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Vsip - Info - La Autoridad y La Sumision Watchman Nee PDF Free
Vsip - Info - La Autoridad y La Sumision Watchman Nee PDF Free
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En 1949 Watchman Nee dio una serie de mensajes acerca de la autoridad y la
sumisión en un adiestramiento dirigido a los colaboradores llevado a cabo en
Kuling, Fuchow. Quienes estuvieron en esas reuniones cayeron postrados ante la
gran luz que Dios vertió, y recibieron una clara percepción de la forma en que el
maligno llena toda la tierra, y del gran desconocimiento de ello entre aquellos a
quienes el Señor salva. ¿Cómo podrá venir el reino de Dios, al final de esta era, si
Sus hijos no tienen un testimonio de verdadera sumisión al Señor?
Los editores
Librería Evangélica de Taiwan
20 de enero de 1967
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Esta obra se basa en una serie de mensajes que Watchman Nee dio en el
adiestramiento que ofreció en el monte de Kuling en los años 1948 y 1949, y
consta de dos partes que tienen una estrecha relación entre sí. En 1988 c
publicó la primera parte en inglés bajo el título
libro que abarcaba como tema general la autoridad espiritual y la
sumisión. La presente edición incluye una segunda parte, anteriormente
traducida del chino, que trata de la autoridad que Dios delega.
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La obra de Dios se origina en Su trono; el trono de Dios está establecido sobre la
autoridad. Todo fue creado por medio de la autoridad de Dios, y todas las leyes
naturales mantienen su cohesión por medio de Su autoridad. Por tanto, la Biblia
dice que Dios sustenta todas las cosas por Su palabra, la cual es Su autoridad
(He. 1:3b). No dice el versículo que Dios sustente todas las cosas por medio de
Su poder, ya que la autoridad de Dios lo representa a El mismo, mientras que Su
poder representa Sus acciones. Es fácil ser perdonados del pecado que está en
contra del poder de Dios, pero no es fácil ser perdonados del pecado que está en
contra de la autoridad de Dios, debido a que pecar contra la autoridad de Dios
es pecar contra El mismo. Dios es la única autoridad de todo el universo. Todas
las demás autoridades son delegadas por El. En todo el universo nada está por
encima de Su autoridad; nada puede sobrepasarla. Por esta razón, si queremos
servir a Dios, debemos conocer Su autoridad.
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Satanás llegó a ser quien es debido a que fue más allá de la autoridad de Dios. El
quería competir con Dios y oponérsele. Así que, la causa de su caída fue la
rebelión.
En la oración que el Señor ofrece en Mateo 6:9 -{
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también la autoridad y la gloria son Suyas. Todo es de Dios. Comprender la
realidad de que el reino es de Dios nos hace completamente libres de Satanás.
Puesto que Dios administra todo el universo, tenemos que aprender a
someternos a la autoridad de Dios. Nadie puede robar la gloria de Dios.
Satanás le mostró al Señor todos los reinos de la tierra, pero el Señor dijo que
todos los reinos de los cielos son de Dios. Necesitamos saber a quién pertenece
indiscutiblemente la autoridad. Cuando predicamos el evangelio, conducimos
las personas a someterse a la autoridad de Dios. Si vamos a establecer la
autoridad de Dios sobre la tierra, tenemos que estar sometidos a esa autoridad.
Si no lo hacemos, ¿cómo hemos de derrotar a Satanás?
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El centro de todas las disputas de todo el universo es la decisión de a quién
pertenece la autoridad. Tenemos que enfrentarnos con Satanás cuando
afirmamos que la autoridad le pertenece a Dios. También debemos someternos a
la autoridad de Dios y defenderla. Necesitamos encontrarnos cara a cara con la
autoridad de Dios para darnos cuenta de lo que significa dicha autoridad.
Antes de que Pablo se diera cuenta de lo que significaba esta autoridad, quiso
erradicar la iglesia de la tierra. Pero después de encontrarse con el Señor cuando
iba hacia Damasco, comprendió que es difícil dar coces (utilizar la energía del
hombre) contra el aguijón (la autoridad de Dios). Cayó en tierra, reconoció a
Jesús como Señor y se sometió a las instrucciones de Ananías. Pablo se encontró
con la autoridad de Dios. En su conversión, entendió no solamente el significado
de la salvación sino también el de la autoridad de Dios.
Pablo era un hombre culto y versado, mientras que Ananías era un hermano
insignificante. La Biblia solamente lo menciona una vez. Si Pablo no se hubiera
encontrado con la autoridad de Dios, no habría podido hacerle caso a Ananías.
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nos muestra que todo aquel que se encuentra con la autoridad, se relacionará
con ésta, y no con la persona que la tiene. Solamente debemos prestar atención a
la autoridad, no a la persona, ya que nuestra sumisión no está dirigida a una
persona sino a la autoridad de Dios en esa persona. Si ésta no es nuestra actitud,
no sabremos lo que es la autoridad. Si nos sometemos primeramente a una
persona, y no a la autoridad que inviste a esa persona, estamos completamente
equivocados. Si tocamos primero la autoridad y luego nos sometemos a la
persona independientemente de quién sea, vamos por el camino correcto.
Dios emplea una enorme fuerza para mantener Su autoridad, la cual es más
fuerte que todo lo demás. Todos nosotros, los que tenemos tanta confianza en
nosotros mismos y que en realidad estamos tan ciegos, necesitamos
encontrarnos cara a cara con la autoridad de Dios, por lo menos una vez en la
vida. Sólo cuando somos quebrantados podemos ser sumisos y comenzamos a
descubrir lo que es la autoridad de Dios. Sólo cuando uno se encuentra con la
autoridad de Dios puede someterse a la autoridad que El delega.
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La mayor exigencia que Dios hace al hombre no es que lleve la cruz, ni que dé
ofrendas, ni que se consagre, ni que se niegue al yo, sino que se someta a El.
Dios le ordenó a Saúl atacar a los amalecitas y destruirlos completamente ju nto
con todo lo que ellos tenían (1 S. 15:1-3). Pero cuando Saúl derrotó a los
amalecitas, le perdonó la vida a Agag, el rey de ellos. También preservó las
mejores ovejas, el ganado y todo lo bueno, y no quiso destruirlos para ofrecerlos a
Dios (vs. 7-9, 14-{ 5
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sacrificio del cual se habla aquí, es el holocausto, el cual no tiene relación alguna
con el pecado, sino que se ofrece para ser aceptado por Dios y para traerle
satisfacción. Sin embargo, Samuel le dijo que prestar atención y obedecer es
mejor que ese sacrificio. Esto se debe a que aun al ofrecer el holocausto, existe la
posibilidad de que haya una mezcla con la voluntad del hombre. Solamente
prestar atención y obedecer honran de una manera absoluta a Dios y exaltan su
voluntad.
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Algunos piensan que la oración que el Señor ofreció en el huerto de Getsemaní,
donde sudó grandes gotas que caían como sangre a la tierra, es una señal de Su
debilidad en la carne y de Su temor de beber la copa (Lc. 22:44). Pero ése no es el
caso. La oración hecha en Getsemaní se rige por el mismo principio al que s e
alude en 1 Samuel 15:22. La oración que el Señor elevó en Getsemaní es la mejor
expresión de la sumisión a la autoridad de Dios. La sumisión de nuestro Señor a
la autoridad de Dios va mucho más allá de Su sacrificio en la cruz. El
sinceramente buscaba co
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Quienes participamos en la obra del Señor somos siervos de Dios. Por lo tanto, lo
primero con lo que nos encontramos es la autoridad. Tocar la autoridad es tan
práctico como tocar la salvación. Para nosotros ésta es una lección muy
profunda. Debemos ser afectados y golpeados por la autoridad, por lo menos
una vez en la vida. Cuando hayamos tocado la autoridad, la veremos
dondequiera que nos encontremos, y sólo entonces Dios podrá restringirnos y
comenzar a usarnos.
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En Mateo 26 y 27 el Señor pasó por dos clases de juicios: el de la religión, ante el
sumo sacerdote (26:57-66), y el del gobierno civil, ante Pilato (27:11-14).
Cuando Pilato lo interrogó, el Señor podía guardar silencio, porque El no estaba
atado a las leyes terrenales. Pero cuando el sumo sacerdote le conjuró por el
Dios viviente, el Señor tuvo que contestar, pues el asunto se relacionaba con la
sumisión a la autoridad. También en Hechos 23 cuando Pablo fue juzgado, al
darse cuenta de que Ananías era el sumo sacerdote de Dios, se le sujetó. Los
obreros del Señor debemos encontrarnos cara a cara con la autoridad. De lo
contrario, nuestra obra no se regirá por el principio de la voluntad de Dios, que
es la sumisión a la autoridad, sino que nos encontraremos en el principio de la
rebelión de Satanás, que consiste en obrar fuera de la voluntad de Dios. Este
asunto requiere en verdad una revelación profunda.
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En el universo existen dos grandes acciones: creer para ser salvo, y someterse a la
autoridad. En otras palabras, confiar y obedecer. La Biblia nos muestra que el
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autoridad de Dios, lo cual es pecado. La transgresión se relaciona con la
conducta, mientras que vivir sin ley tiene que ver con la actitud y con los
motivos del corazón. La edad presente es una edad rebelde; el mundo está lleno
de pecados de rebelión. Inclusive, el inicuo e stá a punto de manifestarse. Al
mismo tiempo, la autoridad va siendo cada vez más desplazada en el mundo. Al
final, toda la autoridad será desechada, y lo único que quedará será un reino de
rebeldía.
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Examinemos la historia de Adán y Eva en Génesis 2 y 3. Después de que Dios
creó a Adán, le dio algunas instrucciones. Le ordenó que no comiera del fruto
del árbol del conocimiento del bien y del mal. Tengamos presente que la
cuestión no se limitaba simplemente a comer o no comer del fruto prohibido.
Dios puso a Adán bajo cierta autoridad para observar si se sometería a ella. Dios
confió toda la creación a la autoridad de Adán, para que él la administrara y
tuviera la autoridad de toda la creación. En ese entonces, Dios puso a Adán bajo
Su propia autoridad para que aprendiera a someterse a la autoridad. Sólo
quienes se someten a la autoridad pueden ejercer autoridad.
En el principio, Dios creó primero a Adán, y después a Eva. El decidió que Adán
fuera la autoridad y que Eva se sometiera a dicha autoridad. Dios dispu so que
uno fuera la autoridad y que el otro se sometiera. Tanto en la vieja creación
como en la nueva, la autoridad depende del orden o la secuencia de precedencia.
El que es creado primero tiene la autoridad. El que es salvo primero posee la
autoridad. Por esta razón, a dondequiera que vayamos, lo primero que debemos
preguntarnos es a quién el Señor desea que nos sometamos. En donde nos
encontremos, debemos determinar quién tiene la autoridad y someternos a ella.
Cuanto más sumiso sea el hombre, menos actuará por su cuenta. En el comienzo
de la búsqueda del Señor por parte del hombre, se ve mucha actividad y poca
sumisión. A medida que avanza, sus actividades disminuyen y, al final, queda
solamente la sumisión. Muchas personas cuando se encuentran frente a la obra,
tienden a tomar decisiones; no les gusta quedarse quietos. No les preocupa si
son sumisos o no. A eso se debe que veamos tantas obras realizadas por el yo y
no por escuchar y obedecer.
El hombre no debe hacer nada basándose en el conocimiento del bien y del mal.
Sólo debe actuar en obediencia. El principio de discernir entre el bien y el mal es
el principio de conducirse según lo que uno juzgue bueno o malo. Antes de que
Adán y Eva tomaran el fruto del árbol, el bien y el mal pertenecían sólo a Dios.
Si ellos no vivían en la presencia de Dios, no podían saber nada; pues tanto el
bien como el mal pertenecían sólo a Dios. Pero después de que el hombre comió
el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, encontró una fuente de
discernimiento entre lo bueno y lo malo aparte de Dios. En consecuencia,
después de que cayó, no tuvo necesidad de acudir a Dios, y podía salir adelante
solo; podía estar separado de Dios y juzgar entre lo bueno y lo malo. En esto
consistió la caída. La redención nos hace aptos para que nos volvamos a Dios a
fin de que el escoja por nosotros entre lo que es bueno y lo que es malo.
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Toda autoridad proviene de Dios porque todo fue dispuesto por El. Si tratamos
de encontrar de dónde proviene alguna autoridad, descubriremos que en todos
los casos proviene de Dios. El está por encima de toda autoridad, toda autoridad
está sometida a El. Cuando nos encontramos con la autoridad de Dios, tocamos a
Dios mismo. En realidad, Dios no lleva a cabo Su obra por Su poder sino por Su
autoridad. El sustenta todas las cosas por Su palabra, la cual equivale a Su
autoridad. No sabemos cómo trabaja la autoridad de Dios, pero sí sabemos que
es Dios quien lleva a cabo todas las cosas por medio de Su autoridad.
El centurión cuyo siervo estaba enfermo sabía que había una autoridad por
encima de él a la cual debía someterse, de la misma manera que él tenia
soldados que se sometían a él. Por eso, él solamente necesitaba que el Señor
dijera una sola palabra, pues sabía que eso era suficiente para que su siervo
sanara. El sabía que toda autoridad estaba en las manos del Señor y creía en la
autoridad de El. Esta es la razón por la cual el Señor dijo que no había hallado
[en Israel] una fe tan grande como ésa. Encontrarse con la autoridad de Dios es lo
mismo que encontrarse con Dios. En la actualidad Dios delega autoridades en todo
el universo. Todas las órbitas que hay el universo son establecidas por El, y todos
los caminos de los hombres fueron determinados por El. Por consiguiente, todos
ellos están bajo Su autoridad. Ofender la autoridad de Dios es ofender a Dios.
Por eso, el creyente debe someterse a la autoridad.
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Cuando Adán cayó, el orden del universo fue destruido. Jamás debemos tratar
de diferenciar entre lo bueno y lo malo. Más bien, debemos someternos a la
autoridad. El hombre siempre está presto a juzgar lo que es bueno y lo que es
malo. El considera que esto es bueno y que aquello no lo es. Parece como si el
juicio del hombre fuera más claro que el de Dios. Esto es, por tanto, una
condición caída e insensata y debe ser erradicada de nosotros, ya que no es otra
cosa que rebelión.
El siervo de Dios verá la autoridad en el universo, en su comunidad, en su hogar y
en la iglesia. Si un hombre nunca se ha encontrado con la autoridad de Dios, no
podrá someterse a El. Esto no es cuestión de doctrina ni de teoría. Si lo fuera,
sería bastante abstracta. Algunos piensan que es muy difícil someterse a la
autoridad. Pero no lo es cuando uno se encuentra con Dios. Si no fuera por Su
misericordia, nadie podría someterse a Su autoridad. Por esta razón, debemos
tener presentes algunos aspectos básicos:
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Pero un día Noé bebió del vino de su viña, se embriagó y quedó desnudo en su
tienda. Cuando su hijo Cam vio la desnudez de su padre, salió de la tienda y lo
contó a sus hermanos. Sabemos que la conducta de Noé estaba equivocada; él no
debió embriagarse. Pero Cam no vio cuán serio era el asunto de la autoridad. El
padre es la autoridad que Dios estableció en la familia. Ahora bien, a la carne
le gusta ver que la autoridad caiga en vergüenza para sentirse libre de la
restricción. Cuando Cam vio el comportamiento erróneo de su padre, no tuvo
ninguna compasión ni se condolió de él. Tampoco guardó el asunto en secreto.
Esto demuestra que tenía un espíritu rebelde, pues salió a decírselo a sus
hermanos y expuso la vergüenza de su padre, y también que su conducta era
rebelde. Notemos, por otro lado, la manera en que Sem y Jafet trataron el
asunto. Ellos entraron a la tienda de espaldas y no miraron la desnudez de su
padre, sino que lo cubrieron sin volverse. El fracaso de Noé fue una prueba para
Sem, Cam, Jafet y Canaán, el hijo de Cam, que pondría en evidencia quién era
sumiso y quién era rebelde. El fracaso de Noé sacó a la luz la rebelión de Cam.
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Este es un asunto muy solemne. Servir a Dios y ofrecer fuego extraño son
asuntos similares y, al mismo tiempo, completamente diferentes. El servicio a
Dios se origina en El. Esto significa que el hombre sirve a Dios sujeto a su
autoridad y, como resultado, es acepto. Pero el fuego extraño se origina en el
hombre, y no requiere que uno obedezca la voluntad de Dios ni que se someta a
Su autoridad. Sólo se necesita el celo del hombre, y el resultado será la muerte.
Frecuentemente producimos muerte cuando servimos y cuando laboramos. En
tales circunstancias debemos pedirle a Dios que nos ilumine. ¿Estamos bajo el
principio del servicio o bajo el principio del fuego extraño?
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Cuando Nadab y Abiú trabajaron separados de Aarón, trabajaron separados de
Dios, debido a que la obra de Dios debe realizarse en coordinación y bajo
autoridad. En el Nuevo Testamento vemos a Bernabé y Pablo, a Pablo y
Timoteo, y a Pedro y Marcos. En todos estos casos vemos a una persona que
toma la iniciativa y a una que ayuda y se somete. En la obra de Dios, algunos son
establecidos para que ejerzan autoridad, y otros, para que se sometan a la
autoridad. Dios desea que seamos sacerdotes según el orden de Melquisedec. De la
misma manera, debemos servir a Dios según el orden de la coordinación bajo la
autoridad.
Dios escogió a Moisés para que sacara de Egipto a los israelitas. Pero María
menospreció a Moisés. Por lo tanto, Dios no se agradó de esto. Está bien que
quisiera reprender a su hermano, pero no que hablara contra la autoridad de
Dios. Ni Aarón ni María conocían la autoridad de Dios. Ellos desarrollaron un
corazón rebelde al mantener una relación natural. Moisés no respondió nada, ya
que sabía que si él era la autoridad delegada de Dios, no había necesidad alguna
de defenderse. Cualquiera que hablara contra él, tocaría la muerte; así que no
necesitó decir palabra. Mientras Dios le hubiera delegado Su autoridad, él no
tenía que hablar. Un león no necesita protección porque es la autoridad. Moisés
primero se sometió a la autoridad de Dios, y entonces pudo representar a Dios
como autoridad. El era más manso que todos los hombres que había sobre la
tierra (v. 3). La autoridad que Moisés representaba era la autoridad de Dios.
Todas las autoridades son delegadas por Dios y nadie puede quitarlas.
Las palabras de rebelión subieron y fueron oídas por Dios (v. 2b). Cuando Aarón y
María ofendieron a Moisés, ellos ofendieron a Dios, quien estaba en Moisés. Por
eso, Dios se airó contra ellos. Cuando el hombre toca la autorid ad delegada, toca
a Dios en esa persona, y cuando ofende la autoridad delegada, ofende a Dios
mismo.
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Dios llamó a los tres a salir a la puerta del tabernáculo de reunión (v. 4). Aaró n y
María salieron osadamente, seguros de que estaban en lo correcto. Ellos
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familia. Tenemos muchas %
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siervo Moisés, que es fiel en toda mi casa ... ¿Por qué, pues, no tuvisteis temor
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talento del hombre, sino de la elección de Dios. Los asuntos espirituales son
completamente diferentes a los principios terrenales.
La autoridad es Dios mismo, quien no debe ser agraviado. Cualquiera que hable
en contra de Moisés estará hablando contra la elección de Dios, la cual no
podemos menospreciar.
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Cuando la ira de Dios se encendió, la nube se alejó de la tienda y la presencia de
Dios se apartó. Inmediatamente, María quedó leprosa (v. 10). Esto no fue
producto de alguna infección, sino que fue ocasiona do por Dios. Tener lepra no
es mejor que estar casado con una mujer etíope. Tan pronto como la rebelión
interna se manifiesta, viene la lepra. Los leprosos debían ser marginados. No
podían acercarse a ellos y quedaban privados de toda comunión.
Cuando Aarón vio que María quedó leprosa, él suplicó a Moisés que intercediera
para que Dios la sanara. Dios indicó que María fuera echada del campamento
por siete días, después de los cuales sería recibida de nuevo. Ella fue
avergonzada por siete días como si su padre hubiera escupido sobre su rostro.
Sólo después de siete días la tienda de reunión pudo continuar su viaje. Cada vez
que surge la rebelión y la murmuración entre nosotros, la presencia de Dios se
va y la tienda se detiene. La columna de nube no regresa h asta que sea juzgada
la murmuración. Si el asunto de autoridad no ha sido establecido, todos los
demás asuntos permanecerán inestables.
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Muchos piensan que están sometidos a Dios, pero no saben que necesitan
someterse a la autoridad que El delega. Los que son verdaderamente sumisos
ven la autoridad de Dios en sus circunstancias, en su hogar y en las
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alerta. No podemos ser descuidados pensando que podemos hablar
precipitadamente. Cuando surge la murmuración, queda en evidencia que la
rebelión está presente, pues es la expresión de ésta. Debemos temer a Dios y
nunca hablar precipitadamente. Muchas personas hoy en día, hablan en contra
de quienes los preceden, de los hermanos responsables en la iglesia, pero no se
dan cuenta de la seriedad de este asunto. Si un día la iglesia recibe gracia de
Dios, se separará de los que murmuran contra los siervos de Dios y no hablará
con ellos porque son leprosos. Que Dios tenga misericordia de nosotros para
que veamos que este asunto no se relaciona con cierto hermano sino con la
autoridad que Dios delegó. Si hemos tenido un encuentro con la autoridad,
sabremos que existen muchas situaciones en las que pecamos contra Dios. Por
eso, nuestro concepto con respecto al pecado cambia, pues veremos el
significado del pecado desde el punto de vista de Dios. El pecado que Dios
condena es la rebelión del hombre.
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En Números 16 se habla del séquito de Coré, quien pertenecía a la tribu de Leví, y
de Datán y Abiram, quienes eran de la tribu de Rubén. Los levitas
representaban la tribu de los espirituales, y Datán y Abiram representaban a los
líderes. A ellos se unieron doscientos cincuenta hombres de renombre. Todos
estos príncipes se reunieron para rebelarse contra Moisés y a Aarón, y atacaron
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santos ... ¿por qué, pues, os levantáis vosotros sobre la congregación de
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palabras con toda sinceridad. Al reprender a Moisés, no mencionaron nada de
su relación con Dios ni de lo ordenado por Dios. Cuando Moisés escuchó
acusaciones tan graves, no se enojó ni se molestó. En vez de esto, se postró
delante de Jehová y no trató de defenderse; tampoco tra tó de ejercer la
autoridad porque ésta era de Dios. El les dijo a Coré y a todo su séquito que
esperaran hasta la mañana. En la mañana Jehová mostraría quién era suyo y
quién era santo. El respondió a un espíritu de rebelión con un espíritu de
sumisión.
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Entonces Moisés se enojó pero no contestó nada sino que oró a Dios. Muchas
veces la rebelión del hombre fuerza a Dios a ejecutar Su juicio. Dios dijo:
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Dios debe quitar la rebelión de entre su pueblo. Moisés y Aarón se postraron
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>2 Dios respondió la oración de Moisés y
Aarón, y juzgó sólo al séquito de Coré. Por eso, los israelitas no sólo escucharon
las palabras de la autoridad delegada por Dios, sino que Dios mismo testificó
delante de los israelitas que El aceptaba las palabras de dicha autoridad.
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Cuando los rebeldes hablaron contra Moisés diciendo que él no los había
conducido a la tierra que fluye leche y miel, y que no les había dado por heredad
las tierras y las viñas, sus palabras eran de alguna manera verdaderas ya que
ellos estaban todavía en el desierto y no en la tierra que mana leche y miel.
Notemos que cada vez que los hombres actúan y juzgan según la doctrina o lo
que ven físicamente, toman el camino del razonamiento; pero quienes se
someten a la autoridad entrarán en Canaán por medio de la fe. Los que
argumentan o arguyen razones no pueden tomar el camino del espíritu; pero los
que por medio de la fe siguen la columna de nube y de fuego y la orientación de
Moisés, quien es la autoridad delegada, disfrutarán la plenitud del espíritu. La
tierra abre su boca para tragar a los rebeldes; es así como la muerte los conduce
rápidamente al Hades. Los que no se someten a la autoridad ven con mucha
claridad; pero lo único que pueden ver es la desolación del desierto. Sólo los que
están aparentemente ciegos, que avanzan por la fe sin fijarse en la desolación
que los rodea, pueden entrar en Canaán. Quienes están en senda espiritual ven la
promesa de bendición futura con los ojos de la fe. Por lo tanto, uno debe
encontrarse con la autoridad, ser restringido por Dios y someterse a Su
autoridad delegada. Si lo único que uno ve es a su padre o a sus hermanos o
hermanas, no ha visto lo que es la autoridad y todavía no conoce a Dios; ya que
para conocer la autoridad se requiere una revelación personal, y no solamente
una enseñanza teórica.
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En Números 16 vemos dos rebeliones. En los versículos del 1 al 40 vemos la
rebelión de los líderes, y en los versículos del 41 al 50 vemos la rebelión de toda la
congregación. El espíritu de rebelión se contagia. El juicio de los doscientos
cincuenta no fue suficiente advertencia para toda la congregación. Ellos vieron
con sus propios ojos el fuego que vino de Dios y consumió a los doscientos
cincuenta que habían ofrecido el incienso. No obstante, se rebelaron y hasta
acusaron a Moisés de haberles dado muerte. Moisés y Aarón no pod ían hacer
que la tierra se abriera ni consumir a las personas con fuego; así que obviamente
fue Dios quien lo hizo. Algunos hombres sólo se guían por lo que ven con los
ojos físicos, y no logran ver que toda autoridad proviene de Dios. Tales personas
son muy osadas, pues no temen ni siquiera cuando ven la ejecución del juicio de
Dios. Esto se debe a que no conocen el significado de la autoridad. Este es un
asunto muy peligroso. Cuando toda la congregación atacó a Moisés y Aarón, la
gloria de Dios apareció para mostrarles que la autoridad proviene de El. Dios los
juzgó trayendo una plaga en la cual murieron 14.700 personas. Moisés discernió
rápidamente lo que estaba sucediendo y le dijo a Aarón que tomara de
inmediato el incensario y que le pusiera fuego e in cienso para hacer propiciación
por la congregación. Aarón se puso entre los muertos y los que todavía estaban
vivos, y la mortandad cesó.
Dios pudo tolerar las diez veces que Su pueblo murmuró en el desierto, pero no
tolera que se ofenda a Su autoridad. El puede tolerar muchos pecados y aun
perdonarlos, pero cuando se trata de la rebelión, no la tolera porque ella
corresponde al principio de la muerte, es decir, al principio de Satanás. Por esta
razón, el pecado de la rebelión es más serio que cualquier otr o pecado. Cada vez
que alguien se opone a la autoridad, Dios inmediatamente lo juzga. Cuán
solemne es este asunto.
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Durante el establecimiento del reino de Israel, Dios oficialmente estableció Su
autoridad sobre la tierra. Cuando los israelitas entraron en Canaán, le pidieron a
Dios que les diera un rey; por tanto Dios envió a Samuel a ungir a Saúl como su
primer rey (1 S. 10:1). Dios escogió a Saúl y lo constituyó como autoridad, es
decir, como autoridad delegada. Pero cuando éste llegó a ser rey, no se sometió a
la autoridad de Dios. Saúl violó la autoridad de Dios y se rehusó a matar al rey de
Amalec y preservó lo mejor de su ganado, rebelándose contra Dios y
desobedeciendo Sus palabras. Debido a esto, Dios lo desechó y ungió a David
por rey (1 S. 15ß16). Sin embargo, David seguía bajo la autoridad de Saúl y era
uno de sus súbditos; más aún, era un soldado de su ejército e incluso llegó a ser
su yerno. Estos dos hombres habían sido ungidos por Dios, pero Saúl procuraba
matar a David. Había dos reyes en Israel. Uno había sido desechado pero
todavía estaba en el trono, y el otro había sido escogido pero no reinaba todavía.
En esos momentos David se encontraba en una situación muy difícil.
Anteriormente Dios había puesto a Saúl como rey, y David estaba bajo su
autoridad. Si David hubiera matado a Saúl, habría obtenido el reinado a costa de la
rebelión, y habría caído en la esfera de la rebelión; pero David no se atrevió a
hacer esto. Este es el mismo principio por el que Miguel no se atrevió a proferir
juicio de maldición contra Satanás (Jud. 9). La autoridad es un asunto muy
delicado.
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Dios desea defender Su autoridad de una manera absoluta y tiene que recobrar
este asunto. Examinemos de nuevo 1 Samuel 26. Algo similar sucede en el
desierto de Zif. Se presenta una segunda tentación. Saúl se quedó dormido, y
David llegó al lugar donde él dormía. Abisai quería matar a Saúl, pero David se
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espada y la vasija de agua de Saúl (vs. 7-12). Su conducta fue mejor que la de la
tentación anterior. David no tomó nada del cuerpo de Saúl, sino algo que
estaba al lado. El renunció a la oportunidad de rebelarse y honró la autoridad de
Dios.
De acuerdo con 1 Samuel 31 y 2 Samuel 1, Saúl murió por su propia mano. Pero
un joven amalecita vino a David para reclamar el crédito, diciendo que él había
matado a Saúl; sin embargo, David continuó negándose a su yo y sometiéndose
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ejecución de aquel mensajero joven.
Puesto que David mantuvo la autoridad de Dios, se dice que él era un hombre
conforme al corazón de Dios. Su reino ha sido preservado hasta ahora, pues el
propio Señor Jesús es un descendiente suyo. Sólo los que se someten a la
autoridad pueden ser autoridad. Este es un asunto serio. Debemos erradicar la
rebelión de entre nosotros. Para poder llegar a ser una autoridad debemos
primero someternos a la autoridad. Este es un asunto decisivo. Si no
entendemos esto claramente, no podremos seguir adelante. La iglesia es un
órgano de sumisión. No debemos temer a los débiles en la iglesia, pero sí a los
rebeldes. Debemos someternos a la autoridad de Dios desde lo profundo de
nuestro corazón. Sólo así la iglesia será bendecida. El camino que tenemos por
delante depende de nosotros. Debemos vivir nuestros días con mucha
sobriedad.
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La Palabra de Dios nos dice que el Señor Jesús y el Padre son uno. En el
principio existía el Verbo, y también existía Dios. El Verbo era Dios y este Verbo
creó los cielos y la tierra. En el principio la gloria estaba con Dios, una gloria a la
cual nadie podía acercarse. Esta era la gloria del Hijo. El Padre y el Hijo son
iguales, omnipotentes, coexistentes, es decir, existen simultáneamente. Pero
existe una diferencia en la persona del Padre y del Hijo. Esta diferencia no es Su
naturaleza intrínseca, sino algo en la constitución de la Deidad. La Biblia dice
que el Señor no consideró el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse (Fil. 2:6).
Aferrarse significa tomar con fuerza. La igualdad entre el Señor y Dios no era
algo a lo que El tuviera que asirse por la fuerza; tampoco era una imposición ni
una usurpación, porque el Señor tiene ya la imagen de Dios.
El pasaje de Filipenses 2:5-7 constituye una sección, y los versículos del 8-11
constituyen otra. La primera sección muestra que Cristo se despojó a Sí mismo, y
la segunda sección afirma que El se humilló a Sí mismo. El Señor se bajó dos
veces: primero se despojó de Su deidad, y luego se humilló a Sí mismo tomando
forma humana. Cuando el Señor descendió a la tierra, se despojó de la gloria, el
poder, la posición y la imagen que tenía en su deidad. Como resultado de esto,
quienes no tenían revelación no lo reconocieron ni lo aceptaron como el Hijo de
Dios, y pensaron que se trataba de un hombre común. Con respecto a la Deidad, el
Señor escogió voluntariamente ser el Hijo, y someterse a la autoridad del
Padre. Por lo tanto, El dijo que el Padre era mayor que El (Jn. 1 4:28). El Hijo
tomó esa posición voluntariamente. En la Deidad hay una armonía perfecta.
También podemos decir que en la Deidad hay igualdad; sin embargo, en la
Deidad el Padre debe ser la cabeza y el Hijo debe someterse. El Padre representa la
autoridad, y el Hijo representa la sumisión.
c2cc
cc
Originalmente, no había necesidad de que la Deidad se sometiera, pero debido a
que el Señor creó la sumisión, el Padre llegó a ser la Cabeza de Cristo en la
Deidad. Tanto la autoridad como la sumisión fueron establecidas por Dios y
creadas desde el principio. Por consiguiente, quienes conocen al S eñor serán
sumisos espontáneamente, pero los que no conocen ni a Dios ni a Cristo, no
conocen ni la autoridad ni la sumisión. En Cristo tenemos el modelo por
excelencia de la sumisión; por eso, los que son sumisos aceptan el principio de
Cristo, y quienes están llenos de Cristo, estarán llenos de sumisión.
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realidad, el hombre no tiene derecho a hacer tales pr eguntas. Solamente el
Señor es apto para hablar de esa manera; y aún así, jamás formuló esas
preguntas. Ni siquiera hubo en El ese pensamiento. Cristo representa la
sumisión, una sumisión perfecta, del mismo modo que la autoridad de Dios es
perfecta. Hoy día algunas personas piensan que conocen la autoridad, pero no
conocen la sumisión. Solamente podemos pedir la misericordia de Dios para
tales personas.
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En deidad, el Señor es igual a Dios el Padre, pero llegó a ser el Señor por obra de
Dios, lo cual sucedió después que El se hubo despojado de su deidad. La deidad
del Señor Jesús se basa en lo que El es. El es Dios desde el principio; pero
obtuvo la posición como Señor sobre la base de lo que hizo. Después de que El
dejó a un lado Su forma divina para satisfacer el principio de sumisión y de que
ascendió a los cielos, Dios le dio la posición de Señor. En cuanto a Su
constitución, El es Dios, y en cuanto a Su logros, El es el Señor. El señorío no
estaba originalmente presente en la Deidad.
c.c2
En Hebreos 5:8 se afirma que el Señor aprendió la obediencia por medio de los
padecimientos. Los sufrimientos produjeron obediencia en El. La verdadera
sumisión se encuentra cuando obedecemos a pesar del sufrimiento. La utilidad
de un hombre no depende de si ha sufrido, sino de si ha aprendido la obediencia
por medio del sufrimiento. Sólo quienes son obedientes a Dios le son útiles. Si
nuestro corazón no ha sido ablandado, los sufrimientos persistirán; por esta
razón, nuestro camino es un camino de múltiples sufrimientos. El hombre que
anhela la comodidad y el placer no es útil para Dios. Debemos aprender a ser
obedientes en los sufrimientos. Cuando el Señor vino a la tierra, no trajo consigo la
obediencia; la aprendió por medio de los sufrimientos.
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Dios estableció el principio de la sumisión en la vida del Señor. Como resultado,
El estableció Su autoridad por medio de El. En este capítulo veremos cómo Dios
establece Su reino por medio de la sumisión. Cuando el Señor vino a la tierra,
vino con las manos vacías, es decir no trajo consigo la obediencia. El aprendió la
obediencia por medio de los sufrimientos que experimentó y llegó a ser el autor
de eterna salvación para todos los que le obedecen. Su obediencia en la tierra, la
obediencia que lo llevó a la cruz, la aprendió por medio de Sus sufrimientos. Por
medio de todos ellos él fue perfeccionado para aprender la obediencia. El Señor
gozaba de la libertad de estar en la Deidad, pero llegó a ser un hombre, un ser
débil, y en tal condición padeció. Cada sufrimiento por el cual El pasó, produjo
frutos de obediencia. Ninguno de los sufrimientos del Señor logró que El se
quejara ni murmurara. No obstante, muchos creyentes, al pasar los años, no
aprenden la obediencia. Aunque sus sufrimientos aumentan, su obediencia no
mejora. Cuando experimentan sufrimientos, profieren palabras de
desesperanza, lo cual revela que no han aprendido la obediencia. El Señor pasó
por muchas clases de sufrimientos, los cuales manifestaron siempre Su
sumisión; como consecuencia llegó a ser el autor de nuestra salvación. Por
medio de la obediencia de uno, muchos recibieron la gracia. La obediencia del
Señor trajo el reino de Dios, pues la meta de la redención es el agrandamiento
de Su reino.
.c
¿Ha pensado usted alguna vez en el daño tan grande que sufrió el universo por la
caída de los ángeles y del hombre, y cuán grande fue este problema para Dios?
Dios deseaba que los ángeles y los hombres aceptaran Su autoridad; sin
embargo, ambas criaturas la rechazaron. No fue posible que Dios estableciera Su
autoridad sobre Sus criaturas. Sin embargo, El nunca retrajo Su autoridad. El
puede retraer Su presencia, pero jamás retrae Su sistema de autoridad.
Dondequiera que se encuentre la autoridad de Dios, El tendrá una posición
prominente. Por un lado, Dios mantiene Su sistema de autoridad y por otro, El
establece Su reino. Aunque Satanás se rebeló contra la autoridad de Dios, y
aunque el hombre diariamente viola esa autoridad rebelándose contra Dios,
Dios no permitirá que esta rebelión continúe y establecerá Su propio reino. La
Biblia llama al reino de Dios el reino de los cielos porque la rebelión no se limita a
este mundo (Mt. 4:17; Mr. 1:15), pues los ángeles, quienes están en los cielos,
también se rebelaron.
El Señor vino a la tierra para establecer el reino de Dios; y para esto debemos
ver que el evangelio consta de dos aspectos: un aspecto individual y uno
corporativo. En el aspecto individual, el evangelio da vida eterna a los que creen; y
en el aspecto corporativo, el evangelio llama a las personas al arrepentimiento
para que entren en el reino de Dios. Los ojos de Dios están puestos en el reino.
En la oración que el Señor hace en Mateo 6:9-13, se habla del reino al comienzo (
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reino es la esfera donde El ejerce Su autoridad. En Luca s 17:21, el Señor dijo:
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indica que el Señor Jesús es el reino de Dios. Decir que el Señor Jesús está entre
vosotros equivale a decir que el reino de Dios está entre vosotros, po rque la
autoridad de Dios se lleva a cabo en El sin ningún obstáculo. El reino de Dios
está en el Señor y también en la iglesia. Debido a que la vida del Señor fue dada a
la iglesia, Su reino debe propagarse y establecerse por medio de ella. Dios
estableció un reino en los tiempos de Noé, pero sólo era un gobierno humano;
no era el reino de Dios, ya que éste comenzó con el Señor Jesús. Pero ¡cuán
pequeña era la esfera de acción de este reino! Mas ahora, ese único grano de
trigo produjo muchos granos. Hoy la esfera del reino de Dios no se limita
solamente al Señor Jesús; sino que se extiende a muchos creyentes.
El propósito de Dios no es sólo que seamos la iglesia, sino que como tal seamos
Su reino. La iglesia debe ser la esfera del reino de Dios, es decir, e l lugar donde
El ejerce Su autoridad. Por consiguiente, el deseo de Dios no se limita a ganar
terreno en algunas personas, ya que desea que la iglesia en su totalidad esté
libre de rebelión. Debe haber una sumisión y una dependencia total de Dios
para que Su autoridad se lleve a cabo perfectamente. De esta manera, la
autoridad de Dios se establece entre Sus criaturas. Dios no desea que el hombre se
someta solamente a Su autoridad directa sino también a las autoridades que El
delega; por eso no nos pide una sumisión a medias sino una sumisión
completa.
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La Biblia no sólo habla de la fe, sino también de la obediencia. Nosotros no sólo
somos pecadores sino también hijos de desobedienci a. En Romanos 10:16 se
hace referencia a obedecer el evangelio. Por lo tanto, creer en el evangelio es
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conocen a Dios, y de los que no obedecen al evangelio de nuestro Señor
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2:8 habla de aquellos que no obedecen a la verdad, lo cual también es rebelión.
Dios castigará con ira y enojo a los que se rebelan contra la verdad. En 1 Pedro
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Estos pasajes indican que la salvación viene por medio de la obediencia, porque
creer es obedecer. Un discípulo que tiene fe debe ser un discípulo que obedece.
No sólo debe haber fe sino también sumisión a la autoridad del Señor. Cuando
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Señor, sino que también le obedeció. Cuando se convirtió, conoció la gracia y se
sometió a la autoridad. Cuando el Espíritu Santo lo gui ó a ver la autoridad del
evangelio, él reconoció a Jesús como Señor.
Dios no nos llamó solamente a recibir vida por medio de la fe, sino también a
preservar Su autoridad por medio de nuestra obediencia. El plan de Dios para
nosotros en la iglesia es que nos sometamos a Su autoridad y a todas las
autoridades que El estableció. Esto incluye el hogar, el gobierno, la escuela, la
iglesia y así sucesivamente. El Señor no especifica a quién debemos someternos,
pero en la medida en que nos encontramos con Su autor idad, aprenderemos a
someternos a la autoridad.
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Si la iglesia no se somete a la autoridad de Dios, El no puede establecer Su reino.
El obtuvo el reino en el Señor Jesús. Luego estableció Su reino en la iglesia;
finalmente, establecerá Su reino en toda la tierra. Llegará el día cuando se
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(Ap. 11:15). En el lapso entre el reino que estaba en el Señor Jesús
individualmente y el reino del mundo que viene a ser de nuestro Señor y de Su
Cristo, está la iglesia. Sólo cuando el reino fue establecido en el Señor Jesús fue
posible que estuviera en la iglesia, y sólo cuando el reino es establecido en la
iglesia pueden los reinos del mundo llegar a ser el reino de Di os. Sin el Señor
Jesús, no existe la iglesia; y sin ésta iglesia no existe el agrandamiento del reino
de Dios.
Cuando el Señor estuvo sobre la tierra, fue obediente hasta en lo más pequeño;
por ejemplo, el Señor no fue negligente en cuanto al pago del impu esto del
templo. Aun cuando no tenía dinero, encontró una moneda en la boca de un pez
para pagarlo (Mt. 17:14-$ 3
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lo había establecido y, por ende, se le debía obedecer. Cuando nosotros somos
sumisos, el reino puede extenderse a toda la tierra. Muchos tienen un sentir
firme con respecto al pecado pero no con respecto a la rebelión. Por
consiguiente, el hombre debe no sólo estar consciente del pecado, sino también
de la autoridad. Si no estamos conscientes de lo que es la autoridad, no
podremos ser discípulos de Cristo ni ser sumisos.
cc.
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Quisiéramos aprender a sujetarnos en la iglesia, ya que no hay ni una sola
autoridad en la iglesia que podemos pasar por alto. Dios desea que el reino sea el
producto de la iglesia y que por medio de ésta se ejerza toda autoridad.
Cuando la iglesia sea sumisa, la tierra entera se someterá a la autoridad divina;
pero si la iglesia no abre una vía para el reino de Dios, éste no podrá extenderse a
las naciones. Por esto, la iglesia es el camino por el cual puede venir el reino. Si ése
no es el caso, la iglesia será un obstáculo para el reino.
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Dios es la fuente de toda autoridad en el universo. Todas las autoridades de la
tierra fueron establecidas por El y, como tales, representan y poseen la
autoridad de Dios. Dios estableció sistemas de autori dad para expresarse, de tal
manera que cuando un hombre se encuentra con esta autoridad, se encuentra
con Dios. Cuando la presencia de Dios está disponible, el hombre puede
conocerlo por medio de ella, pero cuando no lo está, el hombre puede conocer a
Dios por medio de Su autoridad. Cuando la presencia de Dios estaba en el
huerto del Edén, el hombre podía conocerlo personalmente; pero cuando Dios
no estaba presente, el hombre se acordaba de Su mandamiento, el cual le
prohibía comer el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Esta era
otra manera por medio de la cual el hombre conocía a Dios. No es común que el
hombre se encuentre con Dios. (Obviamente, no nos referimos al hecho de que
en la iglesia, cuando uno vive en el espíritu, puede estar en contacto con Dios
continuamente.) La manifestación de Dios se ve frecuentemente en Sus
mandamientos. Sólo los labradores malvados necesitan que el dueño de la viña
venga en persona, pese a que los siervos y el hijo del dueño de la viña lo
representaban plenamente (Mr. 12:1-9).
Algunas personas son establecidas por Dios para dar mandamientos y ser
autoridades Suyas. Todos los que están en una posición de autoridad, fueron
establecidos por Dios. Por lo tanto, todas las autoridades que Dios estableció
deben respetarse. Dios hoy confía Su autoridad al hombre y, para ello,
estableció a muchos hombres sobre la tierra para que manifiesten Su autoridad. Si
queremos aprender a someternos a Dios, debemos reconocer a quienes
recibieron autoridad de parte de El. Si pensamos que solo Dios tiene autoridad,
es muy probable que ofendamos constantemente Su autoridad. ¿A cuántas
personas consideramos que son la autoridad de Dios? No tenemos opción de
escoger entre la autoridad directa de Dios y la autoridad que El delega. No s ólo
tenemos que someternos a la autoridad directa de Dios, sino también a Su
autoridad delegada, porque no hay autoridad que no provenga de Dios.
En Exodo 20, después de que el pueblo de Dios salió de Egipto al desierto, Dios
les dio los diez mandamientos. Después de eso, estableció preceptos por los
A
- 1
.
2 -8), lo cual demuestra que Dios los puso bajo
autoridades gubernamentales. Por lo tanto, aun en los días de Moisés, vemos
que cuando los israelitas rechazaban la autoridad, rechazaban a Dios.
En Romanos 13:4 Pablo nos muestra que todos los magistrados son siervo s de
Dios. En ese entonces, el gobierno de su nación estaba en manos de los
romanos. Desde el punto de vista humano, podemos decir que no tenemos que
someternos a los agresores extranjeros. Pero Pablo no dice que nos rebelemos
contra los gobiernos extranjeros; por tanto, no sólo debemos someternos a
nuestra propia nación, sino que debemos someternos al gobierno del lugar
donde nos encontremos. Yo no puedo desobedecer a un gobierno local porque
soy de otra nacionalidad, pues la ley no es dada para infundir temor al que hace lo
bueno, sino al malo. No importa cuánto varíen las leyes de diferentes
naciones, todas provienen de la ley de Dios. El principio básico radica en
recompensar al bueno y castigar al malo. Cada gobierno tiene sus propias leyes y
las hace cumplir, de manera que el bueno sea recompensado y el malo
castigado. No llevan en vano la espada. Aunque hay gobiernos que defienden al
malo y oprimen al bueno, se ven obligados a torcer la verdad y llamar a lo bueno
malo, y a lo malo bueno. En ningún caso pueden decir que defienden a los
malhechores ni que castigan a los justos. Hasta el presente, todos los gobiernos
sostienen el principio de recompensar al bueno y castigar al malo. Tal principio
es irrevocable. Cuando el inicuo (el anticristo) se manifieste, tergiversará todas
las autoridades. Ese será el final del mundo. Entonces lo bueno será
considerado malo, y lo malo bueno; lo bueno será eliminado, y lo malo
prevalecerá.
El creyente siempre está sujeto a la ley, no por temor al castigo sino por causa de
su conciencia delante de Dios. Si él no se somete, s u conciencia lo reprenderá.
Esta es la razón por la cual debemos someternos a las autoridades superiores.
Los hijos de Dios no deben criticar al gobierno gratuitamente. Aun el policía que
vigila en la calle es una autoridad establecida por Dios. El es un oficial de Dios
que cumple su deber. ¿Cuál debe ser nuestra actitud con respecto a los
impuestos y las tarifas? ¿Tomamos el gobierno local como autoridad de Dios?
¿Nos sometemos a él? Si el hombre no se ha encontrado con la autoridad, no
podrá someterse. Cuanto más se le pida que se someta, más difícil se le hará. En
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los deseos corrompidos, y que desprecian el señorío. Atrevidos y contumaces,
injurian sin temblar a las potestade
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su poder y su vida espiritual debido a la murmuración. El hombre no debe caer
en la anarquía. La manera como Dios juzga a los gobiernos injustos no debe
preocuparnos. Por supuesto, debemos orar a Dios para que esta blezca Su
justicia. Por lo tanto, cuando desobedecemos a la autoridad, desobedecemos la
autoridad de Dios. Si no somos sumisos, reforzamos el principio del anticristo.
Cuando el misterio de la iniquidad se manifieste, ¿lo restringiremos o lo
apoyaremos?
:
Dios estableció Su autoridad en la familia. Muchos hijos de Dios no prestan la
suficiente atención a la familia. Sin embargo, especialmente Efesios y
Colosenses (las epístolas que presentan la espiritualidad más elevada) no pasan
por alto el asunto de la familia. Allí se habla específicamente de la sumisión en la
familia. Si descuidamos este asunto, tendremos problemas al servir a Dios. En
1 Timoteo y en Tito se habla de la obra; pero se habla de la familia y de la forma
en que ésta afecta la obra. En 1 Pedro se habla del reino, y vemos en esa epístola
que rebelarse contra la autoridad en la familia es rebelarse contra el reino.
Cuando el hombre se encuentra con la autoridad, sus problemas disminuyen.
Dios estableció al esposo como la autoridad delegada de Cristo, y a la esposa
como representante de la iglesia. A menos que la esposa vea la autoridad que el
esposo representa, es decir, la autoridad que Dios estableció, le será difícil
someterse. Ella debe entender que no debe verlo simplemente como su esposo,
sino como la autoridad de Dios. En Tito 2:5 se les dice a las mujeres jóvenes que
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vuestros propios maridos; para que aun si algunos no obedecen la palabra, sean
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diez mandamientos, sólo éste tiene una recompensa especial. Cuando uno honra a
sus padres, es bendecido por Dios y vive muchos años sobre la tierra. Muchas
personas mueren jóvenes probablemente por no haber honrado a sus padres.
Algunos hermanos se comportan indebidamente para con sus padres, por lo
cual se enferman frecuentemente. Solamente cuando les obedezcan, se
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s en todo,
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nuestros padres. Para esto también se requiere que hayamos visto la autoridad
de Dios.
Los siervos deben obedecer a sus amos de la misma manera que obedecen al
Señor, no sirviendo sólo cuando los ven ni engañando con astucia, sino
sirviendo con sencillez de corazón, temiendo al Señor. Sea que el amo lo esté
mirando o no, el siervo debe servirlo de la misma manera, con honestidad como
sirviendo al Señor. En 1 Timoteo 6:1 dice: 1 %
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esclavos, tengan a sus propios amos por dignos de todo honor, para que no sea
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complacientes, y que no les contradigan; no defraudando, sino mostrando una
fidelidad perfecta, para que en todo adornen la enseñanza de Dios nuestro
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acatarán la autoridad del Señor en uno. Cuando Pablo y Pedro hablaron de estas
cosas, ellos estaban todavía bajo el Imperio Romano, y el tráfico de esclavos era
prevaleciente. Si la esclavitud es correcta o no, es otra cosa; pero Dios ordena
que los esclavos se sometan a sus amos.
Dios estableció autoridades en la iglesia. Puso ancianos, que presiden, y puso a
aquellos que trabajan en la obra y enseñan. Dios ordena que debemos
someternos a ellos. Además, los jóvenes deben someterse a los mayores. En 1
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cinco habla de ancianos refiriéndose a los que son mayores en edad, mientras
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Acaya (indicando antigüedad según la secuencia en que fueron salvos); ellos se
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sujetéis a tales personas, y a todos los que colaboran y t
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autoridad, como un tipo de Cristo, e indicó que la mujer se le debe sujetar, como
tipo de la iglesia. Por esta razón, la mujer debe tener sobre la cabeza una señal
de sujeción a la autoridad por causa de los ángeles. Además, la mujer debe
someterse a su marido. Lee
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iglesias; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como
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esposos en la casa. Algunas hermanas pueden preg
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pregúntele; si la esposa persiste en preguntar, el esposo tendrá la respuesta
tarde o temprano. Puesto que la esposa le pregunta, él tendrá que buscar la
respuesta para poderle responder. De esta manera la esposa se ayuda a sí misma y
ayuda a su esposo. En 1 Timoteo 2:11 también dice que las mujeres deben
1
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autoridad sobre el hombre, porque Adán fue formado primero, y después Eva
(vs. 12-13).
Los hijos de Dios deben ceñirse de humildad y someterse los unos a los otros.
Sin embargo, algunos exhiben con arrogancia su posición y autoridad, pero eso
es vil y vergonzoso.
Una vez que uno toca la autoridad, puede ver la autoridad de Dios a
dondequiera que vaya. La primera pregunta que uno se debe h acer es a quién
debe someterse y a quién debe obedecer. El creyente debe tener dos clases de
sentimientos: uno que le muestre cuando pecó, y el otro que le indique lo que es
la autoridad. Cuando dos hermanos deliberan con puntos de vista diferentes,
ambos pueden hablar, pero cuando llegue el momento de decidir, sólo uno de
ellos deberá hacerlo. Hechos 15 describe una conferencia grande en la cual
todos, tanto viejos como jóvenes podían participar; todos los hermanos podían
hablar. Entre ellos, Pedro y Pablo hablaron. Finalmente Jacobo tomó la
decisión. Tanto Pedro como Pablo expusieron los hechos, pero Jacobo tomó la
decisión. Aun entre los ancianos y los apóstoles existe un orden de autoridad.
Pablo dijo que él era el más pequeño de todos los apóstoles (1 Co. 15:9). Existe
aun una diferencia entre apóstoles grandes y apóstoles pequeños. No es
simplemente que alguien nos gobierne, sino que debemos conocer la posición
que nos corresponde. Este relato es un testimonio muy hermoso y un cuadro
maravilloso; hace temblar a Satanás y pone fin a su reino. Cuando tomemos el
camino de la sumisión, Dios juzgará al mundo.
. 4
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¡Cuán grande es el riesgo que Dios corre cuando establece autoridades que lo
representen! ¡Cuánto sufre El cuando sus autoridades delegadas lo representan
de una manera equivocada! Sin embargo, Dios confía en la autoridad que El
estableció. Por eso, es más fácil para nosotros tener confianza en dichas
autoridades que para Dios. Debido a que El delega Su autoridad confiadamente
en el hombre, ¿no deberíamos someternos a ellas con la misma confianza?
Debemos someternos a la autoridad con la misma confianza con que Dios la
establece. Si hay algún error, no será nuestro, sino de la autoridad. El Seño r nos
dice que toda persona debe someterse a las autoridades superiores (Ro. 13:1). Si
Dios confía en el hombre, nosotros también debemos hacerlo. Esto es más difícil
para Dios que para nosotros. Si El ha confiado Su autoridad, cuánto más
nosotros debemos someternos confiadamente.
- 1:B3
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atreve a confiar en aquellos que estableció como autoridades, también nosotros
debemos atrevernos a someternos a ellos. Si las autoridades cometen errores o
no, eso no es de nuestra incumbencia. En otras palabras, si la autoridad
delegada está correcta o equivocada, ése será un problema que la autoridad
deberá resolver directamente delante del Señor. Quienes se someten a la
autoridad, deben hacerlo de una manera incondicional. Aun si cometen un error
en honor a la obediencia, el Señor no les contará eso como pecado, sino que la
autoridad delegada será responsable por ello. Por consiguiente, desobedecer es
rebelarnos; y el que se somete debe ser responsable delante de Dios. La cuestión
no es someternos al hombre; pues si nos sometemos a una persona solamente,
perdemos el significado de la autoridad. Más aún, debido a que Dios ya
estableció Sus autoridades delegadas, El debe mantenerlas. Si ellas están en lo
correcto o no, es problema de ellas, y si yo estoy en lo correcto o no es problema
mío. Cada uno es responsable de sus propios actos delante del Señor.
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*4
La parábola narrada en Lucas 20:9-16 trata de la autoridad delegada. Dios rentó
una viña a unos trabajadores, pero El no vino personalmente a cobrar el
beneficio. La primera, la segunda y la tercera vez mandó a Sus siervos; la cuarta
vez envió a Su propio Hijo. Todos ellos eran Sus representantes. A los ojos de
Dios, aquellos que rechazaron a Sus siervos lo estaban rechazando a El. Ellos no
escucharon la palabra de Dios; rechazaron las palabras de Su autoridad
delegada. Debemos someternos a la autoridad de Dios y también a Sus
embajadores. En Hechos 9:4-15 vemos la autoridad directa de Dios y Su
autoridad delegada, lo cual también podemos ver tan to en el Antiguo
Testamento como en el Nuevo. Una persona puede pensar que si Dios delega Su
autoridad a un hombre, ella debe someterse a ese hombre. Pero si uno se ha
encontrado con la autoridad, sabrá que debe someterse a la autoridad delegada.
Uno no necesita humildad para someterse a la autoridad directa de Dios, pero sí
necesitará humildad y quebrantamiento para someterse a la autoridad delegada.
Solamente al dejar a un lado la carne por completo, puede uno reconocer la
autoridad delegada y obedecerle. Debemos ver claramente que cuando Dios
viene en persona, no viene a reclamar el fruto de Su viña, sino a juzgar.
*c2c
En Números 30 se habla del voto de una mujer. Cuando una mujer joven que
moraba en la casa de su padre hacía un voto, el padre debía aprobarlo para que
éste tuviera validez. Si el padre no lo aprobaba, el voto no sería válido. Cuando se
trataba de una mujer casada, si el esposo no objetaba, el voto valía, pero si no lo
aprobaba, el voto era anulado (vs. 3 -8). Cuando la autoridad delegada
aprueba algo, la autoridad directa lo cumple, pero si la autoridad delegada lo
desaprueba, la autoridad directa también lo desaprobará. Dios se c omplace en
tener autoridades delegadas y honra dichas autoridades. Cuando la mujer está
bajo la autoridad del esposo, Dios no aprobará su voto si el esposo lo
desaprueba. Dios sólo desea que ella se someta a la autoridad. Pero si la
autoridad delegada está equivocada, Dios disciplinará a la persona que tiene
dicha autoridad y esa persona llevará sobre sí la iniquidad de su esposa, y la
esposa sumisa será inocente (v. 15). Dicho capítulo nos dice que el hombre no
puede pasar por alto la autoridad delegada pa ra someterse a la autoridad
directa. Debido a que Dios delegó Su autoridad, ni siquiera El mismo la pasará
por alto, aunque se vea limitado por ella. Dios aprueba lo que la autoridad
delegada aprueba, y anula lo que la autoridad delegada anula. El desea ap oyar la
autoridad que delegó. Por lo tanto, tenemos una sola alternativa con respecto a la
autoridad delegada: la sumisión.
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mandamientos de Dios y ofende la persona misma del Señor, podemos
rechazarla. Por consiguiente, este pasaje sólo puede usarse en tal caso. Debemos
someternos a la autoridad delegada en todas las demás circunstancias. No
podemos descuidar este asunto, pues sabemos que jamás podremos someternos
siendo rebeldes.
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La expresión más elevada de la autoridad de Dios se halla en el Cuerpo de
Cristo, el cual es la iglesia. A pesar de que Dios estableció sistema s de autoridad
en el mundo, ninguna de las relaciones ya sean con el gobierno o entre padre e
hijo, esposo y esposa, amo y siervo, pueden manifestar perfectamente la
autoridad. Aunque Dios estableció muchas autoridades en la tierra, son
solamente sistemas de autoridad, y el hombre puede obedecerlos externamente
sin someterse a ellos de corazón. Por ejemplo, si el gobierno establece una ley,
las personas pueden obedecerla de corazón o superficialmente. No se puede
determinar con certeza la clase de obediencia de una persona. De la misma
manera, tampoco se puede saber si la sumisión de un hijo a sus padres es de
corazón o es superficial. Por lo tanto, la sumisión a la autoridad no puede ser
tipificada por la sumisión de un hijo a sus padres ni la de un siervo a su amo y
mucho menos por la del pueblo al gobierno. Sin sumisión, la autoridad de Dios
no puede ser establecida. Tampoco una sumisión externa puede establecerla.
Además, existen muchas clases de sumisión que se basan en las diferentes clases
de relaciones humanas; por ejemplo: padre e hijo o amo y siervo. Pero el amo y
el siervo pueden estar distanciados, y lo mismo puede suceder con el padre y el
hijo; por eso no podemos ver una sumisión absoluta ni perfecta en estas
relaciones.
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Dios dispuso todas las cosas. El Cuerpo y la Cabeza tienen la misma vida y la
misma naturaleza, por lo cual, la sumisión es espontánea y no ser sumiso es un
concepto extraño. Por ejemplo, si la mano se levanta según el deseo de la
cabeza, eso no tiene nada de raro; pero si la mano no se mueve, será muy
extraño; posiblemente la mano esté enferma. El Espíritu de vida que Dios nos
dio es el mismo que está en el Señor. También la vida y la naturaleza que n os dio
son las mismas que tiene el Señor. Por eso, no existe posibilidad alguna de que
haya desorden o desobediencia. Algunos de los movimientos de nuestro Cuerpo
son conscientes, mientras que otros son inconscientes. La unidad entre la
cabeza y el cuerpo no depende solamente de una sumisión consciente sino de la
sumisión inconsciente. Como sucede con la respiración. Uno puede respirar
profundamente haciéndolo adrede, o puede respirar espontáneamente sin darse
cuenta. O como el corazón que palpita inconscientemente. No necesita que le
demos una orden para que lo haga. Esto es sumisión en vida. Para que el cuerpo
se someta a la cabeza, no es preciso que haya ruido ni imposición ni fricción.
Todo se da en armonía. No es suficiente que alguien se someta a las ó rdenes. En
éstas se expresa la voluntad, la cual a su vez contiene la ley de vida. Solamente
cuando uno se somete a la ley de vida, puede tener una sumisión perfecta. Si la
sumisión no es igual a la del cuerpo cuando se somete a la cabeza, no se puede
hablar de sumisión verdadera, ya que habrá en ella un elemento de renuencia.
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*4c.4
La autoridad que hay en el Cuerpo algunas veces se man ifiesta indirectamente.
El cuerpo no sólo se somete a la cabeza, sino que también los miembros se
someten unos a otros y se ayudan mutuamente. Las manos no tienen contacto
directo; así que la cabeza mueve la mano derecha y también mueve la izquierda.
La mano izquierda no controla a la derecha, ni la derecha a la izquierda. La
mano tampoco ordena a los ojos que vean; sólo se lo informa a la cabeza, y ésta
les ordena a los ojos que vean. No importa cuán lejos puedan estar los miembros
de la cabeza, la relación con ella es la misma, y todo lo que hacen depende de la
cabeza. Si mis ojos ven, mis manos trabajan y mis pies andan, entonces yo
puedo ver, trabajar y movilizarme. Así que, muchas veces la decisión de los
miembros es la decisión de la cabeza. La autoridad de los miembros es la
autoridad de la cabeza. La mano no puede ver; por lo tanto, necesita la decisión
de los ojos. No tiene sentido que la mano le pida a la cabeza que vea ni que le
ayude a ver. Esto es imposible, pero muchas veces ése es el problema d e los
hijos de Dios. En consecuencia, debemos tomar a los demás miembros como
autoridades delegadas por la Cabeza. La mano tiene su función; el pie la suya, y
los ojos la suya. Por lo cual debemos aceptar la función de otros como nuestra.
No podemos rechazar la función de los demás miembros. Si el pie rechaza a la
mano, está rechazando a la cabeza. Si nosotros aceptamos la autoridad de los
miembros, estaremos aceptando la autoridad de la Cabeza. Cada miembro es mi
autoridad dentro de la comunión. Aunque la función de la mano es muy
importante, debe aceptar la función de los pies cuando tenga que trasladarse a
otro lugar. La mano no puede detectar el color, por lo cual necesita la autoridad
de los ojos. La función de los miembros es su autoridad.
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Es imposible que un miembro sea todo el Cuerpo. Por esta razón, cada uno de
nosotros debe mantenerse en su posición como miembro, recibiendo la función
de los demás miembros. Cuando otros ven y escuchan, yo puedo ver y escuchar.
Recibir la función de los miembros es recibir las riquezas de la Cabeza. No hay
ningún miembro que sea independiente. Yo no soy más que un miembro. Un
miembro no puede hacer la labor de todo el Cuerpo. Lo que los demás
miembros hacen es lo que el Cuerpo hace. En la actualidad, los ojos vieron algo,
pero la mano dice que no ha visto nada y espera hasta que vea algo. El hombre
desea tenerlo todo y hacerlo todo; no quiere recibir la provisión de los demás
miembros. Esto lo empobrece y lleva la iglesia a una condición de pobreza.
Cuando los ojos son iluminados, todo el cuerpo recibe luz. Cuando los oídos
oyen, todo el Cuerpo oye.
La gracia de Dios para con nosotros es múltiple. Por un lado, viene a nosotros
directamente, lo cual sucede esporádicamente. Por otro lado, Dios nos da Sus
riquezas de una manera indirecta. En la iglesia Dios ha establecido hermanos y
hermanas para que sean autoridades sobre nosotros. Por medio de su
discernimiento, que viene a ser nuestro, podemos recibir las riquezas de Cristo
sin tener que pasar por los sufrimientos que ellos pasaron. En la iglesia hay
mucha gracia para todos y no para uno solo. Cada estrella tiene su propia gloria.
Por lo tanto, la autoridad viene a ser las riquezas de la iglesia. Las riquezas de un
individuo son para muchos. Rebelarse es tomar el camino de la pobreza, y
rechazar la autoridad es rechazar el canal por el cual se reciben la gracia y las
riquezas.
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Nadie se atreve a decir que no se va a someter a la autoridad del Señor. Pero
también debemos someternos a la autoridad coordinada de los miembros y
darnos cuenta de que todos los miembros están unidos, y si no queremos recibir
ayuda de los miembros, estaremos en rebelión. Algunas veces el Señor abastece a
un miembro directamente, y otras veces El usa a un miembro para a bastecer a
otro. Cuando la cabeza les dice a los ojos que vean, todo el cuerpo ve lo que los
ojos perciben, porque cuando los ojos ven, todo el cuerpo ve. La función que le
toca a cada miembro, que es la autoridad que se le delega, también es la
autoridad de la Cabeza. Si hay algunos miembros que piensan que pueden ver
por su propia cuenta, estarán en rebelión. No podemos ser tan necios como para
pensar que somos omnipotentes.
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Para los incrédulos y los israeli tas, la sumisión es difícil, debido a que ellos no
están relacionados en vida con los demás incrédulos ni los israelitas lo están
entre ellos. Pero nosotros estamos relacionados en vida. Por lo tanto, no es
difícil someternos, porque internamente todos somos uno, y somos partícipes de la
misma vida y del mismo Espíritu Santo, quien dirige todas las cosas. La
sumisión mutua nos lleva a un estado de gozo y de descanso. Si tomamos todas
las cargas sobre nuestros hombros, nos agotaremos. Pero si las distribuimo s
entre todos los miembros, la tarea será liviana. Si estamos dispuestos a dejarnos
restringir por el Señor, hallaremos verdadero reposo. Por lo tanto, someternos a la
autoridad de los miembros es un gran descanso. De lo contrario, ocuparemos la
posición de otros, y esto nos pondrá bajo mucha presión. Para nosotros la
sumisión es espontánea, y la desobediencia es forzosa. ¿Por qué tenemos que
devorarnos unos a otros? ¿Por qué tenemos que criticarnos los unos a los otros?
Estas cosas deben ser extrañas para nosotros.
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Si uno es rebelde, sus palabras con seguridad dejarán en evidencia la rebelión
que hay en uno. Tarde o temprano las palabras de rebeldía saldrán, porque de la
abundancia del corazón habla la boca. A fin de conocer la autoridad, se debe
tener primero un encuentro con la autoridad. Si uno no ha tenido un encuentro
con la autoridad, no podrá someterse. Uno debe, en alguna ocasión, tener un
encuentro con Dios para que la base de Su autoridad pueda establecerse en uno.
Cuando uno hable, sabrá si profiere una palabra de desobediencia. Inclusive,
antes de decir la palabra, el pensamiento que manifiesta la voluntad, le hará
sentir incómodo. Uno percibirá que se pasó de la raya y sentirá una restricción
interna. Si uno profiere palabras rebeldes descuidadamente y sin ninguna
restricción interna, tendrá la evidencia de que no ha tenido un encuentro con la
autoridad. Es más fácil hablar en rebelión que actuar en rebelión.
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(v. 3). Debemos darnos cuenta de la seriedad de este asunto. Si conocemos la
autoridad de Dios, no nos atreveremos a añadirle nada a la Palabra de Dios.
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4 or Eva. Cualquier persona que le
añada o le quite a la Palabra de Dios, demuestra que no ha tenido un encuentro
con la autoridad. Esa persona es rebelde e ignorante. Si un gobierno envía a
alguien como su embajador para que hable en cierto lugar, esa perso na debe
recordar con precisión las palabras que debe decir; no debe añadir nada.
Aunque Eva veía a Dios todos los días, ella no había tenido un encuentro con la
autoridad. Ella habló descuidadamente, pensando que estaba bien decir unas
cuantas palabras de más. Si un siervo que sirve a un amo mortal no se atreve a
añadir nada a las palabras de su señor, ¿cuánto mayor cuidado deberá tener un
siervo de Dios? Si un hombre habla descuidadamente, se verá que es rebelde.
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En Números 16, cuando el séquito de Coré y los 250 líderes se rebelaron, vemos
que su rebelión se manifestó con palabras; ellos expresaron verbalmente todo lo
que había en sus corazones, pues irrumpieron con una reprensión pública.
Aunque María había murmurado, lo hizo de una manera reservada; por lo cual
todavía era posible que fuera restaurada. Pero el séquito de Coré no tuvo
ninguna restricción. Ellos manifestaron abiertamente su querella. Podemos ver
que también la rebelión tiene diferentes grados. Algunos tienen más escrúpulos y
pueden ser restaurados. Pero los que no tienen ninguna restricción y se
desenfrenan por completo, abren las puertas del Hades para ellos mismos, y
éste se los traga. No solamente el séquito de Coré habló mal de Moisés y Aarón,
sino que también los atacó públicamente. Esto fue tan serio que Moisés se
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vosotros ¿por qué pues os levantáis vosotros sobre la congregación de Jehová?
Reconocemos solamente que Jehová está entre nosotros. Toda la congregación
es santa. No reconocemos la autoridad de ustedes. Ustedes hablan por su propia
cuenta. Ë
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La rebelión del hombre se relaciona con complacerse en la carne. En 2 de Pedro
2:10, la carne y la lujuria se mencionan primero, y luego se habla de aquellos
que menosprecian el señorío, lo cual se manifiesta en las palabras de
murmuración y de rebelión.
Las personas, por lo general, sólo se asocian con los de su misma clase y sólo se
comunican con ellos. Las personas rebeldes siempre acompañan a los que
andan tras los deseos de la carne y a los que son arrastrados por los deseos
corruptos y menosprecian el señorío. A los ojos de Dios, los que van en pos de la
carne, los que se dejan llevar de sus deseos corruptos y los que menosprecian el
señorío, están en la misma categoría. Tales personas son arrogantes, obstinadas y
no temen injuriar a las potestades superiores. Pero quien es conocen a Dios
temen por ellos mismos y saben que sólo el que tiene una boca corrupta puede
proferir injurias. Si conocemos a Dios, nos arrepentiremos, porque sabemos
cuánto aborrece Dios la rebelión. Los ángeles estuvieron bajo aquellos que
tenían el señorío y, por eso, no se atreven a injuriarlos ni a hacerles frente con
un espíritu altivo ni por medios rebeldes. Por lo tanto, si vivimos delante de
Dios, no podemos murmurar contra otros. Debemos tener presente que es
posible usar palabras de rebeldía aun en nuestras oraciones. David podía decir
sin reservas que Saúl era el ungido de Dios, lo cual comprueba que él conservó
su posición. El poder de Satanás es establecido sobre la base de la iniquidad,
pero los ángeles no sobrepasaron el límite que les cor responde. Pedro usó esto
como ejemplo, para mostrarnos que si los ángeles se comportan de esta manera,
cuánto más nosotros deberíamos comportarnos igualmente (v. 11).
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irracionales destinados por naturaleza p
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expresión más fuerte de la Biblia; no hay una reprensión más severa que ésta.
¿Por qué reprende Dios a tales personas diciéndoles que son como animales?
Porque ellos carecen de sentimientos. La autoridad es el tema má s importante
de la Biblia. Por eso, rebelarse contra Dios es el más serio de los pecados. La
boca no puede hablar livianamente. Tan pronto como una persona tiene un
encuentro con Dios, restringe su lengua y siente temor de murmurar contra las
potestades superiores. Una vez que tengamos un encuentro con la autoridad,
surgirá en nosotros un sentir con respecto a la autoridad, de la misma manera
desde que conocimos al Señor brota en nosotros un sentir que nos censura
cuando pecamos.
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Ciertamente necesitamos sacarnos los ojos para seguir al Señor sin razonar. ¿Se
basan nuestras vidas en la validez de nuestras razones o en la autoridad?
Muchas personas quedan ciegas cuando se encuentran con la luz del Señor.
Aunque ellos tienen ojos, es como si no los tuvieran. Una vez que la luz viene,
todos los argumentos se desvanecen. Una vez Pablo fue iluminado en el camino a
Damasco y quedó ciego. De ahí en adelante no se volvió a preocupar por sus
argumentos (Hch. 9:3, 8). A Moisés no le habían sacado los ojos, pero era como si
no los tuviera. No significaba que él no tuviera argumentos, pues e l conocía
muchos razonamientos lógicos, pero todos ellos estaban sujetos a él, porque él
estaba sometido a Dios. Quienes se someten a la autoridad no actúan por lo que
ven. El siervo del Señor debe ser ciego y debe estar libre de razonamientos y
argumentos. La rebelión surge cuando uno comienza a cavilar internamente.
Por lo tanto, si no les hacemos frente con decisión a los argumentos, nos será
imposible detener las palabras. Si no somos librados de los argumentos, éstos
tarde o temprano producirán palabras de murmuración.
Cuán difícil es librarse de argumentar continuamente. Puesto que somos seres
racionales, ¿cómo podremos dejar de argumentar con Dios? Este es un paso
muy difícil. Desde jóvenes razonamos constantemente. Desde antes de ser
salvos hasta ahora, el principio básico de nuestra vida ha sido la utilización del
raciocinio. ¿Qué podrá hacer que dejemos de cavilar? ¡Si nos piden que no
razonemos, es como si llevaran nuestra vida carnal a su final! Existen dos clases
de creyentes: los que viven en el nivel de los razonamientos, y los que viven en el
nivel de la autoridad. Debemos someternos tan pronto como se nos dé una
orden. ¿En cuál nivel vivimos? Cuando Dios nos da una orden ¿la examinamos y
nos sometemos si la orden tiene lógica, y no nos sometemos si nos parece
descabellada? Esta es la expresión del árbol del conocimiento del bien y del mal.
El fruto de este árbol no sólo nos hace razonar sobre nuestros propios asuntos,
sino también sobre los asuntos establecidos por Dios. Todo debe pasar a travé s
de nuestro razonamiento y nuestro juicio. En vez de dejar que Dios razone y
juzgue, lo hacemos nosotros, pero éste es el principio de Satanás, el cual desea
que nosotros queramos ser iguales a Dios. Sólo quienes conocen a Dios pueden
someterse sin argumentar, pues nunca mezclarán estas dos cosas. Si uno quiere
aprender a someterse, debe arrojar lejos sus argumentos. Uno puede vivir por la
autoridad de Dios o por sus propios razonamientos, pero no por ambos. El
Señor Jesús vivió en la tierra muy por encima de todo razonamiento. ¿Qué
razonamiento formuló El frente a los insultos, las torturas y la crucifixión
misma? El se sometió en todo a la autoridad de Dios; no se preocupó por
hallarle sentido lógico a Sus circunstancias. Su única responsabilidad era
someterse, y no pidió nada más. ¡Cuán sencillo es el hombre que vive bajo la
autoridad! ¡Pero qué complicado es el hombre cuya vida gira en torno a sus
razonamientos! Las aves del cielos y los lirios del campo llevan una vida de
simplicidad. Cuanto más viva uno bajo autoridad, más simple será su vida.
En Romanos 9 Pablo intentó demostrarles a los judíos que Dios también llamó a
los gentiles. El dijo que no todos los descendientes de Abraham eran escogidos;
pues sólo Isaac fue escogido. Y no todos los descendientes de éste fueron
escogidos, ya que Dios escogió solamente a Jacob. Debido a que todo se basa en la
elección de Dios, ¿no podrá El escoger a los gentiles también? Dios tendrá
misericordia de quien tenga misericordia y se compadecerá de quien se
compadezca. Desde la perspectiva humana, Dios amó a Jacob, quien era un
engañador, y aborreció a Esaú, quien era un hombre honesto. El también
endureció el corazón de Faraón. ¿Será El injusto? Debemos entender que Dios
está sentado en Su trono de gloria, y el hombre está bajo Su autoridad. Nosotros
no somos más que simples mortales y nada más que polvo de la tierra. ¿Cómo
podremos argumentar con Dios?
Que Dios tenga misericordia de nosotros para que veamos cuán indignos y
pequeños somos. ¿Cómo nos atreveremos a altercar con El? Cuando la reina de
Saba visitó a Salomón y él le reveló un poco de su gloria, no quedó espíritu en
ella. Pero en nosotros hay uno que es mayor que Salomón. ¿Habrá algún
razonamiento al cual no podamos renunciar? Adán pecó porque comió del fruto
del árbol del conocimiento del bien y del mal. Pero si Dios nos revela tan sólo un
poco de Su gloria, veremos que no somos más que un perro muerto y polvo de la
tierra. Todos nuestros razonamientos se desvanecerán delante de Su gloria.
Cuanto más vive una persona delante de Su gloria, menos argumenta. Y cuando
uno ve a una persona argumentadora, notará que ella no ha visto la gloria de
Dios.
Durante estos años he descubierto que Dios nunca obra de acuerdo a nuestros
razonamientos. Aunque yo no entienda lo que El hace, tendré que adorarlo
porque soy Su siervo. Si yo entiendo y comprendo todo lo que El hace, debo ser
yo el que esté sentado en el trono. Cuando descubra que El está muy por encima
de mí, que El es el único y supremo y que debo postrarme en tierra, todos mis
razonamientos desaparecerán. De ahí en adelante, la autoridad tendrá la
preeminencia y no mis razonamientos, ni lo que esté correcto ni lo que esté
equivocado. Los que conocen a Dios, se conocerán a sí mismos y, una vez que se
conozcan a sí mismos, todos sus argumentos desaparecerán.
Uno llega a conocer a Dios por medio de la sumisión. Todo aquel que vive
centrado en sus argumentos desconoce a Dios. Los que voluntariamente se
someten a la autoridad, pueden verdaderamente conocer a Dios. Todo el
conocimiento del bien y del mal que heredamos de Adán debe ser erradicado de
nosotros. Sólo así nos someteremos fácilmen te.
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Después de cada precepto que el Señor da a los israelitas en Levítico 18 al 22, El
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pensamientos y razonamientos, pero hoy me inclino ante Ti y te adoro. Si está
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por la luz en el camino a Damasco, todos los razonamientos se desvanecieron.
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obedeció. Aquellos que conocen a Dios no argumentan. Cuando la luz juzga, los
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En el Nuevo Testamento en griego, la palabra es y se usa
seis veces en el Nuevo Testamento, en Filipenses 4:7; 2 Corintios 2:11; 3:14; 4:4;
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del corazón. El corazón es el órgano, y las intenciones son sus actividades, las
cuales son el producto de la mente del hombre. El hombre expresa lo que es por
medio de la libertad de opinar y proponer. Para proteger su libertad y justificar
sus ideas, debe demostrar que son buenas y que están en lo correcto. Por lo
tanto, necesita envolverlas en razonamientos. El hombre usualmente se rehusa a
creer en el Señor porque uno o dos de sus razonamientos lo ha rodeado como
una muralla. Por ejemplo, algunos dicen que creerán en el Señor cuando sean
viejos y que no han visto buen ejemplo en los creyentes. También hay muchas
razones por las cuales los creyentes se excusan para no amar al Señor. Los
estudiantes dicen que están muy ocupados con sus tareas; los hombres de
negocios dicen que están muy ocupados en sus negocios o que no se sienten bien
físicamente. Si Dios no rompe esas fortalezas, el hombre nunca podrá ser
liberado. Satanás usa los razonamientos como fortalezas para mantene r preso al
hombre y lo rodea de ellas. Debido a esto, no puede librarse por sí mismo. La
sumisión a Cristo es imposible a menos que la autoridad de Dios capture los
pensamientos y los lleve cautivos.
Pareciera que en el mundo sólo dos personas lo saben todo: Dios y yo. Yo soy el
consejero y lo sé todo. Cuando éste es el caso, se muestra claramente que los
pensamientos de uno no han sido cautivados y que desconoce por completo la
autoridad. Una persona cuyas fortalezas y razonamientos han sido
quebrantados por la autoridad de Dios, tendrá sus pensamientos cautivados por
Dios, podrá someterse a Cristo y será librado de sus opiniones. De hecho, ya no le
interesará expresar sus opiniones, pues sus pensamientos habrán llegado a ser
esclavos de Dios; así que ya no será un hombre libre. La libertad natural es un
manjar para Satanás. Por eso, debemos renunciar a tal libertad y ser
sencillamente obedientes. Existen sólo dos medios por los cuales los
pensamientos del hombre pueden ser usados: bajo el control de nuestros
razonamientos o bajo el control de la autoridad de Cristo. En realidad, no existe
en el mundo libertad para escoger. Somos cautivos de nuestros razonamientos o
del Señor. Somos esclavos de Satanás o de Dios.
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Pablo era una persona inteligente, competente, sabia y sensible. El era muy
competente y confiaba en su obra; además servía a Dios con mucho celo.
Cuando él iba camino a Damasco con algunos hombres para prender a los
creyentes, se encontró súbitamente con una gran luz que lo derribó. En aquel
momento, todas sus opiniones y sus métodos se desvanecieron. Toda su
capacidad fue destruida. El no regresó a Tarso ni a Jerusalén. No sólo renunció a
su viaje a Damasco, sino también a todos sus razonamientos. Cuando muchas
personas se enfrentan a las dificultades, toman otra dirección. Si un camino se
les cierra, intentan otro. Pero continúan avanzando según sus propios métodos y
opiniones. Muchos son tan necios, que no caen en tierra ni siquiera cuando son
golpeados por Dios. Son azotados por Dios en las circunstancias pero no en sus
razonamientos, pues sus pensamientos persisten. A muchos se les ha
impedido que vayan a Damasco, pero ellos encuentran un camino hacia Tarso o
hacia Jerusalén. Una vez que Pablo fue golpeado, todo terminó. No necesitó
decir nada más ni cavilar más, pues ya no sabía nada. Por eso le preguntó al
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pensamientos fueron cautivados por el Señor. Saulo era considerado una
persona sobresaliente y distinguida en donde quiera que iba, pero cuando él
conoció la autoridad de Dios, todas sus opiniones se desvaneciero n. La señal
más grande de que una persona se ha encontrado con Dios, es la ausencia de
prejuicios y de astucia. Debemos pedirle a Dios que tenga misericordia de
nosotros para que seamos sencillos cuando recibamos Su luz. Quienes han
tenido un encuentro con la autoridad de Dios, caerán delante de El y
espontáneamente harán a un lado sus opiniones. Pablo dijo que él había sido
capturado por Dios y era Su prisionero. Ahora no es el momento de expresar
nuestras opiniones; sólo debemos escuchar y someternos.
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Dios rechazó a Saúl, no por hurtar, sino por ofrecer sacrificios a Dios del ganado y
de las ovejas que él creía que eran las mejores, lo cual fue su opinión. El estaba
tratando de agradar a Dios por medio de sus propios pensamientos. Estos no
habían sido cautivados, debido a lo cual fueron rechazados por Dios. Nadie
puede decir que Saúl no tenía celo en el servicio a Dios. El no mintió cuando dijo
que traía las mejores vacas y las mejores ovejas. Sin embargo, el problema fue
que él tomó una decisión basado en su propia opinión (1 S. 15). Un siervo de
Dios no puede expresar sus propias opiniones; sólo debe cumplir la voluntad de
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actitud, estaremos completamente equivocados. La obediencia es mejor que los
sacrificios. No hay lugar para que el hombre exprese sus opiniones delante de
Dios. Cuando el rey Saúl vio tantas ovejas gordas, quiso guardar algunas para
sacrificarlas a Dios. Su corazón estaba inclinado a Dios, pero no obe decía. Tener
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tener voz delante del Señor. Dios había ordenado que todos los amalecitas con su
ganado y ovejas fueran completamente destruidos, pero Saúl no quiso
hacerlo. Más adelante, los amalecitas lo mataron, y su reino se detuvo.
Cualquiera que reciba una propuesta de salvar a los amalecitas, será destruido
por ellos a la postre.
Nadab y Abiú también fueron rebeldes con respecto a los sacrificios. Ellos no
supieron someterse a la autoridad de su padre; por el contrario, actuaron por
iniciativa propia. Ellos pecaron porque ofendieron a Dios. Fue un pecado
ofrecer fuego extraño, es decir, se sobrepasaron en el ministerio de Dios.
Aunque no dijeron nada, ni argumentaron ni murmuraron, ellos quemaron
fuego extraño de acuerdo con sus sentimientos. Ellos pensaron que su servicio
era útil para Dios. Pensaban que si se equivocaban, sería simplemente un error
en su servicio. Para ellos eso no era un gran pecado, pero fueron
inmediatamente rechazados por Dios, y murieron.
Dios no mira nuestro celo por el evangelio ni nuestra disposición a su frir; lo que
El mira es si somos obedientes o no. Pues el Reino sólo puede establecerse
cuando refrenamos nuestra opinión, detenemos nuestros razonamientos,
cesamos de hablar mal de otros y nos sometemos a Dios sin reservas. Ese será
un día glorioso, un día que Dios ha esperado desde la fundación del mundo.
Dios tiene un Hijo primogénito que se sometió como primicias. Pero Dios
espera que todos Sus hijos sean conformados a la imagen de Su Hijo
primogénito. Si hay una iglesia en la tierra que verdaderamente se someta a la
autoridad de Dios, El tendrá el testimonio del reino, y Satanás será derrotado.
Satanás no se preocupa por nuestra obra, pues cuando estamos en el principio
de la rebelión y actuamos independientemente, él se ríe en secreto.
De acuerdo con la ley de Moisés, los levitas debían llevar el arca. Pero cuando
los filisteos enviaron el arca de regreso a los israelitas, la cargaron en un carro
tirado por bueyes. Cuando David quiso que el arca fuera llevada a Jerusalén (la
ciudad de David), él no buscó la voluntad de Dios, sino que actuó según su deseo y
transportó el arca en un carro tirado por bueyes. Cuando los bueyes
tropezaron, Uza extendió su mano para impedir que el arca se cayera.
Inmediatamente, Dios lo hirió, y murió. Aunque el arca no se hubiera caído, de
todos modos estaba en un carro de bueyes, y no en los hombros de los levitas.
Cuando los levitas llevaban el arca para atravesar el río Jordán, a pesar de las
grandes olas, el arca permanecía imperturbable. Esto nos muestra que Dios no
está interesado en los planes del hombre. Este debe siempre someterse a Dios.
Sólo cuando Dios nos vacía completamente, Su voluntad puede ser hecha sin
ningún obstáculo. Si nos acercamos a El con nuestras opiniones humanas,
nunca podremos servirle apropiadamente. Dios gobierna por encima de todo,
excepto de las maquinaciones del hombre. Las opiniones del hombre deben ser
totalmente deshechas, y sus pensamientos rechazados, de tal manera que no
pueda hacer sugerencias. Anteriormente teníamos libertad cuando vivía mos en el
yo; pero en el momento en que nuestros pensamientos son capturados, la
libertad se acaba. Como resultado, podemos obedecer a Cristo y tener la
verdadera libertad, la libertad de estar en el Señor.
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castigar toda desobediencia,
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llevados cautivos, la obediencia llega a ser perfecta. La persona que todavía
puede realizar actividades y expresar sus opiniones delante del Señor, no tiene
una obediencia perfecta. El Señor se está preparando para traer castigo a los
desobedientes tan pronto como cuando nuestra obediencia sea perfecta. Si
damos giro completo y tenemos temor de expresar nuestras opiniones y
propuestas, nuestra obediencia será perfecta, y Dios manifestará Su autoridad en
la tierra. Si la iglesia no es sumisa, es imposible que los demás se sometan al
evangelio. Todos nosotros debemos aprender a ser restringidos. Nuestra boca
necesita ser disciplinada para dejar de hablar, también nuestra mente para dejar
de argumentar, y nuestros corazones para dejar de tomar decisiones. Si
hacemos esto, se abrirá un camino glorioso delante de nosotros, y Dios
manifestará Su autoridad en la tierra.
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La sumisión es una actitud, mientras que la obediencia se muestra en la
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ron diciéndoles:
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embargo, los apóstoles no fueron rebeldes en su espíritu; ellos estaban
sometidos a todas las autoridades. La obediencia no es absoluta. Algunas veces
debemos obedecer, pero otras veces no podemos hacerlo, como en casos que
atentan contra los asuntos básicos de nuestra fe, como por ejemplo, creer en el
Señor y predicar el evangelio. Un hijo puede decirle cualquier cosa a su padre,
pero no puede tener una actitud rebelde. Nuestra sumisión siempre debe ser
absoluta. En algunos asuntos no podemos obedecer, pero debemos permanecer
en sumisión. Todo esto es un asunto de actitud.
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cc
Si hay padres que les impiden a sus hijos asistir a las reuniones, éstos deben
mantener una actitud sumisos, pero no tienen que obedecerles. Como en el caso
de los apóstoles, que de todos modos predicaron el evangelio. Cuando los judíos
de la sinagoga se lo prohibieron, ellos fueron sumisos, pero siguieron
predicando conforme a la comisión del Señor. Ellos escogieron predicar el
evangelio y no dejarse restringir por los líderes judíos. Esto no fue un desafío
con peleas ni gritos, sino que fue un desacato con calma. Nunca debe haber una
actitud obstinada ni palabras de oposición en contra de los que están en
autoridad. Cuando el hombre tiene un encuentro con la autoridad, llega a ser
tierno y dócil. La sumisión de una persona en su corazón, en actitud y en
palabra, debe ser absoluta; no debe haber ninguna obstinación ni rebeldía.
Cuando la autoridad delegada (aquellos que representan la autoridad de Dios) se
opone a la autoridad directa (a Dios), debemos ser sumisos a la autoridad
delegada mas no obedientes. Resumamos este asunto en tres puntos:
(2) Sólo Dios es digno de una sumisión ilimitada. El hombre, que es inferior,
debe recibir una sumisión limitada.
Si los padres les piden a sus hijos que vayan a un lugar que a éstos no les gusta,
pero no es pecaminoso, tenemos un caso delicado. La sumisión es absoluta, pero la
obediencia es otro asunto. Si los padres insisten, los hijos no tienen otra
opción que ir. Si todos los hijos tienen esta actitud, Dios los sustentará en esas
circunstancias.
1 cc..c
(1) Las parteras egipcias y la madre de Moisés desobedecieron la orden del
faraón, por lo cual se pudo preservar la vida de Moisés. La Biblia las llama
mujeres de fe.
(2) Los tres amigos de Daniel no adoraron la imagen del rey Nabucodonosor,
desobedeciendo al rey; sin embargo, se sometieron al rey al estar dispuestos a
ser quemados.
(3) Daniel desafió el decreto del rey al orar a Dios; sin embargo se sometió al
juicio del rey de ser echado al foso de los leones.
(4) José huyó a Egipto con el Señor Jesús para evitar la matanza que el rey
Herodes había decretado.
/ c
¿Cómo sabemos si una persona se somete a la autoridad? He aquí algunas
señales:
(1) Tan pronto como una persona conoce la autor idad, busca la autoridad
dondequiera que vaya. La iglesia es el lugar donde los creyentes aprenden a
someterse a la autoridad. Aunque no hay sumisión en todo el mundo, el
creyente debe aprender a someterse; además, debe hacerlo de corazón y no de
una manera externa. Si uno llega a conocer la sumisión, buscará la autoridad a
dondequiera que vaya.
(3) Aquellos que han tenido un encuentro con la autoridad no querrán ser
autoridad; no se complacen en dar opiniones ni en controlar a los demás.
Quienes se someten a la autoridad siempre temen cometer errores. Pero hay
muchos que quieren ser consejeros de Dios. Sólo los que no conocen la
autoridad les agrada ser la autoridad.
Aquellos que han tenido un encuentro con la autoridad, mantendrán sus bocas
cerradas y serán restringidos. No se atreverán a hablar descuidadamente,
porque están conscientes de la autoridad que está dentro de ellos.
c
c
Si uno no ha tenido un encuentro con la autoridad y no conoce el principio de la
sumisión, no podrá guiar a otros por este camino. Si uno junta dos perros, no
puede hacer que uno sea la autoridad ni que el otro se le someta. Sería un
esfuerzo inútil. Cuando uno tiene un encuentro con la autoridad, todo estará
resuelto. De ahí en adelante, si no se sujeta a la autoridad, se dará cuenta de que él
ha desobedecido a Dios mismo. Si una persona no ha visto la autoridad, es
inútil hacerle ver sus errores. Cuando se presente esa situación, debemos
contenernos para no caer en la misma rebelión.
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Era correcto que Martín Lutero se levantara y hablara del principio de la
justificación por medio de la fe. También está bien que nosotros salgamos de las
denominaciones para mantenernos en el testimonio de la unidad en la iglesia
local. Ya que hemos visto la gloria de Cristo y el Cuerpo de Cristo, no debemos
tener otro nombre aparte del nombre del Señor. El nombre del Señor es el más
importante. ¿Por qué la salvación no se lleva a cabo solamente por medio de la
sangre de Cristo sino también por medio del nombre del Señor? Esto se de be a
que ese nombre significa resurrección y ascensión. Dios tiene una sola manera
de salvarnos y la puso bajo el nombre del Señor. En el bautismo somos
sumergidos en el nombre del Señor, y al reunirnos lo hacemos en Su nombre.
Por lo tanto, la cruz y la sangre solas no resuelven el problema de las
denominaciones. Si hemos visto la gloria de la ascensión, no insistiremos en
asignarnos ningún otro nombre que no sea el del Señor. Debemos exaltar sólo el
nombre del Señor, y no debemos tener ningún otro nombre. Las organizaciones o
denominaciones de hoy han desechado la gloria del Señor, lo cual es una
blasfemia para El.
c/!c
La iglesia es sustentada por dos cosas: la vida y la autoridad. La vida se
relaciona con nuestra sujeción a la autoridad. Las dificultades que surgen en la
iglesia rara vez se deben a la desobediencia. Por lo general, surgen por la falta de
sumisión. El principio fundamental de la vida en nosotros hace que nos
sometamos, de la misma manera en que el principio de la vida de un ave la hace
volar y en que la vida de un pez le hace nadar.
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Los hijos de Dios deben aprender a conocer la autoridad y averiguar a quién
deben someterse. A dondequiera que vayan, lo primero que deben preguntarse es
quién es la autoridad a la cual deben someterse. Tan pronto nos mudemos a un
lugar, no debemos tratar de ser el líder, ni procurar que otros se sometan a
nosotros. Por el contrario, debemos ser como el centurión, que le dijo al Señor
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8- 15%
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ajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes
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someterse a la autoridad y, por eso mismo, mismo podía ser una autoridad
delegada. Dijimos que Dios sustenta todo el universo por medio de Su
autoridad. El también engendra hijos (Jn. 1:12) y los mantiene unidos por
medio de ella. Por lo tanto, si uno es independiente e individualista y no se
somete a la autoridad delegada por Dios, es rebelde en cuanto a la
administración que Dios ejerce sobre todo el universo, y no podrá estar en
armonía con los demás hijos de Dios. En tal caso, no podrá llevar a cabo la obra
de Dios en la tierra. Dios ha establecido autoridades delegadas en la iglesia, la
cual es edificada y sustentada por la autoridad de Dios. Por esta razón, todo hijo
de Dios debe buscar la autoridad a la cual debe someterse, de tal manera que
pueda coordinar armoniosamente con otros. Desafortunadamente, muchas
personas han fracasado en este aspecto.
c
c
Existen muchas autoridades en la iglesia que están sobre uno, a las cuales uno
debe aprender a someterse. Debemos aprender a reconocer las diferentes
autoridades y la autoridad que hay en otros. Una vez que encontramos que
cierta persona tiene autoridad, debemos someternos a ella inmediatamente. No
tenemos que analizarla cuidadosamente y luego decidir si hemos de someternos a
ella. Si calculamos si una persona es digna de su sumisión o no, sólo nos
hemos encontrado con la persona, mas no con la autoridad. Si uno no se ha
encontrado con la autoridad ni sabe someterse a ella, jamás podrá ser una
autoridad delegada. A menos que juzguemos primero el pecado de rebelión en
nosotros, no conoceremos el significado de la sumisión. Los hijos de Dios no
deben ser desorganizados ni indisciplinados. Si no hay un testimonio claro entre
los hijos de Dios, no existirán la iglesia ni ministerio ni la obra. Debemos darnos
cuenta de que éste es un problema grave. Por eso, debemos presentar este
delicado asunto delante del Señor y encontrarnos con la autoridad. Debemos
aprender a someternos unos a otros y también a las autoridades delegadas.
Solamente al hacerlo, podremos ser una autoridad delegada.
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Ya estudiamos la clase de persona que Dios usa como autoridad delegada. A fin
de ser dicha autoridad, es necesario llenar tres requisitos básicos (fuera de
conocer la autoridad de Dios y de someterse a la misma).
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Una autoridad delegada debe recordar que toda autoridad procede de Dios,
quien las estableció todas; por lo tanto, si alguna persona tiene autoridad, ésta
proviene de Dios. Nuestras opiniones personales no pueden llegar a ser una ley
por la cual se rijan los demás. Tampoco nuestras ideas, nuestros puntos de vista
ni nuestras propuestas merecen ser tenidas en cuenta, pues no son mejores que
las de los que están bajo nuestra autoridad. Debemos recordar que toda
autoridad procede de Dios; de hecho, la única autoridad que es verdadera es la
que procede de Dios y sólo esa autoridad puede esperar sumisión. Solamente
podemos pedirle a los hermanos y hermanas que se sometan a la autoridad que
tenemos, si ésta proviene de Dios. Una autoridad delegada puede ser solamente
una que se ha recibido de Dios. En tal caso, la persona no puede presumir de su
autoridad, porque sólo tiene una autoridad delegada, no algo que proceda de
ella misma. Este es un problema básico entre nosotros. Las autoridades
delegadas deben recordar que son solamente representante s de Dios y que no
tienen autoridad en sí mismas.
Una persona puede llegar a ser una autoridad debido a que conoce la voluntad, la
intención y los pensamientos de Dios. Uno no llega a ser una autoridad
debido a sus propias ideas u opiniones, sino debido a su com prensión de la
voluntad y el deseo de Dios. Uno no debe esperar que otros se sometan a su
propia voluntad u opinión. Una persona puede representar la autoridad
dependiendo de cuánto conoce la voluntad y los pensamientos de Dios.
Recordemos que no poseemos nada en nosotros mismos que pueda reclamar
sumisión de parte de otros. Sólo cuando llegamos a conocer la voluntad de Dios,
podemos pedir que otros se nos sometan. Cuando nos relacionamos con alguien
debemos tener la certeza de que conocemos la voluntad de Dios y lo que Dios
quiere hacer en ese momento. Si entendemos claramente los caminos de Dios,
podremos actuar como Su autoridad delegada. Sólo así podemos servir a otros
con la autoridad, pues sin ella no tenemos ninguna autoridad a la cual otros
puedan someterse.
El Señor primero debe quebrantar todo nuestro ser, antes de que podamos
llegar a ser Su autoridad delegada. Según lo que he podido observar, no creo que
Dios escoja a una persona que está llena de opiniones para que sea Su autoridad
delegada. Tal persona debe pasar primero por el quebrantamiento y renunciar a
su deseo de entrometerse en los asuntos de otros y de actuar como consejero.
Dios quiere que Su autoridad, no que la Es cierto
que somos como Dios en muchos aspectos, pero El continúa siendo el único
Soberano en Su posición y el único digno de adoración. Su voluntad le pertenece
sólo a él; El es supremo y soberano sobre todas las cosas. El nunca busca
nuestro consejo ni tampoco desea que seamos Sus consejeros. Esta es la razón
por la cual la autoridad que El delega no debe tomarse a modo personal. Es
cierto que para llevar a cabo alguna empresa es necesario tomar decisiones y
plantear criterios; no afirmamos que Dios usa sólo a quienes carecen de ideas,
opiniones y criterio. Nos referimos a que debemos ser quebrantados, donde
nuestra sabiduría llegue a su fin, y nuestras opiniones y propuestas sean
aplastadas, de modo que Dios pueda usarnos. El problema básico de muchas
personas es que por naturaleza tienen una mente muy activa, hablan demasiado y
ofrecen sus opiniones constantemente. Son inteligentes y se complacen en
aconsejar a otros. Tales personas deben orar para que Dios tenga misericordia
de ellas, pues necesitan experimentar un quebrantamiento verdadero. Esta no es
una simple enseñanza ni se trata de una imitación. Uno necesita un
quebrantamiento fundamental que produzca una herida abierta por la cual su
sabiduría, sus opinión y sus ideas sean totalmente anuladas. De este modos uno es
espontáneamente libre de sus propios pensamientos e ideas. Si uno ha
pasado por la disciplina de Dios vive con temor delante del Señor y no se atreve a
hablar descuidadamente. También estará libre de cometer muchos errores.
Mientras permanezca abierta la herida que Dios infligió, uno sentirá dolor cada
vez que se mueva, y nadie tendrá que recordarle la herida.
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yo
tan ciego? ¿Por qué estaba tan confiado y seguro de que tení a la razón? Lo
mismo que parecía estar bien anteriormente, ahora lo vemos totalmente
equivocado. Después de encontrarnos con Dios cara a cara, nunca más
estaremos seguros de Sus palabras ni volveremos a confiar en nosotros mismos;
además comenzamos a tener temor de cometer errores. Si las cosas de las cuales
estábamos tan seguros antes las encontramos equivocadas hoy, ¿que diremos de
las que hoy pensamos ciertas y correctas? Por lo tanto, si estamos en constante
comunión con el Señor, nunca hablaremos apresuradamente. Cuanto menos
una persona se conoce a sí misma, más se jacta de su conocimiento. Cuando una
persona habla sin restricción, muestra cuán lejos está de Dios.
El temor a Dios no es una manera de comportarse. Sólo los que están cerca de
Dios le temen. Pero la persona desenfrenada está lejos de Dios. Cuando la reina
de Sabá conoció a Salomón, se quedó asombrada (1 R. 10:4 -5); pero aquí hay
alguien mayor que Salomón (Mt. 12:42). Cuando nos acercamos al Señor,
1%
29
atrevernos a mencionar Su
nombre a la ligera ni hablar apresuradamente. Debemos ser como un siervo que
espera a la puerta y debemos decirle a Dios que no sabemos nada. Que el Señor
nos libre de nuestra enfermedad de hablar de lo que no entendemos y de emitir
juicios sobre lo que no sabemos. Algunas veces tenemos que actuar
inmediatamente, a pesar de no estar en continua comunión con Dios, y
tomamos decisiones precipitadas. Este es un gran problema en muchas
personas. No hay problema más serio en un siervo de Dios que hablar
apresuradamente sin conocer la voluntad de Dios. Es un problema serio que un
hombre emita juicios sin tener claridad a cerca de algún asunto delante del
Señor. Tal persona no entiende claramente las cosas y siempre está hablando.
Podemos entender claramente la voluntad de Dios sólo cuando vivimos delante
de El y cuando estamos cerca de El continuamente.
Todas las autoridades delegadas por Dios deben vivir delante de El y tener
comunión con El. Debemos ser quebrantados por El y llevar las cicatrices en
nuestro cuerpo. Cuando hablamos con los santos o con la iglesia, no debemos
añadir nuestro yo, sino que debemos tener la seguridad de que nuestras
palabras llevan autoridad. No nos engañemos pensando que tenemos alguna
autoridad en nosotros mismos ni pensemos que somos fuente de autoridad.
Tengamos siempre presente que Dios es el único que tiene autoridad. La Biblia
dice claramente que toda autoridad procede de Dios.
Si hay alguna autoridad en mí, ésta viene de Dios. Yo soy solamente un canal
por medio del cual fluye la autoridad. Aparte de esta diferencia, yo soy igual a
los demás; no soy diferente del hombre más necio. El que me separa de los
demás y me da la autoridad es Dios, pero nada procede de mí mismo. Por
consiguiente, debemos aprender a temer a Dios y a tener comunión con El. Este
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4- 1? ( +
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guna autoridad y si
nosotros aprendemos a ser Su autoridad delegada, debemos vivir delante de El y
tener una comunión constante con El. Debemos pedirle que nos muestre el
deseo de Su corazón. Sólo cuando vemos algo delante de Dios podemos
ministrarlo a los hermanos y hermanas, y sólo entonces, seremos aptos para ser
autoridad delegada.
¿Por qué usamos la palabra al referirnos a la comunión con Dios?
Porque la comunión no es algo que tengamos una sola vez delante del Señor,
pues requiere que vivamos en la presencia del Señor continuamente. La
comunicación es un ejercicio de toda la vida. Podemos aprender algunas
lecciones básicas de una vez por todas, pero vivir en la presencia del Señor es un
asunto continuo. Cuando nos alejamos de Dios, la auto ridad se distorsiona y
cambia de tono. Por lo tanto, debemos vivir delante del Señor continuamente y
temerle siempre. Debemos tener presente que debemos pasar por el juicio de
Dios. Debido a que Dios quiere usarnos, debemos vivir en Su presencia siempre.
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Debido a que Dios es el que establece Su autoridad, n o hay necesidad de que las
autoridades delegadas traten de desarrollar su propia autoridad. Conozco a
algunos hermanos y hermanas que fueron necios al pensar que podían dirigirse a
los demás con su propia autoridad. Trataron de desarrollar su propia
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la autoridad; nadie puede tomar autoridad por su propia cuenta. Cuando Dios le
concede a alguien ser Su autoridad, dicha persona tiene autoridad. Por
consiguiente, no es necesario que exijamos la obediencia de los demás. Si ellos
insisten en alguna equivocación, debemos dejarlos en su equivocación. Si
algunos no obedecen, no los perturbemos. Si otros qui eren seguir su propio
camino, dejemos que lo hagan. No debemos discutir con nadie. Si no soy
delegado por Dios para ejercer Su autoridad, ¿por qué habría de exigir
obediencia de los demás? Y si soy una autoridad delegada por Dios ¿por qué
habría de preocuparme si los demás no se me someten? En ese caso, ellos
estarán desobedeciendo a Dios. Yo no tengo que preocuparme por la
desobediencia de los demás. Si la autoridad está sobre mí, esas personas estarán
discutiendo con Dios cuando discutan conmigo. No hay n ada más serio que
esto. No necesitamos forzar a los demás a que nos hagan caso, y podemos darle a
cada uno la libertad de hacer lo que quiera. Si Dios respalda la autoridad ¿a qué
hemos de temer? ¿Hay algún rey en la tierra que respalde a sus ministros?
¡No! Pero si uno es una autoridad delegada, Dios lo sostendrá, lo apoyará y lo
respaldará.
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Antes de que Moisés fuera elegido por Dios como autoridad, mató a un egipcio
que golpeaba a un israelita, alguien de su misma raza. Después reprendió a dos
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puesto a ti por príncipe y jue6
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Moisés no había aprendido la lección, y no conocía el significado de la cruz ni de la
resurrección; él actuaba simplemente por su esfuerzo carnal. Como resultado, no
pasó la prueba, pues él mató a una persona y regañó a otras mostrándose muy
fuerte, aunque internamente era débil. Cuando fue probado tuvo temor y huyó
al desierto de los madianitas, donde permaneció cuarenta años. Allí
aprendió las lecciones (vs. 11-22). Después de pasar por muchas pruebas, Dios le
mostró la visión de la zarza ardiente, la cual parecía estar ardiendo, pero no se
consumía; el fuego no la quemaba. Dios le mostró esta revelación, lo llamó y lo
estableció como autoridad. Después de ese adiestramiento y de ese llamado,
pudo Moisés ser apto para ser líder. Cuando llegó a ser líder, experimentó el
rechazo de otros reiteradas veces. En una ocasión sus hermanos Aarón y María
murmuraron contra él, lo rechazaron y lo censuraron como autoridad delegada.
Veamos cómo respondió Moisés.
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Según Números 12:1-2, Moisés se casó con una mujer cusita, debido a lo cual
Aarón y María hablaron en contra de él. En este pasaje vemos la gran pérdida
espiritual que ellos sufrieron como consecuencia de haber murmurado contra la
autoridad delegada, y también la reacción de Moisés como autoridad delegada.
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sólo tú, que te casaste con una mujer cusita, puedas hablar por Dios? ¿No
podemos nosotros hacer lo mismo? Tú, siendo un descendiente de Sem, te
casaste con un descendiente de Cam. ¿Podrá una persona como tú hablar por
Dios? ¿Será posible que nosotros que nunca nos hemos mezclado con la
descendencia
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probable que hayan discutido con su cuñada, pero el verdadero problema era
que ellos estaban atacando a Moisés, quien era la autoridad delegada. El
- 1C;
&. (2 ?
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7oisés lo oyó, ya que él no era
afectado por las palabras del hombre ni prestaba atención a las murmuraciones
del hombre. Era un hombre que trascendía sobre estas cosas, un hombre de
autoridad. Toda oposición, murmuración y rebelión estaban bajo sus pies. E l
dejaba que Dios fuera el que escuchara tales palabras, pero él mismo no les
prestaba oído.
Los que desean ser ministros de la palabra de Dios, los que desean hablar por
Dios y aspiran a algún liderazgo entre los hermanos y hermanas, deben
aprender a no prestar atención a las palabras de murmuración. Debemos
permitir que sea Dios quien escuche todas esas palabras, y dejar el asunto en
Sus manos. No debemos prestar atención a las críticas ni a las murmuraciones.
Quienes averiguan lo que otros dicen de ellos y luego se enojan, se sienten
indignados o se vindican, no son aptos para ser una autoridad delegada. Los que
son afectados por las murmuraciones o se dejan abrumar por las palabras
proferidas contra ellos, no pueden ser una autoridad delegada. Moisés era una
persona que no permitía que tales palabras lo afectaran.
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Moisés no trató de vindicarse cuando murmuraron de él, ya que toda
vindicación y toda reacción deben provenir de Dios y no del hombre. Los que
procuran vindicarse no conocen a Dios. Ningún hombre que haya vivido sobre la
tierra tiene más autoridad que Cristo; pero cuando El estuvo en la tierra,
nunca se vindicó. El es la única persona que jamás hizo tal cosa. La autoridad y la
vindicación son incompatibles. Por consiguiente, cada vez que tratamos de
vindicarnos delante de aquellos que nos critican estamos diciéndoles que ellos
están por encima de nosotros. Si uno se vindica, se pone bajo el juicio de los
opositores. Quienes se vindican no tienen ninguna autoridad. Cada vez que una
persona se trata de vindicar, pierde autoridad. Dios nos delegó su autoridad a
nosotros, pero si nos vindicamos ante los hombres, perdemos la autoridad,
porque les estamos rogando que sean nuestro juez.
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Vemos en Números 12:2 que Dios escuchó las palabras de murmuración, y en el
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Moisés era muy manso, más que todos los &
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2
Esto es lo que encontramos en una autoridad delegada por Dios. ¿Por qué no
hizo caso Moisés a las palabras de murmuración? Tal vez Moisés pensó que él
estaba en verdad equivocado; así que no había razón para discutir co n ellos.
Dios no puede escoger como autoridad a una persona obstinada; tampoco puede
escoger a un hombre conflictivo para que sea Su autoridad delegada. Las
autoridades que Dios establece en la iglesia son personas mansas y que pasan
inadvertidas. Dios no escoge personas con gran carisma para que sean Su
autoridad, sino a aquellos cuya mansedumbre excede a la de todos los hombres
que hay sobre la tierra. En otras palabras, ellos son tan mansos como Dios.
Recordemos que Moisés era más manso que todos los hombres que había sobr e
la tierra. Esta fue la razón por la cual pudo ser una autoridad delegada. Si se nos
pidiera que hiciéramos una lista de las características de una autoridad
delegada, yo creo que casi todos enumeraríamos cualidades como: una buena
apariencia física, mucho carisma, poder o por lo menos un porte imponente. El
pensamiento humano acerca de cómo debe ser una autoridad es que debe ser
competente, imponente, poderosa, acertada y elocuente. Pero tales rasgos no
describen la autoridad, sino la carne. A ninguna otr a persona en el Antiguo
Testamento se le delegó tanta autoridad como a Moisés; sin embargo, él era una
persona muy mansa. Antes de salir de Egipto, era violento; mató a un egipcio, y
reprendió a dos hebreos. El trataba a los demás por medios carnales; por eso,
Dios no lo usó como Su autoridad delegada en ese entonces. Sólo después de
que Dios lo pasó por las pruebas y el quebrantamiento, llegó a ser más manso
que todos los hombres que había sobre la tierra, y sólo después de esto, le pudo
entregar la autoridad. Cuanto menos una persona parece ser una autoridad, más
siente que lo es, y cuanto más piense que es autoridad, menos parece serlo.
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inesperada. Aarón y María habían criticado a Moisés muchas veces, pero de
repente el Señor los llamó al tabernáculo de reunión. Muchas personas critican
con facilidad y actúan en contra de la autoridad gratuitamente. Hablan en
contra de otros de una manera descuidada debido a que viven en su propia
tienda lejos del tabernáculo de reunión. Cuando uno permanece en su propia
tienda, es fácil que critique; pero una vez que entra en el tabernáculo de
reunión, comprende las cosas. Los tres vinieron al tabernáculo de reunión, y
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( 7 - 1F & 2 "
inicialmente se quejaron de que Dios hablara solamente por medio de Moisés,
mas ahora Dios los llama para que escuchen Sus palabras directamente. Esto
nos muestra que ellos nunca habían escuchado la palabra de Dios y que no
sabían lo que era oír a Dios mismo. Aquel día Dios les habló por primera vez,
pero las palabras que El expresó fueron palabras de reproche y no de revelación.
Tales palabras no manifestaron la gloria de Dios, sino que trajeron juicio sobre
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escuchar la palabra de Dios; sólo una persona mansa puede escuchar Sus
palabras. Moisés era manso, y no hablaba mucho. El podía seguir cualquier
dirección que Dios le indicara; podía ir hacia adelante o hacia atrás. Pero Aarón y
María eran obstinados.
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2
versículo es citado en el Nuevo Testamento, en el libro de Hebreos, donde se nos
muestra a Moisés, como un tipo de Cristo el Hijo de Dios, qu ien fue fiel en toda
la casa de Dios (3:2). Parece que Dios les estuviera diciendo a Aarón y a María:
1
6 73
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&
mujer cusita, pero él sirve a mi pueblo y es fiel en toda mi casa. Vosotros
hablasteis en contra de él porque su esposa tal vez no sea una buena cuñada en
vuestra casa, pero él es Mi siervo. ¿Por qué no tuvisteis temor de hablar contra
7
73>2
Dios llamó a Moisés Su siervo. Ser siervo de Dios significa pertenecerle a El. Yo
soy la herencia de Dios, y El me compró. Si llego a perderme, será una pérdida
para Dios, y no para mí. Los que tienen siervos pierden su propiedad cuando sus
siervos se pierden. Moisés era siervo de Dios, es decir, era propiedad Suya; por lo
tanto, cuando alguien hablaba en contra de Su siervo, Dios tenía que
intervenir y defenderlo. No tenemos que defendernos a nosotros mismos, y no
necesitamos establecer nuestra propia autoridad, ya que esto es asunto de Dios. Si
yo soy Su siervo, cuando alguien habla contra mí, El intervendrá. Si Dios no
interviene, ¿de qué servirá defenderme? ¿De qué me servirá establecer mi
autoridad? Si es Dios quien me delega Su autoridad, no tengo que hacer nada
para establecerme como autoridad; sólo debo permitir que la revelac ión me
vindique. Si otros tienen la revelación y la provisión, esto demuestra que Dios
no me ha establecido a mí. Pero si Dios me establece a mí, quitará la revelación
de otros para vindicarme a mí. Si uno es una autoridad delegada y otros ponen
eso en tela de juicio, ellos estarán discutiendo con Dios. Si ellos tienen vida en
ellos, experimentarán que los cielos se cierran y tendrán que ceder y reconocer la
autoridad que hay en uno.
Espero que nadie se levante para reclamar su autoridad. Debemos permitir que el
tiempo y la revelación nos vindique, debido a que la revelación es la mejor
vindicación. Supongamos que uno dice que Dios lo escogió y que posee
revelación y autoridad; si otros se oponen y se rebelan contra uno, y si acuden a
Dios y también reciben revelación, significa que Dios no lo respalda a uno. En
ese caso será inútil tratar de vindicarse. Si somos fieles en toda la casa de Dios, si
ponemos todo lo que debemos poner en ella y si vemos que Dios quita Su
revelación a otros, significa que Dios nos escogió a nosotros como autoridad. La
autoridad está en las manos de Dios y no depende de uno. El mayor problema
de hoy es el yo. Pero si uno entiende el significado de la autoridad y los caminos
de Dios, entenderá que, como hemos dicho reiteradas veces, cuando otros
discutan con uno, ellos estarán discutiendo con Dios puesto que uno le
pertenece a Dios. Cuando otros lo atacan a uno, Dios les cerrará los cielos, y
ellos no tendrán otra alternativa que arrepentirse y reconocer que uno es la
autoridad de Dios. Por lo tanto, no necesitamos establecer nuestra autoridad, ya
que todo depende de la vindicación que proviene de Dios. Si Dios quita Su
revelación a otros, ello indicará que El lo escogió a uno para que sea Su
autoridad delegada.
Al fin
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73>2
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debemos temer. El es Dios y, por eso, conoce el significado del amor, la luz, la
gloria y la santidad. Inclusive conoce el significado del temor porque preguntó a
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contra Moisés era una cosa a la cual debían temer. Par a Dios, ése era un asunto
que se debía temer. A menos que ellos estuvieran en tinieblas, en ignorancia y
en una insensibilidad total, ellos debían temer. En ese momento, Dios se detuvo y
no ejecutó Su juicio todavía; sin embargo partió pues Su ira se encen dió contra
ellos (v. 9).
Cuando Dios se alejó, la nube se apartó del tabernáculo (v. 10). La nube
representa la presencia de Dios. Así que, si la nube se alejó, significa que la
presencia de Dios se fue. Cuando la nube avanzaba, Dios avanzaba y el
tabernáculo también avanzaba. Pero esta vez cuando la nube se movió, María
quedó leprosa. En la tipología, cuando la nube se movía, los israelitas
reanudaban el viaje, pero aquel día, no pudieron continuar la marcha debido a
que la rebelión se había manifestado. Cuando Aarón vio esto, tuvo temor porque él
había participado en esa rebelión. Debido a que María había tomado la
iniciativa en esta rebelión, ella fue la que quedó leprosa.
Moisés fue verdaderamente un tipo del Hijo de Dios; pues pudo actuar como
una autoridad que representaba fielmente a Dios. El no fue provocado en su
carne ni se protegió ni se vindicó. Tampoco se vengó de quienes lo atacaron. Esa
es la razón por la cual la autoridad de Dios pudo fluir por medio de él sin
obstáculos. Podemos decir que en verdad él fue un hombre que se había
encontrado con la autoridad de Dios. Ni su carne ni su hombre natural ni su yo
se manifestaron; en consecuencia, era apto para ser la autoridad delegada por
Dios.
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c "#" $%-
"
El versículo 4 dice que la primera reacción de Moisés fue postrarse en tierra.
Esta es una actitud propia de un siervo de Dios, pues mientras los rebeldes
estaban de pie hablando, Moisés estaba postrado sobre su r ostro. He aquí un
hombre que se ha encontrado con la autoridad, pues era verdaderamente manso y
no guardaba ningún rencor. Tampoco se vindicaba ni discutía. Lo primero que
hizo fue postrarse sobre su rostro. En los versículos del 5 al 7 parece como si
estu
- 1;
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escogerá y lo acercará a Sí mismo. No hay necesidad de discutir, ya que en la
mañana todo se sabrá. No me atrevo a decir nada por mí mismo pues El
demostrará claramente quién es Suyo. Si El nos escoge, estará bien, pero
dejemos que sea El quién lo haga. No es decisión nuestra. Mañana nos
presentaremos todos delante del Señor y seremos probados por los incensarios.
Dejemos que el Señor decida quién es la persona que El escogió; nosotros no
tenemos que pelear por esto. Dios mostrará quién es Suyo, sólo vayamos a El y
.
# 2 73
estaba postrado sobre su rostro. Sin embargo, sus últimas palabras fueron
- 1@
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A2 $
+
dolor expresado por un anciano que conocía a Dios. Los israelitas habían estado
vagando en el desierto por un largo tiempo, pero todavía no habían llegado a
Canaán. Moisés esperaba que ellos pudieran entrar en Canaán y deseaba
poderlos restaurar.
E9
Los versículos del 8 al 11 contienen la exhortación que Moisés dio a Coré, con la
cual trataba de restaurarlo. Moisés tuvo que hacer frente a las acusaciones de
ellos, mientras esperaban la respuesta de Dios el próximo día. El estaba
consciente de la seriedad del asunto y, al mismo tiempo, estaba preocupado por
ellos. Pero no era suficiente preocuparse; así que, sintió la necesidad de
exhortarlos. Parecía como si le dijese a Coré: 1?
%
/
hijos de Leví, hayáis sido escogidos por Dios para servir en Su tabernáculo.
Deberíais estar contentos con esto. ¿Por qué deseáis también ser sacerdotes? Al
&
/
.
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&.2 73
ra generoso y
sabía lo que estaba haciendo; pues conocía la gravedad del asunto, y por eso
estaba preocupado por los hijos de Leví, y por eso mismo los exhortó. Su
exhortación no fue hecha con arrogancia, sino con humildad. A pesar de que
ellos lo atacaban y estaban equivocados, él podía exhortarlos. Esta es una
característica de una persona verdaderamente mansa. Si abandonamos a los
demás en sus errores, ello indica que estamos endurecidos y que no tenemos
intención de restaurarlos. Si nos rehusamos a exhortarlos, nos falta humildad y,
por el contrario, somos orgullosos. Cuando Moisés los reprendió, se dirigió a
ellos con franqueza para hacer frente a la situación. Inclusive les dio una noche
para que pensaran, con la esperanza de que se arrepintieran.
Cuando Moisés confrontó a los rebeldes, les habló por separado. Primero habló
con Coré, el levita, y después con Datán y Abirám. En el versículo 12 manda a
llamar a Datán y a Abirám, pero éstos se rehusan a acudir, indicando así que
ellos querían dividirse. Aquí vemos que aun cuando la autoridad delegada es
rechazada, ésta siempre procura evitar que los opositores se dividan. Más bien
.
(
- 1: %
hayas hecho venir de una tierra que destila leche y
>2 { +
una tergiversación, ya que es totalmente lo contrario a la verdad. Habían
olvidado que en Egipto hacían ladrillos y que allí no había miel ni leche; ni
siquiera tenían paja para hacer ladrillos. Esto es como conducir a una per sona al
Señor, y que luego ella nos acuse de haberla llevado al infierno, o como el caso
de los diez espías que vieron personalmente las riquezas de Canaán y no
quisieron entrar sino que murmuraron contra Moisés. Por lo tanto, nada se
puede hacer en este caso, salvo ejecutar juicio sobre la rebelión de Datán y
Abiram, que había ido tan lejos. Moisés hizo lo posible por restaurarlos, pero
ellos declararon dos veces que no irían. Entonces Moisés perdió toda esperanza,
se enojó y se presentó a Jehová para resolver el asunto. (v. 15). Le dijo a Coré
18 ( 3% /
4
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tomad cada uno su incensario y poned incienso en ellos, y acercaos delante de
Jehová, cada uno con su incensario, doscientos cincuenta i ncensarios; tú
3
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/
2 {"-17). El séquito de Coré se
presentó delante del tabernáculo de reunión murmurando contra Moisés y
Aarón nuevamente. En ese momento la gloria de Jehová apareció ante toda la
congregación.
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)
/ 73 - 1
conoceréis que Jehová me ha enviado para que hiciese todas estas cosas, y que
Cuando los israelitas vieron que la tierra abrió su boca, tuvieron temor de caer
también (v. 34). Ellos tenían temor del juicio, pero no de Dios. Todavía no
reconocían a Moisés, y sus corazones no se habían arrepentido. Por lo tanto, su
temor no les ayudó en nada. Pensaron en las palabras de Moisés toda la noche;
aún así, se rebelaron de nuevo. Toda la congregación de los hijos de Israel
7 3 (
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Dios, no puede esperar cambio alguno. Esta fue la razón por la cual Dios quiso
destruir inmediatamente a toda la congregación. En ese pasaje vemos la
reacción de una autoridad delegada frente a la oposición. Moisés pudo haberse
enojado mucho por la acusación de toda la congregación, pues esto no había
sido obra suya sino de Dios. No obstante, los israelitas lo culparon a él. Ellos no
se rebelaron contra Dios, sino que atacaron a la autoridad delegada y le juzgaron
duramente. Los versículos del 42 al 45 nos dicen que la reacción de Dios fue más
rápida que la de Moisés y Aarón. Entonces, la gloria de Dios apareció de
repente, y una nube cubrió el tabernáculo de reunión. Dios iba a juzgar a toda la
congregación, y les dijo a Moisés y a Aarón que se apartaran de en medio de la
73 (
- 1
%
hicisteis ayer fue una equivocación, pero de todos modos, la contesté. Pero hoy
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se equivoca; además está lleno de misericordia, por lo cual había contestado la
oración del día anterior. Sin embargo, en esta ocasión El no toleraría más la
rebelión.
Por lo tanto, Moisés y Aarón se postraron sobre sus rostros la tercera vez. El
discernimiento espiritual de Moisés era claro y sabía que esta vez la oración no
resolvería el problema pues el pecado del día anterior todavía seguía, de algún
modo, escondido. Ahora se había manifestado abiertamente. El le dijo a Aarón
que tomara el incensario, fuera a la congregación e intercediera por ellos (vs. 45 -
47). Moisés era apto para ser una autoridad delegada de Dios. El conocía el final
trágico que los israelitas iban a tener y sabía que la pérdida de ellos era la
pérdida de Dios; así que le rogó a Dios que, por Su gracia, perdonara al pueblo.
Su corazón estaba lleno de compasión y misericordia. Este es el corazón de uno
que conoce a Dios. Moisés no era un sacerdote y, por ende, no podía ofrecer
ningún sacrificio, pero sabía que la situación era crítica y no tenía tiempo de
rogar a Dios. Así que ordenó a Aarón que ofreciera un sacrificio e hiciera
propiciación por el pueblo inmediatamente. Vemos aquí la intercesión y la
propiciación. En ese momento la mortandad había comenzado; por eso, Aarón
corrió y se puso en medio de la congregación, entre los muertos y los vivos;
entonces la mortandad cesó. Aquel día murieron catorce mil setecientas
personas (vs. 48-49). Si Moisés y Aarón no hubiesen reaccionado tan
rápidamente, el número de muertos habría sido mayor.
Aquí podemos ver la clase de persona que era Moisés y cómo actuaba en calidad
de autoridad delegada. El tenía la intención de hacer propiciación; su corazón
era tan misericordioso como el del Señor. El corazón de Moisés intercedía y
perdonaba. El no se gozaba en la ejecución del juicio. La clase de persona que
puede servir a Dios como autoridad delegada debe representar a Dios y, al
mismo tiempo, preocuparse llevando los hijos de Dios sobre sus hombros. La
autoridad que Dios delega debe cuidar a Su pueblo. El debe llevar sobre sus
hombros no sólo a los obedientes sino también a los desobedientes. Si M oisés
sólo se preocupara por sí mismo y se ofendiera por la manera como lo trataran y si
se quejara constantemente de no poder soportar esto o aquello, no sería
competente como autoridad delegada. Cuando Dios busca alguien en quien
depositar Su autoridad, no sólo tiene en cuenta la sumisión individual de la
persona, sino también su reacción cuando otros se oponen a ella como
autoridad delegada. La reacción de una persona a la rebelión y a la oposición de
otros, saca a la luz la clase de persona que es. Much os sólo se preocupan por sí
mismos y se turban mucho por las críticas, las censuras, los malos entendidos y la
oposición. Su mente gira en torno a ellos mismos. Se consideran muy
importantes. Tales personas no pueden ser una autoridad delegada por Dios.
cc
c
Cuando uno es apartado para la obra de Dios, debe aprender como Moisés. El
fue fiel en toda la casa de Dios, no para sí mismo. Si él hubiera permitido que
Dios sufriera pérdida, su carne habría disfrutado tranquilidad y comodidad;
pero en ese caso, no habría sido fiel. Puede ser que nos rechacen y
menosprecien, pero debemos llevar los asuntos de los hijos de Dios sobre
nuestros hombros y no permitir que la casa de Dios sufra pérdida. Esto nos
presenta un cuadro hermoso de la fidelidad de Moisés en toda la casa de Dios.
Mientras Aarón ofrecía sacrificios por los hijos de Israel, Moisés estaba postrado
orando a Dios. El no sabía lo que iba a hacer Dios; así que le pidió a Aarón que
ofreciera sacrificios e hiciera propiciación por el pueblo de Israel. Aunque el
pueblo se rebeló contra Moisés, él llevó los pecados de ellos sobre sus hombros.
El se encargó de su caso y aunque ellos se le oponían y lo rechazaban, él
intercedía por ellos. Moisés era la parte ofendida; sin embargo, él era quien
rogaba a Dios que los perdonara. Pese a que murmuraban en su contra, él
intercedía por ellos delante de Dios. Vemos, entonces, la clase de persona que
puede ser una autoridad delegada. La autoridad delegada no debe actuar según
sus propios sentimientos ni se debe preocupar por sí misma ni ser egocéntrica.
Si queremos ser una autoridad delegada por Dios, debemos aprender a llevar a
todos los hijos de Dios sobre nuestros hombros. Que el Señor nos haga
misericordiosos y capaces de tolerar a todos los hijos de Dios y de llevarlos sobre
nuestros hombros. Si nos preocupamos solamente por nuestros propios
sentimientos, no podremos llevar las cargas de los hijos de Dios. Debemos
confesar nuestros pecados. Somos muy cerrados y severos, y no somos como
Moisés. Dios tiene mucha gracia, pero no quiere impartirla directamente; por
eso desea que Sus siervos busquen Su gracia internamente mientras llevan a
cabo la justicia de Dios externamente. La obra de Dios es justa externamente, y al
mismo tiempo Su corazón está lleno de gracia; por consiguiente, El desea que
todos Sus siervos, es decir, Su autoridad delegada, tengan el mismo corazón que
El tiene y también estén llenos de gracia. El desea que nosotros llevemos Su
gracia a otros; por lo tanto, debemos pedir más gracia internamente. Esto
complace a Dios. ¿Por qué hay tantas personas cerradas y egocéntricas? Muchas
personas no pueden soportar ninguna ofensa, pero si Dios puede recibir
ofensas, nosotros también debemos recibirlas.
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Dios les ordenó a los doce líderes que tomaran sus varas, una por cada tribu de
Israel, y las pusieran delante del arca del tabernáculo de reunión. Luego añadió:
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madera; es una rama a la que se le arrancaron las hojas y se le cortó la raíz.
Estuvo viva, pero ahora está muerta. Antes recibía la savia del árbol y florecía y
llevaba fruto, pero ahora está muerta. Las doce varas carecían de hojas y de raíz, y
estaban secas y muertas. La vara que floreciera sería la que Dios había
escogido. Vemos con esto que la resurrección es la base de la elección que Dios
hace, y también la base de la autoridad.
Tanto Aarón como los israelitas eran descendientes de Adán y eran carnales.
Debido a su naturaleza y a su carácter natural tanto el uno como los otros eran
hijos de ira; por lo cual no había diferencia entre ello s. Las doce varas eran
iguales; ninguna de ellas tenía hojas ni raíz; todas estaban muertas y secas. Esto
nos muestra que la base del servicio no puede ser nuestra vida natural; lo que
nos da la autoridad es la vida de resurrección que recibimos de Dios. L a
autoridad no está relacionada con el hombre sino con la resurrección que se
manifiesta por medio de éste. Aarón no era diferente a las demás personas,
excepto que Dios lo había escogido y le había dado la vida de resurrección.
Vemos, por consiguiente, que la base de la autoridad es la resurrección.
cc c/
02*
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Las doce varas estuvieron toda la noche frente al arca. Dios permitió que la vara
de Aarón floreciera, echara botones y diera almendras madur as. Era una vara
muerta, pero Dios infundió en ella el poder de la vida. Moisés sacó todas las
varas que habían sido puestas delante del arca y las trajo a los israelitas. ¿Qué
significaba el hecho de que la vara de Aarón reverdeciera? En primer lugar, hac e
que su dueño se humille; segundo, silencia a los dueños de las demás varas. Si
tomamos una vara seca y muerta como la de Aarón, la cual sabemos que jamás
ha de florecer y para nuestra sorpresa encontramos que ha reverdecido,
florecido y echado fruto en una sola noche, ¿cuál sería nuestra reacción?
Confesaríamos a Dios con lágrimas, que El hizo esto y que aquello está muy por
encima de nosotros. Esta será Su gloria y no la nuestra. Espontáneamente nos
humillaremos delante de Dios. Esto es lo que Pablo quiso decir cuando dijo:
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persona que ha recibido gracia de parte de Dios caerá postrado delante de El,
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la
misericordia de Dios y no del deseo ni del afán del hombre. No hay nada que
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Aquí vemos que la base de la autoridad no depende del hombre ni tiene que ver
con él. Cuando Aarón sirvió al Señor nuevamente con su autoridad, él pudo
#
4- 17
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puedo servir, pero ellos no; yo tengo autoridad espiritual y ellos no. Mi vara
estaba tan seca como las demás. Ninguna de nuestras varas se puede tomar en
cuenta. Lo único que cuenta es la misericordia de Dios. Fue Dios quien me
2
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3
/
o de la
vara que reverdeció.
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La vara significa la posición humana, mientras que el florecimiento denota la
vida de resurrección. En cuanto a posición, los doce líderes de las doce tribus
estaban en el liderazgo. Aarón era el representante de la tribu de Leví, la cual no
era diferente a las demás, Aarón no podía servir a Dios basado en su posición,
porque su posición era igual a la de los demás. De hecho, ésa fue la razón por la
cual las otras tribus se opusieron a su liderazgo. ¿Pero qué hizo Dios? El ordenó
que se pusieran doce varas delante del arca en el tabernáculo de reunión, toda
una noche. La vara de aquel a quien Dios escogiera, reverdecería, lo cual se
refiere a la resurrección. La resurrección es la única señal que Dios reconoce. El
sólo reconoce como siervos Suyos a aquellos que han pasado por la muerte y la
resurrección. Por lo tanto, la señal del ministerio es la resurrección. El hombre
no puede basar su servicio a Dios en su propia posición, sino en la el ección de
Dios. Después de que Dios permitió que la vara de Aarón reverdeciera,
floreciera y llevara fruto, las tribus lo vieron y no tuvieron nada que decir.
La autoridad no es algo por lo cual uno puede pelear, ya que es establecida por
Dios. No tiene nada que ver con nuestra posición como líderes. La autoridad que
uno tenga depende de si ha pasado por la muerte y la resurrección. No hay nada
en nosotros mismos que nos establezca como autoridad espiritual. Todo
depende de la gracia, la elección y la resurrección. Para uno caer en el orgullo
tiene que degradarse y sumirse en profundas tinieblas y ceguera. Si depende de
nosotros mismos, ninguna vara florecerá, ni aun si tuviera años para hacerlo. Lo
difícil hoy es encontrar una persona que se postre y recono zca que es igual a los
demás.
Cuando Aarón vio que su vara había reverdecido, debió ser el primero en
sorprenderse, y debió postrarse con lágrimas en adoración al Señor. Esta tal vez
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- 1:5 %3 +
> :?
más?
¿Por qué me has otorgado tal gloria y poder? Mi vara jamás habría florecido
2 %
.
pueblo de Dios. Después de esta experiencia, otros podrían engañarse pero
Aarón no. El comprendió que toda autoridad espiritual proviene de Dios. Hoy
debemos darnos cuenta de que no hay motivo alguno de jactancia. Tenemos
misericordia porque a Dios le plugo darnos Su misericordia. No somos
competentes en nosotros mismos para emprender este ministerio, sino que
nuestra competencia viene de Dios (2 Co. 3:5). Es extraño que un hombre
afirme que vive delante del Señor y no sea humilde. ¡Qué osadía y necedad tan
extrema habría tenido el pollino si hubiera pensado que, al entrar Jesús en
Jerusalén sobre él, las alabanzas eran dirigidas hacia él! Vendrá el día cuando
veremos cuán vergonzoso es esto. Aun si anhelamos esta gloria, debemos tener
presente que nuestra gloria está en el futuro y no en el presente.
·2cI
Respondemos que la resurrección es todo aque llo que no proviene de nuestro
ser natural ni de nosotros mismos ni se basa en nuestra capacidad. La
resurrección se refiere a lo que está más allá de nuestro alcance, lo que no
podemos hacer nosotros. A cualquier vara se le pueden tallar algunas flores o
pintar de colores, pero nadie puede hacerla florecer. Nunca hemos escuchado
que una vara pueda reverdecer y florecer, después de haber sido usada por
décadas. Esta es la obra de Dios. Ninguna mujer puede dar a luz después que se
ha cerrado su matriz, pero Sara tuvo un hijo después de cerrarse su matriz (Ro.
4:19). Esta fue la obra de Dios. Por lo tanto, Sara tipifica la resurrección. ¿Qué es la
resurrección? La resurrección manifiesta que nadie puede hacer nada por su
propio esfuerzo sino por medio de Dios. No tiene importancia alguna si uno es
más inteligente o más elocuente que otros. Si uno tiene alguna espiritualidad,
esta espiritualidad no proviene de uno, sino de la obra de Dios. Supongamos
que Aarón hubiera sido lo suficientemente necio como para deci rles a los
.- 17
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2 @).
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somos diferentes a los demás, eso sería una terrible necedad. Incluso si hay algo
diferente en uno, es el resultado de la obra de Dios. La resurrección indica que
todo proviene de Dios.
El nombre 2
+ 12 :5 %3 & & 12>
hizo por dos razones. Primero, Dios le prometió a Abraham que Sara daría a luz
un hijo. Cuando ella escuchó esto se rió, lo cual era apenas natural. Cuando se
miró a sí misma, no pudo hacer otra cosa que reírse. El tiempo de concebir
había pasado, y su matriz estaba cerrada. ¿Cómo podría ella dar a luz? Pensó
que era imposible. Por eso se rió cuando Dios le dijo a Abraham que ella tendría
un hijo. En segundo lugar, un año después, cuando Sara dio a luz a un hijo ella
se reía de alegría. Por eso Dios le puso por nombre 2 (Gn. 18:10-15; 21:1-3,
6-$/ %
+ 12
6 %
ella se rió, lo hizo pensando en lo
imposible que le parecía la promesa. La segunda vez, se rió porque descubrió
que había sido posible. Si uno nunca ha experimentado la primera risa, no
podrá experimentar la segunda. Si nunca se ha percatado de su propia
incapacidad, no podrá experimentar el poder de Dios. Sara se conocía a sí
misma muy bien y estaba consciente de que no podía concebir, pero tan pronto
vio la obra de Dios, pudo reírse. Así que la resurrección significa que Dios nos
da algo que no tenemos en nosotros mismos. La Biblia testifica una y otra vez
que el hombre no puede hacer nada por su cuenta. Pero muchas personas
piensan que pueden. En lo relativo al servicio, si algunos se ríen de sí mismos
reconociendo que no pueden llevar a cabo la tarea que les es propuesta, se
.
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indica que uno no puede hacerlo y que Dios lo hace todo.
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El principio de todo servicio yace en la vara que reverdeció. Dios devolvió las
once varas a los líderes, pero guardó la vara de Aarón dentro d el arca como un
memorial eterno. Esto significa que la resurrección es un principio eterno en
nuestro servicio a Dios. El siervo del Señor debe haber muerto y resucitado.
Dios da testimonio a Su pueblo reiteradas veces de que la autoridad para
servirlo se basa en la resurrección, y no en el hombre. Todos los servicios
ofrecidos al Señor deben pasar por la muerte y la resurrección a fin de que sean
aceptables delante de Dios. La resurrección significa que todo es de Dios y no de
nosotros; significa que todo es hecho por El y no por nosotros. Los que tienen
un alto concepto de sí mismos, no conocen el significado de la resurrección.
Nadie debe equivocarse al pensar que puede hacerlo todo por sí mismo. Si un
hombre continúa pensando que tiene capacidad, que puede hacer algo y que es
útil, no sabe lo que es la resurrección. Tal vez sepa de la doctrina, la razón o el
resultado de la resurrección, pero no conoce la resurrección. Todos los que
conocen la resurrección perdieron toda esperanza en sí mismos, y saben qu e no
pueden hacer nada. Mientras permanezca la fuerza natural, no habrá lugar para
que el poder de la resurrección se manifieste. Mientras Sara podía tener un hijo,
Isaac no vino. Todo lo que podamos hacer nosotros pertenece a la esfera
natural, mas lo que es imposible para nosotros, pertenece a la esfera de la
resurrección.
El poder de Dios no se manifiesta en la creación ni por medio de ella sino en la
resurrección y por medio de la misma. Cuando el poder de Dios se manifiesta en la
creación, no necesita ser precedido por la muerte. Lo creado no necesita nada que
lo preceda, pero todo lo que provenga de la resurrección, necesita algo que lo
preceda. Si un hombre puede sobrevivir por lo que poseía, no ha
experimentado la resurrección. Si la capacidad de un hombre radica en lo que
tenía anteriormente o si es lo que era antes, no tiene la resurrección. Debemos
reconocer que no podemos hacer nada ni ser nada ni tener nada. Somos como
un perro muerto. Si reconocemos esto, y hallamos que hay todavía algo vivo en
nosotros, eso es la resurrección. La creación no necesita haber pasado por la
muerte, pero la resurrección requiere que caigamos postrados delante de Dios y
+
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soy. Si puedo dar algo a otros es porque Tú me lo diste primero. Si puedo hacer
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delante del Señor, todo lo que tenemos vendrá a ser la obra de Dios en nosotros.
En lo sucesivo, no estaremos equivocados, ya que reconoceremos que todo lo
que está muerto es nuestro y que todo lo vivo pertenece a Dios. Debemos
distinguir claramente entre el Señor y nosotros; todo lo que tenga que ver con la
muerte pertenece a nosotros, y todo lo que se relacione con la vida per tenece al
Señor. El Señor nunca se confunde, pero nosotros sí nos confundimos a
menudo. Uno debe llegar al final de sí mismo para convencerse de su total
inutilidad. Después de que Sara dio a luz a Isaac, no fue tan necia como para
pensar que ese hijo era producto de su fuerza. El pollino no debía equivocarse al
pensar que la proclamación de hosanna estaba dirigida hacia él. Dios tiene que
llevarnos al punto donde no confundamos lo que procede de El con lo que sale
de nosotros.
Todo aquel que está en una posición de autoridad debe tener esto presente y no
debe equivocarse jamás al respecto. No debe haber ningún mal entendido acerca
de la autoridad, pues ésta procede de Dios y no de nosotros; somos solamente
guardianes de ella. Sólo quienes han visto esto, son aptos para recibir la
autoridad delegada. Hermanos y hermanas, cuando nos preparamos para la
obra, no debemos ser necios pensando que tenemos alguna autoridad innata.
Tan pronto como violemos el principio de la resurrección, perdemos la
autoridad; y cuando tratemos de exhibir la autoridad, la perderemos. Una vara
seca sólo puede exhibir muerte; pero cuando uno está en resurrección, tiene
autoridad, ya que ésta descansa en la resurrección y no en la vida natural. Todo lo
nuestro es natural. Por lo tanto, la autoridad no reposa sobre nosotros, sino
sobre el Señor.
c!c/.
Lo que Pablo presenta en 2 de Corintios 4:7 concuerda con esta enseñanza. He
pensado muchas veces que Pablo describe un hermoso cuadro en este capitulo.
El se compara con un vaso de barro, y compara con un tesoro el poder de la
resurrección que está en él. Es como el ungüento precioso contenido en el frasco
de alabastro. El sabía perfectamente que él era como un vaso de barro y que el
tesoro que tenía dentro era la excelencia del poder. Hay una gran diferencia
entre estas dos cosas. Pablo dijo que el poder de la resurrección es un tesoro y
que es sobremanera grande. Estas son palabras francas de un hombre sincero, el
(
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1
<
2
añade que él estaba atribulado, mas no angustiado debido a la eficacia del
tesoro. En sí mismo no tenía salida, pero con el tesoro sí. El era perseguido, pero
por el tesoro no estaba abandonado. Estaba derribado, pero por el tesoro n o
estaba destruido. El era oprimido en todo aspecto, mas por el tesoro no estaba
angustiado. Por un lado, actuaba la muerte y, por otro, la vida. Aunque la
muerte nos asedia constantemente, la vida es producida en nosotros. A medida
que la muerte opera, se manifiesta la vida. En 2 Corintios 4 y 5 se revela el
centro del ministerio de Pablo. Lo único que allí encontramos es el principio de la
muerte y la resurrección. Todo lo que hay en nosotros es muerte, y todo lo que está
en el Señor es resurrección.
*!*!
Toda la autoridad que se vea en nosotros proviene de Dios, no de nosotros. No
debemos equivocarnos; necesitamos ver claramente que toda autoridad viene
del Señor. Estamos aquí en la tierra con el único fin de mantener Su au toridad,
no para ejercer la nuestra, ya que la autoridad no nos pertenece. Cada vez que
confiamos en el Señor, se despliega la autoridad. Pero cuando expresamos la
vida natural, somos iguales a cualquier otra persona y carecemos por completo
de autoridad. Sólo lo que procede de la resurrección puede ejercer la autoridad,
ya que ésta se basa en aquella, y no en el hombre. Ninguna vara común puede
ser puesta delante de Dios; sólo una vara que esté en resurrección puede ser
puesta delante de El. Además, la resurrección se encuentra en la vara que haya
reverdecido. No nos referimos a una resurrección superficial sino a una
resurrección completa. No se trata solamente de una expresión de la vida de
resurrección que luego se desvanece, sino una vida que ha reverdecido, florecido y
dado frutos. Esta es la vida de resurrección madura. Sólo quienes son maduros en
la vida de resurrección, pueden actuar en calidad de autoridad delegada por
Dios. Cuanto más se exprese en nosotros la vida de resurrección, más autoridad
tendremos.
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c "#" $,=,'&B('%&B,,',C)$&,+C'7,
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Después de que los israelitas vagaron por el desierto más de treinta años, vemos
que en Números 20 olvidaron la lección que habían aprendido a cerca de la
rebelión. Cuando llegaron al desierto de Zin, no hallaron agua y murmuraron
contra Moisés y Aarón (vs. 2-3). Estos habían aprendido ya muchas lecciones
delante del Señor, pero en esta ocasión Moisés no se condujo debidamente
como autoridad delegada de Dios. Examinemos cómo juzga Dios a una persona
que es Su autoridad delegada cuando ésta comete un error. Dios no estaba
enojado esta vez ante la murmuración del pueblo, pero le dijo a Moisés que
tomara la vara, la cual es símbolo de la autoridad de Dios, y hablara a la roca
para que de ésta saliera agua. Esto nos muestra que Moisés y Aarón eran la
autoridad delegada por Dios. Dios no dijo que El quería castigar al pueblo.
Moisés y Aarón no eran jóvenes; con todo y eso, fracasaron en su posición como
autoridad delegada. El versículo 10 nos muestra que Moisés se enojó cuando
- 1@F & /
A :F &
&
4>2
apelativo
es una expresión bastante severa tanto en español como en
hebreo. Es una expresión cortante en el idioma original. Moisés usó palabras
muy severas, ya que estaba bastante enojado. Posiblemente pen - 1
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3 (
2
olvidó la orden de Dios y golpeó la roca dos veces. Aunque Moisés estaba
equivocado, de todos modos el agua brotó (v. 11).
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El resultado de este incidente fue la manifestación del juicio de Dios. Dios dijo
que Moisés y Aarón no entrarían en la tierra de Canaán debido a su error (v.
12b). Cuando el hombre habla y actúa apresuradamente y no santifica a Dios,
éste tendrá que vindicarse. Cuando eso sucede, el hombre no puede pedirle a
Dios que lo perdone nuevamente. He aquí otro aspecto que debemos resaltar:
cada vez que ejerzamos la autoridad de Dios y cuidemos de Sus asuntos,
debemos hacerlo con temor y temblor; debemos velar y no ser arrogantes por
todos los años que tenemos. Cuando Moisés se enojó y arrojó al suelo las tablas
de piedra escritas por Dios, Dios no lo juzgó, porque Moisés estaba lleno del celo
de Dios y fue correcto lo que hizo. El tenía celo por Dios, quien no lo reprendió.
Pero después de seguir a Dios por tantos años, él representó mal a Dios al
desobedecerlo, pues golpeó dos veces la roca y habló a la ligera. De este modo,
involucró a Dios en sus errores e hizo que pensaran que sus palabras eran las
palabras de Dios y que su juicio era el de Dios. Este fue un grave error. A fin de
servir a Dios, debemos santificarlo y no asociarlo descuidadamente con
nosotros. De lo contrario, cuando Dios se vindique, sufriremos severamente Su
juicio. Moisés perdió su derecho de entrar a la tierra de Canaán debido a este
único error.
c1. c
Los israelitas no pudieron entrar en Canaán debido a que se rebelaron muchas
veces. Moisés y Aarón se equivocaron una sola vez, y eso fue suficiente para
impedirles entrar. Ser una autoridad delegada es un asunto muy serio. El juicio
de Dios sobre la autoridad delegada es muy serio. En Números 18 Dios le dijo a
Aarón que él y sus hijos llevarían el pecado del santuario (v. 1). Cuanto más
representa una persona la autoridad de Dios, más lo examina Dios y no le
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quien se haya dado mucho, mucho se le demandará, y al que mucho se le haya
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Números 20 dice que Aarón moriría en el monte de Hor como castigo. Vemos a
Moisés, a Aarón y a su hijo Eleazar subir al monte de Hor juntos (vs. 25 -27).
¡Qué hermoso cuadro es éste! Los tres fueron sumisos y estuvieron dispuestos a
aceptar el juicio de Dios. Verdaderamente conocían a Dios. Así que, ni siquiera
oraron. Aarón sabía que su día había llegado, y Moisés también sabía lo que le
iba a suceder a él. Ellos fueron como Abraham cuando subió con Isaac al monte.
Abraham sabía lo que esperaba a Isaac. Dios le dijo a Moisés que subiera con
Aarón y Eleazar al monte, debido al incidente de las aguas de la rencilla. Moisés
iba adelante, y ya en el monte, supo el camino que Aarón seguiría y el rumbo
que él mismo tomaría.
Tan pronto como Aarón fue despojado de sus vestiduras, murió (v. 28). Cuando
un hombre se quita sus vestiduras, no muere, pero el caso de Aarón indica que
su vida era sustentada por su servicio. Es decir, cuando un siervo del Señor
termina su servicio, su vida se detiene. Existen muchas personas que no son
siervos genuinos. Cuando ellos terminan su presunto servicio, su vida continúa.
Aquí vemos que Aarón era un siervo genuino del Señor.
Tengo una pesada carga que quisiera compartir con ustedes. Nada es tan serio ni
tan delicado como representar mal la autoridad. Tengo temor de que nuestros
jóvenes representen equivocadamente la autoridad de Dios. Tal vez nos
equivoquemos una sola vez, pero ese error puede acarrear el juicio de Dios.
Cada vez que ejercemos la autoridad de Dios, debemos orar para estar unidos a
Dios. En el momento en que cometamos un error, debemos dejar en claro que lo
hicimos separados de Dios. De lo contrario, traeremos el juicio de Dios sobre
nosotros. Cuando tomemos una decisión debemos preguntar si la decisión
concuerda con la voluntad de Dios. Podemos decir que actuamos en Su nombre
sólo si estamos seguros de que ésa es la voluntad de Dios. Moisés reprendió a los
israelitas y golpeó la roca en Meriba. El no podía decir que estaba actuando en el
cc
cc1
Un servicio iniciado por el yo no puede ser aceptado por Dios. De hech o, nadie
puede servir a Dios por su propio esfuerzo. Uno debe servir estando en
resurrección para que su servicio sea acepto a Dios. El Señor no quiere que nos
equivoquemos pensando que la autoridad procede de alguien aparte de Dios. No
somos la autoridad, sino sólo representantes de la misma. No hay lugar para la
carne. Debemos decirle a los demás que todos los errores vienen de nosotros y
que todo lo correcto proviene de Dios. Cada vez que hablemos o enfrentemos
algo, debemos recordar que no podemos confiar en nosotros mismos y debemos
conocer la voluntad de Dios. No podemos actuar por nuestra cuenta y tomar
decisiones ligeramente. La autoridad no descansa en nosotros, pues sólo somos
autoridades delegadas. Si actuamos conforme a nuestra propia voluntad,
crearemos grandes problemas. La iglesia no puede estar sin autoridad y
tampoco puede tolerar el abuso de autoridad. Dios tiene la meta específica de
establecer Su autoridad.
c/
Cuando la autoridad delegada comete un error, Dios intervendrá y la juzgará. Su
juicio es Su vindicación, la cual es un principio importante en Su
administración. Dios desea delegarnos Su nombre; El nos permite usar Su
nombre, como una persona que da su sello a alguien y le permite usarlo en su
nombre. Siendo éste el caso, cuando representamos mal a Dios, El se ve
obligado a vindicarse, pues tiene que demostrar que el error fue nuestro y no
Suyo.
Que el Señor nos dé Su gracia para que seamos sensibles. Que le dé Su gracia a
la iglesia en estos tiempos finales. Debemos ora - 1#
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autoridad en la iglesia y permite que cada hermano y hermana conozca la
autoridad. Manifiesta Tu autoridad en la iglesia local y permite que Tu
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toman la responsabilidad en la iglesia no cometan ningún error con respecto a la
autoridad, y que tampoco haya ningún error por parte de los que reciben las
órdenes de la autoridad. Espero que cada uno de nosotros reconozca su
condición, para que el Señor pueda seguir adelante.
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2.c4
En 1 Samuel 24 se relata lo sucedido en el desierto de En -gadi. Saúl perseguía a
David. Cuando éste se escondió en una cueva, Saúl entró allí para hacer sus
necesidades. David estaba escondido en los rincones de la cueva y cortó una
punta del manto de Saúl, pero luego se turbó su corazón (vs. 4 -5). Su conciencia
era muy sensible. En 1 Samuel 26 se describe otra oportunidad que tuvo David
de matar a Saúl. En esta ocasión, sólo tomó la lanza y la vasija de agua que
pertenecían a Saúl (v. 12a). David cortó una punta del manto de Saúl y se
apoderó de algo. Esto le sirvió de evidencia para jactarse delante de Saúl (vs. 17-
20). Este es el comportamiento de un abogado, no de un creyente. Un abogado
sólo se preocupa por los razonamientos y las evidencias. Pero un creyente sólo se
preocupa por su sentir y por los hechos, no por su raz onamiento ni por
evidencias. David tuvo el sentir de un creyente, por lo cual se turbó por haber
cortado la punta del manto de Saúl. Debemos preocuparnos sólo por los hechos, y
no por formalismos. No debemos centrarnos en los procedimientos. Tanto en
Shanghai como en Fuchow, he visto hermanos que sólo se preocupan por los
procedimientos y las evidencias. Pero en este pasaje vemos a un hombre que se
turbó por haber cortado el manto de Saúl. El creyente se preocupa por su sentir
interno y no por las pruebas ni las evidencias. A la gente del mundo sólo le
interesan las pruebas. Una persona puede cortar el manto de otros, tomar la
lanza y la vasija de agua y jactarse de ello sin que su corazón lo censure por ello.
David se sometió a la autoridad y esperó a que D ios lo estableciera como
autoridad. El pudo esperar y no trató de precipitar la muerte de Saúl. Los
representantes de la autoridad de Dios deben aprender a no establecer su propia
autoridad y a respaldar la de aquellos que están por encima de ellos.
cc!cc
En 2 Samuel se nos dice que una persona vino a David para informarle que él
había dado muerte a Saúl, pensando que sería recompensado, pero, por el
contrario, David ordenó su ejecución. Aquel hombre había cometido el error de
anular la autoridad de Dios (1:10-15). Aunque él no le hizo nada a David, éste
percibía que no estaba bien que el hombre hubiera puesto fin a Saúl, quien era la
autoridad. David juzgó toda anulación de la autoridad.
Después de que Saúl murió, David le preguntó a Dios a cuál ciudad debería ir.
En aquel tiempo el palacio estaba en Gabaa. ¿Quiénes de entre los israelitas no
conocían a David? Tan pronto como David supo de la muerte de Saúl, él pudo
haber ido a la capital con sus guerreros. Desde la perspectiva humana, él debió
apresurarse a ir a Gabaa con su ejército; ése era el momento oportuno. ¿Cómo
podría dejar pasarlo? Por sentido común, debió ir a Gabaa. Ya se había sometido lo
suficiente. Todo el pueblo sabía que él era un guerrero. Pero él actuó de
manera extraña. Le preguntó a Dios, quien le contestó que fuera a Hebrón (2:1),
una ciudad pequeña e insignificante. Algunos vinieron de Judá para ungirle
como rey de Judá. Esto nos muestra que David no trató de apoderarse de la
autoridad, sino que permitió que estos varones de Dios lo ungieran (v. 4).
Cuando Samuel lo ungió, fue una señal de que Dios lo había escogido. Cuando
los varones lo ungieron, fue una señal que el pueblo de Dios (un tipo de la
iglesia) lo había escogido. David no rechazó la unción de los varones de Judá. ?
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autoridad delegada no debe ser elegida por Dios solamente, sino también por la
iglesia. Nadie puede imponer su autoridad sobre otros; si Dios lo escogió debe
esperar a que los hijos de Dios hagan su elección.
David no fue a Gabaa, sino que esperó que el pueblo de Dios viniera a él a
Hebrón. El esperó siete años y seis meses, lo cual no es un tiempo corto. Pero él
no tenía prisa. Jamás he visto una persona llena de su yo y en busca de su propia
gloria, que haya sido escogida por Dios como autoridad. Dios ungió a David
como rey no sólo de Judá sino de toda la nación de Israel. Sin embargo,
mientras el pueblo no lo reconoció como tal, él no dio ningún paso. Cuando sólo
la casa de Judá lo ungió, él estuvo satisfecho con ser rey de Judá. El no tenía
ninguna prisa; podía esperar.
Después de siete años y medio, todas las tribus de Israel fueron a He brón y
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aun antes de ahora, cuando Saúl reinaba sobre nosotros, eras tú quien sacabas a
Israel a la guerra, y lo volvías a traer. Además Jehová te ha dicho: Tú
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2 -{-2). La tribu
de Judá lo reconoció como rey en Hebrón primero. Después de siete años y
medio, los ancianos de las tribus de Israel lo ungieron como rey, y luego él reinó
en Jerusalén por treinta y tres años. David no se nombró a sí mismo como
autoridad. Tampoco se impuso sobre los demás. La autoridad es delegada por
Dios y ungida por el hombre. Un hombre no debe proclamarse a sí mismo como
rey, y no es nombrado solamente por Dios para ser rey. Primero, Dios lo escoge, y
luego el pueblo lo reconoce. David fue un verdadero rey. En el Nuevo
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Salomón no se le llama rey. El Nuevo Testamento da un reconocimiento
especial al reinado de David porque él no confió en sí mismo. El tuvo la unción
de Dios y esperó la unción del pueblo, es decir, de la iglesia.
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David esperó en Hebrón siete años y medio, porque Is-boset, el hijo de Saúl,
continuó siendo rey en Mahanaim después de la muerte de Saúl (2 S. 2:8 -9)
hasta que fue asesinado por Baana y Recab, los cuales tomaron su cabeza y se la
llevaron a David en Hebrón, pensando que le traían buenas noticias a David.
Pero éste los hizo ejecutar (4:5-12); es decir, juzgó a los rebeldes. Esto nos
muestra que una persona que verdaderamente es una autoridad, vela por la
misma. No podemos establecer nuestra autoridad a expensas de la de otros.
Cuanto menos uno se considere que es la autoridad, más Dios le dará autoridad.
Cuando una persona se rebela contra la autoridad, uno debe juzgarla, aunque no se
rebele contra la autoridad de uno. Cuando David hizo esto, obtuvo el favor del
pueblo de Dios. En 2 Samuel 5 dice que las once tribus enviaron hombres para
buscar a David. El hombre que conoce la autoridad de Dios es sumiso a la
autoridad y es apto para ser una autoridad. No debemos juzgar a nadie sólo
porque haya ofendido autoridad. Debemos esperar que los hijos de Dios
nos unjan como autoridad. Antes que los hijos de Dios nos unjan, no debemos
quejarnos ni murmurar.
En 2 Samuel 6 dice que cuando David regresó el arca a la ciudad de David,
siendo ya rey de toda la nación de Israel, él danzó delante del arca con todo su
poder. Cuando Mical, la hija de Saúl, vio esto, ella lo menospreció (vs. 14 -16).
Ella pensó que debido a que David era el rey, debía santificarse ante los ojos de
los israelitas. Es cierto que un rey no debe ser una persona descontrolada. Pero
David no estaba equivocado en lo que había visto. El vio que no tenía ninguna
autoridad delante de Dios, que él era pobre e insignificante. El error de Mical
fue el mismo que había cometido su padre. Saúl guardó lo mejor del ganado y de
las ovejas, pero desobedeció la orden de Dios; por eso Dios lo rechazó. A pesar
de eso, trató de vindicarse pidiéndole a Samuel que lo recomendara delante del
pueblo de Israel (1 S. 15:1-30). La actitud de Mical fue diferente a la de David, y
Dios juzgó a Mical, a raíz de lo cual no pudo tener descendencia hasta el día de
su muerte (2 S. 6:23). Esto significa que Dios cortó la continua ción de tal
persona; es decir, no permitió que se reprodujera.
Cuando David se presentó delante del Señor, sintió que él era tan pobre como
cualquier otro y no se consideró más que los demás. La autoridad delegada debe
considerarse pobre y humilde como los demás del pueblo de Dios. No debe
exaltarse a sí misma ni tratar de mantener su autoridad delante de los hombres.
En el trono, David era el rey, pero delante del arca, él era igual a todos los hijos
de Israel. Todos eran el pueblo de Dios y, por ende, era n iguales. Mical quería
mantener su posición, por lo cual quería que David fuera rey aun delante de
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rechazó la actitud de Mical. Cuando Moisés se presentó delante de Jehová, él era
igual al pueblo de Israel, y cuando David se acercó a Jehová, también era uno
más del pueblo. Podemos ser autoridad en la iglesia, pero cuando nos
acercamos al Señor, somos iguales a los demás. Así que, la base y la llave de la
persona que es autoridad es permanecer al mismo nivel de todos los hermanos
cuando se acerca al Señor.
Me agrada mucho una cláusula que se halla en 2 Samuel 7:{'-1
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todavía, el arca estaba en el tabernáculo, y David se sentaba en el suelo. Dios
hizo un pacto con David, y éste ofreció una oración maravillosa, en la cual
podemos tocar un espíritu dócil y sensible. Antes de que David fuera rey, era un
guerrero, y nadie podía prevalecer frente a él. Ahora que era rey y que su nación
había llegado a ser fuerte, él era lo suficientemente humilde para sentarse en el
suelo frente al arca. He ahí una persona que se mantuvo humilde. El podía orar
con mucha sencillez. Este es un cuadro de lo que es la autoridad delegada.
En 2 Samuel 15 se narra la rebelión de Absalón. Esta fue una rebelión doble. Por
un lado, fue la rebelión de un hijo contra su padre, y por otro, fue la rebelión del
pueblo contra su rey. Esta fue la rebelión más grande que afrontó David. Su hijo
fue el caudillo de esta rebelión. En aquel tiempo, muchas personas estaban
siguiendo a Absalón; así que David tuvo que huir de la capital. Aunque
necesitaba seguidores, cuando Itai geteo quiso seguirlo, David pudo decirle:
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tengo ninguna intención de que te unas a mis desgracias. Aun si decides seguir
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El espíritu rebelde es contagioso. En 2 Samuel 16 se narra el caso de Simei,
quien salió al camino y empezó a arrojar piedras contra David y a maldecirlo
acusándolo de haber derramado la sangre de la casa de Saúl. Aun los seguidores
de David sufrieron por él, pues aquella acusación era completamente infundada,
pues él jamás derramó sangre de la familia de Saúl. Simei podía decir que David
había reinado en lugar de Saúl y que David estaba huyendo para salvar su vida,
porque no todo eso era cierto; pero fue una terrible calumnia decir que David
había derramado la sangre de la casa de Saúl. Con todo y eso, David no
respondió, ni trató de justificarse, ni negó nada. El todavía tenía consigo a sus
hombres valientes, y le habría sido fácil deshacerse de aquel hombre, pero él no lo
hizo. Simei maldijo hasta que hubieron pasado. Ni los seguidores de David lo
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quebrantado y dócil. Había aprendido a someterse a una autoridad superior.
David dijo que era Dios que le había dicho a Simei que lo maldijera. Cuando
leemos este pasaje de la Biblia, debemos detectar el espíritu de David. El estaba
solo y era perseguido. Por lo menos habría podido desahogar su infortunio
sobre Simei y vindicarse un poco. Pero él era una persona completamente
sumisa, se sometió incondicionalmente a Dios y lo aceptó todo como de Dios.
Debemos tener presente que la autoridad delegada por Dios debe ser apta para
soportar las ofensas y para ser ultrajada. Si uno no tolera ninguna ofensa, no es
apto para ser una autoridad. No podemos actuar como nos plazca porque se nos
haya delegado autoridad. Sólo los que han aprendido a obedecer son aptos para
ser una autoridad. El versículo 13 dice que Simei continuó maldiciendo a David,
pero éste fue sumiso. Sólo una persona así es apta para ser una autoridad. Aquí
vemos un hombre verdaderamente dócil ante el Señor. David y sus seguidores
descansaron en cierto lugar bastante fatigados. Aunque Absalón se había
rebelado, David mantuvo la debida actitud. Pese a que vivió en tiempos del
Antiguo Testamento, él estaba lleno de la gracia del Nuevo Testamento. El había
sido tan quebrantado que tenía tal espíritu. En verdad era una persona apta
para ser autoridad.
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En 2 Samuel 19, después de que Absalón fue derrotado, los israelitas oyeron que
David estaba sentado a la puerta de la ciudad, y cada uno huyó a su propia casa
(v. 8). David no regresó con alboroto al palacio. Absalón también había sido
ungido como rey. Por eso David tuvo que esperar. Las once tribus vinieron a
pedirle que regresara, pero la tribu de Judá no vino con ellos. Así que envió
hombres para recobrar la tribu de Judá (vs. 9-12). David era de la tribu de Judá, y
había huido de ella; por consiguiente, debía esperar que ellos le pidieran que
regresara. El era la autoridad delegada por Dios, pero durante sus pruebas,
aprendió a humillarse bajo la mano poderosa de Dios. No trató de establecer su
propia autoridad. El aceptó sus circunstancias y fue humilde bajo la mano
poderosa de Dios. El no tenía ningún afán ni peleó por sí mismo, a pesar de ser
un guerrero. El pueblo de Dios fue el que peleó todas las batallas.
Anteriormente, el pueblo de Dios lo había ungido como rey y para regresar a su
reinado, él debía esperar que lo ungieran nuevamente.
Aquellos a quienes Dios usa para ser autoridad, deben tener el espíritu de
David. No deben decir nada con el fin de justificarse. No tenemos que decir
nada ni debemos actuar por nuestra cuenta. No necesitamos mover ni un dedo
para probar que Dios nos escogió. Debemos confiar, esperar y humillarnos.
Debemos esperar que Dios cumpla lo que prometió. Cuanto más sumisos
seamos, más aprenderemos a ser una autoridad. Cuanto más nos postremos
delante del Señor, más nos vindicará El. Pero si tratamos de hablar bien de
nosotros, de luchar o de quejarnos, destruiremos la obra de Dios. Debemos
aprender a humillarnos bajo la mano poderosa de Dios. Cuanto más tratemos de
ser una autoridad, más equivocados estaremos. El camino está abierto para
nosotros. En el Antiguo Testamento la mayor autoridad fue la de Moisés, y entre
todos los reyes, fue David quien tuvo más autoridad. Ambos se compo rtaron de la
misma manera conforme a su capacidad como autoridades delegadas.
Debemos reconocer el espíritu de estos hombres a fin de mantener la autoridad
de Dios.
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Cuando el Señor estuvo en la tierra, rara vez enseñó cómo ser una autoridad.
Esto se debe a que Su meta en la tierra no era establecer autoridades. Marcos
10:35-45 contiene la enseñanza más clara con respecto a la manera de ser una
autoridad. Todo el que quiera ser una autoridad debe leer este pasaje, ya que es la
enseñanza directa del Señor. Aquella conversación fue iniciada por Jacobo y
Juan, quienes querían sentarse a la derecha y a la izquierda del Señor en Su
gloria. Sabían que tal petición era directa y para no ir directamente al grano,
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35). Ellos antepusieron esta petición para comprometer al Señor a que lo
hiciera. Pero el Señor no les contestó inmediatamente, sino que les preguntó:
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cosas. En primer lugar, querían estar cerca del Señor y, en segundo lugar,
querían autoridad en la gloria. Estaba bien que desearan estar cerca del Señor,
pero eso no era lo único que querían; ellos también deseaban autoridad en la
gloria. Querían estar sobre los otros discípulos. El Señor les contestó que no
sabían lo que pedían (v. 38a).
Ellos pensaron que sentarse a la derecha y a la izquierda era algo que Dios podía
concederles. Pero el Señor les dijo que eso no era sencillo. Querían estar cerca
del Señor y tener autoridad. El Señor no dijo que su petición era incorrecta ni
que estaba mal desear estar a Su derecha o a Su izquierda. Les dijo qu e para
sentarse a Su derecha o a Su izquierda, ellos debían beber de la copa que El
bebía y ser bautizados con el bautismo por el cual El tenía que pasar. Jacobo y
Juan pensaron que podían adquirir ese lugar con sólo pedirlo, pero el Señor les
dijo que no era asunto de pedir sino de beber la copa y participar de Su
bautismo. No es asunto de oración ni de esforzarse por sentarse al lado del
Señor. Si una persona no bebe de la copa del Señor ni es bautizada con Su
bautismo, su petición es vana. Si uno no bebe de la copa del Señor ni es
bautizado con el mismo bautismo que El experimenta, no podrá estar cerca del
Señor ni tener ninguna autoridad. El Señor no puede otorgarnos una posición ni
una autoridad gratuitamente. Sólo aquellos que beben de Su copa y son
bautizados con Su bautismo, reciben tal posición y tal autoridad. El fundamento
consiste en beber y ser bautizado. Si el cimiento está equivocado, no puede
haber una estructura correcta. Supongamos que un niño sube al monte a coger
algunas flores, y luego las siembra sobre la tierra. Aunque él piense que plantó
un jardín, las flores no crecen por carecer de raíz. Jacobo y Juan estaban
equivocados de raíz. A fin de estar cerca del Señor y de tener autoridad en la
gloria, ellos debían beber de Su copa y ser bautizados con Su bautismo. Si estos
discípulos no bebían esa copa ni eran bautizados con ese bautismo, no podrían
estar cerca del Señor ni recibir ninguna autoridad ni posición. Esto es algo que
ellos no sabían. Es algo que tiene que ver con el presente y no sólo con el futuro.
cc3
¿Cuál es la copa del Señor? Su copa tiene un solo significado. Cuando el Señor
estuvo en el huerto de Getsemaní, El tenía una copa delante de Sí, que era la
copa de la justicia de Dios y de la cual debía beber. Sin embargo, El oró a su
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la voluntad de Dios eran dos cosas diferentes. En ese momento la copa era la
copa, y la voluntad de Dios era la voluntad de Dios; todavía no era una sola cosa.
La copa podía cambiarse, pero no la voluntad de Dios. El Señor preguntaba si la
copa podía pasar, pero no estaba tratando de eludir la voluntad de Dios. La copa
podía pasar, pero El cumpliría la voluntad de Dios. La copa no era
indispensable, pues no era permanente sino temporal. Si la copa no era la
voluntad de Dios, El estaba dispuesto a dejarla a un lado, pero si la copa era la
voluntad de Dios, la bebería. La actitud del Señor era clara; si la voluntad de
Dios era que bebiera la copa, El la bebería; de lo contrario, no. Tales palabras
deben llevarnos a adorarlo. El nunca invertiría el orden de estas palabras.
Habría sido un error invertir el orden. En otras palabras, lo que el Señor quería
saber en el huerto era si la copa era la voluntad de Dios. Antes de que la copa y
la voluntad de Dios fueran una sola cosa, estaba bien que el Señor orara de esa
manera. De hecho, el oró de esta manera tres veces (v. 44). Pero cuando supo
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pedir que la copa le fuera quitada, porque la copa y la voluntad de Dios no eran
todavía una misma cosa. Fuera del huerto, la copa y la voluntad de Dios eran lo
mismo. En este momento la copa era la voluntad del Padre; por eso le dijo eso a
Pedro.
c. c3
¿Cuál es el bautismo del Señor? Es obvio que esto no se refiere a Su bautismo en el
río Jordán, porque tal bautismo ya había pasado. El bautismo que el Señor
estaba a punto de experimentar estaba por venir, y se refería a Su muerte en la
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Austin Sparks dice que esto se refiere al deseo del Señor de ser liberado. El
Señor anhelaba ser liberado. La palabra implica que estaba confinado o
restringido. Cristo tenía un cuerpo santo en el cual estaban todas las riquezas de
Dios. Tales riquezas gloriosas estaban limitadas por la carne y ¡cuán
restringido y confinado estaba El! ¡Cuán maravilloso sería que esas riquezas
fueran liberadas! Parece co mo si estuviera diciendo que la vida de Dios estaba
confinada y restringida dentro de El y que sería maravilloso liberarla. Por un
lado, la cruz traería la redención de los pecados y, por otro, liberaría la vida.
Dios liberó Su vida por medio de la cruz. El Señor deseaba que esta vida fuera
liberada. Antes de la crucifixión, dicha vida estaba confinada en El; por lo tanto, la
importancia fundamental del bautismo es la liberación de la vida.
Después de esto, el Señor dijo que una vez que la vida de Dios fuer a liberada, se
esparciría como fuego sobre la tierra. ¿Cuál es el resultado del bautismo?
Produce algo similar al fuego, algo que trae división, en vez de paz, sobre la
tierra (v. 51). Cuando el fuego toca algo, lo consume. De ahí en adelante, en una
familia algunos miembros estarían en contra de otros, los creyentes y los
incrédulos estarían en bandos antagónicos, lo mismo que quienes tuviesen la
vida y los que no la tuviesen, y que quienes tuviesen el fuego y los que no lo
tuviesen. Esto es lo que significa ser bautizado con el bautismo del Señor. Una
vez que la vida brota, fluye y ocasiona divisiones. Dondequiera que esta vida
vaya, no traerá paz sino antagonismo. Una vez que la vida entra en una casa, allí
habrá conflictos. Los que pasan por el bautismo son separados inmediatamente
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liberar Mi vida, y esto traerá conflictos. ¿Pueden sobrellevar esto? ¿Les gusta
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autismo, el
cual produce división. Los muertos no pueden luchar, sólo los que están vivos
pueden hacerlo. La palabra de Señor nos muestra que la muerte opera en
nosotros, y la vida en otros (2 Co. 4:12). El bautismo del Señor consistió en
quitarse Su corteza exterior y liberar Su vida por medio de la muerte. Esto
mismo es lo que hacemos hoy. Debemos dejar que nuestro cascarón sea
quebrantado para que la vida que hay en nosotros pueda brotar.
En los mensajes que dimos en Fuchow junto al monte Kuling, mencion é que la
vida no puede ser liberada a menos que el hombre exterior sea quebrantado.
Nuestro hombre exterior encierra la vida y le impide fluir. Debemos
comprender que si el hombre exterior no es quebrantado, la vida no podrá fluir,
pero cuando el cascarón del hombre es quebrantado, éste viene a ser una
persona accesible, y la vida puede fluir fácilmente. De lo contrario, la vida queda
atada, el espíritu del hombre no puede ser liberado, y la vida no puede brotar
libremente. Es muy diferente poder explicar 2 Corintios 4:12 de darles a otros
un toque de vida. Muchas personas piensan que este versículo nos es más que
una enseñanza. Permítanme repetir que si nuestro hombre exterior no es
quebrantado, la vida no podrá fluir de nosotros. Una vez que la corteza del
hombre es quebrantada, él viene a ser una persona accesible. Esto es igual que
un grano de trigo que cae en tierra y muere; la vida que contiene se abre paso
rompiendo la cáscara, y a medida que sale, crece la abertura espontáneamente.
Esto es lo que el S
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de trigo cae en la tierra, el cascarón que lo envuelve se rompe, y la vida brota.
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/
#
44- 1El que ama la vida de su alma la perderá; y el
que la aborrece en este mundo, para vida eterna la guardará. Si alguno me sirve,
sígame; y donde Yo esté, allí también estará Mi servidor. Si alguno me sirve, Mi
5
&
.2 -26). Si uno quiere preservar su cascarón, no podrá
liberar la vida. Una vez que uno pierde el cascarón, lleva mucho fruto.
El resultado del bautismo es fuego y división. Cuando la vida fluye, no hay paz
en la tierra; sino división. Muchas personas están divididas por esta vida ya que
existe un gran abismo entre los que siguen al Señor y los que no, entre los que
pertenecen al Señor y los que no, entre quienes lo tienen a El y quienes no, entre
los fieles y los incrédulos, y entre los que aceptan las pruebas y los que no. Una
vez que un hombre toca la vida de Cristo, toma un camino diferente. El Señor
- 1: .
bautismo? Si quieres sentarte a Mi derecha o a Mi izquierda, debes ser diferente.
¿Estás dispuesto a aceptar las consecuencias de tomar Mi bautismo y de ser
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izquierda del Señor y tener una posición de gloria, debemos beber Su copa y ser
bautizados con Su bautismo, lo cual significa que debemos reconocer la
voluntad de Dios por encima de todo y permitir que nuestro hombre exterior sea
quebrantado para que la vida pueda ser liberada. Sólo las personas que tienen
esta actitud saben lo que significa sentarse a la derecha o a la izquierda del
Señor. Esta es la senda del creyente.
En los versículos 42 y 43 el Señor dijo que los gentiles tienen gobernantes que se
enseñorean sobre ellos (
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2 ).
pues
indican que hay una gran diferencia entre los gentiles y la iglesia en lo
relacionado con la autoridad. Si no somos cuidadosos en este asunto, no
podremos avanzar en la iglesia. Los gentiles gobiernan según la posición, pero la
iglesia sirve según la vida espiritual. Si la iglesia se contamina con la práctica de
los gentiles, estará arruinada. La iglesia debe mantener un muro de separación
entre ella y los gentiles. Entre éstos se puede ver una lucha por el poder, pero
entre nosotros, cuanto más uno piense que es una autoridad, menos apto será.
Cuanto más una persona se crea apta, menos lo estará. Siempre debemos
mantener esta actitud entre nosotros.
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El Señor usa tres veces la expresión . El establece Su autoridad en la
iglesia. Aquellos que son grandes en la iglesia, es decir, aquellos a quienes el
Señor establece como tales, son verdaderamente siervos y esclavos de los
demás. Todo el que quiera ser grande, debe ser el servidor de todos, y el que
quiera ser el primero, sea el esclavo de todos. Esa es la autoridad existente en la
iglesia. Vemos dos grandes requisitos para ser una autoridad delegada por Dios.
Primero, uno debe beber la copa (obedecer a la voluntad de Dios) y aceptar el
bautismo (reconocer que tiene que morir para que la vida pueda brotar).
Segundo, no debe ambicionar el poder. Tal persona solamente debe ser un
servidor y el esclavo de todos. Por un lado, debe tener una base espiritual, que
consiste en honrar la voluntad de Dios dándole primordial importancia, y debe
emanar vida. Por otro lado, debe ser humilde, lo cual significa que no tiene
interés en ser autoridad entre los hermanos y hermanas y que está satisfecho
con ser un servidor y un esclavo. Dios solamente puede usar a estas personas
como su autoridad. El Señor escogerá como grandes y confiará Su autoridad a
quienes están dispuestos a ser servidores, los que tienen un corazón que se
complace en servir a los hermanos y hermanas. En otras palabras, uno necesita
por un lado, un fundamento espiritual y, por otro, la debida actitud y el punto
de vista correcto con respecto a la autoridad. No debe tener ningún anhelo de
ser autoridad. Sólo en ese caso puede uno ser una autoridad delegada por Dios.
Planteo estos dos aspectos con mucha franqueza. Si carecemos del primer
aspecto (un fundamento espiritual), no podremos aspirar al segundo (la
humildad). Sin el fundamento, será inútil tratar de ser humildes. Cuando el
Señor les contestó a Jacobo y Juan, primero expuso el primer punto, aunque
con ello no quiso decir que basta con tener el fundamento espiritua l para
sentarse a la derecha o izquierda del Señor. Dijo explícitamente que ese lugar lo
dará Dios a quien El desee. Después del primer requisito, se menciona el
segundo, que consiste en ser servidor y esclavo entre los hermanos y hermanas.
Los que cumplen estas dos condiciones y se consideran indignos e incapaces son
aptos para ser la autoridad. El Señor busca a aquellos que se consideran ineptos y
que sirven como esclavos. El dijo que tales personas serán grandes y serán los
primeros. Para poder ser una autoridad, uno debe beber la copa y participar del
bautismo mencionado por el Señor; de lo contrario, todo lo que haga será inútil.
Además, debe ser verdaderamente humilde considerándose un simple servidor
(no sólo de boca sino de corazón). El Señor dijo que esas personas serán
grandes. Tememos a la humildad que es sólo de labios; la humildad debe
provenir del corazón.
Para ser una autoridad delegada, debemos tener una base espiritual y ser
humildes; es necesario que estemos conscientes de nuestra incapacida d e
ineficacia. Una cosa es cierta: ninguna de las personas que Dios usó en el
Antiguo Testamento era orgullosa. Puedo decirle con sinceridad que cuando una
persona se enorgullece, Dios la deja a un lado. Como un obrero que he sido por
veinte años, nunca he visto que Dios use a un hombre orgulloso. Aun si uno es
un poco orgulloso en privado, sus palabras tarde o temprano lo pondrán en
evidencia, porque las palabras siempre revelan la condición oculta del corazón.
Hasta las personas humildes se sorprenderán grandemente frente al tribunal de
Cristo. Sin embargo, la sorpresa que le espera al orgulloso ¡será mucho mayor
que la del humilde! Debemos tener presente cuán inútiles somos, porque Dios
puede usar solamente a los esclavos inútiles. Debemos mantenernos en la
posición de esclavos (Lc. 17:10). Dios no confía Su autoridad a los que confían
en sí mismos y son seguros de sí mismos. Debemos rechazar el orgullo y ser
humildes y mansos. No debemos hablar por nuestra cuenta, sino aprender a
conocernos a nosotros mismos y ver las cosas desde el punto de vista de Dios.
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Dijimos que la autoridad espiritual depende del nivel espiritual, que ninguna
autoridad es delegada por el hombre, y que tampoco es delegada por Dios solo.
Tengamos presente que la autoridad se basa, por un lado, en el nivel espiritual y,
por otro, en la humildad. Vamos a añadir algo acerca de la necesidad de que una
autoridad delegada se separe de los demás. Aunque el Señor fue enviado
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a sí
misma por causa de los demás.
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¿Qué significa que el Señor se santificara? Significa que se abstuvo de muchas
cosas que le eran permitidas, por el bien de Sus discípulos. El pudo haber hecho y
dicho muchas cosas, adoptado muchas actitudes, usado muchas clases de
vestiduras y comido diferentes clases de alimentos. Sin embargo, por el bien de
Sus discípulos, se abstuvo de todo ello. El Señor Jesús es el Hijo de Dios y no
conoció el pecado. Cuando estuvo en la tierra, tuvo mucha más libertad que la
que nosotros tenemos y pudo haber hecho muchas más cosas que nosotros. Hay
muchas cosas que no podemos hacer porque somos la persona equivocada. Hay
muchas palabras que no podemos proferir porque somos impuros, pero El no
tenía tal problema ya que es santo. Nosotros somos impacientes; por lo tanto,
necesitamos aprender a esperar. Pero El era paciente; por lo tanto, El no
necesitaba aprender a esperar. Hay muchas restricciones que no se aplicaban a
El, porque El no tenía pecado. De no ser por las personas impuras que rodeaban
al Señor Jesús, El como hombre pudo haber tenido mucha más libertad. Aun
cuando llegó a enojarse, Su ira era santa y libre de pecado. Con todo y eso, El
dijo que se santificaba por causa de Sus discípulos, debido a lo cual estuvo
dispuesto a aceptar muchas restricciones.
El Señor era santo no sólo delante de Dios sino ante Sí mismo. En Su carácter,
no tenía pecado. Pero mientras El se movía entre los discípulos, necesitaba
santificarse. Para poder ser santos, debemos abstenernos de muchas cosas, pero el
Señor es santo por naturaleza. Por eso El podía hacer muchas cosas más que
nosotros. Estaría mal que alguien dijese que es bueno, pero es perfectamente
correcto que el Señor lo diga. El puede decir muchas cosas que nosotros no
podemos, porque no hay vestigio de pecado en El. El tiene más libertad que
nosotros. Aun así, se sujetó voluntariamente y se restringió. El no sólo es santo,
sino que además desciende a nuestra santidad, la cual requiere que nos
separemos de los demás y nos refrenemos de hacer muchas cosas.
Además de su propia santidad, el Señor tomó nuestra santidad sobre Si. Por eso se
santificó. El Señor voluntariamente aceptó restringirse para nuestro
beneficio. El hombre habla y juzga según su propio nivel pecaminoso. Si el
Señor hubiera actuado y hablado de acuerdo a su propio nivel de santidad, el
hombre lo hubiera criticado de acuerdo a sus propios pensamientos
pecaminosos. Por eso, se sometió voluntariamente a tantas restricciones.
Nosotros nos abstenemos de muchas cosas debido a nuestros pecados, pero el
Señor lo hizo debido a Su santidad. Nosotros no hacemos ciertas cosas porque
no debemos hacerlas, pero aunque El podía hacerlas, no las hizo. Se abstuvo de
hacer muchas cosas que podía, a fin de mantener la autoridad de Dios. El se
mantuvo apartado del mundo. Esta fue la razón por la cual el Señor se santificó a
sí mismo.
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A fin de ser autoridad, necesitamos ser diferentes a los hermanos y hermanas, ya
que necesitamos abstenernos de muchas cosas que de otra manera haríamos o
diríamos. Debemos estar separados en nuestras palabras y nuestras
reacciones. Es posible que tengamos cierta actitud cuando estamos solos, pero
cuando estamos con otros, debemos evitar esa actitud. Podemos tener
comunión con los hermanos y hermanas sólo hasta cierta medida. No podemos
ser descuidados ni frívolos. Necesitamos renunciar a nuestra libertad y afrontar la
soledad, la cual es una señal de quienes son autoridad. Los que son
descuidados entre los hermanos y hermanas no pueden ser autoridad. No se
trata de orgullo; solamente nos referimos a que para representar la autoridad de
Dios, debemos tener ciertas limitaciones en nuestra comunión con los hermanos y
hermanas. No podemos ser descuidados ni superficiales. Los gorriones vuelan en
manadas, pero las águilas vuelan solas. Si únicamente podemos volar bajo para
no sufrir la soledad de volar en las alturas, no somos aptos para ser
autoridad. Para llegar a ser autoridad, debemos restringirnos y estar apartados.
No podemos hacer lo que otros hacen con tanta libertad, ni decir lo que los
demás profieren tan gratuitamente. Debemos someternos al Espíritu del Señor, el
cual nos enseñará todas las cosas. Esto nos hará solitarios y nos quitará toda
reacción. No nos atreveremos a bromear con los hermanos y herma nas. Este es
el precio que la autoridad debe pagar. Debemos santificarnos como lo hizo el
Señor Jesús, a fin de ser autoridad.
Por ser miembro del Cuerpo, la persona que tiene autoridad no debe llamar la
atención, sino que debe ser igual a los demás herman os y hermanas, para así
mantener la comunión del Cuerpo de Cristo. Pero al representar a Dios, la
autoridad debe aceptar la restricción que Dios le dicte y santificarse. Debe ser
un modelo para los santos, pero al desempeñarse como miembro, debe
coordinar y servir junto con los demás sin apartarse como si fuera una clase
especial.
c.
Levítico 10:1-7 relata el juicio que Dios trajo sobre Nadab y Abiú, quienes fueron
juzgados por no permanecer bajo la autoridad de su padre Aarón. Este tenía dos
hijos que servían como sacerdotes en el santuario, los cuales fueron ungidos el
mismo día que él. Ellos no debían servir independientemente, sino que debían
ayudarle en el servicio de Dios. Ellos no podían hacer nada por su propi a cuenta.
Pero un día Nadab y Abiú ofrecieron fuego extraño, sin la autorización de su
padre. Esto les acarreó el juicio de Dios, y murieron al ser consumidos por
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cerca de El no podían ser descuidados. Este castigo fue más severo y estricto que el
que infligió al resto del pueblo.
Nadab y Abiú murieron el mismo día. ¿Qué debía hacer Aarón? Ante Dios, él e ra el
sumo sacerdote y la cabeza de su casa; desempeñaba un papel doble. ¿Puede un
hombre ocuparse tanto en el servicio a Dios que descuide a sus hijos? Según la
tradición judía, cuando un hombre moría, sus familiares debían descubrirse la
cabeza y rasgar las vestiduras. Pero Moisés solamente ordenó que los
cadáveres fueran sacados del campamento. A Aarón y a su familia no se les
permitió descubrirse la cabeza ni rasgar las vestiduras.
Aarón ni siquiera pudo salir del tabernáculo. El tuvo que dejar que otros
sepultaran a sus dos hijos muertos. Los israelitas no tenían que vivir en el
tabernáculo siempre, pero ni Aarón ni sus hijos podían salir de allí. Ellos debí an
cumplir cuidadosamente lo que Dios les había encomendado. La unción santa
nos santificó y nos separó de todas las actividades. Así que, debemos honrar la
unción que Dios nos dio. Debemos presentarnos ante El y pedirle que nos
separe de los demás. El mundo y algunos hermanos y hermanas pueden
expresar afecto a sus parientes, pero la autoridad delegada se aparta para llevar
en alto la gloria de Dios. Una persona que tenga la autoridad delegada no puede
buscar la comodidad ni aferrarse a sus propios sentimientos. Tampoco se puede
rebelar ni ser descuidada. Más bien, debe exaltar a Dios y darle gloria.
El siervo de Dios tiene la unción santa sobre sí, por lo cual debe sacrificar sus
emociones y abandonar sus sentimientos aunque sean perfectamente normales.
Este es el único camino que nos conduce a ser una autoridad delegada. Todo
aquel que mantiene la autoridad de Dios, también debe rechazar sus propios
sentimientos y estar dispuesto a renunciar a sus afectos más profundos, sus
sentimientos filiales, sus amistades y aun a su amor. Si se enreda en estas cosas,
no podrá servir al Señor. Los requisitos de Dios son bastante estrictos. Si uno no
renuncia a sus propios afectos, no podrá servir al Señor. Los siervos de Dios se
distinguen de los demás, no así las personas comunes. Los siervos de Dios
deben santificarse por el bien del pueblo.
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¿Por qué ofrecieron fuego extraño Nadab y Abiú? Según Levítico 10:9, Dios le
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beberéis vino ni sidra cuando entréis
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hijos de Aarón ofrecieron fuego extraño después de haberse embriagado. Según el
versículo 5, es posible que ellos estuvieran desnudos en el santuario. Por eso,
otros entraron y los sacaron a ellos y sus túnicas. Es muy fácil que una persona
embriagada se desnude. Los israelitas podían tomar vino y bebidas
embriagantes, pero un sacerdote no podía hacer lo mismo. Esto se relaciona con
los deleites. No podemos disfrutar lo que otros disfrutan ni podemos
regocijarnos en lo que otros se regocijan (el vino denota gozo). El siervo de Dios
debe restringirse y diferenciar lo santo de lo común, y lo limpio de lo inmundo.
Está bien que tengamos comunión en el Cuerpo de Cristo con los hermanos y las
hermanas, pero no podemos llevar una vida liviana dado que tenemos un
servicio especial. No podemos comprometernos con nada que elimine nuestras
restricciones.
Levítico 21 enumera requisitos específicos que los sacerdotes debían cumplir
para santificarse:
(4) El sumo sacerdote estaba limitado por un requisito adicional más estricto:
no podía tocar cuerpo muerto, ni siquiera el de su padre o el de su madre (vs.
10-15). Por consiguiente, cuanto más alta sea la posición de un siervo de Dios,
mayor es la exigencia de parte de Dios. Dios presta atención a la separación de
Sus siervos de todo lo común. Cuando más se acerca una persona a Dios, más
estrictos son los requisitos que Dios le exige. El grado de nuestra cercanía a Dios
determina el grado de los requisitos que El nos impone. Cuanto más autoridad
Dios le confía a alguien, más le exige. Dios da mucha importancia a la
santificación de los que lo sirven.
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La autoridad se cimienta en la separación. Sin ésta no hay a utoridad. Si uno
anhela la compañía de otros, no puede ser una autoridad. Si nuestra
conversación con los demás no tiene restricciones, no se nos puede delegar
autoridad. Cuanto más alta sea una autoridad, mayor será su separación. Dios es
la autoridad suprema, por lo cual El ejerce la mayor separación. Todos
nosotros debemos separarnos de los demás en todo lo que no sea santo. El
Señor Jesús pudo haber actuado como quisiera, pero prefirió santificarse por el
bien de Sus discípulos. El se separó y se mantuvo en la soledad. Debemos buscar
gustosamente una separación profunda, una separación de las cosas que no
sean santas. Esto no significa que debamos separarnos de los hijos de Dios
aseverando que somos más santos. Cuanto más nos santifiquemos y nos
restrinjamos, y cuanto más estemos bajo Su autoridad, más posibilidad
tendremos de ser autoridad. No se podrá mantener la obediencia en la iglesia si
quienes tienen autoridad no se comportan debidamente. Si no se establece
claramente el asunto de la autoridad, habrá confusión en la iglesia.
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La Biblia enseña que la esposa debe someterse al esposo y que éste debe ser la
autoridad. Sin embargo, existen requisitos que los esposos deben cumplir.
Efesios 5 menciona tres veces que el esposo debe amar a su esposa y que debe
amarla como a sí mismo. Quienes tienen autoridad deben cumplir los requisitos
que Dios les exige. A un esposo como autoridad delegada se le exige que ame a
su esposa. Como modelo del amor del esposo por la esposa tenemos el amor de
Cristo por la iglesia. Así como Cristo amó a la iglesia, los esposos deben amar a
sus esposas. El amor que un esposo le tiene a su esposa debe corresponder al
amor de Cristo a la iglesia. Para que un esposo mantenga la autoridad y
represente a Dios, debe amar a su esposa.
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Los hijos deben obedecer a sus padres. Como autoridades delegadas, los padres
también deben cumplir algunos requisitos. La Biblia dice que los padres no
deben provocar a ira a sus hijos. Aunque los padres tienen autoridad sobre sus
hijos, deben aprender a controlarse. No pueden decir que por haber engendrado a
los hijos y por criarlos, pueden tratarlos como les plazca. Aunque Dios nos
creó, El no nos trata como El quiere, sino que nos da completa libertad. Por este
motivo, los padres no deben provocar a ira a sus hijos. Algunas personas no se
atreven a hacer ciertas cosas delante de sus amigos, sus compañeros de clase,
sus subordinados o sus parientes, pero las hacen con toda libertad delante de
sus hijos. Esto no está bien. Lo más importante que los padres deben aprender
hacer es ejercer dominio propio. Deben permitir que el Espíritu Santo los
controle. Los padres deben confrontar a sus hijos hasta cierto punto, ya que
tienen autoridad sobre ellos sólo con el fin educarlos. Deben amonestarlos y
nutrirlos con la enseñanza del Señor. No debe hacerlo con una actitud de
dominio ni de castigo. El corazón de un padre debe inclinarse a educarlos y no a
castigarlos.
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Los siervos deben obedecer a sus amos, pero a éstos se les exige algunos
requisitos. El amo no debe intimidar a sus siervos ni atemorizarlos ni enojarse
con ellos. Dios no permitirá que una autoridad se conduzca sin restricción
alguna. El amo debe temer a Dios. Tanto el siervo como el amo tienen el mismo
Amo en los cielos. El amo debe recordar que él mismo está bajo autoridad. A
pesar de que otros estén sujetos a él, él también está bajo autoridad, la
autoridad de Dios. Por eso no puede ser descuidado. Cuanto más una persona
conozca la autoridad, menos intimidará y atemorizará a otro s. Como
autoridades debemos aprender a ser mansos y tiernos, y a mantener una actitud
de perfeccionar a otros, ya que dicha actitud es necesaria. Si una autoridad
delegada sólo sabe atemorizar y juzgar, tal persona será juzgada por Dios tarde o
temprano. Por lo tanto, un amo debe aprender a andar con temor y temblor
delante de Dios.
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Los ancianos son la autoridad en la iglesia local. Todos los hermanos deben
someterse a ellos. Tito 1 habla de los requisitos básicos de un anciano: dominio
propio y sumisión. Una persona inicua no puede hacer cumplir la ley, y una
persona rebelde no puede inculcar en otros la sumisión. Un anciano debe
ejercer un estricto dominio propio. Muchas personas se caracterizan p or la falta
de disciplina. Por lo tanto, para escoger a los ancianos, debemos seleccionar
específicamente a los que ejercen dominio propio. Dios establece a los ancianos
para que administren la iglesia. En dicha función, deben ser sumisos y tener
dominio propio. Deben esforzarse por ser un modelo para los demás en todos
los aspectos. Dios nunca escoge como anciano a una persona que siempre quiere
ser el primero (como Diótrefes, 3 Jn. 9). Los ancianos son la mayor autoridad en la
iglesia local. Es por eso deben tener dominio propio.
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En Tito 2:15 se enumeran los requisitos de las personas a quienes se les delega
autoridad en la obra. Tito no era un anciano de la iglesia, sino un obrero del
Señor, que desempeñaba la función de apóstol. Pablo encargó a Tito que
exhortara a ciertos hombres. El no sólo debía hablar en público sino también a
exhortar a algunas personas una por una. Debía convencer a los hombres con
toda autoridad. Al mismo tiempo, no debería permitir que lo menospreciaran en
sus palabras ni en sus hechos. A fin de que otros no nos desprecien, debemos
santificarnos. Si somos iguales a los demás en muchos aspectos, y si somos
desordenados, descuidados y desenfrenados en nuestra vida diaria, otros nos
menospreciarán. No debemos ser relajados en ningún aspecto, pues sólo así se
nos respetará y se nos honrará como autoridad y como representantes de Dios.
Esto fue lo que Pablo le dijo a Timoteo (1 Ti. 4:12). Aunque un obrero no debe
buscar la gloria ni el honor de los hombres, tampoco debe ser menospreciado
hasta el punto de perder su porte santo.