de la información que el niño necesita
saber acerca de la consulta (para qué está acá, por qué viene, es decir, indicarle que se va
trabajar las cosas que le pasan, que es un trabajo de elaboración). El analista tiene que
entrometerse en la vida cotidiana del niño para ver qué es lo que le está pasando y poner a
trabajar ciertas cuestiones de crianza, intervenir en la escuela a la que asiste, por lo que no
es mera recolección de datos.
Rodulfo critica a M.K cuando dice que en la interpretación únicamente se mete en el
interior del niño y todo lo demás no importa.
En cuanto al diagnostico debe ser formulado doblemente, al niño y a los padres, que no
tenga terminología incomprensible, que no tenga lenguaje técnico sino que se debe
formular con las palabras propias de su sufrimiento.
Otra cuestión que plantea, es la ética que tiene que tener el analista que tiene que ver
con cierto análisis personal porque caer en la cuestión rígida y estereotipada de las
consultas tiene que ver con cuestiones defensivas del analista y la superación solo se logra
con análisis personal. “No se puede intervenir sin moverse, no se puede cuestionar sin
meterse”.
Un tratamiento se malogra si el analista yerra en su táctica, si solo escuchó a la madre y ni
intervino, no participó y solo se pregunta lo que la madre trae. Por eso se apunta a
movimientos que abran la cancha. Es decir, movimientos de apertura que abran a la
escucha, el lugar de la oferta que va a permitir inaugurar, crear, inventar el espacio
trasnferencial. Se apunta a que el deseo del niño y el de los padres, vía transferencia
puedan ser actualizados.
Para permitir que los movimientos de apertura sean los adecuados debemos tener en
cuenta distintos vectores que organizan el diagnóstico:
1) Las conceptualizaciones metapsicológicas sobre las cuales va a descansar la
atención flotante y toda orientación ulterior imprimida para la cura. Es decir, la
metateoria, el modelo que se formula en acto (por el solo hecho de escuchar)
acerca de la constitución subjetiva, las relaciones entre historia y estructura, las
articulaciones entre inc y represión, el lugar estratégico que ocupa el conflicto
psíquico, la pareja resistencia/ represión, las condiciones de lo transferencial en los
comienzos. En fin, el lugar del deseo en el proceso de la cura y el vínculo que lo
liga a la demanda y a la interpretación.
2) Tener en cuenta las distintas inflexiones psicopatológicas por las cuales se nos
consulta en la infancia y la adolescencia, es decir, el diagnóstico diferencial
teniendo en cuenta las concepciones de la psicopatología para tomar ciertas
decisiones. Ej: hay que saber diferenciar un retraso mental de un autismo.
3) Los factores y el momento en que se realiza una consulta , los factores que llevan
a la consulta, por qué se realiza en ese momento y no en otro. Acá aparece el
motivo de consulta de los padres y de los niños. Es importante preguntarle al niño
¿sabes porque estas acá? La respuesta hay que buscarla a través de la polisemia
textual (relatos, sueños, juegos, dibujos, modelados, etc).
4) Datación de la emergencia sintomática: poder indagar entre el momento en que
algo emergió como síntoma o como conducta problemática y el momento en que
se acude a la consulta.
5) La autonomización o no del síntoma como intrapsíquico. ¿nos encontramos frente
a una estructuración subjetiva con un mínimo de constitución? ¿se ha logrado
establecer la represión originaria? ¿o estamos frente a un niño cuyo desarrollo fue
severamente perturbado durante el primer año de vida, a veces con indicadores que
nos hace sospechar la existencia de factores genéticos?. El analista debe trabajar
desde la función, es decir, que no es lo mismo que un niño sea falizado o no, (que
le hayan cedido libido o no) la función es la que dona un lugar (cuerpo imaginado
de la madre P.Aulagnier). En otras palabras, pensar en qué momento de
constitución subjetiva está este niño (ej, ¿entró en el espejo o esta antes?), esto es
hacer diagnóstico para el analista. La autora propone que se pueda liberar el
analista de un diagnostico estatico “el dogma de las 3 estructuras” porque si nos
quedamos con esto, la cuestión de la irreversibilidad importa, porque se impide que
algo cambie.
6) Tener en cuenta la tensión conflictiva singular en su entramado intersubjetivo.
¿Cuánto sigue trabajando la familia para acrecentar lo sintomático? ¿Cuánto de lo
intersubjetivo sigue produciendo efectos sobre el mantenimiento y el sellado de un
síntoma? (acá hay que pensar en el vínculo madre-hijo, el contexto como obstáculo
o como facilitador). Si esto es así, hay que contar con que el tratamiento deberá
hacer frente a una enorme resistencia por parte de los dispositivos familiares.
7) La consulta por un niño no implica que necesariamente haya un niño que requiere
tratamiento pero, tampoco implica que la decisión deba recaer solo en el niño o en
los padres. Forma parte de la ética del analista definir la indicación de si necesita o
no tratamiento, definir las condiciones y las posibilidades de analizabilidad en el
momento de consulta. Cuando el analista adopta una posición clara y la expone de
lo que vio en el niño, es derecho de los consultantes definir su propia postura en
relación con lo anterior, pero forma parte de la ética que ellos sepan dónde están
parados y para eso no se debe hablar del diagnóstico en términos de “estructuras
psicopatológicas” o en DSM, sino hablar de qué es lo que le pasa al niño o por qué
está sufriendo. Este planteo debe incluir una referencia a su estado actual, posibles
y múltiples derivaciones futuras, deseables o indeseables, incluyendo así elementos
pronósticos en la sincronía del diagnóstico. A veces lo más importante no es lo que
el niño tiene ahora, sino lo que puede llegar a tener. La especificidad del analista
es que nuestras palabras sean fundadoras de oportunidad.
La autora dice que no hay que confundir las ganas o los anhelos (manifiesto) con el
estatuto inc del deseo (latente), porque no tendríamos en cuenta que la represión funda el
inc. La represión, la contracarga en el proceso analítico es la resistencia. Por lo tanto,
deseo inc y resistencia inc han de ser descubiertos y desplegados por esa atención flotante
de analista.
A la demanda hay que concederle tiempo, escucharla en su complejidad, se desenvuelve,
se complejiza, se desplaza (Ortigues). El pedido inicial tiene que ser transformado a través
del circuito transferencial. Mediante este rodeo por la transferencia, los consultantes
llegaran a tomar una decisión que será la suya. Si en cambio se atiende al pedido cc o pcc
y no se hace nada más, no se realiza transformación alguna. Para que los consultantes
lleguen a tomar una decisión se necesita más tiempo que 2 o 3 entrevistas. Se necesita por
parte del analista una actitud paciente (no pasiva) que genere las condiciones mínimas
para modificar el pedido inicial, ya que la calidad de nuestra disposición y el despuntar de
la transferencia abren a los padres la posibilidad de ir ellos mismos difiriendo el pedido
del que partieron transformarlo en demanda de análisis.
Abrirse a la escucha, sostener la atención flotante es abrirle un tiempo y un espacio al
sujeto, a su historia, a las asociaciones. Abrirse a la escucha, sostener la teorización
flotante es poder producir ese efecto de ligazón que señala Piera A entre lo ya conocido de
una teoría y lo todavía no conocido a que nos enfrenta el discurso que escuchamos.
La consecuencia de esta concepción es que resulta indispensable para sostener la posición
de analista conservar esta alianza entre conocido e ignorado. “existe siempre en el analista
un trabajo de ligazón entre lo que oímos en el momento de nuestros encuentros clínicos y
las adquisiciones sedimentadas merced a un trabajo de teorización flotante que nos ha
permitido oír lo novedoso y oírlo de esa manera” (Piera Aulagnier).
Tenemos que pensar ¿cómo puede un analista favorecer los movimientos de apertura?
La autora toma a Piera Aulagnier y dice que en relación a las Entrevistas preliminares hay
un tiempo apremiante para decidir si aceptamos ocupar el puesto de analista ante esa
familia que nos consulta. Si dudamos en tomar esa responsabilidad, no podemos prolongar
aquellas sin correr el riesgo de que nuestra negativa, si llega demasiado tarde, pueda
implicar un daño o fortalecer las resistencias. Si el analista se ofrece prontamente como
soporte de la transferencia, en la que el paciente y su familia se ha instalado demasiado
rápido, la ruptura de esa relación decidida por nosotros será vivida como la repetición de
una pérdida anterior en el caso más leve hasta el estallido de una descompensación.
Para que haya un análisis tienen que haber criterios de analizabilidad (pensar que ese
sujeto que ha usado todos sus mecanismos defensivos, pero ya no le alcanzan y recurre a
un análisis y este es el que va poder dar cierta luz a esa conflictiva, darle ciertas
herramientas al servicio del Eros y no del Tanatos, P.A). El juicio de analizabilidad nunca
condice con etiquetas nosográficas.
Un aspecto fundamental en las aperturas de análisis concierne a inscribir los encuentros
con el niño y con sus padres en la categoría de trabajo. El deseo de trabajar y el trabajo
del deseo en pss se le impone al paciente como algo muy distinto de las “ganas de venir”.
Es importante que la comunicación de la regla fundamental forme parte de estos
movimientos de apertura: “podes decir con palabras, dibujos, juegos, modelados, sueños,
todo lo que pensas y sentís mientras estas acá, hasta las cosas que a otras personas no les
contarías”. Se le dice esto es un trabajo, trabajamos las cosas que te ponen triste, contento,
no es diversión sino que se viene a trabajar (trabajo de duelo, simbólico, de elaboración).
“podemos jugar y mientras podemos ver que te está pasando en el cole”
2. El doble tiempo de la interpretación
Winnicott subraya que el propósito de la interpretación debe incluir el hecho de que el
paciente, además haya realizado una comunicación. Se trata de la segunda puntuación que
Winnicott hizo sobre la interpretación. La primera fue que el paciente debe encontrar la
interpretación él mismo. El fragmento que se selecciona es bien claro, porque en lugar de
que la analista diga “lo que vos me estás queriendo contar es que...”, es la niña quien me
dice “lo que vos me estás queriendo decir no será que...” y se hace a sí misma la
interpretación. Esto no ocurre cotidianamente, pero lo importante es destacar el trabajo
cuidadoso y concienzudo del analista orientado a que el paciente disponga de la
singularidad de su tiempo para llegar a cierta conclusión, para lo cual a la vez se requiere
tiempo.
La interpretación requiere de un tiempo singular para ser construida, el paciente debe
instalarse en la transferencia y debe reinstalarse en la transferencia renovadamente en cada
sesión. La práctica de la sesión ultra breve puede ser económicamente conveniente,
también es acorde a los imperativos ideales de velocidad contemporáneos, pero no tiene en
cuenta la complejidad de que Freud llamó trabajo de elaboración. Hay algunos pacientes
que necesitan más tiempo, más del que uno trabaja habitualmente, y el tema del tiempo es
algo crucial aun con niños pequeños.
La equívoca noción de “tiempo libre” debe reemplazarse por la consideración de la
singularidad de un tiempo entre ese paciente y ese analista, una franja que oscile entre los
cuarenta y cinco minutos, y la hora parece acomodarse mejor a los diferentes casos, y
como pedía Piera A, ser más respetuosa de los derechos del paciente. Es preferible un
tiempo flotante y no un tiempo que le exija al paciente una adaptación a la cual someterse.
A veces la sesión es el único momento en que un paciente tiene la oportunidad de no
sentirse apurado. El sorprenderse a sí mismo no es muy compatible con una disponibilidad
exigua en lo temporal, requiere la paciencia del artesano, y lo mismo debe decirse de los
trabajos que conducen a la interpretación, sobre todo en el eje de la elaboración. Todo el
trabajo de la elaboración requiere tener en cuenta que la asociación libre fluye por
múltiples canales, que interpretar no es solamente ceñirse a las secuencias verbales, que
interpretar tampoco es interpretar desde lo verbal. El analista se pone en juego por más de
un medio. Es un signo de una elaboración alcanzada que la interpretación emerja como
compartida en un “entre” que no deja localizarla en un punto fijo de emisión. El hecho de
que un paciente se sorprenda a sí mismo tiene su correlato en la sorpresa del analista por
lo que en aquél puede emerger después de una laboriosa remoción de las contra
investiduras represoras.
Así como es importante que el analista esté tan cerca que ya no interese quien diga la
interpretación, y en relación a esto Winnicott subraya que es decisivo marcar el elemento
de comunicación, vale decir, hacer consciente y valorable que el paciente comunique algo,
privilegiar esa dimensión.
Por todo esto, pensamos que interpretar no es simplemente decodificar el material latente
a partir de un contenido manifiesto sino que descifrar es practicar en transferencia un
nuevo cifrado, privilegiando el carácter de acontecimiento también de la emergencia del
material, por eso no nos embarcaremos en procedimientos que pueden ser muy peligrosos
como suponer que el analista es quien valida lo que produce el paciente y que sin esta
validación no habría genuino trabajo interpretativo: el paciente sería incapaz de
sorprenderse a sí mismo con una conclusión válida analíticamente hablando, sólo pondría
el material a la manera de una materia prima sin valor agregado. Lo interesante es que el
analista, al dejar que el niño encuentre la interpretación, no por eso lo deja solo, sino que
éste la puede encontrar sólo acompañado por ese entretejido de la transferencia, pero
para eso no tenemos que estar tan preocupados pensando en qué teoría debemos bajar o
aplicar. El niño es muy activo en el análisis y el analista es activo, pero no está ubicado en
el lugar del teórico. Es imp ubicar al niño como el que produce la interpretación, es el
protagonista y poder diferenciar algo de la teorización.
El trabajo consiste en cambio en estar allí posibilitando, y no se trata de dejar al paciente
librado a lo que pueda hacer, sino dejar la posición tradicional de representante de un
saber-poder a fin de practicar aquel acompañamiento.
Cuando uno acepta que no se puede intervenir, hay que ir encontrando el tiempo propio
para cada situación. Lo importante es abstenerse de aplicar la teoría a cada caso en
particular, porque como dice Winnicott: “tan pronto el analista se embarca en estas
cuestiones deja atrás el suelo firme, y entra en una zona peligrosa donde es probable que
utilice sus propias ideas”
Otro aspecto importante es que el analista, al interpretar se expone al decir “se me ocurre
que” o “vos me hiciste pensar que”, se expone a que el paciente lo corrija y eso es muy
valioso. Si en analista se mantiene como observador no participante pensando que él sólo
tiene que intervenir para hallar un significado se coloca en un lugar inexpugnable. La
corrección, la rectificación, orienta el trabajo de pensamiento del analista en relación al
material y lo interpela en sus bases teóricas.
Otra cuestión relevante es que, si vamos dejando que el paciente se aproxime a los
materiales reprimidos, él mismo en algún momento puede acercarle al analista algún
elemento muy preciso que lo deja pensando, algo que para el paciente es verdadero, y que
de alguna manera, si el analista devuelve la interpretación puede empezar a emerger toda
una zona, algo puede empezar a crecer e irse tramando un tejido entre lo que uno y otro
procesan, haciendo, diciendo. De esta manera, las interpretaciones forman parte del
trabajo del insight porque quedan entramadas y no fuera del psiquismo del paciente.
Si uno se ha quedado pensando mucho siente que no encontró cómo transmitir algo
significativo, es importante incluir esta situación a través de un comentario tipo: ¿sabes
que el otro día me dejaste pensando mucho, me dijiste cosas que yo en ese momento no
supe qué me querías decir”? . Ésta es otra cosa muy distinta porque es reconocer y hacerle
reconocer que comunicó algo significante, aunque ignoremos su significado potencial.
Otra característica es lo que sucede cuando uno por su propia necesidad interroga al
paciente, sea porque no se puede soportar un silencio o porque parece que es pertinente
hacerlo. Según Winnicott no tenemos derecho a interpretar, esa comunicación no vino
auténticamente del paciente. Esto puede quedar en reserva, hay algo interesante para
pensar a partir de lo que uno provocó, aunque no venga del material propiamente dicho.
El analista (aquí coinciden Winnicott y Piera) no debe limitarse a interpretar lo reprimido,
sino que tiene también que interpretar en el sentido de escribir de nuevo lo nuevo.
No se trata sólo de hablar del levantamiento de una represión, hay que justipreciar el
efecto que tiene en el psiquismo ese levantamiento, o sea, el efecto que tiene para el
psiquismo liberarse de lo que implica la represión. Según Piera Aulagnier “en casa del
ahorcado no se menta la soga” es decir, la represión implica cantidades de energías cada
vez mayores al servicio de la patología que no están disponibles para la vida. Es
importante que se pueda hablar de la soga, y que la soga no sólo sirva para ahorcar sino
para atar, saltar, jugar, que el paciente pueda hacer otra cosa con esa soga que ni siquiera
se puede nombrar.
La interpretación es ilimitada, requiere tiempo singular para ser construida; para que algo
de la interpretación aparezca se tiene que poner en juego algo de la transferencia (punto
fundamental) porque el analista también libera algo de sí del orden de placer en ese
complejo proceso, es lo que Piera A, denomina el efecto de placer-trabajo.
La perspectiva del psiquismo como un sistema abierto al acontecimiento, traumático o
reorganizador, la concepción de un psiquismo permanentemente rehaciéndose,
reescribiéndose, subvierte por entero el enmarcamiento clásico de la interpretación, al
hacer posible concebirla también a ella, funcionando como acontecimiento y no como un
agregado representacional a los acontecimientos. No es que la interpretación lee lo que ya
está escrito por las series complementarias, sino que ahí y en ese tiempo estamos
pensándolas como series suplementarias (Rudolfo).
Piera A, plantea premisas para inaugurar la cura en transferencia con pacientes adultos.
Ella dice que el paciente llega a consulta impulsado por su sufrimiento neurótico, lo cual
se sostiene en el caso de niñas y niños, aun los más pequeños, y también esto también
impulsa al paciente psicótico y al paciente autista.
Piera A, dice que si las entrevistas iniciales desembocan en un trabajo de análisis, quiere
decir que el paciente ha hecho suyas tres hipótesis:

1. La primera es que la causa de su sufrimiento le es desconocida, no sabe por qué le


acurre.
2. El conocimiento de esta causa habría de permitirle su disolución, va a constituir un
verdadero acontecimiento.
3. El descubrir que el psicoanálisis tiene una teoría y que el trabajo allí, o en otro
sirve.
Estas tres condiciones deben alcanzarse a lo largo de las primeras entrevistas. Si no pasa
algo de eso, uno se tiene que tomar más tiempo, y además los padres deben hacer un
proceso equivalente, pues de poco sirve empezar un tratamiento si no se ha producido
nada en lo relativo a esas tres hipótesis consideradas en lo que a ellos respecta.

Winnicott: “exploraciones psicoanalíticas II”

Punto 40: el juego del garabato

Hay una técnica útil denominada el juego del garabato, que consiste en un método para
establecer contacto con un paciente cuando este es un niño. Se trata de un juego reglado de
dos personas. Este sería:

Adulto: ¿Quieres jugar a algo? Te mostrare a que me gusta jugar a mí. En la mesa que hay
entre el niño y el analista tenemos un papel con dos lápices. Primero tomamos una hoja de
papel y la rompemos a la mitad. Demostrando así que lo que vamos a hacer no tiene una
importancia desmesurada y luego se le explica. “Este juego que a mí me gusta no tiene
reglas, simplemente tomo el lápiz y hago esto (y probablemente mirando hacia otro lado
hago un garabato a ciegas. “Me dirás a que se parece esto que hago o si puedes lo
convertirás tú en otra cosa, luego harás tú lo mismo para mí y veré que hago con el tuyo”

La técnica se limita a esto. Tiene valor de comunicación (de parte del niño, lo que exprese
el consultor queda excluido)

Punto 41: el valor de la consulta terapéutica.

Practico Sofía: Winnicott va a inventar herramientas psicoanalíticas para poder trabajar


determinadas situaciones que son excepcionales. La entrevista terapéutica es otro modo de
intervención. Winnicott hace una distinción entre lo que es el análisis y lo que es una
entrevista psicoterapéutica. Va a tratar de plantear la diferencia entre lo que es un
tratamiento analítico donde la sintomatología uno trata de no tocarla, en cambio, hay casos
donde uno necesita cierto cambio rápido en la sintomatología. Winnicott va a llamar a esta
entrevista psicoterapéutica donde el objetivo es tratar de sacar el máximo de información,
contra el cual no se han erigido relativamente defensas. Esta tarea entraña un peligro real,
pero también existe el peligro de no hacer nada en absoluto.

En esta primera entrevista el psicoterapeuta es un objeto subjetivo. El paciente trae a la


situación una cierta creencia, o la capacidad para creer, en una persona que lo ayude y
comprenda. También trae cierta desconfianza. El terapeuta aprovecha todo eso que trae el
paciente y actúa hasta el límite de las posibilidades que ofrece. El paciente se va sin haber
tenido una percepción objetiva del terapeuta, y será menester una segunda visita para que
este sea objetivo y despojado de toda magia.
Hay una diferencia entre esta técnica (entrevista psicoterapéutica) y la del psicoanálisis.
En el pss la neurosis de transferencia se va desplegando poco a poco y es utilizada para la
interpretación; en la entrevista psicotepéutica el terapeuta tiene un rol prefijado, que se basa
en la pauta de expectativas del paciente (tiene que cumplirlas). A menudo la dificultad para
el terapeuta consiste en hacer todo lo que se le posibilita. El analista debe sostener ese
mundo subjetivo donde el niño es el que crea.

TÉCNICA (esto es del texto)

A fin de aprovechar lo más posible la primera entrevista, el terapeuta debe obrar con sumo
cuidado para no complicar la situación. Deberá hacer y decir toda clase de cosas vinculadas
simplemente con el hecho de que él es un ser humano, y no está allí sentado para darse
ínfulas de profesional, pero pese a ello se percata del carácter sagrado de la ocasión.

Es muy oportuno prepara a los padres de antemano diciéndoles que pobremente lo mejor
para el niño es que sea atendido el en primer lugar. Preparar a los padres es pensar en el
encuadre correcto. No hay ninguna consigna técnica precisa para darle al terapeuta, ya que
debe estar en libertad de adoptar cualquier técnica que sea apropia al caso. El principio
fundamental es brindar un encuadre humano (aloja el sufrimiento), y que el terapeuta no
deforme el curso de los acontecimientos haciendo o no haciendo cosas llevado por la
angustia o la culpa, o por su necesidad de tener éxito. El picnic le pertenece al paciente, y
que el día sea lindo o feo es cosa de él. Lo es también el final de la entrevista, salvo cuando
esta carece de toda estructura a raíz de la falta de estructura en la personalidad del paciente
o en su modo de relacionarse con los objetos, en cuyo caso esta falta de estructuración es
comunicada. Todo lo que hace Winnicott en cada caso, es utilizar una técnica particular. El
único rasgo fijo que se observe sea la libertad con que use mi conocimiento y experiencia
para atender la necesidad de cada paciente particular, tal como se la desplegaba en la sesión
que se describe.

Resumen:

Una entrevista diagnóstica tiene que ser forzosamente terapéutica (la sintomatología
cambia y se van produciendo cambios, aperturas), dado que uno de los principales criterios
de diagnóstico es la respuesta que indica el grado de rigidez, o la relativa falta de rigidez,
de la organización defensiva. Sin este indicador adicional para evaluar la personalidad del
paciente, el cuadro clínico global puede ser engañoso.

Se brinda un encuadre humano, al cual el paciente lleva, y en el cual despliega, sus


tensiones y su estrés inmediatos.

El psiquiatra es un objeto subjetivo (que se ofrece para que el niño lo utilice), y el uso
que se da a la entrevista representa la capacidad del paciente para creer en personas
significativas si el psiquiatra no interfiere en la pauta de la entrevista.
El psiquiatra debe contar con una formación y una experiencia basadas en
tratamientos prolongados, donde el trabajo se realiza sobre el material transferencial tal
como va surgiendo gradualmente, permitiendo la percepción objetiva del analista por parte
del paciente.

En este trabajo, la interpretación se reserva para el momento significativo, tras lo cual el


analista brinda tanta comprensión como este en sus manos hacerlo. El peligro es que el
paciente vea ratificada su creencia de que nadie lo comprende y nadie quiere comprender.

Esta no es una manera silvestre de interpreta, pero incluso una interpretación silvestre
puede transmitir el deseo de comprender.

Una niña de 10 años me confesó: “No importa si algunas de las cosas que usted me dice
están equivocadas, porque yo se cuáles son las equivocadas y cuales las correctas”, y un
poco más adelante, en el mismo tratamiento, agrego: “Si yo fuera usted, no seguirá
tratando de adivinar”, con lo cual me quería decir que era capaz de tolerar que yo no
supiera.

Diferencia diagnostico psiquiátrico / diagnostico psicoanalítico.

Wasserman: “Aproximaciones psicoanalíticas al juego y al aprendizaje”

Vivimos en una época farmacológica, en donde se espera del pharmaton una respuesta a
todas las dolencias. Asimismo hoy el clasificar chicos está de moda, clasificación en base a
lectura de conductas y rendimientos que se consideraran trastornados. Se va imponiendo la
idea de que clasificar es esencial para el progreso científico en cualquier disciplina.

Sobre el diagnostico Waserman plantea que hay una parte que es rotulable y una que no lo
es. La primera, que es el lugar donde el psicoanálisis se toca con la psiquiatría, donde se
trata de ver en que estructura se encuentra el trastorno (neurosis, psicosis u oscilante, es
decir, fronteriza). El enmarcar esto va a permitir un andar en el desarrollo de la cura. La
segunda, no es rotulable porque su nominación coincide con el sujeto. Es una descripción
de aquello que le pasa específicamente a él y que se articula con la historia, que aunque es
suya le es desconocida. Es por esta parte que es tan difícil dar un diagnostico en
psicoanálisis. Lo que hacemos es una devolución que consiste en un relato de aquello que le
está pasando al sujeto. Pero no se trata de lo manifiesto, sino de lo latente, las escenas
reprimidas que se desarrollan más allá de lo que el propio niño sabe de ellas. Aquello que
realmente le está pasando y que está afectando su conducta. Hay veces que cuando los
padres nos piden un diagnostico nos vemos forzados a acomodar al sujeto a un lecho de
Procusco que nunca le queda a su mediada. Acomodamos la persona a la cama aunque haya
que cortar lo que sobra. Tratamos de encajar lo real en lo ideal, borrando la subjetividad del
niño.
La medicación puede actuar sobre ciertas áreas de manera química disminuyendo la
producción de angustia. El problema es que deja en silencio lo que causa la angustia, es
decir, lo traumático. El psicoanálisis registra con su vértice los hechos que acaecen en la
realidad psíquica, a través, de los sueños, lapsus, los actos. Tiene la paradoja de acceder al
problema no prestando una atención centrada al punto de trastorno, sino desplazándose a
otras áreas de subjetividad que toman significación a partir del discurso de los padres y los
niños.

VASEN: “Una nueva epidemia de nombres impropios”

El DSM adormece nuestra sensibilidad y en lugar de acercarnos nos aleja de las verdades y
lógicas de sufrimiento infantil. La tecno ciencia ha tomado el control de las problemáticas
de la subjetividad. Al punto de declarar su inexistencia. Las diferentes ediciones del DSM
abandonaron paulatinamente la terminología de la psicoanalítica, psicodinámica para
sustituirla por criterios comportamentales de los que se haya excluida toda referencia a la
subjetividad. Si se mata la subjetividad queda pensar en donde tiene cabida el deseo. Vasen
va a dar 5 atajos:

- Descontextualizar la niñez: la subjetividad moderna estaba centrada en la formación


d futuros ciudadanos respetuosos de la ley y el deber productivo, tarea que competía
a la escuela. Antes, durante y mientras tanto la familia tenía que hacerse cargo de la
transmisión del linaje y la represión de la psicosexualidad infantil. Esto comenzó a
cambiar a partir de los 90. Actualmente constatamos un incremento de formas de
subjetivación impulsadas a la desorganización, la precariedad y por la exigencia de
eficiencia. Con esta exigencia la latencia se violentiza.
- Clasificaciones neutralmente tecnocráticas: los diagnosticadores pueden ser varios,
munidos por test diversos y de información surgida por la web. Se piden respuestas
pero no se soportan las preguntas. Es aquí donde el Dsm se convierte en una
extraordinaria ayuda para este notable proceder. El niño deja de ser niño, pasa a ser
una categoría, donde ya no pensamos que le pasa sino que tiene. No pensamos en
quien sino en que.
- La construcción de entidades bio-geneticas: no hay duda de que un buen diagnóstico
alivia muchas incertidumbres pero oscurece cuando descarrila y queda reducida a
una simple clasificación. Lo que se gana en tiempo se pierde en complejidad.
- Medicalización de la infancia: la presencia de la medicación ha sido naturalizada, al
modo que solo hay que decidir que medicación y para quien. Aquí de lo que se trata
no es de discutir la utilidad de los psicofármaco, sino si el alivio que producen
puede curar los sufrimientos de la muerte, la sexualidad, la locura, el inconsciente.
Lo importante del medicamento es si se pone al servicio de una estrategia que
promueva un despliegue de producción subjetiva y no solo la afirmación de
capacidades operatorias.
- Masificación de la discapacidad: para el psicoanálisis como para el derecho no hay
sujeto si está ausente una dimensión clave: la responsabilidad sobre los propios
actos. Si se borra la subjetividad, no se tiene derechos sobre sus propios actos.
Unidad 4: El juego.

El juego y el jugar. Lo transicional. Función del jugar como actividad estructurante.


Patología del jugar. El dibujo. Técnica del garabato. Transferencia como
superposición de zonas de juego. El jugar y la construcción del cuerpo erógeno.

Winnicott: realidad y juego

Los recién nacidos tienden a usar el puño, los dedos, los pulgares para estimular la zona
oral. Al cabo de unos meses los bebes encuentran placer en jugar con muñecos. Existe una
relación entre estos dos grupos de fenómenos.

Va a introducir los términos objetos transicionales y fenómenos transicionales para


designar la zona intermedia entre el pulgar y el osito, entre el erotismo oral y la verdadera
relación de objeto. El objeto es la primer posesión no yo del niño. El objeto transicional, no
se llora ni se duela, sino que se cae, pierde significación. Hay que entender que cuando
hablamos de objeto transicional la importancia no recae en que objeto es sino, la función
que cumple, permitir una separación de la fusión de la madre.

La madre ofrece al bebe la oportunidad de crearse la ilusión de que su pecho es parte de él.
Por así decirlo, parece encontrase bajo su dominio mágico. Le hace creer al niño que él ha
creado el objeto, es crear lo que está dado. La tarea posterior de la madre consiste en
desilusionar al bebe en forma gradual, pero esto no será posible si al principio no le ofreció
suficientes oportunidades de ilusión. Los fenómenos transicionales representan las primeras
etapas del uso de la ilusión. Esta zona neutral de experiencia no debe ser atacada.

Winnicott dice la que la psicoterapia se da en la superposición de dos zonas de juego: la del


paciente y la del terapeuta. Está relacionada con dos personas que juegan juntas. Cuando el
juego no es posible, la labor del analista se orienta a llevar al paciente, de un estado que no
puede jugar a uno en que le es posible hacerlo. Para entender la idea del juego resulta útil
pensar en la preocupación que caracteriza el jugar de un niño pequeño. Lo que interesa es el
estado de casi alejamiento, afín de la concentración de los niños mayores y los adultos. Esa
zona de juego no es una realidad psíquica interna. Se encuentra fuera del individuo, pero no
es el mundo exterior. En ella el niño reúne los objetos y fenómenos de la realidad exterior y
los usa al servicio de una muestra derivada de la realidad interna, emite una muestra de
capacidad potencial de soñar. El juego compromete al cuerpo, tato por la manipulación de
objetos, como por la excitación corporal. Además la esencia del juego es satisfactoria.

Rodulfo:
En los distintos momentos de la estructuración subjetiva observaremos variantes en la
función de jugar. Decimo jugar y no juego para acentuar el carácter de práctica significante
que tiene esta función, indica su carácter de producción. No hay ninguna actividad
significativa en el desarrollo de la simbolización del niño que no pase vertebralmente por
él. Nos va a servir de hilo conductor.

En base a su experiencia llego a la conclusión de que existen funciones del jugar más
arcaicas, más decisivas, más primordiales que las del fort da. Funciones relativas a la
constitución libidinal del cuerpo. Podemos decir que a partir del jugar el chico se obsequia
un cuerpo a sí mismo, apuntalado por el medio. Es importante recordar que el niño no tiene
una posición pasiva (factor de la espontaneidad). Como analista hay que tratar de ver el
deseo funcionando ahí.

Al jugar se hace un cuerpo y conquista un lugar. Las operaciones simbólicas se hacen


jugando. Allí donde era el mito (cuerpo materno) el sujeto debe advenir. Para ser, el sujeto
debe encontrar stes que los representen. Y la única forma de encontrarlos es inventarlos,
producirlos, aunque en otro sentido estén allí

En el mito familiar es sujeto se puede ubicar:

- Como falo, que es el caso más favorable en cuanto a la humanización del animalito
aun no sujeto. Aquí lo decisivo es si ese investimento fálico, tan fundamental para alejar la
alternativa psicótica, cae a tiempo, particularmente en ese pasaje edifico del ser al tener.

- Como síntoma: síntoma de algo como retorno de lo reprimido que hace a un


conflicto de los padres.

- Como fantasma: aquí el niño es negado en su particularidad como sujeto, tiende a


ser manipulado por y para el goce del Otro, lugar de muerto.)

Aunque la relación de fuerzas en un nivel tan desigual hay un poder, un único poder, diría
yo que el sujeto conserva frente al Otro, el de la espontaneidad, la capacidad inconsciente
determinada de dar lugar a lo imprevisto a lo impredecible.

Podemos pensar en distintos momento del jugar:

- Fabricación de superficies: esa superficie está hecha de diversos materiales, de


caricias, de productos propios y de los extraídos de la madre, de palabras. Las practicas
donde es más sencillo localizarla es en los numerosos juego de embadurnamiento a los que
se entrega él bebe apenas se hace de un par de manos. Asimismo lo encontramos renuentes
a que se les saque el pegote de encima. Ese pegote le ha quedado como una segunda piel.
Muy entendible si pensamos que todo el cuerpo mismo no es en el fondo más que un
pegado. Toda esta época está caracterizada por continuidades existenciales, superficies lisas
de horarios, de ritmos, constitución de rutinas sin las cuales lo informe puede degenerar en
caótico. En efecto las rutinas son otros de los tantos nombres de la fabricación de
superficies, cabe al Otro ofrecer por medio de ellas los medios para armar una
cotidianeidad Aquí todavía no podemos pensar en nociones de adentro-afuera. La mejor
forma de entender esto es a través de la banda de Moebius.

- Fabricación de un tubo: el primer jugar no está mucho tiempo solo. A poco andar,
se le contrapuntea una serie de prácticas de inclusión, donde se trata de una relación
continente/contenido, esto atañe a la corporeidad.

- Fabricación de un espacio tridimensionalidad: aquí encontramos al fort da, va a


poder jugar al como sí. Este juego está destinado a inventar un espacio otro del cuerpo
materno. Va a arrojar con la mano y también con la palabra, produce por primera vez un
afuera que no existía. Junto con esto el jugar se despliega ahora en poner nombres. Acá si la
distinción entre interno/externo toma sentido. Este tipo de juego son la escondida por
ejemplo.

- Fabricación de identidades sexuales: trasformación de lo real de la pulsión en ste,


por eso mismo la condición de que el juego siga es que la erotización inmediata se
mantenga reprimida.

- Formación de un nuevo espacio transicional: pasar de lo intra familiar a lo extra


familiar, así como de lo endogámico a lo exogámico.

Texto Ricardo Rodulfo: “el niño y el significante”, un estudio sobre las funciones del
jugar en la constitución temprana.

7. Las tesis sobre el jugar: más acá del juego del carretel

En los distintos momentos de la estructuración subjetiva observamos transformaciones en


la función del jugar. Decimos jugar para acentuar el carácter de práctica significante que
tiene esta función, en tanto el juego remite al producto de cierta actividad con
determinados contenidos, la actividad en si debe ser marcada por el verbo en infinitivo,
que indica su carácter de producción.

El concepto de jugar es el hilo conductor de la constitución subjetiva. No hay ninguna


actividad significativa en el desarrollo de la simbolización del niño que no pase por aquel.
Para evaluar el estado de desarrollo simbólico de un chico, hay que observar el índice del
estado de sus posibilidades en cuanto al jugar. No hay ninguna perturbación severa o de
cuidado o significativa en la infancia que no se espeje de alguna manera en el jugar.

Durante mucho tiempo, el juego de aparición y desaparición (fort da) quedó consagrado
como siendo también la manifestación de la actividad lúdica en su originalidad, al tiempo
que función primera asignable al juego, nada menos que poder simbolizar una desaparición,
una perdida, dar representación a la ausencia. Pero, existen funciones del jugar más arcaicas
que las del fort da. Funciones que pueden verse desplegar a lo largo del primer año de vida,
relativas a la constitución libidinal del cuerpo.

Estamos hablando, desde la perspectiva del significante del sujeto, a la necesidad de extraer
materiales para fabricar el cuerpo, materiales que deben ser arrancados al cuerpo del Otro.
Las primeras funciones del jugar son ese proceso mismo. A partir del juego, el chico se
obsequia un cuerpo a sí mismo, apuntalado en el medio. Todo lo que hace el entorno
posibilita u obstruye, acelera o bloquea, ayuda a la construcción o a la destrucción de
ciertos procesos del sujeto, pero este no es apoyado en las modalidades de aquel
(fundamentalmente el mito fliar, la estructuración de la pareja paterna, la circulación del
deseo), el niño va produciendo sus diferencias.

El psicoanálisis no concibe a un niño pasivo, sino que al mamar trabaja para fabricar la
leche que toma, mediante la estimulación de las glándulas mamarias. En cierta forma el
pequeño se da de comer a sí mismo a través de la madre.

Cuando detectamos en un infans algo que pueda pensarse como pasividad es que estamos
frente a una perturbación seria, como puede serlo la depresión o el autismo, a menos que se
trate de una enfermedad orgánica que lo aquieta. En cambio, si todo está en orden, el niño,
a través del jugar, durante el primer año de vida y apoyado en las funciones hace lo que
hemos señalado. Es lo que Winnicott llama espontaneidad, algo que la madre ni el padre le
dan al bebe.

En ocasiones, la clínica nos pone en contacto con versiones míticas donde al niño se le ha
dado todo lo que es, pero se trata de un fantasma patógeno que circula en esa familia,
merced al cual se desconoce la actividad inherente a la posición de hijo. Del mismo modo
decimos que el analista no analiza al paciente, es el paciente quien se analiza a sí mismo a
través del analista, usando de este, circuito de la transferencia mediante.

El mito familiar es una cosa heterogénea. Su organización es la del collage, donde los
elementos están bastante mal pegados, y así permiten la subsistencia de muchas
contradicciones. De modo que en realidad el mito no tendría como imponer al niño una
dirección univoca de la que el mismo carece. En conjunción con la espontaneidad, esto
promueve lo imprevisible. Es fácil predecir que el niño extraerá materiales del mito
familiar, dado que no tiene (al menos hasta su adolescencia) otra alternativa. Pero es una
apuesta segura de perder pretender un conocimiento a priori sobre cuales aspectos tomara y
cuales rechazara el pequeño sujeto.

En PSA, hay que acostumbrarse a considerar el material del mito preexistente como un
potencial del cual desconocemos lo que será actualizado, si no ocurriera así (si la
espontaneidad no existiese), la fabricación del sujeto se asemejaría a la de un robot, lo cual
es el sueño de algunas flias con elevado potencial psicótico. Pero hasta en un caso limite, la
dimensión de lo imprevisible retorna. Las derivaciones patológicas, tampoco escapan a la
espontaneidad del ICC.

Si quisiéramos comparar al mito fliar con un rompecabezas, introduciríamos 2


modificaciones: 1) no existe la solución final; cada cual hace su armado de las piezas. 2)
No se lo podría imaginar en forma adecuada como un dispositivo de figuras fijas; mejor es
concebirlo cinematográficamente, hecho de piezas con movilidad interna, extensibles y
mudables. Este proceso ICC se vuelve más complejo, teniendo en cuenta que los padres no
saben lo que ponen; de hecho, ponen más o menos de lo que creen poner, entre otros
motivos a causa de su propia sujeción a la prehistoria, que cuestiona los limites imaginarios
del triángulo edípico.

Todas estas consideraciones inducen a matizar al máximo la problemática de la edificación


del cuerpo durante el primer año de vida. El niño antes de disponer de manos, ya cuenta
con ojos y con boca, que son también órganos de incorporación: con ellos corresponde la
tarea de arrancar. Hay entonces una actividad múltiplemente extractiva que empieza mucho
antes que las manos (pero es cierto que se vuelve más notoria una vez que las manos
quedan liberadas) el “perverso polimorfo” empieza por ser un arrancador, un agujereador
nato, practica con la que produce cosquillas, desechos, pequeños objetos. ¿Qué es lo que va
haciendo con esos materiales extraídos? Extraer, fabricar superficies continuas,
extensiones, trazados sin solución de continuidad. La actividad que hay que pensar como
jugar primero es una combinación de dos momentos: agujerear-hacer superficie,
agujerear-hacer superficie.

Esto puede verificarse en cualquier bebe de cierta edad que se embadurna con todo
entusiasmo y unta luego cuanto está a su alrededor, época del niño siempre pegoteado
(moco, baba, sopa, etc.). El psicoanalista reconoce lo estructurante de una práctica como
esta, al descubrir que en realidad el cuerpo mismo no es más que un gran pegado y nada
más engañoso que fascinarnos con su unidad anatómica. En ocasiones puede rastrearse en
el interés que muchos chicos psicóticos o autistas tiene por las maquinas, por adosarse a
una determinada máquina y formar con ella una sola agregación. Ocurre que la maquina
aparece como ente que ha logrado resolver el problema de un mínimo de funcionamiento
unificado para ese niño quien no consiguió hacer lo mismo vía identificación; de allí que
establezca un circuito identificatorio, restituyendo lo que no logro con seres humanos. Es
una peculiar forma de hacer superficie. Desde la estructuración primordial del cuerpo a
través del jugar, lo primero que se construye es una película en banda continua.

La teoría de Klein equivoca los tiempos: lo que ella da como primario no lo es. Mucho
antes de poder funcionar en ese nivel de volúmenes que su conceptualización requiere, un
niño tiene que auto inscribirse bajo la forma de una superficie, requisito sine qua non para
que sea válido suponer operaciones del tipo dentro/fuera. Estos términos son inaplicables si
no se apuntalan en la anterior continuidad (cinta de moebius). Lo esencial es una cosa: su
no solución de continuidad. Por eso mismo no nos sorprenderá que no se limite solo al
cuerpo del infans. La banda incluye a la madre y a otros elementos.

Si esto es así, obliga a reformular el estadio del espejo (Lacan). La fecha relativamente
tardía de ese estadio o fase, entre los 6 y 18 meses, nos lo indica. A los 6 meses, un bebe ya
dispone de un montaje de superficies hechas por una diversidad de zonas. El estadio del
espejo no es una formación originaria. El mismo Lacan, más adelante, le añadió
observaciones que suponen anterioridades lógicas. Tiene que pasar una importante serie de
cosas para que el niño llegue a ese encuentro con el espejo en condiciones de tal índole
como para que este exista para él. De esta fase inaugural pasa así al coronamiento de un
complejo itinerario.

Ya unos años más tarde se introdujo una modificación al referirse Lacan a un tiempo en que
él bebe accede al espejo (sin reconocerse todavía) en brazos del Otro primordial. En esta
situación se revela decisivo que la mirada de aquel (que si es reconocido) confirme, y así se
apuntale en ella, lo que el pequeño logra poco a poco ver. En 1971 Winnicott plantea un
tiempo previo a los anteriores, cuando directamente es el Otro (o su rostro) el espejo y la
condición del primer paso sin el que la llegada a ese y de este no se produce. La no
constitución de las categorías simbólicas antes/después da un peso enorme a factores que en
otro momento de la existencia serian de poca monta, pero que en aquel periodo pueden
provocar daños muy severos.

Otro ángulo para abordar la compleja constitución y función temprana de superficies es una
observación en el dibujo de niños psicóticos: el contorno “en flecos”. En lugar de hacer un
borde firme, ininterrumpido de la silueta, esta parece deshilacharse, con temblorosa
consistencia. Índice de gran significación al traer a colación la destrucción de una superficie
corporal. Es por esta problemática de la superficie arcaica que cualquier historia de
psicosis, de autismo o depresión, una vez alcanzada cierta respuesta favorable al análisis,
esta se deja traslucir en series de episodios de embadurnamiento (concreto o figurado) que
incluyen al terapeuta y al consultorio junto al propio cuerpo. Es un tipo de actividad en la
que el juego se pone al servicio de curar una herida, mientras que en los casos más comunes
se trata de intentar una comunicación orientada desiderativamente (mojar=coito, por
ejemplo, en muchas enuresis).

Es importante escapar a cierto lugar común (favorecido por la obra de Klein) de un estado
inicial de fragmentación angustiosa, del cual nos salvaríamos por la posición depresiva. Es
más justo decir, siguiendo a Winnicott que “en el principio” era un estado de no
integración. Ese estado de no integración se sostiene bien en la medida en que acudan
funciones que apoyen la integración faltante, lo cual exime al bebe de esfuerzos especiales
por juntarse; ya existe un lugar, el cuerpo del Otro que lo dona. En cambio, el pasaje de la
no integración a una desintegración que podría ser caótica y aniquilante se da cuando hay
fallos graves y sostenidos en las funciones primordiales. “Lo que natura non da…”
Salamanca presta como mejor puede, obteniendo así adaptaciones aparentemente exitosas a
un precio muy caro; pobreza sublimatoria, derrumbe, alienación en ideales tomados en su
sesgo normativizante. Esta seudo objetividad nos devuelve al problema originario de
fabricarse una superficie para ser o parecer.

Otra referencia crucial son las membranas placentarias como primer objeto perdido, objeto
cuyo desprendimiento al nacer condensan ciertos discursos al recogerlo en diversas
fabulaciones y creencias que ligan la buena o la mala fortuna esperable con el efecto de
“cofia” o con la precedencia de las membranas en salir del vientre materno. Como siempre,
el río del mito suena, localizando algo subjetivamente significante en este peculiar objeto
que hay que separar de si para salir a la vida extra uterina. Pero, su función de envoltura nos
pone de nuevo sobre la pista de los que hemos detectado como superficie.

En las depresiones, forma una parte esencial el envolverse o taparse; se da el caso de


pacientes en quienes facilita el reconocimiento de que están abatidos el hecho de que en
sesión, por más calor que haga, no se quiten el abrigo, hasta acostarse en el diván con el
sobretodo puesto. Búsqueda activa de calor que considero una restitución de la más arcaica
envoltura corporal.

Las rutinas que un bebe necesita (que los pediatras aconsejan) suponen ciertas
regularidades y previsiones para un sujeto en condiciones tales que todo le es imprevisible
o peor aún, impensable, dado que esta en un mundo absolutamente nuevo. Las rutinas son
otros tantos nombres de la fabricación de superficies: cabe al Otro primordial ofrecer por
medio de ellas los medios para armar una cotidianeidad. Y, ¿Qué es ésta, sino un sistema de
continuidades significantes? Su validez se extiende hasta la estructuración del fort-da, que
posibilita simbolizar la ausencia (la discontinuidad). Antes de “educar” la formación de
hábitos, forma cuerpo. Vemos como no hay bebe que no se resista a que se le desprenda
cualquier pegote de la cara. El enojo es universal, pero la repulsa no es a la limpieza, sino a
que lo despojemos de una parte sustancial de su cuerpo, la que lo cohesiona. Para su nivel
de simbolización forma su unificación en trámite. No son solo posesiones en el sentido yo-
no yo, aunque también llegue un momento en que esto entre en juego; en un nivel más
primitivo no es tanto “esto es mío, no es tuyo”, sino “con esto es mi: lo soy”. El verbo tener
todavía cuenta poco.

Era por buenas razones que Winnicott insistía en el punto de no tirar esos elementos a los
que un pequeño se aferra. Hay que andar con más cuidado, lo podemos tirar a él. Es un
objeto en el sentido psicoanalítico, objeto paradójico que bien podemos descubrir que en
realidad es el sujeto mismo en su corporeidad libidinal. Por lo tanto, su perdida traumática
provoca desde una ruptura narcisista hasta una devastación de tipo psicótico. La
vulnerabilidad en este punto es asociable a menudo con patología objetiva (en lo
manifiesto) de gravedad en el entorno, en última instancia ligada a fantasmas paranoicos
que discurren por el eje limpio/sucio. El hijo sometido demasiado pronto a políticas
higienistas, cuyo principal efecto es destruir una y otra vez lo que de superficie el niño ha
ido levantando.

Las irrupciones patológicas de una formulación defectuosa y precaria de superficies son


muchas veces tardías. Por otra parte, no es fácil localizar manifestaciones de perturbación
temprana al respecto. En los autistas encontramos esbozos amputados, restos de superficies
mal formadas, estereotipias; vemos allí lo que quedo de un niño jugando, índice además de
que todavía subsiste algo de un niño.

Pregnante durante el primer año la actividad de hacer bandas queda luego resignificada y
recubierta por otras estructuras, puesta al servicio de ellas, pasando entonces totalmente
desapercibida. Pero esto no debe entenderse en el sentido de una desaparición: su
subsistencia subterránea es indispensable a la existencia del sujeto, casi al mantenimiento
de la tensión que lo hace tal. El recubrimiento es posible porque ya no es problemática para
el niño la constitución de superficies. Nadie está a cubierto de que la intensidad regrediente
de una situación vuelva al primer plano la problemática de hacer superficie. Quien sale de
atravesar una enfermedad algo prolongada (lo suficiente para introducir una solución de
continuidad en su vida cotidiana) experimenta el goce del convaleciente: reencontrarse con
sus lugares habituales, paulatinamente con sus hábitos habituales, con todo lo que la
enfermedad había roto, goce cuya delicia señala el reflujo del investimiento libidinal sobre
territorios temporariamente desnarcisizados, abandonados a lo real. No dura mucho, la
superficie recuperada de lugares y de tiempo vuelve a hundirse en su silencio fiel. Pero
siempre hay un lapso en el que, por sobre todo se privilegia el restablecimiento de la vieja
continuidad en donde el sujeto habita y se reconoce.

Toda cotidianeidad en su sentido de plataforma, de apoyo, es heredera de la función


materna, la cotidianeidad presupone además un desarrollo simbólico ya muy sofisticado. En
familias con un elevado potencial psicótico es posible observar en la clínica que el sujeto se
encuentre en la imposibilidad absoluta de prever lo que va a ocurrir: no hay constitución de
rutina, mientras que un neurótico suele quejarse de ella, y de las impasses que ocasiona a su
deseo.

La moraleja es que cuando no ha quedado una superficie organizada, hay que construirla
(restitutivamente) día por día y con lo que se pueda. Lo primario es que la continuidad es
un rasgo diferencial del tratamiento psicoanalítico, ningún análisis se puede realizar sin este
elemento: el apuntalamiento en la continuidad. Para esto se requiere que el analista sea
apenas previsible, confiable (winnicott), así como lo imprevisible debe ser un elemento
fundamental para que su intervención tenga efectos interpretativos. Esta combinación
paradójica de estabilidad, con sorpresa constituye una de las dificultades de la posición del
analista y suministra otra prueba de la función primordial que hemos reconocido en el
origen del jugar.

8. Las tesis sobre el jugar: el espacio de las distancias abolidas.


Existen funciones del jugar más tempranas que el fort-da, ligadas a la edificación del
cuerpo propio. Una primera donde se trata del trazado y la inscripción de una superficie sin
volumen y sin solución de continuidad: superficie sin agujeros.

Cuando vemos a un chico embadurnado con papilla, lo nuevo que aporta el PSA es la
comprensión, la revelación, de que en realidad trabaja como albañil de su propio cuerpo. Es
erróneo imaginar una separación, que todavía está lejos de constituirse, del orden de
cuerpo/espacio, cuerpo/no cuerpo, etc., todo lo contrario, en este tiempo el espacio es el
cuerpo, cuerpo y espacio coinciden. La oposición interno/externo en este nivel de desarrollo
es una ilusión. La ecuación sería cuerpo=espacio. Los relatos nos hablan de un cuerpo que
se ensancha fusionándose al espacio circundante, hasta hacer coincidir los límites de
ambos. Para un niño muy pequeño no hay ninguna operación sobre el espacio que no sea
una operación sobre su cuerpo.

Este singular régimen de espacialidad lo conocemos como la forma de espacialidad ICC


narcisista originaria: EIR (Sami Ali), espacialidad donde ninguna de las polaridades que
luego van organizando la vida del psiquismo están vigentes, ninguna está constituida.
Espacialidad también bidimensional, pues para la constitución de las polaridades se
necesita un espesor, la dimensión tridimensional. Aplastado el espacio en una bidimensión,
los dos puntos de cualquier polaridad coinciden.

La banda de Moebius viene a proporcionar una ilustración conceptual de este espacio. La


adquisición de lo interno/externo se hace por un proceso de simbolización bastante
trabajoso. El niño no se posee a sí mismo, demasiado incrustado en el cuerpo del Otro
como está. Además, este espacio de inclusiones reciprocas es tiempo de inclusiones
reciprocas en la medida en que enfrentamos un orden en donde las categorías del tipo
pasado/futuro, por ejemplo, no han empezado a funcionar. Tampoco es cierto que haya un
perpetuo presente, sino que es algo que está continuamente siendo, sucediendo.

Ahora podemos presentar la segunda función del jugar concerniente al segundo momento
en la estructuración del cuerpo. El segundo tipo de actividad a la que se puede ver a un
bebe entregado involucra una serie de juegos de relación continente/contenido, por ej, se
podrá observar al niño intentando agarrar la cartera de la madre, sacar cosas de ahí, o
descubrir el interior de una caja, extraer elementos y devolverlos, todo de una manera
insistente, absorta y repetida. La relación entre contenido y continente que descubrimos es
totalmente reversible. Del mismo modo que coloca un objeto dentro de otro, puede
recolocar esos elementos a la inversa; la afirmación PRCC de que el continente debe ser
más grande que el contenido no tiene validez en este nivel arcaico. Dentro del esquema de
inclusiones reciprocas cabe concebir que el contenido que es mas pequeño que el
continente pueda, sin embargo, albergarlo a su vez. La relación pequeña/grande no está
planteada de la forma que luego la solemos encontrar. La espacialidad prosigue
bidimensional. La reversibilidad, tanto espacial como temporal, de las relaciones de
continente/contenido (cuyo lazo es de ambigüedad y no de oposición) permite que la
fantasía proceda con toda naturalidad a esta clase de operaciones, que se hallan en la base
de lo que denominamos omnipotencia en el imaginario infantil. Las relaciones chico/grande
no significan nada demasiado consistente. Esto mismo se repite en fenómenos que luego,
en procesos psicóticos, pueden tener una enorme intensificación.

Estas leyes del funcionamiento psíquico más temprano y más ICC, previo a la separación
diferencial respecto del cuerpo del Otro primordial hacen ver lo erróneo de tantas versiones
psicológicas simplistas, donde la madre seria el continente y el niño el contenido.

Debemos poner todo esto en relación con lo que llamo la segunda paradoja de Winnicott:
para poder separarse hay que estar muy unido, es la fusión lo que permite (la condición de)
la separación y no al contrario. La clínica abunda en testimonios de los efectos negativos de
la separación prematura entre yo-no yo. Esto altera la espontaneidad del pequeño sujeto, y
lo orienta compulsivamente a adaptarse al deseo del Otro que no es lo mismo que un
genuino desarrollo simbólico. A la vez, la diferencia que el pequeño se ve llevado a
reconocer es tan abrumadora, que favorece la inscripción de vivencias de impotencia y
vacío. Hay que pensar que la dependencia del bebe es extrema y polimorfa que la única
forma de soportarla es que no sea requerido a tomar conciencia de ella hasta no haber
logrado cierto mínimo de autonomía. La función estructurante de la omnipotencia temprana
es en tanto protege al infans de percatarse tan precozmente de que es otro el que lo sostiene
y que ese Otro podría desaparecer, lo cual, si genera crisis de angustia cuando cerca del año
empieza a reconocerlo, se tornaría decididamente aniquilante a los pocos meses de vida.

La segunda función del jugar pone de manifiesto, en un espacio bidimensional, cierta


dimensión de volumen, contradicción que no hay más remedio que aceptar. En un espacio
plano donde aún no se ha producido lo diferencial del espesor, se acusa inesperadamente un
modo extraño del volumen, volumen reversible, que tan pronto surge como se desvanece,
donde sin transición se pasa del continente con contenidos a la desaparición del continente
tragado, engullido por ellos. Esto causa confusiones. En un régimen bidimensional el
volumen como rasgo del cuerpo del sujeto y del Otro primordial es algo que a cada instante
se insinúa solo para deshacerse.

Cuando esta segunda función no puede desplegarse por causa de imposición de la


diferenciación, el niño nuevamente resulta agujereado, así lo encontramos a través de
diversos fantasmas psicóticos, acribillado, perforado. En patología temprana los periodos
críticos son mucho más definitorios. No es lo mismo un paciente que ha atravesado varios
brotes, varias internaciones, que hacerlo antes de que todo esto se produzca. También
debemos precavernos del error de homologar “frágil” con “incurable”, equivocación
proveniente de un esquematismo psicopatológico según el cual las neurosis son lo más leve,
idea cuya fundamentación no va mucho más allá de un prejuicio.
No faltan testimonios sobre perturbaciones psicóticas o narcisísticas de gravedad que se han
curado solas en el curso de la vida, carentes de toda ayuda especializada. La fragilidad
juega en ese caso como factor de ayuda al implicar una permeabilidad al medio que en
cambio seria vano esperar en las formaciones neuróticas. El eje gravedad/levedad,
intersectado por el curabilidad/incurabilidad es insuficiente. Una de las cosas más
incurables de este mundo es una neurosis largamente (o precozmente) cronificada: no
matara pero no tiene ninguna posibilidad de remisión espontánea y se muestra inaccesible a
las influencias de la vida.

Considero fundamental oponerse a la correlación apresurada que establece una


proporcionalidad, donde la neurosis es a la durabilidad como la psicosis a lo inmodificable.
Creo que debemos rechazar el hacer de la neurosis un ideal, olvidar que se trata de una
patología y que un sujeto puede quedar absolutamente imposibilitado de hacer nada
libidinalmente productivo en su vida a causa de una severa neurosis.

La neurosis tiene su propio eje y la psicosis el suyo. Levedad y gravedad son internas a
cada campo, independencia que no significa encasillamiento clasificatorio, ni excluir sus
interacciones y sus reglas de transformación que permiten desde la coexistencia de ambas
en una subjetividad, hasta el pasaje que alguien realice de la una a la otra.

He optado con el tiempo por hacer un uso muy parco de la referencia a las estructuras.
Prefiero, siguiendo a Nasio, hablar de formaciones clínicas, considerablemente más
flexibles, es un término más libre y permite pensar en la heterogeneidad, pensar la
combinación de aspectos neuróticos y psicóticos en un mismo paciente, y superar cierta
relación lineal pre-estructural. El concepto de formaciones posibilita sostener a un tiempo
la diferencia que hace a neurosis y psicosis tener cada una su propio desarrollo y el hecho
de su entrecruzamiento.

Pensar así diversifica problemas, ayuda a reconocerlos mejor. La neurosis tiene su propia
gravedad, la psicosis la suya, y no se confunden la una con la otra, pero por otra parte su
coexistencia ambigua en un mismo caso nos enseña que también hay caminos que llevan de
una a otra. A la vez que ser más justos con la variedad de las producciones psíquicas,
proceder así nos ahorra el inútil esfuerzo de hipostasiar por decreto, a priori, 3 estructuras
para a continuación empezar a inventar términos como prepsicosis, locura, etc., a fin de
acomodarse a la realidad. El material es rebelde, se resiste, el ICC se resiste a la
estructuración, el ICC es siempre lo que subsiste tras una estructuración teórica.

Retornemos a la conformación continente-contenido. También en el campo transferencial


se repite un destino de ella que no es el mejor, cuando el analista impone demasiado que es
el quien da al paciente la interpretación. La consecuencia es que el paciente se constituye en
permanentemente agujereado. Es el analista quien lo llena con sus palabras; el paciente no
crea, no participa en la producción de las interpretaciones; el proceso entero queda muy
alejado del analítico fundado en un espacio transicional, donde no se sabe muy bien ni
interesa de quien es la interpretación. Si se estructura una situación transferencial en donde
el analista se polariza como el autor y el continente, y el paciente como el receptor y el
contenido, permanentemente agujereado por otra parte, triunfa la repetición de una pauta
temprana en la estructuración continente-contenido caracterizada por cierto daño en su
reversibilidad.

Hay aspectos de la función parental que permiten, sostienen o interfieren en esta segunda
inflexión del jugar. Un tipo de función materna errática, con un alto grado de
imprevisibilidad, función materna que ya provoca problemas en la construcción de
superficies, el no estar allí donde y cuando se la busca. Este comportamiento ICC de la
función es por lo demás más patógeno en lo que hace al menos al narcisismo temprano. En
el contexto de la errancia, el chico se ve coaccionado a adaptarse a una diferenciación
prematura entre el y el cuerpo materno, pasa demasiado pronto por experiencias de
agujereamiento, en la medida en que no existe fluida reversibilidad de conteniente a
contenido.

La diferencia yo/no-yo forzada de modo prematuro obtura y complica el desarrollo. Es muy


común tropezar con patologías que se podrían llamar de aferramiento, es decir,
especificadas por el adherirse desesperadamente a algo y/o alguien La compulsividad y la
angustia de caída es lo más notorio en tales patologías. Un ejemplo trivial es cierta
interferencia en el jugar ligada al estar pendiente de aquel a quien el niño esta como
colgado, lo que bloquea seriamente la espontaneidad o reduce su alcance. Muchos de estos
sujetos vivieron la imposición de la diferencia cuando esta era aun insoportable.

La pregunta por lo soportable, por lo que se tolera sin alteración patológica es muy
importante en la clínica con niños y adolescentes. El trabajo histórico de la simbolización
siempre debe considerarse sobre la base de un fondo de angustia, trátese de inscribir la
diferencia sexual, constituir la separación del yo/no-yo, o tomar las primeras distancias al
cuerpo de la madre. Pero hay esenciales variaciones. Klein insistió con mucha energía en la
cuestión del quantum de angustia soportable pata el psiquismo temprano y en el peligro
consiguiente de las operaciones defensivas que resultan perjudiciales. Las defensas no solo
protegen, transpuesto cierto margen son iatrogénicas.

Esta referencia tiene un alcance general, se extiende a cualquiera de las crisis en el


desarrollo de la estructuración subjetiva. Invariablemente, el factor temporal interviene
dando por resultado que cuando la simbolización se fuerza inoportunamente, el coeficiente
de angustia es tan grande que aquella se alcanza, si, pero a un costo muy alto. Cuando no
esta estabilizada una estructurada precedente, dar el siguiente paso eleva mas allá de lo
aconsejable ese monto de angustia. Si alguien no logro hacer una superficie lo
suficientemente continua, ¿Cómo y con que emprenderá una diferenciación radical del
cuerpo materno que amenaza desintegrarlo?
Es por eso mismo que el jugar representa una función tan esencial, en el ejercicio de la cual
el niño se va curando por si solo respecto de una serie de puntos potencialmente
traumáticos. Allí donde las fracturas, las interferencias del mito familiar dislocan las
simbolizaciones incipientes atacando el proceso del jugar, el sujeto ya no dispone de ese, su
único recurso de asimilación, gravedad que supone un impedimento a tal extremo que se
enuncia en una relación directamente proporcional: a mayor deterioro patológico, mayor es
también la imposibilidad en el juego; el caso limite es el autismo donde la función se anula
y se deforma casi por completo.

A lo largo del proceso de estructuración y en la medida de ella, el jugar se va


resignificando. Tanto más esencial es que no se produzcan interferencias de importancia
que también obstaculizarían el trabajo futuro de la resignificación.

La comprensión de estos procesos nos da una pauta mucho más valiosa de la dirección de la
cura, que el afán de poner al paciente bajo el cartel que lo nomine como de una estructura u
otra. El método que hacemos nuestro se procesa de modo más fecundo apartándose de
nominaciones globales y masivas. Aprehender, por ejemplo, si el niño al que asistimos
tiene o no cuerpo, si esta solo parcialmente separado, si esta implantado en una demasiada
de falización del cual no puede salir, es mucho mas operativo que discurrir por lo
monótonos carriles de neurosis, perversión, psicosis, especialmente cuando hay poco
tiempo, como en el trabajo institucional, donde el analista se ve presionado y debe evitar
que la vocación nosológica de todo sujeto devenga un primer acto de iatrogenia.

La referencia psicopatológica es muy importante, siempre y cuando se reconozca la poca


importancia que tiene. El PSA fue mucho más permeable con la psiquiatría que la
psiquiatría con el PSA. Se pueden encontrar psiquiatras intransigentes con el PSA pero es
mas difícil encontrar un analista intransigente con al psiquiatría. Nuestro nivel de
teorización mas valioso esta constituido por lo meta psicológico y no por la sicopatología.
Es parte de nuestra ética el deber de recordar que hay cosas más peligrosas que la
inexactitud: una de ellas es la apariencia de exactitud. La producción de conocimiento solo
la puede concretar la reflexión meta psicológica en PSA.

9. Las tesis sobre el jugar: la desaparición simbolizada

La segunda función del jugar conduce a la formación de un tubo, tubo caracterizado por
una relación de continente a contenido. El efecto de entubamiento se pone de manifiesto en
infinitos juegos de inclusiones de unos objetos en otros, modalidad del agujero fundamental
en la construcción del cuerpo.

Simultáneamente observamos una actividad primordial de extracción ‘practicada sobre el


cuerpo del Otro (por lo tanto, del mito fliar) por parte del pequeño sujeto, praxis donde se
forma la pulsión, la pulsión está estrechamente enlazada a esta actividad de arrancamiento.
Para ubicar estas funciones del jugar con relación al narcisismo, es necesario hacer algunas
diferenciaciones en relación a este último. Reservo la designación de primario para aquellas
actividades que conducen a la proto unificación corporal, dejando a uno y otro lado de él
una dimensión de originariedad y el narcisismo secundario. Reúno en este las operaciones
de reflujo desde lo objetal que ya suponen un lugar (no corporal) al cual se puede retornar.
En cuanto al narcisismo originario, nombra la pulsión de vida en su registro límite de lo
simbólico, cualifica lo constitucional, localiza la tendencia inherente a la materia viva de
crecer y desenvolverse. Explicita así futuras relaciones de apuntalamiento. Todos estos sub
aspectos no debemos confundirlos con el complejo de Edipo, que se apoya y realiza sus
propias transformaciones del narcisismo, particularmente del secundario.

Efectuada la remisión, tercera función, tercer viraje: su punto de partida o su plataforma de


arranque lo da encontrar el cuerpo en su estado de relativa continuidad como superficie y
además entubado a través de ciertas relaciones oscilatorias continente-contenido, que
insinúan el pasaje al volumen, aunque rebatibles: todos estos logros son fruto de un intenso
trabajo subjetivo durante el 1 año de vida y, de plasmarse consistentemente, dejan al infans
bastante a cubierto de destrucciones autísticas, depresivas o psicóticas.

La tercera función del jugar aparece generalmente en el último cuarto del primer año, tiene
un periodo de aparición más o menos fluctuante, y luego uno de despliegue en el que se da
una serie de repeticiones, impasses, saltos hacia adelante, destinos, según esa función se
consolide o no. Cuando nos traen un niño de cierta edad tengo derecho a suponer que se
han cumplido en las determinadas funciones dentro de ciertos límites. Si no las encuentro
realizadas (o de un modo inestable y precario) debo aplicar mi escucha en ese punto
específico para descubrir que sucede, no nos es indiferente la cuestión del tiempo de
aparición de una operación simbólica que debemos separar nítidamente del tiempo de
repetición necesario a su consolidación.

La forma más sencilla de detección de esta tercera función del jugar es a través de juegos
de escondite, pequeñas prácticas de aparición y desaparición. Son el principio de un largo
camino que desemboca en juegos más complejos, reglados, en los que el goce en ocultarse
se mantiene esencial. Lo significativo de este viraje es que la desaparición que hasta ese
momento no provocaba ningún placer o causaba angustia, pasa ahora a ser un
acontecimiento libidinal, el niño “se mata de risa” y requiere la repetición.

En torno a esta operación simbólica se despliega una multiplicidad de jugares, por ejemplo,
dejar caer cosas (Winnicott), primero soltándolas, más adelante, arrojarlas con fuerza, este
juego esta ligado al destete. Este mero dejar de mamar en un sinfín de ocasiones poco y
nada tiene que ver con la operación simbólica efectiva, porque se produce en esos casos en
tiempos de desarrollo tales que no puede tener ninguna significación psíquica útil para la
estructuración del sujeto.
Winnicott define al destete como “dejar caer cosas”. Su principal mérito es que es el niño
quien se desteta, cuando encuentra un mínimo necesario de colaboración por el lado de la
función; contra los clichés que lo imaginan solo deseando la fusión, espontáneamente la va
haciendo a un costado. Es un acontecimiento muy poco dramático si nadie lo interfiere,
sucede en fechas que pueden estar cerca del año, año y medio, dos, depende del niño y de
una serie de situaciones. Es muy raro verlo actualmente como proceso ritmado por las
iniciativas y los emprendimientos del pequeño; lo usual es encontrarlo manipulado por la
industria, la medicina, la psicología, que han logrado un sistema de intromisiones tan
patógeno que no es ajeno a ciertos violentos retornos de la oralidad propios de nuestra
época, modulados como adicciones.

No debemos centrar el destete en un acontecimiento exclusivamente oral, es mucho más


que eso, cubre toda una serie de aspectos de la vida del sujeto. Es también legitimo
localizarlo en los juegos del taparse, que tematizan una desaparición ahora gozada y el
desprendimiento de la mirada del Otro. Lo escópico es tan decisivo en la operación del
destete como la oralidad. Existe también un destetarse de la mirada materna: esos
momentos fugaces cuando un chico se deja caer o deja caer la mirada que lo sostiene,
escapa y reaparece con el goce duplicado del escondite y del reencuentro. Se trata de un
fenómeno de destete porque se está produciendo una separación yo/no-yo, escisión básica
de la que depende toda la proliferación imaginaria sobre lo externo y lo interno. Triple
desprendimiento: ruedan por el suelo la mirada, el seno…y el sujeto mismo.

Esta nueva adquisición, la capacidad de desaparecer, se vuelve decisiva para la cuestión de


que haya algo real: algo es real solo a partir de que demuestra y hace valer la posibilidad
efectiva de desaparición, tanto desde el lado del sujeto como del objeto. El niño cobra
conciencia de este poder que va independizando su consistencia de la presencia del Otro
primordial, pero asimismo este adquiere la cualidad de lo condicional. Por primera vez se
constituye un par opositivo presencia/ausencia antes inexistente: cuando alguien
desaparecía no estaba incluida la posibilidad de su retorno.

En cambio, cuando aún no se dan al menos los albores de esta categoría, toda separación
que se le imponga al sujeto no tiene ningún efecto positivo o productivo sobre su aparato
psíquico. Solo causa daño o plantea exigencias de trabajo prácticamente imposibles de
tramitar sin alteraciones del yo. Antes de que exista la categoría presente/ausente, el hecho
de la separación no puede simbolizarse, y por ende va a retornar como real en bruto, bajo la
forma de destrucción corporal o alguna suerte de agujereamiento patológico.

Esbozada la nueva operación simbólica, la angustia lentamente vira hacia su utilización


como señal, una de cuyas primeras aplicaciones es su apronte a los menores indicios de que
el Otro se dispone a partir. Forma parte de este tránsito que la nueva simbolización de la
separación solo se sostiene por tiempos limitados.
El primer fenómeno destacable de esta época fue reconocido como angustia del octavo mes
(spitz). Esta angustia es un índice de que se está inscribiendo por primera vez algo como
extraño a la madre. Dado que la relación del padre con el infans puede ser muy activa desde
el comienzo de la vida siempre que el padre así lo quiera, un bebe lo reconoce casi tan
pronto como a su madre y da señales inequívocas a los pocos meses de diferenciar muy
bien entre uno y otro. Pero en lo que concierne a las categorías simbólicas, todos son
madre, todo es madre. El padre no escapa a este englobamiento. El viraje de la función
paterna a delimitar otro de aquella es algo que todavía no se ha constituido, lo cual en
absoluto resta importancia a la presencia deseante activa del padre.

La estructura psíquica del extraño, configura otro trazo fundamental en la operación


destete. Si hay elementos no madre, al menos uno, yo no soy ella y ella no es yo:
conclusión que genera reacciones para desmentirla: la fusión ha perdido ingenuidad. Un
solo extraño es suficiente para producir el derrumbe en el conjunto “todo madre”. De ahí la
agudeza de la crisis que es el índice de magnitud del trabajo de simbolización que ha
emprendido. De ahí que saludemos como auspiciosos los desarrollos de angustia
característicos.

El examen detenido de este proceso muestra que en primera instancia el niño pone el acento
en el arrojar, la dialéctica presencia/ausencia no es neutra en su establecimiento: valoriza el
fort que es precisamente lo nuevo. Lo acentuado del goce recae sobre este momento de la
operación.

La pregunta a la que el pequeño necesita dar curso a través de múltiples jugares es: ¿Cómo
puede existir algo en calidad de ausente? ¿Cómo se puede ir a buscar lo que no esta?

Otro tipo de fenómeno lúdico en el 2° año de vida y en el que la operación del fort-da se
pone en juego, nos conduce al descubrimiento de la puerta, en particular en su función de
cierre. En tiempos de formación del tubo, la puerta es ahí simplemente el borde de un
entubamiento sin verdadera exterioridad y carece de relieve psíquico pues no ha sido
investida. Con esos mismos materiales lo que sucede durante el 2° año es algo distinto: una
dedicación incansable a cerrar cuanta puerta encuentre, desapareciendo así o haciendo
desaparecer al Otro, o a lo que fuere. Esto mismo se repite al descubrir el vidrio, el pequeño
toma nota de que a través de el se ve algo pero no se puede tocar, propiedad que abre a un
jugar a agarrar la nada. Aquí se pone en acción otra índole de lo escópico y lo que se
desprende es lo táctil (mirada táctil de los primeros tiempos del narcisismo).

Toda esta gama de fenómenos es susceptible de ser reagrupada bajo el nombre de


denegación originaria o proto denegación, si consideramos que acompaña a la aparición en
el lenguaje verbal del NO: en el segundo año también se hace sentir la irrupción del jugar
con el no, del jugar al no, del jugar a ser no, respondiendo el niño con el a toda solicitación
del Otro. Este tiempo de jugar a no querer es decisivo en la constitución subjetiva,
trascendental al realizar la articulación entre la formulación denegatoria y lo pulsional,
plasmada en el par opositivo “lo trago/lo escupo”. La elección del lenguaje oral no debe
sobrevalorarse: lo veo/no lo veo, lo toco/ya no lo puedo tocar, etc., son igualmente
valederas para categorizar esta operación, mucho más abarcativa que la oralidad ya que
envuelve todos los planos del desarrollo de la simbolización del sujeto. Cada vez que
asistimos a un niño ya mayor pero que sigue con fallas en la adquisición de la operación,
toda una etapa del tratamiento se consagrara a jugar en la transferencia la
aparición/desaparición.

Es revolucionario cuando el chico, consolidado en sus nuevas operaciones, disfruta de


ignorar ostensiblemente el retorno de la madre; en lugar del abrazo alegre o ansioso he aquí
la más subrayada indiferencia. En la transferencia esto se repite. Punto delicado en el que el
analista debe cuidarse de actuar la intromisión, de imponer un “aquí estoy” y obligar al
paciente a reconocer su presencia, lo que arruinaría el esfuerzo por hacerse un espacio
propio, gobernado por referentes más afines al proceso secundario: lejos/cerca,
antes/después, derecha/izquierda. A propósito de este último par, no pocos trastornos
narcisistas remiten a este punto de fijación en un desarrollo defectuoso del fort-da.

Son chicos cuyas operaciones del tipo constituir pares como derecha/izquierda o
revés/derecho no se han realizado o se han realizado en forma precaria, lo que retorna en
sus trastornos; es característico el verse siempre desde el punto de vista del otro, por lo cual
nunca pueden corregir su movimiento, invertirlo. No han arrogado su ser lejos, fort.

En la consulta con los padres de estos niños siempre se comprueba que sin otros no pueden
estar, el jugar solos no se sostiene. Son niños descriptos como muy buenos y cariñosos pero
que exigen de los demás “estar ahí” todo el tiempo. Nunca parecen cansarse de la plena
presencia, nunca parece pesarles.

El relativo fracaso en lograr el fort-da complica toda la problemática edípica del niño. Si no
puede franquear la denegación originaria, todo en aquella queda empastado por un pegoteo
fusional, dando por resultado manifestaciones seudo edípicas.

En las depresiones es un punto importante esta posición respecto del Otro, una cosa es decir
que el deseo se juega a arrancarle la mirada al Otro, designando una operación pulsional en
el orden del mirar/ser mirado. Cosa diferente es la demanda apremiante de que el Otro lo
sostenga con la mirada para que no sobrevenga la angustia de aniquilación.

Cuando el niño está en plena elaboración de los jugares fort-da, lo encontramos también en
una situación crítica de ambivalencia claramente reconocible en la alternancia entre
momentos en los cuales desaparece en su jugar a solas, tiempo en que se olvidó abrocharse
al Otro primordial y momentos de vivos estallidos de angustia relativos a su desaparecer.

Una falla importante a nivel de la construcción de la superficie continua, falla que pudio
haber pasado inadvertida hasta el momento, se manifiesta al llegar al segundo año de vida.
Cualquier destrucción producida en la superficie corporal va a perjudicar la operación de
fort/da, porque separación quedara implicada como sinónimo de destrucción, destrucción
de su propio cuerpo.

Para que se cumpla con éxito lo que se tramita en esta multiplicidad de juegos que se
despliegan como función fort-da o negación originaria, es necesario simbolizar la diferencia
entre separar y destruir del modo mas rotundo, ya que el momento mismo en que
diferenciación se homologa a destrucción, toda separación es imposible, obligando al niño a
fusionarse para evitar el caos.

Con respecto a la intervención analítica, una de las primeras cosas que hay que hacer es no
complementar la demanda de los padres, ansiosos de traer al hijo apresuradamente y
delegar en el algo del orden de la enfermedad. No ver al chico al menos durante bastante
tiempo, para no dar lugar a su rotulación como el paciente, es indispensable para la
eficacia…y para la ética. En cambio se ha de trabajar en entrevistas con los padres sin
apuro en ponerle al asunto un nombre. A lo mejor es posible que de este trabajo salga un
tratamiento o, por ejemplo, uno de los padres decide analizarse, o bien resulta que unas
pocas entrevistas es todo lo que se requiere. Por esto es aconsejable dar prioridad al trabajo
con los padres. En no pocas ocasiones, con este trabajo es suficiente porque lo diferencial
de la intervención analítica y del espacio de escucha que abre a los padres produce una
reestructuración del campo, siempre y cuando no haya patología grave y cronificada.

Practico Sofía: (cap 7) lo que va a plantear Rodulfo una tesis en la cual va a pensar el fort-
da como el juego simbólico por excelencia, una práctica significante, pero antes del fort-da
como un mas acá del juego del carretel, antes de la simbolización ausencia-presencia de la
madre, vamos a ver una constitución subjetiva, porque ese jugar con la comida como ese
embadurnarse con la papilla en el mismo momento que se juega crea cuerpo. En los
distintos momentos de constitución subjetiva hay distintos modos de jugar, como se van
transformando esos modos de jugar, no es una catarsis o solo descarga fantasmática, no es
solamente una formación del inc que está regulado por defensas, es mucho más amplio. No
hay de la constitución subjetiva que no se espeje en el jugar. Juego (game) es el producto,
la escena a la cual arriba el niño, pero el jugar (pleying) es una práctica, una acción. En el
jugando el niño se va estructurando y cuando vemos patologías lo que se ve es una
patología del jugar, un detenimiento en el jugar, no hay patología grave que no se espeje en
el jugar. Desde Winnicott, cuando un niño no juega, es función del analista llevarlo a que
juegue. El desarrollo simbólico va a propiciar esta estructuración. Frase: “no hay
perturbación severa en la infancia que no se espeje en el jugar”. Las funciones más
arcaicas del fort-da se ven a lo largo del desarrollo del primer año de vida del niño y va de
la mano con la constitución libidinal del cuerpo, acá empieza a cobrar más sentido el
Espacio de Inclusiones Reciprocas de Sami Ali cuando no hay adentro-afuera, el niño es
uno con la madre, el rostro de la madre es el primer espejo del niño. A partir del jugar el
niño se va obsequiando a sí mismo un cuerpo apuntalado por otro que muchas veces
posibilita u obstaculiza. Hablamos de un niño activo que va creando su propio cuerpo y si
vemos a un niño pasivo es porque hay algo de la perturbación o patológico en juego. El
concepto de espontaneidad. Nunca hay que confundir dependencia con pasividad. Estas
funciones del jugar hay que pensarla como condiciones que le permiten al niño constituir su
cuerpo, no como causa. Al niño al embadurnarse con papilla es el albañil de su propio
cuerpo, es un pegoteo que siente parte de si, y cuando la madre lo limpia sienten que la
madre le está borrando todo eso que él fue construyendo. Acá se pone en juego todo lo que
tiene que ver con la oralidad adosado a lo escópico (visual). Rodulfo denomina a la boca
como órgano de incorporación, es con lo primero que el niño cuenta para extraer estos
significantes inclusive antes de usar sus manos (acá tenemos que pensar al niño perverso
polimorfo). Rodulfo describe al niño como agujereador, arrancador de los primeros objetos
y va a describir este primer jugar en una secuencia que es “agujerear-hacer superficie,
agujerear- hacer superficie”. Cuando el niño chupetea va creando la superficie oral (en el
caso Lora de autismo es una niña donde no hay constitución de superficie, no hay una
construcción de un cuerpo libidinal, no hay deseo de comer) y va produciendo objetos. Hay
una secuencia de extraer y fabricar superficies continuas; vemos 2 momentos que son
continuos agujerear-hacer superficie, agujerear-hacer superficie. Rodulfo utiliza el ej de
Lora en el que la niña hace grandes tiras de papel. El niño va construyendo a partir de este
pegar con la comida, su cuerpo no es más que un pegado, un collage. Desde la
estructuración simbólica a través del jugar se va constituyendo el cuerpo; y lo primero que
se construye no es para nada un interior o exterior que si se ve en el fort-da. A partir de que
el niño puede arrojar objetos hacia el mundo se organiza una temporalidad y una
espacialidad, pero para que el niño pueda hacer esto, tiene que tener primero un cuerpo. El
niño se va autoinscribiendo bajo la forma de superficie para después, estas bandas
continuas es el requisito necesario para pensar en un adentro y un afuera.

Rodulfo dice que cuando construimos el mito familiar uno indaga sobre las rutinas que son
otra manera de crear superficies. El adulto es el que va acomodando los ritmos del bebe con
respecto al día, a la noche; al principio es todo continuo y caótico, es el comienzo para que
el niño se vaya organizando en tiempo y espacio, permitiéndole así percibir ciertas
regularidades. La madre tiene que ofrecer el medio para crear estas rutinas, es el Otro que
va armando la cotidianeidad del niño. La rutina es lo que unifica al niño, antes de educar
hay que formar hábitos y cuerpo. Las rutinas se pueden pensar como la retícula de cierto
soporte narcisista porque toda necesidad necesita apuntalarse, las rutinas con las herederas
de la función materna, es la constitución del día a día del niño. Este tipo de cuestiones son
las que permiten pensar la clínica porque si el analista ve algo que está muy desorganizado,
la función del analista es que la familia empiece a reorganizarse, a empezar a construir esas
rutinas adentro del consultorio (ej: al terminar de jugar, guardar) que hacen a la
organización. En la clínica se constituye aquello que no se está siendo dado, poder trabajar
con los padres para que ellos mismos construyan una rutina, es decir, en la clínica además
de trabajar con los procesos, se trabaja con las funciones (los padres).
Cap 8: el espacio de las distancias abolidas. Antes del fort-da hay funciones del jugar más
tempranas ligadas a la edificación del cuerpo. El bebé en el acto de embadurnamiento está
edificando su cuerpo, el espacio es el cuerpo. Acá en la segunda tesis vamos a ver que hay
cierta distancia en el espacio, como el niño va progresivamente en este segundo momento y
todavía no hay exterior-interior, pero algo del volumen empieza a aparecer. Tanto cuerpo
como espacio coinciden, pero este segundo tiempo se diferencia del primero. En segundo
tiempo Rodulfo habla de la “intoxicación”, el consumo, donde espacio y tiempo se unifican
bajo ciertos estupefacientes (2do tiempo de la banda de moebius). Este espacio de
inclusiones reciprocas (es el espacio de inclusión y que está continuamente sucediendo)
tomado de Sami Ali se tiene como una espacialidad narcisista, estamos en la
bidimencionalidad, no hay polaridad yo-no yo, adentro-afuera, sino es algo que se está
construyendo en ese momento. El segundo juego es cuando el bebé toma la cartera de la
madre, jugando a poner y sacar, empiezan a agarrar cajas, se meten adentro-salen.
Entonces, en un primer tiempo tenemos agujerear-hacer superficie, y en un segundo tiempo
tenemos poner y sacar. El bebe intenta poner una pelota grande dentro de una pequeña
porque cuerpo y espacio coinciden y también el niño empieza a descubrir otros objetos, es
una actividad insistente, ahorta y repetitiva, son leyes de funcionamiento psíquico muy
temprano y radical, y todo esto es previo a la separación con la madre. Este segundo tiempo
se puede vincular con la paradoja que plantea Winnicott que dice “para poder separarse hay
que estar muy unido”, es decir, lo que permite la separación es la fusión. La separación no
se debe apurar porque se estaría interrumpiendo la espontaneidad del niño. El analista no
debe propiciar la separación, sino que debemos ayudar o acompañarlo a que el niño pueda
separarse; esta es la función del objeto transicional que lo acompaña a la separación con la
madre. Si uno altera este proceso de separación, lo que vamos a generar es que es desarrollo
simbolico del niño no se produzca. Podemos pensar aquí la cuestión diagnostica que se
trabaja en psicoanálisis: en vez de preguntarnos que tiene, debemos preguntarnos si tiene o
no tiene un cuerpo, si esta fusionado o no al cuerpo de la madre, si está parcialmente
separado, si está implantado en una demasía de falizacion de la cual no puede salir (lo
vamos a ver con Coria) y queda estancado en el estadio del espejo. Entonces, el analista no
debe perder tiempo si psicótico, neurótico o perverso, o si tiene TGD o HHD; sino,
debemos preocuparnos en que momento de constitución subjetiva se encuentra el niño y
esto se va a ver en el modo de jugar del niño. Toda actividad del niño nos va a determinar
que trabajo psíquico nos está determinando. En el juego del entubamiento (de poner y sacar
en la creación de un tubo), en este construir su cuerpo, primero tiene que crear superficies,
después va construyendo un tubo y por último el tercer juego es el que se pone de
manifiesto a través del juego del escondite que son pequeñas prácticas de aparición-
desaparición. Entonces, las creaciones de estos juegos arcaicos son fundamentales para
luego pensar en el fort-da y luego de este último, todo se va complejizando hasta llegar a
los juegos reglados.
La desaparición que en un primer momento no causa placer en el niño, más bien causa
angustia. Cuando el niño soporta esta desaparición se produce un “gran acontecimiento
libidinal”, el niño obtiene un placer, se ríe y lo pide otra vez.

Rodulfo habla del destete como que es el niño quien se desteta, pero para poder lograrlo
debe encontrar el mínimo de colaboración del Otro que permita dicho destete. El destete se
vuelve dramático cuando la madre quiere apurarlo. Acá también podemos pensar el
concepto de espontaneidad.

Hay que tomar el jugar como practica ligada a lo uniforme, a lo sin sentido, como un
garabato. El inc está estructurado como un garabato (Winnicott). El juguete es algo que hoy
nos rodea y el niño no depende del juguete, sino que el niño es quien construye el juguete.

Entonces el niño al jugar primero se crea un cuerpo, después va conquistando un lugar, “allí
donde era el mito (cuerpo materno) el sujeto debe advenir y solamente esto lo hace
jugando”. Rodulfo habla de un 1° tiempo de fabricación de superficies, 2° tiempo de la
fabricación de un tubo, 3° tiempo la creación de un espacio tridimensional, un 4° tiempo de
los juegos de roles (tiene que ver con las identificaciones sexuales), y un 5° tiempo la
creación de un nuevo espacio transicional que tiene más que ver con la adolescencia y el
pasaje de la endogamia (de lo familiar) a la exogamia.

(no hablo del cap 9).

Texto Roldulfo: El bricoleur de si mismo.

Toda la pléyade de mitos, operaciones simbólicas, transformaciones subjetivas, no son


nada, no son sino abstracciones, de no encarnarse en el jugar. Jugar es lo único serio que
hay. ¿A qué nivel tomaremos el jugar? En su dimensión de practica Sgte ligada a lo
“informe” (Winnicott), campo del sin-sentido q el garabato como puro trazo, puro hacer,
mas acá del código, espontaneidad en acción, ilustra tan exactamente. El inconsciente está
estructurado como un garabato.

Jugar con…acá aparecen los juguetes estructurados por el discurso-Amo. Pero jugar no es
eso, o es mucho más q eso. Antes q jugar con juguetes, jugar es producir el juguete como
tal. Algo no se convierte en juguete más q después de haber sido inventado y bautizado por
la práctica del chico. No es que el niño tenga un cuerpo y “con él” se ponga a jugar, en un
lugar más o menos establecido. Al jugar se hace un cuerpo y conquista un lugar. Las
operaciones simbólicas, cualesquiera sean, se hacen jugando. Juego, soy.

Allí donde era el mito (cuerpo materno), el sujeto debe advenir. Su posibilidad es hacerlo
jugando. Para ser, el sujeto debe encontrar stes q lo representen, y la única forma de
encontrarlos es inventarlos, producirlos, aunque en otro sentido “estén allí”. Tercera
paradoja: algo solo puede ser usado positivamente por el sujeto si se lo ofrecemos de
manera tal que le permite inventarlo, crearlo él.
Ste para Lacan: carácter trans-individual, de producción de sentido, de producción de algo
nuevo; conduce al sujeto hacia algún lugar, malo o bueno: su imprevisibilidad.

Se puede redefinir jugar: producir stes q lo representen, por parte del sujeto q juega. Esta es
una práctica q se sostiene atravesando todas las edades: cambiaran los materiales, el
contenido, la función táctica, aquello a lo q apunte el ste del sujeto, pero la necesidad de tal
práctica es una invariante. El material para fabricar stes ha de ir a buscarlo el sujeto a
alguna parte. Hasta la adolescencia ese material solo puede extraerse del mito familiar.
Extraer, arrancar, para dejar marcas q representen, en las q pueda bien reconocerse, bien ir
desplegando, la deriva de un camino.

Extraer, arrancar y dejar marcas. Se lo puede ver primero en su forma mas sencilla en el
bebe accionando sobre el cuerpo del Otro, tan pronto dispone de movimientos: es un
universal, y por eso mismo si no ocurre se tiene por algo tan grave como un retraso
profundo o un autismo precoz, q el bebe se pondrá a tironear, agujerear, “inventando” los
agujeros q encuentra anatómicamente dispuestos, chupar, arrancar con la mirada, pellizcar,
frotar, en ese cuerpo materno primordial en cuyo espacio vive. Nos pasa desapercibido q no
se trata de caprichos anárquicos de un ser aun inmaduro sino un verdadero trabajo, con mas
títulos para llamarse así que tantas actividades socialmente sancionadas c ese nombre,
trabajo para, jugando c esos pedazos a los q se agarra, producir stes q le den un lugar entre
los hombres, a esa edad fundamentalmente q le den cuerpo.

Se van produciendo toda una serie de objetos singulares, obtenidos de esa actividad
extractiva y de marcaje, los q el PSA teoriza como transicionales o pequeños a. Tal serie
concierne a un doble registro, el del amor, registro narcisista q hace a la formación de un
Ego y del objeto narcisistico, y el de la pulsión, q concierne al goce, a la edificación del
cuerpo como gran collage de zonas erógenas. En el cruce de este doble registro
aprehendemos al sujeto. No hay q pensar esto clasificatoriamente: el mismo pequeño trozo
resultante de la perforación del Otro puede servir al montaje del yo y de los circuitos
pulsionales.

El medio, el mito, no hace al sujeto. El sujeto se dona un cuerpo, un ser, a sí mismo a


través del jugar, apoyado eso sí, en el mito, q por su parte estimula o bloquea, produce
facilitaciones o constricciones. Ejemplo: esas casas donde nada se puede tocar, pero no
solamente en el plano de las cosas concretas, también en otros niveles del discurso: Otro q
no da lugar al jugar. Y tener tal dimensión en claro es elemental para la posición del
analista, si nos decidimos a pensar en éste como un ofertador de lugar antes q como una
máquina de interpretar.

Funciones primordiales del jugar, q en lo fundamental se constituyen durante el


primer año de vida:
- Fabricación de superficies: encontramos al bebe enérgicamente dedicado a embadurnar.
La hora de comer es el mejor ejemplo. Lo encontramos además renuente a q se le saque de
encima, lo q en algún momento hay q hacer, después de todo el cuerpo mismo no es en el
fondo mas q un pegado. Toda esta época está caracterizada por “continuidades
existenciales” (Winnicott): superficies lisas de horarios, de ritmos, constitución d rutinas
sin las cuales lo informe puede degenerar en caótico. No hay q pensar q la fabricación de
estas superficies tenga algo q ver c un “dentro/fuera”. Estamos lejos todavía de eso.
La salida de un proceso psicótico temprano se inicia por juegos de embadurnamiento
exasperados y otro tanto ocurre con retrasados en análisis: con cualquier materia prima,
mocos, excremento, saliva. Pero también son evocables el dibujo del contorno del cuerpo
en “flecos”, esto es, c una grave alteración de la continuidad, en el niño psicótico de más
edad y las envolturas suplementarias a las q acude el depresivo. La forma primera de hacer
una unificación corporal es a través de una superficie en un EIR, por tanto sin ninguna
discontinuidad, c el cuerpo del Otro.

- Fabricación de un tubo: el primer jugar no está mucho tiempo solo. A poco andar, se le
contrapuntea una finita, pero ilimitada, serie de prácticas de inclusión, donde se trata de una
relación continente/contenido. Desde el simple poner algo dentro d otra cosa hasta el
descubrimiento del armario, del placard o de la cartera materna, donde el bebe se
complacerá en meter y extraer cosas. Esta operación sobre objetos implica
simultáneamente y sin ningún tipo de mediación necesaria q se está haciendo eso c el
cuerpo del sujeto. El continente/contenido atañe a su corporeidad.
Tampoco hay q pensar apresuradamente en un adentro/afuera. Se trata de una paradójica
interioridad sin volumen, bidimensional, q se producirá luego en tantos “infiernos” de la
relación objetal. “tuve un sueño ahí…en las Malvinas”, dice un adolescente durante una
crisis psicótica. No dice: soñé “con” las Malvinas, lo q hubiese sido un lenguaje neurótico.

Si fracasa la constitución de este tuvo, como sucede en decursos psicóticos, el sujeto o bien
funciona como pura superficie anexada al Otro o bien se evidencia co agujereado.

La futura separación primordial del cuerpo materno se ve muy perturbada si la madre no ha


podido ser retenida como contenido, lo cual es condición necesaria para la producción de
imagos q durante el 2do semestre empieza a esbozarse.

- Fabricación de un espacio tridimensional: el viraje q se imprime ahora a los stes del


sujeto, a pequeños a como el célebre carretel del nieto de Freud, está destinado a inventar
un espacio otro del cuerpo materno.
Al arrojar, c la mano y también c la palabra, produce por primera vez un afuera q no existía.
Correlativo a esto el jugar se despliega ahora en poner nombres. Aquí si la distinción
interno/externo cobra sentido, lentamente.
- Fabricación de identificaciones sexuales: se trata de lo 1ro q en el campo del jugar
descubrió el PSA: desde la práctica de posiciones sexuales fantaseadas hasta la elaboración
por el jugar de teorías sexuales, angustias de castración, ambivalencias ligadas a la
situación edipica, etc.
Lo significativo aquí es esa transformación de lo Real de la pulsión en ste, por eso mismo la
condición para q el juego siga es q la erotización inmediata se mantenga reprimida.

- Fabricación de un nuevo espacio transicional: un replanteamiento muy importante del


jugar acaece durante la adolescencia, y q involucra el espacio transicional en su conjunto.
Se da una ampliación sustancial de los materiales utilizables como stes del sujeto,
incluyendo la posibilidad de ir hacia territorios más lejanos q los del mito familiar en busca
de ellos; el fort-da se recrea sobre un nuevo eje, de importancia fundamental: lo familiar/lo
extra familiar.
Es esencial calibrar la importancia y extensión de los juegos en la adolescencia, sin lo cual
los analistas han llegado a ver acting out, perversiones y hasta psicotización donde solo
había jugares…

Es sustancial comprender q el terreno se desplaza hacia lo “psicodramático”: se jugará c


ideologías siempre tomadas tan en serio c metamorfosis sexuales, c/ pseudoadicciones,
hasta c/ stes del superyó.

Texto Winnicott: Objetos transicionales y fenómenos transicionales

Los recién nacidos tienden a usar el puño, los dedos, los pulgares, para estimular la zona
erógena oral, para satisfacer los instintos en esa zona y, además, para una unión. Al cabo de
unos meses encuentran placer en jugar con muñecas y la mayoría de las madres les ofrecen
algún objeto especial y esperan q se aficionen a ellos.

La primera posesión

Riquísimas pautas q exhiben los bebes en su uso de su primera posesión de “no-yo”.

Aquí hay algo importante, aparte de la excitación y satisfacción oral. Se pueden estudiar
muchas otras cosas de importancia entre ellas:

- la naturaleza del objeto


- la capacidad del niño (N) para reconocer el objeto como un “no-yo”
- la ubicación del objeto: afuera, adentro, en el limite
- la capacidad del N para crear, idear, imaginar, producir, originar un objeto.
- La iniciación d un tipo afectuoso de relación de objeto.
Introduzco los términos “objetos transicionales” y “fenómenos de transición” para
designar la zona intermedia de experiencia entre el pulgar y el osito, entre el erotismo oral y
la verdadera relación de objeto, entre la actividad creadora rimaría y la proyección de lo q
ya se ha introyectado, entre el desconocimiento primario de la deuda y el reconocimiento
de esta.

El parloteo del bebe y la manera en q un niño mayor repite un repertorio de canciones y


melodías mientras se prepara para dormir se ubican en la zona intermedia, como fenómenos
transicionales, junto con el uso q se hace de objetos q no forman parte del cuerpo del niño
aunque todavía no se los reconozca del todo como pertenecientes a la realidad exterior.

De cada individuo puede decirse q posee una realidad interna, un mundo interior q puede
ser rico o pobre.

Yo afirmo q así como hace falta esta doble exposición, también es necesaria una triple: la
tercera parte de la vida de un ser humano, una parte de la cual no podemos hacer caso
omiso, es una zona intermedia de experiencia a la cual contribuyen la realidad interior y la
vida exterior. Se trata de una zona q no es objeto de desafío alguno, porque no se le
presentan exigencias.

Afirmo q existe un estado intermedio entre la incapacidad del bebe para reconocer y aceptar
la realidad, y su creciente capacidad para ello. Estudio la sustancia de la ilusión, lo q se
permite al N y lo q en la vida adulta es inherente del arte y la religión, pero q se convierte
en el sello de la locura cuando un adulto exige demasiado de la credulidad de los demás
cuando los obliga a aceptar una ilusión q no le es propia.

No estudio específicamente el primer objeto de las relaciones de objeto. Mi enfoque tiene q


ver con la primera posesión y con la zona intermedia entre lo subjetivo y o q se percibe en
forma objetiva.

En el desarrollo de un N pequeño aparece una tendencia da entretejer en la trama personal


objetos-distintos-que-yo; estos obj representan el cuerpo materno.

Se puede suponer q las experiencias q el N tiene autoeróticas como la succión del pulgar
van acompañadas por la formación de pensamientos o de fantasías. A todas estas cosas las
denomino fenómenos transicionales.

De todo ello pude surgir algo, o algún fenómeno, q llega a adquirir una importancia vital
para el bebe en el momento de disponerse a dormir, y q es una defensa contra la ansiedad,
en especial contra la de tipo depresivo. Puede q el N haya encontrado algún objeto y
entonces se convierte en lo q yo llamo objeto transicional. Los padres llegan a conocer su
valor y lo llevan consigo cuando viajan.

Sugiero q los fenómenos transicionales empieza a aparecer desde los 4 a 6 meses hasta los
8 o 12.
Las pautas establecidas en la infancia pueden persistir en la niñez, o en momentos de
soledad, o cuando existe el peligro de un estado de ánimo deprimido. Pero en plena salud se
produce una ampliación gradual de la gama de intereses. La necesidad de un objeto o de
una pauta de conducta específicos, q comenzó a edad muy temprana, puede reaparecer más
adelante, cuando se presente la amenaza de una privación.

Esta primera posesión se usa junto con técnicas especiales derivadas de la primera infancia.
No existe una diferencia apreciable entre los varones y las niñas, es su uso de la primera
posesión “no-to” q yo denomino objeto transicional.

Cuando el bebe empieza a usar sonidos organizados puede aparecer una palabra para
nombrar al objeto transicional. Es frecuente q el nombre q da a esos primeros objetos tenga
importancia, y por lo general contiene en parte una palabra empleada por los adultos.

A veces no existe un obj transicional aparte de la madre misma. O el bebe se siente tan
perturbado en su desarrollo emocional, q no le resulta posible gozar del estado de
transición, o bien se quiebra la secuencia de los objetos usados.

Resumen de cualidades especiales de la relación:

- El bebe adquiere derechos sobre el obj, y nosotros los aceptamos.


- El obj es acunado con afecto, y al mismo tiempo amado y mutilado con excitación.
- Nunca debe cambiar, a monos de q lo cambie él bebe.
- Tiene q sobrevivir al amor instintivo, así como al odio
- Al bebe debe parecerle q irradia calor, o q se mueve, o q posee textura.
- Proviene de afuera desde nuestro punto de vista, pero no para él bebe. Tampoco
viene de adentro: no es una alucinación.
- En un estado de buena salud el obj transicional no “entra” ni s forzoso q el
sentimiento relacionado con él sea reprimido. No se lo olvida ni se lo llora. Pierde
significación, y ello porque los fenómenos transicionales se han vuelto difusos, se
han extendido a todo el territorio intermedio entre la “realidad psíquica interna” y
“el mundo exterior tal como lo perciben dos personas en común”, es decir a todo el
campo cultural.
Relación del objeto transicional con el simbolismo

Un trozo de frazada simboliza un objeto parcial, como el pecho materno. Pero lo q importa
no es tanto su valor simbólico como su realidad.

Cuando se emplea el simbolismo el N ya distingue con claridad entre la fantasía y los


hechos. El término de obj transicional deja lugar para el proceso de adquisición de la
capacidad para aceptar diferencias y semejanzas. Describe el viaje del niño desde lo
subjetivo puro hasta la objetividad; y me parece q el obj transicional es lo q vemos de ese
viaje de progreso hacia la experiencia.
Descripciones clínicas de un obj transicional

(Da un ejemplo de un caso clínico)

Valor de la redacción de la historia

En la consulta con un padre resulta a menudo valioso obtener info sobre las primeras
técnicas y posesiones de todos los niños de la flia. Ello impulsa a la madre a una
comparación de sus hijos entre sí, y le permite recordar y cotejar sus característica a una
edad temprana.

La contribución del N.

Con frecuencia se obtiene info de un N en lo q respecta a los obj transicionales.

Relación con el obj interno (Klain)

Comparar el concepto transicional con el de M K sobre el obj interno. El obj transicional no


es un obj interno (el cual constituye un concepto mental) es una posesión. Pero (para él
bebe) tampoco es un objeto exterior.

Él bebe puede emplear un obj transcional cuando el obj. Interno está vivo, es real y lo
bastante bueno. Pero ese obj interno depende, en lo referente de la existencia, vivacidad y
conducta del obj exterior. Cuando subsiste la característica de insuficiencia del obj exterior,
el interno deja de tener sdo para él bebe, y entonces, el obj transicional se vuelve tmb
carente de sentido. Este último puede, representar el “pecho externo”, pero en forma
indirecta, debido a q representa un pecho ¡interno”.

Ilusión-desilusión

Un N no tiene la meno posibilidad de pasar del principio del placer al de realidad, o a la


identificación primaria y más allá de ella, si no existe una madre lo bastante buena. La
“madre” lo bastante buena (q no tiene porque ser la del N) es la q lleva a cabo la adaptación
activa a las necesidades de este y q la disminuye poco a poco, según la creciente capacidad
del N para hacer frente al fracaso en materia de adaptación y para tolerar los resultados de
la frustración. Es más probable q su propia madre sea mejor q cualquier otra persona, el
éxito en el cuidado de este depende de la devoción, no de la inteligencia o de la ilustración
intelectual.

A medida q pasa el tiempo se adapta poco a poco, en forma cada vez menos completa, en
consonancia con la creciente capacidad de su hijo para encarar ese retroceso.

Entre los medios con q cuenta él bebe para enfrentar ese retiro materno se cuentan los
siguientes:
- su experiencia, en el sentido de q la frustración tiene un límite de tiempo.
- Una creciente percepción del proceso.
- El comienzo de la actividad mental.
- La utilización de satisfacciones autoeróticas.
- El recuerdo, el revivir de experiencias, las fantasías, los sueños.
Si todo va bien, él bebe puede incluso llegar a sacar provecho de la experiencia de
frustración, puesto q la adaptación incompleta a la necesidad hace q los obj sean reales,
odiados tanto como amados. Si todo va bien él bebe puede resultar perturbado por una
adaptación estrecha a la necesidad. Pero al principio tiene q ser casi exacta, pues de lo
contrario al bebe no le es posible empezar a desarrollar la capacidad para experimentar una
relación con la realidad exterior, o por lo menos formarse una concepción de ella.

La ilusión y su valor.

Al comienzo la madre ofrece al bebé la oportunidad de crearse la ilusión de q su pecho es


parte de él. Lo mismo puede decirse del cuidado en general del N. la omnipotencia es casi
un hecho de la experiencia. La tarea posterior de la madre consiste en desilusionar al bb en
forma gradual, pero no lo lograra si al principio no le ofreció suficientes oportunidades d
ilusión.

El bebé crea el pecho una y otra vez a partir de su capacidad de amor o de su necesidad. Se
desarrolla en él un fenómeno subjetivo q llamamos pecho materno.

La zona intermedia a q me refiero es la q se ofrece al bebé entre la creatividad primaria y la


percepción objetiva basada en la prueba de la realidad. Los fenómenos transicionales
representan las primeras etapas del uso de la ilusión, sin las cuales no tiene sentido para el
ser humano la idea de una relación con un obj q otros perciben como exterior a ese ser.

Cuando su adaptación a las necesidades del bebé es lo bastante buena, produce en este la
ilusión de q existe una realidad exterior q corresponde a su propia capacidad de crear. Solo
percibe el pecho en la medida en q es posible crear no en ese momento y lugar. El bebé se
alimenta de una pecho q es parte de él, y la madre da leche a un bebé q forma parte de ella.

La función principal del objeto y el F transicional, uno y otro inicia al ser humano en lo q
siempre será importante para él, una zona neutral de experiencia q no será atacada. Acerca
del obj transicional puede decirse q se trata de un convenio entre nosotros y el bb, nunca le
formularemos la pregunta ¿concebiste esto, o te fue presentado desde afuera? Lo
importante es q no se espera decisión alguna al respecto

Desilusionarlo es previo a la tarea del destete. Si las cosas salen bien en ese proceso de
desilusión gradual, queda preparado el escenario para las frustraciones q reunimos bajo la
denominación de destete; cuando hablamos de los fenómenos q rodean al destete gracias al
cual se ofrece una oportunidad para la ilusión y la desilusión gradual.
La simple terminación de la alimentación a pecho no es un destete.

Desarrollo de la teoría d la ilusión-desilusión

La tarea de aceptación de la realidad nunca queda terminada. Dicha zona es una


continuación directa de la zona de juego del niño pequeño q se pierde en sus juegos.

En la infancia la zona intermedia es necesaria para la iniciación de una relación entre el N y


el mundo y la posibilidad una crianza lo bastante buena en la primera fase crítica. Para todo
ello es esencial la continuidad (en el tiempo) del ambiente emocional exterior y de
determinados elementos el medio físico, tales como el o los obj transicionales.

Al bb se le pueden permitir los F.T gracias al reconocimiento, por parte de los padres de la
tensión inherente a la percepción objetiva, y no lo desafiamos respecto d la subjetivad u
objetividad.

La zona intermedia de experiencia, no discutida respecto de su pertenencia a una realidad


interna o exterior, constituye la mayor parte de la experiencia del bb, y se conserva a lo
largo de la vida en las intensas experiencias q corresponden a las artes y la religión, a la
vida imaginativa y a la labor científica creadora.

Por lo general el obj transc del bb se descarga proco a poco, en especial a medida q se
desarrollan los intereses culturales.

Lo transicional no es el objeto. Este representa la transición del bb, de un estado en q se


encuentra fusionado a la madre o a uno de relación con ella como algo exterior y separado.

La normalidad de los F.T , no obstante se puede discernir algunos casos como patología.

Si la madre se ausenta durante un lapso superior se disipa el recuerdo de la representación


interna. Cuando ello se produce, los FT se vuelven poco a poco carentes de sentido y el bb
no puede experimentarlos. Presenciamos entonces la descarga del objeto.

A continuación describe casos clínicos.

El juego

La psicoterapia se da en la suposición de dos zonas de juego: la del paciente y la del


terapeuta. Está relacionada con dos personas q juegan juntas. Cuando el juego no es
posible, la labor del terapeuta se orienta a llevar al paciente, de un estado en q no puede
jugar a uno en q le es posible hacerlo.

El juego debe ser estudiado como un tema por sí mismo, complementario del concepto de
sublimación del instinto.
Cuando un N juega falta en escancia el elemento masturbatorio, si la excitación física o el
compromiso instintivo resultan evidentes cuando un chico juega, el juego se detiene, o por
lo menos queda arruinado.

Yo trato de llegar a una nueva formación del juego. Se recurre a los trabajos de MK pero yo
sugiero q en sus escritos, cuando se ocupaba del juego se refería casi siempre al uso de este.
Los psicoanalistas han estado muy ocupados utilizando el contenido del juego como para
observar al N q juega, y para escribir sobre el juego como una cosa en si misma. Establezco
una diferencia entre el sustantivo “juego” y el verbo sustantivo “jugar”.

Todo lo q diga sobre el jugar de los niños tmb rige para los adultos, solo q el asunto se hace
de más difícil descripción cuando el material del paciente aparece principalmente en
términos de comunicación verbal. Debemos esperar q el jugar resulte tan evidente en los
análisis de los adultos como en el caso de nuestro trabajo con chicos. Se manifiesta, por ej,
en la elección de palabras, en las inflexiones de la voz, en el sentido del humor

Lo que yo llamo FT son universales. Hay en el juego algo q aun no encontró su lugar en la
bibliografía psicoanalítica.

Jugar es hacer.

El jugar en el tiempo y en el espacio

Para asignar un lugar al juego postule la existencia de un espacio potencial entre el bb y la


madre, y yo lo enfrento a a)al mundo interior (se relaciona con la asociación psicosomática)
y b) a la realidad exterior (q tiene sus propias realidades, se puede estudiar en forma
objetiva y variar según el estado del individuo q la observa).

Lo universal es el juego, y corresponde a la salud: facilita el crecimiento y por lo tanto esta


ultima; conduce a relaciones de grupo; puede ser una forma de comunicación en
psicoterapia y, el psicoanalista se ha convertido en una forma especializada d juego al
servicio de la comunicación consigo mismo y con los demás.

A continuación describe casos clínicos.

Teoría del juego.

Describir una secuencia de relaciones vinculadas con el proceso de desarrollo y buscar


donde empieza el jugar.

- El N y el objeto se encuentran fusionados. La visión q el primero tiene del objeto es


subjetiva, y la madre se orienta a hacer real lo q el N está dispuesto a encontrar.
- El objeto es repudiado, reaceptado y percibido en forma objetiva. Este complejo
proceso depende en gran medida de q exista una madre o figura materna dispuesta a
participar ya devolver lo q se ofrece.
Ello significa q la madre se encuentra en un “ir y venir” q oscila entre ser lo q el N tiene la
capacidad de encontrar y ser ella misma, a la espera q la encuentren.

La confianza en la madre constituye entonces un campo de juegos intermedios, el N


experimenta en cierta medida la omnipotencia. Yo lo denomino campo de juego porque el
juego empieza en él. Es un espacio potencial q existe entre la madre y el hijo, o q los une.

El juego es muy estimulador. No lo es principalmente porque los instintos estén


involucrados en el, lo q siempre importa es lo precario de la acción recíproca entre la
realidad psíquica personal y la experiencia del dominio de objetos reales. Es forzoso q la
relación tenga por motivo el amor de la madre, o su amor-odio, o su relación objetal.
Cuando un paciente no puede jugar, el terapeuta debe esperar este importante síntoma antes
de interpretar fragmentos de conducta.

- La etapa siguiente consiste en encontrarse solo en presencia de alguien. El N juega


entonces sobre la base del supuesto de q la persona a quien ama y q por lo tanto es
digna de confianza se encuentra cerca, y q sigue estándolo cuando se la recuerda. Se
siente q dicha persona refleja lo q ocurre en el juego.
- El niño se prepara para la etapa q sigue, consistente en permitir una superposición
de dos zonas de juego y disfrutar de ella. Primero es la madre quien juega con el
bebe, introduce su propio modo de jugar, y descubre q los bebes varían según su
capacidad para aceptar o rechazar la introducción de ideas q les pertenecen.
Así queda allanado el camino para un jugar juntos en una relación.

Resumen:

- El contenido del juego no importa, lo q interesa es el estado de alejamiento, afín a la


concentración.
- Esa zona de juego no es una realidad psíquica interna, se encuentra fura del
individuo pero no es el mundo exterior.
- En ella emite potencialidad para soñar y vive con ella en un marco elegido de
fragmentos de la realidad exterior.
- Al jugar manipula fenómenos exteriores al servicio de los sueños, e inviste alguno
de ellos de significación.
- Hay un desarrollo q va de los FT al juego, de este al juego compartido y de el a las
experiencias culturales.
- El juego implica confianza y pertenece al espacio potencial entre el bebe y la figura
materna.
- El juego compromete al cuerpo
- En esencia es satisfactorio.
- Es intrínsecamente excitante y precario. Esta característica no deriva del despertar
de los instintos, sino de la precariedad de la acción recíproca, en la mente del N,
entre lo q es subjetivo y lo q se percibe de manera objetiva.
El juego

Actividad creadora y búsqueda de la persona

En el juego el niño o el adulto están en libertad de ser creadores. Esta consideración surge
en mi pensamiento como un desarrollo del concepto de los FT, y tiene en cuenta la parte
difícil de la teoría del obj transicional, a saber, el hecho de q contiene una paradoja q se
debe aceptar, tolerar y no resolver.

La realidad psíquica interna tiene una especie de ubicación en la mente, en el vientre, en la


cabeza, o en cualquier otro lugar, dentro de los límites de la personalidad del individuo, y q
lo denominado realidad exterior se encuentra fuera de esos límites, en tanto q al juego y a la
experiencia cultural se le puede asignar una ubicación si se emplea el concepto de espacio
potencial entre la madre y el bb.

La psicoterapia se realiza en la superposición de las dos zonas de jugo, la del paciente y la


del terapeuta. Si este último no sabe jugar, no está capacitado para la tarea. Si el q no sabe
jugar es el paciente, hay q hacer algo para q pueda lograrlo, después de lo cual comienza la
psicoterapia. El motivo de q el juego sea tan esencial consiste en q en el el paciente se
muestra creador.

La búsqueda de la persona.

En el juego y solo en él, el N o el A pueden crear y usar toda la personalidad, y mostrarse


creador. Únicamente en el juego es posible la comunicación q pertenece a la psicopatología
o a una extrema inmadurez.

Para ayudar a tales pacientes debemos conocer la creatividad misma.

En la búsqueda de su persona el individuo de q se trata puede haber producido algo valioso


en términos artísticos. No se la puede hallar en lo q se elabora con los productos de la
mente o el cuerpo, por valiosas q sean estas construcciones en términos de belleza. La
creación terminada nunca cura la falta subyacente de sentimiento de la persona.

Un segundo tema, el individuo a quien tratamos de ayudar podría abrigar la esperanza de


sentirse curado cuando le explicamos, en la práctica esta no parece ser una descripción de
lo q sucede.

Al paciente en el sofá, o al N en el suelo, se les debe permitir q comuniquen una sucesión


de ideas, pensamientos, impulsos, sensaciones, q no tienen relación entre si, salvo en forma
neurológica o fisiológica, y q quizá no es posible detectarlos. El analista podrá reconocer y
señalar la vinculación entre los distintos componentes del material de libre asociación
cuando existe una intención, o ansiedad, o falta de confianza basada en la necesidad de
defensa.
A continuación relata casos clínicos.

Comentario.

La búsqueda solo puede nacer de un funcionamiento informe o inconexo, o quizá de un


juego rudimentario, como en una zona neutral. Únicamente ahí, en ese estado no integrado
de la personalidad, puede aparecer lo q describimos como creativo.

Eso refleja, pero solo cuando se refleja se convierte en parte integrante de la personalidad
individual organizada, y a la larga, en la suma, hace q el individuo sea, q se lo encuentre; y
le permite postular la existencia de la persona.

En el procedimiento terapéutico: ofrecer oportunidades para la experiencia informe y para


los impulsos creadores, motores y sensoriales, q constituyen la materia del juego.
Experimentamos la vida en la zona de los FT, en el estimulante entrelazamiento de la
subjetividad y la observación-objetiva, zona intermedia entre la realidad interna del individ
y la realidad compartida del mundo, q es exterior a los individuos.

Practico Sofía:

Texto Winnicott “objetos transicionales y fenómenos transicionales”, si uno entiende el


proceso ilusión-desilusión, la imp del objeto transicional, vamos a poder entender el
proceso de constitución subjetiva del niño. El pasaje de la realidad subjetiva a la objetiva.
Se trata de entender la primera realidad subjetiva del niño. En este pasaje de la realidad
subjetiva a la realidad objetiva es que tenemos que pensar los objetos transicionales y los
fenómenos transicionales. Winnicott va a plantear diferentes hipótesis, como el pasaje del
chupeteo (autoerotismo) hasta el placer de jugar con muñecos. El niño va tomar un objeto
que va a cobrar una significación especial, vemos este objeto transicional como un intervalo
de tiempo en el que aparece este objeto acompañando. El objeto transicional es la primera
posesión no-yo del niño, lo imp no es el objeto sino la función y naturaleza que cumple.
Este objeto está en el límite (concepto de extimo de Lacan), en el interior y exterior, no es
mama pero es mama, es el objeto que le va a permitir al niño crear cosa. El niño es el que
crea el objeto. Winnicott trata de describir esta zona intermedia entre niño y mama, y en el
medio el objeto (mantita). El fenómeno transicional puede ser el autocanto como el
repertorio de canciones que se prepara para dormir. Al objeto transicional el niño todavía
no lo reconoce como algo externo, pero sin embargo no representa a la madre. Winnicott
estudia el uso que se le da a dicho objeto y nos vamos a encontrar cierta paradoja
relacionada con el concepto de “ilusión” (Winnicott dice que las paradojas no hay que
solucionarlas, sino hay que tolerarlas). La paradoja asociada a la ilusión es que el bebe
pueda creer que lo que es puesto por la madre es su propia creación, es decir, crear lo dado.
La madre ofrece determinados objetos, pero en el mismo momento que los toma, el cree
que los crea (lo paradójico). Si lo pensamos desde el concepto de ilusión, cuando el niño
tiene hambre llora y en ese momento aparece la teta y el bebé siente que el la creo. Si lo
pensamos desde la posición del analista, lo que propone Winnicott es que el analista se
ubique en este lugar objeto para ser usado en la transferencia.

Paradojas:

- La primera paradoja tiene que ver con la frase “los bebes no existen”, porque el
bebé es uno con la madre.
- La segunda paradoja tiene que ver con crear lo dado.

Pensamos el proceso de ilusión-desilusión como el pasaje que permite pasar del placer al
displacer al principio de realidad, donde la madre se va a adaptar a las necesidades del niño
y va a disminuir la frustración amortiguándola para que el niño pueda ir tolerando el mundo
externo. Acá es cuando Winnicott dice que el existo de “los cuidados no depende tanto de
la inteligencia, sino de la devoción de su madre”, es la madre devota que se adapta 100% a
las necesidades del bebé y quien puede producir la ilusión, pero que gradualmente va a
producir la desilusión, es decir, es unión- separación. De la ilusión a la desilusión quiere
decir que la madre se va retirando gradualmente de acuerdo a las capacidades del niño. En
el proceso de ilusión hay un proceso de adaptación completa donde la madre crea la ilusión
de que su pecho es parte de él, la omnipotencia del bebé y tarea posterior consiste en
desilusionarlo, pero para lograrlo en un principio debe ofrecer suficiente oportunidad de
ilusión. La desadaptación hay que pensarla cuando el niño llora y la madre lo hace esperar
un rato.

A ese proceso de ilusión Winnicott lo llama “Zona de ilusión de experiencia” que crea la
madre con el bebé y esta no debe ser atacada. Si las cosas salen bien en ese proceso de
desilusión gradual, el escenario queda preparado para la frustración, la cual es el destete.
Esa zona de ilusión se puede pensar como una zona de experiencia de juego donde el
analista trabaja con el niño.

Lo tradicional no es el objeto sino la relación con ese objeto, que es lo que le va a permitir
tener al niño relación con objetos reales y separados. Si vamos a la patología, si una madre
se ausenta, el niño no experimenta ese proceso de ilusión y para el niño los objetos no
tienen ningún sentido.

La psicoterapia se da en esta superposición de 2 zonas, entre el paciente-terapeuta, y el


Winnicott va a plantear que esta zona está vinculada con dos personas que juegan juntas.
Doltó va a decir que el terapeuta no es el que juega con el niño, sino el que pregunta. Para
Winnicott rescata te esta zona intermedia es que el niño juegue; cuando el juego no es
posible la labor del terapeuta es llevarlo de un estado en que no juega a otro que si juega
(función del analista). MK observa el contenido del juego; Winnicott observa al niño jugar
jugando.
El proceso de ilusión es el que brinda la capacidad de la creación, que es lo que vamos a
sostener a lo largo de toda nuestra vida. Poder brindarle al niño la posibilidad de
enriquecer, de crear. En la madre esa función de ilusión tiene que ver con la creación, y
también el analista debe propiciar para que esto se logre. Como analista hay que eliminar
todo obstáculo que se produce en el desarrollo creativo del niño, esto lleva tiempo porque
necesita crear un espacio y es fundamental que el niño se sorprenda. Entonces no importa
tanto el juego, sino que este posibilitado el jugar.

Para Winnicott el juego en si es terapéutico, porque si el niño está jugando es porque tiene
esa capacidad creadora. El aniño aprende a perder perdiendo.

Características del objeto transicional: es un objeto suave, que irradia calor, es muy
apreciado por el niño, es una relación de afecto, amor y mutilación, no se debe cambiar a
menos que lo cambie el niño, debe sobrevivir al amor instintivo (pulsión odio puro), para el
niño tiene vida propia, tiene textura, vitalidad, está en el medio entre lo interno-externo,
cumple una función, pero luego este objeto cae y pierde significación, no hay que duelarlo,
el objeto lo tranquiliza, acompaña. Si ese objeto se extiende demasiado tiempo se podría
llegar a transformar en objeto fetiche.

En la terapia el analista debe ponerse a jugar con el niño, es el que propicia al niño la
posibilidad de jugar.

Winnicott en el juego del garabato, el analista le pide al niño que tome una hoja y la corte
al medio para quitarle seriedad a la técnica, le pide que cierre los ojos, haga un garabato y
luego los abra y cuente una historia sobre eso. Lo particular del juego es el placer, la
satisfacción en el juego depende del uso de símbolos. La simbolización es la posibilidad
que tiene el niño de jugar y hacer otra cosa, tiene que estar el “como si”. El juego hay que
entenderlo como un logro del desarrollo emocional, si es niño juega es porque hay algo de
la confianza que se creó, es una actividad imaginativa y creadora. Siempre hay otro que
genera confianza y sostiene al niño. Si bien el juego es puro placer, pero también mediante
el juego el niño elabora, ensaya, repite situaciones traumáticas, le permite tener cierta
capacidad de coordinación y de juicio, el niño practica a través del juego. Cuando irrumpe
la cuestión de la sexualidad y la angustia el juego se interrumpe; es un indicador que es
importante saber leerlo. A través del jugar el niño se ocupa de forma creativa del mundo
externo y la forma que tiene de elaborar todo lo que le pasa. El niño a través del juego
puede descargar su agresividad. Para Winnicott es juego es un logro; que el niño pueda
jugar solo es también un logro, al igual que después pueda jugar con otros. El juego
socializado, reglado es lo más difícil con lo cual se encuentra el niño.

El juego del garabato es un método para establecer contacto con el niño, favorece la
interacción, es fácil y tiene la ventaja de facilitar la tarea de tomar notas escritas, se trata de
un juego reglado que pueden jugar 2 personas. El consultor utiliza los resultados de acuerdo
con lo que el niño quiere comunicar. Esta técnica es un juego espontaneo y este no debe ser
una técnica fija, con reglas y normas. No se trata de un test y el consultor aporta su propio
ingenio casi tanto como el niño. El resultado de un garabato es satisfactorio en sí mismo, es
como un “objeto encontrado”. El juego del garabato es un juego sin reglas, lo imp es el uso
que se le dé al material que el juego puede producir en especial en ese tipo de trabajo en
una sola sesión “consulta terapéutica”. El juego del garabato no ha de dominar la escena
durante más de una sesión o a lo sumo 2 o 3. Es conveniente pensar en términos de la
repetición de una primera sesión y decir entonces que el juego del garabato, o sus
equivalentes, es útil como una técnica para la primera sesión. El principio es que la
psicoterapia se produce en un lugar donde se superponen la zona del juego del niño y la
zona de juego del terapeuta.

Cuando de patologías en niños hablamos de patologías del jugar, nos tenemos que
preguntar ¿Qué está pasando que este niño está perdiendo su capacidad de juego?
Pensemos en la desconfianza, angustia, inseguridad, juegos de estereotipia porque no hay
fantasía es monótono. Cuando hay masturbación real no hay representación y algo de la
indicación real nos indique algo de patología. Cuando estamos más del lado de la neurosis y
aparece algo de la excitación, el juego se interrumpe. En patologías más graves y cuando el
niño sigue jugando por ej a la lucha, podemos pensar en una posibilidad de cortar.

Cuando Freud habla de insatisfacción tenemos que pensar en malestar en la cultura; en un


momento de la vida el ser humano tiene que elegir entre permanecer en la satisfacción o
acceder a la cultura lo que implica una pérdida de goce todo.

Ricardo Rodulfo (Padres e hijos. En tiempos de la retirada de las oposiciones): Hay


que diferenciar entre la clínica y la técnica, la primera es más abarcativa. Para hacer clínica
hay que hacer preguntas fundamentales: ¿Qué le pasa a alguien en su vida? ¿Cómo vive, en
qué condiciones?, no se trata de pensarlo ns o pss porque la clínica no es un complemento
de la psicopatología, tampoco pensarlo desde los manuales. El técnico lo que hace es
arreglar cuando algo no funciona bien.

Freud en la interpretación del jugar es una pata fundamental, pero no debemos analizar el
juego como si fuera un sueño, tampoco el sentido de ese juego. El analista debe pensar el
juego de una manera mucho más amplia, como algo que es incalculable porque no hay una
sola manera de jugar (Rodulfo toma una frase de Einstein “Dios no juega a los dados”), sin
saber que escena va a armar el niño, y pensar el jugar como un acontecimiento en el cual se
va a establecer determinada situación, hay que dejar de lado lo fijo y lo necesario como si el
niño tuviera si o si que dibujar o hacer determinadas cuestiones. Poder diferenciar del juego
(algo que tiene reglas) y el jugar (es más libre). Tanto el juego y el jugar como algo mayor
que contiene al juego de reglas, es decir, el niño debe construir la regla para jugar a algo
con reglas. El juego de reglas de Rodulfo que toma Winnicott es siempre un GAME (bien
fijo), no es un PLAYING.
El establecimiento de reglas es poder crear cierto espacio para eso incalculable, la regla
como borde por ej la generala, las reglas son algo que están en el interior del juego mismo
al proceso del jugar, el niño crea reglas jugando. Por ej 2 niños que juegan a ver las
patentes pares e impares. La ley en el análisis se va construyendo (Lacan). La regla incluye
hacer trampa; el momento de hacer trampa es un momento constituyente del niño de
inscribir subjetivamente la categoría de ley. Entonces, para poder cumplir la ley el niño la
tiene que transgredir. El niño hace trampa cuando sabe que hay una ley que debe cumplir.
El niño que nunca hizo trampa no conoce la regla. Cuando el niño tiene juguetes, pero no
los usa, ahí no hay espacio para el jugar, tampoco hay juego en la compulsión a la
repetición (lo vamos a ver en autismo), la patología se refleja en el jugar, ahí el analista
debe interrumpir sin que sea algo molesto.

Antes el juego en la clínica se limitaba a interpretarlo, a buscar un sentido como si este


fuera un sueño. Rodulfo dice que esto no hay que dejar de hacerlo, solo que ahora le va a
agregar un trabajo mucho más complejo, reactivando una actividad o proceso lúdica
detenida, bloqueada o reprimida, es decir, se trata de ponerla en marcha y que el niño se
ponga a jugar, no importa a que ni el sentido en ese momento. La función del analista es
acompañar el proceso de juego. Ponerse a interpretar prematuramente el juego termina en
inhibición o lo debilita (es lo que pasaba con los pacientes de MK). Rodulfo dice que lo
más complicado en este proceso de acompañar es esperar que nos está queriendo decir en el
juego como un segundo tiempo, en el primer tiempo el niño tiene que jugar. Frente a un
niño que está jugando el analista no se debe meter, a menos que sea invitado por el. La
compulsión de la repetición del jugar no se debe respetar como si se debe respetar la
espontaneidad. En el jugar hay que pensar en la singularidad del niño y de la situación, hay
momentos en que hay que dejarlos y otras no, esto tiene que ver más con la ética. El
analista debe “hacer un espacio” para que se cree ese espacio de juego. La oferta de espacio
para la creación de espacio es fundamental; el criterio técnico arruinaría todo esto.

Si al entran un niño al consultorio y el analista está tratando de ubicar si es neurótico o


psicótico, el analista está dando por sentado de que está enfermo de algo. Rodulfo dice que
hay que evaluar la capacidad del jugar para hacer un diagnóstico. Si el analista debe
propiciar la capacidad del jugar del niño, el analista tiene que ver su capacidad de jugar. El
analista debe gozar de un acceso al juego. Rodulfo propone cuestión de la improvisación
del analista para la invención y que no debe faltarle.

En el cap 7, si pensamos el jugar como un conflicto donde el niño resuelve jugando. Hay
que entender el juego como una experiencia de encuentro, en el ese jugar uno construye un
vínculo y esta la experiencia de creacion. No todo lo que hace el bebé y su mamá es juego,
pero la calidad lúdica que sean capaces de activar impregna todo eso que se hace
encontrándose, por eso mismo el jugar desplaza la argumentación teórica que recurre a lo
pulsional para afianzar la construcción de un vínculo. Es decir, como el niño intenta a
través del jugar solucionar un conflicto, y a esto sumándole que en el jugar con el otro es
una experiencia donde se construye un vínculo.

Texto Winnicott: cap 4 “El juego en la situación analítica”

Hay que reconocer la importancia del juego (que es diferente de la fantasía y del sueño) en
el análisis de adultos. Si bien en el juego uno debe renunciar a muchas cosas que no pueden
compartirse con otras personas, hay muchas otras que puede ganar gracias a la
superposición de la fantasía ajena con la propia. Así pues, habrá una experiencia
compartida, aunque ella se limite únicamente a un área del fantaseo total.

Cap 12 “Notas sobre el juego”

Lo característico del juego es placer.

La satisfacción en el juego depende del uso de símbolos, aunque la moción proviene del
instinto. Símbolos: esto hace las veces de aquello: “si aquello es amado, esto puede ser
usado y disfrutado. Si aquello es odiado, esto puede ser golpeado, dañado, restaurado y
vuelto a dañar”. O sea: la capacidad de jugar es un logro en el desarrollo emocional de cada
niño.

El juego como logro en el desarrollo emocional individual:

A. La tendencia heredada que impulsa al niño hacia adelante.


B. La provisión ambiental de condiciones que atiendan a las necesidades del bebé y el
niño pequeño, de modo tal que el desarrollo no se interrumpe por las reacciones
frente a cualquier intrusión.
C. El juego se inicia como símbolo de la confianza del bebé y del niño pequeño en su
madre.

El juego es una elaboración imaginativa en torno de las funciones corporales, relacionada


con los objetos y con la angustia. A medida que el niño se vuelve mas complejo como
personalidad y tiene una realidad personal o interior, el juego pasa a expresar mediante
materiales externos las relaciones y angustias internas. Es decir, el juego es expresión de
identificaciones con personas, animales y objetos del ambiente inanimado.

El juego es una actividad creadora (como en el sueño) que se realiza:

1. En función de lo que efectivamente existe (el propio cuerpo y los objetos que están
a mano).
2. En condiciones en que el niño tiene confianza en alguien, o se ha vuelto confiado
gracias a que ha tenido una experiencia adecuada de buenos cuidados. En cuidados
inadecuados, al generar desconfianza, reducen la capacidad para el juego.
Productos del juego: placer y practicar la manipulación de objetos, el manejo de la
capacidad de coordinación, las habilidades, juicios, el control sobre una zona limitada; si
bien el niño comprueba que su poder para autocontrolarse es limitado, al mismo tiempo
descubre los limitados alcances de su imaginación.

A través del juego el niño se ocupa en forma creativa de la realidad externa. El juego
cumple la funcion de manejar la agresión cuando tiene la capacidad de disfrutar la
manipulación de símbolos.

Desarrollo de la capacidad para el juego (socialización). Del juego procede:

a. El jugar con otros.


b. El jugar respetando reglas, las del propio niño, las de otro, o normas compartidas.
c. El jugar juegos reglados de antemano.
d. Una mayor complejidad permisible en lo que respecta a dirigir y ser dirigido.

Psicopatología del juego:

A. La pérdida de la capacidad asociada a la desconfianza, la angustia asociada a la


inseguridad,
B. Estereotipia en las pautas de juego (angustia en lo tocante a la libre fantasía).
C. Huida hacia el ensueño diurno (un estado manipulable que se halla a mitad de
camino entre el sueño genuino y el juego).
D. La sensualidad, en la cual el instinto se manifiesta en forma elemental junto con la
incapacidad de simbolizar.
E. La dominación, en la que un niño solo es capaz de jugar a juegos cuyas reglas fija el
mismo, aunque incluya a otros niños que deben sometérsele.
F. La imposibilidad de jugar a un juego reglado a menos que este regido por reglas
estrictas y haya un conductor.
G. La huida hacia el ejercicio, desde la gimnasia hasta la necesidad de una practica
repetitiva, aunque solo sea para evitar la inercia.

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