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LOS AUTÉNTICOS ALIEN

Habían pasado muchos años desde que los alien nos miraban a una
prudente distancia. Ya tenían experiencia al haberse encontrado con razas
beligerantes, y esta vez no se iban a confiar, como había resultado con los
insectoides, mucho más inteligentes de lo que parecían a simple vista,
siendo capaces de diezmar la población alienígena.

Esta vez sería diferente según los planes y el ingenio de los invasores. La
energía atómica ya era conocida en la galaxia, y los humanos la tenían a
manos llenas, todo era cuestión de burlar las defensas y la deseada
energía caería en manos invasoras.

La nave nodriza se instaló tranquilamente detrás de Júpiter, adonde era


inalcanzable para cualquier potencial rastreador terrestre. Ésta vez no
habría escapatoria, la mesa estaba puesta para iniciar las hostilidades.

-No se espera resistencia Señor- Dijo el soldado de pequeñas antenas. Sus


ojos pequeños delataban su edad avanzada, pero dicha aparente debilidad
era más que compensada por la experiencia en batalla.

-Recuerda que ya hemos tenido bastante sorpresas- Dijo el capitán, cuya


frente denotaba su superioridad intelectual. La nave nodriza a su cargo
contaba con una tripulación de 600 miembros perfectamente armados,
los que disponían de naves suficientes para iniciar el ataque. Las naves
tenían la forma tradicional de platillo a la que los humanos ya estaban
acostumbrados, y ése seguramente sería otro factor de ventaja en la
contienda.

Lo que no sabían los invasores, era que los humanos estaban preparados
para la invasión. Se habían colocado detectores automáticos en los
planetas principales, por ello el escondite alienígena nunca prosperó. El
ataque no sorprendió a nadie, la guerra era ya anunciada.

Inteligentemente, los humanos dejaron que la nodriza se acercara, incluso


cuando pretendió esconderse detrás de la Luna. Unas dos horas después
comenzaron los primeros enfrentamientos. Los humanos se separaron en
6 bandos según su nacionalidad, y respondieron bastante bien. Las bajas
se comenzaron a notar en el bando invasor.
Los alien notaron de inmediato que un ataque hormiga era más efectivo.
Más de 500 naves intentaron descender en zonas de baja población, como
tratando de abrir agujeros estratégicos en el terreno local. Para aumentar
la efectividad tenían programado un apagón en cada localidad.

No obstante, aún el apagón no había pasado cuando una pareja de


atacantes descendió en el campo, en las afueras de Wisconsin. Cada uno
traía su arma de fotones, mientras atravesaban el terreno, tratando de
hacer el menor ruido posible.

-Siempre estorbas mi campo de visión- Decía Kruben con su grave voz, que
se llevaba bien con sus ojos claros, y sus antenas rojizas. Su compañero,
Bursten, prefirió quedarse en la cola de Kruben, desde allí tendría un buen
escenario de ataque. Se acercaron a la ventana de la pequeña casa,
buscando quedarse con sus primeros prisioneros. Usaron el sistema de
detección para saber cuántos ocupantes había. Eran un hombre, una
mujer, y su pequeña cría.

La luz estaba encendida, dejando ver las cortinas lila. La televisión estaba
prendida y mostraba ya la transmisión de emergencia. La pareja de
atacantes abrieron la ventana quedamente, la cual cedió sin esfuerzo. Los
dos pasaron al primer intento, y se colocaron en las esquinas de la sala. En
ese momento se fue la luz tal y como estaba programado, la televisión se
apagó y las cortinas se volvieron moradas. Los alien siguieron avanzando
por el medio de la sala, silenciosos, esperando aprovechar el factor
sorpresa.

Tomaron a la esposa descuidada y desarmada, rápidamente la colocaron


en el suelo. El olor de la cena les sorprendió gratamente en la cocina,
puesto que el hambre ya los perseguía. Bursten fue el primero en tratar de
gozar de las delicias terrícolas, y olfateó el arroz con singular alegría.
Kruben lo reprimió de inmediato por tal osadía, y le mostró la escalera por
la que podrían continuar el ataque. No obstante, el chillido del niño fue
demasiado para sus delicadas antenas, dejándolos de repente al
descubierto.

El padre humano estaba preparado con mazo en mano, se lanzó sobre


ellos sin titubear lanzando violentos zarpazos que terminaron con los
atacantes en el suelo. En la conmoción los alien rodaron por la escalera al
ser alcanzados por el mazo. No tuvieron oportunidad, y entre el chillido
del niño y el golpe recibido, fue Bursten el que cayó víctima, cual
personaje de Don Quijote, bien aplatado en el suelo.

Kruben corrió hacia la puerta amarilla que apenas se podía visualizar en el


alboroto, sin idea de cómo abrirla, disparó sin éxito al mero centro de la
única salida posible, un nuevo golpe del mazo detuvo su andar, y los
pobres alien terminaron su expedición siendo masacrados. Las cosas no
fueron muy diferentes en los hogares atacados en el resto del mundo,
siendo el resultado un 90% provechoso para los humanos, por supuesto,
con algunas bajas. Las cosas no iban como los invasores lo deseaban en
este nivel de las hostilidades.

No obstante, había un nivel 2 de las hostilidades; la batalla en el aire. Los


invasores dominaban ampliamente, puesto que las naves terrestres no
tenían el armamento suficiente para defenderse. El escudo de los alien era
muy efectivo para detener los disparos. Desde el suelo se podían ver las
naves de ambos bandos, como si fueran pelotitas en un videojuego. Una
explotaba por allá, otra por acá, y ni siquiera daba tiempo de llevar un
conteo preciso, a pesar de lo desnivelado del juego de guerra.
Necesitábamos un milagro, y éste tenía que venir desde tierra.

Los computadores, con toda la experiencia de la red, empezaron a


decodificar los escudos desde los códigos base. Poco a poco, las naves
invasoras fueron perdiendo la ventaja inicial, puesto que las pérdidas de
los escuadrones humanos iban siendo compensados por las amplias
reservas que habían dejado las guerras mundiales. Por un momento, el
horrible juego estuvo empatado, se balanceó por un momento, y, por fin,
los invasores comenzaron a caer al perder sus escudos. Aparte de los
gritos de triunfo de los humanos, se escuchaban las naves estrelladas, que
lanzaban chispas como en día de celebración al ser aplastadas contra el
suelo.

En el tercer nivel se enfrentaba la nave nodriza con las bases lunares, que
habían sido desplegadas por los ejércitos de todo el mundo, previendo el
ataque que ahora era una realidad. El intercambio de fuego era parejo,
hasta que la nodriza fue obligada a retroceder exactamente detrás del
campo de asteroides, que le sirvió como escudo. Las hostilidades
crecieron cuando los asteroides empezaron a ser usados como proyectiles
dirigidos milimétricamente a los objetivos terrestres. En verdad ése fue un
punto central para que la guerra se mantuviera en equilibrio.
El empate fue declarado inestable al pasar de un año completo, en el día
de conmemoración de la primera batalla apareció lo que faltaba, el cuarto
nivel del enfrentamiento: el inicio de las negociaciones para la paz. Las
reglas que procuraban el cierre se darían entre tres partes: los alien, los
humanos, y la federación galáctica, que prontamente colocó su poderosa
estación de mando en la órbita de Marte.

La extraordinaria experiencia de la federación quedó de manifiesto


cuando los combatientes quedaron paralizados por el miedo. Por el lado
de los humanos se desconocía completamente la existencia de la
federación, y su capacidad para deshabilitar cualquier sistema de ataque
les dejó en la indefensión total. Los alien, por su parte, bien que sabían en
lo que se estaban metiendo, pero ya habían recibido su tapabocas en
numerosas ocasiones, incluido el intento de destruir a los insectoides, que
había terminado con vergonzosas retiradas ante la intervención de la
federación.

En un pequeño cuarto de una recóndita base marciana, por fin se


intentaría dar el conflicto por finalizado. Los representantes fueron un
alien, un humano, y tres razas pertenecientes a la federación. La
transcripción completa de la negociación sólo quedó en los archivos
electrónicos federales, era un secreto hermético para toda la galaxia, de la
conversación final sólo quedó una pequeña parte a la manera de mito.

-No podemos extender esta guerra por siempre- dijo Stuart, el americano.
-Para mí un inmediato cese de las hostilidades es la prioridad- contestó
Darnel con su típico acento alienígena, mientras movía sus antenas con
ansiedad.
-Como embajador de mi planeta, no veo motivo para seguir esta matanza-
será porque tengo un sesgo pacifista, dijo Lorrel, impaciente en su silla.
-Para nosotros, todo el honor está en ser aventurado, así que me inclino
porque continuemos la beligerancia- dijo Dinsen con ojos desorbitados, no
le gustaba que hubiera tanto humo en la habitación.
Por fin, dijo el presidente de la mesa con ojos locuaces -Por favor señores,
no vinimos aquí a perder el tiempo con las mismas palabrerías de siempre-
¿No habría manera de dejar de desperdiciar tantos recursos?
La noche marciana caía, dejando la habitación de color rojizo. A lo lejos,
una tormenta de arena parecía seguirse de largo, como sabiendo que no
podía intervenir en ese momento crucial.

El americano abrió las cartas con una amenaza terrible, que pareció ser
capaz de romper la burbuja de presión que la habitación conservaba a
falta de una atmósfera respirable. -Estamos cansados de tanto barullo,
nuestras naves están listas para destruir cualquier amenaza, incluso las de
la federación. En ese preciso momento, la galaxia tomó nota de la
auténtica amenaza que la raza humana representaba para toda forma de
vida. Desde entonces nos llaman “los beligerantes”.

El presidente también mostró que estaba de pocas pulgas, dejando caer


su trompa sobre la frágil mesa de negociación. -Esto es un callejón sin
salida, esta zona quedará bajo vigilancia permanente con el fin de impedir
cualquier forma de violencia, y ser ejemplo en toda la galaxia de lo que
sucede con los que no respetan las normas.

Todos tuvieron que firmar renuentes, incluso Dinsen tuvo que aceptar las
condiciones, puesto que era obvio que una ploriferación de zonas
desmilitarizadas no favorecería su forma de vida.

Si esperaban un final feliz tendrán que esperar otra ocasión más propicia.
La Tierra quedo castigada por miles de años, lejos de poder aprovechar las
ventajas de las amplias zonas de comercio. Su único consuelo fue servir de
ejemplo para las otras civilizaciones, puesto que sólo era visitada por
curiosos que querían saber cómo se veía un cementerio nuclear. Sólo 3 mil
humanos sobrevivían en la bota que fuera otrora Italia, rodeados por un
verdoso paisaje, si así se le podía llamar a las humeantes arboledas que
quedaban en sustitución de los hermosos bosques que algún día
admiraron miles de turistas que visitaban la preciada región.

Pero existe otro nivel, para algunos llamado nivel cinco. En éste puede
suceder hasta lo más inusitado, es como un sueño. Allí vive el planeta
Tierra con una brillante luz blanca, impávido ante los avatares de la
galaxia, tan perfecto como se puede ser.

El sueño de la colonización humana por sobre toda la galaxia. En éste nivel


cuántico, donde todo es posible, la humanidad se aferra a la existencia
ante la mirada del único Dios que existe, que contempla su Creación.
Hasta la federación ha desaparecido víctima de su propio atrevimiento, la
paz reinará en éste mundo idílico, en donde mueren todas las historias,
excepto la de nuestra querida humanidad.

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