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Artículo 1

¡Auxilio! Mis hijos no dejan de pelearse


Rosa Barocio

Cuando doy mis conferencias invariablemente escucho la queja, “Ya no aguanto ver a mis hijos
pelearse todo el día. ¿Qué puedo hacer?”

Muchos padres se inquietan cuando sus hijos se pelean, y se preguntan, “¿Será por falta de amor que
riñen? ¿Acaso nunca se llevarán bien? ¿Estaré fallando como educador?”

Para tranquilizarlos, lo primero que hay que reconocer es que estos conflictos, por incómodos que
les resulten, son un medio natural para que el niño aprenda a relacionarse. Es a través de estas
interacciones que busca el contacto y quiere ser tomado en cuenta. Pero por su inexperiencia muchas
veces lo hace de forma inadecuada, y la reacción de molestia o enojo del hermano le enseña que lo
que ha hecho es inapropiado. Que necesita buscar otra manera de acercarse para conseguir lo que
quiere y que lo que funciona con una persona, puede no resultar con otra. Se empieza a dar cuenta
¡que complejo es el mundo de las relaciones!

Por buenas que sean nuestras intenciones, cuando intervenimos frecuentemente en este proceso, no
permitimos que el niño aproveche esa oportunidad para aprender. Se habitúa cuando tiene alguna
desavenencia a recurrir al adulto para que lo ayude y se vuelve dependiente.

Por otro lado, todos lo niños necesitan atención, pero desgraciadamente a veces la buscan de
maneras equivocadas. Si el niño sabe (aunque sea de manera inconsciente) que cuando se pelea, la
madre acudirá inmediatamente, cuando quiere atención empezará a reñir con el hermano. Muchos
niños mantienen así ocupados a sus padres pues están obteniendo algo muy importante, nada menos
que su alimento emocional: atención.

En resumen, cuando intervenimos constantemente en los pleitos de los hijos:

1. Se acostumbran a ser rescatados.


2. Se vuelven dependientes.
3. No aprenden a solucionar sus diferencias y conflictos.
4. Se convierte en una manera de recibir atención.

¿Qué hacer cuando los hijos se pelean?

1. Observo sin intervenir.


La habilidad más importante que tenemos que adquirir como padres es la de ser buenos
observadores. Es decir, dar atención, pero sin acudir, para darnos tiempo para sopesar la
situación y preguntarnos, “¿Qué está ocurriendo? ¿Necesitan realmente mi ayuda o pueden
solucionar su conflicto solos?”

2. Si pueden solos, me mantengo al margen.


Nos sorprenderá cuantas veces no es necesario intervenir. Las dificultades nos pueden parecer
más graves de lo que son, pues en el caso, por ejemplo, de los varones que cuando juegan gustan

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del contacto físico fuerte la madre puede pensar que se están haciendo daño y “se van a matar”.
Pero cuando los separa protestarán, “¡Pero si sólo estábamos jugando!”
Si no tolero ver que jueguen brusco, es preferible retirarme.
La recomendación es: eviten el primer impulso de intervenir. Observen y si piden ayuda para
resolver sus conflictos, díganles, “Yo sé que uds. tienen la capacidad para resolver sus
problemas. Yo confío en que encontrarán una manera de ponerse de acuerdo.”
Pero dígalo de corazón. Si no confía realmente en sus habilidades, entonces, ahí tiene trabajo
personal que realizar. Cuando confiamos en los hijos ellos piensan, “Si mis padres confían en mi,
yo debo de ser digno de confianza.” Es así como sembramos en ellos el germen de la
autoconfianza.

3. Cuando hay peligro de que se lastimen o pensamos que hay abuso, hay que actuar.
§ Los separo y les pido que se retiren hasta tranquilizarse.
Una vez calmados, me siento con ellos y me convierto en facilitador del diálogo, que es
distinto a ser jueces. Cuando somos jueces jugamos a ser dioses, como si pudiéramos con toda
certeza emitir un veredicto justo. Tomamos partido y decidimos quién es el culpable y quién es
inocente, y siempre quedamos mal con alguno.
Muchas veces tenemos la tendencia a regañar automáticamente al mayor y defender al menor.
Pero cuántas veces no nos damos cuenta como este pequeño con cara de ángel es capaz de
molestar y provocar al otro. Y cuánto resentimiento guarda el mayor al sentirse siempre
inculpado. Al ser facilitadores descubriremos que generalmente ninguno es inocente, cada uno
tuvo su parte en el dilema.
Cuando perpetuamos estos roles de “buenos y malos”, de víctimas y agresores les enseñamos a
asumir esos roles no sólo en casa, sino también en la escuela. Porque el niño que juega a la
víctima en casa, juega a la víctima en la escuela. Si cuando llega a casa quejándose de que otros
alumnos lo maltratan, los padres lo defienden o van a la escuela a quejarse, entonces le
confirman su impotencia.
• Permito el desahogo.
El facilitador no toma partido ni juzga, sólo cuida que ambos tengan la posibilidad de expresarse
y los ayuda a encontrar soluciones.
Explíquenles que se van a turnar para expresar sus quejas, y que la única regla es que deberán
esperar para hablar hasta que el otro haya terminado. No se valen las interrupciones pero pueden
tomarse cuantos turnos deseen.
Con niños pequeños puedo designar un objeto (un caracol, una piedra, etc.) para recordarles que
sólo puede hablar el que tenga dicho objeto en la mano.
En muchos conflictos lo único que es necesario es darles oportunidad para desahogarse. Una vez
que han expresado sus molestias y quejas, ambos se sienten aliviados.
§ Los ayudo a encontrar soluciones.
En situaciones donde hay que encontrar alguna solución, podemos preguntarles, “Cómo crees
que esto se pueda resolver?” Si pregunto en vez de darles “mi solución”, los ayudo a pensar, a
expandir su inteligencia al darse cuenta que un problema puede tener muchas soluciones. Entre
más soluciones encontremos a un mismo problema, más inteligentes somos.
Así que resístase a darles la solución. Ayúdelos a pensar en vez de pensar por ellos. Si la
solución que presentan nos parece inadecuada, podemos ubicarlos con más preguntas, “A tu
hermano no le parece justo lo que propones. ¿Qué otra solución se te ocurre?”
Enséñelos a negociar. En la vida algunas veces hay que ceder para ganar. La convivencia exige
tomar a los demás en cuenta. Pero éste es un proceso largo y hay que tener paciencia.

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Para concluir, si quiere preparar a sus hijos para la vida, necesita tomar en cuenta que:
§ El hijo tiene que aprender a enfrentar y resolver sus propios problemas y conflictos.
§ Darse cuenta que las relaciones no son siempre fáciles ni sencillas.
§ Entre más oportunidades tenga de practicar, sin la intervención de los padres, mayores
posibilidades tendrá para aprender a relacionarse.

Rosa Barocio es conferencista internacional y autora del bestseller Disciplina con amor,
Disciplina con amor para adolescentes, Conocer tu temperamento mejora tus relaciones y
Explora tus emociones para avanzar en la vida.
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