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Universidad Autónoma de Querétaro

Luz Consuelo Martínez Maldonado


Poética
Parcial

¿Cuáles son los retos que deberá enfrentar una poética contemporánea?

En el marco de este trabajo nos centraremos en definir la poética contemporánea para


después exponer por un lado la relación de esta con el autor colocando al autor como
vehículo moralista, y por otro la relación de la obra con el mundo, de la misma forma en la
que se clasificaron los primeros tres capítulos en el libro El demonio de la teoría:
Literatura y sentido común de Antoine Compagnon. En un principio pretendemos explicar
las actuales normativas morales que rigen la literatura contemporánea y reflexiones
metalingüísticos, para enlazarlo con la importancia del autor como parte de la obra y
después la recepción de la obra literaria en el mundo. Seria excesivo pretender estas
propuestas de los retos que enfrenta la poética contemporánea como postulados absolutos,
sin embargo, de igual forma se intentará exponer el tipo de literatura actual con tintes
formalistas que podemos observar en la industria literaria.

Pensando en las clasificadas utilizadas por el escritor Antoine, es importante comprender


la dimensión (pensando en la dimensión como el significado y limitaciones de literatura),
función y forma de la literatura en las épocas clásica y romántica. Dentro del texto se
comenta que la literatura varía según las épocas y las culturas, en este sentido se podría
decir que concuerda de cierta manera con nuestra actualidad, “La literatura es aquello que
se enseña, un punto de vista, eso es todo.” (Barthes, pág. 186) De alguna manera esta
pequeña cita podría apelar a nuestra realidad, en la que buscamos no poética relativista,
subjetiva. “¿Cuándo hay arte? - When is art?” este cuestionamiento podría pertenecer a una
época en específico y el cuestionamiento que nos realizaríamos en nuestra época
contemporánea no sería cuando hay sino, cuando es arte y esto respondería de manera
superficial a las propuestas poéticas contemporáneas haciendo referencia al trabajo
reflexivo del lenguaje que se busca en la actualidad que no pretende únicamente que los
trabajos poéticos sean estéticos sino que también pretenden regirse a través de reglas
morales, tratando de ser proyectos artísticos impregnadas de críticas sociales o políticas,
textos éticos, ideológicos y extraliterarios. Del mismo modo el sentido moderno de la
literatura es innegablemente inseparable del romanticismo, de la afirmación de la
relatividad histórica y geográfica del gusto, por oposición a la doctrina clásica de la
eternidad y de la universalidad del canon estética, según afirma Compagnon.

Una de las mayores problemáticas, desde la época clásica hasta la época romántica, es la
definición de la literatura y su función. Partiendo desde las limitaciones de la literatura en el
siglo XIX que ignora por completo que las lecturas realizadas por el que lee son siempre
literatura, se propone en el texto, en un sentido estricto, que entonces la literatura seria
únicamente la literatura seria y no la popular. “Ya después en el siglo XX la literatura
reconquista territorios anteriormente perdidos y para el siglo XXI, la literatura vuelve a ser
tan liberal como las bellas letras antes de la profesionalización de la sociedad.”
(Compagnon, pág. 32). Por otra parte, la teoría literaria se clasifica en dos grandes épocas:
la literatura clásica y la romántica. La primera época, en el siglo XIX, que se comprendía
esencialmente en el género épico y el dramático. Y la segunda se constituyeron finalmente,
retomando la tríada postaristotelica como define Compagnon, en los géneros épico,
dramático y lírico, abandonando el verso para adoptar la prosa con el nombre de poesía.

De cierta forma la comprensión de la poética moderna busca, de la misma forma que la


tradición clásica, sentencias que permitan regular y comprender a la sociedad, pero de la
misma forma intentando unificar desde la singularidad de la subjetividad del individuo,
“Según la tradición clásica el conocimiento tiene por objeto lo que es general, probable o
verosímil, la doxa, las sentencias que permiten comprender y regular el comportamiento
humano y la vida social. (…) La visión romántica versa sobre todo lo que es individual y
singular”. Esta subjetividad moderna se ha desarrollado desde la experiencia literaria
buscando crear un modelo del hombre desde el lector. Pasando a través del otro, alcanzando
lo universal y perdiéndose así en lo impersonal. Dentro del texto se menciona el reproche
que Marx realizaba respecto a la idealización de la propuesta y menciona que la literatura
sirve para producir un consenso social, pero puede considerarse como una contribución a la
ideología dominante también insistir en su versión subversiva. Esto quiere decir que para
que el lector se vuelva un modelo se tiene que trabajar desde una literatura ideológica y
moldeadora. “Naturalmente, esta concepción humanista del conocimiento literario ha sido
denunciada, por su idealismo, como visión del mundo de una clase concreta. Ligada a la
privatización del escenario de la lectura después del nacimiento de la imprenta, estaría
comprometida con valores de los que sería a la vez la causa y la consecuencia, en primer
lugar, el individuo burgués.” (pág. 39)

Actualmente se podría decir que la literatura además de ser textos relacionadas con el
mythos también busca tener una función mimética, moldeadora. Crear lectores en primera
estancia con ojos críticos impecables y políticamente correcto, con un respaldo teórico
inevitable y, además, personas capaces de proponer distintas (y sustentables) respuestas a
las múltiples problemáticas de la sociedad. Aristoteles no excluía únicamente la poesía
didáctica o satírica sino que también la lírica, esa en la que expone el yo del poema, y de
alguna forma la poética moderna busca la inclusión de la poesía didáctica, lírica satírica
además de los géneros épicos y trágicos, sin embargo estos últimos dos géneros, pensando
la escritura épica y la trágica como literatura ficcional actualmente, fungen diferentes
funciones a las que probablemente el filosofo pretendía, estos géneros ya no tienen una
función moldeadora sino que forman parte de entretenimiento con cero trasmisión de
conciencia social, es muy probable que el consumo capitalista de este tipo de literatura haya
transformado de manera exponencial en este tipo de literatura en simple utilería comercial.
Sin embargo, esta utilería no pierde su concepción estética, sino que trabaja junto con el
lenguaje como vehículo de las emociones y convirtiéndolo en placeres o pasiones, sin el
proceso de la mimesis, en un instrumento más del capitalismo, sistema del que se rige la
poética contemporánea. “En el siglo XVIII otra definición se oponía a la ficción poniendo
acento en lo bello, en la critica del juicio de Kant, y en la tradición romántica, como un fin
en sí mismo. A partir de entonces, el arte y la literatura no remiten más que a sí mismo. Por
oposición al lenguaje ordinario, que es utilitario e instrumental, la literatura encuentra su fin
en ella misma.”

Se ha dicho acerca las dimensiones y funciones de la poética contemporánea en contraste


con las poéticas clásica y romántica. En cambio, la mención de la forma de la poética
contemporánea significa, en muchos sentidos, el objeto principal de la literatura actual. Esa
modernidad heredara directamente del formalismo separa el lenguaje y distingue sus
diferentes usos de manera concisa, “el uso ordinario del lenguaje trata de hacerse olvidar
tan pronto como es escuchado, mientras que el uso literario cultiva su propia opacidad.” El
lenguaje no es únicamente un medio, sino que sufre una metamorfosis al punto de ser una
herramienta que acompaña la lengua, con un respaldo teórico, cultural y político, una obra
ya no es bella por su ritmo temático sino también por las connotaciones que las palabras
tienen de manera individual. Estas técnicas separan el lenguaje ordinario del lenguaje
literario, y aquí retomamos nuestra pregunta ¿Cuándo es arte?, un recado cuya función
principal es anunciar el desabasto de algún producto o alimento no es literatura por más que
se utilicen palabras poéticas, pero si esta nota se cambia de espacio o sufre algún
acontecimiento ya sea social, político o cultura, sí que entra dentro de la categoría literaria.
Valery en el curso de poética menciona “la literatura es y no puede ser más que una especie
de extensión y aplicación de determinadas propiedades del lenguaje.” (Valery, pág. 1440)

Respecto al autor, esta figura se torna en un personaje de mucha importancia en la época


contemporánea, “El autor es un personaje moderno producido sin duda por nuestra
sociedad en la medida en que, al salir de la Edad Media, con el empirismo inglés, el
racionalismo francés y la fe personal de la Reforma, descubrió el prestigio del individuo, o,
como se dice más solemnemente, de la persona humana” (Barthes, pág. 62). ¿Cuál es el
lugar que le corresponde al autor? ¿Cuál es su relación con el significado y sentido del
texto? En este sentido el autor de El demonio de la teoría divide en dos “lugares” al autor,
el lugar antiguo y el lugar moderno: “El antiguo lugar común identificaba el sentido de la
obra con la intención del autor; estuvo muy en boga en tiempos de la filología, del
positivismo y del historicismo. El lugar común moderno (y, además, muy nuevo) denuncia
la pertinencia de la intención del autor para determinar o describir el significado de la obra;
el formalismo ruso, los New Critics estadounidenses y el estructuralismo francés lo han
extendido. Los New Critics hablaban de intentional fallacy, o «ilusión intencional», «error
intencional»: el recurso a la noción de intención les parecía no solamente inútil, sino
incluso perjudicial en los estudios literarios.” (Compagnon, pág. 52). En este orden de ideas
Compagnon abre camino hacia la nueva conceptualización del texto y lo que ya no debería
significar el autor frente al texto, “no solamente porque simbolizaba el humanismo y el
individualismo que la teoría literaria quería eliminar de los estudios literarios, sino porque
su cuestionamiento arrastra tras él a todos los demás antíconceptos de la teoría literaria. De
manera que la importancia dada a las cualidades especiales del texto literario (la literalidad)
es inversamente proporcional al efecto que se concede a la intención del autor.”

En este momento, la propuesta del autor se abre paso para como ejemplo de lo que no
debería ser frente al texto y todos los conceptos nuevos de la teoría literaria expuestos por
los herederos del formalismo ruso y el estructuralismo francés. El autor como la
encarnación quintaesencial de la ideología capitalista, que persiste cierta forma un tanto
romantizada para fines productivos, del ser que pertenece al papel y en el papel. “La teoría,
denunciando el lugar excesivo que se concede al autor en los estudios literarios
tradicionales, tenía a los burlones de su lado. Pero, al afirmar la indiferencia del autor
respecto al significado del texto, ¿no ha llevado la lógica un poco lejos y sacrificado la
razón por el placer de una bella antítesis? Y, sobre todo, ¿no se ha equivocado de blanco?
En realidad, interpretar un texto, ¿acaso no significa siempre hacer conjeturas sobre una
intención humana? (…) La teoría misma se vuelve superflua: si el sentido es intencional,
objetivo, histórico, ya no hay necesidad no solamente de crítica, sino tampoco de crítica de
la crítica para juzgar las críticas.” (Compagnon, pág. 55) Siendo el autor, a través de la
intencionalidad más allá, incluso del propio autor, una de las herramientas más utilizadas en
las teorías literarias como motivo de conflictos entre la historia literaria y la critica literaria,
se destila este personaje para pasar completamente a la unidad del texto respecto al lector y
ya no al autor.
“En 1969, Foucault pronunció una célebre conferencia titulada «¿Qué es un autor?», y
Barthes había publicado en 1968 un artículo cuyo grandilocuente título, «La muerte del
autor». La muerte del autor arrastra tras sí la polisemia del texto, la promoción del lector y
una libertad del comentario desconocida hasta entonces, pero, a falta de una verdadera
reflexión sobre la naturaleza de las relaciones entre la intención y la interpretación, ¿acaso
no se trata del lector como sustituto del autor? Siempre hay un autor: si no es Cervantes, es
Pierre Menard.” (Compagnon, pág. 55) El lector, siendo este un espacio en donde el autor
desaparece y recae la intencionalidad del texto, convirtiéndose así en un conjunto del todo,
más allá de las nociones y de la semántica del lenguaje.

Ya para el siglo XIX, la hermenéutica se abría paso como el arte de interpretar textos, siendo
anteriormente una disciplina antigua auxiliar de la teología. Transformándose ahora en la
ciencia de la interpretación de todos los textos y el fundamento de la filología y los estudios
literarios. Friedrich, padre de la hermenéutica filológica, plante que la finalidad a la que
pretende llegar esta ciencia es la de restablecer el significado de la obra asumiendo que, así
como el arte en general, no es ajena a su mundo de origen y al mismo tiempo la obra como
creación autónoma capaz de defenderse por sí misma pero también respondiendo a sus
condiciones de origen y su compresión a través de su producción original. Después se
postuló el círculo hermenéutico que pretendía ser como una dialéctica entre un todo y sus
partes resolviendo todas las tensiones del pasado y su presente de golpe, simultánea e
idénticamente. “Gracias al círculo hermenéutico, la comprensión conecta un sujeto con un
objeto, y este círculo, que es «metódico» como la duda cartesiana, se desvanece una vez
que el sujeto ha llegado a la comprensión completa del objeto.”
La dualidad del contenido y de la forma se encuentra en el principio de la separación de la
historia y la expresión del texto. Para distinguir después desde la retórica la búsqueda de
ideas y la exposición de las palabras y las imágenes, desviando la atención de la
intencionalidad del texto a la del estilo. “Para una hermenéutica postheídeggeríana ya no
hay por tanto prioridad de la primera recepción, o del «querer decir» del autor, por
importante que se lo considere. Ese «querer decir» y esa primera recepción no nos
restituirán en cualquier caso ninguna realidad. Según Gadamer, el significado de un texto
no se agota jamás en las intenciones de su autor. Cuando el texto pasa de un contexto
histórico o cultural a otro, se le añaden nuevos significados que ni el autor ni los primeros
lectores habían previsto. Toda interpretación es contextual, depende de criterios
relacionados con el contexto en el que ha tenido lugar, de modo que no es posible conocer o
comprender un texto en su integridad.” (Compagnon, pág. 72)

En este sentido, desde un dialogo interpretativo entre lo que debería ser y lo que es surge la
fusión de horizontes. Según Gadamer el significado del texto no se agota únicamente con
las intenciones del autor, sino que se va llenando de significados contextuales, esa distancia
entre la temporalidad y el texto desaparece para convertirse en una característica productiva
de la interpretación, haciendo consiente al interprete de sus ideas previas y de sus ideas que
se están construyendo en su presente, uniéndolas con las que se construirán en el futuro,
siendo una interpretación heredera de la tradición. “No solamente el sentido del texto no se
agota en la intención ni equivale a ella-no puede, por tanto, ser reducido al sentido que tiene
para el autor y sus contemporáneos, sino que debe además incluir la historia de su crítica
por todos los lectores de todas las edades, su recepción pasada, presente y futura.”
(Compagnon, pág. 74). Estas nociones prevalecen en nuestros tiempos contemporáneos, no
solo nuestra tradición responde respecto a las formas y funciones en las que se construye la
actual poética sino que también se funden estas nociones para construir artefactos que
vayan más allá de lo moral y modifiquen el entorno y expongan todas las posibilidades de
la poética tanto desde su forma, sus dimensiones y ahora desde las diferentes plataformas
en las que se distribuyen dándole a la obra un peso contextualmente diferente.

Bibliografía:
 Antoine Compagnon. (2015). El demonio de la literatura: Literatura y sentido
común. Barcelona: Acantilado.
 Valery Paul. (1990). Teoría poética y estética. España: La balsa de medusa.
 Marcel Proust. (1927). El tiempo recobrado. Francia: s.p.i.
 Roland Barthes. (1969). La nouvelle critique II. Francia: French literary critic and
theorist.

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