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FILOSOFÍA Y RELIGIÓN – SAN AGUSTÍN

Textos
1.
«La nueva fe impuso inmediatamente cambios masivos de perspectiva, cuya
previa aceptación motivo después su interpretación filosófica: no se pasó del
universo griego al universo cristiano por vía de evolución continua, más bien se
tiene la impresión de que el universo griego se derrumbó súbitamente, en el
espíritu de hombres como Justino y Taciano, para dejar paso al nuevo universo
cristiano. Lo que presta mayor interés a estas nuevas tentativas filosóficas es
que sus autores parecen andar en busca no de verdades por descubrir, sino más
bien de fórmulas con que expresar las que ya han descubierto, Ahora bien, solo
disponen de la técnica filosófica de estos primeros griegos, cuya filosofía
necesitan reformar y cuya religión precisan refutar simultáneamente. Los
apologistas del siglo II han emprendido, por tanto, una tarea inmensa, cuya
amplitud real no se había de poner de manifiesto hasta los siglos siguientes:
expresar el universo mental de los cristianos en una lengua concebida de propio
intento para significar el universo mental de los griegos».

ETIENNE GILSON, La filosofía en la Edad Media.

a) Sitúa las ideas a las que se refiere el texto en el contexto histórico y cultural de la
aparición del cristianismo,

b) Haz una síntesis, a partir del texto, de la relación del cristianismo de los primeros
siglos con la filosofía griega.

2.
«La razón tiene un papel que desempeñar para llevar al hombre hacia la fe, y,
una vez que el hombre tiene ya la fe, la razón tiene un papel en la penetración
de los datos de dicha fe; pero es la relación total del alma con Dios lo que
primariamente interesa a Agustín. La razón, como hemos visto, tiene un papel
que desempeñar en el estadio intelectual de su propia conversión, y la razón
tiene un papel que desempeñar después de esa conversión; generalizando su
propia experiencia, pues, Agustín considera que la plenitud de la sabiduría
consiste en una penetración de lo que se cree, aunque, en la aproximación a la
sabiduría, la razón ayuda a preparar al hombre para la fe».
FREDERICK COPLESTON, Historia de la filosofía.

a) Describe la relación entre razón y fe según san Agustín.


b) Compara la manera de entender la fe en san Agustín y en los padres apologistas
de los primeros tiempos del cristianismo.

3.
«Las cosas que han escrito los filósofos, particularmente los platónicos, si son
verdaderas у conforme a nuestra fe, no solo no deben ser temidas, sino que
debemos arrebatárselas como injustos poseedores para convertirlas en nuestro
provecho. Porque, así como el pueblo judío, al salir de Egipto, arrebató a sus
moradores, no por autoridad propia, sino por orden de Dios, los ídolos y ricos
tesoros [...] con el fin de consagrarlos a uso mejor, en cambio del mal que
habían recibido de los egipcios, así debemos hacer nosotros con la doctrina de
los gentiles, que si bien contienen ficciones supersticiosas y gran bagaje de
cosas inútiles, que cada cual de nosotros debe, al salir de la sociedad pagana,
despreciar y abominar, encierran también conocimientos útiles para el
esclarecimiento de la verdad, excelentes reglas de conducta y preceptos acerca
del culto del Dios único».

SAN AGUSTÍN, De la doctrina cristiana, II, 40.

a) Explica el sentido de las expresiones que aparecen subrayadas en el texto.


b) Describe, a partir del texto, la actitud de san Agustín con respecto a la filosofía
grecorromana.

4.
«No quieras derramarte fuera, entra dentro de ti mismo, porque en el hombre
interior reside la verdad; y si hallares que tu naturaleza es mudable,
trasciéndete a ti mismo, mas no olvides que, al remontarte sobre las cimas de tu
ser, te trasciende tu alma, dotada de razón. Encamina, pues, tus pasos allí
donde la luz de la razón se enciende. Pues, ¿adónde arriba todo buen pensador
sino a la verdad? La cual no se descubre a sí misma mediante el discurso, sino
es más bien la meta de toda dialéctica racional».

SAN AGUSTÍN, De la verdadera religión, XXXIX, 72.

a) Explica a qué concepto de verdad se refiere el texto.


b) Señala los elementos platónicos que pueden encontrarse en este fragmento.

5.
«Dos amores han dado origen a dos ciudades; el amor de sí mismo hasta el
desprecio de Dios, a la terrena; y el amor de Dios hasta el desprecio de sí, a la
celestial. La primera se gloria en sí misma; la segunda se gloria en el Señor.
Aquella solicita de los hombres la gloria; la mayor gloria de esta se cifra en
tener a Dios como testigo de su conciencia. Aquella se engríe en su gloria; esta
dice a su Dios: "Gloria mía, Tú mantienes alta mi cabeza". La primera está
dominada por la ambición de dominio en sus príncipes o en las naciones que
somete: en la segunda se sirven mutuamente en la caridad los superiores
mandando y los súbditos obedeciendo. Aquella ama su propia fuerza en los
potentados; esta le dice a su Dios: «Yo te amo, Señor; Tú eres mi fortaleza».

SAN AGUSTÍN, La ciudad de Dios, XIV, 28.

a) Define las características de las dos ciudades mencionadas en el texto.


b) Relaciona el contenido del texto con el sentido de la historia en la filosofía de
san Agustín.
6.
«Evidentemente, si esto es así, ya está resuelta la cuestión que propusiste. Si el
hombre en sí es un bien y no puede obrar rectamente sino cuando quiere,
síguese que por necesidad ha de gozar de libre albedrío, sin el cual no se
concibe que pueda obrar rectamente. Y no porque el libre albedrío sea el origen
del pecado, por eso se ha de creer que nos lo ha dado Dios para pecar. Hay,
pues, una razón suficiente de habérnoslo dado, y es que sin Él no podría el
hombre vivir rectamente».

AGUSTÍN DE HIPONA, Del libre albedrío. II.

a) Explica el significado de las expresiones subrayadas en el texto.


b) Desarrolla las ideas de este fragmento en el contexto de la defensa que realiza
san Agustín de la libertad.

7.
«Pues el primer libre albedrío que se dio al hombre, cuando fue creado en
rectitud al principio, pudo no pecar, pero también pudo pecar; este último, en
cambio, será tanto más vigoroso cuanto que no podrá caer en pecado. Claro
que esto también tiene lugar por un don de Dios, no según las posibilidades de
la naturaleza. Una cosa es ser Dios y otra muy distinta ser partícipe de Dios.
Dios, por su naturaleza, no puede pecar; el que participa de Dios recibe de Él
el no poder pecar. Había que conservar una cierta gradación en los dones de
Dios; primero se otorgó el libre albedrío, mediante el cual pudiera el hombre
no pecar [...]».

AGUSTÍN DE HIPONA, La ciudad de Dios, XXII.

a) Señala las ideas principales del texto, distinguiendo los dos tipos de libre
albedrío que se describen en él.
b) Compara las características del Dios agustiniano con el Dios aristotélico.

8.
«Veo que te acuerdas perfectamente del principio indiscutible que establecimos
en los mismos comienzos de la cuestión precedente: si el creer no fuese cosa
distinta del entender, y no hubiéramos de creer antes las grandes y divinas
verdades que deseamos entender, sin razón habría dicho el profeta: si no
creyereis, no entenderéis.

El mismo Señor exhortó también a creer primeramente en sus dichos y en sus


hechos a aquellos a quienes llamó a la salvación. Mas después, al hablar del
clon que había de dar a los creyentes, no dijo: esta es la vida eterna, que crean
en mí; sino que dijo: esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, solo Dios
verdadero, y a Jesucristo, a quien enviaste.
Después, a los que creían, les dice: buscad y hallaréis; porque no se puede
decir que se ha hallado lo que se cree sin entenderlo, y nadie se capacita para
hallar a Dios si antes no creyere lo que ha de conocer después. Por lo cual,
obedientes a los preceptos de Dios, seamos constantes en la investigación, pues
iluminados con su luz, encontraremos lo que por su consejo buscamos».

AGUSTÍN DE HIPONA, Del libre albedrío, II, 2.

a) Explica las ideas del texto en relación con el problema medieval entre razón y
fe.
b) Contextualiza este fragmento dentro de la teoría agustiniana del conocimiento.

9.
«Y, habiéndonos sido dado para este fin. de aquí puede entenderse por qué es
justamente castigado por Dios el que usa de él para pecar, lo que no sería justo
si nos hubiera sido dado no solo para vivir rectamente, sino también para poder
pecar. ¿Cómo podría, en efecto. ser castigado el que usara de su libre voluntad
para aquello para lo cual le fue dada? Así pues, cuando Dios castiga al
pecador, ¿qué te parece que le dice. sino estas palabras: te castigo porque no
has usado tu libre voluntad para aquello para lo cual te la di, esto es. para
obrar según tu razón? Por otra parte, si el hombre careciese del libre arbitrio
de la voluntad, ¿cómo podría darse aquel bien que sublima a la misma justicia,
y que consiste en condenar los pecados y en premiar las buenas acciones?
Porque no sería ni pecado ni obra buena lo que se hiciera sin voluntad libre. y.
por lo mismo, si el hombre no estuviera dotado de voluntad libre. sería injusto
el castigo e injusto sería también el premio. Mas por necesidad ha debido haber
justicia, así en castigar como en premiar, porque este es uno de los bienes que
procede de Dios. Necesariamente debió, pues. dotar Dios al hombre de libre
arbitrio».

AGUSTÍN DE HIPONA, Del libre albedrío, II, 1.

a) ¿Por qué, según el texto, Dios ha dotado al ser humano con capacidad para
decidir libremente?
b) Relaciona las ideas de este texto con el concepto cristiano del pecado original.

10.
«Ahora bien, cuánto se ama el conocer y cómo le repugna a la naturaleza
humana el ser engañada, puede colegirse de que cualquiera prefiere estar
sufriendo con la mente sana a estar alegre en la locura. Esta fuerte y admirable
tendencia no se encuentra, fuera del hombre, en ningún animal, aunque algunos
de ellos tengan un sentido de la vista mucho más agudo que nosotros para
contemplar esta luz; pero no pueden llegar a aquella luz incorpórea, que
esclarece en cierto modo nuestra mente para poder juzgar rectamente de todo
esto».

AGUSTÍN DE HIPONA, La ciudad de Dios, XI, 27.


a) Indica qué diferencia, según el texto, la naturaleza humana de la naturaleza
animal.
b) Explica la teoría agustiniana de la iluminación.

11.
«Pero, puesto que no podéis libraros de estas redes, fijad la atención en la
sencillez y claridad de la doctrina católica. Esta distingue el bien que es en
sumo grado y por sí mismo, esto es, por esencia y naturaleza, del bien que lo es
por participación: este recibe el bien, que lo constituye, del sumo bien, que no
cambia ni pierde nada por ello. Este bien por participación es la criatura, único
sujeto capaz de deficiencias, de las que no puede ser Dios el autor, puesto que
lo es de la existencia y, por decirlo así, de la esencia. Notemos esta palabra,
pues ella sola nos da la clave del enigma del mal; pues este, lejos de ser una
esencia, es con toda verdad una privación e implica, por tanto, una naturaleza a
la cual puede hacerse daño. Esta naturaleza no es el sumo mal, ya que puede
causársele daño con la privación de algún bien, ni es tampoco el sumo bien,
puesto que puede ser despojada de algo, y si es buena, no lo es por esencia, sino
por participación. Ella no es buena por naturaleza, puesto que decir "creada"
es decir "que tiene de otro toda su bondad". Dios solo es el sumo bien, y todo lo
que ha hecho es bueno, pero no como él. ¿Quién habrá tan insensato que
sostenga que las obras igualan al artista y las criaturas al Creador?».

AGUSTÍN DE HIPONA, De las costumbres de los maniqueos, II, 4, 6.

a) Explica de dónde toma Agustín de Hipona la definición del mal como privación
del bien.

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